Revista trimestral para ancianos de iglesia

abril-junio 2023

Cómo resolver

or
los conflictos
entre el pastor

ut
y el anciano
a
el
ra
Pa
Anciano
Número 111
abril-junio 2023

Publicación
trimestral

Asociación Ministerial
de la Asociación General de
los Adventistas del Séptimo Día
CONTENIDO
División Interamericana
8100 SW 117 Ave.
Miami, Florida 33183, EE. UU.
Tel. 305 403 4644

SECRETARIO
MINISTERIAL

r
Ramón Canals
Josney Rodríguez
Secciones

to
COLABORADORES
ESPECIALES

4 En perspectiva
Robert Costa
Jorge L. Rodríguez
Jeffrey Brown 4 
Editorial

au
Aurora Canals
Pavel Goia Elie Henry
Anthony Kent

CONSULTORES
Musa Mitekaro
Artículos
Victor Kozakov
Josney Rodríguez
Rainer Wanitschek 6 
Las pruebas de un verdadero profeta
Ivan Williams Michael W. Campbell
el
Ron Clouzet
Lucas Alves
Passmore Mulambo
10 Otro vistazo al tercer mandamiento
Roman Pawlak
13 Cómo resolver los conflictos
Johnson J. Thadi
Wendell W. Mandolang
Darius Jankiewicz
Patrick Johnson
entre el pastor y el anciano
Daniel Opoku-Boateng Lowell C. Cooper
ra

EDITOR
Saúl Andrés Ortiz
18 Cuestión de enfoque
Josney Rodríguez
EDITOR ASOCIADO
Jorge L. Rodríguez
DIAGRAMACIÓN
Sermones
Pa

Daniel Medina Goff

Para todo lo relacionado con cambios
y suscripciones, diríjase al Departamento
de Atención al Cliente de IADPA.
20 Amor que no se apaga
2905 NW 87th Ave. Joel Benítez
22 La delicia de tus ojos
Doral, Florida, 33172, EE. UU.
www.iadpa.org
305 599 0037
Impresión y encuadernación
Luis Paredes
USAMEX, INC.
Impreso en México / Printed in Mexico
24 Él conoce, él acompaña, él intercede
Frank Sonny Arias Thorp
26
Imágenes: ©Istockphoto

Cómo afrontar la crítica

Las citas bíblicas han sido tomadas de la revisión
de 1995 de la versión Reina-Valera: RV95
Aniel O. García
© Sociedades Bíblicas Unidas (SBU). También se ha
usado la Reina-Valera Contemporánea: RVC © SBU,
28 Morir para vivir
la Dios Habla Hoy: DHH © SBU, la Nueva Traducción Richard Paredes
Viviente: NTV © Tyndale House Foundation y la
Nueva Versión Internacional: NVI © Bíblica. 30 Transformados para transformar
Misael Vizcaíno
 or
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el
Descubra cómo gestionar con serenidad
las dificultades y problemas de la vida,
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 EDITORIAL

En perspectiva

or
C

ut
uenta la anécdota que un caballero había empe-

«No os olvidéis
zado a trabajar como leñador. El primer día llegó
temprano al lugar indicado y, después de una ardua
jornada, cortó veinte árboles. El día siguiente llegó
temprano, pero solo pudo cortar dieciocho árboles du-
de la
a
rante la jornada. Preocupado, decidió llegar una hora
más temprano el tercer día, pero a pesar de ello solo
cortó quince árboles aquel día. El cuarto día llegó
una hora más temprano y se fue una hora más tarde,
pero solo cortó trece árboles. Preocupado por su rendi-
hospitalidad»
ELIE HENRY
el
miento, decidió conversar con el capataz y contarle
lo que estaba sucediendo. Después de escuchar con
atención, el capataz le preguntó: «¿Y cuándo fue la
última vez que afilaste tu hacha?».
A menudo, nuestros resultados no quedan determi-
nados por el empeño que ponemos en algo ni el tiempo
ra

que le dedicamos, sino por la efectividad con que tra-

bajamos. En el caso del leñador de la historia, su efec-
tividad dependía de cuán afilada estaba su instru-
mento de trabajo, su hacha. En tu caso, y el mío, como
dirigentes de la iglesia, nuestra principal herramienta
Pa

de trabajo es nuestra mente y la forma como la man-

tenemos «afilada» es por medio de buenos libros. Por
supuesto, la lista la encabeza la Biblia, seguida del
Espíritu de Profecía. Además, en lo que respecta a la
administración de la iglesia, el Manual de la Iglesia
es una herramienta imprescindible. A finales del año
pasado se publicó la edición 2022 del Manual, convir-
tiéndose en la edición vigente. De allí que cada diri-
gente haría bien en adquirir, leer y familiarizarse con
la principal herramienta de administración eclesiás-
tica y así mantener su mente «afilada».

Jorge L. Rodríguez
Director de Anciano

4 Anciano n 111
o

l finalizar la Epístola a los Hebreos, el apóstol
nos insta a no olvidarnos de la hospitalidad,
«porque por ella algunos, sin saberlo, hospe-
daron ángeles» (Hebreos 13: 2). Por lo ge-
neral, cuando recibimos a otras personas en
nuestro hogar nos esforzamos por hacerlos sentir bien, co-
rremos una milla extra para que todo esté limpio y ordenado,
preparamos los alimentos dándole prioridad a los gustos
de nuestros invitados e incluso a la hora de la sobremesa,
a
damos preferencia a aquello que pueda agradar a nuestros
invitados incluso si no es un tema de nuestra preferencia.
Ahora bien, además de ser un lugar de adoración, la
Biblia señala que la iglesia es «la casa de Dios». Desde esta
perspectiva, cada pastor y anciano de iglesia ha de aplicar
el
el consejo del apóstol en Hebreos 13: 2 y no olvidarnos de la
hospitalidad en lo que respecta a la iglesia como «la casa de
Dios». De hecho, hay una relación entre la forma en la que
tratamos a las personas que visitan la casa de Dios, nuestros
«huéspedes», y nuestra relación con Dios. En su libro Fusion:
ra
Turning First-Time Guests Into Fully Engaged Members of Your
Church, Nelson Searcy compara a los visitantes con regalos
que Dios nos da. De la misma manera en la que el trato que
una persona le da a un regalo refleja su relación con el dador
y abre o cierra la puerta para futuros regalos, la forma en la
Pa
que la iglesia trata a los visitantes constituye un reflejo de
nuestra relación con Dios y abre o cierra la puerta para que
Dios continúe bendiciéndonos con visitantes. Después de
todo, pregunta Searcy, ¿por qué mandaría Dios a las personas
que desea salvar a un espacio donde no los tratarán con amor
y ternura?
Así las cosas, conviene que nuestros templos sean refu-
gios donde las personas puedan experimentar el amor de
Cristo. ¿Cómo podemos lograr esto? En primer lugar, resul-
taría beneficioso si cada dirigente y miembro de la iglesia se
olvida de sus gustos y preferencias personales, como hace-
mos cuando alguien visita nuestro hogar, y damos prioridad
a las necesidades de aquellos que entran por vez primera
buscando un encuentro con el Señor, para así sacar «el
EDITORIAL
Elie Henry es el presidente de la División Interamericana.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org
or
mayor provecho de cada oportunidad» (Efesios 5: 16, NTV).
Enfocarnos en los visitantes facilitará un ambiente acogedor
que nos permitirá mostrar amor y compasión.
Otro elemento digno de nuestra consideración se puede
extrapolar del relato de la visita de los embajadores babilo-
ut
nios al rey Ezequías (Isaías 39). Después de haber recibido a
los dignatarios extranjeros, el profeta Isaías le preguntó al
monarca de Judá: «¿Qué han visto de tu casa?» (Isaías 39: 4).
El próximo sábado, después de terminar el servicio de ado-
ración de tu congregación, pregúntate: «¿Qué han visto en la
iglesia las personas que nos visitaron hoy?». ¿Cómo los reci-
bieron? ¿Qué impresión se llevaron de nuestra iglesia? ¿Qué
aprendieron sobre Dios y su Palabra? Comentando el relato
de Ezequías y los embajadores babilónicos Elena G. de
White realiza la siguiente aplicación a la iglesia: «Necesita-
mos hablar mucho más de los capítulos preciosos de nuestra
experiencia, de la misericordia y bondad de Dios, de las pro-
fundidades incomparables del amor del Salvador».1
Al recordar nuestra historia pasada, durante la celebra-
ción de nuestro primer centenario como División, y cómo el
Señor ha dirigido a su iglesia hasta ahora, experimenté la
paz y la seguridad que solo Dios puede dar. Justo ese es el
sentimiento que menciona la señora White cuando señala
que hemos de hablar de «los capítulos preciosos de nuestra
experiencia» y «la misericordia y bondad de Dios». Desde
el vestíbulo hasta el sermón, hemos de transmitir a los que
visitan nuestras iglesias el amor y la misericordia de Dios.
Después de todo, cada una de nuestras congregaciones ha
de ser una «casa de oración para todos los pueblos» (isaías
56: 7).
1. Elena G. de White, Profetas y reyes (Doral, FL: IADPA: 2009), p. 234.
abril-junio 2023 5
 Michael W. Campbell es director de Archivos, Estadísticas e Investigación
de la División Norteamericana de los Adventistas del Séptimo Día.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org

Las pruebas
de un verdadero

or
profeta

ut
MICHAEL W. CAMPBELL

L
a historia llegó a las noticias nacionales. Un autoprocla-

a
mado vidente del tiempo del fin colocó un anuncio en un
periódico de Tennessee prediciendo un ataque nuclear en
Nashville, Tennessee, Estados Unidos, el 18 de julio de 2020,
afirmando que había sido inspirado por Elena G. de White.
el
Obviamente, este pronóstico no hizo más que ridiculizar a la Iglesia
Adventista del Séptimo Día, que no tenía nada que ver con esta pre-
dicción ni con la persona que la hizo.1
Desafortunadamente, esta no es la única vez desde la muerte de
Elena G. de White que personas han formulado todo tipo de predic-
ciones que no se han cumplido. Alrededor de cien personas dentro del
ra

adventismo han afirmado ser profetas. De Puerto Rico a Tailandia, mu-

chos autoproclamados «videntes» han hecho declaraciones asombrosas,
especialmente durante la última década, incluida la que mencionamos
antes.
Esos falsos profetas reclaman la promesa del don profético como se
Pa

presenta en Apocalipsis 12: 17 y 19: 10. No obstante, Jesús advirtió:

«Guardaos de los falsos profetas» (Mat. 7: 15). Por tanto, podemos es-
perar que haya falsos y verdaderos profetas. Esto nos lleva de vuelta
a diciembre de 1844, cuando Elena Harmon (más tarde Elena G. de
White) recibió su primera visión. En ese momento, al menos otros
cincuenta videntes afirmaban tener el don profético. Entonces, ¿cómo
podemos distinguir entre verdaderos y falsos profetas?

