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LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.

Veremos cómo cada uno de nosotros puede convertirse en una célula inteligente dentro de un cuerpo mayor. Cómo puede
aportar lo mejor de su vida, de su experiencia, de su amor, de su buena voluntad en una corriente de energía grupal para
sanar. Así funcionan los grupos de sanación.

NOTA DEL EDITOR: Este seminario fue impartido por Jorge Carvajal en mayo de 2006 en San Sebastián. La
transcripción del mismo ha estado a cargo del equipo de San Sebastián, España. La corrección del lenguaje oral al
escrito ha sido labor de Elena Montoro. 

Sé que ya muchos de ustedes han venido y han escuchado algunas cosas sobre el crecimiento
personal. En este fin de semana vamos a tratar de entrar, despacio para que no se asusten, en algo
que es mucho más práctico.  Sé que todo es práctico,  porque  nos ayuda a transformar nuestras
relaciones y nuestra vida. Ahora y, definitivamente, se trata de  entrar en el camino del sanador, de
sanar la vida.  No solo nuestra vida, sino ayudar a sanar la vida de  otros. No solo a través de una
buena voluntad, de voluntad de bien, de consejos, de compañía,  de serenidad, sino a través de una
intervención directa del alma a través de la personalidad.

Durante el fin de semana vamos a tratar de ser conscientes de que somos un alma, primero;
segundo, que el alma se puede expresar a través de nuestra personalidad; tercero, que esa expresión
es energética; cuarto, que esa expresión se logra a través del amor y quinto que el amor es una
energía, es una sustancia. Hay que saber que esa sustancia tiene un efecto sobre el cuerpo físico,
sobre nuestras glándulas endocrinas, sobre nuestros órganos y todos nuestros sistemas.

Para comprender esto vamos a tratar de hacer un recorrido que viene desde la integración de la
personalidad. Vamos a intentar pasar por varias fases para comprender. Una primera fase en la que
el alma toma posesión del instrumento de nuestro cuerpo y se puede manifestar a través de él para
sanar nuestra vida. Esto nos conduce  a la propuesta de técnicas de autosanación, es sanar al
sanador. Sanamos nosotros y en esa medida podemos sanar nuestro entorno, el mundo que nos
rodea.

Una vez que lo logremos, vamos a pasar a la segunda fase, la  del  conocimiento  del mecanismo
del alma o el instrumento del alma. Esto significa ir más allá de la personalidad para penetrar en el
cuerpo físico-etérico y tratar de, en el cuerpo físico-etérico, comprender el mecanismo del alma, el
microcosmos reflejando el macrocosmos con el fin de que podamos tomar posesión de nuestro
instrumento; ya no en el sentido idealista, sino en un sentido real, es decir, cómo utilizamos
nuestras manos, nuestros ojos, nuestro pensamiento dirigido, nuestra intención, nuestros centros de
energía y nuestros sitios de reflexoterapia  para ayudar a sanar a otros.

En la tercera fase  vamos a hablar de las técnicas de sanación propiamente dichas y  sobre algunos
protocolos de sanación, de técnicas de alineación. Todo esto en el contexto de una antigua ciencia y
nueva ciencia, que no  acabamos de comprender, que es la ciencia de los Rayos y de los Centros.
¿Qué “Rayos” son los Rayos de que tanto se habla, y que relación tienen con los centros, con
nuestro comportamiento, con nuestra psicología, con las técnicas de sanación?

Por último, vamos a entrar en un contexto maravilloso que es el de la sanación grupal. Cómo cada
uno de nosotros puede convertirse en una célula inteligente dentro de un cuerpo mayor. Cómo
puede aportar lo mejor de su vida, de su experiencia, de su amor, de su buena voluntad en una
corriente de energía grupal para sanar. Así funcionan los grupos de sanación.
Por tanto, el objetivo de este seminario es que nosotros tomemos posesión de nuestra humanidad,
de ese enorme potencial humano que cada uno de nosotros tenemos para sanar y que unidos a esa
humanidad en una corriente de servicio aprendamos a sanar la vida. Sanar la vida es sanar nuestros
hogares, nuestras relaciones, nuestro entorno, nuestra imagen de la muerte, nuestra imagen de la
evolución. Pero también es sanar el planeta, la naturaleza que nos rodea. También engloba  sanar
nuestras relaciones políticas, nuestras actitudes políticas, que sanar también es armonizar nuestras
economías, no solo las personales, sino las familiares y las sociales. Sanar es encontrar también  el
mundo del arte y revestir de colorido este mundo blanco y negro, darle el sentido de lo que
realmente se puede disfrutar con alegría. También quiere decir sanar nuestra ciencia para se llene
de conciencia, de sentido, para que comprendamos que también la ciencia es una asunto de Dios. Si
la ciencia se ha vuelto materialista o positivista, o cientificista eso no es culpa de la ciencia, sino de
la manera como los seres humanos nos relacionamos con ella. Sanar también, es construir una
religión mundial, porque toda religión, por definición es mundial, es universal, es aquello que rige
la relación del hombre con la divinidad o con la inteligencia cósmica.

Vamos a ver, cómo podemos sanar nuestras actitudes hacia lo trascendente, hacia el más allá,
reconectarnos con el horizonte de la vida; que sanar es rescatar en cada uno de nosotros el poder de
Merlín, el mago, que la vida es pura magia, y que en cada uno de nosotros hay un mago que puede
oficiar el ritual de la vida conociendo las leyes, conociendo la ley de los ritmos. Así, sanar es
recorrer esas siete avenidas cósmicas que tienen que ver con la política o el objetivo de nuestro
sistema. También hay un gobierno central en nuestro cuerpo, no solo afuera, sino adentro que tiene
que ver con la educación, con la actitud del aprendiz. Aprendemos lo esencial en la vida y es que
vinimos a aprender. Cuando aprendemos, comprendemos y cuando comprendemos sanamos la
vida. Sanar   también es tener una visión global del mundo, no solo una visión local; una filosofía,
una epistemología, una filosofía de la ciencia, de nuestras relaciones con el mundo para que le
demos un marco de referencia a todo esto y sepamos que en el trasfondo hay leyes.  Hay leyes
cósmicas que vamos a llamar: ley del Uno, ley del Tres,  ley del Cinco. Para simplificar, vamos a
referirnos, simplemente,  a la ley de la voluntad, la ley  del amor y la ley de la inteligencia.  Pero
también es referirnos al espíritu, al alma, al cuerpo. Si quisiéramos referirnos de otra manera a ello
podríamos decir que son el músico, la música y su instrumento.

       A esos niveles nos vamos a referir para que la vida sea como música y la podamos danzar y la
podamos disfrutar. Sanar no es un a responsabilidad terrible, no.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.2

Sanar es restaurar el mundo de los significados. Como todo sanador es un educador debe enseñarle, no sólo desde sus
palabras, sino desde su actitud, desde su silencio, desde su acompañamiento, al paciente, a ver el mundo de otro modo.

El sanador no es un personaje medio esotérico, ratón de biblioteca, meditador, trasnochador y


ayunador, que se separa de su familia y se va a un convento. ‘Él habita en las calles, él habita en el
concierto de la vida, es banquero, padre, madre, amigo, celebra con vino, come como todo el
mundo. Sanar no es el arte de ser vegetariano y separarse de los demás. No es aprender a sentarse
en posición de loto para ver como los otros se sientan en condiciones normales y sentirse superior.
No es el arte de repetir mantrams y mantrams hasta la autohipnosis. Es el arte humano de
comprometerse con la vida, de implicarse con la vida. Sanar es lanzarse a la corriente de la gente
común y corriente. No da poder, el único poder que da la sanación es el  poder de servir. Si tu
poder es el poder de servir, si ese es tu único poder ya estas de lleno en esa corriente de buena
voluntad, en esa corriente que une a todos los hombres y mujeres de buena voluntad en el  mundo. 
En ese momento, tu conciencia no es individual, es transpersonal, es colectiva. Tu inteligencia no
es  tu pequeña inteligencia, sino esa inteligencia cósmica. Tu amor no es ese pequeño quanto de
amor que puedes emitir desde tu corazón,  sino que es esa llama de amor viva que está formada por
todos aquellos que realmente ponen el amor en movimiento; es decir, por todos aquellos que
sirven. Para sanar tenemos que utilizar la mente, esto no es una cuestión de “dementes “, hay que
utilizar la mente, estrenar el cerebro.

 No bastan las manos temblorosas, no basta el amor, no basta invocar la fuerza y la energía de un
dios transcendental; porque, realmente, la sanación espiritual ocurre muy pocas veces. No basta la
fe, es necesario ir más allá de la fe, es necesario que el amor tenga un cauce, una dirección, un
objetivo, que  se pueda canalizar. Es necesario tener un conocimiento concreto, saber dirigir la
energía, a dónde la vamos a dirigir y cómo la vamos a dirigir. La sanación no es un asunto de
poner  las manos e inundar al paciente de energía, porque también se puede ahogar con esa energía.
Se le podría  dar un exceso de energía y  complicarle más la vida.  Sanar es  el arte de dirigir la
energía, primero, con amor y segundo,  con ciencia. No basta la buena voluntad, no basta la buena
fe, es necesario el conocimiento. Para obtener ese conocimiento nos tenemos que hacer la pregunta
correcta, esa es la clave. Y para hacernos la pregunta correcta tenemos que aprender a escuchar.
Escuchar es resonar, escuchar es auscultar, auscultar el mundo es entrar en contacto con su
integridad. No ver una parte, sino tratar de escuchar, de reconocer la totalidad. Es tener una visión
total, una visión con perspectiva, saber que la gente no es la gente, ni un pedazo de carne. La gente
es ella y sus circunstancias. Sus circunstancias son sus relaciones, sus creencias, su cultura, su
historia, su familia, sus antepasados. Todos estos pueden ser factores de riesgo o también factores a
favor para construir la salud o para que aparezca la enfermedad. Así que, todo eso  lo que vamos a
tener en cuenta, la pregunta correcta.

