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y Las fuerzas militares y la fundacién del Estado liberal mexicano, 1848-1877 Bernardo Ibarrola* gaunto8 militares mexicanos en la historiografia Los ylas ciencias sociales «<< jncontestable: los hechos de armas, los militares y los ejércitos es- tin por todas partes en el siglo x1x mexicano. Hubo guerras, grandes sgtallas, asedios, sitios y escaramuzas; cientos, miles de pequefios y srandes episodios militares protagonizados por generales, coroneles, capitanes, tenientes y sargentos que comandaban, con mayor 0 me- norpericia, grandes cantidades de soldados, de “tropa”. Hubo también gecenas y decenas de motines, levantamientos, rebeliones, asonadas, pronunciamientos y cuartelazos que han llenado de nombres y fechas lahistoriografia politica mexicana. Durante todo aquel siglo, y aun enla primera mitad del anterior, los militares aparecen como artifices de las grandes hazafias nacionales y, también, como responsables de sus mas arraigados y profundos males. sin embargo, a pesar de la innegable importancia que tuvieron los asuntos bélicos, las organizaciones armadas y los militares, ni los es- critores testigos de aquella época —no pocos de reconocida agudeza ybrillantez— ni los historiadores posteriores se han ocupado consis- tentemente de estos temas. Llama la atencin que para el siglo xix, tan abundante en asuntos militares y en buena crénica haya tan poca y * Facultad de Filosofia y Letras-uNAM. 75 ARES Y LA EUNDACION DEL PSTADO LIDERAL MEXICANO, 1848. )47> : r 26 © LAS TULNZAS MILE ‘1 sobre temas militares. Es de destacarse, tam. bién, con 1 historiografla académica mexicang ich, ; del siglo xx soslayo, salvo casos aislados, completamente el tema, Pero sin explicaciones consistentes lo cierto es que México llegé al siglo xxI y articuladas de su pasado castrense, de la ldgica de sus organizaciones armadas, de la trayectoria propiamente militar de éstas, de sus otras funciones politicas y sociales y del complej{simo papel desemperiado por los hombres vinculados a éstas: los militares. De tanto estar en todas partes a lo largo del siglo x1x, el ejército y sus protagonistas, los militares, no estén, concretamente, en ningu- nay no fueron estudiados sistematicamente por sus contempordneos, cosa que si ocurrid con otros temas de similar relevancia, como la or- ganizacidn politica y el régimen constitucional, por citar dos de los ejemplos mds evidentes. ‘Tal omisién se explica por dos mecanismos simulténeos y complementarios: uno, de auténtica confusién ante la apariencia de las cosas; otro, de voluntad de que las cosas fueran como debian ser y no como eran en realidad. Las fuerzas militares que efec- tivamente se tenian debian ajustarse al ejército imaginado, que no era mais que un sector —y no, desde luego, el de menor relevancia— del Estado mexicano, y éste, también debia ser la expresién politica de una entidad superior: la nacién mexicana. Si las explicaciones que ofrecen los escritos del siglo x1x sobre el ejército y los asuntos militares son pobres ¢ inconsistentes (por contraste con la enorme cantidad de in- formacién factica que aportan) y no iluminan en realidad gran cosa sobre estos asuntos, si tienen, en cambio, la extraordinaria utilidad de ilustrar, en un aspecto preciso, la nacién imaginada, la nacién deseada por los escritores e historidgrafos mexicanos del siglo x1x. La omisién de los temas militares de esta época, en lo que respecta a los académicos profesionales de la segunda mitad del siglo xx, se explica con otros argumentos. La historiogratia profesional mexicana surgid cuando los gobiernos posrevolucionarios estaban plenamente establecidos y, si bien éstos tenfan su propia historia militar que con- tar la de la Revolucion mexicana—, lo hacian en tono de epopeya, de historia ejemplar cuyos miembros, en muchos casos, seguian con vida y desempenando funciones politicas. La creacion en 1953 del Ins- tituto Nacional de Estudios Histdricos de la Revolucién Mexicana y sus primeros programas editoriales ilustran esta tendencia, que no era —— tan mala historiogralt 10 la abundante y solid RO NW AI aaeeEN es 6 77 enlo absoluto, por los encargados de fundar la moder gorica en México en los ambitos académicos, Adem " sos, com el resto de la sociedad mexicana, experimenteben oy amente, UF progresivo alejamiento de los asuntos edhtens ra militares mismos— gracias al éxito de los gobiernos revo “aos para subordinar y profesionalizar al ejército y los milita . csartit de Ja década de los aos cuarenta del siglo xx, éstos ) . cron desapareciendo progresivamente de la vida pablica, hae, etirse en una esfera aparte —que, ademas, no parecia generar __ y de Ja que no era necesario ocuparse. A diferencia de aises de Europa y América, en México no se estable- les entre el ejército, sus centros educativos y las donde se cultivaban la historia y las ciencias _ muchos P' __. «qnculos forma _estuctones academicas y gern, la historia militar, tal