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De La Experiencia Del Amor A La Antropología Del Espíritu en Edith Stein
De La Experiencia Del Amor A La Antropología Del Espíritu en Edith Stein
EMPATÍA Y PERSONA.
De la experiencia del amor a la antropología del espíritu en Edith Stein
Madrid
Enero 2019
2
AGRADECIMIENTOS ................................................................................................................ 5
ABREVIATURAS ........................................................................................................................ 7
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 9
CAPÍTULO I............................................................................................................................... 13
CAPÍTULO II ............................................................................................................................. 35
3
1.1. Hacia la naturaleza ................................................................................................... 60
CAPÍTULO IV ............................................................................................................................ 77
4
«En todo corazón humano, incluso en el de aquellos que están alejados de Dios,
precisamente en estos, vive la nostalgia por un amor comprensivo y desinteresado. Y
donde algo de este amor se le ofrece, abre su corazón en agradecimiento y dando amor.
Por otro lado, el corazón en donde mora el amor de Cristo enseguida lo percibe en otros
hombres que están llenos del mismo espíritu; y donde tales almas se encuentran
enseguida se sienten unidos en el amor de los auténticos hijos de Dios. De este modo es
imposible que una vida de comunión con Dios sea solitaria o vacía de amor».
AGRADECIMIENTOS
Gracias al P. Francisco José López Sáez, que, con mucha disponibilidad, aceptó
guiarme en ese trabajo.
5
6
ABREVIATURAS
7
8
INTRODUCCIÓN
10
clave relacional. En particular, la experiencia empática en clave de amor, en
nuestro caso, del amor cristiano.
«El hombre no se libera de Dios, pero no tiene tampoco fuerza para abrirse un
camino hacia él; por sí mismo no puede crearse un puente que se convierta en
una relación concreta con este Dios. De forma que Dios debe tomar la iniciativa
de salirle al encuentro, tiene que hablarle, debe tener lugar una verdadera
relación con Él».
1
Cf. Sobre todo el capítulo segundo de la constitución Dei Filius, Denzinger –Schönmetzes,
3004-3007.
11
Por último, el capítulo 4 consistirá en particular de tratar respecto al
modo, es decir, la dinámica de cómo vivir la vida humana en plenitud. Para ello,
indicamos «caminos» prácticos en los que centra su atención Edith Stein para
una vivencia de la espiritualidad del encuentro humano-divino, como intento de
reflexionar sobre cómo ocurre todo esto. En otras palabras, una ontología del
amor cuyo sentido, modelo y origen identificamos en Cristo.
Dado que Dios es Amor (1Jn 4,8), podremos hablar de una ontología del
amor, reconocida en la cotidianeidad de la vida humana en unidad con la vida
divina. Sólo en la libertad del amor la realidad encuentra su plenitud. Asimismo,
cuando se dice que el amor se conoce por los frutos, se está diciendo que el
amor mismo en cierto sentido se halla en lo escondido, y por lo tanto sólo
puede ser conocido por los frutos que lo revelan.
12
CAPÍTULO I
Las palabras que mejor definen la trayectoria de Edith Stein son las de
buscadora incansable de la verdad. Su actitud y modo de enfrentarse a la
realidad fueron siempre críticos, ya que se trata de ser una inconformista frente
a categorías preestablecidas y fáciles. No se dejaba encasillar ni definir por los
«límites» de las ramas del saber. Desde sus inicios, con el estudio de la
empatía, deja de manifiesto su deseo central: descubrir la verdad que dé
sentido y razón de la vida del hombre3.
Por todo ello, podemos decir que la persona humana es el tema que da
unidad profunda a todos sus estudios. Un rasgo singular es el hecho de que su
vida corra paralela a sus investigaciones, de manera que entender su vida es
2
Francisco Javier Sancho, Introducción general, en: Julen Urkiza y Francisco Javier Sancho,
ed., Edith Stein, Obras completas, vol. I, Escritos autobiográficos y Cartas, (Burgos: Monte
Carmelo, 2002), 37-67. En adelante citaremos con las abreviaturas. Obras Completas = OC.
3
Ibid., 65.
13
entender su doctrina. De manera que su biografía es la mejor clave
hermenéutica para acercarnos a su pensamiento. No parece extraño descubrir
que la antropología teológica de Stein va a tener profundas raíces
existenciales-espirituales. El ser humano auténtico madura y crece como ser
espiritual. Además, reconoce el valor positivo de toda la persona, sin
excepción. Como podemos ver en el siguiente ejemplo:
4
Stein, Carta 257 a Elly Dursy (1930): OC I, 897.
5
Sancho, OC I, 44.
6
Ibid., 45.
14
conviene observar que en su vivencia interior se dan muestras desde su
infancia y juventud, de que el ser humano es un ser abierto, es decir, que se
relaciona con su entorno, en un dinamismo de entrega y de acogida de sentido,
como ella misma nos relata:
«En los primeros años de mi vida era como un azogue, viva, siempre en
movimiento, de genio chispeante, ocurrente, atrevida y entrometida. (…) Pero
en mi interior había, además, un mundo escondido. Todo lo que durante el día
veía y oía lo elaboraba por dentro»7.
7
Stein, Cartas: OC I, 204-205.
8
Ibid., 257-258.
9
Ibid., 291.
10
Ibid., 270.
15
2. Fenomenóloga: buscando la verdad (1913-1921)
Será a partir del mes de abril de 1913, cuando se configure en Edith una
autentica naturaleza filosófica13. La fenomenología en sí realiza una profunda
purificación intelectual en ella como manifiesta en la siguiente expresión: «nos
habían inculcado que debíamos tener todas las cosas ante los ojos sin
11
Sancho, OC I, 48.
12
Ibid.
13
Ibid., 49.
16
prejuicios y despojarnos de toda “anteojera”»14. Eso traerá sus consecuencias,
como se ve incluso en la postura que adoptará frente a la religión. Aunque
todavía no se convierte en una mujer creyente, pero sí deja atrás su ateísmo,
asumiendo una postura agnóstica. En ese ambiente de la escuela
fenomenológica en Gotinga es donde nace la posibilidad de su tesis doctoral,
cuyo tema será la «empatía»15.
14
Stein, Cartas: OC I, 366.
15
Sancho, OC I, 50.
16
Ibid., 51.
17
Ibid., 52.
18
Stein, Empatía: OC II, 194.
17
del hombre, se dispone, por tanto, a encontrarse con el Otro19. Se infiere de ello
que en Stein se da un acercamiento cada vez más evidente hacia el
cristianismo20.
Veremos más adelante cómo explica Edith Stein que esa plenitud de
sentido sólo es posible desde el encuentro con Dios. El mensaje de Edith Stein
es claro: el hombre es auténticamente un ser relacional en la medida en que
cumple con su misión; lo que está en juego es la felicidad y la realización plena
de la persona.
25
Francisco Javier Sancho, Edith Stein, paradigma eclesial de espiritualidad para el tercer
milenio, (Guadalajara: CEVHAC, 2000), 95.
19
3. Una intelectual católica (1922-1933)
Hay que mencionar además que el contexto vital de Edith ocupa la mitad
del siglo XX, y su campo de acción es sobre todo la Alemania de entreguerras
(1918-1939) también en la ‘aristocracia’ de la intelectualidad católica moderna,
con nombres como Romano Guardini, Erich Przywara, Peter Wust, Dietrich von
Hildebrand, Erik Peterson, Odo Casel. Otros como Rahner, von Balthasar, Metz
ya comienzan a despuntar29.
Con esto queremos decir que el hombre sin Dios, sin lo referencial
fundante, vive desde fuera de sí mismo. Lo inmediato, lo palpable lo atrapa, de
tal forma que el mundo material se convierte en su único ámbito de vida. La
realidad final de ese hombre que cree haber matado a Dios, es que se ha
lapidado a sí mismo.
31
Stein, Cartas: OC I, 530.
32
Papa Francisco, Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común, (24 de junio de 2015), nn.
81; 82; 116.
21
tampoco él mismo, pueden proporcionarle la salvación que anda buscando. Es
por esto por lo que, antes o después, cae en la cuenta de que todo aquello por
lo cual se esfuerza continuamente no da sentido pleno a su vida. El
consumismo, el gozo, la satisfacción inmediata no responden a su inquietud
interior33.
Con el paso de los años, y en particular con la toma del hábito, Edith
parece tener una conciencia más clara de lo que significa su vocación-misión,
33
Ibid., n. 116.
