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Shadow Of The Vampire

Meagan Hatfield Blog Nocturnal Butterfly

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Shadow Of The Vampire
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ShadoW
Of the VampirE
MeagaN HatfielD

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Shadow Of The Vampire
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"¿Te gusta lo que viste, zorra?"


La Vergüenza inundó su rostro. Ella se retorció bajo su control, y
apenas se movió un centímetro. "Déjame ir".
El dragón se apoyó en un codo. Sus ojos azul eléctrico se deslizaron de los suyos, a
la carne que el traje de cuero no cubría.
“No.”
Su mandíbula se aflojó. "Libérame o -"
"¿O qué? No me digas que tienes miedo de mí ahora?" Su pulgar
comenzó a dibujar círculos perezosos sobre el pulso latiente de su muñeca.
"No estoy asustada de ti", dijo, dejando salir las palabras en un
suspiro entrecortado.
Su ala hizo un espiral con más fuerza, aplastando sus senos contra el cuerpo ardiente
del acero en su pecho.
"Entonces, ¿por qué tiemblas?" Metió la cabeza debajo de la suya.
"Puedo escuchar el martilleo de tu corazón. Aquí mismo.
"Una boca caliente, abrió la cubierta latiendo bajo la piel.
"Usted esta-" balbuceó.
"Hambriento. Y tú te ves sabrosa."
Su cabeza oscura se precipitó en picada.

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Shadow Of The Vampire
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Contenido
Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23

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Sinopsis
"Incluso los vampiros nunca deben dormir con el enemigo’’
La princesa Vampiro Alexandra Feodorovna ha sido una no-muerta desde hace
125 años, por lo que ha pasado suficiente tiempo para que haya hecho su
carrera de impulso con cualquier hombre. Hasta Declan Black. Una mirada a
su cuerpo bronceado y un incendio como ningún otro lo consume. Luego se
descubre que él es un señor de dragón, que viene a vengarse de los vampiros
que mataron a sus padres. Y la demanda de un cristal, que dice impregnara
a su propietario con poderes increíbles.
Alexia tiene la orden de torturar y matar al señor de dragón. Sin embargo,
con cada encuentro imprudente, y ella se encuentra consumida por su
ardiente pasión. Un batalla de pasión para Declan también.

¿Será capaz de resistir el fuego de la lujuria se enciende dentro de él y


mantener la venganza en su corazón?
¿O será mejor arriesgarlo todo para saciar el deseo ardiente que lo consume
reclamar el cristal y el vampiro como suyos? "

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Agradecimientos
A Carmen R. por enviarme tan maravillo libro, al maravilloso e incansable Staff NB
y a todos aquell@s que de una u otra manera estuvieron al
tanto de este proyecto, sin ustedes no Hubiese sido posible su feliz término.
Disfrútenlo tanto como nosotr@s en su proceso.

Traductoras
Jade Lorien
Vanessa Tejada Rojas
Anush_451
Athe
Yocasuri

Corrección, Recopilación y diseño


Alejandra Belikov

Traduccion terminada en el Blog


Nocturnal Butterfly
Visítanos
Http://actividadvampirica.blogspot.com/

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Prologo
Ella se aseguro de que no quedaran cuerpos que enterrar.

Odio e ira pesaban en los hombros de Declan Black, ya una carga de su nueva
responsabilidad como Rey. Desde que la noticia de la muerte de sus padres golpeo el recinto, el
único pensamiento en la mente de Declan fue que no seria capaz de traer de regreso sus cuerpos
para un entierro apropiado. Cada dragón en su raza se había reunido alrededor de su montaña para
decir adiós al Rey y a la Reina y celebrarlo como su nuevo gobernante. Pero la Reina vampiro se
había asegurado de que su antigua orden y tradiciones no quedarían sin confirmar.

Ellos no tenían cuerpos que enterrar.

Ese era el único pensamiento corriendo en la mente de Declan Black.

Eso y venganza.

Declan se paro en la orilla de la cumbre, mirando entre la oscuridad a él batiente mar cientos
de pies abajo. La luz de la luna y los vientos nocturnos acariciaban su pecho desnudo, llevando una
esencia justo hacia él. El aire salado del mar enmascaraba el hedor a muerte que cubría la playa. La
mayoría de los humanos ni siquiera se darían cuenta. Pero el animal dentro de Declan lo sintió
yaciendo en los matices del aire marino.

Sangre.

Declan se agacho. Las puntas de sus pies en las botas inclinándose en el límite, enviando
un puñado de piedras hacia el agua. Impertérrito, se inclino un poco mas y bajo su cabeza.

Ella estaba ahí abajo. El no podía verla, pero podía olerla. Poderosa. Maligna.

Sus afilados ojos revisaron las escarpadas cumbres y cavernas debajo, buscando por una
abertura. Siempre pensó que era irónico que los clanes en guerra ambos escogieran el confort de
las cuevas como su vivienda. Los vampiros habitaban el terreno debajo de la tierra, mientras que los
dragones vivían en las alturas para evitar la crecientemente astuta población humana. La seguridad
y protección que una cueva ofrecía también seducía a sus especies. Solo una entrada significaba
que ellos siempre sabrían que sus enemigos venían y podían bloquearlos o salvaguardar la cueva
para mantener fuera los ataques.

Muy parecido a su recinto de su familia dragón, las catacumbas de los vampiros debajo sin
duda eran elaboradas y llenas de sorpresas. El tenía que ser cuidadoso.

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Declan toco la bolsa café en sus manos y se detuvo. Desechando sus reservas, él sabía que
tenía que hacer lo que sus padres habían intentado hacer cuando murieron.

Por lo que ella los había matado.

Alguien arranco la bolsa de su agarre. Declan se giro de golpe. A la señal de una pequeña
figura con ojos violetas, el ceño fruncido que él había llevado toda la tarde se profundizo.

“Tallon, regresa al recinto,” dijo él, birlo su brazo hacia afuera. Ella cambio su agarre,
manteniendo la bolsa fuera de su alcance. Declan rodo sus ojos. Ellos no eran crías jugando a
mantener-lejos.

“Voy contigo.”

“Como el infierno lo harás,” estallo en furia, fácilmente arrancando el bolso de sus manos y
dándole la espalda. Deslizo las cintas sobre sus anchos hombros, asegurándose de que la bolsa
colgaba lo suficientemente bajo para que sus alas no rompieran la tela cuando cambiara a su forma
de dragón.

“Ellos eran mis padres, también, Declan.”

A sus palabras, el inhalo profundo, exhalando lento. “Tallon, por favor. No voy a poner de
nuevo con eso. Estabas ahí cuando le dije al concilio. Voy a ir solo.”

Una mano firme tomo su hombro, forzándolo de vuelta. “La Reina te capturara y te torturara
como lo hizo con ellos, ¿y luego qué? ¿Entonces donde estará nuestra gente?”

“No más cerca de la extinción de lo que ya estamos.”

Fuego se encendió detrás de los ojos de ella. Por un momento, pensó que ella lo golpearía.
Demonios, el abatimiento en su voz lo hicieron querer golpearse a sí mismo. De cualquier modo, ella
no lo ataco. Esa no era su manera. En su lugar, la ternura que él ni había ganado ni se merecía
reemplazo su enojo.

“Te necesitamos, Declan. Sin ti para guiarnos, toda nuestra especie estará perdida.”

“No,” dijo él a través de los dientes apretados. “Estaremos perdidos su esa perra pone sus
manos en el Cristal de el Draco. Estabas ahí cuando Doc tradujo el manuscrito. El poder para
gobernar todo o destruir a uno,” cito el de memoria. “¿Sabes lo que eso significa? Si ellos juntan la
energía en esa piedra, la Reina nos doblegara a todos a su voluntad y no convertiremos en
esclavos, como en los viejos días. O peor, ella nos diezmara. Y está ahí abajo,” dijo él, apuntando a
las cavernas, “esperando para que ella lo use.”

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“El manuscrito estaba roto, Declan. Ni siquiera podemos estar seguros de que eso es lo
que…”

“Ellos murieron trayendo ese escrito para nosotros,” grito él, sus palabras cargadas de
emoción. “Si Mama y Papa creyeron la profecía lo suficiente para sacrificarse, eso es suficiente para
mí. Como su sucesor, es mi deber cuidar de nuestra raza. Volare ahí abajo a las catacumbas de la
horda y encontrare ese cristal.”

“Bien. Entonces voy contigo.”

Declan soltó un gruñido frustrado y rasgo con una mano su cabello. No tenia objetivo seguir
peleando. El conocía a Tallon. Ella era una guerrera, una peleadora. No se daría por vencida hasta
que el asegurara su petición. No es que pudiera culparla. El habría hecho lo mismo.

“¿Juras hacer lo que te diga, cuando lo diga, sin preguntar?”

“Claro.” Sus labios se apresuraron en una sonrisa victoriosa antes de que ella se lanzara en
el aire.

Declan la miro transformarse en una explosión de rosas y purpuras iridiscentes y sacudió su


cabeza.

“Tontos y dragones,” murmuro él, lanzándose después de ella.

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CAPITULO 1
Declan corrió a través del angosto túnel. Las pisadas golpeando la tierra detrás de el le
decían que no tenía mucho tiempo para escapar. Justo al frente, la boca de la caverna bostezaba, el
ligero brillo de la luz de la luna revelando su salida.

“¡Tallon!”

“La veo,” grito ella sobre su hombro, sus piernas pateando con cada poderosa zancada.

“Vuela,” grito el cuando alcanzaron el filo. Sin parar, Tallon se arrojo al vacio. Su ligero
cuerpo cayo por una decima de segundo antes de que ella cambiara forma y fuera hacia el cielo.
Declan se aseguro de que ella estuviera volando antes de empujarse de la cumbre con un gruñido.
Su largo cuerpo se elevo a través del frio aire, transformándose con una precisión sin igual en un
dragón negro.

Mientras el ascendía, una mirada hacia atrás le mostro los soldados vampiro, armados y
listos para matar por el tesoro que él había sacado de su estudio.

Girando hacia los cielos, Declan batió sus alas para subir más alto mientras una barrida de
disparos gritaba desde abajo.

“Más rápido,” grito el telepáticamente, segundos antes de que las balas destrozaran las
escamas de su ala izquierda. Un pinchazo de dolor caliente se disparo entre sus hombros.
Decayendo de su ascenso, se detuvo para obtener aire.

“¡Declan. Vamos!”

El la ignoro. En su lugar, miro a la horda vampiro veinte pies más abajo. La furia burbujeo en
sus venas a la vista de ellos derramándose fuera de sus catacumbas a lado del mar como hormigas
de una colina. Un soldado levanto un arco a su hombro y disparo. Las flechas cortaron a través del
cielo. Declan giro en su camino, tomando en su brazo la que era para Tallon. La carne en la
brocheta chisporroteaba.

Puntas de plata. El gruño.

No era bueno.

El fino metal actuaba como un veneno en su raza, comiendo su carme y succionando sus
poderes desde adentro. Apretando los dientes contra el dolor, se saco el bolso de su cuello y se lo
arrojo a Tallon. Ella lo agarro con una garra.

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“Tómalo y vete.”

Ella miro hacia arriba. El miedo en sus ojos comiéndose su alma. Esta noche no se supone
que tenía que bajar de esta manera. Ellos habían obtenido lo que habían ido a buscar. Pero estaría
maldito si esto terminaba con ella herida.

Una segunda flecha lo comía a través de su muslo.

“Maldita sea, Tallon. Lo prometiste.” Gruño él. “Sal de aquí. ¡Ahora!”

Un respiro de alivio salió de sus pulmones cuando ella asintió. Después de que ella
desapareció en la oscuridad, el regreso su enfoque a el vampiro con el arco. Extendiendo
ampliamente sus alas, Declan se lanzo en una caída kamikaze. Fuego lamia la parte posterior de su
garganta. El humo se curveaba fuera de sus narinas.

El vampiro lo vio venir y se giro para correr, pero era demasiado tarde. Declan abrió sus
quijadas, lloviendo un torrente de fuego de dragón en el soldado. Carne pálida se derritió de su
rostro y manos, vertiéndose en las piedras debajo.

Antes de que Declan cerrara su mandíbula, otra lluvia de disparos saturo el cielo. Lacerante
calor rasgo sus venas con la misma eficiencia quemante con que las balas habían roto su carne. Sus
alas vacilaron y se replegaron. Su elongado hocico se redujo hasta que el frio viento nocturno golpeo
su rostro humano, arrojando mechones de cabello en sus ojos.

“Mierda,” murmuro mientras comenzaba a caer en picada contra el suelo, humano de la


cintura para arriba. Sin ser capaz de detenerse, giro a mitad del aire metió su barbilla, esperando el
impacto. Su cuerpo golpeo la tierra, rebotando y resbalando, su carne comiendo las pequeñas
piedras y granos. Se deslizo para detenerse. Una nube de polvo se elevo y luego se coloco sobre el
como una manta, cobijando sus pulmones.

Tosiendo, se rodo boca abajo y abrió los ojos para husmear. Dos soldados se apresuraban
hacia él. Rápido. Sus abrigos de trinchera flotando detrás de ellos, mostrando un surtido de armas
atados a cinturones alrededor de sus angostas cinturas.

Al menos seis más, todos vestidos como G.I.Joe, se estaba acercando no más de diez
pasos detrás de ellos.

Genial.

Los dos primeros casi sobre el, Declan se agazapo y lanzo sus piernas en un arco,
noqueándolos. Poniéndose de pie, hizo su cola hacia atrás. Sangre salpico su cara y cuello cuando
una maza al final de ella se clavo en el pecho del vampiro más cercano. Girando, alcanzo al
segundo en la garganta. Presiono el grueso cuello del soldado hasta que un enfermizo crack

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reverbero a través de sus brazos. Descartando el cuerpo sin vida, Declan desencajo su cola de lo
que quedaba del torso del otro vampiro, y se giro para encara la segunda oleada de soldado que
venían por él.

“Vamos,” dijo él, motivando a la horda que se aproximaba. Su cola goteando sangre se elevo
y golpeo como un látigo detrás de él.

La manada se detuvo cerca. Sus dientes estaban descubiertos y sus garras negras
extendidas. Sin importar si moría esta noche si se llevaba algunos de esos bastardos con él, Declan
dio un paso al frente para encontrarlos de frente. Se paro sobre sus pesados pies. Frunciendo el
ceño, miro hacia abajo. Su armadura de escamas restantes en la parte inferior de su cuerpo se
retraía. Luego su cola, la única arma que quedaba en su arsenal, se encogió de nuevo en su cuerpo.

La plata, se dio cuenta. Su veneno estaba drenando su poder de dragin.

Tan pronto como el pensamiento vino, su cuerpo grito de dolor, su costado y espalda
quemando como su alguien lanzara llamas a su piel. Cubriendo la herida, quito su mano sangrienta.

Otro tiro se disparo. En vez de más balas de plata, una pesada red colapso sobre él,
arrastrándolo a tierra. En el instante en que su mejilla toco la tierra, pies y puños cayeron sobre él.
Con la red atándolo, todo lo que pudo hacer fue cubrir su cabeza con sus antebrazos y esperar.

“¡Suficiente!” Ante la orden femenina, los soldados dieron un paso atrás.

La Reina.

Tenía que ser ella. Ante el pensamiento, un temblor helado lo recorrió. Una parte racional de
su cerebro sabia que ella vendría por el si él no la mataba primero. Sabía que ella tomaría su
venganza contra su raza de su carne – su alma.

Bueno, pensó, tomando el puño de red. El no iba a irse sin una pelea.

Con un rugido, Declan giro la gruesa cuerda alrededor de sus muñecas y jalo, llevando a
varios de la horda a ponerse de rodillas. Tirando un puño a través de la malla, tomo al soldado más
cercano por el cuello y apretó.

“Maldita sea, Ivan. Sosténganlo,” una fuerte voz femenina ordeno.

A su orden, una bota embistió su mandíbula. Declan voló hacia atrás, su mentón golpeando
el suelo en un sorprendente asalto. Gruñendo, escupió una bocanada de sangre y se puso de pie, su
cabeza viendo en dirección hacia donde había escuchado la voz de la mujer la última vez.

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La primera cosa que el enfoco fueron botas – botas de estríper, tacón de aguja, de piel,
hasta la rodilla, envueltas alrededor de unas esbeltas piernas que parecían durar por días. Declan
levanto su mentón y abrió un poco más su ojo hinchado.

La mujer se detuvo con una mano en las caderas de cuero. El viento alborotando el delgado
cabello rubio a su alrededor – una delicada cintura, atada en un corsé de cuero que le daría a
cualquier fetichista un endurecimiento instantáneo.

Cuando su mirada finalmente alcanzo su cara, el noto que lo examinaba con ojos negros tan
fríos e inmortales como su alma. Y que ella era demasiado joven para ser la Reina.

“¿Dónde está el cristal?” Sus suaves palabras mantenían un leve rastro de acento ruso.

No era la Reina, pero definitivamente de casta noble. Declan sonrió a través de los labios
ensangrentados.

Ante su sonrisa, una ligera línea se formo en las cejas de ella, y ella inclino su cabeza hacia
un lado, por un momento, ella le recordó a Declan un cachorro confundido. Hasta que ella levanto un
arma corta de calibre 12 y uno de sus negros ojos se le quedo mirando.

“Dime donde está y puede que te deje vivir, Derkein.”

“Se ha ido,” dijo él con una sonrisa. “No tienes nada para hacerla volver. Estas tan muerta
como lo estoy yo.”

Los ojos de ónix de la zorra destellaron plateado antes de que apuntara el cañón de su arma
hacia su cara. El aun estaba sonriendo cuando la pistola golpeo su nariz y el mundo cayó en la
oscuridad.

ALEXIA FEODOROVNA se quedo en las catacumbas, mirando hacia la celda de piedra.


Aunque la bestia yacía sonando dormida en el piso y encadenada a la pared, su tamaño y fuerza
aun la inquietaban.

Grande. Oscuro. Peligroso.

Ella nunca había visto nada como él. Los señores dragón nunca cambiaban a forma de
humanos durante la batalla, y se decía que todos estaban extintos, o eso era lo que ella asumía
hasta hoy. Después de verlo pelear, se pregunto cómo es que alguna vez creyó la mentira.

El peleo como un guerrero de antaño.

La manera en la que protegió a esa mujer de su raza, peleando hasta que no pudo estar de
pie y aun así encontrar la muerte con una sonrisa en su cara, la afecto bastante. No por que supiera
que ella encontraría su propia muerte como la cobarde que su madre la había llamado. Sino por que

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en el fondo de su corazón, ella anhelaba experimentar esa clase de amor, y sabía que moriría sin
ella.

El prisionero cambio. Las esposas alrededor de sus muñecas atraparon la luz de la luna que
se filtraba por la ventana rectangular de la celda.

Alexia inclino su frente hacia las frías barras de acero y miro el juego de luz en la oscura
pared. Tocando su mentón, inhalo el aire saldo del mar, que ondeaba desde la ventana, purificando
el rancio olor del calabozo de su horda. Chistoso. Ella siempre pensó que esa pequeña ventana era
la tortura más cruel en la caverna. El vibrante océano, el vivió sabor de la libertad danzando en las
puntas de las lenguas de los prisioneros, tentando sus espíritus desde el otro lado de la pared del
calabozo. Un pequeño sabor de una salvación que para la mayoría nunca vendría.

Al menos ellos morirían teniendo esa probada de esperanza.

Pasos ascendieron la escalera en espiral detrás de ella. Deslizando sus ojos del prisionero,
se ajusto la bandeja en sus brazos y se giro hacia el guardia.

“Ya era hora, soldado.” Ella asintió hacia la celda. “¿Esta seguro que está dormido?”

El guardia dio un paso al frente hacia la pared de piedra. Como cada uno de los soldados de
su madre, tenía cabello rubio corto, una gruesa cabeza del tamaño de un pit-bull y lentes oscuros
que usaba incluso en los pasillos negros como la tinta de su vivienda en la caverna.

“Yo mismo drogue a ese Derkein,” dijo él, abriendo la puerta de la celda y dejándola abierta.
“Estará fuera por horas, si despierta del todo.”

“Bien. Puedes dejarnos.”

Una ceja se elevo sobre la montura de los lentes. “Pero, Lotharus ordeno –“

Ella siseo ante el nombre, y dio un paso hacia el. “Lotharus no hace las ordenes por aquí. Yo
las hago. Y digo, déjanos.”

Aunque la desaprobación radio de su gruñido, mantuvo sus labios juntos e hizo una
reverencia.

Alexia lo vio irse bajo los ojos entrecerrados. Ella no confiaba en esos soldados
genéticamente mejorados. Seguro, ellos eran eficientes, fuertes y prácticamente invencibles en el
combate. De cualquier modo, su creciente tolerancia para mostrarle el respeto digno de su estatus
era problemático. Naturalmente, su madre la culpaba por la falta de dominancia sobre la horda.

Una vez que el soldado desapareció en la esquina, Alexia entro de la prisión de hierro,
azotando la puerta con más fuerza de la necesaria.

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¡Dioses! Solo una vez le gustaría probar a su horda que era capaz de liderarlos, capaz de
suceder al trono cuando su madre descendiera. Alexia sabía que si devolvía el Cristal Draco, nadie,
ni siquiera Lotharus, la cuestionaría o la forma de vida por centurias del matriarcado en la horda.

Se detuvo junto a la bestia dormida, dándose cuenta que el único que sabía dónde estaba el
cristal podía estar yaciendo desangrándose a morir en el piso estaba a sus pies.

Son un suspiro, Alexia se sentó en la tierra, desenrollando un trozo de hilo y cortándolo con
sus colmillos. Mojando la punta con su lengua, lo ensarto en una aguja y cambio a ponerse de
rodillas sobre el prisionero. Ya que el encaraba la pared exterior, ella decidió empezar cociendo el
corte en su omoplato.

Alexia coloco los dedos en su carne. Al contacto, el gimió, rodo boca arriba e inspiro
profundo. Alexia contuvo su aliento. Cada pendiente, cresta y contorno de su cuerpo desnudo,
bronceado y flexionado con el movimiento llamaban su mirada.

Los pocos hombres nobles de su horda que ella había visto sin ropas habían sido altos y
delgados. Demacrados, cuando ella los comparaba con este señor dragón. El era grueso. Su mirada
se deslizo entre sus muslos. Todas partes. Tenía largos músculos en los muslos y piernas, brazos
sólidos y un ancho, esculpido pecho, sin protuberancias óseas debajo de la piel translucida como
Lotharus.

Intrigada, ella se inclino más cerca.

Las ricas ondas de su cabello largo hasta los hombros se curvaban alrededor de su cuello.
Sus ojos se fijaron más abajo, en el pulso latiendo debajo de la piel dorada. Un instinto primitivo
cosquilleo por su cuerpo. El aire a su alrededor se espeso, y sus colmillos quemaron.

Alexia se recargo en sus talones y se dio una sacudida mental.

Solo cóselo y vete.

Inclinándose, coloco la aguja para atravesar la carne en sus costillas. Antes de que ella
pudiera empujar sobre su piel, unos largos dedos se cerraron en sus muñecas.

Su jadeo se atoro en la garganta mientras el prisionero la jalaba hacia abajo. Un pop, como
velas desenvolviéndose, lleno el aire. Una enorme ala negra se metió debajo de ella, tirándola sobre
su dura carne y amortiguando su caída al piso. Las frías escamas se deslizaban contra sus
hombros, un contraste de aliento caliente batiéndose contra su cara.

“¿Te gusto lo que viste, zorra?” dijo él en una voz densa.

La pena floto a su cara. Ella se arrastro debajo de su agarre y apenas y pudo moverse una
pulgada. “Déjame ir.”
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El dragón se coloco sobre un codo. Sus ojos azul eléctrico se deslizaron de los suyos, a la
carne que el traje de cuero no cubría. “No.”

La mandíbula de ella se tenso. “Libérame o –“

“¿O qué?”

“O –“ella miro alrededor, asintiendo hacia la aguja y el hilo junto a ella. “No coseré tus
heridas. A menos, claro, que prefieras desangrarte en este calabozo.”

Una ceja negra se arqueo. “Si estoy en un calabozo, ¿Por qué me interesaría en curarme?”

“¿Preferirías morir?”

Sus labios se elevaron. “¿Siempre contestas una pregunta con otra pregunta, pequeña
vampiro?”

Alexia sacudió su cabeza, y trato de ignorar esa pecaminosamente sexy curva en su boca.
“No.”

“Entonces contéstame.”

Ella suspiro. “No podemos tortúrate en el estado en que te encuentras. Nunca durarías el
cuestionamiento.”

Ante sus palabras, fuego llameo en sus ojos glaciales. Ligeras humaredas ondearon de sus
narinas.

Fuego de dragón.

Los ojos de ella se ensancharon, el pánico arrasándola como un globo de espinad en su


garganta.

“¿No me digas que tienes miedo de mi ahora?” Su pulgar comenzó a dibujar círculos
despacio en el pulso latiente de su muñeca.

“No tengo miedo de ti,” dijo ella, las palabras salieron en un pequeño suspiro.

Sus alas se apretaron mas, aplastando el pecho de ella contra el tibio acero en su pecho.

“¿Entonces por qué estas temblando?” el bajo su cabeza a la altura de la de ella. “Puedo oír
tu corazón martillear. Justo aquí.” Su boca caliente se abrió para cubrir el pulso batiente bajo su piel.

Un cosquilleo de placer recorrió su espina. Ella jalo aire y lo sostuvo hasta que sus suaves
labios acariciaron su cuello. Alexia sabía que tenía que estar peleando con él. Sabía que tenía que

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estar rogando por la muerte con sus llamas del infierno en vez de permitirle tales libertades. Pero la
excitación y el miedo de ser manejada tan gentilmente la paralizaron. Nunca un hombre la había
tocado tan suavemente, la había sujetado tan fuertemente. Cuando sus labios zumbaron en su piel,
sus ojos aletearon y un pequeño sonido salió de su garganta.

Sus labios se curvaron contra su cuello y luego una ligera risa retumbo en su pecho.

¿El se estaba riendo?

El calor fluyo por su rostro mientras la ira surgía, tomando el lugar de su descomplacido
deseo. Mirando la vena retumbando en su cuello, ella se enfoco en el ritmo constante de su pulso. El
rojo tiño su visión. Dos dientes de estiraron alcanzando sus labios. Aunque alimentarse está
prohibido entre los vampiros, tales leyes no prevenían de tomar sangre de un enemigo. Abriendo su
boca, ella embistió su garganta.

El esquivo su ataque y luego inclino más de su delicioso peso sobre ella, restringiendo sus
movimientos. “Tranquila, pequeña. Tus dientes no me asustan.”

“¿No?” ella se lanzo por él y, dementemente, el la desvió de nuevo. Solo que esta vez
cuando el desvió sus labios es una sonrisa, unos colmillos del doble de los de ella colgaban de su
boca.

Su corazón muerto se dio la vuelta completa.

“Estas –“ella tartamudeo.

“Hambriento. Y tú te ves apetitosa.”

Su oscura cabeza cayó en picada.

El miedo la hizo agarrar sus brazos, tratando de empujarlo. Ningún hombre, ni siquiera
Lotharus, se atrevían a beber su sangre. Significaba muerte instantánea en su mundo. Luego de
nuevo, ¿Qué le importaría a un señor dragón las leyes de la horda?

Todos los pensamientos se deshicieron mientras su lengua caliente lamia su garganta.


Luego, al final del camino, sus colmillos la arañaron, buscando una vena. Un escalofrió la recorrió
cuando se detuvieron sobre su martilleante pulso. Ella inhalo aire y lo sostuvo, esperando. Los
dientes perforaron su carne. Alexia jadeo al perforarte dolor de su mordida, incluso mientras su
cuerpo se arqueaba.

Una mano grande se deslizo por su cabello, manteniendo su cuello quieto. La otra cubrió el
costado de su cintura, dedos escarbando en su traje de cuero. La piel debajo de su agarre
cosquilleaba. La sangre que surgía a través de sus venas, apresurándose para alimentarlo,
quemaba.
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El era un fuego, esparciéndose a través de ella, consumiéndola de adentro hacia afuera.
Cada largo, sensual jalón de su boca llevaba calor blanco a su centro. Su centro lloriqueo,
arqueándose por algo más. Como si el leyera su mente, el estrecho filo de sus poderosas alas se
hundió en su trasero, presionándola contra la larga, y dura longitud de él. Bolas de fuego lamian su
vientre bajo al contacto. Cuando él lo hizo de nuevo, ella gimió por el solo placer de ello.

Separando sus piernas, ella permitió que sus anchas caderas se hundieran en la cuna de su
cuerpo. Grande, pesado, el encajaba contra ella perfectamente. Incluso aunque ella sabía que tenía
que estarlo alejando, sus dedos se curvaron alrededor de sus grandes bíceps, jalándolo más cerca.
Nada que ella hubiera experimentado en sus ciento veinte años se había sentido tan natural, como
esto. Pensar que se había negado a esto por tanto tiempo la había enviado en una ira ciega si no se
hubiera sentido tan benditamente contenta.

Cuando el finalmente se alejo de su garganta, ella rompió en un jadeo de protesta. Mareada,


Alexia abrió sus ojos y se embriago de la impresionante vista del arqueado sobre ella. Una vez
flácida e inútil, su otra ala se estiro como un gato después de una larga siesta. Sus ojos cayeron en
la brecha de la herida en su costado y se ensancharon mientras observaba como se cerraba como si
fuera cosida por un hilo invisible. La golpeo el hecho de que su amenaza de no curarlo significaba
nada. El nunca había necesitado sus herramientas. El solo la necesitaba a ella.

Su sangre.

¿Entonces que lo hacía eso? Los dragones no se alimentaban entre ellos.

Antes de que ella pudiera formar la palabra, el gruño y zambullo su cabeza de nuevo. El
dorso de su lengua corrió a lo largo de su garganta, calmando su carne rasgada. Ella se lamio los
labios, tomando el inferior entre sus colmillos mientras el mordisqueaba y lamia su camino a través
de su mandíbula.

“Debí haberte advertido,” susurro él en su oído. Su densa voz serpenteando alrededor de


ella, ajustando más el nudo de lujuria que se había hundido fuerte y pesado dentro de ella.
“Alimentarme me pone caliente como el infierno.”

A mí, también, ella pensó mientras el colocaba sus caderas sobre las de ella. Se fundieron
debajo del calor de su boca. El sabor de él y el sabor de su propia sangre en sus labios enviaron un
mensaje de hambre alrededor de su columna. O tal vez eso era su ala, pensó ella mientras su
lengua barría entre sus labios en un lánguido lametón.

Alexia se abrió para él, ansiosamente aceptando su lengua. Necesitando que la llenara de
cualquier manera que pudiera. El inclino su cabeza e introdujo su lengua. Dos grandes manos se
colocaron a los lados de su cara mientras sus labios se movían sobre los suyos en un beso
deslizante.

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Alexia se perdió en la sensación y se hundió en el ala detrás de ella, buscando soporte. Su
mano se elevo, agarrando su fuerte mandíbula en su palma. Sintiendo los poderosos músculos
debajo contraerse y flexionarse y él trabajaba su boca sobre la de ella. Su profundo gruñido vibro a
través de su garganta, todo el camino hasta los dedos de sus pies. El sonido la alentaba. Saber lo
mucho que él la deseaba era intoxicante. Lotharus nunca la besaba con tanta pasión, con tal
necesidad palpable.

Dioses en lo alto, ayudarla. Pero a ella le encantaba. Le encantaba sentir sus rasposas
mejillas contra su palma, el peso del sobre ella, incluso la musculosa y más bien útil ala acariciando
su espalda.

“¿Qué demonios?”

Ante la voz del guardia, Alexia se sacudió.

CAPITULO 2
EN UN MOVIMIENTO CIEGO que ella no pudo rastrear, el dragón la puso de piso, arranco
la cadena de metal de la pared y enrollo los eslabones en el cuello de ella. Su otra mano
serpenteando alrededor de su cintura, manteniendo su espalda recargada en su frente.

“Hacia atrás,” le dijo el al guardia en un profundo gruñido.

Jadeando, Alexia llevo ambas manos a su cuello. “¿Qué estas haciendo?” jadeo ella.

El brazo alrededor de su cintura de apretó, forzándola mas contra su duro, cuerpo desnudo.
Su cabeza hundiéndose en el ángulo de su cuello, hociqueando el cabello detrás de su oreja.
Caliente y tibio, su aliento floto a través de su piel.

“Una lástima, lo sé,” murmuro él. “Apenas habíamos empezado, tu y yo.”

“Quisieras,” ladro ella, encajando su codo en sus intestinos. Ella tuvo la satisfacción de oírlo
gruñir una respiración forzada antes de que la cadena de ajustara mas.

Maldita fuera, el era fuerte. Alexia gimió mientras la cadena mordía su piel. Ella no esperaba
que su poder surgiera. Aparentemente, el guardia tampoco, el miraba a ella y luego hacia el dragón
hasta que finalmente alcanzo el arma atada a su cadera.

“No lo hagas,” advirtió el señor dragón. “La matare.”

Un profundo agujero se disparo en el centro de su pecho ante estas palabras. Nunca se


había sentido una tonta más grande. La manera en que la había besado, tocado, no habían sido
más que una actuación para que el pudiera sanarse a sí mismo con su sangre y escapar.

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El clic de un arma hizo eco en la habitación. Alexia noto que el guardia se apegaba a su
problema estándar, apuntándoles. La piel de por si caliente del dragón parecía consumirse ante la
amenaza.

“Te estoy advirtiendo, soldado,” el dragón ladro, reforzando su agarre y tomando otro paso
hacia atrás. Alexia siseo en un aliento audible y el guardia relajo su arma ligeramente. “Adelante,
Derkein.” Una voz profunda se vació en la oscuridad.

La respiración de Alexia se detuvo.

Lotharus.

El clic deliberado de las botas en el piso de piedra anuncio su llegada. El corazón de Alexia
se acelero con cada uno, esperando, buscándolo.

Lentamente, el emergió de la oscuridad, casi como si hubiera nacido de ella.

Como siempre, Lotharus vestía de fino negro de la cabeza a los pies y se portaba con cada
pedazo de inmortalidad que tenia. Aunque alto y magro, su cuerpo despedía un indescriptible poder
que provocaba que la mayoría de los mortales e inmortales se encogieran en su presencia. Esta
noche, llevaba su rubio cabello hacia atrás en una severa coleta, mostrando la aristocrática línea de
su mandíbula. De cualquier modo, Alexia no podía quitar su mirada de sus ojos negros. Ellos
taladraban los suyos, ira y la promesa de castigo serpenteando en sus profundidades sin fin.
“Mátala.”

LOS LABIOS DIBUJARON UNA LINEA, Declan aflojo la cadena, sosteniendo a la mujer de
una manera más protectora que antes. Su pulso se estaba acelerando, su cuerpo duro como una
tabla en sus brazos. Una fría oscuridad creció dentro de la habitación que no había estado ahí antes
de que este vampiro entrara. Sus ojos sin alma hablaban de un mal sin nombre, y todo estaba
enfocado en ella.

Y ella esta aterrada.

Los ojos de Declan se entrecerraron con un claro velo de odio. Vampiro o no, ningún hombre
que pensara que era dueño de otro no merecía vivir. Mucho menos disfrutar el poder. Su agarre en
la chica se afirmo mientras el agarre en la cadena se aflojaba.

“¿Quién eres tú para elegir si ella vive o muere?” pregunto Declan.

El vampiro sonrió con una esquina de su boca. “Solo digamos que somos… cercanos.”

Ante el pequeño temblor que sacudió su cuerpo, un ligero gruñido vibro en la garganta de
Declan.

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“Pero lo que creo no importara,” continuo el vampiro. “Una vez que la Reina descubra que su
hija se ha convertido en un voluntaria prostituta y de sangre para uno de sus enemigos. Estoy
bastante seguro que ella no tendrá luto de su perdida.”

Atrapado en la enferma urgencia de protegerla, Declan apenas registro las palabras


monótonas del vampiro. Luego ellas lo golpearon, cada una como un golpe al pecho. Su ceño se
tenso. El aire que respiraba pesaba como suciedad en sus pulmones.

La Reina. Hija.

Disgustado, él la libero. Las cadenas cayendo al suelo, amontonándose él una pila a sus
pies.

En el instante en que su agarre en ella se aflojo, la pared de la celda de acero se quebró.


Declan miro hacia arriba, murmurando una maldición silenciosa cuando se dio cuenta que toda la
atención de Lotharus estaba fijada en la pared que movía con su mente. El metal se retorció y se
doblo entre manos invisibles. Un segundo después estaba fuera de su marco y dirigiéndose hacia
ellos.

Sin pensarlo dos veces, Declan agarro a la mujer por los hombros, alejándola del camino. El
apenas la vio caer asalvo de rodillas antes de que el pesado acero lo aplastara. El golpe lo elevo de
sus pies, lanzándolo tres pies hacia atrás y contra la pared como nada más que una muñeca de
trapo. Las piedras se desmoronaron y una nube de polvo se arremolino alrededor de él desde el
agujero que su espalda hizo en la pared. Su cuerpo dolía y pinchazos de dolor se dispararon en
todas direcciones. Pero la fuerza floto en sus venas repletas, encargándose de cualquier daño que él
pudiera sentir. Con un pesado gruñido, arrojo el pesado acero a un lado. En un fluido movimiento, se
mantuvo alerta, preparado para lo que fuera que viniera hacia él.

El vampiro sonrió en aprobación. Llevando sus manos en alto, comenzó a aplaudir fuerte,
palmadas metódicas. Declan frunció el ceño. ¿Qué demonios estaba mal con este fenómeno? El
podía haber matado a la chica si Declan no la hubiera sacado del camino. Aun así el parecía como si
no pudiera estar más complacido.

“Bien hecho, señor dragón.” Ceso de aplaudir, descansando su dedo índice en sus labios.
Los ojos de Declan destellaron en el amplio set de rubíes que llegaban a su nudillo. “Esos es lo que
mi pequeña prueba quería demostrar, ¿correcto?” Cuando Declan no contesto, el vampiro corrió su
mirada de arriba debajo de su cuerpo. “Extraño, pero parece que estas completamente sanado.
Veamos ¿qué podemos hacer acerca de eso, hmmm? Agárrenlo.”

Los tres guardias no se movieron. Declan sonrió y los incito a entrar. Ante el gesto, el primer
soldado se agazapo y corrió hacia el frente. Declan jalo sus brazos hacia atrás, aterrizando un fuerte
golpe en la nariz del vampiro. Cayó de espaldas. Los otros dos se acercaron a él, vigilando a Declan.

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El tomo un paso más cerca de ellos. Sus fuertes pisadas sacudieron la tierra con la fuerza que
ningún humano podía hacer. Ante el sonido, los soldados miraron hacia abajo. Declan meneo las
puntas de su pie negro con garras. Cuando sus miradas volaron de regreso arriba, Declan elevo su
puño, el que había caído sobre el guardia, revelando un hinchado grupo de escamas negras y
talones.

“¡Esta cambiando!” el guardia al frente trato escapar, pero era demasiado tarde. Con su
fuerza renovada, Declan se transformo a su verdadero estado en una rapidez cegadora. Escamas
brillantes negras rodaron atreves de su carne. Garras perforando las puntas de sus dedos y su nariz
se elongo en un hocico de armadura incrustada. Cayendo en cuatro patas, dejo salir un rugido que
hizo temblar la tierra.

Los labios se curvaron hacia atrás, dejando al descubierto sus dientes, embistió a su presa
como un león. Con un acto mental, encendió sus ahora saludables y recargadas glándulas de fuego
de dragón. El fuego comenzó dentro del. Halos de humo salieron curvándose de sus narinas. Todo
lo que tenía que hacer era hacer barbacoa a este grupo y se iría. Sin saber por qué, se detuvo, sus
ojos buscando a la mujer.

Viendo que ella estaba a salvo contra la pared posterior, el se giro hacia los guardias.
Abriendo sus quijadas, arrojo un torrente de flamas en el soldado caído, consumiéndolo con su lluvia
de fuego. Los otros dos cubrieron sus caras con sus brazos y se echaron hacia atrás. Manteniendo
el fuego encendido, comenzó balancear su cadera, golpeando las piedras con la punta de masa de
su cola. Las rocas se cayeron de la pared, llegando al piso. El aire marino salado llego a su nariz. Se
estaba acercando. Cada golpe de su cola lo llevaba otra pulgada más cerca de la libertad.

Algo golpeo a Declan en el pecho con la fuerza de un martillo. Bajo su cabeza y gruño
mientras el agonizante dolor se disipaba a través de él. Otro puño invisible golpeo su abdomen. Este
vez el oyó el disparo. Supo que el siguiente estallido de dolor era otra bala entrando en su cuerpo,
seguido de otro.

Declan cambio con la fuerza de cada golpe. Las balas de plata se diseminaron a través de él
como mercurio, fundiendo sus entrañas. Las flamas en su garganta murieron mientras el fuego
dentro de los consumía. Cayó de espaldas, abrazándose a sí mismo con sus manos sus rodillas.
Sus brazos sacudieron sus músculos apenas capaces de soportar su peso. Como vides marchitas,
sus escamas se curvaron de regreso, dejando ríos de carne sangrienta a su paso. Su boca se abrió
en un grito, pero nada salió.

El arma patino por el piso lleno de escombros, seguido del cargador vacio. El oyó lo
parecían esposas siendo encadenadas desde los restos humeantes del guardia. Las botas sonaron
deteniéndose junto a su cabeza. Una sombra oscura se cernió sobre él.

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Jadeando, Declan movió su rodilla, tratando de pararse. Un pesado pie se coloco en medio
de su espalda. Cayó primero su cara en el piso, el pie manteniéndolo ahí. Unas manos lo
alcanzaron, deslizando algo alrededor de su cabeza. Declan no mostro resistencia mientras el
vampiro colocaba un grueso collar de metal alrededor de su muy humano, muy débil, cuello.

“Ese es un buen chico,” dijo Lotharus, palmeando su cabeza como un perro y levantando su
pie.

Instantáneamente, el frio metal se calentó. La piel alrededor de su cuello cosquilleo en una


quemadura por frio. Lleno de pánico, los dedos de Declan se curvaron en el aparato mientras la piel
debajo de él siseaba. La esencia de carne quemada lleno su nariz. El reconoció la reacción de
inmediato.

Plata.

La espalda de Declan se arqueo mientras peleaba para liberar la banda. Con sus narinas
inflándose, jadeo por aire mientras el collar le succionaba incluso la voluntad para respirar de su
trabajado cuerpo.

“¿Quema, no es así?” La profunda voz del vampiro a través de la bruma inducida por el
dolor. “¿Puedes sentir tus fuerzas disminuir?” Debo admitir, es uno de los diseños más ingeniosos
de Alexia.

¿Alexia? Los ojos de Declan destellaron hacia aquella mujer de la que se había alimentado.
La que aun podía paladear en su lengua, sentir sus labios – a la que su cuerpo aun quería devastar.
¿Ella creo esto? Pero claro, ella lo haría. Su madre seguramente no esperaba menos de ella. Bueno,
tampoco lo hacia él.

Entrecerrando sus ojos, hizo el voto que la siguiente vez que la tuviera debajo de él, ella
sentiría solo el dolo de su mordida mientras él la sangraba hasta secarla.

LOTHARUS MIRO AL DRAGON mirar a Alexia.

Tanto odio en aquellos ojos.

El giro su cabeza hacia un lado, tratando de comprender por qué. Aunque ese señor dragón
era ahora debilitado por el collar y sello de balas de plata alojadas en su abdomen, el de alguna
manera había regenerado su fuerza entre el tiempo en que fue capturado y cuando Lotharus vino a
checarlo. De alguna manera, en ese pequeño espacio de tiempo, el había recuperado la suficiente
fuerza para usar la más feroz y más devastadora arma que cualquier dragón poseía – fuego. ¿Pero
cómo?

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La mirada de Lotharus se deslizo hacia Alexia. Su cuerpo cubierto de cuero estaba plano
contra la pared. Marcas carmín y tierra manchaban su usualmente prístino cabello rubio. Debajo de
su visión, los hombros de ella brincaron y sus ojos se deslizaron al suelo.

Ah, así que su futura hijastra tenía algo que ver.

Entrecerrando los ojos, Lotharus la alcanzo en dos segundos. Curvando sus dedos
alrededor de la suave piel de su bíceps, en la acerco hacia él. Las puntas de de esas botas de
prostituta que usaba, solo por que él las odiaba, apenas tocaban el suelo mientras él la sostenía.
Instantáneamente, el miedo que el tan arduamente había trabajado para instalarlo en ella incendio
sus ojos de ónix. Lotharus sonrió, regocijándose en cada minuto de ello. Como una droga, tomando
su inocencia, su confianza, su alegría nunca era suficiente. El siempre quería más.

“¿Acaso sabes cómo este dragón se sano por completo, Alexia?”

Cuando ella no contesto, el estrello su espalda contra la pared más cercana. Alexia jadeo, el
aire apresurándose fuera de ella en un momento. Mientras él la miraba, el resentimiento permanecía
en su garganta solo una sangre añeja. Estúpidas mujeres. ¿Cómo alguien alguna vez pensó que
este sexo débil podía liderar a su especie?

La horda no siempre había sido gobernada de esta manera. Cientos de años atrás, en lo
que las lideres femeninas llamaban los tiempos oscuros, los machos regían la horda. Más
precisamente, un macho. El primer nacido puro de su especie. Un vicioso guerrero temido por
mortales e inmortales por igual.

Stefan Strigoi, el príncipe oscuro.

A través de los últimos pocos años, Lotharus había colectado meticulosamente cada texto
que se hubiese escrito. Cada diario privado que alguna vez había sido escrito. Afortunadamente,
había hecho esto ilegalmente. Las sagradas mujeres secuestradas en el sacrosanto templo habían
sido las únicas con copias de los libros. En una maniobra que recordaba como los reyes humanos
de antaño habían suprimido a sus siervos con el derecho real divino y su doctrina de la santa biblia,
las mujeres monarcas del pasado habían engañado a la horda. La verdad había sido enterrada tan
debajo de sus mentiras que incluso Lotharus tenía problemas para creerlas en un principio. Aun así,
mientras más escarbaba mas dolorosamente obvio se volvía.

Su horda corría mejor bajo el pulgar del príncipe oscuro. Su reinado había sido total, sus
filosofías infalibles y su infraestructura política sin falla desde la concepción hasta la ejecución. Su
ejército había sido fuerte, eficiente contra otros seres que pudieran desafiarlos. Sin duda, ellos
habrían ganado cada batalla que se les imponía. Hasta la guerra que clamo el alma inmortal del
príncipe oscuro. Fue durante ese post errante y sin propósito que su esposa se coloco como

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gobernante. La idea de una líder femenina se levanto como un arreglo interino, solo para convertirse
en permanente.

Ante el pensamiento, un calor acaricio sus venas. Por la sangre, no muchas cosas alteraban
a Lotharus. Aun así suplemente mirar a Alexia ahora, asustada y con los ojos bien abiertos ante el,
reafirmaba todo lo que él creía. Las mujeres eran débiles, pataticas, destinadas a ser sumisas ante
los hombres, no gobernarlos. A diferencia de otros seres, las mujeres no tenían precio a los ojos de
Lotharus por sus capacidades reproductivas. Se había dado cuenta hacía años que ellos no
necesitaban del sexo débil para nacer. De hecho, había métodos biológicos para crear los soldados
que uno necesitaba, y ninguna de ella involucraba el acto de emparejamiento.

Lotharus sonrió, recordando la manera en la que él habría manejado el acto. Recordando la


emoción embriagadora del poder, el que aun sentía vibrando alrededor de él cada vez que se
acercaba a Alexia. Inclino su cabeza y permitió que su mirada se deslizara por su cuerpo, liberando
un escalofrió.

Liberando una mano, recorrió con el dorso de su mano los lados de su hermosa cara, a
través de sus mejillas, lentamente acercándose a su cuello. Cuando iba a la mitad de su garganta,
ella se encogió visiblemente. Lotharus levando una ceja a modo de pregunta e inclino su cabeza
para inspeccionar su cuello.

Ante la vista de la marca, una obvia mordida de vampiro, toda la arrogante seguridad se
dreno de él. La furia lo tacleo desde atrás, tomando su lugar. La fuerza lo cegó, casi haciéndolo
desmayarse.

Debería de hacer sido yo en su vena. Seria yo. Nadie más.

Las palabras repartían una letanía en su mente. El apretó los ojos cerrados, esperando
acallar las voces con su visión. No funciono.

Los labios de curvaron rígidos, presiono su mentón entre su pulgar y dedo medio, forzándola
a encontrar su mirada. “¿Tienes algo que te gustaría explicarme?”

La carne entre sus dedos tembló, pero ella no contesto. De nuevo su mirada cayó entre las
marcas de dientes en su cuello. Usando su dedo medio, deslizo una larga uña negra sobre la
mordida. Ante el rasguño, ella siseo en un respiro. El sonrió ante el sonido y llevo su dedo hacia sus
labios, deslizándolo entre ellos. Ante el sabor de su sangre en su lengua, una luz quemo detrás de
sus ojos e instantáneamente él se puso duro. El poder de ella surgió a trasvés de él como un toque
de electricidad. Inhalando aire, se monto en la ola, acercándose al orgasmo mientras remontaba y
aterrizaba sobre cada terminal nerviosa en su cuerpo.

Un gruñido bajo de dominancia burbujeo desde su pecho.

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Ninguno de sus hombres se atrevería a morderla. Era esa bestia. El se había alimentado de
ella. La ira hacia esa cosa dragón y a Alexia por permitirle absorber su poder, poder que por derecho
le pertenecía, lo infringió. La herida en su pálido cuello se burlaba de él, de su poder, de su plan.
Casi podía oír al príncipe oscuro riéndose de él desde las allá del Fatum.

Temblando de enojo, quería arrancar la cabeza de Alexia, pero se conformo con estrellar su
espalda con un empujón en su lugar.

“Sosténgalo,” grito, girándose hacia los soldados. El dragón gruño, su cara una máscara de
dolor mientras los hombres lo agarraban por las axilas y lo forzaban a ponerse de rodillas.

Lotharus miro hacia abajo con asco en sus ojos hacia la mugrosa rata voladora. Estas
criaturas estaban por debajo de su raza. Por centurias, los vampiros habían vivido entre las
civilizaciones humanas, desenvolviéndose entre ellos. Los dragones rehusándose a cambiar y
mantenidos en las sombras, con sus maneras barbáricas. Bestias despreciables. Apestaba a animal.
El podía oler la suciedad de dragón, probarla en su boca, sintiendo que lo sofocaba y se aferraba a
él como una toalla húmeda.

Agachándose, tomo en un puño el cabello de la bestia, echando su cabeza hacia atrás para
encontrar su mirada. Con su otra mano, forzó a su mandíbula a que se abriera para inspeccionar sus
dientes. Dos caninos similares a los que había visto en el espejo toda su vida cuando de se reflejaba
en el. “Interesante.”

El dragón gruño en su garganta y los dos colmillos se alargaron, colgando sobre sus labios.
“Muy interesante. Parece que hay mas en ti de lo que aparentas, Derkein.”

Baja un poco mas su cabeza, queriendo asegurarse de que sus siguientes palabras sonaran
claras como una campana en los oídos del dragón y solo en sus oídos. “¿O debería de llamarte
Declan?”

Un destello de miedo pasó sobre la cara del dragón antes de que sus rasgos se retorcieran
en un estudio de rabia. Como un pit-bull amarrado, se lanzo hacia Lotharus. Los soldados lo
sostuvieron en su lugar, mientras Lotharus sabía que lo harían. Lentamente, se puso de pie,
asintiendo hacia sus guardias.

“Llévenselo a el calabozo.” Luego se giro hacia Alexia que estaba observando en la esquina.
“Veamos ¿qué sabe de nuestro pequeño juguete perdido, hmmm?”

Una onda enfermiza se esparció por Alexia. Se giro, dirigiéndose hacia su habitación,
necesitando algo de aire libre, algo de espacio para pensar.

La mano de Lotharus se escabullo, sus largos dedos hundiéndose en su carne. “¿A dónde
vas?”

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“No me siento bien,” murmuro Alexia. El enojo vertiéndose de él era palpable y frio. Ella no
quería nada más que alejarse de él. Pero el agarre en su brazo se tenso.

“¿Tal vez es por qué lo dejaste alimentarse de ti?”

“No lo deje,” soltó ella, liberando su brazo. “El me ataco.”

Lotharus le ofreció una sonrisa que no alcanzo sus ojos de ónix. La siguiente cosa que ella
supo, ella estaba en el aire, volando a través del cuarto. Su espalda se estrello dolorosamente contra
una pared lejana, y el costado de su cara se adormeció de la fuerza del golpe. Ella acuno su mejilla
se manera protectora, mirando con asombro mientras Lotharus acomodaba las mangas de su
chaqueta como si solamente hubiera espantado una mosca.

“No me mentiras de nuevo, Alexia. Sabes que no lo apruebo.”

“¿Mentir?” comenzó ella, pero la mirada que él le arrojo congelo sus palabras en su lengua.

Con la velocidad de la luz que solo los ancestros poseían, el cruzo el cuarto en un destello y
se coloco delante de ella. Poniéndola de pie, la coloco entre él y la pared a su espalda. Ante la
sensación de su erección clavándose en su cadera, ella jalo aire. “Si, mentir,” confirmo él. “Te vi
besarlo.”

Alexia trago el sabor acre de la bilis elevándose por su garganta y se presiono contra la
pared. El se inclino más cerca. Tan cerca que su nariz acaricio la de ella. “Vi tu cuerpo retorcerse
debajo del suyo, rogando por que el te reclamara.” El cálido aliento de sus palabras se desvanecía
contra su cuello antes de que él se abalanzara, lamiendo la herida. Su bajo gruñido vibro contra su
garganta y un escalofrió se movía a través del cuerpo de él. Esa masculina parte de él se endureció
más, presionando más insistentemente contra ella.

“Te vi agarrar su rostro,” dijo contra su cuello, deslizando sus dedos a través de su cabello.
“Te vi jalar su boca más cerca.” Con un fiero gruñido, clavo sus dedos en su cabello, presionando su
boca contra la de ella. El estomago de Alexia se revolvió cuando el forzó su lengua dentro de su
boca, revoloteando con la finesa de un pescado.

Gracias, que termino casi tan pronto como empezó. El no disfrutaba el besar. No lo hizo con
la pasión del señor dragón.

Lotharus se retiro. Su cabeza inclinada a un lado mientras sus ojos sin fondo la observaban.
“Pensando en el, ¿no es así?”

Alexia trago.

“Yo también.” El la libero. Ella inhalo profundo, llenando sus pulmones con el aire que ella
les había privado.
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“Creo que me iré y veré si nuestros soldados ya han quebrado a ese pájaro.”

Vividas imágenes del dragón peleando antes destellaron a través de su mente. El era tan
fuerte, tan orgulloso. El no caería, no caería de rodillas ante Lotharus.

“Vienes conmigo, ¿no es así? Después de todo, la tortura es tu fuerte.”

CAPÍTULO 3
Decidida a romper la densa niebla que había nublado todo en su mente desde la llegada del dragón,
Alexia levantó la barbilla y siguió a Lotharus por atrás. Después de descender la escalera de caracol,
que maniobraba por el estrecho pasillo de la mazmorra. Las paredes oscuras a cada lado estaban
mojadas. Agua mohosa y rancios minerales impregnaban el aire. Los olores la consolaban como una
manta de seguridad tranquilizadora de un niño. Había hecho este viaje decenas de veces. Esto era
lo que hacía, en lo que era buena.

Aunque nunca encontraba el retorcido placer de Lotharus en la tortura, siempre había


recuperado la información que necesitaba de sus cautivos con éxito.

Y necesitaba ese cristal.

El chasquido de un látigo la hizo tensarse, un gemido ahogado atravesó la calma. Se detuvo, con el
corazón latiéndole en los oídos. El látigo arremetió otra vez. Y el gruñido se escuchó de nuevo en
respuesta al dolor, la marca de mordedura en su cuello la quemaba. Alexia pasó sus dedos por la
sensible carne, cubriéndola con una cortina de pelo cuando Lotharus miró sobre su hombro hacia
ella.

Un momento después, dieron vuelta a la esquina en las entrañas subterráneas de la catacumba.


Iluminado sólo por antorchas, el calabozo se jactaba de todo aquel que necesitara ser castigado,
mutilando o matando al enemigo. Un surtido de ensangrentadas
armas colgaban de las paredes de piedra y llenaban las cicatrices de la mesa de madera. Una hilera
de células prescritas de hierro se alineaban en la pared de la derecha, mientras que un bastidor y
otros numerosos instrumentos de tortura que sus gobernantes o sus secuaces habían recopilado a
lo largo de los siglos en la tierra ocupaban el espacio a la izquierda.

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Esta noche, los soldados habían colgado el dragón en la pared central. Sus brazos y piernas
estaban atados a los lados. El collar de plata estaba atado a una barra por encima de él. Su
hermoso cuerpo estaba completamente en forma humana cubierto por una fina capa de sudor. Cada
músculo tenso y asemejando tensas sogas como la cuerda de un arco. Su duro, musculoso
abdomen, salpicado de agujeros de bala, doblado bajo el siguiente golpe del látigo.

Inesperadamente, su cuerpo caliente, le recordó su cuerpo pegado contra el de ella. Las palmas de
sus manos quemando por pasarse sobre cada centímetro de él sin problemas. Los picos de sus
pezones apretándose bajo el corsé de cuero.

¿Qué pasaba con ella?

Una vez más, el látigo azotó su carne. Ella se estremeció al oír el sonido.
"Ven, Alexia".

A su nombre, el dragón levantó la cabeza. Ella se quedó quieta mientras unos sorprendentes ojos
azules ardían en los en ella, mirándola con intensidad constante, incluso cuando un soldado le llovió
a golpes y otro mordió su hombro.

"¿Quieres el honor, o lo hago yo?"

Con la pregunta, su boca se resecó. Lotharus era conocido por su insaciable sed de sangre. De
alguna manera, aunque no tenía idea de cómo, sabía que el dragón no se rompería con facilidad.
Con ira, confusión y frustración se dirigió con interés al soldado que hacía la flagelación. "Dámelo",
ordenó, tendiéndole la mano.

El soldado sonrió y le pasó el instrumento de cuero a su mano. Ella palmeó el mango, sintiendo su
familiar línea suave y curvo. Después de una profunda respiración, Alexia lo puso sobre la mesa. En
cambio, se levantó y golpeó al dragón en la cara.

"¿Dónde está el cristal?"

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Poco a poco él volvió la cabeza hacia su rostro, una fría sonrisa en sus ojos era helada. "No lo sé."

Lo golpeó más duro y volvió a preguntar. Escupiendo la boca llena de sangre, soltó una risa baja y
cerró su mirada en la de ella.

"Supongo que es cierto lo que dicen de las rubias".

Alexia le pasó la palma de la mano a través de la carne de nuevo. Esta vez, sus garras
rompieron la piel de su guapa mejilla. Y esta vez cuando la miró, su sonrisa no tenía ningún rastro
de humor.

"¿El cristal?"

"Te lo he dicho. Yo. No sé", dijo con los dientes apretados.

"Vas a tener que mentir mejor."

"¿Mentir? ¿Dónde podría estarlo escondiendo?" Asintió hacia su desnudo cuerpo.

Lotharus dio un paso detrás de ella, ofreciéndole la punta de látigo de nueve colas, un instrumento
diseñado para pelar la carne hasta los huesos. "Vamos a averiguarlo, ¿De acuerdo? "
Un mareo se levantó hacia su cuello por sus palabras. Tragó y tomó el látigo. La carga de la que
colgaba el peso de plomo se sentía en su brazo. No quería hacer esto. Por primera vez en todos sus
años como guerrera de su gente, no quería a torturar a su enemigo. Y no podía explicarse por qué.

"Bueno, ¿Qué estás esperando?" Por la presión de Lotharus, sabía que si no usaba el látigo en el
dragón, no sólo iba a ser castigada, sino que Lotharus se haría cargo de los interrogatorios. Y nadie
sobrevivía a los interrogatorios de Lotharus. Nunca. Aunque, lejos en su mente le susurraban que si
alguien podía durar más de una noche en el calabozo de la horda, sería este señor dragón ante ella.

Tensando la mandíbula, Alexia se acercó más. Sus ojos fijos en sus pezones oscuros sobre su
pecho ensangrentado, las líneas duras de su cuerpo. Tan diferente...

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Ella dio un paso más cerca, tan cerca que el calor de su cuerpo se enroscaba a su alrededor. Se
inclinó y habló para que sólo él pudiera oír. "Sólo dime y pon fin a esto".

El dragón la miró fijamente, con pliegues débiles cruzando su frente. Luego miró a Lotharus y de
nuevo a ella. La comprensión finalmente le iluminó los ojos.

Se dio cuenta de que la miró con menos fría repugnancia, menos odio. Dejó escapar un
suspiro, como si hubiera llegado a algún tipo de decisión. Luego inclinó la cabeza hacia
ella.

"Hazlo lo peor zorra, ", le susurró antes de inclinarse de nuevo. "No obtendrás ninguna respuesta de
mí." Esto último lo gritó lo suficientemente fuerte para que todos pudieran oír.

Cuando todavía no se movió para golpearlo, el dragón sonrió. "Es una lástima que no tuviéramos
sólo unos minutos más juntos, ya sabes. Podría haberte hecho cantar de placer", dijo con un guiño.

Lotharus se tambaleó, y robando el látigo de nueve colas de su mano.

Alexia apenas tuvo tiempo de escabullirse antes de que levantara el arma, y golpeara el pecho
dorado del dragón.

Con un movimiento fluido, Tallon aterrizó en la calzada de la montaña del dragón y cambió de forma,
moviéndose sin problemas desde el aire hasta el suelo.

Mientras caminaba en la oscuridad de la boca de la cueva, las antiguas piedras que guardaban la
puerta de entrada al centro de la ciudad se movieron abriéndose, permitiendo su entrada. Se había
abierto sólo un pie antes de que viera a Falcón, el segundo de Declan, esperando ansiosamente al
otro lado de la pared. Tallon se percató de que estaba vestido de pies a cabeza con su traje negro
de combate y se preguntó si se acercaba su final - se preguntó brevemente si el resultado hubiera
sido diferente.

Empujando lejos el pensamiento, entró. Al verla, su hermoso rostro se iluminó con una sonrisa.

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"Bien, estás de vuelta," dijo, quitando su hombro desnudo de la pared.

La longitud de su pelo negro se arrastraba detrás de él como un velo sensual. Tallon


parpadeó y miró hacia adelante mientras él caminaba a su lado.

"El consejo ha estado esperándote...." Sus palabras se desvanecieron. Por el rabillo del ojo vio su el
aumento de su frente al mirar por encima de su hombro y ver que las paredes se cerraban.

"¿Dónde está el Señor Declan?"

Al oír el nombre, el corazón Tallon se tensó y las piernas casi se le doblaron. Agarrando el maletín
marrón y jalándolo hacia su pecho, se movió más hacia al exterior del túnel negro. El aire se
enfriaba a cada paso que daba, gotas de agua cayendo contra las piedras resbaladizas con el
sonido de los pasos Falcon y las de ella. Tallon siguió caminando hasta que unas manos grandes y
gentiles cubrieron sus hombros, obligándola a girar. Aunque a regañadientes, se quedó con la
barbilla hacia abajo, con los ojos cerrados. No se atrevía a decirlo.

No podía reconocer la verdad de su corazón ya sabía. Decir que Declan se había ido lo haría real y
ahora todavía pretendía que hubiera sido un mal sueño.

"Tallon." La suave voz de Falcon la envolvió como sabía que sus brazos querían. Pero la suya era la
sociedad de un guerrero, una orden dura, luchadora.

La debilidad de cualquier tipo, especialmente el amor, era mal visto, más que nunca
desde el asesinato de su rey y reina. Sus padres... los padres de Declan.

Un sollozo apenas audible sonó en su pecho.

"¡Oh, dioses, no!" Falcon apretó los dedos en la carne con tal necesidad que parecía que caería si
no la dejaba ir. Fue entonces cuando Tallon se permitió a sí misma mirar la cara que había conocido
desde que había nacido. Una cara grabada con dolor y pérdida que reflejaba el suyo propio. Las
lágrimas brotaban de sus ojos y negó con la cabeza, todavía no pudiendo pronunciar las palabras en

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voz alta. Falcon asintió, diciéndole en silencio lo que no quería oírle decir. Levantó una mano,
alisándose un mechón de pelo antes de que sus ojos descansaran en la palma de su tibia mano
sobre su hombro.

"Vamos, tenemos que decirles", dijo, tomándola bajó la axila de su brazo.

Tallon quería alejarse de él, quería entrar en el consejo con la cabeza en alto con el orgullo que ella
y Declan habían logrado por el trabajo que se había propuesto hacer. Pero el calor del cuerpo de
Falcon llenaba un hueco muy pequeño en su corazón ahora vacío. Haciendo que la enormidad de
todo se encogiese aunque fuera sólo por un breve momento. Así que en vez, cerró los ojos y apoyó
la cabeza en su hombro y permitiéndole guiarla.

Su guarida estaba en la montaña y se separaba en una red de túneles y cavernas de todos los
tamaños imaginables. Tallon sabía todas las habitaciones de memoria. Ahora Falcon la llevaba a
través de todas, al centro de la ciudad. Lo sabía aún con los ojos cerrados. El calor de sus cuerpos
estaban demasiado sofocados por la temperatura normalmente fresca de las cuevas. Las luces
parpadeaban detrás de sus ojos cerrados. El olor de carne con especias llenó su nariz y el zumbido
de las voces constantes llenaron sus oídos.

Las armas Falcon se tensaron, mientras recorrían el largo pasillo principal hacia la sede del consejo.
Una vez que la vista y olores de la ciudad se desvanecieron tras ella, Tallon alivió su apretón de
protección y abrió los ojos. Después de una breve pausa, Falcon la soltó.

-Gracias-susurró.

Falcon no dijo nada. No tenía que hacerlo.

Unos pasos más los llevaron a una serie de puertas dobles. Guardias estacionados a ambos lados
asintieron con su acercamiento y abrieron las puertas. Falcón y Tallon entraron a la cámara circular.
Un solitario candelabro colgaba por encima de la mesa, iluminando la antigua sala de reuniones.
Todos los miembros del consejo estaban presentes y sentados. El aliento de Tallon estaba a la
vista. Otros además de Hawk, Falcon y su hermano mayor, Kestrel, no había mayores a la izquierda.

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Los dragones jóvenes ahora ocupaban la mesa donde apenas unos meses atrás, su madre,
padre y hermano solían sentarse.

Esta guerra ha sido costosa y no sólo para los Blacks. Tocaba a todos los de cada familia en cada
línea, sin discriminación ni arrepentimiento.
Y ahora tomaba a Declan.

Tallon cerró sus ojos. Las manos sosteniendo el maletín que se sacudía. El cansancio y el miedo
que había ignorado estrellándose, casi asfixiándola.

Una profunda voz sonó. "¿Dónde está tu hermano, Tallon?" Krestel preguntó.

Ella levantó la barbilla, obligándose a mantenerla así. "Lo han enjaulado".


"Maldición", respiró Kestrel, mientras un suspiro colectivo sonó en la pequeña habitación.

"¿Estaba herido?" Preguntó Hawk, el último superviviente de la colonia original y el miembro más
antiguo del consejo.

Tallon no pudo encontrar su voz, así que asintió como respuesta. Alguien maldijo. Otro dejó escapar
un largo suspiro. Después de una breve pausa, Hawk se levantó, su silla raspando el suelo de piedra
mientras se ponía de pie.

"¿Y el cristal?"

La sala quedó en silencio. Ansiosos ojos encontraron los de ella. Sin decir palabra, Tallon levantó el
maletín. Rodeando la mesa, Hawk tomó la bolsa de ella, la desgarró abriéndola
y buscó en su interior.

"Me obligó a tomarla y dejarlo. No me dejó quedar y luchar...”

Sus tropezadas palabras murieron cuando Hawk movió el contenido. Una roca. Una roca plana
estaba en el centro de la palma de su mano.

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Con los ojos muy abiertos, Tallon le arrebató la bolsa, buscando en cada rincón y grieta antes de
aventar el inútil objeto a través de la habitación. "Maldita sea, hermano ", gritó, golpeando con las
palmas sobre la mesa y encorvándose hacia adelante. Dio un respiro, que se apagó poco a poco y
trató de pensar. Sólo una cosa le vino. "La debe tener con él, escondido de alguna forma. En algún
lugar".

-Entonces volvamos y tomémosla." Ash, una dragón joven acabada de salir de su concha, se puso
en pie. Con sus palabras, Tallon miró hacia arriba, pensando que tenía un rostro duro para alguien
tan joven. "Estamos terminados si la encuentran primero," Kestrel
estuvo de acuerdo.

"Si no lo han encontrado ya". Hawk lanzó un suspiro y se pasó una mano sobre la calva cabeza
antes de frotar la punta de sus dedos de plata pensando.

"Griffon", señaló Tallon. "¿Qué tal si lo enviamos por la reina?"

Hawk dejó caer la mano. "¿Al cazador?"

"De ninguna manera-intervino Falcón, levantándose también. "No voy a enviar Griffon. No hasta que
sepamos lo que está pasando. Puede ser un señor, pero es demasiado peligroso, demasiado
imprudente." Puso sus preocupados ojos en ella."Declan aún podría
estar ahí. Vivo", dijo con dientes apretados, los ojos muy abiertos, como si le diera algún mensaje en
silencio a su desesperado corazón que no supiera ya. Sin embargo, incluso las crías de su rebaño
conocían los cuentos de Griffon el cazador – el carroñero solitario que vivía como un fantasma entre
sus parientes y mataba a sus enemigos con minuciosidad natural a cualquier precio. Usarlo no era
un excelente alternativa, pero tampoco lo era perder a su hermano.

"¿Qué otra opción tenemos?" -preguntó ella. Cuando nadie contestó, Tallon volvió la mirada por la
habitación, teniendo a cada hombre concentrado en su mirada. Una chispa de miedo se encendió
mientras su plan se formaba en sus ojos. "Los números de las hordas, los he visto ", balbuceó ella."
Somos muy pocos para luchar contra ellos." Miró a Ash con ojos muy abiertos, ansiosos, con el pelo
marrón todavía colgando sobre sus hombros, a diferencia del adulto, los machos de raza pura, que
tenían el pelo en la espalda. "Somos muy jóvenes para esperar ganar."

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"Por lo cual necesitamos la piedra", dijo Hawk con un gruñido, lanzando la roca a través del cuarto.
Los hombros de Tallon se estremecieron y ella bajó los ojos.

"Tal, no tenemos otra opción", dijo Falcon, moviéndose a su lado.

"Sí, la tenemos. Confiamos en Declan. Sabe lo que está haciendo. Debe tener un plan..."

"Un plan, que apuesto, no incluía ser capturado", dijo Kestrel, finalmente levantándose. Sus grises
ojos fijos en ella. Los largos mechones de su cabello lacio, tan parecidos a su hermano Falcon y sin
embargo, casi de color blanco, se balanceaban a cada paso que daba, cojeando hacia ella. "Sobre
todo si no se tenía el cristal con él." Entrecerró sus ojos cautelosos sobre Tallon."¿Estás segura de
que lo tenía cuando los dos dejaron las catacumbas?"

Ella lo alcanzó en dos pasos. Haciendo su cabeza hacia atrás, Tallon encontró su mirada, esperando
que leyera la verdad en ellos. "Yo lo vi. Vi la maldita cosa con mis propios ojos."

Su enorme cuerpo pareció relajarse y la duda que se había vislumbrado en sus ojos de plata
desapareció en respuesta. -Está bien-suspiró él. "Entonces regresaremos y lo encontraremos.
Vamos a tener un pequeño grupo de búsqueda en los acantilados y los bosques alrededor de las
catacumbas en caso de que lo guardara de alguna manera." Su mirada se encontró con la Tallon.

