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TEMA 1.

LA TRANSICIÓN DEL MUNDO ANTIGUO AL MEDIEVAL (SIGLOS V – VIII)


1. LAS MIGRACIONES GERMÁNICAS Y LA CONSTITUCIÓN DE LOS PRIMEROS ESTADOS BÁRBAROS
En la Grecia clásica se llamó bárbaros a los pueblos situados fuera de la órbita cultural de la Hélade. El
término es peyorativo. Sobre todo porque los cartagineses o persas constituyeron una verdadera
civilización en competencia con la helénica. El término “bárbaros” pasaría al mundo romano y acabaría
designando a los pueblos más allá de sus fronteras, especialmente: germanos, eslavos, escandinavos,
árabes y moros y mongoles y turcos.
LOS GERMANOS Y SUS PRIMEROS CONTACTOS CON ROMA.
Las formas económicas de los pueblos germanos parecen ligarse a la ganadería y la agricultura con una
estructura comunal que, por influencia/contacto con Roma, experimentaría un desgaste y derivaría a
formas de propiedad privada más acentuadas.
La base de toda la estructura social es la sippe. Por encima se sitúa la centena, organismo con funciones
judiciales y de reclutamiento militar, y el pueblo, cuyo organismo representativo era el thing o asamblea de
hombres libres (la mayor parte de la población) y los adalingi (nobleza). Los semilibres, laeti y siervos,
sometidos bien por propia voluntad o por fuerza, eran la capa más baja de la sociedad germánica.
Se produce tanto una romanización del mundo germano como una barbarización del mundo romano .
Hasta el siglo V los contactos más importantes habían sido los de Mario (entre el 102 y el 101 a.C.) y la
ocupación de las Galias por César. Los intentos de bajo Augusto y Tiberio de ocupar la zona entre este río y
el Elba no tuvieron éxito, así que desde finales del siglo I se prefiere o bien la penetración pacífica o bien la
defensa estática. El resultado de esta política termina siendo la penetración del elemento germano en las
filas del ejército romano y la colonización de soldados bárbaros de algunos sectores fronterizos. Las
campañas llevadas a cabo en el siglo II son de consolidación de los atrincheramientos del limes (las
operaciones militares de Trajano entre el 101 y el 107 o las de Marco Aurelio entre el 169 y el 174).
Las guerras civiles durante el siglo III dejaron al limes desguarnecido y vulnerable. Al hostigamiento de los
persas en el área de Mesopotamia-Siria se una la penetración de los godos en el bajo Danubio y los franco-
alamanos en Occidente. Los godos fueron derrotados en el 269 por Claudio II y tardarán más de un siglo en
volver a constituir un peligro grave. En cuanto a los francoalamanos, fueron derrotados pero los daños
causados tuvieron difícil reparación. Bajo Diocleciano y Constantino el peligro reaparece y durante parte
del siglo IV la política de enderezamiento de los emperadores romanos obtiene éxitos en los sectores
fronterizos. Sin embargo, el apuntalamiento del limes era precario.
LAS “GRANDES INVASIONES” DEL SIGLO V.
A mediados de siglo IV aparecen los hunos en la llanura rusa, provocando fuertes presiones en los pueblos
germánicos que optaron por la penetración masiva dentro del Imperio. Por tanto, más que de invasores
habría que hablar de asentamientos, muchas veces de acuerdo con las autoridades romanas. Con todo,
esta corriente migratoria habría de provocar tensiones. Si bien la caída del Imperio en Occidente coincidió
con la entrada masiva de los germanos, no fue provocada sólo por estos.
Hechos que aceleran el desplome total del Imperio en Occidente y el reparto de su espacio geográfico
entre los distintos pueblos germánicos:
1) En el 378 los visigodos, presionados por los hunos, cruzan el Danubio y aplastan a las legiones romanas
en Adrianápolis. Teodosio logra provisionalmente su pacífica asociación como pueblo al cuerpo del
Imperio. Cuando muera, la entente se romperá.
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2) En el 406 suevos, vándalos y alanos cruzaron los hielos del Rin y se extendieron por las Galias. En el 409
penetraron en la península por los pasos de los Pirineos occidentales.
3) En el 410 Roma es saqueada por los visigodos, comandados por Alarico.
4) A comienzos del siglo V las islas británicas sufren el asalto de anglos, jutos y sajones. La población
autóctona bretona se vio reducida a las zonas occidentales (Gales y Cornualles) u obligadas a traspasar el
canal para establecerse en la península de Bretaña.
5) El objetivo de los visigodos no era la destrucción del Impero, de ahí que los sucesores de Alarico, Ataúlfo
y Walia, llegaran a un acuerdo con las autoridades romanas mediante el Foedus del 418, por el que se
instalaban en el sur de la Galia y se comprometían a combatir en España a suevos, alanos y vándalos. Los
vándalos pasan al norte de África (430) provocando una gran crisis: combaten a los católicos y se adueñan
de la cuenca occidental del Mediterráneo interrumpiendo los suministros de grano africano a Roma.
6) En el 436 los burgundios se asientan en la cuenca del Ródano a título de federados.
7) Entre el 450 y el 451 los hunos, que bajo Atila habían constituido un gran imperio desde el Volga hasta el
Rin, se encaminaron hacia la Galia. La confrontación fue todo un choque entre la mentalidad nómada de la
estepa asiática y la de una Europa que empezaba a configurarse como una mezcla de romanismo y
germanismo. En el 450 una coalición militar de romanos, francos, visigodos y burgundios logró rechazar a
los hunos en la batalla de Campus Mauriacus. Al año siguiente, Atila ataca a la Italia indefensa del papa
León I y con las epidemias que acabaron diezmando su ejército.
8) Durante los 25 años siguientes, el poder imperial en Occidente no es más que una ficción. En los años
siguientes, desde el 488, los ostrogodos, al mando de Teodorico, se asentarían en Italia creando una
entidad política. Por otra parte, desde 481 los francos se disponían a ocupar un puesto de primer orden en
la Galia.