Nuevos profetas
En 1923, solo ocho años después de la muerte de Elena G. de
White, el editor de la Advent Review and Sabbath Herald, F. M. Wilcox,
informó: «Desde la muerte de la hermana Elena G. de White, varios han
afirmado que tienen el don de profecía y que han sido escogidos para
tomar su lugar. En distintas partes del país, encontramos algún hombre

6 Anciano n 111
o
 or
aut
el
ra
Pa

abril-junio 2023 7
 ARTÍCULO
o mujer que afirma tener revelaciones divinas».2 Wilcox
recordó a sus lectores que quienes afirman tener el don pro-
fético deben ser probados por las revelaciones anteriores,
especialmente por la Biblia. «Debemos estar en guardia —
señaló— la Palabra es nuestra guía».3
Siete meses más tarde, F. M. Wilcox observó que su oficina
seguía recibiendo «muchas preguntas del campo sobre si
alguien tomaría el lugar que la Hna. White ocupó por tanto
tiempo. A todas esas preguntas tenemos que decir con fran-
queza y sin ambages que no lo sabemos. Esa es una pregunta
que solo el Señor puede contestar y, hasta donde sabemos,
él no ha dado a nadie ninguna indicación de su voluntad al
respecto».4
He conocido a varias personas que afirman tener el don
profético. El caso más reciente es el de uno que llegó a mi
oficina en la Southwestern Adventist University para afirmar
no solo ser profeta, sino que la Iglesia Adventista del Séptimo
Día estaba en apostasía. Ante su rechazo a la Trinidad, señalé
que Elena G. de White afirmó que los tres miembros de la
Divinidad han existido desde la eternidad. Entonces denigró
a
a Elena G. de White comparándola con una Jezabel moderna
y, luego de predecir mi condenación y destrucción con fuego
del cielo, se marchó. Estas experiencias muestran la necesi-
dad de conocer las pruebas que identifican a un verdadero
el
profeta.
Su mensaje debe estar de acuerdo
con las Escrituras
El mensaje de todo verdadero profeta estará en armonía
ra
con la Biblia: «¡A la ley y al testimonio! Si no dicen conforme
a esto, es porque no les ha amanecido» (Isa. 8: 20). Esta
prueba ofrece un principio rector que ha existido a lo largo
de la historia de la salvación. En los tiempos del Antiguo
Testamento, cada profeta era evaluado a la luz de los profetas
Pa
que lo habían precedido. Del mismo modo, camino a Emaús
8 Anciano n 111
o
Jesús citó el Antiguo Testamento mientras explicaba a dos
discípulos «todos los pasajes de las Escrituras que hablaban
de él» (Luc. 24: 27, DHH). De este modo deben evaluarse
también todas las revelaciones proféticas posteriores. Y, en
este caso, los sesenta y seis libros de la Biblia son la prueba
suprema de la revelación que viene de Dios.
Sin bien es cierto que las Escrituras advierten sobre la
falsificación o el intento de alterar su mensaje, del mismo
modo señalan que en los últimos días «profetizarán vuestros
hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y
or
vuestros jóvenes verán visiones» (Joel 2: 28). Por tanto, basa-
dos en la Biblia, los adventistas creemos que el don profético se
manifestaría en el tiempo del fin.
Sus profecías se deben cumplir
ut
La siguiente prueba de un verdadero profeta es el hecho de
que sus predicciones se cumplan. «Cuando se cumpla la pala-
bra del profeta que profetiza paz, entonces él será conocido
como el profeta que Jehová en verdad envió» (Jer. 28: 9). Entre
las profecías cumplidas se haya el establecimiento del pueblo
de Israel, que estaba en el cautiverio egipcio. No obstante, Dios
llamó al profeta Moisés para librar y dirigir a su pueblo a la
Tierra Prometida (Éxo. 3: 7-10; 12: 40). Naturalmente algunas
profecías bíblicas son condicionales, como el anuncio de la
destrucción de Nínive, que llevó a sus moradores al arrepen-
timiento, evitando así el juicio (Jon. 1: 2; 3: 1-10).
En última instancia, las predicciones proféticas más glorio-
sas prefiguraban la venida del Mesías. La historia de Jesucristo
ha sido el centro de la historia de la salvación: su nacimiento,
vida, ministerio y muerte. La Biblia señalaba que el Mesías
debía nacer de una mujer (Gén. 3: 15; Mat. 1: 20), en Belén
(Miq. 5: 2; Mat. 2: 1; Luc. 2: 4-6), de una virgen (Isa. 7: 14;
Mat. 1: 22, 23; Luc. 1: 26-31), debía venir de la tribu de Judá
(Gén. 49: 10; Luc. 3: 33; Heb. 7: 14), vivir por algún tiempo
en Egipto (Ose. 11: 1; Mat. 2: 14) y ser rechazado por su propio
pueblo (Sal. 69: 8; Juan 1: 11; 7: 5).

Debemos esperar esta misma coherencia de profecías que
llegan a su cumplimiento en las predicciones de un profeta.
Mientras que el primer advenimiento de Cristo fue la gran es-
peranza del plan de redención, su segunda venida pondrá
fin a la historia de este mundo. Por lo tanto, muchos falsos
profetas concentrarán sus esfuerzos en tratar de predecir el
tiempo de su venida. Sobre esto, Jesús advierte: «Entonces,
si alguno os dice: “Mirad, aquí está el Cristo”, o “Mirad, allí
está”, no le creáis» (Mar. 13: 21). Además, Jesús advierte que
«del día y la hora nadie sabe» (Mat. 24: 36). Así que, en lugar
de dar una fecha, ofrece una serie de señales para mostrar que
el fin está cerca (Mat. 24: 1-35).
Debe dar buenos frutos
Una prueba decisiva de un verdadero profeta es que su
vida debe reflejar una relación genuina con Jesús. «Por
sus frutos los conoceréis» (Mat. 7: 20). Los profetas no tienen que
ser moralmente perfectos, pero sus vidas deben testificar
que poseen una fe genuina.
En algunos casos, Dios puede ignorar las mejores inten-
a
ciones de un verdadero profeta sin que esto invalide su llama-
miento profético. Un ejemplo de esto es el de Natán, que se
reunió con David para escuchar sus planes de construir un
templo (2 Sam. 7: 2). Inicialmente, Natán afirmó los planes
de David (vers. 3), pero más tarde, Dios le mostró que tenía
el
planes diferentes para el templo (vers. 4-13). De este modo,
un profeta puede tener buenas intenciones, pero Dios tiene
la última palabra.
Al ver que los televangelistas y las personalidades de los
medios de comunicación tratan de convencer a la gente para
que entreguen su dinero que tanto le cuesta ganar y financie
ra
sus lujosos estilos de vida, podemos volvernos escépticos.
Sin embargo, la Biblia muestra que el estilo de vida de los pro-
fetas a menudo conduce en la dirección opuesta, como fue
el caso de Juan el Bautista. La Biblia presenta a los profetas
no como quienes se aprovechan de los demás, sino como los
Pa
que sirven y dan testimonio a los demás.
Debe exaltar a Jesús
La última y más importante prueba de un profeta es que
debe llevar a otros a Jesús. «Todo espíritu que confiesa
que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios» (1 Juan 4: 2). A
través de la naturaleza divino-humana de Cristo, la propia
Encarnación (que es un verdadero misterio), tenemos al
Dios-hombre, Jesucristo, el cumplimiento de todas las profecías.
Por tanto, debemos exaltar a Jesús. «Y yo, cuando sea levan-
tado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Juan 12: 32).
Hay un patrón constante entre los falsos profetas: les en-
canta ser el centro de atención. Presentan profecías sorpren-
dentes para atraer la atención hacia ellos mismos en lugar de
hacia Jesús. Los falsos profetas como Balaam están más
ARTÍCULO
interesados en lo que les pagan que en el mensaje concreto
que deben dar. Sin embargo, incluso en el caso de Balaam,
Dios mismo intervino para que no pudiera profetizar contra
su pueblo (Núm. 22–24).
Perspectiva profética
Como padre de dos hijos, me encanta ver cómo mis hi-
jos han cultivado sus propios intereses y posibles carreras.
Cuando mi hijo era pequeño, un día después del culto fami-
liar, exclamó: «¡Papá, ya sé lo que quiero ser cuando sea
or
grande! Quiero ser profeta». Tuve que disuadirlo suavemente
de esta idea, recordándole que ser profeta no es una carrera que
podamos estudiar en la universidad. Una persona no elige ser
profeta; Dios hace la elección.
La experiencia de muchos profetas muestra que al mo-
ut
mento de su llamamiento se han sentido indignos y horrori-
zados. El profeta Isaías, al encontrarse con el mensajero celes-
tial, exclamó: «¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo
hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo
que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová
de los ejércitos» (Isa. 6: 5). Cuando una persona reconoce la
grandeza y bondad de Dios, se produce el correspondiente
reconocimiento de nuestra indignidad humana.
Un verdadero profeta de Dios exalta las Escrituras, hace
predicciones que se cumplen, vive una vida cristiana ge-
nuina y, lo más importante de todo, guía a las personas
a Jesús. Si tratáramos de «caminar en los zapatos» de un
profeta por un momento —reconociendo lo verdaderamente
increíble y difícil que es este papel como se muestra a través
de la historia de la salvación— nadie desearía tal respon-
sabilidad. Los profetas no alcanzan el poder, la riqueza o
la fama, sino que llevan la Palabra del Señor, mostrando el
camino hacia el reino de Dios, a menudo contra la más fer-
viente oposición.
1. Bob Smietana, «Tennessean Editor denounces ‘Horrific’ Nashville Islam Nuclear
Prophecy Advertisement», Religion News Service, 21 de junio de 2020,
https://religionnews.com/2020/06/21/tennessean-editor-denounces-horrific-
nashville-islam-nuclear-prophecy-ad-which-ran-in-its-sunday-edition/.
2. F. M. Wilcox, «Impressions and Dreams», en Advent Review and Sabbath
Herald, 15 de febrero de 1923, p. 7.
3. Wilcox, p. 7.
4. F. M. Wilcox, «Prophetic Succession», en Advent Review and Sabbath Herald,
6 de septiembre de 1923, p. 3.
abril-junio 2023 9
 Roman Pawlak es profesor asociado de la Universidad de Carolina del Este,
en Greenville, Carolina del Norte, Estados Unidos.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org