Una vez, un hombre pasó por una verja donde había  un jardín bellísimo. Como la puerta estaba
entreabierta, él entró. Miraba maravillado las flores y de pronto vio a un jardinero y a un perro.
Como no se puede hablar con un perro ¡claro!,  le habló al jardinero, y le preguntó: ¿Tu perro
muerde? Y le dijo, no. Y entonces este hombre se aventuró más adentro por el jardín, pero, de
pronto,  el perro se le abalanzó y literalmente le arrancó un pedazo de oreja, le dejó destrozada la
nariz. El hombre hecho un guiñapo humano, con su bello traje destrozado, fue furibundo y reclamó
al jardinero: ¿No me dijiste que tu perro no mordía? Y él lo miró con ternura y dijo: Si, yo te dije
que mi perro no mordía, lo que pasa es que este no es mi perro.

 Es bien importante la pregunta que nos formulamos porque algunos en la vida ven lo que parece
ser, hay otros que ven sólo lo que quieren ver y  hay otros que ven la realidad. Trabajar con amor y
ciencia es encontrar el rayo de amor-sabiduría, que es el del aprendiz, también es el del maestro y
también  el del sanador. Es esa radiación la que nos permite ver la realidad. Por tanto,  la realidad
solo es visible cuando unimos nuestra cabeza y nuestro corazón, cuando unimos los ojos de los
sentidos con los ojos de la razón, y al unirlos descubrimos el ojo de la visión interior. En la
sanación aprendemos a ver las cosas de otra manera, a ver la cualidad detrás de las apariencias.
Todas las cosas son un símbolo de otras cosas. Los síntomas no son la enfermedad, los síntomas
nos hablan en su lenguaje de que hay algo detrás y eso que hay detrás es la fricción que se da entre
el alma y el cuerpo. A esa fricción la llamamos enfermedad. Por esa razón el sanador no ve la
enfermedad como una catástrofe, la enfermedad también es una oportunidad para aprender, una
oportunidad para ser, y por eso, frecuentemente, la enfermedad es una de las claves mayores de la
salud. En ocasiones no recuperamos la salud total, que es también la salud del alma, hasta que nos
diagnostican un cáncer. A veces, no sabemos lo que somos hasta que nos vemos abocados a la
muerte. A veces no reconocemos la importancia de nuestro hijo, nuestra mamá o nuestra mujer
hasta que estamos a punto de perderlos o de perder nuestra vida. De pronto ocurre un accidente
pavoroso y empezamos a ir despiertos por la vida. Antes de ese accidente íbamos profundamente
dormidos. De pronto tenemos sida o artritis, una enfermedad dolorosa o una enfermedad terminal,
y a partir de esa enfermedad empezamos un sendero de retorno, un sendero interior y empezamos a
reconocernos adentro y a dar un sentido a la vida, y “perdemos”  la salud afuera, pero recuperamos
el sentido adentro.

Las personas van donde los sanadores y donde los curanderos, o donde los homeópatas, y 
osteópatas o  los psicólogos transpersonales, no porque no crean en la medicina convencional, no.
Eso no es cierto, ellos creen en la medicina convencional y frecuentemente creen en su médico y
confían en su médico. Pero van donde los otros en busca de sentido, porque ellos no necesitan sólo
que les quiten el dolor, necesitan sobre todo que su dolor tenga un sentido. Necesitan vivir una vida
llena de significado.

        Sanar es restaurar el mundo de los significados. Como todo sanador es un educador debe
enseñarle, no sólo desde sus palabras, sino desde su actitud, desde su silencio, desde su
acompañamiento, al paciente, a ver el mundo de otro modo. Es decir, ver el mundo desde otra
perspectiva. Cambiar la posición del observador. Dejar de observar el mundo con los ojos de la
carne y ver el mundo  más allá de los sentidos, verlo desde la razón, pero más allá de la razón,
verlo desde la intuición y más allá de la intuición, verlo desde el Alma. ¿Cómo seriamos si
pudiéramos ver el mundo desde lo que somos realmente? ¿Como seriamos nosotros si súbitamente
cambiáramos de identidad y dejáramos de identificarnos con  lo que no somos y asumiéramos
nuestra verdadera identidad, la del ser real, el Alma que somos nosotros? ¿Cómo sería el mundo si
viéramos nuestra historia como si la pudiéramos mirar  un poco desde arriba y viéramos los
caminos de la vida, el pasado y el futuro unidos?  Si de pronto lo pudiéramos integrar todo y darle
sentido a nuestra historia, conectar con ella, con el porvenir y con el presente, sabiendo que el
presente es el Alma y en ese presente del Alma, en ese presente intenso, podríamos  llenar la vida
de conciencia y llenar la vida de sentido. Probablemente, nuestra vida cambiara y aprenderíamos a
ser; aprender, qué es lo que el Alma vino a hacer.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.3

Si pudiéramos hacer la integración entre el pensamiento, la energía y la materia y encontrar esos puentes que nos están
uniendo, entonces restauraríamos la integridad, y al restaurar la integridad, descubriríamos en vivo y en directo qué   es   la
salud.

Veamos un ejemplo:  

           Un profesor de física muestra a sus alumnos un jarrón transparente lleno de agua casi hasta
el borde. En el jarrón hay un lápiz sumergido. Debido a  la refracción diferente entre el agua y el
aire, el lápiz se ve doblado, como todos nosotros sabemos. El les muestra el jarrón a los niños y
pregunta:  

-         ¿Qué hay aquí?

-         Juanito levanta la mano y dice: profesor ahí hay un recipiente con agua, es transparente,
pasa la luz y adentro tienes un lápiz que está quebrado.

-         El saca el lápiz y les muestra que el lápiz está enterito, no está torcido, no está doblado. 
Todos se ríen. El les explica ese es un problema de refracción, les habla de la refracción en
el agua y en el aire y ellos, aparentemente, entienden. Se van contentos con el aprendizaje.
Cuando regresan nuevamente los chicos, ya riéndose ven el lápiz allí, ven el mismo jarrón y
les pregunta.  Todos alzan la mano porque todos se sabían la respuesta de memoria.

-         ¿Qué ven aquí?

-         Uno de ellos, el más inquieto, a quién le dan la palabra, dice: ahí veo un lápiz que
aparentemente está quebrado, pero eso es mentira porque es la ilusión de nuestros sentidos,
eso es un asunto de la refracción diferencial de la luz, ese lápiz es recto y está enterito.

-         El profesor  saca el lápiz y el lápiz está quebrado. En el intermedio, él quebró el lápiz.
Este niño vio lo que quería ver.    

¿Cuál es el lío de nuestra cultura?  El lío entre la religión y la ciencia. El lío entre lo que llamamos
lo metafísico y lo que llamamos la ciencia dura, las ciencias físicas y las ciencias de la conciencia?
Que unos ven lo que parece que se ve, unos ven el mundo de la apariencia y otros solo ven lo que
quieren ver. Y obviamente las dos cosas nos confunden, nos llevan a una ruptura terrible que se
llama el dogmatismo. El dogmatismo es fundamentalismo y en el campo de la ciencia nos lleva al
cientifismo que no tiene nada que ver con la ciencia. Desde el cientifismo terminamos donde
terminan las moléculas. El otro es el idealismo a ultranza, fundamentalista y dogmático también 
parte de una afirmación y acomoda el mundo a esa afirmación, la cual parte de una medida y
acomoda el mundo a toda esa medida, de tal manera que no vemos el mundo real. Si nosotros
saliéramos de esos fundamentalismos, viéramos más allá del cuerpo un campo de energía, y más
allá del campo de energía un campo de información, y en ese campo de información patrones de
organización de una conciencia que es cósmica; si restauráramos el tejido de la vida, y volviéramos
a reconectar lo que hemos dividido sabiendo que no terminamos en la piel, y que comenzamos en
nuestros sentimientos, nuestras palabras, nuestras, nuestras ideas, nuestros pensamientos, que cada
uno de nuestros pensamientos resuena con la última de las galaxias. 

Si nos volviéramos  a encantar con la vida, pero no para hacer un viaje cósmico hasta la última de
las estrellas, sino para regresar al cuerpo, tomar posesión de él y  maravillarnos de la magia y la
danza de nuestras moléculas. Si pudiéramos hacer la integración entre el pensamiento, la energía y
la materia y encontrar esos puentes que nos están uniendo, entonces restauraríamos la integridad, y
al restaurar la integridad, descubriríamos en vivo y en directo qué  es   la salud.  

