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Historia americana del siglo XX:

“La respuesta de la izquierda


ante la crisis de dominación
uruguaya: ¿violencia organizada
o una salida parlamentaria?”

Apellidos, nombre (DNI): Soplan Donadío, Adriano


(40.888.343); Tarantini, Mauro (39.924.102); Bejarano, Ayelén
(42.320.378); Lobo, Héctor (38.997.489).

Curso: 4°año.

Ciclo lectivo: 2022

Profesor: Nicanoff, Sergio.

Institución: Instituto de Formación Docente n°41 (ISFD n°41).


Introducción
Partiendo de la crisis de dominación vivida en Uruguay a fines de los años sesenta,
haciendo hincapié en el parteaguas que fue el año 1968, y principios de los setenta que
culminaría con el golpe de Estado en 1973, en las siguientes hojas nos proponemos
desandar las causas detrás de la misma: la serie de sucesos que enfrentaron a los, muchas
veces, antagónicos sectores de la sociedad, la situación extranjera y la influencia de
Estados Unidos, el contexto económico, político y social uruguayo, la creciente violencia
armada, orquestada años antes, pero con sus picos de violencia por estos años a fin de
desplazar al gobierno burgués de turno y acabar con el sistema capitalista en el que el país
se veía envuelto. Es interesante dotar de identidad en el devenir del escrito a los
movimientos y agrupaciones de izquierda que fueron entendiendo a la lucha armada como
la única escapatoria de la realidad. El más importante de ellos y en el cual haremos foco
será los “Tupamaros”.
Nuestra segunda hipótesis tendrá su piedra angular en la comparación entre la jerarquía,
valores y formación de la organización antes mencionada y el Partido Comunista Uruguayo,
que veía, en la conformación del Frente de Izquierda, una salida parlamentaria que se
ahorraba la brutalidad, las represalias y la violencia.

¿Cuáles son los antecedentes políticos?


Siguiendo la lectura de “Los Tupamaros: Guerrilla urbana en el Uruguay” de Alain
Labrousse, podemos expresar que el siglo XIX en Uruguay tuvo lugar una lucha incesante
entre dos partidos de estructuras feudales fundados en 1836: el partido blanco y el partido
colorado.
El sector clave de la economía uruguaya es la ganadería. Gracias a la calidad y la
abundancia de las tierras y el bajo costo de la mano de obra, los criadores uruguayos han
podido colocar sus productos a precios competitivos en el mercado mundial. Las dos
guerras mundiales y la guerra de Corea aumentaron la demanda de carnes y lanas,
provocando un alza de las cotizaciones. Las sequías de 1962 y 1965 coinciden con el
principio de la crisis. Esta se ve agravada por la actitud de los grupos capitalistas que
representan a los criadores y los exportadores que buscan una compensación, dentro del
mercado interno, a la disminución de sus beneficios resultante de la baja de los precios
internacionales. Los bancos, por su lado, habrán de acaparar divisas, especularon con el
cambio y se entregarán a operaciones financieras ilegales. Los poseedores de capitales,
asustados por las perspectivas de la crisis y buscando inversiones extranjeras ahora más
seguras y lucrativas, llegarán a exportar una gran parte de los beneficios obtenidos de las
exportaciones, siendo así que para el periodo de 1962 a 1967 los capitales uruguayos

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colocados fuera era de 292 millones de dólares. Entre 1965 y 1967, los organismos públicos
y privados del país se endeudaron en 440 millones de dólares, lo que representa dos años y
medios de exportaciones. El partido blanco hará cada vez más causa común con los
exportadores, los banqueros y los propietarios de la industria frigorífica, y en su pretensión
por obtener beneficios, provocan una reacción del movimiento sindical. La respuesta del
Estado fue de tipo inflacionista causada por las presiones crecientes desencadenadas por
los ganaderos, los exportadores y los especuladores (la especulación se tradujo en un gran
desarrollo del sistema bancario entre 1954 y 1961 y mucha población rural se desplazó
hacia Montevideo). La aceleración de una crisis económica y social será provocada por una
especulación desenfrenada por parte de ciertos grupos capitalistas y el rechazo de todo
diálogo con los representantes de los asalariados que no quieren soportar solos el peso de
la crisis.
En 1954, el presidente Luis Batlle Berres exclamaba que Uruguay no era la Suiza de
América Latina, sino que Suiza tenía la gratificante suerte de ser la Uruguay europea; la
realidad era que el mundo veía a Uruguay como un pequeño país armónico, legalista e
igualitario donde los conflictos se resolvían en beneficio de todos y donde el proceso de
estatización e industrialización por sustitución había sido todo un éxito. Ana María Buriano
Castro lo define como la “Atenas del Plata” por su supuesta falta de clases sociales (por
supuesto, no deja de ser un mito), en la que cualquier ciudadano podía alcanzar un ascenso
social moderado a partir del acceso a la educación superior. Pese a esto, no se tardó mucho
tiempo en detonar los conflictos, hasta ese tiempo ocultos y encarrilados: el movimiento
estudiantil, hacia 1958, cuando se sancionó la Ley Orgánica que consagró la autonomía de
la Universidad, salió a manifestarse.
A partir de ese entonces, el Partido Colorado (que competía de manera dual con el Blanco)
comenzó a perder en las elecciones, abriéndose en el país sudamericano un período de
alternancias e inestabilidad. La inflación crecía como nunca, la fuga de divisas estaba a la
orden del día, el endeudamiento con el exterior no se haría esperar y todos los ámbitos de
la sociedad civil estaban indefinidos. Luego de casi una centuria, el Partido Nacional, los
Blancos, ganaban unas elecciones, tomando las riendas del gobierno por dos períodos
consecutivos y aplicando un programa que barrería con décadas de proteccionismo estatal:
la liberalización de la economía. Tan sólo un año más tarde, aprobaron la Ley de Reforma
Monetaria y Cambiaria que supondría un punto de inflexión en la dependencia financiera del
país.
Con este nuevo contexto, las rebeliones queriendo ponerle fin al consenso liberal en
Occidente no se harían esperar: disenso cultural, insurgencia juvenil y popular, quiebre del
modelo hegemónico capitalista mundial. Todo esto resultó más que entendible luego del

