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El primer día

Barbara McMahon

El primer día
Título Original: The first day (2004)
Editorial: Harlequin Ibérica
Sello / Colección: Jazmín Especial 7
Género: Contemporáneo
Protagonistas: Jared Walker y Susannah Chapman

Argumento:
Aquél era el primer día del resto de su vida…
Susannah Chapman por fin era libre después de pasar ocho años en prisión
por un asesinato que no había cometido. Al salir descubrió que alguien
estaba intentando resolver los errores del pasado, pero jamás habría
sospechado que ese alguien sería Jared Walker, el ayudante del fiscal del
distrito que había ayudado a que la encerraran.
A pesar de quedar exonerada de toda culpa, Susannah estaba asustada. Con
poco dinero, menos amigos y el dolor de haber tenido que renunciar a su
hijo mientras estaba en prisión, estaba claro que necesitaba un poco de
apoyo. Era lógico que Jared fuera la última persona de la que ella aceptaría
ayuda, pero su comportamiento y su encantador hijo hicieron que
Susannah empezara a verlo de otro modo…
Barbara McMahon – El primer día

Prólogo
Su corazón se había desbocado; tenía las palmas húmedas y el estomago
revuelto. No podía respirar y durante un momento tuvo miedo de desmayarse.
Estaba segura de que todos los presentes en la sala del tribunal podían oír los latidos
de su corazón y sentir el terror que empapaba cada célula de su cuerpo. Aquello
había ido demasiado lejos. Quería que la pesadilla terminara.
Fijo la mirada en el panel de nogal de la mesa del juez, todavía vacía. Después
hizo un esfuerzo por dejar de oír los sonidos de la sala, que se habían vuelto más y
más familiares con el transcurso de los días, e intento recobrar el control.
Estaba demasiado asustada. Ni en sus peores sueños habría imaginado que las
cosas podían ir tan mal. Se suponía que el sistema legal de Estados Unidos estaba
diseñado para defender la justicia, no para burlarse de ella. Pero los doce hombres y
mujeres que componían el jurado la habían condenado por un delito que no había
cometido.
Oscilo levemente, mareada.
La pesadilla no tenía fin. Metió las manos debajo de la mesa y se pincho en un
pulgar para despertarse. Sintió un dolor súbito e intenso, pero seguía en el tribunal a
la espera de la sentencia del juez.
Tenía ganas de vomitar. Se había sentido enferma desde hacía semanas. No
podía comer, no podía concentrarse, no hacía nada más que rebelarse contra la
injusticia de aquella situación. Pero sin demasiado éxito.
El jurado estaba en un lateral de la sala. A punto de oír la sentencia de
culpabilidad que sus miembros habían exigido.
De reojo, observo que el joven ayudante del fiscal estaba cómodamente
recostado en su butaca, charlando con alguien a quien no podía ver sin girar la
cabeza. En cuanto al fiscal, estaba sentado muy recto y tenía una sonrisa radiante y
pagada de sí misma. Le pareció increíble que dudaran de su declaración. La última
vez que había visto a Timothy Winters, estaba con vida.
Respiro a fondo y se froto las manos en la falda para secar el sudor y tal vez su
miedo. Luego, bajo la mirada a la mesa. Harry Lind, su abogado, había ordenado
todas sus carpetas.
—¿Te encuentras bien? —pregunto él, en pleno ataque de tos.
Harry estaba enfermo desde el principio del juicio, pero había seguido adelante
porque sabía que era su única esperanza.
Ella negó con la cabeza.
—Creo que voy a vomitar —suspiro.
—Aguanta un poco. Esto terminara enseguida.
Su tono fue tranquilizador, pero no tuvo efecto en Susannah. Aunque el juicio
estuviera a punto de concluir, la pesadilla no terminaría nunca.

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Miro de nuevo al fiscal. Había sido implacable en el ejercicio de sus funciones,


especialmente cuando ella subió al estrado. Intento convencerlo de que no había
hecho nada malo, pero él la presiono hasta que la puso nerviosa y consiguió que la
declaración de Susannah sonara vaga y confusa.
Era lógico. Susannah no tenía la habilidad suficiente para enfrentarse a un fiscal
con años de experiencia. Sobre todo a uno que se presentaba a la reelección y estaba
loco por conseguir una condena que le hiciera ganar votos entre los electores.
Se había tornado el caso como si fuera una venganza personal contra ella. Solo
quedaba la esperanza de que su abogado pusiera las cosas en su sitio y minimizara el
daño a ojos de los miembros del jurado. Pero creía que no lo había conseguido. Y que
no le quedaba más salida que la apelación.
El juez apareció en ese instante y se sentó detrás de su mesa.
Susannah contuvo lagrimas de miedo y frustración cuando el recién llegado dio
el acostumbrado golpe de mazo.
Volvió a secarse las manos en la falda y miro al hombre con el corazón en un
puño.
—Tenemos que ponernos de pie —dijo Harry.
Su abogado le tendió una mano para ayudarla.
Susannah se levanto. Le temblaban las piernas cuando miro a los hombres y
mujeres del jurado. Eran desconocidos. No sabían nada de ella. No habían tratado a
Shawn ni a Timothy. No tenían más datos al respecto que unas pruebas falseadas. No
tenían ningún derecho a decidir sobre su destino.
—Encontramos a la acusada, Susannah Chapman, culpable de homicidio en
primer grado…
Susannah oscila otra vez y su abogado la sostiene. Lo ve todo como a través de
la niebla y siente que la nausea se hace insoportable, pero contiene la respiración en
un esfuerzo por evitar el vomito. Por lo menos le queda el orgullo.
—…la condenamos a cadena perpetua…
En ese momento siente el deseo de reír. Había ido a Denver para labrarse un
porvenir y tal vez casarse y tener una familia. Solo tenía veintiún años entonces y
toda la vida por delante, pero ahora sabe que no tendrá que preocuparse por el
futuro El Estado de Colorado lo había decidido por ella. Iba a pasar el resto de su
vida en la cárcel por un delito que no había cometido.
—Apelaremos —dijo Harry, tosiendo.
Susannah lo miro unos segundos y dirigió la vista al fiscal, que la observaba con
satisfacción mientras varias personas se acercaban a él para felicitarlo. Sonreían,
reían, le daban palmaditas en la espalda como si hubiera logrado algo prodigioso.
Pero solo le había arruinado la vida.

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Los periodistas se agolpaban al otro lado de la barandilla de madera que


separaba a los espectadores y a los actores del drama jurídico que acababa de
terminar. Hacían preguntas, fotografías, intentaban llamar la atención.
Justo entonces, el alto y moreno ayudante del fiscal se volvió hacía ella y la
miro. En sus ojos había un brillo de compasión. Susannah sostuvo su mirada con la
esperanza de que hiciera algo.
—Soy inocente —susurro.
Tenía que llegar a él. Tenía que conseguir que la creyera.
Alguien debía creer en ella.
—Vamos, señorita.
Un agente de policía se acerco y le puso unas frías esposas de acero en las
muñecas. Susannah se giro, dio dos pasos y perdió el conocimiento.

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Capítulo 1
—L señorita Walker quiere verlo —dijo Rose cuando Jared Walker descolgó el
auricular del teléfono.
—Que pase.
Jared colgó y se levanto. Casi se alegraba de tener una excusa para descansar un
rato, aunque habría preferido que la interrupción se debiera a otra persona. Había
estado leyendo la declaración que le había llevado uno de sus ayudantes, pero era
tan incompleta que aun había varias preguntas que necesitaban respuesta. Tendrían
que volver a llamar al individuo en cuestión.
—Hola, querido.
Noelle se detuvo un segundo en la entrada.
—Hola, Noelle. ¿Qué haces por aquí? ¿Eric está bien?
Jared pensó que no había cambiado; seguía tan aficionada al drama como
siempre, e intento recordar porque se había vuelto completamente loco por ella en el
pasado.
Fuera como fuera, había pasado mucho tiempo.
Camino hacía ella y Noelle le dio un beso en la mejilla, como siempre. Era un
gesto rutinario que no significaba nada. Su relación había concluido, oficialmente,
dieciocho meses antes. Ahora solo era la madre de su hijo. Noelle había insistido en
ser algo más, pero él no quería. El fuego y la pasión habían desaparecido.
—Eric esta bien. La guardería le encanta, aunque no entiendo por que… a mí no
me gustaba el colegio. Salvo cuando íbamos de excursión u organizaban bailes —dijo
ella, echando un vistazo al despacho.
—Es un poco joven para ir a bailes —le recordó, con ironía.
Jared espero hasta que Noelle se sentó en una de las butacas que estaban de
cara a la mesa y se cruzo de piernas para ofrecerle una visión completa. Era típico de
ella. Pero hizo caso omiso y se acomodo a su lado.
Noelle pasaba con bastante frecuencia por el despacho; sobre todo después del
divorcio. En general quería que la acompañara a algún acto social, aunque
recientemente había empezado a salir con un hombre que se llamaba Martin y ya no
lo necesitaba.
—Entonces, ¿qué haces aquí? —pregunto él.
—¿Es que no puedo venir a verte?
—Últimamente vienes más que cuando estábamos casados. Estoy muy
ocupado, Noelle. Si es una visita de cortesía, deberíamos esperar hasta la próxima
vez que pase a recoger a Eric —respondió.
En realidad, Jared no tenía ninguna intención de perder el tiempo con su ex.
Cuando estaba con su hijo, quería disfrutar de él. Lo último que le apetecía era

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compartir esas horas con una mujer que todavía se aferraba al sueño imposible de
que se enamoraran de nuevo.
Ella lo observo con detenimiento, como si estuviera calculando de que humor
estaba.
—Martin se marcha a Londres este fin de semana —declaro—. Yo tengo que ir a
una fiesta, y te agradecería que me acompañaras.
Jared se recostó en el asiento y la miro. No se rendía nunca. Le había dicho de
mil maneras posibles que ya no estaban casados, que no quería revivir viejos tiempos
y que no quedaba amor entre ellos. Pero Noelle insistía de todas formas.
El solo lamentaba que su hijo no viviera en su casa. Lo echaba mucho de menos.
Al divorciarse, había pensado que era muy pequeño y que sería mejor que creciera
con su madre. Ahora, en cambio, ya no estaba tan seguro. Sin embargo, conocía bien
a su ex y sabía que no cedería en ese punto. Incluso era capaz de utilizar a Eric para
extorsionarlo y conseguir que volviera con ella.
—Acompáñame —insistió Noelle—. Así cambiaras de aires y te divertirás un
poco. Trabajas demasiado.
El argumento era tan viejo como su relación. Cuando estaban casados, ella
siempre protestaba porque en su opinión pasaba demasiado tiempo en el despacho.
—Además, te pierdes todos los cotilleos… —continúo—. ¿Te acuerdas de Don y
Fran Burroughs? Esos amigos de mis padres…
Jared asintió.
—Sí, me acuerdo de ellos. Siempre iban a la fiesta de Año Nuevo.
—En efecto. Me los encontré hace unos días y me contaron la historia más
estrafalaria que puedas imaginar —dijo.
Él espero. Era obvio que tenía algo que decir, y como conocía sus trucos,
permaneció en silencio. A Noelle le gustaba hacerse de rogar y eso podía llevarle
toda la tarde. Pero si demostraba desinterés, iría al grano y dejaría de molestar.
—¿Es que no sientes ninguna curiosidad?
—¿De lo que digan unos amigos de tus padres? Claro que no.
Ella se encogió de hombros.
—De todas formas era una tontería. Me dijeron que hace dos semanas vieron a
Timothy en San Francisco.
—¿Cómo? Eso es imposible… murió hace ocho años.
Recordó la escena del juicio como si estuviera allí. La acusada, una mujer joven,
estaba muerta de miedo. Todavía podía ver el brillo de ira y de pánico en sus ojos.
Aun podía escuchar su alegato de inocencia.
Aquel había sido su primer caso de asesinato desde que empezó a trabajar para
la fiscalía. Había terminado la carrera de Derecho como número uno de su
promoción, pero decidió dedicarse a la justicia en lugar de comprometer sus energías

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en campos menos problemáticos y mejor remunerados de su profesión. Era


demasiado joven, demasiado idealista, demasiado entusiasta.
Tras conseguir la condena de la joven, creyó que el mundo estaba a sus pies. El
fiscal del distrito en aquella época era Michael Denning; y el caso, el asesinato del
hijo de una de las familias con más poder de Denver, era la ocasión que estaba
buscando para obtener la atención del público y conseguir la reelección.
La condena también aseguro el matrimonio de Jared con Noelle Winters. El
procedía de una familia de trabajadores, pero la elite de Denver lo acogió con los
brazos abiertos después de aquello.
Noelle se encogió de hombros.
—Pues ellos insisten en que lo vieron. ¿Ves lo que te pierdes por no asistir a
más fiestas?
—Sería alguien que se parecía a él. Noelle, Timothy esta muerto… su propio
padre identifico el cadáver —le recordó.
—Un cadáver que tenía la cara destrozada. Siempre me he preguntado como es
posible que mi tío lo reconociera. Pero estaba tan seguro…
—¿Hablaron con él? ¿Descubrieron que diablos esta haciendo en San Francisco
cuando todo el mundo lo da por muerto y enterrado en Denver? ¿Averiguaron por
qué no se ha puesto en contacto con su familia? No, no puede ser.
—Yo también lo creo imposible. Y no hablaron con él, solo lo vieron. Pero me
contaron que él también los vio a ellos y que dio la vuelta a toda prisa y se metió en
un edificio de oficinas… Es muy extraño. ¿Y si fuera realmente Timothy?
—!Eso es imposible!
Jared se levanto y camino hasta la ventana. Su despacho estaba en el piso
duodécimo y tenía vistas de las Rocosas, situadas al oeste. Los picos de las montañas
más alejadas ya estaban pintados de blanco, pero las cercanas eran demasiado bajas
como para tener nieve a principios de octubre.
Normalmente era una visión que lo tranquilizaba. En ese momento, sin
embargo, no tuvo ningún efecto en él. Si lo que Noelle le había contado era cierto, se
acababa de cumplir la peor pesadilla para un abogado de la fiscalía: habían
condenado a una persona inocente.
—Si cambias de idea sobre la fiesta, dímelo. De lo contrario tendré que ir por mi
cuenta y odio volver sola a altas horas de la noche.
—No cambiare de idea.
Jared se giro, la miro y le sorprendió que fuera tan atractiva. Se había cambiado
el corte de su cabello rubio, que ahora se curvaba alrededor de su cara y suavizaba
sus rasgos. El refinamiento le quedaba bien. Llevaba ropa elegante y cara, y su
maquillaje era discreto por no decir inexistente. Aunque ella no necesitaba
maquillarse. Era una mujer impresionante desde cualquier punto de vista.

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Pero en ese momento le pareció una desconocida. Sabía que nunca había estado
realmente enamorada de él y seguía sin saber porque lo había querido como marido.
¿Por divertirse? De ser así, habría sido una gran decepción; él pasaba más tiempo en
el despacho que en fiestas y actos sociales. Esas cosas no le interesaban. Y a decir
verdad, ahora solo veía a Noelle porque era la madre de Eric.
—Pues si no cambias, no cambies —dijo ella mientras se levantaba de la
butaca—. ¿Te apetece venir a cenar la semana que viene? A Eric le encantaría verte
en días laborables…
Noelle lo dijo porque Jared solo veía a su hijo los fines de semana. Él tenía
intención de cambiar el acuerdo cuando el niño fuera algo mayor, pero de momento
no tenía más remedio que aceptarlo.
—Esta bien, pero solo a cenar —dijo él—. ¿Los Burroughs no dijeron nada más?
Ella se encogió de hombros.
—Solo fue una conversación en una fiesta. Si te interesa, les preguntare… pero
como tu mismo has dicho, Timothy esta enterrado en Denver.
Noelle se marcho y él se quedo mirando la puerta, valorando las implicaciones
de aquel descubrimiento.
No podía ser cierto.
Cerró los ojos y vio imágenes del juicio con tanta claridad como si hubiera sido
el día anterior. La pistola que encontraron en el edificio donde vivía Susannah
Chapman, escondida tras unos arbustos del garaje. La sangre en el cañón. La
identificación del cadáver por el tío de Noelle, Gerald Winters. La energía que
Michael dedico al caso, aprovechando cualquier oportunidad para hablar con la
prensa y aumentar sus opciones de salir reelegido.
Abrió los ojos de nuevo y volvió a la mesa. Llamo a Rose, su secretaria, y espero
con impaciencia a que respondiera.
—Tráeme el expediente del caso de Timothy Winters. Es de hace ocho años.
—¿Es un caso resuelto?
—Conseguimos una condena, si —respondió.
La posibilidad de que Timothy siguiera con vida era inquietante. Si lo estaba,
tendrían que averiguar quien era la persona que habían enterrado y si Susannah
Chapman la había asesinado. Pero eso no parecía posible. Chapman fue condenada
con el argumento de que había asesinado a Timothy en venganza por la muerte de su
prometido, a quien consideraba victima de aquel. No tenía motivos para matar a
nadie más.
¿Había contribuido inadvertidamente a enviar a prisión a una mujer inocente?
La idea era tan terrible que se estremeció.
No podía creerlo. Él había hecho su trabajo. El caso era importante y Michael se
había comportado de forma inflexible, pero siguiendo todos los procedimientos. No

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habría pedido que la condenaran si las pruebas no hubieran demostrado que era
culpable, independientemente de lo que dijeran las encuestas de voto.
—¿Has dicho que es de hace ocho años? Es posible que este en los archivos, así
que podría tardar un par de días… —dijo Rose.
—No. Lo quiero hoy mismo —dijo.
Jared tomo aliento y se pregunto que haría si Timothy estaba efectivamente
vivo y coleando en San Francisco.
Pero cada cosa, en su momento. Primero debía estudiar el expediente y ver si se
había cometido algún error. Si lo había, lo investigaría. De lo contrario, hablaría
personalmente con los Burroughs.
Decidió que no le diría nada a su jefe hasta saber un poco más. A Steve Johnson
le encantaba ser fiscal. Dos años después de que Michael saliera reelegido, murió de
un infarto y Steve lo sustituyo. Después, se presento a las elecciones y las gano con
facilidad. Era un buen fiscal, aunque había cometido un par de errores de cierta
importancia en el ejercicio de su cargo.
Sin embargo, solo faltaban cuatro semanas para la siguiente consulta electoral y
Jared sabía que Steve tenía ambiciones políticas. Si le contaba sus sospechas, insistiría
en que retrasara cualquier investigación hasta después de las elecciones.
Se paso una mano por el pelo. Tenía que revisar el expediente y ver si habían
pasado algo, lo que fuera, por alto.
Justo entonces recordó la cara de Susannah Chapman. Una joven esbelta, de
largo cabello rubio y grandes ojos azules, muy atractiva a su modo. Recordó su
expresión de miedo, la confusión que se dibujo en sus rasgos cuando supo que la
iban a condenar. Como si no creyera que fuera posible.
Había sido su primer caso de asesinato y el estaba tan sometido como Michael a
la presión de las inminentes elecciones. Además, en esa época ya estaba saliendo con
Noelle y quería ganar el caso a toda costa para impresionarla a ella, a su padre y a
toda su familia. Casi todas las pruebas contra Chapman eran circunstanciales, pero
tenía un motivo para matar y disponían del video que había grabado un reportero de
televisión en el entierro de Shawn Anderson, donde ella amenazaba a Timothy.
Se sentó y acerco el teléfono.
Un segundo después estaba llamando al domicilio de los Burroughs.
Veinte minutos más tarde, al Departamento de Policía de San Francisco.

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Capítulo 2
El sol le calentaba la espalda cuando Susannah hundió la azada en el suelo. Era
octubre, pero la temperatura era agradable y se había quitado la chaqueta. Sus
músculos se tensaron contra la rica y fragrante tierra; después, se seco el sudor de la
frente con el dorso de la mano e inhalo el aire fresco de la montana. Sabía que el
tiempo estaba a punto de cambiar y que tendría que trabajar en el interior de la
cárcel. Durante varios meses, hasta la primavera siguiente, haría demasiado frio para
estar en el huerto.
Odiaba el confinamiento. Y se sentía más encerrada cuando no podía salir a
trabajar. A veces le desesperaba tanto que tenía ganas de gritar hasta perder la
cabeza.
Las mujeres que estarían a su alrededor, charlando, empujándose, riendo,
aumentarían la sensación de sofoco. Cuando llegara marzo, le parecería tan
insoportable que sufriría ataques de pánico al entrar en el comedor y tendría que
hacer un esfuerzo para respirar cuando la llevaran a su celda. Lo peor de la cárcel era
precisamente la falta de espacio, la claustrofobia permanente.
Por suerte, todos los años la destinaban al grupo que trabajaba en el huerto y
podía disfrutar de cierta libertad durante varias horas al día. De no haber sido por
eso, se habría vuelto loca.
Trazo un surco profundo en la tierra y se pregunto si tendría suerte con las
verduras. Sus calabacines habían sido los más grandes del año; les había echado más
fertilizante del recomendado, pero naturalmente no se lo había dicho a los
guardianes.
—Chapman…
Susannah alzo la mirada y dio un paso atrás, inconscientemente, al ver al
agente. Era un hombre musculoso y de aspecto agresivo que siempre le producía
aprensión, pero tomo aliento y controlo su expresión para que no supiera que le daba
miedo. Llevaba tanto tiempo en aquel sitio que se había convertido en una
especialista del fingimiento.
—¿Sí?
—La directora quiere verte. Susannah parpadeo, sorprendida. No había visto a
la directora desde hacía cinco años.
—Pero…
—!Ahora!
Miro la azada con asombro. Era la primera vez que la llamaba a su despacho y
se pregunto que se traería entre manos.
—¿Dejo las herramientas en su sitio o van a volver a traerme?
—No lo sé. Déjalas aquí mismo. Supongo que será una cosa rápida.

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Susannah dejo la azada, recogió la chaqueta y se la colgó al hombro. Después,


avanzo junto al guardia dejando tanta distancia entre ellos como era posible sin
llamar la atención. No quería tener problemas con los agentes de la prisión. La
mayoría eran mujeres, pero no eran menos desagradables que sus compañeros.
Desde el huerto hasta las oficinas de la cárcel había un buen trecho, de manera
que tuvo tiempo de sobra para volver a preguntarse por el motivo de aquella
llamada. No había visto a la directora desde que una guardiana le pego una paliza
para dar ejemplo a las demás, según dijo.
¿Habría hecho algo malo? Pensó en lo sucedido durante los días anteriores y no
se le ocurrió nada. Se había limitado a trabajar y a ocuparse de sus propios asuntos,
como siempre. Su única amiga era Marisa, pero la iban a soltar en pocos meses y se
portaba especialmente bien para no tener problemas.
Suspiro y sintió una profunda tristeza ante la perspectiva de separarse de su
amiga. Cuando se marchara, estaría sola. Pero no debía envidiar su libertad. Marisa
la había ayudado mucho durante esos años y no habría podido sobrevivir sin sus
consejos y su apoyo. La iba a echar mucho de menos. Tanto como a Shawn.
Pero no quería pensar en Shawn. Eso también se lo había enseñado ella: no
pensar en cosas demasiado dolorosas. Entre los muros de la prisión no podía hacer
nada, así que no tenía sentido que se torturara con ello.
Esperaba que la reunión con la directora fuera breve. Quería volver al huerto y
disfrutar tanto como pudiera del sol de otoño. En poco tiempo la confinarían en el
edificio principal y tendría que enfrentarse a un invierno duro y largo.

Gillian Griffin, la directora de la prisión, observo a Jared Walker desde su


butaca. Él le devolvió la mirada y se pregunto si Susannah Chapman tardaría mucho.
—No esperábamos su visita —dijo la mujer mientras ordenaba unos
documentos.
—Es que ha sido una decisión repentina.
Era cierto. Había sido repentina y, probablemente, estúpida. Pero Jared no se
había podido resistir a la tentación.
Se recostó en su asiento e intento mantener la paciencia. No tenía intención
alguna de dar explicaciones. Antes tenía que hablar con Susannah y averiguar unas
cuantas cosas.
—Chapman no sabe que tiene visita ni quien es usted. Solo he ordenado que la
traigan —dijo.
—¿Tienen alguna sala de interrogatorios? ¿Algún lugar donde podamos hablar
a solas? —pregunto él.
Ella sonrió.

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—No somos el departamento de policía, señor Walker. No tenemos salas de


interrogatorios; solo de visitas. Si le parece que mi despacho es poco apropiado,
pueden charlar en una de ellas.
—No me parece inapropiado, pero no quiero molestarla —dijo él con
educación.
La posibilidad de molestar a la directora no le preocupaba en absoluto.
Simplemente no quería que escuchara su conversación con la presa. En el fondo,
deseaba estar equivocado. Deseaba que el encuentro con Chapman lo convenciera de
que ocho años atrás se había hecho justicia.
La mujer volvió a sonreír.
—Es muy amable de su parte. Cuando lleguen, los acompañare a una de las
salas.
Jared asintió. Tal vez estuviera perdiendo el tiempo, pero no podía despreciar la
posibilidad, por remota que fuese, de que Timothy Winters siguiera con vida.
La policía de San Francisco no había localizado al hombre que los Burroughs
habían visto. Habían investigado en sus archivos, en los registros de electores e
incluso los datos de la dirección general de tráfico, pero no encontraron a ningún
Timothy Winters.
Sin embargo, localizaron una empresa donde un hombre que respondía a su
descripción había estado trabajando hasta dos semanas antes. La policía hablo con el
gerente y le enseño una fotografía, que reconoció. El individuo en cuestión se
llamaba o se hacía llamar John Wiley. Por fortuna, sacaron varias huellas dactilares
de su mesa de trabajo y las habían enviado a Denver para que las analizaran. Ahora
estaba en búsqueda y captura.
El asunto de John Wiley y los errores que había descubierto en el expediente del
caso justificaban sobradamente su desconfianza y su presencia en la cárcel.
Ocho años atrás se había convencido de que Susannah Chapman había
asesinado a sangre fría a Timothy Winters porque este había causado la muerte de
Shawn Anderson, su prometido. Ahora ya no estaba tan seguro.
Las noticias de San Francisco y los fallos del expediente eran inquietantes.
Tanto como la identificación positiva del gerente de la empresa y el hecho de que
John Wiley hubiera desaparecido, casualmente, el día en que los Burroughs lo vieron.
—Le confieso que siento curiosidad. Chapman no ha recibido una sola visita en
todo el tiempo que lleva con nosotros. Y de repente aparece usted, un ayudante del
fiscal de Denver.
Jared entrecerró los ojos.
—¿Ni una sola visita?
—Ni una. Ni llamadas telefónicas ni cartas. Hasta donde yo sé, Susannah
Chapman esta completamente sola en el mundo.

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—Su prometido fue asesinado un par de semanas antes de que matara a


Timothy Winters. Y sus padres ya habían fallecido para entonces.
—Si es que verdaderamente mato a Winters… —dijo la directora.
—¿Es que lo duda? —pregunto con frialdad.
Griffin se encogió de hombros.
—Desde el primer día ha insistido en que es inocente. Ha sido una presa
modelo, a pesar de lo del niño, y nunca se mete en líos. Su expediente esta tan limpio
que solo pone que se porta bien y que tiene una única amiga en la cárcel.
Jared la miro con asombro.
—¿Lo del niño?
La directora arqueo las cejas.
—Estaba embarazada cuando llego. Dio a luz seis meses después y tuvo que
entregar al bebe en adopción. No tuvo más remedio. La habían condenado a cadena
perpetua, así que tomo la decisión más razonable.
—No sabía que estuviera embarazada…
Jared no había encontrado ese dato en los archivos del caso. Pero ahora,
después de estudiarlos con detenimiento, sabía que Michael había actuado de forma
bastante apresurada. Tenía prisa por conseguir la condena. Quería encontrar al
culpable del asesinato de Winters para ganar las elecciones a la fiscalía.
Sin embargo, eso no explicaba que el abogado defensor no hubiera
aprovechado el detalle del embarazo a favor de su cliente. Si hubiera sido
suficientemente convincente, el estado físico de Chapman y su depresión por la
muerte de Shawn Anderson habrían servido para que la declararan inocente o para
que recibiera una pena menor.
—No creo que ella lo supiera cuando llego —explico la directora—. Supongo
que las semanas anteriores habían sido tan intensas para ella, con la muerte de su
prometido y el juicio, que tenía la cabeza en otras cosas.
En ese momento llamaron a la puerta. La mujer cruzo la habitación y abrió.
—Adelante. Espere fuera —le indico al guardia—. Saldremos enseguida.
Jared miro a Susannah cuando entro en el despacho y se quedo asombrado. Ya
no era la jovencita atractiva que recordaba, de largo cabello rubio, mejillas
sonrosadas y figura esbelta. Ahora era una mujer, aunque con un aspecto tan
demacrado que le recordó a los prisioneros de los campos de concentración. Tenía el
pelo muy corto, casi más corto que el suyo, y la delgadez remarcaba sus pómulos.
Pero lo que más le llamo a la atención fue la expresión hostil de sus ojos. Había
madurado. Jared esperaba ver a la joven de ocho años atrás y se encontró con una
persona muy diferente.
—Imagino que conoce al señor Walker. Es ayudante de fiscal —comento Gillian
Griffin.

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Susannah no lo había visto hasta entonces. Se quedo helada al reconocerlo, pero


reacciono enseguida y le dedico la más despectiva de sus miradas. Jared lo
comprendió. A fin de cuentas era corresponsable de que terminara sus días en la
cárcel. Había hecho lo posible para que los miembros del jurado la condenaran.
Susannah asintió.
—Sí, ya lo sé. Señor Chapman…
—El señor Walker acaba de llegar de Denver para hablar con usted. Los
acompañare a una de las salas de visita. Síganme.
Griffin salió del despacho y Susannah la siguió sin decir una palabra, con Jared
a escasa distancia. Segundos después entraron en una sala pequeña. Una de las
paredes era de cristal y daba al pasillo; además, tenía una ventana con barrotes desde
la que se veía el aparcamiento de la prisión.
La directora se volvió hacía Jared y estrecho su mano.
—Si necesita verme después de su entrevista, estoy a su disposición. De lo
contrario, le deseo un buen viaje de vuelta.
—Gracias.
La directora cerro la puerta. Uno de los guardias se quedo fuera, en el pasillo,
apoyado en la pared. Gracias al cristal podía ver todo lo que sucediera en la
habitación, pero no oiría nada.
Susannah camino hasta la mesa. Después, se giro, miro a Jared con
detenimiento y recordó los días del juicio. Los peores días de su vida.
Los años lo habían tratado bien. Parecía más fuerte, de hombros más anchos, y
en su mirada había una seguridad de la que carecía ocho años antes. Pero le
sorprendió que todavía fuera ayudante de fiscal.
—¿Quiere sentarse? —pregunto él, señalando una de las sillas.
Susannah se sentó con cautela y dejo la chaqueta en la silla contigua.
—¿Que quiere? —pregunto ella con frialdad.
Jared se acomodo frente a ella, dejo un maletín sobre la mesa y extrajo un
expediente bastante voluminoso.
—Hablar sobre el asesinato de Timothy Winters —respondió, seco.
—Timothy estaba vivo la última vez que lo vi —afirmo con voz firme y
expresión hostil—. Pero si no recuerdo mal, usted no me creyó en el juicio. Y
supongo que tampoco me creerá ahora.
—Señorita Chapman… hace ocho años, en septiembre, asesinaron a un hombre
en el domicilio de Timothy Winters. Le pegaron un tiro en la cara —declaro—.
Gerald Winters identifico el cadáver de su hijo. En esa casa no vivía nadie más y
tampoco se informo de la desaparición de una persona con aspecto parecido. De
hecho, desde entonces no se ha vuelto a ver a Timothy Winters. No lo han visto sus
familiares ni sus amigos. Nadie ha usado su cuenta bancaria. Todo el mundo lo da
por muerto y nada parece indicar lo contrario.

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah lo miro en silencio. Eso ya lo sabía. Lo había escuchado en el juicio.


—¿Se le ocurre algún motivo por el que Winters quisiera marcharse de Denver?
—continuo él—. ¿Alguna razón para no que no se pusiera en contacto con su familia
ni usara sus documentos de identidad?
Ella sacudió la cabeza.
—Lo único que sé es que aquella noche vino a verme. Estaba muy alterado y me
pidió que lo perdonara por haber causado la muerte de Shawn. Había sido un
accidente y yo lo sabía. Pero si él no hubiera estado borracho, Shawn seguiría con
vida —respondió—. No sé nada de ningún disparo. No sé nada de ningún muerto.
Cuando Timothy se marcho de mi apartamento, estaba vivo y perfectamente sano.
—¿Y no volvió a verlo? —pregunto con sarcasmo.
—Respondí a esas preguntas hace ocho años. Lo dije alto y claro, pero su
compañero, el fiscal, retorció los hechos y los falseo para que me condenaran.
—Dígame una cosa… ¿es que no come nunca?
La pregunta le pareció tan extraña que Susannah lo miró con sorpresa.
—Claro que como.
—No lo suficiente. Esta en los huesos. Una ráfaga de aire se la llevaría volando.
Ella lo miro con enfado.
—¿Y qué importancia tendría? No tengo motivos para vivir. Seguiré en prisión
hasta el fin de mis días, así que preferiría ahorrar tiempo y morirme ahora.
A Susannah le asombro su gesto de sorpresa. No podía ser tan estúpido como
para pensar que le gustaba estar en la cárcel; además, lo había perdido todo. Mientras
otras personas trabajaban, adquirían su primera casa, tenían familia, ella estaba
confinada en una celda de cuatro metros cuadrados. Mientras otras personas salían a
cenar, ella compartía sus comidas con mil doscientas presas más. Mientras otras
disfrutaban de su intimidad, ella no tenía intimidad alguna. Y debía enfrentarse a los
ataques de claustrofobia a todas horas.
Jared comprobó sus notas y paso la primera pagina.
—En el expediente no consta que presentaran ninguna apelación.
—Porque no la presentamos.
El la miro.
—¿Cómo es posible? Siempre se presenta una apelación. Es el procedimiento
acostumbrado en los casos de homicidio.
Ella se encogió de hombros.
—Mi abogado murió poco después del juicio y no tuvo ocasión de presentarla.
Lo intente con dos abogados más, pero dijeron que no podían representarme. Así que
al cabo de un tiempo me olvide del asunto.

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Barbara McMahon – El primer día

En aquella época, Susannah todavía tenía esperanzas. Pero todos los abogados
rechazaban su caso y ella no podía creer que nadie quisiera ayudarla, que una
persona inocente pudiera acabar en la cárcel.
—Aquí dice que su abogado se llamaba Larry Lind.
—Sí. Me lo recomendaron en la Unión por las Libertades Civiles cuando fui a
pedirles consejo. Aceptaba casos sin cobrar y yo fui su buena obra del mes.
Lamentablemente, y como ya le he dicho, falleció un mes después de que me
encarcelaran.
—Eso explica que no pudiera localizarlo…
—¿Y para que quería hablar con él?
—Para intercambiar impresiones sobre su caso.
—Dígame una cosa… ¿por qué esta aquí? ¿Ya no trabaja para la fiscalía de
Denver? ¿Siempre visita a los condenados por su gabinete o solo a los que encierran
de forma injusta? —pregunto.
Susannah estaba cada vez más enfadada. Había pasado mucho tiempo desde el
juicio, pero no podía olvidar lo sucedido.
—Intento determinar si hace ocho años valoramos bien todos los datos.
—Vaya, pensaba que no tenía ninguna duda sobre ese caso, señor Walker. Su
amigo, el señor Michael Denning, estaba totalmente seguro al respecto —se burlo.
Jared la miro con intensidad durante un par de segundos.
A Susannah le habría gustado adivinar sus pensamientos. No entendía que
motivos podía tener para interesarse por un caso cerrado.
—Hace tres días, alguien me conto que unos amigos suyos habían visto a
Timothy Winters en San Francisco —declaro.
Susannah no pudo creer lo que acababa de oír. Sintió una punzada en el
corazón y clavo la vista en el arrogante abogado.
Timothy estaba vivo.
Durante unos instantes sintió que la llama de la esperanza revivía en su interior.
Libertad. Podría recuperar su libertad.
Pero enseguida comprendió que no seria así. Aquel hombre solo estaba jugando
con ella, tal y como lo había hecho el fiscal en el estrado. Michael Denning la había
presionado con todas sus malas artes hasta que logro confundirla por completo. Se
burlo de su declaración y se aseguro de que ninguno de los miembros del jurado la
creyeran.
—¿Y ha venido aquí para comprobarlo? Claro, será porque esta deseando que
me liberen —dijo con desprecio.
Ya no tenía ninguna fe en el sistema legal. Le habían demostrado que no la
merecía.
—No, he venido porque quiero que se haga justicia.

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Barbara McMahon – El primer día

—Ja, ja… —rio—. Ha venido para ocultar los errores que cometieron entonces e
impedir que alguien los descubra en el futuro.
—Tal vez pueda sacarla de aquí —declare Jared—. Solo por eso, debería hacer
lo posible por ayudarme.
—!Váyase al infierno! —exclamo, poniéndose de pie—. !Como se atreve a venir
aquí e intentar engañarme de ese modo!
Él también se levanto, sorprendido por su reacción.
—Pensé que le gustaría saber que existe la posibilidad de…
—No existe ninguna posibilidad —lo interrumpió—. Si cree que Timothy esta
vivo, debería hablar con la policía de San Francisco para que lo confirme. Yo solo
puedo repetir lo que declare en su momento, lo que seguramente tiene en ese
expediente. ¿Qué espera dándome falsas esperanzas? ¿Cómo puede ser tan cruel?
Susannah tomo aire antes de continuar.
—Por culpa suya, estaré encerrada en esta prisión hasta el fin de mis días. Así
que no me venga con ese cuento de que Timothy anda por ahí… Además, eso de que
alguien le ha dicho que alguien lo ha visto no es ninguna prueba.
—Cierto. Pero de todas formas, usted podría quedar en libertad en poco tiempo
—insistió.
—Podría. Una simple posibilidad entre miles en sentido contrario. Es
terriblemente cruel…
—Aunque solo sea una posibilidad, ahora tiene una esperanza que antes no
tenía. ¿No quiere que la ayude a salir?
Por su tono cortado, ella supo que el abogado no se encontraba nada cómodo
con la situación. Susannah se apoyo en la mesa y declare:
—Déjeme que le diga una cosa, señor ayudante del fiscal. Tengo que hacer
verdaderos esfuerzos para sobrevivir en este lugar. Me vuelve completamente loca.
Lo consigo a duras penas, y ahora viene usted con su ropa cara y su gran sueldo a
reírse en mi cara. !Odio estar presa por un delito que no cometí! !Odio estar
encerrada! !Lo odio!
La puerta de la sala se abrió y el guardia pregunto:
—¿Va todo bien?
—Si —respondió Jared, sin apartar la vista de Susannah—. No hay ningún
problema, agente.
La puerta se cerro otra vez, pero el guardia permaneció pegado al cristal,
observando los movimientos de Susannah.
—Siento haberla incomodado. Sin embargo, necesito toda la información que
pueda proporcionarme —insistió él.
Jared camino hasta el cristal y bloqueo la visión del guardia.

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Barbara McMahon – El primer día

—Olvídese de mí. Usted ayudo a meterme en la cárcel. Me robo todo lo que


tenía. Mi juventud, mi vida, mi familia. Estoy a punto de cumplir treinta años y mi
mundo esta completamente vacío. Todo por personas dispuestas a hacer cualquier
cosa para mantener sus cargos. Todo porque su jefe quería salir reelegido, y usted
seguir con su trabajo y apuntarse otro éxito profesional.
—Tranquilícese, se lo ruego. Necesito que hablemos.
Susannah deseo golpear a aquel hombre. Aliviar los años de frustración
acumulada.
—No quiero hablar con usted. Incluso en la cárcel tengo algunos derechos
que…
Ella rompió a llorar. No quería hacerlo, odiaba hacerlo, pero lloro. Quería que el
abogado se marchara y la dejara en paz.
—Susannah…
Jared quiso alcanzarla. Ella se aparto de forma instintiva.
—No me toque, no me toque… —repitió, histérica.
Jared permaneció en el sitio.
—No la tocare. Cálmese.
Lentamente, saco un pañuelo de la chaqueta y se lo tendió. Susannah lo miro
durante unos segundos, como si desconfiara. Él lo dejo sobre la mesa y dio un paso
atrás. Solo entonces, ella lo recogió.
—¿Ya puedo marcharme? —pregunto, mientras se limpiaba.
—Necesito que me conteste a unas preguntas más.
Jared regreso a su silla, se sentó y acerco su libreta. Susannah dio la vuelta a la
mesa, manteniendo la máxima distancia posible entre ellos.
—Shawn Anderson, Timothy Winters y usted eran amigos, ¿correcto?
Ella asintió.
—Sí, bueno… Timothy y Shawn eran amigos desde el instituto. Yo conocí a
Shawn en la universidad. Empezamos a salir y unos meses más tarde nos
comprometimos.
Empezó a llorar otra vez. En aquellos días era una mujer feliz. Había
conseguido un trabajo como profesora de enseñanza primaria y estaba enamorada de
un hombre maravilloso. Se habían marchado a vivir juntos y querían casarse. Era un
sueño hecho realidad.
Pero de repente se convirtió en una pesadilla. Y todavía no había despertado.
—Conocí a Timothy cuando nos mudamos a Denver en junio —continuo.
—¿Pasaban mucho tiempo juntos?
Ella se encogió de hombros.

