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CAP 14 La Crisis de La Presidencia de EEUU y La Politica Hacia LA
CAP 14 La Crisis de La Presidencia de EEUU y La Politica Hacia LA
El arlo 1987 fue el periodo más diffcil para Ronald Reagan en la Casa Blanca. Aunque
se cerró con una importante victoria en política exrerior (la cumbre de'§l'ashington y
la firma del Tratado sobre Misiles de Alcance Medio), ella
no alcanzó a borra¡ el sabor
amargo de un tiempo vivido en la sombra del escándalo Irán-contras y, luego, de la
caída de la bolsa de valores. Ambos hechos son emblemáticos de la crisis de la admi-
nistración Reagan: la presidencia fuerte destinada a lograr la recuperación económic¿
y reafirmar el liderazgo estadounidense parecía ahora marchar sin rumbo en medio de
sucesivas revelaciones y de una creciente debilidad económica. Además, es paradójico
que el mejor logro del año sea un acuerdo con la unss que el propio R."g* habría
condenado en 1981.
Que la Casa Blanca haya buscado ese acuerdo con ahínco, a despecho de las pro-
testas de los conservadores, muestra hasta qué punto los hechos ocurridos a partir de
noviembre de 1986 han debilitado a la administración republicana. Hasta enronces,
Reagan parecía cabalgar aun sobre su abrumadora reelección; sus márgenes de popu-
laridad éran imponentes y el sector más conservador de su equipo se empeñaba en
cumplir cabalmente su programa ("dejar que Reagan sea Reagan'). El desahucio del
acuerdo sArr II, la reinterpretación del Ti:atado ABM para acomodar la Iniciativa de
Defensa Estratégica, la proclamación en septiembre de 1986 de la Doctrina Reagan
ante la Asamblea General de la oNu y la aprobación, rras fuertes presiones, de la ayu-
da militar a los "contras" son algunas de las consecuencias d. periodo, en que la
Administración parecía tener el máximo de
"qu.l
sus fuerzas y en que se comenzó a hablar
con seriedad de la "era de Reagari' para significar la posibilidad de que el presidente .
más conservador de la posguerra dejara su marca indeleble en la política de su tiempo
y se asegurara un sucesor que continuara su tarea.
No es extraño que haya sido, precisamente, en el bienio que va desde la correla-
ción hasta noviembre de 1986 cuando asumió mayor importancia el aparato secreto
1
Public¿do en Heraldo Muñoz (comp.), Las Políticas Internacion¿bs de Amériea Latina y el Caibe: Un
F Balznee de Bperanzas, Anuaio 1987 de Politicas Exteriores Ladnoamericanas, GEL, Buenos Aires, 1998.
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402 ESTRAIEGIAS Y PROCESOS DE POLÍTICA
EXTERIOR EN ESTADOS LINIDOS, 1981.1991
r. l,¡. "rsncBRA
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PRESIDENCIA Rn¡.cnÑ'
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Ia "tercera
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A\ mediados de 1987 se hizo común en la Ia prensa estadounidense hablar de la I
rresidencia Reagan'. Por oposición a la segunda, que cubre la
primera mitad delse-
mited del se-
presidencia |
y,rndomandatJdelpresidente,
g,rrrdo losañosfinales
m"rdatJdel presidente, los 1987yy 1988
años finales 1987 -la "tercera presidencia", I
1988-la"tercerap.residencia",
búsqueda I
íbi..," con el escánJalo Irán-Contras- se caracterizanpor una desesperada búsqueda
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le salidas que restituyan algo del poder y la estabilidad perdidos. La'tercera
presi-
La "tercera presi-
tor¡ar II
de
dene su Áir"d" puesra en la
mirada Puesta historia, pero ya no pretende foriar
iencia" también tiene
dencia', Pero
presidencial
proyecto nacional sino, más modestamente, salvar la imagen presidencial
[n nuevo proyecro
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un
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il.roorrdo algunos objetivos importantes que suPeren la impresión de fracaso al
al.roorrdo I
contexto, el
del mandato. En este contexto, elafánpor arma-
afánpor avanzar tardíamente en el control de arma-
mentos adquiere coherencia.
|
desde el inicio
En el diseño de una estrategia Pafa §uPerar el esc.indalo chocaron
favorecida por_los conservado-
dos posturas dentro de laAdministración. Una opción,
la política
,.. y l, nueva derecha, proponía afrentar al congreso y seguir desarrollando
y sus aliados del
fijada, sin concesiones. Es posible que Pocos en la Administración
árrgr.ro llegaran al extremo de apoyar, como proPonía Patrick n""l*TlO'.r":::: {
abiertas como da¡ dinero a los
de ómunici"iorr., de la Casa Blanca, provocaciones I
en términos gene- i
"contras", a riesgo de una acusación constitucional' Sin embargo'
el procupdor I
rales, personefos como el secretario de Defensa, caspar'§?'einberger;
para Asuntos
g.rr.r"l, Edwin Meese ru; el secretario de Estado asistente ?:ll::tl- ¡
que la mejor forma de mantener ,1:
fanos, Elliot Abrams, y orros coincidían en considerar
adhesión a los
l" r*rg.r, presidencii era demostrar, aun en momentos de crisis, su
f-grá". originales del gobierno conservador' , r i
Aunque parte importante de estas críticas es exagerada, no cabe duda que la ter-
cera presidencia de Reagan presenta importantes cambios de personeros y de perfil.