LAS GRANDES ENTIDADES POLÍTICAS GERMÁNICAS.
Los pueblos germánicos que lograron sobrevivir hasta la irrupción de los musulmanes en Occidente a
comienzos del siglo VIII fueron:
· Anglos y sajones. Asentados en un territorio de débil romanización y dejando Gales y Cornualles como
refugio de la población céltica.
· Francos. La política expansiva de Clodoveo iniciada en el 481 será la articuladora del poder franco sobre la
Galia, venciendo en una serie de operaciones a romanos, visigodos y burgundios. La conversión de
Clodoveo desde el puro paganismo a la ortodoxia católica le presentó ante los ojos de la Iglesia como una
especie de nuevo Constantino, a pesar de la brutalidad de sus tropas. Clodoveo no fue capaz de organizar
un Estado firme sobre sus conquistas, así que la tónica durante los siglos siguientes es la disgregación de la
Galia.
· Visigodos. La expulsión de los visigodos del sur de la Galia provocó un desplazamiento hacia la Península
Ibérica: Toledo sucede a Toulouse como capital. Intentarán la unidad de la península en una doble
vertiente: la religiosa se logrará tras la conversión de Recaredo al catolicismo en el 589; la territorial fue
impulsada por Leovigildo tras la absorción del reino suevo de Galicia y concluida por Suintila con la
expulsión de los bizantinos del litoral mediterráneo. Cántabros y vascones permanecerán insumisos.
Las migraciones no provocaron serias transformaciones en la estructura demográfica de los países
afectados. Se calcula que los bárbaros no supondrían más allá de un 5% de toda la población del Imperio.
Ante esta debilidad demográfica, intentaron mantener la cohesión necesaria para permanecer como
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supraestructura política en medio de una masa de población de ascendencia romana (interés por evitar
matrimonios mixtos, prohibición de llevar armas a los romanos, o el interés de algunos reyes por mantener
el arrianismo como verdadera religión nacional germánica).
Los procedimientos de asentamiento variaron desde el despojo de los propietarios romanos, llevado a
cabo por vándalos o anglosajones, hasta el reparto de tierras de acuerdo con sus propietarios. En todo
caso, hay que tener en cuenta que el sistema de reparto no alcanzaría –dada la mencionada debilidad
demográfica germánica- a la totalidad de los territorios sobre los que ejercían su autoridad política los
reyes bárbaros.
Los intentos de separación entre las dos comunidades étnicas acabaron sin tener efecto, y se produjo la
progresiva fusión de romanos y germanos. Si en un principio hubo reparto de funciones (civiles y
eclesiásticas para los romanos, guerreras para los germanos) desde finales del siglo VI puede hablarse de
su difuminación. En la Galia y en España puede hablarse de una mezcla de las aristocracias germánica y
romana.
La consolidación de los estados germánicos trajo una reafirmación de las tendencias ruralizantes del Bajo
Imperio. La tierra se convierte en la principal fuente de riqueza. Las actividades mercantiles en el Occidente
declinan desde el siglo III y se dan entre la España visigoda, con los griegos, judíos o sirios, rara vez
hispanos. Esta dependencia con la cuenca oriental del Mediterráneo es una muestra de cómo el Imperio
bizantino había sorteado la crisis mejor que su vecina del oeste.
Los monarcas germánicos imitan a Roma o a su heredera Constantinopla. Teodorico, una vez conquistada
Italia, trató de mostrar exquisito respeto a las viejas instituciones romanas haciendo renacer el Senado y el
Consulado. Todos los reyes germanos trataron de adoptar el sistema fiscal romano, aunque con escaso
éxito.
La noción de res publica como organismo del bien público, sufrió a manos de los germanos un deterioro
decisivo. Frente a ella se alza la noción de reino, girando en torno al organismo central del poder político,
el Palatium, en el que se integran una aristocracia y unos servidores que son empleados domésticos y
públicos.
La conjunción de las nociones políticas bajo-romanas y germánicas de los Estados bárbaros provocan un
colapso de la vieja noción romana de ciudadanía. Contribuyeron a ello la progresiva difusión de los vínculos
de naturaleza jurídica privada por encima de los de naturaleza jurídica pública. Paralelamente los monarcas
bárbaros extenderán los principios de fidelidad personal que ligan al soberano con sus fieles, que ven
retribuidos sus servicios militares con donaciones de tierra. La costumbre se extiende a los grandes
magnates y a las instituciones eclesiásticas. Empezaba así una red de relaciones no entre el súbdito y el
Estado, sino entre hombre y hombre, es decir, el esbozo de lo que será la futura sociedad feudal.
2. LA ERA DE JUSTINIANO
Tras las reformas políticas impulsadas por Diocleciano y a lo largo de todo el siglo IV se va produciendo un
distanciamiento político entre las dos cuencas del Mediterráneo, por más que la unidad ideal del Imperio
se mantuviera. Con el destronamiento en el 476 del último emperador del Occidente, los germanos
rompen el viejo principio de unidad en Occidente, mientras que en Oriente las provincias del Imperio
logran mantener la cohesión en torno al emperador. El Imperio romano de Oriente, Bizancio, da sus
primeros pasos.
Bizancio tuvo personalidad propia, prueba de ello son sus diez siglos de vida (del 395 al 1453). Fue más que
la supervivencia de la civilización clásica. Fue un Estado medieval situado en la zona de contacto entre
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Europa y Asia, que hasta el siglo XV fue la sede de una de las civilizaciones más brillantes que conoció la
Edad Media. Bizancio fue para el mundo eslavo y oriental lo que la Roma de los Papas para el mundo
occidental.
Zona de contacto entre civilizaciones, la bizantina experimentó diversas influencias. Las de la tradición
clásica, la cristiana, el renacimiento de la Persia sasánida y luego el auge del mundo musulmán.