"Otro pequeño grupo intentará ver si él todavía vive."

A su orden, el grupo entrará en acción. Todos, excepto Tallon.

"Ver si todavía vive", repitió. "¿Estás loco? ¡Tenemos que conseguir que salga de ahí!"

Kestrel señaló a la esquina donde su compañero y curador estaba de pie, con los brazos doblados.
"El doctor dice que el ritual de la horda se llevará a cabo en dos días. No hay tiempo para esperar a
Declan o planear un escape. Lo siento, pero la recuperación de ese cristal es más importante.
Incluso Declan estaría de acuerdo."

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"Pero..."

"No hay peros, Tallon," ordenó. "No nos podemos permitir más pérdidas innecesarias".

"¿Una pérdida innecesaria?" Tallon enseñó los colmillos. "¿Es eso lo que mi hermano es
para tí ahora? "Antes de que pudiera contestar, se lanzó hacia adelante. Y antes de que
lograra dar un paso, los gruesos brazos Falcon se pasaron alrededor de su cintura, regresándola al
frente.

"Déjalo ir, Tal le susurró. "Y tú," espetó a su hermano. "Quítate de ella, ¿Está bien?"

Tallon levantó los hombros, manteniendo una lucha contra el abrazo de Falcon. "Bájame." A pesar
de estar enojada, nunca mordería a Kestrel, o a los otros, para el caso. Lo sabían, también. La
mayoría había servido a sus padres antes de que ella hubiera nacido y estaban acostumbradas a las
rabietas de desnudar los colmillos de su madre, también.

Declan era el único que nunca perdía la calma. Sin importar qué, siempre se mantenía tranquilo y
sensato.

Declan. Su corazón se apretó en su pecho y finalmente dejó de luchar.

"No puedo perderlos a todos, Falcon," dijo ella, hundiéndose de nuevo en su pecho.

Tallon cerró los ojos y exhaló un suspiro de impotencia, permitiéndose saborear la sensación de sus
brazos alrededor de ella, aunque sólo sea por un momento. "Sabía que al
minuto que me dijo que me fuera, nunca lo vería con vida de nuevo."

"No sabes eso."

Pero lo sabía. En algún lugar de su alma, la oscuridad se enconaba y crecía. Así como el
dolor, mucho dolor y pérdida, que no aguantaría más. No podía aguantar más.

Los labios le temblaron con renovada ira, empujándose fuera del abrazo de Falcon. "Ese monstruo
rubio", gritó. Con el pecho palpitándole, se dio la vuelta de nuevo hacia Falcon, haciendo caso omiso
de la preocupación en sus ojos verdes.

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"Ella va a pagar por esto. Todos lo harán."

CAPITULO 4
Declan hizo una mueca de dolor como si hubieran tirado lanzas a través de su carne hasta el hueso.
Los ríos de sangre en muchas capas de su piel picaban como loco. Sin embargo, él no tenía la
fuerza para levantar una mano e intentar aliviarlo. En lo que se convirtió en una lucha lenta, Declan
abrió los ojos. Su aliento se movía formando un remolino con una niebla gris a su alrededor. Vio que
estaba parado aunque un cambio de posición en sus hombros demostró que estaba en un calabozo.

“¿Qué coño?”

Él cerró los ojos de golpe. Aunque sus sentidos confirmaban que aun estaba en el calabozo; sintió
esa niebla misteriosa alrededor de él. Se mantuvo a sí mismo en posición vertical. Colocando sus
manos delante de él, camino cuidadosamente hacia adelante. Su pie toco aire y la tierra cayó por
debajo de él. El viento lamia su carne al caer en un vacio. Por instinto, llamó a su forma de dragón,
con la esperanza de cambiar y volar fuera de ese vórtice. Nada ocurrió.

Abrió los ojos salvajemente, notó un pequeño círculo de resplandor rojo como un faro en el final del
precipicio. Cada segundo que pasaba se encontraba más cerca de la luz, más cerca del suelo.
Declan solo tuvo tiempo para cerrar los ojos en un inútil instinto defensivo antes de que se golpeara
contra una alfombra.

“¿Una alfombra?”

Con la cabeza dándole vueltas, Declan movía sus dedos a través de las rojas fibras de felpa. Apretó
su frente y se tensionó mientras se paraba, con los ojos como dardos mirando a una habitación
vacía. No vio a nadie, así que cerró los ojos y canalizó sus sentidos de dragón. De nuevo comprobó
que seguía atrapado en el calabozo.

“Así que estoy soñando” dijo, mientras calmaba su respiración y abría los ojos. Fue más intenso,
más nítido y más inquietante que cualquier otro sueño que hubiera tenido alguna vez.

“Pero de qué?”

Con pasos vigilantes, se trasladó a través de una gran cámara. La impecable niebla se cerraba con
cada paso, incluso las paredes se derretían en su abrazo. Cuando la niebla casi lo había envuelto,
un conjunto de elaboradas puertas francesas se materializaron delante de él. Se abrieron sin hacer
ningún sonido y Declan entró. La niebla se hinchó al aproximarse y luego se separó, como si el
cuarto hubiera tomado un respiro profundo y la hubiera soplado lejos. Declan tragó, duro.

Una mujer estaba delante de él. Una gloriosa mujer desnuda. Sus ojos bebieron la curva de violín de
sus caderas, deslizándose lentamente sobre el suave aumento de su trasero. Cada pulgada de su
blanca piel brillaba y resplandecía en la suave luz ámbar. Sus manos ardían por acariciarla y lanzas

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de calor se dispararon a través de él, arrasando como un cohete a sus apretados testículos. Luego
ella giró y él se encontró a él mismo aguantando la respiración. Por la vista, su corazón se apresuró
y luego se detuvo completamente.

Era ella, la sexy rubia vampiresa que incendio su lujuria y alimentó su odio.

“Alexia” él susurró. El sabor de su nombre en sus labios sangró de gusto en ella. Picante y sabroso,
su esencia fantasmal cubrió su garganta e irrumpió en su lengua, haciéndole agua la boca. Nunca
había probado nada como ella. Había necesitado de toda su voluntad para apartarse de su dulce
cuello y ahora daría cualquier cosa por estar allí de nuevo. Impresionantemente hermosa, sus
salvajes ojos negros, piel pálida y exuberantes labios llenaron su visión. Él camino cerca. Pensó que
parte de él quería despertar y terminar su tortura, otra parte quería acercarse más, arrastrarse dentro
de ella y nunca salir. Triunfante, llegó hasta ella. Sin embargo, la mano que se levantó y acaricio su
mejilla no le pertenecía. Declan frunció el ceño. Su mirada estaba fija en los dedos cerrados
alrededor de su cuello, el salvaje anillo de rubí en el dedo índice y las largas uñas negras extendidas
por cada punta.

Lotharus

Incluso atrapado en su propio sueño alucinógeno, las incontables heridas y cortes en su cuerpo
dolían al recordar la tortura que había sufrido por esas monstruosas manos. Manos que ahora
estaban sobre Alexia. Declan disparó su mirada de vuelta a su cara. El miedo en sus ojos casi lo
derribó y estableció una rabia protectora que hacia hervir su sangre a fuego lento en sus venas.

Declan se estremeció en su sueño, viendo indefenso como el vampiro la hacía girarse, forzándola a
inclinarse sobre la baranda en la parte inferior de la cama. Lotharus corrió la cortina de cabello rubio
fuera de su hombro, dejando al descubierto la parte de atrás de su cuello a la vista. Un dedo se
movía sobre la larga línea de su nuca antes de que su mano pellizcara debajo de su cuello y se
colocara detrás de ella.

“No” Declan caminó al frente para ayudarla, para detener esto, pero sus pies no se movían. Pensó
entonces que ni siquiera podría voltearse. Apretando la mandíbula y con el puño cerrado, cerró los
ojos, incapaz de ver mientras Lotharus rugió su deleite en una palabra. Mía.

Declan se despertó de un tirón. Como se había dado cuenta antes de que su loco sueño comenzara,
seguía acostado en su espalda en el suelo del calabozo. Sudor frio cubría su cuerpo. Él flexionó los
músculos de su estomago, haciendo una mueca por el dolor que sentía alrededor del estomago.
Envolviendo un brazo alrededor de la zona adolorida, se arrastro para sentarse. Apoyando su
espalda contra la pared, cerró los ojos y termino en un respiro.

Flashes de imágenes del sueño aparecían en su mente con una clara lucidez. Había sido tan real,
tan vívido, como un recuerdo. Sosteniendo la cabeza con las manos, empujo esas imágenes al
lejano descanso de su mente, tratando de ignorar el aspecto más inquietante de todo, que la rabia y
la ira protectora seguían siendo palpables temblando en cada músculo de su cuerpo. Un cuerpo que
aun estaba listo para saltar en su defensa y detener ese terrible acontecimiento antes de que tuviera

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lugar. Para salvar a esa pequeña vampiresa que lo saco disparado del cielo y lo dejó enjaulado en
este lugar. Una mezcla entre risa y gruñido burbujearon fuera de él.
Dios, él estaba perdiendo su mente en ese lugar?

Alexia apoyó sus manos en la pared de roca de la ducha y se colocó debajo de un flujo constante de
agua, disfrutando del cálido rocío que se regaba en su cuero cabelludo y su espalda. Con la cabeza
hacia abajo, ella miraba como el agua se llevaba la noche sangrienta y sucia, deseando que también
pudiera alejar las imágenes de la carne dividida de ese señor dragón debajo del látigo de Lotharus.
De su cuerpo dorado arqueado por encima del de ella, sus ojos azules, sombríos y latentes,
hablándole de lo que le quería hacer. Inclinó su cabeza a un lado, haciendo una mueca cuando las
agujas de agua pincharon su cuello.

Su mordida. Levanto una mano hacia su garganta, pestañeando por el dolor que ese recuerdo le
provocaba. ¿Por qué aun no se había curado? Ella nunca fue más que unos sin auto sanarse.
Tampoco había sido mordida antes. ¿Tal vez esto era normal? La ducha automáticamente se apago
cuando ella se movió hacia la puerta. Presionando para que las puertas de vidrio biselado se
abrieran, dio dos pasos hacia el nivel principal. Deteniéndose al frente del lavabo, recogió su cabello
en un moño con un peine. Luego de cubrirse con una toalla, sacó una pequeña navaja metálica y la
colocó en la esquina. Una nube de vapor cubrió el espejo. Alexia colocó ambas manos, limpiando
completamente con sus palmas el frio vidrio mientras desaparecía la condensación.

El reflejo mirándola detuvo el frio. Aunque no soportaba ver, no podía apartar la mirada. La mujer en
el espejo lucia desesperada, triste y vacía. Emociones que ella siempre había sentido, que siempre
había reprimido, hoy se mostraban claras en su rostro. Por un momento, ella permitió que la verdad
de esos sentimientos se extendieran sobre ella, controlándola y llevándola a un lugar donde hace
muchos años había prometido no volver. Autocompadecimiento, vergüenza, nostalgia, eran
emociones egoístas que demostraban debilidad. Era un lujo con el cual una futura reina no podía
permitirse entretenerse. Al escuchar el sonido de la voz de su madre, Alexia permitió que la ola de
emociones llegara a la cima, que aumentara la rabia hasta el tope.

Sin apartar la mirada del reflejo, levanto la cuchilla hacia el espejo. Deslizó la navaja a través del
reflejo de su rostro, por debajo de sus ojos. Luego bajo la mano, cortándola a través de su cuello
reflejado. La mano que sostenía la navaja tembló. Una pequeña voz le susurraba que solo deseaba
que tuviera las agallas para hacerlo realmente.

Alexia jadeó y arrojó la pieza metálica al suelo. Pellizcándose los ojos cerrados, apoyo sus manos en
la piedra y se flexiono sobre el lavabo. Un ardiente hoyo se abrió detrás de su estomago a pesar de
que trato de alejarlo respirando. Cubrió el sordo dolor con su palma, reconociendo la causa. Un
oscuro lugar, siempre presente en su interior, había estado creciendo con el paso de los años. La
oscuridad se arrastraba a través de sus heridas, excavando raíces profundas, pasando hasta su
alma. Aunque sabía que estaba mal, alimentaba esa sombra en un principio. Cada acto de tortura,
cada alma que pisoteaba, la criaban y nutrían hasta un punto en que amenazaba con tragársela, con
consumirla. Peor aún, ella empezaba a tener la impresión de que las razones por las cuales había
estado peleando todos estos años no eran tan blancas y negras como alguna vez le habían
parecido.

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Para el momento en que volvió a mirar al espejo, la neblina se había desvanecido del vidrio. Claro y
fresco, el reflejo de ella volvió. De nuevo miro al reflejo, pero esta vez lucia bien, compuesta, como si
una máscara cubriera su rostro, traicionando a las emociones que realmente estaban burbujeando
en su interior. No se veía miserable, asustada o desesperada, a pesar de que solo había sentido un
coctel de esas emociones desde esa noche

Lotharus…

Alexia empujo en contra, forzando a los recuerdos a retroceder. Caminando hacia el armario, empujo
su traje de combate de cuero con más fuerza de la necesaria, seleccionando en su lugar una toga
azul de chiffon empolvada, acorde con la presencia de su madre. La tela se deslizó sobre su cabeza,
posicionándose como un susurro en su carne. Suave y ligero, la textura era sorprendentemente
aireada, la antítesis del confinamiento que le producía el traje que usaba cada día. Inmediatamente
el aire se empezó a cerrar a su alrededor. Se sentía desnuda. Expuesta. Sentía que no podía entrar
suficiente oxigeno en sus pulmones. Precipitadamente regreso a su armario con sus manos
excavando debajo de una pila ordenada de pantalones. Cerró su mano sobre un cuchillo de corto
lanzamiento, y lo aseguró en una funda del muslo por debajo del vestido. Con cada apriete de la
correa, sus manos, una vez inestables, se volvieron más seguras y con más confianza. Para el
momento en que aseguró el cerrojo, la gastada línea que había estado sujetando y apretando la
llevó a la superficie.

Exhalando, ella se movió al lado de la cama y empezó a alisar su cabello metódicamente. Por
alguna razón, el normal vacio del aire la ahogaba esta noche. Aunque la falta de hombres, mujeres y
niños era palpable, Alexia no conocía nada diferente. Ella no había visto sino el nacimiento natural
ocasional de un vampiro en años. Ellos habitaban en un conjunto más adentro de las paredes del
acantilado. En un lugar al que ella no tenia permitido ir. Hasta sus asistentes personales eran
soldados de Lotharus, y era su orden el que ella y su madre se mantuvieran alejadas de la colonia. A
pesar de que él afirmaba que era lo mejor para su estadía, Alexia creía que lo hizo como una forma
para mantenerlas bajo su control, bajo sus ojos siempre vigilantes. De cualquier manera, la hizo
miserable. De nuevo, algo que ella asumía Lothatus lo tenía previsto. Realmente, ella no era
diferente a las almas que se estaban pudriendo en el calabozo. Concedido, ella no llevaba grilletes y
su jaula era más grande, menos inmunda. Pero aun así era una prisionera. Como él.

Como él. Cerrando sus ojos, alejo ese pensamiento. En su lugar, ella llamo a su memoria un
recuerdo más tranquilo, uno de los pocos que tenia. De regreso a cuando su abuela mandaba. Hace
tanto tiempo, cadenciosos sonidos de risas y niños jugando se hicieron eco en su mente. Imágenes
de ella corriendo descalza componían destellos detrás de sus ojos. Sintió una radiante sonrisa en su
rostro. Vio el final de su largo cabello detrás de ella como una cometa. Otra niña cuyo nombre no
recordaba persiguiéndolo detrás de ella. Una amiga, pensó con una anhelante sonrisa. ¿Cuánto
tiempo pasó desde que había tenido una? ¿Cuánto tiempo paso desde que había sonreído de esa
manera?

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Sonó un golpe en la puerta, sacudiendo a Alexia fuera de su recuerdo. Parándose, rodeo el taburete
y cruzó la habitación. Iván, uno de los hombres de confianza de Lotharus, abrió la puerta antes de
que ella la alcanzara. Sus anchos hombros a duras penas cabían en la entrada

“La reina ha estado preguntando por ti”

CAPITULO 5
Declan escuchó pesados pasos avanzando debajo del pasillo. El balanceo de las cadenas
enlazadas sacudían las rocas con cada paso. Cerca. Cada segundo estaba más cerca de lo que él
sabía podía ser su muerte. Demasiado cansado por los locos sueños y el maldito collar, Declan
cerró los ojos. El animal en él inmediatamente recogió lo que sus ojos no podían ver. El fresco aire
de la noche con indicio de lluvia. Inclinó hacia atrás su barbilla olfateando el cielo. Llenando sus
pulmones con una profunda respiración, dejó afuera el sonido de los pasos y se concentró en el
esporádico, no pesado aun, golpeteo de la lluvia.

Su espíritu de dragón aullaba por libertad, rugió por probar una gota de lluvia fresca en su piel,
bajando ondulante por su espalda. Bajo su piel temblaron las alas, pidiendo la liberación del dulce
aire de la noche cortando con instrumental precisión. La lluvia caía, golpeando contra la tierra y las
piedras como impacientes yemas de dedos. Inclinó la cabeza hacia la pequeña ventana prescrita.
Gordas gotitas salpicaban en los acantilados abofeteando el agua del océano, revolviendo más
fuerte con cada clamorosa ráfaga de viento.

La puerta de la celda se abrió. Dos soldados se presentaron, transportándose hacia sus pies. Declan
levantó un puño para luchar, confundido cuando apenas pudo levantarla hasta su pecho. El collar lo
debilitó más de lo que había pensado. Y ese sueño…

Colgaron los brazos detrás de él y procedieron para salir de la celda. La bestia dentro gimió cuando
le apartaron de la ventana. La falta de aire lo hirió más que cualquier cantidad de torturas que
pudieran imaginar. Las puntas de sus dedos se deslizaron en el piso mientras lo llevaban bajo de los
largos, tortuosos corredores. Declan trató de mantener su cabeza en alto así quizá podrían aprender
donde lo mantenían encerrado y buscar una salida, pero no pudo. Su cabeza parecía lastrada, como
si alguien hubiera amarrado un ancla en su cuello. Dejando caer su barbilla hacia su pecho, cerró
sus ojos y trató de reunir toda la fuerza que aún le quedaba dentro para prepararse para cualquier
cosa que ellos hayan planeado.

Alexia se molestó por las bravuconerías de Iván, pero no dijo nada. Desde el primer día, Lotharus
había trabajado mucho para socavar su posición en la horda, especialmente alrededor de sus
soldados. Poco a poco había visto como él había inclinado las escalas de poder a su favor. Cuando
ella finalmente tuvo suficiente y le demando que se detuviera, él había tomado mediadas drásticas
para asegurarse de que ella siempre se sintiera inferior a su alrededor. A pesar de que hizo todo lo
que pudo para pasar la noche, el daño estaba hecho. Los soldados no solo sentían su debilidad
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alrededor de él, también podían verla. Mierda, pensó con una punzada de vergüenza, incluso sus
dragones cautivos lo veían.

Frunciendo sus labios, Alexia pasó de largo a Iván, alegrándose de que él se mantuvo detrás.
Candelabros de pared parpadeaban y silbaban a su paso. Las luces castañas bailaban en las
paredes húmedas de la cueva, creando sombras contra ellos. El chasquido de sus botas sobre las
piedras cuando arrastraba tranquilamente los pies la inquietaba. En lugar de eso, se concentró en el
fresco metal que presionaba su carne en la parte externa del muslo con cada paso que daba. Se
sentía normal… familiar.

Mientras caminaba hacia la cámara de la reina, pensaba en que le iba a decir a su madre sobre el
cristal. Una antigua reliquia de la horda, el cristal Draco había estado en custodia de su familia
durante años. Sin embargo, solo recientemente le habían hecho comprender su verdadero poder. Un
terremoto había fracturado las paredes de los acantilados, revelando una media docena de bóvedas
y catacumbas que nadie había visto en más de setecientos años. Entre muchos de los tesoros,
artefactos y pergaminos antiguos que se encontraban en el olvido o que pensaban habían sido
destruidos. Uno de esos pergaminos hablaba del cristal Draco, de su poder para gobernar o destruir
todo. De la terrible ira y el daño que había causado en los antiguos días y la razón de por qué el
pergamino había sido enterrado. Todo en Alexia gritaba que debía acatar los deseos de los ancianos
de la horda y mantener ocultos los secretos con que murieron. Pero su madre y Lotharus tenían
otros planes. Ellos querían aprovechar el poder del cristal y utilizarlo contra sus enemigos para
asegurar la victoria.

Cuando un grupo de dragones habían atacado el mes pasado, robando el pergamino, el rey y la
reina de los dragones fueron capturados, torturados y asesinados. Ahora, con el riesgo tan alto y
ambos lados de cacería, la carrera había iniciado. Alexia sabia que sería cuestión de semanas,
incluso días, hasta que esta guerra estuviera en la cumbre. A pesar de que sabía que ella debería
hacer todo lo que estuviera en su poder para asegurarse de que su gente fuera la vencedora, algo
acerca del cristal, algo acerca de la desenfrenada lujuria de sangre de Lotharus por encontrarlo, la
inquietaba.

Alexia rodeo la esquina. Descartando el guardia con un gesto, empujó a través de las puertas
gigantes puertas dobles. Giraron salvajemente, revelando el brillante esplendor de la sala de la
reina. La reina Catija no la había recibido una habitación. En su lugar, llegó a una cúpula que se
parecía a una catedral arcaica o un santuario, con techos frescos. La suave luz artificial venia de las
vigas en la parte superior del espacio cavernoso. Los ojos de Alexia se alzaron hacia los arcos y
curvas esculpidas que fluían en la bóveda. Mientras que la reina era la imagen en un espejo de su
predecesora en apariencia, a diferencia de su abuela, quien disfrutaba de las cosas más finas y que
creía en las reformas hechas con armonía, la madre de Alexia tenía gustos barbáricos e inclinación
por la sangre derramada. O al menos así había sido en el pasado. Hace una década, el nombre de
la reina infundía miedo en dragones y vampiros por igual. Sin embargo, desde que Lotharus había
aparecido en la pintura, primero como su asesor y ahora como su futuro esposo, ella había
cambiado. Lentamente al inicio, la mayoría no se había percatado de la drástica transformación.
Pero Alexia lo había hecho.

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Bajando su mirada a los jardines, una sonrisa relajada atravesó sus labios. Estatuas de mármol de la
diosa estaban de pie junto a blancos pilares más amplios que los troncos de los grandes árboles que
se extienden hacia arriba, tratando de llegar a cualquier luz, natural o artificial. Zarcillos exuberantes
de hiedra abrazaban las paredes encaladas y multitud de aves volaban libremente por el jardín
subterráneo. Un camino perezoso la llevaba a través del espacio el cual se abría en dos pasajes.
Uno dirigido a los cuartos de conferencias, el otro hacia la puerta del dormitorio de la reina. Alexia
siguió el sendero hacia la sala de reuniones, haciendo una pausa en una fuente para la cazadora
divina, Diana. El marfil de la diosa quedó con todo, ojos vacios mirando hacia el agua acumulada en
sus pies. Sostenía una mano hacia arriba, como si esperara que algún tipo de ofrenda se colocara
ahí. La otra mano delgada estaba extendida hacia adelante, vaciando un jarro de agua sin fin en la
laguna rectangular que se extendía ante ella. Alexia siguió su mirada hacia la piscina. Bajo el agua
brillante se establecía una réplica a escala del complejo de Davna Vremena, un terreno más allá de
las brumas de Fatum, profundo en las tierras de sus antecesoras.

Aunque no podía ver el modelo, recordó las vagas imágenes que tenía desde la infancia. Su abuela
solía traerla aquí, para mejorar la pequeña ciudad en la parte inferior del estanque y le contaba
historias sobre un mundo pacifico donde todas las criaturas de la luz y la oscuridad vivían
pacíficamente. Alexia de repente ansiaba ver de nuevo el monumento, aunque solo fuera para
probar que aquel lugar había existido una vez. Dándole una última mirada, Alexia siguió caminando
por el sendero. Un gesto tiró de su frente por el sonido de persistentes voces sobre el constante
goteo de chorros de agua.

“No creo que ella esté lista” Dijo una voz masculina

“Ella todavía no ha ascendido” La voz de su madre respondió, débil pero segura


“Incluso entonces, no creo que vaya a estar lista para el trono”

“Lotharus, aunque eres un antiguo, nunca has visto personalmente la transformación de una
princesa a reina. El poder que obtendrá cuando ascienda podrá rivalizar con el de la misma diosa.
Combinado con el entrenamiento que tu le darás, mi hija tendrá diez veces la fuerza que tiene
cualquiera de los soldados que tienes en tan alta estima”

“No es su fuerza lo que me preocupa” él dijo “Es su voluntad. La habilidad para gobernar según las
normas de nuestros antepasados…”

Alexia salió detrás del follaje “Mi habilidad no debe ser de su interés”

Lotharus se volvió hacia ella. Como de costumbre, llevaba ropa negra. Su crudeza estaba en
contraste con su pálido tono de piel, y notablemente diferente a la tez mediterránea de su madre,
con un vestido blanco puro y el cabello negro azabache. Luz y oscuridad. Bien y mal.

“Ah, Alexia, querida, estas aquí” Catija caminó hacia adelante para recibirla, pero su equilibrio vaciló
y se tambaleó

“Madre” Alexia se apresuró a su lado “Estas bien?”

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“Estoy bien” Catija se alejó con un gesto “Solo un poco mareada”

Lotharus colocó su brazo en la cintura de la reina, colocándose en el medio y girándola para alejarla
de Alexia “Es necesario que te alimentes, querido corazón” dijo Lotharus apretando su agarre “Ven”
se giró, caminando hacia los cuartos de consejo. Alexia se alejó unos pasos hacia atrás. Tenía la
mirada fija en el cabello negro se su madre, trenzado por la espalda. La punta de su larga melena
cepillaba el suelo sin manchas, brillante como una escoba, balanceándose de lado a lado con cada
movimiento de sus caderas. Ella tenía un cuerpo joven y vibrante. Nadie podía ver que una
enfermedad silenciosa pero amenazante azotaba su mente.

“La boda y la ascensión están a dos días de distancia y sin embargo no has elegido un vestido” dijo
la reina por encima del hombro.

Alexia abrió la boca pero rápidamente la cerró. Fue inútil recordar que su madre había elegido el
vestido la noche pasada. “Voy a elegir un vestido de inmediato” dijo en su lugar.

“Bien” su madre sonrió “Lotharus me dice que la comunidad está deseosa de asistir a la ceremonia.
No queremos que sean decepcionados”

Alexia asintió con la cabeza, preguntándose como su madre exactamente pensaba que debía
reaccionar. Un grupo de desconocidos estaban entusiasmados por tener un día libre excusado de
trabajo u obra de mano. Para ellos la ocasión de tal fortuna importaba poco o nada. Venían por la
comida y el humor que una fiesta ofrecía, no por desearle a ella o a su madre lo mejor. Después de
todo, ella no sabía nada de ellos y era razonable que ellos tampoco la conocieran.

Manteniendo sus opiniones para ella misma, Alexia los siguió dentro de la sala de conferencias. La
zona de asientos circulares le recordaba a los jacuzzis que había visto usar a los humanos. Sin
embargo, este era de diez veces su tamaño y estaba vacío. En lugar de agua, el centro llevaba una
mesa de piedra blanca. Tenía un pedestal en el centro y parecía que un hongo hubiera crecido del
suelo, aplanándose y endureciéndose en su lugar.

Después de descender dos escalones en el círculo, la Reina se sentó en los cojines de terciopelo
acomodándose el banco. Su vaporoso vestido de toga blanca se desplegaba a su alrededor. La
trenza gruesa ahora descansaba sobre su hombro y se encrespó alrededor de sus pechos para
descansar en su regazo como un pitón cabelludo. Alexia bajó al suelo, apoyando sus manos sobre la
mesa. Lotharus se sentó detrás de ella, la tela de sus pantalones cepillando la piel desnuda de su
espalda baja. El cambio, Alexia se enderezó, tratando de no tocarlo. Ella miró hacia atrás para verlo
sentado con las piernas abiertas en V en un ambiente relajado, los codos apoyados en el suelo
detrás de él. Sus ojos la miraban con un tinte ansioso que aumentó la bilis en su garganta antes de
que llamara a un soldado encaramado en la esquina.

“Primero lo primero” Lotharus chasqueó los dedos.

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El soldado dio un paso adelante. Con torpe prontitud, sirvió la sangre de la cosecha de la bodega
real en tres copas de plata. La Reina se inclinó hacia delante, aceptando con entusiasmo y beber su
oferta. Por lo masculino de sonido detrás de ella, sabía Lotharus había circulado su abajo, también.
Sin embargo, Alexia no podía apartar los ojos de la copa y la jarra tiempo suficiente para recoger la
de ella. Plata. Estaban hechas de plata. Al igual que el collar en el cuello de él, comiendo capas de
su dorada piel…

“No tienes hambre?”

Sobresaltada, Alexia miró hacia el interrogante de su madre. "No, yo -. Quiero decir, sí" Recordando
su debilidad en la ducha, ella sabía que se debía alimentar. Sin embargo, su estómago se enrollaba
en señal de protesta.

Cuando un minuto más pasó y Alexia y todavía no había tomado la copa en mano, la reina sopló un
suspiro y colocó su copa vacía en la mesa. "Alexia, sé que nos escuchaste en el jardín. Pero no te
preocupes. Muchos han ascendido antes, y muchos de ellos hacen el viaje una vez. "Al pasar una
muñeca delicada por los labios rojos por la sangre, ella asintió con la cabeza y señaló a los tapices
colgantes desde el piso hasta techo en la pared. "Tus antepasados tuvieron larga vida a través de
tiempos mucho más difíciles que estos con éxito. Tu también los tendrás"

Alexia miró el árbol genealógico - un recordatorio escalofriante de su malvado linaje y su absoluta


falta para mantenerse al día con esto. Se extendía hasta más allá de donde sus ojos penetrantes
podían distinguir los símbolos y los nombres de los que habían llegado antes que ella. Las mujeres
que habían superado, subieron y conquistaron sus temores y dominaron lo que les rodeaban.

"Durante siglos, cada líder mujer ha tenido una ocupación del puesto de cien años para gobernar, y
luego pasa la línea ", continuó la reina." Esta es la forma en que se ha hecho desde los tiempos
oscuros. La forma en que se debe mantener esta horda junta, nos mantiene fuertes. Pronto será tu
tiempo, Alexia. Tu obligación es no sólo a ver a lo largo de los próximos cien años, sino mantener
nuestra horda intacta y en la sede del poder entre los clanes de vampiros".

No quiero gobernar. Alexia estuvo cerca de dejar que las palabras salieran de sus labios. Sin
embargo, ella quería gobernar. Pero no de la manera en que su madre lo había hecho y sobre todo,
no como Lotharus esperaba.

“Ahora” la reina soltó su mano “Has traído mi cristal de regreso, como te lo pedí?”

Alexia miró la palma abierta antes de pestañear hacia su madre. Las palabras de su fracaso se
congelaron en sus labios antes de que las obligaran a salir de un apuro. "No, mi reina. Se había
perdido."

“Perdido?”

“Si, pero encontré algo más”

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Catija empujó su mano y sacudió la cabeza. "Déjame adivinar, otro Derkein. Lotharus, que en la
tierra y el cielo debemos hacer con ella? Le di una tarea sencilla…”

“Te preocupas sin razón, mi amor” dijo Lotharus con una sonrisa en su voz “Ella encontrará el cristal
y lo traerá para ti”

Catija le dio una sonrisa perezosa “Solo porque tu estarás ahí para guiarla”

“Paren de hablar de mí como si no estuviera presente” Alexia grito mientras se paraba “Me las
arregle para atrapar a ese señor dragón sin su ayuda”

Los ojos de su madre centelleaban, sus mejillas por lo general pálidas tenían color rojo. “Si. Sin
embargo es evidente que tienes problemas para hacer algo útil con eso. Necesito ese cristal. Más
importante, necesitarás ese cristal”.

“Por qué? Porque él lo dice” dijo Alexia señalando a Lotharus. “Nuestros antepasados gobernaron
sin cumplir la profecía de ese pergamino. Tú gobernaste sin esa profecía. No veo por qué no puedo
hacer lo mismo.”

“Suficiente” la reina se paró “Tu preguntas para qué sirve ese cristal, pues yo pregunto de que sirve
otro cadáver de dragón apestando en mi horda?”

"Si se me permite," dijo Lotharus, levantándose desde su posición. La reina asintió con la cabeza y
puso una mano sobre el pecho agitado en un intento de recuperar la respiración. "Ese señor dragón
puede ser de utilidad para nosotros. No es cualquier serpiente alada de la manada".

Catija frunció el ceño “Adelante”

Con una sonrisa de complicidad, Lotharus se trasladó a su lado “Ese Derkein que tu hija capturó es
el único hijo de los difuntos rey y reina”

“Qué?” Alexia dijo en medio de una respiración

El rostro de la reina palideció inmediatamente “No es posible que él te lo hubiera dicho ¿Cómo lo
sabes?”

“Vi algo. Algo que solo había visto una vez anteriormente.” Su fría mirada se detuvo en Alexia. Su
foco caliente se deslizó hacia su cuello, deteniéndose allí antes de encontrarse de nuevo con sus
ojos. “Te importaría decírselo, o debería hacerlo yo?”

Alexia pensó en el entumecimiento de su lengua. Si es cierto, las ramificaciones, las posibilidades la


abrumaban. Pero entonces ella se dio cuenta no importaba lo que ella dijera o no dijera. Lotharus le
diría su madre si ella no lo hacía. Ella suspiró. "El señor dragón tiene colmillos, como nosotros."

La reina cubrió su boca con la mano “Querida diosa, entonces si es él”

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La mirada de Alexia se fijó en el horror que aparecía en la cara de su madre. Algo andaba mal. Su
madre, la más cruel y sanguinaria reina que había tenido la horda en siglos, quien no se asustaba
con nada. Pero ahora, estaba aterrorizada.

“Lotharus, no debemos hacerle daño” ella dijo, apretando fuertemente su solapa “Debemos liberarlo”
Las palabras de su madre salieron en un susurro, pero Alexia las escuchó claras y sinceras.

“Estas demente?” preguntó Lotharus “No podríamos haber pedido una mejor situación para que
cayera en nuestro regazo. Piensa cariño, qué mejor obsequio de bodas para darle a nuestra gente
que la cabeza de su enemigo? Él es el último, el vínculo desaparecido que garantiza nuestro triunfo.
No tienen otro hijo, no hay otro heredero. Es el único resto de esperanza y ahora es nuestro.”

“Es por eso que debemos soltarlo” dijo ella con su voz quebrándose.

“No” Él asintió con la cabeza al soldado, ahora de pie junto a la pared. El guerrero dio un paso
adelante, llenó de copa de la reina y le entregó el cáliz a Lotharus.

“Estas siendo débil, mi amor. Si fueras fuerte de nuevo ya verías”

Lotharus llevo la taza a los labios y la instó a beber. "Sin esta bestia, los dragones se deslizarán en
la no existencia. Serás recordada como la mejor gobernante exitosa de nuestro tiempo, y finalmente
nosotros gobernaremos. "

“Tú gobernaras” Dijo Alexia, aunque ninguno de ellos le puso atención.

Catija tomó un largo trago de sangre antes de mirar hacia él, con duda en sus ojos. "No sé....”

“Es por eso que me tienes a mí para pensar por ti” le dijo en el oído antes de tomar la cascara entre
sus labios. Los ojos de su madre revolotearon y sonrió mientras cogía otra bebida.

Alexia no sabía lo que estaba pasando. Lo único que sabía era si no actuaba con rapidez, el destino
del señor dragón sería tan bueno como sellado y, por alguna razón, su madre no lo quería así.

“Puedo tener una palabra, madre?” Ella miró a Lotharus “En privado”

Sus ojos de carbón se estabilizaron en los de ella. Por un momento, Alexia pensó que él se podría
negar. Sin embargo, él se desprendió de un lado de su madre. "Ve adelante para hablar con tu hija,
mi querida. Tengo un prisionero al cual interrogar. "

El corazón de Alexia golpeó mientras lo veía alejarse. "¿Por qué?" ella dijo luego de él. "Si él supiera
algo sobre el cristal, lo habríamos descubierto anoche. Yo digo que está diciendo la verdad y que
deberíamos hacer lo que la reina dice. Que se vaya. Demostrar nuestra buena voluntad a los
dragones. Utilizar el comienzo de esta nueva era para demostrar que estamos dispuestos a cambiar.
"

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Lotharus se detuvo con la espalda visiblemente tensa. Un latido del corazón más tarde había
cruzado el cuarto en una columna de humo y niebla y estaba de pie ante ella. Envolvió sus fríos
alrededor de la carne desnuda de su brazo, tirando de ella hacia él. "Está creciendo mi cansancio
por tu insolencia Alexia, "escupió él, torciendo la mano hasta que su piel debajo la quemó.

Haciendo una mueca, Alexia libero todo su control “Estoy feliz de que te decepciones”

Una vez más, hizo un movimiento contra ella. Pero se detuvo en seco, como si por fin recordara que
estaba en la presencia de la reina. Con un cambio de sus hombros, Lotharus se enderezó y volvió
su atención hacia Catija. "Ese dragón conoce la ubicación del cristal y se lo confesará a su debido
tiempo. Él es tan fuerte y voluntarioso que deberíamos eliminarlo en una noche." Volvió a mirar
Alexia. "Y en cuanto a su liberación, eso es algo que no voy a hacer hasta que me asegure de que
dice la verdad. O esté muerto. "

Alexia lo vio girar sobre sus talones y dirigirse otra vez hacia la puerta. "Yo no le permitiré destruir mi
reino entero antes incluso de llegar allí ", exclamó. "¿Me oyes?" Cuando Lotharus no respondió, una
ola de desamparo cabalgó a través de su molestia. "No se puede negar a mis órdenes! Yo soy la
reina aquí”.

Finalmente se detuvo y miro sobre su hombro torciendo los labios “Todavía no, no lo eres”

Alexia miró con incredulidad cuando salía de la habitación. En el momento en se había ido, ella se
apresuró a regresar a su madre. "Honestamente vas a dejar que se salga con esto? Está tratando de
iniciar otra guerra. "

La reina casualmente tomó la botella y volvió a llenar su copa. "Ya estamos en guerra. Lotharus sólo
está tratando de hacer lo mejor para nuestra horda”.

"Dices las palabras como si estuvieras tratando de convencerte incluso a ti misma. Es mejor que el
prisionero se vaya. Tu misma lo dijiste hace solo momentos.”

Catija levantó la cabeza y Alexia no podía dejar de notar que pendía ligeramente hacia un lado,
como si fuera demasiado esfuerzo mantenerla en posición vertical. "¿Por qué esta fuerte posición
sobre la vida del dragón?"

“Yo? Que ahí de ti? Hace un minuto le estabas pidiendo a Loth…”

“Cuantos otros como él has matado por el bien de esta horda?”

Su pregunta golpeó a Alexia como un balde de agua helada “Demasiados”

La reina se levanto “Quizá deberías estar pensando, no los suficientes” Con el cáliz en la mano,
Catija levantó la falda y se volvió hacia la puerta de la alcoba “Me encargaré de que Margarita venga
para que estés preparada con el vestido adecuado para la ascensión”

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“Así que eso es todo. Solo vas a acostarte y dejar que él tome todas las decisiones por ti?” Ella
exhalo “Por la diosa, él te tiene completamente delirante, no es así?”

La reina se dio vuelta, con los ojos negros centelleantes “No te daré así mi dirección. Esta es la
horda que gobernaré hasta que asciendas, y por la diosa, haré rodo lo que considere oportuno”

“Me gustaría que gobernaras, pero solo te quedan dos días y más vale que reces para que el dragón
dure tanto tiempo” ella dijo en un aliento, esperanzada de que el coraje se arrastrara junto con el aire
dentro de sus pulmones “Si no, cuando me convierta en reina, tú y tu amante tendrán que responder
ante mi”

CAPITULO 6
EVENTUALMENTE, LOS SOLDADOS que transportaban a Declan llegaron a unas puertas e
irrumpieron sin tocar. Cuando se detuvieron, Declan forzó su pesada cabeza. Terciopelo rojo sangre
colgando en la pared posterior de una lujosa cámara. Tapices góticos colgando uno junto al otro. De
cualquier modo, el no podía quitar los ojos de la cama en la esquina – de la intrincada cama de
madera a sus pies.

La del sueño.

Vividas imágenes de Lotharus y Alexia destellaba detrás de sus ojos. Sin invitación, un
gruñido bajo vibro en su pecho.

Declan sintió la fría presencia de Lotharus antes de que lo viera emerger de la esquina.
Aunque el cuarto no parecía del todo masculino, Declan dedujo de inmediato que este debía de ser
el cuarto de Lotharus. Se dio cuenta con el pequeño grano de conciencia que le quedaba que
Lotharus querría contener la memoria de su asesinato entre sus paredes privada, mantenerla cerca,
como algún tipo de enferma cobija de seguridad.

Cuando el vampiro finalmente se introdujo en el cuarto, el labio de Declan se curvo en un


gruñido. Memorias de la ultima ves que el había visto ese desdeñoso rostro, de lo que el le había
hecho a alexia, arañaban la superficie. El odio que el había canalizado hacia ella cambio hacia
Lotharus por razones que él ni podía explicar y no quería explorar.

Con un instinto primitivo, Declan tiro de sus extremidades de los inadvertidos guardias y se
abalanzo sobre Lotharus. De cualquier modo, el collar dreno la fuerza que su furia le había dado.
Las manos descendieron a su pecho y piernas, echándolo hacia atrás hasta que se estrello contra la
pared de piedra. Ante el impacto, las cadenas sonaron detrás de él. Declan trago un dificultoso bulto

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en su garganta mientras los soldados lo estiraban, asegurando el insoportable collar a un gancho en
la pared, sus muñecas y tobillos a las cadenas unidas.

Noto que Lotharus no había movido un musculo durante todo el alboroto. El simplemente
hay esta, ahí mirando.

Y Declan no le quito los ojos de encima.

Satisfecho con sus ataduras, los guardias se deslizaron hacia atrás y se pararon a lo largo
de las paredes. Lotharus dio un paso al frente, sus ojos negros nivelados con Declan, ninguna
emoción en sus profundidades sombrías. Solo negrura, nada.

“Ahora,” dijo Lotharus, enrollando las mangas de su abrigo negro. “¿Estás listo para decirme
donde está el cristal?”

Declan sonrió. “Tres cosas no puedo soportar… Horda, comida Thai y contestar la misma
pregunta una y otra vez…”

Lotharus hecho su brazo hacia atrás, aterrizando su puño en la nariz de Declan. Antes de
que tuviera tiempo para recuperarse, otro golpe voló hacia tu temporal. Un tercero golpeo contra su
ceja. Uno por cada odio, se imagino.

El penetrante dolor comenzó un ligero retumbe en su cráneo. Declan apretó los dientes para
evitar emitir algún sonido, determinado a no darle al bastardo una pizca de satisfacción. Levanto su
cabeza para ver a Lotharus mirarlo hacia abajo. Lentamente, comenzó a desabotonar su abrigo.
Quitándose la prenda, lo coloco cuidadosamente sobre el lado de la cama antes de acercarse.

“Sabes,” dijo él, enrollando los puños de su camisa negra, una sonrisa sardónica torciéndose
en sus labios. “No creo haberte agradecido apropiadamente anoche.”

Declan forzó a sus labios a sonreír. “¿Por qué? ¿Enseñarle a tu novia como besar?”

Un codo se estrelló contra su abdomen después de que la última palabra cayera de sus
labios. Declan aspiro, gruñendo cuando repitió la acción.

“Puedes pensar que eres gracioso ahora, pero seré yo el que ría al último, Derkein. Te lo
aseguro.”

“Aw, vamos,” dijo con un gruñido de dolor mientras se erguía de nuevo. “Pensé que ese era
bueno.”

El talón de una bota se clavo en sus costillas, enviándolo hacia atrás de nuevo, y un puño se
estrello en su cara, seguido de otro y otro. Declan tosió, escupiendo el rio de sangre fluyendo de su
boca hacia al prístino piso blanco a sus pies.

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Mientras miraba el rojo fluir entre las baldosas, una sombra se cernió sobre él.

“Eso fue por beber de lo que es mío.” La rodilla de Lotharus pateo su abdomen, uno, dos
veces. Usualmente, Declan podría soportar esos simples golpes. Pero el collar actuaba como un tipo
de relajante muscular. No podía contraer su abdomen y bloquear los golpes. En su lugar, cada uno
se hundía e su cuerpo, aplastando sus pulmones y tal vez una costilla o dos en el proceso.

Mientras Declan peleaba contra los derechazos de agonía en sus vísceras, Lotharus se
cuadraba frente a él. “Y eso es por tratar de clamarla,” dijo antes de pararse e irse.

Declan sonrió a través del dolor. ¿Así que de eso se trataba todo? ¿La chica? Su sonrisa se
convirtió en una risa. La risa en una carcajada. Los pasos se detuvieron. Lotharus sostuvo sus
manos en la base de su espina. Su gesto y pose parecían calmados, compuestos.

De cualquier manera, sus acciones ya se habían delatado. Algo acerca de Declan tocando a
la chica ponía a Lotharus lívido, incluso más que eso la noción de que Declan tenía el cristal.

“¿Qué encuentras tan divertido esta vez?”

Declan rio de nuevo, estirando el corte de su labio roto. Ignoro el dolor. “No sé que es mas
chistoso. El hecho de que ella viniera a mí como abeja a la miel, o el hecho de que estés celoso.”

Con velocidad cegadora, el vampiro se paro delante de Declan. “No puedo estar celoso de lo
que ya es mío,” espeto. “Creo que eres tu el que esta celoso. Te alimentaste de ella una vez. Solo
puedo imaginar el roce de poder que floto a través de ti ante el sabor de ella.”

La sonrisa de Declan voló, sus colmillos dolieron ante el recuerdo. Descendiendo de su


quijada, peleo la verdad de las palabras del monstruo.

“Ella es hermosa y lista para tomarla. Imagino que te gustaría sentirla debajo de ti de nuevo.
Te gustaría tener esos suaves labios suyos en tu piel. Ser capaz de sentir el increíble calor de su
cuerpo tragándote, como yo puedo – y, créeme, lo hago.”

Las palabras de Lotharus lo perforaron con precisión irracional. Entrecerrando los ojos,
encontró los negros mirándolo hacia abajo.

“Al menos cuando la tuve debajo mío,” dijo él a través de los dientes apretados, “No tuve que
forzarla.”

Un jadeo femenino inundo el aire. Declan cambio su enfoque sobre el hombro de Lotharus.
Sus ojos inmediatamente se situaron en Alexia. El negligé azul claro, hasta el suelo, de corte en V y
atado que ella usaba desentonaba con el color dorado de su cabello. Parecía etérea, hermosa e
impactante. Y verla de pie a un lado de la cama trajo de vuelta la visión del sueño con garrafal
enfoque.
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“¿Qué dijiste?” la palabras gruñidas de Lotharus sostenían el tono distintivo de un macho
dominante.

Declan cambio su mirada de regreso a él. “Me escuchaste, jodido enfermo. ¿Eres tan
patético que tienes que violar para echarte un acostón, o solo te aprovechas de mujeres inocentes
aterradas?”

El enojo en la mirada de Lotharus se multiplico. Temblando de ira, se abalanzo sobre la


chimenea, agarrando una pica de plata del mostrador.

Alexia se apresuro hacia adelante, tomando su brazo. “Lotharus, no –“

Sin perder un paso, se giro, para encargarse de ella. Instintivamente, el cuerpo entero de
Declan se abalanzo para protegerla. Sus músculos fortaleciéndose contra las ataduras de metal. De
cualquier modo, todo pensamiento de ayudarla volaron cuando Lotharus giro de regreso, empalando
la pica donde había aterrizado su puño momentos antes.

El filoso toque de dolor en sus vísceras momentáneamente debilito a Declan. No podía ver,
pensar u oír, sino solo enfocarse en la agonía ciega radiando desde su centro. Lotharus se inclino
hacia adelante, sosteniendo su cara a solo pulgadas de la de Declan. “No le responderé a nadie.
Especialmente no a una rata voladora.”

Lotharus se echo hacia atrás, remolcando la punta de la pica clavada a través de la carne de
Declan. El se doblo sobre sí mismo, oyendo la pica de plata golpear el suelo, descartada.

Parpadeando, miro hacia arriba. Lotharus froto sus palmas como si hubiera hecho algo más
que aplastar un bicho. “Saque esta cosa de mi vista. Esta ensangrentando todo mi piso.”

Los soldados rápidamente lo desengancharon y Declan cayo flácido en sus brazos. Sus ojos
vagaron a la esquina de la habitación, buscando a Alexia. No puedo encontrarla. Su visión se hizo
borrosa, el cerro sus ojos, sin abrirlos hasta que ellos poco ceremoniosamente lo arrojaron a la
tierra, atando sus muñecas a la pared y cerrando la puerta del calabozo.

Declan envolvió un brazo alrededor de la mitad de su cuerpo y se curvo en una bola de


costado. Apretando los dientes en contra del dolor, se enfoco en respirar, en Tallon, en imágenes de
casa. La sabia que venir aquí era el final, un boleto directo al infierno. Mientras el dolor laceraba y
mordía, tratando de ahogarlo, Declan se dijo a si mismo que el tomaría este sufrimiento y nunca más
la horda podría evitar que salvara a su gente.

Justo como sus padres lo habían hecho.

Miro las sucias paredes del calabozo con nueva intriga en sus ojos, sintiéndolas
desaparecer. La idea de que sus padres pudieron haber yacido en este mismo punto – tal vez

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sentido la insoportable agonía y pérdida y aun así encararlo de esta manera – trajo consuelo a
Declan y finalmente cayo en el sueño que su cuerpo necesitaba desesperadamente.

LA REINA CERRO LAS PUERTAS PRINCIPALES que dirigían a su salón. Ascendiendo


algunos pasos en el jardín, ella camino con determinación hacia su habitación, su santuario. El único
que quedaba, pensó ella. Incluso su alguna vez seguro en la mente ahora estaba perdida para ella.

Hojas bajas colgantes acariciaron su cara y brazos mientras hacia su camino a través del
follaje. Cuando llego a la estatua de Diana, un frio miedo ataco su corazón, apretándose alrededor
como un lazo. Manteniendo su cabeza baja, sin ser capaz de hacer contacto visual con la juzgadora
mirada de la Diosa, Catija faldeaba alrededor de la fuente y se apresuraba por el camino que guiaba
a su habitación.

En el momento en que el seguro de la puerta de su habitación sonó. Catija dejo salir el aire
que estaba sosteniendo. El frenético ritmo de su corazón se alentó a un latido más manejable y los
dedos invisibles alrededor de su cuello se soltaron. Rodeando la masiva cama que reinaba el centro
de su habitación, se dirigió hacia la pared más lejana casi corriendo. Un antiguo roble pulido y de
baúl mohoso se asentaba al lado de la pared, su superficie rectangular centrada junto al retrato de
una joven. Se sentó en una campanilla adornada con aves, copas y runas. Su largo cabello estaba
atado en lo alto de su cabeza en una apretada coleta, casi concibiendo la corona sobre su ceño

Catija se acerco mas al baúl, admirando a la fuerte mujer. El retrato era su cresta familiar y
la herencia de las Reinas pasadas. Cuando sus dedos tocaron la madera, ella cerró sus ojos.

En estos tiempos ella sentía el peso, la carga de su cargo y deber más que lo había hecho
en los años pasados. Aunque había llegado a ser casi imposible para ella recordar incluso las cosas
más simples en estos días, había una prueba que ella no podía olvidar.

Seguir adelante.

No importaba el costo para ella y su salud, no importaba que pasara. Ella tenía que
continuar jugando, continuar con la estrategia de su siguiente movimiento. La vida para ella se había
convertido en algo un poco más que un juego de ajedrez, su existencia no tenía más valor que el del
mas bajo peón en el tablero. Había habido un tiempo, hacia tanto que ella no podía recordarlo,
cuando había creído que era posible tener éxito. Creído que ella podía jugar este juego, atravesar
sus piezas en el perverso tablero de Lotharus y, no solo perdurar en cada paso, sino llegar a la cima.
Ahora Catija apenas podía encontrar la voluntad y fuerza para soportar a través del día, mucho
menos ganar.

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Pero no importaba. Tenía que seguir jugando.

“Tenía que mantenerlos a salvo,” murmuro ella, abriendo la pesada tapa de madera. Un
disco dorado se asentaba en el centro de la caja arriba de un antiguo fonógrafo.

Toca esto cuando te sientas perdida o sola y sabrás que siempre estaré contigo, una voz
masculina familiar susurro a través de su mente.

Casi en trance, Catija levanto el brazo para colocar la aguja en el disco. A la primera un
ligero zumbido de música inicio a pulsar y llenar el cuarto. Aterciopelada y suave, las notas
orquestales le hablan a ella, la transportaban. Un sentimiento de paz rodaba a través de su cuerpo
con cada ola de melodía y canción.

En una unión de pico y valles, la música se hinchaba a un crescendo. Su cabello detrás de


su cuello se erizo. Un latido después, una presencia familiar y bienvenida se filtro en el cuarto. Los
tacones sonaron fuerte y firmes en el mármol del piso detrás de ella.

“¿Esta muerto?” pregunto ella sin girarse. Parte de ella tenía pavor de la respuesta. Cuando
nada salió, miro expectantemente sobre su hombro a su informante y el único amigo que quedaba
de su lado. Y ella sentía que lo perdía incluso a él a veces. “¿Lotharus mato al príncipe dragón?”

“No aun,” contesto finalmente Yuri, moviéndose lejos de la puerta y subiendo algunos pocos
escalones hacia ella. Catija miro a su hermano a través del cuarto con interés. Aunque lo conocía de
toda su vida, el nunca envejecía, su imagen nunca cambiaba de la que ella recordaba tan
acaricidamente de su juventud. El aun usaba su cabello medianoche corto hasta los hombros. Perilla
perfectamente formada y recortada enmarcaba sus labios. Y aunque el estilo de sus ropas pudiera
haber cambiado durante los siglos, ella nunca lo había visto vestir ningún otro color que negro de la
cabeza a los pies. Tal vez de ahí lo había agarrado Alexia, pensó ella con una sonrisa. Una que se
desvaneció una vez que las terribles consecuencias de su situación cayeron pesada de nuevo en
sus hombros.

Yuri, de cualquier modo, parecía no tener semejante carga. Se movía con gracia y
seguridad, su forma de actuar no dando nada mientras estaba junto a ella. Tibio y firme y real, su
mano cubrió la suya. El sonrió, dándole un apretón de seguridad, aunque sus palabras no eran nada
sino alentadoras. “El dragón puede estar vivo por ahora. Pero conoces a Lotharus. Esto será como
antes. Es solo cuestión de tiempo.”

Catija asintió y miro hacia atrás al disco. En vez de un borrón giratorio de oro, imágenes de
la última vez que dragones habían residido en su calabozo destellaron detrás de sus ojos. Un visible
temblor sacudió su cuerpo, deshaciendo su estomago. Colocando sus brazos apretados a su
alrededor, se sentó, bajando al filo de la cama.

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“No sé cuanto más pueda soportar, Yuri.”

Una larga mirada llena de rencor hizo eco en su quietud. El colchón se hundió bajo el peso
de Yuri mientras tomaba asiento junto a ella. “Los tiempos son oscuros para todos nosotros, querida
hermana. Pero debes de ser fuerte. Esto terminara pronto.”

Aunque ella oía las palabras de su hermano, tratando de entenderlas, y temblor de


desolación y resentimiento vibro muy dentro de ella. “Por los Dioses, soy la Reina de esta horda.
Debería de ser capaz de erradicar a Lotharus con nada más que el movimiento de mi muñeca. Aun
así jugamos este juego de capa-y-espada y, a veces, siento que estoy perdiendo.”

Como lo había hecho cuando ella era joven, Yuri envolvió un brazo alrededor de ella,
empujándola contra su pecho en un confortable abrazo. Catija cayo contra el voluntariamente.
Lentos y gentiles, sus dedos cepillaron su cabello. El tierno acto calmo sus nervios, una dicotomía
palpable hacia el pánico y miedo latían en su pecho.

“Yuri, el no puede encontrar el cristal primero. Alexia debe de poseerlo. Continuo intentando
empujarla, pinchándola para que tenga en sus manos esa piedra, pero no está funcionando. Estoy al
final de mi reinado y no me importa lo que me hagan a mí. Pero no quiero que ellos la maten.”

“Y yo no quiero que ellos te maten a ti,” dijo él, besando la cima de su cabeza.

Catija abrió la boca para decirle que ella casi prefería la muerte, pero se detuvo. Las
palabras no haría nada excepto lastimarlo, y ella ya había hecho suficiente de eso a ellos de por
vida. En su lugar, miro justo enfrente y lucho para concentrarse en su próximo movimiento. De
cualquier modo, una densa neblina se curvaba en su mente estos días, haciendo difícil que pensara
y casi imposible concentrarse. Su visión se nublo mientras trataba de enfocarse en el último
movimiento que Lotharus había planeado, hasta que Catija no vio nada sino nebulosos miedos de su
hija. Pero debajo de la densa preocupación, una corriente subyacente de orgullo flotaba rápida y
fuerte.

“Al menos Alexia no ha sido engañada por él,” dijo ella, acariciando inconscientemente la
tela aterciopelada de la solapa de Yuri entre sus dedos.

“Ella es muy inteligente,” murmuro él, una sonrisa en su voz. “Como su madre.”

“No,” contesto Catija. “Ella es mas lista que yo. Ni una vez Alexia ha sido engañada por él,
creído sus mentiras.” Ella sacudió su cabeza, molesta con su estupidez y debilidad.

De verdad, Catija había sido osada y brutal en su juventud, incentivada por una familia
malvada y más que su justa por amantes dementes. Aunque ella había estado demasiado ebria de
poder, demasiado ciega para verlo entonces, ahora sabía que tan tonta había sido. En vez de mentir
el fundamente para aquellos que la hubieran seguido, ella había pasado sus primeros días como

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gobernante engolosinándose en vicios, alardeando su crueldad como un orgulloso pavorreal y
plagada de varios hombres con quienes parecían inofensivos comparados con el poder debajo de
ella.

Catija no podía recordar muchas cosas. Aun así recordaba el día en que se había dado
cuenta que su vida era una cosa finita. Un ciclo predeterminado, no solo con un final, sino con un día
especifico en que su vida como la vivía terminaría.

En el que su hija, Alexia, ascendiera.

Se dio cuenta que en ese día no estaría pasando la antorcha proverbial o incluso una
menuda versión de un legado a su niña, sino más bien su desaparición. Ella bien podría vestirse en
su traje de entierro.

“Dioses, odio lo que he hecho. Odio la manera en la que la he tratado. La manera en la que
me mira. Pero si Lotharus alguna vez sospecha de ella, si ella alguna vez lo averigua, el…”

“Shh.,” murmuro Yuri, sus largos dedos continuaban su perezoso viaje a través de su
cabello. “Eso no va a pasar.”

No queriendo creerlo, Catija sacudió la cabeza. “Entre lastimar a Alexia y los reclutamientos
de Lotharus, me están matando.” Catija lamio sus labios, probando la horrible verdad sobre ellos.

“Yuri, yo…” ella trago. “Creo que esta matándome. Lentamente.”

La mano en su cabello se detuvo, su cuerpo entero tensándose ante su admisión. Antes de


que Catija pudiera parpadear, Yuri se tenso arrodillándose frente a ella. Sus manos agarrando la
parte superior de sus brazos, forzándola a mirarlo.

“Hermana…”

“No, por favor. Solo escucha,” interrumpió ella, sabiendo que no tenía la fuerza para pelear.
“La ascensión es solo en unos días. Si algo me pasa antes, debes prometerme que cuidaras de
Alexia.”

Yuri suspiro, haciendo pausa por solo un latido antes de estrecha su cara, enmarcándola en
su agarre. Oscuros y brillantes, sus ojos se clavaron en ella. “Con todo lo que soy, lo juro. La
mantendré a salvo. Cuidare de ella como siempre he hecho por ti, no importa que pase.”

A su feroz voto susurrado, una sonrisa partió sus labios.

“Te creo, hermano.”

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¿Y por qué no lo haría? Yuri ya había probado hacer cualquier cosa para ayudarla. Ya había
hecho el sacrificio más grande que ella pudiera pensar. Una vez más, Yuri tomo asiento junto a ella.
De nuevo, dejo a sus dedos continuar su perezoso camino a través de su cabello. De cualquier
modo, Catija no podía relajarse esta vez. En vez de eso, la punta de la aguja de la conciencia
apuñalo el centro de su corazón. La cruda verdad de lo que ella lo había forzado a hacer aquellos
años atrás sangro delante de ella.

“Tengo tantos males de derecho, Yuri. No creo que alguna vez pueda arreglarlos todos.”

Catija inclino su cabeza para mirarlo. Su mandíbula colocada en una firme línea, su
pensativa mirada enfocada en algún lugar a la lejanía, cada apuesto rasgo de su rostro estaba tensa
con innombrable emoción.

“Especialmente el innombrable mal que te cause.”

Yuri parpadeo, su severa facha desmoronándose ante sus palabras. “Estas rectificando eso
ahora,” contesto él, dejando caer su enfoque al suelo.

“Si. ¿Pero es un poco, demasiado tarde?”

Sus mirada encontró la de ella, cálida y destellando compasión detrás de esos ojos oscuros.
“No, Cat. Nunca es muy tarde para enmendar.”

“Catija asintió y dejo descansar su cabeza hacia atrás en sus hombros, permitiéndose un
momento más en los brazos de su hermano mayor. Un segundo más de dejar la presión, el miedo, la
incertidumbre desaparecer antes de que se tuviera que poner una vez más el traje de la persona que
había sido destinada a vestir desde su nacimiento.

La música en el fondo comenzó a desvanecerse. Un sentimiento de pánico se volvía a la


vida dentro de Catija. Su corazón latió mas rápido y un capa de pavor se apretó a su alrededor. Ella
apretó su camisa, sujetándolo tan cerca como si pudiera desaparecer si lo dejaba ir.

“Tu mantén tu promesa. Tú mantenlos a salvo. A todos ellos.” Aunque ella hablo
directamente, ella no podía esconder la duda en su voz, no la escondió de él.

Él le ofreció una sonrisa forzada que no alcanzo sus ojos rasgados. Y de nuevo una parte
de ella se pregunto cuánto le costaría esta tarea a él.

“Si, mi Reina,” contestó el.

La música termino abruptamente. Fuertes tronidos y pops tomaron su lugar mientras la aguja
repetidamente arañaba a través de la superficie dorada en el centro del disco. Catija brinco ante el
sonido. Parpadeando, sacudió su cansada y aturdida cabeza, como si se hubiera despertado de un
impenetrable descanso. Por un momento, un abrumador sentimiento de pérdida la arraso. Catija
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miro a su izquierda y después a la derecha, buscando a Yuri, incluso cuando ella sabía que se
encontraba sola en su cuarto.

Siempre sola.

Exhausta, se levanto de la cama, sus piernas temblando mientras se dirigía al baúl.


Delicadamente, levanto la aguja del disco y la coloco en su lugar. Los tronidos se detuvieron y una
vez más una fría quietud cubrió la habitación. Catija se agacho, sus dedos paseando sobre la suave
superficie del disco.

Toca esto cuando te sientas perdida o sola y sabrás que siempre estaré contigo.

Una húmeda lagrima se deslizo sobre su mejilla y hacia abajo en su cara. Ella odiaba cuan
débil y agotada se había vuelto. Odiaba como no tenía ni idea de si Yuri de hecho la visitaba cuando
ella tocaba su disco, o si ella se había vuelto loca y su trastornado cerebro fabricaba sus encuentros.
Pero más que nada, se odiaba a ella misma. Odiaba como los pecados de su pasado regresaban a
acecharla y, peor, afectaban a aquellos a los que ella más quería y amaba.

“No te preocupes, hermano,” dijo ella, secando la lagrima con el dorso de su mano. “Yo,
también, mantendré mi promesa.”

EL SABIA.

Esas dos palabras se repetían en una molesta cadencia con cada aliento que Alexia
respiraba desde que había dejado la habitación de Lotharus. El dragón sabía lo que Lotharus le
había hecho. Ella lo había visto en aquellos ojos zafiro de él, oído en esa amenaza velada que cayó
de su boca.

¿Pero cómo?

La respuesta a esa pregunta la mantuvo despierta bien pasado el amanecer. La tuvo


cambiándose su traje de combate cuando debería de estarse deslizando en su ropa de noche. Ahora
la tenía colándose en los calabozos mucho después que los otros se hubieran ido a la cama durante
el día.

Aunque alguna parte de ella reconoció que era ilógico y absurdo el ir abajo a esta hora, ella
realmente no tenía elección. No podía dormir, no podía pensar, al menos no en otra cosa que el
hecho de que el dragón sabía algo que ella jamás le había dicho a nadie. Ni siquiera a su madre.

Mientras daba la vuelta en la esquina y comenzaba a descender a la entrañas de la horda,


su corazón se acelero. Ignorándolo, alcanzo la parte baja de su espalda, desenfundando su daga de
plata. Aunque esperaba que él le dijera por su propia voluntad, Alexia estaba preparada para hacer
lo que fuera necesario para obtener una respuesta.

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Al menos, eso era lo que se había dicho a sí misma.

Inhalando, a travesó el umbral de el calabozo y miro alrededor. La cámara estaba en silencio


y negra. Rejas de hierro bloqueaban las ventanas y cada antorcha y chimenea había sido extinguida,
dejando ningún lugar cálido, ni una luz parpadeante. Solo el repugnante hedor de la carne
decadente confirmaba su locación.

“¿No es temprano para que estés despierta, pequeña vampiro?”

Ella jadeo ante su voz, baja y profunda. En el callado cuarto, vibro a través de ella, casi
haciéndola perder el balance. Por el sonido de ella, el estaba sentado en la esquina más lejana junto
a la pared y no encerrado en una celda, donde ella asumió que él estaba. Lotharus debía a de haber
confiado en que lo había mal herido lo suficiente para evitar que escapara. Alexia recordó la pura
fuerza en él, la resolución en sus ojos, y de repente no estaba tan segura.

Dio un paso al frente. El fuerte sonido de sus botas en las piedras reverbero a través del
cuarto vacio. Su pulso golpeando con cada paso.

Finalmente, su visión comenzó a distinguir formas en la oscuridad, ayudada por la pequeña


filtración de luz solar que se derramaba a través de una grieta hecha por el tiempo en la pared
lateral. Primero su perfil, después sus anchos hombros, su cabello, sus ojos lentamente se afilaron
para enfocar. Se sentó en el piso, su magullado brazo descansando en sus rodillas dobladas. Alexia
cruzo sus brazos en su pecho, manteniendo la daga enfrente de su antebrazo donde él pudiera
verla. En el momento en que ella supo que él lo había hecho, la acerco a su mentón y comando el
coraje para preguntar lo que había venido a averiguar ahí abajo.

“Sabes lo que me ha hecho.” Salió mas como una declaración que una pregunta. Ella noto
que sus ojos se ensancharon antes de que los entrecerrara. “¿Cómo?” pregunto ella.

“¿Por qué debería decirte?”

“Por que quiero saber.”

“Entonces libérame.”

La pregunta la tomo desprevenida, mientras ella había peleado por su libertad hacia solo
unas horas. “No,” manejo contestar, sorprendida por la fría compostura en su voz.

“Pero eso es lo que quiero.”

Alexia sintió una sonrisa cosquillear sus labios, pero se contuvo. Sus dedos tamborileaban
en mango del arma. Mientras ella esperaba, el movimiento atrajo su mirada y el asintió hacia el
arma.

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“¿Vas a usar eso?”

Ella inhalado profundo y trato de mantenerse convincentemente hostil. “Solo si no me dices


lo que vine a oír aquí abajo.”

Ante sus palabras, el hecho su barbilla hacia atrás, descansando su cabeza en la pared
detrás de él. “Puedo decirte, pero no me creerás.”

“Pruébame.”

El clavo su mirada en la de ella, sus ojos azules perforando la oscuridad como una antorcha.
“Lo vi.

CAPITULO 7
“ESO ES IMPOSIBLE,” dijo Alexia con una exhalación.

Lo que el decía no podía ser verdad. Ella no lo había creído ni por un momento. Pero
cuando su mirada se encontró la suya de nuevo, lo que ella pensó no importaba. El lo creía. No
había duda en esos ojos cerúleos.

“Te dije que no me creerías,” replico el, de nuevo descansando su cabeza contra la pared.

Alexia miro el perfil de su rostro, su mandíbula, la manzana de Adán protruyendo de su


cuello. Ella se lamio los labios. Su mirada se deslizo más abajo, a las heridas en su torso desnudo.
Las lesiones parecían estar sin tratar y dolorosas y ella tuvo que mirar otro parte. No por primera
vez, la idea de torturar parecía dejar un mal sabor en el fondo de su garganta.

Alexia se giro, colocando su espalda en la pared junto a el. Las frías piedras mordieron la
carne de su espalda y hombros. Desplomándose, se puso de cunclillas y recargo la cabeza en la
pared del calabozo, tocando la daga en sus manos.

Úsala. La voz de Lotharus susurro la orden en su mente. Dejo caer el arma a la tierra junto a
ella, sosteniéndola debajo de su palma. Lotharus no estaba aquí exigiendo los disparos. No hoy, no
justo ahora. Esta era su oportunidad para hacer las cosas a su manera. Después de todo, el dragon
no tenia que saber que no tenía la intención de usar la cuchilla en el. Eso en realidad, ella temía que
regresarlo a los suyos era su única esperanza para traer la paz a sus clanes. Que ella quisiera
mantenerlo vivo por los siguientes dos días para que pudiera liberarlo.

Dos días.

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“Así que, ¿te gusta la tortura? ¿Es por eso que no me contestas?” pregunto ella con la voz
mas firme que pudo musitar.

“Chistoso, estaba a punto de hacer la misma pregunta.”

Su voz rodo a través de ella en una aterciopelada ola y ella peleo para reprimir un suspiro.
“¿No parece de ese modo?”

El giro para encararla, una oscura ceja se arqueo como el ala de un ave sobre sus
sorprendentes ojos. “No parecías muy cómoda con un látigo, Alexia.”

El calor se encendió dentro de ella ante el sonido de aquella rica, profunda voz diciendo su
nombre. “Bueno,” consiguió decir, “ustedes los dragones parecen estar cómodos con sus talones
desgarrando la carne de mi gente.”

“Touche,” dijo él con una risa. Ella casi lo imito. Pero entonces su mente finalmente se
engancho con su cuerpo y registro que él había usado su nombre. El sabía su nombre. Aun así ella
no sabía el suyo.

“Dime, Dragón. ¿Cómo te llaman?”

Ante su pregunta, el arrojo los mechones de cabello negro medianoche de su cara,


revelando una media sonrisa que parecía completamente fuera de lugar en los diezmados
alrededores.

“Declan.” El levanto su mentón una pulgada, su cara soberbia. “Declan Black.”

Black.

Sus ojos se ensancharon. Lotharus estaba en lo cierto. “Eso significa que eres…”

“El nuevo Rey, si.”

Dioses. ¿Por qué ella se arriesgaría a decírselo? Sus padres no solo habían sido
asesinados. Habían sido brutalmente golpeados y torturados por días hasta que ambos habían
muerto por ello.

“No le diré a nadie,” dijo ella con un susurro, deseando que hubiera un modo de que ella
pudiera ocultarle ese conocimiento de Lotharus y su madre.

Cuando el no respondió, ella miro hacia él. Aunque era difícil descifrar cada expresión facial
del rostro de Declan en la oscuridad, si ella lo leía correctamente, el parecía tan sorprendido por sus
palabras como ella lo había estado de decirlas. Su ceño se tenso, luego se relajo aunque muy
ligeramente y su cara se suavizo. “Gracias.”