Salud es integridad, nada más. Eso es nuestro punto de partida en todas las dimensiones de la vida.
Tenemos salud cuando restauramos la unidad, una unidad que nos hace únicos, esa es la gran
paradoja. La unidad no hace que se pierda tu individualidad, sino que  afirma tu unicidad. La
unidad revela que tú eres único y por tanto necesario para completar el mundo. Estamos aquí para
completar el mundo, por tanto, sin cada uno de nosotros el mundo no sería completo. Si
comprendiéramos esto profundamente, restauraríamos nuestra autoimagen. y llegaríamos a la
conclusión de que nuestra plenitud es el vacío. Estamos llenos de vacío, en el vacío descubrimos la
plenitud. El vacío es el mundo quántico que es un mundo de conectividad. Es un mundo conectivo,
esa es su sustancia, y esta sustancia sin sustancia que se llama conectividad, la podemos también
denominar conciencia. 
La conciencia es la estrategia de la creación. La conciencia es aquello que tiende puentes, que
conecta. Conecta los átomos con las moléculas, éstas con los tejidos, con los órganos, con los
organismos, a éstos con los individuos y a los individuos con sus familias. Lass familias conectan
con planetas, con sistemas solares y con el cosmos. Esta conectividad es la clave de la función
neuronal. Nuestras neuronas generan un campo de conciencia, un campo neuronal y, en la medida
que lo van generando, va multiplicándo su propia conciencia, se van autocreando y por eso van
multiplicándose sus conexiones. La neurona vino a aprender a conectarse y mientras más se
conecta con otras, más sinapsis hace, y las sinapasi producen inteligencia. Por tanto, la inteligencia
está hecha de conectividad, de la capacidad de conectar. Perdemos la intelligencia cuando nos
desconectamos,  pero también empezamos  a perder la salud y la vida.

     Si la gran cadena de la vida es una cadena de conciencia y de conectividad, la enfermedad va en


la dirección opuesta. En la enfermedad nos desconectamos, por eso podemos decir que, en cierta
forma, la enfermedad representa una pérdida de conciencia de un sistema. No la conciencia
consciente, este pequeño sector de la conciencia ligada al ego que llamamos el consciente, sino de
esa conciencia total que se manifiesta también en la vibración del átomo y la célula, que se
manifiesta en nuestro inconsciente. Nuestro inconsciente también es conciencia y también  hay que
tener en cuenta esa conciencia colectiva que llamamos la superconciencia, o el superconsciente.  

Antes hemos hablado del vacío. Para penetrar en esa historia del vacío y comprenderlo un poco
mejor,  hay un cuento muy bello.  Es el cuento del profesor que va con un frasco vacío y bolitas de
ping-pong. Él llena el frasco de bolitas de ping-pong.  Se lo muestra a sus alumnos y les pregunta:  

-         ¿Está lleno? Todos a una responden: sí, profesor, está lleno. Luego toma canicas, unas
canicas de cristal y entonces el va agitando el frasco, sacude y acomoda como 15 canicas.
Entonces los mira y les dice:

-         ¿Está lleno? Ahora sí, profesor. Pero todos se ríen. Luego toma un poquito de arena y
empieza a espolvorear la arena, a sacudir  y acomoda como 40  gramos de arena. Casi no
termina, cuando está aparentemente lleno les pregunta: ¿Está lleno? Ahora sí, profesor. Pero
ya todos se ríen de su capacidad de observación, ahora si está lleno. Y le preguntan:

-         ¿Qué son las bolitas de ping-pong? Son las cosas esenciales en la vida, hay cosas
fundamentales. ¿Y que son las otras? Son las cosas secundarias, las cosas terciarias, las
cosas menos importantes. Pero cuando termina ese tipo de preguntas, él toma una tacita de
café, se toma la mitad y el otro café lo echa ahí, no estaba lleno. Entonces le preguntan:

-          ¿Eso qué significa? ¿qué significa el café? Dice: que el vacío es infinito, que siempre
tenemos un espacio y un tiempo para los amigos. Que cuando vemos la materia y el mundo
de las apariencias, hemos de saber que  es el mundo de la ilusión. También las canicas, las
bolas de ping-pong,  los granos de arena y también las moléculas de café están llenos de
una esencia,  el vacío. No son más que modalidades del vacío, vibraciones del vacío. Pero
el vacío no está allá afuera, el vacío también te invade a ti y ese vacío es tu conciencia
interior, es tu centro. Cuando estamos  en el centro habitamos en el vacío y entonces
renunciamos a nosotros  mismos y a la apariencia; entonces descubrimos el universo tanto
en nosotros como  en los otros. En ese momento, cuando estamos en el centro tenemos un
potencial infinito. 

LA SANACIÓN, cuaración desde la conciencia. CAP.4

El Alma es aquello que en ti permanece, lo que nunca muere, es lo que ve por tus ojos, lo que acaricia en tu caricia, lo que
sueña con tus sueños. Es el habitante interior.

Vamos a empezar a  reconocer que tenemos dos esencias, y nos vamos a dedicar a ellas. Vamos
a asumir esto como una hipótesis. Una es el Alma en su propio plano. El Alma es la cualidad de
la vida. Es lo que se esconde detrás de nuestra apariencia. Es el Ángel de la guarda,  el Ángel
solar, el Ángel de la  Presencia,  el Señor del sacrificio o el Señor de la Presencia. Ha sido
denominada de muchas maneras, con muchos nombres y apellidos, según nuestra concepción
religiosa. El Alma es aquello que en ti permanece, lo que nunca muere, es lo que ve por tus
ojos, lo que acaricia en tu caricia, lo que sueña con tus sueños. Es el habitante interior. Es
aquello que utiliza tu instrumento, es el músico que pulsa las cuerdas de tu guitarra o de tu
violín. Es aquel que emplea el potencial de tu carácter o de tu personalidad. Es aquel que
emplea la materia prima de tu temperamento. Así que preguntémonos si hay alguien que habita
en nosotros, que mira por nuestros ojos. ¿Miran los ojos? No, mira el cerebro. ¿Mira el
cerebro? No,  mira tu mente. ¿Mira tu mente? No, mira el Alma a través de tu cuerpo mental
que utiliza el cerebro y utiliza los ojos. Así que ya no nos  identificamos con los ojos ni con la
retina, ni con el cerebro, ni siquiera con la mente, sino con ese observador que hay en nosotros.
Llamémoslo así:   el observador.   

Tenemos un mundo que percibimos afuera a través de los sentidos y para percibirlo hacia
afuera tenemos que hacer un viaje exterior, proyectarnos a través de los sentidos. Pero tenemos
un mundo  que se percibe adentro y ese mundo que se percibe adentro implica un viaje interior.
Así que hay dos tipos de viajes: un viaje hacia fuera y uno hacia adentro. El viaje hacia fuera lo
llamamos el viaje de los sentidos, nos exteriorizamos a través de los sentidos, y el viaje hacia
en el interior, que llamamos el camino de regreso, es el viaje del sentido. El viaje del sanador es
uno que va de los sentidos al sentir. Y el sentido sintético es el Alma. El Alma es el sentido, es
aquello que da sentido a los sentidos.

     Es aquello que nos permite llevar hacia el centro toda periferia para poder observar, sentir, 
resonar, y poder reconocer. Digamos que esos dos viajes están determinados también a través
de los dos senderos por dos vías: una la del conocimiento. A través del ojo de la razón y de los
sentidos viajamos hacia el exterior, hacia el mundo externo, hacia los libros, las bibliotecas, los
razonamientos de otros, hacia la experiencia del conocimiento directo y entonces obtenemos el
conocimiento.  Pero ese conocimiento es todavía externo, no es un atributo del ser, sino es algo
que se nos agrega desde afuera. Pero llega un momento en que el conocimiento se mastica, se
asimila, se hace carne, proteínas, sangre, se hace un modo de vivir y ese viaje interior del
conocimiento al “reconocimiento” al volver a conocer lo externo adentro de nosotros, es el
viaje hacia la Sabiduría.  Ese  es el viaje del aprendiz. Cuando miramos al mundo hacia fuera,
estamos en un sendero que es el de la ignorancia y nos repetimos y dependemos y  negamos
nuestro libre albedrío y nuestra libertad. Dependemos de autoridades, de conocimientos
externos, de protocolos externos. Pero cuando emprendemos un viaje hacia adentro
masticamos, rumiamos, volvemos a pensar el mundo, lo recreamos y en ese recrearse nos
reconocemos, nos volvemos a conocer nosotros en un mundo que ya no está afuera, sino en un
mundo interno. Construimos un universo interior, entramos en el territorio de la creación,
volvemos a crear la vida. No una vida repetida en la rutina, dirigida por leyes externas, sino una
vida que se inventa dentro, dirigida por leyes maravillosas que son las leyes de la conciencia.

Las leyes de la conciencia son las leyes del Alma. Entonces miremos: hay un mundo exterior,
un mundo de apariencias,  el mundo del entorno físico que está regido por unas leyes que son
las leyes de la física. Pero hay un mundo interior, el mundo del sujeto, un mundo que se
encuentra en el centro de sí mismo, un mundo en que el conocimiento se vuelve
reconocimiento, y el reconocimiento se vuelve una sabiduría viva.  Ese mundo interior es el de
las leyes de la conciencia. Ese es el viaje del sanador.

