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Ubiquémonos en Estados Unidos, a fines de la década del 40, en los comienzos de la Guerra Fría tras la
derrota del nazismo en la segunda guerra mundial. Estados Unidos venia de combatir junto a la URSS
contra Italia, Alemania y Japón, pero también de lanzar la bomba atómica como señal de que tras su triunfo
iba a disputar la hegemonía mundial. Este giro en la política exterior norteamericana se expresó en que los
comunistas pasaron de ser aliados en la guerra al principal enemigo a combatir. Este rápido giro coincide
con un periodo de auge revolucionario tras la guerra, en donde se destacan la Revolución China del 49, los
procesos de liberación nacional en África y Asia, las revoluciones aplacadas en Europa, producto de los
acuerdos de Yalta y Potsdam, y el comienzo de la guerra de Corea. A su vez, la reacción más fuerte de
Estados Unidos contra el comunismo se explica por las primeras pruebas nucleares realizadas por la URSS
a fines de los años 40.
En este marco, desde el estado norteamericano se empieza a fomentar una paranoia exacerbada sobre el
“peligro comunista” dentro de Estados Unidos. Se decía que el plan de la URSS era expandirse sobre todo
el globo, y que la formula se basaba en el “camuflaje” de sus ideas dentro de los países “democráticos”. La
realidad es que hacia mediados de los 40 la política del estalinismo estaba lejos representar una amenaza
real: sin ir más lejos, producto de la alianza entre EEUU y la URSS en la Guerra, el PC norteamericano se
había disuelto, bajo los preceptos del “browderismo”, como signo de la unidad antifascista que pregonaba
la internacional comunista y su estrategia de Frente Popular. A su vez, a nivel internacional la URSS había
pactado con el resto de las potencias un “modus vivendi” en el que se comprometía a cercenar sus áreas
de influencia, desalentando y boicoteando todos los procesos revolucionarios que pusieran en cuestión sus
acuerdos diplomáticos. Sin embargo, el temor era al desarrollo de aquellos procesos revolucionarios que
se estaban produciendo pese a la propia voluntad de la burocracia soviética. De este modo la persecución
a la izquierda y al “comunismo” en Estados Unidos pega un salto. Ya antes de la guerra las percusiones a
los activistas de izquierda, sobre todo ligados al movimiento obrero eran habituales. Desde su fundación
en 1935, el FBI de J. Edgar Hoover, impulsó dispositivos represivos anticomunistas que incluían la vigilancia
ideológica y encarcelamiento de activistas. Durante la guerra cualquier movimiento de protesta obrera había
sido tildado de anti norteamericano y subversivo. Ya en 1938 se había creado el Comité de Actividades
Antiestadonidenses, el que fue reactivado y convertido en una comisión permanente de la Cámara de
Representantes al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, con el comienzo de la llamada
“Guerra Fría” se dotó a esta comisión de un objetivo más preciso en torno a la represión del comunismo en
Estados Unidos. Lo “anti norteamericano” paso a ser lo “comunista”.
A su vez, el Congreso estadounidense aprobó también las Leyes de Seguridad Interna (1950) y de
Inmigración y Nacionalidad (1952), que restringían la actividad comunista y prohibían la entrada en el país
de comunistas reconocidos. En 1950 se publicó un panfleto de denuncia llamado "Red Channels", que
contenía una lista de nombre de personas del mundo artístico, denunciadas como comunistas.
