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arte
Joan Campàs Montaner
PID_00236446
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© FUOC • PID_00236446 Los mundos del arte
Índice
Introducción............................................................................................... 5
Bibliografía................................................................................................. 91
© FUOC • PID_00236446 5 Los mundos del arte
Introducción
Hay una serie de asignaturas (filosofía, arte, estética, etc.) que suelen empezar
el curso preguntándose cuál es el contenido o significado de la propia materia.
Antes de debatir qué es el arte o por qué damos la cualidad de artístico a un
objeto, nos interesa saber qué podemos hacer ante una obra, cómo la tenemos
que mirar, qué tenemos que buscar en ella.
Es bastante habitual definir como artístico todo aquello que nos provoca una
emoción, una determinada sensación y, por lo tanto, ante una obra esperamos
captar aquello que nos puede conmover, emocionar. Ahora bien, el hecho de
que algo nos guste dice mucho de nuestro gusto, pero no gran cosa sobre la
obra. Además, el gusto, la mirada, la sensibilidad, etc., son fruto de una deter-
minada educación y el espectador no siempre está preparado para entender
las producciones artísticas.
Estamos habituados a ver colecciones de libros con el título: Los grandes maes-
tros de la pintura. Se da toda la importancia al autor y a su intención, a su
creatividad. Si el autor es tan importante, si la obra refleja su intención, ¿por
qué todos los artistas de una época parecen tener más o menos las mismas in-
tenciones? ¿Por qué a nadie se le ocurrió pintar un cuadro abstracto en pleno
Renacimiento? ¿Por qué durante el románico a ningún escultor le apeteció
esculpir una Virgen risueña jugando con un niño en brazos y un pajarito? ¿Y
cómo se sabe que la obra traduce correctamente la intención del artista?
No tenemos que confundir una obra con el argumento o la anécdota que con-
tiene. Una cosa es lo que vemos y otra lo que representa la cosa vista: una
señora con un niño en el regazo no siempre es una Virgen. Distinguir lo que
hay y lo que se representa pasa, como todo, por un aprendizaje.
Por todo esto, este módulo se centra en explicar las diferentes maneras de apro-
ximarnos a las obras de arte, cuáles son los principales agentes que intervienen
en el proceso de producción, distribución y recepción de estas obras, y en qué
consiste y cómo se forma el valor artístico y económico de las obras de arte.
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Imaginemos a una pareja que sale de excursión. Una es geóloga, el otro, filó-
logo. Puestos sobre un cerro y contemplando un espléndido paisaje, el filólogo
podría exclamar: ¡Fantástico! ¡Qué paisaje más bonito! ¡Me encanta! ¡Me hace
sentir libre! Y la geóloga le podría explicar que los movimientos orogenéticos
que han creado el perfil de este paisaje han plegado los sedimentos del fondo
y los diferentes tonos de verde se deben a las diferencias de suelo que condi-
cionan el tipo de vegetación...
¿Qué queremos decir con esto? Que cuando vamos a un museo, o nos ponemos
ante una obra considerada artística, lo podemos hacer como el filólogo o como
la geóloga. Pero solo lo podremos hacer como la geóloga si hemos estudiado
historia del arte, si hemos analizado las obras, si además de mirar intentamos
entender e interpretar lo que vemos. Y ahora podemos sustituir filólogo por
turista, y geóloga por estudioso del arte y obtendremos, aunque sea de manera
esquemática, las dos actitudes básicas de posicionarse ante el objeto artístico.
Fuente: http://www.onogueras.com/grecia/grecia.html
Vemos unas líneas, unos colores, unas formas, algunas repetidas... Se trata de
una tablilla con un texto en lineal A del Palacio de Cnosos, en Creta, del siglo
XVI a. n. e..
Hasta aquí hemos establecido una diferencia entre ver y entender. Intentemos
dar un paso más. Observemos la siguiente obra de Barbara Kruger.
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Barbara Kruger: I shop therefore I am, 1987. Fotografía sobre vinilo. 284,5 x 287
cm. Colección privada.
Fuente: http://www.arthistoryarchive.com/arthistory/feminist/barbara-kruger.html
Iconología
Disciplina asociada a la historia, a la historia del arte y a la comunicación, que sitúa las
obras que estudia en una perspectiva social e histórica, planteándose tanto las condicio-
nes de producción como el mensaje que eran susceptibles de vehicular en su tiempo.
Fundada por Aby Warburg, los principales discípulos fueron Erwin Panofsky, Ernst Gom-
brich, Raymond Klibansky, Fritz Saxl, Edgar Wind y Santiago Sebastián.
Jean-Baptiste-Siméon Chardin: La Raie (La raya), 1728. Óleo sobre tela. 114 x 146 cm. Museo
del Louvre, París.
Fuente: http://www.louvre.fr/oeuvre-notices/la-raie
De entrada, es fácil darse cuenta de que estamos ante una naturaleza muerta
que da la máxima prioridad al parecido de la representación de los objetos, es
decir, a la jarra, al gato, a la raya, al cuchillo... Se podría decir que «está bien
pintado» porque las «cosas» se asemejan a las que existen en la realidad.
Naturaleza muerta
Género pictórico que tiene como tema exclusivo objetos inanimados de diferente índole:
fruta, flores, instrumentos de música, jarrones, libros, instrumentos de cocina, de mesa
o del hogar, etc. La palabra apareció en el siglo XVII; hasta entonces la expresión cose
naturali había sido utilizada por Vasari para designar los temas pintados por Giovanni da
Udine. En Flandes, hacia 1650, apareció la palabra stilleven para designar piezas de fruta,
flores, pescados, etc., adoptada por los ingleses como still-life. En español se denomina
bodegón, que deriva de bodega, lugar de almacenamiento de alimentos.
¿Cuál es el problema? A pesar de que reconocemos las formas y los signos Imagen icónica
pintados por Chardin, unos objetos específicos, ¿estamos seguros de que en-
Denominamos imagen icónica
tendemos esta pintura? Es fácil interpretarla en términos icónicos (jarra, gato, a toda imagen que tiene un al-
raya), ¿pero la podríamos interpretar en términos simbólicos? to grado de parecido de carác-
ter ilusionista o de identidad
con el mundo de las cosas.
Es decir: ¿creemos que Chardin pintó estos objetos porque es lo que tenía a
mano, o reunió estos objetos y, precisamente, estos, con algún contenido sig-
nificativo? ¿Tenía algún significado explícito el hecho de que un pintor pin-
tara una naturaleza muerta, o simplemente lo hacía para decorar la cocina-co-
medor de las ricas casas burguesas? Con otras palabras: ¿Chardin pintó esta
naturaleza muerta sin ningún otro interés que copiar de manera lo más fiel
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La historia del arte nos permite saber que muchos cuadros de naturalezas
muertas fueron composiciones simbólicas proyectadas para indicar el concep-
to de vanitas (la vacuidad de las cosas materiales y la fragilidad de la vida hu-
mana). A menudo, este concepto se mostraba como una calavera, como sím-
bolo aceptado de la idea de la muerte, un memento mori –‘recuerda que tienes
que morir’–, un recordatorio de que somos mortales. En el cuadro de Chardin,
la raya, destripada, con una especie de sonrisa burlona, manifiesta un signifi-
cado simbólico similar.
Cuadros como La raya tienen que ser interpretados tanto en términos icónicos
(jarra, gato, raya) como simbólicos (vanitas, deseo sexual).
Por lo tanto, las obras de arte, por figurativas y académicas que sean, no se
limitan a copiar, a reproducir, a reflejar la realidad. Como nos lo demuestra el
análisis de La raya, ni reflejan ni suministran una ilusión transparente de la
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realidad ni del mundo, ni siquiera cuando el cuadro parece solo icónico. Son
representaciones de ideas, valores y creencias que, obviamente, están media-
tizados por las representaciones de la realidad.
Nos podemos poner ante una obra y sentir qué nos comunica, qué sentimien-
tos nos desvela, qué emociones nos transmite, pero esta manera de contem-
plar el arte habla de nosotros y de cómo interaccionamos con la obra, pero
nos dice muy poca cosa de la obra, de los problemas que se plantea el artista,
de los requerimientos de quien hizo el encargo y de cómo los soluciona.
No es suficiente con reconocer lo que se ve, sino que debemos estudiar cómo
y a través de qué se nos está comunicando algún significado y cómo la forma
interactúa con el contenido. Forma y fondo no son mundos paralelos: se usa
una determinada forma porque se considera que es la más adecuada para un
determinado fondo. Se utiliza una determinada técnica porque es la que mejor
responde a la solución de un determinado problema.
Fuente: http://www.wikiart.org/en/pablo-picasso/
glass-and-bottle-of-suze-1912
Se trata de (de)mostrar que la técnica del collage utilizada por Picasso en esta
obra es la más adecuada para dotar de significado aquella multitud de signos
–etiqueta, papeles de diario, recortes de papel de envolver...– que yuxtapues-
tos encima de una mesa no lo tendrían. Cada momento histórico posee su
lenguaje visual y requiere una tecnología adecuada para darle visibilidad e in-
teligibilidad.
Deducimos que en medio del cuadro hay una botella porque identificamos su
etiqueta como parte del objeto, casi triangular, de una forma blanca, a través
de la curva de la parte superior del cuello de botella y de su tapón. Podemos
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Estas formas pictóricas (los significantes) y el uso del diario y del carboncillo
(también significantes) relacionan el signo pictórico del vaso con el objeto
real, por medio del acuerdo cubista establecido en los cuadros de este estilo.
Identificada la botella y el vaso, podemos deducir que la forma oval de color
azul es la superficie redonda de una mesa desde una perspectiva elíptica.
Sin embargo, ¿qué ocurre con el diario? Se usa en tres lugares: forma parte del
signo vaso (la parte superior), forma parte del signo botella (la forma acanala-
da) y se utiliza en tiras recortadas. ¿A qué se puede referir? Quizá a un espacio
poco profundo, o a las servilletas de una mesa que cuelgan desde el borde de la
mesa azul, o a la refracción de la luz a través del vaso, indicada con el cambio
de dirección de la tipografía...
Pero ¿y si pudiéramos leer el diario, puesto que la lectura es lo que se hace ha-
bitualmente con un diario? Los recortes son de Le Journal del 18 de noviembre
de 1912. Picasso recortó trozos de la portada y de la segunda página. ¿Por qué?
Se habla de la guerra de los Balcanes. Los de la parte inferior hablan del avance
serbio, de los heridos, del hambre que planeaba sobre la población asediada
de Adrianápolis. En el lado derecho, pegada boca abajo está la crónica sobre
una devastadora epidemia de cólera que había matado a miles de soldados
turcos. En el lado izquierdo, y pegada hacia arriba, la columna del diario con-
tiene un reportaje muy diferente: el borde del vaso hace de flecha que nos
lleva a un subtítulo, L’ordre du jour, que detalla L’encontre a Pré-Saint-Gervais
contra la guerra, hablando de una manifestación de 40.000-50.000 pacifistas,
sindicalistas y socialistas que tuvo lugar la tarde del 17 de noviembre en una
comunidad de clase obrera cerca de Belleville. «Abajo la guerra», «Larga vida a
la revolución social» son algunas proclamas. También incluye el discurso del
socialista Sembat, que acabó afirmando que «los trabajadores no tienen que
matar para los capitalistas y los fabricantes de armas y municiones [...] tienen
que mantener sus fuerzas y también sus armas para la gran guerra interna que
hundirá al sistema capitalista».
¿Qué hace, pues, Picasso en este collage? Representar el mundo al revés, seña-
lando la ideología dominante como una falsa conciencia, como una inversión
de la realidad. Es una estrategia anarquista. Invierte los recortes del diario que
hablan de la guerra y que están al servicio del poder y de los intereses del ca-
pitalismo y el imperialismo. Y esta inversión la contrasta con la información
sobre la manifestación pacifista, pegada en la dirección correcta de lectura y
señalada por la flecha/vaso.
