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Barbara McMahon - El Primer Día
Barbara McMahon - El Primer Día
Barbara McMahon
El primer día
Título Original: The first day (2004)
Editorial: Harlequin Ibérica
Sello / Colección: Jazmín Especial 7
Género: Contemporáneo
Protagonistas: Jared Walker y Susannah Chapman
Argumento:
Aquél era el primer día del resto de su vida…
Susannah Chapman por fin era libre después de pasar ocho años en prisión
por un asesinato que no había cometido. Al salir descubrió que alguien
estaba intentando resolver los errores del pasado, pero jamás habría
sospechado que ese alguien sería Jared Walker, el ayudante del fiscal del
distrito que había ayudado a que la encerraran.
A pesar de quedar exonerada de toda culpa, Susannah estaba asustada. Con
poco dinero, menos amigos y el dolor de haber tenido que renunciar a su
hijo mientras estaba en prisión, estaba claro que necesitaba un poco de
apoyo. Era lógico que Jared fuera la última persona de la que ella aceptaría
ayuda, pero su comportamiento y su encantador hijo hicieron que
Susannah empezara a verlo de otro modo…
Barbara McMahon – El primer día
Prólogo
Su corazón se había desbocado; tenía las palmas húmedas y el estomago
revuelto. No podía respirar y durante un momento tuvo miedo de desmayarse.
Estaba segura de que todos los presentes en la sala del tribunal podían oír los latidos
de su corazón y sentir el terror que empapaba cada célula de su cuerpo. Aquello
había ido demasiado lejos. Quería que la pesadilla terminara.
Fijo la mirada en el panel de nogal de la mesa del juez, todavía vacía. Después
hizo un esfuerzo por dejar de oír los sonidos de la sala, que se habían vuelto más y
más familiares con el transcurso de los días, e intento recobrar el control.
Estaba demasiado asustada. Ni en sus peores sueños habría imaginado que las
cosas podían ir tan mal. Se suponía que el sistema legal de Estados Unidos estaba
diseñado para defender la justicia, no para burlarse de ella. Pero los doce hombres y
mujeres que componían el jurado la habían condenado por un delito que no había
cometido.
Oscilo levemente, mareada.
La pesadilla no tenía fin. Metió las manos debajo de la mesa y se pincho en un
pulgar para despertarse. Sintió un dolor súbito e intenso, pero seguía en el tribunal a
la espera de la sentencia del juez.
Tenía ganas de vomitar. Se había sentido enferma desde hacía semanas. No
podía comer, no podía concentrarse, no hacía nada más que rebelarse contra la
injusticia de aquella situación. Pero sin demasiado éxito.
El jurado estaba en un lateral de la sala. A punto de oír la sentencia de
culpabilidad que sus miembros habían exigido.
De reojo, observo que el joven ayudante del fiscal estaba cómodamente
recostado en su butaca, charlando con alguien a quien no podía ver sin girar la
cabeza. En cuanto al fiscal, estaba sentado muy recto y tenía una sonrisa radiante y
pagada de sí misma. Le pareció increíble que dudaran de su declaración. La última
vez que había visto a Timothy Winters, estaba con vida.
Respiro a fondo y se froto las manos en la falda para secar el sudor y tal vez su
miedo. Luego, bajo la mirada a la mesa. Harry Lind, su abogado, había ordenado
todas sus carpetas.
—¿Te encuentras bien? —pregunto él, en pleno ataque de tos.
Harry estaba enfermo desde el principio del juicio, pero había seguido adelante
porque sabía que era su única esperanza.
Ella negó con la cabeza.
—Creo que voy a vomitar —suspiro.
—Aguanta un poco. Esto terminara enseguida.
Su tono fue tranquilizador, pero no tuvo efecto en Susannah. Aunque el juicio
estuviera a punto de concluir, la pesadilla no terminaría nunca.
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Capítulo 1
—L señorita Walker quiere verlo —dijo Rose cuando Jared Walker descolgó el
auricular del teléfono.
—Que pase.
Jared colgó y se levanto. Casi se alegraba de tener una excusa para descansar un
rato, aunque habría preferido que la interrupción se debiera a otra persona. Había
estado leyendo la declaración que le había llevado uno de sus ayudantes, pero era
tan incompleta que aun había varias preguntas que necesitaban respuesta. Tendrían
que volver a llamar al individuo en cuestión.
—Hola, querido.
Noelle se detuvo un segundo en la entrada.
—Hola, Noelle. ¿Qué haces por aquí? ¿Eric está bien?
Jared pensó que no había cambiado; seguía tan aficionada al drama como
siempre, e intento recordar porque se había vuelto completamente loco por ella en el
pasado.
Fuera como fuera, había pasado mucho tiempo.
Camino hacía ella y Noelle le dio un beso en la mejilla, como siempre. Era un
gesto rutinario que no significaba nada. Su relación había concluido, oficialmente,
dieciocho meses antes. Ahora solo era la madre de su hijo. Noelle había insistido en
ser algo más, pero él no quería. El fuego y la pasión habían desaparecido.
—Eric esta bien. La guardería le encanta, aunque no entiendo por que… a mí no
me gustaba el colegio. Salvo cuando íbamos de excursión u organizaban bailes —dijo
ella, echando un vistazo al despacho.
—Es un poco joven para ir a bailes —le recordó, con ironía.
Jared espero hasta que Noelle se sentó en una de las butacas que estaban de
cara a la mesa y se cruzo de piernas para ofrecerle una visión completa. Era típico de
ella. Pero hizo caso omiso y se acomodo a su lado.
Noelle pasaba con bastante frecuencia por el despacho; sobre todo después del
divorcio. En general quería que la acompañara a algún acto social, aunque
recientemente había empezado a salir con un hombre que se llamaba Martin y ya no
lo necesitaba.
—Entonces, ¿qué haces aquí? —pregunto él.
—¿Es que no puedo venir a verte?
—Últimamente vienes más que cuando estábamos casados. Estoy muy
ocupado, Noelle. Si es una visita de cortesía, deberíamos esperar hasta la próxima
vez que pase a recoger a Eric —respondió.
En realidad, Jared no tenía ninguna intención de perder el tiempo con su ex.
Cuando estaba con su hijo, quería disfrutar de él. Lo último que le apetecía era
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compartir esas horas con una mujer que todavía se aferraba al sueño imposible de
que se enamoraran de nuevo.
Ella lo observo con detenimiento, como si estuviera calculando de que humor
estaba.
—Martin se marcha a Londres este fin de semana —declaro—. Yo tengo que ir a
una fiesta, y te agradecería que me acompañaras.
Jared se recostó en el asiento y la miro. No se rendía nunca. Le había dicho de
mil maneras posibles que ya no estaban casados, que no quería revivir viejos tiempos
y que no quedaba amor entre ellos. Pero Noelle insistía de todas formas.
El solo lamentaba que su hijo no viviera en su casa. Lo echaba mucho de menos.
Al divorciarse, había pensado que era muy pequeño y que sería mejor que creciera
con su madre. Ahora, en cambio, ya no estaba tan seguro. Sin embargo, conocía bien
a su ex y sabía que no cedería en ese punto. Incluso era capaz de utilizar a Eric para
extorsionarlo y conseguir que volviera con ella.
—Acompáñame —insistió Noelle—. Así cambiaras de aires y te divertirás un
poco. Trabajas demasiado.
El argumento era tan viejo como su relación. Cuando estaban casados, ella
siempre protestaba porque en su opinión pasaba demasiado tiempo en el despacho.
—Además, te pierdes todos los cotilleos… —continúo—. ¿Te acuerdas de Don y
Fran Burroughs? Esos amigos de mis padres…
Jared asintió.
—Sí, me acuerdo de ellos. Siempre iban a la fiesta de Año Nuevo.
—En efecto. Me los encontré hace unos días y me contaron la historia más
estrafalaria que puedas imaginar —dijo.
Él espero. Era obvio que tenía algo que decir, y como conocía sus trucos,
permaneció en silencio. A Noelle le gustaba hacerse de rogar y eso podía llevarle
toda la tarde. Pero si demostraba desinterés, iría al grano y dejaría de molestar.
—¿Es que no sientes ninguna curiosidad?
—¿De lo que digan unos amigos de tus padres? Claro que no.
Ella se encogió de hombros.
—De todas formas era una tontería. Me dijeron que hace dos semanas vieron a
Timothy en San Francisco.
—¿Cómo? Eso es imposible… murió hace ocho años.
Recordó la escena del juicio como si estuviera allí. La acusada, una mujer joven,
estaba muerta de miedo. Todavía podía ver el brillo de ira y de pánico en sus ojos.
Aun podía escuchar su alegato de inocencia.
Aquel había sido su primer caso de asesinato desde que empezó a trabajar para
la fiscalía. Había terminado la carrera de Derecho como número uno de su
promoción, pero decidió dedicarse a la justicia en lugar de comprometer sus energías
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Pero en ese momento le pareció una desconocida. Sabía que nunca había estado
realmente enamorada de él y seguía sin saber porque lo había querido como marido.
¿Por divertirse? De ser así, habría sido una gran decepción; él pasaba más tiempo en
el despacho que en fiestas y actos sociales. Esas cosas no le interesaban. Y a decir
verdad, ahora solo veía a Noelle porque era la madre de Eric.
—Pues si no cambias, no cambies —dijo ella mientras se levantaba de la
butaca—. ¿Te apetece venir a cenar la semana que viene? A Eric le encantaría verte
en días laborables…
Noelle lo dijo porque Jared solo veía a su hijo los fines de semana. Él tenía
intención de cambiar el acuerdo cuando el niño fuera algo mayor, pero de momento
no tenía más remedio que aceptarlo.
—Esta bien, pero solo a cenar —dijo él—. ¿Los Burroughs no dijeron nada más?
Ella se encogió de hombros.
—Solo fue una conversación en una fiesta. Si te interesa, les preguntare… pero
como tu mismo has dicho, Timothy esta enterrado en Denver.
Noelle se marcho y él se quedo mirando la puerta, valorando las implicaciones
de aquel descubrimiento.
No podía ser cierto.
Cerró los ojos y vio imágenes del juicio con tanta claridad como si hubiera sido
el día anterior. La pistola que encontraron en el edificio donde vivía Susannah
Chapman, escondida tras unos arbustos del garaje. La sangre en el cañón. La
identificación del cadáver por el tío de Noelle, Gerald Winters. La energía que
Michael dedico al caso, aprovechando cualquier oportunidad para hablar con la
prensa y aumentar sus opciones de salir reelegido.
Abrió los ojos de nuevo y volvió a la mesa. Llamo a Rose, su secretaria, y espero
con impaciencia a que respondiera.
—Tráeme el expediente del caso de Timothy Winters. Es de hace ocho años.
—¿Es un caso resuelto?
—Conseguimos una condena, si —respondió.
La posibilidad de que Timothy siguiera con vida era inquietante. Si lo estaba,
tendrían que averiguar quien era la persona que habían enterrado y si Susannah
Chapman la había asesinado. Pero eso no parecía posible. Chapman fue condenada
con el argumento de que había asesinado a Timothy en venganza por la muerte de su
prometido, a quien consideraba victima de aquel. No tenía motivos para matar a
nadie más.
¿Había contribuido inadvertidamente a enviar a prisión a una mujer inocente?
La idea era tan terrible que se estremeció.
No podía creerlo. Él había hecho su trabajo. El caso era importante y Michael se
había comportado de forma inflexible, pero siguiendo todos los procedimientos. No
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habría pedido que la condenaran si las pruebas no hubieran demostrado que era
culpable, independientemente de lo que dijeran las encuestas de voto.
—¿Has dicho que es de hace ocho años? Es posible que este en los archivos, así
que podría tardar un par de días… —dijo Rose.
—No. Lo quiero hoy mismo —dijo.
Jared tomo aliento y se pregunto que haría si Timothy estaba efectivamente
vivo y coleando en San Francisco.
Pero cada cosa, en su momento. Primero debía estudiar el expediente y ver si se
había cometido algún error. Si lo había, lo investigaría. De lo contrario, hablaría
personalmente con los Burroughs.
Decidió que no le diría nada a su jefe hasta saber un poco más. A Steve Johnson
le encantaba ser fiscal. Dos años después de que Michael saliera reelegido, murió de
un infarto y Steve lo sustituyo. Después, se presento a las elecciones y las gano con
facilidad. Era un buen fiscal, aunque había cometido un par de errores de cierta
importancia en el ejercicio de su cargo.
Sin embargo, solo faltaban cuatro semanas para la siguiente consulta electoral y
Jared sabía que Steve tenía ambiciones políticas. Si le contaba sus sospechas, insistiría
en que retrasara cualquier investigación hasta después de las elecciones.
Se paso una mano por el pelo. Tenía que revisar el expediente y ver si habían
pasado algo, lo que fuera, por alto.
Justo entonces recordó la cara de Susannah Chapman. Una joven esbelta, de
largo cabello rubio y grandes ojos azules, muy atractiva a su modo. Recordó su
expresión de miedo, la confusión que se dibujo en sus rasgos cuando supo que la
iban a condenar. Como si no creyera que fuera posible.
Había sido su primer caso de asesinato y el estaba tan sometido como Michael a
la presión de las inminentes elecciones. Además, en esa época ya estaba saliendo con
Noelle y quería ganar el caso a toda costa para impresionarla a ella, a su padre y a
toda su familia. Casi todas las pruebas contra Chapman eran circunstanciales, pero
tenía un motivo para matar y disponían del video que había grabado un reportero de
televisión en el entierro de Shawn Anderson, donde ella amenazaba a Timothy.
Se sentó y acerco el teléfono.
Un segundo después estaba llamando al domicilio de los Burroughs.
Veinte minutos más tarde, al Departamento de Policía de San Francisco.
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Capítulo 2
El sol le calentaba la espalda cuando Susannah hundió la azada en el suelo. Era
octubre, pero la temperatura era agradable y se había quitado la chaqueta. Sus
músculos se tensaron contra la rica y fragrante tierra; después, se seco el sudor de la
frente con el dorso de la mano e inhalo el aire fresco de la montana. Sabía que el
tiempo estaba a punto de cambiar y que tendría que trabajar en el interior de la
cárcel. Durante varios meses, hasta la primavera siguiente, haría demasiado frio para
estar en el huerto.
Odiaba el confinamiento. Y se sentía más encerrada cuando no podía salir a
trabajar. A veces le desesperaba tanto que tenía ganas de gritar hasta perder la
cabeza.
Las mujeres que estarían a su alrededor, charlando, empujándose, riendo,
aumentarían la sensación de sofoco. Cuando llegara marzo, le parecería tan
insoportable que sufriría ataques de pánico al entrar en el comedor y tendría que
hacer un esfuerzo para respirar cuando la llevaran a su celda. Lo peor de la cárcel era
precisamente la falta de espacio, la claustrofobia permanente.
Por suerte, todos los años la destinaban al grupo que trabajaba en el huerto y
podía disfrutar de cierta libertad durante varias horas al día. De no haber sido por
eso, se habría vuelto loca.
Trazo un surco profundo en la tierra y se pregunto si tendría suerte con las
verduras. Sus calabacines habían sido los más grandes del año; les había echado más
fertilizante del recomendado, pero naturalmente no se lo había dicho a los
guardianes.
—Chapman…
Susannah alzo la mirada y dio un paso atrás, inconscientemente, al ver al
agente. Era un hombre musculoso y de aspecto agresivo que siempre le producía
aprensión, pero tomo aliento y controlo su expresión para que no supiera que le daba
miedo. Llevaba tanto tiempo en aquel sitio que se había convertido en una
especialista del fingimiento.
—¿Sí?
—La directora quiere verte. Susannah parpadeo, sorprendida. No había visto a
la directora desde hacía cinco años.
—Pero…
—!Ahora!
Miro la azada con asombro. Era la primera vez que la llamaba a su despacho y
se pregunto que se traería entre manos.
—¿Dejo las herramientas en su sitio o van a volver a traerme?
—No lo sé. Déjalas aquí mismo. Supongo que será una cosa rápida.
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En aquella época, Susannah todavía tenía esperanzas. Pero todos los abogados
rechazaban su caso y ella no podía creer que nadie quisiera ayudarla, que una
persona inocente pudiera acabar en la cárcel.
—Aquí dice que su abogado se llamaba Larry Lind.
—Sí. Me lo recomendaron en la Unión por las Libertades Civiles cuando fui a
pedirles consejo. Aceptaba casos sin cobrar y yo fui su buena obra del mes.
Lamentablemente, y como ya le he dicho, falleció un mes después de que me
encarcelaran.
—Eso explica que no pudiera localizarlo…
—¿Y para que quería hablar con él?
—Para intercambiar impresiones sobre su caso.
—Dígame una cosa… ¿por qué esta aquí? ¿Ya no trabaja para la fiscalía de
Denver? ¿Siempre visita a los condenados por su gabinete o solo a los que encierran
de forma injusta? —pregunto.
Susannah estaba cada vez más enfadada. Había pasado mucho tiempo desde el
juicio, pero no podía olvidar lo sucedido.
—Intento determinar si hace ocho años valoramos bien todos los datos.
—Vaya, pensaba que no tenía ninguna duda sobre ese caso, señor Walker. Su
amigo, el señor Michael Denning, estaba totalmente seguro al respecto —se burlo.
Jared la miro con intensidad durante un par de segundos.
A Susannah le habría gustado adivinar sus pensamientos. No entendía que
motivos podía tener para interesarse por un caso cerrado.
—Hace tres días, alguien me conto que unos amigos suyos habían visto a
Timothy Winters en San Francisco —declaro.
Susannah no pudo creer lo que acababa de oír. Sintió una punzada en el
corazón y clavo la vista en el arrogante abogado.
Timothy estaba vivo.
Durante unos instantes sintió que la llama de la esperanza revivía en su interior.
Libertad. Podría recuperar su libertad.
Pero enseguida comprendió que no seria así. Aquel hombre solo estaba jugando
con ella, tal y como lo había hecho el fiscal en el estrado. Michael Denning la había
presionado con todas sus malas artes hasta que logro confundirla por completo. Se
burlo de su declaración y se aseguro de que ninguno de los miembros del jurado la
creyeran.
—¿Y ha venido aquí para comprobarlo? Claro, será porque esta deseando que
me liberen —dijo con desprecio.
Ya no tenía ninguna fe en el sistema legal. Le habían demostrado que no la
merecía.
—No, he venido porque quiero que se haga justicia.
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—Ja, ja… —rio—. Ha venido para ocultar los errores que cometieron entonces e
impedir que alguien los descubra en el futuro.
—Tal vez pueda sacarla de aquí —declare Jared—. Solo por eso, debería hacer
lo posible por ayudarme.
—!Váyase al infierno! —exclamo, poniéndose de pie—. !Como se atreve a venir
aquí e intentar engañarme de ese modo!
Él también se levanto, sorprendido por su reacción.
—Pensé que le gustaría saber que existe la posibilidad de…
—No existe ninguna posibilidad —lo interrumpió—. Si cree que Timothy esta
vivo, debería hablar con la policía de San Francisco para que lo confirme. Yo solo
puedo repetir lo que declare en su momento, lo que seguramente tiene en ese
expediente. ¿Qué espera dándome falsas esperanzas? ¿Cómo puede ser tan cruel?
Susannah tomo aire antes de continuar.
—Por culpa suya, estaré encerrada en esta prisión hasta el fin de mis días. Así
que no me venga con ese cuento de que Timothy anda por ahí… Además, eso de que
alguien le ha dicho que alguien lo ha visto no es ninguna prueba.
—Cierto. Pero de todas formas, usted podría quedar en libertad en poco tiempo
—insistió.
—Podría. Una simple posibilidad entre miles en sentido contrario. Es
terriblemente cruel…
—Aunque solo sea una posibilidad, ahora tiene una esperanza que antes no
tenía. ¿No quiere que la ayude a salir?
Por su tono cortado, ella supo que el abogado no se encontraba nada cómodo
con la situación. Susannah se apoyo en la mesa y declare:
—Déjeme que le diga una cosa, señor ayudante del fiscal. Tengo que hacer
verdaderos esfuerzos para sobrevivir en este lugar. Me vuelve completamente loca.
Lo consigo a duras penas, y ahora viene usted con su ropa cara y su gran sueldo a
reírse en mi cara. !Odio estar presa por un delito que no cometí! !Odio estar
encerrada! !Lo odio!
La puerta de la sala se abrió y el guardia pregunto:
—¿Va todo bien?
—Si —respondió Jared, sin apartar la vista de Susannah—. No hay ningún
problema, agente.
La puerta se cerro otra vez, pero el guardia permaneció pegado al cristal,
observando los movimientos de Susannah.
—Siento haberla incomodado. Sin embargo, necesito toda la información que
pueda proporcionarme —insistió él.
Jared camino hasta el cristal y bloqueo la visión del guardia.
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—Supongo que sí. Timothy y Shawn eran muy amigos. Salíamos a cenar con
cierta frecuencia o quedábamos en casa y jugábamos a las cartas.