como se entent dia que habia sido icada hasta entonces, distaba mucho de satisfacer las aspiraci ¢ investigacion Ys sobre todo, de interpretacién de los a antes iadores profesionales mexicanos. El de la historia militar era un terreno que colindaba muy de cerca con el de la historia de bronce y, puesto que SUS protagonistas eran practicamente los mismos de ésta "ye estaban representados, precisamente en fundidos de ese metal a jo largo del Paseo de la Reforma de la ciudad de México, no parecia necesario ocuparse de ella. Los nuevos modelos teoricos, métodos, ntas y paradigmas de interpretacion acaparaban el tiempo y las energias de la joven academia mexicana, que ademas despreciaba, y con razon, el caracter excesivamente événementiel de la historia mili- tar.en particular de la llamada historia-batalla (la narracion de los he- hos de armas), y la pobreza de las explicaciones que solia proponer. | ‘Aun os historiadores que optaron por escribir una historia politica | decorte tradicional prefirieron abocarse a periodos de relativa paz. En sus textos —es inevitable evocar, al respecto, la monumental historia y el Porfiriato que dirigid Daniel Cosio Vi- llegas— aparecen, por supuesto, los nombres de cientos de militares, pero siempre o casi siempre en sus roles de politicos, administradores o empresarios, y aunque en estos trabajos se insinta la importancia que la condicién militar de estos actores tenia para el desempefio de tales roles y se abonan muchas pistas al respecto, estas insinuaciones dela Republica Restaurada AS FUERZ.AS MILITARES ¥ LA FUNDACION DEL ESTADO LIBERAL MEXICANg 1 : $4815, no se sistematizan ni conducen a explicaciones 8enerales. Del me de os casos. se aborda el analisis de grandes Tebeliones de Plican cambios significativos del personal gobernante. Los hec : ex. armas —piensese en La Noria 0 Tuxtepec— como elemento, * de diarios de sus consecuencias politicas; pero en realidad estos het ¥ sus instituciones y actores, no parecen ser del interég de los }; Cho, dores academicos mexicanos. Llama la atencién como, a la fecha 7 diversificados y ya numerosos ambitos de Producci6n histori, 2S de Mexico, no han generado ni una gran obra sol alguna ie grandes conflictos militares que ha sufrido Méxic v 9s bre 0. Las €TSiones del, academia mexicana sobre la guerra con Estados Unidos, la Guerra de Tres Aftos o la Guerra de Intervencion estan, todavia, Por hacerse Fue hasta finales del siglo xx Y principios del xxy Cuando Se publica, Fon algunos trabajos académicos donde las fuerzas milj €S aparecen Como sujetos complejos y reveladores, y los militares como Personajes ‘omo ilegiti timos debj. de primera linea Ynoc trabajos de his. toriografia propiamente dichos, sino de estudios de Sociales, sobre todo la ciencj y afirmaci BERNARDO IBARROLA * 79 ~ dosas, han Ilegado, también, a temas y sujetos militares? A principios del sigho xx1, la elaboracién de investigaciones historiograficas sobre militares y ejércitos, fuerzas militares, los hombres vinculados a éstas y su relacion con otros aspectos de la sociedad y dela politica de México ha dejado de ser excepcional. Este ensayo pretende ofrecer una visidn general de la relacién en- tre el Estado mexicano, los militares y las fuerzas militares durante el tiempo que va de 1846, con el inicio de la guerra con los Estados Uni- dos y la formacion de las Guardias Nacionales, a 1877, cuando triunfé la rebelion de Tuxtepec. No se trata de una historia militar de los 30 anos mas convulsionados, a ese respecto, en la historia de México, ni de una historia del Ejército mexicano durante ese periodo. Es mucho menos que lo primero y pretende aportar pistas para algo més que lo segundo. En las paginas que siguen se plantea esta relacion a partir del supuesto, bastante simple, que afirma que durante este periodo la ma- yor parte de las fuerzas militares efectivamente existentes se hallaban subordinadas a los poderes locales, regionales y estatales; que estos poderes contaban con organizaciones politicas mas sdlidas y funcio- nales que las del gobierno nacional y que se opusieron a los afanes centralizadores de éste; que durante los 20 afios que van de 1847 a 1867 el gobierno nacional estuvo a merced, en los ambitos militares, de los poderes estatales y regionales; que, a partir de la Restauracién de la Republica, la voluntad del gobierno nacional por recuperar —o es- tablecer por primera vez— su preeminencia, llevé a una confrontacion cada vez mas intensa y violenta entre los estados y el gobierno central 5; por ultimo, que esta confrontacién cristalizé en dos rebeliones que confederaron a los poderes locales contra el gobierno nacional y con- dujeron a la formacién de un sistema politico que consiguié establecer una nueva relaci6n entre el centro y las regiones. En concordancia con estos supuestos generales, se asume aqui que es imposible hacer una historia del Ejército mexicano a lo largo de todo el siglo x1x porque éste, tal y como es concebido