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R.·.L.·.S.·.

MORIÁ, 143
Regularmente consagrada en los VV.·. de Murcia el 9 de Julio del año 2005 (e.·.v.·.)
Bajo los auspicios de la GRAN LOGIA DE ESPAÑA
GRANDE ORIENTE ESPAÑOL

Plancha
Primer Grado

El Oficio de Venerable Maestro

V .·. H .·. Manuel Victoria Pardo


Venerable Maestro
A L.·.G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·.

“El oficio de Venerable Maestro”


Plancha en Primer Grado del V.·. H.·. Manuel Victoria Pardo
R.·.L.·.S.·. “Moriá”, 143
En los VV.·. de Murcia, a 12 de enero de 6018 a.·.v.·.l.·.

QQ.·.HH.·. todos, cada uno en su Grado y condición:

Con esta plancha abro una tanda de Planchas sobre los Oficios de la Logia que en las
sucesivas Tenidas tendremos oportunidad de escuchar por parte de los distintos
oficiales de nuestra Logia.

Sobre el Oficio del Venerable de una Logia, que es el título de la Plancha, que presento
hoy, se podría hablar mucho y casi, diría yo, hacer una tesis, pero he intentado
resumir aquellos aspectos más importantes para llegar a entender la función de este
oficio, y soy consciente de que habriá mucho más que decir.

Según rezan los Reglamentos Generales en su artículo 8: “El Venerable Maestro


preside la Logia y la representa ante la Gran Logia de España y ante el Muy
Respetable Gran Maestro. Ante estas instancias es, asimismo, responsable del
cumplimiento de las normas masónicas por los miembros de la Logia y también del
mantenimiento de la pureza del Rito en que trabajen. Mantendrá su responsabilidad
hasta que otro Venerable Maestro haya sido instalado en su lugar.”

Hay un solo Maestro de la Logia, por lo tanto es la mayor autoridad que un taller
confiere a uno de sus miembros, y el oficio que más debe servir al conjunto de los
Hermanos.

El término “Venerable”, proviene del latín, que significa digno de respeto y veneración.
Usado desde tiempos antiguos en el vocabulario religioso, durante diversos períodos
históricos ha designado a dignatarios eclesiásticos o personas imbuidas del espíritu
de santidad. De forma genérica, y concretamente en la francmasonería, se le llama
venerable maestro, o simplemente venerable, a aquel maestro masón que dirige una
logia simbólica (dentro de los tres grados simbólicos o azules: aprendiz, compañero y
maestro) o también a aquellos Hermanos que han desempeñado las funciones de
Maestro de su Logia. Desde los primeros Reglamentos se ha recomendado a las
Logias elegir para la dirección del Taller a Hermanos, que por experiencia, sabiduría,
y buen hacer inspiren gran estima y reconocimiento. Es decir, que se les reconozca
un cierto grado de “realización” espiritual, o al menos que inspiren una cierta autoridad
moral. Una vez en el desempeño de esta función, asumidos los numerosos deberes
de su alto cargo, y si no ha abusado de los poderes conferidos, el Maestro de Logia
asume con honor el título de “Venerable”; una dignidad que deberá desempeñar con
rectitud el resto de su vida masónica.

Quisiera hacer mención que estos numerosos deberes y obligaciones de un Venerable


Maestro a los que aludí anteriormente están perfectamente recogidos en Los
Reglamentos Generales y en los Antiguos Deberes, Usos y Costumbres que jura
hacer cumplir el día de su Instalación.

Desde un punto de vista simbólico el “Venerable” representa la Estrella de la


mañana, que aparece en numerosas tradiciones y mitologías antiguas, e intercede
entre el Sol y los hombres, asociándose a los procesos simbólicos de muerte y
resurrección. Los propios rituales masónicos sitúan al V.·.M.·. bajo la influencia del
Delta en Oriente, y entre el Sol y la Luna, constituyendo las “luces de la Logia”. Esta
función simbólica tiene tanto la finalidad de dirigir la marcha de los trabajos de las
tinieblas a la luz, del caos al orden, así como la capacidad de conferir la iniciación
en sus distintos grados.

La situación del V.·.M.·. en Logia corresponde a un lugar fijo en la disposición del


templo, y tiene importantes correspondencias simbólicas. Desde su mesa, en estrecha
relación con el Libro de la Ley Sagrada abierto y las Grandes Luces, dirige el momento
de adhesión de la Logia al orden universal.

Recordemos lo que nuestro ritual, en los Trabajos de Apertura, dice al respecto


cuando el Venerable Maestro pregunta al Primer Vigilante:

- ¿Cuál es el lugar del Venerable?