—¿Timothy llego a mencionar algo de San Francisco? ¿Les comento que tenía
intención de marcharse? —pregunto.
Susannah acerco la silla a la mesa y sentó. Después, intento concentrarse.
Habían pasado muchos años y recordar no resultaba fácil. Hablaban de muchas
cosas. De trabajo, de dinero, de relaciones personales, de cambiar el mundo.
—No recuerdo que dijera nada de San Francisco, pero una vez se refirió a
California.
Lo había recordado porque aquella noche cenaron en casa y comieron
demasiados espaguetis.
—¿Y qué dijo?
—Que era un sitio muy interesante, con personas abiertas que no estaban
sometidas a los viejos prejuicios y tradiciones. Le parecía una ciudad tolerante y llena
de energía.
—¿Tolerante?
Susannah se encogió de hombros.
—No recuerdo sus palabras exactas, pero eso es más o menos lo que quiso
decir. Timothy estaba bajo la presión constante de su padre. Supongo que, para él,
California era el sueño de librarse de la familia y vivir su propia vida.
—¿Tenía amigos allí?
—Lo desconozco. Pero espere un momento… Claro que los tenía —corrigió—.
Shawn me dijo una vez que podíamos ir a ver a Sammie y que ella nos enseñaría
Disneylandia. Supongo que tendría más amigos, aunque no conozco sus nombres.
—Más amigos además de Sammie…
Susannah asintió.
—Sí. Sam es nombre de hombre y ella era una mujer. Por eso me he acordado.
—Entonces, ¿Timothy no se llevaba bien con su familia? No recuerdo que ese
detalle se mencionara en el juicio.
Ella se encogió de hombros.
—No se llevaba bien con su padre. Hacía meses que no se veían. Timothy no se
veía capaz de estar a la altura de sus exigencias y sus expectativas. Shawn me
comento que discutían muy a menudo y que algunas de sus peleas fueron bastante
violentas.
—¿Insinúa que su padre quería matarlo?
Ella negó con la cabeza.
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—No insinuó nada. Pero si la pistola que encontraron fue el arma homicida,
entonces puedo asegurarle que Timothy no murió aquella noche. Cuando se marcho
de mi apartamento estaba vivo.
—Tal vez fue a verlo más tarde y lo mato.
—Pero no lo mate.
—Sin embargo, lo había amenazado de muerte una semana antes, cuando se
presento en el entierro de Shawn Anderson —le recordó—. Un reportero de
televisión grabo la escena y todo el mundo pudo verla. Le dijo cosas terribles. No es
lógico que días más tarde se presentara tranquilamente en su apartamento para
hablar con usted.
—Dije lo que dije, pero estaba muy alterada. Timothy lo sabía, así que vino a
verme para ver si me encontraba bien. Le pedí disculpas por haberme comportado de
ese modo. Tengo tendencia a perder la calma en ciertas situaciones.
La vida en la prisión, con sus normas interminables, había contribuido a
moderar su temperamento. Pero de vez en cuando, estallaba.
—¿Y cuando fue a verla?
—La noche en que lo mataron. Ya lo dije en el tribunal.
—E insiste en que hicieron las paces…
Jared lo dijo con tal escepticismo que ella lo miro con dureza. Era evidente que
el abogado seguía sin creer en su inocencia.
—Yo no mate a Timothy. El causo la muerte de Shawn, pero sabía que fue un
accidente. A Timothy le dolió tanto como a mí. Eran viejos amigos.
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Ella se giro.
—¿Y usted se cree un abogado inteligente? —pregunto con sarcasmo—.
Timothy era homosexual.
Jared se detuvo en seco y vio como se alejaba.
Homosexual. Ni en el expediente del tribunal ni en los archivos de la fiscalía ni
en sus propias notas personales aparecía ese detalle. Pero eso no era lo peor. Se había
casado con un miembro de la familia de Timothy y jamás había oído el menor rumor
al respecto.
Empezaba a sospechar que Michael había ocultado muchas cosas para ganar el
caso. Inquieto, regreso a la mesa y cerro el maletín. Cuando salió al pasillo, el guardia
estaba abriendo la pesada puerta que llevaba a la sección de las celdas. Susannah
Chapman paso y desapareció de su vista.
Minutos más tarde estaba en la autopista. Activo el sistema automático de
velocidad e intento pensar en la sorprendente revelación.
Cabía la posibilidad de que la homosexualidad de Timothy guardara alguna
relación con el asesinato. Todo el mundo sabía que San Francisco era la capital de los
homosexuales de Estados Unidos. Era una ciudad ciertamente tolerante y muchas
personas que se sentían perseguidas en otros lugares se marchaban allí para poder
vivir sus vidas.
Durante unos momentos, coqueteo con la teoría de que Timothy se había
marchado aquella noche a San Francisco sin saber que se había cometido un
asesinato. Pero no tenía sentido. Se habría puesto en contacto con alguien. Habría
usado su cuenta bancaria para sobrevivir mientras conseguía un empleo.
Además, habían identificado su cadáver, cuya sangre coincidía con la
encontrada en la pistola. Y el arma encontrada en los arbustos del domicilio de
Susannah estaba registrada a nombre de la mujer. El único punto débil de aquella
historia estaba precisamente en el arma; aunque el calibre de la bala coincidía, la
policía no había conseguido demostrar que fuera la que se había usado para matar a
Timothy Winters.
Si es que el muerto era Timothy Winters. Con lo que Jared sabía ahora, le
pareció posible que el propio Winters hubiera asesinado a otra persona y que dejara
la pistola junto al domicilio de Susannah antes de marcharse de Denver.
Se paso una mano por el pelo. Si el asesinato lo había cometido él, era
perfectamente lógico que no se hubiera puesto en contacto con nadie a lo largo de
esos años.
Detuvo el vehículo en una zona de descanso y volvió a comprobar el
expediente. Michael había realizado una investigación poco cuidadosa porque
necesitaba un triunfo importante en los tribunales para salir reelegido.
Lamentablemente, eso significaba que no podía estar seguro de nada. Ni siquiera de
la identificación del cadáver. Y para empeorar la situación, Gerald Winters había
fallecido cinco años atrás y no podría interrogarlo.
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Capítulo 3
Noelle sonrió a Martin cuando termino de cenar y le sirvió un café. Después,
inconscientemente, echo un vistazo a la habitación. Adoraba aquella casa; adoraba la
elegancia, la decoración, pero sobre todo que la había compartido con Jared.
—¿A qué viene esa sonrisa? —pregunto él.
El cabello de Martin, de color sal y pimienta, brillo bajo la luz de la lámpara. Su
cara morena y de facciones duras se giro hacía ella como si Noelle fuera la persona
más importante del mundo.
—Estaba pensando cuanto me gusta esta casa.
—Bueno, a mi me parece un trasfondo perfecto para su excitante e
impresionante propietaria —bromeo.
Noelle sonrió con más intensidad.
—Eres encantador con las palabras…
Martin siempre tenía el cumplido adecuado, la frase correcta para cualquier
situación.
Y ella era humana. Cuando se divorcio, Noelle perdió la confianza; ni siquiera
sabía si seguía siendo deseable, pero Martin la saco de dudas y le estaba muy
agradecida. Desgraciadamente, no era Jared. No era el hombre del que seguía
obsesionada y al que todavía echaba de menos a pesar de que le había dejado bien
claro que no estaba interesado por ella.
—¿Tanto como para casarte conmigo?
Ella bajo la mirada y respiro a fondo.
—¿Te estás declarando?
—Cásate conmigo, Noelle.
Noelle sabía que si jugaba con él, corría el riesgo de que se cansara y se
marchara con otra mujer. Tenía que contestar. Pero no quería comprometerse. Aun
pensaba que existía la posibilidad de que Jared cambiara de opinión y volviera a su
lado.
—Necesito tiempo para pensarlo —murmuro—. Me has pillado por sorpresa…
Rogo en silencio para que Martin no la presionara. Porque tendría que dar una
respuesta negativa.
—Tienes todo el tiempo que quieras, preciosa. No pienso marcharme a ninguna
parte.
En ese instante sonó el timbre de la puerta y Noelle levanto la mirada.
—¿Esperas a alguien? —pregunto él.
—No.
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que nadie especulara con la verdadera identidad del hombre asesinado y con los
motivos que podía tener su primo para mantenerse lejos durante tantos años.
—¿Y de donde se ha sacado esa idea? —pregunto, sorprendido.
Noelle lo miro y dijo:
—Vamos a sentarnos al salón y te contare todo lo que se.
Martin merecía saberlo. A fin de cuentas, cabía la posibilidad de que algún día
se convirtiera en su marido.
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Capítulo 4
Un par de semanas después, Jared estaba en su despacho. Intentaba
concentrarse en un informe, dejar de oír el tic tac del reloj de pared y no pensar en los
minutos que faltaban para las dos, pero no lo conseguía.
Dejo los documentos en la mesa, se levanto, camino hasta la ventana y dio un
puñetazo al marco. Debería estar en el juzgado. Debería ser él quien presentara la
petición. Debería protagonizar el último acto para obtener la liberación de Susannah
Chapman.
Pero en lugar de eso estaba atrapado en el despacho, como si fuera un día
normal y corriente, mientras Steve Johnson presentaba los hechos al juez que iba a
liberar a una mujer inocente. Por supuesto, Steve había insistido en hacerlo en
persona. Era conveniente de cara a las elecciones, que estaban a la vuelta de la
esquina.
Jared se giro y camino de un lado a otro.
Había querido llamar a Susannah para informarla al respecto, pero Steve le
prohibió que se pusiera en contacto con ella. Las dos semanas anteriores habían sido
muy ajetreadas. Las pruebas de ADN demostraron que el cadáver no era el de
Timothy Winters, la policía seguía buscando al hombre de California y Steve Johnson
llego a la conclusión de que había pruebas suficientes para pedir la anulación del
caso y la liberación de Susannah Chapman. El fiscal creía, al menos públicamente, en
su inocencia.
Jared insistió en presentar la petición. Deseaba estar junto a ella y demostrarle
que había hecho lo posible por enmendar el error cometido. Sin embargo, Steve no lo
veía de ese modo. Le recordó que él ni siquiera había sido la mano derecha de
Michael Denning durante el juicio, y que toda la responsabilidad era exclusivamente
del ex fiscal. Además, quería que los ciudadanos de Denver vieran que el titular del
cargo llevaba el caso en persona y corregía las malas prácticas de su predecesor.
Al pensar en ello, se dijo que lo único que importaba era la libertad de
Susannah. Una mujer de la que solo conocía los datos del expediente y las pocas
cosas que había notado durante la entrevista en la cárcel. Pero su cara le encantaba.
Sus ojos tenían una expresión misteriosa que no alcanzaba a entender.
Se pregunto que deseos tendría ocho años atrás, antes de que se interpusieran
los jueces y abogados y destrozaran sus planes. La habían condenado a cadena
perpetua y había tenido que dar a su hijo en adopción. Seguramente no imaginaba
que estaba a punto de perder su vida y a Eric.
Supuso que odiaría con todas sus fuerzas a las personas que habían intervenido
en aquel juicio. Y que sus noches estarían llenas de pesadillas de las que, tal vez, no
conseguiría librarse.
Jared alzo la mirada para ver la hora. Las dos y diez. En ese momento, ella
estaría esperando, y Steve presentando las pruebas ante el magistrado.
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No sé de donde sacan la información, pero los periodistas sabían más de lo que había
imaginado.
—¿Y cómo ha reaccionado Susannah?
—Parecía superada por los acontecimientos. Creo que se ha alegrado cuando la
han llevado de vuelta a las celdas —contesto.
—¿A las celdas?
Jared se sintió como si le hubieran pegado un puñetazo en el estomago. Estaba
seguro de que el juez la liberaría. Había pruebas suficientes para eso y para anular el
juicio.
—Ya sabes que es el procedimiento habitual. Tiene que seguir los pasos
apropiados. Pero los buitres de la prensa la estarán esperando allí, dispuestos a
devorarla… pobre mujer. Me ha parecido un junco débil ante una tormenta.
—Entonces, todo ha salido como lo habíamos planeado…
Steve asintió con gravedad.
—El juez Forsythe cree que hay pruebas suficientes para anular el juicio de hace
ocho años. De hecho, fue bastante crítico con el comportamiento de la fiscalía y tuve
que recordarle que yo no estaba en el cargo en aquella época.
—¿Y qué va a hacer ella?
—No tengo ni idea. Es posible que la prensa amarilla le ofrezca una suma
astronómica a cambio de publicar su historia. Pero volviendo a lo nuestro, será mejor
que te mantengas alejado de la prensa hasta después de las elecciones. A no ser, por
supuesto, que te apetezca que te interroguen.
Jared negó con la cabeza.
—He salido muy bien parado de la situación —continuo Steve—. Pero te
advierto que si pones en peligro mi reelección, les ofreceré tu cabeza en bandeja de
plata.
Jared no se inmuto. Era lo que esperaba. A Steve le interesaba más la política
que el ejercicio de su trabajo y la defensa de los ciudadanos. Sin embargo, no
permitiría que jugara con él. Llegado el caso, su cabeza no sería la única que rodara.
Susannah no podía creerlo. Cuando el juez la dejo en libertad, pensó que podría
salir de la sala y retomar su vida. Pero el mundo exterior le parecía tan aterrador
como la pesadilla que había sufrido. Y agradeció que la dejaran unos minutos a solas
cuando regreso a las celdas del edificio.
Le habían dado ropa para que se cambiara. Cuando termino, se miro en el
espejo. La camiseta y los vaqueros eran grandes para ella, pero los zapatos le
quedaban bien. Y cualquier cosa era mejor que el uniforme de la cárcel.
Se mordió los labios y lamento no tener mejor aspecto. Jared Walker tenía razón
cuando dijo, dos semanas atrás, que estaba demasiado delgada.
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—¿Y qué hay de lo que yo necesito? Tal vez no necesite que me recuerden lo
que he perdido. Puede que no quiera ayudarte a limpiar tu mala conciencia. Pero
nada de lo que hagas puede devolverme la vida que tú me quitaste.
—No fui solo yo. También estaban los miembros del jurado y…
—Michael Denning los convenció de que yo era culpable —lo interrumpió.
—Ven a cenar conmigo —insistió él—. Iremos a un lugar público.
—Una cena no servirá para…
—¿Eso es un «si»? ¿O un «no»?
—!Esta bien! Esta bien. Te veré aquí a las seis.
Susannah dio media vuelta y se alejo hacía el centro comercial. Estaba bastante
alterada, pero supuso que lograría relajarse antes de que llegara la hora de la cena.
Noventa minutos más tarde, hecho un trago del cappuccino que había pedido y
se lamio los labios para quitarse la crema. Mientras miraba su bebida, sacudió la
cabeza. Había estado una hora de compras y solo había comprado unas pocas cosas.
Así que había decidido descansar un rato y tomarse un café antes de su cita con
Jared. Pero en aquel sitio no tenían café normal y corriente. Solo capuchinos,
irlandeses y unas cuantas combinaciones con nombres extranjeros que ni sabía
pronunciar.
Se sentía tan extraña que se pellizco una mano por ver si estaba dormida. No
era un sueño. Estaba en el mundo real y era libre de verdad.
Miro las bolsas que llevaba y pensó que los precios habían subido mucho en los
últimos años. Había comprado ropa para ir bien vestida a las entrevistas de trabajo,
pero todavía tenía que alquilar un piso, o una habitación, y sus posibilidades no
llegaban a tanto. Al día siguiente iría a una agenda de empleo y empezaría a buscar.
Se miro los elegantes pantalones, que se había dejado puestos. Le quedaban
perfectamente, al igual que la camisa de seda. En cuanto a la chaqueta, de verano,
tendría que aguantar hasta que cobrara su primer sueldo y pudiera comprar algo
más adecuado para los duros meses del invierno de Denver. Si es que se quedaba allí,
por supuesto. Y no iba a decidirlo en ese momento.
Pensó que aceptar la oferta de Jared había sido una buena idea. Por lo menos se
ahorraría el dinero de la cena.
Echo otro trago y se encogió de hombros. Le parecía extraño que fueran a cenar
juntos. Ni siquiera sabía de que podían hablar.
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No quería que Jared le gustara. No quería sentir nada por él, salvo amargura y
hostilidad. No quería olvidar lo que él y su jefe le habían hecho.
—Si pudieras haber estado esta noche con otra persona, ¿a quién habrías
elegido? —pregunto Jared.
Susannah no lo dudo.
—A Marisa Hernandez, mi compañera de celda. Saldrá dentro de un par de
meses… Es curioso. La idea de quedarme sin ella se me hacía insoportable. Es mi
mejor amiga; o más bien, mi única amiga. Y al final ha resultado que he salido antes
que ella.
Se detuvo un momento y cambio levemente la posición del tenedor, hacía la
izquierda.
—Si consigo un trabajo y tengo dinero, podríamos festejar su libertad aquí y
pedir una botella de champan. Sé que le encantaría —dijo con suavidad.
Cuando llego la bebida, Jared alzo su copa.
—Por un futuro brillante. Te deseo toda la suerte del mundo, Susannah.
Ella bebió un poco y asintió. Iba a necesitar mucha suerte.
Unos minutos más tarde, después de pedir la comida, pensó que las cosas iban
mejor de lo que había imaginado. Jared era divertido, y un gran conversador. Le
conto por que le gustaba aquel local y le recomendó unos cuantos restaurantes del
centro. Susannah no dijo nada. Solo escucho y bebió champan.
El camarero llego con los platos y ella sonrió al ver su contenido, dispuesto de
forma ingeniosa. En la cárcel no se molestaban con esas tonterías; servían la comida
sin ton ni son.
—¿Que planes tienes? —pregunto él.
Susannah empezó a comer.
—Mañana empezare a buscar empleo —respondió—. Aunque tal vez debería
haber empezado hoy… ¿qué te parece?
Jared negó con la cabeza.
—Creo que deberías esperar unos días. Acostúmbrate otra vez a la libertad y
descansa —sugirió.
—No me lo puedo permitir. Necesito un trabajo cuanto antes. Tengo poco
dinero.
—¿Ya has encontrado alojamiento?
Ella dudo como si no quisiera responder, pero al final lo hizo.
—No, todavía no. Supongo que esta noche podría dormir en un motel. Si no
encuentro trabajo, no podre alquilarme un piso.
—En mi casa hay habitaciones de sobra…
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Susannah se sobresalto. Pensó que Jared buscaba algo más que limpiar su mala
conciencia. Tal vez, que se mostrara agradecida por haberla sacado de prisión.
—Lo siento, no es una buena idea —continuo él—. Olvida lo que he dicho.
Ella lo miro con ojos llenos de enfado.
—Cenar contigo ha sido un error, y no quiero nada más de ti. Ni te debo nada.
¿Me he expresado con suficiente claridad?
—Cuando terminemos de cenar te dejare en un motel decente y no tendrás que
volver a verme —dijo él.
—Excelente.
Susannah echo otro trago de champan. Vio que la mujer de la mesa contigua le
sonreía.
Probablemente pensaba que Jared y ella estaban celebrando algo bien diferente.
Y durante unos momentos deseo que las cosas hubieran sido diferentes. Estar
allí porque un hombre atractivo la hubiera invitado por algún acontecimiento
especial, como un ascenso o algo parecido. Reirían, bailarían, él la miraría con ojos
llenos de amor y ella volvería a sentir la emoción de saberse querida.
Echaba de menos a Shawn.
Comprendía que la mujer de la mesa mirara constantemente hacía ellos. Jared
era un hombre guapo, elegante y de actitud segura. Supuso que estaría
acostumbrado a que las mujeres se acercaran a él y miro sus manos. No llevaba
anillo, pero eso no significaba necesariamente que estuviera soltero.
—Si te pones en contacto con la prensa, te pagarían una buena suma por tu
historia —dijo.
Ella parpadeo.
—No puedo creer que me sugieras eso. Tú no saldrías bien parado.
—No puedo cambiar lo que paso, Susannah. Para esta noche, todos los
habitantes de Denver conocerán tu historia. Parte de la rueda de prensa de Steve ha
salido en la radio. La he oído mientras te esperaba… —explico—. Hagas lo que
hagas, Michael Denning y yo tendremos problemas.
—¿Por eso me has invitado a cenar? ¿Para intentar congraciarte conmigo?
Él sonrió con arrepentimiento y sacudió la cabeza.
—Dudo mucho que fuera posible. No, sinceramente no quería que estuvieras
sola esta noche.
Susannah sintió un extraño revoloteo en el corazón. Los ojos de Jared eran
oscuros e intensos y brillaban con sinceridad. Cuando sonreía, se le hacían hoyuelos
en las mejillas que enmarcaban sus labios. Y tenía una mandíbula tan fuerte como si
no le asustara nada; ni siquiera equivocarse ante millones de personas.
—¿A tu esposa no le ha importado que me llevaras a cenar?
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Se lo había estado preguntando desde que Jared le dijo que lo habían visto en
San Francisco.
—No lo sabemos. La policía lo esta buscando.
—¿Mato al otro hombre?
