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CURSO PARA PADRES Y EDUCADORES DE NIÑOS

¿QUÉ SIGNIFICA INSTRUIR A UN NIÑO EN EL CAMINO QUE DEBE SEGUIR?

El consejo de Salomón para los padres es "Instruye al niño en su camino, y aun


cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22:6). Criar y formar a un niño
dentro del contexto de este proverbio, significa que comienza con la biblia,
entendiendo que: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir…" (2 Timoteo 3:16). Enseñar a los niños las
verdades de las escrituras los hará sabios para la salvación (2 Timoteo 3:15);
enteramente preparados para toda buena obra (2 Timoteo 3:17); preparados para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que les demande
razón de la esperanza que hay en ellos (1 Pedro 3:15); y prepararlos para resistir la
embestida de las culturas, empeñados en adoctrinar a los jóvenes con los valores
seculares.

La biblia nos dice que los hijos son un don de Dios (Salmo 127:3). Sin duda entonces,
pareciera adecuado escuchar el sabio consejo de Salomón para formarlos
correctamente. De hecho, el valor que Dios ha puesto cuando le enseñamos a
nuestros hijos la verdad, se trata claramente por Moisés cuando le enfatizó a su
pueblo la importancia de enseñar a sus hijos acerca del Señor, de Sus mandamientos
y leyes: "y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando
por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu
mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu
casa, y en tus puertas" (Deuteronomio 6:7-9). La minuciosidad de Moisés resalta su
profunda preocupación de que las sucesivas generaciones mantuvieran la
obediencia a las leyes de Dios para asegurarse de "habitar en la tierra seguros"
(Levítico 25:18), que les "fuera bien" (Deuteronomio 12:28) y que Dios los bendijera
en la tierra (Deuteronomio 30:16).

La biblia claramente enseña que instruir a los niños para conocer y obedecer a Dios,
es la base para complacerlo y para vivir victoriosamente en Su gracia. Conocer a Dios
y Sus verdades, comienza con la comprensión que el niño tiene del pecado y de la
necesidad de un Salvador. Incluso los niños muy pequeños comprenden que ellos
no son perfectos y pueden captar a una edad temprana la necesidad del perdón. Los
padres amorosos presentan a un Dios amoroso que no solamente perdona, sino que
ofrece el sacrificio perfecto por el pecado, y ese sacrificio es Cristo Jesús. Instruir a
un niño en el camino que debe seguir, significa, en primer lugar, dirigirlos al Salvador.
La disciplina es una parte integral de la crianza de hijos piadosos, pues sabemos que
el "Señor al que ama castiga" (Proverbios 3:12). Por lo tanto, no debemos tomar a la
ligera la disciplina ni tampoco sentirnos desanimados ya que el Señor "azota a todo
el que recibe por hijo" (Hebreos 12:5-6). Y sabemos que Dios nos disciplina para
nuestro bien, para que podamos participar de Su santidad (Hebreos 12:10).
Asimismo, cuando disciplinamos a nuestros hijos, ellos reciben sabiduría (Proverbios
29:15) y eso nos dará descanso (Proverbios 29:17) y respeto (Hebreos 12:9). De
hecho, incluso a una edad temprana, los niños son capaces de discernir que la
disciplina está fundamentada en el amor. Es por eso que los niños que crecen en
hogares sin disciplina, a menudo no se sienten amados y son más propensos a
desobedecer la autoridad a medida que crecen. Recuerde que la disciplina
administrada debe ser acorde con la ofensa. La disciplina física, como la corrección
con vara (correctamente motivada), es aprobada por la biblia (Proverbios 13:24,
22:15, 23:13-14). De hecho, la disciplina, aunque pueda parecer desagradable
cuando se recibe, producirá un "fruto apacible de justicia a los que en ella han sido
ejercitados" (Hebreos 12:11).

Los padres deberían tener el mismo celo que Moisés tuvo para enseñar a sus hijos.
A los padres se les ha dado el privilegio de ser guardianes de la vida de sus hijos
durante un período de tiempo muy corto, aunque la enseñanza y la formación que
ofrecen es eterna. De acuerdo a los principios de los proverbios, un niño que es
diligentemente entrenado en el "camino que debe seguir", probablemente
permanecerá fiel a ese camino en esta vida y cosechará sus frutos en la vida venidera.