por las ciencias sociales —una institucin burocratica, dependiente del Estado y sola- 3 . _ ich algunos de tos trabajos de Ortiz, Fuerzas militares... y de los numeros 7 (enero- junio de a y8 ulio-diciembre de 2006) de Uliia. Revista de historia, sociedad y cultura, Instituto de Investigaciones Histérico-Sociales de la Universidad Veracruzana. SS. 80 + Las FUERZAS MILITARES Y LA FUNDACION DEL ESTADO LIBERAL MEXICANo, 184g $ 1877 mente responsable ante éste, especializada en ejercer la Violencig tra los enemigos que el propio Estado sefiala y mas o menos tie ag las esferas politica y civil del resto de la sociedad— se creg — a de hasta el octavo decenio del siglo, y acaso, un poco después, el supuesto, habia otras organizaciones militares, otras fuerzas militay con caracteristicas, lealtades y funciones politicas distintas, Ey unh cho que el empleo de las mismas palabras —“ejército” o Jas ida, en las que éste suele organizarse, “division’, “cuerpo”, “regimiento” “compaiiia’, etcétera— hizo casi imposible, tanto en el siglo xxx como en el xx, no observar los fendmenos militares a través del filtro que los identificaba e interpretaba como las expresiones armadas de un Esta- do consolidado; después de todo, a eso aspiraban los constructores de la nacién liberal; para ellos, de esa forma y no de otra debian ser las fuerzas militares. Sino hubo ejércitos hasta la parte final del siglo xix, tampoco pudo haber, stricto sensu, militares profesionales en México hasta entonces, Es en este caso, atin mas que en el del ejército, donde la confusion se origina en el uso indiscriminado de los términos, las apariencias lleva- ban al error: los grados que muchas personas anteponian a sus nom- bres, los uniformes que vestian, la ostentacién con la que portaban las armas, la violenta autoridad que ejercian sobre sus subordinados y, sobre todo, su familiaridad con los hechos de guerra, con el ejercicio de la violencia colectiva organizada, provocd que tanto sus contempo- raneos como quienes se han ocupado de ellos después, los definieran —no podia ser de otra manera— como militares. Sin embargo, no es posible encuadrar a ningtin militar mexicano en un ejército mo- derno sino hasta, por lo menos, diez afios después de la rebelion de Tuxtepec. Antes de la creacion del Ejército federal, estos militares son, en rea- lidad, otra cosa: eran hombres de guerra; senores locales, caciques, cau- dillos, hacendados, rancheros, profesionistas liberales, curas parrocos, bandoleros, bandidos, capataces, arrieros 0 mayordomos, capaces de operar militarmente a favor o en contra de un gobierno o de un ban- do rival, encuadrados, indistintamente, en milicias civicas, guardias nacionales, ejércitos auxiliares o de reserva, cuerpos de ejército, unt dades guerrilleras... contaban con las habilidades ylos conocimientos necesarios para allegarse hombres y recursos, y conducirlos en hechos BERNARDO IBARROLA * 81 as; capaces también de abandonar esta actividad, dedicarse a arm de ‘ otras y retomarla cuando fuera necesario. Simultaneamente a las mutaciones que desembocaron en la for- acion del Ejército federal, estos hombres de guerra, indispensables venir politico y social de México desde las luchas de independencia, se fueron asimilando al sistema politico concebido por Diaz _ él mismo, un hombre de guerra. 8Gradualmente, dejaron de serlo para transformarse en politicos y administradores locales, re- gionales 0 nacionales, 0 abandonaron los asuntos publicos y volvieron 4 sus actividades pacificas, siempre marcados y casi siempre favore- cidos por sus experiencias militares. Estos hombres de guerra tenian muy poco que ver con la imagen moderna del militar profesional, en- cuadrado en una estructura burocratica, constrenido al desempefo de su actividad —la unica que conoce— y definido por su capacidad tecnica (casi siempre adquirida en academias militares), su disciplina, a 20 mil, distribuidos en cinco divisiones: la Divisién del Centro, con cuartel en la ciudad de México; la de Oriente, en Tehuacdn; la del Norte, en San Luis Potosi, la de Oc- cidente, en Guadalajara; y la del Sur, en Acapulco. q Mexico, Secretaria de Guerra y Marina, Memoria... 1869... p. 6. pap LIBERAL MUAICANO, BAe gm, 4998 BTA 90) + ras punkzae M 1g cada Una, QUE CO} d atro mil hombres C je cua ivisiones Jes, Porfirio Diaz, Mariano E seq) ; mente, Nicolas Regu onstituirian el Ejército Nacional y dy. supine y Juan Aare? f problema radicaba en log 4s de venderian del gobierno Ne gobierno de Juarez dispuso Que, con ‘i nil hombres dados oan jas Guardias Nacionales y las Policias de estas fuerZas, © oa cion, que se ocuparial de mantenerlas, Tay er Je colonias militares en los estados fronterings se provec sc qgricola-militares 0 Sonora y Sinaloa, Sobre ¢| del norte y en colonias ag eral en materia militar —un Sército peque. a vuelta al pacto federa ania nacional, ¥ cuerpos de guar, stinado a geranta ‘ serviclo de los gobiernos estatales— y g| 5 ene soldados sobrantes para colonizar las zonas nos pobladas del pais, parecia adecuada y creativa. "cine vargo, las cosas eran mucho mas complicadas, Por un lado, 20 mil plazas proyectadas para el ejercito permanecian do ala carencia de una ley de reclutamiento de alcance .