—Bueno, las pruebas parecen indicarlo…
—Mira que bien. Condenar a una mujer inocente no os preocupo demasiado.
Pero si se trata de un miembro de una de las familias más ricas de Denver, os lo
tomáis con mucha cautela.
—No voy a discutir ese asunto contigo. No es el propósito de nuestra cena.
Susannah lo miro y jugueteo con la comida. No era tonta; sabía que pasaría
mucho tiempo antes de que pudiera permitirse una cena como aquella y había
disfrutado hasta el último bocado. Pero no podía más.
Jared insistió en pedir tarta de chocolate para los dos y ella se limito a mirar
mientras el camarero servía los enormes pedazos con salsa caliente y helado como
acompañamiento.
—Si me como todo eso me pondré enferma —dijo.
—Lo dudo mucho. A las mujeres les encanta el chocolate…
—Tal vez, pero engordare treinta kilos.
Jared la miro y ella se llevo un pedazo a la boca.
—Estas demasiado delgada.
Susannah hizo caso omiso del comentario. Sabía que tenía razón, pero era un
asunto demasiado personal e intimo para oírlo de sus labios.
Alzo la mirada e intento adivinar sus pensamientos. Se pregunto si seria sincero
al afirmar que solo pretendía enmendar el error que había cometido ocho años antes.
Aunque así fuera, no había forma de enmendarlo.
Lentamente, saboreando cada cucharadita, se comió el postre.
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Capítulo 5
Jared Walker despertó de repente, todavía asustado por la pesadilla. Respiraba
con dificultad, pero poco a poco recordó donde estaba, reconoció los familiares
objetos de la habitación y se relajo hasta volver a la normalidad.
No había sufrido una pesadilla en muchos años. Y aquella había sido tan real
que sus efectos tardaron en desaparecer.
Aparto el edredón, se levanto y camino rápidamente a la ventana. El frío aire
del otoño helo las gotas de sudor que se aferraban a su piel.
Contemplo el paisaje para tranquilizarse. La luz de la luna lo bañaba todo con
una luz gris, sin color, pero consiguió borrar el intenso realismo del sueño. Había
estado persiguiendo a Susannah y a su hijo, acosándolos con fotografías de hombres
con las caras destrozadas a tiros.
Se dirigió a la cocina. Sabía que ya no podría conciliar el sueño, y faltaba tan
poco para el alba que sería mejor que se vistiera y se marchara a trabajar. Además, le
esperaban más informes y declaraciones de los que podía leer en un solo día.
Puso la cafetera y se apoyo en la encimera con los brazos cruzados, mientras
esperaba.
La velada de la noche anterior no había salido como lo había imaginado.
Susannah había estado muy tranquila. Recordó sus miradas de curiosidad a los
clientes, el placer con el que disfruto de la comida y su alegría ante el postre de
chocolate. Hasta llevarla al motel había resultado fácil. Ahora solo faltaba por saber
si le permitiría hacer algo más.
Encendió la luz, se sentó en el sofá y estiro las piernas. Había pasado mucho
tiempo desde el juicio. En aquel entonces, el era un abogado demasiado joven,
demasiado entusiasta y con demasiados deseos de tener éxito. Pero ahora, ocho años
después, estaba cansado y se preguntaba si su labor merecía la pena. Dedicaba sus
días a perseguir delincuentes. Algunos terminaban en la cárcel y otros no. Tenía la
impresión de que sus esfuerzos resultaban inútiles; eran como nadar contra una
corriente creciente e interminable.
Apoyo la cabeza en el respaldo y poso la taza de café en su liso estomago. Steve
Johnson quería la reelección, lo que significaba que había que acelerar los casos y
conseguir condenas para demostrar a los votantes de Denver que el fiscal era
implacable con el crimen.
Sin embargo, eso no cambiaría nada. No serviría para reducir la inseguridad, ni
desde luego detendría a los grandes delincuentes. No tendría más efecto que el de
aumentar las papeletas a favor de Steve Johnson en las urnas.
Abrió los ojos y miro a su alrededor. El salón estaba decorado con buen gusto,
por cortesía de su dueño anterior. Pero aquella casa nunca le había parecido un
hogar; no era como la cabaña. Jared había recorrido un largo camino desde sus
principios en el sur de Denver. Gracias a Noelle, conocía a todas las personas
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importantes del Estado y tenía acceso a todos los círculos del poder. Pero no sabía
para que.
Suspiro y pensó en su matrimonio fracasado. Cuando se caso con Noelle pensó
que lo tenía todo. Iban a esquiar a Aspen, se marchaban a Europa de vacaciones y se
relacionaban con la flor y nata de la alta sociedad. Un día, Jared descubrió que
aquella forma de vida le aburría. Necesitaba más.
Lamentablemente, Noelle no era de la misma opinión.
Lo único bueno de todo aquello era Eric. Jared adoraba a su hijo. Lo quería
ciegamente. Sin reservas, y esperaba que el pequeño lo quisiera del mismo modo y
que no desarrollara el resentimiento que él mismo había sentido hacía su padre. Solo
tenía que asegurarse de no cometer los mismos errores. Cuando Eric creciera, Jared
estaría a su lado para ayudarlo y apoyarlo en todo lo que pudiera. No se refugiaría
en el alcohol ni despreciaría sus sueños. No se dejaría llevar ni se encerraría en los
recuerdos del pasado.
La experiencia con su padre lo había marcado tanto que Jared se obsesiono en
su juventud con la idea de ser alguien. Trabajo, se esforzó, llego a la universidad y
termino la carrera de Derecho. Luego se caso con Noelle y pensó que había alcanzado
todos sus objetivos, pero después comprendió lo que estaba pasando e intento
recobrar el control de su vida. No tenía que demostrar nada a su padre. Solo quería
ser un modelo a seguir para su hijo. La vida no consistía en demostrar nada, y debía
enseñarle esa lección a Eric.
Tal vez había llegado el momento de tomar decisiones.
Termino el café, dejo la taza en la mesa y se levanto. Tenía que vestirse y
marcharse a trabajar.
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Como todos los domingos por la noche, cuando lo llevaba de vuelta a casa,
Jared dio un beso de despedida a su hijo. Eric se alejo escaleras arriba y el sintió una
punzada de cariño en el corazón. Le habría gustado verlo con más asiduidad, pero se
contentaba con aquellos encuentros esporádicos. Noelle era una buena madre y sabía
cuidar del pequeño.
—¿Te apetece un coñac, cariño? —pregunto Noelle.
—No, tengo que marcharme.
—Oh, vamos, quédate un poco más. No subiré a ver si se ha dormido hasta
dentro de unos minutos. Tomate algo. Esta semana he estado muy sola.
Jared se giro y la observo con detenimiento. Estaba preciosa con aquel conjunto
de blusa y falda larga, de color verde. El cabello le enmarcaba la cara con un tono
intensamente rojizo y sus ojos y su piel parecían brillar. Había hecho un gran trabajo
con el maquillaje.
En ese momento recordó una cara bien distinta. No había sabido nada de
Susannah desde que la dejo en el motel unos días antes. Esperaba que lo llamara,
pero el teléfono había permanecido en silencio y nunca había mensajes en el
contestador cuando volvía a casa y lo comprobaba.
Sacudió la cabeza. Se estaba obsesionando con una desconocida.
—Me quedare un rato, pero no quiero coñac. Esta noche tengo que trabajar.
—Siempre has trabajado en exceso —murmuro ella, mientras se servía una copa
y se sentaba en el sofá—. Trabajar demasiado es una forma perfecta de volverse
aburrido. Y tu nunca habías sido aburrido, querido… ¿te acuerdas de cuando nos
casamos?
Jared la miro a los ojos.
—Por supuesto que si.
—Íbamos a tantas fiestas y nos divertíamos tanto…
Era cierto. Jared la acompañaba por el placer de que lo invitaran a las fiestas de
la alta sociedad y porque quería agradar a su joven esposa.
—Pero hemos crecido, Noelle. Seguro que ya no te apetecen tanto como antes.
Jared se sentó a su lado y ella frunció el ceño.
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Era Susannah.
—Te dije que me llamaras si me necesitabas para algo. ¿Qué ocurre?
—Estoy en la comisaria del noreste. Me han parado por la calle, y como no
tengo documento de identidad me han detenido porque creen que me dedico a la
prostitución. Es increíble —protesto—. ¿Podrías responder por mí?
—Llegare enseguida.
Jared confirmo la dirección y colgó.
—Tengo que marcharme —dijo a Noelle.
—¿Y eso?
—Han detenido a Susannah Chapman y tengo que sacarla de comisaria.
Noelle se levanto.
—Vi la información en la televisión y pensé que esa mujer estaría encantada de
salir en los medios, pero parece que me equivoque. ¿Por qué te ha llamado a ti por
teléfono? ¿Y cómo es que tiene tu número? —pregunto.
—Mira a tu alrededor, Noelle. Tienes una casa preciosa y un hijo maravilloso,
sin mencionar tu dinero y todo el tiempo del mundo para gastarlo. ¿Qué harías si
mañana te lo quitaran? ¿Cómo te sentirías si te encerraran en una celda y te
condenaran a perpetuidad por un delito que ni siquiera has cometido?
Ella se estremeció.
—Michael y yo cometimos un error muy grave hace ocho años y una mujer
inocente termino en la cárcel por culpa nuestra. El número de teléfono se lo he dado
yo. Y le he dicho que me llame en cualquier momento si me necesita.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Corregir el pasado?
—Ojala fuera tan sencillo. Pero no puedo devolverle los años perdidos.
—Ni puedes ni tienes porque intentarlo, Jared. Solo hacías tu trabajo. Esas cosas
pasan.
Jared se dirigió a la puerta. La comunicación entre Noelle y él había dejado
mucho que desear cuando acababan de casarse; no tenía nada de particular que
ahora, años después, fuera todavía peor.
—Quería que te quedaras… —dijo ella.
—Lo sé, pero no funcionaria, Noelle. Lo nuestro termino hace tiempo.
—Para mí no.
—Solo estas enfadada porque fui yo quien se marcho. Quédate con Martin; esta
loco por ti y te adora. No juegues con él o también lo perderás.
—Maldita sea, Jared, no quiero estar con Martin si puedo estar contigo.
—No puedes estar conmigo, Noelle. ¿Es que no lo entiendes?
—Pero me amabas…
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Noelle permaneció junto a la puerta, de pie, hasta un buen rato después de que
Jared se marchara. Estaba muy enfadada. Se había arrojado prácticamente a sus
brazos y él se había ido. Le preocupaba más esa bruja que la condena por asesinato
que pesaba sobre ella.
Estaba cansada de esperar. Si Jared no la quería, cortaría todos los lazos con él y
se casaría con Martin. Pero no se lo pondría fácil a su ex marido. Iba a demostrarle
que había cometido un error al tratarla con tanta frialdad.
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Capítulo 6
Jared tardo media hora en llegar a comisaria. Susannah estaba en una sala muy
iluminada, sentada contra la pared y bajo la mirada atenta de un policía uniformado.
Tenía los ojos cerrados y parecía agotada.
Esperaba que los medios de comunicación no llegaran a enterarse de lo
sucedido. Se habían pasado todo el fin de semana intentando localizarlo para hacerle
una entrevista, pero las cosas se empezaban a calmar y la detención de Susannah
podía echar más leña al fuego.
Se acerco al policía y saco su identificación.
—He venido a buscar a Susannah Chapman.
El agente miro la identificación.
—Afirma que no se dedica a la prostitución callejera y que solo pretendía volver
a casa. Pero es difícil de creer, porque estaba en un barrio muy poco recomendable de
la ciudad.
—Si eso es todo lo que hay contra ella, tendrán que soltarla.
—No lleva documentos.
—Porque acaba de salir de la cárcel. ¿Es que no ha visto la televisión esta
semana? Es la mujer a la que liberaron hace unos días. Obviamente no ha tenido
tiempo de sacarse la documentación —explico.
El agente se encogió de hombros.
—¿Hay alguna acusación en su contra? —pregunto Jared.
—No.
—En tal caso, y como abogado suyo, debo pedirle que la liberen.
El agente saco un formulario de un cajón y le pidió que firmara.
—Es toda suya. Pero si la volvemos a encontrar en circunstancias parecidas,
presentaremos cargos —advirtió.
Segundos después, Jared y Susannah salían de comisaría.
—Gracias —dijo ella—. No puedo creer que me hayan detenido por pasear
tranquilamente por la ciudad.
Susannah se alejo inmediatamente de él.
—Espera un momento… te llevare al motel.
Ella miro su coche y suspiro.
—Esta bien. La próxima vez tendré cuidado con los barrios donde me meto.
—¿Y se puede saber que hacías donde te han encontrado? —pregunto, cuando
subieron al vehículo.
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—Nunca me contratarían.
—Deja que pregunte por ahí.
Jared no tenía ningún contacto en tiendas de jardinería, pero estaba dispuesto a
hacer cualquier cosa con tal de ayudarla. Se pregunto que se necesitaría para llevar
una sonrisa a aquellos labios, y supuso que encontrar a su hijo. Ya debía de tener
siete años.
—¿Era niño o niña? —pregunto.
—Niña. Me permitieron que estuviera dos horas con ella… era preciosa. Me
habría gustado que Shawn la viera. Me habría gustado que…
Susannah dejo de hablar. Su dolor era tan evidente que Jared se sintió culpable.
—Dime que es lo que te gusta de la jardinería. Redactaremos un currículo y
veremos lo que podemos encontrar. Aunque falta poco para el invierno y no estoy
seguro de que sea fácil… —dijo él.
Ella lo volvió a mirar con desconfianza.
—Ya me las arreglare.
—Todo el mundo necesita ayuda de vez en cuando —le recordó.
—Esta bien… escribiré todo lo que se me ocurra y te lo daré después para que
me ayudes a redactar el currículo —dijo.
Jared no esperaba que cambiara de opinión tan fácilmente y se llevo una
sorpresa muy agradable.
—Hazlo esta noche. Mañana pasare a recogerte, iremos a desayunar y nos
encargaremos del asunto —afirmo.
Ella asintió. Después, salió del coche, le dio las buenas noches y se alejo hacía la
entrada del motel.
Jared la observo desde el interior del vehículo. Había dado un paso muy
pequeño, pero al menos iba a permitir que la ayudara.
Susannah espero a Jared en el interior del motel. Había escrito todo lo que se le
había ocurrido en una libreta, pero su experiencia con plantas se reducía
prácticamente a las verduras que plantaban a la cárcel y poco más. No sabía casi
nada de flores, por ejemplo, y dudaba que en tales circunstancias le dieran un
empleo.
Además, el día había amanecido cubierto y caía una lluvia ligera. En pocas
semanas empezaría a nevar y llegaría el invierno. Mala época para los trabajos al aire
libre.
Jared llego poco después. Ella vio el coche a través de las puertas de cristal,
camino a su encuentro y subió al asiento del copiloto.
—Buenos días… —dijo él.
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—No lo hago por eso. Es que me parece increíble que seas la misma jovencita a
la que se juzgo en aquella sala —le confesó.
—Ah, si… era tan joven como inocente.
—Solo eras una buena persona que se vio arrastrada por los acontecimientos.
El desayuno llego y dejaron de hablar mientras comían. El teléfono móvil de
Jared sonó poco después y tuvo que contestar. Saco una libreta pequeña, apunto un
nombre, una dirección y un numero y corto la comunicación tras dar las gracias a la
persona que había llamado.
Acto seguido, arranco la pagina y se la dio a Susannah.
—Era mi secretaria. Ha encontrado un vivero que podría tener una vacante.
Esta en el oeste de la ciudad, en una calle bien comunicada. Si quieres, podrías llamar
y pedir una entrevista. Y si les parece bien, te llevaría en el coche.
—No es necesario, gracias.
Susannah se animo un poco. No solo era una oportunidad laboral, además era
una zona que siempre le había gustado.
—Pero te lo debo.
Ella quiso negarse y decir que no necesitaba a nadie. Sin embargo, estaba
lloviendo y la propuesta de llevaría en coche era bastante tentadora. Además, era
cierto que se lo debía. Acepto.
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—Podría intentarlo en Sunset View Terrace. Es un barrio con pisos baratos, pero
son buenos y estan junto al cinturón verde del norte… Ya sé, ya se… llamare a ver si
puedo encontrarle algo…
—Eres un sol, Rose.
—Pues súbeme el sueldo. Ah, y ve a ver a Steve cuando llegues.
Jared sabía que su jefe se enfadaría si supiera que estaba ayudando a Susannah
Chapman. Le había pedido que no llamara la atención y que se mantuviera alejado
de la prensa, pero se sentía culpable y estaba dispuesto a arriesgarse.
Miro por la ventanilla y vio que estaba lloviendo. Susannah todavía estaba en la
tienda, de modo que saco el maletín e intento trabajar un poco. Pero no podía
concentrarse. No dejaba de pensar en el hijo de la ex presidiaria.
Volvió a llamar a Rose y le pidió que organizara una reunión con uno de los
jueces de familia. El era experto en casos penales y no sabía demasiado de esas cosas,
así que necesitaba consejo de un profesional.
La puerta del establecimiento se abrió en el preciso momento en que dejo de
llover. Susannah casi bailaba por la acera. Sonreía de oreja a oreja y estaba tan
radiante como si el frío no le importara nada.
Subió directamente al coche y se sentó a su lado.
—¡Me han dado el empleo! Empiezo mañana, y me pagan más de lo que
esperaba…
—Felicidades.
—Gracias por tu ayuda. No creo que lo hubiera conseguido sin ti. Trabajare casi
todo el tiempo en la tienda, pero también en el almacén… es el edificio grande de allí
—le indico—. Me han dicho que hay que preparar las plantas para la temporada de
primavera y que antes piensan organizar una feria de árboles de Navidad.
A Jared le alegro que estuviera tan animada.
—¿Adonde quieres que te lleve ahora? —pregunto.
—Al motel. Tendré que comprar ropa de trabajo…
Susannah dejo de hablar y Jared la miro un momento. Había sacado una lista y
estaba leyendo las cosas que necesitaba, de manera que se pregunto si tendría dinero
para comprarlo todo.
Justo entonces volvió a sonar el móvil.
—¿Dígame?
—Soy yo, jefe —respondió Rose—. Estaba investigando lo de los pisos cuando
me ha llamado Ron. Resulta que tiene una sobrina en la universidad y que ahora esta
de baja porque se rompió una pierna al caerse por las escaleras. Se ha marchado a
Wisconsin a pasar una temporada y necesita alguien que ocupe su apartamento hasta
su vuelta y le cuide el gato. No volverá hasta el año que viene. Y es gratis… ¿que te
parece?
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Barbara McMahon – El primer día
Capítulo 7
Susannah ya había terminado de guardar sus cosas. Como no tenía maletas
suficientes, tuvo que meter casi toda la ropa en las bolsas de las tiendas donde la
había comprado. Y por si fuera poco, Jared Walker se había empeñado en ayudarla
otra vez.
A decir verdad, no esperaba verlo aquel día. Podía arreglárselas sola. No era
una niña incapaz, aunque a veces lo pareciera. Pero él había insistido y ella cedió.
Ya había empezado a trabajar en el vivero y había descubierto que estar con
Pete Talridge, su dueño, sería un placer. También se había reunido con Christine, la
chica de la pierna rota, y le cayó tan bien como Cacao, el gatito al que tenía que
cuidar. Era la primera vez que tenía un animal domestico y pensó que disfrutaría con
su compañía.
Miro el reloj de pulsera, que había comprado el día anterior, y unos segundos
después sonó el timbre de la puerta.
Cuando abrió, se llevo una sorpresa. Jared llevaba vaqueros oscuros, jersey
negro y chaqueta de cuero. Era un gran cambio en relación con los trajes que solía
llevar. Y junto a él había un niño, Eric.
—¿Preparada?
Susannah asintió y miro al pequeño.
—Eric, te presento a la señorita de la que te he hablado. Susannah, te presento a
mi hijo.
Ella sonrió.
—Encantada de conocerte, Eric… —dijo, antes de mirar a su padre—. No sabía
que vendrías con él. Si quieres puedo pedir un taxi.
—No, en absoluto, Eric y yo pasamos juntos los fines de semana, así que va
conmigo a todas partes. Y nos apetece ayudarte con la mudanza.
En cuestión de minutos, Eric y Jared metieron todas sus pertenencias en el
maletero del vehículo.
Susannah salió de la habitación del motel sin mirar atrás. Iba a empezar una
vida nueva y no necesitaba recuerdos del pasado.
Durante el trayecto, pregunto al niño:
—¿Tienes alguna mascota?
El chico sacudió la cabeza.
—Yo tampoco, pero voy a cuidar de un gato. ¿Que te parece?
Eric rio.
—Los gatos no necesitan niñeras…
—Este si. Ya nos hemos conocido y es muy bonito… y cariñoso.
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A medida que avanzaba la mañana, Susannah se alegro de que Eric los hubiera
acompañado. Exploro el piso, jugó con Cacao y no dejo de hablar en ningún
momento, así que contribuyo a que Jared estuviera más relajado de lo normal.