¿Cuál es la forma bíblica de llevar a un niño a Cristo?

Hay tres elementos básicos involucrados en llevar un niño a una relación salvadora
con Cristo: la oración, el ejemplo y la enseñanza apropiada para la edad. Llevamos a
un niño a Cristo a través de la aplicación diligente de todos los tres elementos desde
el tiempo antes de que nazca el niño.

No puede exagerarse la importancia de la oración en el proceso de evangelizar a los


niños. Desde el momento de la concepción, los padres deberían buscar la sabiduría
de Dios para ellos mismos y la gracia para su hijo por nacer. Dios ha prometido dar
sabiduría liberalmente a todos aquellos que le piden (Santiago 1:5), y Su sabiduría
en todos los aspectos de la crianza de niños es esencial, pero en nada es más
importante que en asuntos espirituales. Efesios 2:8-9 nos dice que la salvación es por
gracia por medio del don de la fe, entonces nuestras oraciones para la salvación de
nuestros hijos deben estar centradas en la búsqueda de ese regalo de fe para ellos.
Debemos orar que el Espíritu Santo traiga a nuestros hijos a Dios desde sus primeros
días y los sostenga a través de una vida de fe y servicio a Dios hasta que estén
seguros en el cielo por toda la eternidad (Efesios 1:13-14). Debemos orar que Dios
nos acerque a Sí mismo y que Él llegue a ser una realidad en nuestras vidas para que
podamos ser buenos modelos para nuestros hijos.

Nuestro ejemplo como hijos de Dios proporciona el mejor modelo visual de la


relación con Cristo que deseamos para nuestros hijos. Cuando nuestros hijos nos
ven diariamente sobre nuestras rodillas, perciben que la oración es una parte normal
de la vida. Cuando nos ven continuamente en las Escrituras, estudiando,
alimentándonos y meditando en la Palabra de Dios, comprenden la importancia de
la Biblia sin tener que decir una palabra. Cuando perciben que no sólo conocemos
la Palabra de Dios, pero nos esforzamos en vivirla en forma práctica cada día, llegan
a comprender el poder de la Palabra en una vida vivida a su luz. Por el contrario, si
un niño ve que papá o mamá vive el domingo de una manera que difiere
considerablemente de la persona que ven todos los días, serán rápidos para detectar
la hipocresía. Muchos niños han rechazado a la iglesia y Cristo por modelos
hipócritas. Esto no es decir que Dios no puede sobrellevar el efecto de nuestras
culpas y errores, pero debemos estar preparados para confesarlos a Dios, admitir
nuestros fracasos a nuestros hijos y hacer todo lo posible para vivir lo que creemos.

Además, proporcionar instrucción apropiada para la edad en asuntos espirituales es


crucial para llevar a un niño a Cristo. Hay cientos de libros infantiles y recursos tales
como Biblias para niños, libros de historias de la Biblia para niños y música para
todos los niveles de edad para leer, cantar y memorizar. Relacionando cada aspecto
de la vida de un niño a la verdad espiritual también es una parte importante de la
formación espiritual. Cada vez que un niño ve una flor o una puesta de sol o un
pájaro, hay amplias oportunidades para que los padres hagan referencia a la belleza
y maravilla del poder creativo de Dios (Salmo 19:1-6). Cada vez que nuestros hijos
sienten seguros en nuestro amor, tenemos la oportunidad de comunicarles cuánto
más grande es el amor de su Padre Celestial. Cuando están heridos por los demás,
podemos explicar la realidad del pecado y la única solución para él — el Señor
Jesucristo y Su sacrificio en la Cruz por nosotros.

Finalmente, a veces se le da una importancia desmesurada a que un niño "repita la


oración" o "pase adelante" como prueba de su decisión de confiar en Cristo como
Salvador. Si bien estos momentos pueden ser muy valiosos para cimentar en la
mente del niño cuándo y cómo él/ella vino a Cristo, la salvación es la obra del Espíritu
en el corazón. Una verdadera salvación resulta en una vida de discipulado progresivo,
y esto debe ser comunicado.

¿Es importante darle a un niño una educación cristiana?