¿Por qué hay obras que nos gustan y obras que rechazamos? ¿El gusto es per-
sonal? ¿Por qué obras rechazadas, en su momento, por la crítica, han devenido
después paradigmas de aquella época? ¿Qué necesita el espectador para saber
apreciar y valorar una determinada obra de su tiempo?
Bourdieu, Pierre (2012). La distinción: criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus
(«Pensamiento»). 1.ª impr.
Bozal, Valeriano (1999). El gusto. Boadilla del Monte: Machado («La balsa de la medusa»,
94). 1.ª impr.
Della Volpe, Galvano (1987). Historia del gusto. Boadilla del Monte: Machado («La balsa
de la medusa», 8).
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Dickie, George (2003). El siglo del gusto: la odisea filosófica del gusto en el siglo XVIII. Boadilla
del Monte: Machado («La balsa de la medusa», 130). 1.ª impr.
Tomás Ferré, Facundo (2002). Formas artísticas y sociedad de masas: elementos para una
genealogía del gusto: el entresiglos XIX y XX. Boadilla del Monte: Machado («La balsa de la
medusa», 121). 1.ª impr.
Para estudiar el papel del espectador y la forma en que percibe e interpreta una
obra, vamos a comparar dos obras elaboradas en el mismo año: El nacimiento
de Venus de Cabanel y Olimpia de Manet.
Ambas son obras que fueron pintadas en una época todavía muy fuertemente
marcada por la tradición académica.
Según la Academia era posible establecer el valor de una obra sin conocer al autor. Existían
unos parámetros –los del formalismo: composición, equilibrio, ritmo, armonía, etc.– y
una jerarquía –dibujo, temática, etc.–, unas normas, principios y reglas a los cuales se
tenía que someter el artista. Eran estas normas y reglas las que permitían otorgar un valor
a la obra de arte. Hasta mediados del siglo XIX, había un patrón convencional de lo bello
establecido por la Academia.
Principios de la Academia
Los pintores debían respetar un cierto número de principios, que se habían fijado pro-
gresivamente y a los cuales se tenían que someter:
• Respetar la jerarquía de los géneros. De más a menos noble: pintura alegórica, pintura
de historia, retrato, escena de género (de la vida cotidiana), paisaje, marina, pintura
de animales, naturaleza muerta de peces y otros animales, naturaleza muerta de fru-
tas y flores. Los únicos temas dignos de ser representados eran los temas clásicos y
cristianos.
• Afirmar la primacía del dibujo sobre el color. El dibujo es el elemento esencial que
condiciona el éxito de la obra.
• Elaborar obras acabadas. Es necesario que las obras tengan un aspecto finito, acabado.
Por eso, su factura tiene que ser lisa y la pincelada no visible.
• Imitar a los antiguos, imitar la naturaleza. Las formas pintadas, para ser perfectas,
tenían que copiar del natural.
Alexandre Cabanel: El nacimiento de Venus, 1863. 130 x 225 cm. Óleo sobre tela. Musée
d’Orsay, París.
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Édouard Manet: Olimpia, 1863. Óleo sobre tela. 130,5 x 190 cm. Musée d’Orsay, París.
Fue criticado por su técnica que eliminaba la delicada gradación tonal de la Lectura complementaria
práctica académica y creaba unos vívidos contrastes de luz y de sombra. «Las
Clark, Thimothy J. (1999).
sombras son indicadas con manchas de betún más o menos grandes», escribió The Painting of Modern Life
un crítico, y añadía: «La mujer menos bella tiene huesos, músculos, piel y (pág. 92). Nueva Jersey: Prin-
ceton University Press.
algún tipo de color. Aquí no hay nada de todo esto».
Otros elementos que han perturbado las críticas son el ramo de flores, natura-
leza muerta que aparece de manera incongruente en un cuadro de un desnu-
do, y también el brazalete (¡que pertenecía a la madre del pintor!). Además,
en el siglo XIX el desnudo solo era concebible si pertenecía a otro espacio y
otro tiempo. En esta tela, el modelo está fuertemente individualizado, lo cual
se opone a la tradicional idealización de los desnudos. Solo hay que observar
la cama deshecha, la habitación cerrada por damascos rojos y verdes, la pre-
sencia de la sirvienta que lleva un ramo (¿homenaje de un admirador, de un
cliente?), la cinta y las babuchas que dan más el sentimiento de un cuerpo
desnudado que de un cuerpo desnudo.
Manet pinta aquí a Victorine con sus piernas cortas, su pecho pequeño, su
mentón puntiagudo y su cara cuadrada. Olimpia no es tan chocante por su
tema como por la manera en que este tema es tratado. Desconcertaba porque
es una flagrante descripción de los hábitos sexuales modernos. Manet sustitu-
ye una diosa veneciana del amor y la belleza por una refinada prostituta pa-
risiense. Pero lo que realmente desconcertó a los críticos de la época es que
Manet no la sentimentaliza ni la idealiza, y Olimpia no parece ni avergonza-
da ni insatisfecha con su trabajo. No es una figura exótica o pintoresca. Es
una mujer de carne y hueso, presentada con una iluminación deslumbrante
y frontal, sobre la cual el pintor muestra un perturbador distanciamiento que
no le permite moralizar sobre ella.
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Título Nos muestra que se trata de un tema mito- Recuerda la antigüedad, pero no es el tema
lógico. tratado; reenvía más bien a las prostitutas.
Venus es metamorfoseada en mujer venal,
para la cual el amor tiene en primer lugar un
valor utilitario. Por ello el realismo de su acti-
tud sensual y segura de sí misma.
Tema Odalisca que se refiere a los cuentos mito- Mujer joven de su tiempo que ha escogido
lógicos. por modelo.
Referencia�histórica Venus, diosa del amor, que place a los No hay ninguna connotación mitológica. Su
hombres y a los dioses. El amor, bajo la for- modelo es Victorine Meurent, con quien te-
ma de Eros, la suele acompañar. nía una relación amorosa, y que sale en otras
obras del pintor.
Respuesta�del�público Tiene éxito en el Salón de 1863, la crítica Excluido del Salón, se ve obligado a expo-
lo exalta, lo que repercute en que el públi- ner en un pabellón hecho por su iniciativa en
co también aplaude al pintor. Rond-Point de l’Alma.
Color Utiliza colores claros y tonos atenuados y Juega con el contraste, entre el desnudo sin
amortiguados; la palidez de la Venus hace sombras ni juego de luz y el fondo muy os-
agradable la sensualidad del cuadro. curo donde se encuentran la sirvienta y el
gato.
Técnica Paradigma del academicismo. Ruptura con la estética clásica y el arte oficial
de los salones. Contraste de colores, plani-
tud, falta de perspectiva (el brazo izquierdo
rompe las reglas académicas de la perspecti-
va).
Entorno�recreado El mar, las olas, la isla de Chipre son ele- Universo cerrado: interior de habitación ce-
mentos que recuerdan el relato mitológico. rrado por damascos, y cama deshecha.
Accesorios Venus desnuda, sin accesorios: sus encan- Lleva un brazalete, una cinta alrededor del
tos provienen del estiramiento de su cuer- cuello (a la moda, pero considerado como
po. un poco indecente), un par de babuchas...
Todo da más la impresión de un cuerpo des-
nudado que de un cuerpo desnudo.
Actitud Desnudo femenino para seducir al público Rompe las convenciones del Segundo Impe-
masculino, tolerado y aceptado por la co- rio en relación con la desnudez y la sexuali-
bertura mitológica o exótica. Pelos púbicos dad. El espectador deviene voyeur: Olimpia
cuidadosamente borrados (también se ha- lo mira fijamente, su mirada escrutadora está
cía con las primeras fotografías). acentuada por la del gato. Al cubrirse con la
mano el sexo parece menos quererse escon-
der púdicamente que mostrar claramente su
rechazo a dar. Las reglas del erotismo han si-
do transgredidas.
Otros�personajes Cinco angelitos miran y soplan sobre con- Una sirvienta negra lleva un ramo de flores
chas, curiosos y juguetones. de un admirador o cliente; un gato negro re-
emplaza al perrito de la Venus de Tiziano.
¿Por qué no gustaba el Olimpia? ¿Cuáles fueron las razones que determinaron
el rechazo y la incomprensión? Los críticos contemporáneos consideraron el
Olimpia como una pintura fallida (actualmente está considerada como uno
de los iconos más importantes del arte moderno, lo que demuestra hasta qué
punto cambia con el paso del tiempo lo que se entiende por arte y por expe-
riencia estética). De hecho, no se trata de una pintura equivocada, sino de
espectadores incompetentes. Si los críticos únicamente eran capaces de ver el
tema y los aspectos formales, solo podían interpretar negativamente la pintu-
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¿Qué era, pues, lo que resultaba difícil de asimilar por los críticos? El hecho de
alejarse de las fórmulas convencionales de representar el desnudo; el cuadro no
encajaba con lo que ellos esperaban del arte. Olimpia tiene la pose de Venus,
los atributos de Venus (la cama, la sirvienta, las flores), pero la mujer que hay
pintada en el cuadro no es Venus, sino una contemporánea travestida como
Olimpia. Manet había prescindido de los convencionalismos normales por los
cuales se regía la práctica de la pintura.
En este contexto de crisis del sistema newtoniano hay que ubicar la ruptura
con el impresionismo y el estallido de una multiplicidad de posibilidades que
esta ruptura facilitaba y que se conoce con el nombre de postimpresionismo,
un término histórico-artístico que se aplica a los estilos pictóricos de finales
del siglo XIX y principios del XX posteriores al impresionismo. Fue acuñado
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por el crítico británico Roger Fry con motivo de una exposición de pinturas de
Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent van Gogh, que se celebró en Londres
en 1910. Este término engloba en realidad varios estilos personales, planteán-
dolos como una extensión del impresionismo y a la vez como un rechazo de
sus limitaciones. Los postimpresionistas continuaron utilizando colores vivos,
una aplicación compacta de la pintura, pinceladas distinguibles y temas de la
vida real, pero intentaron llevar más emoción y expresión a su pintura, reac-
cionando contra el deseo de reflejar fielmente la naturaleza y presentando una
visión más subjetiva del mundo.
Aun así, durante el fin de siglo hubo otra respuesta artística muy diferente: es
la que dio Cézanne, que con su obra anunciaba la concepción moderna del
arte. Ningún artista fue más crítico que él en la exploración de los mecanismos
cognitivos y perceptivos del ver y el representar. Se arriesgó a la destrucción de
la mímesis en la búsqueda de una manera de representación que fuera fiel a la
percepción individual y a los hechos de la realidad material. Para conseguirlo,
había que dejar de lado todos los paradigmas artísticos previos y diseñar un
vocabulario formal totalmente nuevo.
Paul Cézanne: Los jugadores de cartas, 1890-1895. Óleo sobre tela. 47,5 x 57
cm. Musée d’Orsay, París.
• La postura y el gesto son simétricos, pero el eje del cuadro, el reflejo blanco
de la botella, no coincide con la mitad exacta de la tela: la composición
es ligeramente asimétrica.
• La fijeza del jugador que está esperando está definida por la forma cilín-
drica de su sombrero (que repite en la manga), por la recta de la silla, las
manchas blancas de la pipa y del cuello de la camisa, incluso el manto
rojizo de la mesa cae a plomo por su lado y se levanta en ángulo por el
otro; este jugador se ve entero; el otro, en cambio, está recortado.
Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/kandinsky%27s_first_abstract_watercolor
Se trata de una pequeña acuarela datada en 1910 en los propios escritos del
artista, cuyo título fue dado por el mismo artista. La debió de pintar hacia
1912, y su título posiblemente es muy posterior. ¿Por qué, si el artista indica lo
contrario? En 1910 es muy improbable que fuera capaz de valorar justamente
lo que había hecho. No se trata de un acto deliberado de falsificación históri-
co-artística: probablemente, le puso el título y la fecha cuando el arte abstracto
ya estaba aceptado. Esta cuestión de la datación retrospectiva de esta obra es
relevante porque nos informa sobre los intereses que estaban en juego, una vez
que la idea del arte abstracto había logrado una aceptación crítica y artística.