34
Para profundizar en el tema de vocación carmelitana Steiniana, véase en: Francisco Javier
Sancho Fermín, Edith Stein (1891-1942) Modelo y Maestra de espiritualidad. En la escuela del
Carmelo Teresiano, (Burgos: Monte Carmelo, 1998).
22
expresada en el nombre que adopta como religiosa: Teresa Benedicta de la
Cruz. El nombre de Teresa ya lo había adoptado en el bautismo, como
agradecimiento a quien la llevó al encuentro definitivo con Cristo. El de
Benedicta, lo asume en reconocimiento a San Benito y a sus hijos, puesto que
tenía un vínculo espiritual con la abadía benedictina de Beuron, lugar de su
patria espiritual desde 1928. Y de la Cruz, el misterio bajo el cual descubre y
orienta su vocación-misión en el Carmelo35. En 1940 le piden que prepare un
trabajo para la celebración del centenario del nacimiento de Juan de la Cruz, en
1942. Será entonces que a partir de 1941 comienza a escribir la Ciencia de la
Cruz, que será su última obra, aunque disponga de poco tiempo, logrará
concluirla a tiempo36.
35
Sancho, OC I, 61.
36
Ibid., 63.
37
Stein, “Amor por la Cruz”: OC V, 623-624.
23
búsqueda, auténtica y no sólo teórica, de la verdad. Edith Stein descubrió que
la verdad del hombre existe, no es una utopía, sino que es real. Por eso ella
misma es testigo paradigmático.
5. Reflexiones conclusivas
38
Sancho, OC I, 63.
24
ninguna organización ni haber hecho ningún voto, a evitar la menor gota de
alcohol para no perder por propia culpa algo de mi libertad de ““espíritu»» y
dignidad humana»39.
39
Stein, Cartas: OC I, 62.
40
“Una nueva relación entre fe y razón para permitir el diálogo entre culturas y religiones”,
Benedicto XVI, La Universidad de Ratisbona (2006), consultado, 16/09/2018,
https://es.zenit.org/articles/discurso-de-benedicto-xvi-en-la-universidad-de-ratisbona/.
25
5.2. Dios vivo y presente en la historia
El siguiente aspecto trata de afirmar que la idea de Dios que Edith Stein
nos comunica es que Él está siempre vivo y presente en la historia. Para ello,
reflexionaremos sobre otro punto enunciado al principio de ese apartado: la
falta de esperanza y la anulación de la vida interior.
41
Francisco Javier Sancho, La Biblia con ojos de mujer. Edith Stein y sus claves para escuchar
la Palabra, (Burgos: Monte Carmelo, 2001), 187.
42
Sancho, OC I, 67.
26
Edith Stein, que ya antes de su entrada en el catolicismo vive en una
dinámica profunda de oración-amistad con Dios, busca desde ahí respuestas a
su camino a partir de entonces. La respuesta la encontrará en su vivir, anclada
en el Dios de Jesucristo, auténtico Señor de la Historia43. Por eso es capaz de
leer desde la fe la situación histórica y la misión que a ella le toca asumir:
«Yo hablaba con el Salvador y le decía que sabía que era su cruz la que ahora
había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprenderían, pero
aquellos que lo supieran, deberían cargarla libremente sobre sí en nombre de
todos. Yo quería hacer esto. Él únicamente debía mostrarme cómo. Al terminar
la celebración tuve la certeza interior de que había sido escuchada. Pero en
qué consistía el llevar la cruz, eso aún no lo sabía»44.
43
Ibid., 57.
44
Stein, “Cómo llegué al Carmelo”: OC I, 499.
45
Francisco Javier Sancho, “Del ser finito al ser eterno. El paso de la filosofía a la mística en
Edith Stein”, Revista de Estudios Carmelitanos 107 (1999): 365-387.
27
del hombre, le ha abierto la puerta que le comunica con el ser eterno, única
explicación «verídica» del ser finito. Ella no ha alcanzado la Verdad, sino que
simplemente se ha dispuesto a acogerla46.
Volviendo al tema que nos ocupa, «la persona como sujeto espiritual»,
consideremos que, entre las inquietudes personales de la autora, podemos
afirmar que el problema que le interesa resolver en su estudio es el de la
persona como sujeto espiritual. Es una de las principales conclusiones a las
que llegaremos con este estudio, y que será la base de sus posteriores
investigaciones en las que el interés antropológico centra su atención
primordial.
46
Ibid., 386.
47
A san Juan de la Cruz dedicó su última obra Ciencia de la Cruz en la que además de trazar
el camino de seguimiento de Cristo, reflexiona sobre su teoría de la persona en relación como
el santo afirma. En esta obra manifiesta también su interés por el estudio del filósofo francés
Jean Baruzi, Saint Jean de la Croix et le probléme de l’experience mystique, 2ª ed. (Paris:
Libraire Félix, 1931).
48
En este sentido el principal que hace sobre santa Teresa de Jesús es el titulado El Castillo
del alma, 79-99. En una primera parte hace una síntesis del contenido del libro con este título
escrito por santa Teresa. La segunda parte analiza la sintonía de la doctrina teresiana con las
teorías sobre la persona según las nuevas corrientes filosóficas y psicológicas. Esta obra fue
escrita en 1936 como apéndice a su estudio Ser finito y ser eterno.
49
Sobre el Areopagita escribió un tratado en el que examina los caminos que él presenta como
vías de acceso al conocimiento de Dios: Caminos del conocimiento de Dios. La «Teología
Simbólica» del Areopagita y sus supuestos prácticos: Obras selectas, 449-495.
28
En efecto, lo deseos de verdad en nuestra autora no eran abstractos,
tenían un denominador común: ¿qué o quién es el hombre? ¿Dónde radica el
sentido de su ser y de su existencia? Estas preguntas llegaron a angustiarla y
ponerla en auténtica crisis existencial. No se trata de una persona conformista
que se resignaba con cualquier respuesta o se dejaba llevar por la comodidad,
sino que necesitaba respuestas intelectuales y existenciales.
50
Sancho, “Del ser finito al ser eterno”, 378.
51
Sancho, “Edith Stein, paradigma eclesial”, 46.
29
Algunos puntos centrales de su espiritualidad desde el punto de vista
ontológico están en que el origen de todo es Dios, pero no un Dios
simplemente creador, sino un Dios que crea porque su misma esencia es
generadora de vida. Así, el «Espíritu» divino, en cuanto persona de la Vida y
del Amor, es el arquetipo de toda vida creada y de todo acto de esa irradiación
espiritual de la esencia divina52.
52
Stein, SFSE: OC III, 944-950.
53
En el segundo capítulo volveremos hablar de la Imagen en relación con el «devenir
personal».
54
Sancho, “Edith Stein, paradigma eclesial”, 47.
30
humano. Estos elementos constitutivos son los que definen la naturaleza del
hombre que al mismo tiempo es espiritual y material.
Ahora bien, la unidad del hombre es algo que posee pero que al mismo
tiempo tiene que conquistar como meta de realización plena. En realidad, es
uno de los objetivos de la vida de la gracia, que busca la unificación de la
naturaleza en sí y con Dios: devolver al hombre a su estado original, imagen
autentica de la unidad trinitaria. En este sentido la recuperación de la unidad
personal es vocación que el hombre tiene que realizar en su vida, pero para
alcanzar dicha unidad, tiene que llegar al conocimiento de su ser, a la posesión
de los elementos que le constituyen en persona.
55
Stein, SFSE: OC III, 1047.
56
Sancho, “Edith Stein, paradigma eclesial”, 49.
31
que Dios quiere ofrecerle la vida eterna, es decir, la participación eterna de su
propia vida57.
57
Stein, SFSE: OC III, 1106-1107.
58
Sancho, “Edith Stein, paradigma eclesial”, 52.
59
Ibid., 53.
32
ese dinamismo espiritual, cuyo ámbito interior y la conciencia son más
profundizados.
33
34
CAPÍTULO II
Hemos visto en el capítulo anterior que, a pesar del carácter unitario del
ser humano (material y espiritual), por tanto, es necesario establecer divisiones
que nos permitan comprender mejor el objeto que nos ocupa.
«El hombre pertenece a los dos mundos. Se halla bajo la ley de la coacción y
bajo la ley de la libertad. Pero ambas cosas no se dan en él sencillamente una
junto a la otra, sino interpenetradas de modo muy peculiar. Nos esforzaremos
por comprender cuál es ese modo»1.