Para los creyentes en Cristo Jesús, la pregunta de si o no una educación cristiana es


importante parece obvia. La respuesta sería un rotundo "Sí". Entonces ¿por qué la
pregunta? Es porque la pregunta viene de una cantidad de perspectivas dentro de
la fe cristiana. Tal vez la pregunta debería ser "¿Quién es responsable de introducir a
mi hijo al cristianismo?" o "¿Debe hacerse la educación de mi hijo en un sistema
público, privado o en el hogar?" Hay muchas opiniones sobre este tema, algunas
muy fuertemente sostenidas y discutidas interminablemente y emocionalmente.

Al empezar a buscar una perspectiva bíblica, llegamos al pasaje definitivo del


Antiguo Testamento sobre la educación de los niños que se encuentra en
Deuteronomio 6:5-8: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre
tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y
andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una
señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos”. La historia hebrea revela
que el padre debía ser diligente en instruir a sus hijos en los caminos y las palabras
del Señor para su propio desarrollo espiritual y bienestar. El mensaje en este pasaje
se repite en el Nuevo Testamento donde Pablo exhorta a los padres a criar a los hijos
en la “disciplina y amonestación del Señor" (Efesios 6:4). Proverbios 22:6 también nos
dice, "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él".
El entrenamiento incluye no sólo la educación formal, sino también las primeras
instrucciones que los padres dan a un niño, es decir, su educación temprana. Esta
formación está diseñada para establecer firmemente al niño en el fundamento sobre
el cual se basa su vida.

A medida que avanzamos hacia la cuestión de la educación formal, sin embargo, hay
malentendidos que hay que abordar. En primer lugar, Dios no está diciendo que sólo
los padres deben educar a los niños como muchos afirman, y, en segundo lugar, no
está diciendo que la educación pública es mala y que debemos educar a nuestros
hijos en las escuelas cristianas o en el hogar. El principio de las Escrituras es el de la
responsabilidad final. Dios no manda a los padres a evitar la educación fuera del
hogar. Por lo tanto, decir que el único método "bíblico" de educación formal es en
el hogar o en escuelas cristianas es añadir a la Palabra de Dios, y queremos evitar el
uso de la Biblia para validar nuestras propias opiniones. La verdad es justamente lo
contrario: queremos basar nuestras opiniones en la Biblia. También queremos evitar
el argumento de que sólo los maestros “entrenados” son capaces de educar a
nuestros niños. Una vez más, la cuestión es una de la responsabilidad final, que
pertenece a los padres.

La cuestión en la Escritura no es qué tipo de educación general reciben nuestros


hijos, sino a través de cual paradigma esa información se filtra. Por ejemplo, parece
que se le puede dar a un niño una educación "cristiana" en el hogar, pero fracasa en
la vida porque él o ella no conoce realmente el Dios de la Escritura, y no comprende
realmente los principios bíblicos. Del mismo modo, un niño educado en una escuela
pública puede crecer en su comprensión de las falacias de la sabiduría del mundo
por ver su fracaso por la Palabra de Dios que le ha sido enseñada diligentemente en
su casa. La información se tamiza a través de un lente bíblico en ambos casos, pero
el verdadero entendimiento espiritual sólo existe en el segundo. De igual manera, el
estudiante puede asistir a una escuela cristiana pero nunca crecer hasta comprender
a Dios en una relación íntima y personal. En última instancia, son los padres los que
tienen la responsabilidad de formar al niño de una manera que se logrará una
verdadera educación espiritual.

En Hebreos 10:25, Dios les da a los cristianos un mandato, "No dejemos de


congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros,
y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca". El cuerpo de Cristo es
una parte integral de la educación de los niños, ayudando a los padres a alimentar y
educar a los niños en asuntos espirituales. La exposición a algo fuera de la estructura
familiar — en este caso, la enseñanza bíblica sólida de la iglesia y la escuela dominical
— es buena y necesaria.

Así que, no importa qué tipo de institución de enseñanza que elijamos, la educación
espiritual de sus niños es la responsabilidad final de los padres. Un maestro de la
escuela cristiana puede equivocarse, un pastor y maestro de la escuela dominical
pueden equivocarse, y los padres pueden estar equivocados sobre cualquier punto
teológico. Por lo tanto, al enseñar a nuestros hijos las cosas espirituales, ellos deben
comprender que la única fuente de verdad absoluta es la Escritura (2 Timoteo 3:16).
Por lo tanto, tal vez la lección más importante que podemos enseñar a nuestros hijos
es seguir el ejemplo de la gente de Berea que "examinaba las Escrituras para ver si
era verdad lo que se les anunciaba" (Hechos 17:11) y probar todas las cosas que se
les enseña - cualquiera que sea la fuente – por la Palabra de Dios (1 Tesalonicenses
5:21).
¿Qué dice la Biblia que ha de hacerse con el hijo rebelde?