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éxito de la Revolución Cubana. En 1964, el gobierno blanco quiso romper las relaciones
diplomáticas con la Isla en pos de demostrarle su lealtad a Washington.
Finalmente, las elecciones de noviembre de 1966 consagraron el retorno del Partido
Colorado al Gobierno; pero para ese entonces, el viejo espíritu del Estado de Bienestar,
anterior a 1958, ya no se percibía en el ambiente. El bloque dominante se redefinió al
unísono con el reordenamiento económico. El sector agroexportador se debilitó en la
medida en que se fortalecía el sistema financiero ligado al extranjero. Los analistas
coinciden en anclar en la segunda mitad de la década del ’50 el agotamiento de un modelo
económico que descansaba sobre dos pilares: la exportación de productos agropecuarios
como fuente de divisas casi exclusiva, y un modelo de desarrollo industrial basado en la
sustitución de importaciones. En 1967, la inflación fue de 136 % y al año siguiente
alcanzaba el 180%. Los hijos de profesionales, empleados públicos, comerciantes,
pequeños empresarios, docentes, bancarios, obreros calificados, sentían que las promesas
de un futuro mejor se esfumaron. Las tensiones políticas y sociales ingresan en una espiral
ascendente, se instala un clima de protesta y confrontación progresivas. Sus apreciaciones
permitieron dar forma de hipótesis a nuestras sospechas previas: una porción significativa
de jóvenes que tenía entre 15 y 25 años en 1968, pensaba que “la revolución” estaba en
marcha y que el compromiso con la misma aun a riesgo de vida constituía un imperativo
ético insoslayable.
La respuesta de los sectores bajos y medios fueron un fuerte movimiento, crecido al abrigo
de la industrialización del país y con total independencia de los partidos tradicionales,
estaba cada vez más consolidado. Su dirigencia de izquierda, generalmente comunista,
obtuvo importantes conquistas sociales que posibilitaron la paulatina unificación sindical;
proceso que culminó para 1966 en dos instancias sucesivas: un Congreso del que emanó
un programa popular alternativo llamado “Programa de Soluciones Nacionales a la Crisis”
donde se plegaron sindicatos bancarios, de docentes y enseñanza universitaria y no sólo de
servicios u obreras; y una Convención Nacional de Trabajadores (CNT) que organizó
unificadamente a los sectores medios que sentían la necesidad de responder a los golpes
de la crisis. Lo que podemos observar aquí son los primeros intentos de contrahegemonía
en la medida que se poseyó un programa de alcance nacional, antiimperialista, agrario e
impulsor de la industria nacional.

El revolucionario año 1968


El estallido del año 1968 tuvo la fuerza de un rayo en la historia uruguaya pero no fue de
modo alguno el primer relámpago de un cielo sereno, sino el fogonazo que iluminó las
grandes nubes que se venían acumulando en la oscuridad. A fines de ese mes, la
municipalidad montevideana anunciaba un aumento en el precio del boleto del transporte

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urbano; fue la chispa que encendió la pradera seca. El subsidio del costo del transporte
constituía un alivio nada desdeñable en hogares erosionados por la carestía y la inflación.
En pocos días la marea de protesta estudiantil subía incontenible. En esas semanas, la
policía había recibido la orden de abrir fuego apuntando al cuerpo de los manifestantes con
sus armas de reglamento. Instructores estadounidenses instalados en la propia Jefatura de
Policía montevideana brindaban asistencia técnica y logística a la “contrainsurgencia” local.
La brutal reacción del gobierno, lejos de aplacar las tensiones, las agudizará. En las
manifestaciones estudiantiles hacían su aparición los cócteles Molotov y los “cortes de
fuego” callejeros hechos con cubiertas de automóvil rellenas de estopa o aserrín y rociadas
con nafta. “Había una especie de frenesí en los estudiantes, basado en la seguridad de
estar en lo justo y en la percepción de la iniquidad del gobierno y de la policía”, escribe un
co-protagonista de aquellas movilizaciones; ese “estado de movilización extendido e
impersonal” se constituía en “una nueva potencia que ponía en jaque al gobierno.
Luego de la muerte del presidente colorado, Oscar Gestido, asumió Jorge Pacheco Areco.
A la semana de asumir el poder, Pacheco clausuró un periódico e ilegalizó a seis partidos
políticos de izquierda, entre ellos al Partido Socialista. Los estudiantes de la enseñanza
media se agitaban en luchas para lograr el subsidio estudiantil a sus boletos de transporte
público. Se sucedían reivindicaciones salariales y presupuestarias de los trabajadores y de
la Federación de Estudiantes Universitarios (FEUU). El 13 de junio de 1968, Pacheco
implantó por decreto el Estado de Sitio (Medidas Prontas de Seguridad) y el enfrentamiento
comenzó a volverse extremo. El 18 de junio, la CNT y la FEUU organizaron un paro general
acatado de manera unánime. Pacheco respondió el 24 de junio militarizando al personal de
la Banca estatal y a los trabajadores de los entes del Estado. Pacheco, dispuesto a cumplir
las recomendaciones del Fondo Monetario, decidió exterminar ese gran mecanismo de
mediación que eran los consejos de salarios, unas comisiones tripartitas estatales y
obrero-patronales creadas en la década de los 40, que acordaban los ajustes. El 28 de junio
congeló por decreto los salarios al nivel que tenían en diciembre de 1967; también lo hizo
con los precios, pero a junio del 68 en medio de una inflación galopante.
En medio de este clima, que ya había transitado de crispación a enfrentamiento, se desató
el accionar de la guerrilla urbana del “Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros''
(MLN-T). En suma, prácticamente no había grupo ni partido de la izquierda que negará de
plano la violencia como vía legítima e inevitable de acceso al poder.
Incluso años más tarde, de los grupos que constituyeron la coalición de izquierda “Frente
Amplio” en 1971, solo la minoría rechazaba la violencia revolucionaria como camino posible;
para la mayoría, el desenlace sangriento de las luchas de liberación social no era deseable
pero tampoco podía evitarse.