    Para sanar nos introducimos en el mundo del sujeto. En un mundo subjetivo, no por ello
menos real. Nosotros andamos confundidos porque creemos que lo subjetivo es irreal, es más
real y más profundo que todo lo real. En ese mundo del sujeto surge la conciencia. La
conciencia nace del observador. Cuando el observador está en el centro, quien observa es el
Alma y el Alma es tu esencia. Y en el Alma tu puedes descubrir lo que es bueno, lo que es la
voluntad, lo que es el plan de tu vida, lo que es bello, el sendero del místico, y lo que es
verdadero, el sendero de la genuina inteligencia. Aquella que te permite descubrir una realidad
que no está desligada de ti sino que es parte de ti. Digamos que ese va  a ser el movimiento que
vamos a tratar de emprender.

 Pero podríamos decir que todo eso es filosofía y la filosofía sin una tecnología no tiene
sentido. La filosofía nos hace entrar  en reacción de fuga. Cuando una cosa es muy bonita o
muy transcendental, pero está muy lejos del vivir cotidiano, entonces terminamos alejándonos
de ella. Es como cuando Dios es demasiado lejano, castigador o perfecto y transcendental, el
resultado es que lo tememos y  nos alejamos de Dios, pero nunca le tendríamos amor. Pero,
¿qué tal si tuviéramos un Dios más cercano de nuestro corazón, si tuviéramos una filosofía más
cercana de la vida, si pudiéramos llevar todas estas cosas a la vida cotidiana?

En realidad, se trata de que todo esto lo podamos traducir  en términos de la vida cotidiana.
Para ello vamos a construir una personalidad entre todos, porque no la hemos construido.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP. 5

Digamos que la enfermedad es un hecho en la naturaleza que revela una fricción entre el espíritu y la materia para que se
revele la conciencia.
Vivimos como si estuviéramos divididos, por tanto uno de  los objetivos de la vida  es construir una
personalidad íntegra, unificada; Hemos de resolver los problemas de nuestras disociaciones e
integrar nuestro cuerpo físico  con nuestro campo de energía. Esta es la primera disociación,
nuestra personalidad no se integra porque el cuerpo va en una dirección y la energía va en otra;
porque no hemos reconocido la energía en nosotros. En nosotros además de materia hay energía. 
La materia es una hipótesis, la materia es energía. Einstein ya nos lo decía. La energía es nuestra
sustancia. El reconocimiento de  que estamos hechos de energía lleva a una expansión de la
conciencia. Los antiguos llamaron a esa expansión de la conciencia la primera iniciación, sin
embargo el nombre, si es  iniciación o no, no nos importa tanto como que accedamos a nuestro 
campo de energía y lo podamos reconocer. El segundo reconocimiento es saber que  habitamos en
nuestros deseos, en nuestras aspiraciones, en nuestros sentimientos  y en nuestras emociones.
Deseos, aspiraciones, sentimientos y emociones también son el cuerpo. Son un campo de
conciencia en el que respiramos,  del que nos nutrimos. Este es un  reconocimiento es muy
importante para el sanador porque el 70% de nuestras enfermedades crónicas tienen su origen en
ese cuerpo. Obviamente afectan nuestro corazón, hacen que arda el estómago, que nos de una
colitis,   una artritis o que  se movilicen los autoanticuerpos. Todo esto son cosas que pertenecen al 
físico,  pero el hecho de que sea físicas no significa que  vengan de ahí. Por ejemplo, cuando
frecuentemente tenemos una articulación inflamada, está inflamada más de pérdida de
autorreconocimiento o de resentimiento que de autoanticuerpos. Nosotros ante la inflamación nos
fijamos en  los anticuerpos,  pero allí donde vemos  una molécula hay un paquete de conciencia.
Esta conciencia puede ser física,  energética o también puede ser emocional; que es lo más
frecuente. El drama de nuestra medicina es que no ha reconocido plenamente el campo emocional
como el gran generador de los disturbios que conducen a la enfermedad. Podríamos decir que un
20% de las enfermedades tienen su origen en el campo de energía y en el campo físico. Que
alrededor de un 70% tienen su origen en los disturbios del campo emocional (el cual  vamos a
aprender a reconocer), y solamente un 10% tiene su origen en el campo mental. Eso ya nos lleva a
negar algunas de las conclusiones y  un poquito de “new age” y de movimientos modernos que
dicen que la enfermedad es mental.

Primera afirmación: la enfermedad no es mental. Eso es una afirmación contundente “no viene de
la mente”. Viene del desuso de la mente. Precisamente de tu “demencia”, de que no usas tu mente.
Sin embargo,  si utilizaramos la mente con mayor inteligencia desaparecerían muchas
enfermedades y buena parte de la turbulencia en el campo emocional. Segundo, la enfermedad es
un hecho en la naturaleza. Yo no he visto a un metal reflexionando y sin embargo se corroe y se
oxida, eso es una enfermedad. El óxido también toma los metales. Las plantas me imagino yo que
no hacen mucha meditación, ni mucho movimiento de sus pensamientos y sin embargo tienen
virus,  bacterias,  pestes y enferman. Digamos que la enfermedad es un hecho en la naturaleza que
revela una fricción entre el espíritu y la materia para que se revele la conciencia. Esto nos puede
lleva a ver a  los virus como parte de la estrategia de la evolución. Los virus no se inventaron
porque sí. Cuando nos relacionamos inadecuadamente con el mundo nos invaden, como cualquier
oportunista. Pero también son códigos de inteligencia genética que están introducidos en nuestro
núcleo celular.  Son los llamados factores de crecimiento que nuestras células necesitan para vivir,
y  fueron introducidos allí, a la maquinaria celular por los virus, así que no son tal catástrofe como
se lo pintamos. Son ingenieros genéticos al servicio de la paz, no son tan catastróficos. Lo mismo
ocurre con las bacterias. Ellas forman un programa inteligente dentro de ti.  Una flora que está en la
piel, que está en las mucosas, está en la boca, la nariz, está en el estómago, pero también está en la
sangre. La sangre está llena de bacterias, de ciertos tipos de bacterias que son normales en la
sangre. Si calculáramos y las pesáramos, todas pesarían más que el hígado. Así, que esa idea de
antiséptico y antibióticos de una manera febril, es un poquito compulsiva. Está bien que cuando
somos invadidos tengamos que controlar, pero esa invasión se debe a que hemos perdido el
equilibrio. El equilibrio en la relación con el mundo, con la dieta, con nuestra naturaleza, y hay
desequilibrios que llamamos enfermedad. Con las bacterias convivimos. Si  no tuvieras cierto tipo
de bacterias en tu intestino, no tendrías vitamina B12;  lo cual llevaría a una degeneración de la
mielina, de los nervios y nos quedaríamos paralizados. Gracias a esos bichitos no nos paralizamos.
Si no tuviéramos miles de millones de bichitos en el intestino regulando enzimas, oligoelementos,
cofactores, minerales, y  metales, realmente la digestión y la absorción no podrían funcionar y no
nos podríamos nutrir. Así que contamos con todos ellos. Ellos son parte de nuestra naturaleza, parte
de la naturaleza.

Nosotros vivimos en  una medicina de guerra. La sanación es tratar de salir de ese paradigma de la
medicina de la guerra. Vivimos  en lucha a muerte contra los bichos, las bacterias, los virus, los
microbios, la muerte, el sida, contra muchas cosas y realmente no hacemos de nuestro sistema de
salud, un verdadero “sistema de salud” sino sistema de enfermedad. Estamos en  lucha contra la
enfermedad y no hemos reconocido su sentido, su mensaje, su lenguaje. No entendemos qué nos
quiere decir. Se nos ponen  los pelos de punta porque hay mucho cáncer. Sí, hay mucho cáncer y
vamos a tener mucho más. Por más que quememos, irradiemos, envenenemos a la gente, vamos a
seguir teniendo tumores y cáncer.  ¿Por qué razón? Porque socialmente tenemos un cáncer, porque 
nos devoramos los unos a los otros, nos explotamos, creamos multinacionales que todo lo poseen y
chupan la sangre del resto. Porque tenemos infartos planetarios en la distribución de la riqueza, de
la energía y de la cultura. Hay hipoxia y las células sin oxígeno, en hipoxia se multiplican y se
degenera y producen un cáncer. Socialmente tenemos el cáncer materialista del consumismo. Y
entonces, obviamente,  tenemos una cultura cancerosa, por tanto  a nivel individual vamos a tener
cáncer porque contaminamos la tierra, porque la sobreexplotamos, porque nuestra tierra no tiene
selenio.          

Cuando hablamos de sanación en términos globales se trata de sanar nuestra conciencia. Nuestra
conciencia de nosotros y de los otros. Nuestra conciencia de la tierra. Si no sanamos nuestra tierra
no vamos a alcanzar  salud individual. Si no sanamos nuestras relaciones vamos a vivir en
conflictos emocionales que van a repercutir sobre nuestro campo físico.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.6

Lo que está muy cerca es invisible, es borroso y nos lleva a la confusión. Lo mismo sucede con lo que está muy lejos. La
correcta distancia es el punto medio entre esas dos invisibilidades.

