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1-En conclusión:

La alta natalidad africana y sobre todo subsahariana obliga a predecir un alto crecimiento
demográfico en los próximos años, que se traducirá en una pesada carga sobre los sistemas
ecológicos, y causará un aumento de la población joven en edad laboral que no encontrará
empleo suficiente en sus países, lo que debería convertir el control de la natalidad en una de
las prioridades de sus Estados y de los organismos internacionales que promueven el
desarrollo. Sin embargo, la reducción de la natalidad no figura entre los «Objetivos del
Milenio» de la ONU para África ni ocupa un lugar importante en las estrategias para reducir la
pobreza o promover el desarrollo por parte de la mayoría de los Estados africanos. De hecho,
la ONU ni siquiera menciona la alta natalidad en África como un problema, respetando la
especial sensibilidad africana hacia el tema. El Banco Mundial, sin embargo, más
independiente de las influencias políticas nacionales africanas, sí considera la reducción de la
natalidad como uno de los principales objetivos en África.

2-Viendolo desde el punto de vista de los recursos, el continente africano tiene de todo: es rico
en recursos naturales renovables y no renovables, pero su explotación sostenible pasa por el
cese de las confrontaciones armadas, que impiden la prosperidad, en crecimiento económico y
un clima social de convivencia pacífica y bienestar duradero. En lugar de esto, se favorece la
delincuencia y el crimen organizado.

Si cesan las hostilidades y se acomete la explotación de los recursos naturales por


organizaciones empresariales africanas y de otros continentes, entonces aumentará el PIB per
cápita y en consecuencia el nivel de vida.

La ayuda y el compromiso de organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la


Unión Europea y la OEA, por mencionar algunas, debe formar parte de las estrategias para
acabar con los conflictos armados, el terrorismo y otros delitos que se hacen presente en el
continente, más precisamente en el Sahel y los países centrales, occidentales y orientales.

De no cesar las confrontaciones armadas y la delincuencia generalizada al amparo de


organizaciones político-religiosas, las desigualdades seguirán creciendo y las crisis
humanitarias seguirán sin resolverse.

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