DE LA FUNDACIÓN DE CONSTANTINOPLA A JUSTINIANO.


La conversión de Constantino al cristianismo y la fundación de Constantinopla en el 324 fueron hechos
tremendamente importantes para la suerte del Imperio. Si bien la fundación de la ciudad ha sido vista
como el resultado del capricho de un déspota, Constantinopla ya existía desde antes como Bizancio,
avalado por unas excelentes condiciones estratégicas (llave de los estrechos, por tanto vigilante de los
intercambios entre Mediterráneo y Mar Negro).
Desde la fundación de Constantinopla el Imperio tuvo teóricamente dos capitales. Sin embargo, el declinar
de Roma en particular y del Occidente mediterráneo en general provocó una rápida basculación de los
centros de decisión política. Mientras las provincias occidentales iban cayendo en manos de los pueblos
germánicos, las del Este lograron mantenerse firmes. Constantinopla no sufrió en estos años ni asaltos ni
saqueos y logró mantener sus zonas de aprovisionamiento –Asia Menor y Egipto- libres de irrupciones.
Los emperadores de Constantinopla llegaron a ejercer su autoridad –aunque sólo fuera de manera
simbólica- en todo el ámbito mediterráneo. Así, Teodosio II promulgó en el 435 unas constituciones
imperiales en nombre suyo y de su débil colega de Occidente Valentiniano III.
Los reyes bárbaros, a pesar de la desaparición del poder imperial en Italia en el 476, seguían “venerando”
a Roma, ahora simbolizado en el emperador de Constantinopla, al que se consideraba un superior
jerárquico.
Si las presiones de los pueblos bárbaros no llegaron nunca a poner en peligro al Imperio romano en
Oriente, las querellas religiosas amenazaron desde un principio su estabilidad interna. Después de las
conmociones provocadas en Oriente por el arrianismo y la reacción pagana de Juliano, Teodosio convirtió
al cristianismo niceano en religión del Estado.

JUSTINIANO (482 h 565) Y LA POLÍTICA DE REORGANIZACIÓN INTERNA.


El siglo de Justiniano supone unos años de esplendor cultural para la cuenca oriental del Mediterráneo,
pero también el fracaso en restaurar la unidad política del viejo Imperio romano. La obra de Justiniano
responde a dos principios, el romanismo como principio de restauración política y el cristianismo como
elemento aglutinante:
a) La labor legislativa ha sido el aporte más positivo y duradero, surgida como acoplamiento de las leyes de
la antigua Roma al mundo bizantino proyectado hacia todo el Mediterráneo. Paralelamente acometió una
amplia reforma administrativa cuyos frutos fueron mucho más limitados de lo que pretendió. Promulgó
una serie de novellas que reformasen y saneasen la justicia, acabaran con los abusos de los grandes
propietarios y suprimiesen la venalidad de los cargos, que quedó en nada.
b) En política religiosa destacan: el cierre de la Escuela de Atenas en el 529 –uno de los últimos reductos
del paganismo- y la entente suscrita con el pontificado romano, por la cual el emperador se comprometió a
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combatir a la herejía en Oriente. Sin embargo, la emperatriz Teodora, vio más positiva una reconciliación
de Constantinopla con las provincias orientales disidentes. Su objetivo era la construcción de una fuerte
monarquía oriental. Justiniano fue incapaz de adoptar una política coherente, motivo por el cual el
Occidente romano-germánico reforzó sus reticencias ante la postura político-religiosa de Constantinopla.
c) Las expresiones artísticas han contribuido a dar el nombre del emperador a toda una época. Santa Sofía
de Constantinopla, inaugurada en el 537, o las iglesias de Rávena (San Vital, San Apolinar) constituyen la
síntesis de elementos romanos, griegos, orientales y cristianos.
d) En el campo de la economía, el Imperio de Justiniano y sus sucesores mantuvo una situación ventajosa
en relación a sus vecinos occidentales. Las actividades mercantiles se mantuvieron a un notable nivel
gracias a la reconstrucción de la unidad política en el Mediterráneo, pero en el Extremo Oriente (la ruta de
la seda principalmente) las relaciones se vieron obstaculizadas por la hostilidad de la Persia sasánida. El
Imperio surgido en torno a Constantinopla fue esencialmente agrícola, la tierra era la principal fuente de
riqueza.
LA POLÍTICA EXTERIOR. LA REUNIFICACIÓN MEDITERRÁNEA.
La acción reconquistadora de Justiniano se desarrolló en 3 frentes:
A. El Norte de África, donde derrotó al reinado vándalo en una sola batalla en 533. Las dificultades
llegarían más tarde frente a las poblaciones bereberes.
B. El reino ostrogodo de Italia. Belisario, el héroe de las campañas africanas, logró controlar la Península
Itálica y enviar al monarca ostrogodo como prisionero a Constantinopla en 539. Años más tarde un nuevo
caudillo se levantó en armas y derrotó a Belisario. En el 552 lograron volver a pacificar Italia y convertirla
en provincia del Imperio, pero ni la población romana de la península ni los ejércitos bizantinos pudieron
defender a una Italia que desde 568 sufrió el acoso de los lombardos.
C. En el 551 las tropas bizantinas ocupan el litoral mediterráneo español, pero las 3/4 partes de la
Península Ibérica escaparon de sus manos. Su eliminación será el objetivo de los soberanos visigodos.
El balance de la reconquista mediterránea resulta bastante pobre. La Galia y África occidental escapan a su
control, las zonas conquistadas se encuentran en una lamentable situación –sobre todo Italia- y las
autoridades bizantinas resultan ser sumamente impopulares. El fuerte desgaste militar repercutió de
forma sangrante. Los persas fueron difícilmente contenidos en sus incursiones sobre Siria, y suscriben la
paz en 562 a cambio de un pesado tributo. En el frente danubiano contuvieron a los eslavos y los restos del
pueblo huno.

