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Abraham Lincoln y el juicio por $2.

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(Fecha de alta : 11-11-2001. Visitas : 6348)

En su práctica Legal, Abraham Lincoln nunca fue avaricioso en sus honorarios y trataba de
evitar el litigio siempre que podía. En una ocasión, vino a él un hombre que quería llevar a
juicio a un pobre deudor que le debía $2.50. Por mucho que Lincoln se esforzó, el
querellante estaba empeñado en que debía vengarse del deudor. Viendo que no había forma
de aplacarle, Lincoln anunció que sus honorarios ascendían a $10, algo que el querellante
aceptó. Lincoln dió la mitad de esta cantidad al deudor, que con toda la felicidad del mundo
confesó su culpa ante el juez y pagó los $2.50 adeudados.

EMILY DICKINSON

Lealtad a un hermano
Durante la primera guerra mundial, uno de dos hermanos que combatían en la misma
compañía en Francia fue abatido por los alemanes. El otro hermano, a duras penas pudo
escapar, pero nada mas terminar la batalla pidió permiso a su capitán para intentar
recuperar el cadáver

- No tiene sentido, está muerto

- Puede que no lo esté, señor, contestó el hermano

- Si no lo está, le quedará poco tiempo de vida. No tiene sentido arriesgar tu vida por
intentar salvar un cadáver

Por mucho que lo intentaba, el oficial no conseguía disuadir al hermano, así que finalmente
le concedió el permiso. El hermano se adentró en el campo de batalla y regresó al
campamento con su hermano a hombros. Acababa de fallecer
- ¿Ves como no tenía sentido? - dijo el oficial - arriesgaste tu vida por nada

- No es verdad, señor. Hice lo que él esperaba de mí y tuve mi premio: Cuando me agaché


y le cogí en brazos, mi hermano agonizante me dijo: "TOM, sabía que vendrías. Sabía que
no me dejarías morir aquí"
El precio del silbato

Cuando Benjamin Franklin era jóven, cometió un error del que se acordaría durante toda su
vida.

Se enamoró locamente de un silbato en su tienda local

Tal era su obstinación que cuando por fín llenó su hucha, le faltó tiempo para romperla e ir
a la tienda. Acumuló todas las monedas encima del mostrador y pidió el silbato, sin
preguntar siquiera cuanto valía.

Luego volvió por el camino, tocando alegremente el silbato por todo el camino y luego
dentro de la casa. Estaba loco de alegría, hasta que su madre y sus hermanos le preguntaron
cuanto le había costado el silbato y al oír la inverosímil respuesta, se echaron a reir a
carcajada limpia.

Fuente : Dale Carnegie

El capitán y Lincoln
(Fecha de alta : 11-11-2001. Visitas : 2056)

Cuando las fuerzas confederadas estaban atacando Fort Stevens, Lincoln decidió hacer una
inspección de las defensas de la Unión. Fue conducido por un jóven ayudante del capitán -
Oliver Wendell Holmes, Jr. Cuando Holmes le señaló las líneas enemigas, Lincoln, que
como siempre llevaba su alto sobrero de cilindro, se enderezó un poco para tener una mejor
vista. Al instante se oyó el ruido de mosquetes desde las trincheras opuestas y Holmes, sin
pensarlo, tiró a Lincoln al suelo con el grito, "Agáchate, maldito estúpido".

Un instante después el ayudante se dio cuenta de lo que había hecho y dicho y durante todo
el resto de la visita se preguntó qué clase de acción disciplinaria le correspondería como
castigo.

Cuando Lincoln abandonó el fuerte, se dirigió a Holmes con las siguientes palabras:

- Adiós, capitán Holmes. Estoy contento de ver que usted sabe cómo hablar a un civil.

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