or
a ut
el
Otro vistazo
al tercer mandamiento
ra
Pa

ROMAN PAWLAK

10 Anciano n 111
o

L
os Diez Mandamientos, pronunciados por Dios
mismo, son sumamente importantes para la fe
cristiana, por ello es esencial entender correcta-
mente su significado. Entre ellos se encuentra el
tercer mandamiento, que dice: «No tomarás el
nombre de Jehová, tu Dios, en vano, porque no
dará por inocente Jehová al que tome su nombre en vano»
(Éxo. 20: 7). A diferencia de los demás, este mandamiento
tiene una expresión («tomar su nombre en vano») que pue-
de tener distintos significados para distintas personas. ¿Qué
nos quiere decir realmente este mandamiento?
¿Qué significa «en vano»?
Muchos cristianos creen que tomamos el nombre de Dios en
vano cuando usamos frases comunes como «Dios mío», «oh,
Jesús» o «por Dios». Esto se debe a que pensamos que el man-
damiento se refiere al hecho de pronunciar el nombre de Dios.
a
Aunque el uso de esas frases es desafortunado, porque se debería
dar más reverencia al Padre y a Jesucristo, nuestro Salvador, el
texto encierra más que simplemente tomar el nombre de Dios
a la ligera. El tercer mandamiento solo menciona un nombre:
el
«Jehová».
«No tomarás el nombre de Jehová, tu Dios, en vano» (Éxo.
20: 7, la cursiva es nuestra). En Éxodo 20: 7, la palabra hebrea
shem [nombre] se escribe en su forma singular. El plural de shem
(shemot) no aparece en este mandamiento. El texto masorético
usa la expresión et-shem-YHWH, que se traduce como «el nombre
ra
de Jehová». Por tanto, si el significado del tercer mandamiento
tiene que ver con el mal uso de un nombre, se refiere solo al
nombre de Jehová.
Por lo antes visto, si el significado del tercer mandamiento
tiene que ver con profanar el nombre de Dios, muchos cristianos
Pa
pueden sentirse libres de la violación de este mandamiento. De
hecho, parece que lo mismo ocurre con la gran mayoría de la
gente, independientemente de que sean o no cristianos. Hoy en
día, muchos no cristianos ni siquiera conocen el nombre de
Jehová y, sin duda, algunos que sí lo han escuchado mencionar
ni siquiera se dan cuenta de que es el nombre de Dios. No obs-
tante, existe otra forma de interpretar este pasaje: creo que el
tercer mandamiento alude a que el pueblo de Dios lo represente
correctamente a la vez que rechaza una falsa representación
de Dios. Si esto es así, este mandamiento tiene implicaciones
profundas.
Entonces, ¿qué significa tomar su nombre «en vano»? El sig-
nificado del término hebreo shav, traducida en el tercer manda-
miento como «vano», nos puede ayudar a responder a esta pre-
gunta. Esta palabra hebrea significa «vanidad», «falsedad»,
ARTÍCULO
«vacío», «mentira» o «falta de valor en la conducta». De
hecho, los traductores de la Biblia utilizaron diferentes pa-
labras para traducir el término hebreo shav en otro manda-
miento del Decálogo. En Deuteronomio 5: 20, leemos: «No
dirás falso testimonio contra tu prójimo». El hebreo shav se
traduce aquí como «falso». Se ha utilizado la misma palabra
para traducir shav en otros pasajes: «No admitirás falso rumor»
(Éxo. 23: 1); «Hablan solo por hablar; juran en falso y hacen
or
tratos» (Ose. 10: 4, NVI).
Significado de «nombre»
en la cultura hebrea
ut
La palabra hebrea traducida en las Biblias modernas
como «nombre» es shem. Esta palabra se encuentra en otro
pasaje del libro del Éxodo: «Dijo Moisés a Jehová: “Mira, tú
me dices: ‘Saca a este pueblo’, pero no me has indicado a
quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: ‘Yo te he
conocido por tu nombre y has hallado también gracia a mis
ojos’”» (Éxo. 33: 12). Teniendo en cuenta que Dios conoce
el nombre de cada persona, la frase «Te he conocido por tu
nombre» debe haber significado para Moisés algo diferente
a un simple identificador o una etiqueta. De acuerdo con el
significado de otros pasajes bíblicos que ya hemos visto, parece
que la frase: «Te he conocido por tu nombre», en este con-
texto, realmente significa: «Sé quién eres».
Un ejemplo interesante del uso de «nombre» se encuen-
tra en Hechos 2: 21: «Y todo aquel que invoque el nombre
del Señor, será salvo». ¿Somos salvos por el nombre o por
la persona cuyo nombre es Jesús? Además, consideremos
Hechos 21: 13: «¿Qué hacéis llorando y quebrantándome
el corazón?, pues yo estoy dispuesto no solo a ser atado, sino
también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús».
¿Estaba Pablo dispuesto a morir por el nombre o por la per-
sona de Jesús?
Está claro que, tal y como se expresa en las Escrituras, los
nombres tienen un significado muy diferente en la cultura
hebrea que en muchas culturas modernas, especialmente
la occidental. ¿Es posible que el tercer mandamiento no se
refiera realmente a la forma en que debemos usar el nombre
de Dios, sino a él como persona y a quién es él? En ese caso,
¿qué significaría referirse a Dios, como persona, en vano?
¿Qué es un nombre?
En la Biblia, los nombres tenían un significado. Un
nombre podía reflejar el carácter, la personalidad, la repu-
tación o la autoridad. Los nombres bíblicos también podían
conmemorar acontecimientos y sentimientos.
abril-junio 2023 11
 ARTÍCULO
Por ejemplo, «a su mujer Adán le puso por nombre
Eva, por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes» (Gén.
3: 20). «Tu nombre será Abraham, porque te he puesto por
padre de muchedumbre de gentes» (Gén. 17: 5). «Entonces
el hombre dijo: “Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque
has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”»
(Gén. 32: 28). En cada caso, el nombre tenía un significado
concreto.
Otros dos pasajes ilustran este punto. «Descendió Jehová
en la nube y permaneció allí junto a él; y él proclamó el nom-
bre de Jehová. Jehová pasó por delante de él y exclamó:
“¡Jehová! ¡Jehová! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo
para la ira y grande en misericordia y verdad, que guarda
misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión
y el pecado, pero que de ningún modo tendrá por inocente
al malvado; que castiga la maldad de los padres en los hijos
y en los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”»
(Éxo. 34: 5-7). El pasaje comienza diciendo que el Señor pro-
clamó su propio nombre, pero ¿cómo proclamó su nombre?
butos. Es decir, describió quién es él.
a
No dijo: «Mi nombre es Jehová», «Mi nombre es El Elyon» o
«Mi nombre es El Shaddai». No, en cambio, proclamó sus atri-
Una idea similar se expresa en varios pasajes del Nuevo
Testamento. «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y
el
le pondrás por nombre Emanuel (que significa: “Dios con
nosotros”)» (Mat. 1: 23). A veces, no se proporciona ningún
nombre, sino solo atributos que describen el carácter de
aquel del que se habla. Otras veces, se da un nombre personal
que tiene un significado específico. Puede traducirse en
ra
algo que representa el carácter o los atributos de quien se
habla. En algunas circunstancias, un acontecimiento en la
vida de alguien provocaría un cambio de nombre, como fue
el caso de Jacob. Otro ejemplo está en el libro de Daniel, donde
los cuatro jóvenes, después de ser llevados cautivos, recibieron
Pa
cada uno nombre nuevo. Finalmente, el Apocalipsis menciona
que recibiremos un nombre nuevo en el cielo.
Profanar el nombre de Dios
La Biblia tiene muchos ejemplos de cómo el pueblo de
Dios representa mal a Dios. Podría decirse que más de la
mitad de la historia escrita del pueblo judío durante la época
del Antiguo Testamento constituye una violación del tercer
mandamiento. De hecho, las Escrituras parecen confirman
esta afirmación cuando declaran: «Por tanto, di a la casa de
Israel: “Así ha dicho Jehová, el Señor: ‘No lo hago por voso-
tros, casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual
12 Anciano n 111
o
profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis
llegado. Santificaré mi gran nombre, profanado entre las
naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas. Y
sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová, el Señor,
cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos’”»
(Eze. 36: 22, 23). Dado que el pueblo judío de aquella época
tenía un profundo respeto por el nombre de Jehová, parece
que la profanación del nombre de Dios a la que se refiere
Ezequiel tenía que ver con su estilo de vida.
or
La interpretación del texto de Ezequiel se confirma por
una declaración de Pablo: «Tú que predicas que no se ha de
robar, ¿robas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adul-
teras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú
que te jactas de la Ley, ¿con infracción de la Ley deshonras
ut
a Dios?, pues, como está escrito: “El nombre de Dios es blasfemado
entre los gentiles por causa de vosotros”» (Rom. 2: 21-24,
la cursiva es nuestra). Sin lugar a duda, la razón por la que
Pablo los está corrigiendo no es por exclamar: «Jehová,
Jehová», sino por sus robos y adulterios. La naturaleza de la
blasfemia del nombre de Dios en este pasaje tiene que ver con
el estilo de vida hipócrita del pueblo de Dios.
El desafío
De este modo, cuando los hebreos que se reunieron
junto al monte Sinaí oyeron a Dios pronunciar el tercer man-
damiento, lo entendieron como: «No representarás falsa-
mente al Señor tu Dios». Tal entendimiento parece coherente
con el uso de los términos hebreos shem [nombre] y shav
[falso/vano] y tiene un significado mucho más profundo que
un mero uso descuidado de las palabras. Desafía al pueblo
de Dios a vivir diariamente para glorificar su nombre.
Jesús dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos»
(Juan 14: 15). Como cristianos, llevamos el nombre de Jesús.
Somos sus discípulos en la medida en que seguimos lo que
él dice. Juan declaró: «En esto sabemos que nosotros lo cono-
cemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: “Yo lo
conozco”, pero no guarda sus mandamientos, el tal es men-
tiroso y la verdad no está en él» (1 Juan 2: 3-4). A lo largo de
nuestras vidas, honramos su nombre siguiendo los precep-
tos de su Palabra o tergiversamos su nombre y su carácter
a través de nuestras palabras y acciones. De este modo, profa-
nar el nombre de Dios resulta en la violación del tercer man-
damiento. Vivir una vida apegada a la Palabra de Dios traerá
como resultado que la gente glorifique a nuestro Padre celestial.
Solo hay dos caminos, ¿cuál elegirá usted?
 ARTÍCULO

Lowell C. Cooper, ya jubilado, sirvió como vicepresidente de la Asociación

General. Actualmente vive con su esposa, Rae Lee, en Kennewick,
Washington, Estados Unidos.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org

Cómo resolver

or
los conflictos

ut
entre el pastor
a y el anciano
LOWELL C. COOPER
el

E
l pastor I. M. Eger había llegado a su nueva
iglesia, una congregación de 225 miembros en
una ciudad de más de quinientas mil personas.
ra

Había servido durante siete años en su iglesia

anterior, ahora serviría en un nuevo lugar don-
de sus hijos podrían asistir a un colegio adven-
tista. Estaba entusiasmado y abierto a nuevas ideas.
La nueva iglesia del pastor Eger llevaba casi un año sin
Pa

pastor. Durante ese tiempo, el primer anciano, Ben Wright,

había realizado un excelente trabajo. Los servicios se llevaron
a cabo con normalidad, los fondos se administraron ade-
cuadamente y la asistencia era baja pero estable. A Ben le
gusta el orden, prever las cosas, es un hombre tradicional y
sistemático en todo lo que hace.
Por otro lado, el pastor Eger ha llegado con una serie de
nuevas ideas que traerán cambios significativos en varios as-
pectos de la vida de la iglesia. Habría cambios en los servicios
de adoración y, adicional a estos, se serviría un refrigerio an-
tes y después del culto. Los cambios produjeron un conflicto
entre Ben Wright y el pastor Eger. En las siguientes líneas
consideraremos seis recomendaciones que podemos llevar a
cabo de forma individual o en conjunto para resolver este
tipo de conflictos.