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Barbara McMahon – El primer día

—Supongo que sí. Timothy y Shawn eran muy amigos. Salíamos a cenar con
cierta frecuencia o quedábamos en casa y jugábamos a las cartas.
—¿Timothy llego a mencionar algo de San Francisco? ¿Les comento que tenía
intención de marcharse? —pregunto.
Susannah acerco la silla a la mesa y sentó. Después, intento concentrarse.
Habían pasado muchos años y recordar no resultaba fácil. Hablaban de muchas
cosas. De trabajo, de dinero, de relaciones personales, de cambiar el mundo.
—No recuerdo que dijera nada de San Francisco, pero una vez se refirió a
California.
Lo había recordado porque aquella noche cenaron en casa y comieron
demasiados espaguetis.
—¿Y qué dijo?
—Que era un sitio muy interesante, con personas abiertas que no estaban
sometidas a los viejos prejuicios y tradiciones. Le parecía una ciudad tolerante y llena
de energía.
—¿Tolerante?
Susannah se encogió de hombros.
—No recuerdo sus palabras exactas, pero eso es más o menos lo que quiso
decir. Timothy estaba bajo la presión constante de su padre. Supongo que, para él,
California era el sueño de librarse de la familia y vivir su propia vida.
—¿Tenía amigos allí?
—Lo desconozco. Pero espere un momento… Claro que los tenía —corrigió—.
Shawn me dijo una vez que podíamos ir a ver a Sammie y que ella nos enseñaría
Disneylandia. Supongo que tendría más amigos, aunque no conozco sus nombres.
—Más amigos además de Sammie…
Susannah asintió.
—Sí. Sam es nombre de hombre y ella era una mujer. Por eso me he acordado.
—Entonces, ¿Timothy no se llevaba bien con su familia? No recuerdo que ese
detalle se mencionara en el juicio.
Ella se encogió de hombros.
—No se llevaba bien con su padre. Hacía meses que no se veían. Timothy no se
veía capaz de estar a la altura de sus exigencias y sus expectativas. Shawn me
comento que discutían muy a menudo y que algunas de sus peleas fueron bastante
violentas.
—¿Insinúa que su padre quería matarlo?
Ella negó con la cabeza.

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Barbara McMahon – El primer día

—No insinuó nada. Pero si la pistola que encontraron fue el arma homicida,
entonces puedo asegurarle que Timothy no murió aquella noche. Cuando se marcho
de mi apartamento estaba vivo.
—Tal vez fue a verlo más tarde y lo mato.
—Pero no lo mate.
—Sin embargo, lo había amenazado de muerte una semana antes, cuando se
presento en el entierro de Shawn Anderson —le recordó—. Un reportero de
televisión grabo la escena y todo el mundo pudo verla. Le dijo cosas terribles. No es
lógico que días más tarde se presentara tranquilamente en su apartamento para
hablar con usted.
—Dije lo que dije, pero estaba muy alterada. Timothy lo sabía, así que vino a
verme para ver si me encontraba bien. Le pedí disculpas por haberme comportado de
ese modo. Tengo tendencia a perder la calma en ciertas situaciones.
La vida en la prisión, con sus normas interminables, había contribuido a
moderar su temperamento. Pero de vez en cuando, estallaba.
—¿Y cuando fue a verla?
—La noche en que lo mataron. Ya lo dije en el tribunal.
—E insiste en que hicieron las paces…
Jared lo dijo con tal escepticismo que ella lo miro con dureza. Era evidente que
el abogado seguía sin creer en su inocencia.
—Yo no mate a Timothy. El causo la muerte de Shawn, pero sabía que fue un
accidente. A Timothy le dolió tanto como a mí. Eran viejos amigos.

Jared no necesitaba revisar su testimonio. Michael había hecho preguntas


suficientes durante el juicio, aunque las respuestas no tenían el mismo sentido ocho
años después. Tal vez fuera por la experiencia que había ganado a lo largo de los
años, pero al leer la trascripción, encontró puntos tan oscuros que le parecía
imposible que Michael y el juez los hubieran pasado por alto.
Miro a Susannah y recordó que la pistola se había encontrado a la mañana
siguiente detrás de unos arbustos, en el edificio donde vivía. Si había asesinado a
Winters, habría querido deshacerse del arma; no la habría dejado en un lugar tan
evidente. Pero también cabía la posibilidad de que se hubiera confiado, pensando
que tenía tiempo de sobra, o simplemente de que hubiera cometido un error. Muchos
delincuentes terminaban en la cárcel por errores tontos.
Pensó que estaba perdiendo el tiempo. No le había dicho nada que no supiera.
El padre de Timothy había confirmado que el cadáver era el de su hijo. En los
registros de la policía no constaban las huellas dactilares de la víctima, pero las del
cadáver coincidían con las que encontraron en la casa de Susannah. Y por si fuera
poco, también coincidía el grupo sanguíneo.

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Barbara McMahon – El primer día

Eran demasiadas coincidencias. Además, el reconocimiento de Gerald Winters


fue tan determinante que no se molestaron en hacer pruebas de ADN. Susannah
tenía el motivo, la oportunidad e incluso el arma del asesinato.
Sin embargo, todavía estaba el hombre de San Francisco. Un hombre idéntico a
Timothy Winters y que había desaparecido justo el día en que los Burroughs lo
vieron.
Desgraciadamente no tenía ninguna prueba. Eran suposiciones y posibilidades,
nada que pudiera cambiar el veredicto de culpabilidad.
—Me pondré en contacto con usted si encontramos a Timothy.
Metió la libreta en la carpeta y la guardo en el maletín. Ahora se alegraba de no
haber hablado con Steve. Sin pistas ni pruebas, no tenía sentido. La investigación de
Michael estaba llena de errores y elementos sospechosos, tal vez por sus prisas para
ganar el caso. Pero eso no significaba nada necesariamente.
Tendrían que esperar a que la policía de San Francisco encontrara a John Wiley
y comprobara su identidad. Solo entonces, si había motivos para ello, reabriría la
investigación.
—Sí, seguro que si —dijo Susannah.
El volvió a mirarla. Se sentía extrañamente atraído por aquella mujer. Tenía una
estructura ósea muy elegante, y pensó que con ocho o nueve kilos más habría estado
preciosa. Le pareció una lástima que una mujer tan atractiva estuviera en la cárcel.
Pero todo parecía indicar que tras su belleza se ocultaba una asesina.
Se levanto, dispuesto a deshacer su mascarada. No había otro motivo para decir
lo que dijo a continuación:
—Me han contado que tuvo usted un niño. ¿Era de Shawn? ¿O de Timothy?
Susannah palideció tan rápidamente que tuvo la impresión de que se iba a
desmayar. Por su trabajo, Jared estaba acostumbrado a tratar con personas en
situaciones críticas, pero nunca había visto una expresión de dolor tan aguda.
Ella cerro los ojos, recogió la chaqueta, lo miro y camino hacia la puerta.
Jared se sintió culpable. Pero necesitaba provocar una reacción y había pensado
que ser agresivo podía servir a tal efecto. Tal vez hubiera algo más, algo que no le
había contado, en el suceso que causo la muerte de Shawn.
Antes de llegar a la puerta, Susannah se detuvo y dijo:
—El niño era de Shawn, por supuesto. Por lo visto, usted no se contenta con
creerme una asesina; también me cree capaz de jugar a dos bandas. Pero el niño era
Shawn. Y mío. Además, Timothy ni siquiera se acostaba con mujeres.
Acto seguido, abrió la puerta y se dirigió al guardia:
—Me siento enferma —declaro.
—!Espere! ¿Que ha querido decir con eso de que Timothy no se acostaba con
mujeres? —pregunto Jared, corriendo hacia la salida.

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Barbara McMahon – El primer día

Ella se giro.
—¿Y usted se cree un abogado inteligente? —pregunto con sarcasmo—.
Timothy era homosexual.
Jared se detuvo en seco y vio como se alejaba.
Homosexual. Ni en el expediente del tribunal ni en los archivos de la fiscalía ni
en sus propias notas personales aparecía ese detalle. Pero eso no era lo peor. Se había
casado con un miembro de la familia de Timothy y jamás había oído el menor rumor
al respecto.
Empezaba a sospechar que Michael había ocultado muchas cosas para ganar el
caso. Inquieto, regreso a la mesa y cerro el maletín. Cuando salió al pasillo, el guardia
estaba abriendo la pesada puerta que llevaba a la sección de las celdas. Susannah
Chapman paso y desapareció de su vista.
Minutos más tarde estaba en la autopista. Activo el sistema automático de
velocidad e intento pensar en la sorprendente revelación.
Cabía la posibilidad de que la homosexualidad de Timothy guardara alguna
relación con el asesinato. Todo el mundo sabía que San Francisco era la capital de los
homosexuales de Estados Unidos. Era una ciudad ciertamente tolerante y muchas
personas que se sentían perseguidas en otros lugares se marchaban allí para poder
vivir sus vidas.
Durante unos momentos, coqueteo con la teoría de que Timothy se había
marchado aquella noche a San Francisco sin saber que se había cometido un
asesinato. Pero no tenía sentido. Se habría puesto en contacto con alguien. Habría
usado su cuenta bancaria para sobrevivir mientras conseguía un empleo.
Además, habían identificado su cadáver, cuya sangre coincidía con la
encontrada en la pistola. Y el arma encontrada en los arbustos del domicilio de
Susannah estaba registrada a nombre de la mujer. El único punto débil de aquella
historia estaba precisamente en el arma; aunque el calibre de la bala coincidía, la
policía no había conseguido demostrar que fuera la que se había usado para matar a
Timothy Winters.
Si es que el muerto era Timothy Winters. Con lo que Jared sabía ahora, le
pareció posible que el propio Winters hubiera asesinado a otra persona y que dejara
la pistola junto al domicilio de Susannah antes de marcharse de Denver.
Se paso una mano por el pelo. Si el asesinato lo había cometido él, era
perfectamente lógico que no se hubiera puesto en contacto con nadie a lo largo de
esos años.
Detuvo el vehículo en una zona de descanso y volvió a comprobar el
expediente. Michael había realizado una investigación poco cuidadosa porque
necesitaba un triunfo importante en los tribunales para salir reelegido.
Lamentablemente, eso significaba que no podía estar seguro de nada. Ni siquiera de
la identificación del cadáver. Y para empeorar la situación, Gerald Winters había
fallecido cinco años atrás y no podría interrogarlo.

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Barbara McMahon – El primer día

Para salir de dudas tendría que pedir la exhumación del cadáver. Y no se la


concederían si no presentaba pruebas concluyentes que justificaran semejante
decisión.
¿Sería posible que Timothy estuviera viviendo en San Francisco, tal como creían
los Burroughs, y no descansara en la cripta familiar del cementerio? Si Susannah
había dicho la verdad, el era responsable directo de que el tribunal hubiera
condenado y enviado a la cárcel a una mujer inocente.

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Capítulo 3
Noelle sonrió a Martin cuando termino de cenar y le sirvió un café. Después,
inconscientemente, echo un vistazo a la habitación. Adoraba aquella casa; adoraba la
elegancia, la decoración, pero sobre todo que la había compartido con Jared.
—¿A qué viene esa sonrisa? —pregunto él.
El cabello de Martin, de color sal y pimienta, brillo bajo la luz de la lámpara. Su
cara morena y de facciones duras se giro hacía ella como si Noelle fuera la persona
más importante del mundo.
—Estaba pensando cuanto me gusta esta casa.
—Bueno, a mi me parece un trasfondo perfecto para su excitante e
impresionante propietaria —bromeo.
Noelle sonrió con más intensidad.
—Eres encantador con las palabras…
Martin siempre tenía el cumplido adecuado, la frase correcta para cualquier
situación.
Y ella era humana. Cuando se divorcio, Noelle perdió la confianza; ni siquiera
sabía si seguía siendo deseable, pero Martin la saco de dudas y le estaba muy
agradecida. Desgraciadamente, no era Jared. No era el hombre del que seguía
obsesionada y al que todavía echaba de menos a pesar de que le había dejado bien
claro que no estaba interesado por ella.
—¿Tanto como para casarte conmigo?
Ella bajo la mirada y respiro a fondo.
—¿Te estás declarando?
—Cásate conmigo, Noelle.
Noelle sabía que si jugaba con él, corría el riesgo de que se cansara y se
marchara con otra mujer. Tenía que contestar. Pero no quería comprometerse. Aun
pensaba que existía la posibilidad de que Jared cambiara de opinión y volviera a su
lado.
—Necesito tiempo para pensarlo —murmuro—. Me has pillado por sorpresa…
Rogo en silencio para que Martin no la presionara. Porque tendría que dar una
respuesta negativa.
—Tienes todo el tiempo que quieras, preciosa. No pienso marcharme a ninguna
parte.
En ese instante sonó el timbre de la puerta y Noelle levanto la mirada.
—¿Esperas a alguien? —pregunto él.
—No.

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Barbara McMahon – El primer día

Ella dejo su taza de café a un lado, camino hacia la puerta principal y se


pregunto quien podía llamar a las diez en punto de la noche. Cuando por fin abrió,
se encontró ante la última persona que habría imaginado.
—¿Jared?
Intento adivinar el motivo de su visita. La semana anterior habían cenado
juntos, con Eric; pero no había mencionado que tuviera intención de pasarse por allí
y, además, el niño ya se había acostado.
—Tengo que hablar contigo, Noelle —dijo, mientras cerraba la puerta.
—¿Ahora? Tengo compañía…
—Se que Martin esta aquí. He visto su coche. Pero no tardare mucho… se trata
de Timothy.
Martin apareció entonces.
—Hola, Jared.
—Martin…
Los dos hombres se estrecharon la mano.
—Siento venir tan tarde, pero tengo que hablar con Noelle sobre su primo,
Timothy Winters —continuo Jared—. Solo serán cinco minutos.
—¿El que murió hace años? ¿Al que asesinaron?
Ella asintió y miro a su ex marido.
—Seguro que podemos hablar en otro momento…
—Podemos, pero preferiría que fuera ahora —dijo Jared, volviéndose hacía
Martin—. Los Burroughs, unos amigos de los padres de Noelle, creen haber visto a
Timothy en San Francisco. Estuvieron allí hace unas semanas y lo vieron en la calle.
Lo estamos investigando.
—¿En serio?
Jared supo que la había sorprendido. Noelle no lo habría creído capaz de abrir
una investigación importante y de consecuencias imprevisibles justo antes de unas
elecciones; siempre había subestimado su pasión por la justicia.
Él asintió.
—Sí. Tengo que hacerte unas preguntas.
—Martin, te ruego que…
—No te preocupes, cariño. Descansare un rato mientras habláis. Lleva a Jared al
estudio y contesta a sus preguntas. Estaré por aquí si me necesitáis.
Martin se marcho y Noelle llevo a Jared al estudio, su antiguo despacho. Era
una sala preciosa. Su padre la había decorado al estilo de una típica biblioteca inglesa
como regalo de bodas. Tenía una mesa enorme y brillante que ahora estaba vacía y
que antes, cuando Jared la usaba, sostenía toneladas de documentos, informes y
libros legales.

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Barbara McMahon – El primer día

El se sentó en su vieja butaca. Luego, abrió el maletín y saco una carpeta y la


libreta que lo acompañaba a todas partes.
—¿Es realmente posible que Don y Fran vieran a Timothy?
—Podría ser alguien que se le parece. Pero si Timothy sigue con vida, necesito
encontrarlo y averiguar la verdad sobre lo sucedido aquella noche.
—Si esta vivo, los jueces anularían la sentencia de aquella mujer. Y eso sería
catastrófico para vosotros… solo faltan cuatro semanas para las elecciones.
Jared se recostó en la butaca y la miro.
—¿De verdad crees que me importa más la reelección de Steve Johnson que la
posibilidad de haber contribuido a condenar a una mujer inocente?
Ella se encogió de hombros.
—Michael Denning fue implacable en el juicio. Quería una sentencia
condenatoria a cualquier precio —le recordó.
—No a cualquier precio. Yo ayude a Michael. Quería demostraros a ti y a tu
familia que era un gran abogado, y es posible que eso me cegara hasta el punto de
cometer errores graves. A fin de cuentas era mi primer caso importante. Pero creía
sinceramente que estábamos en lo cierto, que Susannah Chapman había asesinado a
tu primo. Y ahora resulta que pudimos equivocarnos.
Noelle se encogió otra vez de hombros.
—¿Y qué?
Jared suspiro.
—Mira, Noelle, trabajo en la fiscalía porque me gusta ayudar a la gente. Creo en
la justicia. Y si se ha cometido un error, hay que corregirlo. Las elecciones y la
publicidad negativa son asuntos secundarios para mí. A estas alturas deberías
saberlo.
—Ah, claro, el caballero que siempre esta dispuesto a salvar a una damisela en
peligro… —se burlo—. Eres un idealista sin remedio.
—Siéntate, contesta a mis preguntas y me marchare tan deprisa como sea
posible.
—¿No podrías esperar a mañana?
—Tu tío identifico el cadáver de Timothy —afirmo de repente.
Ella asintió.
—Sí. O más bien, lo que quedaba de él. Yo no lo vi, pero Michael describió su
estado de forma repugnantemente explicita durante el juicio.
—Lógico. Un tiro en la cara y a bocajarro suele destrozar las facciones.
—No necesito que me lo recuerdes. El tío Gerald identifico el cuerpo, es cierto.
Así que los Burroughs se habrán confundido de hombre.
—¿Como podía estar tan seguro?

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Que quieres decir?


—Que como es posible que Gerald lo reconociera con tanta facilidad. Casi no
tenía cara y le faltaba gran parte de la mandíbula.
—Jared, por favor… no lo sé. No es algo que mi tío discutiera con el resto de la
familia. Supongo que distinguió algo, algún detalle, que eliminaba cualquier duda.
Jared echo un vistazo a sus notas.
—El muerto tenía metro ochenta de altura y cabello oscuro. Su cuerpo no
presentaba marca alguna, además de, naturalmente, el hecho de que le hubieran
volado la cara…
—Por favor, Jared…
—Lo siento. Intento averiguar como pudo Gerald reconocer a su hijo. Ojala se lo
hubiera preguntado en su momento.
Noelle cruzo las piernas y se echo hacía atrás.
—Ni siquiera estas seguro de que no fuera Timothy. Tu mismo has dicho que el
hombre a quien los Burroughs vieron en San Francisco podría ser alguien que se le
parece —le recordó—. Además, es perfectamente lógico que Gerald lo reconociera.
Llevaba su ropa, lo encontraron en su casa, tenía el pelo del mismo color, era de la
misma altura y hasta llevaba el anillo familiar. Bastante convincente, en mi opinión…
Jared asintió y tomo unas notas.
—Supongo que si… la policía devolvió el anillo y el pendiente a tu tío. ¿Sabes lo
que hizo con ellos? —pregunto.
—¿El pendiente?
—Sí, el que llevaba en la oreja derecha.
—Timothy no llevaba pendiente. ¿Estás loco? Mi tío se habría enfadado mucho
con él si se hubiera puesto un pendiente. No se habría atrevido.
Jared la miro.
—¿Estás segura de eso?
—Completamente. Cenamos juntos la semana anterior a que lo mataran y me
habría dado cuenta. Además, el tío Gerald también lo habría visto y su reacción
habría sido tan desproporcionada que se habría enterado toda la familia.
—Es posible que Timothy se lo quitara antes de cenar contigo…
Noelle se levanto y se inclino sobre la mesa. Después, se quito uno de los
pendientes e inclino la cabeza para que Jared pudiera ver mejor.
—Como ves, el agujero de la oreja se nota aunque te quites el pendiente.
Créeme… si Timothy hubiera tenido un agujero me habría dado cuenta.
Ella se sentó de nuevo y se puso el pendiente.
—Hoy he sabido que Timothy era homosexual —dijo él.

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Cómo? ¿Estás seguro? —pregunto, muy sorprendida—. Dios mío… menos


mal que el tío Gerald no llego a saberlo. Lo habría matado él mismo.
—¿Nunca sospechaste nada?
Noelle tardo unos segundos en contestar.
—No, aunque ahora que lo dices, eso podría explicar muchas cosas. Timothy
salía con muchas chicas, pero nunca tuvo nada serio con ellas —respondió—. Es
increíble… su padre se lo habría tomado muy mal. Era un hombre chapado a la
antigua y demasiado preocupado por el que dirán.
—Por lo visto no era precisamente tolerante…
—No, desde luego que no —dijo—. Pero lo que me has dicho es muy grave. Si
el cadáver tenía un pendiente, es obvio que no era el de Timothy. ¿Cómo es posible
que su propio padre lo confundiera?
—Bueno, le habían quitado la ropa y las joyas. A Gerald le dieron el pendiente,
es verdad, pero es posible que no se fijara en ese momento y que prestara más
atención al anillo de la familia —respondió él.
—Quien sabe… podría ser que Timothy se pusiera un pendiente después de
cenar conmigo. Aunque no alcanzo a comprender como pensaba explicárselo a
Gerald.
—Todo esto es muy sospechoso. Cuanto más investigo, más seguro estoy de
que aquel cuerpo no era el de tu primo. Creo que hay pruebas suficientes para pedir
que exhumen el cadáver y se hagan pruebas de ADN. Si tu familia no tiene nada que
objetar, claro esta.

Aquella no era la conversación que Noelle deseaba tener con su ex marido.


Lamento que Jared no la mirara con la intensidad que dedicaba a las notas de su
libreta. Y que no hubiera sido él, sino Martin, quien le había pedido que se casara con
ella.
—Sea como sea, tendré que seguir investigando.
Jared se levanto y cerro el maletín. Noelle empezaba a comprender que no tenía
ninguna posibilidad con él y que quizá sería mejor que aceptara el ofrecimiento de
Martin.
Lo acompaño a la puerta y lo miro mientras subía a su coche y se alejaba. Jared
ni siquiera miro atrás.
Ella suspiro y cerro.
—¿Problemas?
Era Martin, que se había acercado.
—No lo sé. Jared cree que Timothy puede estar vivo.
Noelle se estremeció. No quería pensar en la atención que desataría semejante
noticia. No quería que los periodistas la persiguieran para entrevistarla. No quería

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Barbara McMahon – El primer día

que nadie especulara con la verdadera identidad del hombre asesinado y con los
motivos que podía tener su primo para mantenerse lejos durante tantos años.
—¿Y de donde se ha sacado esa idea? —pregunto, sorprendido.
Noelle lo miro y dijo:
—Vamos a sentarnos al salón y te contare todo lo que se.
Martin merecía saberlo. A fin de cuentas, cabía la posibilidad de que algún día
se convirtiera en su marido.

Jared entro en su oficina como una exhalación. Había un par de luces


encendidas en el edificio, pero ninguna en aquel piso. Era tarde.
Sin embargo, no podía descansar. Si Timothy no había sido asesinado,
Susannah era inocente de ese delito y con toda probabilidad, también, de la muerte
del desconocido. A fin de cuentas, la sentencia se había basado en que tenía un buen
motivo para matar: su dolor y su ira por la responsabilidad de Timothy en el
fallecimiento de Shawn Anderson. La grabación de aquel periodista la había
condenado sin remedio. En ella, aparecía muy alterada y amenazando a un hombre
que moriría, supuestamente, dos semanas más tarde.
Cuando entro en el despacho, vio que había unas hojas en el fax. Rose sabía que
estaba trabajando en el caso y le había adelantado el trabajo. Eran copias de huellas
dactilares. Aunque los documentos originales los enviarían por correo, las copias
servirían para que la policía local se pusiera manos a la obra. Ahora solo faltaba que
en sus archivos todavía estuvieran las huellas encontradas en el apartamento de
Timothy.
Echo un vistazo al expediente y releyó lo que había declarado Don Burroughs
cuando hablo con él:
—Yo nunca creí que ella lo hiciera.
—¿A quién se refiere? —le había preguntado Jared.
—A la rubia a quien acusaron del homicidio. Me pareció demasiado joven y
demasiado asustadiza para ser una asesina. El veredicto me sorprendió. Aunque es
verdad que el fiscal estuvo muy agresivo y que se gano rápidamente al jurado. No se
puede decir lo mismo del abogado defensor.
Jared recordó que Susannah le había dicho que su abogado estaba enfermo.
Pero pensó que no podía estar tan enfermo como para preparar tan mal un caso. Si
hubiera estudiado los hechos con más atención, habría descubierto las debilidades de
la acusación y tal vez habría evitado que Michael retorciera las palabras de Susannah
y destrozara su versión de los hechos.
Fuera como fuera, había llegado el momento de hablar con Steve. Había
pruebas suficientes para reabrir el caso, y quería encargarse de él. Si había metido la
pata ocho años antes, debía tener la oportunidad de arreglar las cosas.

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Barbara McMahon – El primer día

Y después, seguramente se pasaría el resto de su vida intentando expiar el


error.
Apoyo la cabeza en el respaldo y contemplo la vista nocturna de la ciudad. La
legislación lo protegía. Había hecho su trabajo tan bien como le fue posible, y
Susannah no tenía base para denunciarlos ni a Michael ni a él.
Pero era injusto. Había perdido ocho años de su vida y no tenía dinero, ni
trabajo ni hogar. Incluso se había visto obligada a entregar a su hijo en adopción. Y el
Estado de Colorado se limitaría a disculparse y a dejarla en libertad.
Se pregunto adonde iría y como sobreviviría durante los primeros meses. Iba a
ser muy difícil para ella, así que tendría que ayudarla. Aunque no recuperara el
tiempo perdido, era lo mínimo que debía hacer.

Susannah estaba tumbada en la cama, contemplando el techo. Desde la visita de


Jared Walker había empezado a pensar que todavía tenía alguna esperanza y que
aquella pesadilla podía terminar en algún momento. Si habían visto a Timothy con
vida, era posible que la dejaran en libertad o que repitieran el juicio. Pero también
que el fiscal se apresurara a dar carpetazo al asunto y esconder el polvo debajo de la
alfombra.
Se puso de lado, con miedo a alimentar ilusiones y con miedo a rechazarlas. La
idea de ser libre, de ir a donde le diera la gana, de comer donde quisiera, de escapar
del encierro de esas cuatro paredes, era tan bella que resultaba abrumadora.
Se abrazo a sí misma. No se lo había dicho a Marisa. No quería decírselo a nadie
porque la decepción sería mayor si al final no pasaba nada.
Pero era evidente que tenían dudas importantes sobre el caso. De lo contrario,
Jared Walker no habría ido a verla a la cárcel.
Antes de quedarse dormida, volvió a pensar en el ayudante del fiscal. Parecía
creer en la justicia. Ahora solo tenía que luchar tan intensamente por ella como ocho
años antes en su contra.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 4
Un par de semanas después, Jared estaba en su despacho. Intentaba
concentrarse en un informe, dejar de oír el tic tac del reloj de pared y no pensar en los
minutos que faltaban para las dos, pero no lo conseguía.
Dejo los documentos en la mesa, se levanto, camino hasta la ventana y dio un
puñetazo al marco. Debería estar en el juzgado. Debería ser él quien presentara la
petición. Debería protagonizar el último acto para obtener la liberación de Susannah
Chapman.
Pero en lugar de eso estaba atrapado en el despacho, como si fuera un día
normal y corriente, mientras Steve Johnson presentaba los hechos al juez que iba a
liberar a una mujer inocente. Por supuesto, Steve había insistido en hacerlo en
persona. Era conveniente de cara a las elecciones, que estaban a la vuelta de la
esquina.
Jared se giro y camino de un lado a otro.
Había querido llamar a Susannah para informarla al respecto, pero Steve le
prohibió que se pusiera en contacto con ella. Las dos semanas anteriores habían sido
muy ajetreadas. Las pruebas de ADN demostraron que el cadáver no era el de
Timothy Winters, la policía seguía buscando al hombre de California y Steve Johnson
llego a la conclusión de que había pruebas suficientes para pedir la anulación del
caso y la liberación de Susannah Chapman. El fiscal creía, al menos públicamente, en
su inocencia.
Jared insistió en presentar la petición. Deseaba estar junto a ella y demostrarle
que había hecho lo posible por enmendar el error cometido. Sin embargo, Steve no lo
veía de ese modo. Le recordó que él ni siquiera había sido la mano derecha de
Michael Denning durante el juicio, y que toda la responsabilidad era exclusivamente
del ex fiscal. Además, quería que los ciudadanos de Denver vieran que el titular del
cargo llevaba el caso en persona y corregía las malas prácticas de su predecesor.
Al pensar en ello, se dijo que lo único que importaba era la libertad de
Susannah. Una mujer de la que solo conocía los datos del expediente y las pocas
cosas que había notado durante la entrevista en la cárcel. Pero su cara le encantaba.
Sus ojos tenían una expresión misteriosa que no alcanzaba a entender.
Se pregunto que deseos tendría ocho años atrás, antes de que se interpusieran
los jueces y abogados y destrozaran sus planes. La habían condenado a cadena
perpetua y había tenido que dar a su hijo en adopción. Seguramente no imaginaba
que estaba a punto de perder su vida y a Eric.
Supuso que odiaría con todas sus fuerzas a las personas que habían intervenido
en aquel juicio. Y que sus noches estarían llenas de pesadillas de las que, tal vez, no
conseguiría librarse.
Jared alzo la mirada para ver la hora. Las dos y diez. En ese momento, ella
estaría esperando, y Steve presentando las pruebas ante el magistrado.

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Barbara McMahon – El primer día

Su mente recordó los procedimientos de ese tipo de casos.


Steve presentaría la información que él le había proporcionado. La comparación
de las huellas que la policía de Denver había guardado, afortunadamente para
Susannah, en sus archivos: ahora sabían que en la casa de Timothy se habían
encontrado dos grupos de huellas. El primero coincidía con las de John Wiley. El
segundo, con las del cadáver.
A continuación, Steve mencionaría la declaración de Noelle en el sentido de que
su primo no llevaba pendiente ni tenía agujero en la oreja. Luego seguiría con las
pruebas de ADN y, tras la demostración de que el muerto no era Timothy Winters,
desaparecerían los cargos contra Susannah.
Después, revisarían las pruebas circunstanciales. En primer lugar, que la pistola
no le pertenecía y que solo se había encontrado cerca de su casa. En segundo lugar,
que no había huellas de ella ni en el arma ni en la casa de Timothy.
El juez estudiaría los hechos, escucharía la recomendación del fiscal y con toda
probabilidad pronunciaría las palabras que devolverían la libertad a una mujer
inocente.
Se pregunto si Susannah le estaría agradecida. Y si él mismo llegaría alguna vez
a perdonarse por haberle robado ocho años de su vida.
Alcanzo el teléfono y llamo a su secretaria.
—¿Ya ha vuelto Steve?
—No, todavía no. Me dijiste que te avisara en cuanto volviera y pienso hacerlo
—respondió Rose, con paciencia.
Jared colgó, se sentó y contemplo todo el trabajo atrasado. No conseguía
concentrarse, de modo que espero, se levanto de nuevo y empezó a caminar otra vez.
A las tres menos veinte sonó el teléfono.
—Steve acaba de llegar —dijo Rose.
Jared salió disparado y unos segundos después estaba en el despacho del fiscal.
—¿Que tal ha ido?
—Como la seda —respondió su jefe—. No ha tardado ni diez minutos. Pero
luego he tenido que hablar con la prensa.
—¿Con la prensa?
—Por supuesto. Querían conocer los hechos y han preguntado sobre ti. Querían
saber hasta donde llega tu responsabilidad en el error, si fuiste tu o Michael Denning
quien se dejo presionar por la familia de Winters y si se manipularon las pruebas
para obtener una condena.
Steve miro a Jared y continuo:
—Solo ha sido lo típico en estos casos. Después han preguntado si estamos
buscando al verdadero asesino y quien era el muerto. Me temo que tendremos que
dar prioridad al caso… Como mínimo, debemos averiguar la identidad de la víctima.

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Barbara McMahon – El primer día

No sé de donde sacan la información, pero los periodistas sabían más de lo que había
imaginado.
—¿Y cómo ha reaccionado Susannah?
—Parecía superada por los acontecimientos. Creo que se ha alegrado cuando la
han llevado de vuelta a las celdas —contesto.
—¿A las celdas?
Jared se sintió como si le hubieran pegado un puñetazo en el estomago. Estaba
seguro de que el juez la liberaría. Había pruebas suficientes para eso y para anular el
juicio.
—Ya sabes que es el procedimiento habitual. Tiene que seguir los pasos
apropiados. Pero los buitres de la prensa la estarán esperando allí, dispuestos a
devorarla… pobre mujer. Me ha parecido un junco débil ante una tormenta.
—Entonces, todo ha salido como lo habíamos planeado…
Steve asintió con gravedad.
—El juez Forsythe cree que hay pruebas suficientes para anular el juicio de hace
ocho años. De hecho, fue bastante crítico con el comportamiento de la fiscalía y tuve
que recordarle que yo no estaba en el cargo en aquella época.
—¿Y qué va a hacer ella?
—No tengo ni idea. Es posible que la prensa amarilla le ofrezca una suma
astronómica a cambio de publicar su historia. Pero volviendo a lo nuestro, será mejor
que te mantengas alejado de la prensa hasta después de las elecciones. A no ser, por
supuesto, que te apetezca que te interroguen.
Jared negó con la cabeza.
—He salido muy bien parado de la situación —continuo Steve—. Pero te
advierto que si pones en peligro mi reelección, les ofreceré tu cabeza en bandeja de
plata.
Jared no se inmuto. Era lo que esperaba. A Steve le interesaba más la política
que el ejercicio de su trabajo y la defensa de los ciudadanos. Sin embargo, no
permitiría que jugara con él. Llegado el caso, su cabeza no sería la única que rodara.

Susannah no podía creerlo. Cuando el juez la dejo en libertad, pensó que podría
salir de la sala y retomar su vida. Pero el mundo exterior le parecía tan aterrador
como la pesadilla que había sufrido. Y agradeció que la dejaran unos minutos a solas
cuando regreso a las celdas del edificio.
Le habían dado ropa para que se cambiara. Cuando termino, se miro en el
espejo. La camiseta y los vaqueros eran grandes para ella, pero los zapatos le
quedaban bien. Y cualquier cosa era mejor que el uniforme de la cárcel.
Se mordió los labios y lamento no tener mejor aspecto. Jared Walker tenía razón
cuando dijo, dos semanas atrás, que estaba demasiado delgada.

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Barbara McMahon – El primer día

Pensó en el e intento convencerse de que no se había sentido decepcionada al


ver que no aparecía en el tribunal. Quería que escuchara las duras criticas del juez.
Que lo inhabilitaran o que hicieran cualquier cosa parecida para que no volviera a
cometer un error semejante.
Ahora era libre.
Y estaba asustada.
Al salir de la sala del tribunal, se había visto acorralada por tal cantidad de
periodistas y reporteros de televisión que había pedido protección a los agentes de
policía para que la apartaran de ellos y la protegieran de sus preguntas.
Afortunadamente, tenían que devolverla un momento a la celda para completar
el proceso. Y el papeleo tardo muy poco.
En ese momento entro una agente de policía.
—¿Se encuentra bien? Lleva mucho tiempo aquí…
—Si, si, estoy bien.
Susannah intento sonreír, sentirse bien de verdad. Podía salir de la cárcel
cuando quisiera y hacer lo que le apeteciera. Pero no se le ocurría nada, además de
escapar de los periodistas.
La mujer la miro con simpatía.
—No me extraña que no quiera salir en este momento. No me gustaría tener
que enfrentarme a esa gente. Hagamos una cosa… la llevare por el garaje y
pasaremos al otro edificio para que pueda salir por la puerta trasera. Así les dará
esquinazo. Por lo menos durante un rato.
—¿En serio?
El primer pensamiento de Susannah fue que la agente pretendía engañarla de
algún modo. Pero después se dijo que no tenía motivos para desconfiar de ella. Su
mundo había cambiado. Ya no estaba sometida al horror de la vida en la cárcel. Ya
no tenía que estar permanentemente en tensión.
—Se lo agradecería mucho.
Susannah respiro a fondo y dio un paso adelante. No sabía que le depararía el
futuro. Pero ahora era una mujer libre.

Jared saco el coche del aparcamiento y lo detuvo un momento antes de salir a la


calle. Su casa estaba a la derecha; la cárcel a la izquierda.
Quería verla otra vez y comprobar que estaba bien, que la habían liberado y que
podía seguir con su vida.
Con la vida que le habían robado.
Por fin, giro a la izquierda.

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Barbara McMahon – El primer día

Minutos después llego a la calle Cheyenne y se quedo asombrado al ver la


enorme cantidad de periodistas que se habían reunido delante del edificio. Busco a
Susannah con la mirada, pero era evidente que aun no había salido. Así que acelero
un poco y se alejo. No quería que lo reconocieran. Sabía que más tarde o más
temprano tendría que responder a sus preguntas. Sin embargo, prefería que fuera
después de la conferencia de prensa de Steve y cuando ya se hubieran cansado del
asunto.
Giro hacía el edificio Capitol, y no había recorrido ni una sola manzana cuando
la vio allí, en la calle, caminando con paso rápido. Todavía llevaba el pelo demasiado
corto, y llevaba una chaquetilla de algodón, una camiseta amarilla y unos vaqueros
que le quedaban grandes.
Jared bajo la ventanilla del lado del copiloto, detuvo el coche en mitad de la
calle y grito:
—!Susannah! !Susannah!

Susannah oyó que la llamaban y miro a su alrededor con miedo a que la


hubiera encontrado algún periodista. Pero era Jared. Estaba dentro de un coche,
inclinado hacía la ventanilla del lado contrario.
Pensó que no tenía motivo alguno para hablar con él y siguió andando. Ahora
podía hacer lo que quisiera. No respondía ante nadie.
—Susannah, espera…
Apretó el paso y vio que el coche seguía adelante, daba la vuelta y se detenía en
la esquina.
No quería nada de él. Jared era uno de los hombres que la habían llevado a
prisión.
Pero también la había sacado.
Deseo que hubiera una forma de robarle ocho años de su vida, de llevarlo a una
celda y dejarlo allí para que sufriera la experiencia, de robarle lo que más quisiera y
destruirlo. Alejarlo de sus niños, si los tenía. O de su esposa, si estaba casado.
Tomo aliento y siguió andando, más despacio. Él salió del coche y se dirigió a
su encuentro.
—No tengo nada que decirte —dijo ella.
El extendió un brazo como si quisiera detenerla.
—Yo solo…
El instinto de ocho años de prisión se apodero de Susannah, que apretó los
puños.
—!No me toques!
Jared dio un paso atrás y alzo las palmas.
—No te tocare. No te tocare. Solo quiero hablar un momento contigo.

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Barbara McMahon – El primer día

—Pero yo no tengo nada que decir.


—Pensé que antes podríamos ir de compras y buscarte ropa nueva y lo que
necesites. Si quieres, puedo llevarte al centro comercial de la calle Dieciséis.
No necesitaba que nadie la llevara de compras. Pero en ese momento paso una
unidad móvil de la televisión local, que se dirigía a los tribunales, y Susannah se
asusto tanto que se giro para ponerse de espaldas a la calle.
Tenía que marcharse de allí como fuera. Alejarse de los periodistas y de sus
cámaras.
—¿Susannah?
—Si nos vamos ahora mismo, acepto.
—¿Ahora mismo? ¿Qué ha pasado? —pregunto, mirando a su alrededor.
—Acaba de pasar una furgoneta del Canal 4. No quiero que me encuentren los
periodistas. No quiero hablar con ellos.
Susannah subió cautelosamente al coche y se acomodo, tensa, mientras Jared
arrancaba. Solo estaban a unas cuantas manzanas del centro comercial, así que
llegaron enseguida.
—Gracias.
Ella abrió la portezuela y se marcho antes de que él pudiera abrir la boca. Jared
salió y la miro por encima del techo del vehículo. No podía imaginar que la frialdad
de Susannah se debía a algo que no tenía nada que ver con su experiencia en la
cárcel: el pequeño espacio del coche le había resultado tan desconcertantemente
íntimo que necesitaba salir y estar sola.
—Entonces, ¿cenamos? —pregunto él.
Ahora, la idea de cenar con Jared era toda una tentación. Pero sacudió la cabeza
lentamente.
—Las pruebas que teníamos hace ocho años nos convencieron de que eras
culpable —confeso él—. Pero al encontrar cabos sueltos, reabrí la investigación. Solo
intento reparar el daño, en la medida de lo posible.
El tono de Jared le pareció sincero. Y decidió contestar del mismo modo.
—No puedes repararlo. No me puedes devolver los años perdidos, ni a mi hijo.
No me puedes devolver la confianza perdida en la justicia, en la verdad, en la
honradez. No puedes borrar los horrores de vivir en la cárcel. No puedes hacer nada.
—Puedo intentarlo —dijo con firmeza.
—¿Por qué? —pregunto.
No entendía que Jared insistiera. Quería que la dejara en paz.
—Porque quiero creer en la justicia, la verdad y la honradez. Necesito encontrar
una forma de arreglar las cosas, una reparación… de lo contrario, no podre aceptar
más casos. ¿Qué pasaría si volvemos a condenar a una persona inocente? Mi fe en la
justicia también ha sufrido un duro golpe. Tengo que equilibrar la balanza.

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Y qué hay de lo que yo necesito? Tal vez no necesite que me recuerden lo
que he perdido. Puede que no quiera ayudarte a limpiar tu mala conciencia. Pero
nada de lo que hagas puede devolverme la vida que tú me quitaste.
—No fui solo yo. También estaban los miembros del jurado y…
—Michael Denning los convenció de que yo era culpable —lo interrumpió.
—Ven a cenar conmigo —insistió él—. Iremos a un lugar público.
—Una cena no servirá para…
—¿Eso es un «si»? ¿O un «no»?
—!Esta bien! Esta bien. Te veré aquí a las seis.
Susannah dio media vuelta y se alejo hacía el centro comercial. Estaba bastante
alterada, pero supuso que lograría relajarse antes de que llegara la hora de la cena.
Noventa minutos más tarde, hecho un trago del cappuccino que había pedido y
se lamio los labios para quitarse la crema. Mientras miraba su bebida, sacudió la
cabeza. Había estado una hora de compras y solo había comprado unas pocas cosas.
Así que había decidido descansar un rato y tomarse un café antes de su cita con
Jared. Pero en aquel sitio no tenían café normal y corriente. Solo capuchinos,
irlandeses y unas cuantas combinaciones con nombres extranjeros que ni sabía
pronunciar.
Se sentía tan extraña que se pellizco una mano por ver si estaba dormida. No
era un sueño. Estaba en el mundo real y era libre de verdad.
Miro las bolsas que llevaba y pensó que los precios habían subido mucho en los
últimos años. Había comprado ropa para ir bien vestida a las entrevistas de trabajo,
pero todavía tenía que alquilar un piso, o una habitación, y sus posibilidades no
llegaban a tanto. Al día siguiente iría a una agenda de empleo y empezaría a buscar.
Se miro los elegantes pantalones, que se había dejado puestos. Le quedaban
perfectamente, al igual que la camisa de seda. En cuanto a la chaqueta, de verano,
tendría que aguantar hasta que cobrara su primer sueldo y pudiera comprar algo
más adecuado para los duros meses del invierno de Denver. Si es que se quedaba allí,
por supuesto. Y no iba a decidirlo en ese momento.
Pensó que aceptar la oferta de Jared había sido una buena idea. Por lo menos se
ahorraría el dinero de la cena.
Echo otro trago y se encogió de hombros. Le parecía extraño que fueran a cenar
juntos. Ni siquiera sabía de que podían hablar.

