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CULTURA SOCIALISTA, CIUDADANÍA Y FEMINISMO EN LA ESPAÑA DE LOS AÑOS

VEINTE Y TREINTA
Author(s): Ana Aguado
Source: Historia Social , 2010, No. 67 (2010), pp. 131-153
Published by: Fundacion Instituto de Historia Social

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/23228639

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CULTURA SOCIALISTA, CIUDADANÍA
Y FEMINISMO EN LA ESPAÑA DE
LOS AÑOS VEINTE Y TREINTA*

Ana Aguado

Para M" Fernanda Mancebo,


Maestra, amiga, referente fundamental
de la/mi historia.
Desde los sueños compartidos,
siempre adolescentes,
desde la utopía republicana.

1. Introducción

"Al colaborar con el Gobierno de la Buena Voluntad española, colaboraremos en fun


ción de madres para sacar a la luz la España nueva que ha de ser nuestro hijo". Con estas
palabras, María Lejárraga o María Martínez Sierra -como se denominaba a sí misma con
el apellido de su marido Gregorio Martínez Sierra- finalizaba la conferencia titulada Li
bertad, que se publicó en 1931 formando parte del libro La Mujer española ante la Repú
blica.} Esta frase sintetiza y alude a un amplio conjunto de elementos discursivos, presen
tes en la cultura política socialista, y resignificados desde un ideario feminista como el de
María Lejárraga, una de las más valiosas intelectuales feministas de la época, y activa di
putada socialista durante la Segunda República.2
En los últimos años, los planteamientos teóricos desde los que se estudian temas tan
relevantes para la historia social como son las identidades y las formas de acción colectiva,
han atendido de forma especial al papel de la cultura. El concepto de cultura política ha
complejizado sus significados, y frente al uso -o en ocasiones el abuso- del término como
designación temática de "moda", algunas propuestas historiográficas han señalado la im
portancia de claves analíticas referidas a significados culturales, a las "tramas de significa
do" en la política. Es decir, a la comprensión de la realidad social como realidad construi
da por distintos sujetos, mujeres y hombres, a partir de sus herramientas culturales.3 Por su

* Este texto participa del Proyecto I+D+I HAR2008-03970/HIST, del Ministerio de Ciencia e Innovación.
1 María Lejárraga, La mujer española ante la República, Instituto Andaluz de la Mujer, Granada, 2003
(primera edición: Madrid, 1931).
2 Antonina Rodrigo, María Lejárraga una mujer en la sombra, Vosa, Madrid, 1994, Alda Blanco, María
Martínez Sierra (1874-1974), Ediciones del Orto, Madrid, 1999.
3 Serge Berstein, "La culture politique", en Jean-Pierre Rioux y Jean-François Sirinelli (dirs.), Pour une

Historia Social, n.° 67, 2010, pp. 131-153. 131

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parte, las teorías en torno a la acción colectiva4 han permitido complejizar anteriores inter
pretaciones relativas a las actuaciones políticas de las mujeres, el carácter transversal de
los feminismos, la multiplicidad de sus estrategias, así como las reivindicaciones igualita
rias y democráticas producidas por las mujeres como sujetos.5
La formación de este conjunto de significados referidos a las identidades de género
se desarrolló desde múltiples referentes, de forma particular en el primer tercio del siglo
xx: de género, de ciudadanía nacional, de cultura política -socialismo en este caso-, de fe
minismo. La articulación entre estos elementos se ha presentado a menudo de forma bas
tante limitada, desde interpretaciones quizás excesivamente lineales, pero si abrimos el
abanico interpretativo de las relaciones entre cultura política, identidades de género y fe
minismos, más bien habría que proponer una interpretación contraria: estos conceptos,
desde comienzos del siglo xx, se fueron resignificando para las mujeres con connotacio
nes específicas, a lo largo del proceso de crecimiento de las demandas y de la acción co
lectiva femenina en la sociedad española. Una sociedad en la que el sistema de género tra
dicional continuaba siendo hegemónico también entre las mujeres y hombres de las clases
trabajadoras, también entre las mujeres y los hombres socialistas.6
Pero a la vez, frente al discurso de género hegemónico, se desarrollaron en estos años
distintas alternativas y propuestas femeninas heterogéneas. Entre ellas, las formuladas por
mujeres vinculadas a la cultura política socialista, representativas del "despertar femeni
no" posterior a la Primera Guerra Mundial, tanto en la sociedad española como en el con
texto internacional. Discursos -como los de María Cambrils, María Lejárraga o Margarita
Nelken, entre otras- que fueron conformando una específica cultura feminista -aunque
ésta fuese minoritaria- dentro del socialismo español del primer tercio del siglo xx. El
contexto democratizador de la Segunda República posibilitaría la ampliación de estas pro
puestas, desde la valoración democrática e igualitaria del nuevo régimen, y en este sentido,
desde la necesidad de incorporación de las mujeres a la República -la nueva nación-, por
que esta incorporación interesaba tanto a unas como a la otra.
En este artículo planteamos un análisis de las interrelaciones entre estos aspectos, es
tudiando algunas propuestas discursivas presentes en la cultura socialista del primer tercio
del siglo xx, en torno a la igualdad, la acción colectiva femenina, la democracia y el femi
nismo. Propuestas formuladas más explícitamente a partir de la Primera Guerra Mundial,
que tuvieron perspectivas de legitimación en la Segunda República. Ante ella, mujeres so
cialistas y feministas apelaron, desde sus referentes políticos, a la ciudadanía de la "Espa
ña nueva", en clave nacional y de género. Una "España nueva" de la que esperaban, como
resultado de la "modernidad republicana", que incorporase la igualdad, derivada del signi

histoire culturelle, Seuil, Paris, 1997, pp. 371-386. Del mismo autor, "Les cultures politiques", en Benoît Pellis
trandi y Jean-François Sirinelli (eds.), L'histoire culturelle en France et en Espagne, Casa de Velázquez, Ma
drid, 2008, pp. 209-214.
4 Sydney Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política,
Alianza, Madrid, 2004, Alberto Melucci, "Asumir un compromiso: identidad y movilización en los movimien
tos sociales", Zona Abierta, 69 (1994), pp. 153-180. Para Melucci la acción colectiva es un proceso en el que
sus protagonistas van definiendo objetivos comunes a través de la interacción y la renegociación constante, en
tre las condiciones estructurales existentes y la elección individual.
5 Elena Hernández Sandoica, "Joan Scott y la historiografía actual", en Cristina Borderias, Joan Scott y las
políticas de la historia, Icaria-AEIHM, Barcelona, 1996, pp. 259-281; Ana Aguado, "Trabajo, género y clase:
mujeres socialistas, mujeres feministas", en Cristina Segura y Gloria Nielfa (eds.), Entre la marginación y el
desarrollo: Mujeres y hombres en la historia. Homenaje a Ma Carmen García Nieto, Ediciones del Orto, Ma
drid, 1996, pp. 199-210; y Marta del Moral, "El Grupo Femenino Socialista de Madrid (1809-1914): pioneras
en la acción colectiva femenina", Cuadernos de Historia Contemporánea, 27 (2005), pp. 247-269.
6 Ana Aguado y Ma Dolores Ramos, La modernización de España (1917-1939). Cultura y vida cotidiana,
132 Síntesis, Madrid, 2002.

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ficado democrático del la República para la cultura socialista y para el feminismo. Estas
propuestas discursivas se realizaron desde lenguajes de clase y de género que respondían,
por un lado, a representaciones de género -por ejemplo, la presencia permanente de la ma
ternidad y del maternalismo-, y por otro, a las múltiples significaciones dadas a estos con
ceptos por las mujeres. Entre ellas, las propuestas desde el feminismo.7 En definitiva, des
de las heterogéneas respuestas formuladas desde sus identidades, con prácticas discursivas
que muestran las formas en que los sujetos -mujeres y hombres- interpretan las situacio
nes en las que viven, les atribuyen significado y actúan en ellas.8

El "despertar femenino" en la cultura socialista (1900-1918): ¿Igualdad


y/o desigualdad de género?

Las experiencias de las mujeres que actuaron desde el socialismo del primer tercio
del siglo XX conformaron un heterogéneo conjunto de demandas e intereses, de estrategias
sociales y políticas, de propuestas de mejora de su situación económica o de consecución
de la igualdad legal o política.9 Su construcción identitaria fue resultado de los cambios en
los discursos de género hegemónicos -los discursos sobre las mujeres- existentes en las
diferentes culturas políticas -en este caso la socialista-, a los que han cuestionado, o han
adaptado, o han reconducido, o han asimilado parcialmente, desarrollando estrategias, len
guajes y prácticas heterogéneas y diversas.
Los lenguajes políticos disponibles en la cultura socialista del primer tercio del siglo
XX, al igual que los existentes en otras culturas políticas, actuaron como referente discursi
vo desde el que sus mujeres y hombres interpretaban sus experiencias, y desde el que ac
tuaban. Así, el proceso de aprendizaje por medio del cual fueron conformando su identi
dad de género se vinculaba a un proceso de reapropiación de significados culturales desde
los que actuaban en la esfera pública.10 Y por ello, el análisis de las relaciones entre cultu
ra política socialista e identidades de género debe contemplar los referentes conceptuales
presentes en discursos, prácticas de vida, y formas de entender el mundo, público y priva
do, además de otros elementos explicativos ya conocidos y señalados por interpretaciones
hoy convertidas en clásicos de la historiografía especializada." En este sentido, las identi
dades políticas femeninas pueden estudiarse a través de acciones y propuestas discursivas