abril-junio 2023 13
 ARTÍCULO
1. Reconozca que el conflicto
puede ser beneficioso
Casi siempre vemos el conflicto como algo negativo, como
un atentado contra nuestra paz y nuestras relaciones inter-
personales, una amenaza para el progreso que nos desvía de la
misión. Sin embargo, un conflicto podría ser provechoso para
ayudar a la iglesia y a sus miembros a adaptarse a los cambios.
Usar estrategias saludables en la resolución de conflictos per-
mitirá explorar distintas formas de pensar y actuar.
Los dirigentes deben reconocer que los conflictos son in-
evitables. Deberían dedicar menor tiempo lamentándose por
ello y más tiempo desarrollando principios prácticos sobre la
resolución de conflictos. El cambio es una realidad constante
en la vida, incluso en la iglesia local. Los distintos puntos de
vista pueden aportar nuevas ideas y nuevas formas de hacer
las cosas.
La pandemia del COVID-19 introdujo muchos cambios
no deseados en los cultos y en nuestra forma de hacer iglesia.
El desafío de tener que lidiar con estos cambios dio lugar a
tancias especiales.
a
formas creativas de mantener la vida de la iglesia bajo circuns-
2. Examine sus intereses en el conflicto
La pregunta clave es si yo soy el causante del conflicto o
el
se debe a otros factores. ¿Me siento amenazado, desplazado,
ignorado, criticado o enfrentado? ¿El conflicto se centra en
mi percepción, mis necesidades, mis metas, mis opiniones
y mi poder? Si es así, debería reevaluar la situación y dejar
de ser el centro de atención. No debería hacer del conflicto
algo más grande de lo que realmente es. Debería reflexionar
ra
en las siguientes preguntas: ¿Cómo afecta esto a la misión de
la iglesia? ¿Hay algún principio bíblico en juego? ¿Se
trata de lo correcto o incorrecto, o de diferencias
que surgen de puntos de vista personales o
de preferencia?
Pa
14 Anciano n 111
o
No todas las diferencias entran en el renglón de lo correcto
o incorrecto. Muchas veces son solo diferencias. No todas las
flores son del mismo color. Al ser pulsada por el mecanismo
de las teclas y los macillos, cada cuerda del piano emite una
nota distinta. No obstante, distintos tipos de flores y de notas
del piano pueden añadir profundidad y variedad a un arreglo
floral o a una pieza musical.
3. Sea prudente y discreto
a la hora de lidiar con el conflicto
or
El principio bíblico expresado en Mateo 18: 15-17 para
situaciones en las que alguien nos ha hecho mal también se
aplica a los desacuerdos, aun cuando no se haya cometido
ninguna falta. Lidiar con el conflicto es una señal de madurez,
en lugar de evitarlo o de presentarlo a los demás más grande
ut
de lo que es en un esfuerzo por ponerlos de nuestro lado. Sea
prudente y confidencial, manteniendo sus emociones bajo
control. Recuerde que el conflicto puede provocar a ira, en
cuyo caso necesitará mantener la calma.
Necesita estar seguro de que entiende la naturaleza del
conflicto. ¿Realmente se trata de un conflicto entre el bien y
el mal? Hacer las cosas de forma diferente, ¿traería consecuen-
cias negativas a la iglesia? Cuando comprenda la causa del
conflicto, ¿estará preparado para esperar lo mejor de la otra per-
sona? ¿Ha tratado de comprender correctamente el punto de
vista de la otra persona?
Meditar en estas preguntas lo prepara para la siguiente fase
en la resolución del conflicto: hablar directamente con la per-
sona con la que tiene el conflicto. Debe expresar sus senti-
mientos con honestidad, decir la verdad con respeto, hablar
de cosas concretas en lugar de generalidades y abstenerse de
atacar a la otra persona. Debe estar dispuesto a aceptar su
responsabilidad por errores cometidos o por malentendidos
que han contribuido al conflicto.
4. Investigue: No culpe ni acuse
Las conversaciones que buscan culpar al otro llevan a
comportamientos agresivos o defensivos. En lugar de recurrir
a acusaciones es mucho mejor realizar preguntas o afirmaciones
 ARTÍCULO

en primera persona a nuestro interlocutor. Por ejemplo:
«¿Podrías ayudarme a entender mejor lo que quisiste decir
cuando afirmaste...?»; «me siento un tanto molesto por tus
planes de...»; «¿podríamos hablar acerca de cómo esto podría
afectar otros aspectos de nuestra iglesia?».
Hay una gran diferencia entre explicar y culpar. Formular
preguntas y dar explicaciones permite que el enfoque se man-
tenga en el problema a resolver. Acusar y culpar a otros des-
plazan la atención del problema a la persona, lo que usual-
mente produce resultados insatisfactorios. El objetivo de la
para el progreso. No es necesario que estemos de acuerdo
en todo, pero podemos aprender a vivir bajo la premisa del
apoyo y el respeto mutuo.
Conclusión
Los conflictos interpersonales son circunstancias coti-
dianas que involucran a familias y organizaciones. La Biblia
ofrece numerosos ejemplos de conflictos: Moisés, Aarón y
María (Núm. 12); los discípulos de Jesús (Mar. 10: 35-41);
Pablo y Bernabé (Hech. 15: 36-41); las iglesias de Éfeso

resolución de conflictos es lidiar con las ideas y los puntos de
vista en lugar de atacar a las personas.
5. Esté dispuesto a negociar
En grupos grandes rara vez es posible complacer a todos.
or
(Hech. 20: 29-30); y Corinto (1 Cor. 3); Evodia y Síntique
(Fil. 4: 2-3); y Pedro y Pablo (Gál. 2: 11). Un conflicto
puede hacer avanzar u obstaculizar las relaciones y la mi-
sión de la iglesia. La forma de gestionar un conflicto es lo
más importante para determinar si el resultado es benefi-

Las buenas decisiones no siempre llegan a un consenso. La
resolución de los conflictos interpersonales suele requerir
que ambas partes del conflicto demuestren cierta flexibilidad.
Insistir en nuestras propuestas y querer imponernos a cual-
quier costo sienta las bases para otro conflicto en el futuro.
ut
cioso o perjudicial.
Hay ocasiones en las que la intervención externa puede
ser necesaria para ayudar a resolver las diferencias. En el
caso del Pastor I. M. Eger y el primer anciano Ben Wright

a
Quienes están en desacuerdo pueden encontrar puntos en
común para desarrollar su relación en el futuro.
El apóstol Pablo instó a dos mujeres a que «se pongan de
acuerdo en el Señor» (Fil. 4: 2-3, NVI). No identificó a una
sería conveniente que ambos presenten a la junta de
la iglesia las ventajas y desventajas de hacer cambios signi-
ficativos en la programación de la iglesia. Cualquiera que sea
su curso de acción, necesitan someterse al señorío de Jesús,
amarse y respetarse mutuamente como hijos de Dios y
el
como la ganadora y a la otra como la perdedora. Por el con- comprometerse con la misión de Dios en su comunidad.
trario, apeló a que no se enfocaran en sus diferencias, sino en
el compromiso que tenían con Jesucristo. Este fundamento
común las habilitaría para tratar los otros problemas.
Hacer acuerdos no es sinónimo de comprometer los prin-
cipios. Al contrario, significa que estoy dispuesto a reconocer
ra

y aceptar algunas de las ideas o inquietudes de la otra persona.

6. Aprendan a avanzar juntos

La resolución del conflicto debe enfocarse en lo que se
alcanzará en el futuro y cómo será diferente al pasado. No
Pa

se debe albergar rencor hacia el otro. En cambio, todas las

partes implicadas deben estar dispuestas a dejar sus diferen-
cias atrás. La preocupación por el pasado es un gran obstáculo

abril-junio 2023 15
 or
a ut
el
ra
Pa

¿Es posible
ser feliz
en un mundo incierto?
 or
a ut
el
ra

Saber vivir presenta, de una manera

clara y sin pretensiones, las claves
para aprender a vivir mejor
Pa

y alcanzar una felicidad duradera.

Disponible en su librería
IADPA más cercana.
 Josney Rodríguez es el secretario ministerial de la División Interamericana.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org
Cuestión de enfoque
a ut
el
E
ra
l enfoque de una persona es lo que a menu-
do determina los resultados que obtiene en
la vida. Sin dudas, lo mismo sucede en el
ámbito del liderazgo. Contar con un enfoque
correcto puede llevarte como dirigente a un
Pa
liderazgo más efectivo o arruinar tu ministerio
por completo. Ahora bien, el enfoque de una
persona a menudo responde a una de dos metas que caracte-
rizan la naturaleza del ser humano. Por naturaleza, los seres
humanos:
● Procuramos por todos los medios posibles evitar el dolor.
● Procuramos por todos los medios posibles alcanzar la
felicidad
Estas dos intenciones parecieran ser las dos caras de una
misma moneda, pero en realidad no es así. Por un lado, tene-
mos «evitar perder» mientras que por el otro tenemos
«querer ganar». El primer enfoque es producto del miedo, el
otro es el resultado de la fe y el amor. El primer enfoque pro-
cura el fortalecimiento, el otro el crecimiento. Uno juega a la
defensiva, el otro a la ofensiva. El primero desea quitar la de-
presión, otro conseguir la plena felicidad. ¿Cuál escogerás tú?
18 Anciano n 111
o
or
JOSNEY RODRÍGUEZ
Antes de continuar quisiera hacer una acotación al margen.
El hecho de que «evitar el dolor» sea producto del miedo no
necesariamente significa que hemos de rechazar el primer en-
foque y abrazar el segundo, recuerda que el miedo es un me-
canismo que Dios colocó en nuestro cuerpo para reconocer
y protegernos del peligro. Una persona que no experimente
miedo se verá a menudo en situaciones que ponen en peligro
su vida ¡y ni siquiera lo notará!
Un estilo de liderazgo basado en evitar el dolor estará
principalmente enfocado en eliminar todos aquellos aspec-
tos que afectan a la organización o a sus integrantes. ¿Es esto
bueno? ¡Por supuesto! Este enfoque se parece a la estrategia
que implementa el entrenador en un partido de fútbol, pues
todas las acciones giran en torno a impedir que los contrarios
anoten goles en su arquería. De allí que este tipo de liderazgo
se centra en corregir, suplir, mejorar y fortalecer lo que somos.
Sin embargo, esto es solamente «un pan medio horneado». La
única pregunta que responde es cómo nos protegemos ante
las amenazas, pero no se avanza mucho a partir de allí.
La Escritura presenta una historia que ilustra este tipo de
liderazgo en Josué 9. Los gabaonitas sabían que los israelitas

