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Instituto superior de formación docente N°41

Profesorado de historia

Historia Americana del siglo XX

Monografía

Curso: 4º

Profesor: Sergio Nicanoff

Alumnos: Elías Llaury, Belén Woca, Hernan Acevedo, Jimena Castillo


Introducción e hipótesis de trabajo

“Nosotros les decimos: a los que siguen el ejemplo (del zapatismo) que no lo sigan.
Pensamos que cada quien tiene que construir su propia experiencia y no repetir modelos.”

Subcomandante Insurgente Marcos, 17 de noviembre de 2004

La hipótesis central que guía el siguiente análisis estará direccionada a


establecer cuáles fueron las causas del surgimiento del neozapatismo en el contexto
Latinoamericano en el que avanzaba la extinción de las guerrillas y el neoliberalismo
se posicionaba.

Es interesante analizar el espacio americano durante los últimos veinte años


del siglo XX y establecer una conexión con el contexto para imprimirle
trascendencia: en condiciones desfavorables, un movimiento surgido de las
entrañas mismas de México, pudo crecer y encontrar un cauce para su lucha.
Nuestro análisis girará en torno al dinamismo y las estructuras de un movimiento
joven, devenido en guerrilla, que introdujo consigo los reclamos de siglos de
explotación de los sectores más postergados de la sociedad mexicana, para
ensamblarlos en una causa común, articulándose de forma independiente de
cualquier partido político y generando adhesión a la causa gracias al pragmatismo
de los diversos sectores que abrazaron la lucha de las clases explotadas.

Contexto mundial, regional y nacional

El fenómeno que estamos buscando abarcar inició su recorrido en la década


del 80, cuando aún las dos potencias mundiales de la época se disputaban la
primacía. Aunque en este tiempo ya se estaba vislumbrando el declive de la URSS,
que a finales de década vivió el hecho icónico de la caída del Muro de Berlín; dos
años después, debido a un cúmulo de causas que hicieron colapsar el sistema
existente, el país se desmembraba y gran parte de su territorio optó por
independizarse. Entre ellos se encontraban los países de Europa del Este, que ante
la caída de la URSS eligieron hacer sus propios caminos. Con su rival destrozado,
Estados Unidos no tenía adversario aparente en la geopolítica mundial. Es en dicho
contexto que empezó a dedicar sus esfuerzos para promover regímenes aliados
pseudo democráticos que desarrollen la doctrina neoliberal y que abran las puertas
de sus fronteras a la globalización imperante que tanto los beneficiaba. Así fue que
en estos gobiernos, reforzados por la credibilidad que les otorgaban las reglas de
juego democráticas, se incrementaron las medidas para consolidar el modelo
neoliberal, acelerando privatizaciones, consolidando la deuda externa y sometiendo
las economías a las reglas del mercado mundial. En dicho modelo, cualquier
demanda de la clase obrera o campesina no era prioridad.

Durante la década del 80 en América Latina estas nuevas prácticas


sucederán a las anteriormente aplicadas por la potencia del norte, con el atenuante
de que ahora los países estaban empobrecidos y catalogados como
“tercermundistas” por aquellos que durante años fueron socavando sus estructuras
políticas, económicas y sociales. Puntualmente en Centroamérica, esta “década
perdida” de los años 80, producto de la intervención de los Estados Unidos para
evitar la implantación del socialismo y el pacto de Varsovia sobre algunos países del
caribe, generó un ámbito de caos que se tradujo en guerras civiles y la Intromisión
de gobiernos “títeres” que se enfrentaron con las guerrillas de la zona.
Centroamérica fue de las últimas en terminar con los ciclos de tensión interna; es
por ello que al finalizar la Guerra Fría se vieron afectados los países con: deuda
externa, caída de los salarios, desempleo, exterminio étnico y crímenes de lesa
humanidad. Es en esta misma época que en la región se van a producir varios
levantamientos revolucionarios armados en contra del modelo que estaba buscando
imponer Estados Unidos; levantamientos que van a denunciar todo el agravio que
venían infligiendo estos gobiernos al pueblo y que buscan tomar las banderas de los
más postergados de estas sociedades. Tales son los casos de Guatemala,
Nicaragua y El Salvador, que van a tener expresiones propias de movimientos de
Liberación Nacional.