7 Ana Aguado, "Du sens des cultures politiques et des identités de genre dans l'Espagne contempo
raine", en Marie-Claude Chaput y Christine Lavail (eds.), Sur le chemin de la citoyenneté. Femmes et cultures
politiques. Espagne XIX-XXI siècles, Université Paris 8-Université Paris Ouest Nanterre La Défense, Paris,
2008, pp. 195-214; y Joan Scott, "El eco de la fantasía: la historia y la construcción de la identidad", Aver, 62
(2006), pp. 111-138.
8 Entre la extensa bibliografía sobre el tema dentro del debate internacional se encuentran los trabajos de
Françoise Thébaud, Écrire l'histoire des femmes, Ens Éditions, Paris, 1998; Kathleen Canning, "La historia fe
minista després del gir lingüistic. Historiar el diseurs i l'experiència", en Ana Aguado (coord.), "Les dones i la
historia", Afers 33/34 (1999), pp. 303-342; y Ma Dolores Ramos, "Identidad de género, feminismo y movimien
tos sociales en España", Historia Contemporánea, 21, 2000 (II), Dossier "Estudios de Género", pp. 523-552.
9 Cf. Mary Nash, Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos, Alianza, Madrid, 2004.
10 M.R. Sommers, "¿Qué hay de político o de cultural en la cultura política y en la esfera pública? Hacia
una sociología histórica de la formación de conceptos", Zona Abierta, 77778 (1996-1997), pp. 31-94; y K.M.
Baker, Inventing the French Revolution: Essays on French Political Culture in the Eighteenth Century, CUP,
Cambridge, 1990.
11 Maria Campo Alange, La mujer en España. Cien años de su historia (1868-1860), Aguilar, Madrid,
1963; María Aurelia Capmany, El feminismo ibérico, Oikos-Tau, Barcelona, 1970; y Rosa Capel, El sufragio
femenino en la Segunda República Española, Horas y Horas, Madrid, 1992 (Ia ed. Publicaciones de la Univer
sidad de Granada, Granada, 1975). 133

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mucho más amplias que las referidas exclusivamente a su relación específica con los "fe
minismos históricos".
Se ha señalado acertadamente la escasa presencia en los primeros años del siglo xx
de demandas sufragistas y, por el contrario, la importancia del "feminismo social", carac
terizado por propuestas y reivindicaciones sociales y familiares.12 La construcción socio
cultural de género y el discurso de la domesticidad presente hegemónicamente en la Espa
ña del primer tercio del siglo xx, desarrolló prioritariamente preocupaciones sociales y
civiles centradas en la educación, el trabajo remunerado, el pacifismo y antimilitarismo, o
el maternalismo -la valoración de la maternidad tanto familiar como social-. En último
término, la defensa de valores asociados a una "cultura femenina" específica, caracteriza
da por la superior tutela moral de las mujeres, por la maternidad y por la práctica del hu
manismo como "patrimonio femenino".
La cultura socialista en la España del primer tercio del siglo xx conformaba una com
pleja y a menudo contradictoria cosmovisión del mundo, con lecturas, espacios de sociabili
dad tradiciones familiares y formas de cohesión en la conciencia de pertenencia a la clase
trabajadora.13 Por lo que respecta concretamente a las identidades femeninas y masculinas,
muchos de sus elementos discursivos participaban del sistema de género hegemónico. Y
generaban una práctica socialista que, como producto de su contexto histórico, era partíci
pe en mayor o menor medida de este sistema de género hegemónicamente presente en la
vida cotidiana, en las mentalidades y en las formas de entender el mundo también de las
mujeres y de los hombres de las clases trabajadoras.
En el desarrollo de este proceso identitario y discursivo, la cultura socialista comparte
posturas y discursos de género ambivalentes, distintos, no unívocos, y a menudo paradóji
cos. Discursos que en muchos casos participaban del sistema de género establecido, sin
cuestionarlo ni en la sociedad ni en el seno de la propia organización política. Y discursos
formulados, obviamente, tanto por "sus mujeres" como por "sus hombres". Con contradic
ciones y paradojas que explican, en definitiva, los distintos planteamientos y acciones lle
vados a cabo por las/los socialistas respecto a la "cuestión femenina" entre el comienzo
del siglo xx y la Segunda República. Estas actuaciones, lejos de ser un continuum, ejem
plifican la propia historicidad del pensamiento igualitario y feminista en las culturas polí
ticas existentes, y es en este sentido en el que cabe interpretar los estudios pioneros sobre
feminismo y sufragismo en España.14
A comienzos de siglo, una parte del discurso socialista mayoritario -al igual que ocu
rría con el discurso republicano-15 contenía todavía ciertos límites a la igualdad de dere
chos civiles y políticos para las mujeres. También, una manifiesta prevención frente a la li
bertad y la autonomía femeninas, justificada por la tradicional vinculación de las mujeres
con la religión y con la Iglesia. Más aún, esta prevención tenía raíces más profundas deri
vadas de la ancestral misoginia patriarcal y de sus mecanismos de poder de género de los

12 Mary Nash, "Experiencia y aprendizaje: la formación histórica de los feminismos en España", Historia
Social, 20 (1994), pp. 151-172, en particular, pp. 157-160. Igualmente, Mary Nash, Mujeres en el mundo, pp.
136-137.

13 José A. Piqueras, Persiguiendo el porvenir. La identidad histórica del socialismo valenciano (1879
1976), Algar, Alzira, 2006.
14 Geraldine Scanlon, La polémica feminista en la España contemporánea (1868-1975), Siglo XXI, Ma
drid, 1976; y Concha Fagoaga, La voz y el voto de las mujeres. El sufragismo en España (1877-1931), Icaria,
Barcelona, 1985.
15 Luz Sanfeliu, Republicanas. Identidades de género en el blasquismo (1895-1910), Universidad de Va
lencia, Valencia, 2005; y Manuel Delgado, Las palabras de otro hombre: anticlericalismo y misoginia, Much
134 nik, Barcelona, 1993.

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cuales no estaban exentos, ni mucho menos, ni socialistas ni republicanos.16 Un claro
ejemplo de esta interiorización de la desigualdad de género es el socialista Luis Pereira,
quien en 1910 exaltaba la subordinación de la mujer en el artículo "¿Quién nos coserá los
calcetines?" publicado en El Socialista, en el que atacaba la formación intelectual de la
mujer como algo opuesto al ideal de feminidad doméstica.17 Artículo contestado posterior
mente en el mismo periódico por la socialista feminista Micaela Chalmeta -conocida
como Amparo Martí-, con otro titulado "Cómo se arreglará lo de los calcetines", en el que
respondía irónicamente a estas posiciones misóginas de muchos compañeros.
Así, entre muchos militantes -y aun dirigentes- del PSOE y de la UGT, el reconoci
miento de la especificidad de la explotación femenina y de la autonomía consiguiente de
las mujeres feministas -llamadas "calceteras"- no encontraba todavía a comienzos de si
glo una excesiva acogida, salvo excepciones significativas. Entre ellas, la del propio Pablo
Iglesias, quien partiendo de la clásica tesis sobre la solución global representada por el so
cialismo, sería uno de los primeros hombres que escribió contra el maltrato a las mujeres,
y reconoció la necesidad de emancipación que tenían las mujeres por su mayor "esclavi
tud". Pero en conjunto, o bien la problemática de las mujeres no aparece en estos primeros
años entre las principales preocupaciones de los socialistas, o bien cuando aparece se acu
de al argumento recurrente de que el socialismo conllevaría automáticamente la solución
de "los problemas de la mujer". Esta era la postura de Pablo Iglesias para llamar a las mu
jeres a acercarse al socialismo y su alternativa de futura sociedad igualitaria también en el
hogar.18
Es en este contexto, en la primera década del siglo xx, en el que los primeros colecti
vos femeninos socialistas intentaron integrar en el mundo de la política activa a las muje
res procedentes de las clases populares y trabajadoras. Entre estos Grupos Femeninos So
cialistas vinculados al Partido Socialista Obrero Español, destaca por su activismo el
Grupo Femenino Socialista,19 creado en Madrid en 1906 y transformado en 1910 en Agru
pación Femenina Socialista Madrileña, así como el Grupo Femenino Socialista de Bilbao,
el primero en fundarse en 1904. Su aparición marcó un punto de inflexión en la evolución
de la acción colectiva femenina en España, similar a otros procesos de movilización socia
lista femenina que se habían producido en otros países europeos como Alemania o Fran
cia, y que se articularon a partir de la fundación de la Internacional Socialista de Mujeres
en 1907 dentro de la Internacional Socialista.
Paralelamente, partiendo del sistema de género establecido bien para cuestionarlo bien
para reformularlo, se fue desarrollando en el seno del socialismo español un pensamiento
igualitario y, más aún, propuestas políticas específicamente feministas, aunque éstas fuesen
la excepción en los primeros años del siglo xx.20 A partir de 1910 el "problema" del femi
nismo pasó a tener una cierta presencia en el debate socialista, y sobre todo a partir del pe
ríodo bélico algunas mujeres -ciertamente minoritarias dentro del partido obrero- tenían

16 Ángel Duarte, "La esperanza republicana", en Rafael Cruz y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Cultura y
movilización en la España contemporánea, Alianza, Madrid, 1997, pp. 169-199; y Pilar Salomón Chéliz, "Bea
tas sojuzgadas por el clero: la imagen de las mujeres en el discurso anticlerical de la España del primer tercio
del siglo XX", Feminismos, 2 (2003), pp. 41-58.
17 Luis Pereira, "¿Quién nos coserá los calcetines?", El Socialista, 1 de mayo de 1910.
18 Pablo Iglesias, "La emancipación de la mujer" El Socialista, 15 de enero de 1897. Citado también por
Rosa Capel, Socialismo e igualdad de género. Un camino común, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 2007, p. 28.
19 Marta del Moral Vargas, "El Grupo Femenino Socialista de Madrid (1906-1914)"; Rosa Capel, Socia
lismo e igualdad de género, pp. 38-64; y Marta Bizcarrondo, en Manuel Redero (coord.), Sindicalismo y movi
mientos sociales (siglos XIXy xx), Centro de Estudios Históricos de la UGT, Madrid, 1994, p. 133.
20 Ma Dolores Ramos, "Feminismo y acción colectiva en la España de la primera mitad del siglo xx", en
Manuel Ortiz Heras, David Ruiz González e Isidro Sánchez (coords.), Movimientos sociales y Estado en la Es
paña contemporánea, Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2001, pp. 379-403. 135

