Está en la página 1de 38

Paisajes presentes

y futuros de la
amazonía colombiana
La lectura de Miguel Triana en 1907

Alvaro Andrés Santoyo


Antropólogo

Resumen

E l objetivo de este artículo es analizar la forma en que a comienzos del siglo XX


y en el contexto de la creación de la nación, la élite colombiana pensó la
amazonía. El análisis parte de la antropología histórica del paisaje y se centra en
el estudio de las representaciones del paisaje y de los habitantes de la región
producidas por Miguel Triana en su libro Por el Sur de Colombia. Expedición Pinto-
resca y Científica al Putum ayo (1907). De esta manera, la re-lectura ofrecida del
texto resalta las imágenes, los argumentos y la estructura de pensamiento que
sirvieron para moldear la conciencia nacional frente a la región a comienzos del
siglo. Igualmente, se propone una lectura que cuestione los órdenes sociales que
se creaban a través de los relatos de viaje, supuestos portadores de verdad y que
en definitiva lo que hicieron fue promover la creación de subalternidad.

PA L A B R A S C L AV E paisaje, amazonía, subalternidad, pensamiento colombiano, nación.

117 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


Introducción

¿Cómo representó la élite colombiana a la amazonía en los co-


mienzos del siglo x x ? ¿De qué términos y campos enunciativos se
valió para crear esas representaciones, específicamente las relacio-
nadas con sus habitantes y naturaleza? ¿Cómo pensó vincularlos a
la sociedad y a la cultura de un país en proceso de modernización?
¿Qué rol les otorgó en ese proceso? Son las preguntas que guían
este artículo y que esperamos responder mediante el análisis de la
forma como Miguel Triana, a través de su libro Por el Sur de Colom-
bia. Expedición pintoresca y científica al Putumayo (1907), describió y
propuso paisajes de la región. Este libro de viajes, uno de los más
importantes que vio la luz en la década de 1910 y cuya aparición
en el escenario nacional fue ampliamente celebrada y objeto de
múltiples elogios por parte de quienes se dedicaban a reseñar las
novedades bibliográficas en la prensa del país (Varios, 1909),1 pue-
de ser considerado como uno de los relatos fundacionales, míticos,
por qué no, del pensamiento colombiano en torno a la región.2 No
en vano, investigadores actuales dedicados a la historia lo han uti-
lizado como fuente en el momento de hacer sus trabajos (Alzate,
1993; Ramírez, 1994 y 1996).
La importancia que se le ha dado al libro de Triana hace que
quién se esté planteando las preguntas expuestas, se vea en la nece-
sidad de acercarse al relato y tomarlo, esta vez, no como simple
fuente de datos sino como un producto cultural y un espacio de

1 Por «el contenido de sus descripciones, el interés patriótico y la elegancia del


estilo» algunos lo compararon con la Peregrinación del Alpha de Manuel Ancízar. Otros,
lo consideraron «digno de figurar al lado de los más estimados esfuerzos que el cerebro
colombiano haya llevado a cabo durante el siglo de la independencia» como se escribió
en El Nuevo Tiempo del 19 de septiembre de 1908.
2 El otro gran libro sobre la región, también fundacional, La Amazonía Colombiana.
Estudio geográfico, histórico y jurídico en defensa del derecho territorial de Colombia, escrito
por Demetrio Salamanca fue publicado en 1917.

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 118
poder a través del cual se creó y moldeó el pensamiento nacional en
torno a la amazonía. Esta aseveración cobra valor al tener en cuenta
que durante la mayor parte de la historia latinoamericana, y Co-
lombia no es la excepción, la escritura, con su grupo asociado de
letrados como los denominara Ángel Rama, ha jugado un papel
capital en el proceso de ordenación y clasificación que esa élite, con
ideales económicos de corte liberal y señoriales, cuando se trataba
de lo social, hizo tanto de las personas como de la naturaleza exis-
tentes en las repúblicas que comenzaban a gobernar. Ella fue la
encargada, mediante códigos morales, leyes y saberes filosófico-
literarios de legalizar y normativizar la conducta de las personas.
Los letrados, y Miguel Triana fue uno de ellos, tuvieron como
función en los procesos de creación de sociedades y culturas na-
cionales “trazar las fronteras que separaban lo normal de lo pato-
lógico, lo legal de lo ilegal, la civilización de la barbarie” (Castro-
Gómez, 1997:125). En síntesis, crearon una cartografía o anatomía,
la metáfora no importa a pesar de pertenecer a épocas distintas, de
los “males” que aquejaban a los grupos sociales que habitaban el
país a comienzos del x x . Finalmente y usando términos totalmen-
te actuales, podemos entender esa preocupación por clasificar y or-
denar, como el inicio del proceso de creación de subalternidad en
los albores de la nación, de la república supuestamente libre e
igualitaria.
Hablamos de subalternidad (Klor de Alva, 1995: 245) porque
los pueblos y territorios descritos por los exploradores/letrados en
sus relatos, son segregados y subordinados, a partir de una mirada
que mediante el uso de diferentes estrategias retóricas o la invoca-
ción de principios éticos y económicos de lo que el viajero, partien-
do de su experiencia personal, consideraba el “deber ser” de una
sociedad; generalmente, asociado éste con la instauración de la ci-
vilización masculina e ilustrada europea y con el progreso constan-
te, valga la redundancia, de la economía capitalista. Para esta mira-
da, todo lo que se alejaba de ese tipo ideal debía ser objeto de un

119 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


disciplinamiento que condujera al debido encauzamiento de las
potencialidades que los nuevos sujetos ofrecían, principalmente, al
sistema económico. De otra forma, hoy en día encontramos que
esos grupos de personas que en el siglo x i x y la mayor parte del
x x fueron dispuestos en los márgenes de la sociedades nacionales o
del sistema económico e intelectual global, han adquirido la fuerza
política necesaria para cuestionar esa serie de representaciones, por
mucho tiempo sacro santas, con las cuales la sociedad hegemónica
trató de dominarlos. En este nuevo contexto las preguntas pro-
puestas adquieren un sentido adicional, consistente en evidenciar
el impacto político que tuvieron esas representaciones, tanto de la
subjetividad como del territorio, en la condición social en que han
vivido esas personas.
Con este objetivo en mente, el análisis que ofrecemos tiene como
punto de partida la antropología histórica del paisaje, la cual no se
preocupa únicamente por analizar las representaciones, lecturas o
formas en que diferentes sujetos describen el paisaje y le dan diver-
sos significados, sino también por indagar la relación que estos es-
tablecen con él, su posicionamiento y el papel que le otorgan a
otros sujetos en el paisaje, al igual que las razones de tal ubicación.
Se diferencia de la geografía cultural porque no pretende establecer
contrastes entre las formas de ver, describir o narrar el paisaje, uti-
lizando las lecturas que pueda tener la gente que habita un lugar y
los extranjeros (Duncan, 1989 y 1990), sino que se preocupa por
ver cómo son comprendidos esos “nativos” por personas ajenas,
extrañas a ellos, por el papel que le otorgan estas últimas a los
primeros en procesos sociales como la creación de una nación, y por
el intento de develar los mecanismos de percepción y estructuras
de pensamiento propias de cada una de ellos en un momento histó-
rico particular (Santoyo, 1999). Teniendo en cuenta que nuestras
preguntas son por el presente y pasado de la región desde el punto
de vista nacional, vale la pena aclarar que el análisis del texto de
Triana se elaboró siguiendo el concepto de paisaje esbozado por el

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 120
antropólogo británico Eric Hirsch, quien lo concibe como un pro-
ceso cultural en el que constantemente interactúan dos factores, la
experiencia de vida en un espacio que se torna en lugar gracias a su
narración y el horizonte de existencia posible (Hirsch, 1994), términos
que implican, respectivamente, la vivencia cotidiana y la repre-
sentación hacia el futuro que hace quien realiza el relato. De otra
forma, este concepto es relevante no sólo porque permite analizar
de cerca el desenvolvimiento narrativo a través del cual se va cons-
tituyendo el pensamiento nacional sobre la amazonía, sino porque
nos capacita para estudiar y entender las reflexiones de los intelec-
tuales colombianos sobre qué es lo natural y qué lo cultural y cómo
convertir lo primero en lo segundo. Adicionalmente, como plantea
Graciela Montaldo:

En Latinoamérica, el espacio natural… se vuelve centro de la construc-


ción de la escritura y de la reflexión política pues sobre él se asentaban
los proyectos de organización de las repúblicas recién independizadas.
El pasado, el presente y el futuro de los países de América encuentran en
la tierra aspectos que condensan los problemas, identidades y planes futu-
ros; por ello están cargados de ‘significados’, sentidos desde los cuales se
hará el diagnóstico de un estado de cosas o se proyectará el porvenir.
(M o n t a l d o, 1995:104)

Re-lectura del texto de Miguel de Triana

En lo que sigue de este artículo, nos dedicaremos a hacer una


lectura exhaustiva de la forma en que Miguel Triana pensó y repre-
sentó la región del Piedemonte amazónico en particular y la
amazonía en general. Teniendo, como ya quedó consignado, los
términos de experiencia de vida cotidiana y horizonte de existencia
posible como derroteros en el análisis del texto del ingeniero civil
e intelectual colombiano.