los destruirían fácilmente, así que diseñaron un plan de super-
vivencia, un plan puramente defensivo. Como resultado de la
ejecución del plan terminaron siendo, leñadores y aguateros del
pueblo de Israel. Cuando Babilonia estaba por invadir a Judá, el
rey Ezequías hizo un acuerdo con Egipto, dándole dinero a
cambio de protección. El objetivo era evitar la invasión babiló-
nica, pero a cambio, Judá se convertiría en un estado vasallo de
Egipto. Como podemos ver, cuando la toma de decisiones se
centra en evitar el dolor, aunque a menudo se soluciona el pro-
blema, al mismo tiempo se suelen crear otros.
En este sentido, suplir lo que nos falta, no significa alcan-
zar lo que queremos. Defendernos, no nos mueve hacia ade-
lante, solo nos mantiene temporalmente en la posición donde
estamos. Si transportamos esta forma de pensar al liderazgo
tenemos como resultado un liderazgo de supervivencia.
Por otro lado, el otro enfoque del liderazgo consiste en
avanzar, en tomar la iniciativa, en crear, en crecer, en hacer
caso omiso, en algunas circunstancias, de las necedades o
debilidades. Retomando las metáforas deportivas, es como si
dijéramos que «la mejor defensa es una buena ofensiva». No
obstante, este tipo de liderazgo que persigue lograr el éxito
a
a toda costa también tiene sus debilidades. En 1 Samuel 14 fue
esta mentalidad la que condujo Saúl a hacer un juramento
apresurado y poner a sus soldados en aprieto, al prohibir que
los soldados comieran antes de haber terminado la batalla.
Esta decisión apresurada de Saúl, que procuraba motivar al
el
ejército a acelerar la victoria, casi le costó la vida a Jonatán.
Una mentalidad que solo piensa en crecer y vencer «a
como dé lugar» también puede ser riesgosa, pues a menudo
se olvida de «lo más importante de la Ley: la justicia, la mi-
sericordia y la fe» (Mateo 23: 23).
ra
Un libro
Pa
muy completo
y útil para
la iglesia.
Alberto R. Timm nos presenta la importancia que tienen las doctrinas
del Santuario y el mensaje de los tres ángeles para el cristiano de hoy.
ARTÍCULO
Llegados a este punto, es posible que sientas que cada
uno de estos enfoques de liderazgo es importante y tiene su
lugar. Enfatizar uno mientras se descuida el otro puede traer
pasividad o parálisis en el primer caso y crecimiento insos-
tenible en el segundo. Aunque es posible que uno de los dos
enfoques se acople mejor a tu personalidad, lo mejor para la
iglesia y para tu liderazgo como anciano es lograr un equili-
brio entre ambos.
Al considerar el enfoque correcto Jesús es el mejor ejemplo
para nosotros. Él dedicó tres años y medio a fortalecer el
equipo de pescadores e iletrados que conformaban los após-
or
toles, les evitó muchas situaciones para las que aún no estaban
preparados y se tomó el tiempo necesario para enseñarles todo
lo que pudo. También, en su forma de lidiar con los fariseos y
escribas fue, por lo general, pasivo y reactivo. No buscó el
conflicto con los dirigentes de su época, pero siempre que
ut
ellos le tendieron trampas o le llevaron preguntas capciosas
destinadas a dañarlo, él siempre les contestó y puso en eviden-
cia sus intenciones maliciosas y doble moral.
Por otro lado, Jesús también mostró un enfoque proactivo
enfocado en «ganar a toda costa», de hecho, su victoria le
costó la vida misma. A pesar de ello Jesús «por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12: 2).
Al decidir cuál será el enfoque que determinará tu estilo
de liderazgo, recuerda tomar en cuenta las necesidades de tu
congregación, tu personalidad y el equilibrio necesario que
todo cristiano debe tener. Estoy seguro de que Dios te ayu-
dará a tomar la decisión más adecuada y que resulte en ma-
yor bendición para la iglesia.
Adquiéralo en su librería IADPA más cercana.
abril-junio 2023 19
 Joel Benítez es pastor distrital en la Asociación Venezolana
de Los Llanos Occidentales.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org

Amor
que no se apaga

or
JOEL BENÍTEZ

P ut
ocas historias de amor son tan conocidas como hermosa eres y cuán suave, oh amor deleitoso!» (Cant. 7: 6).
la novela de Skakespeare titulada Romeo y Del mismo modo, la sunamita alaba las virtudes de Salomón:
Julieta. Estos jóvenes eran descendientes de «Mi amado es blanco y sonrosado, distinguido entre diez
dos familias, los Montesco y los Capuleto, que mil; su cabeza es oro fino; sus cabellos crespos, negros como el
habían sostenido conflictos durante largo cuervo» (Cant. 10: 11). Cantares no solo reboza de palabras

a
tiempo y no aceptarían en ninguna circuns-
tancia esta relación. A pesar de las adverten-
cias, los jóvenes enamorados deciden casarse en secreto,
pero los conflictos familiares solo parecen empeorar. «Julieta
decide tomar una pócima que le paraliza sus funciones vitales,
de afirmación, sino que parece exento de reproches.
Siempre que nuestras palabras de afirmación sean since-
ras producirán un efecto positivo en nuestras relaciones in-
terpersonales. Es posible que consideremos que es nuestro
el
deber decir la verdad sin reservas, pero incluso al decir la
haciendo creer que está muerta, pero esto es únicamente un verdad debemos expresarla con amor. En este sentido, Elena
montaje. Solo duerme, y cuando despierte podrá unirse con G. de White señala lo siguiente: «Jesús no suprimía una pala-
su amado Romeo. El joven no conocía de este plan, y cuando bra de la verdad, pero siempre la expresaba con amor. En su
la ve pensó que su amada se había ido al viaje que no tiene trato con la gente hablaba con el mayor tacto, afabilidad y
regreso. Lleno de angustia y de pena, Romeo determina se- compasiva solidaridad. Nunca fue rudo ni pronunció inne-
guirle los pasos y se suicida. Luego, cuando Julieta despierta cesariamente una palabra severa, ni ocasionó innecesaria-
ra

de su sueño, al conocer el destino que ha tenido su amado, mente dolor a ningún alma sensible. No censuraba la debi-
también se suicida».1 lidad humana. Decía la verdad, pero siempre con cariño».3 El
Gracias a Dios no todas las historias de amor terminan de
ejemplo de Jesús nos muestra que podemos ser veraces sin dejar
esta manera, y en las Escrituras encontramos relatos de amor
de ser compasivos.
verdadero que, a su vez, ilustran el amor de Cristo por su igle-
El filósofo Sócrates acostumbraba a examinar las palabras
Pa

sia y la confraternidad de los hermanos de la fe. Ejemplo de

esto es el Cantar de los Cantares, que nos presenta lecciones
importantes de cómo dar amor a los demás. Por tanto, a fin
de tener relaciones interpersonales saludables, no del tipo
Montesco-Capuleto o el fatídico desenlace de Romeo y Julieta,
prestemos atención a las enseñanzas del libro de Cantares
sobre cómo mejorar nuestras relaciones interpersonales.2
Palabras de afirmación
Con solo echar un vistazo al Cantar de los Cantares, des-
cubrimos que está repleto de palabras de afirmación: expre-
siones de ánimo, afecto, felicitación, aprobación o amabilidad
de uno hacia el otro. Salomón dedica tiempo especial a resaltar
las virtudes de la sunamita: «Como el lirio entre los espinos
es mi amada entre las jóvenes» (Cant. 2: 2); «¡Qué hermosa
eres, amada mía, qué hermosa eres!» (Cat. 4: 1); «¡Qué
a la luz de tres filtros que se resumen en las siguientes pre-
guntas: «¿Estás totalmente seguro de que lo que vas a decir
es cierto? ¿Es bueno lo que vas a decir? ¿Será útil?». De este
modo comprobaba la verdad, la bondad y la utilidad de sus
palabras y de los demás, lo cual nos haría bien también a los
cristianos. Además, las Sagradas Escrituras aconsejan evitar
el chisme (Lev. 19: 16). ¿Crees que como cristianos debería-
mos expresar más palabras de afirmación a la vez que elimi-
namos el chisme y los reproches?
Tiempo de calidad
¿Alguna vez has permanecido en un funeral durante
horas solo para brindar apoyo emocional a un amigo que ha
perdido a un ser querido? Lo más probable es que tu amigo
nunca olvide el apoyo brindado. Tal vez no sabías qué decir

20 Anciano n 111
o
 SERMÓN

o cómo actuar, pero tu presencia fue suficiente para mostrar
cuánto amabas a tu amigo: a esto llamamos tiempo de calidad.
El tiempo de calidad es el tiempo que dedicamos a otra per-
sona sin interrupciones, sin móviles, prestándoles el cien
por ciento de nuestra atención. Ponemos nuestras obligacio-
nes a un lado para reconectarnos con las personas que que-
remos.
En cierta ocasión, la sunamita dijo a Salomón: «Ven, amado
mío, salgamos al campo, pasemos la noche en las aldeas a ver
si brotan las vides, si ya están en cierne, si han florecido los
amor, ni pueden tampoco sofocarlo los ríos. Si por el amor
diera el hombre todos los bienes de su casa, ciertamente
sería despreciado» (Cant. 8: 7, RVC).
Si tomamos la determinación de expresar palabras de
afirmación y dedicar tiempo de calidad a nuestras relaciones
interpersonales, incluidos nuestros hermanos de iglesia,
estaremos en el mejor camino para tener iglesias llenas de
amor. En palabras de Jesús: «El amor que tengan unos por
otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípu-
los» (Juan 13: 35, NTV).

granados» (Cant. 7: 11). Sin lugar a duda esta pareja disfru-
taba dedicándose tiempo el uno al otro, a pesar de las muchas
responsabilidades del rey Salomón. De la misma manera
vemos a Jesús en los Evangelios yendo a comer a la casa de
Lázaro (Luc. 10: 38-42) o retirándose a compartir con los dis-
or
1. Mike Tucker, Enamórate bien (Doral, FL: IADPA, 2009), pp. 8-9.
2. En los párrafos siguientes se estudian dos de los cinco lenguajes del amor
(palabras de afirmación y tiempo de calidad). Para un estudio más detallado,
véase Gary Chapman, Los cinco lenguajes del amor: Cómo expresar devoción
sincera a su cónyuge (Miami, FL: Unilit, 1996).

ut
cípulos (Mar. 6: 31). Podemos hacer mucho bien si dedi- 3. Elena G. de White, El camino a Cristo (Doral, FL: IADPA, 2015), pp. 17-18.
camos tiempo a compartir como hermanos, y así gozar de la
bendición de Dios: «Porque donde están dos o tres congre-
gados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mat.
18: 20).

a
Tal vez durante la semana estemos inmersos en el trabajo,
los estudios o cualquier otro compromiso, pero Dios ha
apartado un día especial para estar con nosotros. ¿Hemos hecho
provisión para encontrarnos con Dios y con los hermanos
el
durante el sábado? Tal vez podríamos brindar ayuda comu-
nitaria, visitar a los enfermos, comer juntos o despedir el
sábado como iglesia. Esta es otra forma de manifestar amor
los unos por los otros. ¿Te gustaría hacer planes para dedicar
tiempo de calidad con Dios, con tus hermanos y familia?
Tengo la seguridad de que Dios bendecirá tus esfuerzos en
ra

ese sentido.

Conclusión
Una de las características de nuestro tiempo es la falta
Pa

de amor: «Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de

muchos se enfriará» (Mat. 24: 12). Por supuesto, esto no in-
cluye a los que perseveren hasta el fin (ver Mat. 24: 13), por-
que «el amor nunca deja de ser» (1 Cor. 13: 8), o como lo
expresara Salomón: «Las muchas aguas no pueden apagar el

abril-junio 2023 21
 Luis Paredes es el secretario ministerial de la Unión Venezolana Oriental.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org

La delicia
de tus ojos

or
LUIS PAREDES

ut
Texto: Ezequiel 24: 15-27

L
uego de examinar el historial médico de más de
cinco mil pacientes, los siquiatras Thomas Holmes

a y Richard Rahe llegaron a la conclusión de que algu-

nos acontecimientos estresantes tenían relación di-
recta con muchas de las enfermedades.1 Fue enton-
ces cuando crearon la escala del estrés psicosocial, donde cero
el
implicaba la ausencia de estrés, mientras que cien representaba
el mayor estrés posible.
Solo mencionaré algunos ejemplos. Según esta escala, un
cambio en nuestros hábitos alimenticios representa quince pun-
tos de estrés; mudarnos a otro lugar, veinte; tener problemas con
nuestro jefe, veintitrés; problemas legales, veintinueve; un em-
ra

barazo, cuarenta; y caer en prisión, sesenta y tres puntos de es-

trés. Quizá a estas alturas te preguntes, ¿qué suceso sería tan
adverso para representar cien puntos de estrés? Según Holmes
y Rahe, este acontecimiento catastrófico estaría representado
por la muerte de nuestro cónyuge. Y eso fue precisamente lo
Pa

que le aconteció al profeta Ezequiel.