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El dijo las palabras como si el tomara cualquier compasión que ella le arrojara. Esto la hizo
cuestionarse. ¿Estaba el solo, como ella? ¿Tenía el amigos, familia, una esposa o un niño en casa,
esperando por el, extrañándolo? Ella recordaba a esa hembra con la que había estado en la noche
anterior cuando lo atraparon. ¿Estaba ella destinada a él y el a ella?

Por primera vez Alexia sintió ola por ola de remordimiento, culpa, tristeza. Cada una
golpeando cuando la otra bajaba para que ella nunca tuviera un momento de paz. Eso la tranquilizo.
Dioses, ¿Qué estaba haciendo ella aquí abajo?

“Tengo que irme,” dijo ella, cambiando sus pies debajo de ella para pararse.

“Alexia, espera.” Su mano cubrió la suya. Dedos, largos y suaves, deslizándose hacia su
brazo antes de cerrarse a su alrededor. Ella cerró sus ojos, saboreando la ternura por una centésima
de segundo antes de que ella girara para encararlo. “¿Qué?”

“Sé que me crees loco, y sé que no tienes razón para creer cualquier cosa que diga. Pero te
juro, vi lo que te hizo.”

La respiración de Alexia se entrecorto al pensar que lo que él decía era verdad. Ella trato de
alejarlo, alejarse. Pero su agarre en su mano no cedió. Más bien, se apretó.

“No puedo explicarlo,” continuo él. “Pero vi lo que él te hizo con mis propios ojos.”

“Detente,” ella pidió antes de que su garganta se constriñera. Ella trago fuerte. El nudo de
pena, culpa y vergüenza era tan grueso en su garganta que casi se ahoga con él.

En algún lugar de su mente, se registro que él estaba frotando su pulgar sobre su mano en
pequeños círculos. Ella no recordaba cuando él había empezado a acariciarla, y aunque ella no
quería admitirlo, el pequeño gesto la tranquilizo.

Liberando un gemido, ella se desplomo en el suelo junto a él, colocando su cabeza en sus
manos. El no se movió, o hablo. Si no hubiera sido por el sonido de sus profundas, estables
respiraciones ella no habría sabido que el estaba sentado directamente junto a ella.

“el debería de estar muerto por lo que me hizo,” dijo ella finalmente. “Lo estaría si cualquiera
lo supiera.”

De nuevo, el silencio se estiro entre ellos.

“No le diré a nadie.”

Alexia no pudo evitar sonreír mientras el imitaba su promesa al él. Con un suspiro de
resignación, ella coloco su cabeza sobre sus brazos cruzados y lo miro. “Así que, ¿Por qué te dicen
Declan?”

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El la miro, la sorpresa evidente en sus ojos. Luego ellos se suavizaron discretamente, el azul
en ellos se afilo con su pequeña sonrisa. “¿Quieres decir en lugar de los nombres tradicionales de
los señores dragones?”

Ella asintió.

“Mi padre fue llamado por uno de nuestros ancestros humanos del siglo cuarto y mi madre
insistió en mantener la tradición.” El se encogió de hombros, su labio inferior curvándose hacia
abajo. Los ojos de ella se mantuvieron en su suave, lleno contorno, su cuerpo cosquillando al
recordar cual deliciosos se había sentido presionados contra los suyos. “Ya que no naci dragón,
ellos no la tuvieron difícil pasándolo a través del concilio. Mi hermana, por otra parte, no fue tan
afortunada de escapar de la costumbre dragón.”

Alexia oyó todo, pero su mente se prendió de un hecho y se sostuvo. “Así que, ¿no naciste
dragón, pero aun así eres un señor dragón?”

“Ayer.”

“¿Incluso aunque solo eres un mestizo?”

El enojo destello detrás de sus ojos y ella instantáneamente se arrepintió de su elección de


palabras. “Lo siento… No quise –“dijo ella antes de tomar aire y dejarlo salir. “Es solo que eres tan
fuerte.”

La esquina de sus labios se curvo. “La línea Black es así. Si crees que soy fuerte, debiste de
haber conocido a mi padre.”

Una triste sonrisa salió del antes de que su cara se endureciera visiblemente, dolor y perdida
provocaron dolor en sus apuestos rasgos.

“Nunca lo hice, sabes. Conocer a tus padres,” ella se oyó a si misma decirlo. “Lotharus y mi
madre los mantuvieron en secreto. Ellos se habían ido antes que yo siquiera supiera que habían
estado aquí.”

Las narinas de Declan se inflaron. Incluso con el collar disminuyendo su fuerza, una ráfaga
de calor lo recorrió. El aire entre ellos se calentó y por un momento ella temió que su fuego saliera
con fuego de dragón, chamuscándola en una tostada.

“¿Qué hicieron con ellos?”

Cada musculo en su poderoso cuerpo se tenso. Ella sabía que él se aferraba a su control
por un hilo, uno que podía romper en cualquier minuto… uno que, cuando lo hiciera, la atraparía en
su rebote. Ella trago.

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“¿A qué te refieres?” pregunto ella, esperando que él no la hiciera contar las diversas y
dolorosas maneras en que Lotharus los había torturado.

“Sus cuerpos. ¿Qué les hicieron a los cuerpos?”

Su voz se quebró, permitiendo que pasara el crudo dolor y emoción. El sonido alcanzo algo
en lo profundo de Alexia, empujando cruelmente. La urgencia de envolver su brazo alrededor del,
para confortarlo de cualquier manera que pudiera asediar. Pero, en vez de consuelo, él quería oír las
palabras que, si ella pudiera predecirlo, lo herirían.

“Ellos fueron quemados. Sus cenizas arrojadas en contenedores de plata y confeccionados


en armas.”

Su mandíbula se contrajo, sus manos se cerraron en puños tan apretados que ella podía
discernir sus blancos nudillos incluso en la penumbra. Alexia se giro y fijo su mirada en sus manos
en su regazo. Ella sabía acerca de las creencias de los dragones. Todos los guerreros de la horda lo
sabían. Sin sus cuerpos, los dragones creían que los dioses no podían otorgarles la vida eterna, lo
cual era la razón por la que la horda tenía siempre la orden de mutilar y quemar las carcasas.
Lotharus y su madre habían tratado a su gente ese devastador golpe. Como si moldear al Rey y la
Reina en instrumentos ahora usados para torturar a su gente no fuera suficiente, ellos habían
asegurado un hijo que nunca volvería a posar los ojos en sus padres. No en esta vida ni en la
siguiente.

Dejo salir una larga exhalación, su barbilla cayó a su pecho. “¿Por qué me lo estás
diciendo?”

“Yo –“ella inhalo y luego giro para mirar su cara. Aunque no podía situarla, no podía
entender por qué, por alguna razón el pensamiento de el odiándola, de pensar que ella no era mejor
que Lotharus, era intolerable. “No soy como el.”

“¿No?” El levanto su mirada hacia la de ella, su cara dura y sin expresión. Un asomo de
enojo destello detrás de sus ojos. Sus labios formaron una línea antes de forzarlos en una sonrisa.
“¿No eras tú pateando mi cara anoche?”

Ella trato de sonreírle de regreso, pero solo sacudió su cabeza. “Soy un soldado siguiendo
órdenes. Una futura gobernante quien quiere lo mejor para su gente y, como tú, moriré peleando por
ello.”

Alexia cambio su mirada al piso y trato de racionalizar porque ella no se iba. Por que las
palabras que no le había dicho nunca a nadie, especialmente a un dragón, se formaban en la punta
de su lengua.

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“Declan, lo siento acerca de lo de esa noche. Siento lo de tus padres. Y siento que estés
aquí.” La admisión salió de ella a toda prisa antes de que pudiera detenerlas. En el silencio que
siguió, ella giro la cabeza lentamente hacia él.

Por lo que se sintieron como horas, el la miro, ligeras líneas crecieron en su ceño como si
sopesara el destino de el mundo en su mente. Alexia se dijo a si mismo que se pusiera de pie,
caminara, se fuera. Pero no podía moverse.

Sus encapuchados ojos buscaron la cara de ella. Luego cayeron a sus labios. Bajo su
escrutinio su boca se calentó ante el recuerdo de su beso. Las cadenas alrededor de su muñeca
tintinearon cuando él la alcanzo. El calor se esparció a través de las mejillas de ella mientras sus
dedos tocaban su cara. Un lento revuelo de esperanza cosquilleo en su bajo vientre. Ella no estaba
segura de que incluso respirar mientras el descendía lentamente su cabeza.

Tibio y suave, su boca presiono la de ella en un tierno, casi tranquilizador beso. Mientras sus
labios hablaban las palabras de simpatía y compresión que él no podía llevar a su voz para que lo
dijera.

Entonces se hizo hacia atrás. Demasiado rápido, pensó ella. Pero el mantenía su cara a
pulgadas de la de ella. Alexia levanto su mano, sosteniendo su mentón en sus dedos, el pequeño
gesto era su manera de gritarle que se quedara, que la besara de nuevo. Su manera de decirle que
ella no quería que esto acabara, no quería que sus labios dejaran los de ella. No ahora, no aun.

Suavemente, su pulgar acaricio su cuello. Intenso y consumiendo, sus ojos la devoraron,


viendo a través de ella, dentro de ella, donde nadie más se había interesado en mirar. Una marea de
pánico oleo por un momento, pero Alexia lo forzó a bajar. Un pequeño destello de esperanza tomo
su lugar. Esperanza que tal vez lo que había pasado en su celda la otra noche, lo que fuera que era
entre ellos justo ahora, era real.

Y luego su boca cubrió la suya de nuevo y todos los pensamientos se dispersaron.

DECLAN SABIA QUE ESTO ERA DEMENTE. Sabía que este lugar estaba jugando con su
cabeza. En el minuto en que la vio entrar en el calabozo sola, decidió decir lo que fuera para ganar
un aliado en este infierno. Sabía que podía ser la única oportunidad que tuviera de ver a los suyos
de nuevo. El trataba de seguir diciéndose a sí mismo que todo era una actuación. Que ella había
creado el collar alrededor de su cuello. Que ella era la razón de que sus padres fueran asesinados.
Que ella era los medios a un fin.

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Aun así su boca se deslizaba contra la de ella, el sabia que en alguna parte de su cerebro
había abandonado completamente el plan, lo cual era loco. Estaba volviéndose loco. Esa tenía que
ser la razón que el viera a sus expresivos ojos y viera torrencial necesidad en lugar de el monstruo
que había sido criado para ver. Por que la había alcanzado y le había dado a la pequeña vampiro
enfrente de él cualquier medida de consuelo que pudiera, incluso aunque él era el único golpeado y
sangriento.

En el exterior.

El agarre de Declan en su cara se tenso mientras el pensamiento susurraba a través de su


mente. Mientras sus labios se abrían y cerraban sobre los de ella, se dio cuenta que eso era de lo
que le había hablado a él, alcanzado su interior y los había empujado sobre ella. Ella estaba más
rota y golpeada y, si era posible, en más peligro que el. Cierto, el primero lo había tocado por el solo
propósito de alimentarse de ella para obtener su energía de regreso y escapar. Aun así, desde ese
sueño, un escalofriante sentimiento de posesividad lo había estrangulado como un nudo. El había
sentido su miedo, su sufrimiento, y quería protegerla de experimentar algo más.

Debajo de la suya, su dulce boca era suave y se movía, tentativa y aun ávida. Aunque
obviamente no hábil o experimentada, su beso lo cautivaba completamente y lo mantenía cautivo.
Nada, ni siquiera una pistola en su cabeza, lo hubiera hecho moverse. Pensar que algo tan hermoso
fuera dejado para marchitarse y perderse en este horrible lugar hizo arder su pecho. Un sonido de
angustia retumbo desde el fondo de su garganta y el toco el costado de su cara, acariciando la
parte de atrás de su cabello para sostenerla más cerca, más fuerte, mientras permitía a su lengua
recorrer entre sus labios.

ALEXIA SINTIO EL APASIONADO cambio en su abrazo y se entrego a su beso. Abriendo


sus labios para él, ella envolvió su brazo alrededor de su cuello y se sujeto a él como a la vida,
confiando en él para guiarla a través de la tormenta de lo desconocido que se presentaba frente a
ellos. Declan gruño y envolvió su brazo encadenado alrededor de su cintura, presionando su cuerpo
más contra el suyo. Duras esposas de metal hundiéndose en su espalda, pero a ella no le
importaba. El calor en su boca, la hambrienta urgencia de su lengua, el fuego dentro del,
arrastrándola para mantenerla ahí. Ella se sintió tibia y viva, como si hubiera estado muerta, y su
beso, su toque, llevándola a ser. La urgencia de arrastrarse dentro de él la arañaba, para tener su
energía, que su calor la alimentara hasta que ella nunca sintiera frio o sola de nuevo.

Algo cosquilleo su tobillo, Alexia lo ignoro al principio. De cualquier modo, cuando lo que
sintió era como una gran serpiente enrollada en su muslo, ella jadeo y se retiro. El espiral alrededor

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de su pierna era largo, negro… ¿cola? ¿Era esa su cola? Ella levanto unos ojos interrogantes a su
cara. Un varonil gesto cruzo su rostro y sus ojos cambiaron hacia su pierna.

Esta vez cuando se deslizo a través del interior de su muslo, ella brinco. “¿Qué estás
haciendo?”

Palmeando sus manos alrededor de sus caderas, el la jalo de nuevo hacia él y se encogió
de hombros. “Piensa en ello como otra mano.”

Cuando su boca hubo cubierto la suya, ella se reclino hacia atrás. Sus ojos se abrieron. “¿En
serio? Quieres decir, ¿eso… puedes sentirme?”

El sonrió y se sentó. Un resignado suspiro cayó de sus labios mientras descansaba su peso
en sus manos junto a sus caderas. “Hazlo.”

Al principio, Alexia no estaba segura de a qué se refería. Luego el asintió hacia su pierna y
ella entendió que él se refería a que tocara su cola. Dándose cuenta que él le estaba dando permiso
de que lo explorara. Una lamida de deseo se curvo a través de ella.

Tentativamente, alexia corrió su palma sobre la gruesa extensión muscular. Ella solo las
había visto siendo usadas como armas y asumió que eran poco más que una armadura. Aun así la
fuerte piel escamada se sentía fría y suave debajo de sus dedos. Y poderosa. Tan poderosa. Un
escalofrió danzo a través de su espina mientras la cola reaccionaba a su toque. La cabeza en forma
de diamante parecía casi un animal, yaciendo en su palma mientras ella la acariciaba. Un soso
temblor corrió a través de la longitud antes de que el final se retrajera y cambiara. Desenrollándose
de su pierna, la esbelta punta deslizándose hacia arriba, curvándose alrededor de su cintura.

Alexia dejo salir un rápido jadeo mientras la cola tiraba fuertemente, arrastrándola a los
expectantes brazos de Declan. En el momento en que su mejilla cayo contra su hombro, el hundió
su cabeza, ajustando su boca sobre la de ella. Osado y feroz, su boca la acaricio y probó. Cuando
su lengua corrió junto a la suya, hábil y hambrienta, Alexia gimió y agarro su mandíbula,
sosteniéndolo más cerca. Ella supo que esto estaba mal, tan mal, pero no podía detenerse.

Sus manos acariciando los planos de sus mejillas y mandíbula mientras su lengua azotaba
la de ella de nuevo y de nuevo hasta que estuvo mareada. Hasta que un dolor enrollo duro y fuerte
dentro de su abdomen, suplicando por liberación ella sabía que solo él podía conceder.

Las cadenas resonaron mientras la mano se extendía a su lado una pulgada más arriba. La
respiración de Alexia se acelero en anticipación, y luego, tibio y fuerte, el calor de su palma cubrió su
encorsetado pecho. La andana de piel no hizo nada para escudarla de la intimación todo consumible
de su toque. Un escalofrió de placer se disparo en todas direcciones, cosquilleando a través de cada

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parte de su cuerpo. Alexia se arqueo hacia su mano, presionándose más hacia su palma e
invitándolo a hacer.

“Dioses, Alexia,” el respiro, arrastrando su boca de la de ella. Cuando el se movió para


alejarse, ella instintivamente los alcanzo, regresándolo hacia sus labios. El cedió con un gruñido,
aplastando su boca contra la de ella. Un brazo enredado alrededor de ella, sosteniéndola con él. La
otra cayó de nuevo en su pecho, manejándola con mayor abandono salvaje e intenso que antes.

Sus manos se fijaron en la espalda desnuda de él. Caliente y duro, ella planeo sus palmas
sobre cada pulgada, aprendiendo cada contorno, cada hueco, pendiente y cicatriz.

Cicatriz.

La realidad la golpeo entonces. Ambos estaban cicatrizados, físicamente y emocionalmente,


de esta guerra. Dioses sabia que en una parte de su mente se había quebrado y arruinado para
incluso pensar en los lascivos pensamiento corriendo a través de su mente. Pero ella nunca había
sentido tal premura de deseo en toda su vida. A pesar de la locura para siquiera entretener, alguna
parte de ella reconoció que este acto su cuerpo deseaba tanto que la curara de alguna manera. Tal
vez los curara a ambos. Hacer la insoportable existencia de la vida tolerable.

Alexia cambio alejándose de la pared y se inclino hacia atrás. Curvando sus dedos alrededor
de sus bíceps, ella se enrollo, llevándolo hacia abajo con ella. Sus labios permanecieron y un
escalofrío barrió a través de su cuerpo. Pero el cedió, permitiendo que su peso la cubriera. La tensa
línea de su cuerpo presionando contra el de ella y por primera vez se dio cuenta que tan correcto,
que tan maravilloso se sentía el sobre ella. Envolviendo una pierna sobre su trasero desnudo, ella
encajo su talón en una redonda nalga, empujándolo más cerca. Cuando su abdomen se aplano
contra el de ella, el siseo en un aliento. Su boca dejo la de ella, su cabeza hundiéndose en su pecho.

Aunque sorprendida al principio, ella recordó con dolorosa claridad la agonía que Lotharus le
había infligido antes. “Oh, tus heridas,” dijo ella co una exhalación. Desenvolviendo su pierna, se
movió para sentarse. De cualquier modo, su espalda apenas se había separado del piso antes de
que sus caderas se presionaran contra las de ella, deteniendo su movimiento apresurado.

“Estoy bien,” dijo él, con una media sonrisa que ella apenas y vio antes de que sus ojos se
cerraran de la dicha. Una enorme mano comió posesivamente el ancho de su muslo, jalándola de
nuevo a su lugar alrededor de su cadera. “Ahora, ¿Dónde estábamos?”

DECLAN SE INCLINO SOBRE ELLA, siguiendo su cabeza con la suya hasta que descanso
en la tierra. Por instinto, una mano subió, acunando la parte de atrás de su cráneo, escudando sus

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lustrosos rubios de la porquería del piso del calabozo. Las rudas piedras mordían sus nudillos,
arrancando la capa superior de la piel de sus huesos con cada desliz de su boca. Pero el apenas y
sintió algo. De hecho, el dolor era la última cosa que registro su cuerpo. Todo lo que su cerebro
parecía capaz de procesar era el roce de sensaciones eróticas palpitando a través de él.

Sus pequeñas manos atadas a la base de su cuello, jalándolo más cerca mientras su cuerpo
se ondulaban en una erótica ola de cuero negro debajo de él. Declan coloco una rodilla entre sus
muslos, usándola junto con su brazo doblado para sostenerse sobre ella. Los músculos de sus
brazos saltándose y sacudidos por el esfuerzo que le tomaba mantenerse para rodar sobre ella
completamente y conectarlos de pies a cabeza. El insistente deseo de oprimir sus caderas contra las
de ella, de deslizarse dentro de su cuerpo, se hizo tan urgente como para ignorarlo cada segundo
que el permanecía ahí.

Aun así, lentamente, como si el tiempo fuera algo que él tuviera más que meras horas a su
disposición, sus labios siguieron su mentón, a través de su clavícula y de regreso, saboreando cada
intensa reacción chasqueando a través de él con cada nueva persuasión de su aterciopelada piel.
Como su cálido cuerpo acogía el suyo con dolorosa perfección. El dulce y aun picante perfume de su
piel lleno su nariz y trajo flashes de deseo y calidez pulsando a través de su dolorido cuerpo.

Con sus ojos cerrados, sus agudos sentidos fácilmente identificaron su esencia en ella. La
silenciosa y aun potente marca de pertenencia permanecía alrededor de ella excitándolo a un nivel
primitivo que no sabía que existía. Intrigado, el siguió el rastro de la marca que aun sanaba en su
cuello. Un escalofrío se movió a través de ella cuando los labios de él y su lengua la acaricio. Declan
se detuvo solo por un momento a considerar si ella temblaba ante la memoria de su mordída o ante
el pensamiento de el haciéndolo de nuevo, antes de probar su camino de regreso a sus labios. Si el
se permitía ir a ahí, el estaría en su garganta, su vena, una vez más. Dioses sabía que su cuerpo lo
necesitaba. Pero tan demente y perdido como pudiera estar, alguna parte de él sabía que si alguna
vez quería salir libre de ese lugar, seria por ella, no podía soportar ir ahí de nuevo. Ella ya se había
ortigado bajo su piel después de una muestra. No estaba seguro que fuera a sobrevivir otra.

Para el momento en que sello sus labios sobre los de ella, una aterradora noción – que la
mujer debajo de él era la raíz de la causa, no solo de su captura y tal vez incluso de la muerte de sus
padres, pero la agitación interna y profundo desasosiego en su alma – transmitida en solo un cayado
eco en un lejano rincón de su cerebro. Lo cual tenía sentido, ya que la torrencial necesidad pulsando
en su centro señalaba que la mayoría de las células cognitivas en su cerebro se habían ido hacia el
sur como su venganza.

Una mano se aferro a su hombro, manteniéndolo en su lugar y empujándolo más cerca al


mismo tiempo. Uno de sus muslos se coloco más arriba en sus caderas, el frio cuero barriendo a
través de su caliente carne y enviado escalofrío a través de su espina. Dolorosamente duro,

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finalmente permitió que su peso se hundiera en las caderas de ella. La pequeña vampiro gimió en su
boca. El trago el sonido, sintiéndolo corre directo a sus tensas bolas.

ALEXIA OYO EL GRUÑIDO DE DECLAN, lo sintió endurecerse contra el interior de su


muslo. Por primera vez, el prospecto de lo que venía después solo envió una pálida y cálida
necesidad a través de sus venas en lugar de un frio miedo.

De pronto, el insistente golpeteo de pasos aproximándose sonó en el pasillo. Alexia frunció


el ceño. Pasos significaba atardecer, lo que significaba…

“¡Guardias!” ella murmuro, empujando fuerte su pecho. Un gemido de dolor escapo de él


cuando su mano rozo su herida. Aun así el consiguió ponerse de pie y tomarla con él en segundos
antes de que Ivan caminara a través de las puertas. Alexia corrió una mano a través de su
enmarañado cabello y trato de calmar su acelerada respiración.

La mirada escudada por los lentes del soldado registro el cuarto, instantáneamente
situándose en ellos. sus muslos, solo tocándose ligeramente entre ellos, sus hombros, girados
tajantemente hacia adelante, y después sus caras, sin duda llenas de culpa.

Alexia inspiro profundo y se alejo del lado de Declan. Nerviosa, ella flexiono su mano
cubriendo su daga. Colocándola en la funda en su espalda, se levanto del piso. Sacudiendo sus
pantalones, no se atrevió a dirigir la mirada de nuevo hacia Declan.

Declan.

Su nombre se repetía en su mente, causando que una sonrisa inadvertida curvara sus
labios. Ella sabía su nombre ahora, conocía su esencia, su sabor. Inconscientemente, levanto la
punta de sus dedos hacia su boca. Sus labios ardían con la memoria de sus besos. Alexia no tenía
que mirar atrás para saber que él estaba usando una sonrisa del gato-que-se-comió-al-ratón. Que él
se veía demasiado sexy por la mitad, incluso cubierto en sangre seca y suciedad.

“¿Qué estás haciendo?” los estrechados ojos mirando de la celda a sus ojos.

“Interrogándolo, ¿Qué creías?”

Una negra ceja se levanto sobre la montura de sus lentes. “Bueno, te requieren en la
superficie,” dijo él, antes de de girar para regresar a lo que sea que había sido enviado ahí abajo en
primer lugar.

“¿En la superficie?”

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“Si.” El levanto un arco en sus hombros. “Hay algo que está pasando que necesitas ver.”

CAPITULO 8
ALEXIA SALIO A LA turbulenta noche. El crispado aire del océano purgando sus pulmones
de la reacia esencia del componente. Ahora, si solo pudiera purgar su mente, ella pensó con un
gruñido. Ajustando su abrigo alrededor de su cuello, ella siguió el camino de tierra alrededor de la
caverna hacia el filo de las cumbres de las que le había hablado Ivan.

Cien pies mas abajo, el furioso mar golpeaba contra las rocas y la arena, ahogando
cualquier otro sonido. Metiendo el revoltoso cabello detrás de su oreja, Alexia se paro al costado de
la avanzada, vislumbrado el borde de la cumbre.

“¿Que pasa, soldado?”

Sin girarse, Markov se hizo hacia atrás, sosteniendo algo en su mano estirada, Alexia tomo
los binoculares y llevo el instrumento a sus ojos, apuntándolos a la dirección que el miraba. El
sofisticado monitor del dispositivo destello, la brillante diana situándose en los objetivos que se
movían junto a la cumbre no a mas de cien pies de distancia. Su sangre se helo.

“Dragones,” dijo el soldado.

“Puedo verlo.”

“¿Qué cree que estén haciendo?”

“Es obvio que están buscando algo,” dijo ella, tratando se sonar indiferente mientras arrojaba
los binoculares. “O a alguien.”

O ambos.

Ante el pensamiento, Alexia apretó sus brazos a su alrededor. Dioses, ¿qué debía hacer?
Su mente resbalando de una posibilidad a la siguiente. La mayoría de los resultados fueron brutales.
Ella necesitaba tiempo para pensar. “Infórmenme cuando se vayan o se muevan mas de esto,” dijo
ella, dándose la vuelta.

“¿Te vas?” Dijo un soldado.

“¿Sin hacer nada?” Dijo el otro.

Ante sus preguntas, Alexia miro sobre su hombro. “¿Tenemos algún problema?”

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Markov apretó su mandíbula. “Perdón, princesa,” dijo él a través de los dientes claramente
apretados. “Pero están justo ahí. Si usted llamara a algunos de nuestros mejores arqueros aquí
podríamos tirarlos como moscas.”

“Si, podríamos,” dijo ella, pivoteando para encararlos de nuevo. “Pero sin descubrir su razón
para estar ahí. Sin saber si mas van a venir en su lugar mientras no estamos tan preparados,” grito
ella. “Tal vez ellos encuentren la escalera trasera la siguiente vez y sean nuestras mujeres y niños
los que ellos pisoteen en vez de a ti.”

Su enorme cabeza se sacudió y un disgustado respingo salió de él. “Lotharus tiene razón
acerca de ti.”

Un helado temblor corrió por su espina. “¿Qué dijiste?”

Markov se giro para encararla. Incluso con sus lentes oscuros, el humor yacía evidente en
su grusa cara. “Eres demasiado débil de mente y patética para gobernar.”

Alexia gruño, sus colmillos deslizándose pasando sus labios. “solo queda una parada en
este camino que estas tomando, soldado.” Sus garras se estiraron y el arma en su cadera de
reprende magnifico su peso. “Te lo advierto ahora. No quieres tomarla.”

Una satírica sonrisa se disperso por su rostro y descubrió sus colmillos. “¿Quieres apostar?”

Alexia no espero a que la segunda silaba cayera de sus labios antes sus piernas se
dispararan hacia adelante, dirigiendo el talón de su bota hacia la nariz de Markov. Su cabeza
pateada hacia atrás y un sonoro gruñido salieron de él. El segundo soldado hizo un movimiento
hacia ella. Alexia giro agachada y estiro su pierna, dejándolo sobre su espalda con una patada
barrida.

Sin detenerse, se puso de pie y alcanzo al soldado que sangraba. Sacando una daga de su
funda en el pecho, ella lo apuñalo en el pecho. Sus brazos cayeron de su nariz rota hacia el mango
del arma. Los lentes se deslizaron de su cara, cayendo al suelo.

La boca de Alexia se aflojo. “Tus ojos,” respiro ella.

Su cara se contorsionó en una máscara de ira y el la arrojo hacia atrás. Aunque


estupefacta, ella recupero su equilibrio a tiempo para verlo cargar contra ella. Reflejamente, Alexia
disparo su pierna, aterrizando una patada lateral en la daga, llevándola más profundamente. Markov
voló hacia atrás. De cualquier modo, en lugar de aterrizar en la saliente, el se cayó de ella.

Jadeando, Alexia corrió hacia el borde, queriendo asegurarse que el no colgaba del
escarpado de abajo, corrió hacia el borde. Manteniendo sus brazos enfrente de ella, puños

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apretados, codos cerca de su cuerpo, ella se asomo. Solo penumbra y el suave sonido del océano
yacía abajo.

Una roca cayó de la pared de la cumbre detrás de ella. El segundo soldado, pensó ella,
pivoteando. Aterrorizada, su mirada fue hacia donde ella lo había dejado de espaldas. El se había
ido. Pánico y preocupación se vertieron sobre ella. Las preguntas rodando una y otra vez en su
mente. Sin detenerse a pensarlas, corrió de regreso a la catacumba. Tenía que advertir a su madre.

DECLAN NI SIQUIERA TRATO de sostenerse cuando los soldados lo arrojaron de regreso a


la celda y azotaron la puerta. De cualquier manera no era como si sintiera su carne y hueso caer a la
tierra. Sus adentros lesionados y adolorido de la plata liquida que ellos habían metido en sus venas.
Cada núcleo de cada célula en su cuerpo vibraba en un dolor afilado. Declan se retorcía en el piso
antes de desplomarse en el cómo derrota, dejando sus mejillas hundirse contra la ruda superficie.
Sangre acariciaba su cabeza y su garganta cerrada. Gruñendo, introdujo aire entre sus labios,
llorando el flujo de angustia que brotaba del de nuevo.

Genial, ahora hasta respirar dolía.

Se ahogo, y casi se desmaya, de igual forma lo hubiese hecho solo si la voz de Lotharus no
hubiera cortado el dolor que inducia un manto sobre él.

“¿Se quebró?” pregunto Lotharus, su voz baja y autoritaria.

“No, señor,” contesto el soldado. “Tiene una mente fuerte. No hemos aprendido nada de él.”

“Entonces sáquenlo de ahí hasta que lo hagamos.”

“Pero señor, usamos la inyección de plata en el.”

Ante el recuerdo, las venas de Declan quemaban y un quejido se deslizo de sus labios.
“¿Y?”

“Bueno, el esta inconsciente.”

“El suena despierto para mi,” contradijo Lotharus.

“Despierto, si. Contestar, no.”

El manojo de llaves sonó en el cuarto, seguido del arrastrar de pasos que se acercaban a la
puerta de la celda.

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“Con el debido respeto, si quiere matarlo entonces estírelo y continúe golpeándolo. Pero si
quiere ese cristal, tiene que ser paciente.”

“No necesito que me diga cómo hacer mi trabajo, Ivan. En caso de que lo olvidara, usted aun
seria un retrasado zumbido si no fuera por mí.”

“Yo –yo,” tartamudeo el soldado. “Sí, señor. No quise ofenderlo. Solo estoy diciendo, quebrar
una mente tal como la de él toma tiempo.”

“¡Bueno, tiempo es algo que no tengo!” Lotharus dejo salir una maldición. “Necesito esa
piedra. La ascensión es mañana.”

El soldado gruño unas palabras que Declan no pudo descifrar mientras un nuevo pico de
dolor ondeaba entre sus ojos en un latido sordo. El apretó sus dientes en contra del dolor, tratando
de oír las siguientes palabras del vampiro.

“… y la hija de la Reina? Sabe lo que paso en la cumbre esta noche.” El tono de su voz
elevo como si hubiera hecho una pregunta, y Declan peleo duro para mantenerse despierto,
mantenerse consiente. Para averiguar que le había pasado a Alexia.

“Por supuesto,” soltó Lotharus. “Lo oí de primera mano cuando el soldado vino a mí de
rodillas, rogando por su vida.”

“¿Y usted lo perdono?”

“¿Estás loco? Por el, ahora no tenemos manera de saber lo que Alexia pudo haber visto. Lo
que ella pudo haber aprendido de Markov antes de matarlo.”

Declan gruño. ¿Alexia había matado a un soldado esa noche? Ante el pensamiento, una
nueva corriente de agonía se movió a través de él. Algo grande estaba pasando, algo más grande
que cualquier cosa que Declan y su gente habían anticipado. El no tenía idea de que podía ser aun.
Todo lo que sabía era que Alexia estaba en peligro.

“Debemos de mantenerla encerrada hasta la ceremonia de ascensión mañana. No puedo


arriesgarme a que vaya tras el cristal sola. O peor, decirle a la Reina cualquier cosa.”

“Mantendré un ojo sobre ella,” dijo el soldado.

“¿Tu?” dijo Lotharus con una risa. “No lo creo. Yo mantendré a la princesa… ocupada hasta
mañana.”

Oh, dioses. La oscuridad pulsando alrededor de Declan se volvió casi imposible de resistir
mientras las oscuras palabras de Lotharus se hundían.

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“Tu estarás aquí y continuar trabajando en encontrar esa piedra para mí.” De nuevo el
sonido de llaves chocando unas contra otras hacían eco en la oscuridad, seguido de pasos
alejándose de su celda.

“¿Qué si el dragón no habla? ¿Que si no puedo quebrarlo?”

Los pesados pasos de Lotharus dejaron de resonar contra el piso, vibrando en la tierra
debajo del oído de Declan. “Si él no divulga la localización del cristal para el amanecer, habrá
sobrevivido su utilidad. Mátalo.”

“Sí, señor.”

“oh, y Ivan,” dijo Lotharus, “cuando dispongas de la bestia, asegúrate de dejar su cuerpo
intacto. Me gustaría un festín de sangre de dragón en el dia de mi boda.”

Declan finalmente dejo que la oscuridad lo tragara.

EL VESTIDO COLOR CHOCOLATE de satín-y-chiffon cayo en delicadas ondas sobre la piel


de Alexia. Solo el torso la ceñía. Aun era demasiado largo por al menos una yarda, el vestido se
desbordaba sobre sus pies y hacia el piso de la cámara de su madre. Tiras de la suave tela se
juntaba en sus hombros, cayendo a su espalda en dos moños.

“¿Qué piensas del café? ¿Te gusta?”

Alexia tuvo que morder su lengua para evitar decirle a su madre que al demonio con el
vestido y que le informara de lo que había pasado en las cumbres. Pero tenía que aproximarse a
esto cuidadosamente. Miro hacia abajo para ver a la modista, Margarita, que tenía su cara fruncida
en concentración mientras trabajaba abajo. Alexia no podía expresar su opinión con una
comunicadora de la colonia en el cuarto. Si sus sospechas acerca de Lotharus se filtraban a través
de la comunidad, podría volver impulsivo y hacer algo osado.

“Prefiero el negro,” contesto finalmente.

La Reina jugueteo con un pedazo de ropa antes de arrojarlo en el cesto. “Estoy segura que
lo prefieres,” dijo ella, levantando sus dedos y masajeando sus sienes. “Parece ser el único color que
vistes hoy en dia.”

Alexia frunció el ceño, acerca de preguntar a su madre si se estaba sintiendo bien, cuando la
modista se puso de pie.

“Mi Reina,” dijo, “Lo siento, pero necesito mas broches.

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Catija apretó los labios, asegurándose de que su descontento fuera conocido, antes de
hacerle a la chica un ademan con la mano. “Está bien, ve y consíguelos.”

Viendo la oportunidad de hablar libremente al fin, el pulso de Alexia se acelero. Ella siguió la
partida de la mujer del cuarto por el rabillo del ojo. En el instante en que la puerta se cerró ella bajo
del pequeño podio. La Reina miro hacia arriba, sorpresa en su cara.

“Alexia, ¿Qué estás haciendo? Regresa ahí.”

“Tengo que decirte algo.”

“Pero arruinaras el vestido.”

“¡Al diablo con el vestido, madre! Escúchame,” dijo ella, cayendo de rodillas ante ella.
“Debemos dejar ir a ese señor dragón. Ahora.”

Oscuros ojos descendieron hacia ella, descompuestos, desenfocados. “¿Qué?”

Alexia apunto hacia el mar. “Su gente está ahí afuera, buscándolo. Justo ahora, al final de
nuestras escaleras.”

Los ojos de la Reina se entrecerraron ante el pensamiento. “¿La gente de quien?”

“¿La gente de quien...?” las palabras de Alexia siguieron. Ella tomo las frajiles manos de
Catija y las apretó. “El dragón, madre. El hijo del Rey y la Reina. ¿Recuerdas?”

“Rey y Reina,” repitió Catija en un bajo murmullo. Su mirada distante, enfocada a lo lejos.
Luego ella arranco libres sus manos y se puso de pie. “Ellos fueron quemados.” Sus ojos
ensanchados y asustados, junto sus dedos y se apresuro hacia la puerta.

“Madre, ¿A dónde vas?” pregunto alexia, levantando su excesivamente larga tela del vestido
y siguiéndola.

“Los queme yo misma, lo juro,” dijo Catija sobre su hombro.

“No ellos. Su hijo. Nuestro prisionero.”

“Sabía que no debería de hacerlo,” murmuraba Catija mientras descendida las pequeñas
escaleras y comenzaba se apresuraba hacia el camino de los jardines. “Pero la Diosa Diana me
hablo. Ella es tan linda, muy parecida a tu abuela. ¿La recuerdas?”

“Claro,” Alexia lucho por mantener el paso, ambas con su desbrace y su rápido paso.
Intranquilidad y preocupación llenaban su corazón con cada paso que daba en el jardín.

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La Reina se detuvo en el filo de la piscina. “Ella dijo que tenían que volar sobre la montaña,
a través del rio y mas allá del mar. ¿Ves?” pregunto ella, apuntando a la esquina más lejana de la
fuente, donde el modelo sumergido de la ciudad de Davna Vremena yacía cubierto de agua. “Lejos,
donde ella no podía tocarla.”

“¿Ella?” la mirada de Alexia se movió del pozo a la Reina y de regreso. ¿Qué tenían que ver
las tierras de antaño de las que su abuela solía contar historias con Declan o sus padres? “Madre,
¿De que estás hablando? Tu y Lotharus mataron a los dragones.”

Catija giro en redondo, sus frías manos sujetando los brazos de Alexia. “Hija, escúchame.
Hay otra parte de la profecía. Una que Lotharus no sabe. La parte rota de el manuscrito,” ella
susurro fieramente. “El cristal es la llave, pero él no puede ser el que abra la puerta.”

“¿Puerta?” Alexia peleo por entender, peleo por poner las piezas juntas para las cripticas
palabras de su madre. De cualquier modo, la Reina no se detuvo a explicar. Ella solo presiono más
fuerte, jalándola más cerca hasta que los ojos de su madre fue todo lo pudo ver. Claros y lucidos, se
enfocaron en Alexia.

“Debes de ver que se preocupen por él. Debes de ver que viva.”

“¿Quién?” pregunto Alexia. Aunque ella sospechaba muy adentro que ella ya sabía.

“¿Qué está pasando?”

Catija parpadeo ante el sonido de la voz de Lotharus. Aunque Alexia oyó su pregunta, oyó el
crepitar de hojas anunciando su aproximación detrás de ellas, ella no quito los ojos de su madre.
Algo estaba mal. Algo que ella no podía ubicar.

“¿Qué acerca del manuscrito roto?” La Reina la dejo ir y se giro hacia la fuente.

“Eso es suficiente,” la voz de Lotharus sonó detrás de ella. Alexia lo ignoro.

“Madre, ¿Qué hay de el rey y la Reina?”

“¡Dije, suficiente!”

Manos firmes empuñaron sus hombros y la jalo su espalda contra el frente de Lotharus.
Alexia gimió mientras el apretaba su agarre y acercaba su cabeza a su oído. “Detén tus preguntas
ahora, Alexia,” escupió él. Lentamente, sus manos se cerraron en su garganta. Las puntas de sus
dedos danzaron alrededor de su cuello en círculos, ligeros al principio y después con más fuerza,
apretando mas fuerte hasta que ella se pregunto si él iba a ahorcarla.

“No querrás preocupar a tu querida, madre enferma. Uno se pregunta si en su frágil estado
ella se recuperara.”

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La amenaza la alcanzo. “¿Qué estás haciendo aquí?” pregunto sobre su hombro.

Las manos en su cuello se detuvieron antes de caer. El rodeo y camino al lado de la Reina.
“Iba a ir abajo para encargarme de nuestro pequeño… problema.”

Declan, su mente gritaba.

“Debes de ver que viva.”

El corazón de Alexia se detuvo.

“Pero cuando oí sus voces, decidí venir y ver lo que pasaba. ¿Está todo bien?”

Alexia miro de su madre a Lotharus. Ella supo lo que tenía que hacer y, por primera vez,
encontró el coraje para hacerlo. “No, no lo está.” Alexia tomo aire y levanto su mentón. “Voy a
invocar a los fundadores de la colonia y pedir por mi sucesión un dia antes.”

Aunque sus rasgos se mantenían calmados, los músculos en su mandíbula se tensaron.


“¿Perdón?”

“En adición, voy a solicitar tu remoción como jefe supervisor y recluir a mi madre en el
santuario hasta que se recobre de cualquier demencia que hayas puesto sobre ella.”

Los ojos de Lotahrus se afilaron y dio un paso al frente. “Piensas mandarla a el templo de las
mujeres,” espeto él. “Tu niña tonta, ¿Quién crees que eres?”

Por primera vez, ella sintió una ola de poder elevarse a través de ella en lugar de miedo.
“Soy la Reina de esta horda. Y tú eres nada.” Con eso, ella toco gentilmente el hombro de su madre.
Aturdida, la Reina giro, una cristalina sonrisa en sus ojos. “Ven, madre. Vamos a regresarte a la
cama.”

“Oh, Alexia, tu vestido.” La Reina apunto al empapado y húmedo atuendo. “¿Qué estás
haciendo aquí afuera? Margarita –“Sus ojos buscaron en el jardín a la modista. “Debemos de hacer
arreglar esto.”

“Shh.” Alexia palmeo la mano de su madre y la guio por el camino. “Me asegurare que se
haga cargo.”

No habían dado ni dos pasos antes de que Lotharus la llamara.

“No pienses que esto ha terminado, alexia.”

Un frio recorrió su espalda, pero ella se lo sacudió y lo miro sobre su hombro. La malicia y
enojo en sus negros ojos hicieron una burbuja de pánico se elevara en su garganta. Ella la trago.

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“Y no pienses que has ganado. Por esa corona que codicias puede resbalarse y ahogarte un
día.”

CAPITULO 9
EL DEBIL SONIDO DEL METAL retorciéndose y crujiendo sonó en el cuarto. Declan
esperaba ver a ese soldado, Ivan, afilando sus instrumentos de tortura cuando se despertó. Así que,
cuando trato de abrir sus ojos y rápidamente perdió la pelea, no le importo. El no necesitaba ver qué
era lo que venía.

Tan débil, tan cansado.

Esas palabras retumbaban en su cerebro, llevándolo de nuevo al sueño. Entonces el ruido


fue más fuerte, más insistente, y de nuevo el trato de abrir su ojos. Esta vez, ellos obedecieron. Pero
en vez de Ivan del otro lado del metal oxidado, la pequeña vampiro estaba de pie en la puerta. Su
rubia cabeza doblada sobre la gruesa cerradura, sus ojos concentrados.

“¿Alexia?” su garganta quemaba, sensible y seca, haciendo que su voz se quebrara. El


ligero sabor a metal permanecía en su lengua y perfumaba su piel mientras su cuerpo guardaba la
plata liquida.

Colocando una palma en el piso, se empujo para sentarse, siseando en un aliento de dolor
que radiaba a su alrededor. Se puso de rodillas y luego de pie, usando las barras mientras se
empujaba a sí mismo.

“¿Qué…estás haciendo…aquí?”

Un ligero aliento salió de ella y dejo el aun cerrado candado. “Estoy intentando sacarte de
aquí.”

Su pecho se apretó. “¿Por qué?”

Sacudiendo su cabeza, ella corrió una mano sobre sus ojos antes de hurgar en su bolsillo
trasero en busca de algo. Por primera vez el vio lo exhausta que parecía. “Declan, escúchame. Hay
una salida de aquí. Una que debes tomas.”

“¿Qué te hace pensar que querría una salida fácil de eso?”

“Nunca dije que sería fácil,” replico ella. “Dije que sería una salida de aquí.”

La mirada de él cayó en las manos de ella, encontrando un pedazo de documento doblado.


Aunque el intento no hacerlo, pero no pudo evitar notar que temblaban.

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“Aquí.” El llamo su atención a su dedo índice. Ella señalo a un mapa del calabozo. A un
espacio al final del cavernoso cuarto que él nunca había visto. “Hay una brecha, un agujero atrás por
el que puedes salir. Aunque la cumbre en un desfiladero sería una locura para uno de nosotros
intentarlo, tu puedes volar una vez que estas afuera.”

El quería decirle que no había manera de que volara de nuevo. El collar, la tortura y no
alimentarse por dos días lo habían debilitado hasta el punto de que se había vuelto casi imposible
entender y sostener una conversación, mucho menos cambiar y volar mil millas de regreso a la
montaña. De hecho, el pensamiento de escalar a través de una maldita catacumba para incluso salir
era insoportable. De cualquier modo, cuando él vio sus ojos medianoche, el solo podía pensar en
una cosa que decir. Una cosa que preguntarle. “¿Por qué estás haciendo esto?”

Un ligero sonrojo mojo sus mejillas y su mirada se clavo en sus pies. “Yo – yo…” ella
tartamudeo. Y luego sus hombros cayeron, casi indescifrablemente, pero él lo noto.

“No sé que mas hacer.”

Simple y suave, el sonido de sus palabras susurradas giraron como un objeto afilado en su
pecho. ¿Cuántas veces se había dicho a el mismo esas palabras desde la muerte de sus padres?
¿Cuántas veces el había mantenido todo dentro de el, no queriendo preocupar a otros con sus
responsabilidades, sus obligaciones?

Inexplicablemente, él quería empujarla en sus brazos, sostenerla, darle cualquier medida de


consuelo que pudiera. Luego, todo lo que Lotharus había dicho antes floto de regreso. Sus dedos
aferraron su agarre en las barras. “Dime que pasa en la horda.”

Un dobles corto a través de su lozano ceño, pero ella no dudo en su respuesta. “Lotharus
trama algo. Los soldados, son diferentes.” Ella sacudió su cabeza. “Ellos siempre han sido
irrespetuosos hacia mí. Pero ha empeorado. Ahora ellos ni siquiera siguen mis órdenes. Y sus ojos.”
Ella cerró los suyos. “Nunca los había visto antes. Ellos siempre los escudaban con lentes de sol.”
Sus ojos se abrieron, encontrando los suyos en la oscuridad. “Dioses, hay algo horriblemente mal en
todo esto.”

La cabeza de Declan giro mientras intentaba seguir sus incoherentes pensamientos. “¿Ojos?
¿A qué te refiere?”

“Ellos tienen ojos que nunca había visto, solo he leído de ellos en los antiguos textos. Ojos
ancestrales. Todo conocedores, todo videntes, incluso aunque estén lechosos y nublados. Lotharus
ha hecho algo con esos soldados. Es solo que tengo idea de que...”

El deslizo una mano a través de las barras que los separaban. Enganchando un dedo
debajo de su mentón, Declan levanto su mirada hacia la de él. La necesidad de decirle que ella

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estaba en peligro lo arañaba. Pero primero él tenía que ver lo que ella sabía. “Lo sabes. Dentro de ti,
lo sabes. Dime.”

Ella suspiro. “Debo de guiar a esta horda, pero no tengo idea de cómo. He intentado
convocar a los fundadores de la colonia, pero ninguno de ellos ha contestado. Es como si él los
tuviera viviendo en el miedo, también…”

“Detente.”

Ante su orden, sus labios se sellaron. Forzando su mirada a alejarse, el asintió su cabeza
hacia su mejilla. La fina línea de la mandíbula debajo de su mano estaba delineada con negro y azul.
El había estado aquí solo dos días y ya la había visto golpeada por la mano de Lotharus cada una
de ella. Ver a ese bastardo hacerle algo mas a ella que el supiera lo cazaría por el resto de sus días.

“¿Qué paso esta vez?”

“No sé de qué estás hablando.”

“Oh, creo que lo sabes.” Aunque muy ligeramente, sus dedos delinearon el perímetro de su
piel golpeada. Un escalofrío se movió a través de ella y un conocimiento danzo detrás de sus
oscuros ojos antes de que los escudara de su vista.

“No es nada que te concierna, te aseguro, Derkein.”

Oír esas palabras de sus labios envió una ira irrazonable a través de él. “No eres como él,
¿recuerdas? Así que no hables como el.” Declan capturo su muñeca con su otra mano. El ignoro
cuan frágil se sentían los delgados huesos debajo de su palma, ignorando el cosquilleante
conocimiento de que él podía reducirlos a polvo con una flexión de su puño. En su lugar, se enfoco
en cómo sus sentimientos por ella le daban la fuerza que no tenía por sí mismo.

“Alexia,” el exhalo, desalentando su enojo. “¿Cómo puedes vivir así?”

“¿Piensas, si quiera por un momento, que tengo elección?”

“Todos tenemos elección.”

Su nariz se arrugo y libero sus brazos. El la dejo ir sin pelear. “Entonces, ¿me estás diciendo
que tu elegiste ser encadenado en la celda de un calabozo? ¿Y para qué? ¿Para morir como un
mártir de una causa que nadie recordara?”

“No. Permanezco, encadenado en un calabozo, rodeado de los cadáveres de mi raza, por la


ligera chispa de esperanza de que mi sacrificio pueda hacer una diferencia. Que nuestra especie
tenga un lugar en este mundo moderno.” La mirada de ella se suavizo y el hizo un esfuerzo para
mantener el rudo tono de su voz. “Si no creo eso, entonces el futuro de dragón, vampiro, hombre por

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igual será diferente y quizás borrado para siempre. Eso es algo que no permitiré que tenga lugar
mientras pueda respirar en esta tierra.”

“Bueno, no respiraras nada por más tiempo si no puedes salir de aquí,” dijo ella, renovando
su pelea con el candado. “Lotharus vine hacia acá y quiere matarte.”

Ella estaba en lo correcto. Su agudo oído recibía pasos de los corredores de arriba. Cada
uno reverberando a través de él. Cerrando su ojos, el tomo un respiro profundo, exhalando. “Es
mejor que te vayas. Estará aquí pronto.”

“Te dije, que te sacare de aquí.”

El metal crujió de nuevo mientras ella trabajaba en el candado que lo mantenía encerrado en
la celda. Declan abrió sus ojos, alcanzándola a través de las barras y cubrió sus manos con las
suyas. Ellos se detuvieron.

“Por lo que vale, estoy realmente feliz de conocerte,” susurro él.

Un momento pasó. Entonces sus dedos se enredaron en los suyos. “Yo, también.”

Ella lo apretó fuerte antes de dejarlo ir. El desesperado contacto, aunque ligero, fue el toque
que mas llego al alma que él nunca hubiera conocido. Su corazón se sacudió ante el conocimiento
de esto, después de esta noche, el nunca sentiría de nuevo su piel, sus labios o su mano sobre la de
él.

El dejo salir un aliento lleno de dolor y curvo sus dedos alrededor de las barras descansando
su frente en el frio hierro. Resignándose a su destino que se acercaba con cada segundo. Dándose
cuenta por primera vez en mucho tiempo, que no quería morir. Que tenía una razón para vivir no
conectada con el destino de su gente o su deber con ellos.

Dioses, no podía darse el lujo de pensar así. Especialmente justo ahora.

“Sal de aquí, pequeña vampiro.” Su voz se quebró en la última palabra. “Sal de aquí antes
de que sea demasiado tare para ti.”

“No puedo simplemente dejarte aquí a que mueras.”

El clic de pasos en el piso se hizo más fuerte, más cercano.

“No tienes elección,” susurro él.

La mirada de alexia cambio de la puerta a él. Luego ella se movió alejándose. Declan
disparo sus manos a través de las barras, sujetando la manga de su abrigo de piel. Sorprendida,

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ensanchados ojos alcanzaron los suyos y el los miro, esperando que ella leyera la urgencia en los
suyos.

“Prométeme de que huiras lejos de este lugar.”

“¿Qué?”

El sonido de guardias viniendo se intensifico. Estaba justo afuera de la puerta.

“Solo prométemelo.”

Ella sacudió su cabeza y dio un paso hacia atrás. “No puedo.” Las manos que tan
recientemente había abrazado cubrieron su boca. La puerta del calabozo se abrió de golpe, y Alexia
se deslizo en la celda continua segundos antes de que Lotharus y sus soldados entraran en el
cuarto.

“Sáquenlo de ahí ahora,” dijo Lotharus, arrojando las llaves a uno de los soldados.

Declan dejo salir una maldición y se alejo de las barras, desenado que ella hubiera elegido
otro lugar para esconderse. Saber que ella iba a ser forzada a ver a Lotharus y sus compinches
golpeándolo y probablemente asesinarlo envió un nuevo tipo de tortura a atravesarlo.

ALEXIA APLASTO SU ESPLADA contra la pared, abrazando las sombras y manteniendo su


respiración. Mirando mientras Lotharus paseaba enfrente de la celda como un león esperando a
abalanzarse sobre su presa.

“Ya tuve suficiente jugando contigo, Derkein. Dime donde está el cristal y te prometo que
matare a tu familia y amigos rápido. Niégate. Y me tomare mi tiempo jugando con ellos.”

Declan no peleo mientras los soldados lo arrastraban fuera de la celda, arrojándolo a los
pies de Lotharus.

Alexia no había exhalado aun. Alguna parte de su cerebro transmitía el hecho, diciéndole
que dejara salir el aire, que jalara aire a sus quemantes pulmones. Pero no podía.

Lotharus se inclino y tomo el cabello de Declan en un puño. Con un firme jalón, hecho su
cabeza hacia atrás y arriba. “¿No me escuchaste?”

El corazón de Alexia se retorció y un sollozo se atoro en su garganta. No podía soportar


tener que mirar lo que ella sabía que venía, y aun así ella no podía dejar de mirar. Tomando la tan
anhelada inspiración, se permitió cerrar sus ojos por un segundo. Abriéndolos en el momento en que
oyó la voz de Declan en la oscuridad.

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“Tu destruirás a cada dragón que encuentres desde el esófago hasta la ingles sin importar lo
que diga,” contesto él, “Lo que podrías hacer con el cristal es mucho peor. ¿Sabe la Reina siquiera
su verdadero poder? ¿Lo sabe Alexia?”

A pesar del miedo y la desesperanza, ella oyó el énfasis en su nombre. Se dio cuenta de
que Declan estaba intentando llamar su atención.

“¿Acaso ellas saben que la raza que tenga el poder del cristal puede esclavizar, controlar o
destruir a la otra?”

“Claro, tu basura mestiza,” dijo Lotharus con un gruñido, pateando la barbilla de Declan con
la punta de su bota. El fuerte crujido que reverbero a través del cráneo de Alexia como si fuera la
golpeada. Declan cayó sobre su estomago en el suelo. Poniendo sus palmas en el suelo, se levanto.
Sangre goteando de su boca hacia el piso. Angustia y derrota cruzando sobre cada línea de su cara.
Los músculos en sus brazos visiblemente temblando mientras trataba de ponerse de rodillas y
fallaba.

Luego sus ojos miraron hacia la celda, hacia ella. Las perfectas orbitas azules buscando su
oscuro punto, deteniéndose en ella por un latido, antes de que cambiara su enfoque de nuevo a
Lotharus.

“¿Pero ellos saben que estas planeando robarlo de ellas? ¿Usarlo contra ellas?”

Alexia cubrió su boca con sus manos y sostuvo su jadeo que amenazaba con romper desde
sus pulmones. Lotharus no contesto. El solo rio y asintió a los soldados. Cada uno sostuvo un brazo
y atrajo a Declan a sus pies.

Esto era todo. El pensamiento entro en su mente y casi la paralizo. Ella no estaba segura de
que pudiera parase ahí y simplemente ver a Lotharus matarlo. Pero ella no estaba segura que
tuviera elección. No podía vencer a Lotharus en batalla, mucho menos a él y a cuatro de sus
mejores soldados.

Lotharus tomo las tijeras de la mesa, chasqueando las enormes tijeras mientras se acercaba
a Declan. Las piernas de ella temblaron y lagrimas picaron en sus ojos.

“Una, última oportunidad, Derkein,” dijo Lotharus, alineando el punto con la garganta de
Declan. El dragón inclino su cabeza hacia atrás lo más que pudo, su manzana de Adán moviéndose
al tragar.

“¿Dónde está?”

“Vete al infierno,” exclamo Declan.

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Lotharus asintió e Ivan se movió detrás de Declan. El trago de nuevo mientras Lotharus
levantaba sus brazos y las tijeras con ellos. Alexia cerró sus ojos, gimiendo ante el sonido de agonía
que desgarraba el aire, destrozando su alma, con la fuerza de miles de balas. Ella cubrió sus oídos,
pero no intento escudarse del dolor, la injusticia, el daño que la tragaban. La presa se había roto.
Algo dentro de ella se había roto. Y en vez de llorar las pérdidas, ella juro usar el daño, el dolor y la
ira para destruir a Lotharus, para ganar el control de todo lo que por derecho le pertenecía y
aplastarlo con ello.

DECLAN HABIA CERRADO SUS OJOS, no queriendo que la malvada cara de Lotharus
fuera la última cosa que viera antes de la muerte lo clamara. En su lugar, pensó en Alexia en la
celda, mirando, y el esperando. Esperando por el filoso dolor del corte de las tijeras, emparedando
los costados de su cuello antes de que separaran su cabeza de su cuello.

“…dejen su cuerpo intacto.” Las palabras de Lotharus resonaron en su mente y trato de


alejarlas, también.

Luego escucho el metal, las tijeras cortando a través de algo grueso y resistente. Le tomo un
momento darse cuenta de que Lotharus no había cortado su cabeza como él pensaba, tomo un
momento para que el dolor explotando a través de él para que registrara la locación exacta. Y luego
la fuerza de el casi y lo cegó.

Un llanto herido grito desde sus pulmones. Las piernas doblándose debajo de el, su mentón
cayendo en su pecho. Si los soldados no lo hubieran sostenido derecho, el habría colapsado.

Lotharus se agacho delante de él y forzó su cabeza hacia arriba.

“Te hare desear estar en el infierno.”

A pesar de la intolerable agonía desgarrándolo, la curva de una sonrisa abrazo la boca de


Declan. “Y moriré… antes de decirte algo.”

Un brillo maniaco quemo detrás de los ojos de Lotharus. “Oh, morirás. Es solo eso en lo que
tendrás el control.”

El levanto las tijeras, las puntas apuntando a la cara de Declan. Instintivamente parpadeo y
giro su cabeza a un lado. El metal golpeo el piso con un sonido. Asombrado, Declan miro hacia
arriba para ver a Lotharus de pie y girando su cabeza hacia la pared opuesta. La mirada de Declan
se fijo en la larga coleta colgando entre la espalda del vampiro.

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Lotharus murmuro una maldición baja a través de su respiración antes de girar en un veloz
movimiento. Su bota fue la última cosa que Declan vio antes del agudo dolor de su mandíbula
golpeada saturara su entero ser.

DESENFUNDADNDO SU DAGA, Alexia clavo la punta en la cerradura de la celda. Por lo


que se sintieron como horas ella peleo con la cerradura, tratando de coger el seguro con un gancho
de una de sus garras. Nada funcionaba.

“¿Por qué aun… estas aquí?”

Las palabras de Declan sonaron a algo entre un jadeo y un susurro, y la angustia en ellas
hizo que la garganta de Alexia se apretara.

“Te dije, que te voy a sacar de aquí,” dijo ella. Ignorando el pánico que se amontonaba
dentro de ella, se enfoco de nuevo en el candado. Había tratado de abrirlo por una eternidad. El
sudor bajaba por su ceja. Quitándolo de sus ojos, deslizo la punta de la daga en la cerradura y la
giro. Se resbalo, deslizándose a través de su palma.

“¡Ow! Maldita sea,” grito con frustración, arrojando el arma al otro lado del cuarto. El sonido
de ella deslizándose por el piso hizo eco en el espacio vacío, arañando sus nervios como uñas sobre
un pizarrón. Una mirada hacia arriba demostró que el candado seguía en su lugar. Un abrumador
sentimiento de inutilidad la presiono, sofocándola.

Acunando su mano herida, cerró sus ojos y suprimió la urgencia de gritar. Dioses, ella
necesitaba un segundo para respirar, un segundo para pensar. Un segundo, pensó ella, dándose
cuenta de que Declan bien podría tener solo segundos. Antes el pensamiento de el muriendo en ese
piso, una sorprendemente grande herida lacero su pecho. El abrupto e inesperado dolor era casi
suficiente para hacerla llorar. Apretando los labios, se obligo a evitar el sollozo. “Vete.”

Las jadeantes palabras de Declan salieron un poco más que un rasposo susurro con su
exhalación, pero ella lo oyó. La agonía y derrota en su voz hizo casi imposible detener sus lágrimas
esta vez. No ayudo que su maldita mano doliera y no dejara de sangrar.

Los ojos de Alexia se abrieron de golpe.

Sangrando.

“Claro,” ella respiro, moviéndose hacia delante de las barras con un propósito renovado.
“Declan, muévete hacia acá,” ordeno ella, metiendo su brazo a través de las barras. “No puedo
alcanzarte.”

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DROGADO Y DEBIL, Declan giro su cabeza hacia el sonido de su voz. Sangre, caliente y
pegajosa, goteaba a través de sus labios. Un golpe de energía se disparo a través de él ante su
sabor. Ante el sabor de ella. Por un segundo, el ladeo su cabeza hacia lo que ella ofrecía. Pero solo
por un segundo. Se giro lejos, liberando un resignado suspiro. “Declan, por favor.”

“No.” Su voz era rasposa y su protesta débil, incluso a sus propios oídos. El sabía que
moriría sin ella y aun así, beber de ella, probarla, era algo de lo que no estaba seguro que haría y
sobreviviría de nuevo, tampoco. Los sueños ya lo plagaban cada vez que cerraba los ojos. ¿Qué
pasaría si él se alimentaba de nuevo de ella? Solo una cosa era segura… lo que le pasaría si no lo
hacía.

“Por favor, tómala,” dijo ella. “Aliméntate de mi y vuela fuera de aquí.”

“No estoy seguro de poder, incluso aunque quisiera.” Declan rodo hacia ella, yaciendo de
lado.

“Oh, Dioses,” respiro ella. Sus ojos se ensancharon ante el ala mutilada, rota y colgada de
un hilo detrás de él. Luego sus ojos se fijaron en los de él, determinada resolución en sus negros
fondos.

“Ven aquí. Ahora,” ordeno ella, y se encontró a si mismo complacido. Su cuerpo entero
estirándose, fuego explotando a través de cada terminal nerviosa en su cuerpo. “Muévete a la
izquierda, no puedo alcanzarte –“Sus palabras se rompieron en un suspiro mientras su boca
encontraba su objetivo.

Hambrientamente, sus manos encerraron su brazo, atrapándola en el. Aunque sus colmillos
dolían por clavarse en su carne hasta que alcanzaran el hueso, el mantuvo la urgencia al margen.
Usando todo el control que poseía, cuidadosamente corrió su lengua alrededor de los bordes de su
corte. El dulce, picante y único sabor de ella florecía en su lengua. Su boca se hacía agua. Su
cabeza giro. Hundiendo sus dedos en su brazo, el repitió la acción antes de cerrar sus labios
alrededor de su muñeca y abrir su mandíbula.

Cerrada en la posición perfecta para alimentarse, el oyó su respiración vacilar en


anticipación a su mordida. Un escalofrió tembló a lo largo de su brazo. Cerrando sus ojos, permitió
que sus sentidos de dragón la embargaran, en su presa. Recogieron el frenético paso de su
corazón, su sostenido incremento de temperatura corporal y el ligero olor de dulce que salía de sus
poros. Cuando las feromonas golpearon su nariz, su polla pulso y un gruñido primitivo burbujeo
desde su centro.

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Dioses, él quería esto. El sabía que estaba mal, él sabía que no debía dejar que lo curara de
nuevo, pero al mismo tiempo el no podía detenerse, tampoco. De hecho, se cegó por el
conocimiento de que mataría a cualquiera que tratara de alejarla. Por un segundo se dio cuenta que
el pensamiento estaba cerca de lo lunático. Pero fue solo por un segundo y su cuerpo no podía
negar lo que ella ofrecía por más tiempo. Curvando los labios, el coloco un suave, beso con la boca
abierta en su muñeca antes de morderla.

Ante su invasión, ella dejo salir un jadeo erótico. Los músculos en su brazo se tensaron,
pero ella no trata de alejarse. Ella la imagino en su mente. Su espalda arqueada, sus oscuros ojos
entrecerrados, su piel sonrojada y sus labios abiertos, una imagen de pura e inigualable éxtasis en
su cara. Exactamente como el había imaginado que ella se vería cuando él se dirigiera hacia su
calor. Un pulso de necesidad cruzo a través de su cuerpo y la sangre paso de su boca directo hacia
su polla endurecida.

Cerrando sus ojos, se enfoco en alimentarse. Enfocándose en que tan dulce sabia su sangre
deslizándose a través de su garganta. Caliente y espesa y suya. Se expandía a través de él, como
fuego liquido en sus venas. Su vientre brillaba, su cuerpo entero se calentaba y por primera vez en
días el se sintió tibio y vivo.

Cuando finalmente se forzó a alejarse, se mantuvo sosteniendo su mano, inspirando


profundo la única esencia que era suya y nada más de ella. Una fragancia intoxicante que él no
había probado con frecuencia, pero sabía que nunca olvidaría.

Alexia.

Su nombre susurro a través de su alma, quedándose como una marca. Un inusual brillo
quemaba brillante y caliente como una estrella en el centro de su pecho. Si él no hubiera estado tan
drogado por la alimentación, hubiera pensado que estaba loco.

A él le gustaba ella. Demonios, tal vez incluso más que lo que le gustaba a ella. Y lo más
loco era que el no había hecho más que besarla. No era que el no quisiera. De hecho, se ponía duro
como una barra de hierro de tenerla cerca, dolorosamente duro, sus bolas poniéndose tiesas entre
sus muslos. Mientras él seguía el rastro de su vena, imagino que era la suave piel de su vientre, el
interior de su muslo. Dioses, que no daría el por probarla ahí. Solo una vez.

Como si ella pudiera leer su mente, exhalo un suspiro. La erótica rendición fue casi
suficiente para hacerlo explorar. Usando cada onza de control que poseía, el libero su muñeca y se
alejo de ella. Dejando salir un gemido, el yacio sobre su espalda paralelo a las barras, dejando que
la fuerza de ella fluyera a través de él. Cubriendo sus ojos con su antebrazo, el intento canalizar toda
esta energía en curar sus casi fatales heridas.

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Eso se volvió imposible cuando una pequeña mano se cerró alrededor de su dura longitud.
Declan siseo, sus caderas yendo hacia adelante en una súplica silenciosa. Una que ella respondió.
Ella comenzó a tocar suavemente, sus dedos cosquilleando la sensitiva punta antes de bajar por la
longitud. Su espalda se arqueo contra el piso y un escalofrío lo atravesó.

Mordiendo su labio inferior para evitar gritar, el miro por debajo de su brazo.

Los hermosos ojos de Alexia eran anchos. Excitación, interés tal vez, pero no miedo. De
nuevo, sus delicados dedos apretaron y jalaron, incitándolo. El peleo la necesidad para no rogarle
que lo hiciera más fuerte. En su lugar, el mordió tan fuerte que los músculos de su mandíbula
quemaban, y dejo que lo acariciara hasta casi enloquecer. El deseo vibraba a través de él, pulsando
en un bajo, atontado zumbido en su ingle.

Su otra mano ondeo entre las barras, tentativamente corriendo sus dedos a lo largo de los
tensos músculos en su torso. Un bajo gruñido rodo por su pecho. Cambiando, el vagamente se dio
cuenta cuando su mano recorrió la ahora perfectamente suave, carne sanada de su estomago.

Sin quitar sus ojos de ella, se pudo de rodillas frente a ella. Los labios de ella se abrieron en
un suspiro, su mentón levantándose ligeramente en una invitación silenciosa. Sacando sus manos a
través de las barras, el acuno su cara. Ella cerró sus ojos y se inclino hacia su toque. Acariciando su
mejilla contra su palma, su mente jalando en diez direcciones diferentes todo al mismo tiempo.
Después ella abrió sus ojos y el solo pudo pensar en una cosa.

“Ven aquí,” gruño él, jalándola hacia él.

CAPITULO 10
A su mando gutural, Alexia se inclinó hacia adelante con entusiasmo. Sin embargo, él apretó su
abrazo, manteniéndola a escasos centímetros de sus labios. Ella levantó la vista de su boca, la
mirada caliente en sus ojos la hacía arder hasta la médula ósea.

Poco a poco inclinó la cabeza hacia un lado, cerrando la distancia entre ellos. Su aliento calentaba
sus labios. El olor de él, oscuro y picante, rizado alrededor de ella, sobrepasaba el olor metálico de
las barras. Las puntas de sus pezones encrespados, los picos dolorosamente endurecidos. Cada
centímetro de su ser clamaba por él para besarla, para reclamarla.

En este momento, ella sólo podía rezar a la diosa para que él la escuchara. Para ella no importaba si
Lotharus golpeaba cada pulgada de su vida, por una vez quería sentir la pasión, sentirse deseada,
sentirse viva.

Poco a poco, su lengua se deslizó entre sus labios, mojándolos. Declan cerró sus ojos y su pulgar
repitió la acción, moviéndose de ida y vuelta sobre la boca de Alexia. Un ligero cosquilleo zumbaba

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en sus labios y ella gimió casi con necesidad. Entonces su mano se había ido, la yema de su dedo
sólo fue un susurro memorizado en los labios.

Ella se inclinó hacia él, presionando su frente contra el frío metal. Esta vez, él se encontró con ella,
fue tan cerca que sus narices se rozaban.

"Alexia". Respiró su nombre contra labios antes de cubrir su la boca con la suya. Las manos en su
cara se deslizaron hasta su nuca, sus largos dedos sujetando la parte trasera de su cabeza,
sosteniéndolo a él en un tierno abrazo. Sin tener sus labios en los de ella, él inclinó la cabeza hacia
un lado, buscando mejor posición a través de los barrotes.

En un lento deslizamiento agonizante, su lengua trazó el contorno de su labio inferior, buscando la


entrada. Alexia tuvo un estremecimiento y sus labios se separaron para él. Gimió, bajo y salvaje
mientras él tomaba lo que le ofrecía. Increíblemente hábil y caliente, su lengua entró en su boca,
degustándola en un movimiento sensual que le hizo girar la cabeza. Se tambaleó un poco de
felicidad, agradecido la sujetó con fuerza, sin saber si podía permanecer de pie por su cuenta.

Con sus manos enredadas en el pelo, se trasladó más bajo y le devoró los labios con su boca de
experto. Alexia gimió un sonido suave, de renuncia mientras se abría entusiasta al banquete.

Grandes y seguras, sus manos se deslizaron por su espalda. Ella se arqueó en cada pasada
exploratoria. Cada terminación nerviosa se encontraba en su estado de alerta. Cada roce de sus
dedos y sus labios causaban un hambre desenfrenada que aumentaba en ella, quien no estaba
segura de si alguna vez se podría alimentar. Su toque la despertaba en maneras que no podía
justificar o prevenir, por lo que cedió a ellos.