121 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


A grandes rasgos, podemos decir que Triana, a lo largo de su
lectura del paisaje del Piedemonte, identifica claramente la exis-
tencia de tres lugares: la meseta del Guamués, la región com-
prendida entre el Limón y el Guineo y, por último, el valle de
Sibundoy, existiendo en éste último dos más, los poblados de
Sibundoy y Santiago. Cada uno de ellos es percibido de forma
particular, con similitudes pero conservando grandes diferencias,
como es el caso de los dos últimos pueblos mencionados. Los pun-
tos de encuentro por lo general están relacionados con la posibili-
dades que brindan a nivel agrícola, mientras las divergencias radi-
can en las costumbres de las personas que los habitan. En cuanto a
los grupos humanos, encontramos que los sionas, ubicados en el
extremo de la planicie del Guamués, son representados de forma
similar a los santiagueños, en cuanto a sus posibilidades para ser
partícipes de la civilización, pero diferentes en su forma de vivir. El
único grupo que Triana presenta totalmente diferente es el de los
sibundoyes. De esta manera, podemos afirmar que la percepción
del ingeniero civil se caracteriza por presentar un paisaje poseedor
de diferentes lugares con un mismo horizonte de existencia posible,
pero en el cual no todos los habitantes tienen la misma tarea que
efectuar. Veamos.

I . LA CORD I LLERA : FRONTERA DE LA C I V I L I ZAC I ÓN

La cordillera de nevados perpetuos y volcanes que iluminan las noches


ecuatoriales, es la barrera formidable que á los colombianos, como á las
demás nacionalidades del Pacífico, nos separa de la posesión y disfrute
de nuestra posesión oriental, ubérrima en riquezas. Todos los pueblos
fronterizos con esa raya dentellada y fría, ya sean colombianos, como
Santander, Boyacá y Cundinamarca, ya sean hermanos como las repú-
blicas allende el circulo equinoccial, más o menos han procurado vencer
la barrera con ferrocarriles, caminos o senderos practicables.
( T r i a n a, 1907:102)

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 122
Miguel Triana nos presenta a la cordillera de los Andes como
una frontera por excelencia, lo es natural y culturalmente porque
separa el mundo andino del selvático e impide a las naciones ubica-
das en el primero “disfrutar” los beneficios o “riquezas” del segun-
do. Doblega los esfuerzos de los “pueblos fronterizos” por traspa-
sarla y llegar a sus posesiones orientales, por lo tanto estas últimas
se tornan desconocidas para ellos. Ella, más que una línea divisoria
es una zona de transición, en sus páramos, pantanos, picos y lagu-
nas se van desvaneciendo las características principales de la civili-
zación. Pocos individuos se atreverían a habitar en ella, y quienes
lo hacen son seres marginados que no comparten las normas de la
sociedad. Esto último se puede observar en la respuesta que da
Triana cuando se pregunta: ¿Qué especie de hombre sería el propietario
de gustos excéntricos que, como centinela avanzado de la civilización, colin-
daba en el silencio y soledad del páramo con las ilimitadas tierras de
Oriente? Y contesta:

Es, seguramente, un hombre arisco, cuyas energías en lucha con la or-


ganización social y los tributos de trabajo personal, fiscalías rurales y
demás cargas que la falaz vida social mestiza hace pagar únicamente a
los infelices, lo han conducido á buscar la verdadera y única libertad
que ofrece el desierto. Aquí no llega el cobrador de impuestos improduc-
tivos ni el polizonte altanero, primo hermano del malhechor, que se
disfraza con la librea de la autoridad para perseguir al ciudadano, ni
el parásito que con el título de pordiosero llama tenazmente al corazón
con la patente de la caridad; aquí no alcanza la fastidiosa opinión de
los vecinos, con la categoría de sanción social, ni el reglamento antoja-
dizo, hecho ley por ministerio de la fuerza, ni las ritualidades de un
culto aparente con el prestigio imponente de una religión de amor.
( T r i a n a, 1907: 99)

Aunque en primera instancia caracterice al individuo que se


atreve a vivir en la soledad y el silencio del páramo como “arisco”,

123 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


pues se rehusa a ser atrapado por la sociedad “mestiza” que lo
rodea, al describir la constitución y funcionamiento de esta últi-
ma lo convierte en un ser ideal que ha dejado todo en busca de “la
verdadera y única libertad”. En esta breve descripción, Triana
realiza una dura crítica al comportamiento del pueblo mestizo
ubicado en el valle de Atris, Pasto en particular y al andino en
general, según él, aquí conviven la autoridad y el crimen, las san-
ciones sociales las hacen los vecinos con su intromisión intrigan-
te, la Ley no existe, tan sólo un “reglamento antojadizo” que tiende
al gobierno despótico y, por último, el culto religioso es sólo apa-
riencia.
Ser “arisco” en este medio se convierte en una virtud, implica,
en cierta medida, una actitud crítica frente a la situación social
reinante, la cual no está relacionada con un comportamiento civili-
zado ya que no existe una la Ley inmutable, un culto religioso
sincero y una vida respetuosa en comunidad. Entonces, la calificación
de “centinela de la civilización” se torna ambigua, no significa ser
el último representante de la sociedad de la meseta andina, porque
para Triana los términos civilización y sociedad mestiza parecen no
ser equiparables, las características de la segunda hacen que no se la
pueda considerar como civilizada, por lo tanto no puede ser un
modelo a seguir y tampoco es necesario cuidarlo, todo lo contrario,
hay que transformarlo. De otra forma, cuando el autor plantea:
aquí [en el páramo] la conciencia se vuelve solamente á Dios, oye su ley en
la sublime armonía de la Creación y vive tranquila. La inefable paz del
alma, por la cual anhelan en su lucha constante todos los humanos, sólo
bate sus alas blancas en la soledad, tras la cordillera y el pantano (Triana,
1907:99), definitivamente está dando a quien vive en los confines
de la cordillera un estatus moral superior al que poseen quienes
actúan bajo el régimen social antes descrito, uno que sí puede to-
marse como modelo a seguir porque surge del contacto con la ley
de Dios que se manifiesta gracias a “la sublime armonía de la
Creación”. Por lo tanto, podemos decir que para Triana, cuando

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 124
el Hombre se encuentra con la naturaleza lo hace con Dios y, de
este, el primero aprenderá como puede llegar a ser civilizado, con-
dición que hasta ahora es equiparable con lograr la paz del alma y
la comunicación directa con Dios, sin necesidad de “ritualidades”
rimbombantes y aparentes.
Otro aspecto interesante en cuanto al proceso civilizatorio en-
contrado en Triana, es la correspondencia que establece entre un
lugar y un estadio de ese proceso y que encontramos en el enuncia-
do, “la inefable paz del alma…sólo bate sus alas en la soledad, tras
la cordillera y el pantano”, porque está dotando a la anterior “pose-
sión oriental, ubérrima en riquezas” materiales para las naciones,
de otra cualidad igualmente importante para ellas, la paz. En lo
anterior podemos observar la forma en que Triana conceptualiza el
paisaje de la amazonía antes de traspasar la cordillera y enfrentarse
con ella, en su percepción predominan los elementos de juicio eco-
nómico y religioso.

I I . EL PIEDEMONTE AMAZÓN ICO:


PA I S A J E S D E A B U N D A N C I A ,
COLON I AS, HAC I ENDAS Y CAMB I O

Fertilidad, armonía y colonias agrícolas: la planicie del Guamués


Si antes de empezar a descender desde el páramo hacia el oriente,
Triana concebía a la amazonía como un paisaje con gran cantidad
de tierras cultivables y cuya actual soledad permitiría al ser huma-
no lograr la paz del alma, la entrada al Piedemonte amazónico fue
la ratificación de sus pensamientos.
Superar la cordillera y toparse por primera vez con la vegeta-
ción y el clima de la amazonía significó la llegada a una tierra de
promisión, fue, en palabras de Triana, el fin del silencio tétrico y del
frío aflictivo de los páramos…la sonrisa de la naturaleza, hasta entonces
agresiva, la vivificación del ser y del ánimo. De igual forma, la natura-
leza de la región se convirtió en mar y en casa de alguna divinidad

125 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


dependiendo del punto de vista utilizado, exterior o interior. Así,
cuando se logra situar afuera, en un punto desde el cual contemplar
en conjunto la vegetación que lo rodea, el director de la Expedición
científica al Putumayo escribe:

…nosotros, no hallando comparación más verdadera y hermosa para medir


el espectáculo de mil leguas de verdura que teníamos ante los ojos, en el sitio
de “El Panorama”, repetíamos conmovidos:
—¡¡¡El mar!!!
( T r i a n a, 1907:149)

