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EL CÓMIC COMO ARTE

Por: Adrián de la fuente lucena

¿Es arte el cómic? La respuesta debería ser un tajante sí e incluso debería parecer
ridícula la pregunta a estas alturas. Pero, por desgracia, la respuesta no es tan clara y
depende de a quien se la hagas.
Hay quien sostiene que, al tratarse de un medio de expresión moderno, de gran
riqueza narrativa y plástica, que suele usar un lenguaje directo y espontáneo en el que
se integran aportaciones de otros ámbitos como la literatura, la pintura y el cine, ha
calado muy bien entre los jóvenes, pero no en los lectores adultos. Quienes defienden
esta postura suelen pensar que solo hay un tipo de cómic, el de temática infantil y
adolescente.
Uno de los argumentos que explican esta posición es el siguiente: Entender el
cómic como paso previo a otro tipo de literatura considerada más “seria” con lo que
limitamos el tiempo de lectura de los cómics a una edad determinada. Hay dos factores
que pueden influir en esta postura: Una es el desconocimiento del medio y otra es la
visión que, en ocasiones, dan los sectores no especializados donde, por regla general,
sólo se hablaba del cómic en el aniversario, exposición o adaptación cinematográfica
de algunos de sus personajes más populares como Mortadelo y Filemón, Tintín, Asterix,
Spider-Man o Batman. Asimismo, cuándo estos medios hablan de eventos
relacionados con el cómic suelen colocar principalmente imágenes de jóvenes vestidos
como personajes de mangas o superhéroes. Bien es cierto que, a poco que se analicen
mínimamente los personajes citados no son tan infantiles como pudieran parecer y que
el disfrazarse en un salón del cómic es algo típico de esta clase de eventos por personas
de todas las edades. Pero sí se muestran siempre las mismas imágenes sin las
matizaciones pertinentes, la gente, en general, hace siempre las mismas asociaciones,
manteniendo los estereotipos.
El cómic no es el único arte que ha tenido este problema. Recordemos que el
cine, desde sus comienzos en 1895, no fue considerado un medio ni un arte, a lo más
una atracción menor. Eso ha cambiado y se cataloga en géneros para diferenciar las
películas en cuestiones como la calidad y el público. Lo mismo ha ocurrido con los
cómics, los cuales, poco a poco, han ido ocupando su espacio en la cultura de masas.
Los Orígenes
Empecemos por el principio. Es verdad que el Cómic surgió como una forma de
entretenimiento que combinaba la ilustración y la caricatura (habitualmente
menospreciadas por los elitistas del arte) con la palabra escrita con la intención de
narrar una situación, idea o historia. De ahí su ingrediente esencial: La secuencia. Es
probable que esa sea una de las razones por las que el teórico y autor de cómics Will
Einsner denominó al cómic arte secuencial.

CAMBIO DE MENTALIDAD: TEÓRICOS DEL NOVENO ARTE

La tendencia inicial a considerar el Cómic como material de lectura exclusivo


para niños ha ido cambiando debido, entre otras cosas, a las sucesivas aportaciones
artísticas al medio que le han permitido ir desarrollando un lenguaje propio, también
por el surgimiento del género Underground (1968-1979) -donde se fueron
introduciendo contenidos adultos- a lo que hay que añadir diversos estudios culturales
acerca de este arte, iniciados entre 1960 y 1970, que entendían el cómic como un
producto cultural reflejo de la forma de pensar o las posturas filosóficas de un autor.
Lo cual respondía al objeto de dichos estudios que venía ser no sólo el análisis e
investigación de la creación de significados (relaciones de poder, producción de signos
y discursos) sino también los productos culturales de una sociedad.
De ahí que al analizar la cultura de una sociedad, tomando como punto de
partida todo lo relacionado con la ideología, nacionalidad, etnia, género, clases sociales
y productos culturales, tomando en consideración múltiples disciplinas como la
economía, la política, las comunicaciones, la sociología, el cine, la antropología, la
filosofía y la semiótica, se acabaría considerando el cómic como arte.