Termino el cappuccino, recogió sus cosas y camino hacía el aparcamiento. El


coche de Jared estaba en el mismo sitio, como si se hubiera quedado allí. Al verla, él
salió del interior y abrió el maletero.
—Puedes meter tus compras en el maletero. Así no tendremos que llevarlas con
nosotros.

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah acepto el ofrecimiento. Pero se aparto enseguida para mantener las


distancias. La presencia de Jared la abrumaba. Era muy alto. E irradiaba tanta energía
que bastaba para alterarla.
—Hay un restaurante bastante bonito a un par de manzanas de aquí.
Podríamos ir si te parece bien —comento él.
—Como quieras.
—No has comprado mucho. ¿Has encontrado todo lo que necesitabas?
—Si.
—Me gusta lo que llevas. Te queda mucho mejor que esos vaqueros tan
grandes…
Ella asintió. Se sentía como si de repente fuera una adolescente tímida que no
supiera que decir, así que se limito a caminar a su lado.
Cuando llegaron al restaurante, él le abrió la puerta y la toco levemente en la
espalda para invitarla a entrar. Susannah se estremeció.
—No voy a hacerte daño, Susannah —dijo Jared, intentando tranquilizarla.
Ella lo miro.
—No me gusta que me toquen.
Sus caras estaban a pocos centímetros de distancia. Susannah pudo observar las
líneas de sus iris, la sombra de su barba y su sensual labio inferior. Incluso le pareció
que su aliento era dulce y suave cuando le acaricio la mejilla.
—Intentare recordarlo.

Unos minutos después, cuando ya se habían sentado, Jared se dirigió al


camarero.
—Traiga una botella de champan.
Susannah lo miro con sorpresa y Jared se encogió de hombros.
—Se que habrías preferido celebrarlo con cualquier otra persona, pero es tu
primera noche en libertad y creo que merece una botella de champan.
Ella asintió y echo un vistazo al tranquilo y elegante restaurante. Era un lugar
pequeño, de paredes cubiertas de paneles de madera, manteles de lino y cubertería
de plata. Jared no la había llevado a un establecimiento del montón.
Contemplo a los clientes que entraban, comían o pedían sus platos. El día
anterior estaba en el comedor de la cárcel de mujeres; hoy, en un restaurante de lujo.
Volvió a mirar a Jared y vio que la había estado observando.
—Gracias —dijo ella a regañadientes.
Odiaba sentirse agradecida con él. A fin de cuentas le había destrozado la vida.
Pero el detalle de llevarla a cenar y de pedir champan era demasiado bonito para
dejarlo pasar.

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Barbara McMahon – El primer día

No quería que Jared le gustara. No quería sentir nada por él, salvo amargura y
hostilidad. No quería olvidar lo que él y su jefe le habían hecho.
—Si pudieras haber estado esta noche con otra persona, ¿a quién habrías
elegido? —pregunto Jared.
Susannah no lo dudo.
—A Marisa Hernandez, mi compañera de celda. Saldrá dentro de un par de
meses… Es curioso. La idea de quedarme sin ella se me hacía insoportable. Es mi
mejor amiga; o más bien, mi única amiga. Y al final ha resultado que he salido antes
que ella.
Se detuvo un momento y cambio levemente la posición del tenedor, hacía la
izquierda.
—Si consigo un trabajo y tengo dinero, podríamos festejar su libertad aquí y
pedir una botella de champan. Sé que le encantaría —dijo con suavidad.
Cuando llego la bebida, Jared alzo su copa.
—Por un futuro brillante. Te deseo toda la suerte del mundo, Susannah.
Ella bebió un poco y asintió. Iba a necesitar mucha suerte.
Unos minutos más tarde, después de pedir la comida, pensó que las cosas iban
mejor de lo que había imaginado. Jared era divertido, y un gran conversador. Le
conto por que le gustaba aquel local y le recomendó unos cuantos restaurantes del
centro. Susannah no dijo nada. Solo escucho y bebió champan.
El camarero llego con los platos y ella sonrió al ver su contenido, dispuesto de
forma ingeniosa. En la cárcel no se molestaban con esas tonterías; servían la comida
sin ton ni son.
—¿Que planes tienes? —pregunto él.
Susannah empezó a comer.
—Mañana empezare a buscar empleo —respondió—. Aunque tal vez debería
haber empezado hoy… ¿qué te parece?
Jared negó con la cabeza.
—Creo que deberías esperar unos días. Acostúmbrate otra vez a la libertad y
descansa —sugirió.
—No me lo puedo permitir. Necesito un trabajo cuanto antes. Tengo poco
dinero.
—¿Ya has encontrado alojamiento?
Ella dudo como si no quisiera responder, pero al final lo hizo.
—No, todavía no. Supongo que esta noche podría dormir en un motel. Si no
encuentro trabajo, no podre alquilarme un piso.
—En mi casa hay habitaciones de sobra…

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah se sobresalto. Pensó que Jared buscaba algo más que limpiar su mala
conciencia. Tal vez, que se mostrara agradecida por haberla sacado de prisión.
—Lo siento, no es una buena idea —continuo él—. Olvida lo que he dicho.
Ella lo miro con ojos llenos de enfado.
—Cenar contigo ha sido un error, y no quiero nada más de ti. Ni te debo nada.
¿Me he expresado con suficiente claridad?
—Cuando terminemos de cenar te dejare en un motel decente y no tendrás que
volver a verme —dijo él.
—Excelente.
Susannah echo otro trago de champan. Vio que la mujer de la mesa contigua le
sonreía.
Probablemente pensaba que Jared y ella estaban celebrando algo bien diferente.
Y durante unos momentos deseo que las cosas hubieran sido diferentes. Estar
allí porque un hombre atractivo la hubiera invitado por algún acontecimiento
especial, como un ascenso o algo parecido. Reirían, bailarían, él la miraría con ojos
llenos de amor y ella volvería a sentir la emoción de saberse querida.
Echaba de menos a Shawn.
Comprendía que la mujer de la mesa mirara constantemente hacía ellos. Jared
era un hombre guapo, elegante y de actitud segura. Supuso que estaría
acostumbrado a que las mujeres se acercaran a él y miro sus manos. No llevaba
anillo, pero eso no significaba necesariamente que estuviera soltero.
—Si te pones en contacto con la prensa, te pagarían una buena suma por tu
historia —dijo.
Ella parpadeo.
—No puedo creer que me sugieras eso. Tú no saldrías bien parado.
—No puedo cambiar lo que paso, Susannah. Para esta noche, todos los
habitantes de Denver conocerán tu historia. Parte de la rueda de prensa de Steve ha
salido en la radio. La he oído mientras te esperaba… —explico—. Hagas lo que
hagas, Michael Denning y yo tendremos problemas.
—¿Por eso me has invitado a cenar? ¿Para intentar congraciarte conmigo?
Él sonrió con arrepentimiento y sacudió la cabeza.
—Dudo mucho que fuera posible. No, sinceramente no quería que estuvieras
sola esta noche.
Susannah sintió un extraño revoloteo en el corazón. Los ojos de Jared eran
oscuros e intensos y brillaban con sinceridad. Cuando sonreía, se le hacían hoyuelos
en las mejillas que enmarcaban sus labios. Y tenía una mandíbula tan fuerte como si
no le asustara nada; ni siquiera equivocarse ante millones de personas.
—¿A tu esposa no le ha importado que me llevaras a cenar?

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Barbara McMahon – El primer día

—No estoy casado.


—Ah.
Susannah comió un poco más antes de seguir.
—No quiero hablar con la prensa.
—Pues habla con algún editor. Podrían publicar un libro con tu historia…
Ella se encogió de hombros.
—Mi vida solo me interesa a mí.
—Y a mí.
Jared la miro de tal modo que Susannah se dejo llevar por su calidez. Era
encantador, y supuso que todo un seductor con las mujeres. Pero no quería pensar en
eso.
—Imagino que los miembros del jurado también sabrán que soy inocente… —
murmuro.
—Por supuesto. Y se sentirán tan mal como yo por haberte condenado sin
motivo.
—Si todos me invitan a cenar, no tendré que cocinar en dos semanas —bromeo.
—Y si vendes tu historia, no tendrás que preocuparte por el dinero durante
bastante más tiempo —puntualizo.
—¿Intentas convencerme para que la venda?
Susannah dejo el tenedor a un lado. La comida estaba muy buena, pero no
podía más.
—No, ni mucho menos. Doy por sentado que el dinero te preocupa, y sería una
forma relativamente fácil de conseguirlo —respondió.
—Espero conseguir un empleo… aunque los ex presidiarios no lo tienen fácil.
—Tu no eres una ex presidiaria. Por lo menos, técnicamente —dijo—. ¿No te lo
ha explicado Steve? Tu juicio se ha anulado y por supuesto también se ha limpiado
tu ficha policial. Es como si nunca te hubieran encerrado en esa cárcel.
—No, claro que no… solo he pasado ocho años en ella para jugar con las presas
y divertirme un rato —se burlo.
—Todos los que vean las noticias esta noche sabrán que eres inocente. No
tendrás problemas para encontrar trabajo.
—¿Y si los tengo?
Susannah necesitaba creer en sus palabras y confiar en él, pero había aprendido
a no hacerse ilusiones.
—Entonces, diles que me llamen y yo me encargare del asunto.
—¿Donde está Timothy? —dijo de repente.

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Barbara McMahon – El primer día

Se lo había estado preguntando desde que Jared le dijo que lo habían visto en
San Francisco.
—No lo sabemos. La policía lo esta buscando.
—¿Mato al otro hombre?
—Bueno, las pruebas parecen indicarlo…
—Mira que bien. Condenar a una mujer inocente no os preocupo demasiado.
Pero si se trata de un miembro de una de las familias más ricas de Denver, os lo
tomáis con mucha cautela.
—No voy a discutir ese asunto contigo. No es el propósito de nuestra cena.
Susannah lo miro y jugueteo con la comida. No era tonta; sabía que pasaría
mucho tiempo antes de que pudiera permitirse una cena como aquella y había
disfrutado hasta el último bocado. Pero no podía más.
Jared insistió en pedir tarta de chocolate para los dos y ella se limito a mirar
mientras el camarero servía los enormes pedazos con salsa caliente y helado como
acompañamiento.
—Si me como todo eso me pondré enferma —dijo.
—Lo dudo mucho. A las mujeres les encanta el chocolate…
—Tal vez, pero engordare treinta kilos.
Jared la miro y ella se llevo un pedazo a la boca.
—Estas demasiado delgada.
Susannah hizo caso omiso del comentario. Sabía que tenía razón, pero era un
asunto demasiado personal e intimo para oírlo de sus labios.
Alzo la mirada e intento adivinar sus pensamientos. Se pregunto si seria sincero
al afirmar que solo pretendía enmendar el error que había cometido ocho años antes.
Aunque así fuera, no había forma de enmendarlo.
Lentamente, saboreando cada cucharadita, se comió el postre.

Jared no quería dejar a Susannah en el motel, pero no tuvo elección. Aparco


bajo la marquesina del edificio y dijo:
—Este lugar esta cerca del centro y hay varias líneas de autobuses. ¿Estarás
bien?
—Se cuidar de mi misma —dijo ella—. Gracias por la cena.
Susannah abrió la portezuela y recogió las bolsas que había sacado del maletero
cuando salieron del restaurante.
—Susannah…
Ella lo miro.
—¿Qué?

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Barbara McMahon – El primer día

—Si necesitas algo, lo que sea, llámame.


Jared le tendió una tarjeta. En la parte de atrás había escrito los números de su
teléfono fijo y del móvil.
—No necesitare nada. Me las arreglare.
—Ya, pero por si acaso.
El instinto de protección de Jared había aumentado tras pasar la velada con ella.
Susannah era una mujer más despierta que la mayoría en algunos sentidos, puesto
que a fin de cuentas había estado ocho años en la escuela de la cárcel. Pero en otros
aspectos, sabía tan poco como una chica de pueblo recién llegada a la ciudad.
Estaba decidida a ser independiente y él solo quería facilitarle la transición,
hacer algo para borrarle la amargura de unos ojos cuya mirada lo perseguiría
siempre.
Por desgracia, no podría intervenir hasta que ella se lo pidiera.
—No necesito nada más de ti.
Susannah cerro la portezuela y entro en el vestíbulo del motel. Jared golpeo el
volante del vehículo con las dos manos.
—!Maldita sea! Tu y yo no hemos terminado. Susannah Chapman, ni mucho
menos —se dijo en voz alta.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 5
Jared Walker despertó de repente, todavía asustado por la pesadilla. Respiraba
con dificultad, pero poco a poco recordó donde estaba, reconoció los familiares
objetos de la habitación y se relajo hasta volver a la normalidad.
No había sufrido una pesadilla en muchos años. Y aquella había sido tan real
que sus efectos tardaron en desaparecer.
Aparto el edredón, se levanto y camino rápidamente a la ventana. El frío aire
del otoño helo las gotas de sudor que se aferraban a su piel.
Contemplo el paisaje para tranquilizarse. La luz de la luna lo bañaba todo con
una luz gris, sin color, pero consiguió borrar el intenso realismo del sueño. Había
estado persiguiendo a Susannah y a su hijo, acosándolos con fotografías de hombres
con las caras destrozadas a tiros.
Se dirigió a la cocina. Sabía que ya no podría conciliar el sueño, y faltaba tan
poco para el alba que sería mejor que se vistiera y se marchara a trabajar. Además, le
esperaban más informes y declaraciones de los que podía leer en un solo día.
Puso la cafetera y se apoyo en la encimera con los brazos cruzados, mientras
esperaba.
La velada de la noche anterior no había salido como lo había imaginado.
Susannah había estado muy tranquila. Recordó sus miradas de curiosidad a los
clientes, el placer con el que disfruto de la comida y su alegría ante el postre de
chocolate. Hasta llevarla al motel había resultado fácil. Ahora solo faltaba por saber
si le permitiría hacer algo más.
Encendió la luz, se sentó en el sofá y estiro las piernas. Había pasado mucho
tiempo desde el juicio. En aquel entonces, el era un abogado demasiado joven,
demasiado entusiasta y con demasiados deseos de tener éxito. Pero ahora, ocho años
después, estaba cansado y se preguntaba si su labor merecía la pena. Dedicaba sus
días a perseguir delincuentes. Algunos terminaban en la cárcel y otros no. Tenía la
impresión de que sus esfuerzos resultaban inútiles; eran como nadar contra una
corriente creciente e interminable.
Apoyo la cabeza en el respaldo y poso la taza de café en su liso estomago. Steve
Johnson quería la reelección, lo que significaba que había que acelerar los casos y
conseguir condenas para demostrar a los votantes de Denver que el fiscal era
implacable con el crimen.
Sin embargo, eso no cambiaría nada. No serviría para reducir la inseguridad, ni
desde luego detendría a los grandes delincuentes. No tendría más efecto que el de
aumentar las papeletas a favor de Steve Johnson en las urnas.
Abrió los ojos y miro a su alrededor. El salón estaba decorado con buen gusto,
por cortesía de su dueño anterior. Pero aquella casa nunca le había parecido un
hogar; no era como la cabaña. Jared había recorrido un largo camino desde sus
principios en el sur de Denver. Gracias a Noelle, conocía a todas las personas

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Barbara McMahon – El primer día

importantes del Estado y tenía acceso a todos los círculos del poder. Pero no sabía
para que.
Suspiro y pensó en su matrimonio fracasado. Cuando se caso con Noelle pensó
que lo tenía todo. Iban a esquiar a Aspen, se marchaban a Europa de vacaciones y se
relacionaban con la flor y nata de la alta sociedad. Un día, Jared descubrió que
aquella forma de vida le aburría. Necesitaba más.
Lamentablemente, Noelle no era de la misma opinión.
Lo único bueno de todo aquello era Eric. Jared adoraba a su hijo. Lo quería
ciegamente. Sin reservas, y esperaba que el pequeño lo quisiera del mismo modo y
que no desarrollara el resentimiento que él mismo había sentido hacía su padre. Solo
tenía que asegurarse de no cometer los mismos errores. Cuando Eric creciera, Jared
estaría a su lado para ayudarlo y apoyarlo en todo lo que pudiera. No se refugiaría
en el alcohol ni despreciaría sus sueños. No se dejaría llevar ni se encerraría en los
recuerdos del pasado.
La experiencia con su padre lo había marcado tanto que Jared se obsesiono en
su juventud con la idea de ser alguien. Trabajo, se esforzó, llego a la universidad y
termino la carrera de Derecho. Luego se caso con Noelle y pensó que había alcanzado
todos sus objetivos, pero después comprendió lo que estaba pasando e intento
recobrar el control de su vida. No tenía que demostrar nada a su padre. Solo quería
ser un modelo a seguir para su hijo. La vida no consistía en demostrar nada, y debía
enseñarle esa lección a Eric.
Tal vez había llegado el momento de tomar decisiones.
Termino el café, dejo la taza en la mesa y se levanto. Tenía que vestirse y
marcharse a trabajar.

Noelle Walker se miro en el espejo con el biquini de color rosa. Contemplo su


figura con desapasionamiento y se miro un par de veces de lado, pasándose una
mano por su piel morena. Al margen de unas cuantas arrugas aquí y allá, su cuerpo
seguía tan firme y esbelto como a los veinticinco. O como a los veinte.
Acababa de cumplir treinta y dos, pero en el peor de los casos no parecía mayor
de veintiocho. Al pensar en ello, frunció el ceño y se pregunto cuanto tiempo le
duraría. Las mujeres no envejecían tan bien como los hombres.
Jared estaba perfecto a sus treinta y cuatro años. No había engordado ni un kilo
y en su pelo, oscuro y rizado, todavía no había aparecido la sombra de una cana. Ella,
en cambio, debía teñirse todos los meses.
Pensó que seguiría siendo un hombre atractivo hasta los sesenta o setenta años,
mientras ella se desesperara con dietas y ejercicios de todo tipo en un intento
desesperado por aferrarse a su juventud.
Suspiro y observo su cara. A Martin le gustaba. Decía que estaba enamorado de
ella, y debía de ser cierto, porque le había pedido que se casaran. Ciertamente, había
demostrado ser generoso con su tiempo y con su dinero. A diferencia de Jared.

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Barbara McMahon – El primer día

Pero debía dejar de compararlos. Martin le gustaba y a veces le dedicaba un


afecto sincere. Sin embargo, todavía deseaba a Jared. Y se habría vuelto a casar con él
al minuto siguiente si se lo hubiera pedido.
Ese era el único motivo por el que daba largas a Martin. Tenía la esperanza de
recobrar a su ex esposo.
Y ahora había surgido la oportunidad perfecta. Martin se marchaba de viaje a
Londres y estaría fuera varias semanas. Noelle solo tenía que encontrar la forma de
recobrar el afecto de Jared.

Como todos los domingos por la noche, cuando lo llevaba de vuelta a casa,
Jared dio un beso de despedida a su hijo. Eric se alejo escaleras arriba y el sintió una
punzada de cariño en el corazón. Le habría gustado verlo con más asiduidad, pero se
contentaba con aquellos encuentros esporádicos. Noelle era una buena madre y sabía
cuidar del pequeño.
—¿Te apetece un coñac, cariño? —pregunto Noelle.
—No, tengo que marcharme.
—Oh, vamos, quédate un poco más. No subiré a ver si se ha dormido hasta
dentro de unos minutos. Tomate algo. Esta semana he estado muy sola.
Jared se giro y la observo con detenimiento. Estaba preciosa con aquel conjunto
de blusa y falda larga, de color verde. El cabello le enmarcaba la cara con un tono
intensamente rojizo y sus ojos y su piel parecían brillar. Había hecho un gran trabajo
con el maquillaje.
En ese momento recordó una cara bien distinta. No había sabido nada de
Susannah desde que la dejo en el motel unos días antes. Esperaba que lo llamara,
pero el teléfono había permanecido en silencio y nunca había mensajes en el
contestador cuando volvía a casa y lo comprobaba.
Sacudió la cabeza. Se estaba obsesionando con una desconocida.
—Me quedare un rato, pero no quiero coñac. Esta noche tengo que trabajar.
—Siempre has trabajado en exceso —murmuro ella, mientras se servía una copa
y se sentaba en el sofá—. Trabajar demasiado es una forma perfecta de volverse
aburrido. Y tu nunca habías sido aburrido, querido… ¿te acuerdas de cuando nos
casamos?
Jared la miro a los ojos.
—Por supuesto que si.
—Íbamos a tantas fiestas y nos divertíamos tanto…
Era cierto. Jared la acompañaba por el placer de que lo invitaran a las fiestas de
la alta sociedad y porque quería agradar a su joven esposa.
—Pero hemos crecido, Noelle. Seguro que ya no te apetecen tanto como antes.
Jared se sentó a su lado y ella frunció el ceño.

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Barbara McMahon – El primer día

—Todavía me gusta divertirme. En realidad, las cosas cambiaron cuando Eric


nació.
—¿Culpas a Eric?
—No, claro que no. Pero nada volvió a ser lo mismo.
—Ya no salíamos tanto, es cierto, pero solo porque yo tenía que trabajar más
para manteneros y para abrirme camino en la fiscalía. Llego un momento en que
preferí dedicar mi tiempo a eso y no a la frivolidad de las fiestas.
—Pero si yo tenía dinero de sobra… No necesitábamos tu sueldo.
—Tal vez. Sin embargo, quería contribuir —dijo él—. Ese es un asunto en el que
nunca nos hemos entendido, ¿verdad, Noelle? Aunque ya no importa.
—Haces que suene como si tuviéramos cien años.
—Algunas veces me siento como si los tuviera.
—¿Por qué? ¿Por ese asunto de Timothy?
El asintió.
—¿De verdad crees que está vivo?
—Si, lo esta.
—¿Seguro?
—Seguro. Enviamos una fotografía al Departamento de Policía de San Francisco
e investigaron en la calle California, donde los Burroughs afirmaban haberlo visto —
explico—. Lo reconocieron más de diez personas, aunque ahora se hace llamar John
Wiley y ha desaparecido.
—¿Y eso es prueba suficiente?
—También han averiguado que llego a la ciudad hace siete u ocho años. Y que
es homosexual —respondió.
—Sin embargo…
—Eso no es todo, Noelle —la interrumpió—. Sus huellas dactilares encajan con
las que se tomaron en el apartamento de Timothy. Las pruebas son tan contundentes
que el juez ha dejado en libertad a Susannah Chapman.
—Lo sé. Todo Denver lo sabe. No han dejado de repetirlo por televisión… le
han dado tanta publicidad que Steve no tendrá problemas para conseguir la
reelección.
—Eso espera.
En ese instante sonó el teléfono móvil de Jared. Miro la pantalla, pero no
reconoció el número. Así que se excuso, se levanto y se acerco a la ventana para
contestar.
—¿Dígame?
—Siento molestarte.

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Barbara McMahon – El primer día

Era Susannah.
—Te dije que me llamaras si me necesitabas para algo. ¿Qué ocurre?
—Estoy en la comisaria del noreste. Me han parado por la calle, y como no
tengo documento de identidad me han detenido porque creen que me dedico a la
prostitución. Es increíble —protesto—. ¿Podrías responder por mí?
—Llegare enseguida.
Jared confirmo la dirección y colgó.
—Tengo que marcharme —dijo a Noelle.
—¿Y eso?
—Han detenido a Susannah Chapman y tengo que sacarla de comisaria.
Noelle se levanto.
—Vi la información en la televisión y pensé que esa mujer estaría encantada de
salir en los medios, pero parece que me equivoque. ¿Por qué te ha llamado a ti por
teléfono? ¿Y cómo es que tiene tu número? —pregunto.
—Mira a tu alrededor, Noelle. Tienes una casa preciosa y un hijo maravilloso,
sin mencionar tu dinero y todo el tiempo del mundo para gastarlo. ¿Qué harías si
mañana te lo quitaran? ¿Cómo te sentirías si te encerraran en una celda y te
condenaran a perpetuidad por un delito que ni siquiera has cometido?
Ella se estremeció.
—Michael y yo cometimos un error muy grave hace ocho años y una mujer
inocente termino en la cárcel por culpa nuestra. El número de teléfono se lo he dado
yo. Y le he dicho que me llame en cualquier momento si me necesita.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Corregir el pasado?
—Ojala fuera tan sencillo. Pero no puedo devolverle los años perdidos.
—Ni puedes ni tienes porque intentarlo, Jared. Solo hacías tu trabajo. Esas cosas
pasan.
Jared se dirigió a la puerta. La comunicación entre Noelle y él había dejado
mucho que desear cuando acababan de casarse; no tenía nada de particular que
ahora, años después, fuera todavía peor.
—Quería que te quedaras… —dijo ella.
—Lo sé, pero no funcionaria, Noelle. Lo nuestro termino hace tiempo.
—Para mí no.
—Solo estas enfadada porque fui yo quien se marcho. Quédate con Martin; esta
loco por ti y te adora. No juegues con él o también lo perderás.
—Maldita sea, Jared, no quiero estar con Martin si puedo estar contigo.
—No puedes estar conmigo, Noelle. ¿Es que no lo entiendes?
—Pero me amabas…

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Barbara McMahon – El primer día

Jared se giro, asintió y le acaricio la mejilla mientras la miraba a los ojos.


—Te amaba cuando nos casamos. Y cuando tuvimos a Eric. Pero no duro y no
puedo cambiar el pasado… Además, deberías ser más sincera con los dos. ¿Estás
segura de que todavía me quieres? ¿O solo crees que me quieres porque no puedes
tenerme?
—Se lo que quiero, Jared. Pero esta bien, márchate con tu pajarito enjaulado —
espeto—. ¿Es que no te preocupa que el error que cometiste hace ocho años te cueste
el empleo?
—Si lo pierdo por eso, me estará bien empleado.

Noelle permaneció junto a la puerta, de pie, hasta un buen rato después de que
Jared se marchara. Estaba muy enfadada. Se había arrojado prácticamente a sus
brazos y él se había ido. Le preocupaba más esa bruja que la condena por asesinato
que pesaba sobre ella.
Estaba cansada de esperar. Si Jared no la quería, cortaría todos los lazos con él y
se casaría con Martin. Pero no se lo pondría fácil a su ex marido. Iba a demostrarle
que había cometido un error al tratarla con tanta frialdad.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 6
Jared tardo media hora en llegar a comisaria. Susannah estaba en una sala muy
iluminada, sentada contra la pared y bajo la mirada atenta de un policía uniformado.
Tenía los ojos cerrados y parecía agotada.
Esperaba que los medios de comunicación no llegaran a enterarse de lo
sucedido. Se habían pasado todo el fin de semana intentando localizarlo para hacerle
una entrevista, pero las cosas se empezaban a calmar y la detención de Susannah
podía echar más leña al fuego.
Se acerco al policía y saco su identificación.
—He venido a buscar a Susannah Chapman.
El agente miro la identificación.
—Afirma que no se dedica a la prostitución callejera y que solo pretendía volver
a casa. Pero es difícil de creer, porque estaba en un barrio muy poco recomendable de
la ciudad.
—Si eso es todo lo que hay contra ella, tendrán que soltarla.
—No lleva documentos.
—Porque acaba de salir de la cárcel. ¿Es que no ha visto la televisión esta
semana? Es la mujer a la que liberaron hace unos días. Obviamente no ha tenido
tiempo de sacarse la documentación —explico.
El agente se encogió de hombros.
—¿Hay alguna acusación en su contra? —pregunto Jared.
—No.
—En tal caso, y como abogado suyo, debo pedirle que la liberen.
El agente saco un formulario de un cajón y le pidió que firmara.
—Es toda suya. Pero si la volvemos a encontrar en circunstancias parecidas,
presentaremos cargos —advirtió.
Segundos después, Jared y Susannah salían de comisaría.
—Gracias —dijo ella—. No puedo creer que me hayan detenido por pasear
tranquilamente por la ciudad.
Susannah se alejo inmediatamente de él.
—Espera un momento… te llevare al motel.
Ella miro su coche y suspiro.
—Esta bien. La próxima vez tendré cuidado con los barrios donde me meto.
—¿Y se puede saber que hacías donde te han encontrado? —pregunto, cuando
subieron al vehículo.

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Barbara McMahon – El primer día

—Nada. Salí a pasear y termine en esa zona.


—¿A pasear? En el formulario que me han dado estaba el nombre de la calle y
se encuentra a casi diez kilómetros del motel…
—Como se nota que no has estado ocho años en la cárcel. ¿Sabes lo mucho que
significa la libertad? Poder salir cuando quieras, ir donde quieras, caminar cuanto
quieras… el sábado pasado llegue aun más lejos. Estuve caminando hasta las tres de
la madrugada. Y fue maravilloso. Liberador.
—Bueno, pero no salgas de los barrios decentes de la ciudad.
—No, claro que no —se burlo—. Si alguien me ve, podría pensar que soy una
ladrona y llamaría a la policía. Esta ciudad es terrible.
Jared prefirió cambiar de tema.
—¿Ya has encontrado un empleo?
Ella sacudió la cabeza.
—No, la gente no me quiere contratar. No tengo referencias laborales, ni más
experiencia que el trabajo en la huerta de la cárcel —respondió—. Y en los colegios
no quieren que enseñe a los niños.
Unos segundos después, Jared detuvo el coche en el aparcamiento del motel.
—¿Y que te gustaría hacer?
—Que más da. Tendré suerte si me aceptan como vendedora de hamburguesas.
—Te he preguntado otra cosa —insistió.
Ella lo miro con desconfianza, como si pensara que su pregunta tenía dobles
intenciones. Jared deseo tomarla de la mano y decirle que todo saldría bien, pero
Susannah había dejado bien claro que no quería que la tocasen.
—Que me gustaría hacer… —repitió ella—. Bueno, estudie Magisterio en la
universidad, pero ha pasado mucho tiempo y tardaría bastante en ponerme al día.
¿Sabes lo que me gustaría de verdad? Recuperar a mi hijo. Recuperar esos ocho años.
Y sospecho que en eso no me puedes ayudar.
—No. Lo siento.
—Si, ya. Pero sentirlo no sirve para nada.
Jared tomo aliento.
—Bueno, empecemos con lo del trabajo. ¿Te apetece trabajar en un rancho, o tal
vez en una granja? —pregunto.
Ella negó con la cabeza.
—No tengo experiencia con esas cosas. Además, dudo que haya muchas granjas
en Denver.
—Oh, hay más de las que te imaginas. ¿Y qué te parece una tienda de jardinería
o algo así?
Susannah lo miro con interés durante un momento.

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Barbara McMahon – El primer día

—Nunca me contratarían.
—Deja que pregunte por ahí.
Jared no tenía ningún contacto en tiendas de jardinería, pero estaba dispuesto a
hacer cualquier cosa con tal de ayudarla. Se pregunto que se necesitaría para llevar
una sonrisa a aquellos labios, y supuso que encontrar a su hijo. Ya debía de tener
siete años.
—¿Era niño o niña? —pregunto.
—Niña. Me permitieron que estuviera dos horas con ella… era preciosa. Me
habría gustado que Shawn la viera. Me habría gustado que…
Susannah dejo de hablar. Su dolor era tan evidente que Jared se sintió culpable.
—Dime que es lo que te gusta de la jardinería. Redactaremos un currículo y
veremos lo que podemos encontrar. Aunque falta poco para el invierno y no estoy
seguro de que sea fácil… —dijo él.
Ella lo volvió a mirar con desconfianza.
—Ya me las arreglare.
—Todo el mundo necesita ayuda de vez en cuando —le recordó.
—Esta bien… escribiré todo lo que se me ocurra y te lo daré después para que
me ayudes a redactar el currículo —dijo.
Jared no esperaba que cambiara de opinión tan fácilmente y se llevo una
sorpresa muy agradable.
—Hazlo esta noche. Mañana pasare a recogerte, iremos a desayunar y nos
encargaremos del asunto —afirmo.
Ella asintió. Después, salió del coche, le dio las buenas noches y se alejo hacía la
entrada del motel.
Jared la observo desde el interior del vehículo. Había dado un paso muy
pequeño, pero al menos iba a permitir que la ayudara.

Susannah espero a Jared en el interior del motel. Había escrito todo lo que se le
había ocurrido en una libreta, pero su experiencia con plantas se reducía
prácticamente a las verduras que plantaban a la cárcel y poco más. No sabía casi
nada de flores, por ejemplo, y dudaba que en tales circunstancias le dieran un
empleo.
Además, el día había amanecido cubierto y caía una lluvia ligera. En pocas
semanas empezaría a nevar y llegaría el invierno. Mala época para los trabajos al aire
libre.
Jared llego poco después. Ella vio el coche a través de las puertas de cristal,
camino a su encuentro y subió al asiento del copiloto.
—Buenos días… —dijo él.

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—Son buenos si te gusta la lluvia.


—Me encanta. Aclara la atmosfera y las montañas parecen tan cercanas como si
las pudieras tocar con las manos.
Jared arranco el vehículo y ella se recordó que aquello era una simple reunión
de negocios. Pero sentía curiosidad por él. Quería saber más cosas del ayudante del
fiscal que se empeñaba en ayudarla.
—¿Siempre has vivido en Denver? —pregunto.
—Si. Crecí en el sur. ¿Y tú?
—No soy de aquí. Vine cuando termine los estudios en la universidad, para
estar con Shawn. El era de Boulder y no tenía intención de marcharse de allí, pero sus
padres murieron poco antes y eligió Denver porque había más oportunidades
laborales y porque aquí vivía su amigo Timothy —explico.
Jared noto el tono de amargura en su voz.
—Comprendo.
—Cuando lo encontréis, quiero verlo.
—¿Por qué?
—Quiero saber porque hizo lo que hizo.
—Veré si es posible.
Susannah lo miro y se pregunto si verdaderamente permitiría que viera a
Timothy. Como estaba conduciendo, Jared iba concentrado en la carretera y ella
pudo observarlo con detenimiento. Era un hombre muy atractivo. Le extraño que
siguiera soltero.
—¿Por qué no te has casado? —pregunto.
—Estuve casado —dijo.
—Ah…
—Me divorcie hace año y medio. Y no tengo intención de repetir el error —
afirmo, lanzándole una mirada rápida—. Tengo un hijo… de cinco años.
Susannah sintió un dolor intenso en el corazón. Ella tenía una hija, pero no
sabía donde estaba ni la había visto crecer.
—Ojala pudiera verla otra vez… me refiero a mi hija —dijo ella—. Me gustaría
saber si esta bien.
—Podrías llevar el asunto a tribunales. Te obligaron a entregarla en adopción
porque te habían condenado por asesinato, pero las cosas han cambiado.
Ella negó con la cabeza.
—No sería justo. Si la adopto una familia decente, estaría mal que interfiriera.
Ellos son sus padres ahora. Los únicos que ha conocido —explico—. Pero si no es
feliz, entonces…
En ese momento, Jared detuvo el coche junto a una cafetería y pregunto:

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—¿Te parece bien aquí?


Susannah asintió e intento recordarse que solo estaba con Jared por el asunto
del trabajo. En otras circunstancias habría preferido arreglárselas sola; pero la vida
no era fácil para una ex presidiaria y habría aceptado la ayuda hasta del diablo en
persona.
Salieron del coche y entraron en la cafetería. Ella se llevo una sorpresa al ver
que varios clientes saludaban a Jared. No esperaba que la llevara a un lugar donde lo
conocieran, y se sorprendió todavía más cuando él se detuvo un momento y le
presento a un hombre que estaba solo en una mesa contigua a la que finalmente
eligieron.
—Me sorprende que me hayas presentado… —dijo ella.
—¿Por qué? —pregunto él, arqueando una ceja—. Es amigo mío, y ahora
también te conoce a ti.
—De todas formas, me sorprende —murmuro.
Susannah bajo la mirada y echo un vistazo a la carta del establecimiento. Por
primera vez desde que había salido de la cárcel se sentía una persona normal. Iba a
desayunar con un hombre, que además le había presentado a un amigo como si fuera
lo más natural del mundo. Y aunque solo fuera una reunión de negocios, la sensación
era francamente agradable.
Pidieron el desayuno y ella saco la libreta.
—No, desayunemos primero.
—Esta bien, como quieras —dijo ella—. Por cierto, ¿cómo se llama tu hijo?
—Eric.
—¿Ya va al colegio?
—Si, empezó en preescolar el año pasado. Le encanta.
Susannah pensó que su hija estaría en segundo o tercero y se pregunto si se
divertiría en el colegio, si le gustarían las matemáticas como a Shawn o tendría
gustos más artísticos.
—Me alegra que le guste. Yo quería dar clases a niños. Era mi sueño…
—Todavía puedes hacerlo.
—Haces que parezca muy fácil, pero las cosas han cambiado. Ahora no podría
soportar un trabajo entre cuatro paredes. Odio estar encerrada. Si no hiciera tanto
frio, creo que viviría al raso… quien sabe, tal vez me marche al sur a empezar de
cero.
—Bueno, te encontraremos un trabajo al aire libre. Aunque sea en pleno
invierno —dijo Jared—. Ahora que lo pienso, tal vez haya algo en las pistas de
esquí…
—Tal vez, pero no abrirán hasta que lleguen las nieves. Y en todo caso, sería un
trabajo estacional y yo necesito algo permanente —le recordó.

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Susannah echo un vistazo a su alrededor y tuvo la impresión de que había más


gente que antes. Pero no era cierto. Empezaba a sentir el viejo agobio de sentirse
encerrada.
—¿Te encuentras bien? —pregunto él, al notar su expresión.
—No, pero me recuperare enseguida.
Jared extendió un brazo y la tomo de la mano. Susannah no esperaba que
hiciera algo así, pero logro contenerse y se relajo un poco. Le gustaba su contacto. Se
sintió mucho mejor y el agobio empezó a desvanecerse.
—¿Claustrofobia? —pregunto él.
Ella asintió y él la acaricio suavemente antes de apartarse.
—Si quieres, podemos pedirles que nos lleven el desayuno a la terraza.
Susannah miro por la ventana y estuvo a punto de reír. Llovía y la gente iba con
paraguas.
—Creo que sería un poco excéntrico por nuestra parte —dijo con una sonrisa—.
No, estoy bien, en serio. Solo tengo que concentrarme un poco y olvidar que estoy en
un lugar cerrado.
—Cuando consigas un empleo necesitaras un lugar donde vivir. ¿Has pensado
en algo?
—No. Lo único que sé es que no quiero vivir cerca del sitio donde vivía con
Shawn. Me traería demasiados recuerdos.
—¿Y qué tipo de casa preferirías? ¿Un piso en el centro? ¿Algo tradicional,
moderno…?
Susannah lo pensó durante unos segundos y suspiro.
—Me gustaría vivir en el campo. En algún lugar con árboles y tal vez un
arroyo…
—Veo que no bromeabas al decir que te gusta el aire libre.
Ella sonrió. Se sentía cómoda con él. Y Jared la miraba como si la encontrara la
mujer más fascinante de la Tierra. O tal vez, como si sospechara. Como si no creyera
del todo en su inocencia.
—Dime una cosa, Jared…
—Adelante.
—¿Crees que he matado a alguien?
Jared movió la cabeza en gesto negativo.
—Yo no he matado a nadie —continuo ella—. Lo he repetido una y otra vez
durante años y nadie me creía. Y tu me miras de un modo tan intenso que cualquiera
diría que desconfías de mi.
Jared la miro a los ojos.

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—No lo hago por eso. Es que me parece increíble que seas la misma jovencita a
la que se juzgo en aquella sala —le confesó.
—Ah, si… era tan joven como inocente.
—Solo eras una buena persona que se vio arrastrada por los acontecimientos.
El desayuno llego y dejaron de hablar mientras comían. El teléfono móvil de
Jared sonó poco después y tuvo que contestar. Saco una libreta pequeña, apunto un
nombre, una dirección y un numero y corto la comunicación tras dar las gracias a la
persona que había llamado.
Acto seguido, arranco la pagina y se la dio a Susannah.
—Era mi secretaria. Ha encontrado un vivero que podría tener una vacante.
Esta en el oeste de la ciudad, en una calle bien comunicada. Si quieres, podrías llamar
y pedir una entrevista. Y si les parece bien, te llevaría en el coche.
—No es necesario, gracias.
Susannah se animo un poco. No solo era una oportunidad laboral, además era
una zona que siempre le había gustado.
—Pero te lo debo.
Ella quiso negarse y decir que no necesitaba a nadie. Sin embargo, estaba
lloviendo y la propuesta de llevaría en coche era bastante tentadora. Además, era
cierto que se lo debía. Acepto.

Jared la llevo a la entrevista y espero en el aparcamiento mientras ella entraba


en la tienda. Luego, llamo por teléfono a Rose.
—Steve esta muy enfadado, jefe —dijo su secretaria—. Quiere saber donde te
has metido. ¿Todavía estas desayunando? ¿Tanta hambre tienes?
—Termine de desayunar hace un rato, pero he llevado a Susannah a una
entrevista de trabajo. Dile a Steve que estoy enfermo.
—Eso ya lo he probado, pero no se lo cree y le ha dicho a su secretaria que me
llame cada media hora para intentar localizarte. He cambiado la cita que tenías con
Hoffman y reorganizado todos tus compromisos de esta mañana. ¿Quieres que te
deje el día libre?
En lugar de contestar a la pregunta, Jared dijo:
—¿Tienes idea de donde se puede encontrar una zona de apartamentos que sea
barata y segura y tenga muchas zonas verdes?
Rose tardo unos segundos en responder.
—Jared, tal vez te estés tomando ese asunto demasiado en serio. Comprendo
que quieras ayudar a Susannah Chapman, pero no hace falta que le dediques el resto
de tu vida —dijo.
—Solo quiero ayudarla a empezar de nuevo. Si no sabes nada, preguntare por
ahí.

