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Joaquín Cardoso
La reclusión hogareña -en el mejor de los casos- que supuso la extensión del ASPO
(Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) producto de la pandemia derivada del
virus COVID-19, desde marzo de 2020 en adelante (casi todo el 2021 también, al
menos en Argentina), configuró nuevas representaciones, narrativas, miedos,
valoraciones y fantasmas respecto de la siempre compleja relación entre trabajo1, salud
y cuerpo. La globalidad que supuso la transmisión inmediata del virus – le dio a la
pandemia características inéditas respecto de pandemias del mundo occidental en su
historia.
No es casual que las referencias comunicacionales -no ahora, sino de siempre, por lo
menos desde que el funcionalismo sociológico tomó la “comunicación” como
preocupación central en el siglo XX de sus anotaciones- tengan y tomen prestado
referencias provenientes del mundo biológico (viralización, cuerpo social, intercambio,
entropía e interacción, semiótica, etc).
Dentro de toda esa conmoción global e impacto que supuso la pandemia, una de las
derivaciones en términos no ya analíticos sino también vivenciales, fue la que se centra
en la reflexión sobre el cuerpo. Como manifestación latente de procesos amplísimos y
diacrónicos de la experiencia humana -al menos desde su hominización, aunque
podríamos situarla más claramente en la mediación discursiva que supuso el divorcio
entre lo mitológico y la razón, en términos griegos y occidentales, la problemática de y
sobre el cuerpo aparece en oleadas permanentes siempre que hay alguna crisis
humanitaria.
¿Qué es el cuerpo humano? ¿por qué está en el centro de las preocupaciones bio-
políticas desde siempre, con énfasis agudizado una vez desarrollados tecnologías de
control más poderosas y detalladas? ¿qué diferencias hay entre el cuerpo de la
sociología, de la salud, de la higiene, del psicoanálisis, del arte?
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En “trabajo” también podríamos incluir “aprendizaje” o “escolaridad”; porque la nota actual está
dirigida sobre todo a personas que trabajan en enseñanza.
para forzar a nuevas aperturas y colocar algún aporte que sirva a los fines de una
reflexión comunal que establezca parámetros de importancia consciente sobre un
aspecto destacado en nuestras sociedades.
Cuerpo
El sentirse vivo del cuerpo, resonancia inaudible de tan inseparable de la vida que
sigue elaborando el cuerpo para seguir estando vivo (…) es la conciencia sensible de la
unidad de nuestra existencia, diferente a toda otra porción de vida animada como la
mía en tanto cuerpo (…) ¿por qué existe un cuerpo, dentro de todo lo existente, que sea
yo mismo? (…)
León Rozitchner
El cuerpo es frágil y finito. Esto, una evidencia de verdad, durante siglos fue ocultado
por la pretensión cartesiana de la división abstracta entre el Sujeto y el Objeto, entre el
Alma y el Cuerpo o entre la res y la carne -la ampliación de uno y el otro como
territorio opaco. Grandes avances científicos y mejoras humanas supusieron estos
hallazgos, que, como modo de pensar, dividieron el trabajo manual e intelectual y
contribuyeron a la ampliación de conocimiento sobre zonas de la naturaleza o de la
humanidad que antes estuvieron vedadas por las formaciones sociales locales, de
cercanías familiares o limitadas formas de relación social y de producción.
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Por motivos de espacio, respecto de ese ángulo, nos limitamos a referenciar el texto de Carmen
González Taboas (2013): “¿Qué sabes tú del cuerpo?”, en Revista Virtualia, Nro 26. Asimismo, el libro
de Alexandra Kohan (2022), Un cuerpo al fin, de reciente publicación, también es una cita ineludible para
el problema que nos ocupa.
Sin embargo, esto que supuso por un lado ese avance formidable (por ejemplo, en el
desarrollo de tecnologías que permitieron la productividad más alta de la vida humana
desde su existencia, que en 150 años de capitalismo configuraron el “globo” como lo
conocemos ahora, en ahorro energético, productivo y temporo-espacial comparado a los
miles de años anteriores), también derribó al lado “oscuro”, “irracional” o
inaprehensible a todo lo que quedaba afuera de esa positividad racional. En ese
desarrollo positivo y sin fallas, el cuerpo finito fue tapado por el discurso de la
eficiencia y la razón instrumental, y, a pesar de no ser un proceso mecánico ni lineal,
convirtió en tabú ese aspecto mortal, porque la admisión de nuestra fragilidad supondría
unirnos a los otros para salirnos por fuera de nuestro narcicismo.