Miembro del grupo Der Blaue Reiter, asumió que la exigencia de fidelidad al Lectura complementaria
mundo de las apariencias entraba en conflicto con la demanda de una fideli-
Rosenthal, Mark (1996). Abs-
dad por el sentimiento. Kandinski sentía fascinación por el poder místico de traction in the Twentieth Cen-
la geometría y aseguraba que el triángulo era el símbolo de la cambiante «vida tury (pág. 37). Nueva York:
Guggenheim Museum Pub.
del alma».
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Tomando la música como modelo, Kandinski creó pinturas de líneas flotantes Lectura complementaria
y manchas de colores vivos. Para él, la naturaleza esencial del universo se ex-
Kandinski, Vassily (2006). De
presaba mediante un constante fluir. En su ensayo de 1912, De lo espiritual en lo espiritual en el arte: contri-
el arte, aconsejaba a los pintores guiarse por sus impulsos internos y rechazar bución al análisis de los ele-
mentos pictóricos (pág. 54 del
las formas concretas a favor de un lenguaje artístico de ritmos abstractos y original). Barcelona: Paidós.
armonía. Para Kandinski, la abstracción revelaba una realidad más arraigada
en el movimiento y el cambio que en las estables formas geométricas.
El primer arte abstracto se justificó a partir de las críticas sobre las formas tra-
dicionales del arte y un pensamiento antimaterialista al que contribuyeron
filósofos como por ejemplo Schopenhauer, Nietzsche, el poeta Mallarmé, el
compositor Wagner... A principios de siglo, este antimaterialismo fue relacio-
nado con un ideal positivo sobre el potencial humano y la sociedad humana.
Las nuevas formas artísticas se relacionaron con una forma de oposición op-
timista al orden social y político imperante.
• Por un lado, hay quienes alinean la abstracción con la celebración del nue-
vo sentido de realidad que acompañó las revoluciones científica y tecno-
lógica. Vista a través de este prisma, la abstracción supone una respuesta
positiva a las teorías de la relatividad y la física cuántica, que revelaron
la existencia de factores inabarcables para los sentidos humanos, o refleja
la adopción por parte de los artistas de la estética mecánica de las nuevas
industrias.
© FUOC • PID_00236446 30 Los mundos del arte
Se trata de una pintura que hay que enmarcar en dos contextos; en un ámbito
pictórico: en el contexto del futurismo (con el congreso de 1913 de los futu-
ristas de toda Rusia y la exposición, en 1915, de La última exposición futurista),
y en un ámbito histórico, en el proceso revolucionario en Rusia, después de la
revolución de 1905 y antes de la de 1917.
El futurismo era visto, en la Rusia del momento, como una manifestación ar-
tística en pro de la modernización y contra el conservadurismo (recordad qué
pasa en Rusia entre las dos revoluciones, quiénes mandan, qué representa la
Duma, y cómo seguía el proceso revolucionario de las manos de menchevi-
ques, bolcheviques y anarquistas y, por lo tanto, quién debía ir a las exposi-
ciones y galerías).
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Pero enmarca el cuadrado negro en una especie de marco blanco, como si fue- Suprematismo
ra una pintura tradicional: porque no está contra el arte, sino contra una de-
Movimiento de arte abstrac-
terminada estética del poder, a la cual quiere oponer otra estética. Y esta es to fundado por Malévich en
la utopía suprematista: los problemas sociales solo se pueden resolver si son 1915. Su radicalidad lo lleva a
formas puras, formas geomé-
planificados con una base estética. La estética, no como experiencia contem- tricas básicas –el cuadrado, el
rectángulo, el círculo, la cruz y
plativa, sino como acción social ordenada según unas nuevas reglas. el triángulo– y a una gama re-
ducida de colores.
Malévich, ante la crisis, da un paso adelante y formula una nueva estética, sin
la cual es impensable la evolución posterior del arte contemporáneo. Pinta –
en los decorados de una representación teatral política– para los revoluciona-
rios rusos en la etapa del inicio del capitalismo monopolista de después de la
segunda Revolución Industrial. La obra de Malévich solo se puede entender
en el contexto de la Rusia entre revoluciones. Fuera de este contexto puede
ser, entre otras cosas, un trapo para quitar el polvo.
La idea del arte abstracto, por lo tanto, constituyó una parte del aparato con-
ceptual por medio del cual cierta gente intentó, a comienzos del siglo XX, ima-
ginar su camino hacia un mundo mejor, es decir, la intención de crear un arte
abstracto, aunque fuera una intención artística, estaba formada en y para un
mundo que no era solo el mundo del arte.
Una característica común a todas las obras abstractas es que no son descripti-
vas. El Cuadrado negro de Malévich no ofrece ningún significado a menos que
su elaboración pueda ser descrita como un acto intencional en el contexto de
alguna historia; necesitaremos conocer el conjunto de las prácticas y de los
planteamientos dentro de los cuales fue posible concebir y ejecutar este tipo
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Fue, pues, uno de los generadores del sueño utópico de la década de 1920:
los problemas de la existencia social moderna podían ser resueltos solo si eran
planificados con una base estética, siendo el artista el planificador ideal. El
Cuadrado negro deviene, así, una utopía.
Siguiendo a Umberto Eco, «la obra de arte es un mensaje fundamentalmente Lectura complementaria
ambiguo, una pluralidad de significados que conviven en un solo significante
Eco, Umberto (1990). Obra
[...] esta ambigüedad –en las poéticas contemporáneas– deviene una de las fi- abierta. Barcelona: Ariel
nalidades explícitas de la obra, un valor que conviene lograr con preferencia a («Ariel», 16). 3.ª ed. Introduc-
ción a la segunda edición.
los otros». Según Eco, una obra es un objeto dotado de propiedades estructu-
rales definidas que permitan, pero coordinen, la alternativa de las interpreta-
ciones, el desplazamiento de las perspectivas.
Entiende por obra abierta aquella que precisa una colaboración teorética, men-
tal, del receptor, el cual tiene que interpretar libremente un hecho de arte ya
producido, ya organizado según una plenitud estructural propia. Para él exis-
ten dos tipos de apertura esencialmente diferentes: la apertura de primer gra-
do (cualquier obra de arte es abierta, en el sentido de que puede tener varias
lecturas que dependerán de las diferentes metodologías que se utilicen para
© FUOC • PID_00236446 33 Los mundos del arte
Por lo tanto, si la obra no se completa hasta que llega al receptor, ¿nos podemos
preguntar qué papel tiene el receptor en el mundo del arte?
La obra es viva mientras sea capaz de generar nuevos textos que la interpreten.
Las verdades y los valores dependen del receptor. Los diferentes lectores for-
mulan preguntas diferentes a la misma obra, y tienen expectativas diferentes;
por eso, la respuesta que reciban también será distinta. ¿Cuál es la buena? No
hay UNA buena, no hay UNA válida. Por eso, en una obra se pueden encontrar
cosas que el autor ni había imaginado. No hay percepciones universalmente
válidas (no tiene nada que ver cómo veía al Cristo en majestad de Tahull una
mujer campesina del siglo XIII a cómo lo ve un turista del siglo XXI: por eso
consideramos la obra de arte como una interfaz entre nosotros y el momento
histórico en el cual apareció esta obra, como un fragmento de historia hecha
imagen).
A veces nos preguntamos por el sentido de una obra de arte, ¿pero qué es el
sentido? A menudo el sentido es visto como un dato en sí: se busca el sentido
de un texto, se dice que esta frase tiene un sentido más profundo de lo que
se pensaba (se habla del sentido de la vida, del sentido del universo...). Nor-
malmente implícito, el sentido forma el horizonte sobre el cual se construyen
nuestros juicios. Muchos de nosotros, antes de ver nada de arte contemporá-
neo ya teníamos una idea de qué era el arte, y todo aquello que no encaja
en esta idea lo rechazamos o no nos gusta. Nuestros conocimientos influyen
sobre aquello que vamos a conocer. Se llega a creer que el sentido es un valor
objetivo, cuya realidad estaría incorporada a las obras (así, se suele considerar
que las obras de arte son arte porque llevan incorporados unos valores eternos,
permanentes e inmutables). Lejos de ser un dato, incluso cognitivo, el sentido
© FUOC • PID_00236446 34 Los mundos del arte
Ready-made
Duchamp: Rueda de bicicleta, 1913-1964. Metal, madera pintada. 126,5 x 31,5 x 63,5 cm.
Centro Pompidou, París.
Fuente: http://www.moma.org/collection/object.php?object_id=81631
Fuente: http://archives-dada.tumblr.com/post/50163765128/man-ray-porte-
bouteilles-de-marcel-duchamp-porte
© FUOC • PID_00236446 36 Los mundos del arte
Fuente: https://www.moma.org/learn/moma_learning/themes/dada/marcel-
duchamp-and-the-readymade
El 20 de abril de 1917, cuatro días después de que los Estados Unidos declarasen Contenido
la guerra a Alemania, se inauguró en Nueva York la primera exposición de complementario
la Society of Independent Artists en el Grand Central Palace en Lexington Se puede ver el catálogo en
Avenue. http://archive.org/stream/
catalogueannual00yorkgoog#
page/n7/modo/1up.
Esta asociación, creada en otoño de 1916, reunía diferentes tendencias del
mundo artístico neoyorquino, todas opuestas a los planteamientos de la Na-
tional Academy. Su presidente, William J. Glackens, era miembro del grupo de
los Ocho (The Eight) a favor del movimiento Ashcan School, comprometido a
pintar la realidad industrial y social de Estados Unidos.
Lectura complementaria
Zurier, Rebecca (2006). Picturing the City: Urban Vision And the Ashcan School. Berkeley:
University of California Press.
Perlman, Bennard B. (1988). Painters of the Ashcan school: the inmortal Eight. Nueva York:
Dover Publications.
© FUOC • PID_00236446 38 Los mundos del arte
En el comité de organización, el pintor John Marin era el único representante Lectura complementaria
del grupo de Alfred Stieglitz (Photo-Secession; Camera Work era la revista oficial
Marcadé, Bernard (2008).
del grupo); los del grupo del salón de los Arensberg (centro de la vanguardia Marcel Duchamp. La vida a
artística e intelectual, sobre todo dadaísta) estaban muy bien representados crédito. Buenos Aires: Libros
del Zorzal.
(Marcel Duchamp, Man Ray, John R. Covert, Joseph Stella, Morton L. Scham-
berg). El propio Walter Arensberg hace de director general de la exposición. La
artista y coleccionista Katherine Sophie Dreier, cuyas obras habían sido pre-
sentadas en el Armory Show, está al cargo de las conferencias y pide a Du-
champ que decore un «salón de té educativo». Duchamp y Covert fueron los
encargados de reunir los 100.000 dólares necesarios para el montaje de la ex-
posición, dinero que pidieron a doce personalidades con fortuna (William K.
Vanderbilt, Archer M. Huntington, Gertrude Vanderbilt Whitney –futura fun-
dadora del Whitney Museum of American Art).
«Esta ha hecho más por el progreso del arte francés que cualquier otra institución del
periodo... La razón del éxito se tiene que encontrar en el principio adoptado durante su
creación en 1884 y que nunca ha cambiado: “Ni jurado, ni premios”... No se exige nada
para ser admitido por la Sociedad, solo la aceptación de los principios y el pago de un
derecho de entrada de 1 dólar y de una suscripción anual de 5 dólares. De este modo,
todos los expositores son miembros y votan para la elección de los directores y para las
decisiones propuestas por la Sociedad durante sus asambleas anuales».
Citado en William A. Camfield (1990). «Marcel Duchamp’s Fountain: Its History and
aesthetics in the context of 1917». En: Rudolf E. Kuenzli y Francis M. Naumann. Marcel
Duchamp: Artist of the Century (págs. 66-67). Cambridge: MIT Press.