1
Stein, EPH: OC IV, 697.
2
Ibid., 591.
3
Ibid., 592.
4
Ibid., 593.
35
En su concepción antropológica, Edith Stein ha intentado subsanar la
falta o insuficiencia de unidad a la hora de concebir al ser humano. En primer
lugar, lo hace recurriendo a la antropología que se apoya en las «ciencias del
«espíritu». En segundo lugar, su preocupación no ha sido sólo defender una
ciencia del «espíritu», sino proporcionar criterios para manifestar la importancia
que poseen, sobre todo, en los ámbitos comunitarios y culturales, las
estructuras supraindividuales, como por ejemplo la raza y la humanidad5.
5
Ibid., 585.
6
Ibid., 584.
7
Ibid.
36
ciencia del «espíritu», puede ofrecer la justificación del modo de proceder en el
hombre a los diferentes ámbitos del ser a los que damos los nombres de
«naturaleza» y «espíritu»8.
8
Ibid., 587.
9
Ezequiel García Rojo, “La constitución de la persona en Edith Stein”, Revista de Espiritualidad
50 (1991): 333-357.
10
Stein, SFSE: OC III, 334.
11
García Rojo, “La constitución de la persona en Edith Stein”, 341.
12
Stein, Empatía: OC II, 179.
13
Ibid., 180.
37
Contar con una naturaleza racional significa tener capacidad para
disponer de uno mismo y para ordenar cuanto provenga del exterior; y como
resultado lograr una integración armonizadora que dota de calidad al ser
humano14. En suma, para Edith Stein la persona humana es el tema clave de
su producción filosófica, como hemos presentado, y su antropología tiene
siempre principio en el dato constatable, de la experiencia más simple
(fenómeno) hasta llegar al núcleo, a lo esencial, a la verdad15.
14
García Rojo, “La constitución de la persona en Edith Stein”, 343.
15
Ibid., 334.
16
Ibid.
38
Además, ella advierte el problema ya en la redacción de su tesis doctoral
en 1916; al hablar de la constitución de la persona y su correspondencia con el
mundo, escribe: «De ello se deriva que una acabada teoría de la persona… no
es posible sin una ordenada teoría del valor; y aquélla se adquiere a partir de
dicha teoría del valor»17.
Por el contrario, para Stein hacer propias las exigencias éticas equivale
a configurar la personalidad en una determinada intención; tratar de los valores
es cuestionar lo más determinante del hombre, es decir, tocar ese recinto del
que dimana su carácter. Definitivamente, no se dan valores por sí mismos en
un mundo etéreo; sino que persisten encarnados en personas.
17
Stein, Empatía: OC II, 197.
18
Sancho, OC I, 46.
19
García Rojo, “La constitución de la persona en Edith Stein”, 336.
39
lo que nadie más participa. Según Carla Berttinelli20 «el problema fundamental
de Edith es el yo, centro de la persona humana, como lugar en que posee su
sede la libertad»21.
20
Sor Carla Bettinelli, vicepresidente de la Asociación Italiana Edith Stein y profesora de
pedagogía en Milán.
21
Carla Bettinelli, Il pensiero di Edith Stein: della fenomelogia alla scienza della Croce, (Milano:
Vita e Pensiero, 1976), 56.
22
Stein, CC: OC V, 344.
23
Stephan Patt, “El concepto teológico-místico de fondo de alma en la obra de Edith Stein”
(Tesis doctoral presentada en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, 2009),
169.
24
García Rojo, “La constitución de la persona en Edith Stein”, 338.
40
esto hace que aparezca comprensible que debe reproducir la imagen de Dios
de una “manera completamente personal”»25.
25
Stein, SFSE: OC III, 1090.
26
Stein, EPH: OC IV, 696.
27
Ibid., 344.
28
Stein, CC: OC V, 359-360.
41
fe. No obstante, «aunque sea una realidad universal, para su despliegue
integral conlleva la libre adhesión humana»29.
29
Patt, 177.
30
Stein, “Individuo y Comunidad”: OC II, 243.
31
Stein, CC: OC V, 328.
32
Ibid., 326.
42
los antojos que le puedan sobrevenir. No obstante, por más que la libertad en
el hombre sea un hecho, también es verdad que es una realidad en potencia;
requiere un proceso. En definitiva, la libertad, al igual que el yo, el alma o el
«espíritu», necesita de unos medios donde ejecutarse, puesto que no se dan
libertades desencarnadas33.
33
García Rojo, “La constitución de la persona en Edith Stein”, 345.
34
Es importante constatar que Stein valora a la persona desde la perspectiva de la metafísica
cristiana. Ésta se ocupa de la bondad ontológica de la naturaleza humana, de la libertad del
hombre, de su vocación a la perfección y de su responsabilidad ante el género humano entero.
El hombre es bueno, porque ha sido creado por Dios según su imagen y semejanza. En su
mente está impresa la imagen de la Trinidad (san Agustín). El intelecto, el conocimiento y el
amor son considerados como imágenes del Padre, del Hijo y del «Espíritu» Santo. La
profundidad y la oscuridad del alma son reconocidos. Pero existen la redención y la gracia.
35
Stein, EPH: OC IV, 679.
43
el lugar del encuentro personal con el otro y el lugar donde se encuentra el
sentido.
«No interrogar a teorías sobre las cosas, dejar fuera en cuanto sea posible lo
que se ha oído y leído y las composiciones de lugar que uno mismo se ha
hecho, para, más bien, acercarse a las cosas con una mirada libre de prejuicios
y beber de la intuición inmediata»38.
36
Stein, “El Castillo Interior”: OC III, 1136.
37
Ibid., 1138.
38
Stein, EPH: OC IV, 590.
44
fenomenológica personal, emerge de una sola realidad: sujeto espiritual
encarnado39.
39
Marco Salvioli, “Il con tributo di Edith Stein alla chiarificazione fenomenologica e
antropologico-teologica della corporeità”, Divus Thomas 110 (2007): 71-126.
40
Stein, «Vemos al hombre como un microcosmo en el que se unen todos esos estadios: es
cosa material, ser vivo, ser animado, persona espiritual», EPH: OC IV, 592.
41
Stein, IF: OC II, 197
42
Ibid., 157.
43
Ibid., 591.
45
Para Edith Stein la constitución corporal funciona como vía de acceso al mundo
interior de los otros. El cuerpo ajeno en sus múltiples modalidades y
manifestaciones es lo primero de lo que nos percatamos.
44
Stein, SFSE: OC III, 972.
45
Ibid., 963. Traducción modificada. «Todo lo corporal tiene un “lado interior”; donde hay
cuerpo vivo hay también vida interior. No es un “cuerpo inanimado que siente”, sino que en
tanto que cuerpo vivo pertenece necesariamente a un sujeto que siente a través de él, cuya
configuración exterior él representa, que a través de él está puesto en el mundo exterior y
puede intervenir sobre el mismo configurándolo, y que nota sus estados». Stein, “Naturaleza,
libertad y gracia”: OC III, 103. «La unión con el cuerpo es esencial para el alma». Stein, EPH:
OC IV, 678.
46
Stein, EPH: OC IV, 682.
46
consideración del cuerpo como símbolo del «espíritu» en el contexto de una
teoría de la empatía y la comunicación interpersonal47.
47
Salvioli, 86.
48
García Rojo, “El cuerpo: puente hacia el otro en Edith Stein”, Revista de Espiritualidad 70
(2011): 397-427.
49
Stein, EPH: OC IV, 648.
47
En definitiva, Edith Stein lleva hasta el fin la posibilidad de acercarse del
mundo interior del otro partiendo del propio. Es más, «si se trata de un
encuentro en el interior, el otro yo es un tú». Veremos que el diálogo también
es posibilidad de expresión de la libertad.
5.3. La palabra
50
Stein, Empatía: OC II, 164.
51
Stein, “Problemas de la formación de la mujer”: OC IV, 546-548. Son muchas las fuentes
para el conocimiento de las personas, una de ellas es el escribir. Leemos en un estudio
antropológico: «El modo de ser propio de una persona se expresa también en formas que
pueden seguir existiendo separadas de ella: en su letra, en el estilo que se refleja en sus cartas
48
5.4. Las obras legadas
o en otras manifestaciones literarias, en todas sus obras, y también en los efectos que ha
producido en otros hombres». Stein, EPH: OC IV, 583.