Si en nuestra vida hay separatividad y hay acidez, si  hay crítica y  hay resentimiento, también lo
hay en nuestro cuerpo. Eso se guarda  en  moléculas. Hay moléculas de resentimiento, de
separatividad, moléculas que nos pueden producir infarto en nuestras relaciones interiores,
moléculas que nos desconectan. Ellas también son factores que llevan la conciencia hasta el
cuerpo. Cada molécula es un paquete de conciencia. Son amplificadores y portadores de conciencia
que frecuentemente han encontrado  su origen en el cuerpo emocional,  en el campo emocional.

En tercer lugar tenemos el cuerpo o campo de conciencia mental. Ese cuerpo o campo de
conciencia mental es esencial para el sanador; porque para que el Alma, que es el médico interior y
el gran sanador dentro de nosotros, pueda conectarse con el cuerpo necesita primero conectarse con
la mente. Si no hay mente el alma no se puede manifestar plenamente. Ese es uno de los grandes
misterios de la sanación. Por eso esta no es una técnica devocional.  No es sólo la fe ciega, es
necesario el conocimiento y la utilización adecuada de la mente para que el Alma se pueda
manifestar a través de la mente. Además todos  los programas del cuerpo están en el cerebro, es la
unidad psique-cerebro-soma.      Sin una función adecuada del cerebro no puede haber una función
adecuada del cuerpo. Todos nuestros campos de conciencia tanto mentales, como emocionales y
energéticos están programados a nivel del sistema nervioso. Pero no de cualquier manera. Es por
ello que  utilizamos la mente para que ella  impresione el cerebro, para que  el Alma se exprese en
vivo y en directo a través de nuestro cerebro. Si el Alma no tocara nuestro cerebro, nuestras
neuronas  y el  campo neuronal, no podríamos emitir la energía que necesitamos para sanar. No es
cierto que la sola devoción sea suficiente, es necesario además de la devoción y  del corazón,
empezar a estrenar la mente y conocer las leyes de la sanación.

La pregunta que nos deberíamos hacer ahora es cómo podemos integrar esos tres cuerpos de los
que hemos estado hablando anteriormente. Recordemos que estos cuerpos se relacionan con sus
campos respectivos: el campo de conciencia que se refiere al cuerpo físico etérico o al cuerpo físico
y el cuerpo de energía, el campo emocional y el campo mental. Esos tres cuerpos si se integran
forman una persona, una personalidad. Pero cuando no están integrados no tenemos personalidad.
Si todavía no hemos construido esa personalidad es que no hemos integrado los tres cuerpos. Los
podemos integrar a través de lo que llamamos la formación del carácter, algo aún más  abstracto, si
cabe. ¿Cómo podemos formar nuestro carácter? ¿Cómo podemos construir un carácter armónico
que nos permita entrar en la plena posesión de nuestro instrumento? Para ello tenemos que penetrar
en el símbolo del cuerpo y entrar en un mundo de significados. Entramos en el símbolo del cuerpo
a través de los ojos. Nos hacemos una pregunta: ¿Cómo nos vemos? Esa pregunta es esencial. Y
tenemos una respuesta: “somos como nos vemos” nuestra personalidad se expresa según la
veamos. Entonces tenemos una opción: y si cambiáramos nuestra visión, nuestro punto de vista
¿cómo nos veríamos? Si nos viéramos de otro modo, eso ¿qué repercusión tendría en el seno  de
nuestra personalidad? Por tanto, aquí tenemos una propuesta esencial: el primer factor para integrar
la personalidad es una correcta visión. Aún así,  esto todavía es bien abstracto. Suena casi a un
código de ética, una visión correcta.  ¿Qué es una visión correcta?  Simplemente, una visión que
nos lleve a ver lo real más allá de la apariencia; una visión  que no sea confusa, que no sea borrosa,
una visión que nos lleve a tener claridad. Quien tiene claridad puede entender, que es el primer
paso hacia comprender. Y  ¿cuándo una visión es clara? Cuando es íntegra, es decir, cuando es
total. Una visión parcial nos  lleva siempre al error.

Vamos a hacer el primer ejercicio para intentar comprender esto.

Ejercicio: Vamos a aproximar nuestro dedo muy cerca de nuestros ojos. Muy cerca, hasta que se
vuelva borroso. Imagínense que nosotros no supiéramos (ahora estamos todos medio bizcos, claro
está borroso) que esto es un dedo y lo estuviéramos viendo desde aquí, jamás hubiéramos llegado a
conocer que es un dedo. Lo que pasa es que ya sabemos que sí lo es. Pero imagínense que yo puedo
mirar a una persona así, tú vienes a mí y yo te miro así de cerca. Lo que está muy cerca es invisible,
anotémoslo con letras mayúsculas “lo que está muy cerca es invisible”. Es borroso y nos lleva a la
confusión Y lo mismo sucede con lo que está muy lejos. La correcta distancia es el punto medio
entre esas dos invisibilidades, la cercana y la lejana. La correcta visión es la visión justa y justa es
equilibrada, y equilibrada es equidistante. Equidistante es aquello en lo que nosotros estamos en el
centro y desde el centro podemos ver la totalidad. Cuando estamos en la periferia no podemos ver
la totalidad. La periferia es el pasado en términos de tiempo o el futuro en términos de tiempo. El
punto céntrico es el presente. Podríamos mirar al otro en presente ¿qué ocurriría? Le descubrirías
nuevamente y no lo verías repetido. Probablemente,  saldríamos de la prisión de la rutina y los dos
podríamos abandonar esa prisión que destruye la relación.  En presente lo que se ve es siempre
nuevo, y lo  nuevo  conmueve,  asombra,  permite gozar y disfrutar. En las relaciones humanas
¿qué es la correcta distancia? Es aquella relación que me permite ver más allá  del juicio o de la
expectativa. ¿Qué es el juicio? Es la prisión del pasado. ¿Qué es la expectativa? Es la prisión del
futuro. Cuando no estamos ni en el juicio ni en expectativa, estamos en el ser, estamos en  presente,
y entonces  el ser nos puede ver.  Cuando miramos al otro  desde el  ser no podemos ver ni más ni
menos que el propio ser del otro, su  integridad. Si estamos muy cerca solo vemos el lunar y
entonces creo que el otro es  negro. Pero esto no es así, negro es el lunar. A la correcta distancia el
lunar es hermoso. A la correcta distancia, cuando miramos al otro, miramos su paisaje, el paisaje de
su vida. Aprendemos que el otro  no es un primer plano, sino que un contexto lleno de significado.
A la correcta distancia restauramos la perspectiva, el enfoque y  la profundidad, que son  tres
condiciones para tener una visión con claridad.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.7

Cuando podemos mantener la mente firme en la luz del entrecejo, podemos iluminar los asuntos desde el Alma desde el
sentir, desde el significado.
Condiciones del Sanador
1.    Ver claro. Para ver claro hay que verse claro, y para ello hay que verse en todas las
dimensiones y en todas las perspectivas, lo cual solo es posible desde el centro. Si nos miramos
desde la periferia sólo reconoceremos un aspecto, ya que todos los radios, todas las visiones
posibles,  el cenit, el pasado, el futuro, arriba, abajo, todos los puntos cardinales se encuentran en
nuestro centro.

¿Qué ocurre si aprendemos a desarrollar una visión centrada o céntrica? Vamos a hacer un ejercicio
para ver   que nuestra visión no es doble ni múltiple, sino que es una, única, simple. Nuestra visión
no se disocia. Nosotros formamos un ojo cuando vemos porque aunque miramos al otro  con dos
ojos, no  vemos sino uno. Si desenfocamos la mirada, obviamente, vamos a ver dos, pero si
enfocamos correctamente veremos uno. Si aprendiéramos a ver la unidad formaríamos el tercer ojo,
es así de sencillo. El tercer ojo es el ojo espiritual. No es un cuento chino, ni es un reptil como el
“toatara” en Nueva Zelanda, que te va a salir el ojo, no. Realmente, es el ojo de tu verdadera
conciencia. Cuando podemos observar desde el centro y cuando desarrollamos el hábito de mirar la
integridad, la totalidad y la unidad, surge algo esencial y es que podemos mantener la mente firme
en la luz.  Cuando podemos mantener la mente firme en la luz del entrecejo, podemos iluminar los
asuntos desde el Alma desde el sentir, desde el significado. También  podemos salir del mundo de
la apariencia, en el cual todo está  disociado. En cambio,  en el mundo de la cualidad el mundo está
entretejido, no está separado, una cosa lleva a  otra cosa, y ésta a la otra y así hasta el infinito.
Cuando  nos  sumergimos en ese mundo de la integridad y vemos un mundo total, podemos
dialogar con ese mundo total. Entonces,  si no vamos a estar dialogando con el mundo de los
síntomas, vamos a mandar analgésicos o anestésicos o poner agujas de acupuntura para que se
quite el dolor, pero no vamos a ver el sentido del dolor. O mandaremos un medicamento
homeopático para el síntoma, es decir, que se puede hacer una medicina alopática con homeopatía,
con acupuntura, con masajes, de muchas maneras cuando nosotros no vemos detrás del síntoma el
sentido, el significado, la conciencia. Y cuando detrás del cuerpo no nos remontamos al campo
emocional, al campo mental y a la fricción que el Alma puede producir sobre su instrumento.