Ahora bien, esta nueva política democratizadora fue acompañada por el


hostigamiento a los gobiernos que no se sujetaban a la voluntad de Estados Unidos,
práctica que realizaba históricamente, se podría afirmar. Por ejemplo: el bloqueo a
Cuba, las invasiones a Granada o Panamá, y el apoyo militar a la Contra hasta
lograr asfixiar a Nicaragua, o la derrota electoral del Sandinismo. Es decir que por
un lado se llamaba a la paz y a abandonar las armas, mientras que por el otro se
producían agresiones y guerras donde existían gobiernos progresistas o
simplemente opositores. Mientras tanto, en México, desde la década de 1940, el
Partido Revolucionario Institucional (PRI) sometía, mediante el Ejército y la Iglesia
Católica, a centros de poder que condicionaban la política latinoamericana; dicho
partido se caracterizaba por cómo el presidente vigente tenía en su poder la
designación de su sucesor en el cargo. El PRI se basaba en la incorporación
orgánica de los sectores populares, quienes creaban sindicatos que controlaban a la
clase obrera, conformándose así, como una sólida estructura del Estado mexicano.

Hacia 1982, el Estado mexicano comienza a ingresar en una situación de crisis, ya


que era incapaz de pagar los intereses de su deuda externa, pese a que las ventas
de petróleo se hubieran duplicado y con ellas sus ganancias. Esto llevó a que el
pueblo y algunos partidos opositores levanten la voz con el lema “México no puede
ser gobernado por populistas”. Dentro de la misma década, más precisamente en
1985, sucede una catástrofe natural: un terremoto arrasa con el centro, el sur y el
occidente del país afectando, principalmente, la capital mexicana; hecho que
desembocó en una movilización social con fuertes protestas, debido a que el
gobierno no era capaz de responder económicamente a las pérdidas. Al no
intervenir el gobierno, el pueblo debió organizarse y actuar por su cuenta, lo que
generó descontento en la sociedad y el sistema político se vio debilitado.

En 1988 se celebran elecciones presidenciales, en las que los candidatos


principales eran: Cuauhtémoc Cárdenas, por el Partido de la Revolución
Democrática, y Carlos Salinas de Gortari, por el PRI; el desenlace de aquellas
elecciones fue fraudulento: en las transmisiones televisivas y de radio, Cárdenas
llevaba la delantera por un gran porcentaje, pero de repente el sistema del mismo
cayó; se dijo que no iba a restablecerse hasta el día siguiente y cuando los
mexicanos despertaron el 1° de diciembre de dicho año, Salinas era el nuevo
presidente de México. La base económica del nuevo gobierno, se basó en la
adopción de políticas neoliberales: reducción del gasto público, modernización de la
infraestructura de las comunicaciones, privatización de empresas públicas,
internacionalización de la banca mexicana, apertura del país a las inversiones e
intervenciones extranjeras. Todo ello produjo una exclusión por parte del gobierno
del PRI hacia los sectores más vulnerables de las ciudades, a los campesinos y la
capa indígena sobreviviente, lo que tuvo como consecuencia la unión de estos en
un movimiento denominado “Neozapatista”, que iba en contra del gobierno y de sus
injusticias.

En 1994, Carlos Salinas, como ya era tradición del PRI, designa como su
sucesor a Ernesto Zedillo; junto al inicio de este nuevo gobierno, esporádicamente,
se fue generando una gran devaluación, en la cual Estados Unidos intervino
mediante la prestación de 20 mil millones de dólares obtenidos desde las Reservas
Federales. Por su parte, desde el Fondo Monetario Internacional (FMI), se realizó un
préstamo por 8 millones de dólares (el más grande jamás concedido hasta
entonces, otorgado porque EEUU había colocado ese dinero en garantía) para
intentar equilibrar las balanzas. Para 1995 México poseía una deuda externa de 50
millones de dólares y había caído su moneda, lo que significó la pérdida de su
independencia económica.

Es en este contexto político, social y económico en el cual el pueblo mexicano


notó la ineficacia del gobierno priista y decidió levantarse en su contra.