Una muerte inesperada

Dios le dijo a Ezequiel: «Hijo de hombre, he aquí que yo te
quito de golpe la delicia de tus ojos; no hagas lamentación ni
llores ni corran tus lágrimas» (Eze. 24: 15). El cumplimiento de
esta profecía fue inminente, Ezequiel testifica: «Hablé al pueblo
por la mañana, y a la tarde murió mi mujer; y a la mañana hice
como me fue mandado» (Eze. 24: 16).
Entonces cuando el pueblo preguntó por el significado de
estas cosas, el profeta contestó: «La palabra de Jehová vino a mí,
diciendo: “Di a la casa de Israel que así ha dicho Jehová, el Señor:
‘He aquí yo profano mi santuario, la gloria de vuestro poderío, la
delicia de vuestros ojos y la pasión de vuestras almas. Vuestros

22 Anciano n 111
o

hijos y vuestras hijas que dejasteis, caerán a espada […] no ha-
réis lamentación ni lloraréis, sino que os consumiréis a causa de
vuestras maldades, y gemiréis unos con otros. […] cuando esto
ocurra, sabréis que yo soy Jehová, el Señor’”» (vers. 18-24).
Dios usó la tragedia del profeta para enviar un mensaje a su
pueblo. A primera vista, podríamos pensar que Dios fue dema-
siado duro con el profeta, pero si consideramos (como creen
algunos estudiosos) que posiblemente la esposa de Ezequiel
padecía desde hacía ya algún tiempo de una enfermedad que
la llevaría a la muerte, comprenderemos que Dios no fue el
causante de este sufrimiento, pero lo utilizó para ilustrar sus jui-
cios contra Judá.
Ezequiel explicó a los exiliados de Judá que la muerte de su
esposa simbolizaba la destrucción del templo en Jerusalén por
los babilonios: «He aquí yo profano mi santuario, la gloria de
vuestro poderío, la delicia de vuestros ojos y la pasión de vues-
tras almas» (vers. 21). Esta experiencia del profeta y del pueblo
de Judá nos enseñan algunas lecciones relevantes.
Los cristianos no somos inmunes
al sufrimiento
a
La experiencia de Ezequiel muestra que los que servimos a
Dios también estamos expuestos al sufrimiento y la desgracia.
Sin lugar a duda los hijos de Dios somos blanco de constantes
el
ataques del enemigo por destruirnos. Si bien es cierto que en
algún momento todos en esta vida enfrentamos adversidad, a
veces parece que el pueblo de Dios está siendo probado cons-
tantemente. El mismo apóstol Pablo señaló: «Todos los que
quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecu-
ra
ción» (2 Tim. 3: 12).
Lo cierto es que cuando la muerte nos sorprende resulta
muy fácil culpar a Dios. Pero la realidad es que Satanás está
detrás de todo el sufrimiento, dolor, enfermedad, tragedia y
muerte en este mundo. Esto lo demuestra la experiencia del pa-
Pa
triarca Job. Ahora bien, cuando el enemigo produce dolor en el
corazón humano, Dios puede hacer que la tristeza redunde en
nuestro beneficio. Dios, siempre puede sacar algo bueno de la
tragedia. Palabras sabias son las del siquiatra austriaco Víctor
Frankl: «Si no está en tus manos cambiar una situación que
te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la
que afrontes ese sufrimiento». Por esa razón debemos con-
fiar en el Señor, seguir creyendo y mantenernos fieles, así como
lo hizo el profeta.
La verdadera delicia de nuestros ojos
Este pasaje nos brinda otra lección importante: cada cris-
tiano debe tener un enfoque correcto de lo que constituye
nuestra «verdadera delicia». Considera por un momento: los
judíos se habían apartado de Dios para ir en pos de los ídolos,
SERMÓN
pero a la vez se gloriaban del templo de Jerusalén. El edificio, y
no lo que este representaba, se había convertido en «su delicia».
Rafael Porter señala que
«el pueblo había olvidado la grandeza y gloria
de Jehová, el Dios Altísimo del universo a quien
ellos pertenecían. Se enorgullecían y confia-
ban en el templo de Dios, pero habían deja-
do de seguir al Dios del templo. Por lo tanto, él
abandonó el santuario también. Pero ellos ni
se dieron cuenta del cambio. Siguieron vivien-
or
do de la misma manera. Por lo tanto, el Señor
tuvo que intervenir y juzgar a su pueblo. Al
final, destruyó la ciudad y los llevó al cautiverio.
Las consecuencias del pecado fueron muerte
y destrucción».2
ut
Hoy resulta pertinente preguntarnos: ¿Cuál es nuestra
«delicia»? Lamentablemente, para muchos su mayor delicia
se encuentra en un edificio, como el templo en tiempos de
Ezequiel. Los seres humanos tendemos a enfocarnos en que
podemos ver aquí y ahora, olvidando que nuestra relación con
Dios es lo más importante.
Por lo tanto, Dios a veces permite que experimentemos
ciertas circunstancias para que lleguemos comprender qué es
lo más importante. Eso fue lo que quiso mostrar a los judíos de
antaño por medio de la destrucción del templo. La «delicia»
de nuestros ojos no debería de ser un edificio consagrado a la
adoración, nuestros talentos o el estatus que hayamos logrado,
sino el gran Dios y Salvador al que adoramos. Precisamente
este es el enfoque de la visión del profeta: «Cuando esto ocurra,
sabréis que yo soy Jehová, el Señor» (vers. 24). Dios espera
que reconozcamos que él es el Señor, él es nuestro «deleite».
Conclusión
La visión que antaño recibiera el profeta es igualmente
válida para nosotros. Hoy es un buen momento para exami-
narnos a nosotros mismos y permitir que el Espíritu Santo
transforme nuestras vidas. Solo él puede señalar los detalles
que nos separan de su bendición o indicarnos si alguna cosa
pudiera competir con el lugar que él debería tener como «deli-
cia de nuestros ojos». Es hora de contemplar a «Jesús, el autor
y consumador de la fe» (Heb. 12: 2). Digamos con el salmista:
«Alza sobre nosotros, Jehová, la luz de tu rostro» (Sal. 4: 6).
Que nuestra mayor delicia sea contemplar la gloria de Dios y
someternos al señorío de Jesucristo. ¡Amén!
1. Ronald W. Maris, Suicidology: A Comprehensive Biopsychosocial Perspective
(Nueva York: Guilford), p. 125.
2. Rafael Porter, Estudios bíblicos ELA: Y sabrán quién soy yo - Ezequiel (Puebla,
México: Ediciones Las Américas, 1986) p. 77.
abril-junio 2023 23
 Frank Sonny Arias Thorp es pastor en la Asociación Occidental Panameña.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org

Él conoce,
él acompaña,
él intercede

or
FRANK SONNY ARIAS THORP

ut
«Me volví para ver la voz que hablaba conmigo. Y vuelto,
vi siete candelabros de oro, y en medio de los siete cande-
labros a uno semejante al Hijo del hombre, vestido de una ropa
que llegaba hasta los pies, y tenía el pecho ceñido con un
cinto de oro» (Apocalipsis 1: 12-13).

a
U
n sábado, aproximadamente en el año
el
95 d. C., un hombre llamado Juan se
encontraba exiliado en una isla rocosa
llamada Patmos a causa de la Palabra
de Dios y el testimonio de Jesucristo
(Apocalipis 1: 9). Aunque estaba desterra-
do, solitario y anciano, Juan tenía una esperanza que se
ra

vería fortalecida mediante el mensaje que recibiría de par-

te de Dios. Dicha revelación no solo alentaría al anciano após-
tol, sino que reforzaría la fe de las siete iglesias de Asia me-
nor e impactaría la cristiandad de todos los tiempos.
De allí que uno de los primeros mensajes de Apocalipsis
Pa

nos recuerda que cuando los tiempos se vuelven difíciles

podemos tener la plena certeza de que Dios conoce a su igle-
sia, intercede por ella y la acompañará hasta el fin del mundo.
Veamos estos tres enunciados mientras estudiamos Apoca-
lipsis 1: 12-13.

Jesús conoce su iglesia

Apocalipsis 1: 12-13 presenta parte de la primera visión
que Juan tuvo, de forma más concreta lo primero que ve
Juan en esta revelación. Lo que observa en primera instan-
cia son siete candelabros de oro. Según el versículo 20, los
candelabros simbolizan las siete iglesias de Asia menor.
Dichas iglesias, además de ser literales y existir en los días de
Juan, también representan la historia de la iglesia en su

24 Anciano n 111
o

totalidad de manera universal. Comprendiendo lo anterior,
sería prudente analizar el mensaje que se le da a cada una
de las iglesias en los capítulos 2 y 3, prestando atención a
una frase que se repite en cada caso y que he resaltado a con-
tinuación:
Iglesia Mensaje
Éfeso «Yo conozco tus obras» (Apoc. 2: 2)
Esmirna «Yo conozco tus obras» (Apoc. 2: 9)
Pérgamo «Yo conozco tus obras» (Apoc. 2: 13)
Tiatira «Yo conozco tus obras» (Apoc. 2: 19)
Sardis «Yo conozco tus obras» (Apoc. 3: 1)
Filadelfia «Yo conozco tus obras» (Apoc. 3: 8)
Laodicea «Yo conozco tus obras» (Apoc. 3: 15)
Si bien es cierto que cada mensaje se caracteriza por ser
a
único de acuerdo con la situación real de cada iglesia, la frase
«yo conozco tus obras» se repite en cada mensaje.
Apreciado amigo, Jesús conoce a su iglesia, la ha conocido
siempre y no se le escapa ningún detalle. Él sabe cuáles son sus
el
necesidades y sabe cuáles son sus fortalezas. Conoce a la iglesia
de tal manera que se da cuenta de sus errores y entiende sus
luchas. Esta idea cobra relevancia cuando recordamos que, al
ser parte de su pueblo, el Señor también nos conoce. ¿Qué
provecho tiene que Jesús me conozca? Salmo 139: 1-2 nos
dice: «Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has cono-
ra
cido mi sentarme y mi levantarme. Has entendido desde lejos
mis pensamientos». Es en este punto donde el Rey del Uni-
verso se convierte en un Dios cercano y personal al que le
interesa todo lo relacionado con sus hijos. Él conoce desde lo
más trivial hasta lo más profundo y secreto de nuestras vidas.
Pa
Jesús acompaña a su iglesia
Lo segundo que Juan describe en los versículos 12 y 13 es
que ve «en medio de los siete candelabros a uno semejante al
Hijo del hombre». En Juan 5: 27 Jesús se identifica como el
«Hijo del hombre», un término tomado de la visión de Daniel 7.
Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión que Juan contempla
en visión al Jesús glorificado, dotado de autoridad y majestad
divina paseándose en medio de los siete candelabros de oro.
¡Qué gran consuelo para la iglesia de todos los tiempos! La
presencia de Jesús en medio de su iglesia es alentadora. Esta idea
se repite en Apocalipsis 2: 1, al presentar a Jesús como «el que
camina en medio de los siete candelabros de oro». La imagen
desea recordarnos que Jesús siempre ha acompañado a su
SERMÓN
pueblo, él siempre ha cumplido su promesa de despedida:
«Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»
(Mateo 28: 20).
Como pueblo de Dios recibimos gran alivio al saber que
Jesús nos acompaña en nuestro transitar por esta vida. Su pre-
sencia en medio de los siete candelabros de oro nos da la certeza
de que tenemos un compañero en nuestro peregrinar hacia el
cielo. El profeta Isaías transmite esta idea cuando escribe: «No
temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu
Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré
con la diestra de mi justicia» (Isaías 41: 10). Durante todo el
or
trayecto de la historia de nuestra iglesia y de tu vida, Dios siempre
ha deseado recordarte que te acompaña. ¡No estás solo!
Jesús intercede por su iglesia
Por último, es preciso prestar atención a un detalle inte-
ut
resante en lo que Juan ve. En Apocalipsis 1: 13, el vidente de
Patmos describe las vestiduras de Jesús de la siguiente ma-
nera: «Vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y tenía
el pecho ceñido con un cinto de oro». Las vestiduras descri-
tas hacen eco de las vestiduras sacerdotales de Éxodo 28: 4.
La función principal de un sacerdote consiste en interceder
en favor del pueblo. De manera que Juan nos está diciendo
no solo que Jesús conoce su iglesia, no solo la acompaña,
sino que también intercede por ella.
Hebreos 4: 15-16 nos recuerda que «no tenemos un
sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras de-
bilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiada-
mente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y ha-
llar gracia para el oportuno socorro».
Conclusión
Qué paz llega a nuestras vidas al saber que Jesús conoce
a su iglesia, la acompaña e intercede por ella. Estas tres ver-
dades alentaron la esperanza de Juan, reforzaron la con-
fianza de las siete iglesias de Asia menor y pueden también
llenar nuestros corazones en el presente.
Como iglesia contamos con la provisión de esta reve-
lación: «No tenemos nada que temer al futuro, a menos que
olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y
lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada».1 Si
Dios a través de los tiempos ha estado con su grey, conti-
nuará haciéndolo en el presente y en lo por venir.
1. Elena G. de White, Eventos de los últimos días (Doral, FL: IADPA, 2009),
p. 64.
abril-junio 2023 25
 Aniel O. García es pastor en la Misión Sur de Quintana Roo.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org