El hijo que exhibe una conducta rebelde, puede estarlo haciendo por una variedad
de razones. La crianza severa, sin amor y crítica, casi siempre resultarán en alguna
clase de rebeldía. Aún el hijo más obediente se rebelará –interior o exteriormente–
contra tal trato. Naturalmente, debe evitarse este tipo de crianza. Adicionalmente, es
natural en los adolescentes una cierta cantidad de rebelión hacia los padres, porque
lentamente están alejándose de sus familias en el proceso de establecer vidas e
identidades propias.

Asumiendo que el hijo rebelde es uno que tiene una personalidad naturalmente
voluntariosa, se caracterizará por una inclinación a poner a prueba los límites, un
prevaleciente deseo de controlar, y una deliberada resistencia a toda autoridad. En
otras palabras, rebelde es su segundo nombre. Además, con frecuencia se trata de
niños muy inteligentes, quienes pueden “deducir” situaciones con asombrosa
rapidez y encontrar maneras de tomar el control de las circunstancias y gente a su
alrededor. Estos chicos pueden ser un desafío extremadamente irritante y exhaustivo
para sus padres.

Afortunadamente, también es verdad que Dios ha hecho a los niños cómo son. Él los
ama, y no ha dejado a los padres sin los recursos para enfrentar el desafío. Hay
principios bíblicos que enseñan cómo lidiar con los hijos rebeldes y voluntariosos
con gracia. Primero, Proverbios 22:6 nos dice, “Instruye al niño en su camino, y aun
cuando fuere viejo no se apartará de él”. Para todos los niños, el camino por el que
deben ir es hacia Dios. Es crucial para todos los niños enseñarles la Palabra de Dios,
para que puedan entender quién es Dios y de qué manera le sirven mejor. Con el
niño voluntarioso, el entender lo que lo motiva –el deseo de controlar– le servirá
mucho para ayudarlo a encontrar su “camino”. Este niño es uno que debe entender
que él no está a cargo del mundo –Dios sí– y que simplemente debe hacer las cosas
a la manera de Dios. Esto requiere que los padres estén absolutamente convencidos
de esta verdad y que vivan de acuerdo a ella. Un padre que está en rebeldía contra
Dios, no estará capacitado para convencer a su hijo a ser sumiso.

Una vez que se ha establecido que Dios es El que hace las reglas, los padres deben
establecer en la mente del niño, que ellos son los instrumentos de Dios y harán todo
lo necesario para llevar a cabo el plan de Dios para sus familias. A un niño rebelde
se le debe enseñar que el plan de Dios es que los padres lo dirijan y que el hijo les
siga. No puede haber vacilaciones en este punto. El hijo voluntarioso puede oler los
titubeos a un kilómetro de distancia y aprovechará la oportunidad de llenar el vacío
de liderazgo y tomará el control. El principio de sujetarse a la autoridad es crucial
para el niño voluntarioso. Si la sumisión no se aprende en la niñez, su futuro estará
caracterizado por conflictos con todas las autoridades, incluyendo, jefes, policía,
cortes legales, y líderes militares. En Romanos 13:1-5 es claro que las autoridades
que están sobre nosotros, son establecidas por Dios, y debemos someternos a ellas.
También el niño voluntarioso sólo acatará gustosamente las reglas y leyes, cuando
éstas tengan algún sentido para él. Denle una razón sólida para una regla,
reiterándole constantemente la verdad de que hacemos las cosas de la manera en
que Dios quiere que las hagamos y eso no es negociable. Explíquenle que Dios les
ha dado a los padres la responsabilidad de amar y disciplinar a sus hijos y de no
hacerlo significaría que como padres estarían desobedeciéndolo. Sin embargo,
siempre que sea posible, denle al hijo la oportunidad de participar en tomar
decisiones, para que no se sienta completamente incapaz. Por ejemplo, el ir a la
iglesia no es negociable, porque Dios nos manda reunirnos con otros creyentes
(Hebreos 10:25), pero los hijos pueden tener voto (dentro de lo razonable) en lo que
han de ponerse, dónde se sienta la familia, etc., Denles proyectos en los que puedan
dar su opinión, como planear las vacaciones de la familia.