52
Stein, IF: OC II, 850. Aplicado a la obra musical: «Una melodía no es para nosotros una
simple secuencia de sonidos que percibimos por nuestros sentidos. Es un alma humana que
canta allí, exulta, o llora, acaricia o retumba. Comprendemos su “lenguaje” que conmueve
nuestra alma y la pone en movimiento. Es un encuentro con una vida semejante a la nuestra».
Stein, SFSE: OC III, 972.
53
Stein, EPH: OC IV, 583.
49
la psicología científica, y pueden protegernos del error de ver al hombre
individual como un «caso» de una ley universal o un ejemplar de un tipo
general.
54
Ibid., 584.
55
Stein, “Problemas de la formación de la mujer: OC IV, 533.
56
Stein, SFSE: OC III, 972. «No hay ser alguno carente de “espíritu”: la materia informada es
materia atravesada por el “espíritu”». Stein, EPH: OC IV, 693, 698.
50
5.5. La corporalidad como expresión del alma
57
Stein, IF: OC II, 836.
58
Stein, EPH: OC IV, 611. Más adelante repite la idea: «El modo de ser interior de un hombre
se expresa en su exterior, el cual junto con los actos concretos de la vida del alma – constituye
para nosotros la principal vía de acceso al modo de ser de otras personas». Ibid., 658.
59
Ibid.
51
corporales comunes. Es como si el cuerpo vivo estuviese programado para
emitir sus interioridades o acoger lo que le llega, adoptando los mismos
patrones. Por consiguiente, la experiencia empática del otro se basa en el
respeto a estos códigos compartidos y aceptados por todos.
60
García Rojo, “El cuerpo: puente hacia el otro en Edith Stein”, 414.
61
Stein, EPH: OC IV, 610.
62
Stein, IF: OC II, 832.
63
Stein, “Acto y potencia”: OC III, 486. En su último escrito se lee: «Los “sentidos” son órganos
corporales y, al mismo tiempo, son las ‘ventanas’ del alma por las que alcanza el conocimiento
del mundo exterior. La “sensualidad” es también común al cuerpo y al alma… A la sensualidad
pertenecen, además de las impresiones que le proporciona el conocimiento del mundo
sensible, el gozo y el deseo que se despiertan en el alma a través de las impresiones
sensitivas… El conocimiento, aun en su forma inferior de aprehensión sensible, no es posible
sin la actividad del «espíritu». La acción sensible y espiritual se entremezclan en el campo de la
acción natural. Así como las ventanas de los sentidos no conducen a ningún conocimiento del
mundo sensitivo, si el “espíritu” no se asoma a través de ellas, por otra parte, necesita de ellas
para poder contemplar el mundo». Stein, CC: OC V, 299.
52
sensación es una vivencia que está en la base de toda percepción humana,
siendo a su vez la percepción «el fundamento de toda experiencia»64.
64
Stein, IF: OC II, 735.
65
Ibid., 736,737, 748.
66
Charles, Siewert, "Consciousness and Intentionality", The Stanford Encyclopedia of
Philosophy, consultado en: 15/10/2018.
67
Carlos Acutis, “El Papa declara venerable a Carlo Acutis, el adolescente ciber apóstol de la
Eucaristía”, consultado en: 27/09/2018.
https://www.aciprensa.com/noticias/papa-francisco-reconoce-virtudes-heroicas-de-joven-
ciberaspostol-de-la-eucaristia-41448.
53
problema de la empatía encontramos las primeras suposiciones del problema
del devenir personal68.
A modo de introducción del tema, nos viene la pregunta: ¿hay algo que
permanece en mí? y también, ¿existe en mí algo que aporte novedad? Para
Stein, una posible respuesta a esas cuestiones podría encontrarse en la propia
estructura personal del hombre. Esto es ya un indicio de que hay algo en el
hombre que permanece y algo que cambia.
68
Mirian Ramos, “El problema del devenir personal en Edith Stein”, en Edith Stein: antropología
y dignidad de la persona, ed. Maribel Rodríguez Gomes (Ávila: Universidad de la Mística,
2009): 211-223.
69
García Rojo, “La constitución de la persona en Edith Stein”, 347.
70
Ibid., 348.
54
nuestro ser? Para Edith Stein lo determinante no es tanto ser dueño de las
cosas, sino de las decisiones. En última instancia, la persona para que sea
enteramente libre, debe aspirar a establecer su dominio sobre su mundo
interior, y como consecuencia obtendrá la docilidad del cuerpo71.
Para concluir, hemos visto que para Stein la realidad espiritual, aparece
como condición de la persona humana, un lugar ontológico. Se trata de un
camino de acceso a su interior desconocido donde encuentra al otro, lo
perenne, al fin y al cabo, a Dios. Por una parte, esta interpretación solamente
es razonable en el marco de una «filosofía desde la fe» que es la que Stein
emplea, puesto que hace falta considerar al hombre como imagen de Dios. Por
eso, el concepto filosófico-antropológico steiniano de «espíritu» está
relacionado con la teología.
71
Stein, SFSE: OC III, 972-974.
72
García Rojo, “La constitución de la persona en Edith Stein”, 353.
55
Es interesante que, desde el punto de vista antropológico, Stein llega a
la convicción de que el hombre es esencialmente «espíritu», una afirmación
que es controvertida. Por ejemplo, Ingarden no está de acuerdo con esto; a él
le parece exagerado o demasiado subrayado por Stein73. Ahora bien, Stein
llega a esta conclusión porque comprende el «espíritu» como la apertura al
otro.
Pero hay otra idea que también subraya la primacía del «espíritu». De
acuerdo con la doctrina de san Pablo, que dice que solamente el «espíritu»,
que está en el hombre, conoce el propio interior del hombre (cf. 1 Co 2, 11),
Stein afirma que solamente al «espíritu» le conviene penetrar en lo interior del
hombre. Esto no sólo es importante para el tiempo en que Stein vivió, sino que
vale igualmente para el tiempo actual que vivimos. Frente a una materialización
del mundo que va progresando, Stein hace hincapié en la necesidad de un
redescubrimiento del «espíritu». Dice que, al hombre, que se ha hecho cada
vez más individual y materialista, le resulta difícil penetrar hasta la profundidad
de sí porque tiene un cierto miedo inconsciente de poder encontrar allí a Dios74.
73
Roman Ingarden, Zu Edith Steins Analyse der Einfühlung und des Aufbaus der menschlichen
Person. Citado en: Patt, 187.
74
Stein, “El Castillo Interior”: OC III, 1133.
56
CAPÍTULO III
1
José Luis Caballero Bono, “Ejes transversales del pensamiento de Edith Stein”, Teología y
Vida 51 (2010): 39-58.
2
Volveremos hablar sobre esa idea en el capítulo 4.
3
Stein, “Acto y Potencia”: OC III, 323.
4
Caballero Bono, 42.
5
Ibid.
57
Es probable que Edith Stein haya empleado a veces la palabra «Geist»
para significar «intellectus». Además, ella misma, en la nota que antepone a la
cuestión décima De Veritate, nos advierte que con ello quiere indicar
«solamente el «espíritu» cognoscitivo, el entendimiento». Por tanto, no todo el
«espíritu»6. Veamos la aclaración que hace Edith Stein:
«La existencia del hombre está abierta hacia dentro, es una existencia abierta
para sí misma, pero precisamente por eso está también abierta hacia fuera y es
una existencia abierta que puede contener en sí un mundo»9.
6
Ibid., 43.
7
Stein, EPH: OC IV, 673.
8
Caballero Bono, 44.
9
Stein, EPH: OC IV, 675.
58
muestra a través de las múltiples formas expresivas en las que lo «interior» se
«exterioriza», y nosotros comprendemos ese lenguaje.
10
Stein, “Acto y Potencia”: OC III, 325.
11
Alejandro Bertolini, Empatía y Trinidad en Edith Stein, (Salamanca: Secretariado Trinitario,
2013), 40.
59
Edith esa identificación de un dinamismo empático en la raíz de todo acto
psíquico-espiritual, o que le permite escapar de reduccionismos12. A
continuación veremos en lo que consisten esas dos direcciones, hacia la
naturaleza y hacia el «espíritu».
12
Savian Filho, 50.
13
Caballero Bono, 45.