| ‘por contraste con la mayoria de los estados, que contaban, hacia m cho, con disposiciones legales para ello); por el otro, las s de los estados no contaban con los recursos para ntidad de individuos y, como puede suponerse, los proyectos de colonias militares nunca se realizaron cabalmente. Asi, las tropas dadas d aja se quedaron, en realidad, sin ninguna clase de ganarse Ja vida y comenzaron a provocar inse- «s poblaciones y los camninos. Como explica José C. Vala- cro de guerrilleros arrojados asi, repentinamente, \o, provistos de armas y de caballos y acostumbrados a azarosa de Ja guerra de montafia, se convirtieron Las d |. p Jos estados de la te to Ja creacion d nemt inbdad de antiguos soldados sin ningun tipo de control o ‘15, del bandolerismo a las acciones armadas con fines mas 5, solo hay un paso. Y los hombres de guerra deat "Casi inmediatamente después de la victoria republi cana. Las fuerzas de Cito, apenas podian contener y reprimit i“ Nos politic pleados lo dier¢ Valadés, El Porfir) mo, vol. 1, p. 140 BERNARDO IBARROLA © 9] ajiones ylemnnetieo® encabezados por “espiritus inquietos” con “puractones bastardas’, como acusaba el general Mejia. En dici | so se levantaron algunas guarniciones en Mérida Smee entras que los generales Alvarez y Jiménez amenazabon roe _. cmo en las montaitas del Sur; en las goteras dela aia jyreliano Rivera si desconocio al gobierno nacional Ve h exi- -» hubo levantamientos provocados por desacuerdos dector. ie ipas y Puebla; a la rebelién de Juan N. Méndez en este it ado sucedid, en 1869, la del general Negrete." A princpios del ai », el gobernador de Sinaloa, Placido Vega, tomé el control ,guana de Guaymas para iniciar un movimiento insurreccional 4o el litoral norte del océano Pacifico. Dos aftos después, en ene- «73, el general Corona logré derrotar a las fuerzas de Manuel muy cerca de Guadalajara; a mediados de ese aio, el “Tigre —cacique del Canton de Tepic, ascendido al generalato por wperador Maximiliano y distinguido con la legion de honor ~poleon III— fue detenido y fusilado, con lo que sus fuerzas, que » mantenido en pie de guerra desde la Guerra de Reforma, se demas de revueltas y pronunciamientos de cardcter politico, tan- poderes regionales que se enfrentaban en pos de determinada ratura, como de abiertas rebeliones en contra del poder nacio- »s gobiernos de Juarez y Lerdo tuvieron que enfrentar, también, ado endémico de guerra contra las tribus de “apaches’, de indios aomadas, en los estados del norte de la Republica. Joaquin Te- crezas, general liberal, se habia hecho famoso por la brutalidad de las sahas contra los indios que libré desde mediados del siglo x1x. Las frecuentes incursiones de estos indigenas a territorio de los Esta- dos Unidos —en estricto sentido, ellos no eran ni mexicanos ni esta- dounidenses, y el territorio en el que se movian estaba de ambos lados dela frontera— y los consecuentes pasos de fuerzas armadas de aquel pais para perseguirlos, provocaron no pocas tensiones entre ambos gobiernos, Al sur, en las areas mas densamente pobladas de México, mientras tanto, las fuerzas gubernamentales enfrentaban no pocas re- " México, Secretaria de Guerra y Marina, Memoria... 1869..-» 0P- cit., pp. 6-31 "* Cota, Historia militar..., pp. 84-85. > BERNARDO IBARROLA * 91 vantamientos encabezados por “espiritus inquietos” con raciones bastardas’, como acusaba el general Mejia. En diciembre “gor se levantaron algunas guarniciones en Mérida y en Sinaloa; *enttas gue los generales Alvarez y Jiménez amenazaban con hacer - qrismo en las montafias del Sur; en las goteras de la ciudad de Méxi- *, ureliano Rivera s{ desconocié al gobierno nacional. Al afio si- nte hubo Jevantamientos provocados por desacuerdos electorales Tamaulipas y Puebla; a la rebelion de Juan N. Méndez en este ulti- so estado sucedid, en 1869, la del general Negrete.’” A principios del iente afto, el gobernador de Sinaloa, Placido Vega, tomé el control de la aduana de Guaymas para iniciar un movimiento insurreccional del océano Pacifico. Dos afios después, en ene- en todo el litoral norte \ de 1873, el general Corona logré derrotar a las fuerzas de Manuel Lozada, muy cerca de Guadalajara; a mediados de ese afio, el “Tigre de Alica” —cacique del Canton de Tepic, ascendido al generalato por ©) emperador Maximiliano y distinguido con la legion de honor oor Napoleon II]— fue detenido y fusilado, con lo que sus fuerzas, que ce habian mantenido en pie de guerra desde la Guerra de Reforma, se jasintegraron.'8 demas de revueltas y pronunciamientos de cardcter politico, tan- «> entre poderes regionales que se enfrentaban en pos de determinada rnatura, como de abiertas rebeliones en contra del poder nacio- os gobiernos de