Ejercicio: Vamos a cerrar los ojos un momento y vamos a imaginar una persona con la cual
tenemos dificultad en la relación. La vamos a poner delante de nosotros como si la pudiéramos ver
con los ojos cerrados. La alejamos hasta que esté pequeñita, muy pequeñita y sentimos. La
acercamos hasta que esté inmensa, muy grande,  muy cerca de nuestra piel, la sentimos. Ahora la
colocamos en esa distancia en que la podamos percibir totalmente. No solo su cara, no solo sus
manos, sino el cuerpo entero y sentimos qué sensaciones nos evoca esa visión. Nuevamente
repetimos el ejercicio experimentando la sensación de esa visión muy lejana, muy cercana y en ese
punto medio en el que la podemos percibir totalmente. Esa persona con la que tenemos dificultades
somos nosotros. Hacemos muy fácil este ejercicio con los otros, pero vamos a ver qué pasa si lo
hacemos  con nosotros  mismos. Como si tuviéramos una imagen de nosotros por delante, vamos a
alejar esa imagen hasta que nos percibamos pequeñitos, pequeñitos en la distancia. 
Experimentemos la sensación que eso nos provoca. Ahora vamos a acercarla hasta que estemos
literalmente en contacto y vamos a tratar de  mirar esa imagen. Como si no  la pudiéramos percibir
toda y  simplemente en su detalle, nos sentimos sofocados  en esa   imagen. Y ahora nos colocamos
en ese lugar donde podamos contemplar nuestra totalidad.

Ahora abrimos los ojos, algunos pueden observar que eso produce distintos tipos de sensaciones, a
veces tenemos dificultades porque no somos expertos en escuchar nuestras sensaciones. Tal vez
nos parezca lo mismo si repetimos el ejercicio y volvamos a sentir que la sensación de proximidad
es una sensación de sofoco y de asfixia,  de incendio y de calor, de ahogo.  En la sensación de
lejanía experimentamos frío y contracción. Sin embargo,  la sensación de ver las cosas a la correcta
distancia es una sensación de paz, de tranquilidad, de seguridad, de apertura amorosa.  La apertura
amorosa es cordialidad. No podemos mirar a nadie con simpatía si está muy lejos, y si está muy
cerca mucho menos. En cambio,  si está a la correcta distancia la podemos mirar con simpatía y
comunicarnos. Si no hay simpatía no hay empatía, no hay compatibilidad, no hay correspondencia
ni comunicación. La vida es comunicación, la conectividad está hecha  de comunicación. La
comunicación está hecha de correspondencia, la cual es resonancia céntrica en términos de
relaciones humanas. Cuando podamos resonar desde el centro, desde el corazón y percibir la
totalidad, entonces tendremos una correcta visión.

Ejercicio: Imaginemos que estamos frente al espejo y nos miramos, miramos nuestra imagen.
Llevamos la mano al ojo derecho, como si nos tapáramos el ojo derecho delante del espejo e
imaginamos que nos miramos con el ojo izquierdo. Vamos simplemente a imaginar. Tenemos un
espejo delante de nosotros, visualizamos nuestra imagen, nos miramos con el ojo izquierdo. ¿Cómo
nos vemos cuando nos miramos con el ojo izquierdo? Ahora llevamos la mano izquierda al ojo
izquierdo, lo tapamos e imaginamos que nos podemos mirar solo con el ojo derecho. ¿Cambia la
imagen al mirarla con el ojo derecho? Ahora abrimos los dos ojos y miramos la imagen, la imagen
íntegra. Ahora nos damos la vuelta y  escogemos al compañero de enfrente  y hacemos el mismo
ejercicio. Lo miramos con el ojo izquierdo, lo percibimos; luego con el ojo derecho lo percibimos y
luego lo miramos con los dos ojos. Si alguien se queda solito porque es impar, que haga el ejercicio
con una figura imaginaria, bien sea la de su madre, la de su esposa o la de su padre; pero ha de
tratarse de alguien que sea significativo. Miremos solamente con un lado  y percibamos. Ahora
miramos con el otro lado y percibimos. Destapamos los ojos, miramos de frente y percibimos. Y
rápidamente repetimos el ejercicio para sentirlo. Mirar con la izquierda, mirar con la derecha y
luego con los dos ojos. Con la visión binocular. Simplemente advirtamos la diferencia. No tienen
que describirla intelectualmente. Saber que no es igual la mirada de un hemisferio, la mirada de
otro hemisferio, no es igual.  

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.7/1

Cuando miramos a la gente sólo con un ojo,  lo cual se hace inconscientemente, la estamos partiendo, la estamos dividiendo
en dos.
Ejercicio: miramos al otro con nuestros dos ojos al ojo izquierdo y lo sentimos, luego al ojo
derecho y lo sentimos. Después, a los dos ojos simultáneamente y tratamos de experimentar la
diferencia. Se puede observar que nuestro ojo izquierdo es muy distinto del ojo derecho porque
representan dos visiones del mundo, dos energías muy diferentes.  Vamos a repetir  este ejercicio y 
chequeamos a ver quiénes sienten que hay una diferencia entre un ojo y otro.

Todos prácticamente han experimentado esta diferencia.  Pueden observar que si me miran a mí
ven que yo tengo un ojo que los abraza, que los ama y  que es cariñoso y otro que los mira como un
búho, que los observa, escudriña, porque tenemos un hemisferio derecho y uno izquierdo. Uno
masculino, otro femenino. Uno es el ojo de  budhi     y otro  el ojo de manas. Profundizaremos más
después porque el sanador ha de aprender a utilizar sus ojos terapéuticamente.  

Vemos que los ojos tienen lateralidad, que hay energías que se mueven a través de los ojos. Que los
ojos no solo reciben energía sino que son poderosísimos emisores de energía. Con una mirada
podemos amar, abrazar o podemos criticar o  podemos fulminar. Los ojos son el espejo del cuerpo
y del Alma. Si decimos que te quiero y con los ojos estamos diciendo otra cosa,  se  van a dar
cuenta. Lo mismo le ocurre al paciente con su terapeuta. El paciente sabe donde tiene la conciencia
el terapeuta. Si está en su corazón, si está en su intelecto o si está en su bolsillo. Ellos saben, lo
reconocen. El terapeuta esta desnudo frente al paciente porque su mirada habla.   En los ojos hay
un lenguaje.  Los policías del mundo lo conocen  mejor que todos los terapeutas. ¡Ojala
pudiéramos ir al F.B.I. a que nos enseñaran a leer los ojos!  Ellos saben reconocer en la mirada la
disociación que aparece cuando entre el sentir de tu corazón y tu palabra no hay coherencia, ellos
lo pueden reconocer. Así, que tenemos un ojo derecho y un ojo izquierdo que miran diferente, por
tanto, habríamos de empezar a ser más conscientes de nuestra  mirada. Cuando miramos a la gente
sólo con un ojo,  lo cual se hace inconscientemente, la estamos partiendo, la estamos dividiendo en
dos. Esto hace que la imagen que tengamos de esa persona no sea es total y creamos una  relación 
esquizofrénica. Es decir, nos  relacionamos sólo con la parte que nos gusta de la persona. La otra la
negamos al mirar y nos  refugiarnos  en ese ojo que nos gusta mucho. Del  otro nos escapamos. De
esta forma construimos  relaciones que no son íntegras. Al escapar  del otro ojo, estamos
escapando  de un hemisferio, o sea, estamos  deslateralizando la relación, estamos generando un
problema en la relación. Negamos lo masculino o lo femenino en el otro,  no nos relacionamos  con
su integridad. Con nosotros mismos actuamos igual, ya que nosotros nos miramos en el espejo de
los otros para reconocernos. Esto también ocurre en el marco terapéutico.  

Ejercicio: Vamos a practicar dos tipos de visión para ver lo que es el significado de la distancia.
Nos vamos a mirar muy rápidamente y nos vamos a mirar como los búhos. Hay que mirar todos los
detalles, lo que hace que  la mirada sea muy incómoda. Miramos la nariz, los ojos, los lunares,
todo. Mirémonos un momentito así, como si nos estuviéramos observando desde el observador
exterior. Es así como miramos los médicos, con un estetoscopio, con unas cosas detrás de los
anteojos, miramos los detalles y no la vida. Es terrible sentirse observado, sentirse escrutado y
mirado. Yo llamo a eso una mirada pornográfica. Ahora miren al otro y tomen, como si estuvieran
tomando una fotografía, una impresión de su cara. Imagínense que ustedes son una cámara
fotográfica. Eso es el campo etérico, es una cámara fotográfica. Ustedes miran al otro, retienen su
imagen, cierran los ojos y llevan esa imagen al corazón y la sienten en el corazón y le sonríen de
corazón. Díganle de corazón: puedes contar conmigo, yo soy tu amigo, tú amiga.  Ahora abran los
ojos y, si lo desean, se pueden abrazar. (En realidad, no hay que darse permiso para  en abrazar
porque la mirada en sí es abrazadora).

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.7/2

Cuando caemos en el juicio, en el prejuicio, en el debería ser, en el perfeccionismo, en la expectativa, ya no estamos viendo
la verdad;  no estamos viendo la integridad y estamos generando un infarto en la relación.
Esto nos puede ayudar a ver que podríamos escoger cómo mirar, porque tenemos voluntad para
hacerlo de una u otra manera.