Cuando sus manos rodearon su caja torácica, tirando de ella fuertemente contra de las barras,
contra él, una ola de fuego cayó sobre ella. Caliente, frenética, la consumía. Una ola de calor se
agrupaba entre sus piernas. Debido a la sensación desacostumbrada, Alexia se retorció. Los
pantalones de cuero se intensificaron el calor creciente entre sus muslos. Ella gimió, pateó una
rodilla a través de la barra y colocó una mano alrededor de la espalda de Declan, tirando de él más
cerca, más fuerte. Necesitaba algo. Necesitaba...

El olor de él, rico y profundo como un chocolate fino, hormigueo por sus venas. Sus colmillos
picaban y crecían. Dioses, no había bebido en días y la sed era casi insoportable. Ella rasgó la boca
de él, jadeando mientras sus labios se deslizaban por su garganta. La saliva inundó su boca,
temblaba por el hambre y la necesidad en unísono, aunque no podría explicar por qué. Nunca se
había alimentado de una persona, y sin embargo todo en ella gritó que hundiera sus dientes en él,
probar de él como él lo había echo con ella.

La boca de Declan encontró el espacio detrás de su oreja, su cuello, su clavícula y retrocedió.


Deslizando sus dedos por el pelo, colocó su boca en su lugar. Respondió con un gemido bajo de
aprobación segundos antes de que los colmillos perforaran su carne. Ella gritó en el éxtasis de su
pellizco juguetón, sintiendo que un eje de fuego de deseo sacudía su núcleo. Sus manos envueltas
alrededor de sus hombros anchos, agarrándola a él. Con la piel ardiendo, ella retorció su cuerpo lo

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más cerca que pudo en su contra. Frío, el inflexible hierro presionaba en su carne, sin embargo, las
pulgadas de unión de su piel valieron la pena de cada segundo de malestar.

Él levantó la cabeza y sus miradas se unieron. Ambos jadeaban, temblaban. Bajo sus manos, su
cuerpo duro, caliente se estremeció. Sabía sin preguntar que su cuerpo le dolía como el suyo. Todo
en él, sobre ellos, se sentía tanto familiar como nuevo al mismo tiempo. Desesperado y sin embargo
mayoritariamente en calma.

Alexia subió palmas de las manos una mejilla áspera por la barba. Con sus ojos sumergidos en su
tacto, una respiración profunda salió de él. Se frotó un dedo sobre sus labios, sorprendido por lo
suaves que eran. Un fuerte deseo de saber cómo se sentiría cada centímetro de él bajo sus manos
clavadas en ella. Valientemente, ella movía su mano más lento, sobre su recta garganta, mirando el
pulso que saltaba debajo de la piel. Una vez más sus colmillos temblaron, rogando por un poco de
él.

Sumergiendo su cabeza en su cuello, dejó que sus labios siguieran el camino que su mano había
hecho, sintiendo su cuerpo tenso por debajo de su boca. En espera de su mordida? se preguntó.
Poco a poco, perdía la punta de la lengua a lo largo de su garganta.

Alexia cerró los ojos y dejó que sus otros sentidos se hicieran cargo, probó el salado, almizclado
sabor de su carne, la dura y suave sensación de tenerlo bajo sus manos. Ella chasqueó su lengua a
través de un pezón oscuro antes de cerrar su la boca por completo sobre el pico duro. Un gruñido
bajo retumbó el fondo de su el pecho y movió una mano en el pelo. Alexia sonrió contra su piel y lo
hizo de nuevo.

Cuando su lengua se arremolinaba abajo, patinaje sobre los bordes de su abdomen, la mano en su
cabeza se flexionó.

"Ah... dioses... que eres..." jadeaba. Sus dedos apretados en hebras de su cabello, pellizcaban su
cuero cabelludo. Ella hizo una mueca, amaba a la forma en que él la agarraba, la posesividad feroz
de su abrazo. Nació de la nada otra cosa más que pura pasión y necesidad. Lo mismo quería en un
eco a través de su cuerpo excitado. A diferencia de Lotharus, no tenía el deseo de ejercer poder
sobre ella, o establecer dominio sobre ella. Él sólo quería darle placer. Y, Diosa, ella quería
permitírselo.

Alexia pasó los dedos sobre la superficie plana de su abdomen, el hueco de sus caderas, que
empujaba hacia delante. Llegando más bajo, bailó con los dedos alrededor del eje impresionante
que sobresalía a su encuentro, disfrutando de su rápida respiración.

"La alimentación me pone caliente como el infierno." Recordó sus palabras de antes y no podía dejar
de constatar la evidencia de esas palabras que se extendían hasta recibirla. Debajo de sus labios, el
pecho de Declan exhaló. La dura longitud de él pulsaba con cada beso, sin dudar, pues sabía dónde
la llevaría.
De rodillas ante él, sus ojos cambiaron de nivel hacia su objetivo mientras estaba besando su
camino para alcanzarlo. Una ráfaga de líquido cubrió su boca a la vista. Recordó la manera en que

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él se sentía en su palma. Duro, suave, y tan grueso que apenas podía conseguir que sus dedos lo
rodearan.

Como todo en este señor dragón, él era lo contrario de todo lo que había conocido, lo que le habían
dicho o lo que había experimentado antes. Su vientre cerrado por la excitación, sintiendo que su
circunferencia fantasmal se difundía en ella, se movía dentro de ella. Un escalofrío patinó a lo largo
de su espina dorsal. Aunque su cuerpo lo deseaba dentro de ella, era imposible con él enjaulado de
esta forma. Sin embargo, no había otra forma en que ella lo pudiera tener.

Lamiéndose los labios, llegó a él de nuevo. Él susurró en un suspiro cuando los dedos le rodearon.
Poco a poco, le acarició su longitud, maravillada por el gran tamaño de su dureza aterciopelada.
Cerrando los ojos, ella sintió el aroma embriagador de él. La lujuria, lo prohibido y el olor del mar
ondulado en él. Asomando su lengua, metió la punta en la hendidura de la parte superior de su polla.
Un profundo temblor se inició en sus pies, se estremeció hasta sus musculosas piernas y sacudió su
cuerpo.

“Alex” Murmuró con un gruñido áspero.

Sangre se acumuló en su rostro. Nadie nunca había acortado su nombre con afecto antes. No se
atrevía a mirar hacia arriba y le hizo ver lo mucho que su simple cariño le afectó.

Ella se lo mostraría.
Pero antes, ella lo probaría.

Declan casi se corrió en el instante en sus dulces colmillos se hundieron en su cadera. Su visión se
nubló y un escalofrío se estremeció por todo su cuerpo. Cuando se empezó a alimentar, a probarlo,
a beber de él, movió hacia atrás la cabeza, mordiéndose el labio muy duro para no gritar.

Nunca había tenido una mujer alimentándose de él antes. Nunca. Alexia rivalizaba con cualquier
fantasía erótica que hubiera tenido nunca. Chorros de calor dejaban su cuerpo cada vez que tiraba
de su boca. La punta de su lengua se bañó completamente en su piel, una satinada cinta que
avivaba el ardor, el hambre dentro de él.

A pesar de que podría haberla alimentado durante horas, días, hasta que la vida saliera de su
cuerpo, ella desalojó sus colmillos de su piel. Un temblor se arremolinaba a través de él y su pulso
tronaba en su cráneo. Tan débil como de repente sentía, se dio cuenta de que era una cosa buena
que uno de ellos tuviera el sentido de alejarse.

Apenas había terminado el pensamiento cuando la ardiente, húmeda boca de Alexia se encaramó
en la punta de su erección. Declan apretó los dientes, mientras pulgada a pulgada, ella lo llevó en su
interior. Sus piernas temblaban, sus nalgas estaban apretadas. Cuando el extremo sensible de su
pene rozó la parte posterior de la garganta finalmente liberó el aliento que había estado conteniendo.
Estrellas salpicaban su visión. Sus ojos estaban en blanco en la parte posterior de su cabeza
mientras lentamente se relajó. Declan veía la erótica vista de sus mejillas cóncavas mientras
chupaba a su longitud.

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"Dioses", dijo en una exhalación, inclinando sus caderas hacia ella. La tensión se apoderó de sus
músculos desde la ingle hasta sus pies con cada sacudida de su boca. Tenía que hacer esto a lo
último, tenía que evitar venirse muy rápido. Pero él no podía, no cuando su boca lo chupa oh, tan
perfectamente.

Un lento, tembloroso jadeo voló de sus labios mientras su polla tenía un espasmo, sacando un
chorro en la primera ola de su orgasmo. Declan apretó las barras, luchando contra el vértigo
mientras su semilla explotaba en su boca, recubriendo su garganta. Una pulsante oscuridad nubló su
visión, pero él no quiso mirar hacia otro lado del mundo. Nada de lo que había visto se comparaba
con la visión de su polla enterrada entre los hermosos labios de Alexia. Los pulsos de la garganta,
chupando y contrayéndose a su alrededor, condujo un gemido primitivo fuera de sus labios.

Moviendo sus manos en su pelo, deslizó sus dedos a través de los hilos de seda, hasta que le tomó
el rostro. Se dio cuenta de lo vulnerable que se había hecho ella misma. En este momento, su vida
estaba literalmente en sus manos. Se asombraron con el descubrimiento. Hace tres días, le habría
aplastado el cráneo sin pensarlo dos veces. Sin embargo, ahora el único pensamiento que corría a
través de su cerebro fue calcular una manera de romper los barrotes de hierro de las paredes. No
para escapar. Sin embargo, para tomarla en sus brazos, enterrarse dentro de ella y nunca salir.

Ella lo liberó y el aire frío besó la carne caliente de su polla. Declan contuvo el aliento. Alexia agitó su
mirada hacia él. Ella lo estaba comiendo con la mirada, moviendo la lengua por los labios. Dios,
cómo quería probarlos, perderse en ellos. Otro temblor se trasladó por su espina dorsal y se
derrumbó de rodillas ante ella. Sus ojos negros parpadearon, parpadeando cuando deslizó sus
manos a su cara.

De cerca se dio cuenta de sus ojos no eran completamente negros como había pensado al principio,
eran dos tonos diferentes de ónix. El anillo interior era un carbón ardiente, recordándole una piedra
negra tallada, el exuberante y oscuro exterior era como el vientre de un cuervo. En contraste con su
piel pálida, sus ojos parecían enormes y sus profundidad infinita. Bajo su mirada, se oscurecieron
aún más de lo que pensaba era posible.

Entonces parpadeó mirando sus labios y antes de que pudiera procesar un pensamiento coherente,
su boca exigía la de ella, besándola con hambre, con feroz abandono. Ella conocía su pasión, y la
devolvía. Debido esa idea, un oleaje fuerte del deseo surgió dentro de él. La pasión entre ellos
parecía casi natural, lo cual no tenía sentido. Podía manejarlo, aunque, porque preocuparse ahora…
Sin embargo, la ola de protección y ternura que siguió casi inmediatamente amenazaba con
hundirlo, con tragarlo completamente.

En lugar de pensar en eso, abrazó la situación, la aceptó. Dejaría que lo llevara lejos, de la misma
forma en que él mismo perdía en su boca, su sabor. La experiencia de ceder a sus emociones es a
la vez intensamente satisfactoria y angustiosamente dolorosa. Lo que estaba haciendo iba en contra
de todo lo que había pensado, predicado y creído alguna vez, pero se sentía demasiado bien solo
ignorarlo.

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"Alexia", dijo con una exhalación cuando se separaron. Palabras revoloteaban por su mente.
Palabras que hay que estar loco para pensar, y mucho menos considerar decirlas. Cerrando los
ojos, apoyó la frente sobre la de ella. Sus manos ahuecadas su rostro, su respiración era suave
contra su piel. Un escalofrío bailó hasta su columna vertebral. "Yo..."

Ella contuvo el aliento “Oh, no”

Declan apenas registró sus palabras susurradas antes de oír los pasos, oyó que la puerta se abria y
se sentía una fuga familiar de frío en la habitación. Su corazón se detuvo un segundo antes de que
Lotharus entrara en el mazmorra.

“Bien, bien” Lotharus dijo “Qué tenemos aquí?”

Aunque Lotharus parecía calmado en el exterior, la línea estrecha de su mandíbula, sus ojos
drásticamente reducidos y una ligera contracción, indicaban su furia. Los mismos cuatro soldados
que habían ayudado a Lotharus a golpear a Declan se desplegaron detrás de él, como una especie
de manto siniestro.

"Vamos, Alexia. Tome su regaño como una buena niña."

Las pequeñas manos alrededor de su cuello se inquietaron antes de caer lejos y se deslizaran hacia
atrás a través de los barrotes. Alexia hizo un movimiento para pararse, para protegerse, pero Declan
colocó sus brazos alrededor de ella a través de las barras y tiró de ella tan firme como pudo. Su cola
serpenteaba entre los hierros, enrollándose alrededor de su tobillo. Una creciente sensación de
temor se hundió como una piedra en el estómago mientras dos de los soldados se dirigían hacia
ella.

Alexia se volvió hacia él con sus ojos muy abiertos. "Recuerda lo que te dije. "

La mente de Declan corría. ¿Qué le había dicho? Entonces se acordó el mapa dibujado a toda prisa,
la abertura en la parte posterior de la pared del calabozo que le llevaría a la libertad.

Una bota se estrelló en su tobillo tocando la cola suelta y fijando la punta al suelo. Por mucho que su
cola latía, lo ignoró. Él apretó con más fuerza su brazo, su corazón preocupado por ella. Déjanos
tallar el accesorio maldito, siempre y cuando la dejaran sola.

En su lugar, se sentó enjaulado e indefenso mientras los soldados le arrancaron sus armas y
luchaba con Lotharus. El miedo apretaba como una soga alrededor de su cuello. Apretó los puños
alrededor de las barras, deseando que fuera la garganta de Lotharus. "¿Qué le vas a hacer?"

"Bueno, no puedo tenerla curándolo que cada vez que estoy a punto de matarlo, cierto?"Cerró la
mano alrededor del cuello de Alexia.

"¿Cómo se siente esta corona, Alexia, ¿eh? ¿Todavía cree que puede irse contra mí, y convertirme
en nada? ¿Lo hace? "

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Alexia quedó sin aliento. Tenía los ojos muy abiertos de miedo mientras llevaba sus manos hacia las
que apretaban alrededor del cuello en un intento para soltar los dedos. Su pecho subía y bajaba en
un frenético ritmo staccato, con los músculos en sus brazos temblando.

Declan la vio perdiendo la batalla, notó su cara colorada y convirtiéndose en un morado oscuro.
Señaló en un soplo, con sus fosas nasales dilatadas de rabia. "Si la dañas... "

Lotharus la soltó y se volvió para hacer frente a Declan. Alexia se desplomó en el suelo a sus pies,
tosiendo y jadeando. "Usted que va a hacer, exactamente?"Se burló.

Declan escuchó su respiración profunda, duro. Sentía que el collar empezaba a robar la fuerza que
había adquirido por alimentarse de ella. Inclinó hacia abajo la mandíbula y miró hacia otro lado.

"Así es Derkein. Se sentará aquí y no hará nada", dijo, dando un paso más cerca. "Al igual que su
padre se sentó allí y no hizo nada mientras yo profanaba a su madre mestiza".

Las palabras golpearon a Declan con la fuerza de una pared de ladrillos. Todo el aire se salió de su
cuerpo y la cabeza le dio vueltas. Sujetando las barras para mantenerse anclado, Declan cerró los
ojos y obligó a las imágenes Lotharus había creado a salir de su mente. "Cállate", murmuró.

"En el momento en que terminé con ella, su padre estaba prácticamente rogándome para que
pusiera fin a su miserable vida. "

"¡Cállate!" Declan puso sus ojos asesinos en Lotharus.

El vampiro sonrió. "Ya ve." Deslizó el dedo a lo largo de una barra y luego por el siguiente mientras
paseaba por la longitud de la celda. "Yo sé cómo causar la más dolorosa agonía en mis prisioneros.
Lo llamo un don. Y disfruto de cada momento."

Lotharus volvió a fijar su atención en Alexia. Todo en lo Declan podía pensar mientras caminaba
hacia ella era lo que aquel monstruo había hecho a sus padres. Lo que iba a hacer con ella.

Alertados, los ojos de Alexia revoloteaban de Declan a la puerta y regresaban a Lotharus. Entonces
ella saltó y le tendió la pistola, apuntando el cañón en el pecho de Lotharus. Declan contuvo la
respiración. Se detuvo un instante antes de mover el arma. En un destello de metal y el rugido de las
balas, dejó caer el más cercano soldado a la puerta y corrió hacia la salida tan rápido como pudo.

Un temblor fino de esperanza viajó hasta la columna vertebral. Corrió.

Él quiso que fuera más rápida, visualizarla saliendo por esa puerta yendo lejos de este lugar. En un
remolino de polvo y el viento, saltó Lotharus delante de ella, bloqueando su camino.

"¿Y a dónde cree que va?" Le espetó. Alexia se quedó sin aliento a verlo delante de ella y giró para
evitarlo. Pero fue demasiado rápido. El dorso de la mano chocó con su cara. Se fue volando de

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regreso de la que forma había llegado. Su arma se deslizó por el suelo, deteniéndose justo en frente
de uno de los soldados, que inmediatamente se inclinó para recogerla. El otro soldado sujetó en un
puño pelo de Alexia, forzándola a sus pies.

Ya una marca de color rojo oscuro se había extendido a través de su pómulo. A pesar de que había
sido herida, ella se retorció y luchó contra los soldados que la sujetaban, la probaban. Ella apenas se
movió un centímetro.

El sonido de una bota arrastrándose contra el suelo llamó la atención de Declan al otro lado de la
mazmorra. Lotharus miró al soldado caído, lo pateó un poco con la punta de su bota. Estaba Muerto,
el soldado no se movio.

“Siempre has tenido un buen disparo, Alexia ". Lotharus se inclinó, cogió el azote de la correa del
soldado y lentamente se desenrolló. "Personalmente, nunca me interesaron armas de fuego. No se
necesita mucha habilidad para apuntar y disparar. Me gusta mucho más la intimidad del combate
cuerpo a cuerpo. No hay nada como enfrentarse a la propia presa en un duelo con espada, puño o
un látigo, está ahí, señor dragón?"

Antes de que Declan pudiera responder o siquiera saber lo que Lotharus estaba haciendo, el
chasquido de cuero cortó el aire. Alexia gimió y todo en Declan pulsó en el tiempo con su corazón
hasta que fue todo lo que oía. A pesar de que sabía Lotharus habló por el movimiento de sus labios,
y vio el látigo atacar y morder la carne de Alexia otra vez, su mundo se había ido en completo
silencio. Todo lo anterior a él seguía, pero jugaba en una nebulosa cámara lenta.

Por último, lentamente, las palabras murmuradas se filtraron en su mente consciente.

“Dije, ¿qué pasa Derkein? " Lotharus preguntó con una burlona risa. "¿No vas a ayudarla como ella
te ha ayudado?"

Esas palabras sonaron muy claro en su mente. La precisión y cruel verdad de estas enviaron temor
y auto-odio a lo largo de su espina dorsal. Su absoluta incapacidad de ayudarla lo llevó a sus
rodillas.

Lotharus sonrió “Eso es lo que pensé.

CAPITULO 11
“Alex!”

Declan gritó su nombre hasta que su garganta ardía. Pero ella no respondía, ni siquiera se movía. La
preocupación rasgaba en él, brutal e implacable. Apuñalando su su mano por entre los barrotes,
trabajó en el candado, tratando de obtener que se soltara. Frustrado, él empujó contra los barrotes,
tirando y tirando de ellos frenéticamente.

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Lotharus le había obligado a ver como había encadenado a Alexia a la pared y la golpeaba sin
piedad. Por el recuerdo, la rabia mordaz creció dentro de él. La culpa y el rechazo siguieron muy de
cerca. Por mucho que hubiera querido ver hacia otro lado, no pudo. No sólo no quería dar a Lotharus
la satisfacción de verlo molesto, sino que había tratado de ser fuerte para ella. Y ella había luchado
con todo lo que tenía. Sin embargo, la alimentación y la curación de Declan la había debilitado, y
Lotharus fue simplemente más fuerte. Ella no había tenido una oportunidad. Y peor aún, fue todo por
culpa de él.

Acunando su cráneo en sus manos, luchó contra los golpes y adrenalina rugiendo en su interior.
Colocando las manos sobre las sienes, presionando con fuerza, con la esperanza de silenciar los
pensamientos desconectados en conflicto en su interior. Cuando eso no funcionó, tiró de sus manos
y se dejó salir un rugido frustrado. El sonido de algo duro y pesado golpeando el suelo con sus pies,
cantó en la mazmorra. Se tomó un momento para registrar que lo que se había caído se había
desprendido su cuerpo. Desconcertado, miró hacia abajo.

El collar.

Declan soltó una exclamación y se llevó la mano a la garganta ya desnuda. Su mente recorrió a
través de las últimas horas, dejó de picar justo antes de que Lotharus caminara sobre él y Alexia...
sus manos sobre su cuello. Su mirada voló hacia ella, inconsciente a través de la cámara. Ella debía
haber desbloqueado el cierre cuando Lotharus había entrado en la habitación con los soldados.

Cerrando los ojos, Declan canalizó su ira, se centró en encender los almacenes de energía que ya
zumbaban dentro de él trayéndolo de nuevo a la vida. Se centró en la respiración, cada inhalación
avivaba las llamas, avivando el fuego creciente en su interior. Alimentando a la bestia tendría que
liberarse. Dentro y fuera. Dentro y fuera. La ira no le sacaría de su caja, no lo ayudaría. Pero él sabía
que algo haría.

Con piel tarareando con renovada energía, cursando el poder a través de sus venas una vez más,
Declan ladeó la cabeza y movió los hombros, sintió el cambio en su propio dragón en el instante en
que él tenía la fuerza. Antes de la última escala rodó sobre su carne, él abrió la boca, rociando un
diluvio de fuego de dragón en las barras.

El hierro brillaba, por un lado rojo y blanco a continuación, antes de que se derritiera como cera de
una vela bajo el fuego al rojo vivo. El metal goteaba, como un charco a sus pies ennegrecidos.

Cerrando los ojos, inclinó la cabeza hacia abajo y corrió hacia adelante. Declan se movió a través de
lo que quedaba de las barras, sintiendo sólo un momento de molestias pues su cuerpo blindado llevó
la peor parte del impacto.
En el momento en que se puso en pie en el centro de la mazmorra, la buscó con los ojos. Parte de
su cerebro reconocía que debía escapar, utilizando la información por la cual ella casi había muerto
para liberarlo. La otra parte gritó que no podía en buena conciencia dejarla aquí. Porque, no importa
su pasado, su futuro, aquí y ahora él le debía su vida. Sabía que Alexia no era más que un peón en
cualquier juego que Lotharus estuviera jugando.

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El poderoso dragón negro lanzó un gemido estremecedor y dio un paso hacia ella.

Alexia.

No podía vocalizar su nombre, mientras cambiaba, pero le susurró a través de sus pensamientos.

Sumergiendo la cabeza, le dio un codazo en la mejilla con un lado de su hocico, la fuerte piel
calentándose por la sensación de su piel de seda en su contra. Ella no despertaba. Entrecerrando
los ojos, miró hacia ella. Un débil rocío de luz de luna formaba sombras en su rostro, iluminando los
ojos taciturnos, los profundos círculos negros y la golpeada piel. El impulso de matar Lotharus muy,
muy lentamente lo inundó.

Él resopló. El humo flotaba fuera de su nariz, se encrespa a su alrededor, nublando su visión. Declan
negó con la cabeza. Enojarse no le haría nada bueno, ni a ella ni a él. Tenía que calmarse antes de
que su rabia y el odio que él tenía en su interior liberaran a su animal interno.

Dejó escapar una exhalación y se estremeció de nuevo con punta de su hocico hacia ella, inhalando
profundamente. Al principio, el olor acre y amargo de la mazmorra pinchado su nariz sensible. Luego
tomó una aspiración del ligeramente dulce, decidido aroma femenino de ella. Un ronroneo bajo
vibraba en la garganta. Se concentró en ese olor, en ella. El fuego dentro de su garganta quemaba y
el dragón retrocedió con un gemido de renuncia.

Humanos una vez más, Declan se pasó una mano sobre su cabeza y se inclinó para acariciar sus
mejillas con las manos y elevar los ojos cerrados a los suyos.

“Alexia” dijo suavemente “Alex, despierta”.

Alexia escuchó a alguien diciendo su nombre, pero sonaba muy lejos. Una nube extraña la envolvió,
le impidió ver cualquier cosa. Ella buscó a tientas su camino a través del humo.

"¿Hola?" llamó, sintiendo una burbuja de pánico aumentando en la garganta cuando la bruma no se
reducía a pesar de todos sus esfuerzos para eliminarla.

Dando vueltas en círculos con los brazos sobresaliendo frente a ella, se dirigió en pasos arrastrando
los pies. Entonces, lo siguiente que supo fue que estaba cayendo de bruces en un negro vacío.
Alexia apenas tuvo tiempo de gritar antes de que su cuerpo se sacudiera y cayera. Casi como si
alguien hubiera roto un arnés alrededor de su sección media y se apretara a una goma elástica. Con
el corazón todavía en carreras, ella frunció el ceño. Las corrientes de aire pasaron por su pelo y se
deslizó más allá de su piel, por lo que no había dejado de caer. Pero ella no estaba en el suelo,
tampoco. Estaba volando? Ella no podía realmente estar segura, ya que ella tenía los ojos cerrados.

"Alexia".

Una voz llamó de nuevo. Inspirando en un soplo de coraje, abrió los ojos. Kilómetros y kilómetros de
cielo púrpura salpicado de blanco, nubes como balones de algodón se extendían ante ella. Una risa

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salió a la parte superior de la garganta y una sonrisa radiante cruzó su rostro. Luego vio a un dragón
negro enorme volando a su lado. Su primera reacción fue gritar, pero luego vio sus ojos azules
chispeantes, sus familiares alas negras.

Declan?

Una extraña niebla brillaba a su alrededor, cada partícula capturando luz hasta que brilló tan
intensamente que era como mirar al sol. Ella se encogió de nuevo, sintiendo un gran peso de golpe
sobre ella. Montañas de la arena vertida sobre ella, tirando de ella hacia abajo, cerrando por encima
de su cabeza. No importaba lo mucho que luchaba para liberarse, se apilaban más y más.... "Alex!"

Ella respiraba con dificultad. Jadeando, con los ojos abiertos de asombro, echó un vistazo salvaje
esperando que la pared de arena mortal se cerrara en la parte superior otra vez.

Sólo manos calientes envolvieron su rostro. La obligaron a voltear la cabeza, su mirada se fijó en
una cara. Una cara que ella conocía. "Declan?"

Sus ojos azules sonrieron más brillantes y más cálidos que su verdadera sonrisa. “Pensé que te
había perdido por un momento. "

Alexia cerró los ojos y sacudió la cabeza, tratando de desalojar a los pensamientos vertiginosos al
azar todavía bombardeando. Cuando abrió los ojos, la realidad volvió a entrar con un flagrante
enfoque. Por encima del hombro amplio, vio su celda. Se dio cuenta de que las barras se habían
fundido y desaparecieron. Recordó que había usado su identificación de huellas digitales para
desbloquear el collar en el instante en que Lotharus había entrado en el calabozo. Ella gimió y
recordó la brutal paliza que él le había dado después. Se sentía avergonzada de que Declan la
hubiera visto en su momento más débil.

"Oh," dijo ella, cerrando los ojos, deseando poder olvidarlo de nuevo.

"Alex, quédate conmigo".

Su profunda voz sonó en sus oídos, mandando y todavía preocupado. Una mano acarició su mejilla,
frotando ligeramente. Entonces una frente cálida se encontró con la suya. La punta de la nariz se
frotó contra ella en suave susurro.

Cuando por fin parecía respirar con normalidad, parecía tranquila, él dejó escapar un suspiro. Su
cálido aliento derritió los labios y sintió plumas contra la piel de su cuello.

"Tú", dijo, la palabra en una combinación de un regaño y una risa. "¿Por qué lo hiciste?"

Alexia abrió los ojos. "¿Hacer qué?" Hablando, hablando en realidad, trajo un nuevo tipo de dolor en
la mandíbula. Uno que no había sentido en solo la diosa sabía cuánto tiempo. Cada músculo de su
cuerpo se tensó, montando la ola de dolor.

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"¿Por qué no te fuiste cuando te dije que lo hicieras?" le preguntó. Una mano cálida flotando a través
de su carne palpitante, quitando algunos de los dolores. "¿Por qué trataste de salvarme?".

La respuesta, la verdad, era demasiado para revelar. Pero ella no podía negarlo, no podía luchar
contra él. Ya no es así. De hecho, ella no estaba segura de que había dejado ninguna pelea en
absoluto. Todo parecía demasiado, demasiado abrumador. Lo único que tenía sentido en su loco
mundo se paró frente a ella. Y eso no tenía ningún sentido en absoluto.

Alexia lo miró a los ojos, sintiéndose un espiral en sus profundidades, queriendo perderse en ellos
para siempre. Ella abrió la boca para responder a su pregunta, pero sintió un terremoto que se
disparó a través de la cueva. Las paredes de las catacumbas temblaron. El polvo salpicado del techo
se derrumbó bajo el peso de lo que había caído encima.

Declan se arrojó sobre ella, protegiéndola con su cuerpo. Cálido y duro, el pecho desnudo pulido en
su contra, la cabeza cayó en el hueco de su cuello y la mano cubrió la parte posterior de su cabeza
para protegerla.

Un rugido se astilló a través de la noche, vibrando en el aire. Ella sintió más al escuchar a Declan
dar un sorprendió suspiro antes de que él se inclinara hacia fuera de ella, con su mirada fija en el
techo.

“Dragones” él respiró.

Ella miraba de él al techo, frunciendo el ceño al ver las líneas de preocupación estropear su elegante
frente. Ella había esperado verle sonreír. "¿Qué es?"

Abrió la boca para contestar. Sin embargo, la cadencia de la marcha de fuertes pisadas en el suelo
fuera de la puerta de la mazmorra lo detuvo. Declan se aplastó contra la pared a su lado mientras
una línea de una milla de largo de soldados daba vuelta a la esquina. Mantuvieron sus armas en
ristre y se movían tan rápido que ni siquiera dieron una mirada de repuesto dentro de la cámara o
notaron que estaba suelto, con los barrotes de su celda derretidos.

Con el pecho subiendo y bajando bruscamente, Declan se asomó por la puerta. Una vez que estaba
seguro de que se habían ido, se trasladó frente a ella y comenzó a trabajar en sus ataduras.

“Los soldados se están movilizando” dijo moviéndose con urgencia en contra de sus ligaduras.

"Sí. Y por el sonido, Kestrel ha enviado a toda la legión para liberarme", dijo sin levantar la vista de
esta tarea."Y si conozco a mi hermana, no les permitirá salir de aquí con vida sin mí".

"¿Y? Eso suena como un procedimiento bastante estándar para una misión de rescate." Su voz se
quebró cuando ella trató de estabilizarla. Algo en su tono, y la prisa con que trataba de liberarla la
envió al límite.

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Mientras Declan tiró el último nudo, desenrolló la cuerda de sus muñecas irritadas y dio un paso
hacia adelante. "Si tienen éxito, no se irán de aquí sin dar caza a la reina y su heredero y matando a
los dos. No si yo no llego a ellos primero. "

El pie de Alexia se tambaleaba. Ella no podía decir si era por su observación o por la debilidad en
sus extremidades, pero se dijo que era lo último. Una mano se apoderó del lado de su cara, la otra
de la cadera, contribuyendo a su estabilización.

"Por supuesto que no." Alexia tragó y trató de suprimir el brusco sentimiento de dolor. "Y si fallan?"
preguntó, contenta por sus años de entrenamiento, endureciendo la voz.

Su pulgar le acarició suavemente la mejilla antes de que cayera en la distancia. El aire frío que se
extendió a través de su piel reflejaba el creciente vacío en su interior.

"Entonces todos vamos a morir." Su respuesta intensificó el vacío en la boca del estómago. "Los que
están aquí son la última línea original. Si pierden, pronto será como si nunca hubiera existido
dragones".

Alexia no lo dudó. "Entonces tienes que ir. Ahora."

Los dedos en su cadera se desesperaron. "No te puedo dejar aquí".

"Tampoco puedes quedarte".

Como para resaltar aun más su punto de vista, otro estruendo en pleno auge cayó desde arriba.
Pero ahora hubo disparos en respuesta. Sus anchos hombros saltaron con cada uno. Él no tenía
que decirle su estado de conflicto mental, una mitad decía que se fuera y la otra que se quedara.
Ella vio la rabia de la guerra en su rostro tan claro como el día.

"Ve", dijo de nuevo, esta vez dando a sus brazos un empujón.

La mano que sostenía la cadera la libero y retrocedió unos pocos pasos. Alexia casi gimió por la
pérdida, al pensar que ésta sería la última vez que iba a sentir su tacto, que iba a verlo de pie frente
a ella.

La mirada de Declan examinó su cara. Más disparos y gritos traspasaron por encima del aire.

“Ve” repitió.

“¿Qué hay de ti?”.

“Yo pertenezco aquí, peleando por mi gente. Al igual que tu perteneces allá afuera peleando por los
tuyos”.

“Pero Lotharus…”

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"Será nada pasado mañana cuando tome el trono." Ella negó con la cabeza, incapaz de decir en voz
alta la verdad de lo que significaba para ellos. Lo que su convertirse en la reina les haría. "Declan,
yo..."

Se precipitó hacia adelante, llegando a ella en dos pasos. Sus labios cubrieron los de ella duro y
rápido. Todo lo que había planeado decir se perdió en su beso. Alexia se quedó sin aliento en la
boca mientras le levantó literalmente sus pies del suelo y sujetándola dentro de sus poderosos
brazos. Diosa, suspiró, fundiéndose en ellos. Su dominio la abrumó. Sin restricciones, sin collar
manteniendo controlada su fuerza, ella encontró el tamaño de su poder absoluto embriagador. Y ella
se entregó instantáneamente.

Envolvió una mano alrededor de sus hombros, con su otra palma ahuecada en la parte posterior de
la cabeza. Caliente y desesperado, su boca reclamando la de ella, besándola con hambre feroz.
Transcurrió un minuto y luego otro. Más gritos y armas de fuego atacaron por encima de ellos, pero
en lo único que podía pensar era en el urgente ritmo de su boca sobre la de ella. Después de tres y
luego cuatro minutos la presionó hacia atrás, fijándola entre él y la pared.
El calor de su cuerpo se filtraba en el de ella, consumiéndola. Una rodilla se situó entre sus piernas.
Como un relámpago, la lujuria crujía a través de ella. Fuego floreció en su núcleo, encendiendo el ya
ardiente deseo que la comía debido a este hombre... su enemigo y la única persona que sabía el
paradero del cristal.

El pensamiento se deslizó en su mente, a pesar de que trató de suprimirlo. Alguna parte de ella
sabía que esto era el adiós, pero también obligo a este pensamiento a retroceder. Se obligó a vivir
este momento, este instante, sabiendo que en un minuto volverían a ser rivales, una vez más.
Cazándose entre sí por la única cosa que ambos necesitan.

Las grandes manos enmarcaban su rostro y él se alejó, apoyando la frente en la de ella. Con los
ojos todavía cerrados, los labios aun hormigueaban, húmedos e hinchados por sus besos.

"Prométeme que lucharás duro. Que no te rendirás fácilmente, sin importar nada. "A pesar de que no
lo estaba pidiendo, oyó el tono suplicante en su de voz. Eso casi la deshizo. Aún no podía mentir
acerca de su situación, su futuro. El hecho de que aún estaba aquí ahora, rogándole que estuviera a
salvo, había hecho que el corazón girara en su pecho.

Incapaz de hablar, Alexia asintió con la cabeza. Apretó los brazos alrededor de su cuello y cerró los
ojos. “Te lo prometo” dijo por fin en voz baja.

A pesar de que tomó más voluntad de la que él pensaba que tenía para alejarla, Declan logró
liberarla. Dando un paso atrás, sostuvo la mirada. Él sabía que había dicho demasiado con una
mirada. Sabía el tratar de consolar, defender, decir adiós y pedir disculpas en los segundos que les
quedaban lo había hecho sentir miserablemente en todos ellos en lugar de tener éxito en uno. Él lo
sabía, lo sentía. Sin embargo, él no podía evitarlo, tampoco.

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Sacudió la cabeza, incapaz de creer que esos eran los pensamientos rabia a través de él. No era
venganza. No era odio. No era matar a los vampiros que fueron a matar a su familia por encima del
suelo. Sólo pensamientos de ella.

Declan giró y caminó hacia la parte posterior de la mazmorra. Sintió sus ojos en él mientras movía
las tablas y empujaba los desechos fuera del camino, pero no dio la vuelta hasta que tuvo un pie
dentro de la grieta en la pared. Tomó una respiración profunda, echó una mirada arrepentido por
encima del hombro, a sabiendas que la imagen de ella sola en el calabozo para siempre se había
grabado en su mente.

"Gracias, Alexia. Por todo", dijo, antes de pasar a través de el enorme agujero del que ella le había
contado, no muy diferente del que atravesaba su corazón.

Lotharus dio vuelta a la página del texto con siglos de antigüedad. O más exactamente, a los
fragmentos débilmente ligados de pergaminos que componían el diario del príncipe oscuro. Lo que
quedaba de él, de todos modos. Lotharus mordió en la mandíbula mientras sus ojos vagaban sobre
las líneas del texto, una de las últimas entradas en la colección. A pesar de que odiaba la lectura de
los últimos días previos a la guerra oscura, los estudió con cuidado. Después de todo, si quería
gobernar, para traer de nuevo el honor y la dignidad a los hombres de su raza, tenía que saber cómo
la oscuridad había fracasado.

Pensativo por la edad y la delicadeza del pergamino, Lotharus dio la vuelta a la entrada final. Odiaba
la lectura sobre todo. A diferencia del resto de la las entradas, elocuentes en su precisión y la
destrucción, esta página final parecía escrita por un loco. A veces Lotharus dudaba de su propia
validez. Puso en duda la posibilidad de que estas últimas palabras habían sido escritas por el mismo
genio brillante, que había comenzado su carrera.

Lotharus lanzó un bufido de disgusto por su nariz. La voz que no lo creía era la parte débil dentro de
él hablando. El que susurraba dudas en el fondo de su mente, preguntándole, si el príncipe oscuro
no había tenido éxito ¿cómo podía esperar que él lo tuviera? Recordándole que, si bien no es
deseable, el status quo era mejor que el fracaso, ¿no? Su vida no había estado por encima de y más
allá de sus señores? ¿No era su vida, se reputación y sus días mejores que los del noventa y nueve
por ciento de sus homólogos masculinos? No había estado la vida detrás de la cortina, sujetando
todo el poder, la culpa o la responsabilidad pública, trabajando para él?

Como lo había hecho antes muchas veces, Lotharus permitió que la voz cínica siguiera su curso.
Que su mente se deslizara a través de las posibilidades de los próximos días si optaba por
abandonar su plan cuidadosamente establecido. Y como de costumbre, su conclusión siguió siendo
la misma.

Lotharus encontró la sola idea de seguir las órdenes de Alexia, de verla como líder y la reina de esta
horda más aborrecible que la muerte. Incluso la parte dudosa de él.

Frunciendo los labios, él cerró su mano encima de la última página, con ganas de deformarla en su
palma. Sin embargo, el sonido de su abertura de la puerta del estudio lo sacó de vuelta. Lotharus

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levantó la vista para ver la entrada de la reina en la habitación. Su pelo largo negro y el ondulante
vestido carmesí se perdían detrás de ella mientras caminaba. No le tomó a alguien de su edad
avanzada y la inteligencia para notar el descontento y la ira grabada en su hermoso rostro. O para
que él determinara por el resplandor sano en sus ojos que ella no había estado bebiendo el
cuidadosamente medido brebaje que le había dado para mantenerla sedada.

"Catija", dijo Lotharus, guardando el libro en un cajón y levantándose desde su posición detrás de su
escritorio. "Cariño, te ves muy cansada. Ha estado alimentándote?”.

“Donde está mi hija?”

Un gesto tiró de su frente. Apenas había estirado las piernas antes de que ella emitiera una
demanda. "¿Perdón?"

“Me escuchaste Lotharus. Donde está Alexia?”

"En la batalla, me imagino", dijo con una sonrisa despreocupada. Su mente estaba llena de
posibilidades y escenarios.

La reina lo miró con escepticismo antes de que subiera la barbilla. "Quiero para verla. Ahora."

"¿Qué es este disgusto, mi amor? Que te dije", dijo, moviéndose junto a ella. "Ella está haciendo lo
que mejor sabe."

“Se refiere a lo que usted le enseñó que hiciera”

El resentimiento creció fuego lento en su interior, desde las regiones más bajas de su mente y
cuerpo. Un lugar oscuro, el cual trabajó sin descanso para mantener oculto a la reina no sea que su
plan - esta mascarada cuidadosamente coreografiada que había creado en ella - se derrumbaría. Él
sería un fracaso.

Eso no podía ocurrir.

Teniendo sus manos entre las suyas, él pegó una sonrisa en su cara y se obligó a mismo para
sujetarla firmemente en su lugar mientras él la miraba. “Querida, tú y Alexia son la única familia que
tengo. Nunca haría nada que las pusiera en peligro, para dañarlas a ustedes. Esta horda lo es todo
para mí." Se inclinó, besando la parte superior de la mano. "Pero quieres decir algo más."

Con un mal sabor, las mentiras que había dicho simplemente se pegaron a la parte posterior de su
boca. Sin embargo, rodaron con facilidad en su lengua y Catija, la pobre y patética Catija, compró
todas y cada una de ellas. En primer lugar la ira salió de sus ojos negros. Entonces su rostro se
relajó, se asemejó más la belleza sobre la cual sus historiadores habían escrito... o más bien, que
serviría para escribir. Una sonrisa se extendió en su rostro, que ella imitó, aunque estaba seguro de
que ella no lo haría si se enteraba de la causa.

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Lotharus abrió los brazos y ella vino de buena gana. Envolviéndola, apoyó la barbilla en el hombro,
luego se inclinó y la besó. Un gemido suave se deslizó junto a sus labios y le agarró más fuerte.

Las mujeres, pensó, eran tan fáciles de aplacar, tan crédulas en sus tontas ideas de amor. Hizo su
avance del plan con tanta facilidad, casi absurdamente. A veces, su instinto le dijo que debía tener
cuidado, estar en estado de alerta y buscar siempre por encima del hombro.

Sin embargo, nadie estaba ahí.

"Ahora, ¿por qué no nos sentamos y disfrutamos de una comida?." Lotharus levantó la cabeza para
mirar al guardia de pie al lado de la puerta. El movió la barbilla hacia la puerta de la cámara abierta.
Iván asintió con la cabeza y se deslizó a través de él, inmediatamente en dirección a la mazmorra.

La reina no era la única en busca de Alexia. Después de todo, él necesitaba de ambas para que su
plan funcionara.

CAPÍTULO 12
Declan estaba teniendo dificultades para maniobrar a través del pequeño espacio de acceso en un
primer momento. Pero entonces se abrió un laberinto de techo bajo con pasillos donde casi podía
estar de pie en lugar de correteando a lo largo y encorvado. Criaturas de cuatro patas corrieron
delante de él y las telarañas estaban pegadas al brillo delgado de sudor que cubría su espalda y
frente. Empujó a través de ellos, obligando a su mente a concentrarse en lo que tenía por delante y
no por detrás.

Pero las imágenes de Alexia, los pensamientos de sus labios dulces y suaves, incluso su cuerpo, lo
atormentaban. Al frente de todo estaba la esperanza de que no se encontrara a sí misma fuera de la
pelea que le esperaba adelante. Que no fuera obligado a luchar contra ella. O peor aún, ver a uno de
sus familiares hundir sus garras en su carne.

El pensamiento lo hizo tambalear. No quería verse obligado a dañar uno de su propia especie para
protegerla. O quería detenerse a considerar qué tipo de regla lo guiaba, o ponerle un nombre a los
sentimientos que tenía en el corazón por la princesa vampiro.

Declan se volvió hacia los lados, deslizándose a través de una fisura en la roca antes de finalmente
entrar en la noche. El aire del océano y la lluvia cubrieron su carne. Cada poro gritó de placer con el
sentido de libertad. Se permitió un segundo para absorber la felicidad antes de maniobrar por el
acantilado. Una vez que subió por la cornisa, su mandíbula cayó al ver lo que estaba delante de él.

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El cielo gris y de tonos ciruela estaba bañado en llamas. Los gritos ahogados de los dragones
perforaban sus orejas y hacían ecos sobre el de los soldados.

Era como se había temido. Una batalla sin cuartel haciendo estragos sobre la catacumba.

La muerte colgaba pesada en el aire, y muchos ya habían muerto. La plataforma rocosa del techo de
la caverna estaba resbaladiza por la lluvia y la sangre de los caídos.

Levantó los ojos al ver por lo menos a la mitad de la fuerza de su legión dragón flanqueando el cielo.
Circulaban a los soldados como buitres, turnándose para ir en picada hacia el grupo de soldados y
tomar a alguno con sus garras o dientes.

Debajo de su piel, los tendones de la espalda comenzaron a picarle por cambiar, por transformarse y
unirse a la batalla.

Uno de los soldados corrió hacia delante y se agachó sobre sus rodillas. Su oscuro abrigo de cuero
abanicando a un lado como una ballesta montada bajo él. Decenas de flechas comenzaron a llenar
el cielo, las astillas de metal perforando la carne en la noche oscura. A medida que algunos se
daban cuenta sus marcas, los gritos de sus parientes llenaban los oídos.

Declan cerró los puños. Las criaturas de la noche estaban en su elemento.

Por el rabillo de su ojo, vio a una mujer en rosa saliendo de la formación entre la manada de
dragones. Antes de que el vampiro pudiera cambiar su objetivo, cayó como un infierno, destacando
entre la lluvia y apagando la plataforma rocosa por encima de las catacumbas.

La hubiera reconocido en cualquier parte. Tallon.

Declan sonrió, a pesar de su enojo con ella por venir tras él. El orgullo aumentó al ver que su rebaño
estaba en su elemento, también. Resueltos a ponerse en contacto con Falcon y deteniendo esto
antes que más vidas se perdieran, volvió su concentración hacia el interior. Entrecerrando los ojos,
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no se centró en las alas debajo de su piel, la quemazón de la libertad, sino el olor de la lluvia en
calma. Las gotitas golpeaban sus hombros, como si esperaran su incursión en la batalla.

Jaló aire limpio de la noche a sus pulmones, para cubrirlos, llenarlos. Fortaleciéndolos con el aire
limpio, Declan estiró los brazos hacia los lados y movió la cabeza hacia atrás, abrazando el fuego
en su interior. En un instante, el calor y las llamas se encendieron sobre su carne, cubriendo su piel
de escamas. Con un movimiento sinuoso, cambió a su forma animal. Arqueó la espalda y soltó un
rugido. La tierra tembló bajo sus transformados pies, y de nuevo lo hizo cuando cerró su otro lado.

Antes de que tuviera la oportunidad de empujarse, un dragón verde apareció junto a él.

"Tallon sabía que todavía estabas vivo."

Declan oyó las palabras de alivio de su amigo en su mente. Aunque los dragones no podían
vocalizar en su forma animal, podían hablar con la mente si estaban lo suficientemente cerca entre
sí. Volvió la cabeza, sintiendo una sonrisa en los labios.

"Dioses, Falcon. Es bueno verte."

"Y a ti". Aunque el dragón verde delante de él no sonreía, escuchó la sonrisa en la voz de su mejor
amigo. Una sonrisa tirando de su boca, también, pero fue de corta duración. Tenía que llegar la
orden de Falcon, tenía que parar este desastre que había ayudado a crear.

"Falcon, tienes que escucharme detenidamente. Reúne a todos los que puedas y retírate a la
montaña", dijo Declan antes de golpear con sus alas en preparación para el despegue.

Falcon aterrizó delante de él, sus ojos verdes encendidos con fuego. "Hemos arriesgado todo para
salvarte. Así que, con todo respeto, señor mío, no me voy a hacer a un lado hasta que estemos
volando de vuelta a casa. Juntos”.

Declan se curvó los labios. "No seas tonto. Estoy a salvo ahora."

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"¿Cómo te liberaste?"

El corazón de Declan saltó. "Te lo diré después."

"Y el cristal..."

"Está seguro. Ahora, alerta a los que puedas y vete, ¡rápido!"

"Pero...”

"¡Ahora!" Con eso, Declan se fue hacia arriba.

Una vez que hubo despejado, Falcon se desvió hacia la plataforma rocosa. Tallon no estaba a la
vista. Sin embargo, tenía los ojos fijos en un dragón más pequeño, que aullaba y se agitaba en la
superficie. Los vampiros rodeaban a la herida criatura.

Cuando trató de levantarse, Declan reconoció a la joven Ash inmediatamente.

Declan maldijo bajo su aliento y se comprometió a castigar a los legionarios que la habían dejado
entrar en batalla.

La horda rodeó a la principiante por todos los lados. Si Declan no actuaba, Ash no llegaría a casa.
Con el pensamiento, el calor se movió desde lo más profundo dentro de él y en espiral hasta su
garganta.

Abrió sus mandíbulas, y dio un grito de guerra, con la esperanza de que los soldados le prestaran
atención con tiempo suficiente para que recuperara el equilibrio. Funcionó.

Se dio la vuelta, apuntaron sus armas a Declan y dispararon. Ruidos pasaron a través del aire,
Declan saltó en una espiral mortal, evitando las balas y flechas que le disparaban. A pesar de que
sabía que la bola de fuego se estaba trabajando detrás de su garganta ésta no sería suficiente para

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hacer barbacoa a todos los vampiros, así que se centró en uno. El ataque sería planeado cuidado
para conseguir afectarlo - el soldado tenía la ballesta y el dedo del gatillo.

Listo para escupir fuego de dragón suficiente para fundir la carne de una porción de ellos,
separó los labios. El soldado lo vio venir y cambió su objetivo. Declan contó una, quizás dos flechas
que se lanzaron hacia su carne blindada antes de que lograra matar al hijo de puta, pero no cambió
su curso. Después de todo, había recibido mucho peores heridas que la plata en la punta de las
flechas que habían perforando su carne en los últimos tres días.

El vampiro ladeó la cabeza hacia abajo, calculando su alcance al mismo tiempo que Declan rugía.
Sonó un disparo de escopeta. El rostro del soldado se puso blanco antes de caer hacia un lado,
muerto. Declan parpadeó por la lluvia ante sus ojos. Otro ensordecedor estruendo de disparos
resonaron en la noche, seguido de gritos de sus enemigos.

Sus penetrantes ojos se centraron en el soldado que se había derrumbado sobre su espalda, un
agujero del tamaño de Texas estaba a través de su intestino.

¿Qué demonios?

Un destello de cabello rubio y piel color negra brillante se movió más allá de su visión.

¿Alexia?

Declan cerró la boca a tiempo para detener el flujo de fuego dragón que la mataría y a todos los
demás vampiros sobre el techo, pero no tuvo tiempo suficiente para reducir la velocidad.

Tenía que aterrizar en medio de la refriega. Sacudiendo los hombros, logró aplanar su aterrizaje y la
tierra sobre sus patas traseras.

La tierra tembló y se estremeció con su aterrizaje.

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Las rocas se movían bajo sus pies antes de que la orilla empezara a ceder bajo su peso. El borde
frágil no aguantaría mucho más tiempo.

Mierda.

Poniéndose en marcha hacia arriba con un giro, Declan levantó los pies con forma mitad humana,
optando por mantener sólo las alas y la cola. Al segundo que se puso de pie, un soldado corrió hacia
él con una estaca de plata. Girando para cobrar impulso, Declan arrancó la cola en un amplio arco.
Cuando debería haber golpeado al soldado como un tronco, golpeó el aire. Sin pleno equilibrio,
cayó, golpeando sus rodillas con el granito pulido.

Una vez que se enderezó, miró por encima de su hombro. Alexia sostenía su escopeta en las manos
como un pentagrama, parada y bloqueando al corpulento soldado con su arma punzante. Usando su
mano libre, el soldado dio un golpe de gancho izquierdo. Alexia se balanceó, golpeando a su
improvisado personal con un corte violento arriba de la barbilla que lo hizo tambalearse hacia atrás.
Aterrizó sobre el trasero, la sangre saliendo fuera de su rota nariz, obviamente. Amplió su postura
mientras retrocedía de nuevo sobre sus pies. Primero, se enderezó las gafas de sol negras y luego
los hombros, antes de circular su gordo cuello. Con los ojos sobre Alexia, limpió el rastro de sangre
que salía de su nariz con la punta de la lengua y su dedo torcido.

Sin dudarlo un momento, Alexia guardó el arma en la funda en su espalda y corrió hacia él. Sin
embargo, fue Declan quien lo tiró al suelo.

Cuando se volvió, ojos muy abiertos y negros encontraron los suyos.

"Declan." Su voz entrecortada enviado deseo vibró en él, aunque fue baja.

"¿Qué estás haciendo aquí?" -preguntó, al oír el peligroso temblor en su voz.

"¿Qué parece?" -gritó, dándole de patadas a un soldado en el intestino antes de golpearle en la cara
con la mano.

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Declan lanzó un gruñido de frustración y se inclinó, rodando por un ataque de vampiros en su


espalda antes de apuñalarlos a través del corazón con su cola. "¡Sabes lo que quise decir! ¿Por qué
la luchas contra los soldados?"

Alexia se alineó para quedar espalda con espalda, enlazando sus brazos a los de él. "Lotharus
azuzó a sus cachorros contra mí", dijo por encima del hombro.

Con un gruñido, empujó contra él lo suficiente para hacer que se doblara. Un segundo estaba detrás
de él y al siguiente, volteó la cabeza, para quedar de pie cara a cara con él. Con la vista de ella, su
corazón comenzó a latir contra sus costillas. Cortinas de pelo mojado caían sobre su cara. Sus ojos
parpadeaban a la vista de él, y Declan estaba perdido al instante en sus profundidades. Toda
emoción atravesándolo se reflejaba en sus ojos.

Sin dudarlo, deslizó un brazo alrededor de ella, jalando su cuerpo delgado hacia él. Un gemido
zumbó a lo largo de su piel mientras ella se recargaba. El duro corsé de huesos y la piel que llevaba
eran inflexibles y fríos contra su desnudo pecho. Exactamente lo contrario de la cremosa perfección,
perfecta que protegía.

Ella parpadeó. "Ordenó a los soldados que me agarraron por cualquier medio necesario", dijo,
agarrando su brazo y girando fuera de su abrazo. Manteniendo una mano sobre él, movió la mano al
otro lado de la pistola en su cadera. Su atención centrada únicamente en la cercanía del soldado a
su izquierda, apuntó y disparó.

Declan metió su barbilla en su pecho para proteger su rostro de la explosión. Cuando se dio la
vuelta, vio a otro soldado saltar detrás de ella. Tiró de su brazo para sacarla fuera del peligro, pero
ella lo sostuvo con un fuerte agarre, con su atención aún a su izquierda.

"Alexia, ¡cuidado!", gritó.

Antes de que pudiera dar la vuelta y levantar la pistola, Declan tiró de ella de nuevo hacia él con
fuerza. Atrayéndola hacia su cuerpo, protegiéndola con una de sus alas y haciendo girar su cola,
rompiendo el extremo sobre la cabeza del soldado. Un líquido caliente cubrió la punta de su cola, la
sangre goteando a lo largo de la misma. Tiró para liberarse del cráneo del vampiro con poco
esfuerzo.

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Con el pecho palpitante, poco a poco se puso en pie, abriendo sus alas y liberando su control sobre
ella.

Sus grandes ojos lo miraron. "Yo no lo había visto", dijo con un suspiro.

Sus labios se inclinaron en una sonrisa. "Menos mal que yo lo hice."

Declan bajó la mirada hacia la belleza en sus brazos y sintió que la batalla, y el mundo se
desvanecían en el olvido. "Alexia, la horda se está desmoronando. Estás en peligro."

"No más que tú."

"Exactamente. No puedo proteger aquí afuera ", gritó.

"No necesito tu protección."

Como si fuera el momento justo, el dulce aroma de su sangre le llenó la nariz. Frenético, sus ojos
recorrieron su cuerpo, deteniéndose en la cintura. El cuero negro era brillante, manchado de su
sangre. Entrecerró los ojos más en miedo de su ira. "Estás herida".

Alexia apenas dio un vistazo hacia abajo antes de moverse fuera de él. "No es nada. Estoy bien."

”¿Estás bien? " Rugió, recordando con demasiada claridad la rabia ciega y el pánico que había
experimentado como Lotharus la había golpeado. La frustración que sintió impotente incluso ahora,
sabiendo que ella estaba sufriendo una vez más. "No estás bien."

Ella no lo miraba. Su mirada se fijó de repente en algo por encima de su hombro.

"Alexia, ¿Mírame!..." Sus palabras se desvanecieron cuando desenvainó la escopeta de su espalda


y apretó el gatillo sobre su hombro, apuntando directamente a él. Con un ojo cerrado, ladeó el arma
y cargó el barril.

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"!Pato!"

Declan se inclinó y se cubrió los oídos antes de que ella hubiera terminado la orden. La escopeta
estalló, haciendo sonar su cerebro con una fuerza que entumecía. Un cuerpo golpeó el suelo tras de
él una milésima de segundo más tarde. La carrera de su corazón, bajó a sus manos y miró hacia
arriba.

Alexia apoyó la escopeta en el hombro y se encogió de hombros, viéndose como un cruce de una
dominatriz y Annie Oakley. Una sonrisa involuntaria cruzó sus labios por un momento antes de que
un grito estridente de un dragón atravesara la noche.

Declan se dio la vuelta, confirmando lo que su corazón ya sabía.

"Tallon," gritó con incredulidad.

El corazón de Alexia dio coces contra su caja torácica ante el nombre en los labios de Declan. Un
torrente de recuerdos se vertió sobre ella como agua helada y recordó al dragón hembra que había
ayudado a escapar.

Respiró hondo y dejó que su mirada siguiera a la mujer de color rosa que estaba luchando y
perdiendo contra un grupo de soldados de Lotharus. Tres ellos la tenían clavada en el suelo sobre
su espalda. Había pasado a su forma de dragón, pero aún así no podía apartarse o retirarse. Un
repaso a Declan lo mostró envuelto en una batalla con los suyos y no a su alcance.

Volviendo hacia la mujer, Alexia dejó caer la escopeta sobre las piedras. Sus garras alargadas. Sin
pensarlo dos veces, corrió hacia adelante, burlando, moviéndose y cortando a los soldados Lotharus
para llegar a ella. La sangre, caliente y espesa, llenaba sus manos, pero se las arregló para agarrar
la pistola con mano segura. Saltando entre los soldados y cayendo junto al dragón caído, Alexia
disparó uno por uno a sus cráneos, antes de que siquiera supiesen qué los había golpeado.

Inhalando, giró, esperando ver al dragón sobre el suelo. En su lugar, lo que vio hizo que su corazón
golpeara más fuerte que la gran cantidad de disparos que eran descargados a su alrededor. La

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hembra estaba de pie, una torre de diez pies sobre ella, sus labios de color rosa temblando de rabia,
sus ojos violetas entrecerrados.

"Oh, dioses", dijo Declan bajo su aliento. "!No Tallon,!"

Declan vio con horror mientras Tallon abría sus mandíbulas y sus fauces y rugía. El pelo rubio de
Alexia se movió detrás de ella por la fuerza del aire. Levantó las manos sobre sí misma para
protegerse, pero de nuevo las garras de Tallon le alcanzaron duro. Alexia salió a través de la
plataforma, golpeando la pared de roca.

Tallon empujó sus poderosas patas traseras, dando un gran salto. Aterrizó directamente sobre la
aturdida Alexia.

"Muere, bruja".

A pesar de que sonaba nada más que como un rugido violento de los soldados a Alexia, Declan
escuchó las palabras de su hermana como un gong en su mente. Presa del pánico, reprimió su
mandíbula y corrió mientras las garras de Tallon se dirigían a la garganta de Alexia, levantándola de
sus pies. Alexia bajó el arma de fuego, llevándose ambas manos al cuello, las piernas agitándose y
pateando en el aire.

Con un rugido, Declan metió su cola, perforando el intestino de Tallon. Ella tiró a Alexia y voló de
regreso, aterrizando en el suelo con tanta fuerza que una nube de polvo se levantó a su alrededor.
Presionando sus pies, Declan se giró hacia Alexia. Tenía que asegurarse de que estaba bien.
Tosiendo y expectorando, Alexia rodó sobre su estómago, manteniendo una mano sobre su
garganta mientras se empujaba con manos y rodillas.

Satisfecho, se volvió para mirar a su hermana. Ella lo miraba a él y después a Alexia volviendo otra
vez a él, la confusión absoluta y la incredulidad mostrada en sus ojos.

"¡Tú, traidor hijo de puta!"

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Declan apenas tuvo tiempo de registrar sus palabras ante una muy humana Tallon que saltó sobre
su espalda. Sus piernas alrededor de su cintura. Cerrando sus manos alrededor de su cuello y
tirando de él.

"¿Cómo puedes ponerte del lado de ella después de lo que te hizo?"

Aunque trató de estrangularlo, su piel era resbalosa por la lluvia y no pudo tener un buen control.
Aún así, con lo que tenía, lo agarró fuerte.

Declan no quería hacerle daño, pero no estaba siendo racional y no era exactamente el lugar para
que se sentaran y tuvieran una plática de corazón a corazón.

Con un gruñido jadeante, la lanzó fuera sobre su espalda. Ella aterrizó sobre su trasero, dando
saltos y derrapes en la grava. Declan inmediatamente se enderezó y se enfrentó a ella.

"Tal, recuerda a mamá", dijo por encima del rugido de la lucha. "Nunca te traicionaría, hermana.
¡Piensa!"

Tallon empujó sobre sus hombros y brazos, levantándose de un tirón sus pies en un instante. "Papá
la salvó de uno de los soldados de la Reina. Nunca fue uno de ellos."

Con el instinto asesino en los ojos, lo acusó de nuevo. Esta vez en lugar de tratar de luchar o
escapar de ella, Declan se dejó caer de rodillas y puso sus brazos a los lados. Quitándose el cabello
empapado de sus ojos, tomó una profunda bocanada de aire húmedo y esperó la ira que se iba a
desatar sobre él. La señal de sumisión la hizo frenarse en seco.

"¿Qué estás haciendo? Levántate y lucha conmigo."

Sacudió la cabeza y cerró los ojos. -No-dijo con una exhalación. "No voy a pelear".

Un golpe punzante pegó el costado de su cara. Declan apretó la mandíbula con el dolor brusco - no
tanto por su rostro, sino por el corte a través de su corazón.

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Respiró hondo antes de mirar hacia ella de nuevo.

"Lucha conmigo, maldita sea!" -gritó. La lluvia corría por su rostro, pero no podía ocultar sus
lágrimas. "¿Por qué?"

Al principio, su pregunta lo tomó con la guardia baja. Luego la ira y el odio renovado iluminó sus ojos
violeta, haciéndolos brillar y arder. "La elegiste sobre mí”.

Declan podría haber pensado en una docena de cosas que decirle, pero sólo dijo la verdad. "Me
preocupo por ella, Tallon."

El dolor y el shock en su cara que la habrían tirado sobre sus rodillas si no hubiera ya estado allí.

"¿Qué te hicieron? ¡Enloqueciste ahí!"

"Nada, Tallon, escúchame..."

Una penetrante sirena dragón hizo vibrar el aire a su alrededor, cortándole las palabras. Declan se
estremeció ante la ensordecedora llamada de guerra y de inmediato levantó la vista. Un relámpago
atravesó el cielo de la noche, iluminándolo y la masa dragones grises que volaban a través de él.

Hawk.

Sus ojos seguían el vuelo del dragón sobre la plataforma y las catacumbas que estaban más allá.
Cerca del borde, Alexia estaba en combate cuerpo a cuerpo con la espada en mano, contra un
soldado. Al igual que todos los soldados vampiros, era el doble de su tamaño, y golpeaba con
fuerza. La espada le pasó rozando antes de romperse y la arrojó a un lado. Su mano en la cadera.
Sin embargo, su arma se había ido. Declan vio la expresión de su cara en el momento en que cayó
en la cuenta de que su pistola había caído al suelo.

Indefensa, esquivó a un lado el del apuñalamiento y golpe del soldado que le siguió. Con el
corazón tronando, Declan se levantó y corrió hacia ella. Pasando por otras peleas, sobre los

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cuerpos muertos, estaba sólo unos metros de distancia de ella cuando un brazo se disparó de la
nada, golpeándolo en la garganta. La fuerza del golpe envió sus pies hacia arriba. Se estrelló contra
el suelo fangoso, aterrizando plano en su espalda. Cualquier aire que se las arreglara en recuperar
era sacado libre, y su visión pulsaba salpicada de estrellas. Declan apenas levantó la vista a tiempo
para ver una espada cayendo hacia su pecho. Se dio la vuelta hacia un lado, escuchando el blandir
de la hoja en la blanda tierra donde su cuerpo había estado hacía unos momentos.

Por cuando se volvió, el soldado había levantado su espada otra vez. Soltando un gruñido, Declan
tiró su pierna, el talón chocando con la rótula del soldado. Se convirtió en un impacto, haciendo que
diera una vuelta hacia atrás. El vampiro gritó y cayó al suelo. Declan fácilmente lo había tumbado y
le torció la gruesa cabeza, rompiendo su cuello antes de volverse a encontrar Alexia.

Primero notó su cabello. El velo radiante revoloteaba en el viento, con todos los hilos dorados
iluminados por la luz de la luna. Con el mar brillante detrás de ella y el cielo estrellado arriba, Declan
no recordaba haber visto nunca algo tan sereno, tan visual, en todos sus días.

De alguna manera había conseguido derrotar al soldado. Su cadáver yacía en la tierra a sus pies.
Declan vio como su mano apretaba su cintura. Sus ojos se centraron en la herida que había visto
antes, la sangre filtrándose entre sus dedos. Sin pensar en otra cosa que llegar a ella, dio un paso
adelante. Una sombra gigantesca oscureció el cielo por encima de ella.

Declan hizo una pausa y miró hacia arriba a medio paso. El miedo oscuro se lo tragó todo a la vista
del halcón volando en círculos sobre ella como un pájaro sobre su presa.

"Oh, no. Alex!" Ella miró arriba debido a su grito, con la confusión en sus ojos negros. Declan vio lo
que parecía estar en cámara lenta mientras Hawk se precipitaba y sacaba sus garras enormes. No
tuvo tiempo de moverse. No había tiempo para esquivar. Los puños de Hawk se estrellaron contra
su carne.

Alexia luchó para mantener el equilibrio, sus armas deslizándose a sus pies debajo de ella.

No lo lograría.

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Al momento que el pensamiento le vino, cayó sobre el borde del acantilado, desapareciendo en el
vacío.

El corazón de Declan se sacudió. Sin pensarlo dos veces, cargó hacia el acantilado en una carrera
ciega. Sus ojos fijos en el espacio en donde la había visto por última vez. ¡Alexia! Al grito de su
corazón las piernas corrieron más rápido. Cada caída de sus pies golpeando contra el dosel de
piedra en un ritmo frenético de esperanza, a pesar de que su cerebro ya era consciente de la verdad
que su corazón se negaba a aceptar.

No había manera de que pudiera sobrevivir a esa caída.

De ninguna manera.

No, si no llegaba a ella primero.

Su mente gritaba las palabras que su corazón no quería escuchar. Sin embargo, su cuerpo
escuchaba tampoco. Se disparó hacia ella, impulsado por el miedo y otra cosa que no podía
etiquetar. Ya había liberado sus alas, preparándose para volar tras ella. Sus pies golpeando las
piedras desde el borde donde la había visto segundos antes de caer.

Con un rugido, saltó por la borda, cayendo con la cabeza estirada tras ella.

Chorros de hielo de viento golpeando su piel humana como navajas y cuchillas al rojo vivo.
Inmediatamente entrecerró los ojos, para adaptarse a la constante corriente de aire y a la oscuridad.
A su orden, las escamas de su cuerpo salieron y lo cubrieron, sellando su piel del viento frío,
cortante. Al principio no podía ver nada. Pero entonces la vio. Por un instante el aleteo de cabellos
dorados brillaron en la oscuridad, como una estrella lejana.

Y supo que no iba a llegar a tiempo.

CAPÍTULO 13

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No, se prometió silencio. Atraparla no era una opción. Declan cambió, sus huesos estirándose,
alargándose. Sus alas plegadas apretadas así como sus omóplatos, la racionalización para ir más
rápido, arrancando a través del cielo.

La lluvia lo golpeaban como mil agujas, casi robándole el aliento.

Pero ignoró el dolor. Finalmente la distancia se fue acortando. Cerrándose lo suficiente para ver las
curvas delicadas de su rostro inconsciente. Lo suficientemente cerca para ver la espuma de última
hora del océano aumentando rápidamente debajo de ella.

Gruñendo, dobló su largo cuello contra el viento y arqueó su cola, logrando deslizarse bajo ella.
Tuno oportunidad de atraparte antes de que la gravedad ganara y el agua se los tragara a los dos.

Empujando sus alas duras, bajó la cabeza y extendió una mano con garras. Al momento algo le
rozó los dedos, sus garras cerrándose con fuerza, hundiéndose en lo que él creía era su brazo.
Tirando de ella a su pecho, le pasó la garra alrededor de la cintura vestida de cuero y girando hacia
el cielo.

Manteniendo su firmeza, Declan movió sus alas, duro y rápido, saltando con todas sus fuerzas. Un
rugido ahogado salió de él por el esfuerzo. Frescos chorros de agua de mar turbulentos le rociaron la
espalda. Por un momento, pensó que no lo lograrían. Veía en su mente su espalda estrellándose en
el agua, sentía la cercanía de la presión del agua en torno a ellos. Pero sólo el frío aire de la noche
se unió al corte de alas mientras los subía a través de la noche.

Sin disminuir la velocidad, subió hasta que el ruido del agua disminuyó.

A pesar de que no quería, miró a la mujer tendida lánguidamente en su garra. Una sensación
ardiente de miedo y pérdida lo atravesó. Presa del pánico, se dirigió a una playa desierta,
deteniéndose bajo el primer banco que encontró.

Después de ponerla sobre la arena, Declan enfrentó la zona boscosa que les rodeaba, olfateando
en busca de amenazas antes de cambiar de nuevo a humanos indefensos. Sólo el olor de la
naturaleza y el mar llenó de su nariz.

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Sin embargo, un remanente de sangre, de vampiros, colgado al fondo. Sus ojos explorando la zona.
Pasos sobre las rocas, cubierto de una alfombra de musgo, se elevaban a lo largo del acantilado.
Enormes árboles se erguían como piernas gigantes plantados entre pasos.
Este lugar debía ser una especie de puerta trasera de la horda de la caverna. Pero no tenía tiempo
para preocuparse por eso ahora. Sacudiéndose como un perro, se acercó a Alexia. Mientras
cambiaba, el agua de lluvia goteaba de él, y le provocaba escozor por los distintos cortes en su
carne. Se los quitó con la mano plana y se inclinó sobre Alexia.

Poniendo su oreja sobre su boca, contuvo el aliento, escuchando, esperando.

No estaba respirando.

Presa del pánico, Declan le subió la barbilla con dos dedos, bajó los labios a los de ella y sopló su
aliento en la boca. Repitió el movimiento dos veces antes de bombear con la parte trasera de su
mano contra su esternón.

"Alexia, no me dejes".

De nuevo sopló aire en sus pulmones. Esta vez sus labios parecían más cálidos. Al menos, eso era
lo que se decía mientras continuaba tratando de regresarla a la vida.

Alimento.

El pensamiento errante se coló hasta el fondo de su mente.