Juarez y Lerdo tuvieron que enfrentar, también, J estado endémico de guerra contra las tribus de “apaches’, de indios ceminomadas, en los estados del norte de la Republica. Joaquin Te- vrevas, general liberal, se habia hecho famoso por la brutalidad de las mpahas contra los indios que libré desde mediados del siglo xix. |. irecuentes incursiones de estos indigenas a territorio de los Esta- Jos Unidos —en estricto sentido, ellos no eran ni mexicanos ni esta- ounidenses, y el territorio en el que se movian estaba de ambos lados lc la frontera— y los consecuentes pasos de fuerzas armadas de aquel pals para perseguirlos, provocaron no pocas tensiones entre ambos gobiernos. Al sur, en las areas mds densamente pobladas de México, mientras tanto, las fuerzas gubernamentales enfrentaban no pocas re- jones ¥ lev ; Mexico, Secretaria de Guerra y Marina, Memoria... 1869...» 0P- cit., pp. 6-31. Cota, Historia militar..., pp. 84-85. L ESTADO LIBERAL MEX f Y LA FUNDACION DE CANO, 2 + 1 a6 FUERZAS MILITARES » 1848.19, 2 ” enas, asociadas frecuentement, i beliones populares e indig ea COnflict agrarios. e jLos poderes regionales contra onal? el gobierno nacional? Benito Juarez y Sebastian Lerdo de Tejada fueron capaces de Contener a mayor parte de los desafios militares lanzados por los hombres de guerra; no estaban dispuestos a mantener los grados de autonomig que las regiones y los estados habian conquistado gradualmente desde la Guerra de Reforma y durante la lucha contra la intervencin, Desde su perspectiva, los términos de este particular pacto federal en el que durante mucho tiempo el gobierno nacional fue poco més que una entelequia dependiente de los recursos y las voluntades de los poderes efectivos de los estados y las regiones, una vez concluida la guerra, debian invertirse, y el gobierno de la Republica debia recuperar —en realidad, adquirir por primera vez— su preeminencia y el control, aunque fuera indirecto, de las fuerzas militares del pais. Después de todo, los intereses locales y regionales recuperaron su espacio formal Ge expresion e intervencion en la politica nacional con las elecciones gue desde 867, permitieron la reinstalacién de la Camara de Dipu- ‘ados. Si bien el proyecto juarista —retomado luego por Lerdo— de “rear una Camara Alta de representacién territorial fue interpretado como una maniobra para moderar el poder de los diputados y, con ello, aumentar los margenes de accion del Poder Fjecutivo, también cra, Siricto serisu, Un nuevo ambito de poder e intervencién para los estados respecto del gobierno nacional, sin embargo, los liberales triunfantes que gobernaban desde la ciu- dad de Mexico subestimaban la complejidad y densidad de los entra mados politicos, econdmicos y aun sociales que se establecieron a las Fepiones mexicanas entre el final de la guerra con los Estados Unidos Yel triunto de la Republica en 1867, Como se sugiere en los ensayes sobre economia de esta misma obra, la perenne situacin calamitos? GF Falcon, “F! Estado liberal ante las rebeliones, .” tn BERNARDO IBARROLA * 93 ge las finanzas publicas del gobierno nacional” no era reflejo de lo que ocurria en las regiones y en los estados. Si bien es cierto que México no habia podido construirse un mercado nacional, los mercados regio- nales —Y; en algunos casos, interregionales— no se vieron afectados sor e| desorden politico, las discusiones en torno al régimen constitu- cional, los frecuentes cambios e interrupciones del gobierno nacional y aun las guerras, tal vez hasta se beneficiaron de todo esto. Mientras que el gobierno nacional instalado en la ciudad de México sobrevivia gracias a las rentas aduaneras, el producto de algunos monopolios, jos recursos que podia arrancarle al clero y desventajosisimos arreglos con los agiotistas nacionales, las unidades productivas de las regio- nes pudieron mantenerse y en algunos casos crecer y diversificarse. Aunque sus posibilidades de expansién estuvieran determinadas por ia inexistencia del mercado nacional, contaban con la ventaja de estar en un pais donde el gobierno, simplemente, no podia cobrarles im- puestos. Como ha sefialado Mauricio Merino, durante el siglo x1x, las epocas de mayor debilidad del gobierno nacional son las de mayor fortaleza de los poderes locales, cuya expresién institucional mas evi- dente eran los ayuntamientos. Los gobiernos estatales, por su parte, encontraron una poderosa herramienta de vinculacién y negociacién con estos poderes locales a través, precisamente, del establecimiento de las Guardias Nacionales, que se convierten, luego de concluida la invasion estadounidense, en “el lugar de confluencia de la nueva ge- neracion de liberales y los pueblos y sus ayuntamientos’. Segtin Luis Medina, “en algunos estados, la Guardia Nacional se convirtié en la matriz que propicid acuerdos escritos y tacitos entre las clases politicas estatales y los pueblos [...] en ellos, la Guardia Nacional desplegé fun- ciones de articulacién de demandas propias