Comparar la selva con el mar es interesante, ya que introduce


en el discurso sobre el paisaje amazónico un elemento de juicio
diferente a los hasta ahora utilizados, el estético, esto, porque el
mar para Triana es “la suprema belleza, la suma de todas las poten-
cias del orbe, el guardador en su seno de todas las riquezas que hay
bajo el sol”. Este juicio estético se puede observar claramente cuan-
do dice, “la vista de la llanura amazónica es un espectáculo subli-
me”, y entiende por este término la preponderancia de la idea gran-
diosa expresada en forma simple que apenas puede contenerla y explicarla
en breve espacio para conmover profundamente el ánimo de modo casi ins-
tantáneo (Triana, 1907: 149).
Al tiempo que la selva y el mar comparten la capacidad de
conmover el ánimo, son ejemplos de la suprema belleza y guardan
en su interior todas las riquezas, la primera se diferencia del segun-
do porque puede ser explorada, el ser humano puede incursionar
en ella y tener acceso a lo que guarda en su interior, cosa que no
sucede con el mar, pues, este no era accesible fácilmente en la época
de Triana. De esta forma, en la medida en que puede llegar a ser
comprobada la “grandiosidad” contenida en la selva, vemos como
el juicio estético enunciado por el viajero empieza a revestirse de
una materialidad. Contiene ahora una parte emocional y otra ma-
terial, económica, que va saliendo a la luz a medida que el viajero

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 126
se interna y vive en la selva, es decir, que cambia el punto de vista
desde el cual la estaba caracterizando.
De lo anterior surge un paisaje simple y armónico, representado
en la igualdad de “mil leguas de verdura”, pero portador de un sin
fin de posibilidades para la sociedad nacional. Estando en el inte-
rior de la floresta el ingeniero se deleita describiendo los árboles, el
suelo y el aire, elementos que sirven para hacer un diagnóstico de
las condiciones que brinda el lugar a la sociedad y a los diferentes
seres humanos que habitan y podrían habitar en él. Así, Triana escri-
be en su Diario de viaje, que termina siendo su libro, lo siguiente:

El suelo seco y plano, la selva capuda y tibia, el perfume de la arboleda


tropical y el ozono que satura el aire bajo la fronda verde, vivificaban
nuestro ser y levantaban nuestro ánimo. El sol, ya casi olvidado en nuestros
recuerdos, dejaba caer sus rayos por entre los claros del boscaje, y movía
brillanteces de vida bajo las alamedas. Los troncos rectos y erguidos de los
árboles, entre los cuales no crece arbusto pequeño, ni se arrastran las zarzas
trepadoras, permiten espaciar la vista en todas las direcciones, simulando
lejanas perspectivas. La selva grande es una especie de templo de naves
indefinidas, donde se siente el hálito de una divinidad fugitiva.
( T r i a n a, 1907:145-146)

Esta apología a la naturaleza, fruto del reencuentro del viajero


con un “lugar” poseedor de una vegetación exuberante, olvidada en
las paramunas cumbres de la cordillera y que permite “espaciar la
vista en todas las direcciones”, hace que la llegada a la amazonía sea
vista como la posibilidad que tiene el Hombre de renacer, de hacer
una vida civilizada gracias a la construcción de unos cimientos só-
lidos que van a tener su base en el trabajo de la tierra. El suelo seco y
plano, el ozono que satura el aire, el sol que movía brillanteces de vida y
los troncos rectos y erguidos…simulando lejanas perspectivas que los ex-
pedicionarios encuentran en el paso de Juntas sobre el río
Guamués, a doce leguas de Pasto, son las características que Triana

127 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


hizo extensivas a toda la meseta del Guamués, comprendida desde
el paso mencionado hasta el pequeño puerto del Alpichaque, don-
de el río se vuelve navegable.
En esta planicie ubicada a 1000 m.s.n.m. aproximadamente, el
suelo, además de seco y plano empieza a ser descrito como “fecun-
do”, tal cual lo demuestra, según el autor, “la vegetación robusta
de que está cubierto”; la temperatura es suave debido a las brisas,
cálidas y frías del Atlántico y la cordillera respectivamente, y se
encuentran “pequeñas y frecuentes aguas” que la riegan. La con-
junción de estos elementos, lleva a Triana a proponer como horizon-
te de posibilidad la creación de colonias agrícolas, formadas por labriegos
de la cordillera y la altiplanicie…[donde]…pueden fundarse cultivos de
café, cacao, caña de azúcar, yuca, maíz, pastos artificiales, y cuanto el
agricultor de las tierras medias recoge a manos llenas de la próvida la-
branza (Triana, 1907: 150 y 176).
La presencia de “labriegos de la cordillera y la altiplanicie”
implica el establecimiento de un tipo de ser humano específico en
la colonias, poseedor de unas características físicas y sociales que ha-
rían de ellas centros estables y duraderos, basados en el trabajo de la
tierra y donde no habría lugar “á los amantes del oro engañoso” o la
riqueza fácil. Las cualidades que el autor atribuye a los pobladores de
la sierra, las podemos observar cuando escribe lo siguiente:

…ellos son los poderosos, son ellos los conquistadores, ellos son los sa-
bios; porque la lucha fisiológica les dio corazón fuerte, músculo recio y
voluntad de acero. Bajo la apariencia sufrida y humilde del indio de
la altiplanicie, se oculta la energía paciente, señora del mundo, la que
esclaviza la tierra y funda la industria, para mediante ella convertir
en sus tributarios á los amantes del oro engañoso.
( T r i a n a, 1907:58)

De esta forma el indígena de la sierra es representado como un


ser humano excepcional para el trabajo, físicamente tiene “corazón

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 128
fuerte y músculo recio”, espiritualmente es poseedor de una “vo-
luntad de acero” y de la “energía…que esclaviza la tierra y funda la
industria”, elementos que lo hacen el sujeto ideal para depositar en
él el futuro de las “colonias” y, por medio de ellas, instaurar la
“industria” y la civilización en la planicie del Guamués en particu-
lar, y el Piedemonte amazónico en general.
Esta representación del indígena es interesante, ya que deja ver
el elemento de juicio a través del cual el autor establece una
clasificación de los seres humanos, así, la fisiología es la encargada
de decir quién es apto para qué, al establecer relaciones entre las
características físicas de los individuos, la altitud geográfica, la ca-
pacidad para el trabajo y la creación de una sociedad civilizada, de
esta forma se explica el deseo de llevar gente de la cordillera y el
altiplano. El papel de los enunciados fisiológicos en la definición
de los seres humanos es más evidente cuando el explorador escribe:

Si en la tierra fría la vida es más lenta, más selectos los productos y el


pensamiento es más profundo, aunque más laborioso y tardío, también
el proceso de la civilización es perezoso, pero firme…[porque]… no se
edifica el palacio de la industria sobre arenas de oro, sino sobre el pe-
dernal que mella la pica de acero…Por esta antítesis irónica, no hay
pueblos poderosos que pisen sobre tesoros gratuitos. La expresión auste-
ra, el paso lerdo, el pensamiento frío de los hijos de la sierra, correspon-
den con el trabajo fisiológico gastado á cada instante en producir un
aliento de vida; porque en las grandes alturas el simple fenómeno de
llevar sangre al cerebro representa un esfuerzo del corazón, tributo á la
mera existencia, que al nivel del mar no se apaga…
( T r i a n a, 1907:58)

Queda claramente demostrada la relación que el explorador


establece entre los habitantes de tierra fría, la cordillera y el alti-
plano con el proceso de civilización, sinónimo de la industria. Se-
gún él, estos sujetos son los indicados para instaurar unas bases

129 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


sólidas, firmes, que permitan el desarrollo de la región a largo pla-
zo, ya que fisiológicamente están acostumbrados al trabajo duro y
constante para existir. En el pensamiento del autor, ellos son los
únicos que podrían explotar todas las riquezas de la amazonía sin
dejarse llevar por el deseo de enriquecerse fácilmente, aprovecha-
rían al máximo la fecundidad del suelo al esclavizar la tierra; no se
deslumbrarían ante el primer indicio de obtener fácilmente algún
tipo de beneficio. En síntesis, son las personas indicadas para trans-
formar el paisaje del Piedemonte, creando en el horizonte de posibili-
dad el ordenamiento deseado y superando la vacuidad humana que
Triana ha creado durante su viaje.
Las “colonias agrícolas” planteadas por el explorador, además
de ser un medio de apropiación, incorporación de la frontera por
parte de la nación, también representaban la posibilidad de incre-
mentar el valor de las exportaciones del país, al querer aprovechar
al máximo la fertilidad del suelo mediante la instauración de culti-
vos de capital importancia para la economía como el café, el cacao,
la caña de azúcar y los pastos artificiales para ganado. Hay que
tener en cuenta que para 1905 el primero representó el 39.5% de
las exportaciones, mientras los demás, incluidos bajo el renglón de
“otros agropecuarios” el 34.9% y, durante el período 1906-1910 el
37.2% y el 23.9% respectivamente, los dos porcentajes más altos
de ambos períodos (Palacios, 1983: 43).3
Recapitulando, observamos que a medida que Triana efectúa su
viaje, va emergiendo un paisaje específico del lugar que recorre y del
Piedemonte en general. Sin embargo, en ningún momento establece
grandes generalizaciones para esta región, mucho menos para toda la
cuenca amazónica. En síntesis, no utiliza su experiencia de vida para
proponer que toda la amazonía es igual, por el contrario, el autor
parece estar interesado en destacar las diferencias que encuentra.