Además, la crianza debe ejercerse con consistencia y paciencia. Los padres deben
tratar de no levantar su voz, no levantar sus manos con ira, o perder la compostura.
Esto le dará al hijo voluntarioso la sensación de control que tanto ansía, e
inmediatamente planeará cómo controlarlos al frustrarlos hasta el punto de hacerlos
reaccionar emocionalmente. Las nalgadas con frecuencia no funcionan con estos
chicos, porque disfrutan muchísimo el llevar a sus padres hasta su punto límite, así
que sienten que un poco de dolor es un precio que vale la pena pagar. Los padres
de niños voluntariosos a menudo reportan que el chico se burla de ellos mientras les
están dando nalgadas, así que éste no puede ser el mejor método de disciplina con
ellos. Tal vez en ninguna parte de la vida son más necesarios los frutos del Espíritu
de la paciencia y templanza (Gálatas 5:23) que con un niño voluntarioso.

Sin importar lo exasperante que pueda ser la crianza con estos niños, los padres
pueden descansar en la promesa de Dios de no probarnos más allá de nuestra
habilidad para resistir (1 Corintios 10:13). Si Dios les da un niño voluntarioso, los
padres pueden estar seguros de que Él no se ha equivocado y proveerá la guía y
recursos que necesitan para hacer la tarea. Tal vez como nunca en la vida de un
padre, las palabras “orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17), tengan más sentido que
con un joven voluntarioso. Los padres de estos hijos tienen que pasar mucho tiempo
arrodillados ante el Señor, rogando por sabiduría, la cual Él ha prometido que
proveería (Santiago 1:5). Finalmente, hay consuelo en saber que los hijos
voluntariosos que son bien educados, con frecuencia crecen para alcanzar grandes
logros y ser adultos exitosos. Muchos niños rebeldes se han convertido en cristianos
audaces y comprometidos que usan sus considerables talentos para servir al Señor
a quien han llegado a amar y respetar a través de los pacientes y diligentes esfuerzos
de sus padres.

¿Promete la biblia que una crianza piadosa resultará siempre en hijos piadosos
(Proverbios 22:6)?

Proverbios 22:6 señala, "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no
se apartará de él". ¿Promete este versículo que la crianza de los hijos en una manera
piadosa siempre tendrá como resultado que los niños que sigan a Dios siendo
adultos? ¿Qué pasa con todos los padres piadosos cuyos hijos se rebelan?

Proverbios, como una forma literaria, no son promesas directas; por el contrario, son
observaciones generales de la vida que normalmente son verdaderas. Esto ayuda a
explicar por qué algunos padres fielmente crían sus hijos para seguir a Dios, y aun
así, el niño se rebela contra Dios siendo un adulto.

Proverbios 22:6 nos enseña que generalmente es cierto que un niño que ha sido
criado amando a Dios, seguirá haciéndolo como un adulto. Esta fue la observación
de la vida desde hace 3.000 años, y continúa siendo así hoy en día. La mayoría de los
padres cristianos que crían a sus hijos en una manera piadosa, dejarán un legado de
hijos que aman a Dios cuando sean adultos. Criar a un niño en "la disciplina y
amonestación del Señor" (Efesios 6:4) aumenta considerablemente la probabilidad
de que el niño se aferre a Cristo mas adelante en su vida.

Un gran ejemplo bíblico se puede encontrar en la vida de Timoteo. En 2 Timoteo 1:5


Pablo dice, "trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó
primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también".
Tanto la madre como la abuela de Timoteo amaron a Dios y criaron a Timoteo para
que hiciera lo mismo. Timoteo se unió a Pablo como un colaborador de misiones
siendo joven y se convirtió en uno de sus compañeros de mayor confianza. El nuevo
testamento menciona el nombre de Timoteo veinticinco veces como misionero,
colaborador de los apóstoles y como pastor

La crianza piadosa es esencial hoy en día, así como ha sido a lo largo de la historia.
Los padres y las madres son la clave para levantar mujeres y hombres piadosos que
amen a Dios y que vivan para Él. A pesar de la bendición que son los pastores, los
líderes juveniles y otras influencias de personas que aman a Dios, nadie puede
reemplazar el papel de padres piadosos que viven su fe cristiana y la transmiten a
sus hijos. Esta es la razón por la cual el autor de Proverbios 22:6 puede afirmar con
toda razón, "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará
de él".