LA IRRUPCIÓN LOMBARDA: INVASIÓN TARDÍA Y PRIMERA FISURA EN LA UNIDAD BIZANTINA DEL


MEDITERRÁNEO.
La entrada masiva de los lombardos en la Península Itálica se producirá después de la muerte de
Justiniano. En principio será una invasión bastante anárquica, con la formación de 35 ducados. En el 584 el
caudillo Autario logrará unificar las bandas y reemprender la ofensiva contra los bizantinos.
En los años siguientes, los lombardos irán “suavizando”. Luitprando, católico, será el más grande de sus
reyes. Uno de sus sucesores, Astolfo, tomará Rávena a los bizantinos en el 751. Será el momento
culminante de la Italia lombarda. Sin embargo, la autoridad de los monarcas se ejerce con gran dificultad
sobre el conglomerado de ducados. A mediados del siglo VIII los lombardos hubieran podido crear algo así

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como un sentimiento nacional en la Península, pero los francos se adueñan de la situación política en
Occidente.

LA IGLESIA CATÓLICA COMO HEREDERA DEL IMPERIO DE OCCIDENTE


La Iglesia católica será, en el Occidente germano-romano, el elemento de unidad de un mundo atomizado
políticamente a lo largo de los tres siglos que transcurren entre la irrupción masiva de los pueblos
germánicos en Occidente y la aparición de los musulmanes en la Península Ibérica.

CRISTIANISMO Y CULTURA ANTIGUA.


