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“Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al
tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén”.
Lucas 24:46
El-Arrepentimiento
El Arrepentimiento
INTRODUCCIÓN
¿QUÉ ES EL ARREPENTIMIENTO?
El arrepentimiento es un tema que ha sido predicado por la iglesia del Señor. Tanta es la
importancia de este que desde tiempos de Juan el bautista se viene predicando: “En aquellos días vino
Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los
cielos se ha acercado”, (Mateo 3:1-2). Aproximadamente tres meses después apareció Jesús predicando:
“Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado”, (Mateo 4:14). Durante su ministerio Jesús hablo de la necesidad que todos tienen de
arrepentirse de sus pecados, aun aquellos que confían en sus buenas obras: “En este mismo tiempo
estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los
sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales
cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos
pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis
que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente”, (Lucas 13:1-5). Antes de ascender a los cielos les ordenó a sus
discípulos que predicaran el arrepentimiento a todas las naciones: “Y les dijo: Así está escrito, y así fue
necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su
nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén”, (Lucas 24:46). Cuando Pedro predico el primer mensaje de la iglesia en el día de Pentecostés
hablo acerca del arrepentimiento: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”, (Hechos 2:38).
Luego, en su segundo discurso en el pórtico de Salomón, lo volvió a reafirmar: “Así que, arrepentíos y
convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor
tiempos de refrigerio”, (Hechos 3:19). Y muchos años después, Pablo puesto de pie en el Areópago de
Atenas, predico este mismo mensaje: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta
ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”, (Hechos 17:30). Por
tanto, hoy en día nosotros también debemos continuar predicando este glorioso mensaje. Por ello la
Confesión de Fe de Westminster dice: “El arrepentimiento para vida es una gracia evangélica, y esta
doctrina referente a ella debe ser predicada por cada ministro del Evangelio, tanto como la de fe en
Cristo”.
“También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de
los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el
hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y
cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue
y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase
cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba”.
Lucas 15:1-16
Esta parábola es una hermosa historia de caída, decadencia y restauración, que nos muestra lo bajo que
puede llegar el hombre por causa de su pecado; pero como la gracia de Dios puede restaurarlo. Vemos
como en esta parábola el hijo menor llego delante del padre y le pidió la parte de los bienes que le
correspondían. Según la ley al mayor le tocaba el doble de herencia por ser el primogénito, por lo que es
de esperarse que al menor le correspondiera un tercio de ella. Aquel padre accedió a la petición de su
hijo menor y aquel tomando la parte de su herencia se fue lejos y la desperdicio viviendo perdidamente:
No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí
desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado… Esta parábola es
una perfecta comparación entre la vida que Dios le ha otorgado a los hombres y cómo estos terminan
desperdiciándola, viviendo perdidamente. Lo trágico de llevar este tipo de vida es que conduce a la
desgracia, nuestro ser va en decadencia hasta llegar a nuestra propia ruina: … vino una gran hambre en
aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el
cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas
que comían los cerdos, pero nadie le daba. Es estando en esta ruina que aquel hijo pródigo experimenta
un verdadero arrepentimiento, y aunque no se menciona la palabra arrepentimiento, se ven muy claro
los tres elementos que lo evidencian: Un cambio en la forma de pensar, un cambio de sentimientos y un
cambio de actitud.
“Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí
perezco de hambre!”.
Lucas 15:17
“Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de
ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”.
Lucas 15:18-19
Después de cambiar su manera de pensar, viene un cambio en sus sentimientos, ya que antes era un
hombre soberbio que creía que no necesitaba a su padre para vivir; pero ahora siente dolor por lo que
ha hecho y desea pedir perdón por lo que ha hecho y ser hecho un jornalero: Me levantaré e iré a mi
padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo;
hazme como a uno de tus jornaleros. Esto es lo que provoca el verdadero arrepentimiento en la vida de
las personas, les cambia su mente, les hace ver la miseria en la que se encentran y luego las conduce a
un cambio de sentimientos que se expresan en un auténtico dolor por su maldad y deseos de pedir
perdón por todas sus ofensas.
Un Cambio de Actitud.
“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a
misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”.
Lucas 15:20-21
1. Faraón confesó su pecado, pero sin arrepentimiento: “Entonces Faraón envió a llamar a Moisés
y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos”, (Génesis 9:27).
2. Balaam confesó su pecado, pero no se arrepintió: “Entonces Balaam dijo al ángel de Jehová: He
pecado, porque no sabía que tú te ponías delante de mí en el camino; mas ahora, si te parece mal, yo
me volveré”, (Números 22:34).
3. Saúl de igual forma confesó sus pecados, pero no se arrepintió: “Entonces Saúl dijo a Samuel:
Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y
consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado”, (1 Samuel 15:24).
Todos estos hombres jamás se arrepintieron de sus pecados porque aunque reconocieron sus pecados,
jamás se volvieron a Dios para buscar el perdón sino perseveraron en su maldad hasta que encontraron
la muerte, y en el caso de Judas, el decidió suicidarse antes de pedirle perdón a Cristo.
A través del arrepentimiento se abre la puerta del perdón de Dios. Uno lo puede ver en la parábola del
hijo pródigo, donde el padre al ver a su hijo arrepentido lo aceptó y le perdonó todas sus ofensas,
restaurándolo totalmente: “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned
un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos
fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a
regocijarse”, (Lucas 15:22-24). Esta es una hermosa comparación con lo que Dios hace en la vida de
aquellos que se arrepienten de sus pecados por le es imposible resistir un corazón contrito y humillado:
“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú,
oh Dios”, (Salmo 51:17). Por tanto, el necesario que la iglesia contemporánea continúe anunciando el
arrepentimiento para perdón de pecados, porque solamente el verdadero arrepentimiento conducirá a
la conversión.