Neozapatismo y sus comienzos

En la década del ochenta surge un movimiento llamado Ejército Zapatista de


Liberación Nacional. El mismo, con tintes marxistas leninistas, buscaba llevar
adelante una revolución en México para que las injustas condiciones de vida que
debían llevar los Mexicanos en beneficio de los sectores acomodados y sobre todo
de los intereses extranjeros, llegaran a su fin. Lo que no sabían estos hombres que
tomaron las banderas del histórico levantamiento zapatista de principio del siglo XIX,
es que al querer ellos influenciar a los más postergados de México para que se
levanten y se liberen, quienes iban a terminar influenciados eran ellos mismos.

Podemos entender al EZLN como un movimiento dinámico, que a medida


que iba avanzando y creciendo, se iría transformado por aquellos que se sumaran a
sus filas. En este marco podemos ver tres grandes actores en el crisol mexicano
que termina haciendo a este movimiento: una joven guerrilla con ideología marxista
leninista, las comunidades aborígenes con su organización comunitaria de base y
una teología de la liberación que reivindica la identidad indígena y la lucha por los
pobres.
Inicios del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Si bien el año natalicio del EZLN es 1983, sus antecedentes guerrilleros e


izquierdistas se podrían reflotar a las décadas anteriores, cuando distintas guerrillas
de izquierda comienzan a surgir (y perecer) en México y la región centroamericana.
Ahora bien, ningún zapatista va a reconocer la etiqueta de tal o cual corriente de
izquierda, pero podemos hacer una lectura a grandes rasgos de aquellas cosas que
influenciaron su conformación.

Durante la década del 60 y 70 la influencia de la Revolución Cubana en la


región era muy fuerte. Muchas de las guerrillas que surgían tenían el tinte guevarista
de la guerra de guerrillas, del foquismo, cuyo fin era tomar el poder político para
instaurar una república popular socialista. Podemos mencionar, a modo de ejemplo,
donde se aplicó esta corriente en México, más específicamente en la región de
Chiapas, la experiencia foquista que realizó el Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata
que no logró prosperar en el año 1972. Alrededor de la década del 80, tras la
revolución Sandinista en Nicaragua y la “ofensiva final” del Frente Farabundo Martí
de Liberación Nacional de El Salvador en 1981, las guerrillas de la zona comienzan
a tener otro tinte. Abandonan completamente el paradigma foquista de la creación
de una vanguardia armada y lo sustituyen por el de la guerra popular prolongada o
de liberación nacional (inspirado en el marxismo vietnamita), el cual ponía énfasis
en la creación de las bases de apoyo en el medio rural.

Todas estas corrientes confluyeron en el armado del EZLN, que según el


testimonio de quien sería uno de sus principales referentes, comenzó siendo “una
organización pequeña y sana. Sana en que es muy política y poco militar”1. Esta
organización clandestina y urbana iniciaría sus caminos en la selva de Lacandona el
17 de noviembre del año 1983, siendo un grupo pequeño, con escasos recursos,
pero con un poder de persuasión muy fuerte.

Influencias de la Teología de la Liberación

1
Pereyra, Daniel (2011) Del Moncada a Chiapas. Historia de la lucha armada en América Latina. 1a
ed. Ediciones RyR, Buenos Aires Argentina, p.374
Dentro de estos orígenes ideológicos, cabe mencionar a la Teología de la
Liberación, que es un reconocido movimiento social y político latinoamericano que
aboga por quienes son oprimidos por las clases dominantes y cuya base ideológica
está fundada en ideas de izquierda y una interpretación de las escrituras bíblicas
que favorece a los pobres. Esta corriente teológica surge en la década del 70, en un
mundo de posguerra, bipolarizado, con la ola revolucionaria desencadenada con la
gesta cubana, que trajo consigo vientos de cambio y abrió paso al socialismo en
América Latina2 producto de las consideraciones de quienes se abocaron a la
reflexión sobre los atributos y perfecciones de Dios, mediante el auxilio
metodológico de las ciencias sociales y a partir de la reivindicación de la perspectiva
de los pobres.3 Esta teología considera que la Iglesia debe estar al tanto de las
vidas de sus feligreses e involucrarse en ellas, junto con sus luchas. Su esencia se
encuentra en traer libertad a los oprimidos, entendiendo que “el reino de los cielos”4
comienza en este mundo. Por lo que los problemas de las comunidades, requieren
soluciones prácticas a través de diversas acciones sociales. La esencia de la acción
social radica en la sustracción del poder a los privilegiados, para dárselo a los
pobres; considera la conciencia colectiva como indispensable para la emancipación
de toda condición de opresión, y la justificación de la violencia para la justicia social, bajo
los siguientes condicionantes: a) que la causa fuere justa y trascendente, b) que se
hubieren agotado todos los medios pacíficos, c) que existiere posibilidad de éxito, d) que el
daño infligido fuere menor que los beneficios obtenidos.5