3 Las cifras fueron tomadas del cuadro no 1, titulado, Composición porcentual del valor
de las exportaciones colombianas, 1834/5-1910 elaborado por Marco Palacios (1983).

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 130
De otra manera, encontramos en la lectura a través de la cual
Triana va creando el paisaje, una percepción del lugar en la que se
mezclan juicios estéticos y económicos, que terminan calificándolo
como “sublime, grandioso y fuente de todas las riquezas”, al tiem-
po que en él no habita ser humano alguno. El horizonte de posibili-
dad es dominado por los enunciados económicos y fisiológicos, y se
caracterizaría por la instauración de las llamadas “colonias agríco-
las” como medio de apropiación, por parte de la sociedad nacional,
de la planicie.

Haciendas, educación indígena y patriotismo:


entre los puertos de Guineo y el Limón
Con algunas variaciones en su composición, las colonias agrí-
colas propuestas para la planicie del Guamués, se presentan en el
pensamiento de Triana como el principal medio para incorporar el
Piedemonte amazónico a la nación o vistas desde la otra cara de la
moneda, definen la posición que el gobierno central le otorga a esta
región dentro del sistema social, político, económico y cultural
que implicaba crear una nación moderna, este rol se puede apreciar
más claramente al analizar los cambios introducidos en el modelo
de las colonias y sus motivos.
Las reformas planteadas se refieren ante todo al tipo de indivi-
duos que trabajarían en ellas. La fisiología de los indígenas del alti-
plano y la cordillera deja de ser una razón suficiente para confiarles
la construcción de “colonias” sólidas y prósperas, es necesario que
quienes laboren en ellas posean un verdadero interés en el bienes-
tar de la “patria”. Este cambio en la conceptualización del ser hu-
mano futuro, se debe a la “experiencia cotidiana” que tiene el ex-
plorador durante el resto de su viaje con diferentes comunidades
indígenas y blancas existentes en la región, ubicadas en poblados
como La Sofía, San José, Guineo, Sibundoy y Santiago, que lo lle-
van a replantear su pensamiento en torno a los pobladores de la
sierra, y a ver en algunos habitantes del Piedemonte, la posibilidad

131 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


de hacerlos participes de las colonias, previa instrucción o “educa-
ción de indígenas”.
Su “experiencia de vida” en el Piedemonte también presenta
algunos cambios. Ahora lo ve como poseedor de una gran canti-
dad de riquezas a nivel agrícola, gracias a las cualidades del suelo y
el “clima sano y apropiado á una gran variedad de cultivos remu-
neradores”. El explorador introduce dos elementos que no apa-
recieron cuando pasó por la planicie del Guamués, estos son: la
“comunicabilidad” de la región con otras del país y del continente
a través de los diferentes ríos y caminos, y la existencia de “indíge-
nas inteligentes y robustos” en el Piedemonte. Una descripción en
la que aparecen tanto los nuevos rasgos, como los mencionados
anteriormente, la encontramos cuando Triana se dirige hacia Mocoa
después de abandonar los pueblos de San José y Guineo. En estos
momentos escribe lo siguiente:

Los senderos del Guineo y el Limón, sendos puertos fluviales, los más
avanzados de las dos grandes aortas de la llanura oriental, hacen su
cruzamiento en las primeras faldas de la cordillera, á cuatro leguas
próximamente de uno y otro embarcadero. !Qué situación la de esta
planicie tan propicia para una colonia agrícola! Distante tres leguas
de Mocoa, centro de recursos, los cuales hoy han desaparecido por la
decadencia consiguiente al sosiego industrial del territorio; de terreno
bajo, plano y seco, aunque rico en corrientes; rodeada de una numero-
sa parcialidad de indígenas inteligentes y robustos; de clima sano y
apropiado á una gran variedad de cultivos remuneradores; en comu-
nicación inmediata con Nariño por el sendero ya colonizado de Mocoa
y Sibundoy, con el Tolima por el río Caquetá, el Orteguaza y el cami-
no de Florencia, y con el Grande Amazonas por sus dos robustos bra-
zos, el Caquetá y el Putumayo, con los cuales este “Padre de las na-
ciones americanas” impone su poderosa providencia sobre la patria
colombiana.
( T r i a n a, 1907:304)

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 132
Como ya se mencionó, las cualidades de los habitantes del
Piedemonte reseñadas por el autor, son producto del interés que
este ve en ellos por la patria, las cuales se definen en el pensamiento
del explorador por dos características. La primera, la preocupación
o curiosidad que demuestran ante proyectos económicos como la
construcción del camino que los comunicaría con Pasto, del cual
Triana es el encargado de proponer el trazado y la segunda, el deseo
por conocer cómo es y dónde queda ubicada la capital de la repú-
blica, al igual que el tamaño del territorio gobernado en ese enton-
ces por Rafael Reyes. Estos elementos van a ser así mismo una
crítica a los pobladores de algunas ciudades, Pasto específicamente,
que muestran poco conocimiento e interés por el pabellón nacional
y los proyectos del gobierno central. Ese comportamiento “patrió-
tico” es presentado por el autor en su texto al referirse, entre otros,
a los indígenas sionas del Putumayo, de quienes escribe:

Los indios de San José, por ejemplo, se han dado mejor cuenta de
nuestra misión que los del valle de Atris y han procedido, en conse-
cuencia, más patrióticamente que muchos señores de categoría en Pas-
to. Manifiestan también una curiosidad muy racional, en cuanto á
las circunstancias del camino… Se consideran más colombianos en su
deseo de conocer cómo es la capital de la República y en el lujo del
pabellón nacional, que muchos hijos de ciudades que ignoran dónde
queda Bogotá y á quienes es preciso conminar para que adornen los
frentes de sus casas el día del natalicio de la patria.
( T r i a n a, 1907:274)

La introducción de enunciados relacionados con la patria es in-


teresante porque deja ver otra función de las “colonias” como un
medio de integración de la región a la nación, son una forma de
construirla al querer implantar un modelo de ordenamiento terri-
torial y de relaciones sociales consideradas peculiares del carácter
nacional; por último, este deseo puede ser relacionado o definido

133 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


como el ejercicio de la soberanía. Ahora no es suficiente traer la-
briegos de la zona andina para lograr una productividad agrícola
alta, sino que es indispensable que quienes trabajen en ellas tengan
un sentimiento de pertenencia con la amazonía y la república, sin
embargo, esta cualidad no basta para empezar a hacerlos participes
de las “colonias”, primero hay que “nacionalizarlos” mediante la
educación, la cual depende del estadio de civilización en que se
encuentren, “salvajes o bárbaros” según Triana, y que los llevaría a
ejercer determinados roles dentro del proceso de colonización. Vale
la pena resaltar que según Triana sólo existen tribus bárbaras en la
región del Piedemonte, las salvajes se encuentran ubicadas en la
planicie amazónica perteneciente a la república.
La diferencia entre las categorías de salvaje y bárbaro en el pen-
samiento de Miguel Triana, radica en que quienes pertenecen a la
primera se encuentran “fuera de todo conocimiento y de toda no-
ción, yacen por debajo del nivel del suelo social”, es decir, que
pertenecen al orden de la naturaleza, que aún no son seres sociales,
mientras que los miembros de la segunda tienen un “nivel moral
apreciable, con desintegración de derechos” al tiempo que son
amantes de ellos y los defienden de quienes los atacan,
con”perseverancia, energía y astucia”. Estas definiciones, hacen que
el objetivo de la educación de las tribus salvajes sea una simple
nivelación por lo bajo, vincularlos a la sociedad inculcándoles, por
lo menos, la noción de la vida de que gozan en el mundo hasta los imbé-
ciles y la sanción moral primaria de los criminales natos (Triana, 1907:
230-231).
De otra manera, la educación dirigida a quienes eran conside-
rados como bárbaros difería substancialmente de la anterior, ya que
en estos se veía la posibilidad de llegar a aprender el comporta-
miento y el saber de la civilización. Ante esto, el explorador propo-
ne la fundación de escuelas con textos muy elementales en idioma bárba-
ro, para enseñar a leer, las cuatro operaciones de aritmética y la Geografía
general de Colombia, como el primer paso para “nacionalizar” a los