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Foto de Alfonso

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incorporada su definición como feministas, y demandaban un mayor interés político en su
propia organización por este tema. Entre ellas, por ejemplo, se encuentran en estos primeros
años del siglo nombres como Isabel Muñoz Caravaca, con un lenguaje claramente feminista
en sus escritos en la Revista Socialista desde 1904. Y en Catalunya, la socialista Micaela
Chalmeta, que firmaba con el seudónimo de Amparo Martí, fundadora del Grupo Femenino
Socialista de Barcelona en 1911, desarrollaría planteamientos y propuestas feministas des
de las "Páginas Feministas" del semanario Vida Socialista, y en ensayos como La civiliza
ción y la mujer21 Es decir, un conjunto de propuestas específicamente igualitarias y femi
nistas, no siempre mayoritarias pero cada vez más incuestionables, planteadas por mujeres
que fueron incorporándose poco a poco a la militancia socialista, particularmente a partir
de la Primera Guerra Mundial y en los años veinte.
Así, es posible encontrar una "agencia" femenina en el seno de la cultura política so
cialista en tanto que cultura política igualitaria, con necesarios límites, paradojas y especi
ficidades de este fenómeno. Las prácticas y discursos generados desde esta cultura política
por las mujeres fueron desarrollando propuestas igualitarias que, aunque minoritarias den
tro de su propio partido, deben valorarse en lo que representaron como referente simbóli
co, dentro del conjunto heterogéneo de estrategias formales e informales dirigidas a mejo
rar la situación social y política femenina. Una heterogeneidad derivada, efectivamente, de
los distintos referentes teóricos y organizativos socialistas del primer tercio del siglo xx, y
de la distinta valoración de la problemática femenina en su seno: desde la consideración
del socialismo como objetivo primordial y como única forma de conseguir la emancipa
ción y la igualdad de las mujeres,22 hasta el cuestionamiento del patriarcalismo desde una
cada vez más mayor "conciencia femenina" en las mujeres socialistas. Desde la articula
ción de tal "conciencia femenina" en propuestas sufragistas de ciudadanía política, a pro
puestas políticas vinculadas al maternalismo.23 Maternalismo ampliamente extendido en
estos años en distintas culturas políticas, pero reconceptualizado desde la cultura socialista
dentro de un amplio y heterogéneo conjunto de funciones políticas, educativas e ideológi
cas -antimilitarismo, anticlericalismo, educación, moral, maternidad- que debía tener la
"madre socialista". De forma especial, en la pugna ideológica con la Iglesia:

La madre socialista conduce al hijo por la buena senda [...]. Ve la necesidad de unirse al hombre
para conquistar juntamente con él la sociedad del porvenir [...]. Frente a las garras del cura, que la
tiene hoy sujeta y embaucada, para que ella a su vez sujete y embauque al hombre.24

Puede afirmarse así que en el proceso de construcción de las identidades femeninas,


las mujeres resignifìcaron sus acciones desde los lenguajes presentes en su cultura políti
ca.25 Desde su específica reapropiación o "relectura" articularon sus intereses. Dieron res

21 Montserrat Duch, "Els feminismes a Catalunya i Espanya (1900-1936)", en Dones. Els camins de la lli
bertat, Generalitat Catalana, Departament de Cultura i Mitjans de Comunicació, Barcelona, 2008, pp. 98-123,
en particular, p. 106.
22 Ana Aguado, "Trabajo, género y clase. Ideología y experiencia femenina en el primer socialismo", en
Ana Aguado (coord.), Las mujeres entre la historia y la sociedad contemporánea, Generalitat Valenciana, Va
lencia, 1999, pp. 65-90; Marta Bizcarrondo, "El feminismo socialista en España", pp. 125-146; y Marta del Mo
ral, "Apunts sobre l'estudi de l'accio col-lectiva femenina al Madrid del primer terç del segle xx", Segle xx. Re
vista Catalana d'Història, 1 (2008), pp. 105-124.
23 Mary Nash, "Experiencia y aprendizaje: la formación histórica de los feminismos".
24 "La mujer", La Lucha de Clases, 2 de noviembre de 1907. Cit. por Marta Bizcarrondo, "El feminismo
socialista", p. 135.
25 Mary Nash, "Experiencia y aprendizaje: la formación histórica"; y Cristina Sánchez Muñoz, "Genealo
gía de la vindicación", en Elena Beltrán y otras, Feminismos. Debates teóricos contemporáneos, Alianza, Ma
drid, 2001, pp. 17-73. 137

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puesta a una determinada configuración histórica de las identidades de género, vinculadas
a prácticas políticas y sociales de las mujeres en tanto que madres, en tanto que ciudada
nas, o en tanto que trabajadoras,26 Estos referentes discursivos estuvieron presentes en las
formas de acción colectiva de las mujeres españolas, en la utilización de instrumentos in
formales de movilización social, debido a la tradicional exclusión femenina de los cauces
políticos institucionales.
Por ejemplo, en la movilización antimilitarista apelando al "carácter específico de la
mujer" como madre. El problema de la guerra y del mantenimiento de los ejércitos perma
nentes habían sido temas presentes en el debate del socialismo internacional en los sucesi
vos congresos de la Internacional Socialista, desde el de París (1889) al de Stuttgart
(1907), con resoluciones que iban desde el rechazo frontal a los ejércitos como instrumen
tos de la clase dominante y la adopción de la consigna "¡Abajo la guerra!", al estableci
miento de una estrategia internacional sobre el problema de Marruecos presentada en 1907
en Stuttgart por las delegaciones francesa y española. La implicación femenina en estas
campañas antimilitaristas, que ya se produjo durante la guerra de Cuba, se desarrolló con
mayor intensidad en las campañas socialistas contra la guerra de Marruecos entre 1909 y
1913. A partir de estas campañas antimilitaristas de 1909 el papel de las mujeres en la ac
ción pública del socialismo comenzó a tener cierta -sólo cierta- importancia, pues de de
los 37.000 afiliados a la Casa del Pueblo de Madrid en 1914 sólo un centenar eran muje
res.27
En este período inicial, muchas de las acciones de las mujeres socialistas consistían
en la organización de a protestas colectivas, así como en la difusión de propaganda socia
lista entre las trabajadoras para conseguir mejoras en su nivel educativo y cultural. Ahora
bien, tales acciones no siempre implicaban un cuestionamiento del sistema de género, ni
de la posición asignada a las mujeres dentro del Partido Socialista, como han señalado
Rosa Capel y Marta del Moral para el caso de la Agrupación Femenina Socialista de Ma
drid.28 Las propuestas discursivas de las socialistas madrileñas contenían, asimismo, otro
tipo de demandas relacionadas con la participación de las mujeres en política. Por ejem
plo:

Esta Agrupación siente vivos deseos de que las mujeres salgan de su actitud letárgica y, dándose
cuenta de la bondad de nuestras doctrinas, se unan en organizaciones políticas o económicas [....]
Hay la aspiración, además, en nosotras, de que el espíritu de asociación arraigue en el elemento fe
menino, para que, al igual que los hombres, vayan por este medio mejorando su situación, tanto en
jornadas como en salarios. [...] Si así lo hacemos, día llegará en que nuestra intervención en la legis
lación de las leyes del Estado evitará se promulguen leyes tan bochornosas y deprimentes para la
clase trabajadora como es la de jurisdicciones, y la injusta y cruel que hace que los hijos de las cla
ses adineradas se eximan de las penalidades del servicio de las armas.29

Estas propuestas discursivas que contienen planteamientos tanto de clase como de gé


nero se produjeron igualmente en las primeras sociedades obreras femeninas. Así ocurrió
en el sindicalismo socialista femenino de comienzos del siglo xx, por ejemplo, en el caso
de sindicatos como El Despertar Femenino o La Unión. Sociedad Feminista de Resisten
cia y Socorros Mutuos, creados en Elche ya desde 1900. En ellos, la cuestión social apare

26 Gared Stedman Jones, "El proceso de la configuración histórica de la clase obrera y su conciencia histó
rica", Historia Social, 17(1993), pp. 115-119.
27 Marta Bizcarrondo, "El feminismo socialista", p. 131.
28 Marta del Moral, Acción Colectiva Femenina en Madrid (1909-1931), tesis doctoral inédita, Madrid,
2009, p. 354.
138 29 Ana Posadas, "Voz femenina", El Socialista, 6 de marzo de 1915.

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ce, desde el primer momento, estrechamente vinculada a la cuestión de género. En 1903
La Unión se perfiló como una sociedad mutualista de socorros mutuos, caracterizada por
su ideología socialista, y se mantendría funcionando regularmente hasta la Segunda Repú
blica. Las reivindicaciones y las propuestas de estas trabajadoras socialistas se formularon
desde múltiples dimensiones identitarias a lo largo de todo el primer tercio del siglo xx:
como mujeres, como madres, como trabajadoras y como socialistas.30
En definitiva, la capacidad de las mujeres para intervenir por si mismas en las accio
nes colectivas, y en la creación de organizaciones propias, fue creciendo en España en el
primer tercio del siglo xx en el seno de culturas políticas que, como la socialista, fueron
evolucionado en la medida en que estaban inmersas en un proceso de cambio político y
cultural en el contexto internacional. Un proceso en conexión con el crecimiento del movi
miento internacional de mujeres y de los sufragismos. También, en la medida en que eran
partícipes de los procesos de modernización y democratización, de los cambios que repre
sentó el impacto de la Primera Guerra Mundial para la construcción identitaria de las mu
jeres, y para el desarrollo del pensamiento igualitario y feminista en los socialismos.