No había otra manera de salvarla.

Declan obligó a la idea a volver a él. No quería ir allí. No podía ir allí. Apretando los dientes,
extendió su mano contra su pecho de nuevo y otra vez. Esta vez, cuando soplaba aire en sus
pulmones, con la espalda arqueada y un de aire se escapó con la fuerza de su tos.

Con un suspiro de alivio, le jaló a su lado. Frotó con su palma su espalda, susurrándole palabras en
su oído mientras luchaba por respirar. Un temblor feroz sacudió su cuerpo mojado. Instintivamente,

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se acurrucó en posición fetal, tratando de calentarse. Después de un momento, sus ojos se cerraron
y su respiración se alentó.

"¿Alex?" La agarró por los hombros y la sacudió ligeramente. No despertó. La arena bajo ella era
oscura, por la sangre que se filtraba de sus heridas. Una vez más el sentido de pánico se apoderó
de él. Si no conseguía algún lugar caliente para ella, algún lugar donde se pudiera asegurar que
había de recibir la atención que necesitaba, iba a desangrarse o se congelaría hasta la muerte.

La idea de volver su atención a Lotharus lo hizo sentirse violento.

Tendría que llevarla a casa. Dioses. Se pasó una mano por el pelo. Ese pensamiento tampoco era
nada alentador.
Soltando la respiración, se quedó mirando al muy frágil vampiro doblado a su lado. Hacía tres días,
la hubiera dejado morir sin un segundo pensamiento. Ahora, no sólo acababa de salvar su vida, en
realidad estaba pensando en llevarla a casa y ponerla en su cama.

La cama de sus padres.

La verdad fría, dura más que las palabras de Tallon se agitaba en su mente, amenazando hincharse
y romper la pared de determinación que había sentido tan sólida antes. ¿Había ese lugar llegado a
él? ¿Era un traidor a su sangre?

Sombras se movían arriba, cortando la luz de la luna brillando sobre ella en pulsos iguales. Declan
frunció el ceño y miró hacia arriba. Siluetas con alas patinaban a través de la oscuridad. Dragones.
La legión entera, por el aspecto de la misma.

Volaban en la dirección de la guarida.

O Falcon había hablado con ellos o debían haberlo visto irse. Debían creer que tenía el cristal y se
dirigían a la seguridad.

Declan dejó su mirada caer de nuevo a la mujer que yacía inerme en la arena. Su enemigo, su
obsesión. A pesar de que todo le gritaba que se la llevara, todo lo que habían enseñado alguna vez

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le ordenaba a abandonar al vampiro. Declan sostuvo su palma sobre su frente y cerró los ojos con
fuerza. No tenía tiempo. Tenía que actuar ahora. Dejarla o llevársela.

Catija abrió las puertas del calabozo y se estremeció. El olor repugnante casi la derribó.

Reflexivamente, volvió la cabeza hacia un lado y cerró los ojos. Cada instinto dentro de ella le
indicaba que se volviera y corriera. En cambio, entró y aseguró su antorcha en la pared alumbrando
al lado de la puerta. Igual que dedos esqueléticos, tiras de luz del fuego lentamente se destacaban el
cavernoso espacio. Primero iluminando hasta la puerta y mesas alrededor de ella con un resplandor
naranja, hasta que la luz se deslizó lejos, iluminando incluso los rincones más oscuros de la
mazmorra.

Cada pulgada que aparecía a la vista destacaba los recuerdos de su última visita ahí abajo. Catija
parpadeó rápidamente. Imágenes del dragón Rey y la Reina, cubiertos de mugre y sangre, pasó por
delante de sus ojos. Sus miembros desnudos entrelazados en un abrazo tan fuerte y desesperado
que no podía decir donde terminaba uno y comenzaba el otro. Tal como había esa noche, con el
corazón constreñido.

Nunca se había sentido más un monstruo de lo que lo había hecho la víspera que había llegado aquí
con Lotharus y visto juntos.

Cubriéndose la nariz con el dorso de una mano, levantó su falda con la otra, tratando de evitar los
muchos charcos, a pesar de que estaba empapada hasta la médula por su viaje a la azotea de la
catacumba. Frenética, empujaba célula a célula, decepcionada al ver cada uno vacío. El anillo de las
llaves que había robado del estudio de Lotharus tintineaba en el bolsillo a cada paso que daba.

Aunque Lotharus le había dicho que el preso había escapado, Catija quería estar segura de que no
había mentido. En el momento que la oportunidad se le había planteado, había vaciado el estómago
de los contenidos viles que había hecho al beber y seguido la necesidad de venir abajo y ver con sus
propios ojos lúcidos la verdad de su corazón confundido y aturdido que la mente no quería
reconocer.

No podía recordar en qué etapa de su juego su alguna vez amante había empezado a mezclar su
alimentación con un agente que alterara su mente. Como entonces, Catija no vio otra opción que

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beberlos. Primero para que Lotharus no sospechara, y segundo para descubrir por qué quería que
fuera tan complaciente. Como última razón porque una masa sólida de vergüenza se formó en el
centro de su garganta.

Ella lo tragó, reconociendo la verdad.

Una parte profunda y oscura de ella había disfrutado beber de sus tragos.

Prefería ser insensible a la culpa y la vergüenza empalagosas que sentía cuando estaba sobria.
Después de todo, había traído a Lotharus a sus vidas, lo había hecho general de su ejército, le había
dado rienda suelta a la horda, por encima de su propia hija.

Por la Diosa, ¿Por qué había escuchado alguna vez a ese hombre? ¿Por qué había dejado que sus
deseos egoístas y sus palabras malas nublaran su juicio y llevaran su horda al riesgo? ¿ A su hija en
riesgo? Su bebé, pensó con un ahogado sollozo. Alexia estaba Dios sabía dónde, y todo causado
por que su madre no la había escuchado.

Mientras Catija recorría la cárcel vacía, sabía que había sido una pura tonta de capirote por pensar
que podía expiar lo que había hecho durante su larga vida. Una tonta al pensar que guardando al
dragón rey y a la reina, o incluso a su hijo, podía esperar para salvarse.

Había hecho demasiadas cosas horribles, causado demasiado dolor y sufrimiento para equilibrar la
balanza y siempre hacer lo correcto. Sin embargo, eso no significaba que tenía que dejar este plano
de existencia sin intentarlo.

Algo en el suelo parpadeó a la luz rebotando en la pared por la antorcha. El objeto tenía una forma
familiar. Catija entrecerró los ojos, tratando de descifrarlo.

Cuando no pudo, dio un paso adelante. El pelo en la parte posterior de su cuello se encrespó una
ola le anudó el intestino. Agachándose, lo tomó con manos temblorosas, supo lo que era el metal
cuando tocó el fresco con sus dedos.

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Uno de los puñales de Alexia.

Pero ¿Por qué estaba en el suelo manchado de sangre por las cadenas de la pared?

"Querida".

Catija se quedó sin aliento y se dio la vuelta, agarrando la daga y apretándola detrás de su espalda.

"Oh, Lotharus. Me asustaste."

Él ladeó la cabeza, una sonrisa inquieta pasó por encima de su atractiva cara. "No puedo imaginar
por qué." El talón de su bota contra el suelo sonaba con su paso lento hacia adelante. Sostenía una
antorcha en la mano. La luz parpadeaba contra su piel pálida, el sistema de iluminación hacía que
sus huesos sobresalieran de su rostro, por lo que parecía casi esquelético.

Al igual que la muerte cuando viniera a reclamarla.

"¿Qué estás haciendo aquí?"

"Estaba buscando a Alexia".

"Pero te dije que escapó con el dragón."

"Tenía que verlo con mis propios ojos", dijo, mirando alrededor del triste entorno con incertidumbre.
Había tan ciegamente confiado a Lotharus que instruyera a Alexia con las formas de un soldado, en
la guerra. De repente, se preguntó si no lo había hecho en detrimento de todos.

"¿Hay algo mal?"

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Con las palabras de Lotharus, abrió la boca, mirando hacia arriba. Se puso de pie, ahora más cerca,
a un pie de distancia, mirándola con atención, sus ojos viendo más de lo que quería.

"Lotharus, yo - yo creo-balbuceó ella, sus dedos tomando más fuerte el arma, sintiendo su fría
indiferencia penetrar a través de ella hasta su médula ósea.

"Sí," la urgió, una ceja levantándose con pregunta como un ala oscura sobre sus ojos vacíos.

Catija tragó. "Creo que deberíamos posponer la boda hasta que mi hija haya regresado sana y salva.
La gente no entendería cómo podría celebrar, con ella... en las manos de estos peligrosos
monstruos. "
"Por supuesto", dijo sin dudar. "Entiendo por completo." Abrió los brazos para que ella entrara en
ellos. Temeroso porque sabía que no estaba tan drogada como debería estar, Catija se obligó a
sonreír y lo logró.

Sin embargo, esta vez mientras sus brazos estaban alrededor de ella se sentía como en una prisión
en vez de un santuario. Los labios en su cuello enviaban un estremecimiento de miedo más que de
lujuria por la espalda.

La daga parecía ponerse más pesada en su mano, el metal caliente contra de su carne. Catija
parpadeó mientras se daba cuenta. En ese momento, sabía lo que tenía que hacer. Sabía que su
camino sin fin a través del enfermo tablero de juego de Lotharus estaba a punto de llega a su fin.

Como si los acontecimientos se quedaran fuera de su propio cuerpo viéndola trans pirar, vio su mano
elevándose al cielo. La punta dentada de la daga apuntando hacia abajo, flotando sobre la espalda
de Lotharus como un demonio de dientes afilados.

"Lo siento", se oyó decir. "Habrías sido un gran Rey, Lotharus".

Los labios sobre su piel se detuvieron. Su boca rozó el costado de su rostro, su aliento calentando la
piel debajo de su oreja.

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"Yo todavía lo seré."

Su brazo en alto se sacudió, la hoja manchada de sangre vibró con la vacilante luz del fuego. "¿Qué
has dicho?"

Lotharus se echó hacia atrás, su cuerpo desplegándose ante ella como una gran serpiente
levantándose ante el golpe. La satisfacción iluminó sus ojos cuando vio lo que debió haber sido una
sorpresa para ella. Sonrió, sus colmillos largos y colgantes temibles. "Jaque mate".

Fin del juego.

El corazón Catija se detuvo en un punto muerto. Por espacio de un latido, se quedaron quietos y en
silencio. Luego se lanzó. Gritando, Catija lo apuñaló fuerte y rápido, encontrando poca resistencia
mientras hundía el metal en su omóplato. Sin embargo, eso no lo detuvo. Sus colmillos se hundieron
en su cuello, duro y profundo. Catija abrió la boca para gritar de nuevo, pero no salió nada.

La fuerza, el dolor de su mordida, trajo lágrimas a sus ojos y se robaron el aire de sus pulmones. A
ciegas, con las manos sosteniendo la manija de la daga, tratando de zafarse para poder atacar de
nuevo. Cuando no se movió, tiró de la tela de su abrigo, empujando sus hombros y su cabeza en un
intento de liberarse. Él apretó su muñeca, lo que obligó a mover su brazo tras ella, donde la había
herido. Presa del pánico, sintiendo la fuerza su vida abandonarla, Catija levantó la mano libre,
arañando su cara, tratando de escapar. Sin embargo, fácilmente él restringió su mano también.

La banda de su brazo se tensó alrededor de su cintura con cada tirón de la sangre que extraía de su
cuerpo. Poco a poco, una luz azul suave y rosa como vapor salió de su piel. Su poder. Una vez más,
Catija trató de luchar, trató de retorcerse para poner distancia. Sin embargo, el brazo a su alrededor
sólo se apretó como un constrictor con cada esfuerzo, hasta que no pudo conseguir llevar más aire
en sus pulmones.

A medida que drenaba la vida y la energía de su cuerpo, el único pensamiento coherente


a través de lo que quedaba de su mente consciente eran para Alexia. Las imágenes de ella como
una niña pequeña, vibrante y alegre, pasó por delante de sus ojos. Su pelo largo, brillante, con las
mejillas regordetas, ojos oscuros brillando con alegría detrás de las pestañas largas y gráciles. Un
sollozo atascado en su garganta.

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Lotharus finalmente se retiró, su control dándole un descanso. No se podía mover o mantenerse a sí


misma, se dobló bajo su brazo, sin huesos y débil. Jadeante dando pequeñas respiraciones,
rápidas, Catija utilizó su últimos vestigios de fuerza para sostener la mirada de Lotharus. Él sonrió y
ella al instante deseó que su sonrisa atroz no fuera la última cosa que veía en esta tierra.

Convocando su última fuerza, entornó los ojos en su cara, orgullosa de los cortes que sus uñas
habían rasgado en su una vez prístina piel.

Sabiendo lo mucho que lo molestaría dijo. "Adelante", suspiró.

"Termínalo".

Él sonrió y le pasó la mano por la mutilada garganta. La Reina siseó con una respiración mientras él
clavaba las uñas en su herida, haciéndola casi negra en agonía.

"Todo a su tiempo, mi amor."

Alexia pasó los dedos por el pelo grueso de Declan, por la nuca de su cuello, sobre el puente amplio
de sus hombros. Pulida y caliente, su boca reclamó la de ella. Al contacto, sintió que algo dentro de
ella se doblaba. Pasando los brazos alrededor de su cuello una vez más, sacó la parte posterior de
su cabeza, y lo arrastró más cerca, más duro, contra ella. El peso delicioso de él le enviaba una
sacudida familiar de vértigo a través de su fragmentado cuerpo. Cada vez que la tocaba, movía la
lengua en su boca, y la enredaba con la de ella, girando la cabeza y el mundo cayendo bajo ella.

Su mano rozó la garganta al mismo tiempo que deslizaba las manos por ella. Un rastro de piel de
gallina siguió su estela. Una vez más, su ala la levantó a su encuentro, a la longitud del roce
deliciosamente duro de él contra ella. Una grieta se disparó como un rayo de placer a través de su
cuerpo. El calor inundó su corazón. Los pantalones de cuero que llevaba ceñidos demostrado ser
una delgada barrera, la única barrera entre ellos. Y la quería fuera.

Como si hubiera leído su mente, deslizó sus pantalones por sus piernas, en sustitución del
calor de su cuerpo. Anhelaba su toque, su sangre, y arqueó sus caderas en una invitación. Algo
suave y fresca se sintió a alrededor de la herida de su espalda, presionando su descarga contra su
cuerpo desnudo. En trance, permitió que el ala la sostuviera en su abrazo, permitió que el dragón
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introdujera la muy potente y embriagadora parte masculina de él dentro de ella. Sin dudarlo un
instante, ella lo tomó dentro.

Sus manos recorrieron más su piel suave, casi caliente al tacto, mientras él se trasladaba con gracia
encima de ella, metiéndose con habilidad en su interior. El calor de su deseo amenazaba con
quemarla, engulléndola. Y a ella no le importaba. Todo se sentía bien. Más bien de lo que había
imaginado estando con otra persona. Confiaba, confiaba en el fuego entre ellos, casi como si se
tratara del destino, como debía ser. Estaban destinados a ser....

Alexia se quejó, el sonido profundo y primordial despertando de su sueño. Mientras la conciencia se


deslizaba, lo primero que notó fue lo absolutamente caliente que estaba - desde la punta de sus
dedos de los pies hasta sus oídos. Inconsciente, una sonrisa de sueño curvando sus labios y se
dobló más en el colchón. Un ceño fruncido apretó su frente. La cama se sentía... diferente, sedosa.

Sus ojos se abrieron de golpe. Una parte consciente del cerebro luchando por descubrir cuál de las
muchas sensaciones desconocidas que estaba experimentando la habían despertado. Las sábanas
de seda se deslizaron bajo de sus brazos y cara. El aire, fresco y puro, sin pizca de agua salada en
él. El calor provenía del cuerpo tendido a su lado como una masa larga y sólida. O la mano posesiva
extendida a través de su abdomen. Declan.
Tomó aire y lo sostuvo. ¿Dónde estaba? ¿Qué había sucedido? No podía recordar nada más allá de
la pelea con la horda y los dragones.

Cerrando los ojos, luchó por recordar, luchó para tamizar a través de la gruesa niebla en su mente.

Nubes.

Cielo.

La caída.

El estómago se le revolvió en la memoria. Se había caído.

¿La había atrapado?

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Un gruñido bajo retumbó por su oreja y cambió el cuerpo a su lado. Su frente se curvó apretada
contra su espalda en un movimiento que envió más calor a través de ella. El brazo a su alrededor se
apretó, tirando de ella hacia él, y el aroma potente y masculino de él enroscado a su alrededor. Un
olor a limpio y picante, diferente y aún así Declan. La abrazó por un minuto o más antes de que
despertara. Se dio cuenta en el momento en que lo hizo. La mano en su vientre se puso rígida,
mientras se sorprendía de encontrarla allí, antes de llevarla lejos.

-Lo siento-murmuró, rodando sobre su espalda.

Una ola de frío se filtró a través de ella. Una parte de ella quería retroceder y sentirlo contra ella,
aunque sólo fuera para experimentar un momento el despertar en sus brazos.

Luego se fue. Su mano alcanzándola de nuevo antes de que su mente pudiera detenerlo,
aterrizando en su pecho desnudo. Un disparo eléctrico sacudió su brazo con el contacto. Haciendo
caso omiso de ella, deslizó la mano más a su lado y tiró. Su cuerpo llegó sin luchar. El peso delicioso
de su brazo cayendo a su alrededor.

"Sólo abrázame. Por favor."

Lo oyó tirar en una respiración con su declaración. Como sin querer forzarlo a hacer nada, metió las
manos bajo sus mejillas y esperó a ver que haría. Al principio, no se movió. Luego sus dedos
rozaron su clavícula. Su mano haciendo su pelo a un lado, exponiendo su cuello y hombro a su vista.
Su barbilla áspera por la barba acariciando el hueco de su cuello. Después, la boca, esos labios
suaves y cálidos con los que ella había soñado, cubrieron un lado de su garganta. Los ojos de Alexia
revoloteaban cerrados y un temblor de lujuria pasó a lo largo de su espina dorsal.

En un impulso primario, se arqueó hacia atrás, rectificado su trasero contra él. Imposiblemente larga
y dura, su erección se ubicó en la curva de su cadera. Su boca abierta, sellado contra su cuello un
beso abrasador, con la boca abierta. Al instante, el deseo zumbó a lo largo de la necesidad en su
piel y una necesidad filosa como navaja atravesó su abdomen. Ella abrió la boca, sorprendida de
cómo su cuerpo respondía a la tiesa necesidad y anhelo de su toque.

Una gran mano cubrió el hueso de la cadera, tirando de ella a él mientras se balanceaba hacia
adelante. Alexia extendió la mano, dobló los dedos sobre las hojas satinadas frente a ella con el

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vigor de la nueva ola de pasión que le pasaba por en medio. Él no se detuvo. Su boca hambrienta
abriéndose camino a su oreja, tomándola en su boca. Con fuego por él, trató de volver la espalda,
para verlo, para tocarlo, pero su control se apretó, manteniéndola en su lugar. Alexia cerró los ojos,
un temblor desplegándose en su espalda, mientras su boca continuaba su dulce asalto en el cuello.

Firme y fuerte, la otra mano se deslizó hacia arriba, acariciando sobre su desnudo abdomen. Sólo
entonces se dio cuenta de que su corsé había desaparecido, siendo sustituido por un vendaje de
algodón que la envolvía alrededor. La mano de Declan bordeaba su herida, llegando hasta el lugar
para tomar su pecho. Su mano envolviendo su carne, amasando. Sus largos dedos doblados sobre
la punta de su pezón erecto dolorosamente, rodando entre ellos.

Cuando volvió a presionar la espalda contra la dura longitud de él, un escalofrío masivo pasó por su
cuerpo y exhaló una exclamación en la maraña del pelo en su oreja. Con la necesidad cruda en su
voz, Alexia gimió, sintiéndose viva y con fuego, pero de alguna manera todavía hueca e incompleta
en el interior. Como si sólo él tuviera la llave de su cordura, su cuerpo y alma. Sólo él podía traerla a
la existencia, traerla de vuelta del precipicio, donde las escamas de su existencia se tambaleaban.

"Declan," dijo con una voz que no sonaba propia.

Se calmó y levantó la cabeza de su cuello. "¿Qué quieres?" Jadeó. Sus dedos corrían por sus
mejillas, por debajo de la curva de su cuello que acababa de besar. "Dime, pequeña vampiro".

Alexia se volvió hacia él. Esta vez se dejó caer sobre su espalda, quedándose en sus brazos. Se
quedó sin aliento ante la vista de él flotando por encima de ella, su rostro hermoso, el color índigo
profundo de sus ojos y la deliciosa curva de su boca. Sí, eso era lo que quería. "Bésame".

Sus ojos se movieron por su rostro, como si tratara de leer su mente. Luego se abalanzó, con la
boca cubriendo la de ella. Alexia suspiró con el contacto y separó sus labios con impaciencia
permitiéndole entrar. Resbaloso y caliente, su lengua corría a lo largo de la costura de sus labios
antes de perderse entre ellos y lamer probándola.

Alexia levantó la mano, tomando su cara. Los músculos bajo de su mano doblados, su poderosa
mandíbula trabajando con la de ella abriéndola con cada exigente lanza de su lengua. Cuando
finalmente se retiró, Alexia se quedó sin aliento y temblorosa. Enredó sus dedos en el pelo en su

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nuca, sin estar dispuesta a dejar siquiera una pulgada de distancia entre ellos. Los rizos suaves
deslizándose a través de sus dedos. Su respiración jadeante contra sus labios, su boca caliente.

"Ahora, ¿Qué quieres?" Respiró la pregunta en sus labios.

Ella arqueó la espalda, se retorcía bajo de él. "Tócame".

A su petición, él gimió e inclinó ligeramente la cabeza, acercándose más a ella. Pero en lugar de
tocar sus labios con la boca, se balanceó hacia delante, con las caderas moviéndose contra la de
ella. Largo y duro hierro, se sentía su erección situada entre sus muslos. Se dejó caer de rodillas y
se desplomó más ampliamente en el marco de su dispuesto cuerpo. Una gran mano envolvió la de
ella, aplanando su cóccix.

El fondo de su mente anhelaba desplegar sus alas y ayudarla a medida que hacía su sueño realidad.
Sin embargo, su siguiente movimiento demostró que no necesitaba ayuda.
Con un gemido oscuro, obligó a sus caderas a cumplir con su empuje en seco a un lado.
Un suspiro cayó de sus labios, sus dedos se cerraron en sus bíceps.

Sin embargo, su boca se cernió sobre ella. Su mirada caliente veía su reacción con cada toque. Era
desesperante, erótica y la conducía a la locura. Declan pasó la mano a lo largo de su plano
abdomen mientras subía la espalda, con los nudillos rozando sus pechos. Kilómetros y kilómetros
de piel lisa se unieron en sus manos y que no podía mantener fuera de ella. A pesar de su herida
había comenzado ya la curación, evitó la sección de carne vendada, permitiendo que su alcance
apenas pasara sobre la piel suave y aterciopelada a ambos lados de ella.

Se inclinó, presionando los labios contra la carne de sus mejillas, a su mandíbula. Un gemido la
estremeció y se deslizó fuera ella, mientras su cuerpo ondulaba bajo su boca en una deliciosa ola.
La lujuria, dura y desenfrenada, pasaba en estampida a través de él. La sangre en su cuerpo
escurría de su cabeza hasta su erección palpitante. Bajándose, se concentró en satisfacer a Alexia.

Su boca bajó por la columna de su delgado cuello, localizando la línea de su clavícula y viceversa.
Prestando especial atención al suave hueco en la base de su cuello, donde, cada vez que su lengua
pasaba, un coqueto ronroneo salía de ella.

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Poco a poco, su mano se deslizó más allá de su caja torácica, levantando la palma a un pecho
mientras su boca se dedicaba a la piel sensible entre ellos. Alexia se arqueó en su mano,
conduciéndolo hasta su duro pezón en el centro de su palma. Su cabeza daba vueltas y su boca se
hacía agua. Sintiendo el peso de él en su mano, besó su pecho a su manera, poniendo un beso con
la boca abierta en la piel suave antes de tomar la erecta punta entre los labios.

Los dedos largos se enroscaron en la parte posterior de su cabeza. Cerró la boca sobre ella duro,
sobre su pezón, haciendo girar su lengua alrededor de la punta, mientras que imitaba el movimiento
con los dedos sobre el otro. Las manos en su pelo se apretaron y un grito voló de sus labios.

Sonriendo, Declan continuó su camino por su cuerpo. Sacudiendo su labio inferior, pasando sobre
sus costillas, su vientre, sus huesos en la cadera. Poco a poco, moviéndose por los planos
pantalones de piel. Una pequeña voz le decía que se estaba moviendo demasiado rápido, así que
cambió de mano y la sacó hacia afuera. Su palma cubriendo la de ella, deteniéndose.

"No te detengas," dijo con un suspiro. El calor y la excitación suavizando sus ojos y su piel por lo
general sonrojada un delicado color rosa. A pesar de que parecía que lo estaba disfrutando a cada
momento hacer el amor, tenía que estar seguro.
"Estás..." Las palabras se atascaron en su garganta cuando ella agarró su mano y la bajó al cuero
para él. Su corazón tartamudeó y un gruñido vibró en su garganta al sentirla. Debajo de su mano, su
carne era caliente y estaba desnuda por completo. Sólo un mechón de pelo impedía el paso de sus
dedos por sentir la suavidad aterciopelada de su sexo

.
"Dioses", Susurró contra su cuello mientras sus dedos se movían entre sus húmedos pliegues. "Ya
estás tan mojada para mí."

Alexia no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero no le importaba. Lo único que sabía era que
nunca se había sentido así antes. Lo necesitaba, necesitaba sus besos, su toque, y los necesitaba
ahora mismo. Más que sangre, más que el cristal de los condenados, más que su próximo aliento.

"Tengo que..." –murmuró él.

La cama se hundió hacia abajo por el peso mientras se movía bajando. El aire frío sopló
a través de su carne caliente al lado de donde habían permanecido. Firmes manos la agarraron por
la cintura, sacándole sus pantalones. La tela relampagueando por sus piernas con la fuerza de su

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extracción. Una burbuja de aprehensión en su interior se elevó al sentirse desnuda, tan desnuda,
delante de él. Ella lo ignoró.

Cuando se posicionó por encima de sus muslos y los obligó a abrirse, sus ojos se abrieron de golpe.
Bordeando su cuerpo entre sus piernas, le pasó una rodilla por encima de sus hombros amplios y se
hundió. No pudo evitar la burbuja que se formó esta vez y se apoyó en un codo para mirarlo.

"Declan, Qué..." Sus palabras se convirtieron en un suspiro sin aliento mientras su lengua bañaba la
apertura de su sexo con una lánguida lamida.

"Declan-exclamó ella-, con un rastro de incertidumbre evidente en su voz.

Su oscura cabeza se levantó. "Relájate, Alex. Nunca te haría daño."

Alexia se mordió el labio inferior y contuvo la respiración, esperando. Sus penetrantes ojos azules
nunca dejaron los de ella cuando abrió la boca, la lengua lamiendo su longitud de nuevo. Los muslos
de Alexia temblaban y sus brazos temblaban también por la réplica de felicidad que recorrió su
cuerpo de pies a cabeza. Caliente y húmedo, nunca había sentido nada más deliciosamente
malvado en su vida.

Él arqueó una ceja ante ella. Los ojos azules como el mar bailando de una forma que hacía su viaje
acelerado hasta su corazón. "¿Confías en mí?"

Con su gesto sin palabras, la envolvió con sus brazos apretando alrededor de sus muslos, llevándola
más cerca de su boca. Sus movimientos tuvieron a Alexia moviéndose contra las sábanas. Cayó
contra la cama con una sonrisa vertiginosa que murió en su garganta al momento en que sintió su
cabeza entre sus muslos. Los dedos separando sus pliegues, dejando al descubierto su carne
caliente ante su mirada. Se le hizo un nudo en el estómago, a la espera, con anticipación y anhelo
por el siguiente paso de su boca. No tuvo que esperar mucho.

Profundamente caliente, apretó su boca contra ella. Se mordió el interior de su mejilla para no gritar.
Declan movió su lengua contra ella de nuevo y de nuevo, gimiendo como si fuera lo más dulce y
delicioso que había probado nunca.

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Febril, con hambre, la devoraba, su consumo en una vorágine de deseo.

Alexia se agarró de la cama, las sábanas frescas deslizándose entre sus dedos.

Con dolorosa precisión, arremolinó su lengua contra el vértice donde le dolía. El botón sensible
pareció pulsar y espesarse con cada tirón de sus labios, cada vez más sensible con cada paso
vacilante. Cuando sujetó con su boca todo el meollo, sosteniéndolo entre sus dientes, bolas de luz
salpicaron su visión. Cada músculo de su cuerpo se apretó y luego se derritió hasta que ella quedó
rígida y sin embargo sin huesos, al mismo tiempo.

Temblando, se apretó contra él. Él gimió, su lengua entrando en su canal, su arpón. Alex abrió la
boca, la espalda inclinándose fuera de la cama. Una mano grande aplanándose por encima de su
vientre, sosteniéndola en su lugar mientras la otra se unía a la boca entre sus piernas. Centró su
atención en la lengua yendo de nuevo en su clítoris, dejando que deslizara dedo en su lugar.

"Declan." Estuvo a punto de gritar su nombre mientras una nueva ola de placer crecía dentro de ella,
lamiendo sus entrañas como una lengua de fuego. Su grito parecía una espuela, pues comenzó a
bombear con el dedo dentro y fuera de ella en rítmicos pulsos. Su cuerpo resistiendo con cada uno.
Codiciosos, su canal cerrado alrededor de su dedo, abrazándolo y chapándolo con su cuerpo. Dio
otro paso, estirando deliciosamente mientras que su malvada lengua se mantenía girando sobre su
clítoris.

En ese instante, no podía pensar, no podía ver. Cada músculo de su cuerpo se puso rígido. Sus
pulmones incautados por lo que no podía respirar y sus colmillos se extendían penosamente largos.
El zumbido constante de un millar de alas aumentó en su vientre. Comenzaron a golpearla
frenéticamente contra las paredes de su interior, como si estuvieran tratando de liberarse. Después,
en un momento de éxtasis cegador, la presión subió y explotó ella. No pudo contener su llanto en
ese momento. Cantó fuera de ella. Sin que los brazos fuertes de Declan que la mantuvieran en
tierra, estaba segura de que habría flotado hacia el cielo.

Temblorosa, con la respiración jadeante, Alexia estaba inerte sobre la cama, incapaz de
moverse. Registró que Declan alejaba su cuerpo de sus piernas. Sentía la suave caricia de sus
labios calientes sobre el vientre, en cada costilla, sus pechos, su clavícula, detrás de la oreja. El

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colchón se hundió cuando finalmente estuvo a su lado, un brazo fuerte protector alrededor de su
cintura.

A medida que flotaban de regreso a la conciencia, el repiqueteo constante del latido dentro de ella
comenzó a menguar. Las alas de la pasión embriagadora que había volado a liberarla lentamente la
traían de vuelta a la tierra y al mismo tiempo se sentía abrumada por ambos: asombro y la
vulnerabilidad.

"Yo nunca... Yo nunca..." Ella lo miró, tumbado junto a ella, y frunció el ceño. "¿Qué me hiciste?"

La esquina de sus labios se curvaron y otro aleteo atravesó su vientre. La Palma de su mano cálida
cubrió su estómago y empezó a hacer círculos pequeños y planos en él como si hubiera sentido el
alboroto que causaba en su interior.

"Espero haberte complacido". Su voz era profunda, gruesa y confiada. Pero sus ojos tenían el
inconfundible toque de la duda. El corazón de Alexia se disparó y una tímida sonrisa salió de sus
labios. Nunca había sentido tan femenina, o muy parecida a ruborizarse, pero sabía que estaba
haciendo ambas cosas.

"Oh, Lo hiciste. Nunca sabía que podía ser así."

Su rostro se puso serio y supo de inmediato que su mente se había ido. Una mano se posó sobre la
parte posterior de su cabeza, tirando de ella hacia él. Se escabulló más cerca, llevándola en sus
brazos. Desde los hombros hasta los dedos, sus cuerpos prensados juntos, su dureza contra su
suavidad.

"Alex", murmuró, metiendo la cabeza a su pecho. “Sólo será así conmigo."

Ella se estremeció. Sus palabras no eran una promesa vacía, sino una feroz convicción. Un voto que
ella sabía nunca la dejaría ir. Alexia cerró los ojos.

"Me gustaría poder contestar", susurró.

"¿Contestarme qué?"

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"Tus recuerdos de aquella noche. Sólo uno de nosotros debería tener que vivir con eso."

Sus manos tomaron sus mejillas, obligándola a encontrar su mirada. "Estoy contento de saber. No
sólo me ayuda a entenderte, sino que lo hará aún más gratificante cuando lo mate."

La idea de él luchando contra un antiguo malo tan malo como Lotharus era casi imposible de
soportar físicamente. Alexia se tragó el miedo y se centró en la emoción que pasaba a cada segundo
a través de ella.

"Dime otra vez, ¿cómo puede saber lo que te hizo?"

Declan cerró los ojos. "Lo que te dije aquella noche en el calabozo fue cierto. Yo lo vi”.

Antes de que pudiera hablar para refutar su afirmación, se pasaron los dedos por el cabello suave
que enmarcaba su rostro y silenciaba sus palabras. "He estado soñando contigo, Alexia. Todas las
noches, no, cada vez que cierro los ojos ", respondió moviendo una mano a través de los hilos de
seda amarilla. "Pero no son como sueños normales" frunció el ceño." Se parecen más a -”

"Recuerdos", Terminó por él.

Abrió la boca para responder, pero no salieron las palabras antes de que ella hablara de nuevo.

"He soñado contigo, también."

El corazón de Declan calló, presa de un pánico repentino. Sólo podía imaginar qué verdades
horribles habría visto enterrados en algún lugar de su pasado. "¿De verdad?"

"Sí. Ahora mismo y antes en el calabozo." Asintió, con una confusa expresión en su rostro. "Pero, no
podría haber sido real. Quiero decir, no creía que fuera posible hasta que... "

Un rubor se deslizó a través de sus mejillas y metió la barbilla en su pecho. El peso aplastante de su
espíritu la levantaba. Sonriendo, le pasó la lengua por los labios. Su

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sabor a miel se quedó en su boca y su pene se contrajo con el gusto. Obligándolo a volver a su
necesidad, inclinó la cabeza, obligándola a mirarlo.

"¿Qué viste en tu sueño?"

Cada centímetro de su piel en su barbilla, enrojecida con un atractivo color rosa y supo la respuesta.
Al instante, fue sitiado por unas increíbles ganas por la mujer tumbada a su lado. La mujer a la que
todavía podía probar en su lengua. Se preguntó si ese color tentador correría por su piel y cara
mientras se mecía en su interior. Si así era como se vería al momento de alcanzar su máximo placer
y su cuerpo hubiera escurrido hasta la última gota de placer del suyo.

"Nos veo juntos."

¡Oh!, Dioses. Con su admisión, su pulso latió en sus oídos. Aclarando su garganta, se centró en
hablar, en asegurarse de que estaban en la misma página y que no se perdió por completo el deseo
por ella.

"Nos viste juntos, ¿Cómo estamos ahora?" Le preguntó.

Ella negó con la cabeza y otra ola de color pasó a través de sus mejillas, seguido rápidamente por
un ceño fruncido. "No así. Pero no tiene sentido".

Declan no pudo evitar sonreír. "¿Que no tiene sentido?"

"Bueno, por una parte, estabas herido." Levantó la mano, pasándole un dedo por la mejilla. -Aquí
mismo. Y no veo una cicatriz. " Un escalofrío se movió a través de él con su simple toque. Declan
acomodó más su peso sobre de ella, soltando un gemido con la sensación exquisita de su piel en la
suya. Un brillo salió de sus ojos, calentando cada centímetro de su carne. Sus ojos cerrados, el calor
construyéndose palpable entre ellos.

"¿Y dos?" -preguntó, su voz profunda y gruesa. Doblado, rozando sus labios contra los de ella, en un
suave susurro. Los de ella separándose bajo ellos, su boca ansiosa y dispuesta. La euforia
zumbando a través de él en la sabiendo que ella se veía tan afectada como él por su cercanía.

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"Estaba volando", susurró contra sus labios. "Tenía alas, como las tuyas."

El pelo en la parte posterior de su cuello se erizó y le salpicó la carne, a pesar de que su cuerpo
estaba todo menos frío. Declan se movió hacia atrás. Poco a poco, con los ojos abiertos, una sonrisa
perezosa curvando s sus labios.

A pesar de que aún sufría por ella, la confusión y asombro tomaron el lugar de su
deseo. Se sentó en posición vertical, arrastrándolo la sábana con él. Alexia rápidamente tomó el
borde, apretándola contra su pecho desnudo conscientemente.

"Declan, ¿Qué pasa?"

"Nada." Trató de sonreír a pesar de su estómago revuelto.

"¿Tienes hambre?"

CAPÍTULO 14
Voces bulliciosas llenaban de música la gran sala. Alexia cambió sus hombros, jugueteando con las
capas gruesas de la pesada ropa que Declan le había dado para que usara. Aunque áspera y no
cómoda, comprendió de inmediato por qué los dragones llevaban tales
prendas de vestir. Su enorme guarida estaba en las montañas cubiertas de nieve. Incluso en esta
enorme sala, llena de cuerpos y braseros rugientes, la temperatura se sentía por debajo de cero. No
estaba acostumbrada a algo menos de cincuenta grados.

Mirando abajo y más lejos que su jersey sobre la piel, la mirada de Alexia vagaba por el espacio.
Este salón le recordaba la fortaleza de la Edad Media de las leyendas y cuentos de Auld. Bárbaros
incluso, y nada como los refinados jardines de la cámara de su madre. Mesas de madera maciza se
alineaban llenando el espacio. Las cuatro grandes fosas de las que salía fuego en el suelo alrededor
de ellos quemaban brillante y grandes animales que giraban encima de cada una. El olor caluroso de
guiso y el pan horneado perfumaban el aire, haciendo que su estómago gruñera.

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Astas, pieles de animales que habían cazado y comido llenaban paredes y pisos de la cavernosa
sala. Por lo que Declan le dijo, utilizaban todos los pocos animales que mataban. Si la joyería rústica
colgando alrededor de su cuello, los candelabros de cornamentas y cabezas de animales montados
en las paredes eran una indicación, le creía.

Una risa desenfrenada rasgaba el aire, seguido por una fuerte explosión. Alexia abrió la boca,
lanzando su mirada a una mesa cercana. Un hombre que había obviamente bebido demasiado cayó
de su taburete. Alexia se tensó y se preguntó si el hombre más grande inclinado sobre él lo iba a
castigar. Sin embargo, sólo extendió una mano y le ayudó a levantarse.

Respiró hondo, para relajarse un poco. Este grupo era bullicioso y vivo, cálido y lleno de vibrante
vida. La antítesis de lo que estaba acostumbrada. Otro temblor la atormentó. Tiró la piel más estricta
en torno a sus hombros, ignorando el olor persistente de los animales mientras daba una
respiración.

Dando otra rápida mirada por la habitación, vio que todo el mundo usaba pesados suéteres, sobre
todo en tonos tierra y algunos en mejores condiciones que otros. Botas de combate negras parecían
ser el calzado de elección y, en general daban una sensación de masculino y áspero impregnándolo
todo, desde la decoración a la ropa hasta sus personalidades. Incluso las pocas mujeres que podía
discernir tenía bien definidos sus músculos, cuerpos firmes – cuerpos de guerreros. Un pueblo tan
duro. Vagamente
se preguntó cómo sería la suya en comparación. ¿Eran tan ásperas y resistentes, duras y severas?
¿Tenían fiestas grandes de este tipo?

El pensamiento pasó a través de sus pensamientos, un agujero de asombro y duda creció más
grande, más amplio en su interior. Toda su vida había luchado por gente que ni siquiera conocía. Sin
embargo, Declan sabía por que luchar, lo que estaba en juego.

Una vez más sus ojos la buscaban. Se puso de pie al lado de un pozo de fuego rugiente, sus labios
hacia atrás en una sonrisa relajada. Las llamas acentuaban el tono dorado de su
piel y el color azul oscuro de sus ojos. Llevaba un jersey de lana enorme, tan blanco que
se preguntó si la piel no vendría de un oso polar. Los puños masivamente enrollados
gruesos, pero aún colgando alrededor de sus muñecas. Se preguntó brevemente si habría sido
alguna vez de su padre. Declan había dicho que era un hombre grande, y este suéter se había
ajustado a él, sólo podía imaginar su tamaño. Pantalones oscuros se aferraban a sus musculosas
piernas. Los extremos metidos en sus botas de combate, sin apretar los cordones atados. Extraño,

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era extraño verlo con la ropa puesta. No tener cada centímetro de su cuerpo perfecto cubierto y
expuestos a la mirada.

Levantó los brazos, colocó la taza en sus labios. Señaló que llevaba un par de guantes negros sin
dedos. De inmediato, sus ojos quedaron atrapados, paralizados en sus
manos. Tan fuerte y elegante. Incluso en una sala de audiencia a media de distancia de él, podía
sentir su caricia fantasmal en su piel. Una sensación de alegría mezclada con la presión constante y
duda pesó sobre su pecho. El usó una pequeña sonrisa, y ella miró hacia otro lado sólo para ver a
una mujer de pelo negro pasar junto a un jovencito a su lado. Alexia le ofreció una sonrisa, pero la
mujer agarró a su hijo más protectoramente en su brazo, como si protegiera a sus crías de un
monstruo.

La sonrisa se le cayó de la cara. La mujer se acercó a un grupo de hombres. No tenía necesidad de


oír sus palabras para saber que hablaban de ella. El odio en sus ojos lo decía todo. Alexia tragó y
volvió su atención en su regazo, sintiendo una punzada fría de la realidad atravesando su corazón.

Era el monstruo.

Declan miraba una Lexia y frunció el ceño. Había estado nerviosa desde el primer momento que
había entrado en la sala. Lo había detectado inmediatamente y, a pesar de que entendía la causa, lo
sorprendió. Estaba tan al tanto de ella y sus soldados. Después de todo, había logrado atraparlo
cuando nadie más había podido hacerlo.

Con el recuerdo una leve sonrisa curvó sus labios. Estaba sorprendido por ver cómo se habían
movían de un extremo a otro sin darse cuenta de cuándo o cómo había ocurrido. En un momento él
la odiaba. Al siguiente, no podía soportar estar lejos de ella. Dioses, si al verla sentada en su salón
no le había traído una sonrisa a los labios, entonces nada lo haría. Había vivido en el miedo por
muchas horas, en días pasados, para verla segura, donde las malvadas maquinaciones de Lotharus
no podían herir su caliente corazón.

Una sombra pasó por sus pensamientos.

"Tenía alas, como las tuyas."

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Declan se tensó frente al recuerdo. Una sospecha persistente de lo que eso significaba se movía en
su mente.

"Te atreves a traerla aquí. A nuestro salón. Nuestra casa".

Todos sus pensamientos se desvanecieron con la voz de Falcon. Declan se volvió hacia él. Las
llamas de una hoguera cruzando su rostro. La ira iluminando los ojos esmeraldas de su amigo que
no estaba bastante seguro mereciera. Declan mordió su mandíbula y se volvió a la fiesta. Dando la
vuelta sobre sus talones, apretó los brazos alrededor de su pecho y se llevó la jarra de aguamiel
caliente a los labios.

El olor fuerte de alcohol llenó su nariz de un segundo antes que el dulce sabor le golpeara la boca.
Su cerveza casera potente bajó caliente y suave por su garganta. La necesidad de aventar la taza
de regreso, para sentir su calor deslizándose por su garganta, dándole el valor para continuar esta
conversación, casi era demasiado que soportar. Dejó la taza descansar en su brazo.

"Aunque no puedes traerte a ti mismo algo que lo justifique en voz alta, ¿verdad?"

"Falcon, no voy a tener esta discusión contigo."

"Este debate se inició en el momento en que entraste a través de la puerta de enlace


con ella en brazos. Todo el mundo está hablando de ello, acerca de cómo su rey es un traidor "

"Recuerda a quien le estás hablando", dijo Kestrel, dándole una palmada a su hermano en el
hombro.

Falcon se zafó de su abrazo. "De eso se trata. No sé quien es este hombre. Sabía que Declan
odiaba a los vampiros que mataron a sus padres. Al hacer alarde de tu vampiro puta alrededor para
que todos la vean, te burlas de la muerte de los padres de esos niños" dijo, señalando a la multitud.

"Sus padres".

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Dioses, ¿De verdad? “No sabes lo que estás hablando", murmuró, molesto por la pregunta en su
propia voz.

"¿No es así? Entonces explícamelo", dijo Falcon, arrojando sus brazos a los lados. Declan miró a su
alrededor, dando gracias porque nadie le prestaba atención a sus explosiones verbales.

"No se puede racionalizar, nada de eso, y sabes ¿Por qué? Porque ella los mató".

El enojo defensivo le levantó la cabeza, sólo que esta vez no se detuvo.

"¿Y a cuántos de sus familiares he sacrificado?" Le preguntó. "¿Cuántos hemos matado como los
animales que pensábamos que eran?"

Falcon abrió la boca para hablar, pero volvió a cerrarla.

"Esos animales tienen esposas, joven," continuó Declan. "Viven, como nosotros. Aman como
nosotros. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar quién es digno de la vida en esta
tierra? ¿Quién merece morir? ¿Cuándo todos estos asesinatos y odios terminarán?"

Falcon parpadeó, la comprensión iluminando sus ojos. Con un suspiro alto y claro, se movió a paso
más cerca. Declan alzó una mano antes de dar vuelta y caminar alejándose, en dirección a Alexia,
en búsqueda de una silla vacía.

Alexia retrocedió, tirando de la capucha de lana sobre su cabeza. Manteniendo los ojos bajos, rodeó
una mesa y se dirigió hacia las enormes puertas dobles. Sin mirar a su espalda, dio un paso a través
del umbral y regresó por donde Declan y ella habían llegado. Había ido a él, al oír la mayor parte de
la lucha que había tenido con Falcon. La culpa arrancó a través de ella. En lugar de ser el adhesivo
sosteniéndola en casa, en casa de Declan, juntos, había estropeado todo y no sabía cómo arreglar
nada de eso. Se sentía
sola, perdida en más de un sentido.

"¿Te has perdido, vampiro?"

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Alexia inhaló en voz baja y se volvió para hacer frente a quien se había colado detrás de ella sólo lo
hizo a la mitad antes de que un gran cuerpo masculino presionara su espalda contra la pared más
cercana. Alexia se estrelló contra la pared, el golpe dándole en los hombros. Un suspiro arrancó de
sus labios, más por el choque que por la fuerza, pero el hombre frente a ella era enorme. Por lo
menos seis pies cuatro y todo él músculos que eran visibles debajo de su túnica color marrón
oscuro. Tenía tatuajes alrededor de sus bíceps montañosos, a través de la piel debajo de la V de la
camisa.

Un señor dragón. Tenía que ser.

Tragó y se obligó a tener la frente en alto, dispuesta a no mostrar miedo, incluso a pesar de que le
corría pesado y grueso a través de sus miembros. Él inclinó la cabeza a un lado, reconociéndola. El
pelo oscuro cayó contra su mandíbula, sus labios se apretaron. Una cicatriz dividía su piel por
encima y debajo de uno sus ojos índigo. Profunda y arrugada, la línea blanca hacía contraste con su
tez morena.

Todo el cuerpo de Alexia se tensó, la adrenalina corriendo por sus venas, diciéndole que corriera o
luchara. Y no podía dejar de notar cómo parecía completamente relajado, a gusto con su tensión,
como si estuviera acostumbrado a vivir la vida en un subidón de adrenalina.

"¿Estás sorda, vampiro? ¿O no hablas nada que no sea la lengua pagana de tu clase?"

Alex frunció el ceño. Podría haber jurado que había dicho la última frase en su antigua lengua, pero
se sacudió.

-Voy a volver a la habitación de Declan, "dijo finalmente respondiendo a su primera pregunta.

“Habitación del señor Declan. Nuestro Rey". Descubrió una hilera de dientes blancos y
se acercó más. Olía a cerveza, oscuras especias y a muerte.

Se estremeció. "Sí, a esa misma."

El dragón soltó un gruñido. "He peleado antes, ya sabes. Deberías estar en nuestra mazmorra no en
nuestro salón. No en la cama de nuestro Señor."Hizo los labios hacia atrás, golpeando las palmas en

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la pared a su lado. Alex dio un salto, y bajó los ojos a
su pecho, luego bajó más. Sentía su mirada sobre ella apreciándola y de repente se preguntó si
este bruto albergaba algún resentimiento hacia Declan por no compartir el botín de su reciente
batalla.

"Bueno, tu Rey ha encontrado otros usos para mí."

"Oh, apuesto a que tiene", dijo, arrastrando un pulgar por el labio inferior antes de estirar la mano
hacia ella.

"Griffon", dijo una voz baja.

Ambos volvieron la cabeza. Declan estaba en medio del corredor, con una taza en la mano. Su
expresión era tensa, sus ojos azules ardiendo.

"Atrás de ella. Ahora."

El dragón la miró una vez más y Alexia se encontró sosteniendo el aliento. Una sonrisa perezosa en
sus labios. Casualmente, se empujó fuera de la pared y se enfrentó a Declan.

"Sólo estaba saludando a tu nueva novia", dijo, casi acariciando su hombro contra el de Declan
como empujándolo y de nuevo entró en la sala. El cuerpo de Declan se lanzó con la intención de ir
tras él y su boca se abrió, pero las palabras que se habían formado en su mente, se las guardó para
sí. Alex vio la mandíbula doblarse en la poca luz, vio la lucha, el
cansancio en su rostro. Cerró los ojos. Luego, sus largas pestañas revolotearon abriéndose,
revelando una mirada de acero azul, ardiendo con una ira que hizo que su respiración se atorara.

Declan vio la mirada en el rostro de Alexia y supo que había leído mal su ira. Pensó que estaba
dirigido a ella. Así que cerró los ojos otra vez. Contó hasta diez, se controlaría, sabiendo que no
tenía ninguno en lo que a ella concernía. Nunca lo tendría. Sin embargo, se repitió en la mente que
no iba a masacrar a Griffon esta noche. Que el cazador no había dicho o hecho algo que
permanentemente destruiría cualquier posibilidad de que el canalla que tenía a la parte restante de
su rebaño. Trató de olvidar mientras su corazón hacía a una parada cuando lo había visto acercarse
a Alexia.

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Un miedo que nunca había sentido antes había inundado su cuerpo, adormeciendo su cerebro. La
cruda verdad se mantenía intermitente, como un letrero de neón en su mente. El cazador podía
haber arrancado sus extremidades de su cuerpo y sacado sus vísceras en el segundo que le hubiera
tomado a Declan llegar.

"¿Estás bien?"

Sus palabras la tomaron con la guardia baja. Había pensado que Alexia seguiría estando
congelada en la pared, así que cuando una mano lo rozó, estuvo a punto de saltar.

"Debo estar diciéndose esto a ti."

Una débil sonrisa salió de sus labios. Juntó Ella sus manos, frotando sus palmas como si tuviera frío.
"Sólo estoy cansada. ¿Podemos irnos?"

Declan frunció el ceño, sintiendo que no le estaba diciendo todo. Pero no le puso voz a sus
pensamientos. En su lugar, colocó la taza en una mesa pequeña a su lado y tomó ambas manos
entre las suyas. Estaban frías. Sus dedos pasaron a través de los de él, apretándola. Un escalofrío
corrió bajó por su espalda. ¿Era el frío o tocarla? Sacudió el pensamiento, tiró de su mano, jalándola
hasta el hueco de su hombro.

"Vamos-dijo, señalando al final del pasillo.

No hablaron en el camino de regreso a la cámara de Declan, pero él no soltó su mano. Era extraño
caminar de la mano con alguien, sobre todo en su casa de montaña. Declan había estado con
mujeres antes, había incluso tenía una novia seria o dos. Sin embargo, no había pensado en
ninguna tanto como lo hacía por esta mujer. Parecía que su mente se consumía con Alexia. ¿Cómo
podía hacerla feliz, hacerla sonreír, hacerla sentir cómoda? La revelación lo aterrorizaba y sin
embargo lo excitaba al mismo tiempo. Al igual que la primera vez que saltó libre de los brazos de su
madre y tomó el cielo por su cuenta.

"Siento lo de salir antes", dijo una vez que había entrado al interior. "Es que no estoy acostumbrada
a tanta emoción."

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Sus palabras tomaron a Declan por sorpresa. Cuando finalmente las registró, se
se echó a reír. "¿De verdad? Pero si hay una multitud enorme."

"De soldados", respondió ella, deslizando la pesada piel de sus hombros y arrojándola sobre su
cama. El suéter gris que le había dado para usar cayó casi de rodillas.

Vio el ligero descenso y balanceo de sus caderas mientras movía un pie frente a la chimenea. Los
aspectos más destacados de su cabello rubio llamando a la luz, haciendo que vieran como la miel de
la primavera.

"No he estado con mi gente desde que era una niña."

La sonrisa abandonó su rostro. Se dio cuenta con absoluta claridad que, si bien se preocupaba por
ella mucho más de lo que debería, en realidad no la conocía. Agarrando
la parte de atrás de su cuello, le pasó la pesada ropa sobre su cabeza. Lanzándola al suelo, se
acercó, caminando detrás de ella.

"¿Por qué?" Le preguntó. Cuando no respondió, le extendió la mano, acariciando lentamente con las
manos arriba y abajo sus brazos, sus dedos apenas sobre la piel cada vez que llegaba a su
antebrazo. Incluso ese toque le hacía un nudo en el estómago, su corazón lata más rápido. Dejó
escapar un suspiro y se quedó en sus brazos. Después de una pausa, alzó la barbilla. Declan no
habló, pero la instó a hablar con los ojos.

"Lotharus", dijo ella, cerrando la suya como si le doliera decir incluso su nombre. "Él aconsejó a mi
madre que nos separáramos de los compuestos. Dijo que sería en nuestro mejor interés, si nos
separábamos. No sólo nos mantendrían lejos de nosotros si estábamos rodeados por él y sus
hombres, sino que nos elevaría. Nos mantendría intocables y supremos a los ojos de nuestro
pueblo"

"¿Y tú crees que esa es la forma de gobernar?"

Ella negó con la cabeza. -No, nunca lo hice. Creo que sólo quería aislarnos. Nos mantenía para sí
mismo."

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Sí, apuesto que sí. La rabia hirvió en sus venas y luchó para controlarlo. Necesitaba estar aquí para
ella ahora. En el presente. No atrapada en algún tipo odio por un vampiro que había dejado
cicatrices que sólo podía besar y calmar. Aunque lo matase al hijo de puta, todavía le temería,
siempre le temería. Sólo podía ayudarla a aliviar su carga.

"En mi vida, nuestra horda ha cambiado tan dramáticamente. Nuestra misión no es nada de lo que
solía ser."

La frente Declan se apretó. "Continúa."

"Mi abuela quería la paz, había trabajado para desarrollar un mejor mundo. Pero la mente de mi
madre estuvo confundida en los primeros días. Demolió y destruyó todo lo civil y creó lo que fue al
primero de nuestros soldados con Lotharus y su hermano también deformado".

"Uthen". Declan gruñó el nombre del vampiro. El mismo que había atacado y casi matado a su
madre esa noche en que su padre la había salvado. Se volvió hacia ella.

"Sí. Cuando desterró a Uthen de la horda, Lotharus hundió sus garras en ella. No ha sido la misma
desde entonces." Un pequeño suspiro desinfló sus pulmones. "Está cortado por la misma tijera que
Uthen, a pesar de que es mejor para esconder sus genes maníacos. No creo que ella lo supiera,
hasta que fue demasiado tarde."

Declan apoyó la barbilla en su cabeza, pasando sus manos por la curva de su columna vertebral.
"No tienes que volver allí."

"No espero volver allí."

Ambos dijeron las palabras de forma simultánea. Declan se echó hacia atrás, mirando
los ojos de Alexia, casi tan amplia y confusamente como los suyos.

"Pero, no puedes regresar", dijo.

La delgada columna de su garganta tragó."No tengo miedo de él."

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Declan tuvo ganas de reír, pero se contuvo. Extendió la mano, pasándola por el lado de su cara. "No
tienes que fingir conmigo, Alexia".

"Pero yo no soy..."

Él la apretó con más fuerza, obligándola a mirarlo a los ojos. "Y no me puedes mentir, tampoco."

Un suspiro bajo salió de ella. "Me da miedo a veces. Pero nunca he temido por mi vida. Mientras que
mi madre viva, no me puede tocar. Sin mencionar que sería firmar su sentencia de muerte si me
lastima. Los vanators, los cazadores de sangre, se enviarían por el Consejo y se vería obligado a
vivir en el exilio o la encarar la muerte si lo encontraran".

"Pero ya te ha hecho daño una vez y se salió con la suya."

"Te lo dije, nadie sabe de eso", respondió ella en voz baja.

”¿Y por qué no?" -preguntó, esperando que admitiera su miedo, admitir la locura de la idea de volver
a ese lugar horrible. "¿Por qué no decirle a tu madre y que lo destierren entonces?"

"No sabes lo que es vivir bajo su sombra, vivir con ella volviéndose hacia él por su toque, para todo,
mientras me regañaba como una desgracia. En ese momento, mi ascenso estaba tan cerca. Yo
sabía que sólo sería una cuestión de tiempo antes de que se convirtiera en reina y los dos se
retirarían a la colonia. Pensé que si podía aguantar hasta entonces..." Sus palabras se perdieron.

Declan le cubría los huesos de la cadera con las manos y suspiró. "¿Crees que simplemente se va a
hacer a un lado y dejar que mandes?"

"¿Qué otra opción tiene? Puede tener delirios de grandeza ahora. Pero nuestra horda está dirigida
por mujeres, no por hombres. Esa es la forma en que está." Exhaló y apretó los brazos alrededor de
sí misma."Y a partir de mañana, voy a ser la nueva reina. El nuevo gobernante. Voy a estar a cargo
de asegurar su tiranía extrema".

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Ella lo miró con una mirada que le dijo que no le gustaría lo que diría a continuación. "Y ahora sé por
qué voy a volver."

Maldita sea. No podía tragar, no podía hablar. No con el pensamiento de ella saliendo de su vida,
caminando de nuevo en el papel de su enemigo. Sosteniendo un aliento, forzó su garganta a abrirse,
obligó a las palabras a venir.

"Alex". Le tomó las manos entre las suyas, lamiéndose los labios resecos de repente. "Espero que
sepas, no tienes que volver."

Alex levantó la mirada, la mirada de su reunión. Diosa, él realmente lo creía.

Aunque sus ojos se habían oscurecido, apareciendo añil a la luz baja de su cámara, todavía podía
leerlos claros como el día. Creía que podía quedarse aquí, con él.

"Los dos sabemos que no es posible".

"¿Por qué no?" Alexia dejó escapar una risa sin alegría. "¿Aparte de todo lo que acabo de nombrar?"

Se encogió de hombros y aflojó la boca.

"Por un lado, aquí todo el mundo me odia. No es que se los puede culpar."

"Nadie te odia. No te conoce nadie", dijo mientras se acercaba para envolver sus brazos alrededor
de su cintura. "Si te hace sentir mejor, yo solía odiarte."

Alex sonrió con su intento de hacerla sentir mejor, pero rápidamente se desvaneció cuando la
verdad se estableció gruesa y pesada a su alrededor una vez más. Su sonrisa huyó también. Una
gran mano le tomó la mejilla, acariciando su pómulo.

"Ellos no te conocen, Alex. Una vez que lo hagan, estoy seguro de que todo funcionaría".
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Alex sacudió la cabeza, frotando su mejilla contra la palma de su mano. "Incluso si nada de eso
importara, incluso si pudiera quedarme, soy un vampiro, no un dragón. No pertenezco a este lugar",
dijo.

Las manos se apoderaron de su brazo superior, con fuerza, pero no lo suficiente para herir, sólo
para llamar su atención. "Sí, lo haces. Me perteneces a mí."

El corazón que había florecido en su pecho sólo hacía unos días ahora se marchitaba con dolor.
¿No entendía que no importaba que su corazón anhelara quedarse con él, tenía que irse? Un
ahogado grito de asombro salió fuera de ella antes de que pudiera mantenerlo dentro. Se inclinó
rápidamente y lo atrapó con sus labios. Se lo llevó dentro de sí misma como si quisiera tomar todo
su dolor, todo su sufrimiento dentro de él. A medida que le acariciaba los labios, todo lo que podía
sentir era lo mucho que la quería.

"Quédate", dijo contra sus labios cuando se apartó, aunque había leído el mensaje alto y claro sin
palabras. "Quédate conmigo".

"Declan, Yo -" Quería quedarse, realmente lo quería. La idea de pasar el resto de sus días, sola y
aislada en las paredes catacumbas, hacían que su corazón enfermara. Pero era su destino. "No
puedo".

La expresión de su rostro adquirió la fuerza de sus piernas, por lo que se volvió y miró al fuego.
"Diosa, ¿Por qué es tan difícil? Sé lo que tengo que hacer. Pero mi mundo se ha vuelto del revés
desde que llegaste a él. Me siento fuera de balance, como si estuviera balanceándome en un borde
que en cualquier momento se volteará y saldrá debajo de mí."

Sus manos cubrían las de ella, apretando. Al instante, recordó la última vez que la había sostenido
así, antes de que Lotharus hubiera entrado en el calabozo y recortara su ala. La agonía y el dolor
sofocante de esos momentos terribles volvieron sobre ella de nuevo. La idea de perderlo de nuevo,
había estado cerca de matarla sin embargo, aquí que estaba viviendo el momento de nuevo.

"Es lo mismo para mí." El timbre profundo de su voz cortó a través de sus oscuros pensamientos.
Alex levantó la mirada hacia él. La esperanza, la emoción y la ansiedad
nadaban en sus ojos.

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"Pero he oído que es lo que se supone que debe ocurrir cuando..."

Tragó y bajó la mirada hacia el suelo.

Las lágrimas picaban sus ojos. Avergonzada por su debilidad, de su incapacidad absoluta
de saber qué hacer, qué decir, cerró los ojos y se trasladó a su vez a la distancia. Sin embargo, las
manos que le cubrían los hombros, aquietaban sus movimientos. Se deslizó hasta su cuello, sus
largos dedos doblándose alrededor de su nuca antes de tomar sus mejillas, inclinando la cara.
Aunque tenía miedo de lo que iba a ver, abrió los ojos. La mirada de la miseria en sus ojos reflejaron
todas las emociones a través de su furia.
Las lágrimas que habían estado amenazando finalmente cayeron libres. No lo quería ver, Alex se
inclinó hacia adelante, enterrando su cara en su pecho caliente. Sus brazos se cerraron al instante a
su alrededor, con la barbilla apoyada en su cabeza.

Dándose cuenta de que estaba llorando, llorando en realidad, y frente a él, los sollozos se hicieron
más profundos, atormentado su cuerpo. Había sostenido siempre sus emociones en su interior,
guardados y escondidos donde nadie pudiera verlos. Ahora Declan podría
ver todo. Incluso los más profundos secretos que ocupaban de su alma. La enormidad de ello sólo
hacía que la grieta se abriera aún más grande, el flujo de las lágrimas más duro,
más rápido.

Su cuerpo cambió cuando su cabeza se inclinó a la suya. Unos labios calientes le rozaron
antes de presionar contra de ella. Y luego su voz, baja y fuerte, comenzó a susurrar palabras que no
podía oír el sonido de sus sollozos. Aunque el tono era conciliador, no obstante la consolaba. La
sensación rítmica de las manos moviéndose hacia arriba y abajo en su espalda era un movimiento
tranquilizador que causaba que sus inestables músculos
se calmaran.

Muy pronto, las lágrimas dejaron de caer. El aire una vez más fluyendo en sus pulmones y
con un suspiro estremecedor final, se detuvo.

Declan no hizo ningún movimiento para liberar, sin embargo. En todo caso, la sostenía en su lugar
con más fuerza. Por primera vez en su vida, no trató de tomar distancia de alguien. En cambio, se

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aferró a él y enterrando su cabeza contra su pecho, rezando para que nunca la dejara ir. Que ella no
se lo permitiera.

Tallon entró en la cámara, sólo iluminada por el débil resplandor de las brasas de la chimenea.
Cruzando los brazos sobre su pecho, se acercó a la cama y ladeó la cabeza. Consideraba que el
vampiro rubio mentía despreocupada y tranquila en la cama de su hermano. La que solía ser la
cama de sus padres.

Los padres de este demonio con colmillos sin duda ayudó a matarlos. Doblando su suéter café
hecho jirones, frente a su pecho, Tallon se puso en cuclillas. Excavando en su bolsillo, sacó un disco
de plata del tamaño de una moneda de diez centavos. Lo puso en su palma, se sentía caliente entre
sus manos antes de voltearlo y colocarlo detrás de la oreja perra rubia.

“Trata de salir de aquí con su corazón ahora Vampiro."

"Tallon, ¿qué estás haciendo aquí?"

A la voz de Declan, se puso de pie y dio media vuelta. "He venido a verte."

Pareció no creerle, pero siguió caminando hacia su escritorio. Una toalla baja colgaba de sus
caderas y su cabello caía en mechones húmedos alrededor de sus hombros, chorreando ríos de
agua por si pecho desnudo. Un pecho que llevaba más cicatrices y moretones de los que tenía hacía
cuatro días.

"¿Sobre qué?" Dijo, con una humeante taza café en los labios.

Tallon asintió sobre su hombro, hacia el sueño Alexia. "Como si hubiera necesidad de decirlo en voz
alta."

"Falcon ya ha masticado mi trasero. ¿Estás aquí por la otra mejilla?"

"¿Cómo puedes bromear acerca de esto?"

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Sus ojos se posaron en el suelo. La evidencia de la culpabilidad de su rostro era suficiente para
enviar a su asalto pie con pie con él. "Lo que estás haciendo es poner en riesgo este rebaño. En un
riesgo enorme".

Dejó la taza sobre la mesa. -Ya lo sé."

"Obviamente no lo haces, de lo contrario no la habrías traído aquí."

“Estaba herida."

Tallon lanzó sus brazos hacia los lados. "¿Y qué? Vamos a morir. Ella es la Reina hija, la próxima en
la línea para el trono. Mientras hablamos, el consejo está hablando de volver a la derrota, y planificar
su muerte."

Su cabeza se levantó. La rabia fuerte en sus ojos la tomó por sorpresa. "Todos ustedes van dejarla
fuera de esto.”

Tallon frunció el ceño. "¿Qué te pasa? ¿Qué es lo que no captas? Ella sigue en la línea. Está
hundida en esto hasta las rodillas, Dec"

"Tallon, sé lo que vas a decir...."

"Al igual que el resto de ellos, nos quiere exterminar".

"No, no lo hace. Ha estado siguiendo órdenes, nada más."

"Um, sí," Siseó Tallon. "Las órdenes de su madre."

Se mordió con tanta fuerza los músculos de su mandíbula visiblemente cerrada. Las fosas nasales
se dilataron, se pasó una mano sobre la parte superior de su cuero cabelludo húmedo. Tallon tenían
un lenguaje corporal de interés. Estaba nerviosa, irritada. Sacudió su mirada a la cama e

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instintivamente movió su cuerpo para bloquear al vampiro de su vista. Por protección. Una repentina
bola de temor se hundió en sus entrañas.

"El pacto que nuestros antepasados escribieron, Declan. Lo que piensas sobre esto, si no lo has
hecho ya, está prohibido. No te puedes aparear con ella".

"Ya lo sé."

"Es un vampiro."

-Lo sé."

-Entonces, ¿Por qué molestarse entreteniéndote en este enamoramiento? Quiero decir, Me doy
cuenta de tenías que fingir adular a la perra para seguir con vida allí, actuar como si te gustara, para
salirte de ahí. Estás en casa ahora -”

"No fue un acto", gritó, cortándola. Cerró los ojos e inclinó su cabeza hacia atrás hacia el techo como
si estuviera pidiendo fuerza desde lo alto. "Estoy enamorado de ella, ¿Bien? ¡Es eso lo que querías
oír?" Bajó la mirada de nuevo a ella. "¿Eso te hace feliz?"

El aire golpeó a Tallon. Cada engreído, justo y noble idea en su huida. Su hermano, su rey, había
sacado su Romeo y se había enamorado del enemigo. Lo miró con lo que sabía era una mirada en
blanco, sin palabras. En la angustia de sus ojos, la hermana en ella salió y
se hizo cargo. "Declan, no pueden estar hablando en serio. Es esta misión, la tensión de tu
captura y tortura a manos de las mismas personas que mataron a mamá y papá. Realmente no se
puede amar a este monstruo."

"Ella no es más un monstruo que tú o yo," dijo en un bajo, incluso con voz. "Todos somos asesinos.
Eso es lo que esta guerra nos ha hecho."

Tallon puso una mano en la frente, con su mente en busca de algo, cualquier cosa para poner fin a
esta locura, para regresar a su hermano."Envíala a su casa a descansar, entonces. Date tiempo,
espacio para juntar tus pensamientos de nuevo."

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Se puso las manos en las caderas, tomó una respiración profunda y la miró firmemente. "Los
vampiros, Lotharus, envió por ellos. ¿Qué son?"

"Hermano, descansa. Te lo ruego..."

Se acercó a ella, su cara contorsionada de rabia. "Maldita seas, dime. Como tu rey,
¡Te lo exijo!"

Tallon luchó contra el dolor, la incredulidad, y se lo tragó todo. "Van a caer sobre nosotros al
atardecer en miles a menos que les demos el cristal."

"¿Y Alexia?"

Tallon puso los ojos en blanco. "Por el amor de..."

"Tal, ¿Qué dicen de ella?"

"¿Qué piensas tú? La quieren de regreso, por supuesto."

Cruzando los brazos con fuerza frente a ella, miró con escepticismo a su hermano. "¿Dónde está, de
todos modos?"

Se mordió el pulgar, apenas con la preservación de un vistazo. "Seguro".

"Basta con estos enigmas y secretos, Dec", dijo ella, sacudiendo la cabeza. "Después del truco de la
bolsa, tengo que verlo."

Declan parecía un cachorro herido, efectivamente haciéndola sentir como si realmente hubiera sido
lo suficientemente mala como para patear a uno.

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Sin otra palabra, se levantó de un salto de su escritorio. Tallon, lo miró con consternación mientras
levantaba una pequeña daga del cajón superior y señalaba a su lado, justo debajo de sus costillas.
Otra vez ese maldito cuento de Romeo y Julieta se levantó en su mente. "Declan, no", gritó mientras
dirigía el arma hacia su estómago.

Olvidando su ira, corrió a su lado. "Dioses, hermano-dijo ella- con una exhalación, envolviendo su
brazo sobre la espalda. Le hombros a la distancia, casi con la fuerza suficiente para enviarla a la
tierra. La mandíbula de Tallon cayó mientras lo veía cerrar la cuchilla ensangrentada en su escritorio
y meterse dos dedos en la herida fresca.

Bajo, un gruñido de dolor gorjeó de él. Tallon luchó contra el deseo de no enfermarse mientras lo
veía sondear en la profundidad. Una cortina de sudor estalló en la piel y su rostro palideció. Luego,
con una exhalación fuerte, Declan tiró algo de su cuerpo. Arrastró una mano en su escritorio, bajó la
cabeza y tomó dos profundas respiraciones antes de ponerse de pie una vez más.

Los ojos Tallon se entrecerraron, ampliándose cuando levantó el cristal manchado de sangre en la
mano. "¿Satisfecha?"

El arrepentimiento y odio por sí misma la carcomieron en misma medida. "¡Oh, dioses,"


suspiró. "Declan, estoy..."