de los partidos politicos modernos’! Mientras que la élite politica naciona la forma que debia adoptar el Estado par frascé en no pocos conflictos y guerras por ello, conformando mecanismos de comunicacion y | debatié durante medio siglo ala nacién mexicana y se en- en las regiones se iban negociacién politica * Cf. Aboites, Penuria sin fin... *! Medina, La invencién..., op. cit., pp. 265 y 268. a O4 © LAS FUERZAS MILITARES ¥ LA FUNDACION DFT FSTADO LIBERAL MEXICANO, 1g ‘ que permitian la resolucion de conflictos y ordenaban la Vida oti na, vy para 1867 estaban solidamente establecidos. Si bien e| obj, ia. liberal de Juarez tuvo oportunidad de presenciar el funcionamic™” economico, politico y social de algunas de estas regiones ~auténe, unidades politicas— durante el tiempo que se vio obligado a diy me zarse fuera de la ciudad de México, no pudo, o NO quiso, Teconocer importancia, y en lugar de aprovecharlas, prefirié cefiirse a side ith vicciones politicas y acabo combatiéndolas. Pero, concluida Ja i y derrotados los enemigos extranjeros y conservadores, e] gobiern, nacional mexicano —que practicamente habia fungido durante é L. como el coordinador de una enorme variedad de fuerzas locales oe gionales— carecia de fuerzas coercitivas que estuvieran bajo su on. trol exclusivo. Por ello se convirtid, entre 1867 y 1876, en la ¢ visible de una gran faccién de éstas, independientemente de los titulos de legitimidad politica y juridica con los que contaba, a diferencia de sus adversarios. No pudo, por ejemplo, hacer operativa ni eficaz la Fuerza de Policia Rural fundada desde 1861. En efecto, a pesar de la victoria republicana v federal, el proyecto juarista para crear una institucién que librara a las fuerzas militares del desempeno de las tareas de seguridad inter- na —y que, con el paso del tiempo, habria podido convertirse en el germen de un cuerpo nacional de policia— sufrid la misma suerte que otras iniciativas semejantes de lustros anteriores: ni la fuerza rural de caballeria de la Republica centralista, ni la Guardia de seguridad, cuya ley organica fue promulgada por Ignacio Comonfort en 1857, ni el proyecto para unas fuerzas de seguridad publica, inspiradas en la Guardia Civil espanola, propuesto ese mismo afo por José Maria Latragua, pudieron materializarse nunca porque el gobierno nacional carecia de los recursos organizativos y econémicos para ello.” ; Por eso, a los gobiernos de Juarez y Lerdo de Tejada no les qu o mas que intentar construir la hegemonia del poder estatal con una fri #!! alianza de unidades militares regionales. Y durante algunos aHiOs, gracias a la innegable habilidad politica de los juaristas, las rebelic- nes regionales pudieron ser sofocadas, Sélo hacia falta alguien C#% * Véase Vanderwood, Los rurales..., pp. 24-27. BERNARDO TRARROTA #95 jesionat @ $US artifices para asediar el control del gobierno na- | modificar definitivamente las caracteristicas del liberalismo ano | hombre de guerra y la génesis nuevo sistema politico e gyien se llamaba Porfirio Diaz, habia nacido en Oaxaca en 1830, an conocimiento profundo de los mecanismos de organiza- regional Cuando tenia 25 aiios, el gobierno conformado tras la von de Ayutla lo nombro subprefecto de Ixtlan y de inmediato ia tarea de organizar la Guardia Nacional en su distrito. Dos sucs, tras defender la capital del estado de los conservadores, nbrado jefe politico del Departamento de Tehuantepec, donde »o la administracion con base en las percepciones de la aduana sma. En 1859, luego de haber huido ante la llegada de un con- +e conservador superior, pudo reconquistar la zona con fuerzas a organizado y armado en Juchitan. Entonces, el coronel de al norte del pais, donde, a pesar de las victorias de los gene- . “ icales al gobierno, los rebeldes pudieron incluso, reorganizarse en ses Cuerpos de Ejército —al mando de los generales Trevino, Martinez que, de operar unidos, adoptarian el nombre de Ejército de ciones.*° Como se ve, el vocabulario, la forma en que los actores aban —y con ello definian— lo que estaban haciendo, no habia vido ninguna transformacion desde mediados del siglo xrx. Las acciones de los cuerpos del Ejército rebeldes fueron, empero, .stante breves. El 18 de julio de 1872, el presidente Juarez murié en cio Nacional victima de un ataque de angina de pecho. El pre- cente de la Suprema Corte, Sebastian Lerdo de Tejada, asumié la residencia interina, decretd una amnistia amplia y la guerra civil con- en tanto el motivo que la habia animado, la reeleccion de Juarez, ia desaparecido con su muerte. Como en 1867, Diaz dejé las armas nas elecciones que le dieron la presidencia constitucional a Lerdo, < electo diputado, y se volvio a retirar, esta vez al rancho de la Can- carla, en Veracruz. ‘a historia de cinco aos antes parecia repetirse. Pero su princi- actor, Diaz, habia aprendido de ella y se dedicé a preparar el nue- » deinitivo episodio militar con mayor cuidado. Al manifestar su ‘cres en presentarse a las elecciones de 1876, el presidente Lerdo o'10 @ orecer la excusa que los opositores al gobierno necesitaban para volver a conspirar: después de todo, la rebelion de La Noria, que abla concluido con un acuerdo politico, no supuso la modificacién ‘gobierno nacional respecto de los poderes estatales y regionales; rebeldesy putas scclones nian que neutralizaron a los Campania sistematica contra ios . 