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Dado tal contexto discursivo, la estrategia armada del MLN-Tupamaros -conformado a
mediados de los sesenta por militantes procedentes de distintos grupos de izquierda-
sintonizaba con el aire de los tiempos. Quien opone tupamaros “violentos” a izquierda
“pacifista” incurre en un error grueso; tal línea divisoria no tiene respaldo histórico alguno.
Los tupamaros materializaba propósitos reclamados a los cuatro vientos por la “izquierda
tradicional”, solo que a diferencia de ésta, los traducen a acción y organización militante
inmediatas. Persistían por cierto hondas diferencias en cuanto a la oportunidad de la lucha
armada. A juicio de los partidarios de la violencia revolucionaria ya estaban maduras las
condiciones para intervenir en la lucha política con acciones armadas; para comunistas y
democristianos no estaba aún cerrada la vía pacífica de acceso al gobierno y el empleo de
métodos ilegales de lucha no haría más que apurar su cancelación. Puede así entenderse
que, desde valoraciones tan diferentes del momento político, estas orientaciones políticas
se enfrentarán con acritud. Pero salvadas estas diferencias -inconciliables en lo inmediato-
ningún partido u organización de izquierda opone objeciones de principio a la lucha armada
explica François Graña, profesor de la Universidad de la República, Uruguay.
En este aspecto, 1970 fue el año de auge de Tupamaros: El de los grandes secuestros a
cónsules y embajadores, como el de Brasil y Gran Bretaña y particularmente, el de Dan
Mitrione, asesor estadounidense en torturas a los servicios de inteligencia de la policía
uruguaya, secuestro seguido de la muerte ante la decisión de Pacheco de no realizar el
canje de prisioneros que se le exigía. Ante la fuerte acción tupamara, Pacheco resolvió que
los organismos de seguridad policial no eran confiables para detener la “subversión” y
conformó las Fuerzas Conjuntas, un órgano dirigido por los comandantes en jefe del,
ejército, la marina y la fuerza aérea encargado de coordinar todos los cuerpos policiales del
país. De esta manera involucró a las Fuerzas Armadas a un plano superior del
enfrentamiento político. Después, no hubo marcha atrás posible. Restan aún dos años para
que se consumara el golpe de Estado y en función de este largo tránsito, analistas del
militarismo latinoamericano, lo señalan como el golpe de Estado más largo del continente
en el siglo.

El movimiento estudiantil
Agosto y septiembre de 1968 fueron los meses de más fuerte choque entre el gobierno y la
Universidad. El 9 de agosto el Ejecutivo ordenó a las fuerzas policiales violar la autonomía
universitaria. Fueron allanados, en la madrugada, el local central y varias facultades bajo el
pretexto de encontrar ahí la cárcel del pueblo donde Tupamaros tendría recluido al
funcionario colorado, Ulysses Pereira Reverbel. No era más que una provocación pero
constituía un avance más de rupturismo, al atacar una institución tan respetada como lo era
la Universidad de la República. La respuesta estudiantil (intervención activa del conjunto de

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los universitarios, las autoridades, el rector, los decanos, los consejos y claustros) fue
grande y contundente. Tan contundente como la represión posterior, con nuevas armas
antimotines, granaderos a caballo y perros.
El uso de armas de fuego era la novedad más peligrosa. En los días inmediatos a la
violación de la autonomía, una manifestación de estudiantes de la Facultad de Veterinaria
fue atacada por una unidad policial que disparó a quemarropa. Con tan mala suerte para el
pachecato que el estudiante muerto tenía un nombre que era consigna en sí mismo. Se
llamaba Liber Arce y de ahí a “Liberarse” sólo mediaba una letra. Su sepelio y entierro fue la
mayor concentración ocurrida en el Montevideo pre dictatorial.
Para la segunda mitad de la década del sesenta para un número creciente de jóvenes, la
vieja premisa doctrinal de la violencia estructural del “sistema” ya no remite a un horizonte
distante, sino que deviene un imperativo del aquí y ahora. En términos corrientes en esos
años, la dominación burguesa “se quitaba la careta” y la violencia estructural cobraba fuerza
de actualidad. El Partido Colorado en el gobierno, artífice del Estado moderno a inicios del
siglo, embestía ahora contra el contrato social que había contribuido a sostener por
décadas, y respondía sin empacho a la protesta ciudadana con violencia represiva inusitada
y creciente. La ofensiva de Pacheco ya no tenía freno. Los enfrentamientos continuaron en
septiembre. El uso de proyectiles de fragmentación (escopetas de perdigones) provocó
nuevos mártires y algunos más en los años subsiguientes del régimen, tanto en las muy
combativas manifestaciones estudiantiles como entre las marchas obreras. Sobre fin de
año, el Ejecutivo dio orden al ejército de tomar los locales universitarios para detener la
insurgencia que florecía todos los días. Quien debió cumplir la orden de esta nueva
agresión a la Universidad fue el general Líber Seregni, jefe entonces de la región militar
número uno, la más poderosa del país. En noviembre del 68, el general Seregni, quien
luego sería el primer candidato a la presidencia del Frente Amplio, pidió pase a retiro harto y
asqueado de tener que cumplir las órdenes de un Ejecutivo que manoseaba las
instituciones y afectaba el tranquilo ritmo de burocracia estatal que había sucedido hasta
entonces.
El tradicional verano uruguayo de 1969, con sus vacaciones en las playas, fue transmutado
por “un verano caliente”, con obreros muertos, con grandes huelgas bancarias.
Significativamente, durante los nueve meses transcurridos entre junio de 1968 y marzo de
1969, el Parlamento fue citado ochenta y tres veces consecutivas sin lograr quórum para
sesionar; a los diputados y senadores de ambos partidos afines al “gobierno fuerte” les
bastaba con ese boicot pasivo para asegurar la continuidad de los encarcelamientos
masivos sin proceso, la represión policial en las calles y la censura de prensa. En 1970,
Pacheco intervino la enseñanza primaria y secundaria. Reemplazó a las autoridades de
estos entes por una represiva comisión interventora. El gobierno por decreto, la represión a

