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APUNTES OSTEOLOGÍA

Profesor:
José Carbonell V.
El sistema esquelético del hombre está compuesto principalmente por órganos
llamados huesos y por componentes menores, de cartílago. Los huesos se unen en
las articulaciones, lo que les permite moverse conservando una relación significativa
entre uno y otro. Los músculos esqueléticos proporcionan la fuente de energía y
pueden convertir esta energía química almacenada en energía mecánica, es decir,
energía de acción.

Tipos de esqueletos

El esqueleto del hombre, como el de otros vertebrados, es vivo, del tipo interno o
endosqueleto. Como tal, crece a medida que el cuerpo lo hace; se adapta a las
condiciones de vida del individuo y tiene la capacidad de componerse por sí solo
después de una enfermedad o lesión. Esto lo diferencia del esqueleto externo o
exosqueleto, y el contraste es más notable en los insectos y otros artrópodos. El
exosqueleto no es vivo, sino que es un producto de los tejidos vivos subyacentes.
Para que el organismo pueda crecer, debe deshacerse del exosqueleto y substituirlo
después del crecimiento. No tiene la capacidad de adaptación propia del
endosqueleto. Sin embargo, es una buena protección para el animal. En los
vertebrados, el exosqueleto se limita a escamas, conchas (como en las tortugas). En
este capítulo se estudiará únicamente el endosqueleto.
Funciones

El sistema esquelético es una estructura de sostén para los tejidos blandos del cuerpo. Es básico para la
forma del cuerpo y su posición erecta. Los músculos esqueléticos se insertan en los huesos, y, especialmente
en el esqueleto de los miembros, los huesos se usan como palancas y las articulaciones funcionan como puntos
de apoyo alrededor de los cuales se efectúan los movimientos. Por tanto, el esqueleto desempeña un papel
pasivo, aunque esencial.

El esqueleto proporciona protección a los órganos vitales, tales como el sistema nervioso central, que se
aloja en la cavidad craneal (formada por los huesos de la cabeza), y el canal vertebral (formado por las
vértebras). El corazón, los pulmones y los principales vasos sanguíneos se encuentran dentro de la cavidad
torácica con su estructura protectora de vértebras, costillas, esternón y cartílagos costales.
El esqueleto es un depósito de minerales como calcio y fósforo, y los huesos toman parte en el
metabolismo de estas substancias. Algunos huesos funcionan también como centros para la formación de
células sanguíneas o hematopoyesis. La formación de sangre se desarrolla principalmente en la médula ósea
roja de la epífisis proximal del fémur y del húmero, en las cos-tillas, el esternón, las clavículas, los huesos
coxales, las vértebras y en el diploe de los huesos del cráneo. La médula ósea amarilla, que se encuentra
principalmente en el cuerpo de los huesos largos, también se puede volver activa en la formación de eritrocitos,
granulocitos y plaquetas. Es una reserva de urgencia para la formación de células sanguíneas.

Desde otro punto de vista, como los huesos se cuentan entre los órganos corporales más durables y son los que
tienen mayor probabilidad de preservarse en la costra terrestre, son una valiosa fuente de información en los
estudios de la evolución. Durante siglos los arqueólogos y paleontólogos los han buscado en todas partes del
mundo, y han contribuido ampliamente a nuestra comprensión de la historia de la vida y del hombre.

El esqueleto está constituido por un conjunto de huesos unidos entre sí: En el ser vivo es frecuente su
exploración clínica mediante radiografías o palpación de referencias óseas de interés.

El esqueleto del hombre es osteocartilaginoso. Durante la vida fetal el esqueleto osteocartilaginoso que se
forma es reemplazado luego por hueso de sustitución. En el adulto el esqueleto cartilaginoso persiste en forma
limitada: cartílagos costales, articulares, tabique nasal, etc.