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Barbara McMahon – El primer día

—Podría intentarlo en Sunset View Terrace. Es un barrio con pisos baratos, pero
son buenos y estan junto al cinturón verde del norte… Ya sé, ya se… llamare a ver si
puedo encontrarle algo…
—Eres un sol, Rose.
—Pues súbeme el sueldo. Ah, y ve a ver a Steve cuando llegues.
Jared sabía que su jefe se enfadaría si supiera que estaba ayudando a Susannah
Chapman. Le había pedido que no llamara la atención y que se mantuviera alejado
de la prensa, pero se sentía culpable y estaba dispuesto a arriesgarse.
Miro por la ventanilla y vio que estaba lloviendo. Susannah todavía estaba en la
tienda, de modo que saco el maletín e intento trabajar un poco. Pero no podía
concentrarse. No dejaba de pensar en el hijo de la ex presidiaria.
Volvió a llamar a Rose y le pidió que organizara una reunión con uno de los
jueces de familia. El era experto en casos penales y no sabía demasiado de esas cosas,
así que necesitaba consejo de un profesional.
La puerta del establecimiento se abrió en el preciso momento en que dejo de
llover. Susannah casi bailaba por la acera. Sonreía de oreja a oreja y estaba tan
radiante como si el frío no le importara nada.
Subió directamente al coche y se sentó a su lado.
—¡Me han dado el empleo! Empiezo mañana, y me pagan más de lo que
esperaba…
—Felicidades.
—Gracias por tu ayuda. No creo que lo hubiera conseguido sin ti. Trabajare casi
todo el tiempo en la tienda, pero también en el almacén… es el edificio grande de allí
—le indico—. Me han dicho que hay que preparar las plantas para la temporada de
primavera y que antes piensan organizar una feria de árboles de Navidad.
A Jared le alegro que estuviera tan animada.
—¿Adonde quieres que te lleve ahora? —pregunto.
—Al motel. Tendré que comprar ropa de trabajo…
Susannah dejo de hablar y Jared la miro un momento. Había sacado una lista y
estaba leyendo las cosas que necesitaba, de manera que se pregunto si tendría dinero
para comprarlo todo.
Justo entonces volvió a sonar el móvil.
—¿Dígame?
—Soy yo, jefe —respondió Rose—. Estaba investigando lo de los pisos cuando
me ha llamado Ron. Resulta que tiene una sobrina en la universidad y que ahora esta
de baja porque se rompió una pierna al caerse por las escaleras. Se ha marchado a
Wisconsin a pasar una temporada y necesita alguien que ocupe su apartamento hasta
su vuelta y le cuide el gato. No volverá hasta el año que viene. Y es gratis… ¿que te
parece?

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Barbara McMahon – El primer día

Jared miro a su acompañante y respondió:


—Pregúntaselo tu misma.
Le paso el móvil a Susannah, que lo miro con desconcierto.
—¿Es para mí?
—En efecto.
Jared cruzo los dedos para que aceptara la oferta. A fin de cuentas no era una
propuesta suya, sino de Rose. Y no se sentiría en deuda con él.

Susannah se quedo asombrada cuando oyó lo del apartamento.


—¿Y esa chica sabe quién soy? —pregunto.
—Su tío lo sabe de sobra. De hecho, la sugerencia ha sido de él. Puedes pasar a
verla más tarde si te apetece… todavía esta en el hospital. Sus padres llegaran
mañana y se marchara a Wisconsin. Ron ha estado pasando por el piso para dar de
comer al gato.
—Estaré encantada de cuidarle el piso. Pero ¿seguro que no tengo que pagar
alquiler?
Rose le había dicho que solo serian dos meses. Sin embargo, le serviría para
ahorrar dinero y alquilar otra cosa cuando la chica volviera.
—Seguro —respondió—. Solo tienes que cuidar a su gato.
—Bueno, entonces dame la dirección y dime como puedo ponerme en contacto
con ella. Si esta de acuerdo en que nos veamos, por mi no hay ningún problema… y
gracias por todo, Rose.
Susannah apunto los datos y le devolvió el teléfono a Jared. No podía creer que
su suerte hubiera cambiado de un modo tan repentino. La vida le empezaba a
sonreír, y estaba tan poco acostumbrada a las facilidades que desconfió. Pero ahora
tenía una posibilidad de salir adelante.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 7
Susannah ya había terminado de guardar sus cosas. Como no tenía maletas
suficientes, tuvo que meter casi toda la ropa en las bolsas de las tiendas donde la
había comprado. Y por si fuera poco, Jared Walker se había empeñado en ayudarla
otra vez.
A decir verdad, no esperaba verlo aquel día. Podía arreglárselas sola. No era
una niña incapaz, aunque a veces lo pareciera. Pero él había insistido y ella cedió.
Ya había empezado a trabajar en el vivero y había descubierto que estar con
Pete Talridge, su dueño, sería un placer. También se había reunido con Christine, la
chica de la pierna rota, y le cayó tan bien como Cacao, el gatito al que tenía que
cuidar. Era la primera vez que tenía un animal domestico y pensó que disfrutaría con
su compañía.
Miro el reloj de pulsera, que había comprado el día anterior, y unos segundos
después sonó el timbre de la puerta.
Cuando abrió, se llevo una sorpresa. Jared llevaba vaqueros oscuros, jersey
negro y chaqueta de cuero. Era un gran cambio en relación con los trajes que solía
llevar. Y junto a él había un niño, Eric.
—¿Preparada?
Susannah asintió y miro al pequeño.
—Eric, te presento a la señorita de la que te he hablado. Susannah, te presento a
mi hijo.
Ella sonrió.
—Encantada de conocerte, Eric… —dijo, antes de mirar a su padre—. No sabía
que vendrías con él. Si quieres puedo pedir un taxi.
—No, en absoluto, Eric y yo pasamos juntos los fines de semana, así que va
conmigo a todas partes. Y nos apetece ayudarte con la mudanza.
En cuestión de minutos, Eric y Jared metieron todas sus pertenencias en el
maletero del vehículo.
Susannah salió de la habitación del motel sin mirar atrás. Iba a empezar una
vida nueva y no necesitaba recuerdos del pasado.
Durante el trayecto, pregunto al niño:
—¿Tienes alguna mascota?
El chico sacudió la cabeza.
—Yo tampoco, pero voy a cuidar de un gato. ¿Que te parece?
Eric rio.
—Los gatos no necesitan niñeras…
—Este si. Ya nos hemos conocido y es muy bonito… y cariñoso.

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Barbara McMahon – El primer día

A medida que avanzaba la mañana, Susannah se alegro de que Eric los hubiera
acompañado. Exploro el piso, jugó con Cacao y no dejo de hablar en ningún
momento, así que contribuyo a que Jared estuviera más relajado de lo normal.
Como tenía pocas cosas, casi no tardo en guardarlas. Y después de dar de
comer al gato y de cambiarle la arena, no supo que hacer. Además, los Walker no
parecían tener intención de alejarse de su sofá.
—¿Ya has terminado? —pregunto Jared cuando ella entro en el salón.
El piso era pequeño, perfecto para una estudiante pero no para Susannah. Por
suerte, el salón tenía una terraza con una vista preciosa. Y pensó que si hubiera sido
suyo, se habría pasado casi todo el día en la terraza.
—Si. Gracias por haberme ayudado…
—Ven con nosotros. Iremos al zoológico y luego a cenar a una pizzería.
—No creo que…
—¿Cacao también puede venir? —pregunto el niño.
—No, es un gato de interior —respondió su padre—. Se quedara aquí y cuidara
del piso mientras Susannah este fuera. Venga, no te hagas de rogar, acompáñanos…
—No hace falta que te preocupes por mí. Estoy acostumbrada a quedarme sola
—dijo ella.
En realidad, le apetecía ir al zoológico y comer con ellos. Pero también quería
mantener las distancias con Jared. Se estaba acostumbrando a él y empezaba a
depender demasiado de su presencia y de su ayuda. Por no mencionar que Eric le
había caído maravillosamente bien.
—Si no vienes con nosotros, nos quedaremos aquí —amenazo Jared,
cruzándose de brazos.
—Exacto. Nos quedaremos —dijo su hijo, que imito a su padre y también se
cruzo de brazos.
—Esta bien, esta bien, iré…
Susannah se dijo que al fin y al cabo no perdería nada. Se divertiría un poco y
luego se despedirían sin más.
El día resulto ventoso pero soleado, muy típico de noviembre. A lo lejos, las
crestas de las montanas ya tenían nieve; pero en Denver seguía despejado.
El zoológico estaba lleno de gente. Había grupos enormes por todas partes, y
Susannah tuvo la precaución de mantenerse alejada de ellos para no estropear el día
con un ataque de pánico. Supuso que Eric se volvería loco con los monos, pero
curiosamente le gusto más el dragón de komodo. Hizo un montón de preguntas a
Jared sobre la criatura. Y Susannah escucho sus respuestas con cierta sorpresa,
porque Jared parecía saber mucho de animales.
Cuando la miro, él noto su asombro, le guiño un ojo e hizo un gesto hacía un
cartel con explicaciones que Susannah no había visto hasta ese momento.

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Barbara McMahon – El primer día

Comieron perritos calientes, tomaron unos refrescos y pasearon por el recinto


hasta que la luz de la tarde empezó a menguar y la brisa se volvió demasiado fría.
Entonces volvieron al coche.
—Como todavía es pronto, iremos a mi casa hasta la hora de cenar —dijo Jared.
—¿Podre enseñarle mi habitación a Susannah, papa? —pregunto Eric desde el
asiento trasero.
—Seguro que le gustara…
Susannah miro al niño.
—Por supuesto que si. ¿Tienes una habitación en casa de tu padre y otra en la
de tu madre?
—Si, pero me gusta más la de papa. Me deja hacer lo que quiero… en cambio,
mama me vigila todo el tiempo y nunca me deja que saque más de un juguete a la
vez.
Susannah miro a Jared.
—Comprendo. ¿Y no lo obligas a recoger sus juguetes?
—Solo cuando esta a punto de marcharse.
—Además, tengo un tren —continuo Eric—. Da vueltas y más vueltas y puede
ir muy deprisa o muy despacio.
—Por lo visto, tienes muchas cosas que enseñarme…
A Susannah siempre le habían gustado los niños, y por un momento deseo
retomar el camino perdido y convertirse en profesora.
El piso de Jared resulto estar en un complejo lujoso y con medidas de seguridad
impresionantes. Tuvieron que pulsar unos botones para poder aparcar el coche e
introducir una tarjeta magnética en una ranura para subir al ascensor. Luego, al
llegar al vestíbulo, se cruzaron con un guardia que los saludo y pasaron a un
segundo ascensor. Su casa estaba en lo más alto del edificio.
Susannah ya se había puesto nerviosa cuando llegaron a su destino y salieron
del pequeño receptáculo. Tenía la piel húmeda y dificultades para respirar. Pensó
que había cometido un error al subir a su casa; sobre todo porque después tendría
que bajar por el mismo procedimiento.
Jared le puso una mano en el hombro y miro hacía el corredor.
—Por aquí…
Ella dio un paso atrás, pero reacciono enseguida y avanzo en la dirección que le
había indicado. Jared siempre había sido amable con ella. No era un bruto como los
guardias de la cárcel ni había dado la menor muestra, en ningún momento, de querer
causarle daño físico.
Pero sus viejos miedos se resistían a desaparecer. Siempre esperaba lo peor.
Cuando entraron en el piso, le pareció elegante y caro. Muebles de metal y
cristal, sillones de cuero y predominio de los tonos negros y plateados.

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Barbara McMahon – El primer día

—Ven conmigo, Susannah —dijo Eric, tirándole de la mano—. Mi habitación


esta en este lado de la casa…
—Deja que se quite primero la chaqueta —intervino Jared.
—¡Quiero que vea mi habitación! —protesto el niño.
—Cuando se quite la chaqueta —insistió su padre.
—Vamos, Eric, no creerás que tu habitación va a desaparecer porque tardemos
un poco más en llegar… —bromeo Susannah.
—No, pero quiero que la veas ya…
Susannah se quito la chaqueta, se la dio a Jared y siguió al pequeño.
El dormitorio le pareció perfecto para un niño, y tuvo la impresión de que Jared
no le había negado ni un solo juguete. El tren estaba montado en el suelo, junto a las
ventanas. Había estanterías llenas de coches, camiones, pelotas, soldados, revistas y
comics.
—Es una habitación preciosa —dijo ella.
Eric se empeño en enseñarle como funcionaba el tren, y después le pidió que le
leyera una historia.
Susannah no pudo negarse, así que el chico se sentó en el suelo y ella empezó a
leer el primer libro que encontró. Nunca había hecho nada parecido, y se pregunto si
la madre adoptiva de su hija también le leería historias.
Al cabo de unos momentos, Jared apareció en la entrada y contemplo la escena
con interés.
—¿Querías algo? —pregunto Susannah.
—Me preguntaba si os apetecería beber algo. Tal vez un chocolate…
—¡Si! —exclamo Eric—. ¿Podemos tomarlo aquí?
—Sabes que no quiero que se coma en las habitaciones.
Eric frunció el ceño y miro a Susannah.
—Pídeselo tu. Seguro que a ti te deja…
—Tal vez, pero tengo que seguir las normas como los demás —dijo ella.
—Os llamare cuando el chocolate este preparado.
Susannah sonrió a Eric y se estremeció. Por primera vez en mucho tiempo, era
feliz. Le encantaba estar allí.
Jared los llamo al cabo de unos minutos. Bajaron al salón y Eric se abalanzo
sobre el chocolate, aunque antes tuvo la precaución de ponerse una servilleta.
—El de Eric esta templado, pero el tuyo esta caliente. Ten cuidado —le advirtió.
Susannah se sentó frente al niño y lo miro con alegría. Mirar a Eric le resultaba
mucho más fácil que mirar a su atractivo padre. Pero el pensamiento le incomodo.

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Barbara McMahon – El primer día

Jared había sido uno de los responsables de que terminara en prisión. No quería
sentir nada por él. De repente, solo quería marcharse.
Se levanto de la silla y dijo:
—Tengo que irme.
—¿Por que?
—Porque debo hacerlo —respondió—. Gracias por todo.
—Pero si todavía no hemos ido a la pizzería… —protesto el niño.
—Lo sé, pero no puedo quedarme y…
Antes de que Susannah pudiera terminar la frase, alguien llamo a la puerta.
Jared se alejo y abrió.
—Eric se ha dejado su osito en casa —dijo una mujer, que entro en la casa sin
esperar invitación—. Y ya sabes que le gusta tenerlo cuando se marcha a la cama.
Susannah supo que era Noelle, la ex esposa de Jared. Alta, esbelta, rubia,
impresionante en todos los sentidos. Vestía con elegancia y llevaba una chaqueta de
ante que debía de haberle costado una fortuna. Hasta su nombre era bonito.
—¿Quién eres tú? —pregunto la recién llegada.
—Susannah Chapman —respondió.
Noelle se giro y mire a su ex marido.
—Jared, no sé como se te ocurre tener a mi hijo con esta mujer. Se trata de que
pases tiempo con él, no de que lo utilices para entretener a tus amigas. Si te dedicas a
hacer estas cosas los fines de semana, me lo llevare a casa.
—No, mama, yo no quiero marcharme… quiero quedarme y cenar pizza —dijo
Eric—. Papa ha dicho que me llevaría más tarde a cenar…
—Vamos, Noelle, sabes que tengo derecho a estar con Eric. Y lo que yo haga los
fines de semana es asunto mío. Te lo devolveré mañana, tal y como habíamos
planeado —dijo con tranquilidad.
—No si tienes intención de confraternizar con esta… ex presidiaria. No quiero
que Eric frecuente a ese tipo de personas. Solo es un niño pequeño.
—¡No, mama! ¡Quiero quedarme! —exclamo el niño.
Eric salió corriendo del salón, muy alterado.
—Déjate de tonterías, Noelle. Ya has conseguido enfadar al chico. Susannah es
inocente, ¿recuerdas? Y yo puedo presentar a Eric a quien me parezca más oportuno.
—Que sea inocente no borra el hecho de que ha pasado ocho años en la cárcel,
rodeada de gente poco recomendable. Quien sabe que cosas habrá aprendido en ese
lugar. Ni que clase de venganza esta tramando contra ti. Eric seria un arma perfecta
para hacerte daño —declaro Noelle—. En cuanto a ti, querida, si te vuelves a acercar
a menos de un kilometro de mi hijo, te denunciare.
—¿Denunciarme? No he hecho nada malo —dijo Susannah.

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Barbara McMahon – El primer día

No podía creer lo que estaba oyendo. Aquella mujer estaba llena de veneno.
—Encontrare una excusa para devolverte a la cárcel, no lo dudes. No voy a
permitir que uses a mi hijo para vengarte de mi marido. Siento que la fiscalía se
equivocara contigo, pero Eric no tiene la culpa.
—Basta ya, Noelle…
—No tengo ninguna intención de vengarme de nadie —afirmo Susannah—. Y
jamás haría daño a un niño. De hecho, estaba a punto de marcharme cuando has
llegado.
Susannah se habría marchado en aquel mismo momento, pero no podía hacerlo
porque Jared y Noelle se interponían en su camino.
—Pues vete. Yo no te detendré.
—Ya es suficiente, Noelle —dijo Jared, enfadado—. Susannah es mi invitada y
debes tratarla con el respeto que merece.
—Oh, vamos, despierta… esta jugando contigo. ¿Como has podido permitir
que se acerque a Eric? Y en tu propia casa. No conoces a esta mujer. No sabes lo que
es capaz de hacer.
Susannah ya había escuchado suficiente.
—No te preocupes por mí. Recogeré mi chaqueta y me marchare.
Susannah se dirigió al armario donde Jared la había guardado.
—No —dijo él—. Quédate.
—¿Cómo? —pregunto Noelle, claramente sorprendida—. No permitiré que mi
hijo siga aquí, expuesto a…. expuesto a cualquier maldad que se le pase por la
cabeza.
—Maldita sea, Noelle, Susannah es inocente. Métetelo en la cabeza.
—Me da igual, Jared. Tengo la custodia de Eric y me lo llevo a casa ahora
mismo.
Cinco minutos después, Noelle y un Eric que no dejaba de llorar se marcharon
del piso. Susannah seguía de pie en el mismo sitio, tan sorprendida por la escena que
ni siquiera podía moverse.
Miro a Jared y se pregunto si habría creído a su ex mujer. Si verdaderamente
creería que pretendía vengarse de él.
—Siento lo sucedido —acertó a decir—. No debí venir a tu casa.
—Por supuesto que debías. Y la culpa no ha sido tuya, sino de Noelle. Se ha
excedido —dijo él—. Si la conocieras como yo, sabrías que tiene tendencia al
dramatismo.
—Bueno, sea como sea, me marcho.
Susannah quería poner tierra por medio. Jared seguía lógicamente enfadado, y
no le apetecía la posibilidad de que dirigiera su ira contra ella.

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Barbara McMahon – El primer día

—Todavía podemos ir a cenar —dijo él.


—No, me vuelvo al piso. Cacao me echara de menos.
Él la miro y dijo, en tono de suplica:
—Cena conmigo. Por favor.
Susannah deseaba marcharse. Todas y cada una de sus células lo querían. Pero
la expresión de sus ojos la mantuvo allí.
—Yo no quiero vengarme. Por lo menos, no de ti… —afirmo—. Pero Timothy,
en cambio, es una historia diferente.
—Nunca he pensado que me desearas ningún mal.
—Y desde luego no haría daño a tu hijo —continuo ella.
—Lo sé, lo sé. Y cuando Noelle recapacite, también lo sabrá. Entre ella y yo hay
una historia un poco complicada. Digamos que quiere algo de mí que yo no puedo
darle, y que hace todo lo posible para salirse con la suya. No dejes que te enfade.
—Ha dicho que eres su marido. Pensaba que estabais divorciados.
—Y lo estamos. Nos divorciamos hace dieciocho meses. Pero de vez en cuando
le cuesta recordarlo —comento—. Vamos, Susannah, no tienes nada mejor que hacer.
Todavía podemos salvar el día. Ven a cenar conmigo.
—¿A la pizzería?
—¿Prefieres ir a otro sitio?
Ella negó con la cabeza. La propuesta era tentadora. Hacía años que no estaba
en una pizzería, pero no sabía si debía arriesgarse a pasar más tiempo con un hombre
que le gustaba tanto. Sobre todo ahora, que había recuperado su libertad.
El extendió una mano y ella se acerco un poco. Aquello no era una simple
invitación a cenar. Le estaba ofreciendo otra cosa: su amistad. Pero no estaba segura
de que la amistad fuera posible entre personas en sus circunstancias. Aunque
Michael Denning fuera el verdadero responsable de que la condenaran a prisión,
Jared había contribuido en calidad de ayudante del fiscal.
Sin embargo, nada ni nadie podía cambiar el pasado. Ahora había empezado
una nueva vida. Solo se trataba de decidir si quería que aquel hombre formara parte
de ella.
Por fin, acepto la mano de Jared.
—Eric se ha divertido mucho hoy. Siento que nos hayan interrumpido de esa
forma… ya saldremos otro fin de semana —dijo él.
—No ha sido culpa tuya, Jared.
No sabía como apartar la mano sin que el gesto resultara menos
comprometedor que el contacto, así que la dejo allí, entre sus dedos. Hacía mucho
tiempo que nadie la tocaba y se sintió muy bien. Por primera vez desde que aquel
guardia le había dado una paliza, no tenía miedo.

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Barbara McMahon – El primer día

Entonces, ¿te apetece esa pizza?


—¡Por supuesto!

La pizzería estaba llena de gente, como correspondía a un sábado por la noche.


Al entrar, Susannah estuvo a punto de girar en redondo y salir corriendo.
Demasiadas personas y demasiado ruido.
Jared lo noto y le puso las manos en los hombros.
Ella se puso tensa.
—Tranquilízate. No te voy a hacer daño… Pero algún día tendrías que
contarme porque te disgusta tanto que te toquen —declaro.
Susannah se maldijo por reaccionar tan mal ante el contacto físico. Quería llevar
una vida normal, superar sus miedos.
Se sentaron a una mesa, el uno frente al otro, y pidieron la cena y un par de
refrescos.
—¿Te encuentras bien? —pregunto él.
Ella no se encontraba bien en absoluto. Las mesas estaban tan juntas que casi
rozaba a la mujer de al lado, pero las risas y el buen humor de los clientes bastaron
para que deseara sentirse tan relajada como ellos.
—Si, estoy bien —mintió—. Dime una cosa… ¿Ya han localizado a Timothy?
—La policía de San Francisco ha emitido una orden de búsqueda y captura.
Dejo el piso donde vivía, pero después de interrogar a algunos conocidos suyos han
encontrado algunas pistas. Le han incautado el coche y han congelado sus fondos
bancarios. Más tarde o más temprano cometerá un error y lo atraparan.
—Me gustaría creerlo. Hace ocho años no fueron capaces de encontrarlo.
—Porque entonces no lo estaban buscando.
—¿Y sabes quién mato al otro hombre?
—No tengo ni idea. Hemos investigado entre las personas que habían
desaparecido en aquella época y todavía no hemos averiguado nada.
—¿No se puede hacer nada para acelerar el proceso?
—Creo que la policía esta haciendo todo lo que puede.
—Comprendo —dijo, muy seria—. En cualquier caso, quiero verlo cuando lo
encuentren. ¿Lo traerán a Denver?
—Si. Ya hemos presentado los papeles del traslado. Pero no puedo garantizarte
que te dejen verlo —le confesó.
—Por supuesto que puedes. Me lo debes.
—Lo sé. Pero la última palabra la tiene Steve Johnson.

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Barbara McMahon – El primer día

—He estado viendo la televisión y sé que los periodistas han dado mucha
importancia a mi caso. Saben que me condenaron a pesar de ser inocente, y es obvio
que tu jefe lo va a aprovechar para asegurarse la reelección en el cargo —declaro
ella—. Pero todavía no he oído tu nombre. Tal vez debería hacer alguna declaración
sobre lo que realmente paso hace ocho años.
—¿Has hablado con la prensa?
—No. Ni siquiera saben donde estoy —respondió ella, entrecerrando los ojos—.
Sin embargo, eso podría cambiar si Johnson no permite que vea a Timothy.
—¿Eso es una amenaza?
A Susannah le molesto que Jared se lo tomara con tanta naturalidad. No parecía
importarle que lo presionara con los periodistas.
—Es una promesa —puntualizo.
—Entonces, hare lo que pueda.

Acababan de empezar con la pizza cuando se oyeron voces en la entrada del


establecimiento y los dos se giraron para mirar. La luz brillante de un flash la cegó
durante unos segundos, y un momento después, dos periodistas se plantaron delante
de la mesa. Uno llevaba una cámara, y el otro un micrófono.
—Usted es Susannah Chapman, ¿verdad? ¿Cómo se siente estando libre
después de tantos años? ¿Que planes tiene para el futuro? —pregunto el segundo,
antes de reparar en Jared—. ¿Jared Walker? ¿Que está haciendo aquí?
El periodista hizo un gesto a su compañero para que sacara más fotografías.
—Ahora no, por favor —dijo Jared, levantándose.
—¿Confraternizando con el enemigo? —pregunto el hombre—. ¿Que ha estado
haciendo desde que salió de la cárcel, señorita Chapman? A nuestros lectores les
encantaría conocer su historia. Dígame lo que se siente al recuperar la libertad. ¿Esta
es la primera vez que sale a cenar?
Jared se acerco a Susannah y la tomo del brazo para que se levantara. Ella
estaba tan sorprendida que tardo en reaccionar, pero recogió la chaqueta y salieron
del restaurante a toda prisa. Se sentía como si estuviera en una especie de sueño
surrealista. El flash del fotógrafo no dejaba de cegarla y las preguntas del reportero la
confundían. Solo quería estar sola.
Al cabo de unos minutos que se le hicieron eternos, Jared la introdujo en el
coche y cerro la portezuela. Después, se volvió hacía el periodista, se disculpo y se
sentó al volante.
Cuando por fin arrancaron, ella dijo:
—Vaya, salir contigo a cenar es muy emocionante. ¿Cómo nos habrán
encontrado?

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Barbara McMahon – El primer día

—Sospecho que ha sido cosa de Noelle. Eric le dijo que íbamos a cenar pizza,
así que habrá adivinado el local y habrá llamado a la prensa. Tenemos suerte de que
solo haya sido un reportero y no todo un equipo de televisión.
Susannah miro hacia atrás.
—Espero que no nos sigan…
—No lo creo.
—No me gustaría que nos siguieran. Si descubren donde vivo, me harán la vida
imposible —afirmo.
—Descuida, no lo descubrirán. Pero siento que nos hayan estropeado la cena.
Podríamos ir a mi casa y pedir que nos lleven algo…
—No, gracias, solo quiero volver a casa.
Ya había vivido demasiadas emociones en un solo día. En aquel momento no
deseaba más compañía que la del gato.
Jared prefirió no insistir y la llevo a su apartamento. Cuando llegaron,
pregunto:
—¿Seguro que estarás bien?
—Si, no te preocupes. Y gracias por el día y por haberme presentado a tu hijo.
Eric es maravilloso. Tienes mucha suerte con él.
—Lo sé —dijo—. Te llamare mañana.
—No lo hagas, por favor. Ya has hecho bastante por ayudarme. Y te lo
agradezco mucho, pero debo arreglármelas sola.
Susannah salió del coche y añadió:
—Adiós, Jared.
Tenía que marcharse tan rápidamente como pudiera. Porque si seguía allí,
corría el peligro de cambiar de opinión.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 8
Jared habría podido estrangular a Noelle. Estaba furioso con ella por su
comportamiento del sábado anterior, tanto por lo que había dicho en el piso como
por haberle enviado la prensa al restaurante. Todavía estaba resentida por el
divorcio, y sabía que si se empeñaba en complicarles la vida a Susannah y a él, podía
hacerlo.
La nota del periódico del domingo fue peor de lo que había imaginado. Habían
publicado varias fotografías de los dos en la página de sociedad, así como un largo
artículo lleno de conjeturas sobre la relación que mantenían. Steve se llevaría un buen
susto. Solo faltaban un par de días para las elecciones, y si eso afectaba
negativamente en los resultados, se enfadaría mucho.
Cuando apareció el lunes por la mañana en el despacho, Rose ya había llegado.
Parecía preocupada.
—Tenemos problemas, jefe.
—Me lo imaginaba. ¿Steve esta de mal humor?
—Si yo estuviera en tu lugar, me mantendría lejos de él.
Jared acababa de colgar la chaqueta cuando Steve apareció en el despacho.
—¿Es que has perdido la cabeza? Mañana son las elecciones. ¿Y como crees que
me has dejado? Como un idiota… —declaro—. ¿Hay algo entre Susannah Chapman
y tú?
—Solo que la lleve a tomar una pizza. No sabía que fuera un pecado.
—Pues lo es. Tu formabas parte del equipo que la condeno y has participado en
su liberación. Salir con ella es tan extraño que la prensa pensara que hay una
conspiración o algo por el estilo.
—Solo tu y dos o tres personas más conocen mi papel en la anulación de su
juicio.
—Cierto, pero mantente alejado de ella. No quiero que pises ni siquiera la
misma calle. La condenaron injustamente y ahora la han liberado. Eso es todo.
Cuanto antes se olvide el asunto, mejor para todos.
—Esa mujer ha perdido ocho años de su vida. No voy a dejarla en la estacada si
puedo echarle una mano —afirmo.
—Llevaría a cenar no es precisamente echarle una mano. Si quieres ponerte
cariñoso entre bastidores, por mi no hay ningún problema. Pero en público, no.
Jared tuvo que contenerse. Steve sabía que lo que hiciera con su tiempo libre era
asunto exclusivamente suyo. No tenía derecho a meterse en su vida, pero prefirió
callar en ese momento por no enturbiar las relaciones en el trabajo.
Además, tenía intención de volver a ver a Susannah. Con o sin su aprobación.

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Barbara McMahon – El primer día

Cuando Steve se marcho, Jared se sentó y contemplo el trabajo acumulado en su


mesa. Llevaba nueve años en el cargo de ayudante de fiscal y sabía que su labor
había sido brillante. Tenía un porcentaje muy alto de casos resueltos, una ética a
prueba de bombas y una integridad profesional reconocida en todo el gremio.
Pero a Steve le preocupaban más las elecciones. Y en cuanto a Susannah, para él
solo era un instrumento que podía manipular a su favor.
Justo entonces, Rose se asomo al despacho.
—El juez Creighton llamo el viernes pasado. Puede verte mañana por la
mañana, si quieres.
Le pareció perfecto. Creighton estaba especializado en casos de disputas
familiares. Dos décadas de trabajo en la magistratura lo convertían en la persona más
adecuada para asesorarlo.
—Muy bien. ¿A que hora?
Rose le dio toda la información. Después, sonrió y dijo:
—¿Que hago mañana? ¿Voto por nuestro ilustrísimo jefe, o por su rival?
—Vota lo que más te apetezca —respondió Jared.
En ese momento no le apetecía apoyar a Steve.

A Susannah le encantaba su trabajo. Lo único malo era el viaje. Las dos


primeras mañanas se había bajado del autobús antes de llegar a su parada porque iba
tan lleno que sintió claustrofobia. Prefería caminar a sentirse encerrada, de modo que
ahora salía antes de casa para no llegar tarde.
Era un empleo ideal. Pete Talridge le encargaba cosas y la dejaba en paz; no la
molestaba ni le decía como tenía que hacer el trabajo ni exigía explicaciones por todo.
Era un hombre calvo, muy gordo, que siempre llevaba un cigarrillo apagado en la
comisura de los labios. Dirigía muy bien el vivero y todos los empleados parecían
contentos con él.
El tiempo había empeorado y hacía frio, pero seguía despejado y podía
concentrarse en aprender todo lo que pudiera sobre bulbos y técnicas de siembra.
Pete le había comentado que cuando llegara la primavera y los clientes empezaran a
preguntar sobre la forma de tener huertos, podría aprovechar su experiencia en la
cárcel. De momento la había puesto a las ordenes de Eva Reynolds, una mujer que se
tomaba el trabajo muy en serio pero que siempre encontraba un momento para
charlar.
Eva solo tenía uno o dos años más que ella. Y según le había dicho, estaba
divorciada y encantada de poder disfrutar de la vida.
—No tiene sentido que limite mis posibilidades. Si alguna vez vuelvo a
mantener una relación seria con alguien, seguiré con él. Así que, mientras tanto,
quiero darle una oportunidad a todos los solteros de Denver —bromeo en cierta
ocasión.

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah rio al escuchar su comentario. Le encantaba tener una amiga, sobre


todo porque echaba de menos a Marisa.
Desde el principio, Eva se empeño en que desayunara con ella. También quiso
que salieran juntas a divertirse, pero todavía no estaba preparada para eso. Eva lo
comprendió perfectamente. Conocía sus circunstancias y no hacía preguntas ni la
presionaba.
—Como quieras, pero no deberías perder más tiempo. Denver esta lleno de
hombres maravillosos —dijo un día.
Susannah rio. Faltaba poco para el anochecer y el cielo amenazaba lluvia. Pero
esperaba que no empezara a llover hasta que regresara a casa. De lo contrario, el
autobús estaría lleno de gente.
—No estoy preparada para empezar a salir otra vez —confeso.
—¿Y que me dices de esa maravilla con la que saliste en el periódico?
—¿De que estás hablando?
Susannah no había leído la prensa y no se había enterado de nada.
—¿Es que no lo sabes? Me refiero a ti y a Jared Walker… Si llego a saber que no
lo habías visto, habría traído el diario.
—¿Han publicado fotografías nuestras?
—Si. Aparecéis en un restaurante e incluyen un artículo con las típicas
especulaciones sobre vuestra relación. Pero yo solo me fije en las fotos. Que
hombre…
—Oh, no… —Susannah soltó un gemido—. Tendré que tener cuidado, porque
no quiero que los periodistas me encuentren. Lo pase muy mal cuando me liberaron.
Estaban por todas partes y son como tiburones.
—Pues no soltaran la presa, cariño. Eres noticia y les interesas.
—Yo no soy noticia. Solo quiero que me dejen en paz.
—No te preocupes, ninguno de nosotros dirá nada. Pero tendrás que contarme
más cosas del tipo de las fotografías —dijo, sonriendo.
—No hay mucho que contar. El sábado pasado fuimos al zoológico con su hijo y
luego me llevo a cenar a esa pizzería. Nada importante.
Susannah recordó lo sucedido. Lo había pasado muy bien, a pesar del incidente
con Noelle y con la prensa.
—Bueno, no es mi idea de una cita romántica, pero tampoco esta mal —observo
Eva.
—No era una cita —protesto.
—¿Y como lo llamarías tu?
—De ninguna forma. Simplemente quedamos, nada más.
—¿Y por que quedasteis?

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah miro a su nueva amiga.


—Supongo que siente pena por mí. O se siente culpable, no sé. Esta intentando
ayudarme.
—Claro que se siente culpable. Ese hombre te metió en la cárcel…
—El solo era ayudante del fiscal —le recordó.
Eva la miro durante unos segundos.
—Esta bien, pero no le tomes demasiado cariño. Cuando piense que ha pagado
su deuda contigo, se marchara —le advirtió.
—No le he tornado cariño. Y si no volviera a aparecer, me daría igual —
mintió—. Me ha ayudado a encontrar este trabajo y un sitio donde vivir. La deuda
esta pagada.
—Ya. Ocho años de vida son muchos años. Esa deuda no se paga con tan poco.
—Tal vez, pero no quiero nada más de él. Y ahora, será mejor que volvamos al
trabajo… tengo mucho que hacer.
Susannah se levanto, contenta de tener una buena excusa para interrumpir la
conversación con su amiga.
Sabía que Jared solo pretendía ayudarla. Y suponía que ahora que ya se había
establecido desaparecería de su vida. Pero el asunto de las fotografías del periódico
complicaba las cosas. Si los periodistas le seguían la pista. Tendría problemas.
Cuando llego a casa por la noche, se sentó para escribir una carta a Marisa y
contarle todo lo que había sucedido. Incluyo su dirección nueva porque sabía que
querría escribirle y le hablo de Eva y del nuevo trabajo. Sin embargo, evito entrar en
explicaciones sobre Jared. Ni siquiera supo porque. Tal vez, porque Marisa era una
mujer con experiencia y o habría creído que su interés por él se limitaba a la ayuda
que le había prestado.

El miércoles, cuando entro en el vivero, Eva se le acerco.


—¿Has visto los resultados de las elecciones? El fiscal ha ganado y seguirá
cuatro años más en el cargo. Dicen que tu liberación lo ha ayudado mucho. Ahora
tiene fama de ser una especie de cruzado justiciero.
—Pues él no tuvo nada que ver con el asunto. Fue cosa de Jared. Encontró
pruebas nuevas, abrió una investigación y presiono hasta conseguir que anularan mi
juicio. El fiscal se ha limitado a llevarse los aplausos.
—Sea como sea, también he notado que la fiscalía no ha hecho nada para
ayudarte desde que saliste de la cárcel. Quizá deberías hablar con la prensa para que
los ciudadanos de Denver conozcan toda la verdad.
—No, no quiero tener más líos. Ahora soy libre y eso es todo lo que necesito.
—Esta bien… Cambiando de tema, he encontrado un bar que esta muy bien.
Bueno, no lo he encontrado yo. Me llevo Harlan el otro día.

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Harlan?
Eva salía con más hombres de los que Susannah podía recordar.
—Si, un tipo al que conocí el viernes cuando salí con Brett. Deberíamos ir a ese
bar el fin de semana.
—No creo que me apetezca.
—Entonces, ¿cuándo?
Susannah se encogió de hombros.
—Estoy acostumbrándome a vivir otra vez. Pero todavía no estoy asentada.
Vivo en un piso del que tendré que marcharme dentro de unas semanas y podría
perder el trabajo en cualquier momento.
—Dudo mucho que pierdas el empleo. Trabajas muy bien y sabes mucho de
plantas —dijo Eva—. Mira, comprendo que no te sientas cómoda todavía, pero
deberías salir un poco y divertirte.
—Tal vez lo haga cuando las cosas se tranquilicen.
—Ah, ¿has sabido algo de Timothy Winters?
—Jared dijo que la policía lo esta buscando pero que todavía no lo han
encontrado.
En realidad, Susannah no sabía nada nuevo. No había hablado con Jared en los
últimos días.
—Deberían sentirse avergonzados. Cometieron un error gravísimo contigo.
Susannah aferro la taza de café con las dos manos, para calentarse.
—Solo espero que me dejen hablar con Timothy cuando por fin lo encuentren.
—Si es que lo encuentran. Hace ocho años no lo hicieron precisamente bien.
—Pero entonces no lo estaban buscando. Pensaban que había muerto y no se les
ocurrió pensar que podía estar escondido en alguna parte —explico.
—Es un asunto terrible… hablemos de otra cosa —dijo su amiga—. Si no
quieres salir el fin de semana a tomar algo, tal vez podrías acompañarme de
compras. Nos pagan dentro de unos días. Podríamos aprovechar para gastar un poco
en ropa bonita…
Susannah sonrió al pensarlo. Hacía años que no salía de compras con una
amiga. Y aunque no le sobraba el dinero, sabía que se divertiría.
—Me parece perfecto. ¿Cuándo quedamos?
—Si te parece bien, el sábado a las diez de la mañana en el centro comercial de
la calle Dieciséis —respondió—. Daremos una vuelta, comeremos y seguiremos
después. Y ahora que lo pienso, deberías pasar por la peluquería.
—¿Es que no te gusta mi estilo?
Susannah lo dijo medio en broma. En la cárcel llevaban el pelo muy corto, y
aunque le había crecido, no le había prestado demasiada atención.

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Barbara McMahon – El primer día

—No te queda mal, pero deberían arreglártelo.


—¿Para que? No tengo intención de impresionar a nadie…
En ese momento, Susannah recordó a Noelle y sintió envidia. Era una mujer tan
bella y elegante que se había sentido en desventaja al compartir habitación con ella.
Tal vez se sentiría mejor si se gastaba unos cuantos dólares en su pelo. Y cuando
volviera a ver a Jared, ya no sería una especie de caso de caridad sino una mujer
normal y corriente.
—Pero esta bien, iré a la peluquería —continúo—. Y comprare maquillaje.
Eva asintió.
—¡Así me gusta! Un nuevo aspecto para una nueva Susannah.

Cuando volvió de comer, Pete la llamo a su despacho. Pero Susannah no


imaginaba para que.
—Ha venido un inspector de policía que quiere hablar contigo.
Susannah sintió pánico. No sabía lo que podían querer de ella. Tuvo tanto
miedo que estuvo a punto de salir corriendo.
—Si quieres, el detective Davis y tu podéis hablar en mi despacho —dijo Pete
con total tranquilidad.
Ella asintió e intento tranquilizarse. Pete salió y el policía apareció unos
segundos después.
—¿Que quiere de mi? —pregunto ella.
—No he venido para causarle problemas, señorita Chapman. Solo queremos
que nos ayude —dijo—. Pero siéntese, por favor…
El detective cerro la puerta y los dos se sentaron.
—Le agradecería que me contara todo lo que recuerde sobre Timothy Winters.
¿Menciono alguna vez su intención de marcharse a California?
—Ya le he contado al señor Walker todo lo que recuerdo…
—Lo sé, y nos lo dijo. Pero solo menciono a una amiga, una tal Sammie.
—Si, y también menciono lo de Disneylandia. Creo que vivía en la zona de Los
Ángeles. Aunque también podía ser en San Francisco.
—¿No recuerda nada más?
Ella negó con la cabeza.
—Timothy era amigo suyo, ¿no es cierto?
—Bueno, en realidad lo era de mi prometido. Se conocieron en el instituto
cuando Shawn se mudo a Denver y se hicieron amigos. Aquel verano nos vimos muy
a menudo.
—¿Conocía a más amigos de Winters?