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 134
indígenas, e incluso llegar a enseñarles de forma fácil y apropiada el
conocimiento de otras lenguas y todo lo que con éstas se ha logrado expresar,
en orden á ideas trascendentales: la filosofía de las ciencias, los preceptos de
la moral, las autos (Triana, 1907:238).
Estas asignaturas y temas, sugieren una de las formas en que el
gobierno nacional pretende o debe ejercer la soberanía y crear una
conciencia nacional en los pobladores de regiones de frontera como
la amazonía. Mediante el estudio de la geografía se impartiría una
noción del territorio de la república y de las características de cada
región; la lectura era el instrumento a través del cual se podían
enseñar “la filosofía de la ciencia, los preceptos de la moral, etc.”
que pretendían ser iguales en todo el país; y la aritmética era la
base para ingresar en el mundo de la economía monetizada que
implicaban las “colonias agrícolas”.
Los dos primero rasgos son aún más importantes, porque sir-
ven para empezar a crear o introducir en la mente de los indígenas,
la conciencia necesaria para hacerlos partícipes de lo que Benedict
Anderson denomina Comunidad Imaginada (Anderson, 1993) ya que
la enseñanza de la geografía tiene la capacidad de mostrar y dar a
conocer a un grupo humano determinado, otros grupos a los cuales
no va a conocer, pero con los que comparte unas creencias cultura-
les comunes, que, en el caso indígena, van a ser impartidas por la
lectura. Es así como estos elementos pueden provocar un senti-
miento de comunidad entre los diferentes pueblos que conforman
la república. Como corolario podemos decir que la educación pro-
puesta por Triana era un medio de colonizar la imaginación, o el
imaginario, al tratar de cambiar la cosmovisión indígena por otra
en la cual el mundo se amplía hasta los límites de la nación, y las
pautas de comportamiento van a ser redefinidas en función de las
que creen pertinentes los encargados de efectuar la enseñanza. En
síntesis, las “tribus bárbaras” serían objeto de un cambio a nivel
ontológico, en cuanto se pretende modificar su subjetividad y su
condición existencial.

135 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


Los dos tipos de educación expuestos pueden ser entendidos
como el deseo por integrar al sistema social, moral y jurídico de la
nación a los indígenas, ya que esto facilitaría al Estado el ejercicio
de su soberanía sobre los individuos, al ajustarlos a un modelo cul-
tural hegemónico que de ahora en adelante los situaba en el mismo
estatus de los habitantes de las ciudades, pueblos y zonas rurales de
la región andina, y por lo tanto los convertía en objeto de las mis-
mas leyes y sanciones.
En este momento el tipo de ser humano que estaría vinculado
con el proceso de colonización del Piedemonte, es social y
culturalmente portador de pautas de comportamiento “occidenta-
les”, debido a los conocimientos que se le impartirían mediante el
modelo educativo propuesto por el director de la Expedición científica
al Putumayo, al tiempo que las diferencias raciales parecen no tener
importancia. Así, en el horizonte de existencia las “colonias” absorben
al indígena, convirtiéndolo en jornalero, peón, o en el mejor de los
casos, en campesino si lograba ser propietario de un pedazo de tierra,
ya que la repartición de esta en las “colonias” no pretendía promover
los minifundios, ni mucho menos dar a cada indígena una finca, todo
lo contrario, Triana ve en las “haciendas” y en el trabajo de los “colo-
nos”, ex-campesinos en los Andes, los mejores sistemas para usufruc-
tuar la región, tal como lo deja ver cuando escribe:

Aquella región convida á que se la colonice: allí cabrían numerosas


haciendas de ganado, el cual ofrece generosa remuneración en los merca-
dos del Marañón, donde vale una cabeza quinientos soles; allí los
cacaotales, cañaverales, tabacales, los cultivos de caucho y kola y las
mil industrias agrícolas del Trópico, tapizarían de variados matices de
verdura la pampa fecunda. Los capitales grandes y los pequeños recur-
sos encontrarían allí la centuplicación como premio, y el esfuerzo del
colono, portador de habilidad y perseverancia, sería recompensado con
rápida riqueza.
( T r i a n a, 1907:304)

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 136
Observamos aquí un nuevo rasgo del horizonte de posibilidad.
Ahora, se añade al modelo de colonización presentado la figura la
hacienda ganadera, que encuentra su justificación en la posibilidad
de lograr beneficios económicos importantes por medio de la ex-
portación de su producción hacia el corazón de la cuenca amazónica
y que en los años posteriores va a marcar el desarrollo de la amazonía.4
Este nuevo elemento nos ayuda a discernir mejor la forma de te-
nencia de la tierra, ordenamiento espacial que propone Triana, la
cual podemos resumir como la implantación del mismo paisaje
existente en la región andina, donde predominan los latifundios
con sus respectivas relaciones sociales entre el señor latifundista,
los jornaleros, aparceros, etc., esto, independientemente de que el
autor plantee la posibilidad de “rápida riqueza” para “los capitales
grandes y pequeños”, pues, ¿quiénes tenían ese capital? Los indí-
genas no, tampoco el campesino convertido en colono, estos sólo
tenían su trabajo. De esta manera, y como se mencionó anterior-
mente, la igualdad en las “colonias y haciendas” no es social ni eco-
nómica; tiende al comportamiento, a las maneras de conducción de
los individuos, a la adopción de la norma legal y cultural.
El horizonte de existencia posible visualizado por el explorador para
la región comprendida entre los embarcaderos de el Limón y Guineo,
se caracteriza por la reproducción del sistema productivo agrícola
existente en los Andes, y por la necesidad de crear una conciencia
nacional que sirva para facilitar al Estado el ejercicio de la sobera-
nía, no sólo sobre el territorio amazónico, también sobre los indivi-
duos que allí habitaban. De esta forma, el tipo de educación pro-

4 Sobre la importancia del modelo de la hacienda ganadera en el desarrollo de la


Amazonía durante el siglo x x , se recomienda ver los trabajos: Jaramillo J., Mora, L. y
Cubides, F. (1986) y Serrano, E. (1994). Al respecto, como señala Bernardo Tovar
(1991) hacia 1920, según estadísticas del Segundo congreso de mejoras públicas, ya existían
88 haciendas ganaderas, 11.926 cabezas de ganado vacuno y 15.900 hectáreas de pas-
tos cultivados solamente en la parte del Caquetá.

137 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


puesto, sus asignaturas, temas y pedagogía tenía como objetivo
transformar la subjetividad del indígena, en quien se han reconoci-
do aptitudes para la “civilización”, para hacer de él un colombiano,
es decir, un individuo conocedor y poseedor de unas normas deter-
minadas de comportamiento para la vida social, económica, políti-
ca y cultural que son las de una sociedad en proceso de expansión y
modernización, situada al comienzo del camino que la llevaría del
predominio de lo rural a lo urbano, de las relaciones jerárquicas y
recíprocas, a unas supuestamente “igualitarias” entre ciudadanos.
En comparación con el horizonte de posibilidad propuesto al es-
cribir sobre la planicie del Guamués, encontramos en este momen-
to junto a los enunciados económicos y fisiológicos, los patrióticos,
comerciales, educativos y los relacionados con la soberanía, como
los elementos que poco a poco tejen el discurso por medio del cual
Triana va creando el paisaje de la región y le otorga a esta una
posición determinada dentro de la sociedad nacional.

Geoestrategia, costumbres y cambio:


el Valle del Sibundoy
Al dejar Mocoa y seguir el camino de regreso hacia Pasto, la
Expedición llega al valle del Sibundoy localizado a ocho leguas de
esta última ciudad. Este, se presenta a los ojos del explorador de
igual forma que los lugares anteriores, lo deslumbra por una ri-
queza inimaginada que al parecer, sólo quien posea un “criterio
económico” puede apreciar. Sin embargo, su incursión en el valle
lo sorprende ya que lo que había escuchado sobre él era poco frente
a lo que observa. Triana escribe lo siguiente:

Al salir de los desmontes, se ofrece á la vista del viajero un extenso y


hermoso valle, tan plano y festivo como la sabana de Bogotá: es el valle
de Sibundoy. Aunque habíamos oído hablar de él; no teníamos cabal
idea ni de su formación, ni de su amplitud, ni de su importancia, ni de

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 138
su riqueza: se goza de una sorpresa gratísima al contemplarlo y se
maravilla el hombre de algún criterio económico al considerar inmedia-
tamente, cómo ha podido conservarse esta riqueza ignorada y como des-
deñada por la industria, á ocho leguas distante de una ciudad, de tan
laboriosos habitantes, como Pasto.
( T r i a n a, 1907:320-321) .