Desde Tertuliano al siglo V con San Agustín, el pensamiento cristiano trató de llegar en Occidente a un
compromiso con la cultura antigua. El judaísmo dejó de ser un elemento peligroso para la primitiva
cristiandad. La cultura pagana constituyó para los cristianos el verdadero rival en el mundo mediterráneo.
Hay una primera etapa de abierta hostilidad, una segunda etapa de compromiso, ajuste y reconciliación, y
un tercer momento en el que la Iglesia católica se hace receptora y conservadora de la cultura clásica:
a) El choque entre Cristianismo y cultura clásica quedó marcado en un principio por lo irreconciliable de las
dos posturas. Del lado pagano, Celso en el 178 y Porfirio en la siguiente centuria trataron de mostrar la
debilidad de los argumentos sobre los que descansaban las posturas de los cristianos. Tales actitudes se
mantendrán en los sectores más conservadores de la sociedad romana, incluso después del giro
constantiniano, considerando al Cristianismo una de las causas de la decadencia del mundo antiguo. Frente
a estos autores se levantaron los apologetas. En Occidente, Tertuliado pugnó contra judíos, paganos y
gnósticos, mostrando la intransigencia de posturas entre los primeros cristianos. Dos convicciones se
fueron perfilando entre ellos: la de construir el segundo Israel y la de considerar al Cristianismo no sólo la
redención sobrenatural sino también una auténtica filosofía (una muestra de la ‘helenización’ del
Cristianismo).
b) Los autores cristianos habían estudiado las grandes figuras del paganismo, los argumentos teológicos se
inspiraron pues en gran medida en los moldes de la filosofía clásica. Las 3 grandes figuras de las letras
latino-cristianas: San Ambrosio, obispo de Milán en el 374, que se inspiró en Cicerón, Virgilio, Platón y los
neoplatónicos, en simbiosis con la moral cristiana y la ética estoica; San Jerónimo, nacido en el 346 y que
llevó a cabo una ardua tarea de traducción de lo que sería la Vulgata, admitida como versión canónica de la
Biblia por la Iglesia romana varios siglos más tarde; San Agustín, nacido en 354 y autor del De Civitate Dei,
la primera filosofía de la historia del Cristianismo, que constituirá el punto de partida de toda la
especulación histórica de cuño cristiano y fuente de inspiración política a lo largo del Medievo.
c) En el llamado prerrenacimiento, una serie de figuras vinculadas con el medio eclesiástico, tratan de
mantener la cultura clásica sumamente quebrantada, haciendo posible más tarde el renacimiento
carolingio. En Italia, destaca Boecio, el ‘último romano’, que transmitirá a la Edad Media cierto número de
conceptos de la filosofía antigua, sobre todo de cuño platónico. En la España visigoda, a lo largo del VI, los
focos de cultura se encuentran localizados en la periferia. La labor de mayor envergadura corre a cargo de
San Isidro (570-636): obras doctrinales, ascéticas, científicas, históricas, filosóficas y sobre todo las
Etimologías. Su obra constituye uno de los principales instrumentos de trabajo del intelectual medieval.
EL MOVIMIENTO MONACAL HASTA EL TRIUNFO DE LA REGLA BENEDICTINA.
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El monaquismo constituye un fenómeno común a distintas religiones. Desde un punto de vista sociológico,
responde a los deseos de perfeccionamiento que llevan a una comunidad a organizarse en “secta”, guiada
por el carisma de su fundador. Frente a ella está la “Iglesia”, reino de estabilidad y del conservadurismo,
con tendencia la unidad y universalidad y por consiguiente con unas exigencias morales mucho más
suavizadas.
En el caso concreto del Cristianismo, a pesar de que las órdenes monásticas protagonizaron un cierto
pluralismo religioso, ello no fue obstáculo para ser compatibles con la unidad que la Iglesia trató de
imprimir: A) El monacato, tanto en su versión eremítica (soledad) como cenobítica (comunitaria), tiene su
cuna en Oriente. Ambas tendencias, sin embargo, no son radicalmente opuestas. Al lado de estas
corrientes surgirán otras con mayor tendencia al aislamiento como las del otro lado del Jordán, en las que
coexisten la vida eremítica y ciertos contactos entre los distintos monjes, o los “monjes estacionarios”
como Simeón el Viejo.
B) El monacato no benedictino en Occidente fue en cierta medida originado por proyección del de la otra
cuenca del Mediterráneo. Frente a la multiplicidad de reglas monásticas, muchas de ellas de efímera
duración, el monacato irlandés tendrá una considerable pujanza. Síntesis de eremitismo y cenobismo, de
vida regular y secular, de misticismo y formalismo, entró en verdadera simbiosis con el medio ambiente y
social de la isla, caracterizado por la ausencia de ciudades y la presencia del clan como elemento
estructurador. Precisamente para neutralizar la influencia del clero céltico los Papas hicieron entrar en
juego al monacato benedictino.
C) De la vida de San Benito (entre 480 y 541) apenas concemos más que su Regla. Caracterizada por su
moderación, alejada del rigorismo del monacato céltico y con un fuerte sentido de la autoridad, la vida del
monje debía ser sumamente sencilla, dividiendo la jornada entre el oficio divino, la lectura y el trabajo
manual. Cuando muere San Benito su regla estaba aún muy lejos de arraigar.
D) La universalización del benedictinismo tuvo en San Gregorio Magno uno de sus principales artífices. La
evangelización de la Inglaterra anglosajona constituyó la gran tarea. En el 596 llegó un grupo de misioneros
que llevaron a cabo una labor catequizadora que chocó tanto con la resistencia del paganismo como con la
resistencia del clero celta a estos monjes romanos.
Desde mediados del siglo VII la restauración monástica en Italia es un hecho. En la Galia de los primeros
carolingios, los monjes serán los principales agentes de expansión del Cristianismo en la Germania pagana.
EL AUGE DEL PODER PONTIFICIO.
El establecimiento de un primado de jurisdicción sobre todos los obispos se fue imponiendo lentamente en
la Europa occidental y encontró obstáculos en el mundo bizantino. San Ignacio de Antioquía o Tertuliano
fueron los primeros autores en defender firmemente la idea de Roma como ciudad apostólica. Tras el
desprestigio de los emperadores de Occidente, los obispos romanos siguieron ganando terreno hasta logar
la indiscutibilidad de su superioridad jerárquica en el Oeste. León I en el siglo V logró un notorio éxito al
defender Italia de los hunos y vándalos. En Oriente, Constantinopla, Antioquía, Jerusalén, Alejandría
estaban en pie de igualdad con Roma, lo que será base de futuras tensiones.
Con Gelasio I, a finales del siglo V, aparece por primera vez la tesis de los dos poderes: la pontificia y el
poder real. El primero es mucho más importante, ya que tiene que dar cuenta ante el tribunal divino. De
ahí que los poderes políticos se dobleguen al juicio eclesiástico.
San Gregorio Magno, entre el siglo VI y VII, inaugura la era del Pontificado propiamente medieval.
Miembro de una familia aristocrática romana, llevó a cabo una ingente labor durante su reinado en unas
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condiciones políticas particularmente difíciles: ocupación bizantina e irrupción de los lombardos, que
llegaron a sitiar Roma cuya defensa dirigió personalmente el pontífice. Formado en los ambientes del
benedictinismo, sabrá dar al monacato occidental romano el impulso misionero que hasta entonces le
había faltado, trasmitiendo la idea de un gran reino cristiano defensor y propagador de la fe bajo la tutela
de Roma.
El Pontificado romano fue el verdadero rector de la política de una Roma abandonada a su suerte por los
poderes tradicionales.

MAHOMA Y LA EXPANSIÓN DEL ISLAM. LAS PRIMERAS ENTIDADES HISTÓRICAS DE LA PENÍNSULA ARÁBIGA.