De LA MILITANCIA FEMENINA SOCIALISTA A LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA ELECTORAL:


EL CAMINO HACIA EL SUFRAGIO

A la altura de la Primera Guerra Mundial, la demanda de sufragio femenino estaba y


presente de forma explícita en el socialismo, aunque no siempre fuese unánime ni pr
ria su defensa, frente a la presencia mayoritaria de discursos políticos relativos a las
res en función de su relación con los hombres, y centrados en el apoyo que las muje
bían prestar a sus maridos e hijos, padres o hermanos.31 Ciertamente, en la histor
feminismo sufragista internacional puede verse cómo la reivindicación del voto no i
só sólo a mujeres de clases medias o identificadas con un cierto feminismo calificad
"burgués" -como se ha repetido tópicamente como lugar común-, sino que interesó
bién como demanda propia a las mujeres de las clases trabajadoras, y concretament
mujeres vinculadas al movimiento socialista. La lucha por el voto fue lucha política
cial por un derecho ciudadano en tanto que derecho democrático, y una reivindicació
estuvo presente -aunque minoritariamente- en la acción social de las mujeres y de
ganizaciones de las clases trabajadoras desde comienzos de siglo xx.
Así, aunque tradicionalmente la mayoría de los dirigentes masculinos y de las es
turales socialistas "oficiales" no habían contemplado respuestas específicas ante la p
mática y las demandas femeninas, también es cierto que en el movimiento socialista, tan
internacional como nacional, se generó desde los años de la Gran Guerra un pensam
igualitario consciente tanto de la explotación de clase como de la subordinación de gé
Desde los referentes discursivos de las mujeres trabajadoras -es decir, de su conci
práctica, producto de la interacción de su identidad de clase y de género- la escasa
cada vez más importante reflexión sobre la "cuestión femenina" representó un salto
tativo respecto al "feminismo abstracto" -término con el que la socialista Virginia
lez designaba al feminismo liberal desde sus particulares concepciones-. Un salto en

30 Ana Aguado, "Trabajo, género y clase: mujeres socialistas", pp. 199-210.


31 Marta Bizcarrondo, "Los orígenes del feminismo socialista en España", en La mujer en la histor
España (Siglos xvi-xx), Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1984, pp. 137-158; Rosa Capel, Soci
e igualdad de género. Un camino común, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 2007; igualmente, de Rosa C
"Mujer y socialismo (1848-1939)", Pasado y Memoria, 7 (2008), pp. 101-122; y Marta del Moral Varg
Grupo Femenino Socialista de Madrid", pp. 40-45. 139

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lativo tanto a cuestiones teóricas -el origen de la subordinación, etc.-, como en las estrate
gias para conseguir las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras y la emancipación fe
menina.32 Y en este sentido, puede hablarse de un "feminismo obrero", aunque éste fuese
ciertamente minoritario entre las clases trabajadoras.33 Por ello, de forma más exacta pue
de afirmarse que en estos años comenzó a ser visible la presencia transversal de presu
puestos feministas en el socialismo, concretados en propuestas laborales, educativas y po
líticas para las mujeres, y entre ellas, el sufragio, aun cuando éste no siempre apareciese
como un objetivo prioritario en todos los sectores femeninos socialistas.
Desde la Primera Guerra Mundial, en toda Europa, defender las reivindicaciones fe
meninas/feministas fue una postura y una estrategia eficaz para el movimiento socialista,
al que estaban vinculadas cientos de miles de mujeres, desde planteamientos tan elementa
les como el que sostenía que la igualdad laboral y social entre mujeres y hombres sólo se
conseguiría con el socialismo.34 El objetivo era ganar a millones de mujeres de las clases
trabajadoras para la causa socialista. En este contexto, hay que recordar que el partido so
cialista más fuerte e importante de Europa, el Partido Socialista Alemán, apoyó desde
1895 la reivindicación del sufragio femenino, con referentes tan importantes como Clara
Zetkin y Rosa Luxemburg. El impulso dado por Clara Zetkin al feminismo socialista se
materializó en la creación de la Internacional Socialista de Mujeres en el Congreso de
Stuttgart en 1907. La Internacional Socialista incorporó desde esa fecha la reivindicación
y la lucha por la consecución del sufragio femenino a través de los partidos socialistas de
cada país, junto con demandas sociales y laborales como podía ser la igualdad salarial, en
tre las distintas estrategias desarrolladas. Y fue en esta misma tradición socialista en la que
se estableció en 1910 el 8 de Marzo como Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras,
en el Segundo Congreso Internacional de Mujeres Socialistas, celebrado en Copenhague.35
Avanzando más en estos planteamientos, tras la Primera Guerra Mundial y ya en los
años veinte, en el Congreso de la Internacional Socialista celebrado en Marsella en 1925
se aprobaría:

Que los Partidos Socialistas de todos los países hagan lo posible por apoyar la organización de las
mujeres en el movimiento obrero. Cada Partido Socialista deberá considerar la emancipación de la
mujer como una de las tareas más importantes de su política. La emancipación de las mujeres exige
el otorgamiento a las mujeres y a los hombres de los mismos derechos políticos, en particular el
mismo derecho al sufragio, activo y pasivo, en la medida constitucional que los hombres se benefi
cien [...]. El movimiento socialista debe, en consecuencia, tener en consideración en su política las
necesidades de las mujeres, tanto como las de los hombres.. ,36

Las mujeres socialistas españolas ya habían comenzado a entrar en contacto con sus
compañeras europeas antes del período bélico, de forma que en mayo de 1914 fueron invi
tadas por Clara Zetkin a la III Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas que debía
celebrarse en Viena en agosto de ese año, y que no pudo llegar a hacerlo por el comienzo
de la guerra. Estos contactos internacionales favorecieron una creciente visibilidad feme
nina en el seno del socialismo español, potenciada por su activismo antibelicista y por su

32 Joan Scott, "Sobre el lenguaje, el género y la historia de la clase obrera", Historia Social, 4 (1989), pp.
81-135.
33 Virginia González, "Conquistas del feminismo", Renovación, octubre de 1915.
34 Bonnie Anderson y Judith Zinsser, Historia de las mujeres. Una historia propia, vol. 2, Crítica, Barce
lona, 1991, p. 439.
35 Ana Aguado, "Espumes de modernitat. El feminisme de 1914 a 1960. Conquestes i regressions", en Do
nes. Eis camins de la llibertat, Museu d'Història de Catalunya, Barcelona, 2008, pp. 130-148.
140 36 "El Congreso de las Mujeres Socialistas", El Socialista, 31 de agosto de 1925.

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creciente defensa del sufragio. Así, en 1915 se convocó un congreso nacional de Grupos
Femeninos Socialistas, que no llegó a celebrarse. También, en 1916 la celebración del IV
Congreso de las Juventudes Socialistas, en el que se adoptaron resoluciones específicas
sobre el "Feminismo" -término ya utilizado en las propias resoluciones- con el objetivo
de potenciar la militancia femenina en el socialismo. Resoluciones en las que se aludía de
forma explícita al sufragio femenino como un componente fundamental de los principios
socialistas, a pesar de que su defensa no contaba todavía con un apoyo unánime: "Que se
registre entre nuestras aspiraciones la de que se promulgue una ley otorgando el derecho al
sufragio y la elección a la mujer".37
La demanda política del sufragio, la reivindicación del voto y de la participación polí
tica, se fue explicitando así, progresivamente, en la cultura socialista en el primer tercio
del siglo XX. Como estrategia democrática y feminista. Como vía de utilización de los me
canismos y los cauces establecidos -partidos, elecciones, representación política-, y como
una de las posibles estrategias de acción colectiva, de acción social, también deseable para
las mujeres. Una estrategia que implicaba la valoración de la participación electoral y de la
ciudadanía política femenina activa. Y que suponía un salto cualitativo en la articulación
de las demandas ciudadanas de las mujeres.
En España, tal valoración de la importancia estratégica del sufragio empezó a mate
rializarse progresivamente, tras la constatación de que el sufragio universal masculino y
las coaliciones electorales de izquierda que posibilitó -la coalición republicano-socialista
habían permitido alcanzar mejoras en los derechos ciudadanos de los trabajadores. 38 Así,
con anterioridad a la Segunda República, se fue desarrollando dentro del socialismo la re
flexión que entendía la democracia como un componente sustancial del socialismo.39 A
partir de la posibilidad de presencia en el Parlamento, uno de los rasgos característicos de
la cultura socialista fue el rechazo al abstencionismo y a la pasividad ciudadana, así como
la importancia concedida a la participación política como uno de los ingredientes funda
mentales de la democracia. Y en consecuencia, la valoración de la movilización en las
campañas y en los procesos electorales. Así, por ejemplo, ya instaurada la República, Fer
nando Llovera, director del periódico socialista valenciano República Social, criticaría en
los años treinta a los ciudadanos pasivos que "veían la democracia como una plaza de to
ros, a la que asistían como espectadores".40
Y esta movilización tendría cada vez más un componente y unos mensajes sexuados
y de género, en la medida en que las mujeres podían llegar a convertirse en electoras y ser
elegibles. Por tanto, desde la cultura socialista el sufragio empezaría a plantearse, también
para las mujeres, como un elemento fundamental para el desarrollo de la democracia, des
de la importancia dada a la participación electoral como estrategia fundamental para cam
biar las leyes o para instaurar un nuevo régimen político. Y en consecuencia, la estrategia
participativa sufragista, desarrollada a medio plazo, más allá de los marcos conceptuales

37 "Feminismo", El Socialista, 2 de diciembre de 1915. La resolución apoyando el sufragio se aprobó a


propuesta del Grupo Femenino Socialista de Valencia, pero muchas afiliadas al Grupo Femenino Socialista de
Madrid planteaban que "desgraciadamente, la mujer todavía no está preparada" para el sufragio. Véase Marta
del Moral, Acción Colectiva Femenina, p. 354.
38 Luz Sanfeliu, "Del laicismo al sufragismo. Marcos conceptuales y estrategias de actuación del feminis
mo republicano entre los siglos xix y xx", Pasado y Memoria, 1 (2008), pp. 59-78, p. 72.
39 Teresa Carnero, "Socialismo y democracia en España", Revista de Estudios Políticos, 93 (1996), pp.
293-312. También Sergio Valero Gómez, "Socialisme i democracia a la Segona República. La Federació Socia
lista Valenciana (1931-1936)", Afers, 61 (2008), pp. 693-710. Una perspectiva europea en Geoff Eley, Un mun
do que ganar. Historia de la izquierda en Europa, 1850-2000, Crítica, Barcelona, 2002.
40 Fernando Llovera, "Ciudadanos de tendido al sol", República Social, 24 de febrero de 1933, cit. por
Sergio Valero, "Socialisme i democracia a la Segona República", p. 699. 141

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Foto de Alfonso

Sufragistas en 1932

de períodos anteriores, fue una clave presente en discursos, ac iones y organizaciones fe


meninas socialistas, de forma particularmente explícita a partir de la Primera Guer a Mun
dial.
Desde este punto de inflexión, y especialmente en el período de entreguer as -España
no fue tan diferente del resto de países europeos-, comenzó a explicitarse con fuerza el de
bate sobre el sufragio en la generación femenina heredera de las primeras cor ientes laicis
tas, republicanas, librepensadoras y socialistas. No es casualidad que fuese en estos años
cuando se produjo, en plena crisis de la monarquía, la aproximación al PSOE de núcleos
intelectuales y de mujeres como Carmen de Burgos, María Lejár aga o Margarita Nel
ken.41 Por ejemplo, Carmen de Burgos "Colombine" militó en la Agrupación Femenina
Socialista entre 1910 y 1912. Desde este último año y hasta 1917 colaboraría con las repu
blicanas, y a partir de 1917 volvería a la organización socialista.42 También en este contex
to y en pleno debate sufragista se fundó en Valencia en 1915 la revista Redención -defini
da en su cabecera como "revista feminista"-, así como la Sociedad Concepción Arenal,
con objetivos políticos declaradamente feministas y sufragistas, y en 1918 la Liga Españo
la para el Progreso de la Mujer, como la primera co rdinación de diferentes grupos sufra
gistas de toda España, que en 1919 enviaría al Congreso la primera petición de sufragio.