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manifestaciones obreras y estudiantiles, la brutalidad policial y el empleo sistemático de la
tortura se harían rutina.
La protesta estudiantil contaba con rasgos particulares, tanto en secundaria como en las
universidades la convocatoria era masiva y al menos en 1968 eran autónomas y
descentralizadas ya que no eran controladas por ningún grupo político. Se afirma que el
movimiento arranca en la secundaria, la CESU dominaba el panorama sindical dentro de las
escuelas, el movimiento más radical se dieron en sindicatos como FUNSA o UTAA, pero la
llegada de la FER viene a cambiar el panorama, rechazaba las elecciones internas, ya que
las consideraba como un mecanismo representativo y no participativo, no conectaban con la
masa y no tenían en cuenta su opinión, este último partido tenía una estrecha relación con
el MLN-T ya que apuntaban a la radicalización de las contradicciones que devienen de los
centros de poder y a la combatividad contra ellos.
Buena parte de aquellos púberes haría del compromiso militante su principal razón de
existencia, y no pocos abrazaría estrategias políticas de lucha armada. Como puede verse,
la emergencia montevideana de miles de jóvenes comprometidos con la militancia
revolucionaria no puede ser aprehendida por mera analogía con los acontecimientos de las
grandes metrópolis. Pero tampoco bastaría la sola consideración de sus peculiaridades
domésticas; el fenómeno debe ser abordado simultáneamente en la contingencia del
proceso social en que se gestó, y también en su solapamiento con la realidad mundial.

La izquierda
El recurso a la violencia como método de lucha legítimo estaba convalidado por todos los
grupos de la izquierda en sus estatutos y en sus estrategias políticas de largo plazo. Solo
algunos de ellos entendían que un cambio radical de sistema social pudiera alcanzarse de
forma pacífica. Sin embargo, esto no impedía reconocer la excepcionalidad del Uruguay en
la región: protección social, relativa estabilidad laboral, menor desigualdad respecto del
concierto regional, tolerancia política, convivencia social pasablemente armoniosa en
comparación con sus vecinos, regulación más bien pacífica de los conflictos.
En este escenario, la izquierda se sentía legitimada para presentarse a las elecciones con
vistas a obtener representación parlamentaria, sin que ello supusiera el abandono de los
postulados revolucionarios. La perspectiva estratégica de combate contra el capitalismo y la
sociedad de clases no debía impedir una activa intervención en la arena política que
contribuye a organizar la lucha de los explotados. Las libertades democráticas debían
aprovecharse para persuadir a las mayorías sojuzgadas del inevitable advenimiento de una
sociedad en que serían gobierno. La democracia se presentaba a ojos de la izquierda con
dos caras simultáneas y contradictorias: recurso de la dominación de clase para cimentar su
preservación, y terreno donde luchar contra la misma. Así posicionados, socialistas y

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comunistas se valían de los medios que la propia “democracia burguesa” ponía a su
alcance en el largo camino hacia la revolución: mítines, manifestaciones callejeras, huelgas,
paros, prensa legal propia, representación parlamentaria.
El número de militantes comunistas representa un porcentaje excepcionalmente alto,
aunque para la izquierda las posibilidades de una toma del poder por medio de las
elecciones son escasas. El partido comunista uruguayo que no escatima apoyo verbal a la
revolución cubana, afirma por lo demás que las fuerzas de izquierda deberán arrancar el
poder a la burguesía por medio de las armas, pero que entretanto conviene utilizar al
máximo las vías legales para llegar a las masas. Pero la impotencia de los pequeños
partidos proviene del profundo arraigo del pueblo uruguayo a la existencia de dos partidos
tradicionales. Se trata de un fenómeno cultural que el bipartidismo haya sido anterior a la
creación del Estado y desempeñó durante mucho tiempo el rol de cohesionador social. Por
consiguiente, el partido comunista dista de recibir la adhesión de todas las víctimas de la
crisis.
Párrafo aparte merece el profundo movimiento renovador que sacudía la Iglesia Católica en
esos años, desempeñó un papel importante en la justificación de la rebelión social.
Inspirada en el Concilio Vaticano II a inicios de los ’60 así como en la Conferencia Episcopal
latinoamericana de Medellín en 1968, la Iglesia uruguaya se declaraba comprometida con
“la línea de las innovaciones profundas y urgentes de la sociedad” y llamaba a los cristianos
al compromiso político permanente en pro de “las reformas necesarias” y de una “mayor
igualdad entre los uruguayos.
El nuevo presidente Pachecho Areco mostró su verdadero rostro y el 12 de diciembre de
1967 decretó la clausura del diario de izquierda Época y del semanario del partido socialsita
El Sol, así como la disolución de varios partidos políticos de extrema izquierda: M.I.R,
M.R.O, la Federación Anarquista uruguaya, el Grupo Independiente Época, el partido
socialista. El decreto del 7 de julio de 1969 prohibía toda alusión a los Tupamaros y más
tarde el empleo de siete sinónimos de la palabra guerrillero. A comienzos de 1970 se
dispuso que los diarios sólo podían publicar, en relación con los tupamaros, los
comunicados y fotografías que les suministraba la policía.
El presidente y sus allegados conscientes de la relativa debilidad de su aparato represivo y
de las reacciones que podría suscitar una dictadura abierta, pero sabiéndose dueños de la
casi totalidad de los medios de información y propaganda, sueñan con una “dictadura
parlamentaria”. A la izquierda, el ejemplo chileno ha galvanizado las energías y ha hecho
nacer en los más moderados de la esperanza una vía intermedia entre la dictadura y una
opción revolucionaria: El Frente Amplio. Tupamaros frente a los ojos de las masas, ya no
aparecen como la única alternativa al gobierno autoritario de los poseedores.