14
Véase también: Ideas I, según los grandes índices de la edición Gaos. Y lo que se dice en
general sobre persona y actitud personalista en Ideas II. Cf. José Gaos, Ideas Relativas a una
fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Libro segundo: Investigaciones
fenomenológicas sobre la constitución, trad. Antonio Zirón Quijano, (México: UNAM, 1949).
15
Caballero Bono, 45.
60
En efecto, en su curso sobre la Naturaleza y el «espíritu», Husserl había
hablado de que un mundo objetivo exterior sólo puede ser experimentado
intersubjetivamente. Esto es, por una pluralidad de individuos cognoscentes
que estuviesen situados en intercambio cognoscitivo. Esto presupone la
experiencia de los otros. «A esa particular experiencia, Husserl, siguiendo los
trabajos de Theodor Lipps, le llamaba “empatía”. Sin embargo, no precisó en
qué consistía. Esto era una laguna que había que llenar»16.
21
Savian Filho, 31-45.
62
g) La empatía tampoco es una inferencia por analogía. Esa identificación
fue encontrada por Edith, de algún modo en Theodor Lipps y
principalmente en John Stuart Mill. Se trata de una teoría auto
contradictoria, ya que es elaborada para justificar la validad de nuestro
saber referente la conciencia ajena. Esa teoría opera como si no
tuviésemos acceso a la evidencia interna del otro, de modo que no
podríamos hablar de interioridad del otro; pero, al mismo tiempo, esa
teoría misma presupone que el otro tenga un yo, al modo de mi
evidencia interna;
h) En la empatía no se incluyen la percepción interna, como pretendía Max
Scheler, pues, se acepta que la percepción interna se refieres a la
objetivación de la vida psíquica. Para Edith el hablar de los grados de
presentificación, no termina necesariamente en objetivación del
psíquico.
i) Por fin, a empatía no puede limitarse a los actos de voluntad, como
quería Hugo Münsterberg al decir que nuestra experiencia de sujetos
ajenos ocurre con el querer de un otro. En la descripción de Edith, la
experiencia de sujetos ajenos se amplia para toda especie de actos en
que se conocen las vivencias de la consciencia ajena, o sea, los actos
que ella llama empáticos.
22
Ibid., 37.
63
la experiencia del otro, pues esa es vivencia del absolutamente personal,
intransferible, pero vivencio el objeto que él vivencia23.
23
Ibid., 38.
24
Ibid.
25
Alejandro Bertolini, “Formar para la entrega”, 12.
26
Stein, Empatía: OC II, 88.
27
Savian Filho, 47.
64
fenomenología es la clarificación y, con ello, la fundamentación ultima de todo
conocimiento28.
28
Stein, Cartas: OC I, 82.
29
Stein, Empatía: OC II, 172.
30
Patt, 94.
65
Definitivamente, si el mundo se refleja en la conciencia gracias a la
conexión intencional, el alter ego percibido y vivenciado como tal agrega un
elemento de intimidad recíproca. Por ello que el individuo empatizante se ve a
sí mismo desde el otro y así se constituye como persona, dado que la
conciencia como correlato del mundo de objetos no es naturaleza, sino
«espíritu». En efecto, la dimensión espiritual se inicia con la inmersión en el
mundo de los valores que el otro contiene, en tanto en cuanto refleja
simultáneamente las características recónditas del propio yo a través de los
sentimientos31.
31
Stein, Empatía: OC II, 181.
32
Patt, 97.
33
Stein, Empatía: OC II, 174.
66
Para concluir, hemos identificado que, en la vida de una persona, desde
el primer momento de su existencia, se da la «relación» con otros en todas las
dimensiones de su ser. Es más, simplemente por ser un yo tiene un dentro (un
ser sí mismo) y un fuera (un no-sí mismo), de manera que esto constituye su
estructura sobre la que se realizará como sujeto espiritual, es decir, su
dinamismo; el modo como actúa, como existe, como se relaciona, su modo de
ponerse en el mundo, en definitiva: se da en un «nosotros».
En las próximas líneas seguiremos las ideas del autor Jose Luis
Caballero Bono, cuando considera que la apertura al «espíritu» conoce cuatro
modalidades en Edith Stein. Según él, nos abrirnos hacia «espíritu» subjetivo,
«espíritu» objetivo, hacia mi propia «interioridad», y también hacia el «Espíritu»
36
Bertolini, “Formar para la entrega”, 15.
37
Stein, Empatía: OC II, 201.
68
divino. Todos estos modos de apertura descansan sobre la empatía, pero es
pertinente introducir el concepto de conciencia38. Enseguida haremos un
repaso de cada uno de estos modos.
38
Caballero Bono, 45
39
Ibid., 44.
40
Ibid., 48.
41
Esta potencia, de difícil traducción. Puesto que «el Gemüt reúne todo lo emocional que hay
en la persona. Es como un sensus cordis. Cuando Edith se ocupa de Sto. Tomás alguna vez
traduce affectus como Gemüt. Edith dice que es el lugar donde el alma está dentro de sí
misma. El alma ad intra. O como dice Edith Stein con una expresión que está en la tradición
mística, “el alma del alma”. El Gemüt no es una facultad al mismo nivel que el conocimiento y la
voluntad. Más bien el funcionamiento de esas otras facultades para por el Gemüt. Es como si
fuera una válvula que dota de valor emocional a los conocimientos que obtenemos y a las
decisiones que manan de nuestra voluntad (quizás es posible aquí una analogía con el
concepto de “corazón” en Pascal).
Además de esto, el Gemüt es el lugar donde el ser humano congrega y elabora todo lo que
recibe. Edith escribe en “Vida cristiana de la mujer” que el Gemüt es el “órgano de la
percepción del ser en su totalidad y en su peculiaridad”. La prevalencia del Gemüt capacita
para una mayor implicación personal en lo vivenciado y para una mayor disposición a vivir
desde el amor». Cf. Ibid., 48-49.
42
Ibid., 46.
69
Apuntamos tres aspectos relacionados con la empatía que guardan
relación con el contexto de ese trabajo. El primer es la individualidad cualitativa,
a la cual tenemos acceso por medio del autoconocimiento. De esta manera,
dos yoes puros se distinguirían tan sólo cuantitativamente, con una distinción
puramente numérica como la que existe entro dos puntos geométricos.
43
Ibid., 46.
44
Ibid., 47.
45
Ibid., 41.
70
jerarquía de valores en que vive una persona y de la jerarquía que parece más
conforme a la razón46.
46
Ibid., 49.
47
Stein, EPH: OC IV, 689.
48
Ibid., 691.
71
«Hemos encontrado un doble sentido para la noción de materia: “material” y
“fuerza”, y hemos visto que incluso lo que parece ser lo más alejado del
“espíritu”, el “material”, está atravesado por el “espíritu”. Nuestra siguiente tarea
será profundizar en la comprensión de la fuerza en sus relaciones con el
“espíritu”, la forma y el “material”»49.
De ahí que, la forma de la fuerza es el sentido espiritual del ser, sentido que el
alma puede recibir en sí. Para captar el sentido de una cosa es preciso captar
sus posibilidades de actuar, y según sea nuestra percepción de estas últimas,
así será también la impresión que el ser en cuestión nos produzca50.
49
Ibid., 692.
50
Ibid., 693.
51
Ibid., 694.
52
Ibid., 695.
53
Ibid., 698.
72
de forma yuxtapuestas, sino compenetradas de modo peculiar54. Por ejemplo,
dado un cierto grado de cansancio corporal, ya no se puede seguir en actividad
corporal, pero sí en actividad espiritual, y que dado un cierto grado de
cansancio espiritual, es preciso interrumpir la actividad espiritual, pero no la
corporal55.
«Es nuestro interior en el sentido más propio, aquello en nosotros que se llena
de dolor y alegría, que se indigna por una injusticia y se entusiasma ante una
acción noble, que se abre amorosa y confiadamente a otra alma o rechaza sus
intentos de acercamiento; es aquello que no sólo capta y estima
intelectualmente la belleza y el bien, la fidelidad y la santidad (y en general
todos los «valores»), sino que los acoge en sí y «vive» de ellos, se enriquece y
crece en amplitud y profundidad gracias a ellos»57.
54
Ibid., 695.
55
Ibid., 701.
56
Ibid., 703.
57
Stein, EPH: OC IV, 679.
73
Nos dirá la santa, «El alma, tiene una superficie y una profundidad, una
periferia y un centro. No son conceptos equivalentes: uno puede estar en el
centro de una cuestión y, sin embargo, conocerla superficialmente»58. Pero,
sobre todo, el alma tiene un centro.