Los huesos son piezas duras, resistentes, que sirven de sostén a los músculos que los rodean. Pueden
presentarse como:

- Elementos protectores: un conjunto de huesos se conectan entre sí y forman cavidades que alojan sistemas y
sentidos (cráneo, órbitas, etc.)
- Elementos articulares: en las articulaciones móviles los huesos están unidos entre sí por cápsulas, ligamentos
y músculos. Estos últimos forman los ligamentos activos y los cartílagos participan como piezas pasivas.
Idea general del esqueleto

A. El esqueleto axial está constituido por la superposición de una serie de piezas óseas cuyo conjunto forma la
columna vertebral, que se halla situada en la línea media posterior y constituye el eje vertical del esqueleto.
Su parte superior sostiene el cráneo, delante del cual se encuentra un conjunto óseo completo con diversas
cavidades: el macizo facial. En su extremo inferior las vértebras se sueldan y adelgazan, formando dos
huesos: el sacro y el cóccix.

El conjunto craneovertebral o esqueleto axial presenta en su interior una cavidad donde se aloja el sistema
nervioso central, con las raíces raquídeas y sus envolturas.

De la parte media de la columna vertebral se separan a ambos lados una serie regular de arcos óseos: las
costillas, en número de 12 para cada lado. Éstas se articulan por anterior con el esternón por intermedio de los
cartílagos costales, excepto las dos últimas que quedan libres: "costillas flotantes". El conjunto de columna
dorsal, costillas, cartílagos, esternón y espacios intercostales se integra en una caja de constitución especial: el
tórax.

En el esqueleto apendicular se diferencian:


a) Cíngulo escapular, formada por la clavícula y la escápula, esqueleto de la cintura escapular o torácica, que
b) une el miembro superior al tórax.
c) Cíngulo pélvico, situada en la parte inferior de la columna, a ambos lados del sacro. A éste se unen los
huesos coxales, con los que se conectan los miembros inferiores. Los huesos coxales, el sacro y el cóc-cix
delimitan un espacio: la cavidad pelviana.
d) El miembro superior comprende 3 segmentos con sus respectivos huesos: el brazo, con el húmero; el
antebrazo, con la ulna y el radio, y la mano, con el carpo, el metacarpo y las falanges.

El miembro inferior también presenta 3 segmentos: el muslo, con el fémur; la pierna, con la tibia y la fíbula y el
pie, con el tarso, el metatarso y los ortejos.
Existe un único hueso, situado en el cuello, que no presenta conexiones directas con el esqueleto: se trata del
hueso hioides.

B. Número de huesos
En el adulto se cuentan 206 huesos con exclusión de los huesos wormianos (supernumerarios del cráneo) y
de los sesamoideos. El número de las piezas óseas varía con la edad. En el niño el hueso frontal comprende
dos piezas: derecha e izquierda, que luego se fusionan; el hueso ilíaco está formado por 3 huesos diferentes:
isquion, ilion y pubis, que posteriormente se sueldan entre sí. En la vejez los huesos pueden soldarse,
especialmente los del cráneo, disminuyendo su número.

C. Configuración externa de los huesos


Los huesos se presentan en tres formas principales:
1. Huesos Largos
Predomina la longitud sobre el espesor y el ancho. Constan de un cuerpo o diáfisis y de dos extremos o
epífisis. La unión de la diáfisis con la epífisis se llama metáfisis. A este grupo corresponden los huesos de los
dos primeros segmentos de los miembros.
2. Huesos cortos
De volumen restringido, sus 3 ejes son semejantes. De forma variable, generalmente cuboidea, se los encuentra
en el carpo, el tarso.

3. Huesos planos

El espesor es reducido con predominio de la longitud y el ancho. Constituyen las paredes de las cavidades
craneana, nasales, orbitarias y pelviana. Pueden formar amplias superficies de inserción muscular: escapular,
coxal, occipital.
Pueden distinguirse además:

- Huesos arqueados: resultan de una adaptación funcional y se presentan incurvados sobre su eje en arco de
círculo, como ocurre en las costillas, o en herradura, como la mandíbula

- Huesos con cavidades neumáticas: algunos huesos de la cara y del cráneo presentan cavidades más
voluminosas que las que existen en el tejido esponjoso. Pueden tener dimensiones más reducidas y se las
designa celdas o células: etmoidales, mastoideas, etc. Cuando adquieren un tamaño mayor se las denomina
senos, como se observa en huesos del cráneo y de la cara. Todas estas cavidades modifican la forma del hueso.