La Península Arábiga será protagonista de hechos de primera magnitud desde mediados del siglo VII. Las
grandes ciudades históricas de La Meca y Yatreb, y Yemen la Arabia Feliz, zona de posibilidades agrícolas
en un mundo dominado por el nomadeo, fueron la cuna de las primeras civilizaciones árabes como tales.
La Península Arábiga, cuna de los pueblos semitas, fue experimentando un progresivo proceso de
desecación, que dio lugar a corrientes de migración hacia las zonas más favorecidas: arameos, cananeos,
fenicios, hebreos…
En Arabia meridional se formó ya en el siglo X a.C. una entidad política de cierto relieve: el reino de Saba,
que mantuvo contacto con Salomón y relaciones comerciales con sus vecinos fenicios. Muchos años
después, en el siglo I a. de C., una dinastía de ascendencia arábiga, lso nabateos, se instalaron en Palestina
llevándola al esplendor en tiempos de Herodes el Grande.
Incorporado el Próximo Oriente a la órbita política de Roma, los contactos con el mundo árabe se
reforzaron. Un movimiento separatista con su centro en la ciudad sirio-arábiga de Palmira estuvo a punto
de desgajar del Imperio las provincias del Próximo Oriente.
Cuando el Imperio desapareció en Occidente en el 476, Arabia se convirtió en campo de distintas
influencias y presiones. El sur de la península conoció la invasión de los etíopes hacia el 525 y los intentos
unificadores de un antiguo esclavo que en el 570 estuvo a punto de ocupar La Meca. Bajo sus sucesores los
persas ocuparon el Yemen, dentro de la lógica de hostilidades entre la Persia sasánida y los sucesores de
Justiniano.
Los contactos de orden político-militar provocaron otros intercambios, como los mercantiles entre el
Yemen y Siria y el Yemen y la India, que fueron creando nuevas formas de vida como el nacimiento de una
incipiente burguesía. Por otro lado, colonias de judíos y cristianos se establecieron en algunos centros de
población y contribuyeron a crear nuevas inquietudes religiosas que incidirían en el pensamiento de
Mahoma.
El ambiente religioso en la Península Arábiga a fines del siglo VI era el de un politeísmo que relacionaba
seres adorados con árboles, fuentes o con piedras sagradas, (piedra negra de la Kaaba de La Meca). En este
ambiente nace el Islam, tomando el monoteísmo de la primitiva religión árabe que concebía la idea de una
divinidad surpema. En este sentido, Mahoma es más un reformador que el fundador de una nueva religión.
MAHOMA Y EL NACIMIENTO DEL ISLAM.
Mahoma nació hacia el 570 en el clan de los Qurays –uno de los más importantes de La Meca- y tras
algunas dificultades aseguró su futuro económico al casarse con Jadiya, viuda de un rico mercader. Sus
primeras predicaciones tuvieron escaso eco. Marchó hacia el 622 –la Hégira- a Yatreb, donde el Islam
comienza a tomar los perfiles de una nueva religión. Las relaciones con el judaísmo se rompen al ordenarse
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que la oración se haga mirando a La Meca y no a Jerusalem. Desde Yatreb, Mahoma y sus seguidores
acabarían tomando la ofensiva contra la oligarquía de La Meca y retorna victorioso a esta ciudad en el 630.
En 632, tras una gran labor de catequización en la Arabia occidental por parte de sus seguidores, muere
Mahoma.
Su doctrina quedaría recogida en el Corán, cuya redacción definitiva se llevaría a cabo 20 años después.
Aquí se establecen los preceptos básicos: 1) profesión de la fe, 2) oración, 3) ayuno, 4) limosna, 5)
peregrinación y 6) guerra santa.
LA PRIMERA FASE DE LA EXPANSIÓN ISLÁMICA: OMAR Y EL CALIFATO ORTODOXO.
Desde la muerte de Mahoma en el 632 hasta el 634, se desarrolla el gobierno de Abu Bekr, designado
como “diputado del profeta” o califa. El nuevo califa Omar (634-644) lanzó a los árabes a un movimiento
expansivo en un doble frente:
1) Contra el Imperio persa, con la ocupación de Mesopotamia primero y de la meseta de Irán después, el
Imperio sasánida desaparece;
2) Contra el Imperio bizantino, ocupando Egipto primero, Damasco en el 634 y Jerusalem dos años
después.
La rapidez y amplitud de las conquistas árabes en tan sólo 10 años constituyen un fenómeno de indudable
atractivo. De entrada, hay que descartar una supuesta superioridad de las técnicas militares árabes. Sin
embargo, factores como la tolerancia religiosa hizo que en Egipto y Siria las poblaciones con tendencias
monofisitas y otros, viesen a los árabes con más simpatía que al gobierno de Constantinopla; la Jihad o
guerra santa, revalorizada por Omar como instrumento de cohesión superando las diferencias tribales y,
sobre todo, la debilidad de los poderes políticos contra los que los árabes se enfrentaron. En efecto, Persia
y Bizancio se habían estado combatiendo sin tregua hasta el mismo momento en que los árabes hacen acto
de presencia.
Desde la muerte de Omar transcurre un periodo de casi 50 años en los que la expansión islámica se frena.
La pauta viene dada por las guerras civiles dentro de la comunidad político-religiosa. En la pugna que
enfrentó a los sucesivos candidatos al Califato se encuentra el germen desintegrador de los movimientos
sectarios que tanto juego va a dar en un futuro próximo. El asesinado de Otman y luego de Alí dejaron el
campo libre a Moawiya el Omeya y sus sirios. Aún tuvieron que transcurrir más de veinte años para que la
nueva dinastía consolidase sus posiciones.
LA SEGUNDA FASE DE LA EXPANSIÓN: LOS OMEYAS Y EL REINO ÁRABE.
Bajo Abd-el Malik (685-705) la unidad del mundo árabe quedó restablecida. Hacia Oriente ocuparon Kabul
y Samarcanda, importantes centros de las rutas de caravanas del Asia central. En África del Norte una
pequeña fuerza de bereberes islamizados embarca en España y derrota al ejército visigodo en 711. En muy
pocos años toda la Península Ibérica fue controlada. Fue el momento culminante de la expansión islámica.
Los Omeyas se habían convertido en los beneficiarios de un enorme botín territorial. Adaptaron a sus
necesidades los mecanismos administrativos de origen persa y bizantino. Ello facilitó la tarea tanto como el
espíritu de amplia tolerancia que los Omeyas guardaron hacia las demás religiones (Moawiya utilizó como
secretario principal a un cristiano, y el mismo gobernador de Irak fue hijo de una cristiana).
Se trasladó la capitalidad a Damasco, que disponía de tradiciones políticas y una posición de indudable
interés. Moawiya nombró heredero a su hijo Yazid. El Califato tendía así a convertirse en una monarquía
hereditaria en la que, sin embargo, el papel y opinión de los grandes linajes árabes seguían teniendo gran
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peso. En todo caso el número de los árabes que se establecieron en las provincias debió de constituir una
exigua minoría en medio de la masa de población indígena (en la Península Ibérica no rebasaría los 18000
en el momento de la conquista). Serían por tanto una minoría que se constituiría en clase dominante.
Junto a la aristocracia árabe estaba la aristocracia de ascendencia persa, que conservaría sus privilegios
sociales y económicos y se pasaría en bloque a la ortodoxia islámica, al revés que la masa popular, proclive
a la disidencia heterodoxa islamita.
LA DEFINITIVA ARTICULACIÓN POLÍTICA DEL MUNDO MUSULMÁN: LOS ABBASÍES.
En el 750 una rebelión generalizada derrotó al monarca omeya Marwan II. Con él desaparece su dinastía y
llega al poder Abul Abbas, llamada la “revolución abbasí”.
La revolución estuvo constituida por los elementos más radicalizados, pero una vez Abul Abbas alcanzó el
trono, su primera preocupación fue eliminar sangrientamente a su principal cabecilla Abu Muslim y sus
seguidores, que con su extremismo amenazaba con trastocar todo el orden social establecido.
La revolución abbasí supuso una profunda transformación política: los Omeyas habían sido poco más que
jeques tribales, los abasíes serán auténticos autócratas apoyados en una burocracia oficial jerarquizada. La
familia persa de los Barmékidas va a desempeñar un importantísimo papel en este proceso.
El reinado de Harum al-Rashid, contemporáneo de Carlomagno, señala el momento culminante del
Califato. El centro de todo este mundo es Bagdad, la nueva capital en el antiguo emplazamiento de
Seleucia del Tigris. El califa aglutina los títulos de enviado de dios, jefe de la oración y jefe de la guerra. El
enorme aparato administrativo se divide en Diwanes o departamentos ministeriales. Al frente de estos
mecanismos se encuentra el visir o primer ministro, cargo posiblemente de origen persa. Los amires eran
gobernadores provinciales y los cadíes, jueces.
Las fuerzas militares derivaron con los abbásidas hacia la formación de un ejército profesional constituido
por tropas reclutadas en las marcas orientales, con preferencia turcos. Con el tiempo serán quienes lleguen
a hacerse dueños de la situación política.
Un gran imperio con una sólida articulación administrativa exigía una economía saneada y un aparato fiscal
eficaz. Los monarcas abbásidas propiciaron un fuerte impulso a la agricultura. En los primeros tiempos
cabe hablar de una clase campesina acomodada y sólida. Pero la tendencia a la concentración de la
propiedad se impuso y creó un clima de malestar en el medio rural generando algunas rebeliones.
Si la principal fuente de riqueza la constituía la agricultura, también hubo actividades mercantiles. La
prosperidad de Bagdad no fue, por tanto, producto de una mera casualidad. Hacia el Este los mercaderes
musulmanes entraron en contacto con China e India. Hacia el norte el Califato tomó contacto con
escandinavos a través del Volga. La expansión mercantil potenció un crecimiento urbano (Bagdad a la
cabeza) que sirvió de marco a importantes actividades industriales.
Los mecanismos monetarios y fiscales del Califato son una adaptación de los existentes en Persia y
Bizancio. Al sistema de tributación basado en la institucionalización de la limosna (zakat) se unieron otros
de raigambre bizantina pagados por los infieles.
El esplendor del Califato de Bagdad alcanzó su cenit en los primeros años del siglo IX. A los movimientos
secesionistas en Occidente se añadieron una serie de crisis sucesorias y querellas religiosas que fueron
minando la solidez de un Estado tan trabajosamente articulado.