Refiriéndonos al caso específico mexicano, se pueden reconocer varios


referentes de la Iglesia Católica que adherían a esta teología: Samuel Ruiz, obispo
del estado Chiapas desde 1959 hasta 1999, advirtió el predominio masivo de
población indígena en este espacio, como un factor que influenció su labor pastoral.
La situación de aplastamiento y despojo vivida por los indígenas, evidenciaba “la

2
VIllaseñor, P. (2011). La ética política neozapatista. México, 1994-2006, p. 54
3
Pablo Richard. “La Iglesia y la Teología de la Liberación en América Latina y el Caribe: 1962-2002”,
Pasos, Núm. 103, Costa Rica, septiembre-octubre, 2002, p. 29-39.
4
La Biblia, Mateo 6:10.
5
“[...] La Revolución, por lo tanto, es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento,
que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al
prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la
mayoría de nuestros prójimos. Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para
los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos. [...]”.
Camilo Torres Restrepo. “Mensaje a los cristianos”, Frente Unido, Núm. 01, Bogotá, Colombia,
agosto, 1965, p. 3. / Véase: Camilo Torres Restrepo. La revolución, imperativo cristiano. Colombia,
Ediciones del Caribe, 1965.
exigencia del anuncio de un Evangelio especialmente liberador”. Samuel Ruiz
consideró que la historia de salvación no se desarrollaba etéreamente, sino
concretamente en situaciones históricas. El compromiso de la Iglesia católica debía
transformar la realidad vigente donde los pobres eran víctimas de una situación
“estructural de dominación”. Seguir la opción evangélica significaba desmantelar
dichas estructuras6. Bajo esta visión pastoral, los líderes de la Iglesia Católica
consideraban que debían acompañar la vivencia cristiana de las comunidades,
haciendo de los propios indígenas responsables de mantener la fe en su entorno,
dándoles lugar para comentar las Escrituras Sagradas y organizar las celebraciones
rituales. Esto trajo consigo que los catequistas formados por la Iglesia y la estructura
que esta brindó, fueran utilizados de manera “natural” por el EZLN: A menudo, los
cuadros preparados por la línea pastoral eran los mismos que encabezaban las
organizaciones agrarias en la demanda de tierras y en la regularización de su tenencia. Los
diáconos, (...) podían administrar algunos sacramentos,(...) y a menudo eran los líderes de
las organizaciones campesinas7.

La pastoral del obispado, durante más de tres décadas, había estado


favoreciendo la toma de conciencia que desembocó en el levantamiento
neozapatista, repitiendo y enseñando premisas de la Teología de la Liberación a las
comunidades: que los indígenas tienen tanta dignidad como cualquier otra persona;
que el Creador no quiere que permanezcan en una situación de vida miserable y
que eso no es lo natural; que sus culturas tienen valor, al igual que sus vivencias;
que las desigualdades sociales son un pecado y las estructuras injustas deben ser
erradicadas. Este pensamiento teológico, trascendió como la opción para quienes,
desde la fe católica, el hombre es visto como agente de cambio de su propio
destino. El hombre pobre, en especial, irrumpió como sujeto histórico nuevo, dotado de
fuerza histórica, facultad evangelizadora e iniciativa de cambio contra todo signo de
opresión8.