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El Frente Amplio agrupaba, al efectuar su asamblea constitutiva en 1971, veintidós partidos
u organizaciones. Entre los principales partidos se encontraba el FIDEL, la Democracia
Cristiana, el movimiento blanco popular, el partido socialista, el movimiento revolucionario
oriental. Siguiendo el texto “Habrá Patria para todos. O no habrá Patria para nadie” damos
cuenta de que los Tupamaros ven en el Frente Amplio una ocasión de movilizar a las masas
y una oportunidad de intensificar su propaganda a ese nivel. Los tupas y los elementos más
radicales piensan que si el trabajo se hace correctamente, después de las elecciones las
masas movilizadas podrán fundirse en un Frente de Liberación Nacional. pero lo que no
tienen en cuenta es la incompatibilidad de una situación revolucionaria como la que
atraviesa Uruguay, de una empresa electoral y las empresas guerrilleras. Los tupamaros
señalaron claramente que no estaban dispuestos a postergar la lucha revolucionaria; pensar
una tregua sería una locura pues estos quieren demostrar que las acciones políticas que
ocurren en la legalidad son un engaño y que únicamente la lucha armada pone al régimen a
la defensiva. es plausible plantear que el MLN-T legitimaba su proceder desde la
perspectiva de que su actividad estaba determinada por la naturaleza de clase del Estado,
que empujaba a los sectores populares a la violencia política para obtener justicia social,
soberanía nacional y libertades civiles.
El año 1971 fue uno de resultados polivalentes. Dos hechos deben resaltarse como cierre
de este racconto: Uno es de signo inmensamente positivo. Se trata del surgimiento, entre
febrero y marzo, del Frente Amplio, una coalición política que no sólo agrupó a la izquierda
sino que unió a sectores relativamente pequeños desprendidos de los partidos tradicionales,
y al Partido Demócrata Cristiano. Este Frente adoptó como suyo el Programa de Soluciones
Nacionales a la crisis elaborado en el Congreso del Pueblo y que era bandera del
movimiento sindical y logró una representación, en las elecciones de 1971, superior a la que
habían obtenido sus integrantes separados. Pese a que estaba aún muy lejos de
compararse con el electorado de los partidos tradicionales, la formación del Frente y su
candidato, el entonces general retirado Liber Seregni, asustó a las derechas, al punto que
Pacheco gestionó, según se descubre en medio de la desclasificación de los archivos
internacionales, una invasión del Brasil dictatorial en caso de que se produjera el triunfo de
la coalición. El Frente Amplio logró menos del 20% de los votos, sin embargo, se introdujo
como una cuña en el tradicional sistema bipartidista del país.

Comparación jerarquías, formación e ideologías entre MLN-T y el Partido Comunista


El segundo objetivo de nuestro trabajo es comparar al Partido Comunista Uruguayo con el
MLN-T en tanto su organización jerárquica, su formación y sus valores.
La diferencia fundamental de la organización del MLN-T con otras organizaciones de la
Izquierda es que la mayoría de estas últimas parecen confiar más en los manifiestos, en la

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emisión de enunciados teóricos referentes a la Revolución para preparar militantes y
condiciones.

Los Tupamaros
El Movimiento Nacional de Liberación Tupamaros, en lo que es su jerarquía, fue un grupo
mucho más horizontal en comparación con el PCU, aunque sí existían cargos jerárquicos.
Mientras en el PCU el cargo más importante es de secretario, el MLN-T tenía como rango
superior al comandante y subcomandante. Los tupamaros respetaban a los líderes por su
condición de referentes, ya que se trataban del ejemplo a seguir en base a su valentía,
dedicación y determinación en favor de la Revolución. Incluso, está quien cree que el
debilitamiento del movimiento vino de la mano de la caída de los viejos, Sendic incluído. En
cuanto al resto de los cargos, el título no era de importancia para los miembros.
“Bueno, no me acuerdo qué cargo tenía, pero yo tenía que buscar a toda la gente de la juventud e incorporar a
los comités.”1.
Sin embargo, si desde la teoría la jerarquía no constituía un factor esencial para el MLN-T,
la realidad es que, una vez hechas las discusiones internas, los tupamaros no se desviaban
de lo acatado finalmente. Por ello, a pesar de la oportunidad de discutir o expresar su
desacuerdo, en la práctica podía verse una cadena, aunque ésta no tenga la claridad que
caracteriza al PCU.
Raúl Sendic fue el fundador del Movimiento de Liberación Nacional y, durante varios años,
uno de sus jefes. Sendic encontró en los trabajadores de los cultivos remolacheros del
departamento de Paysandú y en los cortadores de caña de Salto, grupos de trabajadores
para organizar. Después formó la UTAA, que agrupaba a los trabajadores de las empresas
norteamericanas Cainsa y Azucarlito. Sendic organizó la primera marcha de los cañeros
(trabajadores de UTAA) en 1962, la cual se repitió en 1964 y 1965. Los cañeros fueron
atacados a balazos; tal vez entonces los compañeros de Sendic tomaron conciencia de la
necesidad de armarse y de arrancar por medio de la revolución violenta lo que las
manifestaciones pacíficas no permitían obtener.
En 1964, primera fase de la insurrección, las diversas manifestaciones de quienes debían
convertirse en Tupamaros parecen obedecer a dos motivos principales: procurarse armas y
dinero, luego impresionar a la opinión pública mediante algunos atentados espectaculares.
En base a estas motivaciones, realizaron actos como robar once fusiles mauser 1908 del
depósito de la aduana de Bella Unión; veinte fusiles de origen alemán en una armería de
Minas; 540 kilogramos de explosivos de un polvorón de la Compañía nacional de cementos;
y tres de los líderes de las marchas Cañeras atacaron un banco y se llevaron 500 mil pesos.

1
Testimonio de Guillermo, extraído de “Mucho más que foco o partido: Las militancias de comunistas y tupamaros durante los
sesenta en Uruguay”. Ana Laura de Giorgi. Universidad Nacional General Sarmiento. 2013.

