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Sobre a construcción identitaria en Piñén (2019) de Daniela Catrileo

Yanara Valdevenito
Santiago, 2022

El carácter testimonial de la obra Piñén (2019), de Daniela Catrileo, facilita la


emergencia de nuevas subjetividades relacionadas a la experiencia migrante en Chile. A
partir de las propuestas teóricas de Trigo sobre la condición migrante, en este trabajo
pretendo establecer una relación entre el espacio que habita la protagonista y el proceso
identitario que vive en su crecimiento y desarrollo. Propongo que, el desarrollo identitario
de Carolina se sitúa en el allá-entonces, es decir, ese espacio se ubica en la construcción
interna de la protagonista, comprendiendo que el allá-entonces es una conducta aprendida e
impuesta. Con esto me refiero a que la protagonista no vivió como tal el proceso
migratorio, pero el hecho de vivir en una diáspora genera una resistencia identitaria que
permea con los procesos de desarrollo de las siguientes generaciones. En otras palabras,
Carolina como sujeto diaspórico era “heredera de la migración”. (85).
En la obra, la autora retrata diferentes escenarios e interpretaciones que testimonian la
realidad urbana de San Bernardo, los discursos se concentran en el quehacer cotidiano,
comunitario y afectivo de la protagonista. Dentro de esta misma cotidianidad, se observa
una trilogía de fuerzas que interviene en lo cotidiano: reducción territorial, violencia
urbana, segregación y precariedad. A partir de estos tres elementos se constituye la forma
en que se lleva a cabo la conformación de la diáspora mapuche en Santiago de Chile.
Considerando esta construcción espacial en la obra, quiero introducir la propuesta sobre el
sujeto diaspórico de Trigo y la relación del aquí-ahora y el allá-entonces:

“La experiencia de la diáspora opera sobre la retroalimentación de la disociación -


mediada por la comunidad y la cotidianidad ghettizada- entre el aquí-ahora de la
distopía y el entonces-allá de la utopía, y por eso el diaspórico a diferencia del
inmigrante, vive en constante estado de duelo”. (Trigo, 276)

La protagonista de la obra en constantes ocasiones se distancia de la realidad tanto de lo


emocional como lo racional. Es en este punto que podemos considerar la propuesta de
Trigo sobre la disociación provocada en el migrante moderno. Sin embargo, en la obra no
se produce por una circunstancia espacial, como se podría dilucidar desde un inicio.
Carolina, se apega a la diferencia identitaria con el resto a partir de un acto comunitario.
Ella no vivió el proceso migratorio. El ambiente de la diáspora mapuche en San Bernardo
genera una adaptación por resistencia identitaria en Carolina. Sin embargo, la identidad que
se preserva en el hermetismo de la diáspora mapuche no es tan solo por la resistencia
identitaria de quienes la habitan. Es también por la violencia sistemática ejercida por la
reubicación forzada en áreas precarias de Santiago y por los juicios sociales
discriminatorios. Ahora bien, siguiendo esta línea, la disociación identitaria de Carolina
comenzó cuando la profesora le señaló su diferencia con otros niños:

“Ese día aprendimos que éramos mapuche para los ojos de otros. Antes de ese día
éramos sólo niñas y niños. Desde ese momento, cuando digo Calfuqueo, me siento
otra. Cada vez que pronuncio esa palabra-nombre, creo que conjuro algo y mi
cuerpo no es mío. No sé, es raro. Supongo que así se siente ser señalada. Nadie
hasta ese momento nos había dicho que éramos diferentes o quizás no lo habíamos
advertido”. (Catrileo, 73).

En este momento, se marca la idea de un antes y un después en la construcción


identitaria de Carolina. Ella sentía pertenencia con la religión católica (27) y cumplía sus
labores estudiantiles sin mayor dificultad. Luego de la diferencia que dio a notar la
profesora y el actuar discriminatorio de sus compañeros (23), la protagonista comenzó a
construir una imagen del entonces-allá utópica. Por ende, existen diferentes elementos
constitutivos en la construcción diaspórica del libro, pues también se va perpetuando a
partir del discurso social segregatorio y la diferencia territorial entre San Bernardo y
Santiago. En relación con esto, Trigo menciona que el sujeto diaspórico “vive en constante
estado de duelo, que sólo resuelve con la realización de la utopía, es decir, con el regreso a
y la concreción de la patria imaginada”. (276). Es a partir de esto que Carolina fue
conformando su identidad y siente en constantes ocasiones disociación y despertenencia,
pues al compartir con personas que no pertenecen a su comunidad siente extrañamiento:
“no los entiendo y me siento incómoda” (66).
Es interesante la fractura entre el tiempo, el espacio y la idealización de este. El pasado
comunitario sigue repercutiendo en la historia y sigue delimitando corporalidades. Con
pasado, me refiero a la violencia histórica que ha ejercido el poder hegemónico sobre los
cuerpos subalternos. El incumplimiento de una expectativa generalizada de
comportamiento o apariencia, se paga con castigo y destierro social. De cierta forma, se
estaría develando que existen prototipos previos como únicas posibilidades de representar
la vida humana en ciertos espacios. Es a partir de este discurso segregador que la
emergencia de un allá-entonces utópico en el desarrollo personal del migrante se convierte
en una necesidad. Es así, como parte de una defensa al territorio diaspórico, es que esta
necesidad se transforma en una herencia que se replica en actos cotidianos dentro de la
obra.

BIBLIOGRAFÍA

-Catrileo, Daniela. Piñén. Chile: Libros del Pez Espiral, 2021. Impreso.

-Trigo, Abril. “Migrancia: memoria: modernidá”. Nuevas perspectivas desde/sobre


América Latina: el desafío de los estudios culturales. Santiago: Cuarto Propio,
2000. 273- 291.

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