4. Huesos sesamoideos: inconstantes, deben su nombre a sus reducidas dimensiones, y parecido a la semilla de
sésamo. Se los encuentra en la articulación metacarpofalángica del pulgar y metatarsofalángica del primer dedo
del pie, en el tendón del fíbular lateral largo.
Con menor frecuencia se encuentran en el tibial posterior y tríceps braquial. Pueden hallarse en el espesor de
los ligamentos articulares o viscerales (tiroaritenoideos, etc.). Anexos a un tendón o ligamento se articulan con
un hueso de la vecindad, hueso de sostén o de soporte, al que generalmente no se sueldan. Esto los diferencia
de los huesos supernumerarios.

La patela, situada en el tendón del cuádriceps, es el huesos sesamoideo más grande.

En la superficie de los huesos existen irregularidades, como salientes, entrantes y superficies ásperas. Las
eminencias y las salientes adoptan formas variables:
a) ARTICULARES: regulares, como la cabeza del húmero, los cóndilos del fémur.
b) EXTRAARTICULARES: muy variables, irregulares y rugosas, generalmente destinadas a inserciones
musculares o ligamentosas. Su desarrollo varía según la potencia que ejerce el músculo que se inserta en ellas.
Se las denomina relieves, protuberancias, tuberosidades, espinas, crestas, etc.

5. Huesos irregulares: Son huesos sin una forma regular con sustancia compacta externa y esponjosa interna.
Esta se concentra en lugares específicos del hueso. Como ejemplo están las vértebras.
Algunos huesos están perforados por orificios que se denominan agujeros o conductos de transmisión, que
comunican una de las caras del hueso con la cara opuesta, permitiendo el pasaje de órganos muy diversos. Esto
ocurre, por ejemplo, en el agujero occipital, en el hueso del mismo nombre, el cual aloja el bulbo raquídeo que
pasa del cráneo al conducto vertebral. Otros agujeros son mucho más pequeños, como el agujero redondo
menor del hueso esfenoides, atravesado por la arteria meníngea media. Estos orificios son particularmente
numerosos en las paredes de las cavidades cerradas y por su intermedio esas cavidades se comunican con el
exterior de la caja ósea considerada.
En el hueso del adulto, al corte se reconocen dos porciones: el hueso compacto y el hueso esponjoso. El hueso
o tejido compacto forma una capa periférica y continúa. El tejido esponjoso está constituido por una serie de
laminillas o trabéculas que delimitan aréolas comunicadas entre sí, que albergan la médula ósea. El tejido
compacto le forma al esponjoso un estuche de contención. Las trabéculas del tejido esponjoso tienen una
orientación que permite al hueso una mayor resistencia a las presiones o a las tracciones que debe soportar,
utilizando el mínimo de material.
En los huesos largos la diáfisis está constituida por tejido compacto por fuera del conducto medular y las
epífisis por tejidos esponjosos y rodeados por una delgada lámina de tejido compacto.

En los huesos planos el tejido esponjoso se dispone entre dos láminas de tejido compacto. En los huesos de
la bóveda del cráneo se denomina diploe al tejido esponjoso y tablas interna y externa a las láminas de tejido
compacto.

Los huesos cortos están formados por tejido esponjoso rodeado por una lámina de tejido compacto, a
semejanza de lo que ocurre en las epífisis de los huesos argos.
Los huesos irregulares compuestos de principalmente tejido trabecular cubierto por una capa de tejido
compacto.