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EL REPLIEGE BIZANTINO
Bajo Justiniano y sus sucesores se mantuvo la ficción de que en torno a Constantinopla se había preservado
la continuidad con el pasado romano, sin embargo, todo apunta a la aparición de una nueva entidad
política: un Imperio al que se puede verdaderamente llamar ya Bizantino, que trata de encontrar se propia
razón de ser en el entronque con el pasado cultural helénico.
LAS PRESIONES EXTERIORES DESDE LA MUERTE DE JUSTINIANO.
La debilidad de la presencia bizantina en los territorios conquistados por Justiniano fue notoria. Los
reinados de sus sucesores retroceden en todos los frentes: África del Norte, Península Ibérica (donde la
presencia bizantina no tuvo nunca mucho arraigo) e Italia, donde la irrupción lombarda fue reduciendo a
los orientales.
En Oriente, el peligro persa rebrotó en los primeros años del siglo VII y se adueñaron de prácticamente
toda Siria. Con el ascenso de Heraclio en el 610, los bizantinos tomaron la iniciativa y logran recuperar
Jerusalén en el 630 (en lo que algunos autores ven un precedente de las Cruzadas).
Hacia el 624 el monarca visigodo Suintila expulsaba de España a las últimas guarniciones bizantinas y
aparecen infiltraciones eslavas en la frontera del Danubio, pero el riesgo más grave para Bizancio vino de
nuevo de sus fronteras del Próximo Oriente: la violenta irrupción de los árabes. En el 636 Heraclio perdió
todos los territorios que había recuperado de los persas, incluido Egipto. Las guerras civiles sacudieron a la
naciente comunidad islámica a lo largo de la segunda mitad del siglo VII permitiendo un respiro a Bizancio.
La consolidación de los Omeyas en el trono reanudó la ofensiva musulmana en el Asia Menor. Justiniano II
sufrió la derrota de Sebastópolis en el 692 paralelamente a la pérdida de todo el África, Cartago incluida.
La salvación para Constantinopla, sitiada en el 717, vendría de manos del general León el Isáurico, con
quien empieza una nueva dinastía y el apuntalamiento militar bizantino en Asia Menor.
TRASNFORMACIONES Y REORGANIZACIÓN DEL IMPERIO.
Estos son los signos que caracterizarán al Imperio de Oriente de Heraclio:
- Helenización: el griego triunfa en la lengua y en la administración. El monarca no será ‘Imperator’ sino
‘Basileus’, título de raigambre helénica. Tras perder sus más importantes provincias, Siria y Egipto, ganó
cohesión, dadas las tensiones de todo orden (espirituales incluidas) que éstas habían mantenido frente a
Constantinopla.
- Eslavización: serbios, croatas, ezeritas, meligues… desde el siglo VII sus incursiones se hacen más
profundas: Macedonia, Tesalia, el Peloponeso… en ocasiones serán empleados, al igual que los búlgaros,
como auxiliares contra los musulmanes, también como colonos militares, etc. En todo caso, la penetración
eslava contribuyó a transformar de forma decisiva la estructura étnica del mundo bizantino.
Se reorganiza el territorio a base de unidades provinciales, las temas, con funciones militares y políticas.
Los gobernadores de éstas, los estrategas, dependían directamente del emperador. Por otro lado, a fin de
facilitar el reclutamiento, Hereclio y sus sucesores favorecieron el sistema de los ‘bienes militares’,
concedidos a las familias de los soldados en contrapartida de unos determinados compromisos militares.
Constantinopla era el centro de toda la vida política. El basileus era el “elegido de Dios”, cabeza del ejército
y el “príncipe igual a los apóstoles”. Las frecuentes posibilidades de usurpación y de revuelta popular se
constituyeron en los únicos límites a la autocracia imperial. De hecho, no cabe hablar de una nobleza de
sangre como tal, sino de funcionarios.