Distinta es, por ejemplo, la mirada sobre el cuerpo del humanismo semita. En un clásico
libro sobre el tema, Enrique Dussel, describe el escándalo que supone lo histórico para
el pensamiento helenista, justamente por no haber en esta concepción (la hebrea), una
división entre alma (ánima) y cuerpo:
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En el castellano no existe la distinción entre “body” y “corp” inglés, por ejemplo, para referirse a la
diferencia de vida o muerte en el cuerpo.
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Derivado de San Agustin, introducido por Lacan, se puede ver un desarrollo aquí: Miller, JA (2010).
Extimidad. Paidós: Buenos Aires.
deprimidas, etc. Por decirlo simplificadamente: teníamos la tecnología necesaria para
des-ligarnos del cuerpo sufriente y doliente, y este volvió con todo su poder en una
pandemia que nos recluyó, nos contagiaba con el contacto con el otro, y nos inhabilitaba
a la ocupación de territorios de espacio público -que fue la configuración subjetiva
típica de la modernidad.
La apoyatura de una ética sobre esta noción de cuerpo frágil modifica el dualismo
cartesiano de la abstracción lógica identitaria (y por eso: no contradictoria) y celebra en
la existencia la posibilidad del pensar, pero inscripto a un cuerpo, no idealizado ni
escindido de la realidad.
En palabras de Eagleton:
“Pensamos como lo hacemos por la clase de animales que somos. Es parte intrínseca
de nuestro modo de razonar, por ejemplo, que siempre lo hagamos dentro del contexto
de una situación concreta (…) esto no es un impedimento para aprehender la verdad,
sino que es la única manera de captarla” (2010: 38)
No hay un “interior” a nosotros, sino que nuestro modo de estar en el mundo (diría
Heidegger, pero también Wittgenstein) es lo que muestra nuestra alma-en-acto. Como
entre el cuerpo “viviente” (Lacan: 1976) y el sujeto del orden simbólico (la adquisición
del lenguaje) hay una hendidura nunca resuelta, el lenguaje es por excelencia esa
mediación que divide al sujeto pero a la vez le brinda la ilusión de unicidad (García,
2014: 44). “El cuerpo es un pedazo de materia que no escogemos, y que puede no
resultarnos nunca del todo adecuado” (Eagleton, 2016: 35). Estas conclusiones, tan
decisorias, nos acercan a otro pensar respecto de lo natural/cultural, por ejemplo, porque
somos naturalmente culturales y culturalmente naturales (el posmodernismo en su faceta
culturalista muchas veces pecó de lo contrario: de llevar al paroxismo que “todo es
cultural”, obviando justamente la corporalidad carnal que posibilita las significaciones,
las limita en el buen sentido y las transforma en puntales de transformación).
Sigue Eagleton: “Como Tomás de Aquino, Nietzsche cree que nosotros pensamos como
pensamos a causa de los cuerpos que tenemos. Un cuerpo de otro tipo nos
proporcionaría un mundo de otro tipo” (ídem: 67).
La estética5, otro ámbito por excelencia donde se anudan los cuerpos y lenguajes, en su
propio concepto manifiesta ese pasaje de la sensorialidad a la abstracción, pero no sin
costos: allí están las reflexiones de Walter Benjamin, o de los movimientos de
vanguardia artística de principios de siglo XX respecto de la posibilidad tecnológica de
“ampliar” los sentidos del cuerpo6.
La somática de Aquino, que Eagleton trae, que McIntyre celebra, desarrolla una noción
de cuerpo como materia, que no se contenta con la manifestación vulgar de lo material
en sentido mecánico (cuerpo = pedazo de materia) ni se inclina hacia un idealismo
abstracto del lenguaje o el pensamiento/mente (“tengo ideas”… ¿a dónde se alojan?).
La amplitud de la cita se justifica, creemos, por la ilustración de la tesis del autor. Más
adelante, agrega:
“Tener un cuerpo humano es gozar de una forma de solidaridad con otras criaturas de
nuestra especie. Aquino es un materialista epistemológico, además de somático. Según
él, todo nuestro conocimiento emana de nuestra implicación con la realidad material
(…) no sostiene, como los empiristas, que la mente es un receptáculo pasivo de los
denominados datos sensoriales. Por el contrario, enseña que el intelecto da sentido a la
realidad de manera activa y es, por lo tanto, una forma práctica por sí misma” (ídem:
64).