CAMBIO DE MENTALIDAD: TEÓRICOS DEL NOVENO ARTE


La tendencia inicial a considerar el Cómic como material de lectura exclusivo para niños
ha ido cambiando debido, entre otras cosas, a las sucesivas aportaciones artísticas al
medio que le han permitido ir desarrollando un lenguaje propio, también por el
surgimiento del género Underground (1968-1979) -donde se fueron introduciendo
contenidos adultos- a lo que hay que añadir diversos estudios culturales acerca de este
arte, iniciados entre 1960 y 1970, que entendían el cómic como un producto cultural
reflejo de la forma de pensar o las posturas filosóficas de un autor. Lo cual respondía
al objeto de dichos estudios que venía ser no sólo el análisis e investigación de la
creación de significados (relaciones de poder, producción de signos y discursos) sino
también los productos culturales de una sociedad.
De ahí que, al analizar la cultura de una sociedad, tomando como punto de
partida todo lo relacionado con la ideología, nacionalidad, etnia, género, clases sociales
y productos culturales, tomando en consideración múltiples disciplinas como la
economía, la política, las comunicaciones, la sociología, el cine, la antropología, la
filosofía y la semiótica, se acabaría considerando el cómic como arte.
Es entonces en la década de los 60 cuándo este género empezaría a tender
puentes hacia el arte gracias, entre otros, a artistas como Roy Lichtenstein, quien hace
del arte pop el motivo principal de sus obras.
EL LECTOR ADULTO
A esta consideración del autor como artista y al cómic como objeto de estudio se le
une un tercer factor que es la aparición del lector adulto. O, si se prefiere, el público ha
crecido y busca que sus cómics sean más sofisticados y complejos. A este público es al
que va dirigido el mencionado género Underground donde artistas como Robert
Crumb -padre de este género- tratan precisamente de hacer eso.
De manera que se empieza a tomar el cómic como punto de partida para llevar
a cabo una crítica social o para mostrar una realidad. Así, por ejemplo, podemos citar
el relato del Holocausto en Maus de Art Spiegelman, el ejercicio de memoria histórica
del ciclo Paracuellos de Carlos Giménez o el cómic postcyberpunk Transmetropolitan
de Warren Ellis.
En la década de los 70, artistas gráficos y escritores como Moebius, Enki Bidal o
Jodorowsky acercan el cómic a la temática erótica y social, llevando así a cabo una
renovación del mismo en Europa para dotarlo de un carácter más adulto y de una
mayor calidad. Autores como Jean-Claude Forest con Barbarella, Guido Grepax, autor
de Valentina, Milo Manara, y Eleuteri Serpieri con Druuna, son un ejemplo de lo que
estamos diciendo, en el género erótico. Dentro del mismo, podemos destacar también
libros que lo estudian como La enciclopedia erótica del cómic, de Luis Gasca y Román
Gubern, autores también de otras obras de referencia como El discurso del cómic, el
Diccionario de onomatopeyas del cómic o El lenguaje del cómic.
Pero, además, surgen las Novelas Gráficas y las Series Limitadas que, por sus
características, se constituirá como otro intento de dignificar el cómic en tanto que se
concibieron como obras donde es el mismo autor el que guioniza y escribe o quienes
guionizan y dibujan son autores de renombre, sin periodicidad fija -lo que facilita
construir una trama más elaborada- y un mejor dibujo impreso en un papel de mayor
calidad. Cómics de los 80 como Watchmen y V de Vendetta de Alan Moore, El Regreso
del Caballero Oscuro de Frank Miller u Orquídea Negra de Neil Gaiman son algunos
ejemplos de ese tipo de cómic.

CONCLUSIÓN: EL CÓMIC ES ARTE


Estamos entonces ante un producto cultural, el cómic, que como medio de expresión
ha pulido sus elementos conceptuales y formales hasta el punto de tener las cualidades
o características suficientes para ser considerado arte. Basta con echar un vistazo a la
nóvela gráfica Jimmy Corrigan de Chris Ware –expuesta en museos como el Whitney
Museum of America Art (2002) o en el Museum of Contemporary Art, Chicago (2006)-
para darse cuenta de que no todos los cómics son sólo cosa de niños. Curiosamente,
ahora hay personas que están planteando el problema contrario. El que el cómic esté
abandonando, en su evolución, al público infantil que era su cantera de aficionados y
futuros profesionales. Entiéndase esto en Europa y EE.UU. porque en Japón no tienen
este problema dado que el Manga tiene géneros para todas las edades y cada uno de
ellos evoluciona de forma independiente.
A estas alturas es innegable que la estética del cómic ha influido en otros
ámbitos culturales como el diseño, la moda o el cine. Como ejemplo están los trabajos
del diseñador francés Jean-Charles de Castelbajac, apasionado de este género. En el
diseño gráfico, lo que llaman los esténcils, salieron del cómic, según algunos
estudiosos del medio. Ni que decir tiene la multitud de películas que, en la actualidad,
tienen al cómic como referencia, sobre todo del género superheróico. Los superhéroes
que, en tanto arquetipos, desempeñan una función similar a los dioses mitológicos.
Son mitos pop.
Por lo que podemos decir que la estética y contenidos del cómic, como ocurre
en general con la llamada Cultura Popular en que se ubica, está en todas partes,
llegando así a ser un símbolo reconocible de nuestra época.
Otra cosa son las posturas más conservadoras con respecto a la cultura,
empeñadas en hacer distinciones entre la, mal llamada, Alta Cultura y las restantes
manifestaciones culturales. En el caso del cómic, teniendo en cuenta todo lo que hemos
escrito, no podemos negarle que es un medio de expresión válido y, por lo general,
asequible a todo tipo de público por su diversidad de formatos y temáticas. Solo hace
falta pasarse por algún Salón, Convención o Festival del Cómic en España y comprobar
como esto es cierto. Vemos gente de todas las edades. No todas las manifestaciones
culturales pueden presumir de esto.

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