AI conocerse en febrero el Informe de la Comisión Tower, desipada por el propio
presidente para investigar el Irán.Contras, el vuelco en favor de los moderados se hizo
más clara. Llegaron nuevos procuradores, el principal de ellos Howa¡d Baker, nuwo
jefe de Gabinete de la Casa Blanca, y adquirieron nuwa fuerza otros, como el propio
secretario de Estado, George Shulz, al que los operativos de la Casa Blanca habían
marginado; el nuevo consejero de Seguridad Nacional, Frank Ca¡lucci (ascendido
en diciembre a secretario de Defensa), y el secretario del Tesoro, James Baker. Entre
tanto, los conseryadores iban siendo desplazados: a la renuncia de Buchanan y el falle-
cimiento del director de la cn,'§Tilliam Casey, seguirialapartida de Ronald Reagan
y, en el curso del año, de los tres principales represententes de la línea dura en materia
de armamentos: el secretario de Defensa, Caspar'§7'einberger; el secretario asistente
para Asuntos Estratégicos, Richard Perle; y el director de la Agencia de Control de
Armamentos, Kenneth Adelman. Aunque las renuncias eran de carácter personal, era
claro que la Administración se movía en dirección de algunas políticas (reducción del
gasto en defensa, acuerdos con el Congreso sobre control presupuestario y política
exterior, negociación de armamentos) de las cuales estos personeros no querían o no
podían hacerse responsables.
Sería un error, sin embargo, otorgar a los cambios ocurridos a nivel del Ejecutivo
estadounidense un carácter perdurable. Corresponde a la nueva administración que
será elegida en 1988 determinar hasta qué punto la corriente ideológica que se impu-
so durante gran parte de Ia década se prolonga hasta la próxima o si se retornará, en
cambio, a las políticas liberales o realistas de otras etapas de la posguerra. La "tercera
presidencia Reagan' debe verse como esencialmente transitoria, ya que su propósito
no es perdurar, sino solo salvar al actual gobierno de sus más agudos problemas.
Carece, pues, de un proyecto definido; se caracteriza más bien Por una agenda de
emergencia que prioriza solo algunos puntos y mantiene en el resto una continuidad.
En ese marco corresponde ver ahora el papel asignado a la política latinoamericana.
En la reducida agenda de los responsables de la Casa Blanca en el periodo posterior
al altercado Irán-Contras, Centroamérica ocupa un lugar prioritario. No podía ser de
otro modo si se considera que parte importante de las revelaciones se refería a lo que
ha sido el aspecto más controvertido de la Casa Blanca en ella, esto es, elapoyo a la
contrarrevolución nicaragüense. Es por Centroamérica que, en parte, se crean los me-
canismos paralelos de política exterior y existe la obsesión por financiar a la 'tontrd'
a espaldas del Congreso, lo que da origen a las mayores irregularidades en el caso. En-
tonces, es natural que los encargados de sacar a la Administración de la crisis previeran
que, en este aspecto, las controversias con la oposición podían ser más perjudiciales.
No obstante, la primera tendencia -vnayez descubierto el escándalo- fue seguir
adelante con la política como si nada hubiera sucedido. Apenas algunas semanas
M ESTRATEGIAS Y PROCESOS DE POLÍTICA EXTERIOR EN ESTADOS I.INIDOS, I9SI.I991
Por otra parte, las solicitudes de legalización fueron mucho más lentas de lo espe-
rado. De acuerdo con las estimaciones del propio Servicio de Inmigración y Natura-
lización (srN), al momento en que se hicieron exigibles los documentos aprobatoric
de residencia (el I de septiembre), cientos
de miles de indocumentados con derecho
a legalizarse no se habían hecho aún presentes. Las razones fueron variadas; sin em-
bargo, la principal es la dificultad de probar la residencia continua y la negativa dc
los empleadores anteriores (a los que la ley no castigaría) a ororgar comprobaciones,
por temor a ser puestos en la mira futura de los investigadores. Existe, además, un
problema de costo de la solicitud que no es desdeñable para los trabajadores pobres,
sobre todo, cuando el resultado de la gestión es incierto.
Por otra parte, la aplicación de las medidas restrictivas chocó con la situación
centroamericana. De la gran migración de esa región ocurrida en años recientes, solo
a los nicaragüenses se les consideran para un asilo político y gran parte del resro rx)
tiene el dempo suficiente en Estados Unidos para acogerse a la amnistía. La perspa-
tiva de expulsión de un gran número de indocumentados a sus países de origen alar-
mó a sus gobiernos. Especialmente fuerte fue la reacción del gobierno salvadoreño,
para el cual las remesas de inmigrantes a Estados Unidos consriruyen una fuente dc
ingresos casi equivalente a la ayuda estadounidense y superior a las exportaciones dc
cafe. Napoleón Duarte solicitó formalmente que la ley no se aplicara a los exili"dc
salvadoreños. El sIN no podía hacer esa excepción ni la Casa Blanca podía ordenár-
selo, pero el problema ocasionó probablemente una renuencia mayor a utilizar la le7
masivamente.
En suma, la aplicación de la ley migratoria ha estado muy por debajo de lo espc-
rado y el anhelado "control de fronteras" prometido por la administración Reagan s
ha convertido más en un problema con los países vecinos que en una efectiva polítice
interna. Todo ello, ha hecho que la excesiva ideologización con que el asunto se tranó
inicialmente dé lugar a una postura más pragmática, que enfatizala búsqueda de r
luciones operativas, dejando de lado la excesiva publicidad y el tratamiento del temr
como asunto de seguridad.
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