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Al plantearse el problema de elegir la forma de guerrilla: ¿rural o urbana? el pasado de
Sendic como organizador de trabajadores agrícolas parecía predisponer al movimiento a la
primera forma de lucha; pero al desplazarse a Montevideo, los nuevos adeptos eran del
proletariado urbano y sobre todo de la burguesía, por lo que ellos creían que la urbana
podría tener ventajas sobre la rural.
El proceso de formación de un tupamaro comenzaba de manera informal, con la curiosidad
de un individuo que consulta sobre un posible ingreso a un conocido, quien lo contacta con
el movimiento. Lo que se tomaba en cuenta para la incorporación al movimiento eran los
mismos factores que determinaban a sus líderes y los ascensos en el círculo: el coraje, el
deseo de cambio y la voluntad para el enfrentamiento armado.
La formación teórica no era un lugar prioritario dentro de los tupamaros. Mientras los
comunistas ponían mucho hincapié en la lectura y en la formación intelectual y oratoria
como instrumentos para lograr la lenta adhesión de la sociedad al bloque opositor, los
tupamaros no consideraban importante este factor. Aunque tanto comunistas como
tupamaros hayan sido influenciados por la Revolución Cubana, el MLN-T valoraba mucho
más la práctica en sus miembros, es decir, su participación en sus diferentes operaciones.
“Nosotros habíamos visto la Batalla de Argelia y estábamos dispuestos a reclutar de esa manera, probando a la
gente, en la Batalla de Argelia le dan un revólver a un tipo y otro que es del movimiento viene y hace como que
es el enemigo y hace como que le tira y el revólver estaba descargado pero se lo prueba para ver qué hacía, si
aflojaba o no, bueno nosotros probamos a la gente también.”2.
Eso no quería decir que no podían formarse: los tupamaros, al igual que los comunistas,
han leído a Marx y a Lenin, pero también se influenciaron en las obras de Rosa
Luxemburgo, Engels, Mao, Trotsky, y su mayor influencia fue la Revolución Cubana y el Che
Guevara.
Los tupamaros tampoco tenían el mismo aprecio que los comunistas por los informes para
determinar y guiar sus acciones. A pesar de esto, si tenían información documental de
importancia para su formación. El documento “Organización y Seguridad” (MLN-T, 1969)
detallaba los pasos a seguir para evadir la vigilancia, realizar los contactos en la calle y
manejar las armas; el documento “Manual de Interrogatorios” (MLN-T, 1969) establecía
pautas sobre qué decir y qué no en caso de ser capturados.
El MLN-T fue un grupo más heterogéneo que los otros grupos de izquierda en Uruguay.
Estaba conformado por estudiantes (al igual que el PCU), pero también por militantes del
MIR, anarquistas, independientes y trabajadores rurales.
En cuanto a valores o ideología, los tupamaros cuentan con algunas particularidades que
los diferencian de la otras izquierdas uruguayas. Aunque varios de los integrantes, tanto de

2
Testimonio de Mateo, extraído de “Mucho más que foco o partido: Las militancias de comunistas y tupamaros durante los
sesenta en Uruguay”. Ana Laura de Giorgi. Universidad Nacional General Sarmiento. 2013.

11
los tupamaros como del PCU tuvieron una intención similar de querer cambiar el mundo, la
respuesta al cómo varía dependiendo del colectivo del que uno se rodee. Mientras el
comunismo uruguayo creía en la revolución parlamentaria, el MLN-T no compartía con sus
tiempos revolucionarios ni con la forma de llegar a ella. Los tupamaros intentaron crear las
condiciones subjetivas para la Revolución a través de varios métodos: en primera instancia,
en su “fase Robin Hood” realizaron actos de incautación de camiones con alimentos para
repartir entre los barrios humildes; luego, a partir de 1970, comenzó su camino de
ejecuciones.
Las cualidades de un “buen tupamaro” pueden verse reflejadas en el documento “Nuestros
Muertos” (MLN-T, 1970). En éste, se lamenta la muerte de trece de sus miembros, y se
recuerda valores tales como la dedicación al trabajo, la entrega, el sacrificio personal, la
austeridad, la alegría, el rechazo a los dogmas y la disciplina. Dentro de las cualidades
mencionadas, cabe destacar la austeridad. Aunque previamente se afirmó que el MLN-T fue
un grupo más heterogéneo que el PCU, también es cierto que el ideario de los tupamaros
era una persona austera, sin lujos innecesarios, por lo que sus miembros, provenientes de
distintos sectores subalternos, fueron homogeneizando su masa paulatinamente.
“Vivía en una choza de paja y cuidaba un criadero de aves […] Era común oírle decir, refiriéndose a sus escasas
pertenencias: “Aquí lo que hay no es mío, es de todos” […] Murió humildemente como un buen soldado de la
Revolución […] jamás dictó pautas a ninguno de sus tres hijos, tratando que vivieran su propia experiencia y se
formarán con ella. […] Jamás dejó de militar y jamás dejó de reír […] Dejó las comodidades que le podía brindar
su situación económica desahogada y se puso a disposición de sus compañeros.”3.
Otra característica que los tupamaros admiraban por sobre la formación teórica o cultural
era la inventiva, la creatividad o capacidad de innovación aplicada a sus movimientos, ya
sea para los objetivos más simpáticos o para los más sangrientos. Sea como sea, tenían la
idea de “golpear primero” para generar propaganda. Siguiendo a Martínez Ruesta “Desde
sus orígenes, en 1963, los heterogéneos integrantes del Movimiento de Liberación
Nacional-Tupamaros (MLN-T) se unieron con la clara intención de dejar atrás lo que eran
dos de los mayores males de la izquierda tradicional uruguaya: el reformismo parlamentario
intrascendente y paralizador. Frente a un Estado oligárquico que se volvía cada día más
autoritario, violento y corrupto era imperdonable gastar energías en discusiones teóricas
interminables; “había que hacer”.
“Toda la teoría del doble poder, había que consolidarlo, si la oligarquía tienen cárceles nosotros también, ellos
allanan las casas de los luchadores sociales nosotros también vamos a allanar la casa de los de la represión, y
entramos a la casa de los coraceros, de la metropolitana. Así como ellos llevan la violencia al seno del pueblo, el
pueblo va a llevar la violencia al seno de la oligarquía, entonces no van a poder divertirse tranquilos le vamos a
poner una bomba en el bowling, en la boite Zum Zum”4

3
Fragmentos que refieren a los 13 fallecidos en el documento “Nuestros Muertos”. MLN-T. 1970.

4
Testimonio de Oscar, extraído de “Mucho más que foco o partido: Las militancias de comunistas y tupamaros durante los
sesenta en Uruguay”. Ana Laura de Giorgi. Universidad Nacional General Sarmiento. 2013.

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Aunque resulta una particularidad que puede aplicarse a todas las izquierdas
latinoamericanas de la época, resalta más en los tupamaros la convicción de no tener hijos
en pos de priorizar la lucha armada. No por ésto ningún miembro tuvo descendencia, pero
era un pensamiento común el esperar para tener hijos, ya que querían “tener hijos en un
mundo posrevolucionario”.