Como tenía pocas cosas, casi no tardo en guardarlas. Y después de dar de
comer al gato y de cambiarle la arena, no supo que hacer. Además, los Walker no
parecían tener intención de alejarse de su sofá.
—¿Ya has terminado? —pregunto Jared cuando ella entro en el salón.
El piso era pequeño, perfecto para una estudiante pero no para Susannah. Por
suerte, el salón tenía una terraza con una vista preciosa. Y pensó que si hubiera sido
suyo, se habría pasado casi todo el día en la terraza.
—Si. Gracias por haberme ayudado…
—Ven con nosotros. Iremos al zoológico y luego a cenar a una pizzería.
—No creo que…
—¿Cacao también puede venir? —pregunto el niño.
—No, es un gato de interior —respondió su padre—. Se quedara aquí y cuidara
del piso mientras Susannah este fuera. Venga, no te hagas de rogar, acompáñanos…
—No hace falta que te preocupes por mí. Estoy acostumbrada a quedarme sola
—dijo ella.
En realidad, le apetecía ir al zoológico y comer con ellos. Pero también quería
mantener las distancias con Jared. Se estaba acostumbrando a él y empezaba a
depender demasiado de su presencia y de su ayuda. Por no mencionar que Eric le
había caído maravillosamente bien.
—Si no vienes con nosotros, nos quedaremos aquí —amenazo Jared,
cruzándose de brazos.
—Exacto. Nos quedaremos —dijo su hijo, que imito a su padre y también se
cruzo de brazos.
—Esta bien, esta bien, iré…
Susannah se dijo que al fin y al cabo no perdería nada. Se divertiría un poco y
luego se despedirían sin más.
El día resulto ventoso pero soleado, muy típico de noviembre. A lo lejos, las
crestas de las montanas ya tenían nieve; pero en Denver seguía despejado.
El zoológico estaba lleno de gente. Había grupos enormes por todas partes, y
Susannah tuvo la precaución de mantenerse alejada de ellos para no estropear el día
con un ataque de pánico. Supuso que Eric se volvería loco con los monos, pero
curiosamente le gusto más el dragón de komodo. Hizo un montón de preguntas a
Jared sobre la criatura. Y Susannah escucho sus respuestas con cierta sorpresa,
porque Jared parecía saber mucho de animales.
Cuando la miro, él noto su asombro, le guiño un ojo e hizo un gesto hacía un
cartel con explicaciones que Susannah no había visto hasta ese momento.
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Jared había sido uno de los responsables de que terminara en prisión. No quería
sentir nada por él. De repente, solo quería marcharse.
Se levanto de la silla y dijo:
—Tengo que irme.
—¿Por que?
—Porque debo hacerlo —respondió—. Gracias por todo.
—Pero si todavía no hemos ido a la pizzería… —protesto el niño.
—Lo sé, pero no puedo quedarme y…
Antes de que Susannah pudiera terminar la frase, alguien llamo a la puerta.
Jared se alejo y abrió.
—Eric se ha dejado su osito en casa —dijo una mujer, que entro en la casa sin
esperar invitación—. Y ya sabes que le gusta tenerlo cuando se marcha a la cama.
Susannah supo que era Noelle, la ex esposa de Jared. Alta, esbelta, rubia,
impresionante en todos los sentidos. Vestía con elegancia y llevaba una chaqueta de
ante que debía de haberle costado una fortuna. Hasta su nombre era bonito.
—¿Quién eres tú? —pregunto la recién llegada.
—Susannah Chapman —respondió.
Noelle se giro y mire a su ex marido.
—Jared, no sé como se te ocurre tener a mi hijo con esta mujer. Se trata de que
pases tiempo con él, no de que lo utilices para entretener a tus amigas. Si te dedicas a
hacer estas cosas los fines de semana, me lo llevare a casa.
—No, mama, yo no quiero marcharme… quiero quedarme y cenar pizza —dijo
Eric—. Papa ha dicho que me llevaría más tarde a cenar…
—Vamos, Noelle, sabes que tengo derecho a estar con Eric. Y lo que yo haga los
fines de semana es asunto mío. Te lo devolveré mañana, tal y como habíamos
planeado —dijo con tranquilidad.
—No si tienes intención de confraternizar con esta… ex presidiaria. No quiero
que Eric frecuente a ese tipo de personas. Solo es un niño pequeño.
—¡No, mama! ¡Quiero quedarme! —exclamo el niño.
Eric salió corriendo del salón, muy alterado.
—Déjate de tonterías, Noelle. Ya has conseguido enfadar al chico. Susannah es
inocente, ¿recuerdas? Y yo puedo presentar a Eric a quien me parezca más oportuno.
—Que sea inocente no borra el hecho de que ha pasado ocho años en la cárcel,
rodeada de gente poco recomendable. Quien sabe que cosas habrá aprendido en ese
lugar. Ni que clase de venganza esta tramando contra ti. Eric seria un arma perfecta
para hacerte daño —declaro Noelle—. En cuanto a ti, querida, si te vuelves a acercar
a menos de un kilometro de mi hijo, te denunciare.
—¿Denunciarme? No he hecho nada malo —dijo Susannah.
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No podía creer lo que estaba oyendo. Aquella mujer estaba llena de veneno.
—Encontrare una excusa para devolverte a la cárcel, no lo dudes. No voy a
permitir que uses a mi hijo para vengarte de mi marido. Siento que la fiscalía se
equivocara contigo, pero Eric no tiene la culpa.
—Basta ya, Noelle…
—No tengo ninguna intención de vengarme de nadie —afirmo Susannah—. Y
jamás haría daño a un niño. De hecho, estaba a punto de marcharme cuando has
llegado.
Susannah se habría marchado en aquel mismo momento, pero no podía hacerlo
porque Jared y Noelle se interponían en su camino.
—Pues vete. Yo no te detendré.
—Ya es suficiente, Noelle —dijo Jared, enfadado—. Susannah es mi invitada y
debes tratarla con el respeto que merece.
—Oh, vamos, despierta… esta jugando contigo. ¿Como has podido permitir
que se acerque a Eric? Y en tu propia casa. No conoces a esta mujer. No sabes lo que
es capaz de hacer.
Susannah ya había escuchado suficiente.
—No te preocupes por mí. Recogeré mi chaqueta y me marchare.
Susannah se dirigió al armario donde Jared la había guardado.
—No —dijo él—. Quédate.
—¿Cómo? —pregunto Noelle, claramente sorprendida—. No permitiré que mi
hijo siga aquí, expuesto a…. expuesto a cualquier maldad que se le pase por la
cabeza.
—Maldita sea, Noelle, Susannah es inocente. Métetelo en la cabeza.
—Me da igual, Jared. Tengo la custodia de Eric y me lo llevo a casa ahora
mismo.
Cinco minutos después, Noelle y un Eric que no dejaba de llorar se marcharon
del piso. Susannah seguía de pie en el mismo sitio, tan sorprendida por la escena que
ni siquiera podía moverse.
Miro a Jared y se pregunto si habría creído a su ex mujer. Si verdaderamente
creería que pretendía vengarse de él.
—Siento lo sucedido —acertó a decir—. No debí venir a tu casa.
—Por supuesto que debías. Y la culpa no ha sido tuya, sino de Noelle. Se ha
excedido —dijo él—. Si la conocieras como yo, sabrías que tiene tendencia al
dramatismo.
—Bueno, sea como sea, me marcho.
Susannah quería poner tierra por medio. Jared seguía lógicamente enfadado, y
no le apetecía la posibilidad de que dirigiera su ira contra ella.
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—He estado viendo la televisión y sé que los periodistas han dado mucha
importancia a mi caso. Saben que me condenaron a pesar de ser inocente, y es obvio
que tu jefe lo va a aprovechar para asegurarse la reelección en el cargo —declaro
ella—. Pero todavía no he oído tu nombre. Tal vez debería hacer alguna declaración
sobre lo que realmente paso hace ocho años.
—¿Has hablado con la prensa?
—No. Ni siquiera saben donde estoy —respondió ella, entrecerrando los ojos—.
Sin embargo, eso podría cambiar si Johnson no permite que vea a Timothy.
—¿Eso es una amenaza?
A Susannah le molesto que Jared se lo tomara con tanta naturalidad. No parecía
importarle que lo presionara con los periodistas.
—Es una promesa —puntualizo.
—Entonces, hare lo que pueda.
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—Sospecho que ha sido cosa de Noelle. Eric le dijo que íbamos a cenar pizza,
así que habrá adivinado el local y habrá llamado a la prensa. Tenemos suerte de que
solo haya sido un reportero y no todo un equipo de televisión.
Susannah miro hacia atrás.
—Espero que no nos sigan…
—No lo creo.
—No me gustaría que nos siguieran. Si descubren donde vivo, me harán la vida
imposible —afirmo.
—Descuida, no lo descubrirán. Pero siento que nos hayan estropeado la cena.
Podríamos ir a mi casa y pedir que nos lleven algo…
—No, gracias, solo quiero volver a casa.
Ya había vivido demasiadas emociones en un solo día. En aquel momento no
deseaba más compañía que la del gato.
Jared prefirió no insistir y la llevo a su apartamento. Cuando llegaron,
pregunto:
—¿Seguro que estarás bien?
—Si, no te preocupes. Y gracias por el día y por haberme presentado a tu hijo.
Eric es maravilloso. Tienes mucha suerte con él.
—Lo sé —dijo—. Te llamare mañana.
—No lo hagas, por favor. Ya has hecho bastante por ayudarme. Y te lo
agradezco mucho, pero debo arreglármelas sola.
Susannah salió del coche y añadió:
—Adiós, Jared.
Tenía que marcharse tan rápidamente como pudiera. Porque si seguía allí,
corría el peligro de cambiar de opinión.
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Capítulo 8
Jared habría podido estrangular a Noelle. Estaba furioso con ella por su
comportamiento del sábado anterior, tanto por lo que había dicho en el piso como
por haberle enviado la prensa al restaurante. Todavía estaba resentida por el
divorcio, y sabía que si se empeñaba en complicarles la vida a Susannah y a él, podía
hacerlo.
La nota del periódico del domingo fue peor de lo que había imaginado. Habían
publicado varias fotografías de los dos en la página de sociedad, así como un largo
artículo lleno de conjeturas sobre la relación que mantenían. Steve se llevaría un buen
susto. Solo faltaban un par de días para las elecciones, y si eso afectaba
negativamente en los resultados, se enfadaría mucho.
Cuando apareció el lunes por la mañana en el despacho, Rose ya había llegado.
Parecía preocupada.
—Tenemos problemas, jefe.
—Me lo imaginaba. ¿Steve esta de mal humor?
—Si yo estuviera en tu lugar, me mantendría lejos de él.
Jared acababa de colgar la chaqueta cuando Steve apareció en el despacho.
—¿Es que has perdido la cabeza? Mañana son las elecciones. ¿Y como crees que
me has dejado? Como un idiota… —declaro—. ¿Hay algo entre Susannah Chapman
y tú?
—Solo que la lleve a tomar una pizza. No sabía que fuera un pecado.
—Pues lo es. Tu formabas parte del equipo que la condeno y has participado en
su liberación. Salir con ella es tan extraño que la prensa pensara que hay una
conspiración o algo por el estilo.
—Solo tu y dos o tres personas más conocen mi papel en la anulación de su
juicio.
—Cierto, pero mantente alejado de ella. No quiero que pises ni siquiera la
misma calle. La condenaron injustamente y ahora la han liberado. Eso es todo.
Cuanto antes se olvide el asunto, mejor para todos.
—Esa mujer ha perdido ocho años de su vida. No voy a dejarla en la estacada si
puedo echarle una mano —afirmo.
—Llevaría a cenar no es precisamente echarle una mano. Si quieres ponerte
cariñoso entre bastidores, por mi no hay ningún problema. Pero en público, no.
Jared tuvo que contenerse. Steve sabía que lo que hiciera con su tiempo libre era
asunto exclusivamente suyo. No tenía derecho a meterse en su vida, pero prefirió
callar en ese momento por no enturbiar las relaciones en el trabajo.
Además, tenía intención de volver a ver a Susannah. Con o sin su aprobación.
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—¿Harlan?
Eva salía con más hombres de los que Susannah podía recordar.
—Si, un tipo al que conocí el viernes cuando salí con Brett. Deberíamos ir a ese
bar el fin de semana.
—No creo que me apetezca.
—Entonces, ¿cuándo?
Susannah se encogió de hombros.
—Estoy acostumbrándome a vivir otra vez. Pero todavía no estoy asentada.
Vivo en un piso del que tendré que marcharme dentro de unas semanas y podría
perder el trabajo en cualquier momento.
—Dudo mucho que pierdas el empleo. Trabajas muy bien y sabes mucho de
plantas —dijo Eva—. Mira, comprendo que no te sientas cómoda todavía, pero
deberías salir un poco y divertirte.
—Tal vez lo haga cuando las cosas se tranquilicen.
—Ah, ¿has sabido algo de Timothy Winters?
—Jared dijo que la policía lo esta buscando pero que todavía no lo han
encontrado.
En realidad, Susannah no sabía nada nuevo. No había hablado con Jared en los
últimos días.
—Deberían sentirse avergonzados. Cometieron un error gravísimo contigo.
Susannah aferro la taza de café con las dos manos, para calentarse.
—Solo espero que me dejen hablar con Timothy cuando por fin lo encuentren.
—Si es que lo encuentran. Hace ocho años no lo hicieron precisamente bien.
—Pero entonces no lo estaban buscando. Pensaban que había muerto y no se les
ocurrió pensar que podía estar escondido en alguna parte —explico.
—Es un asunto terrible… hablemos de otra cosa —dijo su amiga—. Si no
quieres salir el fin de semana a tomar algo, tal vez podrías acompañarme de
compras. Nos pagan dentro de unos días. Podríamos aprovechar para gastar un poco
en ropa bonita…
Susannah sonrió al pensarlo. Hacía años que no salía de compras con una
amiga. Y aunque no le sobraba el dinero, sabía que se divertiría.
—Me parece perfecto. ¿Cuándo quedamos?
—Si te parece bien, el sábado a las diez de la mañana en el centro comercial de
la calle Dieciséis —respondió—. Daremos una vuelta, comeremos y seguiremos
después. Y ahora que lo pienso, deberías pasar por la peluquería.
—¿Es que no te gusta mi estilo?
Susannah lo dijo medio en broma. En la cárcel llevaban el pelo muy corto, y
aunque le había crecido, no le había prestado demasiada atención.
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—¿Solo eso? Ah… —dijo, más tranquila—. Entonces tendré que llamarlos por
teléfono y decides la verdad, que no sé nada en absoluto.
—Tendrías que haber empezado por ahí.
Noelle recogió el bolso.
—Sera mejor que vaya a arreglar este estropicio. Podrías acompañarme…
—No me necesitas, Noelle.
Antes de que Noelle pudiera hacer algún comentario sobre sus necesidades,
Jared cambio de opinión.
—Este fin de semana me llevo a Eric a la cabaña. Pasare a recogerlo el viernes.
—Pero mantenlo lejos de los delincuentes.
—Susannah Chapman no es una delincuente. Han anulado su condena y puede
ir adonde quiera. Además, es una buena mujer. Algo tímida e insegura, pero buena.
Noelle entrecerró los ojos.
—No me digas que te gusta.
—Lo que yo piense de ella no es asunto ruyo. Pero puedes estar tranquila.
Jamás podría en peligro a nuestro hijo —afirmo.
—En mi opinión, tu relación con esa mujer supone un… conflicto de intereses.
—En eso estas de acuerdo con Steve. Se enfado mucho cuando vio esas
fotografías en el periódico.
—Pues claro. Tuvo miedo por las elecciones —murmuro.
—Pero ha ganado y ya ha recobrado el buen humor.
A pesar de todo, Jared seguía enfadado con la situación. No le gustaba que
Noelle o Steve interfirieran en sus asuntos personales.
Noelle se levanto de la silla. Parecía algo confundida, y él se pregunto por que
se empeñaba en aferrarse a una relación terminada. Martin parecía adorarla y era
evidente que hacían buena pareja. Además, podía ofrecerle la vida que necesitaba.
Pero su ex mujer siempre había sido muy obstinada.
Cuando Noelle se marcho, Jared volvió a la mesa. Sabía que le iría bien con la
policía y que no necesitaba que la acompañara. Sin embargo, no habría ido con ella
en ningún caso.
Se reunió con el juez Creighton y hablaron de la adopción de la hija de
Susannah. Lamentablemente, las noticias no eran buenas. El expediente se había
cerrado ocho años antes y necesitarían una orden judicial para reabrirlo. Solo lo
harían si Susannah presentaba una demanda, pero no se lo concederían si no había
una buena razón para ello.
Jared no le iba a recomendar que la presentara. Tenía pocas posibilidades de
salirse con la suya y se llevaría una terrible desilusión cuando la rechazaran. Debía
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encontrar otro medio de encontrar información, así que se puso en contacto con uno
de los funcionarios del archivo.
Sabía que estaba violando varias leyes, pero le daba igual. Si servía para que
Susannah supiera que su hija se encontraba bien, habría merecido la pena. Él también
habría querido asegurarse si se hubiera tratado de Eric. Tenía derecho a saber. Y
estaba decidido a hacer lo posible por ayudarla.
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Capítulo 9
Media tarde del sábado, Susannah tomo las bolsas y bajo del autobús. Solo
estaba a una manzana del piso, lo cual la animo porque había comprado tantas cosas
que apenas podía caminar. Naturalmente, Eva se había ofrecido a llevarla a casa.
Pero ella había rechazado el ofrecimiento porque sabía que su amiga vivía en el
extremo opuesto de la ciudad.
Hacía un día soleado, pero se había levantado viento del oeste y hacía mucho
frío. Empezaría a nevar en cuanto el cielo se cubriera.
Estaba a punto de llegar al edificio cuando se llevo una buena sorpresa. Jared y
Eric estaban delante del portal, discutiendo. Cuando el niño la vio, dejo de hablar con
su padre y corrió hacía ella.
—¡Hola, Susannah! Llevamos un buen rato esperándote… ¿Sabías que tienes
una canción? Me la han enseñado en el colegio. ¡Y me sé la letra!
—Hola, Eric… ¿La letra de una canción? Vaya, me alegro…
Eric la tomo de la mano y tiro de ella sin prestar demasiada atención al hecho
de que iba cargada con un montón de bolsas.
Jared avanzo con cautela, como si no estuviera seguro de ser bien recibido.
Susannah lo miro y se sintió mejor de inmediato. Se había maquillado levemente y
sabía que el nuevo peinado le quedaba bien, de modo que se sentía más segura.
—No necesito preguntar donde has estado… —dijo él.
Jared se acerco y tomo un par de bolsas para ayudarla.
—He ido de compras con Eva —explico.
—¿Puedo cantar la canción, papa? —pregunto Eric.
—Dentro de un momento, hijo. Hemos venido para ver si nos concedes una
segunda oportunidad…
—Si, pero no estabas en casa —dijo el niño—. Llevábamos siglos esperando…
—De haber sabido que vendríais, os habría dicho que no iba a estar.
—Es culpa mía por no haber llamado. Lo siento —dijo Jared.
—¿Podemos ver a Cacao? —pregunto el chico.
Susannah no estaba segura de querer pasar la tarde con Jared y su hijo, pero no
podía negarse a la petición del pequeño.
—Por supuesto. Le encantara verte.
Entraron en el edificio y unos minutos después Eric ya estaba jugando con el
gato. Susannah llevo las compras al dormitorio y las dejo en la cama. Después, se
detuvo un momento ante el espejo y se miro.
Eva había acertado. El nuevo peinado mejoraba mucho su aspecto y el
maquillaje remarcaba el color de sus ojos.
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Cuando volvió al salón, Eric estaba cantando la conocida canción que llevaba su
nombre. Pero solo sabía la primera línea, la que decía: «Oh, Susannah, no llores más
por mi».
—¿Nos vamos ya? —pregunto el chico al verla.
—¿Nos vamos? —pregunto, sorprendida.
A fin de cuentas, acababan de llegar.
—Si, tu también puedes venir. Hemos venido a buscarte. ¿Puede venir también
Cacao?
Susannah miro a Jared con confusión.
—Hemos venido para invitarte a pasar el fin de semana con nosotros —explico
él—. Tengo una casa a una hora de la ciudad, cerca de Surrey Junction. Nos
quedaremos a pasar la noche y volveremos mañana por la tarde.
La propuesta le pareció sorprendente. Por lo visto, Jared estaba realmente
interesado en ella.
—Es una casa muy bonita —dijo Eric.
—Estoy segura de ello…
—¿Puede venir Cacao? —insistió.
Susannah negó con la cabeza.
—Cacao no es un gato de la calle y tiene que estar aquí. Fuera hace demasiado
frio para él.
—Es una casa normal, no una cabaña en el bosque —dijo Jared—. Tiene tres
dormitorios, así que hay uno para cada uno. Y mañana podríamos dar un paseo
antes de volver a la ciudad… venga, Susannah, estarás de vuelta antes de la noche.
¿Te apetece?