Contenido
complementario
Fuente: http://www.artic.edu/reynolds/essays/hofmann2.php
Alfred Stieglitz expone la idea de esconder los nombres de los autores de todas Contenido
las obras y sustituirlos por un número, de este modo «al liberar la exposición complementario
de la tradición y la superstición de los nombres, la Sociedad no le haría el juego Podéis ver este artículo en
a los marchantes y críticos, ni a los artistas». el facsímil del núm. 2 en
http://www.toutfait.com/is-
sues/issue_3/collections/girst/
blindman2/15.html.
La contribución de Marcel Duchamp a la exposición no se limitó a la coloca-
ción y dirección de este opúsculo. Unos días antes de la apertura de la exposi-
ción, y junto con Walter Arensberg y Joseph Stella, visitó un local de fontane-
© FUOC • PID_00236446 40 Los mundos del arte
Dos días antes de la inauguración, hizo llegar el objeto al Grand Central Palace, Lectura complementaria
acompañado de 6 dólares para pagar el derecho de admisión y una dirección
Las cartas de Duchamp a su
ficticia en Filadelfia, por medio de un tercero cuya identidad se ignora. En hermana y a su cuñado, Jean
una carta a su hermana Suzanne, enviada el día siguiente de la inauguración, Crotti, han sido publicadas
en inglés por Francis M. Nau-
Duchamp alude a «una de [sus] amigas, [que] con un seudónimo masculino, mann (1982), «Affectueuse-
ment, Marcel», Archives of
Richard Mutt, había enviado un urinario de porcelana como escultura».
American Art Journal (vol. 22,
núm. 4, págs. 2-19).
«Tell this detail to the family: The Independents have opened here with immense success.
Fuente: http://www.metmuseum.org/collection/the-collection-online/search/261000
Otro aspecto que hay que averiguar son los significados posibles del seudóni-
mo utilizado. Unos han evocado la idea de «imbécil» (del inglés mutt), de «po-
breza» (del alemán Armut) o incluso de «madre» (Mutter, Mutt R.). Duchamp
da un origen más prosaico a esta firma. «Mutt viene de Mott Works, el nombre
de una gran empresa de artefactos de higiene. Pero Mott era muy cercano, en-
tonces escribí Mutt, dado que existía una tira cómica de diario, Mutt and Jeff,
que entonces se publicaba y que todo el mundo conocía [...] quería un nom-
bre indiferente [...] añadió Richard... ¡Richard está muy bien para mi urinario!
Mira, es el contrario de la pobreza... Pero y esto. R. Solo: R. Mutt.»
«Mott was too close so I altered it to Mutt, alter the daily strip cartoon “Mutt and Jeff”
which appeared at the time, and with which everyone was familiar. Thus, from the start
there was an interplay of Mutt: a fat little funny man, and Jeff: a tall thin man... And I
added Richard [French slang for money-bags]. That’s not a bad name for a “pìssotière”».
Otto Hahn (1966, julio). «Passport No. G 255300». Art and Artists (vol. 1, núm. 4, pág. 10).
El título del ready-made, La fuente, fue escogido por sus cómplices Stella y
Arensberg, seguramente en referencia al sexo femenino.
© FUOC • PID_00236446 42 Los mundos del arte
La reacción ante este objeto no se hizo esperar. Después de una reunión de ur-
gencia de una docena de miembros de la dirección de la asociación, los defen-
sores de Mutt perdieron por poco margen. «La fuente es quizá un objeto muy
útil en su lugar, pero su lugar no es una exposición de arte y, cualquiera que
sea la definición de arte que se adopte, no es una obra de arte» («His Art Too
Crude for Independents», The New York Herald, 14 de abril de 1917, pág. 6).
El segundo número de la revista The Blind Man dedica dos artículos al «caso».
Se puede leer: «La fuente de Mr. Mutt no es inmoral, qué absurdo, no es más
inmoral que una bañera. Es un mobiliario que veis a diario en los escaparates
de las fontanerías. Que el Sr. Mutt haya hecho o no haya hecho la fuente con
sus manos no tiene importancia. Él lo ha ELEGIDO. Ha tomado un objeto
común de la vida cotidiana, lo ha ubicado de tal manera que su significado
común ha desaparecido. Mediante un nuevo título y un nuevo punto de vista,
ha creado una nueva idea de este objeto [...]. Las únicas obras de arte que ha
dado Estados Unidos son su fontanería y sus puentes».
A partir de Duchamp el gesto del artista se puede interpretar como que cual-
quier cosa es arte, incluso el objeto más humilde, una prueba de que el arte, de
hecho, no es diferente del resto de las cosas de este mundo: en lugar de elevar
la cotidianidad hace bajar el arte de su pedestal a la vida diaria; se rechaza el
© FUOC • PID_00236446 44 Los mundos del arte
Sin embargo, volvamos a la Europa en crisis del siglo XVII. Para evitar que la
revolución acabara con todos los privilegios [recordemos la Guerra de los Se-
gadores en Cataluña (1640-1659), la fronda francesa (1648-1653), la guerra ci-
vil inglesa (1643-1648), la crisis holandesa (1650)], las clases dominantes uti-
lizaron todos los medios para dirigir, persuadir, atraer, conmover, manipular...
los sentimientos del pueblo (he aquí la función del arte barroco).
Pero para poder persuadir hay que crear en el espectador una cierta predispo-
sición a querer ser persuadido: será tarea del arte desvelar esta predisposición.
Por eso, a menudo los personajes de los cuadros se dirigen al espectador como
invitándole a participar de la escena; por eso las fachadas barrocas son tan im-
pactantes, parece como si quisieran conquistar el espacio exterior; por eso los
centros de interés arquitectónico del palacio barroco son la sala de fiestas, las
escalinatas, los jardines, típico escenario aristocratizante muy lejano del pala-
cio renacentista burgués. Y todo dirigido a una finalidad: mover a admiración
como paso previo para conmover. Es, pues, propaganda.
Vamos a ver cómo se puede estudiar la narrativa barroca a partir de una de las
obras más importantes de Velázquez. ¿Qué nos explica Las Meninas?
© FUOC • PID_00236446 46 Los mundos del arte
Las primeras cuestiones tienen que ver con el reconocimiento de los personajes
(podríamos llamarlo el análisis iconográfico).
¿Quién es la menina que parece que está ofreciendo una jarra de agua al per-
sonaje central? ¿Por qué no mira, como casi todo el resto, hacia fuera? ¿Por
qué la mayoría de los personajes están de perfil o de tres cuartos, a excepción
de los reflejados por el espejo, que están en posición frontal? ¿Nos podemos
imaginar que toda la escena está articulada siguiendo el movimiento de un
tirabuzón cuando se desenrosca?
¿Qué personaje masculino refleja el espejo? En el caso de tratarse del rey Fe-
lipe IV, ¿no sorprende que no aparezca con todo el esplendor de los retratos
barrocos? Observamos que por encima de la cabeza de este personaje hay lo
que parece un cortinaje rojizo (uno de los pocos toques de color), típico de la
escenografía del retrato oficial barroco de los reyes.
¿Qué hace el personaje del fondo, sube o baja? ¿Vestido con capa y con el
sombrero en la mano, está entrando o está saliendo? ¿Cuál es su cargo? ¿Y su
función? ¿Qué puede aportar a la interpretación global de la obra? ¿Qué lugar
ocupa esta puerta abierta y, sobre todo, la luz que se filtra a través de ella, en
la composición del cuadro y en la perspectiva de la sala?
¿Quién puede ser este personaje femenino a la derecha del cuadro? ¿Tiene al-
gún sentido que esté en un ámbito de penumbra? ¿Qué parece que esté ha-
ciendo? Da la impresión de que va vestida como una monja. ¿Qué puede sig-
nificar?
¿Quién puede ser el personaje masculino que tiene a su lado? ¿Tiene algún
sentido que esté en un ámbito de penumbra? ¿Qué parece que esté haciendo?
Da la impresión de que está mirando hacia nosotros y que no hace mucho
caso a la mujer que tiene al lado.
¿Por qué la menina que está a la derecha de la niña (desde la perspectiva del
espectador) inicia una reverencia? ¿Ante quién se inclina?
¿Por qué aparece una enana en el cortejo de la niña? ¿Qué función hacía en
la corte? ¿Qué acción parece que esté haciendo? ¿Hacia dónde está mirando?
¿Qué hace el niño jugando con el perro a quien parece que le esté dando un
puntapié? ¿Y qué hace un perro en esta escena? ¿La pose del perro aporta algún
componente a la composición del cuadro?
¿Por qué el espacio vacío del primer término delante del grupo? ¿Conecta con
el espacio ocupado por el espectador? ¿Por qué ha tenido Velázquez interés en
dejar este espacio? ¿Por qué está pintado con este tipo de color neutro?
sería la acción lógica que nos describe el cuadro? Pero ¿y si no fuera el taller?
¿Qué sentido tendría que Velázquez estuviera pintando en un lugar que no
era su taller?
¿Qué� pinta� Velázquez� en� el� gran� cuadro? Parece claro que Velázquez está
pintando un cuadro; pero atendiendo a la posición de la gran tela y a la ubi-
cación del propio Velázquez, ¿podemos decir que está pintando a la infanta
Margarita y su cortejo? ¿Podría estar pintando a los reyes que se ven reflejados
por el espejo del fondo? Si aceptamos esta hipótesis, ¿no tendría que estar la
tela algo más oblicua para ver fácilmente a los modelos y no tenerse que des-
plazar? Si los reyes están en actitud estática, posando, ¿qué hace el personaje
del fondo cuya función era ir abriendo y cerrando las puertas por donde pa-
saban los reyes? ¿Por qué la menina de la derecha parece que inicia una reve-
rencia? ¿Y por qué Velázquez parece que haya parado de pintar?
figura más dimensionada del cuadro? ¿Iría vestido con ropa «de mudarse» si
estuviera pintando? ¿Por qué tendría las ventanas cerradas, si para pintar hace
falta luz? Si se trata de un autorretrato, ¿qué quiere manifestar?
El�perro. Forma parte de este ambiente doméstico e íntimo que ha sabido re-
crear Velázquez; junto con el caballo −característico del estamento nobiliario−
es un animal noble, símbolo de la fidelidad.
Y seguiremos por los objetos y las acciones que parece que tengan lugar.
Fuente: http://vmfa.museum/collections/art/pallas-arachne/
Copia de Jordaens por Mazo: Apolo vencedor de Pan. Óleo sobre tela. 181 x 223 cm. Museo del
Prado.
Fuente: https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/apolo-vencedor-de-pan/493aba00-f778-4098-bbd9-
a37ea5b98cf5
en la composición, nos plantea una difícil cuestión: ¿qué pinta el artista? Tres
han sido las respuestas: el retrato del rey y la reina, el retrato de la niña y su
cortejo, Las Meninas.
El�espejo. Tiene la finalidad de atraer la atención del espectador para obligarlo Lectura complementaria
a pensar qué es lo más importante de la composición. Es una de las claves del
Rodríguez, E. y Tordera, A.
cuadro. Su sentido metafórico se puede rastrear desde el Speculum maius de (1985). Escritura y palacio. El
Vincent de Beauvais, fundamental para la comprensión del cosmos medieval, Toreador de Calderón (págs.
49-64). Kassel: Reichenberger.
pasando por el Speculum principum de Pedro Belluga (Venecia, 1560) y acaban-
do en la Idea de un príncipe político cristiano de Diego Saavedra Fajardo, dedica-
da precisamente al príncipe Baltasar Carlos, primogénito de Felipe IV. El mo-
delo más cercano que tenía era una obra de Felipe IV que había en palacio: el
Matrimonio Arnolfini de Jan van Eyck. El fenómeno del espejo como retrato o
ventana es fundamental en la epifanía barroca de la imagen; con la perspecti-
va aérea y el espejo, Velázquez construye «una estructura cerrada para fijar la
presencia del Rey ausente o mudo».