Médula ósea: se encuentra en el conducto medular de los huesos largos y en las cavidades del tejido
esponjoso. La médula posee una marcada actividad: participa en la renovación de las células de la sangre y, al
parecer, no interviene en la vida del hueso normal. Es así como la médula constituye un tejido por sí misma y
puede considerársela un órgano aparte. El hueso seco carece de médula ósea.

Periostio: es una membrana fibroelástica que rodea la superficie externa de los huesos, con exclusión de las
partes revestidas por cartílago articular y los lugares en los que se insertan tendones y ligamentos. Ricamente
vascularizado e inervado, se adhiere de modo variable al hueso que reviste. Se lo libera más fácilmente de las
diáfisis que de las crestas e irregularidades. Participa en forma activa en el crecimiento del hueso y en su
vascularización.

Cartílagos de crecimiento: existen en los huesos largos de los jóvenes. Visibles en las radiografías, no deben
ser confundidos con trazos de fracturas. Los cartílagos de conjunción permiten el crecimiento en longitud del
hueso. También se los encuentra en la implantación de ciertas apófisis y tienen importancia patológica.
Características superficiales de los huesos

Los huesos presentan muchas impresiones superficiales que sugieren la función en la cual toman parte. Las
extremidades de los huesos largos que cargan peso son anchas, duras, lisas, y están cubiertas por una capa
delgada de cartílago hialino. Las superficies articulares de los huesos tienen forma variable y determinan en
parte el tipo de acción posible en las articulaciones. Los huesos tienen superficies irregulares y eminencias de
diversas formas para la inserción de músculos, tendones y ligamentos. Algunos huesos tienen canales para el
paso de vasos sanguíneos sobre su superficie y perforaciones para el paso de vasos sanguíneos y nervios. Las
depresiones en la superficie ósea pueden servir también para articulación o para inserción de ligamentos o
músculos.
Las características superficiales de los huesos se pueden describir de la manera siguiente:

Superficies articulares:

Cabeza: Una superficie redondeada, muchas veces separada del resto del hueso por un cuello, como en el fémur
o en el húmero.

Cóndilo: Una protuberancia convexa relativamente grande; por ejemplo los cóndilos occipitales o las
protuberancias que se observan en los extremos de los huesos largos como el fémur.

Cara: Una superficie plana o hueca, lisa, como la que se observan las vértebras para la articulación de las
costillas.

Superficies no articulares

Proceso: Es el término genérico para cualquier protuberancia, saliente rugosa de un hueso.

Trocánter: Un proceso grande, redondeado, que sólo se encuentra en el fémur.

Tuberosidad: Una protuberancia grande, con frecuencia rugosa, como la que se observa en el isquíon.

Tubérculo: Una eminencia más pequeña y redondeada como la que se puede ver en el húmero.
Espina: Una proyección aguda de la superficie ósea que puede ser redondeada o puntiaguda, como la espina
de la escápula.

Cresta: Un borde o lomo prominente, con frecuencia áspero, como la cresta del ilion.

Línea: Un borde ligero, como el de la línea áspera del fémur.

Epicóndilo: Una proyección arriba de un cóndilo o encima de éste, tal como los epicóndilos del fémur.
Fosita: Una depresión de poca profundidad, como la fosita de la cabeza femoral.
Fosa: Por lo general, una depresión más profunda; por ejemplo, el Olécranon o las fosas coranoideas en el
extremo distal del húmero.
Surco: Una canal, como el surco sagital del cráneo.

Fisura: Una apertura angosta, como hendidura, como la fisura orbital del esfenoides.

Incisura: Una escotadura, generalmente en el borde del hueso, como la incisura o escotadura isquiática.

Meato: Un canal que pasa por el interior de un hueso, como el meato Acústico externo.

Agujero: Una apertura a través de un hueso para el paso de nervios y/o de vasos sanguíneos.

HUESOS
BIBLIOGRAFÍA
Drake, R., Vogl, W., Mitchell A. Gray Anatomía para Estudiantes. Elsevier.2005.

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