41 Shirley Mangini, Las modernas de Madrid. Las grandes intelectuales españolas de la vanguardia, Pe
nínsula, Barcelona, 20 0.
42 Marta del Moral, "Ac ión colectiva femenina republicana: las Damas Rojas de Madrid (1909-191 ).
142 Una breve experiencia política", Hispania, 2 6 (20 7), p . 541-56 .

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En definitiva, este fue un momento de inflexion especial en el desarrollo de los plantea
mientos sufragistas y de las demandas de ciudadanía política para las mujeres.
En los años veinte, el nuevo contexto político de la Dictadura de Primo de Rivera
comportaría el aplazamiento de la consecución real de esta demanda hasta la Segunda Re
pública.43 Pero la perspectiva del voto femenino, unida a la idea de progreso y a la necesi
dad de formación intelectual y laboral de las mujeres, caracteriza el desarrollo del pensa
miento igualitario, del "despertar femenino" en el socialismo español de estos años. Basta
con analizar algunos de los títulos de los libros publicados por estas mujeres que "desper
taban" al espacio político y al feminismo, entre la Primera Guerra Mundial y los años
treinta. Entre ellos, La condición social de la mujer en España publicado por Margarita
Nelken en 1919, Feminismo socialista publicado por María Cambrils en 1925, La mujer
ante las Cortes Constituyentes, publicado también por Margarita Nelken en 1931, o ¿a
mujer española ante la República publicado por María Lejárraga ese mismo año.44
Todas ellas planteaban propuestas feministas desde un discurso socialista "reformis
ta", es decir, desde un discurso que partía de las condiciones reales y concretas de las mu
jeres españolas, planteando la necesidad de reformas legislativas adecuadas que mejorasen
la situación educativa, laboral y cultural de la población femenina. Contemplarían aspectos
tan sustanciales como la igualdad legal, la reforma del Código Civil, el divorcio, la igual
dad salarial, la investigación de la paternidad, y muy particularmente, el debate sobre el
sufragio, con posiciones tácticas distintas dentro de su misma cultura socialista. Desde la
defensa del sufragio como una cuestión de respeto a los principios ideológicos, realizada
tanto por María Cambrils como por María Lejárraga, a la necesidad de adecuar los princi
pios a la necesidad de preparación y educación de las mujeres españolas, separándolas de
la influencia clerical, postura defendida por Margarita Nelken tanto en 1919 en La condi
ción social de la mujer en España como en 1931 en La Mujer ante las Cortes Constitu
yentes.
En definitiva, existe un "despertar femenino" en la cultura socialista, con anteceden
tes como los representados por los Grupos Femeninos del Partido Socialista Obrero Espa
ñol desde comienzos de siglo, o por las asociaciones impulsadas por mujeres socialistas
en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, como la Cruzada de Mujeres Españo
las creada en 1921 por Carmen de Burgos, o la Asociación Femenina de Educación Cívica
creada por María Lejárraga en el mismo 1931.45 Desde los años veinte, este despertar fe
minista y "despertar femenino"46 -como se denominaban no por casualidad muchas orga
nizaciones socialistas de mujeres, como el sindicato de obreras ilicitanas desde 1900- de
las mujeres como colectivo, buscaría estrategias discursivas y posibilidades de desarrollo.
En definitiva, el gran debate sobre al reconocimiento de la ciudadanía política y la partici
pación política femenina que se produjo poco después en las Cortes Constituyentes de la

43 Gloria Espigado, "Mujeres 'radicales', utópicas, republicanas e internacionalistas en España (1848


1874)", Ayer, 60 (2005), pp. 15-43; Concha Fagoaga, "De la libertad a la igualdad: laicistas y sufragistas", en
Cristina Segura y Gloria Nielfa (eds.), Entre la marginación y el desarrollo: Mujeres y hombres en la historia.
Homenaje a M" Carmen García Nieto, Ediciones del Orto, Madrid, 1996, pp. 171-198; y Ana Aguado, "Traba
jo, género y clase: mujeres socialistas", pp. 199- 210.
44 Margarita Nelken, La condición social de la mujer en España, Sucesores de Rivadeneira, Madrid, 1919
(CVS Ediciones, Madrid, 1975); María Cambrils, Feminismo Socialista, Tipografía "Las Artes", Valencia,
1925; Margarita Nelken, La mujer ante las Cortes Constituyentes, Castro, Madrid, 1931; y María Lejárraga, La
mujer española ante la República, Ed. de la Esfinge, Madrid, 1931.
45 Marta del Moral, "El Grupo Femenino Socialista", pp. 247-269; y Marcia Castillo, Las convidadas de
papel. Mujer, memoria y literatura en la España de los años veinte, Ayuntamiento de Alcalá de Henares, Alca
lá de Henares, 2001.
46 Rebeca Arce, Dios, Patria y Hogar. La construcción social de la mujer española, Universidad de Can
tabria, Santander, 2008, p. 142. 143

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Segunda República, estaba ya planteado en el mismo seno de la cultura socialista y de sus
más significadas representantes, no sólo a comienzos de la Segunda República, sino desde
comienzos del siglo xx, en el conjunto del movimiento feminista europeo e internacional.

"¡Despierta, mujer, despierta!". Mujeres, sufragismo y democracia socialista


en los años veinte

Con estas palabras, "¡Despierta, mujer, despierta!", María Cambrils titula


sus numerosos artículos, escrito precisamente en 1926 en el periódico El
Elche.47 Periódico vinculado al sindicalismo socialista, y que remitía al nombr
cato femenino de esta ciudad fundado, como se ha dicho, en 1900 con el signif
te repetido nombre de "£7 Despertar Femenino".
El debate en torno al "problema femenino", al encuadramiento de millone
res en su "despertar colectivo" femenino y feminista, a la vida pública, y a las
que debían darse a este cambio desde el socialismo, se desarrollaría con espec
dad en la década de los veinte, como resultado de las transformaciones genera
Gran Guerra. En este desarrollo tuvieron un papel fundamental no sólo mujer
tuales" -algunas de aquellas primeras universitarias españolas- que se acercab
lismo buscando espacios posibles de actuación política, sino también mujeres
dencia obrera estricta. Mujeres de las clases trabajadoras que estaban afiliadas
Obrero, como se denominaba el PSOE en estos años.
En la Dictadura de Primo de Rivera pero también en el período posterior d
da República, uno de los principales referentes es la socialista valenciana Ma
brils,48 que desarrollaría planteamientos igualitarios y feministas desde su cult
ta de base obrera. Tanto en su libro Feminismo Socialista (Valencia, 1925), tex
la articulación discursiva del feminismo en el socialismo español, como en los
artículos y colaboraciones en la prensa socialista de estos años, tanto en El S
como en la prensa comarcal y local como El Popular de la ciudad de Gandía.
El texto de Feminismo Socialista -dedicado a Pablo Iglesias como "venerab
tro" y con prólogo de Clara Campoamor- contiene un discurso abiertamente
construido desde los referentes culturales de las mujeres de las clases trabajado
diendo un feminismo "de clase" -socialista- frente al "feminismo catequista".
cación de este concepto de feminismo la sostiene también la propia Clara Cam
su prólogo, afirmando: "El feminismo no ha nacido ni se ha cultivado jamás e
pos de golf, en los halls de los grandes hoteles o en las fiestas aristocráticas...".
Así, la propuesta política de María Cambrils consiste en la transformación
y feminista de la sociedad. Un socialismo que es entendido por ella con plan
similares a los del teórico alemán August Bebel en La mujer y el socialismo (1
la solución a la situación de las mujeres, pero a la vez, como la más depurada y
presión del liberalismo, del igualitarismo, y en consecuencia, del sufragismo:

El socialismo, lógico siempre, liberal siempre, emancipador de todos los oprimidos, lib
cios religiosos, amante de la verdadera moral que basada en la ciencia debe ser nuestr
conducta, concede el voto a las mujeres sin distinción y lleva el feminismo a su más alto

47 María Cambrils, "¡Despierta, mujer, despierta!", El Obrero. Periódico del Sindicato de la


demás Sociedades Obreras, 21, Elche, 4 de julio de 1926.
48 Ana Aguado, "Feminismo socialista y/o socialismo feminista: María Cambrils", Aren
(2003), pp. 243-254.
144 49 María Cambrils, Feminismo Socialista, p. 33.

