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carton Ensefiar la Historia reciente en la escuela: problemas y aportes para su abordaje Vora Camavale y Alina lavamendy La dictadura militar instaurada el 24 de marzo de 1976 imple. ment6 un eGgimen represivo que, por su naturaleza, dimension y modalidades, no tuvo procedentes en la historia nacional, Los miles de detenidos-desaparecidos, asesinados, presos politicos, cexiliados, los centenares de nifios apropiados, un fazo social sen- siblemente desarticulado, el silenciamiento politico y la imple- mentacién de un modelo econdmico regresivo fue el saldo ‘material de un régimen que hizo det tera: la herramienta funda- ‘mental de dominacién politica y de disciplinamiento social Esta experiencia de la sociedad argentina ha dejado fuertes, impronias en su imaginario colectivo, en sus pricticas pollticas, sociales y culturales, en las formas de pensar en su pasado y de pensarse asf misma. La cuestién de la memoria social ha sido, paradjicamente, una herencia de la Gltima dictadura militar y se hha implantado como una causa estrechamente asociada a la defensa de los derechos humanos y la demanda de justia 'No obstante, el espacio de la memoria social sobre el pasado reciente se revela como panticularmente conilictivo y habitado por tiple sentidos. Los relatos formacores de memorias que, desde cl fin de la Gtima dictadura military hasta la actualidad, han cit- culado en el espacio social reconocen valoraciones polticas ¢ ide- ‘oldgicas diversas, cuando no enfrentadas y excluyentes, Desde la llamada teoria de la guerra sucia, se reivindica el accionar de las Fuerzas Armadas durante la titima dictaduraenili- 240 + ci tar. Fse accionar se presenta como una “guerra contra la subver sin y el terrorismo”, una respuesta necesaria de las Fuerzas ‘Anmadas para salvaguardar ol orden “occidental y cristiano”, ame rnazado por las fuerzas del “marxismo intemacional. Fsta memo= ria postula que, como “en toda guerra", hubo consecuencias tan dolorosas como inevitables: se han cometido algunos “errores y ‘excesos” que deben quedar“sujetos al juicio de Dios en cada con- ciencia” (Poder Ejecutivo Nacional, 1983). La teoria de la guerra sucia fue desestimada por la Justicia y repudiada por la més ‘amplia gama de actores sociales y politicos. Recibi6 el apoyo, en ‘cambio, de las propias Fuerzas Armadas, de algunos miembros de Ia jerarquia eclesidstica y de la derecha conservadora. Por su parte, la teoria de fos das demonios condena, en forma ‘equitatva, tanto el aecionar de las Fuerzas Armadas como el de las “organizaciones guertllras que actuaron en la década del setenta, Es festa una interpretacién del pasado que rocoge de alguna manera Ciertas representaciones colectivas sobre la violencia poltica y la represién, que olecen Ia imagen de un enfientamiento entre dos terrerismos: el de extrema izquierda y el de extrema derecha. Las cconsecuencias del encamizado conflicto entre esas dos formas de terrorism fueron padecidas, desde esta tora, por la sociedad en ‘general. La llamada teoria de los dos demonios ue y es rotunda ‘ente impugnada por el movimiento de derechos humans y por los sectoresvinculados ala militaria pliicarevolucionaria de fs aos setenta. En primer lugar, porque iguala en términos de responsabil dd el accionar de algunos grupos politicos y organizaciones arma das con el aparato represivo ilegal del Estado. En segundo lugar, porque offece la imagen de una sociedad! o una mayoria supuesta= mente ajena y ausente de las luchas polticas que precedieson al galpe de Estado de 1976 y sin ningin tipo de responsabilidad en la instalacin e implementacién del terrorismo esaal Desde otro posicionamiento claramente condenatorio del terrorism estatal, se ha erigido una memoria centrada en la figu- «a de la victima inocente de la represin. Un aspecto central de cesta memoria ese! silencio en torno ala militancia politica de las personas detenidas-desaparecidas 0 a st pertenencia a organiza Ciones guorilleas, En todo caso, cuando eventualmente se hace :mencién a aquella militancia, se enfatizan las acciones de sola. ‘dad! social (como la afabetizacion y la ayuda en barrios pobres yen villas miseria), y se omite el hecho de que esas mismas aecio- nes formaban parte del abanico de actividades polticas de las organizaciones armadas o de las agrupaciones que respondlian a cllas. Este silencio u omisin pucde entenderse por el propia peso de la perspectiva de los derechos humanos: el juzgamiento de la violacién por parte del Estado de derechos bisicos, come la vida y Ia integridad fisia, es una discusién que no incluye las prcticas politcas de las victimas. En otras palabras, todo ciudadano es por tador de derechos inalienables con independencia, enire otras cosas, de la ideologla que abrace, de las pricticas politcas que lieve adelante, Fsta memoria, emanada desde el movimiento de derechos humanos, fue adoptaca por amplios sectores sociales, Finalmente, se erigen las memorias miltantes, en las que los festimonios y balances de antiguos militantes ocupan un lugar Central. Fstas no conforman un conjunto hamogéneo de relatos antes bien albergan distintas valoraciones de la experiencia de la rmiltancia setentista, Hay voces que revindican la totalidad de esa experiencia, esto es, tanto los motivos que impulsaron a buena parte de una generacién a abrazar la causa revolucionaria como la actuacién de las organizaciones armadas en si, Hay otras voces, en cambio, que reivindican los objetivos de aquella causa pero, © ‘una mirada retrospectiva, advierten sobre ciertos errores de aque- lla organizaciones, principalmente en lo que hace a ciertas deci siones polticas, Por dltimo, estén las voces que, por diversos motives, se distancian sustantivamente de aquella experiencia: ya sea porque han dejado de compart sus fundamentos ideolbgicos, ya sea porque dudan de sus implicancias éticas 282 + conse suis en ats Debe sefalase, ademas, que los contexts politicos y los marcos juriico-insttucionales en que las pujas por la apropiacin y signiti- ‘acién del pasado han tenido lugar reconocieron cambios dramaticos To largo de los ttimos veintcinco aos Tras el fuerte impulso que

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