En este marco, el Senador republicano McCarthy (de ahí el nombre de Macartismo), más que crear una
doctrina, lo que hizo fue capitalizar esta política de estado y esta sensación de temor que los medios y la
justicia querían imponer como propaganda anti comunista. Sectores de la iglesia, empresarios, grupos ultra
reaccionarios y racistas, dieron forma a un movimiento que tenía como fin “encontrar a los comunistas”
escondidos en la sociedad norteamericana. Esta propaganda que fomentaba la paranoia y la idea de que
“cualquiera podría ser comunista”, tuvo especial incidencia en el cine de la época, y particularmente en
Hollywood. En parte porque se acusó a decenas de directores, guionistas y actores de ser comunistas,
fomentando la delación entre los propios artistas. Disney, vale la pena mencionarlo, fue de los que más se
apuró en colaborar, dando nombres de ex empleados y de todo lo que fuera necesario. En segundo lugar
porque se aplicaron deportación encarcelamientos y ostracismo a muchos de los acusados, sin ningún tipo
de pruebas, como forma de “propagandizar” esta política de estado: si podían perseguir a las estrellas de
Hollywood podían hacerlo con cualquiera, era un mensaje amenazador; "Si ellos no se salvaron, imaginate
lo que te puede pasar a vos que no te conoce nadie". Para que se den una idea de las personalidades
perseguidas, o sus ideas estamos hablando de gente como Orson Welles Charlie Chaplin Albert Einstein.
En tercer lugar, esto tenía como objetivo modificar el contenido de las películas que más y menos
explícitamente empezaron a producir contenidos anti comunistas, desde películas que mostraban a
personas “comunes” siendo espías soviéticos, hasta filmes que aludían a invasiones extraterrestres a modo
de metáfora sobre el “peligro rojo”. Así, en 1944 se fundaba la Motion Pictures Alliance for the Preservation
of American Ideals (MPA) cuyo objetivo era oponerse “a los esfuerzos de comunistas, fascistas y otros
grupos de ideología totalitaria para pervertir” el cine y utilizarlo para la “difusión de ideas y creencias
antiamericanas”. De esta manera se produjo una verdadera “caza de brujas”, con listas negras de todo tipo,
donde cualquier persona y cualquier actitud podrían ser delatadas, juzgadas y condenadas sin pruebas
como “comunistas”, con los derivados xenófobos y racistas que esto traía aparejado (el extranjero era el
principal acusado de comunista). Pese a todo, tambien existieron oposiciones, como la de "Los diez de
Hollywood", que fueron un grupo conformado mayormente por guionistas que se negaron a declarar su
filiación partidaria.
Fuente D: Telesurtv.net. (2 diciembre 2019). Joseph McCarthy y la cacería de brujas anticomunista.
Consultado el 14 de juio de 2023. https://www.telesurtv.net/news/macarthismo-caceria-brujas-
joseph-mccarthy-eeuu-20191130-0021.html
Se pasó a denominar como macarthismo o caza de brujas a todas aquellas medidas gubernamentales que
coartaban las libertades de los ciudadanos en favor de una supuesta seguridad nacional o preservación de
unos valores determinados.
En pleno contexto de Guerra Fría, tras finalizada la II Guerra Mundial y la expansión del comunismo por
Europa y Asia, en Estados Unidos (EE.UU.) se gestaba un fuerte odio al comunismo, que fue llevado a su
máxima expresión por el senador republicano, Joseph McCarthy. El primer pronunciamiento
de McCarthy en el que mostraba sus planes para solapar todo índice de actividad comunista en EE.UU. fue
el 9 de febrero de 1950, en el club de mujeres republicanas de la ciudad de Wheeling, en Virginia
Oeste, donde advirtió tener una lista de 205 personas miembros del Partido Comunista que trabajaban
dentro del Gobierno.
La presentación pública de su lista negra, con supuestos comunistas, lo hizo famoso en la prensa y
simpatizante de ciertos grupos ultraconservadores dentro de los EE.UU., que luego lo llevaron a obtener la
presidencia de la Subcomisión Permanente de Investigaciones del Senado, desde donde pudo desbocar
todas sus teorías conspiratorias y poner en marcha las comparecencias de sospechosos.
Un mes después la prensa ya hablaba de “macarthismo” y “caza de brujas”, lo que se basaba en la idea
de que las derrotas norteamericanas en el exterior solo podían deberse a la filtración de información a la
antigua Unión Soviética (URSS) desde el interior del país.