Cómo afrontar
la crítica

or
ut
ANIEL O. GARCÍA

a A
l leer la historia del pueblo de
Dios, notamos que los dirigentes
siempre fueron objeto de la crítica
(ver Hechos 6: 1, Santiago 4: 11).
Entre los hermanos, la murmura-
el
ción y crítica por el comer o el
vestir ha estado presente desde los tiempos de Pablo
(ver 2 Corintios 12: 20, Filipenses 2: 14). Desafortu-
nadamente, la crítica incita y genera serios proble-
mas, y es un móvil eficaz para el desánimo en la igle-
sia. Como cristianos, ¿de qué forma deberíamos
ra

reaccionar cuando nos critican? ¿Qué deberíamos

hacer cuando somos el blanco de los comentarios ne-
gativos de los demás? ¿Qué deberíamos hacer cuando
encontramos razones para hablar mal de otros? En la
Biblia hay un relato que contesta las preguntas que
Pa

acabamos de formularnos.

26 Anciano n 111
o

Moisés, un líder criticado
El Pentateuco presenta que Moisés, el gran líder que sacó
a Israel de Egipto, fue objeto de la crítica en múltiples oca-
siones y por diversas razones (Éxodo 15: 24; 16: 2; 17: 3; Nú-
meros 14: 2, 27, 36; 16: 3). Moisés sufrió crítica por parte
del pueblo que tanto amaba, de los ancianos y líderes del
pueblo que dirigía y hasta de sus familiares más cercanos.
En Números 12: 1-2, la Biblia dice: «María y Aarón hablaron
contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado, [...]
Decían: “¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha
hablado también por nosotros?”. Y lo oyó Jehová». María, her-
mana de Moisés, instigó a Aarón para hablar mal de Moisés.
El versículo 2 señala que la verdadera razón de la crítica era
en contra del liderazgo y la autoridad de Moisés, a la que ellos
también aspiraban.
Moisés, un hombre manso
a
Aunque sus hermanos lo criticaron, menoscabaron su lide-
razgo y autoridad y murmuraron contra su esposa, el versículo 3
nos dice que «Moisés era un hombre muy manso, más que todos
los hombres que había sobre la tierra». Fue esa mansedumbre
el
la que le permitió permanecer quieto y sin justificarse ante los
comentarios mordaces de sus hermanos; tampoco expresó su
opinión acerca del tema, no hizo nada, no pronunció ni una sola
palabra.
Moisés no siempre fue humilde y tranquilo, de hecho, su tem-
peramento impulsivo lo había llevado a asesinar a un hombre
ra
(ver Éxodo 2: 11,12). Sin dudas, la reacción de Moisés da testi-
monio de la transformación que su carácter había experimentado.
Dios oye y actúa
El relato señala que Dios oyó las críticas de María y
Pa
Aarón. El versículo 5 dice que: «Entonces Jehová descendió
en la columna de la nube y se puso a la puerta del Tabernáculo.
Llamó a Aarón y a María, y se acercaron ambos». Mientras
Moisés no se inmuta por la murmuración, Dios oyó todo lo
que dijeron de su escogido. Dios no dejó pasar los comenta-
rios, él actuó y llamó a los tres implicados. En los versículos
6-8, Dios expresó su sentir y dio el veredicto: justificó a
Moisés y defendió a su esposa «¿Por qué, pues, no tuvisteis
temor de hablar contra mi siervo Moisés?».
Dios recriminó a los hermanos de Moisés por su atrevi-
miento al murmurar contra el dirigente. «Entonces la ira de
Jehová se encendió contra ellos; luego se fue. Tan pronto la
nube se apartó del Tabernáculo, María se llenó de lepra»
(vers. 9, 10). Dios se enojó contra ellos, abandonando el
SERMÓN
tabernáculo y dejando a María leprosa como castigo por ser
la principal incitadora de la crítica y la murmuración en
contra de Moisés. Las acciones de Dios apuntan a que la crítica
nunca conduce a buenos resultados.
Moisés, un líder perdonador
Dios salió a la defensa de Moisés y castigó el acto de mur-
muración. Aarón, al recibir la amonestación de Dios, y el
castigo visible de lepra sobre María, reconoció su pecado y
or
suplicó el perdón de Dios y de su hermano Moisés, a quien
pidió que intercediera por María (vers, 11, 12).
Moisés, nuevamente da muestras de su humildad y pa-
ciencia, al perdonar a sus hermanos e interceder ante Dios
por su hermana María en los versos 13 y 14. Aunque Moisés
ut
pidió la sanidad al instante, Dios decidió que la enfermedad
la acompañaría durante siete días, antes de ser restaurada.
Las consecuencias de la crítica
La lepra en tiempos bíblicos era una temida enfermedad. La
persona afectada quedaba excluida del santuario. Por ser una
enfermedad sumamente contagiosa, debía aislarse del pueblo
y evitar todo tipo de contacto. Solo podía recuperar su vida
normal si llegaba a sanar y después de participar del rito de pu-
rificación.
Qué triste debió ser para Aarón como sacerdote, expulsar
a su hermana del tabernáculo; y para María, despedirse de sus
hermanos, para vivir aislada por siete días (vers. 15). El caso de
María ilustra las terribles consecuencias que acarrea la crítica.
Además, ese relato presenta cómo la crítica nos afecta perso-
nalmente, cómo nos separa de nuestros hermanos de la fe y de
Dios. Por lo tanto, lo mejor que podemos hacer es alejarnos
de ella, porque Dios oye y actúa con severidad.
El castigo fue duro, severo e instantáneo. La lepra, fue un
llamado de Dios para que Aarón y María pudieran reconocer
su mal proceder y enmendar sus actos. Aunque Dios prometió
que María sanaría a los siete días y así sucedió, no deberíamos
nosotros cometer el mismo error de criticar, murmurar y hablar
mal de otros cristianos.
¿Qué hacer cuando nos critican?
Cuando Moisés, el gran líder de Israel, fue objeto de la
crítica tomó una actitud pasiva y perdonadora. La actitud de
Moisés constituye un buen ejemplo para cada cristiano hoy.
Hemos de hacer lo mismo cuando somos criticados y cuando
nos vemos afectamos por la murmuración contra nosotros,
nuestro liderazgo y/o nuestras familias. Finalmente, tengamos
siempre presente, las palabras de Jesús: «Bienaventurados
seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan
toda clase de mal contra vosotros, mintiendo» (Mateo 5: 11).
abril-junio 2023 27
 Richard Paredes es estudiante de Teología.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org

Morir
para vivir

or
RICHARD PAREDES

a ut
E
l 3 de Diciembre de 1967 ingresaron a la sala
de cirugía del Hospital Groote Schuur a Louis
Washkanky, un comerciante corpulento de 53
años que había sido desahuciado por un trau-
mático problema cardiaco. Mientras Louis
el
aguardaba la muerte, producto de su enfer-
medad, llegó de manera milagrosa una solu-
ción a la mente del Dr. Christiaan Neethling Barnard: «Si su
problema viene del corazón, pues démosle otro». Los enfer-
meros, anesteciólogos y cirujanos quedaron sorprendidos al
escuchar esta «absurda idea». Después de una larga reunión
ra

llegaron a la conclusión de proceder con el riesgoso procedi-

miento quirúrgico, pues no quedaba otra alternativa. Tomaron
el cuerpo de Dénise Darvall, una joven oficinista de 25 años
que había recibido heridas de muerte al ser atropellada por
un auto. Extrajeron su corazón, luego conectaron los cables
Pa

sanguíneos para comprobar su compatibilidad. La operación

fue un éxito, y Louis Washkanky se convirtió en la primera
persona en recibir un transplante de corazón.
El proceso quirúrgico que se llevó a cabo para darle un
nuevo corazón a Louis ilustra el plan para transformar el cora-
zón del ser humano. Nuestro problema es el pecado y tanto el
donante como el cirujano apuntan a Cristo. Para obtener la sal-
vación debemos recibir un nuevo corazón.
La Palabra de Dios muestra la manera como se realiza esta
transformación: «Mi antiguo yo ha sido crucificado con
Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo
en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien
me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2: 20, NTV).
Hay tres enseñanzas que se destacan en este texto, y seria
muy significativo que las analicemos.