El Partido Comunista Uruguayo (PCU)


Surgió a partir de los lineamientos de la Tercera Internacional Comunista. Este giro
internacionalista se dio de la mano de Eugenio Gómez quien se mantuvo como dirigente
hasta 1956. Disciplinado ante los mandatos de la URSS (Unión Republicana Socialista
Soviética), dado que respaldó todas las decisiones tomadas por el PCUS (Partido
Comunista Unión Soviética) incluso aquellas más controversiales con la invasión a
Checoslovaquia (difícil de aceptar por el movimiento estudiantil de 1968).
A partir del liderazgo de Arizmendi el PCU buscó inscribir el marxismo-leninismo en una
realidad nacional y latinoamericano. Rodney Arismendi condujo este proceso y se
transformó en el nuevo Secretario General hasta luego de la dictadura uruguaya.
El PCU de los años sesenta definió que el camino hacia la revolución debía iniciarse a partir
de la conformación de un Frente Democrático de Liberación Nacional liderado por la clase
obrera unificada. Los primeros intentos de alianzas políticas dieron lugar a la conformación
del Frente de Izquierda de Liberación (FIDEL), una alianza entre el PCU y otros grupos
políticos.
El Partido Comunista centró su estrategia en la ampliación y crecimiento de su base de
apoyo, fortaleciendo su presencia no solo en el ámbito sindical sino también a nivel
estudiantil, barrial y en el medio artístico-intelectual. En 1971 se fundó el partido Frente
Amplio contando con el PCU como uno de sus principales fundadores. La estrategia por
parte de ellos estuvo centrada en el crecimiento del partido y con ello desarrollar la
conciencia popular a través de la movilización sindical y acción parlamentaria. Las prácticas
políticas que se desplegarían dentro del PCU y de la UJC (Unión de Juventudes
Comunistas) estarían estrechamente relacionadas con el crecimiento del partido y la
ampliación de una gran alianza opositora.
Las prácticas de reclutamiento para poder formar parte eran de la siguiente manera: el
recorrido comunista se iniciaba con la entrevista de afiliación y el entrevistado sellaba el
compromiso completando la ficha que podía realizarse en ese mismo momento o
posteriormente. Esto llevaba a que sea de una manera organizada y que se tome con un
compromiso importante el poder formar parte. Muchos de los que se afiliaban eran
promovidos desde la Unión de Juventudes Comunistas (UJC), seleccionados como los
mejores candidatos para integrar el partido.

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Una vez dentro y siendo parte del Partido Comunista, iniciaban un recorrido que tenía una
dimensión individual y a la vez fuertemente marcada por lo colectivo donde incorporarían
ciertos valores y reproducirían ciertas prácticas que le irían dando sentido a su militancia
comunista. Para poder avanzar y ser promovido implicaba acceder a un cargo de mayor
responsabilidad, secretario político, secretario de organización, secretario de finanzas,
secretario de propaganda, secretario de unidad política, secretario de educación a nivel de
la estructura organizativa permanente, delegado para las convenciones y congresos,
integrantes de las comisiones centrales (transversales a la estructura del partido), frente de
educación, frente de propaganda, entre otros cargos.
Las Escuelas Elementales eran espacios de formación en donde los recién afiliados
adquirían los conocimientos básicos. Aquellos militantes que pretendieran un mayor nivel de
inserción asistían luego a las Escuelas Vespertinas en donde se leían y discutían textos
teóricos y se realizaban instancias de evaluación. Estos espacios estaban destinados a la
formación de cuadros que garantizaba una fuerte estructura organizativa.
Además, el partido contaba la revista Estudios, el diario El Popular, la audición de Enrique
Rodríguez en CX30, los libros escritos por Arismendi y otros libros editados por la editorial
Pueblos Unidos que conformaban un conjunto de productos comunicacionales e
informativos destinados a la formación continua de los militantes. La lectura y la formación
teórica eran a su vez parte de una estrategia en la concepción ideológica del Partido
Comunista y de las vías para la revolución, un elemento que el partido destacaba y se
diferenciaba principalmente de Tupamaros.
El informe ocupaba un lugar central al estilo de verdad revelada, lo que se presentaba en el
informe existía y se respetaba. Mientras que lo que no estaba en el informe no era
considerado como verdadero. Los procedimientos para el Partido Comunista eran
importantes y había que cuidarlos, todo estaba muy planificado y la espontaneidad era mal
vista.
Los comunistas rendían cuentas y mostraban qué hacían y sus resultados. Aquellos que
trabajaban en el frente de finanzas debían planificar la recaudación, realizar las campañas y
elaborar los informes que mostrarán cuánto había crecido el partido. Además de la
formación, se valoraba la entrega y el espíritu de sacrificio del comunista por el partido. Se
lo definía como un partido de cuadros y masas. Algunos cumplían con algunas de las
condiciones, otros con ninguna, sin embargo, en el imaginario colectivo los cuadros eran el
ejemplo y de ser posible había que parecerse a ellos. Aquellos afiliados sin militancia activa
eran llamados desasimilados, desencuadrados, faltaba asimilarse y encuadrarse para
realizar un aporte importante al desarrollo revolucionario.

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El sacrificio personal que los jóvenes comunistas realizaban estaba relacionado con ser los
mejores estudiantes sin descuidar la militancia. Además, el compromiso con la revolución y
la valentía que se requería para ella.
La cultura como difusora de ideas jugó un papel muy importante en estos años para toda la
izquierda. Sin embargo, esto fue especialmente relevante para el colectivo de los
comunistas, el cual contaba con un aparato cultural muy importante; En el Partido
Comunista, el ejemplo lo debían dar los cuadros, estos debían ser: “un espejo para todos
los afiliados, para aquellos que llegan a nuestras filas y deben formarse ideológica y
moralmente, adquiriendo experiencia, disciplina y hábitos”.
En el Partido Comunista, la familia era un camino para ampliar la fuerza del partido, los hijos
y las mujeres eran parte de la vida política y se generaban espacios para involucrarlos.
Estas familias cumplían la función de educar generaciones enteras, la familia era la primera
puerta de entrada al marxismo-leninismo. El partido crecía desde la familia y las familias
comunistas se sentían responsables de esto.

