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EL TORO DE ORO

Cuenta una leyenda que en un río de Huallanca llamado Contaycocha, durante cada noche, sin
importar lo frías que sean estas, salía un toro cuya piel era liza y de un color dorado muy brillante,
sin duda era de oro.

Mineros de Huanzalá, mina muy cercana a este río, contaban que tuvieron oportunidad de ver a
esta increíble criatura saliendo del agua a medianoche y volvía a descender antes del amanecer.
También que el oro que podía encontrarse en la mina se debía a la piel muerta que se desprendía
de su cuerpo, sin embargo a los pocos que podías encontrar un poco de esto se consideraban
bendecidos.

Javier, un minero que se encontraba casado y con 2 hijos menores de 10 años, usualmente
fracasaba en encontrar algo, incluso si tan solo era cobre y además su contrato estaba a punto de
caducar. Regresaba a su casa muy contento, después de un largo día de trabajo.

-¡Lo encontré Tatiana!, ¡Al fin he encontrado algo!- le gritó Javier a su esposa apenas abrir la
puerta de su vivienda.

-Que sucede Javier, por qué tanto ruido, los niños ya están durmiendo- respondió su mujer
susurrando.

- ¡He logrado encontrar algo, y no es cobre, sino oro! – dijo señalando una pequeña piedra
brillante y amarilla que sostenía en su mano.

- Seguro esto ha sido parte del toro del río Contaycocha, no puedo creer que fui bendecido con un
regalo como este.

- Esto es un milagro, nuestra querida Virgen nos permitió ser merecedores de este tesoro-
mencionó Tatiana admirando la imagen de la Virgen del Carmen que se encontraba en su pared.

La mañana siguiente Javier y su esposa fueron a cambiar el oro por dinero y obtuvieron 11551.90
intis, decidieron que lo usarían para mudarse a la capital del Perú y buscar una vida mejor.
Entonces Javier fue a presentar su renuncia y retiro de la mina.

-La verdad me extraña que decidieras renunciar, ¿podrías decirme el por qué?- le preguntó don
Luis, el jefe y amigo muy cercano de Javier.

-Le confesaré que me he topado con un gran tesoro, después de terminar mi horario de trabajo fui
a pasear al río Contaycocha y en la orilla podía ver como una pequeña piedra brillaba y luego de
verla bien me di cuenta de que era oro, sin duda fui bendecido y me topé con parte del toro de
oro.

-Pues te deseo mucha suerte a ti y a tu familia, y no hay duda de que yo y el resto de trabajadores
te extrañemos- dijo el señor Luis estrechando la mano de Javier.

Luego de que el resto de vecinos y trabajadores de Huanzalá se hayan despedido de Javier, su


esposa e hijos. Don Luis, se puso a pensar sobre cómo es que podría conseguir oro por su cuenta, y
basándose en la leyenda se le ocurrió juntar un grupo de personas que estuviera dispuesto a
permanecer despierto casi toda la noche y así aprovechar la salida del toro de oro para capturarlo.
Logró conseguir veinticinco hombres de los cuales algunos eran amigos y familiares.

-¡Antes de que llegue la medianoche estaremos en el río, esperando al toro de oro con sogas y
redes!, ¡Estoy seguro de que si lo atrapamos podríamos ganar mucho dinero!- Don Luis se
encontraba explicando su plan, y se le consideraba un hombre muy agradable y convincente, eso y
sumando que muchas personas de aquel grupo se encontraban con mala economía, no dudaron ni
un segundo y aceptaron su idea.

Ya había llegado la noche, eran las 11:43p.m y los hombres liderados por el señor Luis se
encontraban preparando los materiales de caza. Pasaron los minutos, ya eran las 11:59p.m, el
clima era frío y el río sonaba fuertemente.

De pronto, se pudo apreciar algo brillante acercándose a la orilla del río, era aquel ser luminoso, el
toro de oro. -¡Miren, se está asomando!- Gritó uno de los hombres, el cual sostenía una soga.

El resto de gente estaba rodeándolo pero, el toro no se encontraba asustado ni reaccionaba a la


emboscada, evidentemente era una criatura pacífica.

De un momento a otro, una soga se amarró al cacho izquierdo del vacuno macho, todos tiraban y
tiraban de esta para llevarlo fuera del río y tener más ventaja a pesar, del frío o la corriente de las
aguas.

-¡Vamos, con fuerza!, ¡Tiren, tiren!- Ordenaba don Luis a su equipo, desde la orilla del río. A pesar
del poco interés que parecía mostrar el toro ante lo sucedido, a quienes jalaban de la cuerda se les
hacía casi imposible moverlo de su ubicación.

Estuvieron ahí por horas y horas, persistiendo. A las 5:57a.m, el sol estaba saliendo, y un destello
incluso más brillante que la propia piel del toro desprendía de la parte algo fracturada del cuerno
del toro. En un abrir y cerrar de ojos, todos quienes se encontraban dentro del río fueron
empujados de este y el increíble vacuno macho había vuelto a descender al agua. Solo quedaba de
él aquel cacho que aún se encontraba amarrado con la soga.

Todo era raro, una gran pena se apoderaba de todos, especialmente de don Luis y la ambición de
obtener dinero a base del daño hacia esta criatura había desaparecido. Así que, todos estuvieron
discutiendo que hacer con lo que habían conseguido. Todos dieron una propuesta, hasta que don
Luis se situó al frente de todos y sugirió: -Hagamos que funden el oro y fabriquen una corona la
cual, luego se la pondremos a nuestra virgen, para compensar la crueldad que acabamos de
realizar-

Los habitantes de Huallanca eran muy devotos de la virgen del Carmen, por esto aceptaron
inmediatamente aquella idea.

Se armó una gran fiesta durante una semana en la cual el señor Luis era el anfitrión, se le coronó a
la Virgen del Carmen con aquella coronilla de oro, hecha del cuerno del vacuno que aparecía en el
río cada noche, a quien desde eso momento se le consideró el la representación de la virgen en un
animal andino.
-MANUEL SCORZA

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