28 Anciano n 111
o

1. Hay que morir con Cristo
¿Cómo puedo morir con Cristo? ¿Participando de sus
padecimientos? ¿Necesito ser azotado, escupido o golpeado
para morir con Cristo? De ninguna manera. MacArthur dijo:
«Cada vez que una persona confía en Cristo para su salvación,
experimenta una participación espiritual en la crucifixión
de su Señor y en su victoria sobre el pecado y la muerte».
Por lo tanto, el creyente muere con Cristo cuando padece los
vituperios de Cristo en la esfera espiritual.
¿Qué se produce en mi vida cuando muero con Cristo?
Una perfecta libertad de la esclavitud del pecado. Pablo cita
en Romanos 6: 6, 7 las siguientes palabras: «Sabemos que lo
que antes éramos fue crucificado con Cristo, para que el
poder de nuestra naturaleza pecadora quedara destruido y
ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado. Porque,
cuando uno muere, queda libre del pecado».
2. Si queremos cambiar nuestra forma
viva en nosotros a
de vivir, tenemos que dejar que Cristo
¿Por qué es necesario cambiar nuestra manera de vivir?
Nuestra vida nueva comienza cuando en unidad con el
el
Señor morimos a la vida antigua. Dios nos dice en su Palabra:
«Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado»
(Isaías 43: 18, DHH). Muchos aceptan a Cristo como su
único Salvador, sin embargo viven como si no tuvieran una
relación con él. Es como si escalaran una gran montaña con
una mochila en sus espaldas llena de utensilios que nunca van
ra
a utilizar en su travesía.
Cuando permitimos que Jesús entre en nuestra vida todo
cambia. Jesús murió en la cruz por nosotros, pero aún hay
muchos que siguen atravesando los clavos en sus manos y
Pa
pies; el buen Maestro entregó su vida por la humanidad, pero
aún hay muchos que siguen escupiéndole y burlándose del
Verbo que se hizo carne para redimirnos.
Edward Heppenstal nos dice que «la Biblia nos invita a
confiar en Cristo como Salvador y a entronizarlo como Señor.
Esto implica una sincera y firme resolución de renunciar al
pecado, de no permitir ninguna iniquidad en el corazón, pase
lo que pase».1
3. Hay que vivir por medio
de la fe aunque seamos imperfectos
¿Qué es la fe? El autor de la Epístola a los Hebreos la de-
fine como «la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve» (Hebreos 11: 1). Aunque seamos seres imper-
fecto, vivir por fe no tiene como prerrequisito la ausencia de
SERMÓN
errores. La fe es una herramienta que Dios nos otorga para
vivir confiados en su voluntad. Es un regalo de nuestro Padre
celestial.
Muchos atesoran la idea de comenzar a vivir por la fe
cuando Dios les muestre el propósito que tiene para ellos,
pero se olvidan que para saber la voluntad de Dios deben
vivir confiados en su Palabra. Las Escrituras dice lo siguiente:
«No se amolden al mundo actual, sino sean transformados
mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar
or
cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta»
(Romanos 12: 2, NVI). El verdadero cristiano no puede confor-
marse con su actual conducta, debe fijar su mirada en Jesús,
para así crecer con la ayuda divina. «No estamos solos, Cristo
vive en nosotros, esta es nuestra razón para vivir y nuestra
ut
esperanza para el futuro».2
Juan, el discípulo amado, inicialmente fue conocido
como «el hijo del trueno», pero decidió seguir a Jesús y su
vida cambió. Zaqueo un día decidió vivir por la fe en el Hijo
de Dios, y la salvación llegó a su casa. Pedro negó tres veces
a Cristo, y pudo haberse olvidado de su Maestro, pero un día
tuvo un encuentro personal con Jesús y se convirtió en un
gran discípulo de Dios.
Conclusión
El profeta Isaías declara en la Palabra de Dios: «En realidad
él fue traspasado debido a nuestra rebeldía. Fue magullado
por las maldades que nosotros hicimos. El castigo que él reci-
bió hizo posible nuestro bienestar. Sus heridas nos hicieron
sanar a nosotros» (Isa. 53: 2, PDT).
Nuestro Señor Jesús experimentó los azotes más encarni-
zados, con distintos instrumentos que le provocaron heridas
severas: Golpes con una caña, laceraciones con un látigo,
heridas penetrantes con una corona de espinas, heridas de
perforación con clavos y heridas de incisión con una lanza.
Fue traicionado y rechazado por toda la humanidad. «A
lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron» (Juan 1: 11).
Todo esto lo soportó por amor a nosotros y también por
aquellos que lo estaban maltratando. Para que con su muerte
todos podamos tener vida.
Todo hijo de Dios encuentra la plenitud de la vida al ser
crucificado con Cristo cada día. Dios quiere que nosotros
comprendamos que las soluciones a nuestras ansiedades, la
respuesta a nuestras interrogantes y la erradicación de nues-
tros problemas se encuentran en la cruz, conjuntamente cru-
cificados con Cristo.
1. Edward Heppenstall, Salvación sin límites (Doral, Florida: IADPA, 2009),
p. 103.
2. Jack W. Hayford, Comentario la Biblia del Diario Vivir (California, Editorial
Grupo Nelson: 1997), Gál. 2.
abril-junio 2023 29
 Misael Vizcaíno es pastor en la Asociación Dominicana del Este.
Escriba su opinión sobre este artículo a: anciano@iadpa.org
Transformados
a ut
el
para transformar
ra
L
a Biblia describe un evento interesante en Marcos
Pa
3: 13-19. Poco después de haber iniciado su mi-
nisterio, Jesús decide formalizar su círculo de
seguidores: «Después subió al monte y llamó a sí
a los que él quiso, y vinieron a él» (Marcos 3: 13).
La historia está llena de relatos de discípulos comprome-
tidos con la causa de sus maestros. Solo por citar un ejem-
plo, en el año 345 a.C., Aristóteles estableció la llamada es-
cuela peripatética. En dicha escuela, el filósofo griego tenía
una serie de discípulos cuyos intereses eran afines a los su-
yos, incluso a pesar de que muchos abordaban los temas
desde perspectivas distintas. Por ejemplo, Tirtamo, mejor
conocido como Teofrasto (un nombre que le puso su maes-
tro), se transformó en el sucesor de Aristóteles en dicha es-
cuela. Mientras que el enfoque de Aristóteles fue hacia la fi-
losofía y la lógica, Teofrasto se inclinó hacia un enfoque más
30 Anciano n 111
o
or
MISAEL VIZCAÍNO
científico. Al final, a pesar de haber continuado con parte de
la labor del maestro, llegó a explicar con mayor precisión
mucho del pensamiento de Aristóteles. En cierta medida, el
discípulo llegó a superar al maestro. Ahora bien, mantener
la filosofía o el pensamiento del maestro pudo haber sido
fácil para Teofrasto, pero ¿qué decir del carácter del maestro?
En la historia de Jesús de Nazaret, el Maestro de los
maestros, encontramos algo distinto a lo que normalmente
ocurría con otros maestros de la época. El texto señala que
Jesús había designado a doce hombres como sus apóstoles
con un objetivo claro: «para que estuvieran con él, para en-
viarlos a predicar y que tuvieran autoridad para sanar enfer-
medades y para echar fuera demonios» (vers. 14, 15). A con-
tinuación, Marcos menciona los nombres de los apóstoles
y destaca algo interesante. Al igual que como hizo Aristóteles
con Teofrasto, Jesús cambió el nombre de tres de sus discípulos.

A Simón, le llamó «Pedro» y a los hijos de Zebedeo, «Boanerges»,
que significa «hijos del trueno». No sé si has pensado en la
razón por la que el texto menciona este detalle, pero quiero
invitarte a reflexionar en ello.
Los tres discípulos que recibieron nombres nuevos, o apo-
dos, tenían algunas peculiaridades en su carácter. Por ejemplo,
Pedro era un hombre impetuoso, valiente y con mucho entu-
siasmo, mientras que los hijos de Zebedeo eran individuos con
un espíritu combativo y caracterizados por su mal genio. Esto
justifica el apodo que habían recibido. Pero a pesar de los defec-
tos de carácter de estos hombres, los tres conformaron el círculo
íntimo de Jesús. Y siendo honestos, desde un punto de vista
muy humano, coincidiremos en que el equipo de discípulos de
Jesús no era necesariamente el mejor equipo para lograr un
objetivo como el que tenían. Entonces, ¿por qué escoger a estos
hombres? ¿Qué podemos aprender de la forma de actuar de
Cristo al escoger personas como Pedro, Santiago y Juan?
Jesús quiere estar contigo
a
Desde el comienzo de la historia bíblica notamos que
Dios manifiesta un deseo constante de estar con su creación.
En el principio, la Deidad misma hizo acto de presencia en
la tierra (Génesis 1: 1, 2, Juan 1: 1-3); después, el mismo Dios
mediante Jesús (Colosenses 1: 16) forma al ser humano del
el
polvo de la tierra (Génesis 1: 26; 2: 7). Después de la entrada
del pecado, Dios creó un espacio sagrado en la tierra con la
intención de hacer presencia en medio de su pueblo: «Me
erigirán un santuario, y habitaré en medio de ellos» (Éxodo
25: 8). Más adelante, a pesar del rechazo constante de su
pueblo, el Creador intentó una y otra vez llamar su atención
ra
a través de los profetas, que usaron a menudo la expresión:
«Vuelvan a Dios» (Isaías 10: 21; Jeremías 24: 7; Oseas 3: 5;
Miqueas 7: 7).
Por supuesto, la mayor demostración del deseo de Dios
de habitar con nosotros la encontramos en la encarnación,
Pa
cuando «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno
de gracia y de verdad; y vimos su gloria, gloria como del uni-
génito del Padre» (Juan 1: 14). Incluso antes de Jesús regresar
al cielo prometió estar con nosotros «todos los días, hasta el
fin del mundo» (Mateo 28: 20) y envió a «otro consolador»,
el Espíritu Santo, para que estuviera siempre con nosotros
(Juan 14: 16). Al final de la historia, Jesús volverá para morar
permanentemente con nosotros (Apocalipsis 21: 3).
Jesús quiere transformarte
Como podrás notar, Dios siempre ha querido estar con no-
sotros y hay una razón para ello. Mientras Jesús estuvo en la
tierra, Pedro, Santiago y Juan no solo fueron los únicos discí-
pulos a los cuales Jesús les cambió el nombre, sino que fueron
los únicos que presenciaron algunos de los momentos más
SERMÓN
trascendentales del ministerio de Cristo. Cuando Jesús resucitó
a la hija de Jairo, solo tres de sus discípulos, Pedro, Santiago
y Juan, estuvieron allí para presenciarlo (Marcos 5: 37). Cuando
Jesús se transfiguró, solo estos tres estuvieron con él (Mateo
7: 1). Cuando Jesús se encontraba en el jardín del Getsemaní,
de nuevo estos tres lo acompañaron en oración mucho más
cerca que el resto (Marcos 14: 33).
Aunque los demás discípulos eran importantes para Jesús,
no hay dudas de que estos tres, con sus defectos naturales
de carácter, necesitaban absorber mucho más la influencia
or
transformadora del Maestro. En efecto, después de tres años
y medio con Jesús, en lugar de ver a un Pedro defectuoso e
impulsivo, Hechos nos presenta a uno de los principales di-
rigentes de la naciente iglesia de Dios. En lugar de ver a un
Juan vengativo y conflictivo, vemos al discípulo del amor.
ut
En lugar de ver a un Santiago problemático, nos encontra-
mos con el primer apóstol en entregar su vida al Señor me-
diante el martirio.
Jesús quiere enviarte
Jesús no vino a fundar una escuela de pensamiento filo-
sófico, sino una iglesia que lleve plasmada su propio carácter
y lo comparta con los demás. Mientras muchos comparten
las doctrinas y puntos de vista de sus maestros, los discípu-
los de Jesús comparten el carácter amoroso y compasivo del
divino Maestro. ¡Qué maravilloso contraste entre un Pedro
sin Jesús y un Pedro transformado! ¡Qué diferencia entre el
hijo del trueno y el discípulo del amor! Solo cuando hemos
estado con Jesús podemos experimentar la transformación
que produce el amor. Solo al pasar tiempo junto a Cristo po-
dremos vaciarnos del yo y llenarnos de Jesús. Solo al llenar-
nos de Cristo podemos compartirlo a los demás.
Al igual que Pedro, Santiago y Juan, podrás estar lleno de
defectos, quizás no seas el mejor discípulo; sin embargo, Jesús
te ha escogido para que estés con él, para transformarte y para
enviarte a cambiar el mundo. Por eso, quiero animarte a pasar
tiempo con Jesús. Deja que su influencia transformadora te
convierta en un modelo de su amor, su bondad y su gracia.
«Por imperfectos y pecaminosos que seamos, el Señor nos
ofrece asociarnos consigo, para que seamos aprendices de
Cristo. Nos invita a ponernos bajo la instrucción divina para
que unidos con Cristo podamos realizar las obras de Dios».1
1. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Doral, FL: IADPA, 2007),
p. 267.
abril-junio 2023 31
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