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Barbara McMahon – El primer día

—Si, a algunos. Pero tal vez debería hablar con su familia…


—Ya hemos hablado con ellos. Sin embargo, parece ser que entonces vivía en
un piso cerca de la universidad y su familia no sabía demasiado de sus andanzas —
dijo el policía, echando un vistazo a sus notas.
—Si, recuerdo que su padre le compro ese apartamento. Pero Shawn y yo no
íbamos a menudo. Normalmente nos veíamos en nuestra casa.
—¿Por que?
Susannah frunció el ceño. Era una buena pregunta. El piso de Timothy era
mucho más grande que el suyo y habría sido lógico que se encontraran en el.
—No lo sé —respondió lentamente.
—Tengo entendido que cree que Timothy Winters era homosexual. ¿Tiene la
seguridad o solo lo sospecha?
—Lo sé. Aunque Timothy lo ocultaba, Shawn era amigo suyo y se lo había
confesado. Pero no hablábamos nunca de eso —dijo, encogiéndose de hombros.
—¿Puede decirme algo más de sus otros amigos?
Susannah se recostó e intento recordar aquel verano.
—Hablaba mucho de un tal Todd… pero no llegue a conocerlo.
El detective asintió para animarla y ella siguió hablando.
—Creo que era alguien especial para Timothy. En cierta ocasión, le hablaba a
Shawn de él. Ah, y también estaban Bob Parrish y Harry Sutto. Pero generalmente
solo salía con nosotros —explico.
—¿No tenía ninguna amiga especial?
Susannah sacudió la cabeza.
—No. Shawn me conto lo de su homosexualidad precisamente por eso… en
cierta ocasión le propuse que organizáramos una cita a Timothy y no tuvo más
remedio que decirme la verdad.
—¿Y no sabe nada del asunto de San Francisco? ¿No menciono la posibilidad de
marcharse de Denver?
—Nunca dijo nada de marcharse. Shawn y él tenían grandes planes y querían
trabajar juntos.
—Pero fue el causante de su muerte.
—Si.
—¿Que ocurrió?
—¿Es que esa información no aparece en sus archivos?
—Si, pero prefiero escucharlo de su boca.
—Shawn y Timothy salieron un día para ver a Harry. Yo no me encontraba
bien, así que me quede en casa. Por lo visto, estuvieron de juerga hasta la

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Barbara McMahon – El primer día

madrugada. Harry acababa de cobrar y se empeño en invitarlos… Se emborracharon


y tuvieron un accidente.
—Creo que investigaron el caso.
Susannah asintió.
—En efecto. Yo pensaba que no lo harían. Su familia era muy importante en
Denver y supuse que no querrían manchar su imagen.
—Y lo amenazo en el entierro…
—Me han declarado inocente —le recordó.
—Lo sé. Solo intento hacerme una idea.
—Estaba muy enfadada. Me parecía muy injusto. Timothy seguía con vida y
Shawn había muerto. No podía soportarlo y lo amenace, es verdad… Pero no había
hecho nada malo. Sé que Timothy no lo hizo a propósito.
—Dijo que fue a hablar con usted la noche del asesinato. ¿Para que?
—Para decirme que comprendía mis sentimientos y que se sentía terriblemente
culpable por haber causado la muerte de su mejor amigo. Recuerdo haberle
preguntado si tenía la menor idea de mi dolor…
—Entonces, ¿no la amenazo? ¿No la agredió de ninguna forma?
—No, en absoluto. Me pidió que lo perdonara y se marcho.
El policía saco una tarjeta y se la dio.
—Si se acuerda de algo más, le agradecería que se pusiera en contacto conmigo.
Siento que cometieran un error tan grave con usted, señorita. Pero puede estar
segura de que haremos todo lo posible por encontrar a Winters.
Ella tomo la tarjeta y se mordió la lengua para no decir algo desagradable.
Aquel policía no tenía la culpa de nada. No había participado en la investigación que
la llevo a la cárcel. Solo hacía su trabajo.
—Si recuerdo algo más, lo llamare.
Susannah lo dijo muy en serio. Habría hecho cualquier cosa con tal de localizar
a Timothy Winters.

—Jefe, su ex mujer esta…


Rose se interrumpió cuando la puerta se abrió de golpe y Noelle apareció en el
umbral.
Jared la miro y deseo no tener que enfrentarse otra vez a ella. Estaba cansado de
aquella situación.
—Entra y cierra —dijo él.
—¿Cómo has podido enviarme a la policía para que me interrogue?

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Barbara McMahon – El primer día

—Cierra la puerta —insistió—. A no ser que pretendas que se entere toda la


oficina.
Noelle cerro de un portazo, tiro el bolso a la mesa y se sentó.
—Todo esto es humillante. Yo no sé nada de mi primo. Lo daba por muerto
desde hace ocho años —afirmo.
—¿De que estás hablando? ¿Es que la policía te ha interrogado?
—Ja. Como si tu no lo supieras.
—Tranquilízate, Noelle. No lo sabía. Pero no me sorprende demasiado. Me
interrogaron a mí y creo que también querían interrogar a Susannah Chapman.
—A ella le esta bien empleado.
—Fuiste tu quien envió a los periodistas a la pizzería, ¿verdad?
Jared lo sabía de sobra, pero quería que se lo confirmara.
Noelle casi sonrió.
—¿Tenía algún motivo para no hacerlo?
—Puedes hacer lo que quieras. Y yo puedo interpretar lo que desee —dijo él—.
Cuéntame lo de la policía.
—Dos agentes han venido esta mañana a mi casa. Querían que les contara lo
que se de Timothy y por que no dije hace ocho años que era homosexual. Han sido
bastante desagradables conmigo.
—No sé porque lo dudo. Solo hacen su trabajo.
—Ya. También lo hacían hace ocho años y no tuvieron mucho éxito.
—Ni los demás tampoco, así que ahora tienen que repetirlo. ¿Que les has dicho?
—pregunto.
Jared hablo con tono paciente. No estaba de humor para los histrionismos de su
ex mujer, sobre todo después de lo sucedido con Susannah. No había hablado con
ella desde el sábado anterior. Pero había estado constantemente en sus pensamientos.
—No he dicho nada. Primero tengo que consultar con mi abogado.
—¿Para que?
—¿Para que? Para protegerme, por supuesto…
—¿Contra que? Tu no mentiste hace ocho años. Ni te guardaste ningún dato
importante, ¿verdad? —pregunto.
—Por supuesto que no.
—La policía sospecha que el hombre al que asesinaron podía ser el amante de
Timothy —explico—. Sus huellas estaban por toda la casa. En el cuarto de baño, en la
cocina, en el dormitorio… ¿sabes si tu primo estaba saliendo con alguien aquel
verano? No sé, tal vez un amigo o un compañero de estudios. Si sabes algo, deberías
decírselo a la policía. No te acusan a ti. Solo quieren información.

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Solo eso? Ah… —dijo, más tranquila—. Entonces tendré que llamarlos por
teléfono y decides la verdad, que no sé nada en absoluto.
—Tendrías que haber empezado por ahí.
Noelle recogió el bolso.
—Sera mejor que vaya a arreglar este estropicio. Podrías acompañarme…
—No me necesitas, Noelle.
Antes de que Noelle pudiera hacer algún comentario sobre sus necesidades,
Jared cambio de opinión.
—Este fin de semana me llevo a Eric a la cabaña. Pasare a recogerlo el viernes.
—Pero mantenlo lejos de los delincuentes.
—Susannah Chapman no es una delincuente. Han anulado su condena y puede
ir adonde quiera. Además, es una buena mujer. Algo tímida e insegura, pero buena.
Noelle entrecerró los ojos.
—No me digas que te gusta.
—Lo que yo piense de ella no es asunto ruyo. Pero puedes estar tranquila.
Jamás podría en peligro a nuestro hijo —afirmo.
—En mi opinión, tu relación con esa mujer supone un… conflicto de intereses.
—En eso estas de acuerdo con Steve. Se enfado mucho cuando vio esas
fotografías en el periódico.
—Pues claro. Tuvo miedo por las elecciones —murmuro.
—Pero ha ganado y ya ha recobrado el buen humor.
A pesar de todo, Jared seguía enfadado con la situación. No le gustaba que
Noelle o Steve interfirieran en sus asuntos personales.
Noelle se levanto de la silla. Parecía algo confundida, y él se pregunto por que
se empeñaba en aferrarse a una relación terminada. Martin parecía adorarla y era
evidente que hacían buena pareja. Además, podía ofrecerle la vida que necesitaba.
Pero su ex mujer siempre había sido muy obstinada.

Cuando Noelle se marcho, Jared volvió a la mesa. Sabía que le iría bien con la
policía y que no necesitaba que la acompañara. Sin embargo, no habría ido con ella
en ningún caso.
Se reunió con el juez Creighton y hablaron de la adopción de la hija de
Susannah. Lamentablemente, las noticias no eran buenas. El expediente se había
cerrado ocho años antes y necesitarían una orden judicial para reabrirlo. Solo lo
harían si Susannah presentaba una demanda, pero no se lo concederían si no había
una buena razón para ello.
Jared no le iba a recomendar que la presentara. Tenía pocas posibilidades de
salirse con la suya y se llevaría una terrible desilusión cuando la rechazaran. Debía

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Barbara McMahon – El primer día

encontrar otro medio de encontrar información, así que se puso en contacto con uno
de los funcionarios del archivo.
Sabía que estaba violando varias leyes, pero le daba igual. Si servía para que
Susannah supiera que su hija se encontraba bien, habría merecido la pena. Él también
habría querido asegurarse si se hubiera tratado de Eric. Tenía derecho a saber. Y
estaba decidido a hacer lo posible por ayudarla.

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Capítulo 9
Media tarde del sábado, Susannah tomo las bolsas y bajo del autobús. Solo
estaba a una manzana del piso, lo cual la animo porque había comprado tantas cosas
que apenas podía caminar. Naturalmente, Eva se había ofrecido a llevarla a casa.
Pero ella había rechazado el ofrecimiento porque sabía que su amiga vivía en el
extremo opuesto de la ciudad.
Hacía un día soleado, pero se había levantado viento del oeste y hacía mucho
frío. Empezaría a nevar en cuanto el cielo se cubriera.
Estaba a punto de llegar al edificio cuando se llevo una buena sorpresa. Jared y
Eric estaban delante del portal, discutiendo. Cuando el niño la vio, dejo de hablar con
su padre y corrió hacía ella.
—¡Hola, Susannah! Llevamos un buen rato esperándote… ¿Sabías que tienes
una canción? Me la han enseñado en el colegio. ¡Y me sé la letra!
—Hola, Eric… ¿La letra de una canción? Vaya, me alegro…
Eric la tomo de la mano y tiro de ella sin prestar demasiada atención al hecho
de que iba cargada con un montón de bolsas.
Jared avanzo con cautela, como si no estuviera seguro de ser bien recibido.
Susannah lo miro y se sintió mejor de inmediato. Se había maquillado levemente y
sabía que el nuevo peinado le quedaba bien, de modo que se sentía más segura.
—No necesito preguntar donde has estado… —dijo él.
Jared se acerco y tomo un par de bolsas para ayudarla.
—He ido de compras con Eva —explico.
—¿Puedo cantar la canción, papa? —pregunto Eric.
—Dentro de un momento, hijo. Hemos venido para ver si nos concedes una
segunda oportunidad…
—Si, pero no estabas en casa —dijo el niño—. Llevábamos siglos esperando…
—De haber sabido que vendríais, os habría dicho que no iba a estar.
—Es culpa mía por no haber llamado. Lo siento —dijo Jared.
—¿Podemos ver a Cacao? —pregunto el chico.
Susannah no estaba segura de querer pasar la tarde con Jared y su hijo, pero no
podía negarse a la petición del pequeño.
—Por supuesto. Le encantara verte.
Entraron en el edificio y unos minutos después Eric ya estaba jugando con el
gato. Susannah llevo las compras al dormitorio y las dejo en la cama. Después, se
detuvo un momento ante el espejo y se miro.
Eva había acertado. El nuevo peinado mejoraba mucho su aspecto y el
maquillaje remarcaba el color de sus ojos.

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Cuando volvió al salón, Eric estaba cantando la conocida canción que llevaba su
nombre. Pero solo sabía la primera línea, la que decía: «Oh, Susannah, no llores más
por mi».
—¿Nos vamos ya? —pregunto el chico al verla.
—¿Nos vamos? —pregunto, sorprendida.
A fin de cuentas, acababan de llegar.
—Si, tu también puedes venir. Hemos venido a buscarte. ¿Puede venir también
Cacao?
Susannah miro a Jared con confusión.
—Hemos venido para invitarte a pasar el fin de semana con nosotros —explico
él—. Tengo una casa a una hora de la ciudad, cerca de Surrey Junction. Nos
quedaremos a pasar la noche y volveremos mañana por la tarde.
La propuesta le pareció sorprendente. Por lo visto, Jared estaba realmente
interesado en ella.
—Es una casa muy bonita —dijo Eric.
—Estoy segura de ello…
—¿Puede venir Cacao? —insistió.
Susannah negó con la cabeza.
—Cacao no es un gato de la calle y tiene que estar aquí. Fuera hace demasiado
frio para él.
—Es una casa normal, no una cabaña en el bosque —dijo Jared—. Tiene tres
dormitorios, así que hay uno para cada uno. Y mañana podríamos dar un paseo
antes de volver a la ciudad… venga, Susannah, estarás de vuelta antes de la noche.
¿Te apetece?
Susannah sintió una mezcla de entusiasmo, excitación y nerviosismo. Miro a
Jared e intento ignorar los sentimientos que albergaba hacía él. Ahora tenía una vida
nueva. Era una mujer independiente y no quería ligarse a nadie.
Pero deseaba pasar más tiempo con él y se llevaba muy bien con su hijo. No
perdía nada por acompañarlos. Como decía Eva, tenía que divertirse un poco.
—Bueno, deja que guarde unas cosas e iré con vosotros.
Mientras guardaba unas pertenencias en una bolsa pequeña, se maravillo por lo
que estaba haciendo. Un mes antes estaba en la cárcel y no tenía esperanzas de salir.
Ahora tenía un apartamento y un trabajo e iba a pasar un fin de semana con un
hombre y su hijo. Sin hacerse preguntas sobre lo que eso significaba.

Iban hacía el oeste por la autopista, en dirección a las montañas Rocosas. El


tráfico era ligero y Jared puso un CD de jazz en el equipo de música. Eric hablaba a
mil por hora e interrogaba a Susannah sobre asuntos de lo más variopinto o
preguntaba a su padre por el ciervo que a veces veían desde el porche.

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—Y además, nieva —dijo el niño al final.


—Nieva en casi todo Colorado —puntualizo Jared.
—¿Usáis la casa muy a menudo? —pregunto ella.
Era evidente que los Walker adoraban el lugar.
—No tanto como me gustaría. La compre con intención de vivir allí, porque
solo esta a una hora de viaje de la ciudad. Pero mis horarios son tan largos y erráticos
que solo voy algunos fines de semana.
—Incluso tiene una chimenea —dijo Eric.
—Parece un sitio maravilloso —comento.
Susannah miro por la ventanilla y contemplo el paisaje. Empezaba a sentirse
angustiada en el interior del coche y no quería estropear el viaje a padre e hijo.
Odiaba que sus miedos le impidieran ser una persona normal.
—¿Te encuentras bien? —pregunto Jared segundos más tarde.
Ella lo miro y asintió.
—Estas pálida.
—¿Podríamos parar un rato y estirar las piernas?
—Hay una zona de descanso a un par de kilometres. Pararemos allí.
Jared no hizo preguntas y Susannah lo agradeció mucho. Cuando por fin se
detuvieron, ella salió del coche y se alejo unos metros para poder respirar. No tardo
en recuperarse.
—¿Que te ocurre? —pregunto él, que se había acercado—. ¿Cansada del coche?
—No… es mi claustrofobia. ¿Queda mucho para llegar a la casa? Tal vez
debería quedarme aquí hasta mañana —bromeo.
—Solo falta media hora, pero podemos ir poco a poco, parando de vez en
cuando. Venga, llamare a Eric y daremos un paseo.
—No hace falta…
Susannah se sintió completamente estúpida. Pero no podía negar que la idea de
volver al coche le desagradaba en extremo.
—Vaya, esto si que es una aventura… —dijo el niño cuando se acerco—. Nunca
nos habíamos detenido por el camino.
—Siento que tengáis que parar por mi culpa —murmuro ella.
—Yo no lo siento —dijo Eric—. ¿Puedo balancearme?
—¿Balancearte?
—Si —intervino Jared—. Cuando hay dos adultos, se empeña en que crucemos
las manos y lo balanceemos como si estuviera en un columpio. Espero que no te
moleste…

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Barbara McMahon – El primer día

Balancearon al chico, que empezó a reír, y dieron un paseo. Cuando estaban a


punto de perder de vista el coche, Jared propuso que regresaran.
—Siento haberos molestado —dijo ella al volver—. Espero aguantar el viaje
hasta que lleguemos…
—Tonterías. Cuando quieras que nos detengamos, dímelo y lo haremos. No hay
ninguna ley que nos obligue a hacer el viaje de un tirón…
Jared fue tan comprensivo con ella que Susannah se relajo y no volvió a sentir la
amenaza de una crisis de pánico. Media hora más tarde se internaron por un camino
de montaña y distinguió una casa grande entre los árboles, en un claro. Era de
madera y parecía tan solida como si llevara allí varios siglos. Tenía un porche
delantero cubierto que obviamente se usaba mucho en verano y donde se veían
varias sillas, unas mesas e incluso una mecedora.
—Es maravillosa… —dijo ella.
Susannah se alegro cuando por fin se detuvieron y pudo salir y respirar. Si el
día no hubiera sido tan frío, habría viajado con la ventanilla bajada.
—No me extraña que quisieras vivir aquí. Si fuera mi casa, no me marcharía
nunca…
Por primera vez en muchos años, se sentía en paz. Hasta llego a pensar en la
posibilidad de marcharse a vivir fuera de Denver.
Jared y Eric sacaron las bolsas del coche, y el niño no tardo en tirarle del brazo.
—Vamos, Susannah, te enseñare mi habitación.
—Espera un momento. Deja que disfrute antes del paisaje…
—Tomate el tiempo que quieras —dijo Jared—. Vendré a hacerte compañía en
cuanto deje las bolsas en la casa.
Susannah subió al porche y camino hacía uno de los extremos. Era un lugar tan
extremadamente tranquilo que le extraño que Jared prefiriera el ritmo frenético de la
ciudad.
—¿Estás bien? —pregunto él, cuando por fin reapareció.
Ella asintió e intento sonreír.
—Si. Siento…
El alzo una mano.
—No hay nada que sentir. Además, no es culpa tuya… pero no imagino como
te las arreglabas en la cárcel —comento.
—No muy bien. Los dos primeros años tuvieron que medicarme para que no
me volviera loca. Pero Marisa me ayudo mucho. Nos sentábamos con los ojos
cerrados y me hacía imaginar que estaba en una playa o que volaba como un
halcón… cosas así —explico.
Susannah pensó que había contraído una gran deuda con su amiga. Sin ella no
habría sobrevivido.

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—La cárcel no era tan mala cuando hacía buen tiempo —continuo—. Pasaba
mucho tiempo en los huertos. Pero el invierno era muy duro. No podíamos salir.
—Ojala pudiera borrar esos años, Susannah —dijo él—. Siento muchísimo lo
que te ha pasado.
—Pero me has sacado de allí, que es lo que importa —observo—. Esos años son
años perdidos para siempre. No puedo volver al pasado, ni recuperar a mi hija, ni
devolver la vida a Shawn, ni estudiar Magisterio otra vez. Sin embargo, soy libre. Y
aunque no llegues a entenderlo del todo, es una sensación maravillosa.
—Creo que puedo entenderlo. No en el mismo sentido, por supuesto, pero…
bueno, no importa.
—Claro que importa. ¿A que te refieres?
Jared se apoyo en la barandilla del porche y contemplo las montañas.
—Me case con Noelle por varios motivos. Y cuando me divorcie, tuve la
impresión de que había estado en una cárcel que yo mismo me había construido —
declaro—. Ahora soy libre, como tu. E intento no cometer los mismos errores, no
dejarme llevar por cosas que en realidad son intrascendentes.
—No sé si te entiendo…
El se giro y la miro.
—Mi familia no tenía dinero. Estudie en la universidad gracias a una beca y
estaba loco por salir de la pobreza. De hecho, tu caso fue mi primer caso
importante… y no lo hice bien porque estaba demasiado preocupado en impresionar
a Noelle y a su familia.
—¿Para que te aceptaran?
—Algo así. Timothy Winters es primo de Noelle.
Susannah se sintió como si le hubieran pegado un puñetazo en el estomago.
—¿Qué? ¿No se supone que eso sería incompatible desde un punto de vista
profesional? ¿Cómo pudiste trabajar en el caso si mantenías una relación con un
familiar de la victima?
—En aquella época solo estaba saliendo con Noelle. Nos comprometimos más
tarde, en las Navidades de ese año, y nos casamos al verano siguiente. No había
incompatibilidad alguna. Además, yo no tuve mucho que ver con la investigación.
—De modo que os casasteis y las cosas no salieron bien…
—No. De pequeño, siempre quise vivir como los Winters. Envidiaba su suerte y
su dinero, pero la realidad resulto algo diferente… me aburrían las fiestas constantes
y la necesidad de Noelle de estrenar un vestido nuevo todos los días. Yo quería
concentrarme en mi trabajo y ella no me dejaba.
—¿Tan importante es tu trabajo para ti? —pregunto con curiosidad.
—Lo creas o no, me hice abogado para ayudar a la gente. El sistema funciona
casi siempre. No lo hizo contigo, pero…

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Pero?
—Tus circunstancias fueron excepcionales. Si Michael no hubiera estado tan
preocupado por las elecciones, si el juez hubiera sido otro, si tu abogado hubiera
demostrado más profesionalidad… quien sabe lo que habría pasado.
—Me habrían dejado en libertad —dijo ella—. Lo sabes de sobra. Reabriste el
caso por eso. Porque sabías que yo era inocente.
—Lo sospechaba. Pero ahora tengo ocho años más de experiencia y no
cometería los mismos errores. Lo malo es que no puedo cambiar el pasado.
Susannah suspiro y se encogió de hombros.
—Nadie puede cambiarlo. Simplemente tuve mala suerte, ¿verdad?
Eric apareció en ese momento.
—¿No vas a venir a ver mi dormitorio? Luego podríamos ir a dar un paseo…
—No, ahora no, Eric. Falta poco para que oscurezca —dijo su padre.
—Pero dijiste que saldríamos… quiero enseñarle a Susannah el arroyo…
—Ahora no —insistió—. Es tarde.
—¡No es justo!
Eric pego una patada a la puerta de la casa.
—Te diré una cosa… ¿que te parece si ayudas con la cena? —pregunto su padre.
—¿Y tomaremos perritos calientes?
—Por supuesto —respondió—. Espero que te gusten los perritos calientes,
Susannah. A mi hijo le encantan…
—No me extraña. Seguro que su madre no se los sirve a menudo —dijo con
ironía.
Jared y Susannah se miraron y sonrieron. Ella se sentía completamente a salvo
con él. Y deseaba explorar la relación que se había establecido entre los dos.
—Noelle ni siquiera sabría prepararlos. Se llevaría un gran disgusto si supiera
que los comemos…
Susannah rio. No podía imaginar a Noelle Walker en el campo, disfrutando de
unos sencillos perritos calientes.
Un sentimiento de euforia reemplazo a su preocupación anterior. No podía
cambiar el pasado, pero podía disfrutar del presente. Y durante aquel fin de semana,
su presente eran Jared y Eric Walker.
Susannah estaba a sus anchas cuando metieron a Eric en la cama. La cena había
resultado encantadora, a pesar de su miedo a que el pequeño tostara demasiado los
perritos y los quemara.
Había oscurecido y la luz del fuego creaba un ambiente romántico en el salón,
muy tranquilo ahora que Eric se había dormido.

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Por que me has invitado a venir, Jared? —pregunto ella, contemplando las
llamas.
—Porque pensé que te vendría bien un cambio.
—¿Un cambio? Solo llevo un par de semanas en libertad.
—Pero sé que te gusta estar al aire libre.
—Si, es verdad. Detesto estar encerrada.
—Mañana iremos al arroyo. Baja por una de las laderas de la montaña y es muy
bonito. En primavera, cuando se derrite la nieve de las cumbres, lleva tanta agua que
puedes oírlo a un kilometro de distancia.
—¿La propiedad es muy grande?
—Tengo unas cinco hectáreas, más o menos. Dos alrededor de la casa y otras
tres al otro lado de la carretera. No es demasiado, pero sirve para mantenerse lejos de
los vecinos —respondió.
Susannah se puso tensa y camino hasta la ventana para echar un vistazo al
exterior e intentar tranquilizarse. Sin embargo, fuera estaba tan oscuro que no pudo
ver nada.
—No me importaría dar un paseo —dijo.
—¿Ahora? Ya es de noche…
—Bueno, me contentaría con salir al porche.
—Pero hace frio.
—Así disfrutaremos más del fuego cuando volvamos a entrar.
Susannah tomo su chaqueta, se la puso y salió de la casa. La luz del interior
iluminaba los alrededores cuando se apoyo en la barandilla. Pensó en todo lo que
había sucedido y se pregunto como habría sido su vida si Shawn no hubiera muerto.
Seguramente se habrían marchado de la ciudad, sobre todo al saber que estaba
embarazada.
—Espero que estés bien, hija mía —murmuro.
Pensaba en ella todos los días. Y su angustia no había dejado de aumentar
desde que había salido de la cárcel. Ahora era una mujer libre. Se había demostrado
su inocencia y tenía base legal para presentar una demanda e intentar recuperar a su
pequeña. Nada impedía que volvieran a estar juntas, que rieran, que prepararan
perritos calientes en una cocina como la de Jared, que cantaran canciones.
Sus ojos se llenaron de lagrimas. La vida había sido muy injusta con ella. Sabía
que tenía que asumirlo y seguir adelante, pero era difícil.
Unos minutos después, Jared apareció a su lado. Estaba tan perdida en sus
pensamientos que no lo había oído.
—Llevas mucho tiempo fuera. Deberías entrar.
—Entrare enseguida.

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Barbara McMahon – El primer día

Jared se acerco y la abrazo.


—No llores, Susannah. Siento tanto lo sucedido…
Susannah alzo la cabeza. Y antes de que supiera lo que estaba pasando, se
besaron.
Hacía muchos años que no la besaban. Sintió amargura y dolor, pero también
un intenso placer que creía perdido. Fue como si de repente volviera a vivir. Las
manos de Jared no le hacían daño; simplemente, la acariciaban. Su cuerpo no era una
amenaza; solo era fuerte y tranquilizador. Su boca no la denigraba: la trataba como si
fuera el bien más valioso del mundo.
Pero no tardo en volver a la realidad. Se estaban besando como un hombre y
una mujer. Aquello no era una demostración de simple amistad. Se deseaban. Y
cuando por fin se apartaron el uno del otro, se sintió más despierta que en ocho años.
Más libre que nunca. Sin los miedos de siempre.
Incluso tuvo la impresión de que el tiempo se había detenido.
Ella lo miro y se estremeció.
—Hace frio. Volvamos dentro —dijo él.
—Si tienes frio después de ese beso, será que no has sentido lo mismo que yo —
afirmo ella con humor.
—Yo diría que he sentido exactamente lo mismo. Pero se ha levantado viento…
Susannah respiro a fondo y asintió.
—Esta bien. Entremos.
Paso a su lado y se dirigió a la entrada de la casa. Tenía que encontrar algún
tema de conversación, lo que fuera. Porque cuando estuvieran dentro, nada la
defendería de sus besos.

Jared cerro la puerta y la siguió al interior. No podía creer que la hubiera


besado y que ella hubiera respondido con el mismo apasionamiento. La deseaba.
Más de lo que había deseado a nadie en mucho tiempo. Pero debía tomárselo con
calma; no quería arriesgarse a perderla. Ni siquiera sabía si Susannah era capaz de
mantener una relación con uno de los hombres que habían contribuido a enviarla a la
cárcel.
—¿Te apetece un chocolate caliente? —pregunto.
De repente se sentía como si fuera un jovencito adolescente. Solo quería que
Susannah estuviera contenta. Pero no tuvo mucho éxito: ella se alejo en dirección a la
chimenea y se cruzo de brazos, tensa.
—Si, un chocolate estaría bien.
—Entonces, vuelvo enseguida…

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Barbara McMahon – El primer día

Jared se dirigió a la cocina y se maldijo por haberla puesto nerviosa. La había


invitado a la casa con la esperanza de aprovechar los dos días para ganarse su
confianza. Pero tema miedo de haberlo estropeado todo.
—¿Puedo ayudarte? —pregunto Susannah desde la puerta.
—¿Quieres barquillos con el chocolate?
—Por supuesto. ¿Que sería de un chocolate caliente sin barquillos?
—Estan en el armario de arriba.
Susannah entro en la cocina y abrió el armario.
—Y dime, ¿que vamos a hacer mañana? —pregunto ella—. Te advierto que no
tengo botas de montaña…
—Desayunaremos y luego saldremos a dar un paseo. Pero no será nada
agotador, descuida. Además, Eric no lo soportaría —respondió él—. Nos
divertiremos un poco, veremos el arroyo y volveremos a la hora de comer.
—Si la casa fuera mía, viviría aquí. ¿Hay pistas de esquí en la montaña?
—Si, muy cerca de aquí. ¿Sabes esquiar?
—Shawn me llevo un par de veces a esquiar cuando estábamos en la
universidad. Pero me temo que no era muy buena… —dijo con una sonrisa.
—¿Donde creciste, por cierto?
—Por todo el país. Mi padre era militar y lo trasladaban constantemente, así
que no teníamos residencia fija.
—¿Ya ha muerto?
Jared lo daba por sentado. Todavía recordaba la soledad de Susannah en el
juicio.
—Si, murió cuando yo estaba en la facultad. Mi madre había fallecido años
antes, así que solo estábamos él y yo. Y trabajaba tanto que no podía dedicarme
demasiada atención.
—¿No tenías abuelos?
Ella negó con la cabeza.
—Era hija única y mi padre, huérfano. En cuanto a mis abuelos por parte de
madre, fallecieron poco después que ella.
Jared lo lamento mucho. No solo estaba sola en el mundo, sino que Michael y el
habían contribuido a que, además, perdiera a su hija.
Cuando sirvieron el chocolate, se marcharon al salón. Susannah se sentó en uno
de los sillones. Jared pensó que pretendía mantener las distancias, y no le extraño.
—Cuéntame como encontraste esta casa y que haces cuando estas aquí.
Supongo que en invierno iras a esquiar, pero en verano…
Jared le conto que en primavera salían a pasear por el campo, y que en verano,
cuando hacía calor, nadaban en las pozas del arroyo. Por lo visto, a Eric le encantaba.

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Barbara McMahon – El primer día

Y disfrutaba de la visión de las ardillas y de los ciervos que de cuando en cuando se


acercaban a la casa.
Susannah escucho y rio. Jared estaba asombrado con ella. Ya no parecía la
mujer a la que había llevado a cenar a aquella pizzería. Sus ojos brillaban de alegría,
sus mejillas estaban levemente sonrosadas por el frío y el corte de pelo aumentaba su
belleza. La encontraba fascinante. Quería saber más cosas de ella. Conocer sus
sueños, sus deseos. Saber si deseaba tener más hijos o tener un jardín. Disfrutar de su
risa todos los días de su vida.
—Se esta haciendo tarde —dijo ella al cabo de un rato—. Sera mejor que me
acueste.
Ella se levanto y llevo la taza vacía a la cocina.
Jared oyó que abría el grifo de la pila, miro el reloj y conto las horas que
faltaban para verla otra vez, por la mañana.

—Papa prepara las mejores crepes del mundo —dijo Eric.


Estaban sentados en la cocina, desayunando. Jared miro a su hijo y se pregunto
cuanto tiempo faltaba para que creciera y se diera cuenta de que su padre era un
hombre como todos los demás, con sus virtudes y sus defectos. Por desgracia, no
tardaría mucho. Los niños crecían muy deprisa. Pero entretanto, disfrutaba
enormemente de su adoración.
—Estoy deseando probarlas —dijo ella—. ¿Con que las sirve? ¿Con mermelada?
—Si. A mí me gusta mucho la de fresa. ¿Y a ti?
—Yo prefiero la de uva.
Jared los miro y sintió una intensa envidia de su hijo. Se llevaba
maravillosamente bien con Susannah, y tenía la gran ventaja de que ella nunca le
preguntaba por su vida ni por su pasado.
Tal vez se estuviera engañando al pensar que podían mantener una relación.
Cabía la posibilidad de que solo se mantuviera a su lado hasta que encontraran a
Timothy, y de que nunca llegara a confiar en él.
Pero la idea le encantaba.

Susannah intento no mirar a Jared. Era demasiado consciente de la presencia de


Eric y no sabía lo que el niño le podría contar más tarde a Noelle.
Sin embargo, de vez en cuando cedía a la tentación y lo miraba. No podía creer
que la hubiera besado la noche anterior, ni a decir verdad, que la hubiera invitado a
pasar el fin de semana con ellos. Al parecer, su interés iba más allá del sentimiento de
culpabilidad. Ahora solo tenía que averiguar si quería que la deseara.
Pero era demasiado pronto para pensar en una relación. Tenía que labrarse un
futuro. Y no podría olvidar totalmente el pasado hasta que encontraran a Timothy
Winters.

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Barbara McMahon – El primer día

Eric se mostro muy entusiasta cuando por fin salieron a pasear, y no dejaba de
indicarle los sitios que visitaba con su padre cuando llegaba el verano. La
temperatura había bajado mucho y a pesar de la luz del sol tenían que moverse para
no quedarse helados. Pero ella estaba encantada. El paisaje era precioso y se divirtió
mucho.
Por fin, volvieron a la casa, comieron y subieron al coche para regresar a
Denver. Cuando llegaron a la ciudad, Eric pregunto:
—¿Puedo subir a tu piso y ver al gato?
Jared miro a Susannah, que asintió. No tenía ningún deseo de alejarse de ellos.
—Claro que si. Seguramente se sentirá solo y se alegrara de vernos… ¿pero
tienes tiempo?
—Tenemos tiempo de sobra —respondió su padre—. Eric no tiene que volver
con su madre hasta después de cenar.
Susannah observo a Jared y pensó que él tampoco quería poner fin al día.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 10
Jared saludo a su secretaria cuando entro en la oficina al día siguiente. Pero
Rose lo miro con una expresión tan tensa que pregunto:
—¿Ocurre algo?
—Me temo que si. Un agente judicial te esta esperando en el despacho.
Jared entro con curiosidad y saludo al funcionario. Tomo los documentos que le
dio y espero a que se marchara para abrirlos. Eran de Noelle. Pretendía cambiar su
acuerdo sobre la custodia del niño y restringir su relación con Eric a visitas
esporádicas, con el argumento de que era una influencia negativa para él. Además, la
orden incluía la exigencia judicial de que se mantuviera lejos de su hijo hasta que el
caso se viera en los tribunales.
No podía creer la actitud de Noelle, ni que hubiera conseguido una orden en
tan poco tiempo. Pero su familia tenía muchos contactos. El juez Perle era amigo de
sus padres y probablemente había hablado con él tras saber que Susannah los había
acompañado a la casa de la montaña. Lamentablemente, había olvidado advertir a
Eric que no le dijera nada a su madre.
Pensó en el beso que se habían dado, pero enseguida se dijo que eso no tenía
nada que ver. No había nada de malo en ello. La responsabilidad era exclusivamente
de Noelle. Y si quería jugar duro, lo harían a su modo.
Descolgó el teléfono y llamo al abogado que le había gestionado el divorcio.
Tras hablar con él, marco el numero de su ex mujer.
—Se porque llamas y no quiero hablar contigo —dijo ella.
—Solo quiero que sepas que he presentado una apelación para que suspendan
la orden del juez. Y pienso pedir la custodia de Eric.
—¿Qué? ¡No puedes hacer eso!
—Puedo y voy a hacerlo. Cuando mi abogado presente los hechos ante el
tribunal de familia, anularan la orden. Y lo de la custodia lo digo muy en serio. Ya no
me voy a contentar con verlo los fines de semana.
—Eres una mala influencia para él.
—Basta de tonterías, Noelle. No soy una mala influencia. Y si piensas
manipular el asunto de Susannah, te advierto que el tiro te saldrá por la culata.
Cuantas veces tengo que decirte que no mato a nadie. Era inocente y anularon el
juicio.
—Sera mejor que hablemos con calma. Pero no por teléfono. Quedemos esta
noche para cenar.
—Estoy ocupado.
—¿Que pasa? ¿Estás viendo otra vez a tu pajarito? —se burlo.
—No voy a hablar contigo de eso. Ni ahora ni en ningún otro momento.

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Barbara McMahon – El primer día

—Entonces nos veremos en los tribunales. Y que decidan los jueces. Pero no te
vas a salir con la tuya, Jared. Tengo mejores referencias que tu para cuidar de Eric.
Trabajas tanto que ni siquiera tienes tiempo para cuidar de él —le recordó—. ¿Y que
vas a hacer? ¿Dejarlo al cuidado de una niñera todos los días? Yo le puedo dar una
vida de verdad, una vida familiar. La justicia fallara a mi favor.
Noelle colgó antes de que Jared pudiera contestar.
Pensó que su esposa tenía razón en ese aspecto. En efecto, él tenía que trabajar y
no podía estar todo el día con Eric. Aunque fuera una situación normal en la mayoría
de las familias, Noelle era millonaria y además contaba con la ayuda del juez Perle y
con el poder de su familia. Si tenían que elegir a alguien, la elegirían a ella.
Tendría que asegurarse de que su abogado encontraba un juez imparcial. Uno
que no se dejara influir por los Winters. Había llegado el momento de tener un papel
central en la vida de Eric.

El viernes por la tarde, Pete se asomo a la puerta de su despacho y dijo:


—Te llaman por teléfono…
—¿Quien será?
—Espero que no sean periodistas —dijo Eva—. Pero si lo son, cuelga.
Susannah se acerco y contesto la llamada.
—¿Dígame?
—Susannah, soy Jared. La policía de San Francisco acaba de llamar. Me han
dicho que han localizado a Timothy y que lo tendrán en una hora, así que saldré en el
primer avión. ¿Quieres acompañarme?
Susannah se estremeció. Por fin lo habían atrapado. Podría hablar con él,
encontrar respuestas, saber lo que había sucedido.
—Si, si, claro que si. ¿Cuándo nos marchamos?
—Le he pedido a Rose que compre los billetes. Supongo que tomaremos el
primer avión de la noche… pero volveremos el domingo, a tiempo de que vuelvas al
trabajo. Te llamare cuando llegues a casa y te diré a que hora paso a recogerte.
—Perfecto. Supongo que estaré en el piso hacía las seis.
Susannah regreso al trabajo en una especie de estado letárgico. La policía iba a
detener a Timothy. Todo el mundo sabría la verdad. Tendría la prueba definitiva de
que ella no había matado a nadie.
—¿Malas noticias? —pregunto Eve.
—Todo lo contrario, creo. La policía de San Francisco esta a punto de detener a
Timothy Winters. Jared me ha llamado para preguntar si quiero acompañarlo…
Eva miro a su amiga.
—¿Y que le vas a decir a ese hombre?

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Barbara McMahon – El primer día

—No lo sé. Quiero respuestas. Por ejemplo, como pudo asesinar a alguien y
permitir que me culparan a mí. Todavía no lo entiendo. Debía de odiarme mucho…
—O eso, o solo quería salvar el pellejo.

Susannah estaba sobre ascuas cuando Jared paso a recogerla alrededor de las
siete. Rose había comprado billetes en el vuelo de las diez a San Francisco.
Abrió la puerta y se dirigió al dormitorio para recoger lo que necesitaba para
pasar el fin de semana en California. No sabía si soportaría estar encerrada en un
avión, y no había comido nada por miedo a sentirse enferma.
—¿Has sabido algo más? —pregunto ella.
—No, nada. Hablare con el departamento de policía cuando lleguemos. ¿Eso es
todo lo que te vas a llevar?
—Si, no necesito nada más. Pero me siento mal por el pobre Cacao. No me
gusta dejarlo solo en el piso.
Salieron de la casa y subieron al coche.
—Bueno, así disfrutara más de tu compañía durante la semana.
—¿Que tal esta Eric? ¿No se ha enfadado al saber que estarás fuera este fin de
semana? —pregunto mientras se dirigían al aeropuerto.
—Esta decepcionado, pero no es la primera vez que hay un cambio de planes.
Lo comprenderá.
—Siempre y cuando no lo decepciones muy a menudo…
—¿Que insinúas?
—Nada. Es que mi padre siempre utilizaba el trabajo para justificar sus
ausencias. O no me quería mucho o no sabía que hacer con una niña.
Jared la miro.
—Si no lo sabía, habría sido mejor que no tuviera hijos.
—No lo sé. Cuando mis padres se casaron, pensaron que tenían toda una vida
por delante. No fue culpa suya que mi madre muriera cuando yo solo tenía cinco
años. De haber vivido, las cosas podrían haber sido muy diferentes…
—La vida puede ser muy dura en ocasiones.
—Si. Supongo que todos nos limitamos a hacer lo que podemos.
—Bueno, se que este fin de semana voy a echar de menos a Eric. Pero esto
también es importante —dijo Jared.
—Te agradezco que me lleves contigo. Seguramente no podre verlo cuando lo
trasladen a Colorado…
—Antes del juicio, lo dudo. Pero después dependerá de él.
—Gracias, Jared.

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Barbara McMahon – El primer día

El viaje transcurrió sin incidentes. Susannah se sentó junto a la ventanilla y


contemplo las estrellas para no pensar en su claustrofobia. Además, a treinta mil pies
de altura no tenía posibilidad alguna de salir a dar un paseo.
Pidió un refresco para tranquilizarse y pensó en el encuentro con Timothy
Winters. No sabía si sería capaz de hablar con él, pero en cualquier caso le estaba
muy agradecida a Jared. Estaba haciendo todo lo posible por ayudarla.
Se giro y lo miro. En ese momento, Jared estaba trabajando con unos
documentos que llevaba en el maletín. Su expresión era tan tranquila y segura que
sintió envidia. Le habría gustado tener su confianza en si mismo.
Cuando llegaron a San Francisco, estaba física y emocionalmente agotada. Era
la primera vez que visitaba California, y se llevo una pequeña desilusión cuando
tomaron la autopista. A fin de cuentas, las autopistas eran iguales en todo el mundo.
No había nada que ver.
Jared había reservado dos habitaciones en un hotel del centro, y en poco tiempo
Susannah se encontró en la cama, sola. Pero no podía dormir. Pensaba una y otra vez
en el verano del juicio, en los ocho años de cárcel, en la perdida de su hija. Y al final,
cansada de dar vueltas sin conciliar el sueño, se dejo llevar por un impulso y
descolgó el teléfono para llamar a Jared.
—¿Dígame?
—Soy Susannah. ¿Te he despertado? No puedo dormir…
—No, que va, estaba revisando unos documentos. He hablado con la policía y
ya tienen a Timothy bajo custodia. Desgraciadamente, ahora se pondrá en contacto
con un abogado y no podremos verlo a solas. Nos guste o no, la justicia debe
prevalecer.
—Bueno, se trata precisamente de eso. De hacer justicia.
Jared permaneció unos segundos en silencio.
—Se que la vida es injusta y que a muchas personas buenas les ocurren cosas
malas —dijo él—. Pero si puedo equilibrar un poco la balanza, quiero intentarlo.
—Supongo que Noelle se enfadara mucho al saberlo —dijo ella—. No en vano,
Timothy es primo suyo.
—Lo nuestro le molesta bastante más.
Susannah se estremeció.
—¿Lo nuestro?
—Si. Ella cree que…
—¿Que?
—Que hay algo entre nosotros.