Susannah sintió una mezcla de entusiasmo, excitación y nerviosismo. Miro a
Jared e intento ignorar los sentimientos que albergaba hacía él. Ahora tenía una vida
nueva. Era una mujer independiente y no quería ligarse a nadie.
Pero deseaba pasar más tiempo con él y se llevaba muy bien con su hijo. No
perdía nada por acompañarlos. Como decía Eva, tenía que divertirse un poco.
—Bueno, deja que guarde unas cosas e iré con vosotros.
Mientras guardaba unas pertenencias en una bolsa pequeña, se maravillo por lo
que estaba haciendo. Un mes antes estaba en la cárcel y no tenía esperanzas de salir.
Ahora tenía un apartamento y un trabajo e iba a pasar un fin de semana con un
hombre y su hijo. Sin hacerse preguntas sobre lo que eso significaba.
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—La cárcel no era tan mala cuando hacía buen tiempo —continuo—. Pasaba
mucho tiempo en los huertos. Pero el invierno era muy duro. No podíamos salir.
—Ojala pudiera borrar esos años, Susannah —dijo él—. Siento muchísimo lo
que te ha pasado.
—Pero me has sacado de allí, que es lo que importa —observo—. Esos años son
años perdidos para siempre. No puedo volver al pasado, ni recuperar a mi hija, ni
devolver la vida a Shawn, ni estudiar Magisterio otra vez. Sin embargo, soy libre. Y
aunque no llegues a entenderlo del todo, es una sensación maravillosa.
—Creo que puedo entenderlo. No en el mismo sentido, por supuesto, pero…
bueno, no importa.
—Claro que importa. ¿A que te refieres?
Jared se apoyo en la barandilla del porche y contemplo las montañas.
—Me case con Noelle por varios motivos. Y cuando me divorcie, tuve la
impresión de que había estado en una cárcel que yo mismo me había construido —
declaro—. Ahora soy libre, como tu. E intento no cometer los mismos errores, no
dejarme llevar por cosas que en realidad son intrascendentes.
—No sé si te entiendo…
El se giro y la miro.
—Mi familia no tenía dinero. Estudie en la universidad gracias a una beca y
estaba loco por salir de la pobreza. De hecho, tu caso fue mi primer caso
importante… y no lo hice bien porque estaba demasiado preocupado en impresionar
a Noelle y a su familia.
—¿Para que te aceptaran?
—Algo así. Timothy Winters es primo de Noelle.
Susannah se sintió como si le hubieran pegado un puñetazo en el estomago.
—¿Qué? ¿No se supone que eso sería incompatible desde un punto de vista
profesional? ¿Cómo pudiste trabajar en el caso si mantenías una relación con un
familiar de la victima?
—En aquella época solo estaba saliendo con Noelle. Nos comprometimos más
tarde, en las Navidades de ese año, y nos casamos al verano siguiente. No había
incompatibilidad alguna. Además, yo no tuve mucho que ver con la investigación.
—De modo que os casasteis y las cosas no salieron bien…
—No. De pequeño, siempre quise vivir como los Winters. Envidiaba su suerte y
su dinero, pero la realidad resulto algo diferente… me aburrían las fiestas constantes
y la necesidad de Noelle de estrenar un vestido nuevo todos los días. Yo quería
concentrarme en mi trabajo y ella no me dejaba.
—¿Tan importante es tu trabajo para ti? —pregunto con curiosidad.
—Lo creas o no, me hice abogado para ayudar a la gente. El sistema funciona
casi siempre. No lo hizo contigo, pero…
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—¿Pero?
—Tus circunstancias fueron excepcionales. Si Michael no hubiera estado tan
preocupado por las elecciones, si el juez hubiera sido otro, si tu abogado hubiera
demostrado más profesionalidad… quien sabe lo que habría pasado.
—Me habrían dejado en libertad —dijo ella—. Lo sabes de sobra. Reabriste el
caso por eso. Porque sabías que yo era inocente.
—Lo sospechaba. Pero ahora tengo ocho años más de experiencia y no
cometería los mismos errores. Lo malo es que no puedo cambiar el pasado.
Susannah suspiro y se encogió de hombros.
—Nadie puede cambiarlo. Simplemente tuve mala suerte, ¿verdad?
Eric apareció en ese momento.
—¿No vas a venir a ver mi dormitorio? Luego podríamos ir a dar un paseo…
—No, ahora no, Eric. Falta poco para que oscurezca —dijo su padre.
—Pero dijiste que saldríamos… quiero enseñarle a Susannah el arroyo…
—Ahora no —insistió—. Es tarde.
—¡No es justo!
Eric pego una patada a la puerta de la casa.
—Te diré una cosa… ¿que te parece si ayudas con la cena? —pregunto su padre.
—¿Y tomaremos perritos calientes?
—Por supuesto —respondió—. Espero que te gusten los perritos calientes,
Susannah. A mi hijo le encantan…
—No me extraña. Seguro que su madre no se los sirve a menudo —dijo con
ironía.
Jared y Susannah se miraron y sonrieron. Ella se sentía completamente a salvo
con él. Y deseaba explorar la relación que se había establecido entre los dos.
—Noelle ni siquiera sabría prepararlos. Se llevaría un gran disgusto si supiera
que los comemos…
Susannah rio. No podía imaginar a Noelle Walker en el campo, disfrutando de
unos sencillos perritos calientes.
Un sentimiento de euforia reemplazo a su preocupación anterior. No podía
cambiar el pasado, pero podía disfrutar del presente. Y durante aquel fin de semana,
su presente eran Jared y Eric Walker.
Susannah estaba a sus anchas cuando metieron a Eric en la cama. La cena había
resultado encantadora, a pesar de su miedo a que el pequeño tostara demasiado los
perritos y los quemara.
Había oscurecido y la luz del fuego creaba un ambiente romántico en el salón,
muy tranquilo ahora que Eric se había dormido.
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—¿Por que me has invitado a venir, Jared? —pregunto ella, contemplando las
llamas.
—Porque pensé que te vendría bien un cambio.
—¿Un cambio? Solo llevo un par de semanas en libertad.
—Pero sé que te gusta estar al aire libre.
—Si, es verdad. Detesto estar encerrada.
—Mañana iremos al arroyo. Baja por una de las laderas de la montaña y es muy
bonito. En primavera, cuando se derrite la nieve de las cumbres, lleva tanta agua que
puedes oírlo a un kilometro de distancia.
—¿La propiedad es muy grande?
—Tengo unas cinco hectáreas, más o menos. Dos alrededor de la casa y otras
tres al otro lado de la carretera. No es demasiado, pero sirve para mantenerse lejos de
los vecinos —respondió.
Susannah se puso tensa y camino hasta la ventana para echar un vistazo al
exterior e intentar tranquilizarse. Sin embargo, fuera estaba tan oscuro que no pudo
ver nada.
—No me importaría dar un paseo —dijo.
—¿Ahora? Ya es de noche…
—Bueno, me contentaría con salir al porche.
—Pero hace frio.
—Así disfrutaremos más del fuego cuando volvamos a entrar.
Susannah tomo su chaqueta, se la puso y salió de la casa. La luz del interior
iluminaba los alrededores cuando se apoyo en la barandilla. Pensó en todo lo que
había sucedido y se pregunto como habría sido su vida si Shawn no hubiera muerto.
Seguramente se habrían marchado de la ciudad, sobre todo al saber que estaba
embarazada.
—Espero que estés bien, hija mía —murmuro.
Pensaba en ella todos los días. Y su angustia no había dejado de aumentar
desde que había salido de la cárcel. Ahora era una mujer libre. Se había demostrado
su inocencia y tenía base legal para presentar una demanda e intentar recuperar a su
pequeña. Nada impedía que volvieran a estar juntas, que rieran, que prepararan
perritos calientes en una cocina como la de Jared, que cantaran canciones.
Sus ojos se llenaron de lagrimas. La vida había sido muy injusta con ella. Sabía
que tenía que asumirlo y seguir adelante, pero era difícil.
Unos minutos después, Jared apareció a su lado. Estaba tan perdida en sus
pensamientos que no lo había oído.
—Llevas mucho tiempo fuera. Deberías entrar.
—Entrare enseguida.
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Eric se mostro muy entusiasta cuando por fin salieron a pasear, y no dejaba de
indicarle los sitios que visitaba con su padre cuando llegaba el verano. La
temperatura había bajado mucho y a pesar de la luz del sol tenían que moverse para
no quedarse helados. Pero ella estaba encantada. El paisaje era precioso y se divirtió
mucho.
Por fin, volvieron a la casa, comieron y subieron al coche para regresar a
Denver. Cuando llegaron a la ciudad, Eric pregunto:
—¿Puedo subir a tu piso y ver al gato?
Jared miro a Susannah, que asintió. No tenía ningún deseo de alejarse de ellos.
—Claro que si. Seguramente se sentirá solo y se alegrara de vernos… ¿pero
tienes tiempo?
—Tenemos tiempo de sobra —respondió su padre—. Eric no tiene que volver
con su madre hasta después de cenar.
Susannah observo a Jared y pensó que él tampoco quería poner fin al día.
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Barbara McMahon – El primer día
Capítulo 10
Jared saludo a su secretaria cuando entro en la oficina al día siguiente. Pero
Rose lo miro con una expresión tan tensa que pregunto:
—¿Ocurre algo?
—Me temo que si. Un agente judicial te esta esperando en el despacho.
Jared entro con curiosidad y saludo al funcionario. Tomo los documentos que le
dio y espero a que se marchara para abrirlos. Eran de Noelle. Pretendía cambiar su
acuerdo sobre la custodia del niño y restringir su relación con Eric a visitas
esporádicas, con el argumento de que era una influencia negativa para él. Además, la
orden incluía la exigencia judicial de que se mantuviera lejos de su hijo hasta que el
caso se viera en los tribunales.
No podía creer la actitud de Noelle, ni que hubiera conseguido una orden en
tan poco tiempo. Pero su familia tenía muchos contactos. El juez Perle era amigo de
sus padres y probablemente había hablado con él tras saber que Susannah los había
acompañado a la casa de la montaña. Lamentablemente, había olvidado advertir a
Eric que no le dijera nada a su madre.
Pensó en el beso que se habían dado, pero enseguida se dijo que eso no tenía
nada que ver. No había nada de malo en ello. La responsabilidad era exclusivamente
de Noelle. Y si quería jugar duro, lo harían a su modo.
Descolgó el teléfono y llamo al abogado que le había gestionado el divorcio.
Tras hablar con él, marco el numero de su ex mujer.
—Se porque llamas y no quiero hablar contigo —dijo ella.
—Solo quiero que sepas que he presentado una apelación para que suspendan
la orden del juez. Y pienso pedir la custodia de Eric.
—¿Qué? ¡No puedes hacer eso!
—Puedo y voy a hacerlo. Cuando mi abogado presente los hechos ante el
tribunal de familia, anularan la orden. Y lo de la custodia lo digo muy en serio. Ya no
me voy a contentar con verlo los fines de semana.
—Eres una mala influencia para él.
—Basta de tonterías, Noelle. No soy una mala influencia. Y si piensas
manipular el asunto de Susannah, te advierto que el tiro te saldrá por la culata.
Cuantas veces tengo que decirte que no mato a nadie. Era inocente y anularon el
juicio.
—Sera mejor que hablemos con calma. Pero no por teléfono. Quedemos esta
noche para cenar.
—Estoy ocupado.
—¿Que pasa? ¿Estás viendo otra vez a tu pajarito? —se burlo.
—No voy a hablar contigo de eso. Ni ahora ni en ningún otro momento.
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—Entonces nos veremos en los tribunales. Y que decidan los jueces. Pero no te
vas a salir con la tuya, Jared. Tengo mejores referencias que tu para cuidar de Eric.
Trabajas tanto que ni siquiera tienes tiempo para cuidar de él —le recordó—. ¿Y que
vas a hacer? ¿Dejarlo al cuidado de una niñera todos los días? Yo le puedo dar una
vida de verdad, una vida familiar. La justicia fallara a mi favor.
Noelle colgó antes de que Jared pudiera contestar.
Pensó que su esposa tenía razón en ese aspecto. En efecto, él tenía que trabajar y
no podía estar todo el día con Eric. Aunque fuera una situación normal en la mayoría
de las familias, Noelle era millonaria y además contaba con la ayuda del juez Perle y
con el poder de su familia. Si tenían que elegir a alguien, la elegirían a ella.
Tendría que asegurarse de que su abogado encontraba un juez imparcial. Uno
que no se dejara influir por los Winters. Había llegado el momento de tener un papel
central en la vida de Eric.
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—No lo sé. Quiero respuestas. Por ejemplo, como pudo asesinar a alguien y
permitir que me culparan a mí. Todavía no lo entiendo. Debía de odiarme mucho…
—O eso, o solo quería salvar el pellejo.
Susannah estaba sobre ascuas cuando Jared paso a recogerla alrededor de las
siete. Rose había comprado billetes en el vuelo de las diez a San Francisco.
Abrió la puerta y se dirigió al dormitorio para recoger lo que necesitaba para
pasar el fin de semana en California. No sabía si soportaría estar encerrada en un
avión, y no había comido nada por miedo a sentirse enferma.
—¿Has sabido algo más? —pregunto ella.
—No, nada. Hablare con el departamento de policía cuando lleguemos. ¿Eso es
todo lo que te vas a llevar?
—Si, no necesito nada más. Pero me siento mal por el pobre Cacao. No me
gusta dejarlo solo en el piso.
Salieron de la casa y subieron al coche.
—Bueno, así disfrutara más de tu compañía durante la semana.
—¿Que tal esta Eric? ¿No se ha enfadado al saber que estarás fuera este fin de
semana? —pregunto mientras se dirigían al aeropuerto.
—Esta decepcionado, pero no es la primera vez que hay un cambio de planes.
Lo comprenderá.
—Siempre y cuando no lo decepciones muy a menudo…
—¿Que insinúas?
—Nada. Es que mi padre siempre utilizaba el trabajo para justificar sus
ausencias. O no me quería mucho o no sabía que hacer con una niña.
Jared la miro.
—Si no lo sabía, habría sido mejor que no tuviera hijos.
—No lo sé. Cuando mis padres se casaron, pensaron que tenían toda una vida
por delante. No fue culpa suya que mi madre muriera cuando yo solo tenía cinco
años. De haber vivido, las cosas podrían haber sido muy diferentes…
—La vida puede ser muy dura en ocasiones.
—Si. Supongo que todos nos limitamos a hacer lo que podemos.
—Bueno, se que este fin de semana voy a echar de menos a Eric. Pero esto
también es importante —dijo Jared.
—Te agradezco que me lleves contigo. Seguramente no podre verlo cuando lo
trasladen a Colorado…
—Antes del juicio, lo dudo. Pero después dependerá de él.
—Gracias, Jared.
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Esta vez fue Susannah quien se quedo callada. Le habría gustado pensar que
podían mantener una relación duradera, pero había demasiadas cosas entre ellos,
demasiadas sombras del pasado.
—¿Sigues ahí? —pregunto él.
—Si.
—No te preocupes por lo que piense mi ex mujer. Lo único que importa aquí
somos nosotros. ¿Cómo te sientes tu?
Ella dudo un momento antes de contestar.
—Bueno… me divierto mucho contigo.
—Y yo.
—Tal vez deberíamos dejarlo así.
—O explorar un poco las posibilidades —sugirió él.
—Pensé que estabas harto de relaciones después de tu matrimonio…
—No estoy diciendo que nos apresuremos. Solo digo que me gusta estar
contigo. Y me encanta que vayamos a compartir todo un fin de semana. ¿A ti no?
—Si. Supongo que si.
Susannah se sentía muy atraída por Jared. Pero estaba dominada por la
inseguridad y ni siquiera sabía si conseguiría superar sus miedos y empezar a vivir
otra vez.
—Anda, pide que te suban un vaso de leche caliente e intenta dormir un poco
—propuso Jared—. Te llamare a las ocho de la mañana. Desayunaremos e iremos a
comisaria. Que duermas bien…
—Igualmente.
Susannah colgó el auricular cuando Jared corto la comunicación. Después,
llamo a recepción y pidió que le subieran un vaso de leche caliente. Pero no tuvo el
efecto deseado.
Ya no se trataba únicamente de los fantasmas del pasado, sino de los del
presente. Pensó en el paseo por el zoológico, en Eric, en la casa de la montaña, en él
beso.
Y fue precisamente el recuerdo de los labios de Jared lo que al final la
tranquilizo y permitió que se quedara dormida.
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Jared sonrió.
—Si, me lo han dicho muchas veces.
—No me extraña, porque lo eres —dijo entre risas.
El la miro y pregunto:
—¿Que vas a decirle a Timothy?
—No lo sé, no estoy segura. ¿Sabes lo que me gustaría? Darle un par de
bofetadas. Pero sospecho que no lo permitirían.
—No. Pero si fuera legal, dejarían que tu se las dieras antes que nadie.
—Entonces le preguntare porque me traiciono de ese modo. Sé que no me
apreciaba tanto como a Shawn, pero permitir que me condenaran por asesinato y me
llevaran a la cárcel… eso es demasiado.
—Espero que tenga las respuestas que necesitas.
Cuando les sirvieron el desayuno, Jared pregunto si quería dar una vuelta por
San Francisco después de hablar con Winters.
—No lo sé, la verdad. No sé como me sentiré después de verlo —respondió—.
Es la primera vez que vengo a California y supongo que debería aprovechar la
oportunidad… pero será mejor que esperemos hasta después. ¿Y tú? ¿Ya habías
estado aquí?
—Un par de veces. Es una ciudad muy bonita. Si luego te apetece, te la enseñare
y disfrutaremos del fin de semana antes de regresar a Denver.
—Había pensado que podríamos volver esta misma noche si terminamos
pronto. De ese modo podrías ver a Eric mañana…
—Eric no me espera, así que podemos quedarnos.
—Esta bien. En tal caso, quiero montar en tranvía.
Jared asintió.
—Trato hecho. Te enseñare Chinatown y pasearemos por toda la ciudad… lo
malo es que esta llena de cuestas —le recordó.
—Pero antes, Timothy.
—Desde luego. Antes, Timothy Winters.
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Capítulo 11
Jared y Susannah llegaron a comisaría a las nueve y media exactamente. El
detective Benson los saludo, comprobó los documentos de Jared y los llevo a una sala
de interrogatorios. Para no tener complicaciones, el presento a Susannah como su
ayudante. Habrían tenido problemas si el agente hubiera reconocido su nombre.
—Winters insiste en decir que se llama John Wiley —explico Benson—. Pero
hemos investigado su pasado y no hemos encontrado nada anterior a siete años.
¿Quieren que los acompañe?
Jared asintió.
—¿Ya ha pedido un abogado?
—No, todavía no. Insiste en que nos hemos equivocado de persona. Es un
hombre muy frío, con mucha confianza en si mismo. Denos las pruebas que
necesitamos y lo encerraremos por asesinato.
—Pero habrá que trasladarlo a Colorado…
—El papeleo ya esta en proceso. Si es el hombre que busca, es todo suyo.
Benson abrió la puerta de la sala de interrogatorios y dijo:
—He traído a unas personas que tal vez te conozcan.
Jared siguió al agente y miro a Timothy. No lo conocía bien, pero lo había visto
en una ocasión y pensó que los ocho años transcurridos habían mejorado su aspecto.
—No creo que nos hayamos visto antes —dijo él.
—Tal vez no te acuerdes de mi, pero estaba saliendo con tu prima Noelle
cuando nos conocimos…
Jared se acerco a la mesa y dejo el maletín encima.
—Yo no tengo primas.
—Hola, Timothy. Tal vez no te acuerdes de Noelle, pero seguro que te acuerdas
de mí —dijo Susannah, acercándose.
El hombre palideció al verla y dijo:
—Quiero un abogado.
—Por supuesto —dijo el detective—. Pero antes tendrás que hablar con estas
personas. Han viajado desde Denver solo para verte.
—No. Quiero un abogado ahora mismo.
—¿Quién era el hombre al que mataste? —pregunto Jared.
—Yo no he matado a nadie. Ella lo mato —dijo, apuntando a Susannah—.
Pensaba que estabas en la cárcel. ¿Que haces aquí?
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su alrededor y le pareció extraño que estuvieran en un lugar tan bonito y que su vida
fuera, en comparación, tan difícil.
—Todavía no puedo creerlo. He perdido ocho años de mi vida por la falta de
escrúpulos de ese hombre. ¿Cómo puede haber gente tan miserable?
Jared la tomo del brazo.
—Olvídalo, Susannah. Si te obsesionas con eso, solo conseguirás llenarte de
amargura y emponzoñar tu vida. Ese hombre cometió un error. Todos lo cometimos.
Pero ahora sabemos la verdad y se hará justicia —declaro él—. Tienes que ser fuerte.
—Para ti es fácil de decir. No has perdido ocho años por culpa de un canalla
como ese. Ni has tenido que entregar a tu hijo en adopción.
—Encontrare a tu hija —afirmo.
—¿Qué?
Susannah lo miro con asombro.