Dimensión Indígena de la lucha del EZLN (1983-1994)

Los pueblos indígenas en México, como suele pasar en el resto del mundo,
llevan en su historia siglos de dominación económica, social e ideológica; no

6
Op. cit., p.68
7
Op. cit., p.69
8
Op. cit., p. 71
pudiendo ser dueños de sus propias tierras, sometidos por quienes los colonizaron y
menospreciados a nivel cultural. Hay que tener en cuenta que la identidad indígena
es una identidad étnica impuesta a los grupos con identidades culturales propias y
anteriores a la colonia, que se introdujo como resultado de las relaciones
asimétricas establecidas en los procesos de colonización. En estos procesos, las
estructuras sociales y las instituciones autóctonas, se vieron reducidas a nivel
regional, siendo segregadas del mundo de los europeos, los criollos, los blancos.
Específicamente en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX, la progresiva
parcelación y privatización de la tenencia comunal de las tierras indígenas, así como
la rápida monetización de sus economías de subsistencia, amenazaron las propias
bases sociales y territoriales de los pueblos indios9. Es por ello que surge la
necesidad de organizarse para hacer frente a esta tendencia y descolonizar la
auto-determinación tanto en los márgenes de los territorios, como en las esferas
culturales y políticas. El surgimiento de organizaciones campesinas e indígenas se
hizo visible a mediados de la década de 1970 ante el aumento de la crisis
corporativa estatal, mientras que los movimientos comunitarios rompían sus
fronteras para luchar por la tierra y el control de los procesos productivos. Nacieron
de estas luchas diversas organizaciones (La Unión de Comuneros Emiliano Zapata,
en el año 1979, en Michoacán o la Organización Campesina Emiliano Zapata, en el
año 1982, en Chiapas) que en sus bases incluían la lucha revolucionaria de corte
maoísta y socialista10.

El EZLN, a partir de la década del 80, comenzaría a formarse y a transitar


diversas etapas que marcarían su accionar. Dentro de su historia se puede
identificar una cuarta etapa en la que comenzaron a tener contacto con los pueblos
indígenas de la zona en la que se asentaban. Primeramente, como parte del
proceso de formación, irían a la selva para entrenar y ser formados; luego, su
objetivo sería convencer, eligiendo para compartir su ideales operar particularmente:
al ser una fuerza ilegal era necesario que se “disfrazaran” con los ropajes de
diversos oficios (maestros, médicos, etc) para bajar al pueblo con la intención de
realizar una vigilancia activa en la que pudieran identificar posibles compañeros de
9
Gunther, Dietz (2005) Del indigenismo al zapatismo: la lucha por una sociedad mexicana
multi-étnica.La Lucha por los Derechos Indígenas en América Latina. 1a. Edición Ediciones Abya-
Yala. Quito, Ecuador, p.2
10
Pérez Ruiz, Maya Lorena (2019) ¡Todos somos zapatistas!: Alianzas y rupturas entre el EZLN y las
organizaciones indígenas en México. Instituto Nacional de Antropología e Historia. México.
lucha; después debían acercarse a estas personas específicas, a las que se les
conversaría y compartirían folletos con los motivos de su lucha, dando cuenta de
porqué había que librarse del gobierno, porqué este era el enemigo, porqué era una
lucha armada que debía organizarse, cuál era el futuro que visualizaban y sus
demandas. Una vez que se llegara a convencer a la persona en cuestión, esta iría a
la selva para realizar su proceso de formación política, militar e ideológica. Siempre
sería en el espacio de la selva, no en el del pueblo, donde se daría la preparación.
Finalizada la misma, o estando en el proceso de ella, surgiría la etapa en la que
convencerían a otros de la misma forma que el sujeto había sido convocado. Una
vez que el pueblo en general se adhiriera al EZLN, en ese momento, se
descendería de la selva. En el mientras tanto, los compañeros que estaban en el
pueblo, les llevarían lo imprescindible para cubrir sus necesidades básicas a
quienes estaban escondidos. Para sintetizar, el método de difusión se daría de la
siguiente forma: primero se hablaba con uno y ése uno hablaba con su familia; de la
familia se pasaba al poblado; del poblado a la región. De manera progresiva, su
presencia se convirtió en un “secreto a voces” y una conspiración masiva11, dando
lugar a un crecimiento expansivo del EZLN.

Desde sus inicios, el EZLN, había expuesto las condiciones de marginación,


discriminación y humillación que sufrían los indígenas en México y estaba claro que
el carácter indígena del movimiento contribuía de manera muy importante a su
capital simbólico. Una característica primordial de los indígenas como sujetos de
acción, es el hecho de que tenían una identidad comunitaria y étnica a partir de la
cual entran en juego otra cosmovisión y otros valores identitarios. Por lo que su
fusión con el EZLN brindaría una riqueza estructural y de lucha que sería
fundamental.