7 Deecccn sand sili se porfiristas 0 que no hubines, ‘= era ores y comandantes militares poyado abiertamente al gobierno, y si bien esto desarticulé |g j a rebelion enun mom e ‘ rimer a la larga si- guid nutriendo el malestar de . orp ace . las regiones, incipal de las dos rebeliones porfirianas $lones, motor principal de las dos * Leon Toral, El Bjército - 7 P. 288. 6¢ scum as wit TARESY TA FUNDACION DEL ESTADO LIBERAL MEXICANO, 1848-1877 Boe LAS FUERZ En Oaxaca, por ejemplo, el lerdista José Esperon, que debia susti- tuir a Miguel Castro —quien habia sido apoyado, a su vez, por Judrer para llegar ala gubernatura a raiz de la rebelion de La Noria— tras lag clecciones estatales de 1874, tuvo que ser afirmado en su cargo por el Congreso nacional y apoyado por las armas del general Alatorre, Los castristas, que habian combatido unos pocos afios a los porfiristas que habian tenido que ver en 1872 con la muerte de Félix, el hermano del caudillo, decidieron unirse a Porfirio,”” en tanto él se oponia a la intervencion indiscriminada del gobierno nacional en los asuntos po- liticos estatales. ‘A diferencia de 1871, Diaz no esperd a que las elecciones tuvieran lugar para desconocerlas como proceso sucesorio legitimo. La nueva rebelién comenz6 en enero de 1876, siete meses antes de que se ce- lebraran los comicios, cuando el general Fidencio Hernandez tomé la ciudad de Oaxaca y suscribié el Plan de Tuxtepec, que en un pri- mer momento, no estaba firmado por Diaz. El héroe del 2 de abril habia entendido que, ademas de una rebelién estrictamente militar, era necesaria una auténtica campaiia politica de busqueda de adep- tos y construccién de alianzas. Desde el otro lado de la frontera norte del pais, intentaba persuadir a gobernadores y comandantes milita- res y, por supuesto, se mantenia en contacto con sus antiguos aliados de La Noria, que aunque en desgracia politica respecto del gobierno nacional, y segun fuera el caso, habfan podido mantener mas 0 me- nos intactos sus poderes regionales, su condicién de hombres de gue- rra: Manuel Gonzalez habia acompafiado a Diaz desde el principio, y ademas de Hernandez en Oaxaca, se levantaron de nueva cuenta Tre- vifio, Naranjo y Guerra; Juan N. Méndez y Hermenegildo Carrillo y Couttolenne también se incorporaron al movimiento. El gobierno de Lerdo, como habia hecho el de Juarez, puso ¢n pie de guerra una gran cantidad de fuerzas y volvié a llamar a los viejos militares juaristas, los generales Alatorre y Escobedo, para combatir la rebelidn; las fuerzas del norte y de occidente, quedaron bajo al mando de los generales Fuero y Ceballos, respectivamente. De forma parecida alo ocurrido un lustro antes, las fuerzas leales al gobierno consiguit- * Garner, Porfirio Diaz..., p. 69. BERNARDO IBARROLA * 99 ,» neutralizar a los rebeldes en el sur. Mientras tanto. en el ; ., yetormo el Plan de Tuxtepec —es decir, lo respaldd sbtettaonenne ; primera vez— en marzo de 1876, y, a Principios del mes si om c rechazado por el general Fuero, antes de que pudiera siqulere ac se a Monterrey. er. \nentras la rebelion parecia languidecer, las fuerzas leales al go- jyerno tambien fueron perdiendo contundencia: los conflictos ee .cobedo y Alatorre obstaculizaban cada vez mas el desarrollo de las seraciones y, en el ambito politico, el triunfo de la candidatura de erdo en las elecciones de julio, Provocé una escisién definitiva en las . liberales: José Maria Iglesias, presidente de la Suprema Corte de , y candidato derrotado, reconocié —a diferencia de Diaz— la midad del principio de reeleccién, pero alegé fraude y, por lo tan- ulidad de las elecciones; segun la Constitucién, en esos casos, la sidencia interina debia recaer en la cabeza del Poder Judicial, es ecir,en el mismo... Cuando el Congreso declaré que Sebastian Lerdo de Tejada era el nuevo presidente constitucional, en octubre de 1876, iglesias partio a Guanajuato, se autoproclamé presidente constitucio- nal interino y obtuvo el reconocimiento de varios estados del Centro y del Bajio. Diaz maniobro con prudencia y establecié contacto con los igle- sistas: estaba dispuesto a reconocer como jefe del Ejecutivo al antiguo presidente de la corte a cambio de ciertas condiciones. Con ello, lo que Diaz pretendia era justificar atin mas, en términos juridicos, la rebelion contra Lerdo. Sin embargo, José Maria Iglesias no estuvo dis- puesto a pactar. Justo entonces, con el traslado de hombres y armas del teatro de operaciones del noreste al del sur por parte del general Manuel Gonzalez y la reactivacion de la campajia en Oaxaca, Tlaxcala