Esta vez los enunciados que sirven para dar cuenta de su expe-
riencia de vida en la amazonía están relacionados con la disposición
y características del terreno. Al pensar en su “formación, amplitud
e importancia”, Triana está evaluando el lugar desde el campo de la
geografía física, siendo esta la que determina la riqueza y relevan-
cia del valle para el Piedemonte. De esta forma, podemos decir que
esta conceptualización se genera al ser pensado como un punto es-
tratégico para el proceso de colonización, aún más cuando el autor,
ese “hombre de algún criterio económico” se maravilla y pregunta,
¿cómo ha podido conservarse esta riqueza ignorada y como desdeñada por
la industria, si posee una extensión y un suelo plano que lo asemejan
a la sabana de Bogotá, asiento de la capital de la república, y se
encuentra tan cerca de la ciudad de Pasto?
Esta condición que perturba y fascina al explorador, es impor-
tante porque hace del valle un posible punto de avance de la civili-
zación hacia la “región Oriental”, por lo tanto, el centro de enlace
entre los pobladores de la cordillera y las “colonias agrícolas y ha-
ciendas ganaderas” que existirían en la planicie del Guamués y en
la zona comprendida entre los embarcaderos de el Limón y el
Guineo, principalmente.
Aunque en el horizonte de posibilidad el valle es visto como un
punto de unión que, además de ser importante desde el punto de
vista estratégico para promover la migración de campesinos prove-
nientes de la región Andina hacia la amazonía, posee suelos ricos
para el establecimiento de una industria estable y un poblado du-
radero, con una vida social propia independiente del flujo

139 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


poblacional. En cuanto lugar, a medida que los miembros de la
Expedición científica al Putumayo ingresan en él y visitan los pobla-
dos indígenas de Sibundoy y Santiago, encuentran en la concep-
ción de la vida de los habitantes del primero, específicamente en
el fuerte “apego á la costumbre”, quizás la causa principal del
atraso que los impresionó al arribar al valle y en la actitud de los
santiagueños, de supuesta filiación “quichua”, la posibilidad de un
futuro para la amazonía ya que son “altivos, trabajadores, inteli-
gentes y ambiciosos de mando” entre otras cualidades que les atri-
buye Triana.
Visualizando un futuro partiendo del presente, el autor esta-
blece grandes diferencias entre los habitantes de los poblados. En
sus planes no caben los sibundoyes, esta “parcialidad está próxima
a desaparecer”, mientras los pobladores de Santiago podrían ser
partícipes de sus propuestas. Sin embargo, veamos lo que escribe
en su diario de viaje el explorador:

Al llegar al valle precursor de Pasto y pasar por la colonia blanca de


San Francisco, vestidos hombres y mujeres a la europea, cuando ya se
espera pisar tierra de cristianos, choca al viajero tropezar otra vez con
indios casi desnudos y sufre de pudor, porque piensa que estos vecinos de
la civilización se presentan así por indecentes y no por causa de su
salvaje sencillez y naturalidad. Esta esquivez á imitar los trajes civi-
lizados, será suficiente indicativo de la paralización mental de estos
indios y de su estado estacionario, si no militara en apoyo de esta tesis
un cúmulo de datos característicos, por el mismo estilo.
( T r i a n a, 1907:325)

En este momento, el tipo de “vestido” utilizado por los habi-


tantes de Sibundoy es el elemento que indigna a Triana. Para él es
imperdonable que quienes tienen la oportunidad de residir cerca a
centros como Pasto o San Francisco, no posean por lo menos la
costumbre de vestir a la “europea”, lo cual dice mucho de ellos,

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 140
tanto como para calificarlos de sufrir una “paralización mental”.
Tal carencia significa una incapacidad para recibir y ser partícipes
de la civilización o de las normas sociales, culturales y legales de la
nación. Podemos decir que el explorador no encuentra en ellos el
mínimo de potencial o aptitud para el cambio que está proponiendo
con la fundación de “colonias agrícolas” y caminos de migración.
Junto a su falta de receptividad, el autor señala otros rasgos que
le sirven para vituperar la organización social y las costumbres de
los sibundoyes, tal como lo son la falta de higiene, la supervivencia de
hechiceros, médicos, brujos, envenenadores y la tendencia al suicidio, todo
lo cual lo lleva a plantear su pronta desaparición. No obstante,
estas características son el síntoma de un mal mayor relacionado
con la actitud ante la vida, a saber, “el apego a la costumbre” que
resume Triana al anotar, como están en este momento, así quieren
seguir siendo indefinidamente. Para ellos el ideal es la quietud (Triana,
1907:325). A este se contrapone el deseo por el cambio de indíge-
nas como los sionas y santiagueños especialmente.
De esta forma, podemos plantear que el explorador atribuye
a los pobladores de Sibundoy una forma de entender y actuar en el
mundo de orden diferente a la de grupos como los sionas y los
santiagueños, que niega toda posibilidad a la transformación de
las costumbres y, por ende, tratar de introducirlos en un proceso
educativo con el fin de “nacionalizarlos” sería simplemente una
perdida de tiempo, tal como se puede deducir de las últimas pa-
labras escritas sobre ellos: …los sibundoyes constituyen una tribu de
bárbaros completamente distinta de las que la rodean… que seguramente se
extinguirá antes de que la luz de una nueva idea la ilumine. (Triana,
1907:329).
Con esta sentencia en mente Triana llega a Santiago, de su expe-
riencia cotidiana aquí, recupera la confianza en los pobladores del
Piedemonte y vuelve a ver en ellos aptitudes para la civilización.
Esta vez, inspiradas en el deseo e inclinación que muestran los
santiagueños por el cambio, representado por la existencia de una

141 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


escuela y por los constantes viajes que hacen rumbo a Pasto. Al
mismo tiempo, las actividades llevadas a cabo cotidianamente como
ir a misa, su comportamiento en ella, y la preocupación de los ni-
ños por ir a la escuela con la “cusma limpia y muy peinados”, son
las actitudes que el explorador destaca en ellos.
La fascinación aparente de Miguel Triana con las costumbres
de la sociedad existente en el último poblado del valle de Sibundoy,
lo lleva a establecer una comparación entre sus habitantes y los
sibundoyes, en la cual los primeros son objeto de una loa hasta
ahora sin precedente en su relato de viaje, tal como lo deja ver
cuando escribe lo siguiente:

La diferencia [con los sibundoyes], en efecto, es inmensa: estos son


altivos, trabajadores, inteligentes, ambiciosos de mando é intrigantes
en las elecciones de gobernador. La pureza de sus costumbres hace tam-
bién contraste con la relajación de los sibundoyes, entre quienes el adul-
terio es común. Son amigos de hacer largos viajes y aspiran al cruza-
miento con los blancos. Las mujeres son fieles, laboriosas y fecundas;
ellas les tejen las cusmas de lana azul y las zurcen en randa graciosa
con hilo rojo, torcido también por sí mismas; modo de traje que junto
con su aseo, sirve para distinguirlos fácilmente. La afición á la música
es un rasgo característico de los santiagueños: todos tocan arpa, violín o
flauta, instrumentos de un arte superior, construidos por ellos.
( T r i a n a, 1907:335)

En las trescientas treinta y ocho páginas que componen el texto


de Triana, el explorador nunca había descrito de una forma similar
a una comunidad, fuese blanca, negra, mestiza o indígena, de esta
forma, la representación de los santiagueños resulta única. En con-
clusión, podemos decir que encuentra en ellos una sociedad ideal
desde el punto de vista de las costumbres que poseen y practican,
los hombres, las mujeres y los niños tienen cualidades que pueden
ser definidas como excepcionales, a tal punto, que llega a escribir:

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 142
sentimos tan tierna emoción, que pedimos al cielo conservara á este pueblo la
simplicidad poética de sus costumbres.
En esta última frase encontramos la razón de la admiración que
lleva a Triana a pedir prácticamente la conjunción entre el horizonte
de existencia y el lugar, para que éste no sea transformado con el
tiempo. En este momento el enunciado estético, poético, es más fuerte
en su pensamiento que los deseos de nacionalizar a todos los habi-
tantes del Piedemonte, incorporándolos al sistema económico y
social propuesto, es decir, las “colonias agrícolas”. Visualiza en el
horizonte de posibilidad la convivencia entre dos tipos de sociedades;
una, en proceso de modernización económica y social y otra que se
presentaría como reducto de un estadio social inferior, pero que
merece no sufrir el proceso avasallador de la primera, pues la “pu-
reza y simplicidad de sus costumbres” y de su organización social
se vería trastocada, generando que al incluirlas en el régimen indivi-
dualista europeo, se trastornen sus nociones de la vida social, lo cual provo-
caría su embrutecimiento y degeneración moral (Triana, 1907:335).
Encontramos en estos últimos planes del explorador una para-
doja o ambivalencia, ya que por un momento son más importantes
los enunciados estéticos, que hasta ahora venían siendo puestos en
segundo plano dando prioridad a los fisiológicos, patrióticos, eco-
nómicos y educativos. Parece ceder en su ideal de instaurar colo-
nias con un sistema educativo que asegure la soberanía del Estado,
la creación de una conciencia nacional y la modernización econó-
mica y social del Piedemonte. Sin embargo, esta “poética de las
costumbres” de los santiagueños puede ser interpretada de otra for-
ma, no como la preservación de una sociedad tradicional sino como
el tipo ideal de sociedad indígena que quiere Triana, así, la “edu-
cación indígena” tendría como finalidad última hacer de las dife-
rentes “tribus bárbaras” de la región portadoras de unas costum-
bres y un pensamiento similar al de los indígenas de Santiago, ya
que estos son partidarios del cambio, “del cruzamiento con los
blancos, inteligentes, trabajadores”, las mujeres “laboriosas, fieles

143 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


y fecundas” y poseen aptitud para las “artes superiores”. Igualmen-
te, los niños asisten a la escuela que se encuentra en manos de los
misioneros, quienes son los encargados de dar misa, de esta forma
aprenden a leer y algo de catecismo, este último como forma de
enseñar “los preceptos de la moral, y las abstracciones sobre Dios y
el alma” mencionadas anteriormente.
Finalmente, podemos decir que la estructura social en que se
encuentran los pobladores de Santiago, es el ideal para tener perso-
nas que puedan ser incorporadas en los trabajos que implicaban
erigir “colonias agrícolas”, haciendas ganaderas y caminos que co-
municaran la región con el resto del país, puesto que esos indivi-
duos tienen una educación básica y una forma de pensar que los
hace aptos para esos menesteres. Por último, el desafío que entre
líneas plantea Triana es, ¿cómo incorporar sociedades como la
santiagueña, poseedoras de unas costumbres y “nociones de la vida
social” dignas de salvaguardar y cuidar de la “degeneración”, a un
régimen en el cual prima el interés individual, generalmente aso-
ciado con el económico?¿ Cómo hacerlos partícipes de los modelos
de colonización sin destruir su relaciones sociales? ¿Cuál es el pa-
pel que debe asignárseles dentro del horizonte de existencia posible
visualizado? Estos son interrogantes sin respuesta.