La inclusión de las comunidades aborígenes a la propuesta del EZLN se dio


de forma articulada y natural, ya que ellas mismas venían siendo influenciadas por
la Teología de la Liberación y discursos de izquierda que no les eran ajenos. En
definitiva, quienes tenían un interés por la lucha agraria y las injusticias generadas
por el soslayamiento de sus necesidades de parte del Estado, eran ellas mismas.

11
Muñoz Ramírez, Gloria (2004) EZLN: El fuego y la palabra. 1a ed.- Tinta Limón. Buenos Aires p. 23
Fue durante estos años de crecimiento del EZLN, cuando pueblos enteros de
la región de Chiapas comenzaron a sumarse a la lucha; entendieron que los
proyectos y los escasos recursos que les daba el gobierno no eran decisión de la
gente. Nunca les habían preguntado acerca de sus necesidades, simplemente los
querían seguir manteniendo así para controlarlos. A partir de esto es que surge la
idea de la autonomía, ya que hay que imponerse para ser respetados y que se tome
en cuenta lo que el pueblo quiere que se haga. Esto se tradujo en la práctica con la
conformación de municipios autónomos, cuyos representantes eran elegidos por el
pueblo y tenían la premisa de “mandar obedeciendo” (es decir, obedecer todo el
tiempo la voz del pueblo). Los Municipios autónomos proliferaron por la región y
terminan asociándose en las Juntas de Buen Gobierno. La autonomía de los
mismos requirió afrontar la tarea de conseguir las instancias de salud, educación y
de velar por la economía del pueblo. Instancias que se fueron alcanzando,
reemplazando a las instituciones que el gobierno controlaba. De esta manera ya se
empieza a ver cómo el Neozapatismo empieza a desbordar al EZLN, obedeciendo
este al principio de “mandar obedeciendo”, frente al pueblo.

De la lucha armada a la guerra pacífica

Si bien el EZLN mantuvo otros enfrentamientos armados con motivos de


tomas de tierra, es en el año 1993, tras encarar un sufragio entre sus adherentes,
que se decide iniciar de manera radical el enfrentamiento con el gobierno: se venían
tomando medidas neoliberales, creando grandes malestares sociales y económicos
para la mayoría de la población mexicana. De esta manera, el sí a la guerra era un
hecho y el 1 de enero de 1994 (mismo día que se firmaba el NAFTA), el EZLN
sorprendió al mundo entero con la toma militar de siete cabeceras municipales del
estado de Chiapas. Así, comenzaba la lucha armada contra la miseria, la
explotación y el racismo, pero sobre todo, una medida última contra el olvido. Se
demandaba: techo, tierra, trabajo, salud, educación, alimentación, libertad,
independencia, justicia, democracia y dignidad.

Tan solo doce días después de este levantamiento se anunciaba una marcha
multitudinaria para exigir al presidente el cese al fuego y el inicio de un diálogo con
los indígenas insurrectos. La sociedad mexicana elevó su clamor y se hizo
escuchar. Así fue que este gobierno y su partido, el PRI, que atravesaba una
profunda crisis de legitimidad por la corrupción innegable y las acusaciones de
asesinatos de figuras políticas, no se podían dar el lujo de librar una guerra abierta.
La postura que tomaron fue la de tolerar la presencia de esta guerrilla que estaba
armada, pero que no combatía, y de estrechar lazos de negociación; por lo menos
hasta poder contar con el apoyo necesario para poder socavarla.

Por su parte, luego del alto al fuego unilateral, decretado por el titular del poder
Ejecutivo el 12 de enero, la ofensiva neozapatista sería librada en el terreno discursivo, el
terreno de las ideas. La sociedad mexicana, en general, puso atención a éstos quienes
emitían un discurso novedoso que proponía una nueva visión de Nación con base en la
resignificación y reinterpretación del pasado mexicano, que a quienes desde el escenario
político formal pronunciaban un discurso desgastado y carente de credibilidad.12

A diferencia de toda guerrilla, el EZLN decide dejar atrás la idea de la guerra


armada y opta por escuchar la demanda del pueblo méxicano: la paz. Se dispone a
deponer las balas para usar la palabra como su principal arma y a escuchar, a
preguntar y tratar de entender los reclamos de la sociedad civil que los estaba
apoyando. En este nuevo rol que comenzaba a tomar el EZLN, el Subcomandante
Marcos es nombrado como vocero. Lo cierto es que el diálogo con el gobierno no
llegó a nada muy provechoso, pero algo muy novedoso en México empezaba a
florecer: el EZLN decide no tener más interlocutor que la sociedad civil, dirigiéndose
no sólo a la izquierda, sino también a los no-partidistas, los no-organizados, a los
ciudadanos comunes.