—He dicho que encontrare a tu hija. Y me asegurare de que esta bien —añadió,
con tono solemne.
—¿Puedes hacerlo?
Susannah hablo en un murmullo. Para ella era tan importante que ni siquiera se
atrevía a albergar esperanzas al respecto. Pero necesitaba saber que su hija se
encontraba bien y que vivía con una buena familia.
—Técnicamente no, pero al infierno con las leyes… Si puedo localizarla, lo hare
e investigare su situación —respondió.
—¿Y si no está bien?
—Entonces haremos lo que sea necesario por remediar la situación.
—Oh…
Susannah sintió una punzada de dolor. Quería que su hija volviera a su lado,
pero sabía que eso era imposible. Había pasado demasiado tiempo y no tenía
derecho a aparecer de repente y trastocar su vida.
—En cuanto sepa algo, te lo diré —continúo él—. Pero no será hoy… nuestro
vuelo no sale hasta mañana, así que deberíamos tranquilizarnos un poco y disfrutar
del tiempo que nos queda. Venga, Susannah, vamos a buscar esos tranvías…
El resto del día quedo grabado en la mente de Susannah como uno de los
mejores de su existencia. Jared hizo lo posible por lograr que se olvidara de Timothy,
y lo consiguió.
Volvieron al hotel para ponerse ropa más cómoda e inmediatamente fueron en
busca de los tranvías. Ella nunca había subido a uno, y le encanto subirse y apretarse
contra él cuando avanzaban entre los automóviles o tomaban una curva y el
conductor tocaba la campana. Además, las vistas de la bahía de San Francisco desde
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—No es para tanto. En el restaurante chino donde comimos te has portado muy
bien. Pero espera un momento… acabo de acordarme de que a una manzana de aquí
hay un café que tiene terraza. Podemos cenar allí.
—Pero hace frio…
—Eso no importa. Aquí instalan calefactores en la calle para que la gente pueda
comer fuera. Pero si es incomodo, iremos a otra parte.
Minutos más tarde, cuando ya estaban sentados en la terraza, Susannah pensó
que lo de los calefactores era un gran invento. Estaban solos, y las maquinas
calentaban lo suficiente como para no tener frio.
—Magnífico —dijo ella, sonriendo a su acompañante—. Gracias por este día tan
maravilloso. Creo que no lo olvidare nunca.
—Me alegra que te hayas divertido, porque yo me lo he pasado en grande.
Jared estaba tan sorprendido como ella de lo bien que se llevaban. No habían
hecho gran cosa. Solo pasear, ver tiendas, compartir experiencias normales. Justo lo
que nunca había podido hacer con Noelle.
Miro a Susannah. Su felicidad era tan evidente que deseo hacerla feliz hasta el
fin de sus días.
—¿Que vas a comer tu? —pregunto ella, levantando la vista del menú—. Todo
parece tan bueno que pediría un poco de cada plato, pero no me lo podría comer.
—Bueno, te recomiendo que pidas algún pescado fresco, de temporada.
—Pediré pez espada. A mi padre lo trasladaron a San Diego cuando yo tenía
diez años y pasamos una temporada allí. Al principio no quería probarlo porque
estaba convencida de que sería peligroso, pero luego me gusto mucho.
Jared rio y ella lo miro.
—¿Sabes una cosa? No se casi nada de ti. Siempre te cuento historias de mi vida
—continuo ella—, pero tú no dices gran cosa. Yo pensaba que los abogados eran más
comunicativos.
—Oh, es que ya hablo demasiado en mi trabajo….
—No lo dudo, pero ¿por que no hablas más conmigo? ¿O es que siempre eres
así? Anda, cuéntame algo de tu infancia.
—¿De mi infancia? No hay mucho que contar. Crecí en Denver, estudie… y
luego fui a la universidad, saque el titulo de Derecho y empecé a trabajar en la
fiscalía. Mi vida no ha sido nada interesante.
—Es un resumen muy corto. ¿Y que me dices de los amigos de aquella época?
¿Todavía los ves? ¿Que querías ser cuando eras pequeño? Y no me digas que querías
ser abogado, porque sospecho que te habría gustado ser bombero o vaquero.
—Si, claro, quería ser vaquero. De hecho, tenía varios amigos que vivían en
ranchos y se pasaban la vida hablando de caballos y de rodeos…
—¿Y aprendiste a montar?
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El tranvía estaba prácticamente vacío, así que se sentaron en uno de los bancos
y Jared la tomo de la mano. Su piel era tan suave que se pregunto si el resto de su
cuerpo seria igual y decidió pensar en otra cosa. Pero no lo consiguió. Susannah le
gustaba demasiado. Deseaba abrazarla. Besarla. Hacerle el amor durante toda la
noche.
Pero probablemente, ella solo quería volver a su habitación y tal vez darse una
ducha antes de meterse en la cama. Sola.
Maldijo su suerte y maldijo sus emociones. Se sentía como un adolescente en su
primera cita con una chica. Y no quería complicar su relación con el deseo sexual.
Cuando llegaron al hotel, él se encargo de las bolsas. Al pasar por el vestíbulo,
oyeron la música que procedía del bar y volvieron la vista hacía el. Varias parejas
estaban bailando en la pista.
—¿Te apetece tomar algo y tal vez bailar un poco? —pregunto Jared.
Ella estuvo a punto de aceptar. Pero bajo la mirada, observo sus pantalones y su
jersey y negó con la cabeza.
—No estoy vestida para eso.
—Estas maravillosa, Susannah. Se trata de bailar, no de hacer un pase de
modelos…
Jared llamo a un botones, le dio las bolsas y dijo:
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Capítulo 12
Noelle cerro de un portazo y cruzo el vestíbulo hasta llegar al salón.
—¡Maldito sea! —exclamo mientras se servía un whisky.
Aquella noche había oído más tonterías de las que podía aguantar. Había
pensado que ir a la fiesta sería divertido, pero el juez Creighton no había dejado de
interrogarla sobre el súbito interés de Jared por los procesos de adopción de niños.
Luego, su amiga Paulette le había preguntado por la ausencia de Martin e incluso
había insinuado que ya no estaba interesado en ella. Y tres personas afirmaban haber
visto a su ex marido con una rubia; obviamente, con Susannah Chapman.
Siempre había supuesto que Jared y ella volverían a estar juntos. Había
esperado mucho tiempo, con paciencia, y sabía que los últimos meses no habían sido
fáciles para él. Además, su trabajo no estaba tan bien pagado y apenas tenía dinero
para mantener su piso y pagar los caprichos y parte de la manutención de Eric. Pero
Jared no había vuelto a su lado.
Avanzo por el salón, se quito el abrigo y lo arrojo a un sofá con un gesto brusco
pero sin derramar una sola gota de whisky.
Después, se acerco al teléfono y marco su número. Cuando salto el contestador,
colgó. No le gustaba dejar mensajes.
Se pregunto si estaría con aquella mujer y lo maldijo de nuevo. Acto seguido, se
pregunto donde se habría metido Martin y su humor empeoro todavía más. Se
suponía que solo iba a estar una semana en Londres, pero ya llevaba dos y no la
había llamado ni una sola vez.
De repente tuvo miedo. Tal vez era cierto que se había cansado de ella. Y si
Jared no cambiaba de opinión, se quedaría sola.
La idea le pareció insoportable. Apreciaba realmente a Martin. Tenían muchas
cosas en común: los mismos amigos, la misma forma de vida, las fiestas, la vida
social. En cambio, Jared siempre había preferido la casa de la montaña.
—Después de todo lo que he hecho por él, resulta que quiere más a la
naturaleza que a mí —dijo con amargura.
Miro el reloj e intento calcular que hora seria en Londres. Pero no importaba. Lo
que tenía que decir era demasiado importante para esperar.
Marco el numero del hotel donde se alojaba Martin y espero. Contesto al
segundo timbre.
—¿Te… he despertado, cariño? —pregunto.
—¿Noelle? ¿Que tal estas?
Noelle espero un par de segundos. Martin no le había dedicado ninguna
expresión de cariño. Aquello empezaba a ser preocupante.
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—Estoy bien. Acabo de llegar a casa… he estado en una fiesta con la mitad de la
sociedad de Denver. Pero sin ti no era lo mismo. Te echo de menos.
—Las cosas se han complicado un poco. De hecho, ha surgido un asunto
inesperado…
—¿Inesperado? Cuéntamelo todo.
Noelle se aferro al brazo del sofá, hecho un trago de whisky e intento mantener
la calma.
—Pensaba hablar contigo mañana o al día siguiente. Es posible que tarde en
volver a Denver… excepto para hacer las maletas. Me han ofrecido un empleo aquí,
en Londres.
Noelle pensó que el mundo se hundía bajo sus pies.
—¿Londres? Martin, no puedes vivir en Londres.
Martin rio.
—Es una oportunidad fantástica. Sería un estúpido si la rechazara.
—¿Y que hay de mi?
El silencio que siguió fue tan largo que ella se sintió muy incómoda.
—Me refiero a que estábamos saliendo y todo eso… —continúo.
—Noelle, te pedí que te casaras conmigo y nunca me diste una respuesta. He
sido paciente, cariño, pero todo tiene un límite. Creo que la separación será buena
para nosotros. Podremos saber lo que queremos.
—Comprendo.
—Esta es la primera vez que me llamas, de hecho. Empezaba a preguntarme si
habrías notado que me había ido. ¿Que tal esta Jared, por cierto?
—No lo sé. Se ha ido fuera a pasar el fin de semana. Eric esta conmigo.
—¿Y que tal esta Eric?
—Bien. He presentado una demanda para quedarme con su custodia e impedir
que Jared lo vea.
—¿Por que?
Noelle noto la sorpresa en su tono de voz. Tal vez había sido algo impulsiva,
pero no quería que su hijo creciera cerca de Susannah Chapman.
—Jared esta saliendo con una mujer que es poco apropiada para él. Quien sabe
lo que puede pasar si no intervengo. Tenía que proteger a mi hijo.
—¿A tu hijo? ¿O a ti misma?
Noelle apretó el auricular.
—¿A que te refieres?
—No es ningún secreto que quieres que Jared vuelva contigo, aunque no
entiendo porque. Acepta que se ha marchado. Cásate conmigo.
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Jared pensó que disfrutaría más su baja temporal si podía estar con Susannah.
Tal vez siguiera el consejo de Rose y se marchara a la montaña a pasar unos días.
Solo tenía que comprar comida, llenar el frigorífico y los armarios y asegurarse de
que había gas suficiente.
Si Susannah no hubiera empezado a trabajar en el vivero, le habría propuesto
que se marcharan juntos. El fin de semana había sido maravilloso. No habían dejado
de hacer el amor una y otra vez a lo largo del domingo y estaba loco por verla de
nuevo. Pero no sabía como se sentiría. Tal vez se hubiera arrepentido.
Pensó en el pasado y volvió a sentirse culpable por lo sucedido. Michael y él
habían estado tan ciegos que se habían saltado las normas y habían condenado a una
mujer inocente. Sin embargo, ahora tenía algo importante para Susannah. Había
localizado el expediente de su hija. Y con un poco de suerte, le perdonaría sus
pecados.
Se dirigió a la oficina del condado y camino hasta el mostrador de la sección de
archivos. Helen Baylor alzo la mirada.
—¿En que puedo servirle?
—Soy Jared Walker. Me dejo un mensaje durante el fin de semana… ¿ha
averiguado algo?
La mujer miro a su alrededor con desconfianza.
—Si, pero no sé si…
—No ponga expresión sospechosa. Nadie se dará cuenta de que he estado aquí
si se comporta con naturalidad y me trata como a cualquier otra persona.
—Pero podría perder mi trabajo.
—No. Nadie sabrá nada. Descuide.
Helen Baylor saco un papel del bolsillo y lo dejo sobre el mostrador.
—Lo he llevado encima todo el tiempo y me pesaba como si fuera de plomo. Es
todo lo que puedo hacer por usted.
—Muchas gracias.
—Espero que sea de ayuda…
Él asintió y se marcho sin mirar el papel. Por suerte para él, Helen era una
mujer de cierta edad que se había enternecido al conocer la terrible historia de
Susannah. Legalmente, Jared no tenía derecho a pedir información sobre la niña.
Pero el instinto maternal de Helen y su sentido de la justicia habían pesado más.
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Cuando entro en el coche, desdoblo el papel. Solo incluía dos nombres y una
dirección, sin número de teléfono: Bob y Rebecca Bradley. Calle Nicoletti, 7712. Denver.
Saco un mapa de la ciudad y busco la calle. Minutos después, ya estaba en
marcha. Podría averiguar bastantes cosas de la familia con un simple vistazo al
vecindario donde vivían. Y a media tarde, con un poco de suerte, vería a la niña
cuando volviera del colegio. Así podría tranquilizar a Susannah.
Noelle tomo aliento cuando el ascensor llego al piso que quería. Había
ensayado lo que iba a decir. Si Jared tenía la esperanza de seguir viendo a Eric,
tendría que hacerle caso. No iba a rendirse sin presentar batalla.
Además, Martin le había proporcionado el arma perfecta. O Jared cambiaba de
actitud, o se llevaría al niño a Londres.
—Hola, Rose. ¿Jared está en el despacho?
Rose la miro.
—No, me temo que no…
—¿Esta en los tribunales?
La secretaria sacudió la cabeza y frunció el ceño con gesto de inseguridad.
—Bueno, supongo que puedo decírselo… se ha marchado a casa.
—¿A estas horas? ¿Es que está enfermo?
—No. Ojala lo estuviera. Le han dado una baja temporal.
—No lo entiendo. No me había comentado nada…
—Porque ha sido inesperado. Y no precisamente voluntario.
Noelle la miro con sorpresa.
—¿De que estás hablando?
—Creo que ya he dicho demasiado.
—Mira, Rose, Jared y yo nos seguimos llevando bien a pesar del divorcio —dijo,
intentando mantener la calma—. De hecho, he venido a hablar con él sobre…
Susannah Chapman. Sé que esta trabajando en su caso.
Noelle solo lo dijo para confundir a Rose y tirarle de la lengua. Y lo consiguió.
—Si, ese es el motivo de sus problemas con el señor Johnson. Susannah y él
estuvieron en San Francisco este fin de semana, para interrogar a Timothy Winters.
—¿Han encontrado a Timothy?
Noelle empezó a perder la calma. Habían encontrado a su primo y no solo no le
había dicho nada sino que se había marchado a San Francisco con esa mujer.
—Si, llegara a Denver esta tarde. Los papeles del traslado llegaron hace unas
horas. Lo detuvieron el viernes por la noche.
—¿Y Jared tomo un avión para interrogarlo?
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—Si. Al parecer, el fiscal quiere que se mantenga lejos del caso y el desobedeció
la orden.
—Comprendo.
Noelle necesitaba tiempo para pensar. No esperaba un giro tan repentino de los
acontecimientos. Cuando Timothy apareciera en Denver, la prensa saltaría sobre
ellos. Afortunadamente, sus padres estaban en Florida. Y con un poco de suerte
nadie caería en la cuenta de que Timothy era de su familia. Ni la propia Rose parecía
haberlo relacionado.
—Bueno, entonces iré a casa de Jared a hablar con él… Por cierto, no llevo el
teléfono de Susannah Chapman encima. ¿Podrías dármelo?
—Claro…
Rose abrió una libreta y le copio el numero en un papel.
—Espero que Jared descanse un poco —dijo con una sonrisa—. Estoy segura de
que volverá al trabajo la semana que viene, y le toca ir a los tribunales…
—Si, por supuesto —murmuro Noelle.
En cuanto llego al vestíbulo del edificio, Noelle se dirigió a las cabinas
telefónicas. Saco el papel que le había dado Rose y marco el numero.
—Vivero Talridge. ¿Dígame?
—¿Vivero Talridge? —pregunto, sorprendida.
—Si, soy Pete. ¿Que puedo hacer por usted?
Noelle intento pensar. Cabía la posibilidad de que Rose se hubiera equivocado
de numero.
—¿Esta Susannah Chapman?
—Si, espere un momento. La llamare.
—No, no hace falta. Si puede darme la dirección de su casa, iré a verla cuando
termine de trabajar. ¿Sabe a que hora sale?
—A las cinco en punto.
Noelle no tenía intención de esperar tanto tiempo. Miro el reloj y vio que casi
eran las doce. Tal vez pudiera encontrar a Susannah cuando fuera a comer.
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Capítulo 13
Susannah no podía concentrarse. Miro la tierra en la que estaba plantando y se
pregunto si habría puesto fertilizante suficiente. Era como si de repente hubiera
olvidado todo lo aprendido. No dejaba de dar vueltas a lo sucedido durante el fin de
semana. A su extraño encuentro con Timothy y especialmente a la experiencia
amorosa con Jared.
Cada vez que pensaba en ello se ruborizaba. Había sido la noche más
apasionante de su vida. Su relación con Shawn palidecía por comparación.
Y eso le incomodaba.
Shawn había sido su amor. Querían casarse, tener hijos, envejecer juntos.
¿Como era posible que estuviera comparándolo con otro hombre?
Por supuesto, ahora era mayor y había cambiado. Tal vez no fuera una mujer de
mundo, pero había dejado de ser la jovencita ingenua a la que habían condenado.
Ahora sabía mucho más y podía defenderse. Como decía su amiga Marisa, «lo que
no te mata te hace más fuerte».
En ese instante, Eva la miro.
—Si no te conociera mejor, pensaría que estas soñando despierta. ¿Vas a
contarme lo que has hecho durante el fin de semana?
Eva la había estado presionando toda la mañana, pero Susannah no había
soltado prenda.
—Vi a Timothy y no salió muy bien. Pero el resto fue… interesante.
—¿Interesante? ¿Estuviste en San Francisco y solo fue interesante? Deberías
haber visitado todos los bares de la ciudad y haberte soltado el pelo.
—Bueno, me divertí.
—Venga, suéltalo ya…
Susannah la miro.
—Yo nunca pregunto por los detalles de tus relaciones —le recordó.
—Pero si preguntaras, te lo diría —respondió su amiga.
—En la cárcel aprendí a no hacer preguntas.
—Pues tendrás que aprender a hacerlas. ¿Como vas a saber las cosas si no
preguntas? Además, me duele que no quieras hablarme de ti. Quiero ser tu amiga,
pero eres tan reservada… ¿Es que no sientes curiosidad por mi vida? Eso es lo
normal, lo lógico entre personas que se aprecian. Y también es normal que quiera
saber más de Jared Walker.
Susannah volvió a mirar a Eva.
—¿Crees que no quiero ser tu amiga porque no hago preguntas?
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—Tal vez no. Pero pasar ocho años en la cárcel cambia a cualquiera.
—Si, claro. Y también perder a tu hija y a tu prometido.
—¿A tu hija? —pregunto, sorprendida.
—Estaba embarazada cuando me enviaron a prisión. Tuve que entregarla en
adopción porque me condenaron a cadena perpetua. Tu, en cambio, tienes a tu hijo.
Eres una mujer afortunada. Deberías recordarlo para no juzgarme a la ligera. Yo no
tengo nada.
—Por culpa de Jared y de Michael Denning. Yo diría que tienes motivos de
sobra para vengarte de ellos.
—Tal vez, pero no es mi estilo. Además, Jared va a encontrar a…
Susannah no termino la frase.
—¿A quién? ¿A tu hija? Dudo que pueda acceder al expediente de adopción. A
no ser, claro esta, que se salte unas cuantas leyes… como hizo al llevarte a esa
entrevista con Timothy. Es extraño que se comporte de ese modo. Él siempre ha
creído en el sistema legal. Lo de la suspensión le habrá afectado.
—O tu intención de impedirle ver a Eric —puntualizo ella—. Pero ¿que quieres
de mi, Noelle?
—Que te mantengas alejado de Jared. Es mío.
—¿Tuyo? Pensaba que os habíais divorciado.
—Pero no estaremos separados mucho tiempo.
Susannah se pregunto si Noelle estaría loca o si verdaderamente creía que tenía
posibilidades de volver con su ex marido. Sin embargo, no conocía a Jared lo
suficiente. Tal vez hubiera algo entre ellos, algo que no le había contado.
—No confundas su sentimiento de culpabilidad con el amor —continuo
Noelle—. Solo intenta lavar su conciencia. Dile que ya no lo necesitas y desaparecerá
inmediatamente de tu vida. Pero díselo pronto, antes de que sea demasiado tarde.
—¿Demasiado tarde?
—Limítate a hacerlo.
Noelle giro en redondo y se marcho de repente.
Susannah se quedo allí, en el aparcamiento, mirando como se alejaba. Noelle
había conseguido llenarla de dudas, y ahora no estaba segura de que el fin de semana
con Jared hubiera significado algo.
Cuando volvió al trabajo, Eva pregunto:
—¿Tenía algo importante que decir?
—No.
—Pues tienes un aspecto lamentable. Como si hubieras perdido a tu mejor
amiga.
Susannah negó con la cabeza.
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—Mira, no sé que te habrá dicho —añadió Eva—, pero sea lo que sea,
averígualo por tu cuenta y no creas ni una sola de sus palabras.