Los�diferentes�títulos�de�Las�Meninas
© FUOC • PID_00236446 54 Los mundos del arte
Bajo los Borbones la tela era conocida como Infanta María Teresa (se llegó a
pensar que la niña retratada era María Teresa; pero esta tendría, en el momento
de pintarse el cuadro, 18 años). Parece, pues, un nombre erróneo dado durante
el siglo XVIII. Sin embargo, ¿se puede cometer un error de esta índole en una
obra que nunca se movió de palacio? ¿O bien el nombre estaba justificado si
tenemos presente la interpretación de Mestre Fiol en el sentido de que esta
obra es un homenaje a la infanta María Teresa, que ocuparía, precisamente,
el espacio simétrico en el punto donde convergen las principales líneas com-
positivas del cuadro?
El Museo del Prado se inauguró en 1819 y, antes de 1833, recibió una colección
de cuadros procedentes del Palacio Real. A la hora de darle un nombre, Pedro
de Madrazo, en 1843 le puso el de Las Meninas, anteponiendo los sirvientes a
los amos, reflejo quizá del ambiente republicano de la Europa del siglo XIX.
Composición
curvas irregulares y equivalentes, una formada por las cabezas del pintor,
María Agustina y la infanta, y la otra la dibujada por Isabel y los enanos,
respondiendo ambas a la silueta del perro.
Observemos los gestos, las actitudes y las miradas de los personajes: en con-
junto domina la sensación de movimiento paralizado; además, seis de ellos
dirigen la mirada hacia fuera del cuadro. Combinando ambas observaciones,
parece que Las Meninas describe la acción de un grupo que está haciendo al-
go que es interrumpido por otro acontecimiento que tiene lugar fuera de los
límites de la pintura.
Si esta observación es correcta, vamos a describir el argumento. Parece como Lectura complementaria
si la infanta hubiera entrado en el taller de Velázquez para verlo pintar. Ha-
Justi, Carl (1953). Velázquez
bía pedido agua, que ahora le ofrece la menina de la izquierda. Madame de y su siglo (pág. 731). Madrid:
Motteville en sus Memorias nos explica, en una visita a las habitaciones de Espasa Calpe.
la infanta María Teresa, el rígido ceremonial cortesano: «Se la sirve con gran
respeto; muy pocos tienen acceso a ella, y fue un particular favor que se nos
permitiese permanecer en la puerta del aposento. Cuando quiere beber, un
paje −menino− lleva el vaso a una dama, que, como el paje, pone la rodilla en
tierra, y del otro lado hay otra, también de rodillas, que le presenta la serville-
ta; delante hay una dama de honor».
Esta idea estaría también subrayada por el significado intrínseco de los dos
cuadros colgados en la pared del fondo: los dos mitos expresan el triunfo del
arte sobre la artesanía y los oficios manuales, considerados secundarios e in-
dignos de un caballero. La nobleza de la pintura, además de la exención de
impuestos, comporta una concepción según la cual la actividad del pintor es
idear, inventar, encarnar una idea; la ejecución es secundaria. Las Meninas se-
© FUOC • PID_00236446 58 Los mundos del arte
ría, pues, no la copia de una realidad o la imitación del natural, sino la imagen
de una idea interna, una cosa mentale como decía Leonardo. De aquí, quizá, la
actitud de Velázquez, que no está pintando, es decir, aplicando el pincel a la
tela en un trabajo manual, sino pensando y contemplando el disegno interno
de la obra.
La tela que está pintando Velázquez dentro del cuadro podría ser, precisamen-
te, Las Meninas, y así estaría proclamando que su declaración de la nobleza de
su arte estaba específicamente avalada por el rey. Probablemente, la intención
del artista era hacer una obra extraordinaria: la dimensión, la composición
compleja, la insuperable técnica, etc., son signos que denotan la voluntad de-
liberada de crear una obra maestra.
Por eso, podemos interpretar Las Meninas en el contexto específico del ilusio-
nismo barroco: al suprimir lo esencial del cuadro, Velázquez muestra que to-
do es ilusión, que tan falso es el pintor que nos mira, como el grupo que in-
terrumpe su trabajo, como el espejo o la puerta que multiplican los espacios,
como las figuras que se reflejan, como el propio espectador cuya imagen no
se refleja en ninguna parte.
Las Meninas son también un manifiesto sobre la condición de la pintura co- Lectura complementaria
mo arte liberal, noble y, por extensión, sobre la condición de los artistas, con
Brown, Jonathan (1980).
derecho a gozar de las ventajas de una cierta posición social. Con esta obra Imágenes e ideas en la pintura
Velázquez quería contribuir a la batalla por la nobleza de la pintura y de los española del siglo XVII (págs.
115-142). Madrid: Alianza
pintores (recordemos que invirtió muchos esfuerzos para ingresar en una or- («Alianza Forma», 14).
den militar, algo que consiguió el 28 de noviembre de 1659).
Nos encontramos, pues, ante un documento que evidencia las relaciones ex-
cepcionales entre Velázquez y Felipe IV, las cuales avalan la nobleza del arte
pictórico. Un detalle importante que puede corroborar esta teoría es la llave
que cuelga de la cintura de Velázquez, símbolo del cargo de aposentador que
tenía y, a la vez, signo del favor real y de la especial relación existente entre
el pintor y los reyes.
Recordemos uno de los títulos que se había dado a esta obra: La familia de
Felipe IV (en el momento de pintarse Las Meninas estaba formada por Felipe IV,
Mariana de Austria, la infanta María Teresa y la infanta Margarita, puesto que
el príncipe Baltasar Carlos había muerto en 1645), o la Infanta María Teresa.
Sin embargo, ¿por qué no sale precisamente la infanta María Teresa?
2.1. El artista
Entre estos criterios, el tiempo invertido y las ganancias obtenidas son los más
utilizados por su objetividad.
Según las cifras del censo, la población francesa de artistas plásticos ha pasado
de 14.020 en 1982 a 22.000 en el 2002 (una tasa de crecimiento del 56,7 %).
En Estados Unidos, el número de artistas plásticos ha pasado de 153.000 a
246.000 de 1980 al 2000 (una tasa de aumento del 60,8 %, pero con una clara
ralentización en los últimos años: un 9,8 % en el decenio 1990-2000).
Unos ingresos débiles. Según un estudio británico hecho a partir de los datos Lectura complementaria
nacionales del New Earning Survey, con el mismo nivel de estudios y de ex-
Davies, Rhys y Lindley, Ro-
periencia, los ingresos medios semanales de los artistas plásticos británicos se- bert (2003). Artists in Figures.
rían un 14 % inferiores en el 2000 a los de los individuos que, teniendo una A statistical portrait of cultu-
ral occupations. Research Re-
cualificación equivalente, hubieran optado por otro tipo de trabajo. port núm. 31. Art Council of
England. University of War-
wick.
Otras investigaciones aportan los siguientes datos. El 63 % de los artistas de la
bahía de San Francisco ganaban menos de 7.000 dólares, mientras que el in-
greso medio de la población era de 35.000 dólares. Los ingresos de los artistas
plásticos se sitúan en la parte baja de la horquilla de los ingresos del conjunto
de los artistas. En Australia, los ingresos medios obtenidos de una actividad
artística por un artista plástico serían de 9.200 dólares (año 2000-2001), mien-
tras que serían de 15.700 dólares para el conjunto de la población de artistas.
En Francia, en el 2005, la mitad de los artistas declaraba menos de 8.290 euros
anuales de beneficios no comerciales. Para hacer frente a esta situación, los
artistas se han dedicado a la pluriactividad (actividades artísticas pero no de
creación, actividades docentes, etc.).
© FUOC • PID_00236446 61 Los mundos del arte
Lectura complementaria
Jeffri, Joan (2004). Information on Artists III. Research Center for Art and Culture. Nue-
va York: Columbia University. En línea en http://artsandcultureresearch.org/portfo-
lio/ioa3/.
Throsby, David y Hollister, Virginia (2003). Don’t give up your Day Job: An Econo-
mic study of Profesional Artists in Australia. Strawberry Hills Australia Council for
the Arts. En línea en https://www.australiacouncil.gov.au/workspace/uploads/files/re-
search/entire_document-54325d2a023c8.pdf.
Sobre el conjunto de la población artística censada en Francia en 1990, solo Lectura complementaria
el 4 % tenían una visibilidad bastante grande, mientras que el 85 % no tenían
Moulin, Raymonde (2009).
casi ninguna; y el 78 % de los que tenían mucha vivían, durante un cierto L’artiste, l’institution et le mar-
periodo, de su actividad artística; por el contrario, solo lo hacían el 13 % de ché. París: Flammarion. 2.ª
ed.
los que tenían poca visibilidad.
La idea del artista como celebridad puede parecer extraña, pero no es más que
una extensión del concepto de superestrella en la música, el cine o los depor-
tes. La condición de celebridad se puede lograr por medio del marketing y la
fama resultante, además de las habilidades profesionales. Damien Hirst ha ge-
nerado publicidad y precios elevados gracias a la naturaleza de sus obras y a
sus títulos brillantes. Otros artistas generan precios elevados por ser innova-
dores, porque son grandes dibujantes, celebridades, polémicos o atractivos y
controvertidos. Cualquiera de estas cualidades puede ayudar a consolidar una
marca de éxito. El mejor ejemplo del artista como celebridad es Andy Warhol.
El artista como figura polémica, Jeff Koons. Tracey Emin es atractiva y contro-
vertida. Al convertirse en una marca, cada artista ha asumido un papel en la
cultura popular, el cual se ha traducido en precios caros en galerías y subastas.
El artista de hoy puede ser un espíritu saturnal y solitario, del tipo que describió
Giorgio Vasari, explicando la vida de Paolo Uccello o de Piero Di Cosimo. Otras
veces es un director de cosas, hechos, personas, lugares, un director de orquesta
© FUOC • PID_00236446 62 Los mundos del arte
En el mundo del arte globalizado y poscolonial hay cada vez más espacio para
una práctica nómada, que se refiere sobre todo al artista y a su peregrinar,
pero también a los lugares donde se elaboran las obras, que adquieren así un
carácter site-specific, específico del lugar.
Por un lado, perdura el ideal del autor de eco modernista, que consigue el éxito
y el consenso gracias al dominio de una técnica concreta; por otro lado, se ha
delineado la figura del artista menos relacionado con la obra como impronta
personal, de tal manera que la ejecución se confía casi siempre a los otros y
resulta una acción fundamentada en un proyecto, según una partitura que
tiene que ser seguida con todo rigor. Es el caso de Takashi Murakami, el japonés
más conocido de comienzos del siglo XXI. En su empresa Kaikai Kiki, en la cual
están ocupadas un centenar de personas entre Nueva York y Tokio, se colabora
con casas de moda –como Marc Jacobs y Louis Vuitton–, se producen cuadros
y souvenirs, pelucas en serie y esculturas hechas a mano. En respuesta a ofertas
tan variadas, el espectador tiene que tomar postura y decidir constantemente
con qué actitud desea participar en la obra.
2.2. El espectador
Hasta el siglo XX, el espectador era el destinatario pasivo del mensaje visual
que se le quería transmitir. La finalidad del arte era ser visto. Y este carácter
pasivo se vio agravado con la creación de los museos en el siglo XVIII; al sacar
la obra de su contexto, esta perdió su finalidad y función, y quedó reducida
a la simple contemplación estética.
Habrá que esperar a enero de 1910, durante la primera serata o sesión que
Filippo Tommaso Marinetti y compañeros organizaron en Trieste, para que el
espectador se hiciera partícipe. También el dadaísmo de Zúrich, entre 1916 y
1919, organizó en el Cabaret Voltaire, a partir del poeme simultané, eventos y
espectáculos parecidos a obras teatrales «totales», en los cuales se ponían en
escena hechos, acciones y gestos prolongados en el tiempo y en el espacio.