Cuerpo (II)
(…) todos los seres humanos necesitan calor, descanso, alimento y protección y están
inevitablemente comprometidos con las necesidades del trabajo y la sexualidad en
5
El mismo autor, se ocupa del asunto de la estética de un modo original, fundamentado y extensamente
en: La estética como ideología. En el libro Cultura, además, dice: “(…) la estética, en un primer momento
ve la luz no como discurso sobre el arte, sino como discurso sobre el cuerpo” (2017: 69).
6
Hemos trabajado en un aspecto determinado de la relación entre tecnología y cuerpo en: Improbable
encuentro: Walter Benjamin y Marshall McLuhan (2021), en línea:
https://www.camjol.info/index.php/raices/article/view/11987
diversas formas de asociación social (…) Todos los seres humanos son frágiles,
mortales, están repletos de necesidades, son vulnerables al sufrimiento y la muerte (…)
nuestras condiciones compartidas nos vinculan ineluctablemente y al hacerlo, dejan
abiertas las posibilidades del amor y la amistad.
Terry Eagleton
Macintyre, seguidor del concepto de virtud aristotélica, coloca las nociones morales en
el campo de la comunidad social de la que emergen. Por eso cuando trabaja sobre la
discapacidad, justamente intenta configurar una noción de cuerpo que no prescinda del
contexto de emergencia de esa conceptualización e inclusive de esos valores.
“Las discapacidades física y mental son aflicciones del cuerpo; por lo tanto, los hábitos
de pensamiento que expresan una actitud de negación de la discapacidad y la
dependencia implican una incapacidad para reconocer la importancia de la dimensión
corporal de la existencia, o incluso el rechazo de dicha dimensión” (2001: 19)
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Tomado de Eagleton, T (2014), “The body as language”, en Canadian Review of Comparative Literature
Como es de esperar, en esta noción de cuerpo como organismo vincular viviente, donde
la transformación de la comunidad construye cuerpos en acto, y donde las nociones de
cuerpo apoyan su significación en amplios aspectos que van más allá de lo material-
carnal aunque sin desconocerlo, es entendible que una conclusión de MacIntyre sea la
siguiente:
“(…) en la medida que dichos errores derivan de las normas imperantes en el entorno
social, para liberarse de ellos en el razonamiento deliberativo, será necesario
transformar ese entorno a la vez que uno mismo” (ídem: 161).
Conclusión
Roberto Arlt.
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Un buen aporte al problema actual se puede visualizar en Mendoza Castillo, L (2020), “Lo que la
pandemia nos enseñó sobre la educación a distancia”, en RLEE Nueva Época, Volumen L, Número
Especial, México.
“cuidado”9) acompaña la lógica racionalista tecnológica e instrumental que hace tabú de
la finitud y la enfermedad, y las coloca como trabas al desarrollo de la producción y la
positividad del sistema.
Bibliografía utilizada
9
Ver, por ejemplo, Yussef, B (2021). “De la invisibilización al estallido de las políticas de cuidado: un
recorrido posible”. En línea: https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/152406
García, G (2014). Diversiones psicoanalíticas. Otium: Buenos Aires.
González Taboas (2013): “¿Qué sabes tú del cuerpo?”, en Revista Virtualia, Nro 26. En
línea:
https://revistavirtualia.com/storage/articulos/pdf/sHRfM40wWTltEFOtuZeL6CdjsVCG
nLT2zxmzaYrk.pdf
Hermans, HJM (1996). El sí mismo ampliado y diseminado: introducción a la teoría de
la valoración, en Revista de psicopatología y psicología clínica, Vol.1, Núm.3. En línea:
https://revistas.uned.es/index.php/RPPC/article/view/3823
Kohan, A (2022), Un cuerpo al fin. Paidós: Buenos Aires.
Lacan, J (1976). Seminario inédito, sesiones del 11 de noviembre y 14 de diciembre.
Mendoza Castillo, L (2020), “Lo que la pandemia nos enseñó sobre la educación a
distancia”, en RLEE Nueva Época, Volumen L, Número Especial, México.