y Puebla, la situacién militar comenzé a favorecer a los rebeldes. En noviembre, Diaz derroté a Alatorre en Tecoac y el gobierno de Lerdo, asediado por demasiados frentes y ya muy fracturado, no pudo re- Sistir mas. E] 20 de noviembre, Sebastian Lerdo de Tejada abandond la ciudad de México; 6 dias después, las fuerzas de Diaz la ocuparon. Como nueve aiios atras, Diaz tomé el control de la ciudad de México, Pero en esta ocasion no para entregarselo a nadie, sino para establecer desde ahi su poder nacional: el 28 de noviembre de 1876, asumié la Presidencia de la Republica. FPO FAME NAREROWN. TRA ga Vw ae titi ak TT Pree | presidente interino Iglesias. pero luego de la toma de Guetta < pre endia las fuerzas efectivas con las que contaba en le capital —¥v 8 ah . oa su resistencia no podia durar Mucho comparacian ~ “ee organi76 una Division de 12 mil hombres nemo, ee para combatir a las fuerzas de Iglesias. Mien. tras tanto. Juan N. Méndez se quedo a cargo ee 3 —— y oa Poder Kiecutivo Las fuerzas de Iglesias casi no opusicron resistencia a las de Diaz v. en realidad, el avance de éste por el Bajio, rumbo a la Ciudad de Guadalajara, fue mas una negociacién politica con los derrotados que una campana militar. Iglesias salio al exilio en Estados Unidos e} 17 de enero de 1877; poco después, Sebastian Lerdo de Tejada hizo lo mismo. Iglesias regresaria poco después pero no volvié a Participar en los asuntos publicos. Lerdo murié en el extranjero. En mayo de ese aho, Diaz lanz6 su candidatura para las nuevas elecciones presi- denciales y, puesto que no habia otro candidato, result triunfador Se convirtio en presidente constitucional, E] asedio que los Poderes locales. los gobiernos estatales, los cuerpos de Guardias Nacionales y los hombres de guerra habian impuesto al gobierno nacional, estaba concluvendo. Duré casi un decenio, EI Porfiriato, la era de Porfirio Diaz, acababa de comenzar. BERNARDO TRARROL A + [0] yen decenios, del ambito militar y en la casi siempre conf je este con el gobierno nacional. Pero, a diferencia de ota qymaciones mas ditundidas sobre el fenémeno militar en A 7 ana. como la de Alain Rouquié, aqui no se refrenda la idea de -to anterior 0 incluso opositor al Estado, sino que, mas bien, , todo lo posible la idea inmanente de un Ejército relaciona- gatoriamente con un Estado (prejuicio eurocéntrico que, como sto, compartian los mexicanos de la época) y se propone en , ja relacion compleja y cambiante de diversas institnciones es —fuerzas militares— con organizaciones politicas con tam- rsos grados de complejidad y extension. Como pivote de la relacion entre las fuerzas militares y las organizaciones politicas, se propone, simplemente, a los propios militares, pero no entendidos, como suele hacerse, como politicos deformados por el ejercicio de las armas 0 como militares advenedizos que aprovechan, ilegitimamente, esta ventaja, sino como una particular mezcla de ambos: de politicos, gestores, administradores y militares que aqui se denomina hombres bien ave de guerra. Durante este periodo, pues, la existencia del gobierno nacional y su suerte dependieron de la voluntad y la capacidad de las organizaciones regionales y sus actores € instituciones: ayuntamientos, gubernaturas, cacicazgos, cuerpos de Guardia Nacional y, omnipresentes, los hom- bres de guerra. Se describe la formacién de unidades regionales que llegaron a entendimientos politicos —a pequenos sistemas politicos, sise prefiere— antes que el gobierno nacional pudiera hacer lo mismo con los estados y las regiones, y se explica que sibien, durante la mayor parte del periodo estas unidades se opusieron a la consolidacion del Estado nacional, desde 1867, con el inicio de la reconstruccion de la Republica, iniciaron un proceso progres!vo de acuerdos que llev6, de hecho, a replantear las caracteristicas efectivas del Estado liberal mexi- cano a partir del ascenso del triunfo de la rebelion de Tuxtepec. Paraddjicamente, una vez en él poder, la “generacion tuxtepeca- dora’ como la llamé Luis Gonzalez, se dedic6 a desaparecer los tacto- res que le habjan ayudado a conquistarlo: debilito hasta hacer invisi- bles las Guardias Nacionales de los estados, “domesticd” alos hombres 2 deguerra y los fue convirtiendo, poco a poco &n burdcratas y politicos alejados del ejercicio de las armas y fundd un ejército moderno que, SDACION DEL FSTADO LIBERAL MEXIC, 102 + 14s FUERZAS MITITARES Y LA FUNDACT ‘ANO, 1848-195, con mucha lentitud, pero de manera ininterrumpida, fue Benerands por primera vez en México, militares profesionales, Pero este largo proceso —que sera violentamente interrumpido en 1911 con la itrup. cin, de nueva cuenta, de fuerzas militares regionales y una nueva insospechada, generacion de hombres de armas, los de la Revolucign mexicana— es, evidentemente, materia de otro ensayo, Fuentes BIBLIOGRAFIA Aboites Aguilar, Luis y Luis Jauregui (coords.), Penuria sin fin. 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