"Sólo sal", dijo con una exhalación. "Sal y dile a todos que se preparen para la batalla"

El sonido rítmico de la respiración de Declan hacía eco en la sala. Alexia descansaba a su lado,
siguió con la mirada cada sombra, inmersión y curva de su poderosa espalda, como para que se
quedaran en su memoria. Suspirando, cerró los ojos y se dio cuenta de que una parte de ella estaba
haciendo precisamente eso.

Las palabras y las imágenes brillaban detrás de sus párpados cerrados, por lo que le era
imposible mantenerlos cerrados. Por mucho que tratara, no podía dejar de pensar... sobre cada
palabra que había oído entre Declan y su hermana, sobre el desplazamiento, el cristal, su madre y,
sobre todo, el plan de Lotharus.

Declan podía ser el rey, podía ser inteligente y valiente y fuerte, pero ella había sido entrenada con

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Lotharus, conocía su estrategia, sabía que no correría el riesgo de un montaje en un ataque en la
montaña del dragón. Con el tiempo y el sol como complicaciones, la misión era demasiado
arriesgada para llevarla a cabo. Y a Lotharus no
le gustaba correr riesgos. Le gustaba que las cosas salieran bien, fáciles y predecibles. No le
gustaba ensuciarse las manos. Nada se sumaría, nada de lo que había dicho Tallon tenía sentido.

"Bueno, Alexia, piensa-susurró. Lotharus quería que el cristal, lo necesitara. Pero ¿No iba a
necesitar el libro también, o lo había tenido trascrito antes que los dragones se lo hubieran robado?
¿Qué decía incluso? Su mirada revoloteando en el escritorio de Declan.

Aliviando la pesada colcha de piel de sus piernas, Alexia se movió de la cama y caminó al otro lado
de la habitación. Incluso con la camisa de franela pesada que Declan le había dado, el aire frío
provocó un escalofrío que le recorrió la espalda. Envolvió sus brazos alrededor de ella y se acercó al
escritorio. En la parte superior de él estaba el rollo del que
había hablado con su hermana. Junto a ella estaba el cristal.

Su corazón dio un vuelco. Claramente, recordaba haber visto a Declan sacarlo de su cuerpo.
Recordó más atrás aún la noche en que lo había conocido. La noche en que se había alimentado
primero de ella. Cerró los ojos, al verlo por encima de ella. Recordado ver cerrarse sus heridas con
sus propios ojos aquella noche que lo había enjaulado. Lo había escondido dentro de su cuerpo,
entonces. Había sido su sangre lo que había curado la herida, mantenía el cristal seguro y sin ser
detectado en su interior.

A pesar de que tenía la intención de leer el libro, el cristal la llamó al momento en que abrió los ojos.
Extendió la mano, la mano cerrándose en la bola fría. No más grande que una manzana, la piedra
pesaba menos de una libra, pero su peso se equilibraba. Lo midió en su palma abierta, mirando
fijamente las vigas del arco iris de colores caleidoscópicos dentro del cristal. Tres círculos rodeados
de un anillo brillante en su centro. El centro de poder. Tan claro con esa poca luz el interior que
parecía líquido. Eso la sorprendió que algo tan hermoso podría causar la tal fealdad.

Con el pensamiento de Lotharus, la ira y frustración hervían en su interior. Dobló los dedos sobre el
cristal y se llevó el puño a la frente. Su brazo entero se sacudió. Dio un respiro, para disminuir su
ira. Sin embargo, el único pensamiento que atravesaba su mente era destruir la piedra. Alexia hizo
hacia atrás el puño, con ganas de lanzar la cosa
contra la pared de la montaña y romperlo y la tiranía que prometía en millones de piezas. Pero se
detuvo.

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Lotharus nunca creería que lo había destruido. Una batalla que sucedería de todos modos y su
moneda de cambio sólo se perdería. Bajando su mano, dejó que su mirada se moviera a la cama.
Declan seguía durmiendo. Su hermoso rostro parecía relajado y pacífico. Las ondas de su cabello
oscuro rizado alrededor de su piel dorada en su cuello. La sábana se movía por delante de su
cadera, una pierna fuera arrojada sobre la tela, revelando cada centímetro de su cuerpo tonificado.
Un cuerpo que sabía que nunca podría olvidar, sin cerrar los ojos sola por la noche en su cámara y
no ver su imagen quemándola detrás de ellos.

Sola en la cámara de la reina.

Un sollozo se atascó en su garganta al pensar en volver a las catacumbas, a su deber. Tragó. Sin
embargo, había llorado su relación ayer por la noche cuando trató de decirle a Declan que tenía que
regresar a su horda, a su gente. Después de todo, era su casa, su futuro, su destino. Era posible que
todo pensamiento coherente y el razonamiento hubiera huído anoche con sus besos, pero el hecho
seguía siendo el mismo. No podía quedarse aquí. No podía abandonar a los que confiaban en ella
por Lotharus y cualquiera que fuera el mal plan que había en su tienda. No. En menos de
veinticuatro horas ascendería al trono y sería la reina de la horda, el rango más alto al mando de los
enemigos de los dragones. Por lo menos ahora se podía esperar de la relación de Declan y ella
había forjado ofreciera alguna oportunidad para un futuro lleno de paz. Tenía que creer eso. Tenía
que creer que no terminaría en la parte de arriba de las catacumbas de nuevo, sólo que esta vez
sería frente a frente en una lucha a muerte.

"La amo."

Las palabras Declan resonaban en sus oídos. Cada una de ellas envuelta alrededor de su corazón
antes de perforar con la magnificencia de sus púas. La dulzura pura y absoluta de
su ingreso se volvió agria antes de que tuviera tiempo para verdaderamente disfrutarla. No tenían
futuro. No en este mundo. No importaba lo mucho que lo quisiera. No importaba cuanto tratara de
convencerse de lo contrario. Pero tal vez si trabajaran juntos
de sus tronos opuestos, tan dolorosos como podía ser, podrían crear un futuro. Un lugar donde los
dragones y vampiros coexistieran. Un mundo donde su familia no quisiera destruir la vida de sus
seres queridos y de los que amaba.

Diosa, ¿Ese lugar tan siquiera existía?

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A la vez que pensaba en Davna Vremena, la sociedad utópica que, una vez existiera y ahora estaba
inmortalizada en la piscina del jardín de su abuela. Bajó la vista hacia el cristal de forma de copa en
la mano. Una imagen de la fuente de Diana, con su palma abierta, esperando que algo se colocara
en la misma, revoloteaba a través de su visión. Después, las palabras de su madre susurrando a
través de su mente.

"Tuvieron que sobrevolar la montaña, a través del río y más allá del mar. A lo lejos, donde no podían
tocarla."

"Oh. Mi Diosa". Alexia parpadeó hacia abajo con el cristal en la mano.

Aunque no de la manera en que Lotharus o el rollo intentaban, se daba cuenta de que tal vez podría
sostener en su mano la llave de la paz con los dragones. Pero no sólo había una persona que lo
sabría con certeza.

CAPÍTULO 15
Una lenta sonrisa se extendió a través de los labios de Declan el instante en que se despertó.

Los pensamientos de Alexia, sus blandos suspiros y su carne suave, pasó a través de su
mente. Un gruñido bajo retumbó en su pecho.

"Mmm, Alex – murmuró con voz aturdida. Estiró la mano detrás de él, llegó a ella, con la esperanza
de tener otro sabor del dulce de ella antes de que el día comenzara.

La palma de su mano golpeó sábanas frías.

"¿Alexia?" Frunciendo el ceño, movió la mano hacia arriba y abajo del colchón, buscando y
encontrando extensión de sábanas después de extensión de sábanas. Declan se dobló hacia arriba.
Movió de un tirón sus manos y rodillas, su mirada recorriendo frenéticamente las sábanas.

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Vacías.

El primer pensamiento ardiente de su mente fue que alguien se la había quitado de él. Una furia
cegadora tembló tan fuerte a través de todo su cuerpo que los brazos y piernas le temblaron.
Tirando de la manta, irrumpió en su armario. Arrebatando el primer artículo de ropa que su mano
alcanzó, jaló un suéter de lana y se lo pasó por la cabeza, seguida de un par de pantalones
vaqueros arrugados del suelo. Descalzo, se acercó a la mesa, tomando el libro.

Fue entonces cuando la realidad le dio una bofetada como la perra que era de insensible.

El cristal.

No creyéndolo, se puso de rodillas abajo, con los ojos revoloteando sobre la mesa y el piso.

Se había ido.

Ella se había ido.

No hacía falta ser un genio para saber a dónde habían ido ambos. A Declan se le doblaron las
piernas, por lo que se inclinó, apoyando sus manos sobre ambos lados del astillado
escritorio de madera. Su pecho ardía con un dolor tan agudo y profundo que casi no podía
respirar. Dejando caer la barbilla, inhaló profundamente y se quedó inmóvil.
Aunque una taza medio llena de café, su daga con sangre, plumas y tinta se extendían en lo alto de
su escritorio, todos los ojos podrían centrarse en las palabras garabateadas a toda prisa rayadas en
la esquina superior de la tecla de desplazamiento.

"Te amo también...."

Todo el aire lo dejó en un zumbido. Incrédulo, tomó el frágil papel en las manos, rompiendo la parte
con su mensaje escrito a mano. Reflexionó por un momento que era la primera vez que había visto
su escritura a mano. Era tan delicada y hermosa como su cara.

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Ese abismo abría un pozo de posibilidades, de cuántas cosas, matices que aún no había
descubierto sobre ella. Cosas que no estaban seguros de que alguna vez tuviera la oportunidad de
conocer. Declan se obligó a pensar de nuevo. Sosteniendo el papel frente a él, lo leyó y releyó hasta
que las palabras estuvieron borrosas.

Ella lo amaba.

Ella lo había dejado.

Una sensación de soledad aulló arrancada de él. Parte de su alma destrozada, rota en pedazos,
como los fragmentos del libro basura de su escritorio.

Con el papel hecho puño en sus manos, se llevó los nudillos a la frente y cerró los ojos. A la vez que
imágenes de Alexia bombardeaban su mente.

Declan apretó los dientes y los ojos, tratando de ignorar la cálida euforia que se difundía a través de
su pecho mientras el impacto de sus palabras escritas lo golpeaban. En su lugar, se centró en el
hueco de preocupación en su estómago sobre ella. Sobre la imperiosa necesidad de traerla de
regreso.

Al abrir los ojos, volvió al pequeño papel frente a él.

"Te amo, también..."

Una y otra vez leía esas cuatro palabras, tratando de darle sentido a todo. Tratando de averiguar
¿Por qué ella ponía algo tan importante en un papel y porqué ahora?

Los ojos de Declan se agrandaron y la preocupación surgió por su cuerpo.

Era un adiós.

Declan se pasó una mano por el rostro, su corazón y mente en conflicto con su

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razón. La había oído la noche anterior. ¿Alexia lo había escuchado y luego tomó el cristal para
regresar de nuevo a un hombre que había tratado de matarla? Espera, no tenía sentido. Nada de
esto tenía sentido. Declan no conocía su escritura u otras cosas mundanas, pero maldita sea, la
conocía. Ella no lo dejaría, no menos que...

¡Oh, dioses!

El aire aspirado por sus pulmones se volvió tan duro y rápido que tuvo que comprenderlo en el
respaldo de la silla para mantenerse en posición vertical. La Alexia que conocía haría algo en un
intento por salvarlo, salvar a los dragones. Ella arriesgaría su vida antes de
a él. Escucharlo profesando su amor pudo haber sido el catalizador que necesitaba para tratar de
detener a Lotharus por su cuenta. Por los dioses, sería justo que hiciera algo tan imprudente, tan
tonto.

Declan puso los papeles y plumas a un lado hasta que encontró lo que necesitaba.

Golpeando la mano sobre el walkie-talkie en su escritorio, se lo llevó a sus labios.

Apretó el botón para hablar, sólo para liberarlo. La emoción se había alojado en su garganta,
estrangulando sus palabras hasta que no estuvo seguro si podía hablar. Se aclaró la garganta,
Declan tomó aliento y lo intentó de nuevo.

"¿Kestrel, Me copias?" Dijo.

La estática silbó a través del pequeño altavoz.

Le dio sólo un pensamiento fugaz de la temprana hora de la mañana antes de que el


enojo impaciente hiciera caso omiso de cualquier preocupación por haber sido grosero.

"Kestrel, soy Declan, ¿Estás..."

"Sí, sí. Estoy aquí".

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Para cuando Kestrel había respondido, con su voz estaba llena de sueño, Declan ya estaba en el
pasillo, dando tres pasos a la vez a la cámara principal." Tengo que llamar a una reunión del consejo
de emergencia."

"¿Una reunión? Pero la mitad del consejo está..."

"¡Ahora!"

Alexia cruzó las catacumbas, tratando de ignorar el dolor nulo difundiéndose en su intestino.
Tratando de ignorar la voz pequeña que le decía que la revelación que había tenido en la cámara de
Declan era la esperanza de una tonta.

Declan.

Los pensamientos sobre él rodaron a través de ella como un cuchillo. Poniendo una mano
frente a su estómago, Alexia se paró contra la pared, utilizando el apoyo de sí misma para
mantenerse erguida.

Cerrando los ojos, luchó con cada inhalación, luchó por recordar por qué había salido de la cama.

Por su futuro. Un futuro en paz.

Empuja las piedras, repetía el mantra con cada paso hacia abajo a los pasillos en silencio.
Cuando dobló la esquina a las cámaras de su madre, Alexia quedó de espalda. Ningún soldado
vigilaba la puerta.

Sin detenerse a averiguar por qué, palmeó su Glock, manteniéndola levantada y por su cabeza.
Reforzándose de espaldas a la pared, se movió de lado hasta que llegó a la puerta a las cámaras de
su madre. Envolvió los dedos alrededor de la manija de la puerta, la empujó, abriéndola
completamente. Hizo una pausa por espacio de un latido de corazón, giró, apuntando la pistola a las
cámaras.

No esperaba que nadie estuviera allí, así que no se decepcionó cuando sólo las aves la saludaron.

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Bajando las escaleras, comenzó su camino por los jardines, por primera vez maldijo la estrecha vía
que albergaba tantos escondites. Se dobló, y sacó su arma
haciendo un arco completo, repitiendo el acto hacia los árboles antes de otra vez acelerar su ritmo
hasta el dormitorio de su madre.

Finalmente cerca de las salas de reuniones, Alexia rodeó el tronco de un gran roble, tomando el
camino de piedra hacia el nivel superior, y se detuvo en seco. Incluso
desde aquí podía ver la habitación de su madre que estaba en completa y absoluta
oscuridad.

Volviéndose y abrazando la pared, Alexia se movió a lo largo del mármol liso y lentamente
comenzó a subir las escaleras. Después del tercer escalón, la mirada revoloteó se
detuvo. Se quedó sin aliento. Vetas de color marrón rojizo y rojo manchaban las por lo general
cristalinas piedras.

Sangre.

A la vista de ella, una piedra pesada de miedo se hundió fría y dura en su intestino,
burbujeando pánico a su paso. Alexia tomó una respiración profunda y dio otro paso.
Su corazón golpeaba contra sus costillas, el sonido de su respiración haciéndose eco en la
habitación en silencio. Girando su atención por encima del hombro, comprobó los jardines
una última vez antes de girar y entrar por la puerta del dormitorio.

Sosteniendo su pistola frente a ella, Alexia rápidamente comprobó las esquinas a su izquierda y
derecha antes de permitirse enfocar la plataforma de la cama en el centro de la habitación.

A la luz baja, sólo podía ver los pies de la cama. Sin embargo, era suficiente.

La pistola en sus manos se sacudió visiblemente. Alexia parpadeó, su mente no pudiendo


o no queriendo procesar la imagen ante ella. La sangre seca manchaba la blanca ropa de cama,
como si algo pesado y sin vida hubiera sido arrastrado a través de ella. Su corazón se redujo a
pensar que esa persona podría ser. "¿Madre?"

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Alexia no esperó una respuesta. Dio un paso al lado de la cama, con la escena revelándose por un
segundo mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad.

"Madre", repitió, tratando de ignorar el ritmo frenético de su corazón.

Guardó el arma de su mano, buscando a tientas con la otra lo que sabía era la lámpara de la mesita
de luz. El corazón le saltó con un golpe y alivio cuando su mano rozó la cadena de frío metal que
colgaba en la oscuridad. Doblando los dedos alrededor de él, contuvo el aliento y tiró.

Una cegadora luz amarilla cubrió la sala. Reflexivamente, Alexia cerró los ojos. Parpadeó rápido
mientras sus ojos luchaban por ajustarse, volvió su atención a la cama, a la forma sangrienta inmóvil
encima de ella.

"Oh, no - suspiró, cayendo de rodillas. La reina estaba sobre su estómago, la cabeza vuelta hacia un
lado y los brazos extendidos hacia el frente como si tratara de alcanzar algo. Alexia revisó la
habitación, viendo sólo una caja grande de madera con un disco de oro en el centro de la misma.

Poniendo su arma en el suelo junto a su pie, Alexia le dio atención a su madre. Con cuidado, movió
la pesada cortina de su cabello oscuro a un lado, revelando la hermosa cara de Catija. Tenía los ojos
cerrados, una mirada soñadora, casi serena con características etéreas. El corazón de Alexia se
constriñó. La reina parecía en paz, más que nunca Alexia podría recordar haberla visto. Si no fuera
por la abundante cantidad de sangre y el color pálido de su piel, Alexia hubiera pensado caminando
a través de un glorioso sueño.

Reduciendo sus ojos, pasó las manos sobre el cuerpo de su madre, buscando alguna herida. Nada.
¿Dónde venía toda la sangre? Agarrando los hombros de la reina, la giró sobre su espalda. Casi
inmediatamente, el aroma embriagador de sangre fresca picó la nariz de Alexia.

Sin previo aviso, una neblina roja inundó su visión. Espontáneamente, sus colmillos
se extendieron más allá de la boca, como el cazador centrado sobre la pista. Agachándose sobre el
delicado cuello de su madre, tomó aliento y la sostuvo. Dos enojadas marcas de mordedura estaban
hinchadas rezumando un flujo constante de sangre con cada pulso desvanecido del corazón de su
madre.

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"Por la Diosa", dijo Alexia en una exhalación, el estómago convulsionándose con la vista. Sin pausa,
llevó una mano hacia arriba, empujando contra la herida para tratar de detener la hemorragia. La
otra que pasando a través de los dedos de su madre, tratando de no darse cuenta de la fría palma
de su mano que sentía presionada en la suya. Una oleada nauseabunda de impotencia pasó a
través de ella. La verdad de lo que había ocurrido la cubrió con su fuerza.

La Reina había sido mordida. Se habían alimentado de ella, aunque no la habían drenado lo
suficiente como para matarla, sino para dejarla que agonizara poco a poco, mientras sangraba.

"¿Por qué?" Alexia jadeó un sollozo, dándose cuenta que estaba a punto de llorar. "¿Quién podría
hacer algo así?" - exclamó en voz alta, aunque no tenía necesidad de una respuesta. Sólo un
hombre se atrevería a romper la ley de la horda de manera tan flagrante. Al igual que la punta de un
fósforo encendido en llamas, el miedo y la tristeza rápidamente entraron en erupción con odio.
Lotharus iba a morir por esto.

"¿Alexia?"

Al sonido de su nombre, el odio y la venganza cayeron de sus ojos. Cuando vio que los de su madre
estaban cerrados aún, Alexia reflexivamente apretó su control sobre la mano de la Reina, afirmando
su presencia. "Estoy aquí".

La reina echó la cabeza hacia con el sonido de su voz. Sus ojos se abrieron. Cansados y acerados,
su mirada fija negra en Alexia.

"Ahí estás," la reina respiraba, una pequeña sonrisa curvaba sus labios. "Mi querida hija. Mi bella,"
jadeó ella.

"Sí". Alex asintió, con lo que su madre hizo un muñón a sus labios.

"Estoy aquí".

"Acércate más. Déjame verte".

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Alexia se inclinó, tan cerca que las puntas de sus cabellos rubios acariciaban el hombro de su
madre. "Madre, escúchame. Tenemos que salir de aquí".

La reina movió la cabeza. "Tú y yo sabemos que no es posible".

"Pero no podemos quedarnos. No es seguro." La mente de Alexia se tambaleó. "Tengo que llevarte
a un lugar seguro."

¿Dónde, dónde, dónde? Sus pensamientos cantado en una letanía de nunca acababa.

Tenía que haber un lugar dentro de la horda donde encontrar refugio. Sin embargo, incluso si
pudiera pensar en un lugar, su madre no saldría con vida de los jardines, mucho menos de las
cámaras. La mente de Alexia frenéticamente repasaba todas las posibilidades, todos los medios
para salvar a la Reina. Su mirada revoloteó hasta
sus dedos manchados de sangre presionados contra el cuello de la reina, la mano agarrando a su
madre. Recordó a Declan, como la había curado con su sangre.

Sin dudarlo, soltó la mano de sobre su madre y la hizo subir se la manga. Le torció el brazo por
detrás, sacó una navaja de su bolsillo trasero del pantalón. El metal sonando mientras lo abría.

"Alex, ¿qué estás haciendo?"

"Se necesita fuerza," dijo ella, con lo que la hoja en su muñeca, a punto de abrirse una vena.

"Deténte".

La orden en la voz de su madre la hizo detenerse. Sin embargo, Alexia no quitó el cuchillo de su piel.
"Sé lo que estás pensando, Madre. Pero necesitas alimentarte. Debes recuperar fuerzas para poder
conseguir llegar lejos de este lugar."

"Y ¿A dónde? Esta es mi casa. Tu casa."

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"Pero..."

"Es demasiado tarde, Alexia. Estoy disminuyendo."

Alex sacudió la cabeza, incrédula.

"Ahora, tienes que escucharme y haz lo que digo. No hay tiempo suficiente para decirte todo. Debes
beber de mí en lugar de nada más." Poco a poco, su madre volteó su antebrazo.

"¿Qué?" Alexia parpadeó por la solicitud. Cuando vio que su madre volteaba su muñeca, ella
retrocedió. "¿No puedes hablar en serio?"

"Mi tiempo aquí ha terminado."

"Eso no es cierto."

"Alexia, por favor..." jadeó en un aliento "... es la única forma de que la muerte importe."

El calor detrás de los ojos llenó a Alexia, picándole hasta el punto de las lágrimas.

"No me puedes pedir que te mate."

"Me estoy muriendo, con o sin tu ayuda. Lotharus vio eso", dijo, su rostro pálido sufriendo pellizcos
de punzadas de dolor evidente. "Bebiendo de mí es la única forma en que serás capaz de ver."

"No entiendo".

"Alexia, hay una razón por la que las alimentaciones fueron prohibidas después de la Guerra oscura.
Razones por las que ahora se bebe de forma sintética en las tiendas antiguas en lugar de los seres
humanos u otros vampiros."

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"Sí, la proclamación del consejo oscuro después de la guerra", dijo ella, asintiendo. Sin embargo,
negó a la Reina en desacuerdo.

- No - dijo ella con un suspiro. "Cuando los vampiros se alimentan entre sí, o incluso de los seres
humanos, los recuerdos que eran bebidos junto con la sangre era demasiado para la mayoría y que
se pudieran mantener sanos. Tus sueños eran cazados, tu pasado, futuro y recuerdos sangraban
juntos y ya no eran del todo tuyos."

Los pensamientos de Alexia de inmediato saltaron a Declan. Se habían alimentado uno del otro.
¿Era sobre eso de lo que todo era? ¿Por qué su presencia en su vida la movía frente a sus pies?

"Es por eso que algunos dicen que el príncipe oscuro se volvió loco. Se convirtió en adicto al sabor,
a la prisa que seguía a la alimentación. Él abusó de ella, con el tiempo cayó en la paranoia,
sospecharon incluso sus colaboradores de mayor confianza y partidarios."

"No entiendo".

"Creo que sí lo haces."

Alex miró con horror mudo mientras su madre levantaba la muñeca otra vez, ofreciéndosela.

"Rápido, no hay mucho tiempo."

Alexia se lamió los labios, dispuesta a alargar sus colmillos. La duda, el miedo y el aroma
empalagoso de la traición llenaban sus pulmones. "No puedo", susurró,
cerrando los ojos.

"Puedes y debes. Antes de que esté tan seca y no te puede ayudar."

Alexia se obligó a hacerlo. Sus manos temblaban mientras acunaban el antebrazo delgado de su
madre, su piel fría como el hielo contra la palma de la mano caliente de Alexia.

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Bajando la cabeza, Alexia llevó la muñeca de su madre a su boca. Abrió sus mandíbulas, y colocó
su mordida a lo largo de las venas visibles por debajo de la casi translúcida piel.

"Rápido", instó a la Reina. "Voy a tratar de centrarme en lo que quiero que veas".

Alex asintió, otra vez sintiendo la quemadura de las lágrimas derramándose detrás de sus ojos. Sin
embargo, no fue hasta que sus colmillos punzaron la carne suave de la piel de su madre que éstas
cayeron.

En el momento en que el sabor metálico de la sangre golpeó su lengua, una sacudida pasó
a través del cuerpo de Alexia. Densa y pesada, una niebla gris se arremolinó sobre su iris,
cubriendo su visión con una nube hasta que fue todo lo que pudo ver. A diferencia de cuando se
había alimentado de Declan, todo sucedió rápido. No podría haberlo detenido, no podría haberse
retirado del brazo de su madre si lo hubiera querido. La niebla la
sostenía ahora. Su niebla llenaba sus pulmones con cada respiración. Así de espesa era que podía
probarla, olerla, sentirla palpitar a través de su piel, por sus brazos y piernas en un temblor de gran
alcance que la sacudía. Una parte de ella se dio cuenta del pico de energía proveniente de la sangre
de su madre que rasgaba a través de sus venas.

Se dio cuenta de que ahora sabía la locura que Lotharus había buscado toda su vida y la adicción
que había cambiado la historia de su pueblo para siempre. De forma repentina comenzó a formarse
una agitación, una materia incolora flotante a su alrededor. Primero simplemente oscura en los
contornos, sombras en movimientos indistinguibles detrás de una cortina. Luego, lentamente las
capas comenzaron a despegarse y se doblaron,
revelándose poco a poco. Las formas se convirtieron en gente. El rugido constante de la
sangre detrás de las orejas se convirtió en voces. Sonidos, una vez apagados, como si estuvieran
bajo el agua, empezaron a tocar su oído con distintas consonantes y tonos. Una
voz reconocible se levantó por encima de los demás.

La voz de la Reina, baja y silenciosa, llenó la sala junto con otras dos, un macho y una hembra.
Alexia entrecerró los ojos, disponiendo de las imágenes, la más clara que recordaba. Como si el
pensamiento engendrara el acto, la niebla se levantó por completo,
revelando una imagen ante ella.

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El calabozo. Alexia lo reconocería en cualquier parte. Sin embargo, a la vista de las otras dos
personas cuyas voces había oído, Alexia se tambaleó hacia atrás, casi volteándose sobre la cama.

¡El Rey y la Reina dragón!

Su corazón comenzó a patear en su pecho, corriendo a un ritmo vertiginoso. Ella había tenido razón.
Su madre tenía algo que ver con todo eso. Pellizcando sus ojos con más fuerza, Alexia quería
centrar la atención, escuchar, escuchar.

Los tres se quedaron en la esquina de la mazmorra, no muy lejos de donde el ala de Declan había
sido recortada. El Rey y la Reina, al igual que su hijo, estaban ensangrentados, sucios por el tiempo
pasado en la horda demonio.

Alexia miraba con curiosidad y asombro. Diosa, Declan estaba en lo cierto. Su padre era enorme. Su
ancha espalda y hombros se comían la visión, tapando casi todo. Protuberancias y valles de
gruesos músculos rodaban sobre su espalda, sobre sus poderosos brazos. Un complejo entramado
de heridas de tatuajes estaban alrededor de cada bícep, y las letras antiguas habían sido escritas
con mano delicada sobre su columna vertebral.

Poco a poco, Alex dejó su mirada a la deriva sobre la pequeña mujer dragón que el rey
cubría protector con una masiva extremidad. Su forma delicada parecía tan frágil y pequeña al lado
de la forma del poderoso dragón. No había duda de que había nacido de un ser humano.

Alexia recordó que Declan había hablado de los dos, con la tristeza en su alma sobre su muerte, y
su corazón se llenó de orgullo y dolor. Las emociones eran tan abrumadoras, que casi se ahogó con
ellas. Con la ingestión de otro bocado de tarta de la Reina, de caliente sangre, Alexia se centró en lo
que la memoria le estaba mostrando. Lo que su madre estaba tratando de mostrarle.

"¿Por qué debemos confiar en ustedes?" El padre de Declan habló, su voz firme y
determinada. La inflexión y el tono de llamada al instante le trajeron a Declan a la mente.

"No tiene ninguna otra opción", respondió su madre. "Tú te quedas, o ella muere."

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"Pero no lo entiendo - dijo el dragón a la reina. "¿Por qué nos ayuda?"

"Mis razones son mías. Todo lo necesario para que tenga éxito es que vivan."

Otra silueta salió de detrás de la Reina. Una cuarta persona que Alex no había visto hasta el
momento salió de las sombras y bajó por su cuenta a la mazmorra. Cuando entró de lleno a la luz,
Alexia jadeó por el choque.

"¿Yuri?" Respiraba. El tío que pensó que había muerto junto a su padre estaba junto a la Reina.
Alto, guapo, de pelo oscuro enmarcando su cara y boca, miró a los dragones ni con desprecio ni con
empatía.
"Este es mi hermano", dijo la reina haciendo un gesto a Yuri. "Él los conservará donde yo no puedo."

Se debió haber sentido la misma indiferencia palpable que emanaba de Yuri tal y como Alexia la
había sentido, ya que ninguno de los dragones se mostraba satisfecho con el plan.

"¿Por qué no podemos simplemente regresar a casa?" El padre Declan preguntó.

Alexia sintió el aumento del pulso en la carótida del cuello de su madre, encendiendo la ira en su
mirada serena generalmente. "Esto no es un juego, derklein, y tiempo es un bien que no tienen. Si
viven, será por mi mano, bajo mis reglas. ¿Entiendes?"

Sin esperar su respuesta, Yuri dio un paso adelante alrededor de la Reina. Su intensa mirada de
ónix fija en los dos dragones.

Ekl padre Declan cambió, poniendo su cuerpo delante de su mujer, protegiéndola en la medida que
podía. Sin embargo, Yuri se detuvo a unos metros de distancia y no trató de tocar físicamente a
ninguno de ellos.

Alex miró con asombro mientras los ojos de su tío se volvían deslumbrantemente blancos como si
alguien hubiera volteado un interruptor de la luz dentro de su cabeza. En

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fracciones, la luz se amplió, comiéndose hasta el iris negro y más allá hasta que ambos
de sus ojos brillaban como faros.

Todo sucedió tan rápido, que a Alexia le tomó un momento darse cuenta de lo que
estaba viendo. Tomó un momento para que se diera cuenta de lo que su tío estaba
haciendo. Lo que era.

Un Medij, le susurró su mente.

Los Vampiros Medij eran raros y temidos por casi todo el mundo por sus características invasivas.
Alexia sólo había oído historias de su especie y las asombrosas habilidades psíquicas que poseían.
Se decía que podrían ocupar una mente con una mirada. Leer los pensamientos e incluso colocar
sus propios pensamientos en tu mente. Tocaban tu psique
a kilómetros de distancia con su fuerza telepática de gran alcance. Algunos incluso tenía el don de la
adivinación, el poder de la precognición y decían el futuro o posibles futuros.
Otros se había dicho podían mover cosas con su mente. La Diosa sabía lo que un verdadero Medij
de edad como su tío y podría lograr.

Las posibilidades eran asombrosas.

Parpadeando, Alexia miró hacia atrás a la escena que tenía delante. Bajo la mirada de Yuri el
Medij, todas las señales de tensión dejaron los órganos de el Rey y la Reina dragón.
Sus músculos y postura se relajaron. Sus murallas cayeron. Para todos los efectos, los dos se
convirtieron en esclavos sin mente a la voluntad de Yuri.

Alexia inhaló bruscamente. Pensando en si el poder de Yuri caía en las manos de alguien como
Lotharus, sabiendo que su tío vivía todavía... Un escalofrío pasó a través de ella.

Poco a poco la luz desapareció de los ojos de Yuri hasta que fueron una vez más de ónix negro. Sin
pronunciar una sola palabra, se giró de nuevo a la Reina. Se detuvo junto a ella, sus hombros casi
tocándola. Después de un momento de vacilación, la miró. Sus ojos brillando con negro compromiso
y resolución.

"¡Mi hija tiene que ser encontrada y traída de nuevo a mí."

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La Reina tragó y se lamió los labios. "Te lo juro."

"¿De verdad? ¿Mantendrás tu voto con tu promesa para mí, hermana? ¿Qué después de que
seamos libres de su yugo, bajarás la montaña y la encontrarás? Harás lo correcto de lo incorrecto."

Catija asintió. Los hombros de Yuri se redujeron ligeramente, seguidos por su barbilla. Aunque sus
palabras acusatorias salían suaves y eran de gran alcance, Alexia no vio nada sino culpa en su
postura.

Después de unas silenciosas pocas palabras que Alexia no podía distinguir, los hermanos
asintieron entre sí. Yuri tomó un pedazo de papel doblado de la mano de la Reina y empezó a
caminar hacia las puertas de la prisión. Los dos dragones lo siguieron en muda aquiescencia y sin
sentido. Su posición y movimiento indicaban que sabían que tenían que ser no sólo sigilosos sino
calmados.

Alexia se maravilló por el control mental sobre ellos, dándose cuenta que los debió haber
puesto en un potente trance hipnótico para que todos pudieran huir a donde quiera que
los estuviera llevando sin resistencia. Aunque nunca había pensado en ello hasta ahora, tal estado
mental explicaba por qué nadie había visto al Rey y la Reina dragón. Por qué no habían intentado
regresar a sus hogares desde que fueron puestos en libertad.
Todavía deberían estar siendo controlados por él, lo que significaba que para poder encontrar a los
dragones tenía que encontrar a Yuri.

Pero, ¿A dónde se los había llevado?

Los bordes de la memoria empezaron a desdibujarse. La espesa niebla se cerró otra vez. El viento
azotó a su alrededor, tirando de su cabello alrededor de su cabeza como un
saco. Temor se apoderó de Alexia. Ella no había visto lo suficiente, no había aprendido lo suficiente.
Sin embargo, era incapaz de detener la visión que se decoloraba. Primero Alexia no pudo distinguir
las distintas imágenes del fondo. Entonces, después de unos momentos más, la imagen completa
comenzó a perder claridad hasta que todo se desvaneció con un encubrimiento.

Roto y débil, el latido del corazón de su madre, una vez más dio un vuelco en sus oídos,
demandando atención. El sabor acre de la sangre rápidamente envió escalofríos que se

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establecieron en la boca de Alexia. Con la visión ida, la realidad se quebró sobre ella como un balde
de agua helada. Alexia se alejó de la muñeca de su madre, respirando con dificultad.

La realidad la había golpeado con fuerza y rápida. La fuerza de ella picando en su mundo
a los lados. Fuera de balance, se movió hacia atrás, la cadera golpeando en el suelo
junto a la cama. Apoyándose, Alexia apoyó su espalda contra la mesita de noche. Estaba tratando
de recuperar la integridad física y mental del ataque que había sufrido tan sólo, para domar la
estampida de poderosa sangre que sacudía a través de su cuerpo. Una sensación insoportable le
roía con garras las entrañas.

Pinchos de hielo caliente de dolor laceraron a través de su cráneo con un dolor de cabeza que casi
la hizo vomitar. Pero tuvo que luchar contra todo. Tuvo que bajar su trasero y volver al lado de su
madre.

"Es mi hora...", dijo Catija entre jadeos. "La carga... en mis... levantó los hombros."

Aunque sin duda la voz era débil, su madre sonaba envalentonada con fuerza, al mismo tiempo, lo
que agitó las banderas de advertencia en el corazón de Alexia.

Se puso de rodillas.

- No, espera," suspiró, un destello de luces blancas por detrás explotaron en sus ojos. Pegada a la
orilla de la cama, se movió a sí misma tire hacia arriba, luchando por
levantarse. Cuando eso fracasó, apoyó la cabeza en la cama y cerró los ojos. Escuchando con
fuerza y empujó la rítmica respiración de su madre, trató de tenerla bajo control.

Una mano que estrechó con la suya y la apretó. Alex levantó la cabeza, agradecida que no latiera en
señal de protesta. "Prométeme que serás la reina que veo en ti, Alexia. Busca en tu corazón y
decide quién debe reinar, quien debe ser," dijo Catija con un largo suspiro, como si estuviera
tratando de forzar el mensaje por la boca antes de que fuera demasiado tarde.

”Pero no sé qué hacer", dijo Alex. "No sé donde están cualquiera de ellos."

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"¿Tienes... el... cristal?"

"Sí".

La Reina sonrió. "Tómalo... Diana... muéstrale el camino...."

"Pero no puedo salir de aquí."

"Debes hacerlo". Una solitaria lágrima rodó por el rostro de la reina. "Ahora.... vete”

CAPITULO 16
Catija yacía en la cama con sus ojos cerrados. Sin moverse, escucho el constante ritmo de
la música. Cada nota melódica de la canción retumbaba a través de ella, reemplazando el
largamente entumecido dolor. Aunque recordaba haberle pedido a Alexia que pusiera su disco
después de que ya se hubiera ido, no podía recordar que tanto tiempo había pasado desde que
había dejado su lado. Solo podía respirar en la música. Sentir el compas en cada pulgada de su ser.
Cada respiración se hacia mas superficial, el tiempo entre ellas se prolongaba hasta que ella pensó
que podían cesar.

La cama se sumía bajo el peso de alguien. Unas largas piernas se estiraban a sus lados. Al
roce de unos dedos en su cabello, una sonrisa se curvo en sus labios.

“¿Yuri?”

“Si, Cat. Estoy aquí,” respondió. “Tan aquí como se puede estar, de cualquier modo.”

Su voz parecía llena de remordimiento, embargada con emociones. Algo que ella
difícilmente oía de su estoico hermano mayor. Catija quería reconfortarlo, asegurarle a el que ella
entendía su exilio y que no sostenía ninguna mala voluntad hacia él. Mientras que parte de ella se
acongojaba con el por los errores cometidos y todo el tiempo que había perdido, justo ahora ella no
se preocupaba por nada de eso. Nada de la pasada importaba. Ninguna de las cosas dichas o
hechas parecían relevantes… excepto una. Un resentimiento, una promesa que ella había hecho y
no podría completar.

“Lo siento…” susurro ella, “…te falle.”

“Shh.” Los brazos alrededor de ella se estrecharon y unos labios suaves acariciaron su sien
junto al nacimiento del cabello. “No le fallaste a nadie.”

“Pero…” ella trago “…los dragones…”

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“Serán encontrados,” respondió el, su palma acariciando su mejilla en un plano
tranquilizador. “Como lo hará mi hija. Al final será devuelta a mí.”

“¿Cómo?” En el momento en que la pregunta dejo sus labios, una punzada de entendimiento
fue lo que dejo su mente consiente. Un destello de esperanza parpadeo a través de su cuerpo
moribundo. “Has…” comenzó ella, pero no pudo mantener mas sus labios funcionando. Su lengua se
sentía gorda y pesada y pegada al paladar de su boca seca.

“Si, Cat. Lo he visto. Visto el futuro,” Yuri contesto por ella.

Esas palabras liberaron las pesadas cadenas atadas a su corazón. Por primera vez desde
que ella podía recordar, se sintió libre.

“Lo hice,” respiro ella, una sonrisa en sus labios.

Yuri asintió, su poderoso pecho temblando, y brevemente ella se pregunto si él estaba


llorando. “Lo hiciste. Y te lo agradezco, querida hermana.”

Un calor que Catija no había sentido desde su infancia se esparció por ella como un baño
envolvente de luz. La lleno, disparándose desde el centro hacia sus extremidades en todas
direcciones. Tan brillante al principio, tan confortante, no registro la sombra amenazante que
acechaba cerca hasta que bloqueo la luz.

Alguien más estaba en su habitación. Su frio odio e ira añeja trataron de sacar la energía
positiva y el poder remanente de ella. Pero era demasiado tarde. Catija tenía su liberación de
Lotharus y su pasado. La muerte no era más temida, sino una salvación.

Yuri grito. El sonido que encogía el corazón una advertencia, protesta y una amenaza todo al
mismo tiempo. Catija sintió su ser corpóreo disiparse. Su cuerpo y extremidades cambiar en una
nube de energía en un intento de cubrirla. Infructuoso y rudo, el bramido de Yuri lleno sus oídos, casi
rompiendo su corazón. Mientras su tristeza y pérdida la molestaban, no podía encontrar en ella algo
de remordimiento. Incluso cuando Lotharus dirigió la punta afilada de su báculo hacia su corazón,
absorbiendo lo que quedaba de su poder en el, Catija aun estaba sonriendo.

“¡SEÑOR DECLAN!”

Al sonido de su nombre, Declan giro. Una figura familiar estaba corriendo borrosa a través
del pasaje hacia él. Cuando se acerco, las flamas de una antorcha en la pared ilumino al joven
fledgling legionario.

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“¿Ash?” Declan le dio a Doc el documento que había estado leyendo y miro hacia el joven
dragin. Mientras se aproximaba, Ash dejo de correr y se inclino. Recargando sus manos en sus
rodillas, trato de recuperar el aliento con grandes jadeos.

“Lo necesitan… en el concilio.”

La última palabra había apenas salido de los labios del joven antes de que Declan saliera a
la carrera. Miles de pensamientos flotaron en su mente, pero el solamente esperaba y rezaba por
uno. Las botas de combate resonaban en las piedras, tomo las vueltas y los pasajes a toda
velocidad, apenas paso a los guardias apostados fuera de la habitación del concilio sin mucho más
que una mirada.

La habitación estaba vacía. Jadeando, paso sus manos por su cabello y se paseo. Estaba a
punto de salir de nuevo por la puerta cuando esta se abrió.

“¿La encontraron?” pregunto Declan a la primera persona que paso por el umbral.

La ceja de Tallon se tenso ante su comentario. “No. Pero encontramos a alguien mas.”

Detrás de ella, Griffon entro a la habitación, seguido de cerca por un disgustado Falcon.
Declan elevo una ceja ante él la vista de Griffon luchando con uno de los soldados de Lotharus en
una silla, asegurando sus manos y pies con cinta adhesiva. Como si su cara fuera una indicación, el
vampiro no había venido a la fácil. Un corte profundo cruzaba su frente, derramando sangre a los
lados de su cara. La carne purpura ya se había hinchado alrededor de un ojo al punto de no era
nada más que una rendija. El otro, blanco como la leche, peleaba por mantenerse abierto mientras
visiblemente luchaba por mantenerse consiente.

Ojos ancianos.

Las palabras de Alexia flotaron a través de la mente de Declan, haciendo que su corazón
pinchara. Cuando se había despertado para descubrir que ella se había ido, la verdad de cuanto
significaba ella para él, cada emoción que él había temido descubrir, se habían cerrado de golpe en
el con una claridad dolorosa. No importaba que el cristal estuviera perdido. Nada le importaba más
que Alexia. Verdad de Dios, la quería en sus brazos, en su cama. Pero justo ahora, se calmaba con
solo saber que ella estaba a salvo. Podía preocuparse por el resto después.

Declan detuvo su vista en Griffon, quien permaneció, sus brazos cruzados firmes sobre su
amplio pecho. Declan no tenía que preguntar quien había tomado al vampiro. No necesitaba ver las
manos enguantadas de Griffon para saber que estaban teñidos de sangre. El disgusto lo recorrió
cuando se dio cuenta que uno de su rebaño había golpeado a este soldado. Por pensar que no eran
mejores que los vampiros que lo habían torturado por información lo pusieron terriblemente enfermo.

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“Ahora, dile lo que nos dijiste a nosotros,” ordeno Tallon, trayendo a Declan de regreso de
sus pensamientos. El soldado inhalo y descanso su cabeza hacia atrás en el filo de la silla.

“Lotharus tiene una sociedad secreta… de vampiros,” dijo en una exhalación. “Un ejército de
soldados que formo y perfecciono en los últimos pocos años.” El soldado cerró sus ojos, haciendo
una mueca de dolor tomo otra bocanada de aire.

“¿Qué quieres decir con “perfeccionado”?” pregunto Griffon, su cara mostrando disgusto de
estar tan cerca de un soldado que no estaba muerto. Cuando el soldado fallo en contestar de la
manera correcta, Griffon estrello un fuerte puño contra la cara del vampiro. El soldado se fue de
lado, casi cayendo de la silla.

Declan hizo una mueca de dolor mientras el soldado peleaba por sentarse de nuevo derecho
en la silla. Soportar esto era como una forma de terapia de exposición que él no estaba aun listo
para llevar a cabo. El crudo dolor de ser golpeado y torturado aun vibraba en el frente de su mente.

“Sangre antigua,” finalmente jadeo el vampiro. “Encontró sangre de los verdaderos ancianos
en las cámaras de las catacumbas más profundas después de que un terremoto sacudiera las
cavernas. Sangre pura.”

“Así que, encontró una botella de sangre. ¿Cuál es el problema?” repico Falcon.

El vampiro elevo su ojo bueno hacia él. “Como cualquier especie, nuestra sangre se ha
diluido a través de los siglos. Las líneas no se mantienen tan verdaderas y fuertes como solían serlo.
Al principio, Lotharus trato de usar la sangre para convertirse a sí mismo. Cuando eso no funciono,
nos lo hizo. Pero después el manuscrito que habla del Cristal Draco, el ritual, cayó en su regazo y
abandono todo en lo que había estado trabajando para encontrarlo y prepararse.”

“¿Y qué es tan especial en ti?” dijo Griffon con un gruñido. “Otro aparte de eso extraños ojos,
todos ustedes se ven y mueren de la misma manera para mí.”

“Se dice que los verdaderos ancestros poseen bloques de memoria.”

“¿Bloques de memoria?” pregunto Tallon.

Griffon se inclino hacia ella. “Quiere decir que se alimentan de su presa sin conciencia,”
respondió bajo su respiración. “Alimentarse de humanos son la amenaza de volverse locos.”

Falcon fue de regreso hacia el soldado, sus maños empuñando el cuello teñido de sangre
del vampiro, casi tirando del de la silla. “¿Algo más?”

“Si,” soltó el soldado. “También se dice que pueden caminar en el sol.”

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Un jadeo colectivo lleno la habitación. Falcon libero su agarre del soldado y tomo un paso
hacia atrás.

“¿Puedes tu?” pregunto él.

“No lo he intentado,” contesto el soldado, hundiéndose de regreso en la silla.

“Tan interesante como es todo esto,” dijo Declan, “no me ayuda a encontrar a Alexia.”

“¿Alexia?” El soldado curvo una ceja y se giro hacia Declan. “Lotharus planea matarla a
medianoche cuando ella ascienda y robar sus poderes. Con la fuerza del gobernante en el cristal, el
puede derrocar la orden y convertirse en el primer hombre en gobernar nuestra horda en siglos.”

La cara del vampiro no mostro ningún sentimiento, su voz no mostro ninguna inflexiones
emoción, lo que sorprendió a Declan mientras se mantenía con incredulidad sin palabras.

“Pero la Reina…” dijo Tallon finalmente, mirando a cada uno de ellos con incredulidad antes
de girarse hacia el soldado. “No puede hacer eso, ¿o sí? ¿No lo detendrá ella?”

El soldado sacudió la cabeza. “El ya la ha matado.”

El corazón de Declan se detuvo. Sin una palabra, giro, dirigiéndose a la puerta. “Dec,
espera.”

Cuando el no fue más lento, la mano de Tallon agarro su bíceps, haciéndolo girar.

“Voy a ir por ella, Tallon. No vas a detenerme.”

Sus labios rozados se torcieron y ella alcanzo debajo del andrajoso dobladillo de su suéter
para hurgar algo del bolsillo de su pantalón. “Entonces vas a necesitar esto.”

Declan miro hacia abajo. Ella sostenía una de sus varas de rastreo en su mano. La luz roja
en la punta destello en un ritmo sostenido, significando que no solo estaba prendida, estaba
rastreando algo. Alguien. Frunciendo el ceño, en la alcanzo.

Tallon inclino su mentón. “Le puse un rastreador anoche.”

Su ceño se tenso.

“No me disculpare, así que no me lo pidas. Eres mi familia y hare lo que crea es lo mejor
para cuidar de ti, no importa que.”

Declan tomo el dispositivo de su mano, sin poder dejar salir las gracias de sus labios.

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“Para tomar nota,” continuo ella, “No estoy de acuerdo con esto. No deberías de ir ahí. Es
demasiado peligroso.”

“Ella está en lo correcto.” A la voz de Falcon, Declan miro hacia arriba. “Necesitas un Plan.
Si Lotharus ya ha matado a la Reina, será aun mas fuerte ahora que antes.”

Declan cerró sus ojos y tomo aire, forzándose a sí mismo a calmarse. “Bien. Griffon y
Falcon, vayan hacia las catacumbas y vean si pueden percibir alguna actividad que pueda guiarnos
a donde esta Lotharus.” Abriendo sus ojos, puso lo que sabía era una mirada de preocupación en su
hermana. “Tallon, ve y tráeme a Doc. Dile que traiga con ella cada trozo de manuscrito, cada libro y
garabato de papel que contenga a los vampiros y sus historias y encuentra en mis habitaciones.
Hazlo rápido.”

“Correcto,” dijo Tallon. “Estoy en ello.”

ALEXIA CORRIO HACIA EL CORAZON del jardín, deteniéndose en la fuente. Como


siempre, Diana se detuvo con una palma en alto, la otra ofreciendo agua a la ciudad hundida.
Jadeando, Alexia cuidadosamente saco el cristal de debajo de su pesado suéter. Parecía hacerse
más pesado en su mano, como si supiera lo que ella estaba a punto de hacer. Y quisiera que lo
hiciera.

“Madre, espero que esto funcione,” susurro, colocando la bola en la mano de Diana.
Lentamente, Alexia libero la piedra, retiro su mano y mantuvo la respiración.

Nada paso.

Alexia suspiro y murmuro una maldición. Estaba a punto de alcanzar el cristal cuando un
ligero siseo, como aire escapando de un globo, susurro a través del jardín. Alexia se congelo,
mirando con los ojos bien abiertos mientras la estatua comenzaba a hundirse en la tierra. La fuente
se apago hasta que solo unas pequeñas gotas de agua cayeron del filo de la jarra. El fondo de la
fosa se cayó y el agua se escurrió, revelando el secreto escondido debajo.

Fue entonces cuando vio lo que había venido a ver. Davna Vremena. Y en el lado más
lejano de la piscina, lo más lejano de Diana, se asentó, solo y olvidado. Una isla envuelta en mito y
Myst.

Dragon Island.

Alexia rápidamente garabateo un rápido mapa de la isla, guardando el papel en su bota


antes de mirar una vez más a la maravilla ante ella.

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“Sobre las Boginja Mountains, a través del Uklet River y mas allá del Zavodnica Sea.” Repitió
las palabras de su madre, agregando las marcas ante ella. “Lejos de ahí donde ella no pueda
tocarlos.” Miro sobre su hombro a la estatua de Diana, quien estaba en el punto más lejano posible
de la pequeña isla.

Ahí. Era donde madre había las había escondido.

“Así que, lo trajiste.”

Instantáneamente Alexia giro, agarrando el cristal con una mano, formando su arma en su
pecho con la otra. “¿Traer qué?”

“No juegues conmigo.” Lotharus dio un paso desde atrás de un árbol, su sombría cara un
estudio en ira mientras examinaba lentamente llenarse la piscina de agua. “¿De verdad pensaste
que no sabía lo que tu madre había hecho? Le permite mantener a sus mascotas con vida, sabiendo
que aprendería su localización en el momento en que probara su sangre.”

Descartando el sudor que salía de su ceja, cabello rozando en el parte de atrás de su cuello.
“¿Entonces por qué la mataste?” Alexia estaba a punto de estallar en cólera, sacudiendo su mano
que sostenía el arma en la última silaba.

“Te aseguro, matarla no era el plan. La necesitaba muchísimo viva para recolectarla en el
pico de poder. Pero ahora supongo que tú tendrás que hacerlo. Espero que sea tan potente como
dice el texto.” El dio otro paso en la débil luz del jardín.

Estrechando sus ojos, Alexia inclino la cabeza y miro más de cerca. Cuatro arañazos
sangrientos corrían en líneas paralelas en su mejilla. No arañazos, marcas de garras. Alguien había
corrido sus uñas sobre su cara en lo que parecía un último intento en salvarse a sí mismos de un
destino suficientemente terrible para justificar tal riesgo paranoico. Ante el pensamiento de que había
sido su madre, peleando por su vida, la bilis cosquilleo la base de su garganta.

“¡Serás esclavizado por los vanators por lo que has hecho!”

“Tal vez en tu mundo de cazadores de sangre vendrían por mí. Pero no en el que estoy
creando. El que yo gobierno.”

Alexia sacudió su cabeza, sin poder creer la verdadera demencia en sus ojos, “Estas
demente.”

“No. Es la evolución, Alexia. Piénsalo. Los dragones tienen líderes machos, ¿no es así?
Incluso los humanos lo saben bien. Somos solo nosotros, las abejas y los elefantes que no nos
hemos dado cuenta aun de nuestro error, seguir adelante y evolucionar.”

“Lo que estás diciendo es traición,” dijo ella. “Serás exiliado.”


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“¿Por quién?” elevo una ceja y merodeo más cerca. “¿Tu? ¿Mis soldados?”

Alexia se trago su miedo y coloco el arma entre sus ojos. “Te disparare donde estas.”

Lotharus sonrió y se detuvo con sus manos estiradas a los lados. “Dale tu mejor tiro.” La
malicia y la demencia en sus ojos la harían halar el gatillo sin dudar. De cualquier manera, antes de
que la bala dejara la recamara, el apareció junto a ella. Un momento después, un dolor sorprendente
desgarro a través de su muñeca y el arma cayo libre.

“No suficientemente bueno,” dijo él, girando su arma él sus dedos antes de arrojarla a un
lado. Como reflejo, Alexia disparo su brazo, atrapando su barbilla con un golpe. Cuando ella intento
seguir con otro, Lotharus atrapo su brazo y la acerco hacia él.

“Hueles como a él. Cada mugrosa pulgada de ti,” gruño él, balanceando su brazo en un gran
arco. Alexia giro su brazo libre y se dirigió a un lado. Haciéndose una bola, ella rodo para
permanecer dos pies lejos, perdiendo el golpe por segundos.

“Me alimentaste de mentiras,” jadeo ella. “Acerca de la guerra, acerca de los dragones,
acerca de todo.”

“Claro que lo hice. ¿Por qué golpear a la mula para moverse cuando trabajara el doble de
duro por una zanahoria?”

La sangre de Alexia hervía. Entrecerrando los ojos, alcanzo en su espalda, curvando los
dedos alrededor del mango de su daga. “Colgaste esa zanahoria demasiado, tu mula tendrá hambre
y te morderá.” Gruñendo, lanzo el arma hacia su corazón. La cuchilla se hundió en su objetivo,
protruyendo del centro de su pecho. Ella dejo salir un respiro y se mantuvo, mirando mientras la
sangre rebosaba de la herida, manchando su camisa. Lotharus miro hacia abajo, curvo sus largos
dedos alrededor del mango y jalo. Alexia miro con desaliento mientras la carne sanaba en segundos.

“No.” Ella sacudió su cabeza. “No es posible.”

Lotharus miro hacia arriba, sus labios curvados antes de que se desvaneciera en una pila de
humo.

Jadeando Alexia se giro para ver si se materializaba detrás de ella. Algo se estrello contra su
cara tan fuerte, tan rápida, que ella cayó hacia atrás. Un pequeño lloriqueo de dolor abandono sus
labios mientras sentía una hinchazón formándose sobre su quijada.

Descansó la mejilla herida en el camino de piedra por solo un momento antes de cambiar
sus manos y rodillas, apunto de pararse. Algo se envolvió alrededor de ella, tirando de ella
fuertemente. Giro y vio a Lotharus parado unos buenos cinco pies mas allá. Estaba usando su poder
mental contra ella, jalándola hacia él. Alexia se retorció y peleo con todo lo que tenia, pero fue inútil.

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Dioses, el era rápido y tan fuerte.

Cuando ella estuvo en frente del, sus manos tomaron el lugar de su voluntad. Al tomo su
cuerpo fuertemente contra el suyo hasta que se sintió como si brazaletes de hierro envolviera sus
muñecas.

“Muy mal para ti – no estoy asustado de tu mordida.” Arrastro él. Inclinando su cabeza hacia
un lado, sus ojos oscuros viajaron por su cuerpo. “Pero estoy interesado en algo mas.”

“Realmente eres patético, ¿sabías eso?” dijo ella, manteniendo el miedo fuera de su voz.

El parpadeo pero no levanto sus ojos de el cuerpo de ella. “¿Y por qué es eso?”

“Es como Declan dijo, tienes que forzar a alguien a que mienta contigo para tener cualquier
cosa.”

Su mirada se paro en su cara, pero en vez de enojo, lujuria de sangre encendió sus ojos,
sus colmillos se descubrieron para sostenerse sobre su labio inferior. Miedo y debilidad, se
deslizaron por su espina.

“¿Quién dice que te quiero a ti, Alexia? Tú nunca hiciste nada mas yacer ahí como un árbol
petrificado. Pero esto…”

Un gimoteo se le escapo mientras el estiraba su cuello hacia atrás, exponiendo su garganta.

“Esto es lo que he deseado hacer por cerca de un siglo.” Se tiro en picada. Brutal y sin
cuidado del dolor o pensamientos de placer. Lotharus clavo los dientes en su garganta.

Los ojos de Alexia se llenaron de lagrimas mientras el giraba su cabeza, hundiendo mas sus
colmillos en su carne, incrementando el flujo de sangre en su boca. Ella cerro de golpe sus ojos.
Pensamientos de Declan, imágenes de él le quemaban detrás de sus ojos con claridad tecnicolor.
Pelea, una voz gritando en su cabeza. Era su voz, profunda y densa y ordenándole que no muriera
aquí. No ahora. No así.

Lotharus dejo escapar un leve gruñido. La mano en su muñeca se resbalo una pulgada.
Usando la desventaja, Alexia tiro de su brazo libre, clavando su primero contra su oído. Los huesos
sonaron bajo sus nudillos. Lotharus dio un alarido y cayó hacia atrás, agarrando su cabeza mientras
se tumbaba lejos de ella. Alexia cayo, su espalda estrellándose contra los escalones de piedra.
Haciendo una mueca de dolor, se recompuso. La oscuridad invadía su visión. Sosteniendo la
respiración, comenzó a gatear por el camino, usando sus brazos y dedos para jalarse.

Una mano asió la cintura de sus pantalones, tirando de ellos y de ella hacia atrás. “Si solo
hubieras bebido de las copas que te serví, como tu madre hizo, esto no sería tan difícil.” A través de
una mirada confusa, ella vio su arma y se estiro por ella.
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“Trate de mantenerlas a ambas complacidas. Trate de hace esto fácil para todos nosotros.”
Rodillas clavadas en su espalda, aplastándola contra el piso, mientras sus dedos se metían en su
cabellera y jalaban hacia atrás. Alexia jadeo cuando sus dientes se clavaron fuertes en la parte de
atrás de su cuello. Un largo gruñido de triunfo, de dominación, lleno sus oídos. Usando su última
reserva de fuerza, Alexia lo lanzo hacia atrás y se tiro a ella misma hacia atrás, hacia el arma,
frunciendo el ceño cuando sus extremidades no se movieron. Lo intento de nuevo y apenas y pudo
levantarlas una pulgada.

Lotharus agarro sus hombros, fácilmente dándole la vuelta. Sus manos hurgando en sus
bolsillos, buscando el cristal. “Pero tú, Alexia, elegiste el camino difícil.” Dijo él, estudiando la esfera.
“Y aun así gane.” Sus labios ensangrentados fueron la última cosa que ella vio antes de que el
bajara su cabeza y mordiera fuerte. Su boca cubriendo la columna de su garganta, sus dientes
perforando profundo, constriñendo su vía aérea. El fresco en el techo giro mientras ella sentía su
conciencia lentamente desaparecer. Pesada y débil, cada musculo de su cuerpo cayo flácido hasta
que ella pensó que podría hundirse en la tierra, en su tumba.

CAPITULO 17
DECLAN SE SENTO EN SU ESCRITORIO, volcándose sobre cada línea, cada palabra y cada
insinuación en los viejos textos que Doc le había dado hasta que su visión se nublo. Tenía que haber
algo que ellos hubieran dejado pasar, algo que no hubieran visto. Declan no podía creer que
estuvieran indefensos contra una simple piedra. Tenía que haber una manera de usarlo en contra de
los vampiros, debía de haber una manera de defenderse. El poder del cristal no podía ir solo en una
dirección. ¿Pero ahora? ¿Por qué? Miro hacia abajo al libro frente a él. La respuesta estaba ahí justo
frente a él, pero él no podía leer el lenguaje.

Frotando una mano contra los ojos somnolientos, cambio de página en el anciano libro.
Partículas de polvo volaron en el aire, aterrizando sobre sus parpados como arena. Con un gruñido
frustrado, arrojo el inútil libro sobre el piso. El sonido de el azotando en el piso ahogo el suave toque
en la puerta. “¿Mi Señor?”

Declan giro en la silla ante la voz. Una pequeña mujer se paro en el umbral. “Doc, estas de
vuelta. ¿Encontraste algo más?” Declan sintió su corazón acelerarse en anticipación de su respuesta
afirmativa.

“Espero,” contesto ella, manteniendo abierta la puerta con su hombro. Las blancas solapas
de su bata de laboratorio flotaron a los lados mientras entraba. Con las manos llenas, pateo la puerta
para cerrarla, apenas manteniendo el balance el copioso montón de libros y manuscritos apilados en
sus brazos.

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“Aquí, déjame ayudarte.” Declan camino al frente, tomando algunos de los libros más
pesados de su colección.

“Gracias,” contesto ella, su mirada elevándose solo brevemente antes de establecerse en


algún lugar cerca del piso. Declan no podía evitar sino notar que incluso después de que ella había
ganado un asiento en el concilio, después de todo lo que él había hecho para ayudarla, ella aun
tenía problemas para mantener contacto visual con él. Era la misma historia para todos los señores
Dragon. Declan se rio consigo mismo, pensando que era divertido que alguien tan pequeño y tímido
como la Doc tuviera a su poderoso capitán dragón, Krestel, alrededor de su pequeño frágil dedo.

Cuidadosamente, Doc dejo los manuscritos en el piso. Levantándose hacia atrás para
ponerse de pie, tomo uno de los parlamentos de la cima, desenrollándolo y extendiéndolo en el
escritorio frente a él.

“Corrí algunas lentes en la ceremonia de lo que los ancianos han traducido de estos
manuscritos y testimonios de soldados. Ahora, nada parece fuera de lo ordinario y ninguno de ellos
se conectaba con la Reina o su hija hasta que tu mencionaste la palabra ascensión, y el hecho de
que Lotharus ya había matado a la Reina.”

Doc empujo sus lentes hacia arriba de su nariz y se inclino sobre el escritorio, su delgada
coleta rubio quedándose sobre su hombro, ocultando las prominentes clavículas debajo de su
delicada forma.

“Ahora.” Ella golpeo su dedo en el papel, llamando la atención de Declan. “Hice algunas
averiguaciones y puse dos y dos juntas. Creo que Lotharus pretende tomar control de la horda.”

“Si. Eso dedujimos del soldado que trajo Griffon.”

Ella giro su cara a la de él, sus claras cejas juntándose en concentración. “El te dijo que
Lotharus está desperdiciando su sociedad y creando una nueva? ¿Revirtiéndolos a los tiempos
oscuros cuando los hombres gobernaban la horda?”

Declan asintió. “¿Pero qué tiene eso que ver con el cristal? ¿Con Alexia?”

“Uhh, bueno,” dijo ella, doblando los manuscritos y libros sobre el piso. “Como un ancestro,
el es lo suficientemente poderoso por derecho propio. Un hecho que estoy segura podrás atestiguar
si lo enfrentas y sobrevives.” Dijo ella, flotando entre las pilas de papel. “De cualquier modo, su
habilidad ahora es nada comparado con una Reina ascendida en la flor de su juventud, como Alexia
lo será a partir de esta noche. Ahí es donde el cristal entra. Ah, aquí esta.” Seleccionando uno de los
parlamentos, se puso de pie, colocándolo en el escritorio. Desenrollándolo cuidadosamente, señalo
lo que parecía un boceto de un largo báculo con un cristal en la punta. “Si puede dominar la energía

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en el cristal, conteniéndolo en el centro de poder aquí, el puede blandir su fuerza desde afuera de su
forma corporal.”

“En otras palabras, ¿el podría convertir el cristal en un arma?”

“Exacto.”

Declan cayó hacia atrás en su asiento. “Pero para poder ganar el poder de Alexia y
contenerlo en el cristal…”

“El tiene que matarla.”

Declan trago su urgencia de sentirse enfermo. “¿Cómo lo detengo?”

El escucho el desesperado pánico en su propia voz. Sabiendo que en el minuto en que Doc
colocara su mirada en el, ella lo había oído también. Declan corrió una mano por su cabello,
deseando que pudiera golpear su puño contra la pared en vez de eso.

Doc se agacho hasta que sus ojos estuvieron al nivel de los suyos. Un repentino roce de
energía y calor cargo el aire entre ellos. El vello en los antebrazos y el cuello de Declan se erizo
como si estática se vertiera de sus poros.

“¿Doc, que estas…?

Sin una palabra, se movió mas cerca, cerrando la distancia entre ellos. Su mirada clavada
en la de ella y dándose cuenta al mismo tiempo de lo que estaba pasando.

Declan supo que Doc uso sus poderes de empatía cuando curaba a legionarios heridos en la
enfermería, el mismo incluido. De cualquier modo, sus pacientes siempre habían estado
inconscientes cuando ella trabajaba en ellos, y ninguno nunca había atestiguado sus poderes. No
tenía ni idea de que hacer, o como quería ella que reaccionara. Así que, no hizo nada. Solo la miro,
esperando que no tuviera que hacer nada para que la magia de Doc tuviera efecto.

Excitación y miedo brotaron en el, las emociones gemelas ambas exaltando y asustando.
Suaves y pequeñas, sus manos acunaron su rostro. Declan chisporroteo en un aliento, la carne
debajo de sus dedos quemando al contacto, solo para sentirlos congelados un segundo más tarde.
Trago fuerte y miro sus ojos.

Debajo de sus lentes, sus ojos se ampliaron. Lo negro consumientes el azul hasta que casi
parecía más un vampiro con ojos de ónix mas que un dragón. Declan se quedo ahí hasta que su
mirada lo perforo como una brocheta. Dándose cuanta que la dejaba ver cosas, memorias y
sentimiento que mantenía enterrados en lo profundo, tal vez incluso para él. Doc lo vio todo. Él lo
sabía. Él lo sentía.

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Ella continúo mirando e incluso cada musculo en el cuerpo de Declan, desde su cara hasta
los dedos de sus pies, se tensó en respuesta. Su cuerpo literalmente vibro con un impulso
demandante de retirarse, de cerrar sus ojos y desconectarse de ella.

¡Ahora!

En vez de eso, Declan forzó a su ansiedad a ceder. Jalando aire, sujeto los brazos de la silla
y peleo contra su instinto. Forzándose a sí mismo a abrirse a ella. Dispuesto a hacerlo, dejarla ver
todo, si podía ayudarlo a salvar a Alexia.

Antes de que pudiera exhalar, Doc estaba haciéndose hacia atrás, sus manos agarrando el
borde de su escritorio para estabilizarse. “Lo siento,” murmuro ella, levantando una mano para
ajustarse los lentes. “No quise hacer eso. Krestel y yo hemos estado trabajando en mi control. Pero
algunas veces se dispara.”

“Está bien, Doc,” le aseguro Declan, incluso mientras su corazón latía frenético en su pecho.
El cerró sus ojos e inhalo profundo. “Viste… ¿viste como ayudarla?”

Por su silencio, Declan abrió sus ojos, enfocándose en su mirada cobalto. Con el miedo
arremolinándose en las profundidades, dedos helados colisionando en su espina antes de afianzar
sus entrañas con un penetrante agarre. “Por favor,” susurro él. “Necesito saber.”

“Yo – Yo…” los ojos de Doc se suavizaron y sacudió su cabeza. “Lo siento.”

“¿Por qué? ¿Qué viste?”

“Nada,” dijo ella, sus dedos toqueteando nerviosamente el dobladillo de su bata. “Quiero
decir, no sé lo que vi. No funciona así. Siento lo que tú sientes. Veo lo que tú ves. No el futuro.”

Una extraña combinación de alivio y desilusión de deslizo en el. El suspiro. Un bulto de


derrota se hundió en su pecho, acarreando su corazón con él. Sabía que no tenía que enfocarse en
obtener de regreso el Cristal Draco, en pelear para salvar a su gente de cierta aniquilación. Aun así
no podía quitarse de la mente salvar a Alexia.

Justo ahora su único plan era pelear con Lotharus y sus soldados en su terreno. Esperaba
que eso, como la última vez que había batallado con los soldados, le diera la oportunidad de salvar a
Alexia. Tenía que pasar tiempo develando el misterio de un maldito cristal y como destruirlo una vez
y por todas después de saber que ella estaba a salvo. Frunció el ceño, pensando acerca de su nota.
Encontrarse a el mismo.

Como si sintiera su desesperación, Doc se inclino hacia él, tomando el libro de su escritorio.
“Pero estas en lo correcto el buscar el cristal. Esa es la llave. Así que, este cristal tiene el poder para

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gobernar todo o destruirlo, ¿cierto?” pregunto ella, buscando por las paginas. “Bueno, eso puede
significar un par de cosas…”

“Doc, por favor,” dijo él.

“… nuestras dos razas, naturalmente.”

“Doc.”

“Pero también podría…”

“Sparrow.” Le dijo su nombre otorgado y hablo lo suficientemente firme esta vez que ella lo
escucho. Pensando en cómo la delicada Doc podía comportarse y actuar, Declan gentilmente coloco
sus manos sobre las de ella, deteniendo sus movimientos frenéticos y su dialogo. “Escucha.
Necesito que vayas con Krestel. Dile que necesito a todos, y me refiero a todos, que estén listos
para la batalla, y rápido.”

Ella parpadeo a él, no solo encontrando sino sosteniendo su mirada. “Pero podemos hacer
esto. Puedo ayudarte,” lo dijo en voz baja. “Quiero ayudarte.”

Declan sonrió hacia ella lo mejor que pudo. Siempre había adorado a Doc y no podría nunca
agradecerle lo suficiente por sanar a su capitán guerrero y amigo, Krestel, después de la batalla que
había tomado a sus padres. Pero él sabía lo que tenía que hacer y no la necesitaba aquí para
hacerlo. “Lo has hecho.”

Después de un momento, Doc asintió y se irguió. “Regresare si encuentro cualquier cosa


nueva,” dijo ella, dirigiéndose a la puerta.

“Gracias,” dijo él, antes de girarse hacia su escritorio, para esta misión imposible ante él.

Colocando sus codos en la mesa, descanso su frente en sus manos. Delante de del, las
marcas azules de las catacumbas de la horda lo miraban, burlándose de él, incluso con el
localizador, no estaba seguro de que pudiera encontrar a Alexia en ese laberinto. Los dragones solo
tenía en archivo este diseño improvisado del hogar de la horda. No estaba completo por ningún trazo
de imaginación. Y por el sonido, los mismos vampiros no sabían que yacía en los intestinos de sus
asuntos.

“…planea matarla a medianoche cuando ella ascienda y robarle su poder.”

Declan husmeo debajo de sus brazos. Eran cerca de las diez. Dos horas. Dos horas y ella
se habría ido. A un lugar de donde el no podría traerla de regreso.