Happening
La palabra happening viene del verbo inglés to happen: lo que sucede, deviene o pasa. Allan
Kaprow escribe: «los happenings son eventos que, por decirlo simplemente, tienen lugar».
[«Los happenings en la escena neoyorquina» (1961), en Allan Kaprow (1996). L’art et la vie
confondus (pág. 48). París: Centro Pompidou].
Los happenings pueden ser eventos de todo tipo, que tienen en común un cierto número
de características o principios de base: se trata de un conjunto de acciones no reprodu-
cibles (no se puede hacer dos veces) y no repetibles (no se pueden hacer repeticiones
previas) a diferencia del teatro, pero también en parte de las performances que pueden
ser reproducibles; el lugar del happening puede ser cualquiera (la calle, un campo, un ga-
raje, un piso, etc.), en lugares que no están necesariamente consagrados al arte; pese a
la existencia de un esbozo de guion elaborado por el artista, el happening deja una gran
parte a la improvisación, a lo imprevisto, a lo inesperado, a lo indeterminado; ya no hay
público propiamente dicho. No se observa un happening como un espectáculo, se está
allí, se participa en él; no produce un objeto sino un acontecimiento que solo perdura en
la memoria de los que asistieron, dando lugar a la elaboración de la leyenda y del mito;
cualquier material es utilizable; la duración es variable (de 10 minutos a varias horas, no
a la fuerza conocida con antelación) y rompe con la convención de 1h 30’ de media de
la duración habitual de un espectáculo.
Performance
Aparecida a finales de los años sesenta o principios de los años setenta, la performance
se inscribe en la continuación del happening. Es, de hecho, lo que significa en inglés la
palabra performance: un desempeño, una actuación. Sería, pues, una actuación pública
como obra de arte, que no necesita ningún conocimiento particular, sin función si no es
la de existir de manera fugaz, multidisciplinaria o tendiendo al nivel cero de la expresión.
La performance está, en cierto modo, más organizada que el happening. Es sobre todo re-
producible, como las performances de Charlotte Moorman rompiendo un violín o tocan-
do el violonchelo a las espaldas de Nam June Paik que fueron rehechas en 1990, en la
manifestación Arte Transición en el M. I. T. Puede poner en juego solo al artista, o a un
grupo de artistas; el lugar y el papel del público pueden tener diferente naturaleza, de la
participación a la simple posición de espectador. Entre los artistas históricos del happe-
ning, citamos a los siguientes: John Cage, Allan Kaprow, Meredith Monk, Chris Burden,
Laurie Anderson (Estados Unidos); Orlan, Jean-Jacques Lebel, Joël Hubaut (Francia); Ri-
chard Martel (Quebec); Ulay y Abramovic (Países Bajos); Agrupa Gutaï (Japón).
Desde los años noventa, las prácticas participativas se han puesto al orden del día, privi-
legiando, sobre todo, temáticas reivindicativas, o vinculadas con la identidad, la ética,
la sostenibilidad ambiental, los efectos que un mundo cada vez más mediático provoca
en los individuos y en la colectividad, la convivencia en un ámbito local o global, la
soledad urbana, etc.
Hasta ahora, pues, la tarea del espectador consistía simplemente en proyectar Lectura complementaria
una mirada desinteresada sobre el objeto artístico para lograr una recepción
Jauß, Hans Robert (1982).
clara de las ideas del artista. En la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, Lección magistral impartida
las revoluciones dentro y fuera del mundo del arte empezaron a demoler este en 1967 en la Universidad de
Constanza, Alemania, publi-
artículo de fe. El minimalismo elevó de manera inesperada el papel del espec- cada en Toward an aesthetic of
reception. Minneapolis: Uni-
tador, que en cierto sentido tenía que completar la obra de arte interactuando
versity of Minnesota Press.
con ella. Cada vez más se pedía la participación del espectador, idea extraída
sobre todo de la teoría literaria, en particular del artículo de 1968 de Roland
Barthes La muerte del autor, que postulaba que el verdadero autor de cualquier
texto era el lector que le daba vida, o de la teoría de la recepción de Hans Ro-
© FUOC • PID_00236446 64 Los mundos del arte
También había cuajado en Europa un movimiento en torno a Guy Debord y Lectura complementaria
su texto de 1967 La sociedad del espectáculo, cuya influencia todavía perdura.
Debord, Guy (2000). La socie-
Afirmaba que la sociedad capitalista había dejado de focalizarse en la produc- dad del espectáculo. Valencia:
ción para centrarse en el consumo y en perfeccionar herramientas con las que Editorial Pre-Textos.
En la última década el aspecto participativo del arte ha resurgido como esté- Lectura complementaria
tica relacional, término acuñado por el crítico francés Nicolas Bourriaud en
Bourriaud, Nicolas (2003).
1997. Bourriaud identificó en la obra de artistas contemporáneos una tenden- Relational Aesthetics. París:
cia que fomenta la interacción, las relaciones personales y la noción del arte Presses du Reel.
Dejando de lado las motivaciones estéticas –en el caso de que existan–, la de-
manda de arte está movida por el deseo de reconocimiento social o por preo-
cupaciones especulativas. Sabemos que el consumo de un bien puede estar
inducido por motivos de orden social y que la satisfacción no se deriva direc-
tamente de las características del bien sino de la actitud de los otros ante es-
te bien. Leibenstein distingue el efecto Veblen, el efecto esnob y el efecto de
«subirse al carro».
Lectura complementaria
Leibenstein, H. (1950). «Bandwagon, snob, and Veblen effects in the theory of consu-
mers’ demand». The Quarterly Journal of Economics (vol. 64, núm. 2, págs. 183-207). En
línea en http://areadocenti.eco.unicas.it/bianchi/LEIBENSTEIN.50.QJE.pdf.
Los dos primeros remiten a una necesidad de distinción y actúan sobre los
precios o sobre las cantidades. El efecto Veblen caracteriza las situaciones en las
cuales los consumidores compran un bien por su precio elevado para marcar
su posición social.
Lectura complementaria
Veblen, Thorstein (1994). The Theory of the Leisure Class. Nueva York: Dover Publications.
[El original es de 1899].
© FUOC • PID_00236446 66 Los mundos del arte
La motivación financiera casi nunca es verbalizada por los coleccionistas de Lectura complementaria
arte, que encuentran repulsivo hablar de dinero, como si lo artístico no fuera
Velthuis, Olav (2005). Talking
compatible con lo monetario. Prices. Symbolic Meanings of
Prices on the Market for Con-
temporary Art. Princeton/Ox-
En algunos periodos, se han podido observar dinámicas puramente especula- ford: Princeton University
Press.
tivas, como ha ocurrido con los artistas chinos, cuyo índice de precio ha au-
mentado en un 583 % entre enero del 2004 y el 2009.
Junto con las colecciones de empresa ha nacido la figura del consultor, un crí-
tico-curador que inicialmente era un personaje sofisticado, como lo fue Alfred
Barr –el primer director del Museum of Modern Art, de Nueva York–, pero que
después se convirtió en un profesional cada vez menos ampuloso. Lo demues-
tran dos de las caras más conocidas: Jeffrey Deitch, primer galerista en el Soho
y ahora director del Museum of Contemporary Art de Los Ángeles, y Larry
Gagosian, que ha extendido su imperio con una amplia red de galerías en todo
el mundo, desde Nueva York, Los Ángeles y San Diego a Londres, París, Roma,
Ginebra, Atenas y Hong Kong; también ha abierto, en Madison Avenue, una
tienda donde vende gadgets, libros, etc.
© FUOC • PID_00236446 67 Los mundos del arte
Está a la orden del día la mezcla de los roles de galerista, consultor para las
adquisiciones de las corporaciones, curador, a menudo fund raiser –recaudador
de fondos– para la organización de grandes exposiciones, además del trabajo
de adquisición de obras en los museos, o simplemente representante de pu-
blicidad para las galerías. En unos tiempos en los que el dinero no sale de los
entes públicos sino del mundo privado, también el trabajo de director de un
museo se configura bajo la necesidad de manejar este tipo de habilidades.
Andy Warhol decía que lo que sobrevive es lo que el gusto de la clase domi-
nante decreta que tiene que sobrevivir, y que resulta lo que mejor se corres-
ponde a los cánones y a la manera de pensar de esta clase. Esto es cierto no solo
hoy sino probablemente desde siempre. Tienen éxito las obras en las cuales
la clase dominante busca su reflejo, quizá como manera de absolución o de
asunción de la culpa respecto a los dramas del mundo.
El coleccionista experto se fía de su ojo, pero no olvida su oído. Tiene que estar
atento a todas las informaciones, y a veces también a los chismes que circulan
dentro del sistema, igual que un inversor en Bolsa, que busca estar al día en
política económica mundial. Hay siempre un notable desequilibrio entre la
cantidad de noticias que posee quien vende respecto a quien compra, y hay
que llenar este vacío (leyendo la prensa, comparándose con otros coleccionis-
tas y con artistas, visitando ferias y bienales, etc.).
secundario. El primero está reservado a las galerías, las cuales tienen teórica-
mente la exclusiva de lo que se denomina mercado primario (corresponde a
la primera venta de la obra). En cuanto al arte contemporáneo, las subastas
representan un 30 % del mercado internacional.
El mercado de arte primario se compone de las obras de arte que proceden directamente
del artista y que se ofrecen en venta por primera vez. El mercado secundario es el de la
reventa: compra, venta y negociación entre coleccionistas, marchantes y museos, subas-
tas. Las obras que se compran directamente al marchante normalmente son más baratas
que las adquiridas en una subasta porque el marchante intenta mantener los precios del
mercado primario de arte por debajo de los precios de subasta.
Las galerías de promoción, aparecidas en la segunda mitad del siglo XIX, serían
los actores centrales de la transformación del mercado. La calidad, apreciada
según la capacidad de innovación del artista, requería la existencia de inter-
mediarios encargados de descubrir los nuevos talentos y asegurar su promo-
ción. Paul Durand-Ruel, Ambroise Vollard y Daniel Henry Kahnweiler fueron
los pioneros. A menudo, a cambio de un salario mensual, el artista se compro-
metía a entregarle la totalidad de su trabajo. Los galeristas, por su parte, ase-
guraban la promoción de su trabajo mediante la organización de exposiciones
individuales y la confección de catálogos. Teniendo en cuenta la importancia
de las sumas financieras, las inversiones efectuadas por los marchantes cons-
tituían un signo creíble destinado a los coleccionistas que dejaba patente la
calidad del trabajo artístico.
Hoy día, las principales galerías son europeas y norteamericanas. Citamos en-
tre las más importantes las americanas de Marian Goodman, Barbara Gladsto-
ne o Matthews Marks; las inglesas de Victoria Miro, White Cube, Gavin Brown;
© FUOC • PID_00236446 69 Los mundos del arte
las alemanas de Sprüth und Magers, Michael Werner, Jablonka; las suizas de
Hauser & Wirth, Presenhuber, Bischofberger, o las francesas de Perrotin, Lam-
bert.
Las galerías de arte más importantes a menudo están diseñadas con el fin de
que resulten un lugar poco acogedor para aquellos que han ido solo a mirar
y para que los visitantes no se sientan cómodos. Parte de la psicología de la
galería contemporánea es la decoración. A menudo carece de ventanas y está
formada por salas de paredes blancas y lisas. Este tipo de arquitectura recibe
habitualmente el nombre de cubo blanco. Este entorno carente de rasgos dis-
tintivos pretende reforzar la idea de que lo que se contempla es arte y que las
galerías son elitistas.
La historia del marchante de marca se inició a finales del siglo XIX con Joseph
Henry Duveen, nacido en Hull en 1869. Duveen dominaba el tráfico comercial
de pinturas de los Viejos Maestros. Una vez, vendió cuadros que no eran de su
propiedad a un precio insólito. Vendió El chico azul de Thomas Gainsborough
a los americanos Henry y Arabella Huntingdon por 182.000 libras (750.000
dólares de aquella época, unos 4 millones de dólares en moneda del 2007)
en una época en la que el cuadro era propiedad del duque de Westminster,
a quien Duveen no había visto nunca. No hubo ningún problema. Duveen
negoció la compra unos dos meses después de haber vendido el cuadro.