I I I . LA LLANURA AMAZÓN ICA COLOMBIANA:


U N A N U E VA F R O N T E R A

Al comienzo de este artículo, la cordillera de los Andes se pre-


sentó como la frontera de la civilización, el lugar hasta donde lle-
gaba el influjo de la vida andina caracterizada por las instituciones
legales de la república, el trabajo agrícola como medio de subsis-
tencia y las costumbres de los habitantes de pequeñas ciudades
como Pasto. De otra forma, a medida que la Expedición científica al
Putumayo recorre el Piedemonte amazónico, su director empieza a
dar cuenta de diferentes lugares, a darlos a conocer mediante su

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 144
relato que, además, pretende ser un aporte a “la sociología colom-
biana”, al describir las costumbres de los habitantes de la región.
Sin embargo, mediante el proceso de creación del paisaje expuesto
en el apartado anterior, el autor instaura otra frontera, presente y
futura, que se convierte en una referencia pero que no es traspasada
por él, lugar del cual sólo se conoce lo que cuentan los habitantes
de la región; al que no llegará rápidamente la influencia de la socie-
dad nacional, pues primero tendría que establecerse firmemente en
el Piedemonte, así, la llanura amazónica colombiana aún no puede
ser colonizada.
El establecimiento de esta última como una nueva frontera de
la civilización, puede ser deducido de las palabras que escribe Triana
al iniciar su regreso a Pasto y dar la espalda a la extensa planicie
que se abre hacia el oriente, todo esto, en el embarcadero de San
José sobre el río Putumayo. En ellas encontramos los límites del
pensamiento y de su construcción del paisaje, ya que el autor es
incapaz de emitir juicios que provengan de su experiencia, y da por
sentado lo que le dicen, por lo tanto perpetúa sin poner en duda
algunos imaginarios. El único filtro que aplica parece ser lo que
encontró en su viaje hasta el poblado siona y el auge que tuvieron
las ciudades de la amazonía brasileña en la época de la explotación
cauchera y quinera, que llevó a Manaos y a Belén del Pará a un
período de florecimiento sin igual. De esta forma Triana escribió:

El río tranquilo y majestuoso que en curvas elegantes se desarrolla lla-


nura adentro, nos invitaba á seguir su curso y parecía prometernos muy
hermosas aventuras. Con la imaginación y valiéndonos de los informes
del joven Ortiz, hicimos un viaje ideal de salvajes en la incómoda ca-
noa, comiendo plátano cogido al azar en las fecundas vegas, y dur-
miendo bajo las hojas de las palmeras en la arenosa playa, hasta donde
las brisas civilizadoras del océano, con el buque de vapor, traen las
comodidades para el viajero. Cerrábamos los ojos para ver la encanta-
dora agitación de la industria que hoy invade el Marañón, para escu-

145 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


char el bullicio de todas las lenguas europeas que allí se hablan y para
comparar las inúmeras costumbres que allí se usan, con las que hemos
venido describiendo de nuestros compatriotas los sionas y los guitotes,
habitantes y señores del predio abandonado que nos toca de derecho en
la participación que allí se hacen las naciones.
( T r i a n a, 1907: 286)

En el paisaje de la planicie amazónica presentada por el explo-


rador existen dos lugares claramente diferenciados, el primero, co-
rrespondiente con la parte colombiana, caracterizado por la exis-
tencia de la vida indígena, cuyo medio de comunicación es la canoa,
y en el cual la naturaleza es la encargada de proveer a los pobladores
los alimentos y la habitación, aparentemente sin el menor esfuerzo
de estos. El segundo, corresponde a la parte brasileña, lugar de la
civilización, donde imperan la industria y las lenguas europeas, se
presenta como un centro en cierta forma cosmopolita gracias al
comercio que posibilita el encuentro de personas de diferentes par-
tes del mundo.
De lo anterior, la planicie amazónica colombiana surge como
un punto límite a la civilización que la cerca por sus extremos, por
lo tanto, reducto de costumbres indígenas que en un futuro deben
ser transformadas para hacer estas tierras partícipes de la vida que
plantea la sociedad nacional, como supuesta representante de un
deber ser moderno. Sin embargo, su carácter fronterizo en el pensa-
miento de Triana viene dado por la posición desde la cual él cree
que deben penetrar los cambios. No contempla en ningún mo-
mento la posibilidad de ejercer una acción desde el río Amazonas
hacia el Putumayo, porque esto significaba el influjo de las parti-
cularidades de las sociedades brasileña, peruana o cualquier otra
que pudiese llegar por esa vía, todo lo contrario, cree que deben ser
la cordillera y el Piedemonte los lugares por donde la civilización
tiene que llegar a la región. De esta forma, la república colombiana
estaría en capacidad de ejercer su soberanía sobre ella al crear en los

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 146
indígenas, mediante el sistema educativo, un sentimiento de per-
tenencia hacia Colombia; por otro lado, la promoción de la migra-
ción de habitantes de los Andes hacia la amazonía, al igual que la
construcción de caminos y “colonias agrícolas” también pueden ser
entendidas en el marco del ejercicio de la soberanía.
Es por todo lo anterior que la planicie se presenta como una
nueva frontera para la nación colombiana, en cuanto representa un
problema de soberanía sobre la tierra y los habitantes de la región,
aún más cuando las propuestas esbozadas por el autor, están rela-
cionadas con la colonización del Piedemonte como una primera
etapa de apropiación de la “región oriental”, dejando la llanura
comprendida por los ríos Caqueta y Putumayo para una segunda
etapa, es decir, a la espera, tal como lo deja ver al escribir: En último
término está la pampa casi ilimitada, sobre la que el país no ejercerá pose-
sión mientras no esté en capacidad de llevar á ella millones de colonos que
la nacionalicen (Triana, 1907).

I V. E L C A M I N O D E L S U R :
EL GRAN PROYECTO COLON I ZADOR

Como se recordará, el objetivo principal de la Expedición al


Putumayo consistía en buscar la mejor ruta posible para construir el
camino que comunicaría a la ciudad de Pasto con el puerto de La
Sofía, sobre el río Putumayo. Por lo tanto, su director, el Ingeniero
Civil Miguel Triana, era el encargado de hacer el trazado de dicha
obra, con la cual el Gobierno de la República pretendía promover
la colonización de la ubérrima “región oriental” e instaurar el co-
mercio entre Nariño y el Brasil.
Los argumentos esgrimidos en favor del camino, están relacio-
nados con la importancia que puede tener su construcción como
medio de colonizar la “región oriental” y, en nuestro caso, con el
proceso de creación del paisaje, está vez, haciendo referencia única-
mente al horizonte de posibilidad. De este modo, el explorador escribe:

147 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


El fomento del camino ó, mejor dicho, de tráfico local, es muy fácil.
Consiste en adjudicar á uno y otro lado del trazo pequeños lotes a los
millares de labriegos pobres que viven miserablemente en la altiplanicie
y que mirarían tal adjudicación como un beneficio redentor. También
hay en las ciudades y poblaciones de la Sierra un sinnúmero de personas
sin oficio bastante lucrativo, más bien cobardes para la lucha de la
vida, que propiamente vagos. Estos se enrolarían gustosos, con probabi-
lidades de hacer una pequeña fortuna, el día de esta leva colonizadora.
Las adjudicaciones de á 25 ó 50 hectáreas, con apariencia de remune-
ración ó premio á los peones y empleados subalternos de esta empresa, fue
consultada por nosotros al Supremo Gobierno con el objeto de prevenir el
evento de que este camino, por el alto costo que ha de representar, se
quede en el simple trazo, borrable en poco tiempo por la maleza. La faja
de desmontes consiguiente, de un kilómetro de anchura, en toda la ex-
tensión de la línea, y el cúmulo de habitantes de esta zona, determinará
la construcción y conservación, á escote simulado ó por contribución in-
directa, de un camino de capital importancia, sobre un trazo científico…
( T r i a n a, 1907:122)