—Es un buen consejo. ¿Cómo te has vuelto tan sabía? —pregunto.
Eva rio.
—Es gracias a todas esas fiestas a las que asisto. Ahora distingo a una bruja a
varios kilometres de distancia. Podría contarte historias que te dejarían con los pelos
de punta.
Susannah intento prestar atención a su amiga, pero estaba demasiado
preocupada. En cuanto salió de trabajar, corrió al autobús. Quería llegar a casa
cuanto antes para llamar por teléfono a Jared y hablar con él.
Sin embargo, no fue necesario. Acababa de bajar del autobús cuando lo vio,
sentado en el interior de su coche. Había aparcado enfrente del edificio y la estaba
esperando.
Camino hacía el vehículo y llamo a la ventanilla. Él le abrió la portezuela.
—Hola.
—Llegas pronto… —dijo él.
—Es que el autobús ha venido muy deprisa. ¿Que haces aquí?
—He venido a llevarte a cenar. Y esta vez no será una simple pizza. Tengo muy
buenas noticias para ti —respondió.
—¿Has encontrado a mi niña…?
—En efecto.
—No te creo… ¡Cuéntamelo todo!
—¿Aquí?
—No, claro, supongo que no. Subamos al piso. No puedo creer que la hayas
encontrado. Es increíble…
—Subamos y te lo contare.
Salieron del coche y entraron en el edificio. Susannah estaba tan emocionada
que el trayecto en ascensor no le molesto. En cuanto entraron en el piso, se volvió
hacía Jared y lo miro.
—¡Cuéntamelo!
—Es una niña feliz de siete años que esta en segundo de enseñanza básica.
Tiene una sonrisa preciosa —dijo él.
—¿La has visto? ¿Está realmente bien?
Susannah empezó a llorar sin poder evitarlo.
—Eh, no llores… te contare todo lo que se, aunque no es mucho. Pero si, la he
visto. Y la he oído reír y hablar con sus amigos.
—No puedo creerlo…
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—Precisamente por eso voy a todos los actos en los que Eric participa. Hasta
ahora solo ha sido una fiesta de preescolar y otra en septiembre de este año, pero me
he prometido que seré un buen padre.
—¿Noelle también asistirá?
—No lo sé.
—Bueno, por lo menos tu creciste en la misma casa. Nosotros nos mudábamos
cada dos o tres años y nunca tuve un hogar verdadero —comento—. Cuéntame más
cosas de tu infancia.
Susannah quería saberlo todo; conocer todos los detalles, tristes y alegres, de la
vida de Jared. Quería que le hablara de su madre, de la situación de su padre, de sus
amigos, de sus motivos para elegir la carrera de Derecho. Y cuando él empezó a
hablar, fue como si abrieran las puertas de una presa que llevara mucho tiempo
cerrada. Hablaba tranquilamente, entrando en detalles y contestando a todas sus
preguntas.
Así pasaron gran parte de la velada, hasta que terminaron de cenar en el
restaurante chino.
Por fin, el le conto que había elegido la carrera de Derecho después de que a un
vecino lo estafara su casero.
—Vaya, ahora lo entiendo —dijo ella.
—Quería ayudar a la gente y a la justicia. Y a medida que estudiaba, me fui
interesando más y más por los casos penales. Comprendí que en los tribunales
podría hacer algo más que luchar contra pequeños delincuentes como ese casero.
—Así que al final has resultado una especie de caballero andante. Hace ocho
años no lo habría imaginado.
—Bueno, es evidente que no soy perfecto.
—No te preocupes. Eso es agua pasada. Has encontrado a mi hija y para mí es
lo más importante del mundo —dijo con sinceridad—. Vuelve a contarme como es…
Jared le dio todos los detalles. Le dijo que tenía el pelo largo y oscuro, que era
muy bonita y que su sonrisa era maravillosa. Le hablo de su voz y de como se dirigía
a sus amigos. Y cuando termino de hablar, la miro directamente a los ojos.
Susannah tuvo la impresión de que buscaba algo. Tal vez, la absolución. Quizá,
el perdón.
Cuando llevaron las típicas galletas de la suerte, Susannah abrió la suya y miro
el papel que tenía dentro.
—Léelo en voz alta —dijo él.
—«La fortuna premia a los audaces» —leyó ella, arrugando la nariz—. Vaya,
que lastima. Me habría gustado que dijera otra cosa. No sé, algo así como que me
espera un largo y maravilloso viaje…
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Capítulo 14
El miércoles, Susannah se salto la hora de la comida para poder salir antes del
trabajo. A Pete no le molesto en absoluto. Además, sabía que iba a ver al hijo de
Jared.
—Yo tengo tres nietos —le comento—. Dos tocan en la banda del colegio y a
veces voy a verlos. El tercero juega en el equipo de futbol del instituto. Si un día te
apetece ver un partido, dímelo…
—Me encantaría…
Eva tenía razón. Había llegado el momento de abrirse a los demás y mantener
relaciones sociales normales. Si Pete le ofrecía su amistad, la aceptaría.
Jared paso a recogerla a la hora esperada. Eric iba en el coche.
—Hola, Susannah. Voy a ser un indio… —dijo el chico.
—Eso me han dicho. ¿Has estado practicando?
Eric asintió con entusiasmo.
—Si, y hasta tengo que pronunciar unas palabras. Pero no llevare arco y flecha.
La profesora ha dicho que los indios no llevaban armas en las fiestas.
—Y es verdad. En las fiestas no se llevan cosas así.
Jared detuvo el coche en el aparcamiento del colegio, que para entonces ya
estaba lleno de vehículos. Entraron en el edificio y llevo a su hijo con la profesora
mientras Susannah esperaba en el vestíbulo y se dedicaba a contemplar los trabajos
de los alumnos, que decoraban las paredes, y las fotografías.
Sabía que su vida habría sido muy diferente si no la hubieran condenado por
aquel delito. Ahora estaría con su hija, tal vez asistiendo a un acto parecido.
Jared apareció justo entonces.
—Siento haber tardado. Una de las madres se ha acercado y me ha dado una
conferencia sobre preparación de tartas y la necesidad de participar en los actos del
colegio.
Un momento después, cuando entraron en el salón de actos, Susannah se
estremeció. Estaba lleno, abarrotado. No se le había ocurrido pensar que hubiera
tanta gente, y no estaba segura de poder soportar el encierro.
—Ven, hay espacio libre junto a las ventanas. Nos quedaremos de pie —sugirió
él.
Ella tomo aliento e intento controlarse. Los niños empezaron con sus
actuaciones poco después, y Jared se giro para ver como se encontraba.
—¿Todo bien? —pregunto.
Susannah asintió y se concentro en la obra. Era bastante divertida y Eric lo hizo
muy bien. Muchos niños olvidaron lo que tenían que decir, pero a nadie le importo.
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Al final, la profesora invito a todos los presentes a tomar unos refrescos. Jared
paso un brazo por encima de los hombros de Susannah y la llevo hacía la puerta.
—Puedes esperar fuera mientras voy a buscar a Eric. No nos vamos a quedar.
—Así que esta ahí, señor Walker…
Era una mujer joven, que sonrió a Susannah.
—¿Usted es la señora Walker?
—No, es Susannah Chapman —respondió él—. Siento haber olvidado su
nombre…
—Soy Betty Cummings.
La mujer estrecho la mano de Susannah.
—Hace un rato hable con el señor Walker sobre las fiestas del colegio —
continuo—. Vamos a dar una en Navidad y necesitamos que todos contribuyan con
algo.
—¿Le parece bien un par de docenas de magdalenas? —pregunto Susannah,
sonriendo.
—¿Dos docenas? Me parece magnífico.
La mujer lo apunto en una libreta y se marcho. Jared miro a Susannah con
horror.
—No sé hacer magdalenas. Y mucho menos dos docenas…
—Vamos, no puede ser tan difícil.
—En serio. No he hecho magdalenas en toda mi vida.
Ella frunció el ceño. No cocinaba desde hacía años, pero no se le daba mal. A
Shawn siempre le habían gustado sus platos.
—Esta bien, te ayudare.
—Te tomo la palabra. ¿Sabes donde he dejado el coche? Espérame allí… iré a
buscar a Eric y nos marcharemos. He pensado que podíamos cenar en la cabaña. ¿Te
parece bien?
—Me parece perfecto, pero si volvemos esta noche. Mañana tengo que trabajar.
—Bueno, si es un problema podemos quedarnos en Denver. Pero de todas
formas te traería mañana por la mañana.
—No sé. Es que no tengo ropa adecuada para ir a trabajar…
—Podemos pasar antes por tu casa. Venga, espera en el coche. Vuelvo
enseguida.
Jared se marcho y en ese momento una pareja se acerco a Susannah.
—Los niños han estado encantadores, ¿verdad?
Ella asintió.
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—Lo sé, pero no la he visto desde que nació y no puedo dejar de pensar en ella.
Ya no puedo ser su madre. Pero verla, aunque solo sea unos segundos… significaría
muchísimo para mí.
Jared se sintió atrapado. Por una parte comprendía a Susannah y compartía su
angustia; pero por otra, era ayudante del fiscal y no podía permitir que rompiera una
ley que precisamente estaba pensada para proteger a los pequeños.
—Si quieres, te prometo que me marchare de Denver después de verla —
continuo ella.
—¿Como? ¿Marcharte? ¿Por que?
—Porque no tengo nada aquí. Eva es mi única amiga. Cuando mi compañera de
celda salga de la cárcel, me gustaría viajar con ella al sur. No sé, ir a algún lugar más
cálido y empezar una vida nueva.
—Yo soy amigo tuyo…
—Lo sé. Y te lo agradezco.
—¿Que me lo agradeces? —pregunto, incrédulo.
—Si. No tengo muchos amigos, ¿sabes?
Jared no quería que se marchara. Así que propuso que entraran en la casa con
intención de charlar con ella y sacarle esa idea de la cabeza. Sin embargo, ella se
negó.
—No, entra tu. Yo me quedare un rato fuera. No me esperes.
—Puedes sentarte junto a la ventana si quieres…
—No tengo nada en contra de tu casa. Es preciosa, pero las ventanas son
demasiado pequeñas. Y no puedo ver el exterior cuando es de noche. En cambio,
aquí puedo contemplar las estrellas y me siento libre.
—Podría encender la luz del porche…
—No, estaré bien. Aquí se respira una tranquilidad increíble… es un lugar
maravilloso. Si fuera mío, no saldría nunca de aquí.
Jared pensó en la posibilidad de mudarse a la cabaña. Sabía que a Eric le
encantaría, y si conseguía la custodia compartida, prefería criar a su hijo en el campo
en lugar de hacerlo en un piso de la ciudad. Además, sería perfecto para Susannah.
Porque ya no podía imaginar su vida sin ella.
—Piensa en lo que te he pedido, Jared. Solo quiero verla.
—¿Y si no estoy de acuerdo?
Ella se encogió de hombros.
—Entonces no la veré. No te preocupes, no tengo intención de sacar el tema
cada vez que nos veamos —le aseguro.
—No se… No estoy seguro de que sea lo apropiado.
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Jared sabía que no era una respuesta satisfactoria, pero era la única que podía
darle por el momento.
Estaba confundido. No solo por el asunto de su hija, sino por sus sentimientos
hacía Susannah. Creía haberse enamorado de ella, pero también se había enamorado
de Noelle y su relación había fracasado. Ni siquiera sabía si querría vivir con él. Y no
sabía que hacer para convencerla. A no ser que le propusiera el matrimonio.
—Empiezo a tener frio. Sera mejor que me vaya a la cama —dijo ella entonces—
. Buenas noches, Jared.
El se quedo en el porche, pensando. Ni había tenido ocasión de pedirle que se
casaran ni, por lo visto, iban a hacer el amor.
La vida podía ser muy complicada.
Susannah pasó el día de Acción de Gracias con Eva. Las dos amigas se
divirtieron tanto como cuando salieron de compras. Eva era una gran cocinera, e
insistió en que se llevara la comida sobrante cuando terminaron de comer.
Sabía que Jared estaba con Noelle. Le había dicho que ese día tenían la
costumbre de comer juntos, con Eric. Ella lo comprendió perfectamente, aunque en el
fondo todavía le preocupaban sus posibles sentimientos hacía su ex mujer.
Pero fuera como fuera, el día resulto perfecto. Aprovecho para tomarse libre el
viernes e hizo algo que nunca habría imaginado: volver voluntariamente a la prisión
estatal de Colorado. Vio a Marisa, la informo de todo lo sucedido e hicieron planes.
Marisa iba a salir a principios del año siguiente, y Susannah quería alquilar un piso
con ella si decidían permanecer en Denver.
Sin embargo, su verdadero deseo era otro. Esperaba que Jared la quisiera tanto
como ella a él. Ya había dejado de compararlo con Shawn y de sentirse mal por
querer estar a su lado. Había comprendido que una mujer podía tener varios amores
y que cada uno podía ser único e importante.
Jared no dejo de llamarla durante las semanas siguientes. Salían a cenar y se
veían los fines de semana con Eric. Pero su relación no parecía avanzar más allá de la
amistad. Ni él ni ella intentaron volver a acostarse.
Por fin, un miércoles por la tarde, Jared la llamo al trabajo.
—Hoy voy a volver pronto a casa. ¿No podríamos hablar entonces? —pregunto
ella.
—No, esto es urgente. Pasare a recogerte. Si llego un poco tarde, espérame… no
subas al autobús.
—Esta bien. Te esperare en la calle.
Jared apareció unos minutos después de las cinco y ella subió al coche. No lo
había visto desde el domingo anterior y le encanto que quisiera verla en mitad de la
semana.
El arranco y se dirigió hacía el apartamento de Susannah.
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—Bueno, es normal que las madres se preocupen por sus hijos, Eric —dijo
Susannah.
Miro a Jared y se pregunto si no habría propuesto que se quedara esperando en
el apartamento para evitarle otro encuentro con Noelle. Era lo más probable.
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Capítulo 15
—Hoy es la comparecencia ante el juez, ¿verdad? —pregunto Eva el lunes por
la mañana.
Susannah asintió y se concentre en el trabajo. No tenía ganas de hablar con
nadie. El fin de semana había sido muy intenso. Primero había conocido a su hija, y
luego había estado con Jared y había vuelto a sentir sus viejos miedos sobre el futuro.
Todavía pensaba que solo quería estar con ella porque se sentía culpable.
—¿Por que no has ido a los juzgados? —pregunto su amiga.
Susannah la miro.
—Porque no quería pedir otro día libre en el trabajo.
—Tonterías. Dame otra excusa.
Susannah se limpio las manos y asintió.
—Es verdad, son tonterías. No he pedido el día libre porque no confió en mí. Si
hubiera ido al tribunal, habría montado una escena. No puedo olvidar lo que
Timothy me hizo. Si esas personas no lo hubieran visto en San Francisco por
casualidad, yo todavía estaría en la cárcel y él seguiría viviendo a lo grande.
—Razón de más para asistir y asegurarte de que se hace justicia.
—Hoy solo era la comparecencia. Me llamaran como testigo cuando empiece el
juicio. Ya he hablado con Pete y me ha dicho que no hay problema…
—De todas formas, no deberías esperar. Venga, márchate. Yo te cubriré el resto
del día.
—¿En serio?
—Por supuesto. Ojala pudiera acompañarte y arrojarle huevos podridos o algo
así.
Susannah rio.
—No estaría mal. Timothy cubierto de huevos…
—Le estaría bien empleado. Y unos cuantos tomates tampoco estarían mal. Lo
mínimo que debería hacer ese hombre es disculparse en público —dijo—. Por otra
parte, conviene que estés presente para que no intente alguna jugarreta legal.
—No, Jared me ha prometido que no tiene escapatoria. Pero hoy solo va a
comparecer ante el juez —explico.
—Da igual, ve de todos modos.
Ella sintió.
—Esta bien, iré.
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Susannah miro la hora. Todavía era pronto. Tenía tiempo de ir a casa, cambiarse
de ropa y marcharse al tribunal. El proceso ya habría empezado para entonces, pero
eso carecía de importancia.
Cuando llego, casi eran las once. Tuvo que preguntar para que le indicaran la
sala de la vista y sintió cierta aprensión cuando avanzo por los anchos corredores del
edificio. No podía dejar de pensar en el tribunal que la había condenado.
Entro en la sala, se sentó cautelosamente al fondo y contemplo la escena. Steve
Johnson estaba hablando con el juez, presentando el caso. Jared se encontraba en la
primera fila en compañía de Noelle y de dos hombres con traje que tal vez fueran
familiares suyos o abogados.
Había pocos espectadores, pero tantos periodistas que la sala estaba
prácticamente llena. Sin embargo, los fotógrafos tenían tapados sus objetivos. Era
evidente que el magistrado había prohibido las fotografías en la Steve hizo una
magnífica exposición de lo sucedido ocho años atrás. Hablo de la relación de Todd y
Timothy Winters y de la posibilidad de que el primero fuera el hombre al que habían
asesinado. Después le toco el turno al abogado de la defensa, pero no tuvo éxito y el
juez se negó a dejarlo en libertad bajo fianza.
Cuando la vista termino, los periodistas se abalanzaron sobre Timothy, su
abogado y el fiscal. Algunos se dirigieron al banco donde estaban Jared y Noelle y
empezaron a interrogarlos. Susannah salió a toda prisa por miedo a que algún
miembro de la prensa la reconociera. No había pensado en ese peligro y no quería
arriesgarse.
Pero se escondió tras una de las altas columnas de los corredores y espero a que
Jared y Noelle pasaran por delante.
—No voy a hacer declaraciones —oyó que decía Jared.
—No tengo nada que decir —añadió Noelle, que se aferraba a su ex marido.
Ahora que ya habían salido, los periodistas empezaron a hacer fotografías.
—¿Es cierto que van a volver a vivir juntos? —pregunto un reportero—. ¿El
asunto de Timothy Winters ha servido para unirlos de nuevo?
—Sin comentarios —dijo Jared.
—Es posible que en el pasado hayamos tenido nuestras diferencias —respondió
Noelle—. Pero con los problemas familiares, nos unimos.
—Entonces, ¿estan juntos otra vez? —pregunto otro.
—Vámonos, Noelle —dijo Jared con expresión de pocos amigos.
—¿Y que hay de Susannah Chapman? ¿Que tiene que decir sobre todo esto?
—Haremos todo lo posible para ayudarla —dijo Noelle—. Tuvo muy mala
suerte.
Susannah presto atención para oír lo que Jared tenía que decir, pero el grupo se
alejo y con el desapareció el tumulto.
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Solo entonces, se dirigió a las escaleras. Por lo menos, ahora ya sabía lo que iba
a pasar. Había visto a Steve en acción y tenía la seguridad de que obtendría una
condena. Pero le preocupaba su testimonio en el juicio. También había visto a los
periodistas y sabía que no controlaría la situación tan bien como Jared y Noelle.
De camino a casa, empezó a pensar en las preguntas de los periodistas. Noelle
era perfectamente capaz de mentir para salirse con la suya, e intento recordar que
Jared no quería volver con su ex mujer. Pero de todas formas, se preocupo. Por
mucho que intentara negar sus sentimientos, se había enamorado de él. No tenía
ninguna duda. Y la idea de perderlo le resultaba insoportable.
Llego a casa a primera hora de la tarde. Se cambio otra vez y salió a dar un
paseo. El tiempo era terrible y en el parte meteorológico habían dicho que iba a nevar
por la noche, pero no le importo. Por desagradable que fuera el viento y la
temperatura, la perspectiva de quedarse en casa era todavía peor. Ella llevaba su
propia tormenta dentro.
Camino hasta el agotamiento y dio media vuelta. Entonces, pensó en Molly y se
pregunto si querría verla en el futuro, tal vez cuando pasaran diez u once años más.
—¿Donde estaré entonces? —se dijo en voz alta.
Hacer planes y pensar en sitios donde vivir no sirvió para borrar a Jared de su
pensamiento. Solo había querido a dos hombres en toda su vida. Al primero, a
Shawn, lo había perdido por culpa de Timothy Winters. Y al segundo podía perderlo
por culpa de su prima, Noelle.
El destino podía jugar muy malas pasadas.
Cuando por fin volvió al piso, se preparo algo de comer y se sentó delante del
televisor.
Se sentía sola y echaba de menos al hombre que amaba. Solo entonces, noto que
la luz del contestador estaba parpadeando y pulso el botón. Pensó que tal vez fuera
algún amigo de Christine, que no sabía que había sufrido un accidente y que se
encontraba temporalmente fuera de la ciudad.
Pero no había un mensaje, sino dos. Y los dos eran de Jared. En el primero, le
pedía que lo llamara por teléfono. En el segundo, le explicaba lo que había sucedido
en la comparecencia matinal en los juzgados.
Susannah los escucho y se sentó otra vez. Hasta que el teléfono empezó a sonar
y supo quien era.
—¿Dígame?
—He intentado localizarte —dijo Jared sin preámbulos.
—Acabo de llegar a casa.
—Timothy ha declarado esta mañana.