¿Dice la Biblia algo sobre cómo afrontar la pubertad?

La pubertad es la etapa de la vida en la que los niños comienzan a desarrollarse física


y psicológicamente hasta convertirse en adultos con capacidad reproductiva. La
edad de inicio de la pubertad varía individualmente, al igual que a través del tiempo
y las culturas. En la actualidad, muchas niñas comienzan la pubertad entre los 10 y
los 12 años, y muchos niños entre los 11 y los 13 años. En la cultura occidental
moderna, la pubertad se asocia con la "adolescencia" o los "años adolescentes". Es
importante señalar que la pubertad que produce un cuerpo maduro puede no
producir simultáneamente un espíritu maduro.

En los tiempos bíblicos se consideraba la pubertad como el comienzo de la edad


adulta. Primera de Corintios 13:11 es la declaración más clara sobre la distinción
entre la infancia y la edad adulta: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño".
La pubertad tiene como objetivo ser la etapa que separa las costumbres infantiles
de las adultas. Implica algo más que el desarrollo del cuerpo. La pubertad es la época
en la que se profundizan los pensamientos, se adquiere sabiduría y se dominan las
habilidades que ayudarán al nuevo adulto a tener éxito en la vida. Aunque los
jóvenes en la pubertad no pueden controlar la rapidez con la que sus cuerpos
pueden cambiar y desarrollarse, sí pueden asumir la responsabilidad de su propia
madurez espiritual y emocional.

Gran parte del libro de Proverbios fue escrito por un padre a su hijo al borde de la
madurez (ver Proverbios 3:1-4; 4:1-13; 5:1; 7:1). Este padre estaba transmitiendo
sabiduría e instrucción que su hijo ahora tenía la capacidad de entender y utilizar. En
la antigua cultura judía, la infancia terminaba cuando comenzaba la edad adulta. Las
mujeres jóvenes aprendían de sus madres y abuelas las habilidades necesarias para
mantener un hogar y criar a los hijos. Los jóvenes trabajaban con sus padres y
hermanos tan pronto como podían y generalmente seguían el oficio de sus padres,
a menos que fueran aceptados en la escuela rabínica.

Lucas 2:41-52 nos ofrece un panorama de la primera etapa de la vida de Jesús


durante la pubertad. Se le permitió ir al templo de Jerusalén para la Pascua a la edad
de doce años. En su viaje de vuelta a casa, Sus padres se dieron cuenta de que Jesús
no estaba entre el grupo que había viajado juntos. Preocupados, José y María
regresaron a su casa y tres días después lo encontraron en el templo discutiendo
teología con los rabinos. A los doce años, Jesús era capaz de mantener serias
discusiones con Sus maestros.

Los aumentos hormonales que provocan la maduración física también pueden


alterar la química del cerebro y la estabilidad emocional, lo que provoca conflictos y,
a menudo, rebeldía contra la autoridad. Es habitual que un cuerpo adulto albergue
un cerebro infantil, y ambos no son compatibles. Los años de la adolescencia son
bien conocidos por su volatilidad, su falta de criterio y, desafortunadamente, por sus
trágicos errores de por vida. Un joven que comienza la pubertad es sabio si reconoce
que la frustración de los próximos años es temporal. En lugar de exigir derechos que
tal vez no esté preparado para manejar, un joven sabio utilizará los años de la
pubertad para escuchar a quienes tienen más experiencia en la vida (Proverbios 1:8),
desarrollar el autocontrol (Proverbios 16:32) y esforzarse por crecer espiritualmente,
así como el cuerpo crece físicamente (2 Pedro 3:18). Cuando los padres y los hijos
trabajan juntos, la pubertad puede ser un tiempo emocionante de expectativa para
todo lo que Dios tiene reservado para el futuro (Romanos 8:28-30).

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