Dioses, no podía pensar así. No ahora. Enojo incontenible se elevaba dentro del. Imágenes
de ella destellaron en su mente, y su esencia lleno su nariz. Colapsando, coloco su cabeza en sus

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brazos cruzados. Esperando que estuviera lo suficientemente cansado como para que el sueño lo
cobijara. Suficientemente consumido para una vez más soñar con Alexia.

Pareció que apenas había cerrado sus ojos y Declan obtuvo su respuesta. Como había sido
antes, el maldito sapo gordo con el que se había familiarizado en los últimos días, revelando lo que
fuera que quería que viera.

Oscuridad no natural, fría y húmeda, lo golpearon primero. Habiendo viviendo entre piedras
toda su vida, el conocía bien la sensación. Como fuera, era el resto de los alrededores lo que tenía
problemas en comprender. Frunciendo el ceño, intento conservar tanto de la escena como pudo.
Velas, cientos de ellas, iluminando cada rincón y grieta en la cueva. Decenas de oscuras, figuras
encapuchadas se tambaleaban, pero no había música. El baja murmullo de voces masculinas
retumbaba en un zumbido constante.

¿Qué estaba viendo? ¿Donde estaba el resto de la horda? Este segundo pensamiento cayó
como una bola de nieve sobre el primero y Declan casi se obligo a sí mismo a despertar. Y entonces
vio a alexia.

Oh, dioses, el la vio.

“Alex.” Su nombre se desgarro de él en un sollozo. Ella estaba en una tarima elevada, junto
a una larga mesa de piedra. Sus brazos anclados sobre su cabeza en un pilar de madera al cual
estaba atada. Incluso desde esta distancia, el podía decir que estaba herida. Sangre oscura
manchaba su cuello y pecho, estropeando su exquisito vestido de noche café y ensuciaba su claro
cabello.

Cuando su cabeza se levanto, la mirada de desesperación arrinconada y agonía en su cara


era suficiente para enviarlo corriendo por ella. Como fuera, apenas y dio cinco pasos antes de que
su cuerpo entero chocara contra una pared invisible. Tirándolo en el piso de la fuerza, colapso hacia
atrás con un inolvidable golpe sordo. El dolor se disparo por su espina, pero no lo siento. En no sintió
nada excepto el miedo, enviando ola tras ola de terror a través de sus venas.

Lotharus emergió y las figuras encapuchadas comenzaron a vitorear. Declan se derrumbo a


sus pies. La multitud empezó un canto bajo que se hizo más fuerte con cada palabra. Lotharus hablo
pero Declan no podía oír sobre el ahora ensordecedor mantra. Frenético, Declan miro desde una
esquina de la habitación hacia la otra, buscando algo, alguien que ayudara.

Una débil luz azul comenzó a emanar de Alexia, enrollándola, devorándola. Primero, Declan
pensó que su visión había fallada, o el leve brillo de la cueva estaba jugándole un truco. Pero
Lotharus sonrió, y su canto creció. El cuerpo de Alexia se sacudió, peleando contra cualquiera que
fuera la fuerza que la desgarraba. Sudor caía de su ceja y su cuerpo se retorció en dolor.

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Declan estrello su puño contra la pared invisible que la alejaba de el, gritando una
advertencia cuando Lotharus desenfundo la lustrosa espada. Sus ojos negros se abrieron grandes,
pero no lucho para evitar el innegable destino que se cernía sobre ella. La noción de que se había
vencido solo duro un momento antes de que todo pensamiento volara por completo. Lotharus el
clavo, ensartando el arma a través de la mitad de su cuerpo. La luz azul se disparo a través del arma
como una corriente de luz, apresurándose directo al cristal que ahora sostenía en su mano estirada.
Después de un último raudal dejara su cuerpo, ella cayo lánguida en sus ataduras. Lotharus se
flexiono, sumergiendo un cáliz en la cubeta debajo de ella. El mostraba el cristal en una mano y el
cáliz de su sangre en la otra antes de bajar sus contenidos.

Declan dio un paso hacia atrás, negándose a creer que nada de esto podría estar pasando.
La prueba visual ante el negándose a ser registrada en su corazón roto.

Alexia está muerta.

La verdad lo golpeo como una exhalación, duro y fuerte. Aunque él sabía que no se
encontraría evidencia física del dolor que lo desgarraba, miro hacia abajo, medio esperando ver una
espada saliendo de su pecho. En su lugar, la imagen de ella colgando y esclavizada le quemaban
detrás de sus retinas.

Colapsando de rodillas, clavo su cabeza en sus manos y dejo que la oscuridad, el pesar, la
pérdida lo tragara.

Se despertó de golpe, mandando a volar los papeles que estaban en su escritorio. Su mano
inocentemente fue a cubrir el dolor que aun radiaba de su pecho.

“Alex,” jadeo, sus ojos rastreando su escritorio por el reloj.

Los números rojos destellando casi lo hicieron llorar.

Doce treinta.

Era demasiado tarde.

CAPÍTULO 18
Tallon sacó el suéter de lana de sus rodillas dobladas, envolviendo sus brazos alrededor de él.
Inclinó la cabeza, contempló la vista de las montañas escarpadas, cubiertas de nieve punzante a
través de la capa de nubes oscuras delante de ella. Ráfagas de viento helado pasaban por los
orificios en diferentes partes de la ropa que usaba, congelándola al soplar el aire sobre su cuerpo.
Estaba entumecida, y no de frío. El hueco de nada que nacía de la noche en que sus padres habían

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sido enjaulados se filtró desde dentro hasta que consumió todo, incluso su voluntad de poner
atención si un día fuera capaz de poder salir del agujero negro de su vida que parecía ser como una
espiral. No tenía adónde ir, no había nadie a quien recurrir y la completa verdad de su patética
situación la enfurecía.

Aunque los sentimientos de Declan por el vampiro no le afectaban, lo hacían. Llamémoslo infantil.
Llamémoslo egoísmo. Ella quería su vida de nuevo, quería a su mamá y a su papá, quería a su
hermano. Un largo suspiro se le escapó y cerró los ojos.

No hacía ni diez minutos, Declan había dejado la guarida como un hombre enloquecido. Le había
rogado que la dejara ayudarle, que la dejara ir con él. A pesar de que no le importaba si el vampiro
vivía o moría, lo hizo. Y ambos habían sufrido mucho durante las últimas semanas, parte de ella
estaba dispuesta a hacer lo que fuera para evitar que sintiera más dolor.

Pero él se había cerrado, la había sacado. Cuando estaba aquí en este mismo lugar y sostuvo su
rostro, lo que lo obligó a mirarla, sus ojos parecían vacíos, decididos con la tarea que había
impuesto a sí mismo. Vio la mirada de un hombre obsesionado, desesperado y temía lo que haría si
se encontraba a la princesa muerta como había sido profetizado.

Si fuera honesta con ella misma, esa pregunta candente era la razón por la que se había sentado en
el frío en medio de la noche. Tenía miedo. Miedo de no volver a ver a su hermano otra vez. Después
de todo, apenas lo había regresado. Ahora, temía, aún si regresaba, nada sería lo mismo. Una pared
había crecido entre ellos desde aquella noche en que habían robado el cristal, y no podía encontrar
la manera de derribarla.

El punto de vista ante ella se volvió borroso, su visión se llenó de lágrimas. Su barbilla temblaba, y
no tenía nada que ver con el frío. Si renunciaba a la lucha, dejaría que las lágrimas cayeran. Sus
mejillas picaban mientras el aire frío de la noche congelado se volvía
líquido en su cara.

Dioses, ¿por qué lo dejó ir? La respuesta llegó de inmediato. Le había pedido ir solo, y ella había
obedecido. Por segunda vez en su vida, había cedido y le concedió su petición sin luchar. Y ahora
estaba lamentándose. La última vez que había cedido a su demanda para cuidar de las cosas solo,
todo el infierno se había desatado y ella casi lo perdió. Algo en su
alma le dijo que esta vez no le iría mejor.

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Un copo de nieve cayó sobre su nariz. Tallon se sorbió los mocos y ladeó la barbilla al cielo para
quitárselo de encima. A lo lejos, una masa púrpura brillante le llamó la atención. Estaba ligeramente
por encima de la cresta inferior, entrando y saliendo de los blancos
copos de nieve en un círculo con forma casi de ocho. Al principio, Tallon trató de ignorarlo. Sin
embargo, a medida que continuaba su danza perezosa alrededor de la montaña, se encontró con la
mirada en su dirección.

Era Griffon, el cazador. Tenía que ser él. Era el único dragón púrpura con tonos de tal
tamaño y vaklentía que se atreverían con este tiempo horrible a volar. Con el pensamiento de él, un
innegable calor sacudió su columna vertebral. Se estremeció y se agachó alejándose de su gastada
ropa. A pesar de que no podía explicarlo, Tallon se preguntó más y más acerca del cazador. De
dónde venía, y por qué se había ido, por qué nunca hablaba de su pasado y, sobre todo, por qué era
tan atormentado y solitario. Las respuestas a esas preguntas quemaban más calientes en los últimos
días, y como una polilla a la llama donde volaba más y más en la luz.

Tallon no podría poner o dar una explicación, pero sentía una conexión con él de alguna manera.
Como si él y sólo él no sólo viera, sino reconociera la oscuridad dentro de ella. Como si supiera que
su alma se estaba rompiendo perdida, visceral y profunda en los huesos, y sin embargo, a diferencia
de ella tenía la habilidad de arreglar las piezas.

Mientras Tallon lo veía girar y arquearse en el cielo con la destreza de un águila y la belleza de un
ángel, por un momento se olvidó de lo miserable que era.

"Aquí estás."

Tallon miró la voz, y se apresuró a mover los dedos sobre sus húmedas mejillas. Levantó la mirada,
molesta de ver a Falcon redondeando la pared del acantilado hacia ella. Normalmente, su presencia
sería un bálsamo, una manta de seguridad cuando ninguna otra cosa la tranquilizaba. Pero algo en
su interior se revolvió, salvaje y furioso. El hecho de que su hermoso rostro parecía en calma, le
pelaba los nervios en pedazos y su corazón no estaba ennegrecido con la pérdida de su irritación.

"No deberías estar aquí a esta hora."

"Soy capaz de manejarlo, gracias - dijo ella, odiando el sarcasmo evidente en su voz.

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Un ceño arrugó su frente y dejó de sonreír. "Sé que puedes. Eso no es lo que quería decir. Hace
mucho frío aquí. Podrías tentar a la muerte."

Abrió la boca, a punto de decir que no le importaba si moría aquí o no de neumonía, pero lo pensó
mejor. Falcon había sido siempre la piedra de toque, su roca. Ella quería molestarlo tanto como ella
quería que Declan amara al vampiro.

Cuando segundos y luego minutos pasaron y no hizo ningún intento de moverse, un suspiro
masculino sonó más fuerte con el viento que aullaba en sus oídos. "¿Por qué
no entras conmigo?"

Tallon levantó la vista. Se quedó mirando la mano callosa, que bajaba hacia ella. El pensamiento
acerca de lo que ofrecía. Tomar su mano e ir al interior. Moverse hacia adelante. Seguir con su vida
más normal. Sin Declan.

Una oleada de ira y resentimiento creció dentro de ella. "Por qué no me dejas en paz ", le espetó
ella, empujando hacia arriba un pie por su cuenta.

Al instante se volvió, llegando a ella. "Tal, sé que estás sufriendo..."

Ella echó el brazo lejos, manteniendo la distancia entre ellos. "No sabes nada de cómo me siento
ahora mismo, así que no trates de consolarme."

Por un momento, Falcon no se movió. Entonces, su mano extendida cayó a su lado y la mandíbula
se apretó. El viento aullante recogió trozos de su pelo oscuro, bailando en las largas tiras a lo largo
de su hermoso rostro. "Tienes miedo de perder un ser querido." Sus ojos se clavaron en ella,
viéndolo todo, viéndose hermoso también. "En este momento, sé exactamente cómo te sientes."

El corazón tomó todo su aire y la dejó en un zumbido. ¡Oh, dioses! No otra vez, ahora no.

"Falcon, no hagas esto", empezó a decir, pero él dio un paso hacia ella, y luego otro, la emoción
desnuda en sus ojos silenciosos.

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"¿Hacer qué? ¿Decirle a la mujer que amo lo que siento? ¿Decirle que me está matando
lo que siento de brazos cruzados y mirarla con dolor? ¿Decirle lo impotente que me siento al no ser
capaz de ayudarla, cuando todo dentro de mí está gritando hacer lo que pueda
para aliviar su dolor?"

"Deténte", susurró. Sabiendo lo mucho que sacrificaba al manifestar sus sentimientos en voz alta
cortándola hasta los huesos con la mayor eficacia al igual que sus palabras. Para darse cuenta con
brutal agonía que no hacía mucho tiempo habría estado muy contenta de escuchar ésas palabras
cayendo de sus labios la devastaban.

Más culpa, más dolor.

Dos emociones que no sentía ninguna necesidad de agrandar en este momento. De hecho, deseaba
no se sentir nada en absoluto. Deseaba que su cuerpo pareciera roto como se sentía. En pocas
palabras, se preguntaba si era por eso estaba sentada aquí a temperaturas bajo cero, con la
esperanza de adormecer su parte exterior junto con su
interior.

"No quieres oírme decírtelo", continuó Falcon, su voz tranquila engañosa enmascarando el dolor
apenas velado grabado en su rostro. "No crees merecer mi amor o el de alguien más." Dobló manos
alrededor de la parte superior de sus brazos, tirando a los suyos. "Pero lo harás - dijo, sacudiendo
ligeramente la última sílaba, como si el acto pudiera hacer que creyera en él. "Y si me toma para
siempre hacer que te des cuenta entonces, estoy dispuesto a esperar ése tiempo."

"Deténte". Tallon cerró los ojos y sacudió la cabeza. No podía respirar, no podía pensar....

"Voy a esperarte por siempre."

"¡Alto!" Tallon gritó, su pecho jadeante. "Tú no me amas, Falcon. Ni siquiera me conoces. Y seguro
que no me puedes arreglar."

Empujando su pecho, se retiró de su dominio. Falcon dejó caer los brazos sin pelear. El dolor y la
confusión en sus ojos verdes hicieron que se odiara a sí misma aún más. Darse cuenta de que

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ofrecía todo lo que la rota y feliz Tallon quería, y que sin embargo esta nueva Tallon no podía
comprender, destrozaba su alma.

Envolvió sus brazos alrededor de su pecho, negando con la cabeza y dio un paso atrás.

"Hazte un favor y no esperes tanto tiempo", dijo mientras desgastadas plantas de sus botas se
hundían en la nieve y la imagen de Falcon le quemaba detrás de sus ojos. "No te amo, Falcon.
Ahora no. Ni nunca."

En el momento que la última palabra cayó de sus labios, Tallon se volvió y corrió hacia adentro de la
montaña. No estaba segura si había dicho esas palabras a Falcon en
beneficio de él o de ella.

En forma de dragón, Declan hundió sus garras en la misma arena de la playa, donde había tomado
a Alexia esa noche que había caído por el precipicio. Volteándose, inclinó la cabeza y olfateó. Una
vez más, sólo tenues rastros de sangre llenaban el aire. Sacudiendo los poderosos hombros, Declan
cambió de forma. Cerró la mano alrededor del indicador colgado de su cuello, cortándola con un
tirón rápido.

No importaba lo que pensó que vio, se negaba a ceder el paso a un sueño. Tenía que creer que ella
aún vivía. Tras el golpe débil pero constante de rojo en el trazador, Declan tomó la escalera oculta
que había visto la última vez que había estado en esta playa. Una brisa suave envió un ligero aroma
de la horda a su nariz. Una vez en la parte superior de la escalera, la roca se estabilizó y el musgo
cayó a la arena. Una playa secreta con una piscina de cristal llena de agua por una cascada cercana
estaba delante de él, nada más.

Frenético, Declan sostuvo el marcador ante él y movió el brazo en un amplio arco. Entrecerrando
los ojos, miró hacia abajo al dispositivo en su mano con derrota. Indicaba que Alexia estaba en la
roca por debajo de la piscina.

Con el pecho palpitante, miró a su alrededor la tranquila noche. La luna se reflejaba en el agua
todavía, por lo que parecía más como una hoja de cristal de líquido. Se quedó sólo un momento
antes de dejar caer el marcador en una pequeña bolsa de plástico que había guardado en el
pantalón. Lo empujó en su bolsillo de atrás, y Declan se zambulló de cabeza en la piscina. El agua

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oscura lo envolvió, pero sólo por un momento. Como si fuera dirigido por una cadena, nadó a través
de la superficie, hasta el otro lado dentro de una cueva. Una cueva bajo el agua en el otro lado de la
montaña.

Extendiéndose, arqueó el brazo en el agua, tirando de sí mismo a la costa. Guijarros negro brillantes
se hundían en sus pies mientras llenando la escondida playa. Doblándose por la cintura, se cubrió
las rodillas con las manos y miró a su alrededor. Se tomó un momento, pero sus ojos se
acostumbraron a la picante negrura de la cueva. Bosquejos y sombras se formaban hasta que pudo
ver la apertura de fisuras en las paredes frente a él, pero no había soldados, ni guardias.

De pie, se quitó el pelo mojado de la cara y alcanzó la parte de atrás de su bolsillo, sacó la bolsa de
plástico. La desgarró, moviendo de un tirón el dispositivo mientras entraba en la grieta. El rojo
constante del seguidor parpadeaba brillante más rápido con cada paso que daba.

Estaba cerca.

La esperanza y preocupación lo enviaron al trote. Lanzando sus ojos hacia la izquierda y


la derecha, recorriendo el estrecho pasillo. El aire por delante se calentaba a grados y el olor a
sangre se hacía más fuerte. El pánico se levantó en su interior. Declan lo ignoró. El pánico no lo
domaría. El pánico no le ayudaría.

Dobló una esquina. Una suave luz brillaba por el túnel, donde una apertura estaba en el pasillo. El
marcador comenzó a parpadear tan rápido que casi siempre estaba de color rojo. Declan desaceleró
el trote con cuidado una vez que estuvo a unos pocos pies de la luz. Cuando no escuchó nada,
asomó la cabeza. Abriéndose paso en una gruta enorme. Cientos de velas estaban encendidas,
iluminando la oscuridad. Había sillas frente a una tarima de piedra a la izquierda. Había sangrientos
tapices representando tiempos oscuros, los tiempos en que reinaban los señores de la guerra y los
vampiros en lugar de las monarcas mujeres, tomaban la parte posterior de la tapa de piedra, como
una cortina
pintada.

La caverna del sueño.

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Las imágenes de la pesadilla horrible se apoderaron de él, poniéndose una mano sobre la garganta.
Miró la violencia y contuvo el aliento. "Alexia", dijo exhalando.

El palo se deslizó de sus dedos mientras sus alas se expandían y tomaba el aire. Al pasar de los
veinte pies, miró la exacta imagen que había soñado hacía menos de una hora. Su corazón casi se
detuvo por la carnicería debajo de él - las filas de sillas, el pilar de madera maciza manchado con
sangre y...

"No" Dos cuerpos yacían retorcidos y rotos en el escenario espeluznante de abajo. Uno tenía el pelo
del color del oro hilado. Declan se dirigió en picada al suelo. Metiendo sus alas atrás, se dirigió al
altar, sobre las vallas de muebles rotos y rocas para llegar a ella. Su corazón golpeaba a un ritmo
salvaje contra sus costillas. Cada ruido estridente martillando con tal fuerza que esperaba liberarse
de su pecho.

Arrastrándose de rodillas, se movió a través de lo que debían haber sido pintas de recubrimiento de
sangre en el suelo de piedra debajo de ella. Tendió la mano, tiró de las
cuerdas que unían sus tobillos. No fue hasta que quedó sobre sus rodillas y comenzó a
liberar sus muñecas que se dio cuenta de la espada que la atravesaba por el medio. Los latidos de
su pulso se detuvieron y todo el aire lo dejó.

No. Pensó la palabra esta vez, pero no podía decirla. No podía encontrar aliento suficiente para
hablar.

Con su mente, cuerpo y dedos adormecidos, trabajó metódicamente en liberarla. Primero tiró de la
espada y luego la usó para cortar sus ataduras.

Cuando cayó, Declan llevó su cuerpo inerte a su pecho. No fue hasta que sintió el peso suyo contra
él que la verdad golpeó. Dio una profunda respiración, irregular.

"No, no, no." La abrazó con fuerza, repitiendo en su mente la letanía de palabras que había estado
pensando desde que había despertado con esa horrible visión. A medida que la verdad de que esto
ya no era un sueño sino la realidad que se hundía las piernas le temblaban y luego cedió por
completo. Se desplomó en el suelo duro.

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Acunándola en su contra, miró hacia abajo, alisando su cabello teñido sobre su cara. Su piel era de
color azul, casi transparente. Sucias contusiones amarillas cubrían su mejilla y sien, la evidencia de
Lotharus cruel y brutal en su cuello mutilado. Todo lo que había visto en esa pesadilla horrible había
sucedido.

Dioses, la forma en había sufrido.

La memoria de cómo murió, cómo había sido asesinada astillaba a través de él. Golpeó el puño
contra el suelo, saboreando el dolor sordo que vibró en su mano. Con la esperanza de que podría
tomar un poco de la agonía, de la ira, de la furia impotente que amenazaba con asfixiarlo. No lo hizo.

La miró fijamente. "Lo siento mucho – susurró -. Inclinando su cabeza a la de ella, cerró los ojos y
mordió con fuerza la mandíbula para mantener los sollozos y evitar que se escucharan. Sintió un
movimiento de un ligero golpe en su contra. Declan se levantó en posición vertical. Alerta, sus ojos
precipitándose alrededor buscando la causa. No podía ver nada. Oír nada.

Frunciendo el ceño, miró hacia abajo a Alexia. Sintió la vibración de nuevo, sólo que esta vez sus
ojos se centraron en ella, tomándole el pulso un débil aleteo se sintió bajo su
piel.

"¿Alex?" La esperanza aspiró sus lágrimas y las secó. Le volteó a un lado la cara, Declan le dio una
sacudida. "¡Alex!"

Cuando ella no se movió, inclinó la cabeza a su pecho. Cerrando los ojos, susurró lo que sólo podría
ser una oración, y contuvo la respiración. Esperó. Sus oídos recogieron el latido débil de su corazón
de nuevo. Cuando lo dudó y se quedó, otro le siguió, sólo que esta vez fue más suave. Su mente se
tambaleó, dando marcha atrás a creer la verdad delante de él.

¡Estaba viva!

Frenético, lanzó la mirada alrededor para encontrar algo, cualquier cosa que pudiera
salvarla. Pero estaba solo. Sólo un halo de sangre circulaba su cuerpo.

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Sangre.

El aire atrapado en sus pulmones. La sostuvo con la locura de su plan corriendo por su mente. Dios
lo perdone, pero sabía lo que tenía que hacer.

Agarrándola debajo de los brazos, Declan le dio un tirón más cercano a su regazo,
sosteniendo su cabeza con la cadera.

Su cabeza colgaba a un lado cuando la soltó y llevó su muñeca a su boca. Sacando sus colmillos, la
mordió con fuerza, rompiendo la capa superior de la piel de su muñeca. La sangre brotó de su boca,
el sabor cobrizo asfixiándolo y provocando que el vampiro en su interior cobrara vida. Lo reprimió y
se centró en ella.

Inclinó la barbilla, suspendió el flujo de sangre por los labios. Las gotas salpicando su boca inmóvil.
Más rápido, más rápido dijo, la sangre carmesí estaba recogida en una piscina en sus labios en
lugar de deslizarse a su interior. El pánico se hinchó, casi lo estrangula. La ingestión por
desesperación, se inclinó sobre ella y cerró los ojos.

"Deja de luchar contra esto, Alex," dijo en contra de su sien antes de darle un beso. "Bebe para mí.
Vive para mí. Por favor."

El lado de la cara y el cuello se sentían como el hielo, donde la tocaba y ya no podía distinguir el
latido de su corazón. Sin embargo, no podía alejar su brazo, no podía renunciar a ella. "Por favor,
vive", repitió en un feroz susurro. "Por favor. Por favor."

Por un momento pensó que tal vez los dioses sabían que lo que intentaba estaba mal. Pero él había
vivido, ¿No? Tallon vivía. Aberraciones podían ser, pero vivían. Como Alexia necesitaba vivir. Rabia,
impotencia, resentimiento desollaban en su interior al pensar que ella no lo hiciera. Pensar que la
chispa de esperanza que había experimentado sólo había sido una mentira cruel.

"¡Bebe, maldita sea!"

Con su grito, dientes afilados y largos, perforaron su carne. Declan se quedó sin aliento con el

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choque sólo para sonreír entonces. Alexia gimió y levantó las manos a la muñeca, para mantenerlo
quieto. La vida inmortal en su interior debía haber sentido su muerte, porque ahora luchaba por la
vida como si fuera una venganza.

Declan no estaba luchando. De hecho, quería que su sangre entrara más rápido a medida que
avanzaba dentro de ella.

"Sí. Eso es. Tómala. Toma lo que necesitas", murmuró.

Cerrando los ojos, se centró en ofrecer su vida a ella. Para la segunda vez en otros tantos minutos,
palabras que sólo podían ser comparadas con oraciones se repetían una y otra vez en su mente
hasta que las palabras coherentes fallaron.

Mientras se alimentaba, Declan puso toda su atención en ella. Tenía los ojos cerrados. Sus mejillas,
una vez una cortina de hielo de color azul, se volvieron enrojecidas, calientes y
color de rosa. Su cuerpo, una vez rígido cerca de la muerte, ahora pulsaba y palpitaba con
vida vibrante.

Una ola de mareo lo golpeó. Cerró los ojos y pasó casi al vértigo. Mareado y débil, se sentó sobre el
codo y se apoyó en él. Declan luchó para mantenerse de pie, pero sin sus brazos para sostenerlo,
hizo entrega de sus abdominales. Se desplomó hacia atrás, golpeando el piso de tierra con la
cabeza.

En el movimiento, sus colmillos se zafaron. Declan puso la cabeza de lado para poder verla.
Después movió la boca a su muñeca, una sonrisa cruzó al ver su movimiento, al verla con vida. Sin
embargo, cuando su rostro volteó, su boca abierta dio un grito silencioso, frunciendo el ceño y se
sentó, preocupado. Olvidando su debilidad, ahuecó la parte posterior de su cabeza, apoyando su
peso mientras su cuerpo delgado convulsionaba en sus brazos.

"Alex". Su grito salió con un graznido bajo. Ella no respondió.

"Alex".

Su espalda se inclinó con tanta fuerza que casi la dejó. Pequeños y frenéticos puños golpearon

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contra su pecho mientras ella luchaba una visiblemente invisible y violenta guerra dentro de su
cuerpo. Declan podía hacer poco más que aferrarse a ella y esperar. La duda y el miedo lo
carcomían. Le mataba pensar que le había causado algún dolor.

Sin embargo, en cuestión de segundos, su piel se calentó al tacto. Esta vez cuando abrió la boca, un
grito agudo atravesó el aire y mechones débiles de rizado humo salieron de su boca.

Con la vista, el alivio inundó a Declan. "Shh", canturreó él, susurrando garantías suaves a su oído.
Después de unos momentos, su cuerpo se calmó.

Pasando la palma sobre su cabeza, mantuvo su cabeza a la oreja de ella, su mejilla contra la de ella.
Con el tiempo su respiración se volvió lenta y dejó de luchar.

Quitándole mechones de pelo de su cara, Declan inclinó la cabeza para mirarla.

Cuando se retiró, su aliento quedó atrapado.

Miró hacia abajo a dos de los ojos más amatistas y hermosos que jamás había visto. Ojos de
Dragón.

CAPÍTULO 19
Alexia sabía que estaba mirando a Declan y de inmediato pensó que estaba soñando o estaba bien
muerta. Un latido bajo golpeó a sus espaldas sobre sus sienes. Y sus ojos no estuvieron
funcionando bien. Todo parecía tan brillante y colorido, casi como si mirara a través de un
caleidoscopio.

"¿Declan?"

Su rostro se iluminó antes de que se abalanzara sobre ella, tapándole la boca con la suya en un
tierno beso que le robó el aliento. La besó como un hombre hambriento por el sabor de ella. Como si
fuera sangre y hubiera pasado varios días sin alimentarse.

Como si pensara que nunca volvería a verla.

Cuando él retiró, ella se acercó y tocó su cara. "¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?"

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Su sonrisa se desvaneció y tragó. "Lotharus".

Un ceño apretó su frente mientras ella trataba de vadear a través de los difusos recuerdos se
filtraban a través de su mente. Imágenes pelonas pinchaban sus pensamientos. El cristal... La Isla
Dragón... la Ascensión... la espada de Lotharus.
Una lanza de dolor pasó a través de su cuerpo mientras la memoria la bombardeada, fuerte y
realista. Unas manos calientes tomaron su rostro, aferrándose a ella como un ancla como salía de la
tormenta de morir por segunda vez. Cuando finalmente llegó a la orilla, la cara de Declan fue todo lo
que vio.

"¿Cuándo se fue, Alex? ¿Dónde está Lotharus ahora?"

Alex trató de concentrarse, trató de arrancar parte de la niebla de su memoria y de la


neblina que la envolvía. Y entonces todo vino corriendo de atrás. "Se ha ido", dijo con los dientes
apretados. "Reunió a la horda... luchará contra los dragones... pero no tiene sentido... demasiado
arriesgado con el sol..."

"Shh, todo está bien." La acunó en sus brazos, balanceándola como si fuera un niño. "Estamos
preparados para ellos."

El dolor aumentó, casi cegándola con la fuerza de la próxima convulsión. Ella abrió la boca y apretó
la mano sobre su estómago, lo que la obligó detener la necesidad de vomitar. El sudor estaba en
puntos sobre su frente y un sabor acre y quemado estaba en la parte de atrás de su garganta. ¿Qué
había hecho horas antes de su ascensión? Ascensión. Gimió. "Tiene mi poder. El cristal. ¡Aghhhhh!"

El dolor agudo y punzante la hizo dar de gritos. "¿Qué es lo que me está sucediendo?"

"Vas a estar bien, lo prometo." Los labios suaves besaron su húmeda sien. Su piel
absorbiendo su olor, su esencia y se calmó al instante que el dolor ardiente lo hizo dentro de ella.

"¿Cómo me has encontrado?"

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Una gran mano aplastó su espalda y poco a poco empezó a frotar y de arriba hacia abajo. "Soñé con
este lugar."

Las vibraciones de su voz la calmaron. Como si su cuerpo estuviera hecho de agua, cada tono
enviando una onda de socorro a través de ella.

"No dejes de hablar. Por favor - le rogó.

Él se rió con una risa baja masculina que la hizo apretarse el vientre. "Muy bien", dijo. Y entonces
empezó a contarle la historia de ellos. En cómo esta hermosa, sexy mujer, este pequeño vampiro,
había logrado llegar a su jaula cuando nadie más podía. En cómo la primera vez que la había visto,
su cuerpo había reaccionado queriendo algo que su mente le dijo varias veces que no podía
reconocer. Pero que cada vez que ella se acercaba a él se hacía cada vez más difícil resistir la
atracción, resistir la tentación de besar sus labios encantadores, a pesar de que iba en contra de
todo lo que le había sido enseñado, nunca lo hubiera creído. Aún más asombroso, sabía de todas
las emociones en conflicto, cada chispa de entusiasmo que pasaba a través de él y se hacía eco a
través de ella.

"Cuando me desperté y vi que te habías ido, todo lo que podía pensar era en asegurarme que ibas a
estar bien. Después de que el soldado nos dijo el plan de Lotharus, no podía formular el mío propio
con suficiente velocidad. Y cuando me desperté del sueño de tu ascensión, mi corazón estaba
gritando que te habías ido y pensé que nunca te escucharía respirar de nuevo."

Un nudo en la garganta se retorció en Alexia. Quería decirle que había estado cerca de matarla el
haber dejado la cama esa noche. Que los pensamientos de él y sólo él fueron los últimos en correr a
través de su mente consciente mientras la vida era drenada de su cuerpo. Pero las palabras no
quisieron venir. Así que escuchó, su voz ayudándola a luchar contra la agonía insoportable cortando
a través de su cuerpo.

"Desde la noche que te conocí, lo primero que supe," dijo en un ruido sordo en su oreja: "He estado
soñando contigo. Sólo que, como has dicho, no son sólo sueños. Son recuerdos. Estamos
conectados, pequeño vampiro. Creo que nosotros estábamos destinados a estar conectados. Y
ahora somos uno."

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Alex frunció el ceño ante sus palabras crípticas, pero un pico dulce de agonía pasó a través de ella.
Se sentía como si sus entrañas estuvieran en llamas. Incluso su voz ya no la ayudaba. Alexia se
mordió el labio y jaló sus muslos. Incapaz de contenerlo por más tiempo, lanzó el sollozo que había
estado estoicamente aguantando y enroscó sus dedos en sus bíceps, enterrando el rostro en su
pecho, apoyando la frente en su cuerpo. El contacto hizo el dolor en su interior peor.

"Declan." Gritó su nombre en un gemido, haciendo que su corazón se partiera. Él deseaba poder
soportar el dolor por ella. Sin embargo, sabía que era sólo uno lo que facilitaría la onda sin fin de la
agonía de comer a través de su cuerpo. Pero no podía reclamarla aquí. No en este lugar. No les
gustaba esto.

Declan metió los brazos debajo de sus rodillas y la acercó a su pecho. Su mirada se disparó a la
izquierda y luego a la derecha, buscando una manera de salir de ese lugar. Su aliento se atragantó
dentro y fuera de sus pulmones, cada uno recubierto del dolor de su angustia.

Se obligó a calmarse, cerró los ojos y se concentró en los recuerdos de ella, en algo que podría
ayudarle a conseguir un lugar seguro y privado por lo que estaba a punto de hacer. Ciegas y vívidas
imágenes revolotearon detrás de sus ojos. Declan los dejó salir y corrió por la parte posterior de la
caverna.

Una puerta.

Un pasillo.

Otra puerta.

Se movió a través de los túneles subterráneos y los pasillos como si hubiera estado aquí antes,
como si conociera estos muros como los suyos. El aire a su alrededor se sentía aún extraño. No
había voces, no había pisadas. Sólo el ritmo constante de su corazón, zumbando en sus oídos.

Su habitación. Allí.

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Declan pateó la puerta abriéndola, repitiendo la acción para cerrarla antes de dirigirse a su interior.
Hizo caso omiso de todos los detalles de la cámara con la gran excepción de única cosa que
necesitaba. La cama.

Ella gimió cuando él la dejó, su largo cuerpo se retorcía en contra de las sábanas con una instintiva
invitación. Su cuerpo apretado sabiendo que pronto tendría la única cosa que había estado
anhelando desde que la había visto por primera vez noches atrás.

Bajando a ella, se quedó paralizado. Sabía lo que tenía que hacer, pero no estaba seguro de si
podría. No sin antes decirle lo que había hecho, Por qué sentía su necesidad urgente por él, por qué
se sentía diferente.

"Alex", suspiró.

Se cerró los ojos, su cabeza girando de un lado a otro. Si le ponía un dedo por debajo de la barbilla,
la obligaría a mirarlo a los ojos. "Alexia, mírame." Ella lo hizo. Pero con agonía pura y tortura en su
rostro, decidió que podía decirle que más tarde y la atrajo hacia sus pies. Una vez que la mantuvo
estable, le quitó el vestido sucio y lo arrojó a un lado. El olor embriagador de la excitación perfumaba
el aire a su alrededor. Su boca se hacía agua y su miembro latía con necesidad. Cuando se retiró,
su vista envió a su corazón patadas contra sus costillas.

Tan hermosa. Tan delicada. La bestia en su interior rugió dominarla, golpeándola duro y rápido y en
demanda de ella como los suyos hacían. El impulso era intenso y abrumador y no sabía si lo podía
mantener a raya. Temblores pasaban por su cuerpo y su sangre rugía detrás de las orejas. Como
granito duro, su eje se destacaba de su cuerpo, buscando su calor. Las historias de las que había
oído hablar toda su vida, finalmente eran verdad como en una venganza.

Los dragones eran ferozmente violentos cuando se apareaban.

Una onda pulsó intensamente entre ellos, haciéndole señas a ella. Sus pequeños dedos en sus
caderas, sosteniendo la longitud de un brazo de él. "Alex", jadeaba, su voz temblorosa como el resto
de él. "No puedo hacer esto sin contarte algo."

Manos pequeñas agarraron su cara, duro, tirando de él a sus labios. Garras tomando sus mejillas

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mientras su lengua cálida se clavaba entre sus labios. Declan gimió con el dulce dolor y movió sus
brazos alrededor de su cintura, fijándolo a él.

Alexia gimió en su boca. La fricción de la piel de ella era más potente y tóxica de lo que había
esperado. Era como si estuviera frío y ella fuera lo único que pudiera darle calor. Frenéticos,
desesperados, sus cuerpos, bocas, almas hicieron todo lo que podían para estar más cerca. Sin
embargo, nunca estuvo lo suficientemente cerca. Un ardor insaciable ardía en su interior. Una
picazón que podía no alcanzar, mucho menos calmar. Pero ella sabía que Declan podía. Sabía que
sólo él podía dominar el infierno de salvaje furia de su interior.

- Por favor - le rogó, arrancando su boca. "No puedo esperar más."

Se volvió y apoyó las manos en el marco de la cama y inclinándose, ofreciéndose a él. La


anticipación vibraba a través de ella. Su sexo pulsaba, codicioso, con hambre, esperando que él
aliviara el dolor. Segundos se volvieron minutos. Ella miró por encima del hombro para ver lo que lo
detenía y el aliento quedó atascado en su garganta.

Se puso de pie, con los puños hinchados, la cara apretada en una máscara de rabia. En un instante,
él se acercó, aprovechando sus hombros para un agarre firme, haciéndola girar alrededor.

"Nunca hagas eso conmigo", dijo él con su cara a pulgadas de la de ella. “Nunca. ¿Entiendes? No
conmigo."

Impresionada, no pudo más que asentir. Las llamas de la ira muriendo en sus ojos. Fue después
que vio el dolor y ardor detrás del afecto en ellos. Luego cerró los ojos y la envolvió en un abrazo.

- Lo siento - susurró con fiereza. Húmedos y calientes, sus besos estaban en su garganta, aliviando
las heridas que había olvidado. Temblores bailaron a lo largo de su piel. Ella inclinó la cabeza hacia
atrás y envolvió sus brazos alrededor de su cuello. "Para todo", dijo con una voz oscura y seductora
mientras la levantaba en sus poderosos brazos y la ponía de nuevo en el borde de la cama.

El corazón de Declan se fragmentó en mil pedazos cuando se dio la vuelta, sometiéndose a él de la


forma en que había visto a Lotharus llevarla. Apenas había sido capaz de controlar su furia. Habían
sido sus ojos los que lo habían traído a la orilla. Los hermosos ojos color rosa, parpadeando hacia él
con respeto y entrega total. En ese momento, se dio cuenta de que se había entregado a él. Que

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ella confiaba en él lo suficiente como para pasar por algo que nunca había sido agradable para ella,
para complacerlo.

No podía cambiar el pasado, pero podía tomar el control del futuro. Inclinando la cabeza, bajó sus
labios a los de ella, sus ojos sin dejar su cara. Cuando las bocas se hubieron tocado, se contuvo,
cerniéndose sobre ella. Sus alientos mezclándose. El aroma delicado, femenino de su crepitar a
través de él como un relámpago, convocándolo a él para ella. Sus hombros se movieron por la
tensión en espiral de dentro, pero no se movió. Quería que fuera a él, ella quería tener todo el
control, todo el poder de una vez. Ella ya lo ejercía sobre su corazón, pero quería darle poder sobre
su cuerpo.

Una mano le tomó la mejilla y él saltó con el contacto. La demanda de su compañera lo derribó. Sus
manos tomando el borde del bastidor de la cama con un fuerte agarre, manteniendo el mismo,
luchando contra una naturaleza inherente a su especie desde su creación.

"Declan, por favor. Te necesito."

Ella lo hizo. Lo veía en su rostro. Puntos de sudor cubriendo su frente y círculos oscuros bajo los
ojos y estaba pálida. Si él no la demandaba pronto, ella se marchitaría. Su nueva fuerza se iría y se
deslizaría de nuevo a la muerte prematura de la que su sangre la había salvado. Sin embargo,
todavía no era suficiente para que le soltara las riendas y cediera al dragón.

"No quiero hacerte daño...", jadeó.

"No puedes hacerme daño. Ya me estoy quemando".

Él negó con la cabeza. "No entiendo". Todos los músculos de sus brazos se sacudían. Los tendones
le quemaban, sentía que había mantenido un alud fuera de ella. Larga y lisa, con las piernas heridas
alrededor de su cintura, tirando de él acercándolo a donde trataba de mantener su espalda. Su
cuerpo se tensó mientras ella se movía hacia delante para que su trasero se apoyara en el borde de
la cama. Sus pechos se empujaban con el movimiento, pesados y perfectos. Los pezones
irguiéndose tan fuerte que parecía doloroso. Su boca hecha agua por su gusto. Una fuerza invisible
que presionaba su cabeza, tratando de cumplir su deseo en silencio.

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Tiró de nuevo sólo para que otro trago de su dragona emergiera con feromonas invitándolo de nuevo
a ella. Sus caderas resistiendo adelante y duchas explotaron con luz delante de los ojos. Esta vez
ella lo sentía, también. Su cuerpo contestaba, se arqueaba hacia él. Un escalofrío estremeció visible
por encima de su piel y sus ojos se abrieron en comprensión.

"Creo que puedo hacerlo."

Sentado, con un sentido de maravilla en los ojos, los dedos enredados en su pelo, tiró de ella a su
boca. Sus huesos fundiéndose en la sensación de sus labios cálidos moviéndose contra los suyos.
Un ronroneo zumbando bajo ella y lo hizo de nuevo.

Alexia sabía que su sistema de seguridad pendía de un hilo. Sabía que sólo una fibra fina de control
se situaba entre el amante suave, antes de su cuidado y la bestia que violaba con demanda. El calor
se combinaba entre sus piernas con el pensamiento. A pesar de que reconocía y admiraba lo que él
trataba de hacer, cualquiera que sea lo que estaba sucedido la había cambiado. Lo necesitaba tanto
como él la necesitaba.

- Por favor - murmuró, rozando la punta de los pezones sensibles contra su pecho. "Déjame
venirme." Otro pico de la necesidad impulsó a través de sus cuerpos. Ambos se tensaron y
contuvieron el aliento. Alexia se aferró a su espalda, su boca abierta abarcando la manzana de su
hombro.

"El apareamiento es la..." gimió mientras otra sacudida los envolvía alrededor, nos llevará juntos... la
única manera de detener esto. Es lo que necesitas. A mí dentro de ti."

Alexia se echó hacia atrás y miró su cara. Sus ojos estaban completamente negros, las pupilas
dilatadas, que abarcaban hasta el azul. Sin apartar la mirada de él, ella se agachó a su lado. Le
tomó más fuerza de lo que imaginaba tirar libre de la estructura de la cama. No se sorprendería si la
madera se quedaba entre el sus dedos.

"Tócame", dijo ella, poniendo la mano sobre su pecho desnudo.

Su pecho se lanzó y encendió su nariz. Y luego, cualquiera que fuera la correa la tuvo de vuelta con
brusquedad. Abalanzándose sobre ella y lo reconoció, aceptando el peso total de su asalto con alivio

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y satisfacción. Voraz, su boca cubrió sus labios. Alexia capturó su beso, dándole a cambio lujuria e
igualdad de fervor. Un sonido primordial retumbó a través de su pecho. El deseo de oír su gemido
hizo que anhelar ser reclamada.

Pesado y grueso, la cubrió. Ella gritó de felicidad al sentir sus cuerpos chocando juntos, arañándolo
para estar más cerca. La mano en su pecho doblada, apretando y amasando su carne. Declan se
inclinó, tomando la punta de su dolor en su boca, chupando, enroscando la lengua a su alrededor y
cortando la sensibilidad picante con los dientes. Calor líquido se disparó por sus venas, volando en
común a sus piernas.

"Declan - gimió ella.

Él liberó su pezón. El aire frío besó su piel húmeda, haciéndola tensarse con más fuerza, hasta
llegar al calor de su boca. Sin embargo, la cabeza se levantó, mirándola en el rostro. Ojos oscuros
con pasión, mantenían su mirada en ella mientras la mano en su cintura se movía hacia abajo.
Alexia sintió que sus rodillas se abrían. La medida de su cuerpo pesado hundiéndose en la base de
sus caderas. Sus ojos revolotearon cerrados con el contacto delicioso. Tan cerca. Pronto.

Declan alcanzó entre sus piernas, su mano cubriendo su sexo. Un gemido bajo arrancó de su
garganta al sentirla. Dioses, era fuego, quemando, manchando sus dedos. Su pene pulsando, la
mendicidad de sumergirse en el interior de su calor. La sensación como si no hubiera deseado otra
cosa que esto durante tanto tiempo.

- Por favor - jadeó ella, arqueando las caderas con la mano. "No sé lo que me pasa. Me estoy
quemando".

Él lo sabía. Dioses, lo sabía.

"Declan, necesito..."

- Ya lo sé."

Su cuerpo le estaba diciendo lo que necesitaba, como si ella no lo hubiera hablado ya lo


suficientemente elocuente. El fluido exótico de su necesidad bañaba su piel. Sus dedos se movían

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entre sus pliegues de color rosa con facilidad. La sangre corría hasta la punta de su miembro ya
duro, ingurgitándolo aún más. Duro y pesado, sus bolas palpitaban con la necesidad de venirse, de
darle lo que ella anhelaba. En su lugar, movió un dedo dentro de su calor. Sus paredes apretadas
se apoderaron de él, abrazando con avidez su dedo y succionándolo más profundo. Dioses, no
podía respirar, no podía pensar en otra cosa que lo increíble que se sentía estar envuelto por ella.

Quería bucear y probarla, quería adorar cada centímetro de ella. Pero ahora sabía que lo que
necesitaba para vivir no era su lengua, sino su semilla recubriendo su vientre. Ella gimió cuando su
mano la dejó, suspirando cuando colocó la cabeza hinchada de su pene en el corazón de ella.

Alexia giró sus caderas, tratando de aliviar su interior, pero se sostuvo sobre la espalda.
Inclinándose sobre ella, puso su boca en la de ella, su lengua moviéndose entre sus labios,
probando apenas la hendidura de su boca húmeda. La cabeza de Alexia retrocedió, su cuerpo
vibrando al borde de la locura. Su núcleo contraído, tratando de tirar de la punta de él más dentro de
su cuerpo, mientras chupaba su lengua más profundamente en su boca.

Luego se retiró. La palma la mano acarició su cara, una mirada de respeto y admiración llenó sus
ojos antes de que él se inclinara a su vez más.

"Te amo, Alex - susurró contra sus labios antes de entrar y sumergirse en una carrera, uniéndolos.
Alexia gritó mientras el tamaño delicioso él la se extendía, estiraba y la llenaba.

Declan se mantenía dentro de ella, con la cara enterrada en el dulce lugar entre el cuello y el
hombro. La sensación abrumadora de ella envolviéndolo a él era casi insoportable.

Declan no estaba seguro de que pudiera soportar moverse. No estaba seguro de que se podía
mover. Pero luego lo hizo. El instinto primario de su cuerpo comenzó el baile que los dos habían
estado haciendo desde que se había alimentado por primera vez de ella hacía días.

Con el placer vibrando a través de él, le susurró en un suspiro y alivió su interior una pulgada, y
luego dos. Y cada vez que lo hacía, la tomaba en él más profundo. Alexia gimió y levantó sus
caderas. Cada jadeo, suspiro y gemido entrecortados la estimulaban y tiraban de las riendas
pulgadas, mientras Declan se quedaba mirando la belleza debajo de él. Su pelo rubio y abanicando

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a través de la cama, con la piel enrojecida y los ojos hermosos. De repente, la vista de ella fue un
sentimiento demasiado fuerte, por lo que lo cerró. El caliente abrazo de sus muros a su pene se
intensificó. Tan cálida. Tan apretada. Apretada dentro y fuera en un ritmo oscilante y profundo, más
rápido, más profundo, más duro. Con cada movimiento declaraba la letanía repitiendo en su mente -
Mía. Mía. Mía.

Alexia era suya, ahora y para siempre.

Mirando el cuerpo de Declan por encima de ella, su piel dorada manchada con deseo y caliente al
tacto, casi la envió por encima del borde. Alexia se aferró a sus hombros duros, sus uñas
enterrándose en su piel mientras su cuerpo la cabalgaba. Al principio trató de detenerlo, trató de
mantener el placer de hacerse cargo de ella. Pero Declan envolvió un ala alrededor de su espalda y
metió su boca hasta su garganta. Esa voz increíble, profunda y espesa, de él le decía que quería
dejarse ir, que quería sentir su contacto y pulso a su alrededor, que quería escuchar los sonidos que
hiciera que se viniera.

Como lo hizo cuando su boca la probó, los músculos de su núcleo le quemaban, un nudo apretado y
duro antes de fusionarse en un lago de fuego. Su bajo, satisfecho gemido retumbó en su garganta,
su cuerpo temblando mientras el de ella se estremecía con una
alucinante puesta en libertad. La palma de la mano de Declan se aplastó contra su muslo,
enganchando su rodilla hasta su hombro.

"Una vez más - insistió él, reclinando sus caderas y empujándose con insoportable perfección. Al
sentir sus trazos fuertes, firmes, se arqueó de nuevo y un grito sin aliento salió de su garganta. Antes
de que la primera ola de la felicidad hubiera retrocedido aún, otra llegó, abrumadora y aplastante.

Esta vez, él la siguió en su olvido. Su cuerpo se tensó y un gemido estremecedor salió de sus labios.
El sonido de sus alas ajustándose al ancho en la cámara se hizo eco. Alex abrió los ojos,
maravillada al verlo a él encima de ella. Su cuerpo tenso, sus alas ensanchadas hacia los lados,
temblando por la fuerza de su orgasmo. Nunca había visto nada más vibrantes en su vida que la
liberación de Declan profundamente en el santuario de su cuerpo. Su corazón aumentó, llenando su
pecho hasta que ella pensó que iba a estallar libremente.

La necesidad de furia de este hombre, este dragón, por reclamarla había sido cumplida, su
necesidad se transformó en un impulso primario de su sangre. Una cortina roja envolvió sus ojos y

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su cuerpo repleto pidió algo más. Las puntas de sus colmillos picaban, en llamas por hundirse en su
magnífica carne. Se alargaron, extendiéndose hacia él. Como si sintiera lo que necesitaba, inclinó la
cabeza, ofreciendo su cuello.

Alexia revoloteó la mirada de su garganta a su cara, buscando la aprobación que ella sabía ya
estaba allí.

"Por favor," dijo él.

Con su indicación verbal, ella inclinó la cabeza a su cuello, besando la piel antes de dejar caer los
dientes profundos en su carne. Otra oleada de placer se movió en su vientre mientras el gusto de él
irrumpía en su lengua. Potente y hombre, su esencia recubría su garganta. Ella cerró los ojos,
saboreando cada gota de él.

El calor de su boca cubría sus hombros. Alexia se estremeció con anticipación, gimiendo contra su
cuello mientras sus colmillos punzaban su piel.

Su interior quemaba, su vientre estaba caliente por su sangre. Saciada, lo dejó en libertad
y cayó hacia atrás. Su brazo acunando su cabeza, lo que facilitaba tener una almohada abajo y su
cabeza contra la cama.

Alex sonrió y volvió la cabeza, lo que le permitió mantener el acceso a la alimentación de ella. Ella
quería ser cualquier cosa y todo lo que él necesitara. Quería que él se sintiera completo y satisfecho
en todas las formas posibles, como si su amor fuera la alimentación y suficiente para sostener su
propia vida.

Al momento que Declan desalojó sus colmillos, sus brazos cedieron. No luchó contra la tregua. En
cambio, apoyó la frente sobre la de ella, poniendo un beso en sus labios antes de sumergir su
cabeza en el hueco de su cuello. Largos y delgados sus brazos lo envolvieron, sujetándola a ella.

Declan no quería dejarla, pero sacudió sus caderas hacia atrás y arriba, saliendo de su cuerpo. Un
gemido femenino sonó en sus oídos y luego lo siguiente que supo, fue que empujó su pecho. Él
cayó de buen grado, gimiendo mientras ella se sentaba a horcajadas sobre él, con las manos

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descansando sobre su pecho. Declan levantó una mano, moviendo a un lado la cortina de pelo largo
para ver su rostro. Ella encontró su mirada con una sonrisa tímida, que hizo su corazón se derritiera.

"¿Te sientes mejor ahora?" Jadeó.

Alexia movió la barbilla, el rubor en sus mejillas arrastrándose ante él mientras su cabello caía hacia
adelante, cubriendo su cara otra vez. "¿Me veo mejor?"

Aunque una risa retumbó en su pecho, los ojos de ella perfectamente desnuda encima de él no era
nada divertido. Su mirada se posó en la marca rosada de su mordedura en el cuello, la curva de sus
pechos, sus caderas. Tenía la cabeza recuperada de la sensación de sus manos sobre su cuerpo,
su trasero perfecto descansando sobre sus muslos y el calor atractivo reiterado Oh-tan-dulce por
encima de él.

El peso de ella encima lo trasladó a sus manos levantadas para empujarlo lejos de la masa de pelo
rebelde colgando a su alrededor como un velo sensual. Declan extendió la mano, agarrando su
muñeca en su mano. Sosteniendo el otro brazo, su cuerpo congelado en interrogación encima de él.
Poco a poco, sacó su mano y la llevó a su boca, acariciando sus labios en el centro con la mano
caliente.

Sintió más que escuchó la respiración estremecida y se fue directamente a su ya apretada ingle. Al
soltar su mano, levantó sus dos manos hacia los bordes de su pelo, acariciando su suavidad de
seda entre sus dedos antes de llevársela a sus labios y besarla.
Ella lo miró con esos ojos increíbles y de repente besar nada sino sus labios no fue suficiente.
Apretando el abdomen, se acurrucó para sentarse, sosteniendo su mandíbula en su palma. La besó
en la boca de nuevo, profunda y lentamente. Después de unas pocas estocadas, los labios de
Alexia se volvieron exigentes, más hambrientos. Un sonido entre gemido y suspiro zumbó en la parte
posterior de su garganta y su cuerpo respondió de inmediato.

Los brazos alrededor de su cuello, y sus caderas se sacudieron contra su el ritmo de sus lenguas
que se enredaban en la boca del otro. Y luego, con un empuje, Alexia lo hizo trabajar dentro de ella
otra vez. Increíblemente caliente, su cuerpo estaba en él, lo consumía. Ahora le llegó el turno de
gemir mientras empezaba a pasear en él.

Todo el cuerpo de Declan vibraba al borde de la felicidad, a punto de caer sobre él otra vez.

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Asegurándose de que ella lo seguía, terminó con su trasero entre ellos. La punta encontrando el
lugar en que sus cuerpos se unieron, masajeando el pequeño botón dulce al que no podía llegar con
las manos. Un suspiro arrancó de sus labios y un estremecimiento corrió por los músculos debajo
de las palmas de Declan. Su sonrisa victoriosa se desvaneció cuando las paredes de su interior se
cerraron y flexionaron, abrazándolo apretadamente y lo enviaron a un precipicio con ella.

Tallon paseaba por la longitud de su cámara, su mente confundida. Declan había estado ausente
durante horas sin palabra y aún así el consejo seguía sin actuar, no iría tras él. Vibró con ira, odio y
confusión.

Quería tirar de su pelo. Gritar hasta que perdiera la voz. Destruir algo que las piezas para que
coincidieran con su alma fracturada.

Ciegamente, Tallon extendió la mano, arrancando un jarrón de flores medias muertas que
alguien le había dado en la ceremonia de entierro de sus padres. Con un aullido, lo lanzó al otro lado
de la habitación. El sonido de la rotura del contenedor no hizo nada para aliviar el dolor de vacío en
su interior, así que tomó otro objeto y otro hasta que hubo roto todos los objetos de cristal en su
habitación. Con el pecho palpitante, miraba fijamente los pedazos de vidrio esparcidos en el suelo,
sintiéndose igual de rota, tan dispersa. Las lágrimas la amenazaron. Casi no se pudo contener. Pero
se las arregló para tragársela.

En cambio, dejó que la debilidad, la impotencia que sentía se avivaran y alimentaran su enojo.
Levantándose, agarró la parte posterior de la silla más cercana y la envió volando a través del
cuarto. Se dio la vuelta hacia los muebles, arrojó los libros de sus estantes y la decoración de las
mesas hasta que no quedó nada en pie. El agujero vacío pulsante en su interior no disminuyó.
Tallon puso sus manos contra la pared de granito y cerró los ojos. Los golpeteos estridentes de su
corazón y respiración jadeantes eran el único sonido en la sala.

La desesperación y la miseria la asfixiaban. Sus uñas estaban hundidas en ella, arrastrándola hacia
abajo. Sin embargo, el débil deseo de no perderse burbujeaba desde algún lugar dentro de ella.
Una necesidad desesperada que trataba de llegar a la superficie, para alcanzarla y captar cualquier
ancla que pudiera impedirle flotar por el camino oscuro de su corazón había empezado a bajar.
Contuvo el aliento, dejándolo en un grito ahogado cuando su esperanza se hundió en el abismo.

Ya era demasiado tarde.

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No le importaba nada más. De cualquier cosa.

Con un grito ahogado, echó hacia atrás el puño, dando con los nudillos contra la pared de piedra
irregular tan duro como pudo. Un rayo de dolor se disparó por su brazo, silenciando
momentáneamente la tormenta en su interior. Se quedó sin aliento con la sensación. Por último,
sintió algo más que desesperanza. Haciendo una mueca, golpeó la pared más duro esta vez. Una y
otra vez golpeó la superficie dura. Hasta que la mano quedó ensangrentada, hasta que sus huesos
se sentían destrozados y vueltos polvo, hasta que un brazo amplio se envolvió alrededor de ella,
tirando de ella lejos de la pared y fijó su espalda contra un muy duro marco muy masculino.

"Hey, no, pequeña," una voz grave hablando en su oreja.

Tallon se inclinó hacia adelante, llevándolo con ella antes de patear de nuevo su codo, dejándolo a
un costado.

Él soltó un gruñido. "Tranquilízate", dijo él con su voz tranquila, su dominio apretándola.

Haciendo caso omiso de él, ella empezó a repetir el movimiento. Pero su pierna salió disparada,
moviéndose a través de la de ella, golpeando hacia fuera desde debajo. Tallon dejó escapar un grito
mientras caía al suelo. Sin embargo, no chocó contra el suelo. Unos brazos fuertes cambiaron su
control sobre ella, y dio un giro de casi trescientos sesenta grados antes de golpear su espalda
contra la pared.

Tallon se quedó sin aliento por la fuerza, parpadeando una vez, dos veces antes de que su visión se
despejara. A la vista del cazador grande y oscuro frente a ella, el calor a través de su carne crujió.
Pero su enojo hizo caso omiso.

"Tú", dijo con voz entrecortada -. "Déjame ir". Se retorció bajo su control.

"¿Para que puedas golpear paredes de nuevo? No lo creo."

"Este es mi cuarto. Puedo golpear lo que quiera."

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"Lo siento, pequeña", dijo Griffon, sus músculos protuberantes, mientras la sostenían con
exasperante facilidad. "Pero si deseas golpear algo, va a tener que ser a mí."

Tallon dejo de luchar para escapar. En cambio, levantó la barbilla para encontrarse con su mirada
sesgada. "Lo haré", jadeó. "No creas que no."

Él la miró por un momento antes de liberarla y dar un paso atrás, ajustando una leve sonrisa sobre
sus labios. "Adelante", dijo abriendo los brazos a los lados. "Dame tu mejor tiro."

Sin detenerse a pensar, Tallon lanzó su brazo, aterrizando con un gancho directo al lado de su cara.
A pesar de que no se movió, su mano latió en agonía por el contacto. Ella se dio cuenta que debería
haber utilizado la mano izquierda en lugar de la que ella había usado para perforar la pared.
Enfurecida por el dolor, por la vida y, más que todo ahora con él, se volvió otra vez. Esta vez su
gancho aterrizó en su mentón. Hueso golpeando hueso. La cabeza de él retrocedió, pero se
enderezó casi de inmediato. Una vez más, sus labios se curvaron.

"¿Te sientes mejor ahora?"

- No - suspiró ella.

Su sonrisa se amplió. "Bien. Entonces creo que es seguro decir que golpeas como un novato."

Una neblina cubrió su visión de rojo, y dejó caer sus colmillos. Los ojos de Griffon brillaron y amplió
su postura, como si eso fuera lo que había estado esperando. "Aquí vamos", dijo en voz baja,
preparándose para el ataque.

Tallon se aseguró de no defraudarlo. Gruñendo, se lanzó, enviando su brazo en un amplio arco. Él


bloqueó el paso con facilidad, quitando rápidamente su gran cuerpo ágilmente fuera del camino. Su
reacción la sorprendió, dejó escapar una risita, con los ojos burlándose de ella. Tallon redujo la suya
y se zambulló hacia adelante, y otra vez, se quitó de su camino. Sólo que esta vez, una mano sujetó
su muñeca tirando de ella.
El movimiento ofensivo la tomó por sorpresa y se movió en sus brazos. Con un movimiento fluido,

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curvó la espalda sobre el antebrazo y se inclinó sobre ella. Su rostro quedó a pulgadas por encima
de ella.

"¿Quieres bailar o luchar?"

Por primera vez en su vida, Tallon dirigió sus dientes hacia la garganta de otro dragón, con la
intención de hacerle daño, incluso matarlo.

"Ah, por último, un desafío", tarareaba con su voz suave mientras su control le apretaba la cintura.

Se echó hacia atrás lo suficiente para que ella no pudiera llegar a él. Tallon levantó la pierna rápido y
duro. Su rodilla le aplastó a un lado. Griffon soltó un gruñido, su cuerpo se encrespó al instante
sobre sí mismo para proteger la zona de la herida de otro ataque. Tallon utilizó la ventaja para
empujarlo fuera de control.

Por un momento, pensó que se había liberado de él. Pero con un rápido movimiento, él la agarró, la
giró y la lanzó. Ella aterrizó boca abajo en el suelo. Apretó las manos a sus espaldas, no
dolorosamente sino firmemente. Una sombra oscura encima de ella, el calor de su cuerpo grande
cubriéndola como una manta que se instaló en una posición en cuclillas sobre su cabeza, la rodilla
en la parte baja de su espalda.

"¿Te rindes?" - preguntó él, su respiración corta y sometida por la imposición.

"No" Ella agitó los hombros, tratando de liberarse de su control. Una masculina y profunda risa llenó
sus oídos y apretó con más fuerza. Luego se inclinó, su boca cerniéndose junto a su sien.

"Vamos, pequeña joven ", dijo en voz baja, como suave miel contra su oído, sus palabras
calentando su piel. "¿No... te... rindes?"

Frustrada y cansada, Tallon apoyó la frente contra la fría piedra, dejando que su cuerpo se relajara
en el suelo. Cerró los ojos y sacudió la cabeza. Con su entrega, Griffon la soltó y se quitó de encima
de ella. Tallon exhaló y llevó sus brazos hacia delante, moviendo sus manos bajo sus hombros.
Aplastando sus palmas en el suelo, apretó la parte superior del cuerpo en el suelo. Adoloridos y
débiles, sus bíceps se estremecieron con el esfuerzo y un pequeño grito salió de su garganta.

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Unos brazos alrededor de ella aparecieron y suavemente la ayudaron a ponerse sobre sus pies.
Grifón la puso delante de él, y después de un latido del corazón, la dejó ir. Inestable, tropezó a un
lado.

"Whoa", dijo, agarrándola otra vez, asegurándose de que se quedara verticalmente. "¿Estás bien?"

Con la auténtica preocupación en su voz, Tallon lo miró, parpadeando con un nudo pequeño
frunciendo su ceño. Por una fracción de segundo pareció que casi hubiera tenido miedo de haberla
herido. El aliento de Tallon se enganchó con el pensamiento al azar. Fue entonces que se dio cuenta
con un sobresalto que realmente estaba viendo a Griffon. No era el pícaro dragón que se había
vuelto misteriosamente su guardia en la montaña un día. No era el cazador temido y violento con un
pasado más oscuro que la cueva más oscura. Sólo era Griffon.
Diminutas gotas de sudor se formaron en su cabello oscuro, su piel bronceada vacía por el combate.
Era cierto que su rostro estaba marcado y ella pensaba era impositiva. Sin embargo, ahora que se
fijaba encontraba las marcas corriendo por su cara sin lugar a dudas sexy. De hecho, parecía que
cada línea cortara su musculosa mandíbula, aunque la línea elevada de la misma cicatriz, parecía
grabada por un artista. Completamente negro, su pelo le recordaba una noche sin estrellas. Como
todos los señores dragones, caía en ondas oscuras sobre sus hombros y espalda, gruesas líneas
enmarcaban la estructura masculina de su cuello y hombros.

Se aclaró la garganta y Tallon revoloteó la mirada hacia él. El lavanda profundo de sus ojos,
bordeados de espesas pestañas negras, la miraban, con una chispa de desafío detrás de ellos. Una
que la mujer en ella reconoció y de inmediato se levantó para cumplir.

Ella suspiró en voz alta, su cuerpo se relajó, caliente. La sonrisa desapareció de los labios de
Griffon. Sus fosas nasales se movieron un poco y algo que ella no pudo nombrar provocó su mirada.
Antes de que pudiera parpadear, él se acercó. Su cuerpo pesado se inclinó hacia ella, aplastándole
los pechos contra la pared caliente de su pecho y forzando su espalda contra la pared. Una ola de
dolor agudo le pasó por la espalda mientras las piedras irregulares sobresalían contra de su carne.
No se dio cuenta, y mientras sus manos se cerraron sobre sus muñecas, fijó los brazos por las
orejas de él a ambos lados, cosa que ya no le importaba. La fuerza dominante y el tamaño despedía
su sangre y le ronroneaba detrás de la garganta.

Él gimió y hundió la cabeza en el cuello. Tallon cerró los ojos y esperó a que los labios o la lengua
pincelaran sobre la piel sensible. Un zumbido de anticipación vibró a través de ella, y se sintió

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fusionándose contra la pared. En cambio, él inhaló su aroma en un tirón fuerte y profundo. Erótico y
lento, se levantó, tras el arco de su cuello. Las puntas de sus cabellos rozando su piel, enviando un
escalofrío que le recorrió la espalda.

Cuando él igualó su mirada con la de ella otra vez, Tallon notó que sus ojos se habían oscurecido,
sólo el estrictamente toque añil era evidente ahora en su sombreadas profundidades. Tragó de
nuevo por lo que sentía por centésima vez desde que había entrado en la habitación, y su mirada se
movió a su garganta. El aire entre ellos estaba cargado por grados, el calor en aumento. El jersey
pesado pegado a su piel se sentía como plomo.

Una de sus manos pasó por su muñeca, agarrando su hueso de la cadera. Su cuerpo reaccionó a
sus caricias, sus caderas yendo hacia él. Dejó caer su mirada a su mano como si temiera por el
poder sobre ella. Sus dedos tocando su carne, agarrándola con fuerza y sin embargo no lo
suficiente. Sin embargo, ella gimió con el de contacto. Un escalofrío estremeció su enorme cuerpo,
reflejando los temblores zumbando a través de ella.
Y entonces sucedió. Un fuego lento que sólo podía compararse con el fuego encendido en su
interior, suave y cálido. Líquido, el calor se vertió a través de su cansancio y los dolores musculares,
extendiéndose en todas direcciones. El sonido de gemidos tarareaba fuera de ella, y sus caderas de
nuevo se sacudían por instinto. La cabeza de Griffon se arrebató, su mirada vagaba su rostro,
pasando por el choque, la ira, rindiéndose.
Él se lo sentía también, se dijo, esta necesidad innegable, arañando, como la lujuria sobre
esteroides.

"Tallon," susurró su nombre. El sonido tanto una pregunta y como una respuesta que apretó el nudo
de su deseo y lo torció bajo y duro a su vientre. Le soltó la muñeca, curvando los dedos alrededor
de su cara. Grande y caliente, su mano acarició su mejilla, su pulgar moviéndose por sus labios, sus
pómulos, antes de bajar la cabeza. Y, Oh, dioses, iba a besarla. Y ella no podía esperar.

Tallon nunca se había sentido femenina y recatada, pero mientras su boca bajaba, podría haber
jurado que sus párpados revoloteaban realmente cerrados. Luego, suaves y provisionales, sus
labios rozaron los suyos y todo pensamiento fue drenado. Todo en lo que podía centrarse era en la
sensación de él. El corazón de Tallon tartamudeaba en su pecho, su sexo la hacía apretar sus
dientes. Sin tomarse el tiempo para procesar el cómo o por qué, ella lo besó de nuevo, pulsando en
su boca más duro, con los labios más urgentes. El gusto de él, rico y masculino, hizo que quisiera
más. Su olor, a tierra, con notas de cuero y a hombre, abrumó sus sentidos y su razón se volvió
borrosa.

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Tallon extendió la mano, doblando la parte delantera de su túnica, tirando de él más de cerca. Su
cuerpo se inclinó agresivamente a ella, cada moldura de línea dura como una roca contra su ser más
suave con dolor. Su boca cubrió la de ella, besándola más profundamente. Cada diapositiva de sus
labios, cada ángulo se hacía para satisfacer la demanda de su boca, raspando su cráneo contra las
piedras detrás de ella, pero a ella no le importaba. Un gemido retumbó de él, y la otra mano se
acercó para acunar su cara con una dulzura que ella no sabía que poseía.

Cuando su lengua recorrió sus labios, la impaciente Tallon abrió los labios para él. En un arco de
terciopelo, su lengua acariciaba, saboreándolo hasta que giró su cabeza a la tormenta de emociones
fuertes feliz que pasaba por ella. Atrapados en la vorágine, Tallon levantó las manos a su cara,
apretando la mandíbula. Ella pasó sus dedos por su pelo, sonriendo frente a sus labios. Su cabello
de medianoche era suave y liso, una dicotomía del hombre duro que se elevaba sobre ella. Le
encantaba la forma en que se sentía entre sus dedos. Le encantó la forma en que sentía en sus
brazos. La forma de la espalda onduló con los músculos duros. Cómo sentía su piel caliente, por
lisos y firmes bajo sus dedos.

Imprudente, salvaje, Griffon comenzó a tirar del cuello de su camisa, como si estuviera desesperado
por tocarla en cambio. El sonido de la tela destrozando en la sala mientras la ropa se desgarraba,
develando la piel debajo. Al mismo tiempo, su boca ardiente y perversa probaba sus labios, seguido
de besarla en la garganta. Una vez que la hubo descubierto, con las manos enmarcando sus
costillas, moviéndose hacia arriba.

Tallon aspiró el aliento esperando cuando su palma ahuecó sus pechos, probando su peso con las
manos, amasando y jugando con cada pezón levantado. El placer salió disparado en todas
direcciones. Su cabeza retrocedió involuntariamente, un suspiro de felicidad escapando.

Entonces los labios de ella lo encontraron de nuevo. Tenía la lengua en su boca, sus manos sobre
ella. Sin romper el beso, se echó hacia atrás. Pero sólo el tiempo suficiente para desabrochar y
desechar su túnica. Luego se volvió, su febril piel cubriendo su cuerpo.

Tallon inmediatamente envolvió sus manos por debajo de sus brazos, apretando su amplia espalda,
aplanando sus sensibles senos contra su pecho. El contacto de piel con piel envió un temblor fuerte
a través de ella, alimentando el fuego insaciable entre ellos. Moviendo sus palmas hacia abajo por
cada canto y contorno de su espalda, Tallon bajó a la inflamación de su trasero cubierto de cuero,
tirando de él con fuerza contra ella mientras abría las piernas más ampliamente para acomodarlo.