—Lo sé. He estado allí.
—¿Has estado? No te he visto…
Ella ya lo sabía. No la había visto porque solo tenía ojos para Noelle.
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—Estabas con Noelle y luego se han acercado los periodistas, así que he salido
de la sala. No imaginaba que la prensa estaría presente. Ni tu ex mujer, por cierto.
—Ha ido para mostrar apoyo a su familia.
Su madre y su padre volverán a tiempo de asistir al juicio. Es un asunto
desagradable para ellos.
—Discúlpame si no lo lamento —dijo con ironía—. Ahora tengo que colgar.
Susannah corto la comunicación y se dirigió a la pequeña cocina del piso con
intención de prepararse algo caliente.
El teléfono empezó a sonar otra vez, pero no contesto.
—Lo siento, Jared —dijo en voz alta—. No eres mi jefe y no tengo por que
hablar contigo.
Jared llamo tres veces más mientras ella comía. Susannah pensó que era un
hombre muy tenaz, pero siguió sin contestar. Y cuando termino de comer, se levanto
para servirse un poco de helado.
Media hora más tarde, se sentía tan sola que pensó que debería haber llamado a
Eva para ver si quería salir a tomar algo. Pero supuso que tendría ganas de divertirse
y no de escuchar la triste historia de su vida.
Poco a poco, se fue llenando de ira. Odiaba a Timothy, a Michael, a la familia de
Noelle y al propio Jared. Sabía que una condena serviría para mitigar su
resentimiento hacía el mundo y que quizá, algún día, podría superar el pasado y
seguir adelante. Pero de momento, se aferro a su enfado. Era menos doloroso que la
depresión.
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Noelle caminaba de un lado a otro. Jared le había prometido que la llamaría por
teléfono, pero no lo había hecho. Necesitaba hablar con él para trazar un plan y librar
a su familia del desastre que se le venía encima con el asunto de Timothy. Jared tenía
que proteger a su hijo. Era sangre de su sangre. Y sin embargo, se había negado a
hablar con la prensa durante la vista en los juzgados.
Estaba muy enfadada con su primo por haberla metido en ese lio. Pero por otra
parte, podía aprovechar la situación. Era la oportunidad perfecta para demostrarle a
Jared que había cambiado y que debían volver a vivir juntos.
Sin embargo, antes tenía que quitarse su manía de hacer de defensor de causas
perdidas. Sobre todo en lo relativo a esa mujer. No podía negar que Susannah
Chapman había pasado por una experiencia muy dolorosa, pero no era culpa de él.
El culpable era Michael Denning, no Jared. Él ya había hecho bastante por ayudarla.
Demasiado incluso.
Debía convencerlo para que se alejara de Susannah y se concentrara en su hijo y
en ella. Pensó en la posibilidad de pedirle un favor a Steve Johnson. Era arriesgado
porque no conocía bien al fiscal, pero merecía la pena.
En ese momento sonó el teléfono y pensó que sería Jared. Pero se equivocaba.
—¿Dígame?
—¿Noelle?
—Martin, que sorpresa… ¿No es un poco tarde en Londres?
—Estoy en Denver. Me quedare unos cuantos días para arreglar mis asuntos y
hacer el traslado de mis cosas. ¿Quieres cenar conmigo esta noche?
—Tengo planes. Si hubiera sabido que ibas a estar aquí…
—Lo comprendo. Siempre has sido una mujer muy popular. ¿Y mañana?
Noelle no tenía nada que hacer al día siguiente, pero albergaba la esperanza de
que Jared la llevara a cenar o se presentara en la casa para ver a Eric.
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Susannah se llevo una sorpresa cuando Jared la llamo al trabajo al día siguiente.
Obviamente se había cansado de dejar mensajes en el contestador y había preferido
localizarla a través de su jefe.
—¿Sí?
—Te llamo para invitarte a cenar.
—Estoy ocupada —dijo, mirando a Pete.
—Todavía no he dicho cuando…
—No importa.
—¿El viernes por la noche? Tengo que hablar contigo.
Por suerte, Pete salió del despacho en ese momento y cerro la puerta.
—Estaré ocupada el viernes y el resto de mi vida. Gracias por todo lo que has
hecho por mí. Por el trabajo, por el piso, por localizar a mi hija y conseguir que la
viera —dijo—. Pero no creo que tenga sentido que nos veamos más. Yo tengo mi vida
y tu tienes la tuya.
—¿Se puede saber que te pasa, Susannah?
—Nada. Me ofreciste tu ayuda y la acepte. Pero ya no la necesito. Tu deuda esta
pagada con creces.
—No he ayudado porque me sintiera en la obligación… —dijo, frustrado.
—¿Ah, no?
Jared tardo unos segundos en hablar.
—Bueno, tal vez al principio. Pero solo entonces.
—Sea como sea, ya da igual. Y ahora te dejo. Tengo que volver al trabajo.
—Cena conmigo para que podamos hablar…
—No tenemos nada de lo que hablar. Gracias por ayudarme.
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Capítulo 16
Susannah arreglo las ramas del árbol de Navidad para que tuviera el mejor
aspecto posible. Habían pasado dos semanas desde su conversación con Jared y el
invierno ya había llegado. Los días eran demasiado cortos y las noches demasiado
largas para pasarlas sola y preocupada.
Lo echaba de menos. Extrañaba su compañía y la de Eric. Los quería mucho, y
se preguntaba si alguna vez pensarían en ella.
Había salido varias veces con Eva y todas se había aburrido. No le gustaban los
bares ni los conciertos ni sus amigos. Y desde luego no le gustaba el efecto del
alcohol. La próxima vez que la invitara a salir, se negaría.
Pero ahora tenía otros problemas. A pesar de las Navidades, con la llegada del
invierno el negocio bajaba bastante y no había mucho que hacer. Tenía suerte de que
Pete la quisiera en el vivero, aunque sabía que solo le había ofrecido el empleo por
hacerle un favor a Jared.
Durante las largas noches, cuando no podía dormir, hacía planes. La semana
anterior se había sacado el carnet de conducir con el coche de Eva y había abierto una
cuenta bancaria para sus ahorros. Cuando Christine volviera al apartamento, tendría
que buscar otro lugar donde vivir.
También había empezado a escribir un diario, con la esperanza de que algún
día Molly preguntara por ella y quisiera conocerla más a fondo. E incluso se había
puesto a cocinar, pensando que tal vez podría conseguir un empleo de cocinera si
Pete decidía renunciar a sus servicios. Si le salía bien, llevaba la comida al trabajo y la
compartía. Si le salía mal, la tiraba a la basura o acababa en las fauces de Cacao.
Hasta pensó en la posibilidad de marcharse a vivir a un rancho. No tenía
experiencia, pero podía aprender.
Aquella tarde, cuando bajo del autobús y se dirigió a casa, hacía viento y
amenazaba lluvia. Pero eso no fue lo peor. Noelle la estaba esperando en el portal.
—Hola —dijo la mujer al verla.
—¿Que quieres? —pregunto Susannah.
—Hablar contigo si tienes un momento.
Noelle la miro de los pies a la cabeza.
—No creo que tengamos nada de lo que hablar.
—No, supongo que no. Pero Martin ha dicho que debía intentarlo. Me voy
mañana a Londres.
—¿Quien es Martin?
Noelle arqueo una ceja.
—Ah, vaya, así que sientes curiosidad… llame al vivero y me dijeron que ya
habías salido. Invítame a tu casa y te lo contare.
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Susannah dudo. Pero sentía curiosidad y no tenía nada que perder, así que
acepto.
—Esta bien, puedes subir. Pero solo si no te quedas mucho tiempo.
—Si me quedara mucho tiempo, aprovecharía la ocasión para enseñarte buenos
modales —ironizo Noelle.
Entraron en el edificio y se dirigieron al ascensor. El perfume de Noelle lo
invadió enseguida. Entonces, noto que Noelle llevaba un gran anillo de diamantes,
como los que se regalaban para los compromisos matrimoniales, y se sintió enferma
al pensar que se iba a casar de nuevo con Jared. Seguramente se marchaban a
Londres de luna de miel.
Cacao se acerco corriendo cuando abrió la puerta del piso. Susannah lo acaricio
y Noelle se aparto y echo un vistazo a su alrededor.
—Es un piso muy coqueto —dijo antes de sentarse en el sofá.
Susannah se quito la chaqueta y se sentó en una silla.
—Di lo que tengas que decir y márchate.
—Nunca lo entenderé…
—¿A que te refieres?
—No sé que ha visto Jared en ti.
—Nada. Es su sentimiento de culpabilidad.
—No lo creo. Pero bueno, Martin ha dicho que debía venir y he venido.
—¿Y quién es Martin?
—Mi prometido —respondió, enseñándole el anillo.
—¿Tu prometido? No entiendo nada. ¿Y que pasa con Jared?
—Lo he intentado todo, pero no funciona. Te quiere a ti.
Susannah la miro con asombro.
—Pensaba que volvería a mi lado cuando Timothy llego a Denver, pero me
equivoque. Dice que lo que le pase a mi familia es asunto nuestro. Que ese hombre
ya ha hecho bastante daño.
—Lo dice porque lamenta de verdad lo que me paso.
—No es solo por eso. Pero de todas formas, Martin cree que debo hacer un
esfuerzo para aclarar las cosas entre nosotros. Por eso he venido a verte. Me marcho
por la mañana.
—A Londres…
—En efecto. A Martin le han ofrecido un empleo allí. Además, estaremos cerca
de Paris y de Ámsterdam y sé que será divertido.
—¿Te llevas a Eric?
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—No, se queda con Jared. Lo voy a echar de menos, pero tiene que seguir con
sus estudios. Y mi ex marido cuidara bien de él. Lo adora.
—Eso ya lo sé. Eric es un gran chico.
Noelle asintió.
—Desde luego, aunque un poco obstinado en ocasiones. Siempre me sorprende
que Jared quiera pasar tanto tiempo con él después de la experiencia que tuvo con su
padre…
—¿Por que lo dices?
—Porque ese hombre era un borracho incapaz de cuidar de nadie. E incluso le
pegaba. El pobre Jared tuvo una infancia terrible.
—Si, recuerdo que me hablo de ello. Pero dime una cosa, ¿por que has venido
exactamente?
—Para decirte que puedes quedarte con mi marido.
—No es un objeto que puedas regalar.
—Bueno, entonces lo planteare de otro modo. Tienes mis bendiciones —dijo
Noelle—. Pensaba que te llevarías una alegría…
—No. Jared solo me ayudo porque se sentía culpable. Y cuando encontró a mi
hija, pensó que ya había pagado su deuda.
—¿Encontró a tu hija?
Susannah lamento habérselo dicho.
—Ya te dije que estaba embarazada cuando me enviaron a prisión. Tuve que
entregar a la niña en adopción —explico.
—Y Jared la ha encontrado… realmente extraordinario. El gran amante del
sistema legal se dedica a romper las leyes solo para ayudarte.
—No ha roto ninguna ley.
—¿Ah, no? Se ve que no conoces el sistema legal. Para encontrar a tu hija habrá
tenido que burlar varias disposiciones. Y eso siempre es un riesgo.
Susannah no dijo nada. Hasta entonces no había sido realmente consciente del
peligro que Jared había corrido.
—En fin, tu sabrás lo que haces —dijo Noelle, levantándose del sofá—. Ya
encontrare la salida.
Antes de marcharse, Noelle abrió el bolso y saco un papel, que le dio.
—Supongo que no recuerdas el camino, así que te lo he apuntado todo. Es la
dirección de la casa de Jared en la montaña. Deberías ir a averiguarlo.
—¿A averiguar que?
—Si realmente solo se siente culpable o si hay algo más entre vosotros.
Acto seguido, Noelle se marcho.
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Susannah siguió las indicaciones con sumo cuidado. Apretó el volante con las
dos manos y tomo el carril de la derecha, dejando que el resto de los coches la
adelantaran. Todavía se sentía insegura cuando conducía y no quería correr
demasiado.
Tomo la desviación que llevaba a la cabaña de Jared y volvió a comprobar los
datos. Nada le resultaba familiar. Tal vez porque había nevado y no había referencias
claras además de unas cuantas casas dispersas y de los vehículos que pasaban de vez
en cuando. Sintió el deseo de aparcar en el arcén y caminar un poco, pero se limito a
bajar la ventanilla.
Por fin, llego al vado de la casa y dudo. El coche de Jared no estaba a la vista,
pero tal vez se encontrara oculto tras las tres camionetas y la furgoneta que habían
aparcado descuidadamente sobre la nieve sucia. Había muchos hombres trabajando
en los alrededores y sintió tanta curiosidad que salió y camino hacia la casa. Tal vez
se había producido un incendio o algo así.
Vio a un hombre que llevaba un sobre y un montón de papeles y dijo:
—Disculpe…
—¿En que puedo ayudarla?
—¿Ha ocurrido algo?
—No. Estamos tirando lo viejo para levantar lo nuevo.
—¿Ha habido un incendio?
—No.
—¿Entonces… ?
—El dueño quería hacer unos cambios y no podía esperar a la primavera.
—¿Cambios?
—Si, las ventanas.
—¿Las ventanas?
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—Quiere cambiarlas por balcones que lleguen del suelo al techo, y que haya
una puerta que dé al exterior en todas las habitaciones. A mí me parece una locura,
pero bueno… calentar este lugar con tanta puerta de cristal le va a costar una fortuna.
Los ojos se le llenaron de lágrimas. No solo pensaba en ella sino que además iba
a reformar la casa solo para que se sintiera cómoda.
Aquella era la prueba que necesitaba. No se sentía culpable: la quería de
verdad. Noelle había acertado al sugerirle que fuera a verlo.
Paso entre los hombres que estaban trabajando y entro en la casa. Hacía frío y
supuso que ni Jared ni Eric se quedarían allí a dormir. Si pasaban, seria para echar un
vistazo a las obras, pero nada más.
Entro hasta el fondo y echo un vistazo a los cambios de la cocina y de los tres
dormitorios. La habitación de Eric ya estaba terminada.
En ese momento apareció un trabajador.
—No debería estar aquí, señora. No es seguro. Estamos trabajando y podría
sufrir un accidente.
—Lo ha hecho por mi…
—¿Como dice?
—No, nada. Esperare fuera. Jared ha dicho que vendría esta tarde, ¿verdad?
—Si, en efecto. ¿Ha venido a verlo?
—Si.
Salió de la casa y se apoyo en la barandilla del porche. Ya estaba pensando que
tendría que pasarse todo el día en el interior del coche para no quedarse congelada
cuando oyó que un vehículo se aproximaba a la propiedad.
Era el de Jared. Aparco en el vado y se giro para quitarle el cinturón de
seguridad a su hijo. No la había visto.
De repente, Susannah sufrió un ataque de timidez. Iba a verlo cara a cara y
sabía que le debía una disculpa por su comportamiento. No había sido justa con él.
Padre e hijo caminaron hacía la casa. Eric fue el primero en verla.
—¡Mira, papa, es Susannah!
El chico salió corriendo hacía ella y se arrojo a sus brazos.
—Te he echado mucho de menos —dijo Susannah, sonriendo.
—Yo también. ¿Dónde has estado? ¿Has visto los cambios de la casa? ¿Te
gustan? Papa lo ha hecho para ti…
—Los he visto y me gustan mucho. Pero ya me gustaba antes.
—Si, pero tenías miedo de quedarte dentro. Ahora tendrás la sensación de estar
fuera todo el tiempo.
Jared subió los escalones del porche, sin prestar ninguna atención a los obreros,
y sonrió.
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tus temores. No tenía intención de volver a casarme, pero has conseguido que cambie
de idea. Además, se que a tu lado puedo conseguir cualquier cosa. ¿Tu no lo crees?
—Por supuesto que si. Te amo, Jared Walker. Siempre te amare.
—Entonces, marchémonos a casa.
Jared la tomo de la mano y entraron en la cabaña que muy pronto se convertiría
en su hogar.
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Epílogo
Ocho años después…
—Eric, date prisa que tenemos que marcharnos… —Jared llamo a su hijo
mayor. Los dos más pequeños ya estaban preparados, pero el adolescente los estaba
retrasando.
—Mama, tengo que ir al servicio —dijo Joshua, de tres años.
—Oh, Josh, pero si acabo de subirte la cremallera de la cazadora… —protesto
Susannah—. En fin, ahora tendrás que bajártela tu solo. Ya sabes que ahora no puedo
inclinarme tanto como de costumbre…
Susannah estaba embarazada de seis meses y esperaba su tercer hijo, así que
tenía que andar con cuidado. Incluso había dejado de trabajar en el vivero de árboles
de Navidad que tenía al otro lado de la carretera. Y la floristería estaría en suspenso
hasta la primavera, hasta que naciera el niño.
De vez en cuando, todavía pensaba en los horrores del pasado. Pero habían
condenado a Timothy, y cuando pensaba que estaba en la cárcel, se decía que al
menos se había hecho justicia. Además, vivir con Jared era lo único que le importaba
de verdad. Su vida había dado un vuelco y no se arrepentía de nada.
—Yo me encargare de él. ¿Por que no llevas fuera a Marisa, antes de que tenga
demasiado calor? Nos reuniremos contigo en cuanto Eric y Josh estén preparados.
—Como sigamos así, no vamos a marcharnos nunca…
—No seas tan impaciente. No vas a tirarte en trineo. Solo a supervisar…
—Lo sé. Me temo que no podre divertirme hasta el año que viene.
—Bueno, se me ocurren diversiones más interesantes que montar en trineo —
comento él con malicia.
En ese momento sonó el teléfono.
—Yo contestare. Tu lleva a Josh al cuarto de baño. Marisa, cariño, mama estará
contigo en un momento… ¿vale? Espérame en el porche.
—De acuerdo.
La niña, que tenía cinco años, salió de la casa y se puso a lanzar bolas de nieve a
su hermano mayor. Eric le tomaba el pelo todo el tiempo, pero esta vez estaba
preparada y ataco primero.
—¿Dígame?
—¿Susannah Walker?
—Si.
—Me llamo Molly Bradley. Mi madre me ha dicho que esperabas que te llamara
algún día…
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—¿Molly?
Susannah se sintió desfallecer.
—¿Eres tú de verdad? —continuo—. Si, claro que esperaba que me llamaras…
¿Cómo estás?
—Me han contado que eres mi madre biológica. Y también me han dicho lo que
te paso. Me gustaría verte, si quieres…
—Me encantaría. Cuando tu digas. ¿Por que no vienes a mi casa? Vamos a salir
a montar en trineo, pero podríamos esperarte. O ir a buscarte, si lo prefieres.
Susannah no podía creerlo. Era su hija mayor. La hija que había perdido en la
cárcel.
—Bueno, no sé que decir. Hace tiempo que no monto en trineo…
—Ven entonces. Y trae a tus padres.
—Todo esto es un poco raro, ¿no te parece? Ellos son mis padres. Pero tú
también… por cierto, leí tu carta.
Los ojos de Susannah se llenaron de incontenibles lágrimas.
—Me alegra mucho que quieras verme. Te he echado de menos toda mi vida.
—Le preguntare a mis padres si quieren ir conmigo. Te pondré con mi madre
para que le des la dirección.
Un segundo después, Rebeca Bradley se puso al aparato.
—Hola, Susannah. Sé que has esperado mucho este momento…
—Rebeca. Gracias…
—De nada. Molly se ha convertido en una gran jovencita. Te gustara tanto
como a nosotros. ¿Seguro que quieres que vayamos hoy a tu casa?
—Por supuesto que si. Y gracias por haberme enviado todas esas fotografías y
notas a lo largo de los años. Para mi han significado mucho.
—Te agradecemos que mantuvieras tu promesa y que no intentaras verla. Es la
alegría de nuestras vidas…
—Te comprendo perfectamente. Ahora tengo tres hijos y estoy esperando un
cuarto.
—Dame la dirección e iremos esta tarde.
Acababa de colgar cuando aparecieron Jared, Josh y Eric.
—¿Quien ha llamado? —pregunto Jared.
—Molly.
—¿Tu hija?
Ella asintió y sonrió entre lágrimas.
—No puedo creerlo.
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Jared la abrazo.
—Vaya, esto merece una celebración.
—Van a venir esta tarde. He dicho que iríamos a montar en trineo…
—¡Yupi! ¡Dos veces en el mismo día! —grito Josh.
—Genial, mama —intervino Eric—. Pero espero que Molly no empiece a
comportarse como una marimandona solo porque sea dos años mayor que yo.
Eric ya tenía trece años. Era tan alto como Susannah y le gustaba hacer de
hermano mayor. Veía a su madre con cierta frecuencia, cuando viajaba a Denver;
pero hasta el momento no había mostrado gran interés en ir a visitarla a Londres.
Susannah le estaba muy agradecida por el afecto que le había dado. Lo quería
mucho. Como al resto de sus hijos.
Todo se lo debía a Jared. Su amor no había dejado de crecer durante todo ese
tiempo, y su felicidad familiar estaba a punto de ser completa. Por fin iba a tener la
oportunidad de abrazar a su primera hija.
Fin
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