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Barbara McMahon – El primer día

Esta vez fue Susannah quien se quedo callada. Le habría gustado pensar que
podían mantener una relación duradera, pero había demasiadas cosas entre ellos,
demasiadas sombras del pasado.
—¿Sigues ahí? —pregunto él.
—Si.
—No te preocupes por lo que piense mi ex mujer. Lo único que importa aquí
somos nosotros. ¿Cómo te sientes tu?
Ella dudo un momento antes de contestar.
—Bueno… me divierto mucho contigo.
—Y yo.
—Tal vez deberíamos dejarlo así.
—O explorar un poco las posibilidades —sugirió él.
—Pensé que estabas harto de relaciones después de tu matrimonio…
—No estoy diciendo que nos apresuremos. Solo digo que me gusta estar
contigo. Y me encanta que vayamos a compartir todo un fin de semana. ¿A ti no?
—Si. Supongo que si.
Susannah se sentía muy atraída por Jared. Pero estaba dominada por la
inseguridad y ni siquiera sabía si conseguiría superar sus miedos y empezar a vivir
otra vez.
—Anda, pide que te suban un vaso de leche caliente e intenta dormir un poco
—propuso Jared—. Te llamare a las ocho de la mañana. Desayunaremos e iremos a
comisaria. Que duermas bien…
—Igualmente.
Susannah colgó el auricular cuando Jared corto la comunicación. Después,
llamo a recepción y pidió que le subieran un vaso de leche caliente. Pero no tuvo el
efecto deseado.
Ya no se trataba únicamente de los fantasmas del pasado, sino de los del
presente. Pensó en el paseo por el zoológico, en Eric, en la casa de la montaña, en él
beso.
Y fue precisamente el recuerdo de los labios de Jared lo que al final la
tranquilizo y permitió que se quedara dormida.

Jared se levanto y empezó a caminar de un lado a otro. La llamada de Susannah


lo había sorprendido. Normalmente era un hombre cauto, incluso tímido, y no
hablaba de cosas demasiado personales. Pero aquello era diferente. Quería más.
Quería una relación de verdad. Le gustaba la idea de compartir su vida con ella.

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Barbara McMahon – El primer día

Se acerco a la ventana y contemplo los edificios de San Francisco. Había muchas


luces encendidas, y se pregunto como era posible que hubiera tantas personas
despiertas a horas tan intempestivas de la noche.
Se dijo que seguramente eran trabajadores y pensó en el sistema judicial y en su
empleo. El caso de Susannah había trastocado todas su creencias. Habían cometido
un error imperdonable con ella y quería ayudarla a vivir otra vez y a disfrutar de
todas las cosas que se había perdido. Llevarla a cenar, a bailar, al cine, a ver
conciertos, tal vez a esquiar. Pero sobre todo quería respuestas. Encontrar a su hija y
asegurarse de que estaba bien.
Sabía que el riesgo era elevado. Si la localizaba, cabía la posibilidad de que
Susannah quisiera presentar una demanda e intentara recuperar su custodia. Al fin y
al cabo, la habían obligado a entregarla en adopción en virtud de un delito que ni
siquiera había cometido.
Pensó en Eric y se pregunto como se sentiría si se lo robaran. Después,
contemplo la calle y dijo, en voz alta:
—Timothy Winters, tienes muchas preguntas que contestar.

Susannah ya estaba preparada cuando Jared la llamo a la mañana siguiente. Se


encontraron en el ascensor y bajaron al vestíbulo. Luego, entraron en la cafetería y se
quedaron en silencio.
Ella miro a su alrededor. No sabía que decir. La reunión con Winters era tan
importante que todo lo que se le ocurría le parecía intrascendente o vano.
—¿Tardaremos mucho en ver a Timothy?
—He llamado a la policía hace un rato y me han dicho que podremos verlo en
cuanto lleguemos.
—Entonces, vámonos.
—No, tenemos tiempo de desayunar. No nos esperan hasta las nueve y media,
más o menos.
—Pero no tengo hambre.
—Yo si.
Jared la sorprendió cuando se inclino sobre ella y la tomo de la mano.
—Se que llevas mucho tiempo esperando este momento, pero Winters no se va
a marchar a ninguna parte. Además, anoche no comiste nada. Tienes que alimentarte.
Ella suspiro.
—Esta bien… pediré una tostada.
—Pues yo pediré un plato completo. Huevos fritos, panceta, café y bollos. Sera
mejor que disfrutes de tu tostada, porque tendrás que esperar a que termine—
bromeó.
—¿Nadie te ha dicho que puedes ser un tipo muy manipulador?

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Barbara McMahon – El primer día

Jared sonrió.
—Si, me lo han dicho muchas veces.
—No me extraña, porque lo eres —dijo entre risas.
El la miro y pregunto:
—¿Que vas a decirle a Timothy?
—No lo sé, no estoy segura. ¿Sabes lo que me gustaría? Darle un par de
bofetadas. Pero sospecho que no lo permitirían.
—No. Pero si fuera legal, dejarían que tu se las dieras antes que nadie.
—Entonces le preguntare porque me traiciono de ese modo. Sé que no me
apreciaba tanto como a Shawn, pero permitir que me condenaran por asesinato y me
llevaran a la cárcel… eso es demasiado.
—Espero que tenga las respuestas que necesitas.
Cuando les sirvieron el desayuno, Jared pregunto si quería dar una vuelta por
San Francisco después de hablar con Winters.
—No lo sé, la verdad. No sé como me sentiré después de verlo —respondió—.
Es la primera vez que vengo a California y supongo que debería aprovechar la
oportunidad… pero será mejor que esperemos hasta después. ¿Y tú? ¿Ya habías
estado aquí?
—Un par de veces. Es una ciudad muy bonita. Si luego te apetece, te la enseñare
y disfrutaremos del fin de semana antes de regresar a Denver.
—Había pensado que podríamos volver esta misma noche si terminamos
pronto. De ese modo podrías ver a Eric mañana…
—Eric no me espera, así que podemos quedarnos.
—Esta bien. En tal caso, quiero montar en tranvía.
Jared asintió.
—Trato hecho. Te enseñare Chinatown y pasearemos por toda la ciudad… lo
malo es que esta llena de cuestas —le recordó.
—Pero antes, Timothy.
—Desde luego. Antes, Timothy Winters.

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Capítulo 11
Jared y Susannah llegaron a comisaría a las nueve y media exactamente. El
detective Benson los saludo, comprobó los documentos de Jared y los llevo a una sala
de interrogatorios. Para no tener complicaciones, el presento a Susannah como su
ayudante. Habrían tenido problemas si el agente hubiera reconocido su nombre.
—Winters insiste en decir que se llama John Wiley —explico Benson—. Pero
hemos investigado su pasado y no hemos encontrado nada anterior a siete años.
¿Quieren que los acompañe?
Jared asintió.
—¿Ya ha pedido un abogado?
—No, todavía no. Insiste en que nos hemos equivocado de persona. Es un
hombre muy frío, con mucha confianza en si mismo. Denos las pruebas que
necesitamos y lo encerraremos por asesinato.
—Pero habrá que trasladarlo a Colorado…
—El papeleo ya esta en proceso. Si es el hombre que busca, es todo suyo.
Benson abrió la puerta de la sala de interrogatorios y dijo:
—He traído a unas personas que tal vez te conozcan.
Jared siguió al agente y miro a Timothy. No lo conocía bien, pero lo había visto
en una ocasión y pensó que los ocho años transcurridos habían mejorado su aspecto.
—No creo que nos hayamos visto antes —dijo él.
—Tal vez no te acuerdes de mi, pero estaba saliendo con tu prima Noelle
cuando nos conocimos…
Jared se acerco a la mesa y dejo el maletín encima.
—Yo no tengo primas.
—Hola, Timothy. Tal vez no te acuerdes de Noelle, pero seguro que te acuerdas
de mí —dijo Susannah, acercándose.
El hombre palideció al verla y dijo:
—Quiero un abogado.
—Por supuesto —dijo el detective—. Pero antes tendrás que hablar con estas
personas. Han viajado desde Denver solo para verte.
—No. Quiero un abogado ahora mismo.
—¿Quién era el hombre al que mataste? —pregunto Jared.
—Yo no he matado a nadie. Ella lo mato —dijo, apuntando a Susannah—.
Pensaba que estabas en la cárcel. ¿Que haces aquí?

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Barbara McMahon – El primer día

—Así que lo sabías… durante todos estos años he intentado convencerme de


que no estabas informado, de que no eras capaz de permitir que me encerraran por
un delito que no había cometido —respondió Susannah.
Todavía no podía creerlo. Timothy había sido amigo de Shawn. No era lógico
que se comportara tan mal con ella.
—¿A que se refiere? —pregunto el detective, mirándola—. ¿Quién es usted?
—Ya se lo explicare más tarde —dijo Jared—. Mataste al hombre que vivía
contigo. Dejaste que culparan a Susannah y desapareciste. Todos pensaron que el
muerto eras tu… pero cuando nos dimos cuenta de que seguías con vida, supimos
que ella era inocente. Su juicio se ha anulado. Esta libre desde hace semanas.
—Ella mato a Todd. Lo hizo para vengarse de la muerte de Shawn. Si estas
buscando a un asesino, la tienes a tu lado.
—Yo ni siquiera conocía a Todd —afirmo ella, acercándose a la mesa—. ¿Sabías
que Shawn y yo esperábamos un niño? Me lo quitaron porque yo estaba en la cárcel.
Shawn murió por tu culpa y mi hija vive con extraños por el mismo motivo. Solo por
eso, espero que te encierren hasta el fin de tus días. ¿Cómo pudiste hacerme eso?
Pensaba que éramos amigos…
—Yo no voy a ir a la cárcel. Quiero un abogado.
Timothy intento levantarse, pero el detective lo empujo por los hombros para
que se sentara otra vez.
—Los jueces decidirán sobre tu futuro —dijo Jared—. Y no ganaras nada si
insistes en responsabilizar a Susannah de un delito que no cometió.
—Ella no es nadie. En cambio, mi familia es muy importante en Denver.
—Pero nadie esta por encima de la ley.
—Maldita sea, ¿que importa ya? Shawn era amigo mío y lo echo de menos, pero
esta muerto y lo del accidente no fue culpa mía. No debió permitir que condujera
estando borracho —declaro.
Susannah lo miro con creciente enfado.
—Crece de una vez. No culpes a los demás de tus propios actos. Harry declaro
que tu te empeñaste en conducir… tu lo mataste y luego asesinaste al otro hombre.
Puede que tu familia sea importante, pero tu eres escoria.
—¡Bruja! Alejaste a Shawn de mi… teníamos intención de hacer muchas cosas
juntos cuando saliéramos de la universidad. Pero apareciste tu y lo estropeaste todo.
—¿Cómo? —pregunto ella, sorprendida—. Shawn era amigo tuyo, Timothy. Te
apreciaba tanto que nos íbamos a quedar en Denver solo porque quería estar cerca de
ti.
Timothy la miro.
—Pero las cosas cambiaron. La noche en que murió hablo conmigo y me dijo
que quería salir con más gente, que no era lógico que solo saliéramos él, tu y yo. Y ni
siquiera podía ver a Todd porque mi padre se habría enterado de que yo era

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Barbara McMahon – El primer día

homosexual. Me habría desheredado —declaro—. Todo es culpa tuya, Susannah.


Merecías ir a la cárcel.
—Claro. Por eso te marchaste de la ciudad. Para que la culparan a ella —
intervino Jared.
—Solo lo hice para salvarme. Tenía dinero ahorrado y podía marcharme a
donde quisiera.
—Comprendo. Pero eso no explica porque mataste a Todd…
—Yo no he matado a nadie. Exijo un abogado. No diré nada más hasta que no
hable con mi abogado —insistió.
—Tenías la oportunidad, los medios y la conexión con la víctima. Solo tenemos
que investigar un poco más y te enfrentaras a una acusación por asesinato —le
advirtió Jared—. Sera mejor que colabores con nosotros. Es posible que el juez sea
clemente contigo.
Susannah miro a Jared.
—No quiero que hagas un trato con él. Quiero que pague por lo que ha hecho.
—Eso no pasara nunca, pequeña —Timothy se burlo—. Soy un Winters y ese
apellido tiene mucho peso en Denver. Además, nadie podrá demostrar nada. Saldré
bajo fianza dentro de un par de días.
—Te equivocas. El juez ha rechazado la fianza.
La seguridad de Timothy flaqueo. Pero se recupero enseguida.
—No hablare si no es en presencia de mi abogado.
—¿Quien era Todd? ¿Como se apellidaba?
—Quiero un abogado.
Jared hizo varias preguntas más, pero Timothy se atuvo a su cantilena.
Cuando por fin salieron de comisaria, Susannah dijo:
—Así que eso era todo. Dejo que me condenaran porque Shawn se había
enamorado de mi. Y pensar que lo tenía por un amigo…
—Tengo la impresión de que Timothy esta loco. Pero eso no lo va a salvar.
Susannah se detuvo y lo miro.
—Prométeme que lo procesaran.
—Hare lo que pueda.
—No. Quiero que me lo prometas. Jared la miro a los ojos durante unos
segundos.
—Esta bien, Susannah. Te lo prometo.

En la calle hacía frio, pero el día estaba despejado. Además, la temperatura de


San Francisco era mucho más elevada que la de Denver. Susannah echo un vistazo a

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Barbara McMahon – El primer día

su alrededor y le pareció extraño que estuvieran en un lugar tan bonito y que su vida
fuera, en comparación, tan difícil.
—Todavía no puedo creerlo. He perdido ocho años de mi vida por la falta de
escrúpulos de ese hombre. ¿Cómo puede haber gente tan miserable?
Jared la tomo del brazo.
—Olvídalo, Susannah. Si te obsesionas con eso, solo conseguirás llenarte de
amargura y emponzoñar tu vida. Ese hombre cometió un error. Todos lo cometimos.
Pero ahora sabemos la verdad y se hará justicia —declaro él—. Tienes que ser fuerte.
—Para ti es fácil de decir. No has perdido ocho años por culpa de un canalla
como ese. Ni has tenido que entregar a tu hijo en adopción.
—Encontrare a tu hija —afirmo.
—¿Qué?
Susannah lo miro con asombro.
—He dicho que encontrare a tu hija. Y me asegurare de que esta bien —añadió,
con tono solemne.
—¿Puedes hacerlo?
Susannah hablo en un murmullo. Para ella era tan importante que ni siquiera se
atrevía a albergar esperanzas al respecto. Pero necesitaba saber que su hija se
encontraba bien y que vivía con una buena familia.
—Técnicamente no, pero al infierno con las leyes… Si puedo localizarla, lo hare
e investigare su situación —respondió.
—¿Y si no está bien?
—Entonces haremos lo que sea necesario por remediar la situación.
—Oh…
Susannah sintió una punzada de dolor. Quería que su hija volviera a su lado,
pero sabía que eso era imposible. Había pasado demasiado tiempo y no tenía
derecho a aparecer de repente y trastocar su vida.
—En cuanto sepa algo, te lo diré —continúo él—. Pero no será hoy… nuestro
vuelo no sale hasta mañana, así que deberíamos tranquilizarnos un poco y disfrutar
del tiempo que nos queda. Venga, Susannah, vamos a buscar esos tranvías…

El resto del día quedo grabado en la mente de Susannah como uno de los
mejores de su existencia. Jared hizo lo posible por lograr que se olvidara de Timothy,
y lo consiguió.
Volvieron al hotel para ponerse ropa más cómoda e inmediatamente fueron en
busca de los tranvías. Ella nunca había subido a uno, y le encanto subirse y apretarse
contra él cuando avanzaban entre los automóviles o tomaban una curva y el
conductor tocaba la campana. Además, las vistas de la bahía de San Francisco desde

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Barbara McMahon – El primer día

lo alto de la calle Hyde le parecieron espectaculares. El agua era de un color azul


intenso, cuajado de diminutas velas blancas.
Durante el paseo por el centro se llevo la sorpresa de que los precios eran aún
más caros que en Denver. Echaron un vistazo a los escaparates, entraron en una
librería y compraron varios libros. Ella pensó que se sacaría el carne de una biblioteca
en cuanto regresaran. En la cárcel se había acostumbrado a leer porque la lectura era
la única forma de escapar del encierro.
Comieron en Chinatown y dieron un paseo por la Pequeña Italia antes de
dirigirse al paseo marítimo y ver el famoso muelle 39, con sus tiendas de ropa y sus
fotografías de películas viejas. Después, entraron en una chocolatería. Ella compro un
par de cajas de bombones y salió para esperar pacientemente a Jared, que se quedo
dentro.
—¿Que has comprado? —pregunto ella.
Jared alzo una bolsa más pequeña que la suya.
—Una tableta para Eric. Creo que le gustara.
Se quedaron junto al mar hasta que se hizo de noche y empezó a hacer frío.
Entonces, el pregunto:
—¿Te apetece que vayamos a cenar y nos retiremos pronto al hotel?
—Me parece perfecto.
—Podríamos cenar en uno de los restaurantes de Pescadores de la zona.
—De acuerdo…
Susannah lo miro. Jared llevaba un buen rato cargando con las bolsas de libros,
así que pregunto:
—¿Quieres que las lleve yo?
—No, no hace falta.
Él la tomo del brazo con su mano libre y caminaron hacía la parte más vieja del
paseo.
Las luces de los distintos restaurantes iluminaban los muelles.
Eligieron uno y entraron. Era sábado por la noche y estaba lleno de gente, de
modo que Susannah se apretó contra Jared e intento controlar su claustrofobia. Por
fortuna, una de las paredes era un inmenso ventanal que daba al mar y daba la
impresión de que se encontraban en el exterior. Pero eso no evito su pánico. Mientras
esperaban a que les dieran una mesa, se empezó a sentir más y más nerviosa.
—¿Estás bien? Si quieres podemos ir a otro sitio…
—Si, por favor —dijo, agradecida por la oferta.
Cuando salieron, ella se disculpo.
—Discúlpame. Tengo tantos miedos que ni siquiera puedes llevarme a cenar…

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Barbara McMahon – El primer día

—No es para tanto. En el restaurante chino donde comimos te has portado muy
bien. Pero espera un momento… acabo de acordarme de que a una manzana de aquí
hay un café que tiene terraza. Podemos cenar allí.
—Pero hace frio…
—Eso no importa. Aquí instalan calefactores en la calle para que la gente pueda
comer fuera. Pero si es incomodo, iremos a otra parte.
Minutos más tarde, cuando ya estaban sentados en la terraza, Susannah pensó
que lo de los calefactores era un gran invento. Estaban solos, y las maquinas
calentaban lo suficiente como para no tener frio.
—Magnífico —dijo ella, sonriendo a su acompañante—. Gracias por este día tan
maravilloso. Creo que no lo olvidare nunca.
—Me alegra que te hayas divertido, porque yo me lo he pasado en grande.
Jared estaba tan sorprendido como ella de lo bien que se llevaban. No habían
hecho gran cosa. Solo pasear, ver tiendas, compartir experiencias normales. Justo lo
que nunca había podido hacer con Noelle.
Miro a Susannah. Su felicidad era tan evidente que deseo hacerla feliz hasta el
fin de sus días.
—¿Que vas a comer tu? —pregunto ella, levantando la vista del menú—. Todo
parece tan bueno que pediría un poco de cada plato, pero no me lo podría comer.
—Bueno, te recomiendo que pidas algún pescado fresco, de temporada.
—Pediré pez espada. A mi padre lo trasladaron a San Diego cuando yo tenía
diez años y pasamos una temporada allí. Al principio no quería probarlo porque
estaba convencida de que sería peligroso, pero luego me gusto mucho.
Jared rio y ella lo miro.
—¿Sabes una cosa? No se casi nada de ti. Siempre te cuento historias de mi vida
—continuo ella—, pero tú no dices gran cosa. Yo pensaba que los abogados eran más
comunicativos.
—Oh, es que ya hablo demasiado en mi trabajo….
—No lo dudo, pero ¿por que no hablas más conmigo? ¿O es que siempre eres
así? Anda, cuéntame algo de tu infancia.
—¿De mi infancia? No hay mucho que contar. Crecí en Denver, estudie… y
luego fui a la universidad, saque el titulo de Derecho y empecé a trabajar en la
fiscalía. Mi vida no ha sido nada interesante.
—Es un resumen muy corto. ¿Y que me dices de los amigos de aquella época?
¿Todavía los ves? ¿Que querías ser cuando eras pequeño? Y no me digas que querías
ser abogado, porque sospecho que te habría gustado ser bombero o vaquero.
—Si, claro, quería ser vaquero. De hecho, tenía varios amigos que vivían en
ranchos y se pasaban la vida hablando de caballos y de rodeos…
—¿Y aprendiste a montar?

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Barbara McMahon – El primer día

—Me temo que no.


Jared ni siquiera había podido ir a visitar a sus amigos. Su padre siempre se
había negado a llevarlo, y él estaba loco por ir al rancho de Travis Haversham y
aprender a montar a caballo.
—Si las cosas hubieran sido distintas, podrías haberte convertido en ranchero…
—Si, pero me gusta mi trabajo. Puedo ayudar a la gente con cosas importantes.
Susannah se quedo en silencio y él la miro con tristeza. Por desgracia, su trabajo
también podía destruir la vida de personas inocentes.
Al final, ella dijo:
—Me alegra que trabajes en la fiscalía. De no haber sido por ti, todavía estaría
en la cárcel.
—No creas. La mayoría de los jueces y abogados que conozco son personas
realmente comprometidas con la justicia.
—La mayoría, pero no todos —puntualizo ella—. Sin embargo, no quiero hablar
del pasado. ¿Sabes lo que me apetece? Volver al hotel en tranvía.
—No llegan tan lejos. Pero podemos tomar uno hasta el fin de la línea y luego
parar un taxi —propuso.
—Perfecto.

El tranvía estaba prácticamente vacío, así que se sentaron en uno de los bancos
y Jared la tomo de la mano. Su piel era tan suave que se pregunto si el resto de su
cuerpo seria igual y decidió pensar en otra cosa. Pero no lo consiguió. Susannah le
gustaba demasiado. Deseaba abrazarla. Besarla. Hacerle el amor durante toda la
noche.
Pero probablemente, ella solo quería volver a su habitación y tal vez darse una
ducha antes de meterse en la cama. Sola.
Maldijo su suerte y maldijo sus emociones. Se sentía como un adolescente en su
primera cita con una chica. Y no quería complicar su relación con el deseo sexual.
Cuando llegaron al hotel, él se encargo de las bolsas. Al pasar por el vestíbulo,
oyeron la música que procedía del bar y volvieron la vista hacía el. Varias parejas
estaban bailando en la pista.
—¿Te apetece tomar algo y tal vez bailar un poco? —pregunto Jared.
Ella estuvo a punto de aceptar. Pero bajo la mirada, observo sus pantalones y su
jersey y negó con la cabeza.
—No estoy vestida para eso.
—Estas maravillosa, Susannah. Se trata de bailar, no de hacer un pase de
modelos…
Jared llamo a un botones, le dio las bolsas y dijo:

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Barbara McMahon – El primer día

—Por favor, llévelas a mi habitación. Es la 1730. Si hay algún problema,


estaremos en el bar.
Entraron en el local y empezaron a bailar enseguida. El paso los brazos a su
alrededor y ella apoyo la cabeza en el pecho de Jared.
—Es muy agradable —murmuro ella.
—Lo dices como si te sorprendiera…
—Es que estar aquí, contigo, me sorprende.
Jared la miro y pensó que habría dado cualquier cosa por cambiar el pasado. Le
acaricio la espalda para intentar animarla, pero ella se quedo helada y se aparto de él
durante unos segundos.
—Oh, lo siento. No debería haber reaccionado así —dijo Susannah.
—Nunca te haría daño.
—Lo sé.
—Entonces, ¿que te pasa? ¿Por que rehúyes el contacto?
Susannah tardo un poco en contestar.
—Dos años después de que me enviaran a la cárcel llego un guardia nuevo. Un
día respondí de forma inadecuada y decidió darme una paliza para dar ejemplo a las
demás. Dos de las presas salieron en mi defensa y se organizo un pequeño motín…
fue bastante desagradable —le explico.
—¿Y tú? ¿Que hiciste?
—Me lo perdí casi todo. El guardia me pego un puñetazo tan fuerte que me
dejo inconsciente y estuve cuatro días en el hospital.
Jared se estremeció al pensar en el horror de la cárcel.
—Y ahora tienes miedo de los hombres…
—No. Bueno, si, un poco. Pero no de ti… es decir, lo tenía al principio —
confeso—. Pero ya no tengo miedo.
Jared bajo la cabeza y le dio un beso leve en los labios.
—Me siento como si acabaran de hacerme un regalo precioso.
Los dos se quedaron en silencio, sin hacer otra cosa que bailar abrazados. Al
cabo de un par de canciones, cuando los músicos se detuvieron para descansar un
momento, el miro a su alrededor y dijo:
—Podríamos tomar algo hasta que vuelvan a tocar.
La llevo a una de las mesas y se sentaron. Pidieron un par de copas y Susannah
sonrió.
—Me estoy divirtiendo mucho, Jared. Gracias por todo.

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Barbara McMahon – El primer día

Jared la miro y su corazón se acelero. Pero no tuvo ocasión de corresponder a


sus palabras con un halago, porque los músicos volvieron un minuto después y ella
quiso que siguieran bailando.
—Eva siempre quiere que la acompañe a bailar. Tal vez debería aceptar, porque
es más divertido de lo que recordaba —le dijo.
—Yo puedo llevarte a bailar siempre que quieras.
—¿Todas las noches?
—Si te apetece, si. Te deseo, Susannah —respondió él—. Estar contigo todas las
noches seria un sueño para mí.
—Eso solo lo dices porque ahora estas de buen humor. Es la música, las copas…
—No es la música ni las copas. Hace tiempo que te deseo, Susannah. ¿Tengo
alguna opción de que sientas lo mismo por mi?
—Eso cambiaria todo entre nosotros.
—Los cambios no son siempre malos.
—No, pero a veces asustan.
—Yo nunca haría nada que te asustara.
—Entonces, si.
Jared la miro con asombro. No estaba seguro de haber escuchado bien.
Susannah lo noto y sonrió.
—Solo he hecho el amor con un hombre, y ha pasado mucho tiempo desde la
última vez. No estoy segura de que realmente me desees, pero créeme: estoy
totalmente segura de que te deseo.
Él no pudo contenerse más. Se inclino sobre ella, la beso y la abrazo con todas
sus fuerzas, como si pretendiera sentir todo su cuerpo.
Poco a poco, los dos comprendieron que estaban en un establecimiento público
y que no podían llegar más lejos. Jared odiaba tener que apartarse, pero pensó que
sería mejor que subieran a alguna de las habitaciones.
—Vamos —dijo, sorprendido con su tono ronco de voz.
Aquella mujer lo volvía loco. Y se pregunto si podría saciar el deseo que sentía.

Susannah lo siguió al interior del ascensor. Subieron con otra pareja y no


pudieron seguir hablando, pero tuvo la impresión de que podían oír los latidos de su
corazón. Estaba tan excitada que no podía creerlo. Iba a acostarse con Jared. Iban a
tocarse, a acariciarse, a hacer el amor. Jared le había devuelto su libertad y ahora
estaba a punto de devolverle la pasión. No sabía si estaba preparada para eso. Pero
quería hacerlo.
Miro a Jared, contemplo su bello perfil y la fuerte línea de su mandíbula y
estuvo a punto de reír de felicidad.

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Barbara McMahon – El primer día

Cuando llegaron a su piso, salieron al corredor.


—¿En tu habitación o en la mía? —pregunto él.
—No importa.
—Entonces, en la mía. Tengo una cama digna de reyes.
Jared abrió la puerta y la invito a entrar. Susannah estaba tan nerviosa que,
cuando por fin entraron, lo abrazo y lo beso.
—Te parecerá una tontería, pero tengo tanto miedo que he pensado que un beso
serviría para animarme —declaro.
—Pues has tenido una gran idea.
Jared la beso con apasionamiento y ella se entrego del mismo modo. En poco
tiempo, su ropas estaban esparcidas por el suelo y los dos se acariciaban en la cama y
alimentaban poco a poco la escalera del deseo.
—Abre las cortinas, por favor —dijo ella al cabo de un rato—. No quiero que la
luz este encendida, pero me gustaría verte.
El obedeció y descorrió las cortinas. La luz de la ciudad ilumino levemente la
habitación. No era intensa; podían verse, pero dejaba tantas sombras como para
mantener las sombras del misterio.
Jared se sentó en la cama y le aparto un mechón de cabello.
—¿Estás segura de que quieres hacerlo?
—Si, Jared. Estoy completamente segura.
Susannah extendió los brazos, lo agarro y lo atrajo hacía ella.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 12
Noelle cerro de un portazo y cruzo el vestíbulo hasta llegar al salón.
—¡Maldito sea! —exclamo mientras se servía un whisky.
Aquella noche había oído más tonterías de las que podía aguantar. Había
pensado que ir a la fiesta sería divertido, pero el juez Creighton no había dejado de
interrogarla sobre el súbito interés de Jared por los procesos de adopción de niños.
Luego, su amiga Paulette le había preguntado por la ausencia de Martin e incluso
había insinuado que ya no estaba interesado en ella. Y tres personas afirmaban haber
visto a su ex marido con una rubia; obviamente, con Susannah Chapman.
Siempre había supuesto que Jared y ella volverían a estar juntos. Había
esperado mucho tiempo, con paciencia, y sabía que los últimos meses no habían sido
fáciles para él. Además, su trabajo no estaba tan bien pagado y apenas tenía dinero
para mantener su piso y pagar los caprichos y parte de la manutención de Eric. Pero
Jared no había vuelto a su lado.
Avanzo por el salón, se quito el abrigo y lo arrojo a un sofá con un gesto brusco
pero sin derramar una sola gota de whisky.
Después, se acerco al teléfono y marco su número. Cuando salto el contestador,
colgó. No le gustaba dejar mensajes.
Se pregunto si estaría con aquella mujer y lo maldijo de nuevo. Acto seguido, se
pregunto donde se habría metido Martin y su humor empeoro todavía más. Se
suponía que solo iba a estar una semana en Londres, pero ya llevaba dos y no la
había llamado ni una sola vez.
De repente tuvo miedo. Tal vez era cierto que se había cansado de ella. Y si
Jared no cambiaba de opinión, se quedaría sola.
La idea le pareció insoportable. Apreciaba realmente a Martin. Tenían muchas
cosas en común: los mismos amigos, la misma forma de vida, las fiestas, la vida
social. En cambio, Jared siempre había preferido la casa de la montaña.
—Después de todo lo que he hecho por él, resulta que quiere más a la
naturaleza que a mí —dijo con amargura.
Miro el reloj e intento calcular que hora seria en Londres. Pero no importaba. Lo
que tenía que decir era demasiado importante para esperar.
Marco el numero del hotel donde se alojaba Martin y espero. Contesto al
segundo timbre.
—¿Te… he despertado, cariño? —pregunto.
—¿Noelle? ¿Que tal estas?
Noelle espero un par de segundos. Martin no le había dedicado ninguna
expresión de cariño. Aquello empezaba a ser preocupante.

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Barbara McMahon – El primer día

—Estoy bien. Acabo de llegar a casa… he estado en una fiesta con la mitad de la
sociedad de Denver. Pero sin ti no era lo mismo. Te echo de menos.
—Las cosas se han complicado un poco. De hecho, ha surgido un asunto
inesperado…
—¿Inesperado? Cuéntamelo todo.
Noelle se aferro al brazo del sofá, hecho un trago de whisky e intento mantener
la calma.
—Pensaba hablar contigo mañana o al día siguiente. Es posible que tarde en
volver a Denver… excepto para hacer las maletas. Me han ofrecido un empleo aquí,
en Londres.
Noelle pensó que el mundo se hundía bajo sus pies.
—¿Londres? Martin, no puedes vivir en Londres.
Martin rio.
—Es una oportunidad fantástica. Sería un estúpido si la rechazara.
—¿Y que hay de mi?
El silencio que siguió fue tan largo que ella se sintió muy incómoda.
—Me refiero a que estábamos saliendo y todo eso… —continúo.
—Noelle, te pedí que te casaras conmigo y nunca me diste una respuesta. He
sido paciente, cariño, pero todo tiene un límite. Creo que la separación será buena
para nosotros. Podremos saber lo que queremos.
—Comprendo.
—Esta es la primera vez que me llamas, de hecho. Empezaba a preguntarme si
habrías notado que me había ido. ¿Que tal esta Jared, por cierto?
—No lo sé. Se ha ido fuera a pasar el fin de semana. Eric esta conmigo.
—¿Y que tal esta Eric?
—Bien. He presentado una demanda para quedarme con su custodia e impedir
que Jared lo vea.
—¿Por que?
Noelle noto la sorpresa en su tono de voz. Tal vez había sido algo impulsiva,
pero no quería que su hijo creciera cerca de Susannah Chapman.
—Jared esta saliendo con una mujer que es poco apropiada para él. Quien sabe
lo que puede pasar si no intervengo. Tenía que proteger a mi hijo.
—¿A tu hijo? ¿O a ti misma?
Noelle apretó el auricular.
—¿A que te refieres?
—No es ningún secreto que quieres que Jared vuelva contigo, aunque no
entiendo porque. Acepta que se ha marchado. Cásate conmigo.

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Barbara McMahon – El primer día

—Pero si vas a vivir en Londres…


—Te encantaría esta ciudad. Es un lugar maravilloso y sorprendente, lleno de
cosas nuevas. Y esta relativamente cerca de todas las capitales importantes de
Europa… nos divertiríamos mucho. Además, no seria para siempre. Podemos volver
a Denver cuando nos cansemos —declaro.
—Deja que lo piense, cariño. Me has dado una buena sorpresa…
—Volveré dentro de una semana para hacer las maletas. Necesito una respuesta
para entonces, Noelle.
Ella rio con nerviosismo.
—¿Eso es un ultimátum?
—Si no vas a casarte conmigo, tendré que seguir con mi vida. No quiero vivir
solo y tener que esperar a que algún día decidas si soy mejor que Jared.
—No se trata de eso, Martin…
—Te llamare cuando vuelva a Denver.
Martin colgó y ella se quedo con el teléfono en la mano, mirándolo.
Estaba tan nerviosa que culpo de todos sus males a Jared y se pregunto que
podía hacer para que el juez le impidiera ver a Eric. Recordó los comentarios del juez
Creighton y se dijo que debía investigar que interés podía tener su ex marido en los
procesos de adopción. A esas horas ya era algo tarde para hacer llamadas telefónicas,
pero dedicaría el día siguiente a investigarlo.

Jared entro en el despacho al lunes siguiente con energías renovadas. Una


funcionaria de la oficina del condado había dejado un mensaje durante el fin de
semana para decide que habían localizado el expediente de la hija de Susannah.
Tenía intención de pasar a verla más tarde y obtener la información que necesitaba.
Acababa de empezar a trabajar cuando Steve entro en el despacho.
—¿Se puede saber que diablos estás haciendo? ¿Como es posible que llevaras a
Susannah Chapman a ver a Timothy Winters? ¿Es que te has vuelto loco?
Jared se levanto para enfrentarse a su jefe.
—Veo que las noticias vuelan.
—Me han llamado de San Francisco. Timothy estará en Denver mañana y he
empezado a rellenar los documentos necesarios. ¿Por que fuiste a interrogarlo? ¿Y
por que te llevaste a esa mujer?
—Porque quería que se vieran. Y aquí no habría tenido muchas posibilidades.
—Su familia contratara a los mejores abogados de la ciudad, ya lo sabes. No
permitirán que nadie se le acerque antes del juicio.
—Exactamente. Pero ella ha pasado ocho años en la cárcel por culpa suya. ¿No
crees que tenía derecho a hablar con él?

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Barbara McMahon – El primer día

—No dejes que las emociones se interpongan en tu trabajo, Walker. Podrías


poner en peligro todo el caso.
—Vamos, Steve… sabes que eso es una tontería. No he puesto nada en peligro.
Tu no formabas parte del equipo que la envió a prisión, pero yo si. Y va a pasar
mucho tiempo antes de que lo olvide.
—Hacer de caballero andante no cambiara el pasado. Mantente lejos de este
caso, Jared. Tu y Denning tuvisteis vuestra oportunidad hace ocho años y no lo
hicisteis muy bien. Voy a acusar a Winters de asesinato y no permitiré que se salve
por algún legalismo.
—Conozco mi trabajo —espeto.
—¿En serio? Pues lo de este fin de semana no lo demuestra. A partir de ahora
estas de baja temporal —afirmo.
—¿Por llevar a Susannah a ver a Winters a otro Estado? Venga ya, Steve. En ese
momento ni siquiera se habían presentado cargos contra él.
—No, por arriesgar la reputación de la fiscalía de Denver.
—¿Y cuanto tiempo durara esa baja temporal? —pregunto con ironía.
—Ya te avisare cuando puedas volver.
Steve lo miro y salió del despacho.
Jared oyó que se detenía un momento para hablar con Rose y que le ordenaba
que desviara las llamadas a Ron o a Jennifer y que transfiriera los informes
oportunos. Incluso tuvo el mal gusto de recordarle que había firmado un acuerdo de
confidencialidad con el contrato, por si tenía la tentación de ser demasiado leal con
Jared.
Rose apareció poco después.
—¿Jefe?
—Me temo que tengo que marcharme.
—¿Puede ordenarte eso?
—Si, pero olvidara todo el asunto cuando surja alguna noticia más interesante y
entonces podre volver —respondió—. Ya lo veras. Me echara de menos.
—No lo dudo en absoluto. A fin de cuentas tu haces casi todo el trabajo de la
fiscalía —observo Rose—. ¿Quieres que desvíe las llamadas de la oficina del condado
a tu casa?
Jared asintió.
—Eres una joya, Rose…
—Lo sé —dijo ella, sonriendo.
—Pase lo que pase, quiero que sepas que trabajar contigo ha sido un placer.
—Eh, no digas eso. Suena como si fuera una despedida y no lo es. Llévate a Eric
a la cabaña y descansa un poco. Hace tiempo que necesitas unas vacaciones.

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Barbara McMahon – El primer día

—Esta en el colegio, ¿es que lo habías olvidado? No puedo sacarlo de allí y


llevármelo solo porque mi jefe me esta complicando la vida. Además, no sería buena
compañía. Últimamente, las cosas no me salen muy bien.
—Pero estas haciendo lo correcto —afirmo—. No lo dudes.

Jared pensó que disfrutaría más su baja temporal si podía estar con Susannah.
Tal vez siguiera el consejo de Rose y se marchara a la montaña a pasar unos días.
Solo tenía que comprar comida, llenar el frigorífico y los armarios y asegurarse de
que había gas suficiente.
Si Susannah no hubiera empezado a trabajar en el vivero, le habría propuesto
que se marcharan juntos. El fin de semana había sido maravilloso. No habían dejado
de hacer el amor una y otra vez a lo largo del domingo y estaba loco por verla de
nuevo. Pero no sabía como se sentiría. Tal vez se hubiera arrepentido.
Pensó en el pasado y volvió a sentirse culpable por lo sucedido. Michael y él
habían estado tan ciegos que se habían saltado las normas y habían condenado a una
mujer inocente. Sin embargo, ahora tenía algo importante para Susannah. Había
localizado el expediente de su hija. Y con un poco de suerte, le perdonaría sus
pecados.
Se dirigió a la oficina del condado y camino hasta el mostrador de la sección de
archivos. Helen Baylor alzo la mirada.
—¿En que puedo servirle?
—Soy Jared Walker. Me dejo un mensaje durante el fin de semana… ¿ha
averiguado algo?
La mujer miro a su alrededor con desconfianza.
—Si, pero no sé si…
—No ponga expresión sospechosa. Nadie se dará cuenta de que he estado aquí
si se comporta con naturalidad y me trata como a cualquier otra persona.
—Pero podría perder mi trabajo.
—No. Nadie sabrá nada. Descuide.
Helen Baylor saco un papel del bolsillo y lo dejo sobre el mostrador.
—Lo he llevado encima todo el tiempo y me pesaba como si fuera de plomo. Es
todo lo que puedo hacer por usted.
—Muchas gracias.
—Espero que sea de ayuda…
Él asintió y se marcho sin mirar el papel. Por suerte para él, Helen era una
mujer de cierta edad que se había enternecido al conocer la terrible historia de
Susannah. Legalmente, Jared no tenía derecho a pedir información sobre la niña.
Pero el instinto maternal de Helen y su sentido de la justicia habían pesado más.

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Barbara McMahon – El primer día

Cuando entro en el coche, desdoblo el papel. Solo incluía dos nombres y una
dirección, sin número de teléfono: Bob y Rebecca Bradley. Calle Nicoletti, 7712. Denver.
Saco un mapa de la ciudad y busco la calle. Minutos después, ya estaba en
marcha. Podría averiguar bastantes cosas de la familia con un simple vistazo al
vecindario donde vivían. Y a media tarde, con un poco de suerte, vería a la niña
cuando volviera del colegio. Así podría tranquilizar a Susannah.