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Cayó en su contra y se quejó, el sonido profundo y oscuro. Angustia, ¿Se preguntó? Antes de que
pudiera procesar algún pensamiento coherente, se inclinó lejos de ella otra vez. El aire pinchó su
carne caliente, haciendo que sus pezones se irguieran, apretados, doloridos. Ella anhelaba sus
manos, su boca. Sin embargo, esta vez se dio un paso atrás lo suficientemente lejos para verlo, y
para que ella realmente lo viera. El cuerpo Tallon humeó con la vista.

Era grande, hermoso y jadeaba tan fuerte como ella. Y ella lo anhelaba como nada de lo que pudiera
recordar.

"Dime que pare", suspiró. "Dime que camine por esa puerta y olvide que esto sucedió."

Tallon pestañeó al oír su voz gruesa, sorprendida por lo que decía. Entonces sus ojos se posaron
sobre sus amplios y musculosos hombros, siguiendo las líneas a su estrecha cintura. Los tatuajes
abrazaban su ombligo, otra herida alrededor de su hombro y pectoral, y los diseños intrínsecos de
un cazador cubriendo ambos antebrazos. Sin embargo, sus ojos estaban fijos en el cuero de baja
altura abrazando sus caderas, los escasos polvos de cabello oscuro se asomaba desde debajo de la
costura de cierre. Un constante latido superaba en su centro, cerca de la hebilla tomando sus
rodillas. Su lengua se lanzó, ya húmeda por su beso en los labios magullados.

Al darse cuenta de que estaba comiéndoselo con los ojos, se obligó a mirarla a la cara y jadeó. Los
ojos oscuros de Griffon no estaban en sus pechos, donde había asumido que estarían. En cambio, él
se quedó mirando su pecho a la vista de él. Sus oscuros ojos entornados, con el rostro tenso de
deseo.

"No me mires así, salvo que sea en serio."

El calor se despidió por sus mejillas. Ella cambió su mirada al suelo por un latido de corazón antes
de levantarla de nuevo. "¿En serio?"

En lugar de decirle, él se lo mostró. Poco a poco, su mirada se movió lánguidamente sobre su


cuerpo. Cada paso hacía que su piel reaccionara como si hubiera movido sus labios a través de su
carne. Ella gimió y se apoyó en la pared. Al sonido, levantó la cara y una sonrisa lenta jugó en su
boca. Él dio un paso adelante, otro paso, tres. Poco a poco sus dedos se movieron a sus
pantalones, quitando la única barrera que lo mantenía lejos de él mientras cerraba el espacio entre

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ellos.

"¿Qué pasa con Falcon?" Le preguntó.

"¿Qué pasa con él?" Jadeó, conteniendo la respiración mientras se quitaba los pantalones por las
esculpidas piernas y los echaba fuera del camino.

"Ustedes dos..." su voz se calló, los músculos de su mandíbula juntándose "... se cuidaban uno al
otro."

Tallon asintió. Falcon se preocupaba por ella y ella cuidaba de él. Sin embargo, algo se había roto
en su interior desde la muerte de sus padres. Ella había querido decírselo desde un principio a
Falcon. Él no podía solucionarlo. Pero ella tenía la sensación de que Griffon podía luchar la fealdad
dentro de ella y tal vez incluso ganarle. Ella tragó. La verdad, tan fea y fría como podía parecer, salía
de sus labios.

"Yo no lo deseo. Esta noche no", dijo, sus dedos llegando a trazar el contorno del tatuaje en su
hombro. Sus ojos se cerraron e inclinó la barbilla hacia atrás. Fijando su mirada en su pecho, miró el
contraste de su pequeña mano en su cuerpo bronceado y tatuado, sintiendo un fuerte repunte de
nostalgia pasar a través de su corazón.

"Hazme sentir algo más que dolor".

Ella no estaba segura de que dijo el motivo pequeño en voz alta hasta que un dedo se metió por
debajo de su barbilla, forzando su mirada hacia arriba.

"Tan bella", dijo, acariciando su mejilla. Su pecho subía y caía en pequeños suspiros emocionados,
ella lo miró con total entrega.

Como cualquier depredador, lo sintió de inmediato. Sus manos recorrieron más de sus hombros, sus
pechos, su cuerpo, finalmente se curvó alrededor de su trasero. Con un tirón brusco, la tiró a sus
pies.

Tallon abrió las piernas, envolviendo sus piernas apretadas alrededor de sus caderas

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mientras sus brazos rodeaban su cuello. Se quedó sin aliento al sentirlo, duro e insistente, la
sensación en sí misma, cálida, húmeda y lista en su contra. Apoyándose en ella, se colocó en una
posición para que la pared apoyara la mayoría de su peso. La superficie dentada se hundió en sus
omóplatos y la parte baja de su espalda, pero a ella no le importaba.

Sólo sexo, lo que quedaba de su mente consciente entonó. Esto era sólo sexo. Nada más.

Y entonces cambió sus caderas y, con un movimiento rápido, se empujó a sí mismo dentro de ella.
Imposiblemente largo y grueso, la llenó perfectamente. Un ahogado suspiro arrancó de sus labios, al
mismo tiempo que murmuraba un improperio contra el hueco de su garganta. Griffon se mantenía
dentro de su empuñadura, su masivo cuerpo temblando mientras luchaba por no moverse. Tallon
bloqueó sus tobillos, asegurando que no lo hiciera.

Luego, lentamente, movió sus caderas, deslizando su longitud caliente de él hacia fuera
casi hasta la punta antes de golpear de nuevo dentro de su acogedor cuerpo. Con el
empuje, las estrellas bailaron detrás de sus ojos cerrados y su cuerpo vibraba con pura
hambre. Un hambre que sentía él, también.

Al levantar sus caderas, moviéndose dentro de ella, su boca caliente probó su cuello, su lengua
bañándola y tomó muestras de su piel humectándola. Los músculos de sus piernas la quemaban, las
piedras en la espalda hundiéndose profundamente en su carne, disparando sus sensores de dolor
con la sobrecarga. Pero las corrientes de placer a través de su desgarro dominaban todo. Y el
torrente de sensaciones la hizo gritar.

Ella había pasado de no sentir nada a sentir todo. El sólido espesor de él dentro de ella, contra ella,
la piscina construyéndose de fuego y reuniéndose en su centro, incluso el granito rascando sus
hombros, abrumándola, bombardeándola desde todas las direcciones, dentro y fuera.

Entonces, el nudo en su interior se quebró libre. Se vino duro, su cuerpo pulsante y vibrante a su
alrededor. Primitivo y crudo, Griffon gimió con sus caderas yendo una vez, dos veces, antes de que
su cuerpo se tensara. Hundiéndose en la parte interior de su cuello, la agarró firmemente mientras
daba dentro de su cuerpo.
La sostuvo así por lo que pareció ser una eternidad y un segundo antes de que él cambiara su
dominio sobre sus muslos. Tallon mantuvo los ojos cerrados y puso sus piernas en el piso, aliviando
la presión de su espalda. Sin embargo, Griffon no la soltó de inmediato, y a Tallon le resultó más

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difícil de lo que había imaginado descansar por fin los brazos de su cuello. Y cuando resbaló libre
de su cuerpo y la soltó, todas las emociones que habían estado de sentimientos acumulados en su
corazón.

Tallon le puso la mano en el pecho, dándose cuenta que tener relaciones sexuales sólo con Griffon
podía haber sido el mayor error de su vida.

CAPÍTULO 20
Alexia salió de detrás de la pared del armario. Su pelo largo todavía estaba húmedo por la ducha. El
aroma suave de ella, limpia y femenina, pellizcó la nariz de Declan y le revolvió su miembro.
Apretando los dientes, Declan cruzó los brazos sobre su pecho y se volvió. Con la esperanza de que
no pudiera ver que no era capaz de controlar este nuevo nivel del cursar de lujuria a través de él
desde que habían unido. Sin embargo, se encontró cara a cara con su cama. La cama donde
acababan de... Al soltar un gemido, se dio la vuelta.

La vio poniéndose una bota sobre el mostrador. Con práctica precisión, empezó a fijar las correas de
la funda de su arma alrededor de su muslo. Una avalancha de saliva le lavó la boca a la vista de sus
piernas cremosas. Piernas que aún podía sentir alrededor de su cintura mientras había resistido en
su interior el calor. La minifalda negra que llevaba apenas rozaba la curva de su suntuosa parte
inferior. Las botas altas de becerro lucían lo que tenía que ser por lo menos cinco pulgadas hasta
sus talones. A pesar de su preferencia habitual por el cuero y corsés, esta noche no llevaba nada
más que una simple chaqueta negra de manga larga que envolvía su escote en V del cierre
individual, revelando lo que parecían kilómetros y kilómetros de piel pálida.

"Vas a luchar contra Lotharus", dijo levantando una ceja, "¿En eso?"

La esquina de los labios se curvó brevemente antes de juntarse. Ella golpeó un cartucho de balas en
su Glock y deslizó la pistola del soporte junto a su cara externa de muslo. "No tengo la intención de
quedar lo suficientemente cerca como para ensuciarme."

Declan respiró hondo y miró fijamente al suelo. El dolor extremo que había sentido cuando él había
pensado en su muerte, la abrumadora sensación de pérdida, pinchó consciente de nuevo con sólo la
idea de que algo le pasara a ella. Dioses, supo con absoluta convicción que no sobreviviría a
perderla otra vez.

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"¿No crees que pueda hacerlo?"

A su pregunta, miró hacia arriba y forzó una sonrisa. "No" Descruzó sus brazos y se acercó a ella,
sosteniendo sus dos manos entre las suyas. "Sé que puedes. Pero va a ser peligroso, Alex. Sólo he
leído acerca de lo que el cristal es capaz de hacer. Hay muchas variables".

Alexia le apretó la mano con fuerza. "Todo lo que tenemos que hacer es conseguir el cristal de
Lotharus y destruirlo. Juntos podemos hacer esto. Lo sé."

"Pero todavía estás débil, no has cambiado totalmente, no eres tan fuerte como serás."

Alexia se hizo hacia atrás, los ojos muy abiertos. "¿Qué quieres decir, con cambiado?"

"Alexia, estabas casi muerta cuando te encontré". Tragó. "Era demasiado tarde."

El se rió un poco incrédulo por las burbujas que salían de ella.

"Eso es absurdo. Estoy aquí. Ahora."

"Sólo porque te alimenté con mi sangre."

Sus cejas rubias se levantaron. "Pero yo he bebido de ti antes." La declaración sonó más como una
pregunta y Declan temió darle la respuesta. Esto era de lo que su padre le había hablado, la culpa
arañando y la agonía de jugar a dios cuando eras sólo un hombre. Le había dado la vida, sí. Pero
¿Era lo que ella quería? ¿Quería estar a su lado? ¿Quería ser la reina de los dragones en vez de la
de la horda?

"Esto es diferente", dijo en una exhalación.

Segundos se sintieron como minutos hasta que por fin habló. "¿Qué estás tratando de decirme?"

"Alexia, está cambiando... El cambio ya ha comenzado."

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Una llama de pánico se disparó de detrás de sus ojos, transformando su recién descubierto color a
un color rubí profundo. "¿En qué?"

¡Oh, dioses!. "En uno de nosotros."

Al minuto que Alexia oyó las palabras sus labios cayeron y supo que era verdad. Aunque no pudo
precisarlo antes, se sentía diferente en el interior. Como si esto siempre hubiera presente, la
oscuridad siempre royendo y viviendo en el interior de ella por tanto tiempo que había estado llena
de luz.

Miró a Declan y su corazón latió dolorosamente. Él la vió afectada, al igual que lo estaban sus
palabras, esperando que el hacha de guerra cayera.

Esperando a que ella le gritara a él, y ¿Para qué? ¿Salvar su vida?

Alex entró en sus brazos y los envolvió alrededor de su cuello, tirando de él firmemente. Colocó los
labios a su oído, tomando una respiración profunda, dibujando su única esencia y embriagadora
para él.

"Gracias por salvarme", susurró.

Un escalofrío se movió a través de su cuerpo. Sus grandes hombros se tensaron. Y luego movió sus
brazos alrededor de su cintura firme, fuerte y su cabeza se enterró en el hueco de su cuello. Lanzó
un suspiro, como si hubiera estado sosteniéndola por decirle lo que había hecho.

Con la sensación de su abrazo, un temblor de alegría, de felicidad, de integridad se precipitó a


través de ella, haciendo su sonrisa y abrazo más apretados. Su mano en la parte posterior de su
cabeza y su cuerpo se inclinó hacia él, formando un arco al espacio entre su cuerpo, llenándolo. El
calor de la otra mano radiando a través de su chaqueta, filtrándose a través de su bajo vientre.

Diosa, eso era lo que ella anhelaba. Lo que había deseado toda su vida y sólo experimentaba hasta
ahora. Contacto, total, fiel e incontrolable. Y ahora no había nada para mantenerlos alejados uno de

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otro. En lugar de estar destinados a estar separados, ahora tenían todos los motivos para estar
juntos. Podían estar juntos. Alexia sonreía, su mirada capturando el reflejo de la vanidad del espejo
de la habitación. Al principio, apenas se reconoció. Ya no parecía deprimida, solo o triste. En
cambio, la mujer que la estaba mirando de regreso brillaba con confianza, vida y amor.

Amor.

La golpeó que nunca se le había dicho. Nunca dijo las palabras en voz alta. "Declan," dijo ella, yendo
un poco hacia atrás. Tenía la cabeza levantada, sus ojos cobalto fijos en los suyos con una
intensidad que casi le robaba el aliento. "Yo -" comenzó.

"Shh". Un dedo en los labios la hizo callar. Aunque el ceño apretado de su frente, no hacía más que
sonreír. Entonces su mano se movió a su mejilla y sus labios sustituyeron su dedo. Lenta y sensual,
su boca se movió contra la de ella, su boca acoplándose ya que sus cuerpos sólo se sostenían.

"Prométeme que me lo dirás después", dijo cuando se separaron.

Alex sonrió. "Te lo prometo."

Declan siguió a Alexia a través del laberinto de catacumbas, a pesar de que en algún lugar del fondo
de su mente sabía qué camino tomar. Todos los dragones podían usar la mente cuando hablaban en
forma animal. Sin embargo, su conexión era una fusión de dos híbridos y se hacía más fuerte con
cada paso de los días, lo que le hizo preguntarse si algún día sería capaz de leer sus pensamientos.

Alexia los llevó a una caverna ancha, muy parecida en la que Lotharus había tenido la ceremonia de
ascensión. En su memoria, el fuego quemó detrás la garganta de Declan. Lo calmó. Sería capaz de
usarlo muy pronto. Se inclinó sobre la cintura, escondiéndose detrás de un estante en las rocas.
Mirando la apertura de ventanas de piedra, Declan se dio cuenta de que estaban en algún tipo de
crudo anfiteatro. En el terreno más abajo, había lo que parecía ser un escenario con todo. El nivel
donde él y Alexia se habían escondido parecía un balcón y abajo estaba lleno de contenedores,
cada uno con un puñado de soldados armados.

"Hay cientos de ellos por lo menos," la oyó decir en voz alta.

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"Todo lo que tenemos que hacer es detener a uno," dijo Alex, asintiendo hacia el nivel inferior.

Regresando su mirada hacia el escenario, se dio cuenta que Lotharus se sentó en lo que
Declan suponía era el trono de la Reina, dirigiéndose a sus soldados. Aunque no llevaba la corona
que anunciaba su nueva posición a la horda, el personal apoyado a su lado llamaba la atención de
Declan. Parecía similar a uno que había visto en un texto Auld. Más conc retamente, el desplazamiento
de Doc. Le había mostrado que figuraba en el conocimiento de la edad oscura. Arriba de la madera
pulida estaba la piedra. Su superficie reflejaba la luz de las velas multifacéticas que iluminaban la
caverna. El cristal normalmente transparente, quemaba en con un naranja suave y azul.

Si bien delicado, el centro parecía muy enfadado, como si estuviera forjado de fuego, brillando como
un ópalo, cuando se inclinó a la luz.

"Tiene el cristal con él."

Alexia inclinó la cabeza, tratando de echarle un vistazo desde el borde de la roca.

"¿Cómo puedes estar seguro?"

"Está allí, en la parte superior del personal." Hizo un gesto hacia él.

Una mujer pasó por delante de Lotharus, con una bandeja en forma de gota en sus manos.
Declan la siguió con la mirada, con los ojos reducidos a cero por una extraña marca al lado
de su garganta.

"¿Qué es ese símbolo?”

Alexia lo miró, luego a su línea de visión de la mujer. "Es un símbolo de nuestra horda. Cada colono
de sangre pura viene a este mundo con uno".

Él arqueó una ceja. "Tú no lo tienes."

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La esquina de sus labios se retorcieron en una sonrisa tímida. "La línea de sangre real tiene otro tipo
de marca."

Levantó una mano, quitando la cortina de su pelo largo de sobre su hombro, dejando al descubierto
su cuello largo. Cuando se volvió de espaldas a él y puso la barbilla en su pecho, él la vio.

"Un Lunel", dijo. Cuatro lunas crecientes se enfrentaban unas con otras, sus puntos colgaban como
colmillos. La marca era tan complicada que no podía creer que fuera natural y no un tatuaje.

Fotos volcaron su mente de Lotharus sobre ella, tomándola. Declan reprimió la mandíbula, que se
cerró de golpe en un impulso violento, el cegamiento de matar y centrarse en lo que la visión le
mostraba. El Lunel. Vio la marca, la había visto la primera vez que tuvo el sueño, sólo que estuvo tan
sorprendido también por la ira que no la notó.

Se le ocurrió porqué Lotharus la había tomado de la forma en que lo había hecho. Nunca fue por
ella. Era alrededor del trono, sobre el poder.

Haciendo un túnel con la mano en su pelo, Declan se inclinó, sus labios ardientes sobre la
marca. Ella suspiró y se relajó contra él.

"Sólo las mujeres nacidas de la línea de sangre real tienen esta marca," ella dijo con un suspiro.
"Todo el mundo lleva dos medias lunas para demostrar que son parte de la horda."

"¿En el cuello?"

Ella negó. "Pueden estar en cualquier lugar."

"¿Ha nacido alguna vez un niño sin su marca?"

Alex se encogió de hombros. "Si así fuera, me imagino que lo mantendrían oculto o enviado lejos.
Lotharus es inquebrantable en su misión de mantener a nuestra especie pura. Me estremezco al

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pensar en lo que pudo haber hecho." Hizo una pausa, con los ojos estrechos. "De hecho, años atrás
oí hablar de una niña. Un heredero femenino nacida del trono de mi tío, Yuri... "

Hizo una pausa, sus ojos ampliándose antes de que se agarrara el antebrazo.

"Declan, la visión".

"¿Qué visión?."

"Había un niño nacido de la familia real, mi familia real. Una niña, hija de mi tío y descendiente de la
línea de la Reina. Declan, tengo que -”

Un gran alboroto sacudió las paredes de la caverna, cortando sus palabras.


Mirando por encima del balcón, Declan movió la mirada por la habitación, tratando de descubrir el
origen del repentino caos. No pasó mucho tiempo.

"¿Qué es?"

"Más mujeres."

Alexia se movió lo suficientemente cerca como para mirar hacia abajo a la escena.

Mujeres encadenadas de diversas edades fueron guiadas al foso. Llevaban lo que parecían
como sacos de arpillera, algunos deshilachados y se dividían en la parte inferior. Cada una llevaba
una bandeja de alimentos hacia los soldados rebeldes.

"Ese hijo de puta."

Declan la miró. La línea suave de su mandíbula tensa de ira y las manos quietas en la piedra.

"¿Sus mujeres no sirven a los hombres?"

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Sus ojos se encontraron con él y contuvo el aliento. Él no estaba seguro de si había alguna vez se
iba acostumbrar a sus ojos tan impresionantes. Un gesto tenso de ceño frunció su cara cuando se
dio cuenta de que no le había siquiera dicho que eran de un color diferente, y se preguntó
brevemente si ella siquiera lo sabía.

"Las mujeres son veneradas. Las mujeres mandan. No sirven, especialmente no a los hombres. Los
de sangre pura saben esto", dijo en una respiración forzada. "Es bárbara depravación que Lotharus
lo esté haciendo. Sólo sus soldados se atreverían a degradar a las mujeres así ", dijo con una
inclinación de cabeza, moviendo su mirada de nuevo a Lotharus.

Declan extendió la mano, cubriendo la suya. "Suenas lista para detenerlo".

Se volvió hacia él, una pequeña sonrisa curvando su boca. "Estoy lista para intentarlo."

CAPÍTULO 21
" Hermanos míos," Gritó Lotharus de pie en su trono. Doblando los dedos alrededor de su personal, dio unos
golpecitos en el extremo del suelo como un mazo. Las voces excitadas se tranquilizaron a la vez. Una oleada
de poder vibró a través de él cuando empezó el discurso que había practicado durante un siglo.

"Por fin, una nueva era está sobre nosotros. Una era en que los vampiros, una vez cobijados y aceptados, sin
embargo dejamos escapar. Una época en que los hombres ocupen la sede del poder. Cuando un rey y no
una reina, normen a la horda."

- No, si tengo algo que decir al respecto."

Lotharus se volvió para ver quién estaba hablando, aunque ya lo sabía. Alex salió de detrás de su escondite.

"Mi querida Alexia". Casualmente, se retiró del corto tramo de escaleras para recibirla, con una amplia sonrisa
en su rostro. "Es una sorpresa maravillosa. Pensé que habías muerto durante tu ascensión."

Las mujeres se quedaron sin aliento, susurrando alabanzas a la diosa porque la hija de la Reina vivía, y de
inmediato cayeron de rodillas ante ella.

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Sin embargo, los soldados tensaron sus enormes cuerpos, desdoblándolos y teniéndolos listos para la
primera orden.

Alexia movió la mano a la parte delantera de su jersey. Con un seguro movimiento, quitó la cortina de tela
negra a un lado, revelando su sección media. - Más bien pensaste que me habías matado."

La mirada de Lotharus se cruzó. A la vista de la piel perfectamente lisa, donde una cicatriz de dónde le había
hundido la espada debería haber estado, su sonrisa vaciló brevemente.

Sin embargo, recordó el cristal en su mano, recordó que ahora tenía todo el poder y sintió que se le renovaba
la confianza.

"Un error que no cometeré otra vez." Él asintió con la cabeza hacia la multitud. Una vez que sus soldados se
dirigieron hacia Alexia, siguiendo su orden de silencio.

Un rugido se hizo eco de gritos en los últimos segundos antes de que de una cámara de las catacumbas
saliera un chorro de llama pulverizada, tragándose a los soldados con su corriente violenta. Olas de calor
recorrieron la sala, rodando sobre las sillas y casi cerca
del escenario.
"Vuelvan al recinto", gritó Alexia a las mujeres, que rápidamente se levantaron y escabulleron.

Sin embargo, Lotharus se centró en el dragón ahora volviéndose hacia él, con sus ojos alerta y sus labios
encrespados de nuevo en un gruñido. Lotharus sabía que estaba a punto de atacar de nuevo. Levantó la
mano que sostenía frente a él, bloqueando su cara mientras que las llamas brotaban de la boca del dragón.
Los chorros calientes de fuego golpeaban su escudo de fuerza invisible, curvándose sobre él, dejándolo ileso.
Después de un momento, el dragón dejó los envíos.

Bajando su mano, Lotharus sintió una sonrisa victoriosa curvando sus labios, y volvió su mirada a Alexia. Sus
ojos se abrieron cuando disparó hacia el cristal hacia ella. El cuerpo de ella se tensó, esperando cualquier
golpe que pudiera llegarle. Sin embargo, la tierra tembló bajo sus pies mientras el señor dragón aterrizaba
frente a ella, bloquendo el objetivo de Lotharus. Masivo y negro, el dragón quedó frente a ella como un feroz
perro guardián. Su mandíbula se abrió y los labios temblaron mientras le rugía a Lotharus. Formó al personal
en el derkein, agitando el cristal frente a él, como si estuviera hecho de fuego, tratando de evitarlo o al menos
contenerlo.

El dragón sólo rechinó los dientes y dio otro paso hacia adelante. Frustrado, Lotharus redujo su movimiento y
se volvió hacia sus hombres.

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"No se queden ahí parados", gritó Lotharus a los soldados. "¡Mátenlo!"

Los ojos azules del dragón brillaron con una inteligencia que ningún animal poseía antes de elevarse,
lanzándose a seis metros en el aire.

"Voy a defenderte, Alex. Tienes que conseguir el cristal."

Alexia oyó la voz de Declan en su mente y sonrió. - Con mucho gusto", respondió con bajo aliento.

Dejó caer los brazos, apretó un puñal en cada mano. Circulándolo, al acecho, esperó a que el otro diera el
primer paso.

"¿Qué piensas hacer, Alexia? Te enseñé todo lo que sabes."

Una burbuja de duda flotó en su mente. Ella la rompió. No podía darse el lujo de entretenerse con la noción
de fracaso.

"Tengo el poder de tu madre. Tengo tu poder, aquí mismo." Dijo moviendo la mano. El cristal de Draco
brillaba, en rojas palpitaciones como un corazón latiendo.

Sus ojos se estrecharon hacia él por un segundo antes de que soltara un gruñido, lanzando la primera
estocada y entonces el puñal en la segunda mano. Lotharus giró con la velocidad de un tornado, fácilmente
evadiendo las armas, que ya resonaban contra la pared detrás de él.

- Maldita sea - murmuró.

Lotharus ladeó la cabeza, por lo general su impecable pelo cayendo sobre su cara. "¿Quieres esto?" Giró la
mano de una manera burlona antes de lanzar un gruñido. "Vas a tener que venir a buscarlo."

Alexia golpeó con una mano su muslo, alcanzando su Glock. Antes de que su mano tocara la funda, Lotharus
apareció a su lado. "No lo creo, amante." Hundiendo sus dedos en el cuero cabelludo de ella y tirando. Lo
siguiente que supo fue que estaba en el aire, volando hacia atrás a la velocidad de la carretera. A pesar de
que se había reforzado a sí misma, la caída en la pared de la caverna envió estrellas estallar detrás de sus

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ojos y cohetes tirando de dolor a través de su cuerpo. Doblándose, cayó hacia adelante, aterrizando con la
cara hacia la tierra.

"Alex!" Declan gritó su nombre en un rugido. El ritmo pesado de las alas golpeando el aire por encima de ella,
seguidas por el grito de un soldado torturado. Moviendo sus dedos a través de la tierra suelta, levantó sus
manos y puso a prueba su peso. Ella se estremeció ante la punzada de dolor entre los omóplatos.

Una vez más, el dragón gritó, como si su dolor fuera el suyo propio.

"Estoy bien", dijo en un intento por tranquilizarlo. Con brazos temblorosos, se levantó sobre sus rodillas. Una
bota le pateó el estómago. Dando un soplo, Alexia sobre su lado y rodó. Acunando el dolor con una mano, dio
unas palmaditas en su pierna con la otra.

"¿Buscando esto?"

Lotharus se puso sobre ella, con su colgando Glock de sus dedos. Una empalagosa sensación de temor la
llenó, la asfixió. Fue tan rápido. Tan fuerte. Su última batalla rodaba en su mente y por primera vez esa noche,
no estuvo segura de que podría vencerlo.

"Tú eres más fuerte."

A la voz, Alex levantó la vista. Declan se cernió sobre ella, negro hermoso. Tenía un soldado en sus enormes
garras. Sus ojos fijos de zafiro sobre ella. Gruñendo, lanzó al soldado contra la pared del fondo con un paso
de su brazo.

De repente, una rápida cadencia de fuego explotó. El dragón aulló, el sonido girando en el corazón de Alexia
con un dolor intenso que nunca había experimentado antes. De manera constante, los golpes de la pistola
continuaron rebotando en las paredes con un ruido ensordecedor.

Una ametralladora.

Los ojos de Alexia al instante se concentraron en el soldado con el arma.

La mirada paseándose por el suelo, vio una daga caída en la tierra y se abalanzó sobre ella, su cuerpo
moviéndose contra el suelo rocoso. Anticipándose a su movimiento, Lotharus apuñaló la piedra hacia sus

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piernas, el extremo afilado con el objetivo de uno de sus muslos desnudos. Alexia lo esquivó e izó la hoja.
Con gruñidos de esfuerzo, arqueó su brazo, enviando las armas a que volaran por la habitación.

Sin mirar para ver el golpe del cuchillo, rodó, haciéndolo estallar a sus pies.

La ametralladora se desaceleró de repente. El cadáver del soldado dio un vuelco a la tierra un instante
después.

Alexia se enfrentó a Lotharus, ignorando el hecho de que ella sentía las piernas de goma, haciendo caso
omiso de la sensación de sus músculos literalmente temblando bajo el frío, la tela de su falda. - Vamos,
querido - escupió ella, burlándose de las palabras dichas anteriormente. "Sabes que lo quieres."

Sus labios se curvaron en la esquina. "Ya tengo todo lo que quería de ti."

Lotharus disparó al cristal con punta a ella. Sacudidas de rayos ardientes crujieron a través de su cuerpo. La
onda de choque de gran alcance despegó sus pies, haciéndola dar vueltas en círculos antes de caer en el
suelo con un ruido sordo.

La parte posterior de su cabeza golpeó el suelo, haciendo vibrar su cabeza en dolor. Ella llevó su mano a su
frente y cerró los ojos, con la esperanza de detener el dolor.

"Alexia, si dejas esta locura, me aceptas y me declaro Rey ante la horda, puede ser que te permita vivir." La
voz de Lotharus sonó cerca. Demasiado cerca.

Alexia se obligó a abrir los ojos, se obligó a concentrarse e inmediatamente lo vio encima de ella.

Frunciendo los labios, Alex dio un salto mortal hacia atrás, rodando hasta sus pies. "Muérdeme".

Él le enseñó los colmillos. "Me encantará" Con esto, se lanzó hacia ella. Su cuerpo torpedeado en una espiral,
lo que hacía imposible seguir sus movimientos. Alexia hizo lo único que pudo y se preparó para el impacto.
Declan se tensó, con la sensación de tirar del dolor de Alexia a través de él como si él hubiera tomado el
golpe. Atreviendo un vistazo hacia abajo, su corazón dio un vuelco.

Lotharus había clavado su espalda, sus colmillos colgando, listos para hundirse en su carne. Algo lo apuñaló
a través de su ala izquierda. El tejido chisporroteaba quemado.

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Declan movió la cabeza hacia atrás y rugió mientras la balas de plata quemaban y su carne quemando.
Haciendo remolinos con su cola en un círculo, se dejó volar hacia su
atacante. La punta atravesó al vampiro en la cabeza. Arrancándola del cuerpo, la cabeza rodó como una
pelota de bolos en el piso.

Cuando miró hacia atrás a Declan, otros dos soldados habían tomado su lugar. Él sopló por su nariz. No
duraría mucho tiempo así. Ninguno de ellos. Miró hacia abajo, ya que Alexia había logrado luchar y zafarse
del agarre de Lotharus. Sus ojos se centraron en el cristal y una burbuja de frustración se levantó en su
interior. Era como si supiera lo que tenía que hacer, como si tuviera la respuesta enterrada dentro de él, pero
no pudo traerla a la superficie.

"Declan, ¡Cuidado!" A la advertencia de Alexia, su mirada recorrió frenéticamente el suelo debajo de él y de


los balcones a la misma altura.

Demasiado tarde.

Un destello brillante de metal llamó su atención. Declan volvió la cabeza, maldiciendo cuando se dio cuenta
de que no una, sino una lluvia de flechas de plata se dirigían a él. Rápido. Antes de que pudiera lanzarse, la
primera golpeó su hombro. Otro golpe en la clavícula y una tercera apareció para golpearlo entre los ojos.

Declan rugió, absorbiendo el dolor abrasador de las dos primeras flechas, y preparado para rodar al lado en
un último intento desesperado por escapar. Sabiendo el momento en que sus alas vacilaron en su arco de
barrido, no fue capaz de escapar al golpe completo. ¡Dioses! Había estado demasiado atrapado en sus
pensamientos, que había dejado vacilar la concentración de la lucha. Un error, se dio cuenta, que podría
resultar fatal.

La vida se convirtió en una serie de segundos. Todo sucedió en una misteriosa especie de cámara lenta: el
ala se movió, manteniéndolo en su lugar en vez de tirando de él con seguridad. Los latidos de su corazón se
sentían detrás de sus costillas. La flecha estaba cada vez más cerca, tan cerca que podía ver una grieta fina
en su superficie brillante. Su
nombre gritado por los labios de Alexia, haciéndose eco en sus oídos.

Un arma de fuego atacó a su derecha, sonando todo en tiempo real.

Gracioso, iba a ser ensartado y le disparó.

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Sin embargo, la bala nunca lo alcanzó. Tampoco la flecha. En su lugar, segundos antes de que la flecha
hubiera afectado su cara, una bala se estrelló contra un lado de la flecha, enviándola volando fuera de curso.
Se estrelló en el muro de piedra a su izquierda con un ruido sordo.

Jadeando con el amago, Declan movió la cabeza a la derecha. Había una figura, vestida de negro de pies a
cabeza, de pie en uno de los balcones superiores. Zarcillos de humo rizado salían por el cañón de un arma
aún apuntando a Declan, envolviendo a la persona de la vista. Poco a poco, el pistolero bajó el brazo. Tenía
hombros, pelo negro y barba de chivo. Sin embargo, Declan no lo reconoció, definitivamente no había luchado
contra él antes. No fue hasta que el atacante mostró sus colmillos en una sonrisa que Declan se dio cuenta de
que un vampiro acababa de salvar su vida.

"Vigila tu trasero, derkein, o no habrá nadie para vigilar el de ella," dijo dando un brusco movimiento de
cabeza hacia abajo.

Declan tomó aliento y le disparó a su mirada. Alexia seguía luchando contra Lotharus, arreglándoselas para
mantenerlo a raya. Seguro que su seguridad era temporal, Declan miró hacia atrás al vampiro, con ganas de
preguntarle por qué lo había salvado, quién era, qué quería. Pero él se había ido. Desaparecido. "¡Declan!" el
grito de Alexia llevó su atención de nuevo a la pelea. Sin embargo, en lugar de una aplastante sensación de
seguro fracaso, Declan vio un breve destello de claridad la forma en que podían ganar.

"Alex, ¿confías en mí?"

Alexia entrecerró los ojos y se concentró en hablar con él con su mente. "Sabes que lo hago."

Su sonrisa lo atravesó como si fuera la luz del sol. "Buena chica. Ahora, cuando te dé la señal, haz
exactamente lo que te diga."

Ella frunció el ceño, pero no discutió. No tuvo tiempo.

"Debiste haber muerto." Las manos de Lotharus tomaron sus hombros, jalándola a él. "El lugar de una mujer
no es en la sede del poder. Pregúntale a tu difunta madre."

Algo primitivo y crudo en su interior provocó con sus palabras. Algo que nunca había sentido antes. Un polvo
revistió su lengua y las paredes de la garganta atándola y calentándola. Olas de energía pulsaron fuera de

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ella, a través de ella, a su alrededor. Un puño se estrelló contra su nariz, pero ella no lo sintió. Otro golpe en
su oreja. Sin embargo, fue el aullido de dolor de Lotharus el que escuchó.

Ella esquivó el golpe del palo con una facilidad que la sorprendió incluso a ella. Y cuando dio escuchó su
frustración y trató de golpearla de nuevo, capturó el palo de madera en sus manos. Lotharus abrió la boca, y
no hubo palabras. Su rostro se volvió una mueca, girando en dolor mientras que su brazo fue arrancado hacia
atrás y lo pateó con tal fuerza que reventó la pared de la caverna, derramando el exterior de la playa de
arena.

Alexia curvó los dedos sobre el palo y salió tras él. Una ráfaga de aire salada del océano se disparó sobre
ella, y los tacones de sus botas se hundieron en la arena con cada paso que daba. Cuando dio vuelta a la
caverna, la mirada de inmediato saltó a su izquierda. Los primeros rayos de la luz del alba remontaban el cielo
en el horizonte.

Minutos. Tenían minutos antes de que saliera el sol, abrasando todo a polvo. Lotharus lo sintió también.
Frenético, sus ojos oscuros recorrieron la playa por ayuda. Un desplazado Declan dio un paso a través del
agujero en la pared del acantilado. Su desnudo pecho estaba lleno de cortes y contusiones. Por lo visto, había
asolado a la mayoría de los soldados. Los pocos que quedaron estaban en la playa, sus miradas en el cristal
en posesión de Alexia.

Lotharus corrió sobre sus pies, apretando sólo el borde de su manto negro con sus manos. "¿Qué hacen
todos de pie allí? Mátenlos", gritó.

Cuando los soldados no se movieron, Lotharus movió sus ojos llenos de temor con la cercanía a la luz del día
de Declan. "Tú. Señor Dragón. Detenla", declaró él, de hecho cayendo de rodillas delante de él. "Detenla y te
daré todo lo que desees."

"No lo creo, hijo de puta." Declan se inclinó, tomando a Lotharus por la parte delantera de su chaqueta. "Tú
me torturaste y violaste a Alexia. Estás acabado."

Con un gruñido, lanzó al antiguo contra el acantilado rocoso.

"Alex", gritó Declan. "Clávasela en su corazón. ¡Ahora!"

A su llamado, Alexia rompió la piedra sobre su rodilla. Obteniendo piedras del tamaño
de pelotas de béisbol, que liberó de sus monturas. El cristal se calentó en la palma de su mano y Alexia tuvo
la clara sensación de que la roca deseaba el destino que estaba a punto de darle.

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Ella se acercó a Lotharus, con el odio creciente en sus venas mientras lo miraba a los ojos petrificados en
lugar de ser al revés. "¿Quieres poder? Toma,- dijo, golpeando su puño contra su pecho tan fuerte como
pudo. La mirada perpleja de Lotharus fue lo último que vio antes de que una fuerza invisible se cerrara sobre
él, dejando el cristal incrustado en su corazón. Los ojos negros de Lotharus se abrieron, con las manos
cerrándose sobre la herida. Una brillante y pulsante luz estroboscópica salió del agujero en su pecho,
enhebrado entre los dedos.

Unas manos grandes cubrieron sus hombros desde atrás. Alexia les permitió guiarla detrás de una roca y con
fuerza al suelo. Los fuertes brazos de Declan cubrieron su cabeza como un dosel.

Un latido del corazón más tarde, Una cegadora luz blanca se comió su visión. Un chorro de calor pegó con
fuerza contra ellos. Declan apretó su cuerpo contra el de ella, presionándola contra la pared de roca mientras
el grito de Lotharus perforaba sus oídos. Ella se los cubrió, manteniendo sus manos sobre ellos hasta que la
nube de energía disminuyó y se restableció.

Respirando con dificultad, Alex levantó la cabeza, asomándose sobre la roca. Chispas de brasas, cenizas
carbonizadas y un anillo de color rojo brillante fue todo lo que quedaba de Lotharus. Lanzando una respiración
inestable, buscó con la mirada alrededor. Los soldados yacían en el suelo junto a ellos como muñecos rotos.
Brillantes fragmentos de vidrio, los restos del cristal, recubiertos con sus cuerpos y rociados de arena. Cada
pieza parpadeaba, capturando los rayos luminosos de la luz de la mañana.

"¿Estás bien?" Declan jadeó a su oído.

Luz.

Alex miró hacia el océano y se quedó inmóvil, incapaz de hablar. El sol, el brillante sol de jengibre, bailaba
delante de su visión, cubriendo el mar con un naranja intenso, púrpura y rojo. Su luminosidad y calor le
pegaron como una ola. Puro y absoluto de calor, como ella nunca había sentido, inundaban su piel.

Tragó saliva, a la espera de que la increíble quemazón desgarrara a través de su cuerpo antes de que ella
también desapareciera en un soplo de ceniza como Lotharus. Ella supuso que si tenía que ver algo antes de
su muerte, era la belleza majestuosa del amanecer en el mar no era lo peor que podía imaginar.

"Alex". La voz de Declan sonaba como si viniera debajo del agua o millas de distancia. Debía estar ya
pasando. Cerrando los ojos, se cerró sobre su propio pecho, tratando de esconderse de la suerte se movía
sobre su piel con cada segundo que pasaba.

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Unas manos fuertes la obligaron a mover la cabeza, inclinando su rostro hacia él. A la vista de él, una
punzada de nostalgia atravesó por ella. "Te amo", respiró, entrelazando sus brazos alrededor de su cuello y
sosteniéndola apretada. Sus brazos encontrando los suyos, una mano pasando por la parte posterior de su
cabeza, la otra en espalda su baja.

"Te amo también, Alexia".

El pánico por la inminente muerte huyó de su alma al minuto que susurró esas palabras contra su oído. Ella
cerró los ojos.

Por lo menos morirían habiendo tenido esperanza.

Su memoria recordó el pensamiento al azar a partir del día que había conocido a Declan, y una sonrisa se
extendió por sus labios recubiertos de lágrimas. Había probado la esperanza, probado el amor, y eso era todo
lo que había querido, a pesar de que le gustaría aferrarse a todo eso un poco más.

- Alex, me estás ahogando ", dijo Declan con una sonrisa, desenvolviendo a sí mismo del abrazo. Cuando ella
trató frenéticamente de mantenerlo en sus brazos, ahuecó sus mejillas, con sus ojos mirándola con intensidad
en llamas.

"¿Qué pasa, qué está mal?"

Ella asintió hacia el agua. "El sol", dijo en voz baja, como si estallara en su oído, la encontraría y golpearía
contra el suelo. La expresión de Declan se volvió un nudo de confusión antes de que se relajara con
comprensión. Tomando la mano en la suya, se llevó los dedos a sus labios, besando la punta de cada uno. El
movimiento atrajo su mirada. Había llegado a su meñique antes de se diera cuenta de que delicadas uñas
había tomado el lugar de sus negras garras.

"Pero..." Ella levantó su mirada a él.

"Estás cambiando", dijo. "¿Te acuerdas?"

La verdad se apoderó de ella, confusa al principio y luego con claridad. Por supuesto. Era por eso que Declan
no parecía preocupado de irse a las catacumbas al amanecer. Él lo había sabido. Una sonrisa ajustada llegó
a sus labios y parpadeó con asombro. El sol había aumentado en el cielo, su calor en su rostro cubierto con

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una luz cálida que sólo había leído de cerca. Tan brillante que tenía que entrecerrar los ojos para ver la cara
de Declan claramente. Estaba llena de preocupación y de amor y completamente cubierto de suciedad. Una
risa le hizo cosquillas en la garganta, pero tuvo que contener una sonrisa.

Sus labios imitaron los de ella antes de que él se abalanzara, tapándole la boca con la suya. Se abrió sin
dudarlo, a él y su lengua corrió a lo largo de su labio y más profundo después. Gimiendo en su boca, movió
las manos debajo de sus brazos para agarrar la espalda ancha, presionando con más fuerza sobre ella.
Aunque no quería dejarlo ir, Alexia lentamente se hizo hacia atrás.

Una vez más el calor del sol se apoderó de ella. Un viento suave salió del mar, soplando sobre su húmedo
beso en los labios. Ella se los lamió, degustando el aire salado y dulce en su lengua. Las sensaciones
primitivas la atrajeron de nuevo a la realidad. Obligándola a encarar lo mucho que su vida había cambiado en
tan sólo algunas pocas horas desde que había dejado la cama de Declan. En verdad, Alexia no podía creer
que todavía estaba viva.

Al darse cuenta de que otros no habían sido tan afortunados, se mordió el labio y miró a Declan.

"¿Lotharus?" - preguntó.

"Se ha ido", respondió él, asintiendo hacia el acantilado donde se lo habían visto por última vez.

Alexia inclinó la cabeza, por fin realmente dándose cuenta de la brevedad con lo que todo había sucedido.
"¿Cómo sabías que el cristal se debería destruir de esa manera?" Con los ojos fijos en el lugar, Alexia se
puso de pie.

"Doc", dijo tomándola por el brazo y ayudándola a levantarse. "Ella dijo que el cristal tenía el poder de regir a
todos o destruir a uno. Siempre pensamos que se refería a las razas. Sin embargo, mientras observaba la
lucha de Lotharus, me di cuenta de que el cristal le daba a una persona el poder para gobernar y tenía el
poder para destruir al que quería regir." Ella asintió en lógico entendimiento, pero no podía dejar de cuestionar
su ceño fruncido y tenso en su frente. - Pero llevaste el cristal en tu interior y no implosionó".

Declan sonrió, poniendo sus manos en su caja torácica mientras la ayudaba a maniobrar por la orilla de
arena. "Solo, el cristal era un inútil pisapapeles. Lo necesitaba para aprovechar su poder, el poder de tu
madre. Lotharus sólo podía aferrarse a ellos durante tanto tiempo sin él."

Alex se quedó mirando el manto de cenizas en la arena. Eso fue todo lo que había quedado de Lotharus y el
yugo horrible que había puesto en ella y su madre. Doblándose, tomó el anillo pesado de granate. Lotharus

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siempre lo llevaba en el dedo índice. Algo le llamó la atención mientras se movía para guardarlo en su bolsillo.
Alexia sostuvo el anillo arriba, dándose cuenta de dos „SS‟ mayúsculas habían sido talladas con una escritura
delicada en la piedra. Fluía con curvas casi serpenteando al final de cada letra y enroscándose alrededor de
la otra. Frunció el ceño. Había visto las letras antes, pero no estaba segura de en dónde o lo que significaban.

"Al igual que un perfume, la potencia absorbida por Lotharus se filtró y evaporó hasta que ninguno
permaneció con él ", continuó Declan." Sin embargo, con el cristal, podría canalizar y controlaría el poder
indefinidamente".

Alexia metió el anillo en un pliegue de su suéter y sonrió a Declan. "Bueno, bueno, ¿Qué pasa con que los
dragones no son alérgicos al sol o algo así?", Bromeó." ¿Cuándo planeabas hablarme de eso?"

Declan se dio la vuelta y el corazón de Alexia se amplió dolorosamente en su pecho con


la hermosa sonrisa que cruzó por su rostro.

"En mi defensa, no había mucho tiempo."

"Podrías haberme advertido", dijo, extendiendo la mano y pellizcándolo. "Pensé que me estaba muriendo."

"Lo siento", dijo con una sonrisa, esquivando su siguiente intento de exprimirlo. En cambio, los brazos cálidos
se acercaron, uno metiéndose debajo de su rodilla y el otro alrededor de su espalda. La levantó como si fuera
una pluma, acunándola contra su pecho. "Pero me comprometo a pasar toda la noche contigo
compensándote” Los ojos azules se asentaron en ella con una fuerza intensa que ya había aprendido a
reconocer, pero a la que no estaba segura de que se iba a acostumbrar. Deseo, pesado y crudo la envolvió
como en una cinta de seda y se alegró de que la sostuviera, pues era seguro que no podría haber resistido
por su cuenta. Después una sonrisa malvada curvó sus labios y se inclinó frente a ella.

"Por lo tanto, ¿No tienes algo que se supone ibas a decirme?"

Alexia sintió una sonrisa radiante pasar por sus labios y apretó los brazos alrededor de su cuello. Una
urgencia de jugar le alzó la cabeza, pero se desvaneció rápidamente. En cambio, puso la punta de sus labios
a su oído. "Te quiero también, Negro Declan ", dijo en voz baja.

Las manos en su cintura y piernas se apretaron y oyó su sonrisa en en voz baja. "¿Eso significa que estás
lista para ser mi compañera, mi amor, mi Reina?"

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Alexia se echó hacia atrás mirarlo, pero antes de que pudiera responder, su última palabra se hundió en ella.

Reina.

"Declan." Agarró su cara, lo que lo obligó a mirarla. "No creo que puede ser tu reina."

"¿Por qué no?"

Ella trató de contener su sonrisa. "Sé que esto va a parecer una locura, pero creo que tus padres aún viven. Y
creo que sé cómo encontrarlos."

Capitulo 22
Declan abandonó la caverna de la boca de Alexia, cambió rápidamente de vuelta a su forma
humana. Sus ojos la escaneaban rápidamente para medir su nivel de bienestar. -Estoy bien.- Ella le
dijo con una sonrisa.

La piedras cambiaron, ondularon y rodaron en un patrón familiar, hasta formar una entrada. A
medida que miraba como se movían, sus pensamientos se desviaron hasta lo que Alexia le había
dicho en la playa, sobre como creía que su madre no había matado al Rey y la Reina, pero los
escondió en una isla que hasta ahora se cree que es solo un mito. Declan lucho para envolver su
mente alrededor de esa idea, que sus Padres no estaban perdidos para él. El hecho que algún día,
caminaría a través de esa puerta y les vería sonreír una vez más.

En cambo, alguien que se parecía a sus padres emergió detrás de la pared en el momento en que
esta se abrió.

-Tallon.- suspiró.

Corrió a su encuentro, el la tomó en sus brazos. Dioses, no podía recordar la última vez que la
abrazó, realmente le demostró su afecto. La sorprendió, lo supo por su sorprendido jadeo y su
vacilación para devolverle el abrazo fue muy larga. Pero ella finalmente pasó su brazos a su
alrededor, y en el momento en que se apretó a él, supo instantáneamente que podría salvar
cualquier distancia que se hubiera abierto entre ellos en los últimos días.

Cuando se echo hacia atrás, el delicado rostro de Tallos se iluminó con una sonrisa. Una que se dio
cuenta se perdió cuando miró por encima de su hombro y vio a Alex.

-¿Que está haciendo aquí?

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Alexia miró de Tallon a Declan, con la esperanza de transmitir efectivamente los pensamientos e
ideas de su mente a la de él. Cuando él asintió y sonrió, ella se volvió hacia su hermana. Las
delicadas cejas de Tallon se juntaron mientras ella se acercaba. Escudriñó a Alexia desde los dedos
de los pies hacia arria, tomando nota de cada marca de sangre, cada herida de su cuerpo cansado
de la batalla. -¿Que infiernos está sucediendo?.- Ella se giró a Declan.- ¿Como es posible que uno
de nosotros?-

-Tallon. -Alexia cerro la distancia entre ellos.-Tengo un regalo para ti. Uno que espero ayude a saldar
las diferencias entre nosotros.-

Tallon se movió incómoda, con los ojos protegidos. Como si se tratara de un animal asustadizo,
Alexia con movimientos lentos, quitó un sucio trozo de papel del interior de su bota. Lo mantuvo en
su palma, la extendió y se lo ofreció a Tallon. Sin embargo, ella solo la miró fijamente.
- Toma, Tal.-
A este es un producto de su hermano, ella agarró el pergamino.
-¿Sabes de Dragón Island?- Alexia preguntó mientras Tallon desdobló el papel.
- ¿El de fuera de Nueva Zelanda?-
- No. El que está más allá del Fatum, envuelto en Myst y protegido por la diosa. Que únicamente es
visible para los vampiros

.-Alexia se detuvo por un instante, una sonrisa subía por sus labios.

-Es el lugar en el que creo que tus padres están ocultos.-

Los ojos de color rosa Tallon se abrieron.

-¿Qué?- respiraba, torcía e inspeccionaba el papel que tenía en sus manos en busca de algún tipo
de respuesta o pista antes de disparar su mirada a su hermano.

-¿Qué está diciendo?.-


Cuando Declan avanzó, Alex dio unos pasos atrás para darles espacio.

-Tal, Alex piensa que todavía están vivos.


-¿Cómo? Quiero decir, esto no tiene ningún sentido. ¿Por qué siguen con vida? ¿Por qué pasar por
la molestia de ocultarlo?
Declan dio un paso, poniendo sus manos sobre sus hombros.

-En este momento, no me importa nada de eso. Sólo quiero saber si es verdad o no.
Tallon contuvo el aliento.

-¿Yo?
-Sí, tú.- Hizo un gesto que los abarcaba a los tres

-Somos los únicos dragones que pueden encontrar la isla, Tal, los únicos con sangre de vampiro en
nuestras venas. Como estoy obligado a ir, no puedo soportar esperar hasta que esté lo

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suficientemente fuerte para el viaje. Y Alexia no se puede cambiar todavía.. Suspiró. -Todo depende
de ti, para encontrarlos.-
Tallon negó con la cabeza. -¡Oh, dioses de diciembre ¿Qué pasa si no es verdad? ¿Qué pasaría
si...?- Bajo los ojos y un pequeño suspiro salió de sus labios.

Declan enganchó un dedo por debajo de la barbilla, forzándola a mirarlo.


-¿Qué pasa si no lo puedo encontrar?- Preguntó finalmente.

-Tú eres fuerte, Tallon. Eres uno de los más rápidos y más valiente en el consejo. Yo sé que usted
puedes hacer esto.-
-¿Sola?-
Hizo una pausa. -No quiero que lo tome el cazador a lo largo.-
-¿Griffon?- La voz de Tallon se quebró. Se aclaró la garganta, un ligero rubor salpicando sus
mejillas. - ¿Estás seguro? ¿Por qué no puedo ir con Falcon?.-

- Tallon, Griffon es el único de nuestro rebaño que ha estado más allá de la Mysts. El único que
conoce su camino al lugar y sus habitantes.-

- Pero...-

- Sin peros, Tallon, necesito asegurarme que estarás segura.-

Alexia vio el surco que se formó en la frente de Tallon, vio la inquietud escrita por todo el rostro de la
joven. Después de conocer a Griffon, ella podía entender esta inquietud. Sin embargo había algo
más, algo decididamente femenino y familiar en su lenguaje corporal. Antes que Alexia metiera el
dedo en la llaga, Tallon consintió.-Esta bien. Estoy lista para salir ahora mismo.-

-Vuela rápido y seguro.- Dijo dándole un apretón tranquilizador en los hombros. -Y Tallon. Declan
llamó después. -No le hables de esto a nadie, hasta que estemos seguros, y esto incluye a Falcon.-

Ella abrió su boca para decir algo, pero luego la cerró.-No te preocupes hermano.-

Entonces su mirada se deslizó hacia Alexia y se encontró conteniendo el aliento.

- Gracias.- Dijo Tallon.

Alexia sonrió. _Buena suerte.-

Una vez Tallon desapareció dentro de la guarida, Alexia se giró a Declan.

- Entonces, ¿Ahora nos encontramos con Falcon?

Declan asintió y dejo escapar un suspiro.-Y luego con Griffon.-

-¿Jefe, me necesitas para algo?-

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Declan empezó a buscar de donde provenía la voz y se dio la vuelta. El sonido de rocas saltando por
el costado de la montaña le dio una pista acerca de su localización. Se asomó por el borde. Griffon
estaba en una pequeña saliente, su peso precariamente balanceado en la punta de los pies. Los
fríos y violentos vientos cogían su larga y negra melena, y la azotaban contra sus hombros.

Declan apoyó las manos en las caderas y bajo la cabeza antes de estabilizarse de nuevo. -Sí, de
hecho necesito que acompañes a Tallon en una misión.-

Griffon miró sus manos enfundadas en unos guantes sin dedos, con su mandíbula flexionada.

-¿Por qué yo?, lo has oído tu mismo, ella prefiere ir con Falcon.

Declan frunció el ceño, ante el sarcasmo que goteaba de sus palabras, pero lo dejó pasar.

- Si has estado escuchando, entonces sabes que eres el único Dragón del rebaño que sabe que hay
más allá de Fatum, en la tierra de los Myst y el mito. Eres el único de nosotros que ha estado allí.....-

-¿Y qué te hace pensar que estoy dispuesto a volver?.-Griffon estaba fuera de sí.

Más que el comentario, el tono brusco fue lo que sobresalto a Declan. Cuadro su postura, y llevó sus
manos a los huesos de su cadera. -No pretendo saber lo que te ha ocurrido. Para saber algo sobre
tu vida, o lo que alguna vez lideraste. Has dejado claro que es un mapa que no estoy invitado a
explorar. Pero si ayudas con el retorno del rey y la reina no habrá más preguntas, no habrá más
dudas acerca de tu lealtad, ni por parte del rebaño, ni por parte del consejo.- Dio un paso adelante. -
Pensaba que eso era lo que buscabas.-

Griffon no se movió, no dijo nada acerca de la oferta. Entonces Declan dio otro paso hacia la cornisa
del acantilado para presentar otra oferta. - Y lo que no escuchaste es que le dije a mi hermana que
eres el único en el que confío para protegerla.-

El cazador se deslizó su mirada a través de las piedras y miró hacia abajo a Declan con sus
calientes ojos morados. Sin embargo, en vez de brillantes con la irritación o la ira, qué generalmente
acompañaban la férrea mirada de Griffon, vio otra emoción ¿respeto tal vez?
Declan inclinó su cabeza y exhaló, diciendo que la última cosa que pensaba que podría hacer la
diferencia.

- Confío en ti con su vida, cazador. Y yo siempre te deberé la mía si mantienes un ojo en ella.-
De nuevo se reunió con el silencio, Declan provisionalmente levantó la vista. El masivo y alargado
cuerpo de Griffon se puso de pie. Equilibró en el pequeño espacio con una estabilidad increíble para
su tamaño, que cambió su tahalí de cuero sobre su pecho y asintió con la cabeza.
- Lo haré -murmuró leonado, antes de saltar hacia el cielo. Declan visto el cambio de cazador en una
explosión de color morado y negro, se quedó mirando mientras volaba en una espiral agraciada a
través de las nubes hasta que ya no podía verlo.
-¿A dónde se va?.-
Declan se volvió, sorprendido y sin embargo no vio a Falcon agarrar un abrigo de piel de la otra

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pared y encogerse de hombros en el mismo colocarlo por su espalda y sacar su larga cortina de pelo
negro fuera del cuello antes de abrocharse el frente.
- A ninguna parte-contestó Declan, notando que Falcon se ponía el atuendo de Artes de combate y
el vuelo. -¿Y tú?-
-Tallon salió. Aunque no me dijo a donde, me preparo para ir con ella.-
Declan se acercó a él. -Falcon, no puedes acompañarla. Te necesito para otra cosa.-
Falcon se detuvo, sus ojos verdes buscando la cara de Declan hasta que encontró la respuesta.-Tú
enviaste a Tallon en una misión sin mí? ¿Por qué?-
Declan sabía que tenía que abordar el tema con cuidado. Aunque Falcon actuaba de manera
racional y con sensatez en todo momento, se trataba de Tallon que estaban discutiendo.
Falcon mantenía una parte especial de su corazón para ella, la había protegido siempre y veía por
ella

- Recuerda soldado.- Dijo Declan. - El que nos hablo acerca del plan de Lotharus.-

Su amigo apretó los dientes y asintió. Obviamente quería salir corriendo, pero tenía que escuchar lo
que decía Declan.

-Bueno, estaba en lo cierto. Los soldados pueden caminar a la Luz del sol.-

Los ojos de Falcon se abrieron. -¿Dioses, como puedes estar seguro?-

-Cuando el cristal estalló, mató a alguien en su camino. Alexia y yo estábamos resguardados detrás
de una roca, pero los soldados fueron asesinados por los fragmentos. Cuando salió el sol, el cuerpo
Lotharus se desintegró. Con los suyos no fue así. Ahora -continuó, -si crece la cabeza del organismo
creado por Lotharus, si los soldados conocen su nuevo poder, esta guerra podría empeorar antes de
mejorar. La multitud se dispersa y sin líderes, y están sin ellos ahora mismo, - dijo Declan, asintiendo
con la cabeza sobre su hombro. -Ambos podemos sentarnos y esperar que alguien de un paso hacia
delante para llenar los zapatos... -
- ¿O?-
Declan se detuvo. -O lo llenamos nosotros mismos.-
Una tensa línea de enojo apareció en la frente de Falcon. -¿Qué estás diciendo?-
Declan tomó aliento, dejando que saliera poco a poco. -Necesito que vayas por la montaña.-
- ¿Por los humanos? ¿Estás loco?-
- Alex cree que un niño, la mujer sigue en la línea para el trono, estaba oculto entre ellos.-
- Ella piensa,- dijo, pasando una palma de la mano por la cara.
- Sí, ella no lo sabe con certeza. Lotharus podría haber descubierto y matado a la niña. Pero si no,
pues es a esta hembra humana a la que necesitamos para llevar la paz, de una vez por todas, a
nuestros clanes.-
-¿Por qué no puede permanecer a la reina?- preguntó, señalando a Alexia.
Declan siguió la mirada de Falcon. Un dolor agudo se astilló por medio de él a la verdad que estaba
a punto de decirle Falcon. -Ellos no la aceptan. No, ahora que ella es una de nosotros.-
Los ojos de Falcon se fueron cerrando, pero no antes de Declan viera un destello familiar de agonía

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prolongada en sus profundidades de color verde.
- Pero Tallon...-
Exhalando, Declan dio un paso más cerca de su amigo, dándole una palmada en el hombro. -Ella
está bien, lo prometo. Envié a alguien con ella.-
-¿Quién?- Falcon entrecerró los ojos era como sumar dos y dos juntos.
-¿Griffon? Declan, no. ¿Por qué no enviaste a ese buey para encontrar a esta persona humana y me
dejaste ir después con Tal?-
- Sabes tan bien como yo, que Griffon no acabaría de bajar de la montaña. Es cinco veces el tamaño
de un ser humano normal y para completar el cuadro, sus cicatrices, harán que la hembra necesita
encontrar fuera en la dirección opuesta en el instante en que lo viera.- Declan negó con la cabeza,
esperando el pesar que sentía se mostrara en sus ojos. -No, yo necesito que hagas esto.-

Sólo tú. Kestrel no sabe utilizar sus prótesis, Ash es demasiado joven y Hawk demasiado viejo. La
cara de Falcon trenzada con furia antes de que se volviera y gritara a su frustración hacia el cielo. En
el momento en que se dio la vuelta, su pecho subía y bajaba considerablemente y sus ojos tenían
tristeza, nostalgia y un tono de locura que Declan nunca antes había visto en su amigo.

-Voy a hacer esto para ti,- dijo con los dientes apretados. -También debes saber esto.
Tallon es lo único que me importa.- Levantó un dedo como si fuera a probar su punto. -Una última
cosa. Eres, su hermano, su sangre. No puede protegerla mientras estoy fuera, entonces los dioses
me ayuden, lo que haré cuando regrese.-
- Falcon, estas exagerando, por qué..... - No llegó la palabra antes de que su amigo se volvió por los
talones, se encogiera de hombros de su chaqueta y se dirigió de vuelta a la guarida.

Declan se pasó las manos por el pelo y se volvió hacia la majestuosa casa de la montaña que se
extendía ante él. No estaba seguro de cuánto tiempo estuvo allí, sintiendo los vientos helados
regazo de su rostro, antes de que Alexia viniera detrás de él. Colocara un brazo por debajo de él, lo
envolviera alrededor de su pecho, apoyando la barbilla en el hombro. Su contacto lo relajado al
instante, dando una sonrisa de felicidad a su cuerpo de otro modo preocupado.
Se volvió y la tomó en sus brazos. A la vista de ella, todas las dudas y la incertidumbre se
desvanecieron hasta que solo la vio a ella.
-Vamos-dijo, tirando de su mano. -Después de que el Doc. Eche un vistazo a tus heridas, tengo algo
que quiero mostrarte.-

Capítulo 23
-¿Estás bien?

Alexia asintió.

Unos brazos fuertes se colocaron alrededor de su cintura, sosteniéndola contra su pecho. También
la larga longitud de su cola sin problemas alrededor de la herida. Al anochecer el viento en espiral
subía desde el océano debajo, provocando un desenfrenado baile de sus rizos a través de su

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Shadow Of The Vampire
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hermoso rostro. Él comenzó a golpear sus alas, levantándolos del suelo. Su corazón golpeado
detrás de sus costillas. Estar cerca de él, estando en sus brazos había sido siempre una emoción
embriagadora. Pero desde la noche de su ascensión, el efecto se había multiplicado por diez. Las
mariposas revoloteaban en el estómago solo al echarle un vistazo. A un toque, la lujuria corría a
través de ella como un tren de vapor a presión completa. Presionada al ras contra él ahora, se sentía
una nostalgia que nunca había conocido.

-Ahora te tengo a ti. No te preocupes. Sólo se centran, como te dije.-


Una vez más, Alex asintió con la cabeza. Cerró los ojos y se concentró en el cosquilleo de la
mariposa bailando en su vientre. Centrada en Declan, en su amor por él. No pasó nada.
-No puedo hacerlo-, dijo ella con un gemido, abriendo los ojos para mirar los suyos.
-No está funcionando.-
Sus labios curvados en una sonrisa lenta y conocedora.
-¿Qué?-
-Mira detrás de ti.- Él asintió con la cabeza.

Una mirada por encima del hombro le mostró unas grandes alas, a su escala, solo que de un
delicado color lila. Imponente al enorme pánico que se apoderó de ella. Ella apretó sus brazos
alrededor de su cuello, sujetándolo firmemente. El aplanado la palma de su mano a la espalda y la
aferró para sí, sus risas resonando en sus oídos.
-No te rías de mí-, dijo con una sonrisa. Se echó hacia atrás para mirarla y arrancó un chillido de
pánico de sus labios. -No me dejes ir, tampoco.-
Jadeando duro, Alexia se obligó a mirar hacia abajo, a la voluntad del miedo en la bahía. -¡Diosa,
que estamos tan alto!
Ahora flotaba muy por encima del mar. Sobre el acantilado, se dio cuenta, donde no hace mucho
tiempo había capturado a Declan, el poderoso señor dragón y el rey. Una sonrisa ajustado sus labios
en la memoria, antes de despedirse con asombro.
El sol se había puesto, echando el cielo en capas de rojos amarillos y morados. Ella no creía que
alguna vez hubiera acostumbrado a la belleza majestuosa del sol. -Es mejor acostumbrarse a las
alturas, si quieres volar. Tu quieres volar, ¿verdad?-

- Lo hacía-, dijo, inclinándose hacia atrás para mirar a la cara. -Lo hago.-
Él sonrió. Bien. Entonces ame tu mano. Yo no te dejaré caer.- Volaron de la mano por la costa. Una
intensa sensación de deja vu flotaba sobre ella y se dio cuenta de que había visto esto antes. Era
igual que en su sueño. Efectivamente, cuando miró a Declan, la herida que había visto en la mejilla
en el sueño estaba allí.
Riendo, rodó en sus brazos y una vez más él la abrazó con facilidad.
-Todavía no puedo creer esto. ¿Cómo sabias?
Él arqueó una oscura ceja . -¿Saber qué?-
- Que este cambio iba a funcionar.-

Su sonrisa se desvaneció. -Yo no lo hice. Esperaba. Que mi padre volviera con mi madre después
de que fue mordido en un ataque de vampiro y se convirtió tanto en vampiro como en dragón.-
Alex asintió con la cabeza, recordando la historia que él le había dicho antes, y luego frunció el ceño.

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-Sigo siendo parte...-
-Vampiro, sí,-terminó para ella. -Pero como yo, eres más dragón.-

Una gran mano le palmeó el trasero y un brillo malvado iluminó sus ojos.
Con un deseo innegable, magnético la atrajo hacia sí. Alex bajó la cabeza, besando el lado de la
garganta, el espacio detrás de la oreja, saboreando el sudor en su piel, picante y salado. Se pasó las
manos por la espalda, sobre la curva de su trasero, sintiendo los músculos bajo tensión.
-Estoy aprendiendo que los dragones son más sexuales, ¿no?-
- Dioses, sí- suspiró antes de presionar los labios en su garganta. Ese ligero contacto hizo un pico en
su frecuencia cardíaca y Alexia se preguntó si él conocía la facilidad con que la podía afectar.

Gimiendo, envolvió sus piernas alrededor de sus caderas, trabó los tobillos en su espalda para
mantenerlas en su lugar.
- Ellos son ferozmente leales el uno al otro-, jadeó, al enhebrar sus manos por el pelo por el viento. -
Y son agresivos en el cuidado de su compañero.-

Era el turno de Declan a gemir cuando los colmillos de Alexia atravesaron la carne de su cuello. El
sonido oscuro de su lujuria enviado el calor extendiéndose desde el vientre a sus pies. Ella dio un
pequeño tirón de su sangre, saboreando el delicioso sabor de él antes de llevar la lengua hasta el
cuello, le planto besos con la boca abierta desde la mandíbula a los labios. Su boca se encontró con
sus labios, que bajaban rápido y duro, y ella disfrutaba cada segundo de ello.
Alexia se perdió en el beso hasta que se olvidó de dónde estaban. En el instante en que recordó que
volaron a mil pies sobre el suelo, se echó hacia atrás. Se quedó sin aliento al ver a Declan mirando
hacia abajo con ojos oscuros, hambrientos. Sonriendo, ella lo agarro con su espalda como apoyo
mientras apretaba sus caderas contra él. Lo encontró, duro como una roca, desesperado. Una
sonrisa se escapó de sus labios y una piscina de calor liquido bajo de su vientre. Las llamas lamían
las paredes de su interior en un insaciable fuego que solo él podía saciar.
-¿Qué se siente al compañero cuando estás volando?-
Un gruñido bajo retumbó en el pecho y la apretó con fuerza, su pequeño cuerpo moldeado su contra.
Una gran mano cubrió su muslo y lo enganchó más alto en la cintura, mientras que la otra daba
forma en su culo, presionándola con más fuerza contra la longitud insistente de él.

-Pequeño Vampiro, eso es lo que estas a punto de descubrir.-

FIN
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Te esperamos solo Aquí en Nocturnal Butterfly con la segunda


Edición de este encantador relato

Dragon Warrior
(Shadow of the Vampire #2)
By Meagan Hatfield

El Dragón guerrero Kestrel Gray luchó contra la horda de vampiros durante


siglos sin sufrir una lesión, hasta que una
devastadora batalla lo llevó en el cuidado
de la empatía y sanadora Rose
Sparrow. Curado Kestrel era la
oportunidad de Sparrow de probarse a sí
misma y salvar al hombre que había
admirado durante años - pero Sparrow
inocente no estaba listo para el poderoso
deseo que los alcanzó en el marco del
proceso de curación... y los tiernos
sentimientos que le siguieron.

Pero Kestrel se determinó aún más para


reanudar su peligrosa misión. Sparrow
haría cualquier cosa para salvarlo - incluyendo llevarlo a la cama....

Su publicación se dio el 1 de Julio/10


Así que estén pendientes para más información solo en NB

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Shadow Of The Vampire
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Datos de la Autora
Meagan Hatfield es la autora de una variedad de novelas, novela y cuentos que abarcan múltiples
géneros de romance – paranormal oscuro, fantasía, históricos, contemporáneos y eróticos.

Es hija única, y fue esencialmente criada por sus abuelos, Meagan leía vorazmente y siempre tuvo
una pasión por la palabra escrita. Incluso escribió una novela romántica para jóvenes adultos en la
escuela secundaria. Sin embargo, su principal pasión siempre había sido para la danza.

Así, Meagan que había soñado algún día


escribiendo un guión premiado por la Academia y
aceptando su Oscar, dejó California para ir a la
Universidad Estatal de Colorado para obtener un
título de artes en su lugar. Poco sabía ella pero no
deseaba que el frio invierno la encuentrase viviendo
al pie de las Montañas Rocosas.

O solo había un día para decidir el baile (y el


tiempo) era mucho mejor en Los Ángeles. Después
de unos años en CSU, se trasladó de nuevo al
cálido sol de California, asistir a la Universidad del
estado de San Diego

En la actualidad, Meagan lleva su vida en el frío (no


preguntes el por qué), cerca de Madison,
Wisconsin, con sus dos hijos y su amada gata
Himalayan.

Ella aún ama bailar. De hecho, Megan es licenciada


Zumba ® y es instructora de Zumba ® tonificante
que puedes encontrar en Shakin 'con otros amantes del gimnasio durante toda la semana.

Oh sí, y ella sigue pensando que si Ben y Matt pueden ganar un Oscar, también ella puede.

Puede encontrar más información acerca de Meagan y sus libros en su sitio web
http://www.meaganhatfield.com/.

Le encanta escuchar a los lectores, así que escríbele un e-mail a meagan@meaganhatfield.com o


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Traduccion terminada en el
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