- En Oriente, responde el primer Vigilante
- ¿Por qué Q.·.H.·.?
- A lo que responde de nuevo el Primer Vigilante: Así cono el sol se levanta por
el este al abrir el día, el Venerable Maestro se coloca allí para abrir la Logia,
dirigirla en sus Trabajos e iluminarla con su sabiduría.

Su lugar es siempre en el Este, también llamado el Oriente, donde se sienta en la


denominada “Silla” o “Trono de Salomón”. Desde tal lugar la luz se extiende
universalmente hacia el resto de los puntos cardinales de la Logia, y es conferida en
función del grado en que se trabaje.

La “cátedra” del V.·.M.·. permite a su ocupante una visión total del espacio masónico,
y ser el centro de toda actividad de la Logia. Por esta razón todo V.·.M.·. instalado
debe ser consciente que todo gesto y ademán suyo se halla expuesto a la observación
de los Hermanos y tiene una notable influencia en su ánimo.

Durante el mes de septiembre, las Logias se preparan para instalar e investir


solemnemente a quienes van a dirigir los trabajos durante un año: al V.·.M.·., y a su
Cuadro de Oficiales. Esta tenida, de importante carácter ceremonial, hace objeto al
Venerable electo de una instalación únicamente reservada a los antiguos Maestros
Instalados, y que se realiza en todos los Ritos practicados en Gran Logia de España.
Durante la misma, el V.·.M.·. realiza su Obligación solemne, libre y voluntariamente,
con plena confianza, y totalmente desprovisto de pretensiones ilegítimas. A partir de
entonces, su mayor aspiración debe ser adquirir una perfecta maestría de sí mismo,
o al menos, la aspiración a ser un modelo de sabiduría, espiritualidad, y fraternidad,
posibilitando así la consecución de su proceso iniciático; de ello podrá derivarse sin
duda, el pleno ejercicio de los poderes de “trazar” los planos de trabajo de la Logia,
“transformar” más eficazmente su Piedra, y ayudar al proceso de pulido de sus
Hermanos.

El Venerable Maestro, elegido por un año por el conjunto de sus Hermanos, se halla
asistido por un Primer Vigilante, que vela sobre la columna del Mediodía, y de un
Segundo Vigilante que se encarga de la columna del Norte. Juntos constituyen el
gobierno efectivo de la Logia, y las luces del taller, por lo tanto la delegación de
autoridad del primer mallete hacia el segundo y el tercer mallete, constituye un
perfecto equilibrio ternario. De la coordinación de estas “luces” resultará una
provechosa armonía en el ejercicio efectivo de la autoridad en Logia.

Para un V.·.M.·., el ejercicio de la autoridad a través de los “poderes” que se le


confieren, es todo un reto. Debe usarlos con justicia, rectitud y moderación. De esa
manera el gobierno de la Logia se corresponderá a las necesidades simbólicas e
iniciáticas del oficio de V.·.M.·., y no aparecerá como una farsa con fatuas
pretensiones. Porque, es en realidad la Logia, durante su consagración, la que recibe
del Gran Maestro el poder y la transmisión de las capacidades necesarias para realizar
sus trabajos y recibir masones. El Venerable Maestro asume esta función, no desde
su identidad personal, sino en el ejercicio de su oficio. Siendo el signo externo de este
“depósito” la Carta Patente, la cual el V.·.M.·. debe custodiar, honrar, y traspasar sin
mácula a su sucesor.

Cuando un V.·.M.·. es instalado ocupa el lugar que le es reservado, pero también entra
en posesión de los atributos que le confieren la dirección del taller, añadiéndose al
resto de herramientas que ha ido recibiendo en cada grado. Como Maestro Instalado
de la Logia asume entonces unas herramientas propias así como útiles e insignias
que varían levemente según los Ritos. Entre estos destacaré: el mallete y la espada
flamígera.

Mallete: El Maestro Instalador dice al Venerable de la Logia: “Os hago entrega


también de este mazo, emblema del poder temporal que os ayudará a mantener el
orden en la Logia”. Y el Venerable, instalando a sus Vigilantes les confía también
sendos malletes declarando: “os entrego este mazo, emblema del poder, facultándoos
así para ayudarme a hacer reinar el orden en la Logia, en particular al Mediodía y al
Norte”.