Castelli fue uno de los primeros marchantes que retribuyó a sus artistas con un
salario para que no tuvieran que sufrir la inseguridad de esperar a las ventas.
En 1960, Frank Stella trabajaba como pintor de casas en Brooklyn y creaba
pinturas por la noche con los colores que le sobraban del trabajo. Castelli ad-
miró un cuadro en tonos verde limón y ofreció a Stella 300 dólares mensuales
durante tres años para dedicar todo su tiempo a pintar.
Lo habitual en el mundo del arte es que cuatro de cada cinco nuevas galerías de
arte contemporáneo fracasen antes de cinco años. Además, cada año cierran
el 10 % de las galerías establecidas que hace más de cinco años que funcionan.
Los marchantes pueden influir en el precio de las obras de los artistas por
medio de sus actividades en el mercado secundario. Cuando una obra aparece
en una subasta, algunos marchantes licitan hasta el precio al que se vendería
a través de su representación, para proteger el mercado de la galería. Algunos
vuelven a comprar la obra para evitar que el artista se quede sin vender.
Situémonos en la feria Art Basel del 2006, donde Terence Koh exponía una
escultura. Un acaudalado minorista de reformas de viviendas de Manchester
llamado Frank Cohen se enzarzó en una guerra de licitaciones con Charles
Saatchi y Bernard Arnault por esta escultura. Arnault manifestó su deseo de
adquirirla, y Saatchi mejoró su licitación, y después Cohen elevó la suya a
68.000 libras y ganó. Javier Peres, el marchante norteamericano que la vendió,
dijo que la escultura constituía una manifestación de anticonsumismo.
Está considerada como una de las ferias de arte contemporáneo más importantes del
mundo. Según datos del 2009, atrae a unos 60.000 visitantes, y exponen unas 300 galerías
de arte contemporáneo (de una demanda de 1.100), que representan a unos 2.500 artistas.
Las galerías tienen que presentar tanto a artistas emergentes como consagrados, y deben
demostrar que promueven activamente a los artistas y que colaboran en la producción.
Bernard Arnault
Hombre de negocios francés, es el propietario del grupo de artículos de lujo LVMH (Louis
Vuitton, Moët Hennessy), y el hombre más rico de la Unión Europea según la revista
© FUOC • PID_00236446 71 Los mundos del arte
Ferias como la de Art Basel son muestras comerciales de la industria donde los
marchantes se reúnen durante algunos días para ofrecer obras especializadas.
Las obras igualan en calidad y cantidad las que ofrecen las casas de subastas
durante toda una temporada de ventas. El inicio del siglo XXI ha sido también
el inicio de la década de las ferias de arte.
En la actualidad hay cuatro ferias internacionales cuyo prestigio es tal que im-
primen procedencia y valor al arte contemporáneo. Una es TEFAF, la European
Fine Art Foundation Fair, que se celebra en el mes de marzo y se conoce como
«Maastricht». Otra es Art Basel, que cada mes de junio atrae a coleccionistas,
comisarios y marchantes a la ciudad suiza. La tercera es una derivación de Art
Basel, Art Basel Miami Beach, que se celebra en diciembre y ha conseguido su
fama por su combinación de arte, dinero y moda. La cuarta y más reciente
adición es London’s Frieze, que tiene lugar en octubre. Hay un centenar de
ferias internacionales menores; además, se celebran bienales de arte y ferias
en hoteles.
Art Basel
Se celebra en el mes de junio en la ciudad medieval del Rin. 900 galerías solicitan uno
de los 290 espacios, se gastan 2 millones de dólares en publicidad y asisten a ella 50.000
personas. NetJets, una compañía de aviones, organizó 198 vuelos a Basilea para la feria
del 2007. Los precios de los estands para los marchantes están en torno a los 40.000 euros.
El comité de selección está formado por seis marchantes de arte.
Conocida como Basel Miami, es actualmente la feria de arte contemporáneo más grande
del mundo, un carnaval de cinco días cada mes de diciembre con fiestas, celebridades del
mundo del deporte y el espectáculo, y un consumo llamativo, y las obras de arte son algo
casi secundario. Acepta a 200 expositores de 650 candidatos. El coste total de montar un
estand de 80 metros cuadrados se sitúa en torno a los 110.000 dólares.
Estas cuatro son las ferias obligadas donde los marchantes igualan a las casas
de subastas en calidad y rapidez de ventas y pagos. Los marchantes superestre-
lla van allí porque las mejores ferias atraen a los coleccionistas más importan-
tes (es decir, más ricos). Los coleccionistas las visitan porque los marchantes
superestrella exhiben sus obras. Cada una de las cuatro ferias atrae a la misma
colección de marchantes, asesores de arte, comisarios, directores de museos y
artistas, junto con el aparato correspondiente de relaciones públicas y perio-
distas.
Por debajo de estas cuatro hay una veintena de ferias recomendables, que son
el sustituto para el resto de los marchantes.
Una galería puede llevar una o dos buenas obras que ya han sido vendidas –o
que han sido cedidas en préstamo para la ocasión– con el fin de impresionar
a los coleccionistas y ganar cobertura mediática, con lo cual se asegura que
a los cinco minutos de la inauguración ya tienen el letrero de vendido. Estas
obras más relevantes se colocan en la parte delantera del estand para atraer a
los coleccionistas a la contemplación de otras obras menores que realmente
son las que se ofrecen.
Las ferias constituyen un entorno terrible para contemplar las obras, se han
descrito como «el mejor ejemplo de ver arte de la peor manera». El escenario y
las multitudes no son propicios para la contemplación artística. Las obras son
aleatorias y están yuxtapuestas, sin ninguna intervención de algún comisario
que las organice. La iluminación siempre es excesivamente brillante, diseñada
más para la seguridad colectiva que para la observación de las obras. ¿Cómo
destacar en medio de todo? Por el espectáculo, por el impacto.
«[El arte es] en primer lugar una parte de la economía. La tarea del arte consiste en la
producción, difusión y venta de obras de arte. La obra de arte es una mercancía como
cualquier otra. El mercado del arte es una parte del mercado como tal y funciona según las
leyes usuales de la economía de mercado. Las obras de arte circulan en nuestra economía
como circula cualquier otra mercancía en el contexto de la circulación de mercancías en
general».
Boris Groys (2003). Topologie der Kunst (pág. 9). Múnich: Hanser.
Además de las ferias, una parte del sistema del arte se ha consolidado en la
compleja red de construcción de exposiciones o muestras, que se han conver-
tido en el más importante vehículo para proponer nuevas temáticas, nuevos
artistas y nuevos métodos expositivos.
© FUOC • PID_00236446 73 Los mundos del arte
Las exposiciones y muestras han crecido hasta tal punto que la figura del or-
ganizador (figura que se ha denominado a veces comisario artístico y que ac-
tualmente se denomina curador, derivado directamente del inglés curator) ha
asumido una fisonomía específica: ha dejado de ser considerado un simple
facilitador y ha adquirido los contornos de un protagonista, para el que se han
creado escuelas de formación específica.
• Convencer a galerías de buen nivel para que expongan y vendan sus obras,
tanto en sus sedes como las ferias; pero también que paguen la producción
de sus trabajos en muestras de otros lugares.
Al admitir el arte no académico en el museo los valedores del arte oficial re-
conocían, de manera simbólica y tardía, que los valores académicos se habían
hecho irrelevantes en el mundo moderno y en el mundo del arte moderno,
tanto desde un punto de vista cultural como económico, y sucumbían a la
evidencia de que las exposiciones oficiales anuales, o salones, habían sido des-
plazadas del centro cultural y económico del arte por una concurrencia de
fuerzas que incluía el desarrollo en París de una notable red de marchantes in-
dependientes y coleccionistas. Aceptaban que este mercado se había conver-
tido en el escenario principal de exhibición, compra y venta de arte, y que un
artista no necesitaba presentar obras en ninguno de los salones anuales si su
marchante le garantizaba regularmente exposiciones individuales en alguna
galería comercial de renombre. Estas exposiciones generaban más ingresos a
los artistas y captaban más atención de la crítica que los salones oficiales.
Los museos y galerías son instituciones tan poderosas que, por su selección
y conservación, conceden un determinado valor cultural y socioeconómico
a los objetos que custodian. No proporcionan espacio para la exhibición del
gran arte, sino que confieren «grandeza» a las obras al decidir exponerlas. Los
museos son una de las muchas maneras de transmitir una cultura dominante
efectiva. Incluso se ha creado una metáfora religiosa: los museos como tem-
plos, los críticos como sacerdotes, la experiencia estética como revelación mís-
tica, la creatividad y la inspiración del artista como dones emanados de los
dioses, y el «mundo del arte» como sustituto laico de la religión.
Piano y Richard Rogers describió la cultura como una fábrica y el museo como
la máquina que la produce, estableciendo como fulcro la exposición temporal,
en mayor medida que la permanente.
Fuente: http://www.skarstedt.com/exhibitions/2009-03-18_barbara-kruger/#/
images/25/
¿Por qué vamos a los museos? «Sería maravilloso que pudiéramos responder Lectura complementaria
con sinceridad a las preguntas de Kruger diciendo: estamos aquí para ser trans-
Danto, Arthur C. (2011). El
formados. Hemos venido aquí para convertirnos en personas diferentes». abuso de la belleza. La estéti-
ca y el concepto del arte (pág.
189). Barcelona: Paidós («Pai-
Dejando de lado esta respuesta, muy vinculada al debate sobre el poder trans- dós Estética», 37). 3.ª impr.
formador del arte y a los planteamientos de Barbara Kruger –que no quiere
que estudiemos sus obras como objetos, sino para cambiar nuestras vidas–, el
primer paso para saber «por qué estamos aquí» es saber «quién está aquí», es
decir, quién visita los museos.
© FUOC • PID_00236446 77 Los mundos del arte
Bastante más complicado es averiguar por qué están ahí, cómo experimentan
el visionado de las obras, qué receptividad manifiestan hacia las obras, qué
hacen con lo que ven, qué interacciones se producen entre los visitantes y las
obras y qué han sacado de la visita. De los muchos estudios llevados a cabo
sobre el tema nos han interesado especialmente los que lo plantean desde los
conceptos de consonancia/disonancia cognitiva.
Lectura complementaria
Émond, Anne-Marie (dir.) (2006). L’éducation muséale: vue du Canada, des États-Unis et
d’Europe. Recherche sur les programmes et les expositions. Montréal: Éditions MultiMonde.
Émond, Anne-Marie (2002). The effects of viewing historical art and contemporary art on
cognitive dissonance and consonance as verbalized by adult visitors in a fine arts museum.
Montréal: Thesis (Ph. D.), Dept. of Art Education, Concordia University.
© FUOC • PID_00236446 78 Los mundos del arte
Con el conocimiento Reconoce al artista, la obra, el movimiento La seguridad que da el hecho de saber reco-
artístico, el estilo, la temática. nocer lo que se ve: consonancia entre cono-
cimiento previo y percepción.
Verifica la información después de infor-
marse (a menudo mira primero la cartela y
después se dice: «¡Ah!, es un Rubens»).
Con uno mismo Siente un estado somático placentero en el El hecho de estar ahí («¡He visto la Mona Li-
museo. sa!»), la compañía, el tipo de viaje (boda, va-
caciones, etc.), el ambiente (sobre todo en
Evoca recuerdos personales o nostalgia. arquitectura), la empatía con las obras, el im-
pacto visual de los colores.
Conecta con su gusto personal.
Muestra metacogniciones.