Conclusión
En un primer lugar concluimos que la crisis de dominación ya se venía gestando, con las
crisis y malestares de las sequías de 1962 y 1965, en donde se vio debilitada la principal
fuente de economía, que era la ganadería, junto con esto un gran devenir económico venía
en auge. La inflación y las malas medidas políticas económicas llevaron adelante el gran
foco del estallido de la revolución, los partidos tradicionales empiezan a mostrar una
significativa fragmentación interna, y es allí donde aparece uno de los principales actores de
todos estos sucesos, Pacheco. Pero las agrupaciones de izquierda no se iban a quedar en
silencio y es acá donde empiezan a gestarse los cimientos de la revolución. Por un lado
tenemos una gran movilización obrera y por el otro un fuerte movimiento estudiantil, que
llevarían a cabo una serie de protestas para ponerle fin a todas las medidas burguesas
tomadas por el gobierno. Un punto de partida fue la lucha por el boleto estudiantil, pero sus
reclamos no solo eran a dimensiones educativas, sino que también eran a conciencia para
toda la sociedad. Todos los reclamos llevados adelante se dieron de una manera radical,
con la fuerza, respondiendo también a las medidas represivas que el gobierno decía llevar a
cabo. La lucha no era en vano ya que lo que promovía el gobierno era basado en la censura
y persecución de agrupaciones de izquierda, las cuales luchaban contra el autoritarismo que
se venía dando.
El grupo de izquierda más destacado en esta crisis de dominación es el MLN-T que, de una
forma más enfática y directa que otros partidos de izquierda como el PCU, se propuso
conducir el camino revolucionario a través de un método diferente al ejemplo de la
Revolución Cubana (y en contra de lo que el Che creía que era posible en Uruguay): la

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guerrilla urbana. Sus primeros años se caracterizaron por su etapa apodada “etapa Robin
Hood”, que constaba de atentados y atracos a camiones de grandes distribuidoras, con el
objetivo de regalar la mercancía incautada a los barrios más humildes.
Ya con Pacheco Areco en el poder, las acciones de los tupamaros llegaron a su punto más
violento, caracterizado por secuestros y ejecuciones a allegados al gobierno, con el caso de
Dan Mitrione como el caso más destacado. Esto provocó la decisión de Pacheco de formar
las Fuerzas Conjuntas, que dieron a las fuerzas armadas uruguayas un poder político que
les permitió comenzar una larga transición hacia el golpe militar de 1973.
En segundo lugar concluimos en que los tupamaros eran un movimiento heterogéneo, con
presencia de diversas partes de los sectores subalternos uruguayos. Aunque es remarcable
el liderazgo particular de Raul Sendic y los llamados viejos, la jerarquía no era un factor de
importancia dentro de su organización. Los debates sobre su accionar existían y cualquiera
podía expresarse, pero finalmente se acataba la decisión tomada por el jefe. En cuanto a su
formación, la entrada al movimiento era aceptada gracias a la acción y la predisposición
mostrada, sin algún examen o entrevista formal. Una vez ingresados, el objetivo era
conseguir las metas propuestas mediante la practicidad. La teoría y la dialéctica no
ocupaban un lugar central, aunque tampoco eran inexistentes. La preponderancia que la
práctica y el hacer tuvieron sobre la teoría y el parlamentarismo dentro del MLN-T se
explican en la ideología de los tupamaros. Ellos consideraban que la vía parlamentaria era
demasiado lenta para destituir al grupo dominante, por lo que valoraban la acción, y eso
buscaban en sus miembros. Valentía, predisposición, voluntad de combate y creatividad
para resolver situaciones difíciles eran atributos valorados positivamente por los tupamaros,
además de otros como la humildad, la austeridad y el espíritu comunitario de compartir sus
bienes con sus compañeros.
Para dar por concluido la comparación en conjunto al PCU era todo lo opuesto como se ha
expuesto a lo largo del trabajo debido a que ellos se imponían con la teoría y sin llegar al
punto de la exposición a través de la práctica armada como sí Tupamaros. Dado que según
ellos el camino a la revolución democrática se daría a través de una liberación nacional
como líder a la clase obrera.
Desde el momento de su fundación cómo organización en pleno S. XX se han desarrollado
de la misma manera e inculcando a las familias el devenir a futuro con la "estrategia" en
ampliación y crecimiento fortaleciendo su presencia a nivel estudiantil, barrial y en el medio
artístico-intelectual.

16
Bibliografía utilizada:

● de Giorgi, Ana Laura. “Culturas políticas rivales en la izquierda uruguaya de los


sesenta Jerarquía, autoridad y disciplina en comunistas, socialistas y tupamaros”.
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 25, n.º 31, diciembre 2012.

● de Giorgi, Ana Laura. “Mucho más que foco o partido: Las militancias de comunistas
y tupamaros durante los sesenta en Uruguay”. Universidad Nacional General
Sarmiento. 2013.

● Labrousse, Alain. “Los Tupamaros: Guerrilla urbana en el Uruguay”. Editorial Tiempo


Contemporáneo. Buenos Aires. 1971.

● Rey Tristán, Eduardo. “Movilización estudiantil e izquierda revolucionaria en el


Uruguay (1968-1973)”. Universidad de Santiago de Compostela. 2002.

● Markarian, Vania. “El 68 Uruguayo: El movimiento estudiantil entre molotovs y


música beats”. Universidad Nacional de Quilmes. 2012.

● Martínez Ruesta, Manuel. “Acciones revolucionarias y prácticas discursivas del


Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, durante el período 1963-1970”.
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. 2018.

● Martínez Ruesta, Manuel. “El MLN-Tupamaros y las acciones de secuestro. Los


signos tras los actos”. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires. 2019.

● Martínez Ruesta, Manuel. “El MLN-Tupamaros y los “copamientos de ciudades”, una


temática a analizar”. Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires. 2019.

● García, Victoria. “Sobrevida o lucha: La guerrilla tupamara en una encrucijada de la


historia uruguaya”. Secretaría de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
Buenos Aires. 2011.

● Buriano Castro, Ana María. “Uruguay 1968: Una nueva mirada histórica cuarenta
años después”. Instituto Mora, México. 2009.

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