Ahora bien, cabe destacar que el alma sólo puede entrar en sí misma si
está abierta a sí misma, es decir, despierta. Sólo porque es «espíritu» puede el
alma acercarse a su más profundo centro. Esto no se basa sólo en la oración,
como pensaba santa Teresa de Jesús, sino que lo que facilita la entrada en el
castillo del alma es la estructura del alma misma. El alma puede conocerse
como dotada de profundidad59.
58
Caballero Bono, 52.
59
Stein, “El castillo Interior”: OC III, 1113-1130.
60
Caballero Bono, 54.
61
Ibid., 683.
62
Ibid., 684.
63
Ibid., 688.
74
rodean, no recibo nada en mí: reconozco la silla, la mesa y la pared como tales,
pero no «tengo» nada de ellas en mi interior. En cambio, cuando mi mirada se
posa en una persona, esa persona, por regla general, no permanecerá
indiferente»64. Sigue Stein:
Atraído por su frescor vivificante, me dirijo con interés hacia esa persona, es
posible que su frescor me produzca alegría. Y de esa alegría, que es un acto
peculiar que procede de las profundidades de la persona y conduce a esas
mismas profundidades lo que él capta, se desprende por su parte un efecto
vivificante y que implica un incremento de ser»65.
64
Ibid.
65
Stein, EPH: OC IV, 689.
66
Stein, Empatía: OC II, 106.
75
captar con la mayor pureza la esencia del espíritu, para después comprender a
la luz del ser divino todos los demás modos de ser espiritual»67.
«Para terminar este análisis preliminar querríamos apuntar todavía una cosa:
tanto en su interior como en el mundo externo, el hombre halla indicios de algo
que está por encima e él y todo lo demás, y de lo que él y todo lo demás
dependen. La pregunta acerca de ese ser, la búsqueda de Dios pertenece al
ser del hombre. Investigar hasta dónde puede llegar en esta búsqueda con sus
medios naturales es todavía tarea de la filosofía, una tarea en la que la
antropología y la teoría del conocimiento se encuentran. Su solución habrá de
llevarnos a señalar los límites del conocimiento natural»69.
67
Stein, EPH: OC IV, 675
68
Ibid.
69
Ibid., 594.
76
CAPÍTULO IV
«Una de las peculiaridades del ser del que nos estamos ocupando es la de que
es finito. Es característico de todo lo finito el hecho de que no puede ser
comprendido exclusivamente por sí mismo, sino que remite a un primer ser que
hemos de considerar infinito. A este ser primero e infinito le damos el nombre
de Dios, dado que sus atributos están en correspondencia con nuestra idea de
Dios. De esta manera, se puede considerar como una evidencia ontológica la
de que el ser del hombre, al igual que todo lo finito, remite a Dios»2.
Ese amor se hace no sólo don al amado, sino a todas las criaturas: «y si
el amor de Cristo vive en nosotros, entonces actuaremos como Él, e iremos en
busca de las ovejas perdidas»5. Además, «por este amor, en el que cree por
1
Véase también: Ioannis D. Zizioulas, Comunión y alteridad. Persona e Iglesia, (Salamanca:
Sígueme, 2009), 129-147.
2
Stein, EPH: OC IV, 741.
3
Ioannis D. Zizioulas, 133: «La participación en el ser es una condición del ser particular tanto
para Aristóteles como para su maestro Platón».
4
Ibid.,128.
5
Stein, Obras, 383.
77
haber entendido su signo, es conducido el hombre a la apertura de poder
amar»6.
6
H. Urs Von Balthasar, Solo el amor es digno de fe, 3ª ed., (Salamanca: Sígueme, 1990), 95.
7
Stein, SFSE: OC III, 947-948.
8
«El pensamiento bíblico estableció una visión del ser distinta. Suele decirse acertadamente
que el pensamiento hebreo no presenta ontología alguna. Para la Biblia, el ser es causado de
modo radical por alguien – un ser particular - La Biblia no intenta describir ese ‘alguien’ en
términos de ser, puesto que eso llevaría a asociarse con el mundo y, por tanto, a privarlo de la
capacidad de ser causa en sentido absoluto» cf. Ioannis D. Zizioulas, 135. En este sentido, la
ontología opera a partir de la consideración de que el punto de referencia fijo, el fundamento
que proporciona seguridad y verdad, es una persona concreta, no una idea o la naturaleza. En
ese sentido, el pensamiento bíblico produjo una paradoja bastante desconocida para los
griegos y, por esta razón, también para nuestro modo occidental de razonar. Dicha paradoja se
describe con la expresión personalidad corporativa (H. Wheeler Robinson, The Hebrew
Conception of Corporate Personality, 1936, 49ss. cf. A. R. Johnson, The One and the Many in
theI sraelite Conception of God, 1942; J. de Fraine, Adam et son lignage: Etudes sur la
«personalitécorporative» dans la Bible, 1959.
9
Stein, SFSE: OC III, 947.
10
Bertolini, “Formar para la entrega”, 24.
11
Zizioulas, 140.
78
Por eso no sorprende que sea en la misma «sístole y diástole» trinitaria
donde Stein encuentre el arquetipo de la noción que le sirve de piedra angular
para su concepción de la individuación12. Puesto que el Padre, el Hijo y el
«espíritu» permanecen siempre unidos, en Dios es posible que el particular sea
ontológicamente último, porque la relación es permanente e irrompible. Es más,
donde está una persona de la Trinidad, también están las otras13.
18
Ibid.
19
Para Agustín, «el dar y recibir, ser como don y ser como recibir, como palabra y respuesta»
es lo peculiar de la tercera persona. Sin olvidar jamás que cada una de las otras dos personas
de la Trinidad podrían llamarse así también. Por eso, él se lo denomina con aquello que es lo
divino de Dios, común al Padre y al Hijo, o sea, su esencia es ser comunión del Padre y del
Hijo, lo específico, su particularidad es ser lo común; consiste en ser unidad y, por tanto, la
comunión misma. El «espíritu» es persona como unidad, unidad como persona. Asimismo,
Agustín define el «espíritu» como Communio, así, tiene para él, conformes otros nombres del
«Espíritu» Santo, un sentido eclesiológico fundamental. Significa que hacerse cristiano conlleva
entrar en la forma esencial del «espíritu», es decir, «devenir Communio». Cierto es que sólo
por la mediación del mismo «espíritu» Santo tal afirmación es posible, por eso, se puede decir
que el «espíritu» es la unidad que Dios regala a sí mismo. (dinámica Padre-Hijo). Cf. Joseph
Ratzinger, «El Espíritu santo como Communio. Para una relación entre pneumatología y
espiritualidad en Agustín”, en Heitmann Mühlen, Experiencia y teología del espíritu»,
(Salamanca: Secretariado trinitario, 1978): 301-214.
20
Theresia Matre Dei, Edih Stein. En Busca de Dios, 3ª ed., (Navarra: Verbo Divino, 1980), 71.
21
Alasdair MacIntyre, Edith Stein. A philosophical prologue, (New York: Continuum, 2007), 163-
175. Más especificamente en el capítulo 16: «Stein’s Conversion».
«Hermost importan treading wa sthe New Testament. But sheal soread Kierkegaard’s Practice
in Christianity (ed. and tr. H. V. Hong and E. Hong, Princeton, NJ: Princeton UniversityPress,
1991), publishe dun der the pseudonym “Anti-Climacus” in 1850. Kierkegaard called ir “themost
perfect and truest thing that I have written” », 168.
80
ese sentido, consideramos que el «espíritu» es el concepto más fecundo para
entender el conjunto de su obra; es lo que «une» todo en su pensamiento.
Edith Stein y Kierkegaard resaltan que, para que haya una «relación», es
necesario diálogo, y, por consiguiente, apertura. El diálogo es posible porque
hay dualidad. Para hacer realidad esta unión íntima, es esencial que el hombre
se disponga a la escucha del «espíritu», aquella que le permite ser receptivo a
la Palabra de Dios. Por tanto, cuando se afirma que el ser humano es llamado
a entablar una amistad con Dios por medio de la oración, es necesario concebir
que ambos son personas espirituales. Se debe agregar que, ambos defienden
la necesidad de encarnación del amor. Para ellos, sólo el amor es capaz de
unir lo temporal a lo eterno23.