Con la obra de arte Reconocimiento iconográfico, captación de Sentirse bien porque conecta con obras
detalles y significados. que están en los museos (siente que tiene
buen gusto y experimenta sensaciones de
Identifica elementos simbólicos, expresivos paz, armonía, furor o drama) y sabe decir
o de movimiento dentro de la obra. «cosas» (se reafirma intelectualmente) y las
valora positivamente (se da cuenta de que su
modelo de arte –o de perfección y belleza–
Considera que está bien pintada (o esculpi-
es corroborado por el museo). Tiene la sen-
da), acabada, conseguida, según sus pro-
sación de que se lo pasa bien y está apren-
pios criterios.
diendo (y, por lo tanto, ha valido la pena la
visita).
Sensación de paz, armonía, etc. (sobre to-
do en obras arquitectónicas y paisajes pin-
torescos con iglesias).
Con el artista Expresa sus propios sentimientos. La idea de que entender una obra es saber
captar aquello que quería expresar el artista
Nos muestra la vida en el pasado. (típica pregunta de examen: qué quería de-
cir el artista en este cuadro, poema, diálogo,
etc.) y que el valor de una obra está en el es-
Tiene un gran dominio técnico, talento,
fuerzo, la dificultad y la técnica del autor.
virtuoso con el dibujo o color.
Con la experiencia estética «Me gusta». Querer formar parte de un determinado gru-
(reafirmación cognitiva que tiene lugar po social (Bourdieu: «el gusto clasifica y cla-
cuando nuestro gusto y modelo de arte se sifica al clasificador»); optar por un estilo de
identifican o coinciden con el que percibi- vida está vinculado a unos juicios discrimi-
mos en la obra). natorios que permiten a los otros clasificar
nuestro gusto.
Fuente adaptada: Weltzl-Fairchild, A. y Émond, Anne Marie (2000). «Oh, that’s beautiful! Or consonance and the adult museum visitor». En: M. Allard y B. Lefebvre (eds.). Musée,
culture et éducation / Museum, culture and education (págs. 143-152). Montréal: Éditions MultiMondes.
© FUOC • PID_00236446 80 Los mundos del arte
Varios trabajos han intentado clarificar la formación del valor artístico y económico de
las obras en relación con el mercado. Citamos a Nathalie Moreau (2000). Analyse écono-
mique de la valeur des biens d’art. París: Economica; Raymonde Moulin (2012). El mercado
del arte. Mundialización y nuevas tecnologías. Buenos Aires: La marca editora; Jean-Marie
Schmitt (2008). Le Marché de l’art. París: La Documentation française; Nathalie Moreau y
D. Sagot-Duvauroux (2006). Le Marché de l’art contemporain. París: La Découverte.
Este concepto se forjó como apoyo de la siguiente tesis: una tecnología no se elige porque
es la mejor, sino que resulta la mejor porque se elige. La argumentación es la siguiente: por
el efecto conjugado de las economías de escala (reducción del coste unitario en función
del volumen de producción), el aprendizaje por la práctica (mejora de las cualidades por
la experiencia) y de las externalidades de red (cuanto más importante es el número de
los usuarios de una tecnología, mayor es la utilidad de la herramienta para cada uno de
ellos), se llega al resultado según el cual, a más adopción de un producto tecnológico
(más difusión), más bajan sus costes de producción, y su utilidad aumenta, y esto de
manera más que proporcional. Los rendimientos de adopción son entonces denominados
crecientes. Brian Arthur (1989). «Competing technologies, increasing returns and lock-
in by historical events». Economic Journal (vol. 99, núm. 3, págs. 116-131). En línea en
http://www.economia.ufpr.br/Eventos/Downloads/Minicurso2b.pdf.
críticos, etc.–, menos elevados son los costes de aprendizaje necesarios pa-
ra entender y apreciar la obra y, por lo tanto, este artista más fácilmen-
te convencerá a los nuevos coleccionistas. Por lo tanto, los rendimientos
crecientes de información nos permiten explicar por qué se produce una
concentración de la demanda en determinados artistas.
Tanto marchantes como coleccionistas creen que existe una promesa implícita
–y a veces explícita– de que los precios de la exposición siguiente de un artista
serán más elevados que los de la actual.
Estas son las normas para los artistas que empiezan. ¿Cómo determinan los
marchantes los precios de las obras del mercado secundario de los artistas ma-
duros de la galería? A menudo se utiliza el concepto de precio justificable: se
trata de demostrar si el precio se podía justificar ante un cliente frente a otra
obra colgada en la misma pared.
El reconocimiento de la calidad del trabajo del artista se produce por las accio-
nes de las instancias de legitimación, es decir, por aquellas personas e institu-
ciones del mundo del arte que tienen una pericia en el campo del arte pero,
sobre todo, el poder de crear pequeños eventos históricos que modificarán la
carrera de un artista. Se puede tratar de la compra de una obra, de una expo-
sición, de una crítica, de la elaboración de un catálogo, etc., elementos tangi-
bles y duraderos que tienen un papel activo en el proceso de historialización
de la obra.
ra las exposiciones. Algunas colecciones privadas, como las de Saatchi o Panza, Se puede ver la lista de
son referentes y tienen un poder de legitimación superior al de algunos museos los 200 principales co-
leccionistas de arte del
públicos de arte contemporáneo. Sus compras son percibidas como señales de 2012 en ArtNews, http://
www.artnews.com/2012/06/26/
calidad. A menudo son miembros del consejo de administración de los museos the-artnews-200-top-collec-
tors/.
y las donaciones que hacen contribuyen a asentar el valor museístico de su
colección. La presencia de Patricia Phelps de Cisneros, clasificada como una
de las 200 mayores coleccionistas de arte contemporáneo, en el consejo de ad-
ministración del MoMA no está al margen del interés reciente que manifiesta
este museo por los artistas latinoamericanos. La edición de catálogos sobre su
colección ofrece otro medio a los coleccionistas de crear señales objetivas de
calidad y contribuye a hacer entrar a los artistas que patrocinan en la historia.
Los directores de museos y los conservadores son figuras esenciales de las ins-
tancias de legitimación, entre otros motivos por su superioridad institucional.
Cuando una obra entra en un museo, automáticamente queda consagrada y
su exposición le confiere la calidad de obra de arte. La entrada de la obra de un
artista vivo en una colección museística es muy importante en muchos países,
dado que los museos no pueden vender en el mercado las obras adquiridas.
Por lo tanto, los museos hacen que las obras de arte dejen de ser mercancías
(de tener valor de cambio): la ausencia del mercado hace que el precio suba
(«¡esta obra no tiene precio!»). La elección que hace el museo contribuye a
referenciar la obra en la historia del arte. Los museos, además, llevan a cabo
una política de exposiciones temporales, que a menudo contienen obras pro-
cedentes de colecciones privadas o de galerías de arte, con lo cual el autor o
autores de la muestra incrementan su visibilidad y, por lo tanto, su valor. Estas
exposiciones siempre comportan la publicación de un catálogo, que deviene
una muestra objetivada de la calidad artística de un trabajo, y donde se expli-
cita la evolución del artista y su lugar en la historia del arte.
Lectura complementaria
Bourdieu, Pierre (1980). «Le capital social, notes provisoires». Actes de la recher-
che en sciences sociales (vol. 31, págs. 2-3). En línea en http://www.persee.fr/doc/
arss_0335-5322_1980_num_31_1_2069.
Mercklé, P. (2004). Sociologie des réseaux sociaux (pág. 59). París: La Découverte.
3.3. Falsificaciones
Las falsificaciones artísticas abundan en el mercado del arte, pero resultan es-
pecialmente problemáticas en el arte moderno. Un ejemplo conocido hace re-
ferencia al Jarrón de flores (Lilas) de Paul Gauguin, de 1885, una obra de gama
media –lo cual significa que no era una de sus mejores obras. Es uno de estos
cuadros rutinarios de un gran artista que cambia de manos por unos cuantos
centenares de miles de dólares y es objeto de atención escasa. En mayo del
2000, después de que Christie’s y Sotheby’s concluyeran los catálogos para sus
subastas, descubrieron que las dos ofrecían el mismo Vase de fleurs –y cada
una creía que estaba en posesión del original. Las casas de subastas mostraron
las dos obras a Sylvie Crussard, una experta en Gauguin del Instituto Wildes-
tein de París, que determinó que la versión de Christie’s, en el lenguaje del
comercio artístico, «no era correcta». La calificó como la mejor falsificación de
Gauguin que había visto nunca. Christie’s retiró su catálogo ya impreso e hizo
otro nuevo sin el gauguin. Sotheby’s vendió el cuadro auténtico por 310.000
dólares, y este dinero fue para el consignatario, el marchante de Nueva York
Ely Sakhai.
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Fuente: http://www.impressionism-art.org/img505.htm
Las falsificaciones artísticas son otro de los aspectos del curioso valor de las
obras de arte. Tom Hoving, antiguo director del MoMA, calcula que hasta un
40 % del mercado del arte de gama alta se compone de obras de arte falsas. En
un momento preciso, se detectó que había 600 obras de Rembrandt expuestas
en los principales museos del mundo y 350 más en colecciones privadas. Esto
despertó las sospechas porque los estudiosos de Rembrandt afirmaban que el
maestro solo había creado 320 cuadros. La falsificación no se limita a los Anti-
guos Maestros. Constituye un problema creciente para el arte contemporáneo
a la vez que los precios se disparan a millones de libras.
¿Es el exiguo precio de una falsificación que casi nadie ha podido reconocer
una prueba concluyente de que el valor del arte no obedece únicamente a la
estética y la belleza, sino también a la inversión y el estatus?
Los historiadores del arte siempre han sostenido que un cuadro original tiene
un «aura» especial, invisible pero real, de la cual carece la falsificación. Pero si
un especialista en subastas no consigue distinguir la reproducción del original,
ni detectar el aura, debe haber algo más aparte del aspecto estético que hace
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Rembrandt: Mujer joven con capa negra, 1632. Óleo sobre tela
sobre soporte de madera. 68,7 x 53,5 cm.
Fuente: http://www.rembrandtonline.org/Portrait-Of-A-Young-Woman-With-A-Black-
Cap.html
Un óleo titulado Mujer joven con capa negra de 1632, atribuido a Rembrandt,
fue rechazado en 1972 por el Rembrandt Project (un grupo de autenticación)
porque era obra de un imitador. Su valor con esta atribución era de 40.000
dólares o menos. El cuadro fue limpiado y analizado de nuevo, y en 1995 el
Project lo readmitió como un rembrandt. En el 2007, Mujer joven fue subastado
en Sotheby’s por 9 millones de dólares.
Muchas veces es muy difícil distinguir una copia de un original, incluso aun-
que sepamos que es una falsificación. Pensemos en las primeras escenas de la
película basada en el libro de Dan Brown El código da Vinci. Algunas escenas
fueron filmadas en las galerías del Louvre. El museo no permitió que actores
como Tom Hanks o Audrey Tatou descolgaran cuadros de Leonardo de las pa-
redes, de modo que estas escenas se rodaron en Londres. Ciento cincuenta
cuadros del Louvre fueron reproducidos para el escenario de Londres por me-
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dio de fotografías digitales. El artista James Gemmil pintó encima y vidrió cada
uno, copiando incluso las grietas y la carcoma de los marcos. Cuando La Virgen
de las Rocas se descuelga de la pared, la parte posterior del cuadro muestra su
bastidor correcto y los códigos de identificación del Louvre.
Los marchantes de los Antiguos Maestros que vieron la película y que estaban
familiarizados con los originales del Louvre confesaron que no tenían nada
claro qué cuadros eran las copias, aunque seguramente lo hubieran sabido
de haber tenido la oportunidad de examinarlos personalmente, aunque solo
fuera por la evidencia de pintura demasiado «fresca». La respuesta es que todos
los cuadros de la película que tocan Hanks o Tatou son copias. Los cuadros
que aparecen únicamente como escenario del Louvre son auténticos. ¿Qué se
hizo de las copias de James Gemmil después del rodaje de estas escenas? Nadie
lo sabe.
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