Hay que resaltar con mucho énfasis el modelo discursivo de Marcos, ya que
empleaba un lenguaje totalmente distinto al rígido y cuadrado de los discursos
políticos. Sus discursos eran análisis y críticas muy profundas de las diferentes
situaciones político-económicas del neoliberalismo, pero también estaban dotados
de sentido del humor, narrativa, cuentos y metáforas. Sus discursos tenían una
llegada real al pueblo mexicano. Dentro de estos discursos se comunica al pueblo la
crítica y necesidad de reformulación del poder y su teoría; se busca dejar en claro
que no se está buscando tomar el poder, ya que el mismo está corrompido, lo que
se está buscando es transformar de raíz la verticalidad de esta pirámide que no

12
VIllaseñor, P. (2011). La ética política neozapatista. México, 1994-2006.
http://bibliotecavirtual.dgb.umich.mx:8083/xmlui/bitstream/handle/DGB_UMICH/2406/IIH-M-2011-000
7.pdf?sequence=1&isAllowed=y. p.72
consiente la expansión horizontal (democrática). Otra de sus proclamas más fuertes
es el mandar-obedeciendo, que vendría a ser el principal antídoto a la relación
tradicional del mando-obediencia, en la cual la imposición y el autoritarismo
prevalecen. “Escuchar obedeciendo” se traducía en escuchar y seguir el sentir de la
comunidad.

La llegada de estos discursos era realmente notoria, por lo que no es casual


que en los primeros meses de 1995 se revelara la identidad de Marcos y se
desatara una persecución feroz al EZLN. En esta caza el Ejército Federal cometió
atrocidades en las zonas zapatistas y como respuesta a esto, miles de ciudadanos
mexicanos se volvieron a levantar. En la ciudad de México se llenó El Zócalo tres
veces en una semana. Bajo esta presión, el gobierno volvió a bajar el tono.

Con total escepticismo se volvió a retomar el diálogo con el gobierno,


logrando firmar en febrero de 1996 El Acuerdo de San Andrés, donde el gobierno se
comprometía a atender las demandas de injusticia e igualdad para los pobres del
país; pero lo principal de este acuerdo fue el compromiso que se tomó en modificar
la Constitución Nacional para volver a incluir el principio de autonomía de los
pueblos indígenas de México.

La autonomía era una demanda histórica del pueblo indígena Mexicano, que
había logrado en 1910 recuperar con la histórica lucha zapatista y que les fue
quitada en la época que estamos abordando. Lo que buscaban era recuperar el
derecho de elegir a sus propios y auténticos representantes para ejercer la
autogestión y el autogobierno.

Entre los años 1996 y 2001 el neozapatismo empieza a abordar sus batallas
mediante la creación de espacios de participación (comités, foros, votaciones,
comisiones, congresos, etc.), democratizando e institucionalizando las batallas por
sus demandas: empiezan a lograr un consenso social, legitimando la batalla política
que están librando contra el gobierno.