Cuando las relaciones nos desintegran, nos separan, cuando vemos en el otro el detalle, su
colesterol, sus triglicéridos y no su vida (el heroísmo, el dolor, la angustia, etc.). Cuando solo
vemos sus radiografías y no podemos mirar más allá de nuestra nariz, entonces ya se ha creado una
relación que no conduce a la integridad.  Esa relación partió de la enfermedad  porque partió de una
visión que es falsa, no es la de la totalidad. Ocurre que hemos confundido al paciente con su
química. Nosotros no somos nuestra  química. La química es la consecuencia  del dolor y del amor
en nuestra vida, del milagro de nuestra vida.

Ahora sabemos  que podemos mirar el mundo de otro modo, que podemos vernos de otro modo y
que siempre nos podemos preguntar ¿estoy viendo la integridad?

Cuando caemos en el juicio, en el prejuicio, en el debería ser, en el perfeccionismo, en la


expectativa, ya no estamos viendo la verdad;  no estamos viendo la integridad y estamos generando
un infarto en la relación.  

Ejercicio: Ahora vamos a hacer otro ejercicio, este es el más importante de todos. Para este
ejercicio necesitamos apagar la luz,  cerrar las ventanas y estar en la          penumbra. Este ejercicio
es  muy importante. Les advierto  que es posible que tengan sensaciones o sentimientos extraños,
por tanto,  no actúen desde el debería ser. No piensen  ¿qué es lo que yo debo ver? Abandonen toda
su estructura formal en cuanto a la visión y, simplemente, sean conscientes de que más allá de la
realidad puntual, lineal, racional que vemos, existe otro tipo de realidad que es visible, que
realmente podemos ver. Es una realidad tan real como la de nuestros ojos externos. Es una realidad
que nos aproxima a otro tipo de visión y que nos va a llevar a una reflexión en términos grupales.
El ejercicio consiste en que ustedes van a imaginar que detrás del otro hay un paisaje muy
hermoso. Hay un sol que está naciendo en el horizonte, muy lejos. Y ustedes enfocan la mirada en
la distancia sin perder la conciencia de que el primer plano es el otro. Lo van a ver en el marco de
un paisaje y el paisaje se prolonga mucho más allá del otro. Es lo que van a ver. Condición,
siempre la mirada enfocada en el fondo, en la distancia, primero. La segunda condición es mirar
como si el sol fuera un punto fijo, no pueden estar trajinando con la mirada. Observen  de esta
forma, cambiando el enfoque.  La  tercera condición es hacer el esfuerzo de parpadear lo menos
posible porque cuando parpadean pueden cambiar el punto de enfoque. Aunque los ojos se pongan
un poco llorosos, si ya están llorosos o fatigados, entonces parpadean, pero un segundito nada más,
un instante y continúan con ese mismo tipo de enfoque. Van a tomar entonces el compañero de
enfrente y van a practicar mutuamente,  sin hablar. Aquí las palabras interfieren el proceso.
Solamente vamos a estar concentrados en el fenómeno del asunto de la visión. Apagamos la luz y
van a empezar el ejercicio, unos cinco minutos.  La penumbra no es por nada misterioso, es porque
los bastones ven mejor en la penumbra y  esta es una visión de alta frecuencia que  tiene que ver
con los bastones y no con los conos. Nos preguntamos qué tal si pudiéramos ver al mismo tiempo
lo que está cerca y lo que está lejos; si pudiéramos ver el cuerpo sin perder la perspectiva del Alma;
si pudiéramos ver el primer plano sin perder la magia del paisaje; si pudiéramos en cada momento
de la vida construir un cuadro íntegro  donde cada quien estuviera delante de nosotros con todas sus
circunstancias. Como si  su dolor, su alegría, su ira fueran el paisaje de su vida y que yo pudiera ser
sensible a ese paisaje. ¿Cómo sería nuestra visión?  Normalmente tenemos una visión que es una
visión central, la cual  está relacionada con los detalles y tenemos una visión periférica que está
relacionada con las sombra, con los contextos, con aquello que no vemos con tanta claridad. En la
visión central predominan las bajas frecuencias que corresponden a los colores, al rojo y al verde
especialmente,  a los amarillos que es una mezcla de rojo y verde. Esos son los conos. Pero en la
periferia tenemos células que son los bastones que permiten ver las más altas frecuencias. Las que
van al azul, hacia el violeta, pero también las que salen del violeta hasta lo que llamamos el campo
etérico. El campo etérico es un campo de vibración electromagnética de mayor frecuencia que el
campo físico. Esta es la razón de que sea invisible. Pero el ojo, especialmente los bastones pueden
percibir más allá de ese campo visible y es a eso a lo que se llama la visión etérica. Lo que hemos
hecho es una práctica de visión contextual       o de visión etérica.  Algunos se habrán dado cuenta
de que esa visión etérica trae otro tipo de visión que  es una visión astral o una visión de campos
emocionales. Otros, tal vez, lograron percibir que más allá de esa visión existe una visión de
arquetipos, de campos mentales, campos de geometría, o campos de conciencia transpersonal. Lo
cual significa que nuestra visión no sólo es física. Uno ve con los ojos, pero los ojos están viendo
generalmente mucho más de lo que nuestra conciencia percibe. Es decir, que hay una serie de
territorios a través de los cuales nosotros podemos ver. Hay una visión física, hay una visión
etérica  o  de campos de energía. Hay una visión en la cual captamos patrones de organización
emocional y aún más allá.

Vamos a compartir la experiencia que han tenido pues es  importante. ¿Quién vio algo que
normalmente no ve en su vida cotidiana? Algo que se salga de lo ordinario para su propia visión
habitual. ¿Nadie? ¿Habéis visto algo diferente que queráis compartir?

Persona 1: ve una imagen  que no es la imagen habitual, es una imagen que se distorsiona, que es
como el negativo de una foto en relación a la imagen habitual.

Persona 2: Ve figuras geométricas.


Jorge Carvajal: Esa es una visión real. Nosotros vemos  patrones geométricos porque estamos
hechos de arquetipos o de patrones geométricos. Muchas personas ven patrones geométricos. Es
difícil el ejercicio porque normalmente uno trata de ver desde el “debería ser”  o desde qué  es lo
que debería que ver. Inconscientemente trata de desechar aquello que se sale del patrón normal de
la visión.  Para entender esto podríamos decir  que uno no ve al otro, sino que proyecta la película
que tiene dentro, la de su memoria y por eso no tiene una visión nueva. Entonces aquí tenemos un
ejemplo de que se pueden ver arquetipos. Es lo que ocurre durante la sanación. Durante la sanación
podemos  ver líneas, imágenes, triángulos, tetraedros, figuras tridimensionales que están en
movimiento, entramos en un campo de visión total.

Persona 3: La imagen de la persona se disuelve.

Jorge Carvajal: Es muy especial y esa es la visión más real. Aparentemente, es  la más irreal porque
no se ve, es que se disuelve, estamos como en una nebulosa. Eso es quántica; entramos en el campo
quántico. De pronto nos aterramos porque sabemos que el otro está frente a nosotros, pero se
disuelve y entramos en un campo del vacío. Es como si el otro fuera transparente. Creemos que no
vemos nada, pero esa es una visión transcendental.  Es como si de pronto, en la conciencia,
supiéramos que a pesar de que tenemos los ojos abiertos entramos en resonancia con el campo
quántico. El campo quántico es el vacío, pero el vacío es la totalidad, es lo que  contiene la
vibración de todo lo que se ve. Ese campo quántico se puede ver desde el campo neuronal. El
campo neuronal es el instrumento de lectura,  de visión y de percepción del campo quántico. Si
nosotros pudiéramos decir en este momento que es posible acceder a ese mar de la conciencia
implícita que llamamos al campo quántico, ese campo de todas las posibilidades antes de que se
haya formado el mundo exterior, antes de que se haya formado el cáncer o aquello que vemos;
entonces podríamos decir que actuando sobre ese campo quántico, ese campo del que emergen,
por ejemplo los arquetipos,  podríamos cambiar la historia de la enfermedad. Realmente, ¿eso es
posible? La respuesta es que sí, que es posible. Obviamente, no es para quitar el karma a nadie,
pero es posible que una enfermedad irreversible desaparezca, que un cáncer desaparezca. Tenemos
miles  de casos en todo el mundo de los grupos de sanación  que nos demuestran que es
perfectamente posible.  Para  nosotros no es un milagro, simplemente es la aplicación de un nuevo
tipo de leyes que no son las leyes de la física. En el contexto  de las leyes de la física no es posible,
pero en el contexto de las leyes de la conciencia es perfectamente posible.

Aquí tenemos el ejemplo de una visión en la cual no se ve nada a pesar de que se debería ver y
entonces  uno se frustra y dice “yo no vi nada”.  Que maravilla que no veas nada.   No ver nada en
ese caso es entrar en ese campo de conciencia que es totipotencial.  También tiene que ver mucho
con la desprogramación. En la sanación no puede haber expectativas, no puede haber
programación. No se hace la sanación de memoria, eso no existe. En la sanación,  a pesar de que
haya algunas vías a través de las cuales podemos transitar,  nos abandonamos totalmente, nos
entregamos a la magia  del presente y ahí aparece lo que se debe hacer, que  no viene de nuestra
pequeña memoria, de nuestra pequeña mente. Proviene  de la mente transpersonal, de ese mar de la
conciencia universal.