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Es evidente la transformación discursiva producida dentro del mismo socialismo en
tre los primeros años del siglo y los años veinte, respecto al tratamiento de la subordina
ción femenina, respecto a la historicidad y valoración del concepto "feminismo", y muy
especialmente, respecto al propio concepto de sufragismo y el significado cultural y social
que se le asignaba por hombres y mujeres socialistas. No hay más que recordar cómo, en
1908, Juan Almela Meliá -hijastro de Pablo Iglesias- hablaba todavía de "feminismo prác
tico" en contraposición al "feminismo sufragista", al analizar la situación laboral de las
trabajadoras y proponer como solución a sus problemas la sindicación de aquéllas a la
UGT. Aunque todavía en los años 1925 y 1926 Cambrils era la única colaboradora femeni
na en El Socialista, con una sección semanal dedicada a la problemática femenina.
De forma paralela, en María Cambrils destaca especialmente la agudeza de su análi
sis sobre las causas históricas, sociales y culturales de la subordinación femenina, así
como su crítica feminista a la misoginia de los discursos médicos. Cambrils denuncia el
carácter patriarcal del discurso científico en torno a la supuesta inferioridad "natural" de
las mujeres para legitimar roles sexuales jerarquizados y subordinados, acudiendo a lo
"natural" para justificar lo "útil". Plantea así una crítica enormemente moderna al discurso
médico misógino, patriarcal y antifeminista de Gregorio Marañón, un discurso desde el
"saber médico" basado en la "diferente naturaleza" femenina y masculina. Un discurso
que legitimaba la subordinación social y familiar femenina, la división sexual del trabajo o
la inferioridad salarial. Su crítica suscitó la polémica interna también dentro de los propios
medios socialistas, al calificar a Marañón de "pigmeo y liliputiense":

Son muchos los señores de cátedra y título universitario que argumentan acerca de los derechos fe
meninos, demostrándose partidarios de que sea colocada la mujer en un "trono", pero al mismo
tiempo se la relegue a los quehaceres domésticos y a las funciones de la maternidad... Relegar a la
mujer a los simples menesteres de la aguja y a las funciones naturales de la maternidad nos parece,
no ya sólo el colmo del egoísmo masculino, sino también una solemne estupidez que merece toda la
actitud de nuestro reproche...50

Junto a las propuestas y planteamientos teóricos e ideológicos, desde el análisis de la


subordinación femenina como un elemento más de la desigualdad social, su feminismo se
concretaba en medidas específicas para la situación concreta de las mujeres españolas de
su época: derechos educativos y laborales de las mujeres, igualdad legal, reformas en la le
gislación que hicieran posible la ciudadanía política y civil igualitaria para las mujeres, y
en este sentido, y muy especialmente, la lucha por el voto. Desde sus principios radical
mente democráticos, socialistas y feministas, María Cambrils fue una enérgica defensora
del voto femenino. No sólo como objetivo de futuro en los años veinte, sino también de
forma decidida, ya proclamada la Segunda República, calificando de misóginos a los que
se oponían a la igualdad de derechos políticos entre mujeres y hombres:

Es ya un tópico manido eso de decir que el Parlamento español ha cometido una solemne torpeza
al incorporar a nuestra Constitución el postulado feminista de la igualdad electoral para los dos se
xos. Quienes califican de torpe una tan equitativa medida de derecho civil son los misóginos de
siempre, aquellos que admiten como muy acertado el viejo dicho: "La mujer en casa con la pierna
quebrada".51

Y precisamente por la importancia concedida a la movilización femenina y a la parti


cipación política de las mujeres, criticaría el intenso activismo de la Iglesia católica dirigi

50 Ibidem.
51 María Cambrils, "El voto femenino", El Popular (Órgano de la Agrupación Socialista Gandiense),
Gandia, jueves 26 de octubre de 1933. 145

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do a "encuadrar" a la población femenina en el asociacionismo católico y en un "feminis
mo amorfo" -en sus palabras-, como respuesta a la particular intensidad del "despertar fe
menino" y del debate feminista en estos años, especialmente en la década de los veinte:

La acción femenina, en general, se ha pretendido encauzarla por los derroteros laberínticos que se
ñala el confesionalismo religioso [...], realizados ladinamente en la sombra por quienes pretenden
sostener un dominio oneroso sobre las conciencias y los intereses [...], instrumento principalísimo
de la esclavitud civil y económica [...] para producir muñecas de carne movidas automáticamente
desde las negras cabinas donde se labora contra el progreso, la cultura del pueblo, el libre examen y
las libertades ciudadanas.52

Frente a la presión e influencia católica, María Cambrils llamaría desde toda la prensa
socialista, tanto general como local -de forma repetida en El Obrero de Elche-, a la acción
y militancia femenina, no sólo en cuestiones laborales a través de los sindicatos, sino tam
bién al protagonismo y a la acción política de las mujeres, incorporándose al Partido So
cialista:

La mujer ilicitana fue una de las primeras en enarbolar la bandera de las reivindicaciones femeninas
[...] ¿Cómo, pues, no sentirnos solidarizadas con ese núcleo de mujeres ilicitanas que hoy conme
moran el XXVII aniversario de su organización de resistencia al Capital y de auxilio recíproco en
los trances de apuro [...]. Nos hemos de permitir decirles que no sólo deben buscar el apoyo mutuo,
y su mejoramiento económico en la organización de oficio, sí que también deben sumarse al Partido
Obrero, que es la única fuerza política de solvencia moral que defiende la igualdad de derechos para
los dos sexos en todos los órdenes de la vida administrativa y profesional, de acuerdo con las doctri
nas sociales del excelso e inolvidable Augusto Bebel...53

Desde estos planteamientos discursivos, en el debate político de estos años en torno a


la participación política femenina, el sufragio, y el temor a la posible influencia de la Igle
sia en la orientación del voto femenino, tanto María Cambrils como una parte del socialis
mo español tendrían una postura de apoyo al sufragio, no sólo por principios, sino también
por razones electorales, y de participación política democrática. Un apoyo que, aunque
posteriormente en la República tuviese también un sesgo electoralista, para conseguir el
voto femenino, partiría mayoritariamente -no en todos los casos- de la idea de que el voto
de las mujeres de la clase obrera -tanto obreras como obreros- iría en su dirección, pues
juntos, obreras y obreros, vivían los mismos problemas.54 Por ello, la actitud tanto del so
cialismo en su conjunto, como la de María Cambrils, fue diferente en este sentido a la de
los republicanos, que tras la proclamación de la República temerían que los votos de las
mujeres fuesen a parar a las derechas y acabasen desvirtuando el sentido de la misma. Este
es el sentido de estas palabras de la misma María Cambrils, ya en 1933:

Otros titulados republicanos, que simulan admitir el lema democrático de la igualdad, sostienen que
la mujer electora emitirá su voto a favor de los candidatos retardatarios por estar sometida a la Igle
sia. Tal supuesto es una insidia, si no una injuria, de la que protestamos en nombre de todas las mu
jeres españolas de significación liberal. ¿Acaso no se nos ofrecen en mayoría los hombres que dicen
pensar de modo opuesto al interés de las pandillas monarquizantes de levita y solideo? Si los que
blasonan de republicanos de buen origen hubieran propagado la doctrina liberal en el seno de sus

52 María Cambrils, "Mujeres y muñecas", El Socialista, 13 de junio de 1925. Citado también por Rebeca
Arce, Dios, Patria y Hogar, p. 146.
53 María Cambrils, "A manera de adhesión. A todas las componentes de la Sociedad Femenina 'La Unión'",
El Obrero, Elche, 2 de octubre de 1927.
146 54 Mary Nash, Mujer y movimiento obrero en España, 1931-1939, Fontamara, Barcelona, 1981.

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respectivas familias, seguramente ni sus hijas ni sus mujeres se sumarían en el plebiscito popular a
ese clericalismo [...]. Los socialistas merecen bien de la mujer española, porque éstos la han eleva
do al merecido rango de la ciudadanía [...]. Por los socialistas ha podido ser una realidad en España
la igualdad ciudadana, por la que tanto ha venido batallando el feminismo internacional frente a la
oposición brutal de todas las confesiones religiosas, opuestas irreductiblemente a una igualdad de
derechos y de deberes sociales para los dos sexos [...]. No haya temor de que del hogar de un socia
lista salga un voto femenino para los reaccionarios.. ,55

Así, durante la Segunda República, las transformaciones producidas respecto a los


discursos de género en la cultura socialista no fueron puntuales o sin antecedentes. Entre
sus orígenes, hay una extensa y heterogénea presencia de discursos igualitarios en esta cul
tura política. Una cultura política que desarrolló en los años veinte y treinta complejas re
laciones entre socialismo y democracia, desde unos discursos y prácticas políticas que
combinaban distintas propuestas y estrategias de actuación, desde las que sería posible la
vinculación de las mujeres a la República como la "República de las ciudadanas".56 Y en
este sentido, el apoyo mayoritario que prestaron los diputados socialistas al sufragio feme
nino en las Cortes Constituyentes fue deudor, en gran parte, de las prácticas y discursos
desarrollados por mujeres como María Cambrils dentro de su propia cultura política, de la
multiplicación de asociaciones femeninas para luchar por la igualdad dentro y fuera de
la cultura socialista, y de su inserción en los debates sufragistas y en las conexiones inter
nacionales que articulaban este movimiento.

5. ¿Ciudadanas y/o madres ante la República? María Lejárraga, socialista ante


la República

Estos discursos feministas, presentes de forma minoritaria pero influyente en la cul


ra socialista, encontraron en la generación femenina de los años treinta posibilidad
desarrollo político, en el marco de los cambios jurídicos de la Segunda República. Un
neración de mujeres, tanto de cultura republicana como socialista, poseedoras de disc
feministas, y herederas de las utópicas, librepensadoras e internacionalistas de finale
siglo XIX, y de la primera generación de mujeres obreras que nutrió las filas social
desde los primeros años del siglo xx. Sus identidades, en gran medida resultantes de
dicional subordinación de género y de su exclusión de los derechos ciudadanos, se v
lan al desarrollo del pensamiento igualitario en la Segunda República, con sus perspec
de nuevos espacios de actuación política y de ciudadanía para las mujeres.57
Desde los antecedentes anteriores, sus propuestas políticas se centrarían en este
vo contexto en las relaciones entre ciudadanía femenina y República, entre deman
igualitarias y democracia, en último término, entre género y nación. Y en este sen
ejercieron un importante papel modernizador y democratizador. Pero al mismo tiemp
la figura de la mujer como madre como elemento movilizador. Así, la apelación a la m
como sujeto del espacio público y la apelación a la maternidad no son siempre eleme

55 María Cambrils, "El voto femenino", El Popular (Órgano de la Agrupación Socialista Gandie
Gandía, 26 de octubre de 1933.
56 Ana Aguado, "Identidades de género y culturas políticas en la Segunda República", Pasado y Mem
1 (2008), pp. 123-141; y Danièle Bussy Genevois, "Citoyennes de la Seconde République", en Marie-Alin
rrachina, Danièle Bussy Genevois y Mercedes Yusta, Femmes et Démocratie. Les Espagnoles dans l'esp
blic (1868-1978), Éditions du Temps, Nantes, 2007, pp. 129-145.
57 Ana Aguado, "Entre lo público y lo privado: sufragio y divorcio en la Segunda República", Aye
(2005), pp. 105-134. 147

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Fot de Díaz Cas riego

permanentes en las propuestas de las mujeres femin stas o socialistas, ni se suceden nec
sariamente, pues el uso de uno de l os no impide que se recur a también al otro, pues fun
cionan como recurso par ser invocados.58
Algunas de las razones de ste hecho habría que buscarlas en la nec sidad estratégica,
de la que ran conscientes estas mujeres ocialistas, de logra la vinculación de mil ones de
mujeres no sólo con las reiv ndica iones igualitarias y de ciudadanía femeni a, sino a la
vez, y en directa consecuencia, con la España "nueva", con la República y con el universo
simbólico que ésta repres ntaba en torno a valores igualitarios, laicos y democráticos, par
tiendo de los valores asociados a la identidad femeni a hegemónica: la maternidad, la fami
lia, la crianza, la educa ión. Fue desde la identidad femeni a desde la que algunas propues
tas e dir girán en estos años a la partic pación y la movil zación femeni a en dicha
"España nueva", acudiendo a un amplio abanico de razones, más al á del des o de que la
República dies respuesta las reiv ndica iones femeni as largamente planteadas.
Una de las más rel vantes repres ntantes de sta generación de mujeres ocialistas
con propuestas femin stas formuladas en este sentido fue María Lejár aga. Son estas pro
puestas y su signif cado dentro de su biografía intel ctual y política las que son particular
mente interesantes, más al á de los aspectos más conocidos de una compleja personalidad
en la que confluyeron su femin smo mil tante y la ocultación de su propia identidad inte
lectual en la de su marido, Gregorio Martínez Sier a, el "más famos " autor teatral de los

148 58 Joan Scot , "El eco de la fantasía: la historia y la construc ión", p. 123.