22
Francesc Torralba, “La esencia del Amor en Kierkegaard. Interpretación de Las Obras del
Amor” (1847), Pensamiento 72 (2016): 411-429.
23
Soren Kierkegaard, Las obras del Amor, 2ª ed., trad. Demetrio G. Rivero (Salamanca:
Sígueme, 2006), 22-23.
24
Torralba, 416.
25
Kierkegaard, 25.
81
desarrolla en la intimidad del ser personal. Admitamos por el momento, que
para Stein y también para Kierkegaard es imposible amar fuera de Dios. Este
origen es divino, y, por tanto, es una pura manifestación creadora que irradia
gratuitamente ad extra, de forma que el ser humano se comprende en este
dinamismo que lo conduce a su origen.
26
Torralba, 414.
82
vas, pero permanece la semilla que tú has sembrado para la gloria futura
escondida en el cuerpo de polvo»27.
27
Stein, “Piezas teatrales y poesías 15”: OC V, 799.
28
Torralba, 418.
83
lo invisible, o bien hacia la humanidad en abstracto, es una forma de
autoexcusarse, de desentenderse de la historia29.
Por otra parte, el ser humano, tal como dice Kierkegaard, necesita
saberse amado, experimentar la recepción del amor. Donación y receptividad
constituyen los dos polos del amor. Es un acontecimiento que va más allá de
los cálculos de justicia, puesto que cuando irrumpe el amor eterno, la justicia se
empalidece, no es negada, sino trascendida. Asimismo, cuando el amor divino
tiene lugar en el mundo, se suscita una verdadera transformación como un
signo de la eternidad en el tiempo33.
29
Torralba, 421.
30
Ibid.
31
Stein, “El Castillo Interior”: OC III, 1122.
32
Andrés Ortiz-Osés, “Encíclica del amor”, en Diccionario de la Existencia. Asuntos relevantes
de la vida humana, (Barcelona: Anthropos, 2006), 180-181.
33
Kierkegaard, 25.
34
«Teoría filosófica, que construye sus principios éticos sobre argumentaciones emocionales.
Se basan en realidades personales aisladas que justifica y valida cualquier hecho, decisión o
84
escucha de una voz en el sagrario de su conciencia, una voz que no proviene
de él, sino que proviene del Otro que hay en él35.
En síntesis, tanto para Edith Stein como para Kierkegaard, el amor es,
esencialmente, entrega y acogida. En la práctica del amor auténtico, se ama al
otro en su peculiaridad, de tal manera que se está dispuesto a hacer cualquier
sacrificio para que el otro sea aquello que está llamado a ser. Esto significa que
una experiencia de Dios sólo es posible para un ser que sea espiritual, que
tenga «espíritu», apertura.
Ahora bien, ¿cómo explicar esa apertura a Dios y ese acogerlo? Edith lo
hace utilizando el paradigma conceptual de su tesis doctoral, como empatía.
Para empatizar con Dios se necesita la percepción, por ello consideramos la
intersubjetividad como un fecundo camino para comprender la experiencia de
la gracia, porque la empatía ordinaria con el prójimo nos predispone a esa otra
realidad en la que empatizamos la actitud benevolente de Alguien.
motivo, apelando a la libertad como el principio básico para justificar cualquier decisión. En
definitiva, se trata de una teoría ética que defiende la imposibilidad de objetivar los juicios
morales; de modo que, las valoraciones morales proceden exclusivamente de los sentimientos
subjetivistas». Cf. Simon Blackburn, “subjetivismo moral”, en Diccionario de Ética y de filosofía
moral, tomo II, dir. Monique Canto-Sperber, (México D.F: Fondo de Cultura Económica, 2008,
1548-1556.
35
Torralba, 426.
36
Anneliese Meis Wörmer, El Espíritu Santo y el sentimiento. Nexo misterioso entre espíritu y
cuerpo en Edith Stein, tesis doctoral (Madrid: Universidad San Dámaso, 2016): 124.
85
tiene como paradigma la búsqueda. Seguiremos nuestro método
fenomenológico, reflexionando sobre el recorrido vital de Teresa Benedicta de
la Cruz (Edith Stein). Sus escritos y su vida nos llevan a afirmar que ese Dios
Amor, revelado para nosotros en un rostro humano, sólo puede ser
experimentado también en clave de amor. Dicha clave, en ambos autores
evidencian el tema de la «Cruz». Para ellos, la cruz es signo, fruto maduro,
manifestación de ese amor vivido hasta el extremo.
37
Balthasar, 96.
86
hombre: la unión con Dios, la unión de la humanidad con Dios y el
cumplimiento de su voluntad. Ella va a decir:
«ser hijo de Dios significa dejarse guiar por la mano de Dios, hacer su voluntad
y no la propia, poner todas las esperanzas y preocupaciones en sus manos y
no preocuparse más por sí mismos ni por el propio futuro. En esto se
fundamentan la libertad y la alegría de los hijos de Dios»38.
38
Stein, Obras, 382.
39
Balthasar, 55.
40
(Carta 278 del 28-abril de 1931), durante su etapa de conferenciante por Centroeuropa,
comenta a una religiosa: «En el fondo es una verdad pequeña y sencilla, la que siempre tengo
que decir: cómo se puede comenzar a vivir en las manos del Señor». Stein, Cartas: OC I, 917.
41
García Rojo, “Edith Stein y la búsqueda de Dios”, 60.
42
Ibid., 61.
87
De ese modo, la autora, sintiéndose respaldada por San Juan de la Cruz
no tiene reparos en confesar con cierta contundencia: «Nuestra meta es la
unión con Dios, nuestro camino Cristo crucificado. El único medio apropiado
para ello es la fe»43. Ahora bien, que la finalidad del hombre sea Dios, no
implica una añadidura como si se tratara de una especie de antojo que Dios
tuvo al contemplar la suerte precaria que envolvía a la especie humana. Ni
siquiera tal objetivo surgió de la mente divina al proyectar su plan de redención
tras la entrada del pecado en el mundo44.
«Dios ha creado las almas para sí. Dios quiere unirlas a sí y comunicarles la
inconmensurable plenitud y la incomprensible felicidad de su propia vida divina,
y esto, ya aquí en la tierra.
Y añade: Esta es la meta hacia la que las orienta y a la que deben tender con
todas sus fuerzas»45.
43
Stein, CC: OC V, 232.
44
García Rojo, “Edith Stein y la búsqueda de Dios”, 61.
45
Stein, CC: OC V, 233.
88
Además, la creación en el prólogo del Evangelio de Juan no es un
encuentro pasajero de la Palabra de Dios con el mundo. Juan llama a la
Palabra de Dios, «Logos». Como la Palabra de la creación, el Logos de Dios se
dirige al hombre y la creación para iniciar un diálogo. En ese sentido, el hombre
y la creación se ven comprometidos para siempre en un diálogo con Dios,
puesto que el hombre es un interlocutor válido ante Dios. A esta plenitud está
llamado cada ser humano por el hecho de existir, y nada más que por eso46.
46
García Rojo, “Edith Stein y la búsqueda de Dios”, 62.
47
Stein, CC: OC V, 411.
89
que sigue ocupándose de ella. Más aún, el interés llega a tanto, que sitúa su
morada en el interior de ésta48.
48
San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, B 4,14. Recogido por Edith, CC: OC V, 393.
49
San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, B 2,34. Recogido por Edith, CC: OC V, 380.
50
Stein, CC: OC V, 335.
51
Stein, SFSE: OC III, 722.
52
García Rojo, “Edith Stein y la búsqueda de Dios”, 68.
53
Stein, CC: OC V, 336.
90
responsabilidad54. Se trata de un encuentro de personas – no de entrega de
obsequios -, en el que van implicadas las donaciones mutuas.
54
García Rojo, “Edith Stein y la búsqueda de Dios”, 69.
55
Stein, CC: OC V, 335.
56
Circumincesión (del latín, circum , alrededor, e incidere, ocupar, tener, estar situado), es la
palabra teológica con la que se designa la mutua coexistencia de las tres divinas personas,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, la cual consiste en que cada una de dichas personas está en las
otras dos. Compenetración perfecta y viva de las tres Personas divinas. Término culto que
remite a las palabras de Jesús a sus discípulos: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”,
en: Jacques Fantino, “Circumincesión”, en Diccionario Akal – Diccionario crítico de Teología,
dir. Jean-Yves Lacoste (Madrid: Akal, 2007), 260-261. Véase también sinónimo – “Pericorese”:
Oliver de la Brosse, en Diccionario del cristianismo, dir. Antonin Marie Henry y Philippe
Rouillard (Barcelona: Herder, 1986), 578.