Hay que mencionar algunos de los hechos trascendentes de esta etapa. En


el año 1996 se convoca a las cincuenta y cuatro etnias del país a organizarse en el
Congreso Nacional Indígena, en el cual por primera vez cuarenta y seis de estos
grupos indígenas acudieron. Es en el mismo año que se funda el Frente Zapatista
de Liberación Nacional, dándole cuerpo de organización a todos aquellos de la
sociedad civil organizada que se reconocen como zapatistas pero que nada tienen
que ver con las armas; se conforman los Comités de Diálogo, donde se siguen
practicando los principios zapatistas. En el año 1997 se producen varias
movilizaciones demandando el cumplimiento de los acuerdos con el gobierno. Uno
de ellos es la visita de las mil ciento once bases de apoyo a la ciudad de México.
Dos años después se produce la Consulta Nacional e Internacional por el
Reconocimiento de los Derechos y la Cultura Indígenas, y por el Fin de la Guerra de
Exterminio; cinco mil hombres y mujeres de las bases de apoyo rompieron el cerco
militar y se diseminaron por todo el país para llevar adelante la misma. Finalmente,
en el año 2001 se produce la Marcha del color de la Tierra, que recorrió medio país
hasta la capital, donde una mujer indígena alzó su voz en el Congreso de la Unión,
encarnando el reclamo de todo el neozapatismo. Ese mismo año, la ley que daría
legalidad a los acuerdos de San Andrés fue echada por tierra, y el Senado, con la
complicidad de todo el régimen, aprobó una ley anti-indígena. No fue tan sólo un
fracaso, sino también una burla para todo este contingente que venía levantando
esta lucha hace tantos años.

Tras esta realidad, cansados al punto del hastío y llenos de desconfianza por
los partidos políticos y la clase gobernante, deciden encarar una nueva etapa en su
lucha: la conformación de las Juntas del Buen Gobierno, o Caracoles. Entre el año
2003 y 2004 en setenta comunidades (que equivalen a la mitad del Estado de
Chiapas), se conforman Caracoles, es decir bases de apoyo dirigidas por civiles
zapatistas elegidos por sus comunidades ( con carácter rotativo y revocable); estos
se basan sobre todo en la autonomía, es decir, en el derecho y la capacidad de
gobernarse a sí mismos y por sí mismos. El EZLN pone en práctica los Acuerdos de
San Andrés, dándole validez a aquello que el gobierno se había comprometido y les
negó en 2001, al pasar la ley anti-indígena que no fue aceptada por ningún pueblo
originario de México.

Conclusiones

Tras analizar un recorrido por el neozapatismo, podemos afirmar que el


mismo logra florecer en un contexto regional adverso debido a diversas variables:
sin lugar a duda, una muy importante es que el pueblo méxicano estaba harto de las
ofertas políticas que no recogían sus reclamos; había un agotamiento de las
expresiones políticas de la época, encabezando esta lista el partido gobernante del
PRI, que había convertido al Estado mexicano en un mecanismo corrupto y
fraudulento, de opresión y control extranjero; las políticas neoliberales aplicadas en
este período son las que terminaron por recalentar el humor social, ya que muchos
se quedaron sin trabajo y la economía local estaba sujeta a los vaivenes del
mercado mundial, dándole varios coletazos al pueblo de par en par.

En dicho contexto aparece un movimiento que encarna los reclamos de los


sectores más marginados del país, pero que también aglutina las demandas de todo
el pueblo mexicano como la exigencia de una democracia sin corrupción o fraude, o
la demanda de tierra, trabajo y dignidad. Aunque lo realmente novedoso de este
movimiento es que propone nuevas reglas de juego, donde paulatinamente crea y
reivindica espacios de participación popular, institucionalizando varios de ellos.
Además, plantea novedosas concepciones del poder para este México corrupto,
donde aquellos individuos elegidos para representar deben mandar obedeciendo la
demanda del pueblo todo el tiempo, ya que es ahí donde reside su legitimidad.

Todo este armado no habría prosperado de la manera que lo hizo si es que el


neozapatismo no hubiera hecho uso de su mejor arma: su poder discursivo y
comunicacional. El diálogo que tenía con todo el pueblo mexicano fue clave para
que el movimiento crezca, tanto en cantidad de simpatizantes como en poder real.
En tal sentido, hay que resaltar el rol del Subcomandante Insurgente Marcos, cuyos
discursos tenían una intención profunda, expresada con ingenio y palabras
populares que hacían que tanto los indígenas de las comunidades, como el sector
urbano se sintiera interpelado por él.
Sin lugar a duda podemos afirmar que el neozapatismo pudo sobrevivir a la
oleada neoliberal por el pragmatismo y recepción social que tuvo desde sus
orígenes. No sólo logró consolidar una estructura autónoma cargada de legitimidad
y reconocimiento popular (e incluso estatal) que sobrevive al día de hoy, sino que
también logró escuchar las demandas de todos aquellos que se iban sumando a sus
filas y dar respuestas efectivas a las mismas; logró volver a instalar en México que
la posibilidad de construir un futuro mejor para todos los postergados, es posible.
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