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años treinta. Una relación intelectual y personal en la que se combinaron la propia subjeti
vidad y los principios ideológicos con los elementos patriarcales presentes en el modelo de
género y familiar hegemónico.59
María Lejárraga reúne así, en su personalidad, numerosos perfiles biográficos y polí
ticos: intelectual, socialista y feminista, diputada en 1933 en las Cortes republicanas por el
PSOE, impulsora de la Asociación Femenina de Educación Cívica, exiliada el resto de su
vida tras el triunfo franquista. Autora de una ingente cantidad de obras literarias, piezas
dramáticas, libretos de zarzuelas como Las golondrinas o El amor brujo, guiones de cine,
artículos, y discursos "feministas" -firmados por Gregorio Martínez Sierra, quien en reali
dad poco escribió por sí mismo-. La renuncia a la propia identidad, y la aceptación de la
subordinación entre la "escritora que nunca existió" y Gregorio Martínez Sierra, son un
ejemplo paradigmático de la transversalidad del sistema de género, y de la interiorización
de valores asociados a la feminidad, también por mujeres socialistas y feministas.60
Pero paralelamente a su dimensión privada, María Lejárraga en su dimensión pública
y política, como intelectual socialista, realizó diversas e inteligentísimas propuestas políti
cas, con amplios matices en su argumentarlo, sobre las formas posibles de vinculación de
las mujeres con el espacio público, en concreto con la naciente República. Una de estas
propuestas feministas igualitarias, desde la que rebatía estratégicamente las tópicas dis
yuntivas entre feminidad y feminismo como excluyentes, planteaba las razones diversas
por las que las mujeres debían incorporarse a este territorio político. No sólo como "ma
dres de los ciudadanos" -la única condición que habían tenido en los anteriores regímenes
liberales-. Tampoco sólo por formar parte, como españolas, de la "madre Patria".61 Su ar
gumentación iba más allá: las mujeres debían considerar a la República, a la "España nue
va" como hijo -en masculino-. Un hijo "nuevo" al que cuidar, educar y hacer crecer en las
virtudes ciudadanas, democráticas, igualitarias, e incluso feministas. Por tanto, desde la
reivindicación política de la función de las mujeres como madres, biológicas y sociales; y
como educadoras.
En otras palabras, una inteligente estrategia discursiva, propuesta para vincular a las
mujeres a la República, para conseguir la movilización femenina "ante la República", para
obtener objetivos igualitarios. Una propuesta que apelaba a la ciudadanía femenina como
vector de nacionalización, y que utilizaba el maternalismo en clave no sólo social, sino po
lítica, como un elemento más en las propuestas de ciudadanía femenina, presentes en la
cultura socialista. Así, María Lejárraga maneja varios niveles del discurso feminista, entre
lazando referentes teóricos, análisis concretos de la condición femenina, y estrategias so
ciales y políticas igualitarias.62 Desde su conocimiento de la condición social de las muje
res en España, combinaría distintas estrategias retóricas. Así por ejemplo, insistiría en que
el feminismo no interesa sólo a las mujeres, sino a toda la sociedad, y que los hombres han
caricaturizado este concepto enfrentándolo a "feminidad", para ridiculizarlo:

Todas esas ideas sobre feminismo son mentiras bonitas que les dicen a ustedes los hombres, con un
poco de mala fe, porque les conviene que sigan ustedes en santa ignorancia haciendo su papel de
muñecas graciosas e irresponsables.63

59 Alda Blanco, Maria Martínez Sierra (1874-1974), Ediciones del Orto, Madrid, 1999; Antonina Rodri
go, Maria Lejàrraga, una mujer en la sombra, Vosa, Madrid, 1994; y Antonina Rodrigo, Maria Lejàrraga, una
mujer en la sombra, Algaba Ediciones, Madrid, 2005.
60 Maria Martínez Sierra, Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración, Pre-Textos, Valencia, 2000.
61 Nira Yuval-Davis, "Género y Nación: articulaciones del origen, la cultura y la ciudadanía", Arenal, vol.
3:2 (1996), pp. 177-198.
62 Alda Blanco, "Introducción" a María Martínez Sierra, Una mujer por los caminos de España, Castalia
Instituto de la Mujer, Madrid, 1989, pp. 28-29.
63 Gregorio Martínez Sierra, Feminismo, feminidad, españolismo, Renacimiento, Madrid, 1917, pp. 149
18-19.

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Así, escasos días después de la proclamación de la República, los días cuatro, nueve,
once, quince y dieciocho de mayo de 1931, María Lejárraga impartió un ciclo de confe
rencias en el Ateneo de Madrid, titulado conjuntamente "La mujer ante la República", pu
blicado como libro con el mismo título genérico64 en el que se recogían estas cinco inter
venciones en cinco partes: Realidad, Egoísmo, Libertad, Religión y Federación. En estas
cinco conferencias argumentaría las razones por las que las mujeres españolas debían no
sólo apoyar sino implicarse en el nuevo régimen, "amparar" a la recién nacida República
con "amparo maternal". Debían hacerlo por razones ideológicas, pero también, por "moti
vos de orden práctico", y porque la República iba a dar respuestas y soluciones a la "escla
vitud femenina", como ya había demostrado en sus primeros quince días el Gobierno Pro
visional:

El Gobierno Provisional de la República ha hecho más a favor de las mujeres que todos los gobier
nos monárquicos que se han sucedido [...]. Mujeres ambiciosas, el gobierno de la Buena Voluntad
Española os puede dar puestos y responsabilidad. Mujeres generosas, el gobierno de la República os
puede dar deberes. Mujeres justas, la República os puede dar derechos. ¡Puede, sabe, quiere y le
conviene!65

Se referiría así la futura diputada socialista a lo que las mujeres podían "ofrecer" a la
República, a lo que podían esperar de la misma -lo que "nos puede dar en pago"-, y final
mente, a los "temores innecesarios" cara a su aceptación: el "problema religioso" y el
"problema catalán". Desde su militancia política como ciudadana socialista, María Lejá
rraga quería mostrar las razones que tenían las mujeres para apoyar a la República, y los
beneficios que podrían obtener de ella. Por ello, desde su ideología feminista, su propuesta
vinculaba políticamente a las mujeres con el nuevo régimen republicano -con la nación en
último término-, como electoras y elegibles, como ciudadanas con derechos políticos.
Pero a la vez, las vinculaba, en clave simbólica, desde la maternidad. No únicamente como
hijas -"Hijas de la Libertad"-, sino sobre todo, y más significativamente, como madres:
ya no tan sólo como madres de ciudadanos -como había ocurrido desde la Revolución
Francesa y la Constitución de 1791—66 sino como "madres" de la propia República. En
otras palabras, desde una nueva propuesta de maternalismo e incluso de feminismo mater
nalista, en clave política y en clave nacional.
¿Por qué? Porque sus conferencias se estructuran a partir de un enunciado tan signifi
cativo como éste: "La patria que para los hombres es 'la madre', para las mujeres es 'el
hijo'. María Lejárraga plantearía así, desde sus referentes culturales y políticos socialistas,
un discurso de género "ciudadano" y nacional. Un discurso en el que las mujeres tenían
una misión política, y a la vez femenina, que cumplir: la maternidad hacia la República, a
la que deben cuidar como a un hijo. Su "descendencia" como ciudadanas es una descen
dencia política concreta: la República. Y por ello, la vinculación y el apoyo de las mujeres
a la República debía mostrarse haciendo "apología" de la misma, hablando constante e
incansablemente a favor de ella. Porque su feminismo y su socialismo se nutriría de sus
preocupaciones educativas y pedagógicas, por formar y alfabetizar a las mujeres, por cul
turizar al país: "España es atrasada por ignorante [...]. Eso es el socialismo: juntarse y
aprender, aprender cada día, aprender siempre".67

64 María Martínez Sierra, La mujer española ante la República, Ed. de la Esfinge, Madrid, 1931.
65 María Martínez Sierra, La mujer española, p. 32.
66 Dominique Godineau, "Hijas de la libertad y ciudadanas revolucionarias", en Georges Duby y Michelle
Perrot (eds.), Historia de las mujeres. El siglo XIX, Taurus, Madrid, 1993, vol. IV, pp. 23-40.
150 67 María Martínez Sierra, Una mujer por los caminos de España, Castalia, Madrid, 1989, p. 88.