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A pesar de la fuerte concentración territorial de Bizancio desde principios del siglo VII, sus recursos
económicos eran aún grandes. Constantinopla era el paso obligado de gran parte del tráfico mercantil
entre Asia y Europa. Los mecanismos fiscales fueron una prolongación del sistema tributario del Bajo
Imperio.
LAS CUESTIONES RELIGIOSAS. LA QUERELLA DE LAS IMÁGENES.
El último intento de lograr la conciliación entre Constantinopla y las provincias monofisitas estuvo a cargo
de los emperadores de la dinastía de Heraclio. Este promulgó la Ectesis, documento que recogía una nueva
doctrina: el monotelismo. A Cristo se le reconocían las dos naturalezas admitidas en el Concilio de
Calcedonia, pero una sola energía y voluntad; el monotelismo fue rechazado en Oriente. En 680 esta nueva
doctrina fue condenada en un nuevo Concilio.
Desde ese momento se puede decir que las querellas cristológicas llegan a su fin, pero surge una nueva
disputa dentro del Imperio: el culto a las imágenes. Hay dos etapas en la querella iconoclasta:
- Entre 726 y 787: León III el Isáurico inició la lucha contra el culto a las imágenes que se cierra con la
emperatriz Irene reuniendo al Concilio que restablece el culto a las imágenes como a otros símbolos
materiales (la Cruz o los Evangelios).
- Entre 815 y 843: Teodoro de Studiom se alza como defensor del culto a las imágenes. Una nueva
emperatriz, Teodora, restauró nuevamente la iconodulía.
Es imposible entender el fenómeno iconoclasta sin atender a estos tres factores:
1) Los religiosos. Los iconoclastas fueron gente profundamente religiosa que aspiró a limpiar el
Cristianismo de excesos de idolatría. La representación de las personas sagradas fue, en efecto, objeto de
numerosas reticencias desde los orígenes mismos de este credo. Los iconódulos, por otra parte, mantenían
la idea de que la adoración no era a la materia sino al símbolo. Más que culto era una reverencia y una
veneración. Suponían una salvaguardia de la doctrina la encarnación misma: al encarnarse, el Verbo había
deificado la carne; Dios al dignificar el cuerpo podía permitir de forma semejante que la madera o pintura
desempeñases un papel igual de digno.
2) Los políticos. La iconoclastia tuvo sus principales posiciones en el Asia Menor y la iconodulía en Grecia y
los Balcanes. Cuando la iconoclastia desaparece a mediados del siglo IX, el hecho coincidió con una
basculación hacia los Balcanes de las principales decisiones políticas: significativo, por ello, el ascenso en
estos momentos de una nueva dinastía, la macedónica. Por otro lado, se ha hablado de un intento de
acercamiento a las religiones anicónicas como el judaísmo y el islamismo. Los momentos de mayor furia
destructora coincide, efectivamente, con los años en los que el Imperio bizantino se mantenía a la
defensiva frente a los árabes. El triunfo definitivo de la iconodulía coincidió con los inicios de una
contraofensiva general del Imperio contra sus enemigos, particularmente los musulmanes. La iconoclastia
constituyó un factor más de enfriamiento de las relaciones entre Constantinopla y Roma. De ahí que los
pontífices tratasen de buscar un protector más convincente y volviesen la vista hacia el Occidente, hacia
los francos. La coronación imperial de Carlomagno ha de ser explicada, en parte, dentro de este contexto.
3) Económicos y sociales. La querella de las imágenes enfrentó al emperador y clero secular de un lado y a
los monjes de otro. La potencia económica del monacato oriental era por entonces extraordinaria. Al
golpear a las imágenes, los soberanos iconoclastas trataban de privar a los monjes de uno de sus
instrumentos de influencia favoritos sobre las masas. Si la querella terminó con un fracaso iconoclasta y,
por consiguiente, con un éxito de los monjes, éstos, sin embargo, no consiguieron desvanecer los recelos
del poder político ante su progresivo enriquecimiento.
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