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El ministerio apostólico.
Antes de predicar.
Ante todo es preciso reconocer que unos predican por derecho propio,
como son los Obispos, y otros por delegación suya, confi ada, bien de un
modo habitual, bien para ciertos casos y lugares, que es lo que suele
entenderse por tener licencias para predicar. Respecto de cuándo deban
hablar a sus fi eles aquellos que lo tienen como deber del cargo, dan
sufi cientes reglas los sagrados Cánones y las obras de Pastoral; lo que
no suele encontrarse en tales obras, son las normas de cortesía para
aceptar las invitaciones de dirigir la palabra a los fi eles.
(Nota 1.) San Pablo en sus Epístolas llama a los que asf tratan estas
faenas oratorias adulteradores de la palabra de Dios, y Santo Tomás, al
comentar estas palabras, dice: «Sic enim mulieres adulterae dicuntur,
quando reclpiunt semen ex alio viro ad propagationem prolis. In
praedicatione autem semen mihil aliud est quam fi nis seu intentio tua,
vel favor gloriae propriae. Si ergo fi nis tuus est quaestus, si intentio tua
est favor gloriae propriae, adulteras verbum Dei. Hoc faciebant pseudo
apostoli... Apostoli autem praedicabant, neque propter quaestum, neque
gloriam propriam; sed propter laudem Dei et salutem proximi". Coment,
ad 2.ª ad Corinthios.
(Nota 2.) Del Beato Maestro Juan de Avila dice el Licenciado Luis Muñoz
en su vida, que "llegó con el trabajo, y principalmente con la gracia del
Espíritu Santo, a tan gran facilidad y destreza en el estudio de los
sermones, que no habla menester para formarlos más que la noche
precedente al día que habla de predicar. Obligábanle a cuidado los
copiosos auditorios, y con durar dos horas las más veces los sermones,
no le costaba más que el estudio de una noche, y parece gastaba más
tiempo en predicarlos que en prevenirlos".
Los demás Ministros de la palabra de Dios hemos de estudiar y preparar
nuestros sermones, como lo enseñan y practican los más preclaros
maestros. Véanse las normas que da sobre esta materia el príncipe de
nuestros oradores sagrados, Venerable P. Fr. Luis de Granada, tanto en
su Retórica Eclesiástica, como en la biografía del Beato Juan de Avila,
en la que, al mismo tiempo que se trazan los principales rasgos de la
colosal fi gura del Apóstol de Andalucía, "se nos presenta una perfecta
imagen del predicador evangélico", según lo hace notar el mismo autor
en su dedicatoria al Beato Patriarca Juan de Ribera.
En el púlpito.
Respecto del traje con que haya de predicar, sea cual fuere el prescrito
por las rúbricas y la costumbre, ha de cuidarse siempre de que esté
decente y limpio, sin lujos ni ornamentos superfl uos; para que no pueda
decirse que el orador se preocupó más del roquete que del sermón.
Nunca se borrará de mi memoria la pésima impresión que produjo en sus
oyentes un predicador, que se estuvo todo un novenario hablando contra
las modas femeninas, y subía él mismo al pulpito con el atildamiento
más refi nado en su indumentaria y persona, dentro de lo que cabía en el
hábito de una orden austera: "Padre, llegó a decirle una señora, cuando
le oigo a usted tengo miedo; pero cuando le veo, me tranquilizo..."
(Nota 4.) ¡Ojalá que todo el público que escucha los sermones lo hiciera
con el ánimo de sacar espiritual provecho de ellos! Santa Teresa de
Jesús podía servirnos de modelo, pues escribe en su autobiografía: "Era
afi cionadísima a los sermones, de manera que si vela a alguno predicar
con espíritu y bien, un amor particular le cobraba, sin procurarlo yo, que
no sé quién me le ponía. Casi nunca me parecía tan mal sermón, que no
le oyese de buena gana, aunque al dicho de los que le oían, no predicase
bien. Si era bueno, érame muy particular recreación. De hablar de Dios u
oir de Él, casi nunca me cansaba". Vida, cap, VIII.
Lecturas en el púlpito.
Predicación catequística.
Para lograr que asista público puede emplearse como resorte efi caz, el
trato social. Esto, como dice D. Daniel Llórente en su "Pedagogía
Catequística", "es asunto, primero, de oración; pero entre los medios
humanos, uno de los más recomendados es ir a buscar el pastor a sus
ovejas, la invitación personal. Brindan buena oportunidad las visitas que
el Párroco hace a sus feligreses con motivo del padrón parroquial, o
cuando asiste a los enfermos, o desempeña otro ministerio cualquiera, o
cumple un deber de cortesía. Procúrese también la ayuda de personas de
celo, que ejerzan algún ascendiente entre sus amigos y convecinos".
Catequesis de niños.
"Al mundo se le gobierna con amor, mejor que con palos... los niños
forman también su mundo... a este mundo de los niños sólo puede
atraérsele por el amor... y para educarlos es necesario el cariño de la
gracia... pues a los tres meses de trato se les ha perdido ya el cariño
natural".
Estas ideas, entresacadas de las obras del cristiano pedagogo por amor
de Dios, Don Manuel Siurot, pueden darnos una norma para saber cuál es
la primera condición para atraer a los niños y poder formarles en la
catequesis.
(Nota 6.) "El Santo Cardenal Belarmlno, lavando un día de Jueves Santo
los pies a doce pobres, mandó a uno de ellos, que frisaba en los cien
años, que rezase el Credo: "Jamás lo he sabido", respondió el viejo;
nunca me lo han enseñado. A estas palabras el Santo Doctor se inmutó y
quedó sin habla; por fi n, derramando lágrimas, exclamó: ¡Cómo! ¡En
Capua, en el espacio de cien años no se ha encontrado un hombre que
enseñara a este cristiano los artículos de la fe! ¡Ay de tantos pastores
negligentes!" (Don Daniel Llórente, en "Ramillete de pensamientos para
Catequistas y Educadores").