El Venerable, el Primer y el Segundo Vigilantes portan malletes durante las tenidas


como símbolo de su autoridad y poder temporal. Durante los trabajos mantienen la
disciplina en los trabajos, el silencio en las columnas, regulan la palabra y ejercen un
notable simbolismo acústico en sus golpes rítmicos para las aperturas y cierres en
cada grado. Como objeto de poder debe usarse con ponderación, justicia, equidad,
sin abuso, ni violencia que pueda perturbar la armonía del ritual.

El V.·.M.·., como primer mallete de la Logia, delega autoridad en el segundo mallete


correspondiente al Primer Vig.·. y en el tercer mallete del Segundo Vig.·., pero
conserva la potestad de ejercer un magisterio tanto del cuerpo físico de la Logia como
del espiritual, el cual, existe gracias a la unión de los Hermanos que la componen. El
V.·.M.·. en cierta forma, grava con el mallete el trazado “ideológico” para la Logia, o
esculpe una forma más perfecta para el mismo. En la mitología son abundantes las
referencias al mazo como instrumento de ciertas divinidades celestes, y su uso para
hacer luz sobre las potencias de las tinieblas al establecer el orden cósmico.
Alegóricamente puede asociarse a Zeus Pater, (padre de los dioses y los hombres)
que fulmina a gigantes y titanes.

Otro de los útiles del V.·.M.·. es la Espada flamígera que representa el dominio de lo
espiritual, el ámbito del Logos universal que debe manifestarse en Logia, y que puede
ser irradiado por el V.·.M.·. La espada no es por tanto un arma, sino un símbolo de la
luz y del fuego creador que tiene el poder de disipar las tinieblas y preservar el orden.
Su energía regeneradora puede adoptar, en el caso de la espada flamígera, un
significado asociado al rayo, al fuego purificador, y a la custodia del lugar sagrado. En
nuestro Rito en que se halla presente, durante las ceremonias -especialmente en las
aperturas y cierres y la consagración de candidatos- transmite la “fuerza” o influencia
espiritual que confiere el V.·.M.·.

La Veneratura es entre todos los oficios, una función muy específica, absorbente y
difícil. A priori el V.·.M.·. es responsable de todo lo que ocurre en Logia, de la calidad
de los trabajos, y de la paz, la concordia, y la armonía entre los Hermanos. Se espera
por tanto que un Venerable Maestro sea un buen director de los trabajos, un buen
dinamizador, organizador, gestor, conciliador y representante cualificado de la
colectividad de su Taller.

Sus poderes temporales, sin ser absolutos, son amplios y están encaminados a la
realización efectiva de una “obra”. Por tanto, la influencia de su autoridad –positiva o
negativa- en los otros oficiales, en el Comité de Logia, Cámara del Medio, o Consejo
de Familia, es determinante.

En el marco de la Logia, y además de los deberes mencionados en los Reglamentos


Generales de la G.·.L.·.E.·. (art.8), el V.·.M.·. debe convocar regularmente la Logia, a
los órganos de gobierno, gestionar todas las solicitudes y proposiciones, supervisar y
asegurar el buen funcionamiento de la tesorería, las acciones administrativas, la
correspondencia, firmar los libros, la Plancha trazada de las tenidas realizadas, las
afiliaciones, controlar la actividad del resto de oficiales, representar al taller,
asegurarse del correcto estado de los útiles y la decoración del taller, etc. Además,
debe procurar fórmulas para que todos los Hermanos de la Logia tengan contacto
fraternal, y establecer un número adecuado de reuniones con su Comité de Logia.
La competencia de un V.·.M.·. se verá respaldada por su dominio de la Ciencia
masónica, de los usos, costumbres y reglamentos, pero también del espíritu y del
conocimiento del Rito que la Logia practica en su estricta observancia. Una dirección
efectiva de la Logia se apoya y sustenta en estos límites tradicionales, de cuya
aplicación no puede sino cosecharse paz y alegría. Pero se complementa con el
conocimiento de la historia de su taller, de los condicionantes de su fundación, y de
las peculiaridades individuales de todos sus miembros. Un V.·.M.·. deberá saber
adaptar su conocimiento a un saber hacer práctico que se adapte a una gran variedad
de situaciones. Algunas de ellas no solamente masónicas.

El Venerable Maestro y todos los oficiales de una Logia sirven en sus respectivos
oficios como un privilegio, una alta responsabilidad, y un deber al que se deben. Todos
los masones deben trabajar y prepararse para asumir la responsabilidad de cumplir
adecuadamente un oficio, demostrar buen hacer y habilidad, y un sincero deseo de
realizar todo lo necesario para conseguir lo que se espera de su desempeño. Un oficio
masónico es, sin duda, una función que debe realizarse para que el trabajo colectivo
sea armónico. Un oficial que no cumple sus funciones perjudica en mayor o menor
medida a toda la Logia. Pues ésta existe, entre otros factores, por la labor de los
oficiales, sin los que no podría estar constituida regularmente.