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En síntesis, en su propuesta discursiva como socialista y feminista se interrelacionan
los conceptos de feminidad nación, maternidad educación y patria. Mujeres y República,
con un discurso que utilizaría un lenguaje feminista igualitario, pero a la vez, un lenguaje
maternalista, para potenciar no sólo la implicación, sino más aún, la "preocupación" de las
mujeres por la República. Preocupación por el crecimiento de la misma, al igual que una
madre se preocupa por sus hijos, comparando las etapas de crecimiento de los hijos, con
sus problemas y dificultades, con el crecimiento del nuevo régimen:

El país, nuestro hijo, está bajo la influencia de un cambio que es, sencillamente, un fenómeno de
crecimiento [...]. Ha entrado en una especie de adolescencia que, desde luego, no es ni puede ser el
último avance de su evolución [...]. Mientras llega a su madurez, sostengamos con todo nuestro es
fuerzo el régimen que acaba de implantarse. Hagámoslo siguiendo la propuesta del Gobierno Provi
sional, que viene a ser la misma que aplicamos a nuestros hijos: vigilancia, orden y trabajo. Vigilé
monos nosotras para no acoger y esparcir "rumores absurdos" que dañen el crédito de la República.
Actuemos con serenidad, sin alarmas ni gritos, en definitiva con orden. Trabajemos también para
capacitamos y así "ayudar a gobernar la casa".68

En definitiva, María Lejárraga utilizaría la maternidad en clave simbólica, como es


trategia discursiva para conseguir más vinculaciones de las mujeres con la República, con
la nación. Una maternidad que formaba parte del sistema de género, pero que se articulaba
como propuesta política sobre un "hijo" de naturaleza especial: un hijo no biológico, sino
político, como era la propia nación, la "España nueva" o la República.
Junto a estas metáforas, España está simbolizada también en su discurso con otro re
ferente femenino: la casa, el hogar. España como espacio doméstico, como "la propia
casa". La casa nacional, la casa republicana, aparece resignificada desde el discurso socia
lista y feminista de María Lejárraga como un nuevo "espacio doméstico", que paradójica
mente, es el espacio público. Por tanto, un espacio que debía ser tan "propio" para las mu
jeres como era el hogar, la casa, el ámbito privado. Así, tras una larga génesis y tránsitos
generacionales, a la altura de los años treinta podía conformarse para las mujeres un nuevo
hogar "político": el espacio público de la "casa republicana". Una "casa nacional" con una
concepción política de la ciudadanía que incluía a las mujeres. Desde su feminismo socia
lista igualitario, reformularía conceptos vinculados tradicionalmente a la feminidad do
méstica, en clave política, de ciudadanía femenina, y de "ocupación", de "habitación" del
espacio público por parte de las mujeres. Y esta reformulación, como recurso movilizador
para incorporarlas y acercarlas a lo político, contribuiría a configurar el régimen republi
cano en un sentido democrático y moderno.
Es cierto que esta transformación tenía evidentes limitaciones, tanto en la aplicación
y desarrollo de las leyes, como en la realidad social de la España de los años treinta.69 Pero
la Segunda República iba a desarrollar, por primera vez en la historia de España, los ele
mentos definitorios de la modernidad de un Estado: la democratización, la laicidad y la
codificación. Y esta modernidad se acentuaría en la medida en que incorporase a las muje
res desde principios igualitarios. La República sería un momento de transformación de las
identidades de género, desde culturas políticas como la socialista. No tanto, o no sólo, por
los cambios en el estatus político, legal o social de las mujeres, en la ciudadanía de éstas, y

68 María Martínez Sierra, La mujer española, pp. 32-33.


69 María Dolores Ramos, "¿Madres de la Revolución? Mujeres en los movimientos sociales españoles
(1900-1930)", en Georges Duby y Michelle Perrot (dirs.), Historia de las mujeres. El siglo xx, Taurus, Madrid,
vol. 5, 1993, pp. 644-659; y Aurora Morcillo, "Feminismo y lucha politica durante la II República y la guerra
civil", en Pilar Folguera (dir.), El feminismo en España, dos siglos de historia, Fundación Pablo Iglesias, Ma
drid, 1988, pp. 57-83. También en Ana Aguado y María Dolores Ramos, La modernización, pp. 203-211. 151

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cómo estos cambios afectaron a sus posibilidades de emancipación o igualdad -ésta es la
pregunta más evidente-. Sino también por las formas de construcción del concepto "muje
res", es decir, de las identidades femeninas o la percepción de las mujeres de sí mismas.70

6. Conclusiones

En el primer tercio del siglo xx, las mujeres socialistas fueron desarrollando
tas discursivas y un activismo político que "ordenó" a través del lenguaje las exp
femeninas, construyendo una identidad común. De forma especialmente explícita
Primera Guerra Mundial, sus propuestas y demandas de derechos civiles y polític
fragio y de ciudadanía femenina, apelaron al igualitarismo universalista. En los a
te, sus planteamientos profundizarían en el discurso feminista y sufragista, desa
las vinculaciones entre socialismo y feminismo, entre acción colectiva femenina
pación política.
En los años treinta y ante la República, determinadas propuestas formuladas
jeres feministas socialistas como María Lejárraga contribuyeron a cohesionar l
das de igualdad y de ciudadanía política femenina, utilizando estratégicamente re
identitarios femeninos como la maternidad, para crear distintas formas de vincu
las mujeres con la República: vinculación política, vinculación ciudadana y vinc
maternal. Desde la apelación a elementos identitarios comunes, las mujeres podía
carse directamente en el proceso de cambio social y democrático que representa
pública. En síntesis, sumando a la ciudadanía política la maternidad simbólica.71
figura de la mujer como sujeto del espacio público o desde la figura de la mujer
porque -frente a su supuesta antítesis- el recurso a una de estas figuras no impid
recurra a la otra; y más aún, a una lectura "maternal" de la primera o a una lectu
ca" de la segunda.72
Sus planteamientos igualitarios y/o feministas partían de la importancia otorgada
los socialistas a la participación en la vida política, como un camino imprescindi
avanzar en la emancipación femenina. Pero esa participación se articulaba desd
tos identitarios heterogéneos, como eran la ciudadanía nacional o la maternidad.
a la presencia femenina en el espacio público, con reivindicaciones civiles, labora
líticas en clave igualitaria. Pero a la vez, desde la apelación a la identidad femeni
allá del "feminismo relacional", vinculaban a las mujeres al espacio público -a la
ca, a la nueva nación española- desde los valores femeninos. Desde sus propuestas
sivas se fue conformando, en los años veinte y treinta, una identidad de género, de l
jeres como sujeto político.73 Una identidad que fue articulándose y vinculándose
la esfera privada, sino también a la esfera pública -en los años treinta, a la Repúb
régimen político, y en último término, a la nación.
En este sentido, muchas de las propuestas feministas producidas por mujere
tura socialista construyeron no sólo un "sujeto femenino" que reclamaba los der
ciales y políticos, sino que también conformaron una identidad femenina política
y de género. En su contexto, "homogeneizar" a las mujeres desde propuestas ide

70 Joan Scott, "El eco de la fantasía: la historia y la construcción", pp. 113-115.


71 Mary Nash, "Dos décadas de historia de las mujeres en España: una reconsideración", Histori
(1991), pp. 137-161, p. 152.
72 Joan Scott, "El eco de la fantasía: la historia y la construcción", p. 129.
73 Jürgen Habermas, "Tres modelos de democracia. Sobre el concepto de una política delibera
152 bats, 39 (1992), pp lS-2\.

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políticas y de género, en clave nacional y maternal, les daba posibilidades de incorporar a
amplios sectores de la población española femenina, hasta esos momentos ajenos a sus
propuestas. La construcción de esta identidad común partía necesariamente de referentes y
de experiencias comunes, colectivas. Y en este sentido, la apelación a la maternidad, la
función de las mujeres como madres como "identidad colectiva", fue un territorio común
connotado positivamente en sus lenguajes políticos, transformando este elemento identita
rio en un referente valioso. Un referente que se utilizaría a lo largo del siglo xx como base
del antibelicismo o de los movimientos de mujeres por la paz, como en el caso de Mujeres
contra la Guerra y el Fascismo. Y este recurso movilizador se desarrollaría todavía más en
la Guerra Civil, desde los mensajes del gobierno republicano para que las mujeres atendie
sen no sólo a la maternidad biológica, sino también la maternidad social.1*
En definitiva, la conciencia femenina, el feminismo y el pensamiento igualitario se
conformaron así, en el seno de culturas políticas como la socialista, también a partir de
significados culturales vinculados a la feminidad. Significados adquiridos no sólo a través
de instrumentos políticos formales, sino a través de mecanismos informales: tradiciones
culturales, solidaridades, espacios laborales, o roles sociales.75 Desde éstos, el desarrollo
de su conciencia política fue resultado de la progresiva suma de identidades: como muje
res, como socialistas, como españolas, como ciudadanas o como madres. Así, las acciones
y las propuestas de estas mujeres se vinculan a su cambiante conciencia práctica -utili
zando el concepto de Raymond Williams-.76 Una conciencia entendida como un proceso
de aprendizaje desde diferentes referentes identitarios, desde el que pueden explicarse las
formas de actuación, de resistencia, de negociación o de estrategias desarrolladas por las
mujeres.77
En este sentido, sus propuestas, discursos y acciones, desde planteamientos feminis
tas pero a la vez desde la utilización de estos múltiples referentes, contribuyeron desde la
Primera Guerra Mundial, en los años veinte, y después particularmente en la Segunda Re
pública, al proceso de construcción de la ciudadanía femenina en España. A la participa
ción de las mujeres en la vida política, y a su incorporación a la construcción democrática
-por tanto, contando con ellas necesariamente- de esa "España nueva" republicana, de esa
España que hacer crecer y formar pues "ha de ser nuestro hijo".

74 Ana Aguado, "Republicanes i antifeixistes. Identität i memoria femenina a la Guerra Civil", en Albert
Girona y Javier Navarro (eds.), Fa setanta anys. La Guerra Civil al Pais Valencià (1936-1939), Publicacions de
la Universität de València, Valencia, 2009, pp. 169-180; y Monica Moreno, "Republicanas y República en la
Guerra Civil: encuentros y desencuentros", Ayer, 60 (2005), pp. 165-195.
75 Temma Kaplan, "Conciencia femenina y acción colectiva: el caso de Barcelona, 1910-1918", en Mary
Nash y James Amelang (eds.). Historia y Género: las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea, Alfons
el Magnànim, Valencia, 1990, pp. 267-295.
76 Raymond Williams, Marxismo y literatura, Península, Barcelona, 1980, p. 58.
77 Cf. Dones. Eis camins de la llibertat, Generalitat Catalana, Barcelona, 2008. 153

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