Noelle tomo aliento cuando el ascensor llego al piso que quería. Había
ensayado lo que iba a decir. Si Jared tenía la esperanza de seguir viendo a Eric,
tendría que hacerle caso. No iba a rendirse sin presentar batalla.
Además, Martin le había proporcionado el arma perfecta. O Jared cambiaba de
actitud, o se llevaría al niño a Londres.
—Hola, Rose. ¿Jared está en el despacho?
Rose la miro.
—No, me temo que no…
—¿Esta en los tribunales?
La secretaria sacudió la cabeza y frunció el ceño con gesto de inseguridad.
—Bueno, supongo que puedo decírselo… se ha marchado a casa.
—¿A estas horas? ¿Es que está enfermo?
—No. Ojala lo estuviera. Le han dado una baja temporal.
—No lo entiendo. No me había comentado nada…
—Porque ha sido inesperado. Y no precisamente voluntario.
Noelle la miro con sorpresa.
—¿De que estás hablando?
—Creo que ya he dicho demasiado.
—Mira, Rose, Jared y yo nos seguimos llevando bien a pesar del divorcio —dijo,
intentando mantener la calma—. De hecho, he venido a hablar con él sobre…
Susannah Chapman. Sé que esta trabajando en su caso.
Noelle solo lo dijo para confundir a Rose y tirarle de la lengua. Y lo consiguió.
—Si, ese es el motivo de sus problemas con el señor Johnson. Susannah y él
estuvieron en San Francisco este fin de semana, para interrogar a Timothy Winters.
—¿Han encontrado a Timothy?
Noelle empezó a perder la calma. Habían encontrado a su primo y no solo no le
había dicho nada sino que se había marchado a San Francisco con esa mujer.
—Si, llegara a Denver esta tarde. Los papeles del traslado llegaron hace unas
horas. Lo detuvieron el viernes por la noche.
—¿Y Jared tomo un avión para interrogarlo?

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Barbara McMahon – El primer día

—Si. Al parecer, el fiscal quiere que se mantenga lejos del caso y el desobedeció
la orden.
—Comprendo.
Noelle necesitaba tiempo para pensar. No esperaba un giro tan repentino de los
acontecimientos. Cuando Timothy apareciera en Denver, la prensa saltaría sobre
ellos. Afortunadamente, sus padres estaban en Florida. Y con un poco de suerte
nadie caería en la cuenta de que Timothy era de su familia. Ni la propia Rose parecía
haberlo relacionado.
—Bueno, entonces iré a casa de Jared a hablar con él… Por cierto, no llevo el
teléfono de Susannah Chapman encima. ¿Podrías dármelo?
—Claro…
Rose abrió una libreta y le copio el numero en un papel.
—Espero que Jared descanse un poco —dijo con una sonrisa—. Estoy segura de
que volverá al trabajo la semana que viene, y le toca ir a los tribunales…
—Si, por supuesto —murmuro Noelle.
En cuanto llego al vestíbulo del edificio, Noelle se dirigió a las cabinas
telefónicas. Saco el papel que le había dado Rose y marco el numero.
—Vivero Talridge. ¿Dígame?
—¿Vivero Talridge? —pregunto, sorprendida.
—Si, soy Pete. ¿Que puedo hacer por usted?
Noelle intento pensar. Cabía la posibilidad de que Rose se hubiera equivocado
de numero.
—¿Esta Susannah Chapman?
—Si, espere un momento. La llamare.
—No, no hace falta. Si puede darme la dirección de su casa, iré a verla cuando
termine de trabajar. ¿Sabe a que hora sale?
—A las cinco en punto.
Noelle no tenía intención de esperar tanto tiempo. Miro el reloj y vio que casi
eran las doce. Tal vez pudiera encontrar a Susannah cuando fuera a comer.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 13
Susannah no podía concentrarse. Miro la tierra en la que estaba plantando y se
pregunto si habría puesto fertilizante suficiente. Era como si de repente hubiera
olvidado todo lo aprendido. No dejaba de dar vueltas a lo sucedido durante el fin de
semana. A su extraño encuentro con Timothy y especialmente a la experiencia
amorosa con Jared.
Cada vez que pensaba en ello se ruborizaba. Había sido la noche más
apasionante de su vida. Su relación con Shawn palidecía por comparación.
Y eso le incomodaba.
Shawn había sido su amor. Querían casarse, tener hijos, envejecer juntos.
¿Como era posible que estuviera comparándolo con otro hombre?
Por supuesto, ahora era mayor y había cambiado. Tal vez no fuera una mujer de
mundo, pero había dejado de ser la jovencita ingenua a la que habían condenado.
Ahora sabía mucho más y podía defenderse. Como decía su amiga Marisa, «lo que
no te mata te hace más fuerte».
En ese instante, Eva la miro.
—Si no te conociera mejor, pensaría que estas soñando despierta. ¿Vas a
contarme lo que has hecho durante el fin de semana?
Eva la había estado presionando toda la mañana, pero Susannah no había
soltado prenda.
—Vi a Timothy y no salió muy bien. Pero el resto fue… interesante.
—¿Interesante? ¿Estuviste en San Francisco y solo fue interesante? Deberías
haber visitado todos los bares de la ciudad y haberte soltado el pelo.
—Bueno, me divertí.
—Venga, suéltalo ya…
Susannah la miro.
—Yo nunca pregunto por los detalles de tus relaciones —le recordó.
—Pero si preguntaras, te lo diría —respondió su amiga.
—En la cárcel aprendí a no hacer preguntas.
—Pues tendrás que aprender a hacerlas. ¿Como vas a saber las cosas si no
preguntas? Además, me duele que no quieras hablarme de ti. Quiero ser tu amiga,
pero eres tan reservada… ¿Es que no sientes curiosidad por mi vida? Eso es lo
normal, lo lógico entre personas que se aprecian. Y también es normal que quiera
saber más de Jared Walker.
Susannah volvió a mirar a Eva.
—¿Crees que no quiero ser tu amiga porque no hago preguntas?

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Barbara McMahon – El primer día

Por primera vez, Susannah se pregunto si su reserva no sería un error. Siempre


se contenía porque no quería ser cotilla. Pero eso no significaba que los demás no le
interesaran.
—¿Y que otra cosa podría pensar?
—Tal vez, que mis habilidades sociales no son como antes de que me
encerraran —respondió—. O que necesito tiempo para recuperarme.
Susannah estaba a punto de continuar cuando vio que cierta persona avanzaba
hacía ellas a través de las filas de plantas.
—Oh, no… creo que voy a tener problemas.
Eva alzo la mirada.
—Vaya, eso si que es una mujer elegante. ¿Quién es?
—La ex mujer de Jared. Y no le caigo muy bien.
—¿La conoces?
—Solo de vista. Piensa que soy una mala influencia para su hijo.
Antes de que Eva pudiera hablar, Noelle llego a su lado.
—¿Podría hablar un momento con Susannah a solas?
—No —respondió Eva.
Noelle no esperaba esa respuesta y se sorprendió, pero miro a Susannah con
cara de pocos amigos.
—Quiero hablar contigo en un lugar más tranquilo.
Susannah se limpio las manos con un paño.
—Casi es mi hora de comer. Puedes acompañarme si quieres.
—No tienes por que ir con ella, Susannah…
—Estoy segura de que podre oír lo que tiene que decir.
Susannah y Noelle se alejaron. Cuando llegaron al aparcamiento, se giro un
momento para mirar a la ex mujer de Jared. Era preciosa.
—Han suspendido a Jared —dijo Noelle de repente.
—¿Qué?
—Por culpa del viaje a San Francisco. A su jefe no le ha gustado nada —
contesto—. ¿Hasta dónde piensas llegar para vengarte de él?
—No quiero vengarme de él.
—¿Ah, no? Pues estas haciendo un gran trabajo. Incluso has conseguido que yo
presente una demanda para impedir que vea a Eric.
—¿Impedir que vea a Eric? ¿Por que?
—Por las compañías que frecuenta últimamente, por supuesto.
—Noelle, yo no he matado a nadie —dijo con tranquilidad.

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Barbara McMahon – El primer día

—Tal vez no. Pero pasar ocho años en la cárcel cambia a cualquiera.
—Si, claro. Y también perder a tu hija y a tu prometido.
—¿A tu hija? —pregunto, sorprendida.
—Estaba embarazada cuando me enviaron a prisión. Tuve que entregarla en
adopción porque me condenaron a cadena perpetua. Tu, en cambio, tienes a tu hijo.
Eres una mujer afortunada. Deberías recordarlo para no juzgarme a la ligera. Yo no
tengo nada.
—Por culpa de Jared y de Michael Denning. Yo diría que tienes motivos de
sobra para vengarte de ellos.
—Tal vez, pero no es mi estilo. Además, Jared va a encontrar a…
Susannah no termino la frase.
—¿A quién? ¿A tu hija? Dudo que pueda acceder al expediente de adopción. A
no ser, claro esta, que se salte unas cuantas leyes… como hizo al llevarte a esa
entrevista con Timothy. Es extraño que se comporte de ese modo. Él siempre ha
creído en el sistema legal. Lo de la suspensión le habrá afectado.
—O tu intención de impedirle ver a Eric —puntualizo ella—. Pero ¿que quieres
de mi, Noelle?
—Que te mantengas alejado de Jared. Es mío.
—¿Tuyo? Pensaba que os habíais divorciado.
—Pero no estaremos separados mucho tiempo.
Susannah se pregunto si Noelle estaría loca o si verdaderamente creía que tenía
posibilidades de volver con su ex marido. Sin embargo, no conocía a Jared lo
suficiente. Tal vez hubiera algo entre ellos, algo que no le había contado.
—No confundas su sentimiento de culpabilidad con el amor —continuo
Noelle—. Solo intenta lavar su conciencia. Dile que ya no lo necesitas y desaparecerá
inmediatamente de tu vida. Pero díselo pronto, antes de que sea demasiado tarde.
—¿Demasiado tarde?
—Limítate a hacerlo.
Noelle giro en redondo y se marcho de repente.
Susannah se quedo allí, en el aparcamiento, mirando como se alejaba. Noelle
había conseguido llenarla de dudas, y ahora no estaba segura de que el fin de semana
con Jared hubiera significado algo.
Cuando volvió al trabajo, Eva pregunto:
—¿Tenía algo importante que decir?
—No.
—Pues tienes un aspecto lamentable. Como si hubieras perdido a tu mejor
amiga.
Susannah negó con la cabeza.

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Barbara McMahon – El primer día

—Mira, no sé que te habrá dicho —añadió Eva—, pero sea lo que sea,
averígualo por tu cuenta y no creas ni una sola de sus palabras.
—Es un buen consejo. ¿Cómo te has vuelto tan sabía? —pregunto.
Eva rio.
—Es gracias a todas esas fiestas a las que asisto. Ahora distingo a una bruja a
varios kilometres de distancia. Podría contarte historias que te dejarían con los pelos
de punta.
Susannah intento prestar atención a su amiga, pero estaba demasiado
preocupada. En cuanto salió de trabajar, corrió al autobús. Quería llegar a casa
cuanto antes para llamar por teléfono a Jared y hablar con él.
Sin embargo, no fue necesario. Acababa de bajar del autobús cuando lo vio,
sentado en el interior de su coche. Había aparcado enfrente del edificio y la estaba
esperando.
Camino hacía el vehículo y llamo a la ventanilla. Él le abrió la portezuela.
—Hola.
—Llegas pronto… —dijo él.
—Es que el autobús ha venido muy deprisa. ¿Que haces aquí?
—He venido a llevarte a cenar. Y esta vez no será una simple pizza. Tengo muy
buenas noticias para ti —respondió.
—¿Has encontrado a mi niña…?
—En efecto.
—No te creo… ¡Cuéntamelo todo!
—¿Aquí?
—No, claro, supongo que no. Subamos al piso. No puedo creer que la hayas
encontrado. Es increíble…
—Subamos y te lo contare.
Salieron del coche y entraron en el edificio. Susannah estaba tan emocionada
que el trayecto en ascensor no le molesto. En cuanto entraron en el piso, se volvió
hacía Jared y lo miro.
—¡Cuéntamelo!
—Es una niña feliz de siete años que esta en segundo de enseñanza básica.
Tiene una sonrisa preciosa —dijo él.
—¿La has visto? ¿Está realmente bien?
Susannah empezó a llorar sin poder evitarlo.
—Eh, no llores… te contare todo lo que se, aunque no es mucho. Pero si, la he
visto. Y la he oído reír y hablar con sus amigos.
—No puedo creerlo…

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Barbara McMahon – El primer día

Se sentía tan débil que tuvo que sentarse en el sofá.


—¿Quieres que salgamos a celebrarlo? —pregunto él.
—Dímelo todo. ¿Como la has encontrado? ¿Te vio? ¿Hablaste con ella?
—Pedí unos cuantos favores y conseguí la dirección de sus padres adoptivos,
así que fui a echar un vistazo al vecindario. Si hubiera sido un barrio malo, tal vez
habría averiguado algo más; pero es un barrio bastante decente, con casas bonitas,
jardines y muchas bicicletas y juguetes por las calles.
—¿Y que paso?
Cacao apareció en ese momento para ver quien había llegado. Se metió entre las
piernas de Jared y salto al regazo de Susannah. Pero en ese momento no se sentía con
ganas de acariciar al animal.
—¿No quieres sentarte? —pregunto ella.
Jared se acomodo a su lado y sonrió.
—Llegue poco después de las doce y estaba a punto de marcharme cuando vi
que se acercaba un autobús escolar. Por lo visto, hoy salían antes de clase… entonces
vi a tu hija, que iba con dos amigos. Camino hasta la entrada de la casa y salió su…
—Su madre —lo interrumpió—. Si, dilo, no te preocupes. Es cierto. Es la mujer
que la ha cuidado todos estos años. Su verdadera madre en todos los sentidos. Pero
me alegra que sea feliz.
—Parece que lo es. Tiene amigos y una madre de aspecto encantador.
Susannah asintió y se recostó en el asiento, perdida en sus pensamientos.
Todavía la recordaba de recién nacida. Pero ahora tenía siete años, salía con amigos y
viajaba en un autobús escolar. Se pregunto si le gustaría el colegio, cuales serian sus
asignaturas preferidas y si sus padres serian severos o indulgentes.
—Muchísimas gracias, Jared.
De repente, recordó su encuentro con Noelle y lo miro.
—¿Es verdad que te han suspendido de empleo por llevarme a San Francisco?
—Vaya, ¿como lo has sabido?
—Noelle vino a verme al trabajo y me lo conto. También me dijo que ha
presentado una demanda para que no puedas ver a Eric.
—Maldita sea… ¿por que diablos ha ido a verte?
—¿Es cierto o no?
Jared se levanto y empezó a caminar de un lado a otro. Se detuvo junto a la
ventana y la miro.
—Steve me ha obligado a tomar una baja temporal y me ha exigido que me
mantenga alejado del caso de Timothy Winters. Yo conocía los riesgos, así que no me
ha extrañado demasiado. Hemos hecho lo correcto.
—Pero no esperabas que te descubriera…

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah se levanto y él se encogió de hombros.


—Bueno, a fin de cuentas no hemos quebrantado ninguna ley.
—No habremos comprometido la investigación, ¿verdad? Quiero que se lleve
su merecido.
—No, no hemos comprometido nada. Pero Steve se ha enfadado. Quiere que
todo vaya como la seda. Es un caso importante para él.
—¿Y que hay de Eric?
—Hoy he hablado con mi abogado. Han anulado la orden de alejamiento.
Noelle la presento para vengarse de mí… pero no permitiré que se salga con la suya.
He presentado una contrademanda para que Eric este conmigo la mitad del tiempo
por lo menos —la informo.
—Entonces, ¿solo ha venido a verme para molestarme?
—Para eso y porque en el fondo cree que puede volver conmigo.
—¿Y no es verdad?
Jared la miro con sorpresa.
—No me digas que la has creído.
Susannah asintió con expresión de vergüenza.
—Pues no, no es verdad —continuo él—. ¿Como puedes pensar eso después del
fin de semana pasado?
—No quería creerlo, pero lo dijo de un modo tan seguro…
—Noelle y yo siempre tendremos a Eric en común. Sin embargo, eso es todo.
—Dime una cosa… ¿tengo tiempo para ducharme antes de cenar? —pregunto,
por cambiar de conversación.
—Por supuesto. ¿Que te apetece?
—No sé, cualquier cosa. Tal vez podríamos ir a un restaurante chino.
—Muy bien. Conozco uno bastante bueno en la zona.
Mientras se duchaba, Susannah se maldijo por no haber seguido el consejo de
Eva y haber creído a Noelle. Tenía que empezar a confiar otra vez en las personas
adecuadas. Además, Jared era el hombre más importante de su vida después de
Shawn.
Veinte minutos después, se miro en el espejo del cuarto de baño y sonrió al
recordar que Jared había visto a su hija. De hecho, había arriesgado muchas cosas
para ayudarla. Y siempre le estaría agradecida por ello.
—¿Preparada?
El se levanto del sofá cuando salió.
—Si. Y hambrienta…

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah ya había recuperado su buen humor. No permitiría que las maldades


de Noelle enturbiaran su relación con Jared. Ni el posible futuro que tuvieran.
Pero no quería pensar en eso. Era demasiado complicado. Y en ese momento
solo quería disfrutar de la noche.

En cuanto pidieron la cena, Susannah se intereso por lo sucedido en la fiscalía.


—Al final no me has explicado en que consiste lo de la suspensión temporal.
—No es nada importante. Una simple medida administrativa.
—¿Es normal?
El la miro a los ojos.
—No, pero no es preocupante.
—¿Podrían despedirte por eso?
—No es probable.
—Pero si posible…
—No.
—¿Y cuándo vas a volver a ver a Eric?
—Pronto. El miércoles iré a una representación escolar en la que participa. Creo
que hace el papel de indio…
—¿De indio? ¿No de vaquero?
—De indio. Aunque creo que no es jefe.
—¿Y eso es importante?
—Para él, no. ¿Quieres venir?
—Me encantaría. ¿Siempre vas a los actos escolares?
—Siempre que puedo.
—Mi padre nunca venía a los míos. El ejercito era lo primero para él —explico.
—El mío tampoco. La botella era su prioridad.
Susannah parpadeo con sorpresa. Nunca habría imaginado que su padre fuera
alcohólico.
—Oh, lo siento mucho…
El la miro y la tomo de la mano.
—Bueno, con el paso del tiempo he aprendido a perdonarlo.
—Pero en su momento debió de ser muy duro para ti. Yo siempre me sentí
como si fuera la única niña del mundo que no tenía a nadie.

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Barbara McMahon – El primer día

—Precisamente por eso voy a todos los actos en los que Eric participa. Hasta
ahora solo ha sido una fiesta de preescolar y otra en septiembre de este año, pero me
he prometido que seré un buen padre.
—¿Noelle también asistirá?
—No lo sé.
—Bueno, por lo menos tu creciste en la misma casa. Nosotros nos mudábamos
cada dos o tres años y nunca tuve un hogar verdadero —comento—. Cuéntame más
cosas de tu infancia.
Susannah quería saberlo todo; conocer todos los detalles, tristes y alegres, de la
vida de Jared. Quería que le hablara de su madre, de la situación de su padre, de sus
amigos, de sus motivos para elegir la carrera de Derecho. Y cuando él empezó a
hablar, fue como si abrieran las puertas de una presa que llevara mucho tiempo
cerrada. Hablaba tranquilamente, entrando en detalles y contestando a todas sus
preguntas.
Así pasaron gran parte de la velada, hasta que terminaron de cenar en el
restaurante chino.
Por fin, el le conto que había elegido la carrera de Derecho después de que a un
vecino lo estafara su casero.
—Vaya, ahora lo entiendo —dijo ella.
—Quería ayudar a la gente y a la justicia. Y a medida que estudiaba, me fui
interesando más y más por los casos penales. Comprendí que en los tribunales
podría hacer algo más que luchar contra pequeños delincuentes como ese casero.
—Así que al final has resultado una especie de caballero andante. Hace ocho
años no lo habría imaginado.
—Bueno, es evidente que no soy perfecto.
—No te preocupes. Eso es agua pasada. Has encontrado a mi hija y para mí es
lo más importante del mundo —dijo con sinceridad—. Vuelve a contarme como es…
Jared le dio todos los detalles. Le dijo que tenía el pelo largo y oscuro, que era
muy bonita y que su sonrisa era maravillosa. Le hablo de su voz y de como se dirigía
a sus amigos. Y cuando termino de hablar, la miro directamente a los ojos.
Susannah tuvo la impresión de que buscaba algo. Tal vez, la absolución. Quizá,
el perdón.

Cuando llevaron las típicas galletas de la suerte, Susannah abrió la suya y miro
el papel que tenía dentro.
—Léelo en voz alta —dijo él.
—«La fortuna premia a los audaces» —leyó ella, arrugando la nariz—. Vaya,
que lastima. Me habría gustado que dijera otra cosa. No sé, algo así como que me
espera un largo y maravilloso viaje…

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Y adonde te gustaría ir?


Ella lo pensó un momento y sonrió con timidez.
—A San Francisco. Me divertí mucho allí.
—También podemos divertirnos en Denver.
—Venga, lee tu galleta…
Jared la rompió y saco el papel, que desdoblo.
—«La verdad triunfara» —leyó.
—Menuda cosa —se burlo ella—. ¿Eso es lo mejor que sabes hacer?
—Por lo visto, si. ¿Nos marchamos?
Ella asintió.
Al salir del local, Susannah respiro a fondo. Se habían sentado junto a la
ventana y no había sufrido ningún ataque de pánico. Pero sabía que su mejoría se
debía a él.
Jared la llevo al coche y ella se paró en seco.
—Discúlpame. Precisamente estaba pensando que me he comportado muy bien
en el restaurante… pero no soy capaz de entrar en el coche en este momento.
El se apoyo en el vehículo y le aparto un mechón de la cara.
—¿Quieres que vayamos andando a tu casa? Solo esta a unas manzanas de
aquí.
—¿Y que hacemos con tu coche?
—Vendré a buscarlo cuando me marche.
—Eso es una tontería. Dame un minuto y me recuperare.
—¿Has pensado en la posibilidad de ver a algún especialista para superar tu
miedo?
—¿A un psicólogo, quieres decir?
—Si, a alguien que pueda ayudarte.
—Tal vez cuando ahorre un poco de dinero. No tengo seguro medico y ya sabes
que dentro de unas semanas tendré que dejar el piso y buscar otro. El asunto de la
claustrofobia no esta actualmente entre mis prioridades.
—Pero yo podría…
Ella alzo una mano.
—No, no sigas por ese camino. Ya has hecho demasiadas cosas por mí. No
podría pedirte nada más —afirmo.
El la tomo de la mano.
—Hablemos de esto en el calor de tu apartamento, si es que todavía quieres que
te acompañe…

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Barbara McMahon – El primer día

Jared tiro de ella en dirección contraria al coche.


—¿Adonde me llevas?
—A casa.
—Pero el coche…
—Venga, ya lo recogeré mañana. Vámonos.
Susannah se dejo llevar. En realidad le apetecía dar un paseo, pero pensó que
Jared tenía razón y que tal vez fuera buena idea que visitara a un psicólogo. Aunque
también cabía la posibilidad de que se curara con el tiempo, cuando asumiera que ya
no estaba en la cárcel y que era una mujer libre.
Cuando llegaron al piso, Jared llamo por teléfono a casa para oír los mensajes
del contestador. Tardo tanto tiempo que después se disculpo.
—Lo siento. No imaginaba que hubiera tantos… Pero no me extraña, teniendo
en cuenta que Timothy Winters llego a Denver esta tarde.
—¿Te ha llamado algún periodista?
—Un par, además del abogado defensor y de Noelle. Pero al final no me has
contado lo que quería mi ex mujer…
—Que me alejara de ti —respondió.
Jared suspiro.
—Ha sido una niña mimada toda su vida. El divorcio le hirió el orgullo y quiere
que volvamos a vivir juntos, pero no va a suceder. La vida con ella era estar de fiesta
en fiesta. Incluso se enfadaba cuando no podía ir porque tenía trabajo —explico—. Y
razonar con Noelle no sirve de nada… Para ella, lo único importante son las
relaciones sociales.
—Pero seguro que se enorgullece de tu trabajo…
—¿Es que tú te enorgulleces?
Susannah comprendió lo que quería decir.
—La culpa de lo que paso la tuvieron Michael Denning y Timothy. Tu también
estabas allí, pero eras demasiado joven e inexperto para saber nada.
—Yo no estoy tan seguro.
—De todas formas, has madurado y has desarrollado un profundo sentido de la
justicia. Cualquier persona se sentina orgullosa de ti. Y eso me incluye.
Jared se acerco a ella y la beso. Susannah se apretó contra él y lo abrazo con
fuerza. Ya no sentía ningún agobio con el contacto físico. Bien al contrario, se sentía
más libre que nunca. Y disfrutaba tanto que habría querido estar así hasta el último
de sus días.
—Tal vez deberíamos comprar una tienda de campaña e instalamos en mitad
del campo —bromeo él.
—¿Para que? Tengo una cama perfecta…

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Barbara McMahon – El primer día

—Pero tenemos la costumbre de empezar a besarnos en la calle y con frio.


—¿Lo dices por lo de la cabaña? Solo fue un beso y luego entramos.
—¿Solo un beso? Yo estaba seguro de haber oído las campanas del paraíso…
Ella rio con suavidad.
—Lo dudo mucho. Pero es cierto, no fue solo un beso. Fue un espectáculo.
—¿Y esta noche?
—¿Quieres que hagamos una competición a ver si sale mejor que el otro día?
—A menos que tengas una idea más interesante…
—No. Como ya he dicho, tengo una cama perfecta en casa.
—Entonces, a que estamos esperando.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 14
El miércoles, Susannah se salto la hora de la comida para poder salir antes del
trabajo. A Pete no le molesto en absoluto. Además, sabía que iba a ver al hijo de
Jared.
—Yo tengo tres nietos —le comento—. Dos tocan en la banda del colegio y a
veces voy a verlos. El tercero juega en el equipo de futbol del instituto. Si un día te
apetece ver un partido, dímelo…
—Me encantaría…
Eva tenía razón. Había llegado el momento de abrirse a los demás y mantener
relaciones sociales normales. Si Pete le ofrecía su amistad, la aceptaría.
Jared paso a recogerla a la hora esperada. Eric iba en el coche.
—Hola, Susannah. Voy a ser un indio… —dijo el chico.
—Eso me han dicho. ¿Has estado practicando?
Eric asintió con entusiasmo.
—Si, y hasta tengo que pronunciar unas palabras. Pero no llevare arco y flecha.
La profesora ha dicho que los indios no llevaban armas en las fiestas.
—Y es verdad. En las fiestas no se llevan cosas así.
Jared detuvo el coche en el aparcamiento del colegio, que para entonces ya
estaba lleno de vehículos. Entraron en el edificio y llevo a su hijo con la profesora
mientras Susannah esperaba en el vestíbulo y se dedicaba a contemplar los trabajos
de los alumnos, que decoraban las paredes, y las fotografías.
Sabía que su vida habría sido muy diferente si no la hubieran condenado por
aquel delito. Ahora estaría con su hija, tal vez asistiendo a un acto parecido.
Jared apareció justo entonces.
—Siento haber tardado. Una de las madres se ha acercado y me ha dado una
conferencia sobre preparación de tartas y la necesidad de participar en los actos del
colegio.
Un momento después, cuando entraron en el salón de actos, Susannah se
estremeció. Estaba lleno, abarrotado. No se le había ocurrido pensar que hubiera
tanta gente, y no estaba segura de poder soportar el encierro.
—Ven, hay espacio libre junto a las ventanas. Nos quedaremos de pie —sugirió
él.
Ella tomo aliento e intento controlarse. Los niños empezaron con sus
actuaciones poco después, y Jared se giro para ver como se encontraba.
—¿Todo bien? —pregunto.
Susannah asintió y se concentro en la obra. Era bastante divertida y Eric lo hizo
muy bien. Muchos niños olvidaron lo que tenían que decir, pero a nadie le importo.

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Barbara McMahon – El primer día

Al final, la profesora invito a todos los presentes a tomar unos refrescos. Jared
paso un brazo por encima de los hombros de Susannah y la llevo hacía la puerta.
—Puedes esperar fuera mientras voy a buscar a Eric. No nos vamos a quedar.
—Así que esta ahí, señor Walker…
Era una mujer joven, que sonrió a Susannah.
—¿Usted es la señora Walker?
—No, es Susannah Chapman —respondió él—. Siento haber olvidado su
nombre…
—Soy Betty Cummings.
La mujer estrecho la mano de Susannah.
—Hace un rato hable con el señor Walker sobre las fiestas del colegio —
continuo—. Vamos a dar una en Navidad y necesitamos que todos contribuyan con
algo.
—¿Le parece bien un par de docenas de magdalenas? —pregunto Susannah,
sonriendo.
—¿Dos docenas? Me parece magnífico.
La mujer lo apunto en una libreta y se marcho. Jared miro a Susannah con
horror.
—No sé hacer magdalenas. Y mucho menos dos docenas…
—Vamos, no puede ser tan difícil.
—En serio. No he hecho magdalenas en toda mi vida.
Ella frunció el ceño. No cocinaba desde hacía años, pero no se le daba mal. A
Shawn siempre le habían gustado sus platos.
—Esta bien, te ayudare.
—Te tomo la palabra. ¿Sabes donde he dejado el coche? Espérame allí… iré a
buscar a Eric y nos marcharemos. He pensado que podíamos cenar en la cabaña. ¿Te
parece bien?
—Me parece perfecto, pero si volvemos esta noche. Mañana tengo que trabajar.
—Bueno, si es un problema podemos quedarnos en Denver. Pero de todas
formas te traería mañana por la mañana.
—No sé. Es que no tengo ropa adecuada para ir a trabajar…
—Podemos pasar antes por tu casa. Venga, espera en el coche. Vuelvo
enseguida.
Jared se marcho y en ese momento una pareja se acerco a Susannah.
—Los niños han estado encantadores, ¿verdad?
Ella asintió.

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Barbara McMahon – El primer día

—Si, es la mejor obra de teatro que he visto en mi vida.


—Seguro que es la primera vez que la veías —dijo el hombre—. Yo ya la he
visto tres veces y me la sé de memoria.
—¿Cuál es tu niño? —pregunto la mujer.
—He venido a ver a Eric Walker, uno de los indios.
—Nosotros a Julia Baker, nuestra hija. Es la que en lugar de decir sus líneas ha
seguido comiendo… cualquiera diría que no come suficiente en casa.
Susannah rio y charlo unos segundos más con la pareja. Después, salió al
aparcamiento y espero a Jared y a Eric. Se pusieron en marcha enseguida.
Cuando llegaron a la cabaña prepararon sopa para entrar en calor y unos
bocadillos. Eric estuvo muy comunicativo todo el tiempo, pero al final se marcho a
dormir. Los dos adultos se quedaron a solas y se pusieron las chaquetas para salir al
porche y disfrutar del resto de la velada.
—Lo ha hecho muy bien —dijo ella con orgullo.
—Bueno, no ganara ningún Oscar, pero no ha estado mal.
—La vida consiste en algo más que ganar premios, Jared. Se ha divertido, ha
aprendido algo nuevo y ha estado con sus amigos. Pero me sorprende que Noelle no
apareciera.
—A mi también. Es una buena madre… seguramente estará enfadada conmigo.
No esperaría que presentara una contrademanda.
—Tal vez se sienta amenazada.
—No tiene motivos para ello. Siempre será su madre. Nadie puede sustituirla.
Susannah trago saliva. Era verdad.
—Jared… ¿podrías llevarme a ver a mi hija?

Jared se sintió como si acabaran de darle un martillazo en la cabeza. No


esperaba que Susannah se lo pidiera, pero en el fondo no era de extrañar; a fin de
cuentas era hija suya y era lógico que quisiera asegurarse personalmente de que
estaba bien.
—Pensaba que te contentarías con saber que es feliz…
—Yo también lo pensaba. Pero tu la has visto, has oído su risa y siento tanta
envidia que necesito verla… Solo una vez. Te prometo que no interferiré en su vida.
Además, no es mucho pedir —dijo.
—Susannah, ya he roto una docena de leyes y regulaciones estatales al
conseguir la dirección de sus padres. No puedo darte esa información. Iría contra
todas las normas de la adopción de niños —le recordó.

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Barbara McMahon – El primer día

—Lo sé, pero no la he visto desde que nació y no puedo dejar de pensar en ella.
Ya no puedo ser su madre. Pero verla, aunque solo sea unos segundos… significaría
muchísimo para mí.
Jared se sintió atrapado. Por una parte comprendía a Susannah y compartía su
angustia; pero por otra, era ayudante del fiscal y no podía permitir que rompiera una
ley que precisamente estaba pensada para proteger a los pequeños.
—Si quieres, te prometo que me marchare de Denver después de verla —
continuo ella.
—¿Como? ¿Marcharte? ¿Por que?
—Porque no tengo nada aquí. Eva es mi única amiga. Cuando mi compañera de
celda salga de la cárcel, me gustaría viajar con ella al sur. No sé, ir a algún lugar más
cálido y empezar una vida nueva.
—Yo soy amigo tuyo…
—Lo sé. Y te lo agradezco.
—¿Que me lo agradeces? —pregunto, incrédulo.
—Si. No tengo muchos amigos, ¿sabes?
Jared no quería que se marchara. Así que propuso que entraran en la casa con
intención de charlar con ella y sacarle esa idea de la cabeza. Sin embargo, ella se
negó.
—No, entra tu. Yo me quedare un rato fuera. No me esperes.
—Puedes sentarte junto a la ventana si quieres…
—No tengo nada en contra de tu casa. Es preciosa, pero las ventanas son
demasiado pequeñas. Y no puedo ver el exterior cuando es de noche. En cambio,
aquí puedo contemplar las estrellas y me siento libre.
—Podría encender la luz del porche…
—No, estaré bien. Aquí se respira una tranquilidad increíble… es un lugar
maravilloso. Si fuera mío, no saldría nunca de aquí.
Jared pensó en la posibilidad de mudarse a la cabaña. Sabía que a Eric le
encantaría, y si conseguía la custodia compartida, prefería criar a su hijo en el campo
en lugar de hacerlo en un piso de la ciudad. Además, sería perfecto para Susannah.
Porque ya no podía imaginar su vida sin ella.
—Piensa en lo que te he pedido, Jared. Solo quiero verla.
—¿Y si no estoy de acuerdo?
Ella se encogió de hombros.
—Entonces no la veré. No te preocupes, no tengo intención de sacar el tema
cada vez que nos veamos —le aseguro.
—No se… No estoy seguro de que sea lo apropiado.

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Barbara McMahon – El primer día

Jared sabía que no era una respuesta satisfactoria, pero era la única que podía
darle por el momento.
Estaba confundido. No solo por el asunto de su hija, sino por sus sentimientos
hacía Susannah. Creía haberse enamorado de ella, pero también se había enamorado
de Noelle y su relación había fracasado. Ni siquiera sabía si querría vivir con él. Y no
sabía que hacer para convencerla. A no ser que le propusiera el matrimonio.
—Empiezo a tener frio. Sera mejor que me vaya a la cama —dijo ella entonces—
. Buenas noches, Jared.
El se quedo en el porche, pensando. Ni había tenido ocasión de pedirle que se
casaran ni, por lo visto, iban a hacer el amor.
La vida podía ser muy complicada.

Susannah pasó el día de Acción de Gracias con Eva. Las dos amigas se
divirtieron tanto como cuando salieron de compras. Eva era una gran cocinera, e
insistió en que se llevara la comida sobrante cuando terminaron de comer.
Sabía que Jared estaba con Noelle. Le había dicho que ese día tenían la
costumbre de comer juntos, con Eric. Ella lo comprendió perfectamente, aunque en el
fondo todavía le preocupaban sus posibles sentimientos hacía su ex mujer.
Pero fuera como fuera, el día resulto perfecto. Aprovecho para tomarse libre el
viernes e hizo algo que nunca habría imaginado: volver voluntariamente a la prisión
estatal de Colorado. Vio a Marisa, la informo de todo lo sucedido e hicieron planes.
Marisa iba a salir a principios del año siguiente, y Susannah quería alquilar un piso
con ella si decidían permanecer en Denver.
Sin embargo, su verdadero deseo era otro. Esperaba que Jared la quisiera tanto
como ella a él. Ya había dejado de compararlo con Shawn y de sentirse mal por
querer estar a su lado. Había comprendido que una mujer podía tener varios amores
y que cada uno podía ser único e importante.
Jared no dejo de llamarla durante las semanas siguientes. Salían a cenar y se
veían los fines de semana con Eric. Pero su relación no parecía avanzar más allá de la
amistad. Ni él ni ella intentaron volver a acostarse.
Por fin, un miércoles por la tarde, Jared la llamo al trabajo.
—Hoy voy a volver pronto a casa. ¿No podríamos hablar entonces? —pregunto
ella.
—No, esto es urgente. Pasare a recogerte. Si llego un poco tarde, espérame… no
subas al autobús.
—Esta bien. Te esperare en la calle.
Jared apareció unos minutos después de las cinco y ella subió al coche. No lo
había visto desde el domingo anterior y le encanto que quisiera verla en mitad de la
semana.
El arranco y se dirigió hacía el apartamento de Susannah.

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Que sucede? —pregunto.


—El sábado, tu y yo vamos a ir a conocer a tu hija.
—¿Como?
—He hablado con sus padres. Al principio no les agrado la idea, pero su madre,
Rebeca, entiende perfectamente tus sentimientos e insistió en tranquilizarte —
explico—. Su marido no estaba de acuerdo, aunque al final cedió…
Susannah se quedo sin había. Iba a ver a su hija, a oír su voz, a saber que era
feliz y que tenía una buena vida.
—Gracias, Jared —acertó a decir al cabo de un rato.
El se limito a mirarla y a sonreír.
—¿Y a que hora iremos? ¿Que me pongo? Tal vez debería llevar algo elegante,
¿no te parece? Me gustaría darles una buena impresión… ¿Que diré? ¿De que
hablaremos? ¿Van a decirle quién soy?
—No, no pueden decirle quien eres. Es demasiado pequeña y ya han sido muy
amables al aceptar que la veas. Además, será algo excepcional. Tienes que
prometerme que no intentaras volver a verla, que no volverás a la casa ni iras a
buscarla al colegio. Es muy importante, Susannah.
—Te lo prometo.
Susannah era sincera. Iba a ver a su hija. Y eso era lo único que le importaba.
Jared paso a recogerla a las diez de la mañana del sábado. Ella solo había
podido dormir un par de horas, y eligió el vestuario con sumo cuidado para caer
bien a los padres de la niña. Había practicado la escena y esperaba no quedarse sin
habla, pero estaba muy nerviosa y su corazón latía desbocado.
Mientras cruzaban la ciudad, se aferro al bolso. No hizo esfuerzo alguno por
recordar el camino que seguían. Y como no conocía bien Denver, sabía que no podría
volver aunque quisiera. Pero había dado su palabra y no lo intentaría.
Poco después, llegaron a la casa. Bajaron del coche y llamaron al timbre. Una
mujer de pelo oscuro abrió la puerta.
—Rebeca, te presento a Susannah Chapman.
—Pasad…
Jared también le presento a Bob, el marido. Sin embargo, tuvo cuidado de no
mencionar su apellido.
Susannah miro al hombre y supo que no estaba de acuerdo con aquella reunión.
Le habría gustado poder tranquilizarlo, pero era consciente de que no habría servido
de nada.
—Os agradezco mucho que me concedáis esta oportunidad —dijo cuando se
sentaron—. Sé que Jared os ha contado toda la historia. Como tuve que entregarla en
adopción y todo eso…

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Barbara McMahon – El primer día

—Si, nos lo ha contado —dijo Rebeca—. Y puedes estar segura de que la


queremos como si fuera de nuestra propia sangre. Nos la dieron cuando solo tenía
tres días y no hemos dejado de cuidarla desde entonces.
Susannah alcanzo el bolso y saco dos sobres, que dio a la mujer.
—Escribí esto cuando Jared me dijo que podía veros. En el primero esta el
historial médico de mi familia y de la de Shawn, por si es útil. Pero de todas formas,
os adelanto que ningún familiar nuestro padecía de enfermedades hereditarias.
—¿Y el segundo? —pregunto Bob.
—Es una carta a mi hija. La he dejado abierta por si queréis leerla. Esperaba que
se la dierais en algún momento del futuro, si es que alguna vez pregunta por mí.
Sabe que es adoptada, ¿verdad?
—Lo sabe, y también sabe lo mucho que la queremos —respondió su madre—.
Pero no sabe nada de lo que paso. Si cuando crezca pregunta por ti, le entregaremos
el sobre.
—Muchas gracias… No sabía que nombre le pusisteis, así que la he dirigido a
«Annie». Era el nombre de la madre de Shawn, y la llame de ese modo durante el
poco tiempo que estuvo conmigo.
Rebeca miro a su marido.
—La pusimos Molly por una de las abuelas de Bob.
Los ojos de Susannah se llenaron de lágrimas. Era evidente su hija no podía
tener el nombre que ella le había puesto. Y ahora que conocía su nombre real, ni
siquiera podría recordarla como Annie.
—¿Por que no vas a llamar a Molly, Bob?
El hombre se levanto y Rebeca añadió:
—Esta en su habitación, jugando con su amiga Brittany. Le hemos dicho que
vamos a presentarles a dos amigos que estan en Denver de visita.
—Me parece muy bien —dijo Susannah—. Os estoy inmensamente agradecida,
créeme…
Bob entro en la habitación unos minutos después. Lo seguía una niña pequeña
que llevaba una muñeca y que miro a Jared y a Susannah con curiosidad.
—Dios mío, es igual que Shawn —murmuro Susannah.
Miro a la pequeña con intensidad, como si quisiera recordar cada uno de sus
rasgos. Deseaba abrazarla y decirle cuanto la había echado de menos. Pero no podía
hacerlo. Ahora tenía padres y eran buenas personas.
—Cariño, voy a presentarte a Susannah y a Jared. Estan en Denver de visita y
querían conocerte…
—Hola, Molly —dijo Susannah, intentando contener las lágrimas—. ¿Sabes una
cosa? Te vi una vez cuando eras un bebe… pero has crecido mucho. Y estas muy
guapa.

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Barbara McMahon – El primer día

—Es que tengo siete años.


