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El inspector se incorporó al mismo tiempo que exclamó: -el que lo dejó así no le quería
mucho. Tiene la cabeza completamente hecha papilla.
-Debe haber huellas digitales ahí.
-dijo señalando con el pie un trozo de tubo de hierro.
El joven policía apartó la vista del retorcido montón que estaba en el suelo, y que
pocas horas antes había sido un hombre vivo.
-La casera lo encontró- dijo roncamente había entrado aquí para cobrarle el alquiler.
Por culpa de un accidente de tren ocurrido en Brighton, Albert Munder quedó
huérfano a los cinco años. Los siete años siguientes los pasó entre varias familias de la
vecindad de los muelles. Esos cambios fueron tanto a causa de que se evaporaba la
simpatía por su caso, como por el gasto que representaba el tener una boca más de
alimentar.
Así, pues, a los doce años vendió periódicos y luego, a base de un capital
dolorosamente reunido se compró un carrito de mano y vendió verduras.
Al cumplir los diecisiete años fue cuando empezó a comprar diariamente el periódico.
De vuelta a su cuartucho, después de una fatigosa jornada de trabajo, lo estudiaba
hasta que el sueño le cerraba los ojos; pero ni una palabra le quedaba grabada, pues
Albert Munder no sabía leer.
El mundo no le resultaba agradable. A veces no tenía lo suficiente para comer. Durante
doce años seguidos usó el mismo traje de poco precio. Pero nunca, durante esos años
de lucha y anhelos olvidó comprar diariamente su periódico, y nunca destruyó ni un
solo ejemplar.
Después de largas horas de remirar cada página, lo doblaba cuidadosamente y lo
colocaba sobre el anterior. La larga y estrecha habitación que ocupaba en la calle
Lemon estaba completamente repleta de periódicos amarillentos.
Alber Munder frisaba los sesenta cuando trabó relación con Richard Blount. Fue
cuando Blount ocupó la habitación que coincidía con la suya en el piso de arriba. Era
un hombrecillo mustio, uno o dos años más joven que Albert, cuya voz se había vuelto
áspera y rota de tantísimos tragos de ginebra que había bebido, sin que esto le haya
quitado su matriz culto y educado.
Entre ambos hombres se trabó amistad, la primera asociación con un ser humano que
Alber Munder conociera. Casi todos los anocheceres Blount llamaba a la puerta del
otro, entraba, se dirigía hacia la tronada cama de ruedas en la que se dejaba caer, y
luego, intentaba enfocar con sus ojos la forma desgarbada de Alber Munder que
seguía estudiando su periódico.
Una noche Blount dijo:
-Albert, deberías ponerte gafas.
-¿Por qué lo dices?
-Porque, desde que he entrado, has estado mirando esa página al revés.
-¿De veras?
-Dime Albert, o mejor dicho, no me lo digas, confírmame meramente la certeza de mis
sospechas; no sabes leer, ¿verdad?
-No -musitó- no sé leer.
-Y a pesar de ello durante muchos años has estado comprando el diario, lo has estado
mirando durante horas y luego los has ido archivando con todo cuidado. ¿Por qué,
Albert?
-No lo sé -dijo lentamente-, realmente no lo sé. Quizá sea por lo mucho que deseo
saber leer.
-Dime, Albert, ¿te gustaría mucho aprender a leer?
-Me gustaría más que cualquier otra cosa en el mundo -contestó pausadamente-.
Así, las lecciones empezaron. Blount era paciente y amable, y el otro era un pupilo
apto.
-Albert -dijo la ronca voz una tarde-, te he enseñado todo lo que sé. Vuelve ahora a tus
periódicos. Ya sabes leer, viejo muchacho. Albert Munder comenzó a leer sus
periódicos empezando por el estropeado y amarillento ejemplar de casi cincuenta
años atrás.
Fue una noche cuando Albert Munder leyó:
MUNDER, ALBERT
Si el arriba mencionado, hijo de Thomas y Sara Munder, que perecieron en un
accidente de tren en el año 1900, se pone en comunicación con los señores Bryce, Gil y
C.°, Procuradores, se le comunicará algo en beneficio suyo.
Leyó varias veces las escasas líneas, medio borrosas, con la boca conformando las
sílabas. La fecha del periódico era la del 16 de enero de 1916, cuando Albert tenía
veintiún años de edad.
2.-Escribe en tu cuaderno:
Las semejanzas y las diferencias entre Albert Munder y John R. Blount.
Las pistas de la lectura que te informan el país en el que ocurre la acción.
Explica el final de la lectura. ¿Qué pasó?
Los motivos que tuvo Albert Munder para hacer lo que hizo.
¿Qué crees que hubiera pasado si Albert Munder hubiera sabido leer?
4.-Júntate con un compañero y compañera y escriban todas las acciones que crean debe hacer el
inspector para dar con el homicida.
5.-Si tú fueras un juez, ¿qué castigo le darías a Albert Munder y por qué?