Persona 4: Ve las caras diferentes.

Jorge Carvajal: Esa es una visión fractal. Es un contexto sistémico de la conciencia en el cual una
figura geométrica reproduce otra y otra y otra. En este caso,  una cara reproduce otra y otra. Así,
vemos que esa persona, que aparentemente es una, tiene múltiples aspectos en su interior. Muchos
artistas lo dibujan, es muy bonito.
En las grandes culturas tradicionales son comunes las máscaras. En ellas está implícita una cara
que no solo está aquí, si no que a veces está en el ombligo, que a veces está en los pies. A veces,
eso desemboca en modas como los tatuajes. Realmente, estamos acudiendo al mismo arquetipo de
fractales que se van repitiendo. Así que uno no es uno, su personalidad tiene muchos instrumentos.
Tiene muchísimos aspectos, tiene llamémoslo facetas, múltiples caras o facetas. Podemos llegar a
reconocer, es decir el terapeuta puede reconocer con su visión, tanto externa como interna, otros
aspectos invisibles, pero que están ahí en el campo etérico, en el campo de conciencia de la
energía, en el campo emocional y se pueden ver. Esto no  es una esquizofrenia, es una visión real y
es perfectamente factible acceder a ese tipo de visión, no salgan corriendo porque que es real.

LA SANACIÓN, curación desde la conciencia. CAP.7/3

Somos un campo de energía en vibración. Si nos miráramos, si nos pudiéramos ver a nivel energético, eléctrico o etérico, lo
que veríamos es un caleidoscopio de líneas de luz que se entrecruzan,  que se refuerzan, que cambian de colores, que oscilan
como olas.
Vamos a hablar de los rayos, de la vibración que va más allá de la vibración electromagnética.
Somos un campo de energía en vibración. Si nos miráramos, si nos pudiéramos ver a nivel
energético, eléctrico o etérico, lo que veríamos es un caleidoscopio de líneas de luz que se
entrecruzan,  que se refuerzan, que cambian de colores, que oscilan como olas. Eso sería lo que
veríamos. Veríamos más una parte de un océano y las olas de ese océano. A esta parte  la
llamaríamos  un órgano, un sistema, Si pudiéramos ver más allá de la trampa de la visión concreta
podríamos tener ese tipo de visiones, las cuales, frecuentemente, vienen en los procedimientos de
sanación cuando un grupo está conectado y forma una unidad de conciencia.  Son formas
pensamiento,  tienen realidad sustancial, no tienen nada que ver con la sustancia de la materia, pero
son una sustancia sutil y se pueden ver. Algunos los ven e incluso se  pueden fotografiar. En
ocasiones eso que llamamos fantasmas son nuestros mismos complejos, nuestros pensamientos,
nuestras propias creencias que nos van acompañando. A veces los maleficios que nos hacen no son
tanto lo que nos ponen de fuera, sino lo que nosotros mismos hemos introducido. Nuestros miedos
forman fantasmas, se  condensan y los llevamos con nosotros. Y alguien que pueda percibir con la
visión etérica,  o  la visión astral, con la clarividencia, con una videncia  que va más allá de la
visión ordinaria, los puede ver.  Pero no solo ver, sino que los puede tocar, palpar, sentir. De pronto
se nos pone la carne de gallina o tenemos   una piloerección, o una sensación que nos recorre la
espalda, son percepciones más sutiles que vienen de campos sutiles de la energía y tenemos que
aprender a reconocerlos porque nosotros trabajamos con todo el instrumento de nuestro cuerpo
cuando hacemos una sanación.     Estas sensaciones nos pueden producir cierta armonía o de
disarmonía, pero no son  para salir corriendo.

Cuando llega un paciente y nos  asustamos, deberíamos saber que ese susto es un fantasma que él
tiene  con un fantasma que resuena dentro de mí, digámoslo así. No le puedo echar la culpa a él. Si
yo tengo miedo del miedo que aparece en su aura es mi propio miedo que dialoga con el otro. Así,
que el sanador se está sanando en la medida en que reconoce todo este tipo de energías.

¿Quién vio más de una cara?  ¿Quién vio más, es decir, como si en el otro viera otra cara?
Realizando este tipo de ejercicios ocurre que miramos al otro y, de pronto vemos un indio con
plumas, con el arco y la flecha,  y nos  dan ganas de salir corriendo. Esto se ve porque con nosotros
está toda nuestra filogenia. Lo que somos en el momento presente es apenas una síntesis de todo el
recorrido de las especies. También en nosotros está el dinosaurio, a veces más vivo y más fuerte de
lo que creemos. Creemos que lo dejamos hace 70 millones de años y está aquí con nosotros. A
veces con nosotros está la tortuga y se apodera de nuestro cuerpo por lo que nos acorazamos y
realmente vivimos como si fuéramos tortugas con una gran coraza, escondidas y defendidas de la
vida. En otras ocasiones vivimos literalmente pegando los dientes o inhibiendo a ese personaje que
hay dentro de nosotros. Por tanto,  en nosotros hay muchos personajes que son reales y se pueden
ver con los ojos físicos. No es que aquí nos hayamos juntado un grupo de sicóticos o de
esquizofrénicos, no. Esas  son visiones totalmente reales. No podemos salir corriendo, de pronto
cuando enfocamos la visión, ya no la visión central de la que observa al detalle, la que ve solo
delante de la nariz, sino la visión total, la visión integral, la visión periférica, empezamos a ver  el
contexto y ese contexto es significativo. Pero,  obviamente, como en el mundo de los sueños, que
también es un mundo real, es un mundo del que  tenemos que poseer otro código de lectura porque
no lo podemos interpretar de la misma manera. No podemos concluir que como al mirar hemos
visto un monstruo, la persona es pues  un monstruo; no. Hemos visto que el otro tiene dentro de sus
arquetipos, de  su memoria  y de su historia ese monstruo. Como se tiene la bella se tiene  la bestia.
Como se tiene a Eros se  tienes a  Logos, y todos ellos están dentro de uno mismo. Estaría bien que
pudiéramos  ayudar a unificar  y a integrar todas esas fuerzas que están en el presente,  que son las
fuerzas de la personalidad, las de nuestra historia. Así, vemos que la realidad es mucho más rica de
lo que nosotros consideramos, es mucho más profunda y mucho más significativa. La apariencia no
nos deja ver la realidad, pero cuando enfocamos nuestra visión y tenemos profundidad y
perspectiva en nuestra visión empieza a desnudarse un mundo que va más allá de de las
apariencias. Sin embargo, no vayamos a creer  que para ser sanador hay que ver ese mundo con los
ojos externos,  pues hay que percibirlo con la visión interna

Y la última pregunta. ¿Quién vio luz? Es la visión etérica que sucede cuando desenfocamos la
mirada. Ustedes de pronto están mirando al atardecer y ven un árbol y alrededor del árbol ven ese
halo luminoso y entonces, como les parece encantador, miran el árbol y desaparece. Esto ocurre  
porque eso que se ve es una visión etérica. La visión etérica la tenemos todos los seres humanos,
eso no es una cosa transcendental, ni una evolución espiritual muy especial. Todos la podemos
tener cuando desenfocamos, cuando enfocamos la mirada en la distancia y no estamos mirando los
detalles, automáticamente  empezamos a mirar o a percibir esas altas frecuencias que forman más
allá de la radiación ultravioleta el aura de todas las cosas, de las personas, de la montañas, del mar
al atardecer. Así que aprender a mirar contextualmente, mirar la profundidad, mirar a la debida
distancia, nos permite reconocer la totalidad.  Ese el  arte de enfocar para ver la realidad, viendo lo
local y lo global al mismo tiempo. Y si además incluimos  el contexto percibimos una realidad
contextual o una realidad significativa. A eso lo llamamos pensar global, actuar local y sentir total.
Es una visión que se relaciona con el corazón, con el código del sentir. Por eso hemos insistido
tanto en las preguntas “qué sienten” y  “qué perciben”.

La correcta visión es la visión de la amistad, la correcta distancia, allí donde nos    podemos 
contemplar desde la totalidad. Eso implica iniciar en la ciencia las correctas     relaciones humanas,
pues eso es lo que vinimos a aprender todos. Casi todos los problemas de salud son relacionales, la
salud es un asunto relacional. Ocurre en el contexto de nuestras relaciones, así que sanar la vida es
sanar las  relaciones básicamente. Pero  sanar las relaciones es también sanar  la relación del
terapeuta o del sanador con los pacientes. Todos ellos vienen enfermos de relaciones porque vienen
agresivos con el hospital, con los médicos, con la manera  de abordar que tenemos; ellos han ido en
busca de consuelo, de esperanza para su angustia y para  su dolor y han terminado simplemente con
una receta y un enfoque molecular. Ellos han ido en busca de una ayuda para su campo emocional
y lo hemos confundido con su campo molecular. Así, que el sanador ha de  empezar sanando las
relaciones del paciente con la medicina. El sanador ha de demostrar al paciente que como sanador
es de fiar. Para ello es necesario que sea una persona amistosa. Que nosotros podamos ser amigos,
tratar cordial y amistosamente a los pacientes.

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