Teniendo en cuenta lo expresado en el apartado anterior, en los casos en los que el


V.·.M.·. escoge y designa a unos oficiales determinados, debería seguir un criterio de
selección claro. Los Antiguos Límites decían al respecto: "Toda preferencia entre los
masones debe fundarse exclusivamente en el verdadero valor y merito personal, se
debe cuidar con especial atención que los señores clientes sean servidos a su entera
satisfacción, debe procurarse que los Hermanos no tengan por qué avergonzarse de
sus obras y que la Real Asociación no pierda la consideración de que goza. Por esta
razón los Vigilantes y Oficiales deben ser elegidos teniendo en cuenta, más que su
edad, por sus méritos personales".

Según los antiguos usos son tres los que dirigen una Logia: el V.·.M.·., el primer
Vigilante y el segundo Vigilante. Son las luces que van a servir de referencia y ejemplo
al resto de oficiales, y a todos los Hermanos del Taller.

Por ello su coordinación es vital. Si los tres malletes se hallan unidos y comparten la
dirección de la Logia, el resto de órganos de gobierno y la propia Logia percibirán que
existe una dirección efectiva de la que participar.

Para poder desempeñar un programa de trabajo el V.·.M.·. debe poder tener cierta
confianza en la rectitud y capacidad de los Hermanos. Por ello, escoger meramente a
amigos cercanos, a aquellos que puedan aprobar sin más todo lo que a un V.·.M.·. se
le ocurra, o actuar únicamente como figurantes de un ritual, no parece un criterio
adecuado si tenemos en cuenta el bienestar real de la Logia y de la Orden en general.
Al hilo de lo que acabo de decir quiero mencionar las palabras que el R.·.H.·. Jesús
Soriano indicó en el trabajo que hizo para la G.·.L.·.E.·. sobre las “Funciones de un
V.·.M.·., y cito textualmente: “Los Vigilantes no son autómatas encargados de servir
de eco a las palabras del V.·.M.·. repitiéndolas monótonamente sino que tienen una
misión más difícil y delicada que desempeñar. Son los jefes y maestros de los obreros
de sus respectivas columnas, a ellos les incumbe su formación inmediata,
enseñándoles y guiándoles no solo en la simbología y ritual masónico sino en todos
aquellos aspectos administrativos que hacen que en el Taller pueda reinar la paz y
armonía necesarias durante los trabajos. Recordemos, por ejemplo, la gran
importancia que tiene la presentación de un candidato, de una plancha o de una
proposición y que, por tanto, para no alterar esa paz y esa armonía a la que antes se
hacía referencia, es necesario hacerlo según establecen la Constitución y
Reglamentos Generales de la Orden. [..] Así pues, y de acuerdo con lo anterior,
cuando el V.·.M.·. elige a sus Vigilantes debe de tener en cuenta que han de ser HH.·.
que no solo deben tener una gran formación sobre los Rituales y Símbolos de la
Orden, sino que también han de poseer un gran conocimiento de todas las tareas
administrativas que les aguardan”. Fin de la cita.

El V.·.M.·., en todos los casos, debe ponderar el ejercicio de su autoridad, con la que
ha delegado en sus oficiales. Una adecuada delegación de responsabilidades y de
formación de equipos de trabajo le ayudará en el gobierno efectivo, en lograr una
mejor motivación de cada oficial, además de una mayor participación de todos los
Hermanos. El ejercicio efectivo de las tareas, con un seguimiento adecuado pero no
opresivo, sin ceder en los principios pero estimulando la iniciativa, hará que una Logia
sea lo que realmente puede ser.

Finalizando, quiero recalcar que el V.·.M.·. no gobierna la Logia ni dirige a sus oficiales
desde su individualidad, es decir únicamente desde las luces y sombras de su
personalidad. Si un V.·.M.·. sitúa su “yo” frente al de otros, o incluso al conjunto de la
Logia, su Veneratura derivará hacia el utilitarismo, y será una imagen difusa de lo que
supone el ejercicio de la función iniciática del oficio. Nunca debe obrar de tal manera
que “use” a sus Hermanos como medios. Sino que su acción debe hacerlos fines de
sus propios actos, orientarse hacia el establecimiento de una identidad de fines y
principios dentro de la rica heterogeneidad de las naturalezas humanas que
componen una Logia.

S.·.F.·.U.·.

He dicho QQ.·.HH.·.

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