—Si, lo sé. Y estas en segundo, ¿verdad? ¿Te gusta el colegio?
—Esta bien. Brittany y yo nos sentamos juntas y jugamos cuando llega la hora
del recreo.
—Tener una amiga especial esta muy bien…
Jared la tomo de la mano y se la apretó con fuerza. Sabía que aquello era muy
difícil para Susannah.
—Mami, ¿puedo marcharme ya? —pregunto la niña.
—Claro. Cuando nuestros invitados se marchen, os preparare la comida a
Brittany y a ti.
—Vale… Hasta luego —se despidió Molly—. Encantada de conoceros…
Por fin, Susannah rompió a llorar. Jared la miro y le dio un pañuelo.
—Gracias —dijo ella—. Gracias por todo… Creo que será mejor que nos
marchemos.
Susannah se levanto y añadió:
—Para mí ha sido muy importante.
—No te preocupes por ella —dijo Rebeca—. Toma, he preparado un pequeño
álbum con fotografías de Molly, para que puedas ver como ha ido creciendo a lo
largo de los años… Si quieres, puedo enviarte más en el futuro. Tal vez a través del
despacho de Jared.
Susannah tomo el álbum y asintió.
—Gracias.
Se despidieron y salieron de la casa. Cuando entraron en el coche, ella todavía
estaba llorando y Jared la abrazo.
—Llora, cariño, desahógate. Sé que ha sido muy difícil para ti, pero ya has visto
que es feliz. Tiene amigos y sus padres la quieren mucho. No tienes por que
preocuparte.
Susannah lloro durante diez minutos más, hasta que por fin se tranquilizo.
—Oh, vaya, te he empapado la camisa y me he comportado como una idiota…
pero ella es preciosa, ¿no te parece?
—Lo es. Sera muy guapa de mayor.
—Y han sido muy amables al permitir que la viera.
—Si. La mayoría no habría querido.
Ella paso un dedo por el álbum.
—Además, ahora tengo esto. Se han arriesgado mucho al presentármela.
—Rebeca es una mujer encantadora. Sabe lo que sientes.

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Barbara McMahon – El primer día

Jared arranco el vehículo.


—Siempre la echare de menos, pero me siento mejor al saber que estará bien.
Gracias por ayudarme, Jared.
—¿Y ahora? ¿Que hacemos?
—Supongo que ir a casa…
—Tengo que recoger a Eric a la una. Podrías pasar el fin de semana con
nosotros.
—¿En la cabaña?
—No, en Denver. Esta tarde iremos al Museo de Historia Natural y por la tarde,
al cine. No sabes lo que es vivir si no has visto una película de dibujos animados
rodeado de doscientos niños que no dejan de gritar.
Ella negó con la cabeza.
—No, supongo que no —dijo, abrazándose al álbum—. ¿Crees que alguna vez
preguntara por mi? ¿Que querrá conocerme?
—Supongo que si. Y si lo hace, sospecho que sus padres no se interpondrán.
—Ojala tengas razón.
—Hagamos una cosa. Te llevare a tu casa e iré a recoger a Eric. Pero volveremos
a buscarte.
—Puedo acompañarte, si quieres…
—Por supuesto, pero pensaba que preferirías estar sola un rato para ver el
álbum…
—Si, es cierto. Déjame en casa entonces. Os estaré esperando.
Jared la dejo frente a su edificio y Susannah corrió al apartamento. En cuanto
entro, abrió el álbum con cuidado, como si fuera el objeto más valioso del mundo.
Había fotografías de la niña en distintas edades; a veces aparecía sola, pero casi
siempre en compañía de Rebeca, Bob u otros familiares. En la última página había
una copia de una fotografía reciente, que al parecer le habían sacado en el colegio.
Acaricio la cara de su hija y suspiro. Llevaba un buen rato mirando el álbum y
sabía que Jared aparecería en cualquier momento con Eric, así que se dijo que sería
mejor que se arreglara un poco y se lavara la cara para que el chico no notara que
había estado llorando.
Minutos después, decidió salir y esperarlos fuera para poder respirar un poco
de aire fresco. Tenía muchas cosas en las que pensar. Una de ellas, la posibilidad de
marcharse a vivir al sur, a algún lugar más cálido que Denver. Pero no quería alejarse
de Jared.
Cuando padre e hijo aparecieron, Eric la saludo con entusiasmo.
—Hola, Susannah… papa me ha dicho que vendrías con nosotros. Yo le he
preguntado que por que no has venido a casa, pero mama se ha puesto un poco
pesada y ha empezado a preguntar adonde íbamos a ir y lo que íbamos a hacer…

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Barbara McMahon – El primer día

—Bueno, es normal que las madres se preocupen por sus hijos, Eric —dijo
Susannah.
Miro a Jared y se pregunto si no habría propuesto que se quedara esperando en
el apartamento para evitarle otro encuentro con Noelle. Era lo más probable.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 15
—Hoy es la comparecencia ante el juez, ¿verdad? —pregunto Eva el lunes por
la mañana.
Susannah asintió y se concentre en el trabajo. No tenía ganas de hablar con
nadie. El fin de semana había sido muy intenso. Primero había conocido a su hija, y
luego había estado con Jared y había vuelto a sentir sus viejos miedos sobre el futuro.
Todavía pensaba que solo quería estar con ella porque se sentía culpable.
—¿Por que no has ido a los juzgados? —pregunto su amiga.
Susannah la miro.
—Porque no quería pedir otro día libre en el trabajo.
—Tonterías. Dame otra excusa.
Susannah se limpio las manos y asintió.
—Es verdad, son tonterías. No he pedido el día libre porque no confió en mí. Si
hubiera ido al tribunal, habría montado una escena. No puedo olvidar lo que
Timothy me hizo. Si esas personas no lo hubieran visto en San Francisco por
casualidad, yo todavía estaría en la cárcel y él seguiría viviendo a lo grande.
—Razón de más para asistir y asegurarte de que se hace justicia.
—Hoy solo era la comparecencia. Me llamaran como testigo cuando empiece el
juicio. Ya he hablado con Pete y me ha dicho que no hay problema…
—De todas formas, no deberías esperar. Venga, márchate. Yo te cubriré el resto
del día.
—¿En serio?
—Por supuesto. Ojala pudiera acompañarte y arrojarle huevos podridos o algo
así.
Susannah rio.
—No estaría mal. Timothy cubierto de huevos…
—Le estaría bien empleado. Y unos cuantos tomates tampoco estarían mal. Lo
mínimo que debería hacer ese hombre es disculparse en público —dijo—. Por otra
parte, conviene que estés presente para que no intente alguna jugarreta legal.
—No, Jared me ha prometido que no tiene escapatoria. Pero hoy solo va a
comparecer ante el juez —explico.
—Da igual, ve de todos modos.
Ella sintió.
—Esta bien, iré.

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah miro la hora. Todavía era pronto. Tenía tiempo de ir a casa, cambiarse
de ropa y marcharse al tribunal. El proceso ya habría empezado para entonces, pero
eso carecía de importancia.

Cuando llego, casi eran las once. Tuvo que preguntar para que le indicaran la
sala de la vista y sintió cierta aprensión cuando avanzo por los anchos corredores del
edificio. No podía dejar de pensar en el tribunal que la había condenado.
Entro en la sala, se sentó cautelosamente al fondo y contemplo la escena. Steve
Johnson estaba hablando con el juez, presentando el caso. Jared se encontraba en la
primera fila en compañía de Noelle y de dos hombres con traje que tal vez fueran
familiares suyos o abogados.
Había pocos espectadores, pero tantos periodistas que la sala estaba
prácticamente llena. Sin embargo, los fotógrafos tenían tapados sus objetivos. Era
evidente que el magistrado había prohibido las fotografías en la Steve hizo una
magnífica exposición de lo sucedido ocho años atrás. Hablo de la relación de Todd y
Timothy Winters y de la posibilidad de que el primero fuera el hombre al que habían
asesinado. Después le toco el turno al abogado de la defensa, pero no tuvo éxito y el
juez se negó a dejarlo en libertad bajo fianza.
Cuando la vista termino, los periodistas se abalanzaron sobre Timothy, su
abogado y el fiscal. Algunos se dirigieron al banco donde estaban Jared y Noelle y
empezaron a interrogarlos. Susannah salió a toda prisa por miedo a que algún
miembro de la prensa la reconociera. No había pensado en ese peligro y no quería
arriesgarse.
Pero se escondió tras una de las altas columnas de los corredores y espero a que
Jared y Noelle pasaran por delante.
—No voy a hacer declaraciones —oyó que decía Jared.
—No tengo nada que decir —añadió Noelle, que se aferraba a su ex marido.
Ahora que ya habían salido, los periodistas empezaron a hacer fotografías.
—¿Es cierto que van a volver a vivir juntos? —pregunto un reportero—. ¿El
asunto de Timothy Winters ha servido para unirlos de nuevo?
—Sin comentarios —dijo Jared.
—Es posible que en el pasado hayamos tenido nuestras diferencias —respondió
Noelle—. Pero con los problemas familiares, nos unimos.
—Entonces, ¿estan juntos otra vez? —pregunto otro.
—Vámonos, Noelle —dijo Jared con expresión de pocos amigos.
—¿Y que hay de Susannah Chapman? ¿Que tiene que decir sobre todo esto?
—Haremos todo lo posible para ayudarla —dijo Noelle—. Tuvo muy mala
suerte.
Susannah presto atención para oír lo que Jared tenía que decir, pero el grupo se
alejo y con el desapareció el tumulto.

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Barbara McMahon – El primer día

Solo entonces, se dirigió a las escaleras. Por lo menos, ahora ya sabía lo que iba
a pasar. Había visto a Steve en acción y tenía la seguridad de que obtendría una
condena. Pero le preocupaba su testimonio en el juicio. También había visto a los
periodistas y sabía que no controlaría la situación tan bien como Jared y Noelle.
De camino a casa, empezó a pensar en las preguntas de los periodistas. Noelle
era perfectamente capaz de mentir para salirse con la suya, e intento recordar que
Jared no quería volver con su ex mujer. Pero de todas formas, se preocupo. Por
mucho que intentara negar sus sentimientos, se había enamorado de él. No tenía
ninguna duda. Y la idea de perderlo le resultaba insoportable.
Llego a casa a primera hora de la tarde. Se cambio otra vez y salió a dar un
paseo. El tiempo era terrible y en el parte meteorológico habían dicho que iba a nevar
por la noche, pero no le importo. Por desagradable que fuera el viento y la
temperatura, la perspectiva de quedarse en casa era todavía peor. Ella llevaba su
propia tormenta dentro.
Camino hasta el agotamiento y dio media vuelta. Entonces, pensó en Molly y se
pregunto si querría verla en el futuro, tal vez cuando pasaran diez u once años más.
—¿Donde estaré entonces? —se dijo en voz alta.
Hacer planes y pensar en sitios donde vivir no sirvió para borrar a Jared de su
pensamiento. Solo había querido a dos hombres en toda su vida. Al primero, a
Shawn, lo había perdido por culpa de Timothy Winters. Y al segundo podía perderlo
por culpa de su prima, Noelle.
El destino podía jugar muy malas pasadas.
Cuando por fin volvió al piso, se preparo algo de comer y se sentó delante del
televisor.
Se sentía sola y echaba de menos al hombre que amaba. Solo entonces, noto que
la luz del contestador estaba parpadeando y pulso el botón. Pensó que tal vez fuera
algún amigo de Christine, que no sabía que había sufrido un accidente y que se
encontraba temporalmente fuera de la ciudad.
Pero no había un mensaje, sino dos. Y los dos eran de Jared. En el primero, le
pedía que lo llamara por teléfono. En el segundo, le explicaba lo que había sucedido
en la comparecencia matinal en los juzgados.
Susannah los escucho y se sentó otra vez. Hasta que el teléfono empezó a sonar
y supo quien era.
—¿Dígame?
—He intentado localizarte —dijo Jared sin preámbulos.
—Acabo de llegar a casa.
—Timothy ha declarado esta mañana.
—Lo sé. He estado allí.
—¿Has estado? No te he visto…
Ella ya lo sabía. No la había visto porque solo tenía ojos para Noelle.

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Barbara McMahon – El primer día

—Estabas con Noelle y luego se han acercado los periodistas, así que he salido
de la sala. No imaginaba que la prensa estaría presente. Ni tu ex mujer, por cierto.
—Ha ido para mostrar apoyo a su familia.
Su madre y su padre volverán a tiempo de asistir al juicio. Es un asunto
desagradable para ellos.
—Discúlpame si no lo lamento —dijo con ironía—. Ahora tengo que colgar.
Susannah corto la comunicación y se dirigió a la pequeña cocina del piso con
intención de prepararse algo caliente.
El teléfono empezó a sonar otra vez, pero no contesto.
—Lo siento, Jared —dijo en voz alta—. No eres mi jefe y no tengo por que
hablar contigo.
Jared llamo tres veces más mientras ella comía. Susannah pensó que era un
hombre muy tenaz, pero siguió sin contestar. Y cuando termino de comer, se levanto
para servirse un poco de helado.
Media hora más tarde, se sentía tan sola que pensó que debería haber llamado a
Eva para ver si quería salir a tomar algo. Pero supuso que tendría ganas de divertirse
y no de escuchar la triste historia de su vida.
Poco a poco, se fue llenando de ira. Odiaba a Timothy, a Michael, a la familia de
Noelle y al propio Jared. Sabía que una condena serviría para mitigar su
resentimiento hacía el mundo y que quizá, algún día, podría superar el pasado y
seguir adelante. Pero de momento, se aferro a su enfado. Era menos doloroso que la
depresión.

Jared estaba furioso. Primero Noelle y ahora Susannah. Su ex mujer había


convertido la vista de la mañana en una especie de circo y la mujer que amaba se
negaba a contestar sus llamadas. Por lo visto, todas las mujeres de su vida habían
perdido la cabeza.
Cada vez que pensaba en Susannah se sentía dominado por la desesperación.
Era evidente que todavía no confiaba en él. Lo veía como si todavía formara parte del
equipo que la había condenado ocho años atrás. No agradecía que hubiera arriesgado
su vida y su trabajo por ella, que hubiera quebrantado varias leyes para localizar a su
hija y presentarle a sus padres adoptivos.
La amaba, pero no sabía lo que podía hacer para demostrárselo. Ni si
conseguiría ganarse su amor.
Incluso considero la posibilidad de que siguiera enamorada de Shawn. Pero
Susannah era una mujer joven, con toda una vida por delante. Una mujer con la que
quería compartir sus días. Además, se llevaba muy bien con Eric y podían tener hijos
juntos. Hasta estaba dispuesto a casarse con ella.
Suspiro y se paso una mano por la cabeza. Después del divorcio, se había
prometido que no volvería a mantener una relación seria con nadie. Pero quería tanto

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Barbara McMahon – El primer día

a Susannah que estaba dispuesto a arriesgarse de nuevo. La deseaba tanto que


necesitaba despertar cada mañana a su lado, salir a pasear, ayudarla con su
claustrofobia, oír su risa y hacer lo que estuviera en su mano para que fuera feliz.
Era una mujer desconfiada, obstinada y con una tendencia exagerada a ponerse
a la defensiva, pero lo comprendía perfectamente teniendo en cuenta lo que había
sufrido.
Definitivamente, el matrimonio era la única solución. Le asustaba, pero también
le apetecía. Así podría estar siempre con ella. No solo una noche o dos.
Al día siguiente la llamaría por teléfono y saldrían a cenar. Después la llevaría
al hotel Brown, un lugar precioso. Y tras una cena romántica, le propondría que se
casara con él.
Solo esperaba que su respuesta fuera positiva.

Noelle caminaba de un lado a otro. Jared le había prometido que la llamaría por
teléfono, pero no lo había hecho. Necesitaba hablar con él para trazar un plan y librar
a su familia del desastre que se le venía encima con el asunto de Timothy. Jared tenía
que proteger a su hijo. Era sangre de su sangre. Y sin embargo, se había negado a
hablar con la prensa durante la vista en los juzgados.
Estaba muy enfadada con su primo por haberla metido en ese lio. Pero por otra
parte, podía aprovechar la situación. Era la oportunidad perfecta para demostrarle a
Jared que había cambiado y que debían volver a vivir juntos.
Sin embargo, antes tenía que quitarse su manía de hacer de defensor de causas
perdidas. Sobre todo en lo relativo a esa mujer. No podía negar que Susannah
Chapman había pasado por una experiencia muy dolorosa, pero no era culpa de él.
El culpable era Michael Denning, no Jared. Él ya había hecho bastante por ayudarla.
Demasiado incluso.
Debía convencerlo para que se alejara de Susannah y se concentrara en su hijo y
en ella. Pensó en la posibilidad de pedirle un favor a Steve Johnson. Era arriesgado
porque no conocía bien al fiscal, pero merecía la pena.
En ese momento sonó el teléfono y pensó que sería Jared. Pero se equivocaba.
—¿Dígame?
—¿Noelle?
—Martin, que sorpresa… ¿No es un poco tarde en Londres?
—Estoy en Denver. Me quedare unos cuantos días para arreglar mis asuntos y
hacer el traslado de mis cosas. ¿Quieres cenar conmigo esta noche?
—Tengo planes. Si hubiera sabido que ibas a estar aquí…
—Lo comprendo. Siempre has sido una mujer muy popular. ¿Y mañana?
Noelle no tenía nada que hacer al día siguiente, pero albergaba la esperanza de
que Jared la llevara a cenar o se presentara en la casa para ver a Eric.

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Barbara McMahon – El primer día

—Mejor el jueves, si te viene bien.


—Por supuesto. Tenemos cosas de las que hablar.
—Hasta el jueves entonces.
Noelle colgó y deseo que Martin no hubiera regresado hasta una o dos semanas
más tarde. Su aparición llegaba en mal momento, en un punto crucial de su relación
con su ex marido.
Además, sabía que Martin quería pedirle otra vez que se casara con él. Y no
tenía respuesta. Ni siquiera sabía por que se aferraba con todas sus fuerzas a Jared.
Tal vez, porque la había abandonado. Tal vez porque no habían sido sus
sentimientos los que habían cambiado con el paso de los años, sino los de él.
En ese instante se hizo una pregunta que nunca se había planteado. Si el
divorcio lo hubiera propuesto ella, ¿seguiría obsesionada con Jared?

Susannah se llevo una sorpresa cuando Jared la llamo al trabajo al día siguiente.
Obviamente se había cansado de dejar mensajes en el contestador y había preferido
localizarla a través de su jefe.
—¿Sí?
—Te llamo para invitarte a cenar.
—Estoy ocupada —dijo, mirando a Pete.
—Todavía no he dicho cuando…
—No importa.
—¿El viernes por la noche? Tengo que hablar contigo.
Por suerte, Pete salió del despacho en ese momento y cerro la puerta.
—Estaré ocupada el viernes y el resto de mi vida. Gracias por todo lo que has
hecho por mí. Por el trabajo, por el piso, por localizar a mi hija y conseguir que la
viera —dijo—. Pero no creo que tenga sentido que nos veamos más. Yo tengo mi vida
y tu tienes la tuya.
—¿Se puede saber que te pasa, Susannah?
—Nada. Me ofreciste tu ayuda y la acepte. Pero ya no la necesito. Tu deuda esta
pagada con creces.
—No he ayudado porque me sintiera en la obligación… —dijo, frustrado.
—¿Ah, no?
Jared tardo unos segundos en hablar.
—Bueno, tal vez al principio. Pero solo entonces.
—Sea como sea, ya da igual. Y ahora te dejo. Tengo que volver al trabajo.
—Cena conmigo para que podamos hablar…
—No tenemos nada de lo que hablar. Gracias por ayudarme.

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Barbara McMahon – El primer día

Susannah colgó y tomo aliento, pero no sirvió de nada. Sentía un profundo


dolor.
—¿Estás bien? —pregunto Eva al verla.
—No, pero lo estaré. Es que tenía que cortar unos cabos sueltos.
—¿Vendrás conmigo el viernes por la noche? Me han hablado de un sitio nuevo
que por lo visto esta muy bien. Tienen buena música y actuaciones.
Susannah no lo dudo. Era hora de seguir su camino.
—Me encantaría.

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Barbara McMahon – El primer día

Capítulo 16
Susannah arreglo las ramas del árbol de Navidad para que tuviera el mejor
aspecto posible. Habían pasado dos semanas desde su conversación con Jared y el
invierno ya había llegado. Los días eran demasiado cortos y las noches demasiado
largas para pasarlas sola y preocupada.
Lo echaba de menos. Extrañaba su compañía y la de Eric. Los quería mucho, y
se preguntaba si alguna vez pensarían en ella.
Había salido varias veces con Eva y todas se había aburrido. No le gustaban los
bares ni los conciertos ni sus amigos. Y desde luego no le gustaba el efecto del
alcohol. La próxima vez que la invitara a salir, se negaría.
Pero ahora tenía otros problemas. A pesar de las Navidades, con la llegada del
invierno el negocio bajaba bastante y no había mucho que hacer. Tenía suerte de que
Pete la quisiera en el vivero, aunque sabía que solo le había ofrecido el empleo por
hacerle un favor a Jared.
Durante las largas noches, cuando no podía dormir, hacía planes. La semana
anterior se había sacado el carnet de conducir con el coche de Eva y había abierto una
cuenta bancaria para sus ahorros. Cuando Christine volviera al apartamento, tendría
que buscar otro lugar donde vivir.
También había empezado a escribir un diario, con la esperanza de que algún
día Molly preguntara por ella y quisiera conocerla más a fondo. E incluso se había
puesto a cocinar, pensando que tal vez podría conseguir un empleo de cocinera si
Pete decidía renunciar a sus servicios. Si le salía bien, llevaba la comida al trabajo y la
compartía. Si le salía mal, la tiraba a la basura o acababa en las fauces de Cacao.
Hasta pensó en la posibilidad de marcharse a vivir a un rancho. No tenía
experiencia, pero podía aprender.
Aquella tarde, cuando bajo del autobús y se dirigió a casa, hacía viento y
amenazaba lluvia. Pero eso no fue lo peor. Noelle la estaba esperando en el portal.
—Hola —dijo la mujer al verla.
—¿Que quieres? —pregunto Susannah.
—Hablar contigo si tienes un momento.
Noelle la miro de los pies a la cabeza.
—No creo que tengamos nada de lo que hablar.
—No, supongo que no. Pero Martin ha dicho que debía intentarlo. Me voy
mañana a Londres.
—¿Quien es Martin?
Noelle arqueo una ceja.
—Ah, vaya, así que sientes curiosidad… llame al vivero y me dijeron que ya
habías salido. Invítame a tu casa y te lo contare.

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Susannah dudo. Pero sentía curiosidad y no tenía nada que perder, así que
acepto.
—Esta bien, puedes subir. Pero solo si no te quedas mucho tiempo.
—Si me quedara mucho tiempo, aprovecharía la ocasión para enseñarte buenos
modales —ironizo Noelle.
Entraron en el edificio y se dirigieron al ascensor. El perfume de Noelle lo
invadió enseguida. Entonces, noto que Noelle llevaba un gran anillo de diamantes,
como los que se regalaban para los compromisos matrimoniales, y se sintió enferma
al pensar que se iba a casar de nuevo con Jared. Seguramente se marchaban a
Londres de luna de miel.
Cacao se acerco corriendo cuando abrió la puerta del piso. Susannah lo acaricio
y Noelle se aparto y echo un vistazo a su alrededor.
—Es un piso muy coqueto —dijo antes de sentarse en el sofá.
Susannah se quito la chaqueta y se sentó en una silla.
—Di lo que tengas que decir y márchate.
—Nunca lo entenderé…
—¿A que te refieres?
—No sé que ha visto Jared en ti.
—Nada. Es su sentimiento de culpabilidad.
—No lo creo. Pero bueno, Martin ha dicho que debía venir y he venido.
—¿Y quién es Martin?
—Mi prometido —respondió, enseñándole el anillo.
—¿Tu prometido? No entiendo nada. ¿Y que pasa con Jared?
—Lo he intentado todo, pero no funciona. Te quiere a ti.
Susannah la miro con asombro.
—Pensaba que volvería a mi lado cuando Timothy llego a Denver, pero me
equivoque. Dice que lo que le pase a mi familia es asunto nuestro. Que ese hombre
ya ha hecho bastante daño.
—Lo dice porque lamenta de verdad lo que me paso.
—No es solo por eso. Pero de todas formas, Martin cree que debo hacer un
esfuerzo para aclarar las cosas entre nosotros. Por eso he venido a verte. Me marcho
por la mañana.
—A Londres…
—En efecto. A Martin le han ofrecido un empleo allí. Además, estaremos cerca
de Paris y de Ámsterdam y sé que será divertido.
—¿Te llevas a Eric?

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Barbara McMahon – El primer día

—No, se queda con Jared. Lo voy a echar de menos, pero tiene que seguir con
sus estudios. Y mi ex marido cuidara bien de él. Lo adora.
—Eso ya lo sé. Eric es un gran chico.
Noelle asintió.
—Desde luego, aunque un poco obstinado en ocasiones. Siempre me sorprende
que Jared quiera pasar tanto tiempo con él después de la experiencia que tuvo con su
padre…
—¿Por que lo dices?
—Porque ese hombre era un borracho incapaz de cuidar de nadie. E incluso le
pegaba. El pobre Jared tuvo una infancia terrible.
—Si, recuerdo que me hablo de ello. Pero dime una cosa, ¿por que has venido
exactamente?
—Para decirte que puedes quedarte con mi marido.
—No es un objeto que puedas regalar.
—Bueno, entonces lo planteare de otro modo. Tienes mis bendiciones —dijo
Noelle—. Pensaba que te llevarías una alegría…
—No. Jared solo me ayudo porque se sentía culpable. Y cuando encontró a mi
hija, pensó que ya había pagado su deuda.
—¿Encontró a tu hija?
Susannah lamento habérselo dicho.
—Ya te dije que estaba embarazada cuando me enviaron a prisión. Tuve que
entregar a la niña en adopción —explico.
—Y Jared la ha encontrado… realmente extraordinario. El gran amante del
sistema legal se dedica a romper las leyes solo para ayudarte.
—No ha roto ninguna ley.
—¿Ah, no? Se ve que no conoces el sistema legal. Para encontrar a tu hija habrá
tenido que burlar varias disposiciones. Y eso siempre es un riesgo.
Susannah no dijo nada. Hasta entonces no había sido realmente consciente del
peligro que Jared había corrido.
—En fin, tu sabrás lo que haces —dijo Noelle, levantándose del sofá—. Ya
encontrare la salida.
Antes de marcharse, Noelle abrió el bolso y saco un papel, que le dio.
—Supongo que no recuerdas el camino, así que te lo he apuntado todo. Es la
dirección de la casa de Jared en la montaña. Deberías ir a averiguarlo.
—¿A averiguar que?
—Si realmente solo se siente culpable o si hay algo más entre vosotros.
Acto seguido, Noelle se marcho.

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Susannah estuvo dudando el resto de la tarde y de la noche. Y a la mañana


siguiente todavía no había tornado una decisión. A pesar de lo que Noelle le había
contado, seguía convencida de que solo se sentía culpable por lo sucedido en el
pasado. Y no podía creer que hubiera algo real entre ellos.
Aquella tarde, cuando ya habían terminado de trabajar, Eva se acerco.
—¿Ocurre algo malo? Has estado muy callada…
—No estoy segura de que sea algo malo.
—Venga, cuéntamelo. Soy muy buena con los consejos. Recuerda que he vivido
mucho…
—Noelle Walker vino a verme ayer y sugirió que vaya a ver a Jared.
—Vaya, esto si que es nuevo. ¿Su ex mujer fue a verte? ¿Y que dijiste? Pensaba
que estaban juntos otra vez —comento.
—Yo también, pero parece que me equivoque. Se va a casar con un tal Martin. E
incluso me dio la dirección de la cabaña de Jared por si no la recordaba.
—¿Por que haría eso?
—No tengo la menor idea. ¿Crees que será una trampa? ¿Algo para hacerme
quedar como una idiota y parecer una heroína a ojos de su ex marido?
—Por lo que me has contado de ella, lo dudo mucho. No parecería una heroína
aunque lo intentara con todas sus fuerzas —observo.
Susannah sonrió.
—Deberías ir —continuo Eva—. No pierdes nada.
—¿Y que puedo ganar?
—Eso no lo sabrás si no vas.
—No hace falta que vaya. Sé que Jared solo me ha ayudado porque se sentía
culpable.
—¿Estas completamente segura?
—No podría ser de otro modo. Al principio no me conocía de nada.
—Ya, pero la gente cambia.
—¿Y como puedo asegurarme?
—Para empezar, yendo a visitarlo. Si quieres te presto mi coche.
Susannah se sintió tentada, pero rechazo la oferta.
—No, gracias.
—Si cambias de opinión, dímelo. ¿Seguro que no quieres acompañarme esta
noche? Hay un local nuevo que…

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Barbara McMahon – El primer día

—Que es muy interesante y que esta lleno de hombres atractivos. Lo sé, lo sé —


la interrumpió.
Las dos mujeres estallaron en carcajadas y se separaron. Al cabo de un rato,
cuando volvía a casa dando un paseo, se pregunto de nuevo por su relación con
Jared y se llevo una mano al bolsillo donde llevaba las indicaciones de Noelle.
Bien pensado, no perdía nada por ir a verlo. Además, ni siquiera tenía que
hablar con él. Podía aparcar en alguna parte y mirarlo.
Al llegar al piso, llamo a Eva.
—He cambiado de opinión.
—¿Vas a venir conmigo?
—No. Me refiero a lo de tu coche.

Susannah siguió las indicaciones con sumo cuidado. Apretó el volante con las
dos manos y tomo el carril de la derecha, dejando que el resto de los coches la
adelantaran. Todavía se sentía insegura cuando conducía y no quería correr
demasiado.
Tomo la desviación que llevaba a la cabaña de Jared y volvió a comprobar los
datos. Nada le resultaba familiar. Tal vez porque había nevado y no había referencias
claras además de unas cuantas casas dispersas y de los vehículos que pasaban de vez
en cuando. Sintió el deseo de aparcar en el arcén y caminar un poco, pero se limito a
bajar la ventanilla.
Por fin, llego al vado de la casa y dudo. El coche de Jared no estaba a la vista,
pero tal vez se encontrara oculto tras las tres camionetas y la furgoneta que habían
aparcado descuidadamente sobre la nieve sucia. Había muchos hombres trabajando
en los alrededores y sintió tanta curiosidad que salió y camino hacia la casa. Tal vez
se había producido un incendio o algo así.
Vio a un hombre que llevaba un sobre y un montón de papeles y dijo:
—Disculpe…
—¿En que puedo ayudarla?
—¿Ha ocurrido algo?
—No. Estamos tirando lo viejo para levantar lo nuevo.
—¿Ha habido un incendio?
—No.
—¿Entonces… ?
—El dueño quería hacer unos cambios y no podía esperar a la primavera.
—¿Cambios?
—Si, las ventanas.
—¿Las ventanas?

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Barbara McMahon – El primer día

—Quiere cambiarlas por balcones que lleguen del suelo al techo, y que haya
una puerta que dé al exterior en todas las habitaciones. A mí me parece una locura,
pero bueno… calentar este lugar con tanta puerta de cristal le va a costar una fortuna.
Los ojos se le llenaron de lágrimas. No solo pensaba en ella sino que además iba
a reformar la casa solo para que se sintiera cómoda.
Aquella era la prueba que necesitaba. No se sentía culpable: la quería de
verdad. Noelle había acertado al sugerirle que fuera a verlo.
Paso entre los hombres que estaban trabajando y entro en la casa. Hacía frío y
supuso que ni Jared ni Eric se quedarían allí a dormir. Si pasaban, seria para echar un
vistazo a las obras, pero nada más.
Entro hasta el fondo y echo un vistazo a los cambios de la cocina y de los tres
dormitorios. La habitación de Eric ya estaba terminada.
En ese momento apareció un trabajador.
—No debería estar aquí, señora. No es seguro. Estamos trabajando y podría
sufrir un accidente.
—Lo ha hecho por mi…
—¿Como dice?
—No, nada. Esperare fuera. Jared ha dicho que vendría esta tarde, ¿verdad?
—Si, en efecto. ¿Ha venido a verlo?
—Si.
Salió de la casa y se apoyo en la barandilla del porche. Ya estaba pensando que
tendría que pasarse todo el día en el interior del coche para no quedarse congelada
cuando oyó que un vehículo se aproximaba a la propiedad.
Era el de Jared. Aparco en el vado y se giro para quitarle el cinturón de
seguridad a su hijo. No la había visto.
De repente, Susannah sufrió un ataque de timidez. Iba a verlo cara a cara y
sabía que le debía una disculpa por su comportamiento. No había sido justa con él.
Padre e hijo caminaron hacía la casa. Eric fue el primero en verla.
—¡Mira, papa, es Susannah!
El chico salió corriendo hacía ella y se arrojo a sus brazos.
—Te he echado mucho de menos —dijo Susannah, sonriendo.
—Yo también. ¿Dónde has estado? ¿Has visto los cambios de la casa? ¿Te
gustan? Papa lo ha hecho para ti…
—Los he visto y me gustan mucho. Pero ya me gustaba antes.
—Si, pero tenías miedo de quedarte dentro. Ahora tendrás la sensación de estar
fuera todo el tiempo.
Jared subió los escalones del porche, sin prestar ninguna atención a los obreros,
y sonrió.

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Barbara McMahon – El primer día

—Creo que todavía debo aprender a confiar —dijo ella.


—Si, pero lo comprendo.
—¿Todo esto es por mi?
—Claro. Me alegro mucho de verte, Susannah. No hemos hablado desde hace
semanas….
—Pensaba que Noelle y tu estabais viviendo juntos.
—¿Mama? Se ha marchado a Londres —intervino el niño.
—Es cierto —dijo Jared—. ¿Pero por que no vas a ver lo que hacen los
trabajadores, Eric? Tengo que hablar con Susannah.
—Esta bien… ¿Vas a quedarte el fin de semana con nosotros? Iremos de
acampada porque la casa esta patas arriba.
—¿De acampada? ¿Con este tiempo?
—Claro. Somos duros y no nos importa el frio. ¿Te quedaras?
—Por supuesto que si.
El chico se marcho y Jared dijo:
—No te preocupes por el frio. Yo te mantendré caliente.
—¿Toda la noche?
—Toda la vida. Si me lo permites.
Ella contuvo la respiración.
—¿Sabes por que quería hablar contigo aquel día? —continuo él—. Había
planeado que cenáramos juntos en algún lugar romántico y que luego fuéramos a
bailar. Quería pedirte que te casaras conmigo.
—¿Que me case contigo?
—Claro. Y todavía lo deseo.
—Pero… ¿por que?
—¿Por que?
—Si. ¿Por que quieres casarte conmigo?
—¿Por que se casa la gente?
—Por muchos motivos, supongo…
Jared echo un vistazo a su alrededor y la miro a los ojos.
—Porque te amo.
Susannah pensó que su corazón se derretía por la emoción.
—Pues no pareces muy contento de verme…
—Tal vez, porque un hombre necesita sentirse seguro. Saber que su amor es
correspondido. Y todavía no has dicho nada.

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—Entonces, ¿no me lo pides porque te sientes culpable?


—¿Culpable? Por Dios, Susannah… siento mucho lo que paso hace ocho años,
pero yo era demasiado joven y no tenía experiencia. Culpa a Michael o al sistema, a
lo que quieras. Cambiaria el pasado si pudiera, pero es imposible. Te lo pido porque
te deseo y porque quiero cuidar de ti —declaro.
—¿Y porque me amas?
—Para siempre. Mientras viva.
Aquello era más que suficiente para ella. Lo abrazo con todas sus fuerzas y dijo:
—Yo también te amo, Jared Walker. Y estaré encantada de convertirme en tu
esposa.
Él la beso entonces. Solo se apartaron al oír que se acercaban unos trabajadores.
Susannah se ruborizo y apoyo la cabeza en su pecho para esconderse.
—Vaya, ahora tenemos espectadores…
—No, es que se alegran por nosotros —dijo, frotándole la espalda—. Pero estoy
deseando que terminen la obra y se marchen. Ah, por cierto, hay una cosa que no te
he dicho todavía…
—¿Cual?
—Que Eric entra en el trato.
—Faltaría más… es tu hijo. Y lo quiero tanto como a Molly.
—Noelle esta totalmente de acuerdo con compartir la custodia conmigo.
Además, va a pasar una larga temporada en Londres y tendrás que cuidar de él,
¿sabes? Me temo que Eric vivirá con nosotros durante unos cuantos años.
—Si, lo sé, hable ayer con ella. Vino a verme.
—¿Como dices?
—Se empeño en que viniera. Y me dio la dirección por si no la recordaba.
—No puedo creerlo. Nunca entenderé a esa mujer.
—Y yo que pensaba que estabais juntos…
—Pues te equivocaste.
—Lo sé. Pero os vi aquel día en el juzgado y oí sus declaraciones a la prensa.
—Eso lo dijo porque todavía quería volver conmigo. Pero la convencí de que no
era posible y de que me había enamorado de ti.
—Tal vez deberías reconsiderarlo. Es una mujer muy bella y de buena familia.
Puede ayudarte mucho desde un punto de vista profesional.
Jared la tomo de los hombros y la miro a los ojos.
—Tu también eres preciosa. Y no necesito la ayuda de nadie. Puedo
arreglármelas solo —dijo—. Quiero compartir mi vida contigo y ayudarte a superar

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Barbara McMahon – El primer día

tus temores. No tenía intención de volver a casarme, pero has conseguido que cambie
de idea. Además, se que a tu lado puedo conseguir cualquier cosa. ¿Tu no lo crees?
—Por supuesto que si. Te amo, Jared Walker. Siempre te amare.
—Entonces, marchémonos a casa.
Jared la tomo de la mano y entraron en la cabaña que muy pronto se convertiría
en su hogar.

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Epílogo
Ocho años después…

—Eric, date prisa que tenemos que marcharnos… —Jared llamo a su hijo
mayor. Los dos más pequeños ya estaban preparados, pero el adolescente los estaba
retrasando.
—Mama, tengo que ir al servicio —dijo Joshua, de tres años.
—Oh, Josh, pero si acabo de subirte la cremallera de la cazadora… —protesto
Susannah—. En fin, ahora tendrás que bajártela tu solo. Ya sabes que ahora no puedo
inclinarme tanto como de costumbre…
Susannah estaba embarazada de seis meses y esperaba su tercer hijo, así que
tenía que andar con cuidado. Incluso había dejado de trabajar en el vivero de árboles
de Navidad que tenía al otro lado de la carretera. Y la floristería estaría en suspenso
hasta la primavera, hasta que naciera el niño.
De vez en cuando, todavía pensaba en los horrores del pasado. Pero habían
condenado a Timothy, y cuando pensaba que estaba en la cárcel, se decía que al
menos se había hecho justicia. Además, vivir con Jared era lo único que le importaba
de verdad. Su vida había dado un vuelco y no se arrepentía de nada.
—Yo me encargare de él. ¿Por que no llevas fuera a Marisa, antes de que tenga
demasiado calor? Nos reuniremos contigo en cuanto Eric y Josh estén preparados.
—Como sigamos así, no vamos a marcharnos nunca…
—No seas tan impaciente. No vas a tirarte en trineo. Solo a supervisar…
—Lo sé. Me temo que no podre divertirme hasta el año que viene.
—Bueno, se me ocurren diversiones más interesantes que montar en trineo —
comento él con malicia.
En ese momento sonó el teléfono.
—Yo contestare. Tu lleva a Josh al cuarto de baño. Marisa, cariño, mama estará
contigo en un momento… ¿vale? Espérame en el porche.
—De acuerdo.
La niña, que tenía cinco años, salió de la casa y se puso a lanzar bolas de nieve a
su hermano mayor. Eric le tomaba el pelo todo el tiempo, pero esta vez estaba
preparada y ataco primero.
—¿Dígame?
—¿Susannah Walker?
—Si.
—Me llamo Molly Bradley. Mi madre me ha dicho que esperabas que te llamara
algún día…

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Barbara McMahon – El primer día

—¿Molly?
Susannah se sintió desfallecer.
—¿Eres tú de verdad? —continuo—. Si, claro que esperaba que me llamaras…
¿Cómo estás?
—Me han contado que eres mi madre biológica. Y también me han dicho lo que
te paso. Me gustaría verte, si quieres…
—Me encantaría. Cuando tu digas. ¿Por que no vienes a mi casa? Vamos a salir
a montar en trineo, pero podríamos esperarte. O ir a buscarte, si lo prefieres.
Susannah no podía creerlo. Era su hija mayor. La hija que había perdido en la
cárcel.
—Bueno, no sé que decir. Hace tiempo que no monto en trineo…
—Ven entonces. Y trae a tus padres.
—Todo esto es un poco raro, ¿no te parece? Ellos son mis padres. Pero tú
también… por cierto, leí tu carta.
Los ojos de Susannah se llenaron de incontenibles lágrimas.
—Me alegra mucho que quieras verme. Te he echado de menos toda mi vida.
—Le preguntare a mis padres si quieren ir conmigo. Te pondré con mi madre
para que le des la dirección.
Un segundo después, Rebeca Bradley se puso al aparato.
—Hola, Susannah. Sé que has esperado mucho este momento…
—Rebeca. Gracias…
—De nada. Molly se ha convertido en una gran jovencita. Te gustara tanto
como a nosotros. ¿Seguro que quieres que vayamos hoy a tu casa?
—Por supuesto que si. Y gracias por haberme enviado todas esas fotografías y
notas a lo largo de los años. Para mi han significado mucho.
—Te agradecemos que mantuvieras tu promesa y que no intentaras verla. Es la
alegría de nuestras vidas…
—Te comprendo perfectamente. Ahora tengo tres hijos y estoy esperando un
cuarto.
—Dame la dirección e iremos esta tarde.
Acababa de colgar cuando aparecieron Jared, Josh y Eric.
—¿Quien ha llamado? —pregunto Jared.
—Molly.
—¿Tu hija?
Ella asintió y sonrió entre lágrimas.
—No puedo creerlo.

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Jared la abrazo.
—Vaya, esto merece una celebración.
—Van a venir esta tarde. He dicho que iríamos a montar en trineo…
—¡Yupi! ¡Dos veces en el mismo día! —grito Josh.
—Genial, mama —intervino Eric—. Pero espero que Molly no empiece a
comportarse como una marimandona solo porque sea dos años mayor que yo.
Eric ya tenía trece años. Era tan alto como Susannah y le gustaba hacer de
hermano mayor. Veía a su madre con cierta frecuencia, cuando viajaba a Denver;
pero hasta el momento no había mostrado gran interés en ir a visitarla a Londres.
Susannah le estaba muy agradecida por el afecto que le había dado. Lo quería
mucho. Como al resto de sus hijos.
Todo se lo debía a Jared. Su amor no había dejado de crecer durante todo ese
tiempo, y su felicidad familiar estaba a punto de ser completa. Por fin iba a tener la
oportunidad de abrazar a su primera hija.

Fin

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