De este modo, se pasó a denominar como macarthismo o caza de brujas a todas aquellas medidas
gubernamentales que coartaban las libertades de los ciudadanos en favor de una supuesta seguridad
nacional o preservación de unos valores determinados.
La paranoia anticomunista permitió que el senador por el Estado de Wisconsin comenzara una oleada de
persecución, represión y deslegitimación a personas supuestas o vinculadas al comunismo, época a la
que el periodista británico estadounidense, Alistair Cooke, se refirió como “una generación sometida a
juicio”.
Hegemonía del capitalismo vs. Comunismo
La lucha por la hegemonía capitalista ganada por los EE.UU. se convirtió en la tesis para expandir el
anticomunismo, por lo que a lo largo de finales de los años 40 y en los años 50 se aprobaron varias leyes
de corte anticomunista que incluyeron intentos directos de ilegalización del Partido Comunista de los
Estados Unidos de América (CPUSA).
En marzo de 1947, por ejemplo, el presidente de EE.UU., Harry S. Truman, proclamó el “Decreto 9835”,
que permitía la investigación de la lealtad de los empleados federales y que afectó a 6,6 millones de
personas entre 1947 y 1952.
Asimismo, en 1949 se había aprobado la ley Taft-Hartley, que restringía enormemente la actividad de los
sindicatos y 144 líderes del CPUSA fueron arrestados y acusados de violar la Smith Act, una ley contra las
actividades subversivas.
Igualmente, a inicios de los 50´ se publicaron varias leyes que restringían directamente la actividad
comunista o prohibían la entrada de comunistas al país e, incluso, se planteó seriamente la creación de
campos de concentración para los disidentes comunistas.
A esto se suma que el Comité del Senado obvió el principio jurídico de la presunción de inocencia y ante
cualquier denuncia aplicaba la presunción de culpabilidad. De esta manera, el acusado era quien debía
probar que no era comunista, ni simpatizante, ni espía para los soviéticos, mientras los que reconocían su
“culpa” podían lavarla delatando a sus compañeros.
McCarthy creó comités y grupos de vigilancia privados para “antiamericanos”en las ciudades y miles de
personas perdieron sus trabajos, se les negaron los pasaportes y se procesaron a numerosos residentes
extranjeros.
La caza de brujas tuvo como consecuencia el arresto, el interrogatorio indiscriminado y la violación de los
derechos fundamentales de cientos de personas, sin contar algunas ejecuciones, como la del famoso
matrimonio de Ethel y Julius Rosenberg, ambos militantes del Partido Comunista y acusados de pasar la
fórmula secreta de la bomba atómica a la URSS.
Hollywood y el Grupo de los Diez
El séptimo arte también fue tachado de herramienta propagandística, sobre todo un sector de la industria
que se había adherido al comunismo durante los años 30´. De esta manera, la investigación de infiltración
comunista empezó en el año 1947 por parte del Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC, por sus
siglas en inglés), lo que provocó la anulación de las carreras de muchos profesionales de Hollywood en los
50´.
En las listas negras fueron colocados escritores, actores y directores quienes fueron acorralados y
silenciados, así como algunas películas que pretendían reflejar la problemática o aludían o cuestionaban
ideas concretas.
Los casos más mediáticos fueron los once testigos, declarados abiertamente hostiles por la HUAC, al
negarse a declarar y acogerse a la primera y quinta enmienda, amparadas en la Constitución de la nación
norteamericana. Entre ellos se encontraban el dramaturgo, Bertolt Brecht, quien abandonó los EE.UU.
Así quedaron los famosos “Diez de Hollywood”, que fueron condenados por desacato al Congreso y solo,
el director Edward Dmytrik revirtió su condena y el destierro profesional al renegar al comunismo y delatar
a otros de sus colegas.
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