57
Stein, CC: OC V, 348.
58
Ibid., 359.
91
Por tanto, lejos de empequeñecer el ejercicio de la libertad, la unión
transformante ofrece el mayor campo para su puesta en práctica. «Como Dios
se le está dando con libre y graciosa voluntad – transcribe del texto sanjuanista
-, así también ella, teniendo la voluntad tanto más libre y generosa…Allí ve el
alma que verdaderamente Dios es suyo y que ella posee con posesión
hereditaria, con propiedad de derecho como hijo de Dios adoptivo»59.
Hemos visto que, tanto para Kierkegaard como para Stein, el misterio de
la cruz es el mejor símbolo para entender dicho amor. En este sencillo párrafo,
después de habernos adentrado en su experiencia, nos ofrece algo más sobre
su vivencia del misterio de la cruz. Nuestra autora la acoge en los signos de los
tiempos, no por propia iniciativa sino como don-llamada del «Espíritu» a
59
Juan de la Cruz, Llama de amor viva, B 3,78. Recogido por Stein, CC: OC V, 389.
60
García Rojo, “Edith Stein y la búsqueda de Dios”, 72.
61
Juan de la Cruz, Cántico espiritual, B 22, 5. Recogido por Stein, CC: OC V, 314.
62
Stein, CC: OC V, 311.
63
Juan de la Cruz, Noche Oscura, 2, 20,4, 5. Recogido por Stein, CC: OC V, 429.
92
colaborar con Cristo en su obra de redención. La expiación, la disposición para
unirse con Cristo, es don de Dios en favor de su Iglesia64.
«Sólo puede aspirar a la expiación quien tiene abiertos los ojos del “espíritu” al
sentido sobrenatural de los acontecimientos del mundo; esto resulta posible
sólo en los hombres en los que habita el “espíritu” de Cristo, que como
miembros de la Cabeza encuentran en Él la vida, la fuerza, el sentido y la
dirección. Por otro lado, la expiación une más íntimamente con Cristo».65
«La Cruz es el símbolo de todo lo difícil y pesado, y que resulta tan opuesto a
la naturaleza que, cuando uno toma esta carga sobre sí, tiene la sensación de
64
Sancho, “Edith Stein, paradigma eclesial”, 84.
65
Stein, Autoretrato epistolar (1916-1942), (Madrid: EDE, 1996), 259.
66
Sancho, “Edith Stein, paradigma eclesial”, 86.
67
Stein, Obras, 260.
93
caminar hacia la muerte. Y ésta es la carga que ha de llevar diariamente el
discípulo de Cristo»68.
Ahora bien, ¿cómo hacer a que la forma interior que yace en el alma del
hombre se despliegue como fuerza motriz para configurarlo integralmente
desde dentro?, se pregunta Edith. Para contestar a esta pregunta nuestra santa
apunta que «les tiene que ser propuesta una forma exterior ejemplar, con la
cual empatizar»69. En concreto, la considera posible bajo dos aspectos:
primero, la imagen de Cristo en su existencia histórica tal como figura los
evangelios; conocimiento interno de Él70.
68
Stein, CC: OC V, 461.
69
Empatizar no es imitar; no es sentir con. En definitiva, empatizar es abrirse, permitir espacio
en mí para que el otro sea; exista.
70
Stein, “El material humano”: OC IV, 114.
71
Ibid.
72
Balthasar, 91.
73
Stein, “Naturaleza, libertad y gracia”: OC III, 156.
94
no le deja sólo. Conoce su naturaleza y sabe que necesita del don de «la
gracia», que le permite llevar a cabo el desarrollo de su vida espiritual hacia la
unión con Dios. A partir de entonces «lo que nosotros podemos y tenemos que
hacer es abrirnos a la gracia»74, que en primer lugar es invitación a la comunión
con Dios, la participación en su ser, que es Amor.
«Y cuando llega la noche y la revisión del día nos muestra que muchas de
nuestras obras fueron fragmentarias y otras, que también nos habíamos
propuesto, quedaron sin hacer y se despierta en nosotros una suerte de
vergüenza y arrepentimiento, en ese momento habremos de tomar las cosas tal
cual son, hemos de ponerlas en las manos de Dios y abandonarlas a Él. De
esa manera se puede descansar en Él para, después de recuperarnos
verdaderamente, comenzar el nuevo día como fuera una nueva vida»76.
74
Stein, “Fundamentos de la formación de la mujer”: OC IV, 195-206.
75
Stein, SFSE: OC III, 1046.
76
Stein, “Fundamentos de la formación de la mujer” : OC IV, 212.
95
Para Edith la vivencia del abandono se caracteriza por la confianza, por
un lado, que el hombre se arroja en los brazos del Padre porque confía en Él; y
también por la experiencia de saberse sostenido lo que acrecienta la confianza
y la seguridad de que Dios no «abandona». De esta confianza surge la
«seguridad» de saberse sostenido:
77
Stein, SFSE: OC III, 667.
96
Sólo ha cambiado el modo de su presencia: la Eucaristía como presencia real y
la Iglesia como señal de su presencia divina en la historia78.
Por otra parte, este proceder permite a la vez constatar que las
mediaciones, a las que Dios recurre para ganarse al hombre, son
preferencialmente las personas79. En efecto, son las personas quienes mejor
transparentan la presencia de Dios, su experiencia transciende la
individualidad, para irradiar en otros sujetos también personales80.
78
Sancho, “Edith Stein, paradigma eclesial”, 61.
79
Stein, “Cómo llegué al Carmelo”, 498.
80
García Rojo, “Edith Stein y la búsqueda de Dios”, 46.
81
Ibid., 56.
97
98
CONCLUSIONES
2. Lo que nuestra autora nos quiere hacer ver es que la «unión con
Dios» no sólo es esencial para la vocación humana, sino que es el modo e que
uno logra realizarla. El modo personal de la vivencia de este camino hace de
Edith Stein un modelo para todo aquel que con sinceridad y empeño busca
respuesta a la realidad del hombre, a su existencia, a su ser.
3. «Un Dios que salva al hombre con y desde el hombre». Por tanto, el
conocimiento de la propia vocación es posible, como hemos visto
anteriormente, desde una vida espiritual auténtica, esto es, depende
directamente del grado de disponibilidad de sí alcanzado por la persona.
Hemos considerado, pues, que Edith Stein nos propone la corresponsabilidad
humana como factor necesario para una actuación efectiva. Dicho de otro
modo, el desarrollo requiere implicación tanto de la persona individual como de
la comunidad humana en la que vive.
100
4. «La persona como sujeto libre». La respuesta es para Stein sencilla:
El Amor. ¿Qué amor? «El Amor, ha sido derramado en nuestros corazones por
medio del Espíritu Santo que nos fue dado». (cf. Rm 5,5). El Espíritu Santo nos
libera para que seamos libres, para que seamos verdaderos hijos de Dios. La
liberación de lo que nos ata tiene como horizonte principal el amor que hace
amar. El Espíritu Santo nos ayuda a encontrar nuestro verdadero «yo» desde la
apertura a la alteridad y no desde la cerrazón egoísta y orgullosa.
Para terminar, decíamos que el hombre se define también como ser con
vida espiritual, una vida que se caracteriza por su «apertura», por su tendencia
a salir de sí para darse. Así, pues, lejos de caer en un individualismo, Edith
Stein presenta «el ser personal», como camino antropológico hacia lo interior
que alcanza su verdadera realización en su relación con el ser divino.
101
A continuación, expondremos temas y preguntas que a lo largo de
nuestro estudio fueron surgiendo y sobre las cuales que todavía nos queda
seguir reflexionando en un porvenir.
7. Perspectivas abiertas
102
distintos dones en cada ser humano. Así es el amor de Dios: universal, para
todos «por igual», pero concreto: a cada uno de forma distinta.
103
104
EPÍLOGO
83
Stein, “Piezas teatrales y poesías”: OC V, 799-800.
105
106
107
BIBLIOGRAFÍA
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22, 2002; substantive revision Wed Aug 24, 2016. Consultado en: 15/10/2018.
https://plato.stanford.edu/entries/consciousness-intentionality/
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