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Cada paso que da el segundero es una razón más que pienso para escribirte y sepas que aún existo, mi

mente vuela a veces fantaseando con dibujar tus recuerdos en óleo, porque los míos estaban esbozados
por un fino pincel conocido como cariño, al final se me ocurrió la más barata de las excusas para sacar un
poco de conversación, noté en tu forma de escribir que obviamente habías cambiado, esas comas no
eran las típicas que ponías después de escribir mi nombre, no se si él te mandaba poesías igual, ni si te
habías acostumbrado a pensar todo lo que dices, porque tus escribiendo se me hacían una eternidad. La
conversación se tornaba incómoda a veces, dado que ya me sabía tus respuestas de punta a cabo, y
sospechabas que yo no necesitaba salir de esas dudas, nos tomamos un recreo de 1 hora, habíamos
hablado más en 7 mensajes que en 1 año de espera, a mi me parecía bien, y mi corazón lo agradecía, ya
no se regodeaba por las esquinas, ni se encogía con sigilo al ver tus fotos nuevas. Antes de que lo
esperara, volviste a poner esa coma, sabiendo que yo la reconocería y siendo como una señal de que
aún recordabas esas noches, nunca un signo de puntuación había dicho tanto, ni nunca una pregunta sin
respuesta se había suicidado del infarto que le provocó tu mirada al leerla. Al final debo admitir que el
momento en que me dejaste en visto coincidía con el mismo que te quise, y que al final no puedes
cambiar el tiempo, pero si elegir la dirección en que cae la lluvia

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