En un primer momento, el camino representa la posibilidad de


reorganizar la población existente en la altiplanicie, al brindar a los
“labriegos” más pobres la oportunidad de asirse a una porción de
tierra, que en su lugar de habitación empieza a adquirir precios
muy altos. Triana presenta la colonización del Piedemonte como el
horizonte de posibilidad en la cual se daría solución al problema rural,
condición que también se da a nivel urbano, porque el “fomento
del camino” puede servir para atraer a una serie de personas que
viven en la ciudades de la cordillera sin una ocupación fija, que,
aunque no son propiamente “vagos” según el autor, si se empiezan
a percibir como un problema en potencia, pues es necesario ocu-
parlos en algo productivo.
En segundo lugar, el dar tierra a lado y lado del camino a los
“labriegos” y vagos de la región andina, convertidos ahora en “peo-

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 148
nes y empleados subalternos”, se convierte en la estrategia por medio
de la cual se asegura el éxito de la obra a lo largo del tiempo, ya que
estos serían los encargados de hacer el mantenimiento de la vía.
Este trabajo constante y no remunerado deja ver otro aspecto del
pensamiento de Triana, ya que el hecho de dar tierra a la gente
proveniente de los Andes se convierte en un acto a través del cual
se pretende amarrarlos al camino. Así, su trabajo en la conserva-
ción puede ser entendido como el valor o el impuesto que deben
pagar por haber adquirido una parcela. Por lo tanto, esta no es el
pago por su participación en la construcción inicial.
En conclusión, Triana plantea dejar toda la responsabilidad so-
bre el camino en manos de sus vecinos, liberando al gobierno de
cualquier gasto o inversión para mejorarlo. De esta manera pode-
mos decir que él se acoge a una forma de pensamiento habitual en
la historia del país, que cree que la implementación de mejoras
técnicas o la elaboración de obras de infraestructura traen, o son
sinónimas del progreso y la civilización, tal como se puede deducir
de las esperanzadas palabras que escribe para decir: …el camino abri-
ría el campo á la emigración voluntaria de empresas hacia el rico Caquetá
y se establecería el éxodo paulatino y atemperado de la raza cordillerana,
portadora de una civilización estable, hacia la llanura salvaje (Triana,
1907:123).
Este proyecto es el más importante para lograr transformar el
“paisaje” del Piedemonte, pues es él quien da pie a la instauración
de las “colonias agrícolas”. Es el motor del proceso de apropiación
de la amazonía por parte de la nación, posibilita la inmigración de
habitantes de la zona andina y, en definitiva, es el elemento que
podría hacer realidad, lugar el horizonte de existencia posible caracteri-
zado anteriormente. Es una forma de construir en la amazonía un
paisaje nacional.
Sin embargo, en el Informe Oficial presentado al gobierno de la
República, Triana deja de lado algunos de los argumentos presen-
tados en favor de la construcción de un camino, especialmente los

149 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


relacionados con la reorganización de la población de la zona andina,
para dar paso a asuntos netamente económicos, de costos esta vez.
El asunto de promover la migración de labriegos de la “raza
cordillerana” también es abandonado en cierta medida, ahora em-
pieza a tener en cuenta los beneficios que puede traer utilizar a los
indígenas como mano de obra, con el fin de abaratar los costos del
proyecto.
Con estos problemas en mente Triana brinda dos posibles rutas
para construir el camino. La primera partía de Pasto, seguía por los
poblados de Funes y Puerres, luego rodeaba el Cerro del Alcalde
por su costado sur hasta llegar al Ríosucio, por este se pasaba hacia
el Guamués para así llegar a La Sofía. La segunda, a la cual se dio
mayor importancia por diferentes motivos analizados a continua-
ción, partía de Pasto, bordeaba la laguna de La Cocha por el norte
hacia el lugar de San Andrés, en las inmediaciones del Valle de
Sibundoy, y de este bajaba bordeando el río Putumayo hasta San
Vicente, para finalmente ir a dar a La Sofía.
Ante la ruta por Funes, el explorador parece no tener más argu-
mentos que los expuestos en una serie de estadísticas en las que
analiza el costo de la obra, el cual sería de $95.000 en total, con un
promedio de $5.000 por legua de construcción, en contra de los
$145.000 que valdría la ruta por San Andrés, y en la que el prome-
dio por legua era de $6.000. Sin embargo, esta última presenta
alguna ventajas ya que sólo tendría 1180 y 3480 metros de subidas
y bajadas, contra 2220 y 4920 metros respectivamente, que ten-
dría la primera. Por último, la distancia total a la que quedaría
Pasto de La Sofía por Funes era de 44 leguas mientras por San
Andrés era de 38 leguas. Como complemento a las estadísticas,
Triana aduce otro tipo de razones por las cuales es mejor construir
el camino por la vía San Andrés-San Vicente-La Sofía, algunas de
ellas tomadas de las sugerencias que un misionero franciscano con
quien se relacionó en Mocoa le dio, y que se resumen en el prove-
cho que se puede sacar de las maderas del valle de La Cocha y del

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 150
trabajo de los indígenas del Valle de Sibundoy, el cual es visto como
brazos á precio ínfimo (Triana, 1907) 5 .
Además de la mano de obra barata y la madera para utilizar en
las obras, el camino por San Andrés del Putumayo presenta a los
ojos del explorador varios beneficios, cuyo criterio de evaluación se
da a partir de la conceptualización elaborada de los diferentes luga-
res que identificó en el Piedemonte. Es decir, por la existencia de
suelos fértiles, de un clima apto para colonos procedentes de la
zona andina, de la comunicabilidad del Piedemonte y, por último,
de las características de algunos grupos humanos como los indíge-
nas de Santiago y los habitantes de San Francisco Elementos que se
encuentran superpuestos en las razones que utiliza en defensa de
esta ruta, y que encontramos cuando escribe en el Informe oficial
sobre el camino de “Nariño” al puerto de La Sofía, en el río Putumayo
(1906):

Transmontada la cordillera por su mayor depresión, en el Boquerón de


La Cocha, se encuentran fértiles terrenos colonizables.
En primer lugar está el amplio cuenco del lago, á cuatro leguas de la
ciudad, de donde se podrá proveer ésta…de productos agrícolas, ya en-
carecidos; porque los resguardos indígenas de los contornos son
insuficientes.
En segundo lugar está á ocho leguas… el valle de Sibundoy, más am-
plio que el de Pasto, fértil, plano y de dulce clima, á 2.000 [m.s.n.m.],
donde podrá duplicarse el fomento agrícola de esta capital, ocupado por
unos centenares de indígenas, rebeldes al sentido moral.
En tercer lugar… se encuentran la amplia meseta que demora á
las faldas del Patascoy, circundada por el río Guamués, y los valles

5 Ver los cuadros titulados: Perfil deducido para la línea por Funes…; Perfil deducido
para el proyecto por San Andrés de Putumayo y Cuadro comparativo de las cuatro vías. Los
argumentos presentados por el misionero, de quien no se da el nombre, pueden encon-
trarse en: Triana, 1907: 314

151 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


abiertos de los ríos Orito y San Juan, de clima benigno y fresco, á una
altura entre 1.000 y 500 [m.s.n.m.], capaces para una gran colonia
blanca de más de cuarenta mil familias.
En último término está la pampa casi ilimitada, sobre la que el país no
ejercerá posesión mientras no esté en capacidad de llevar á ella millones
de colonos que la nacionalicen.
( T r i a n a, 1907:347)

Finalmente, podemos afirmar que en la ruta sugerida por Triana


al gobierno central, las características de los lugares que identificó
mediante su experiencia de vida en el Piedemonte, son las que deter-
minaron en última instancia la vía escogida. Así, la presencia de
grupos humanos en el valle de Sibundoy, en contraposición a la
meseta del Guamués, independientemente de las diferencias entre
sibundoyes y santiagueños, fue uno de los factores de más peso en
su decisión, pues estos representaban la posibilidad de proveer ali-
mentos y mano de obra durante el período de construcción del
camino. De igual manera, la actitud de los habitantes de Santiago
frente a Triana y la nación, encarnada en la enseñanza escolarizada
y los sacerdotes misioneros, fue otro aspecto importante ya que
significó encontrar en ellos una predisposición favorable para los
intereses del gobierno. Por lo tanto, observamos que los elementos
de juicio existentes en la elección de la ruta por la cual iría el cami-
no, no sólo fueron de tipo económico y/o climático: costos, fertili-
dad del suelo y cualidades de los lugares desde un punto de vista
occidental, respectivamente. También jugó un papel de primera
importancia la representación que el explorador hizo de los habi-
tantes que encontró durante su viaje en la región.

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 152
BIBLIOGRAFÍA

ALZATE , B. (1993). De región a región: los catalanes en la Amazonía. En: Pasado y


Presente del Amazonas: su historia económica y social. Pineda C, R. y Alzate, B. (eds.)
Bogotá: Universidad de los Andes.
AND E RSO N, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión
del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
C A S T R O - G Ó M E Z , S . (1997). Los vecindarios de la Ciudad Letrada. Variaciones
filosóficas sobre un tema de Ángel Rama. En: Ángel Rama y los estudios latinoameri-
canos. Moraña, Mabel. (ed.) Pittsburgh:Universidad de Pittsburgh Instituto Inter-
nacional de Literatura Latinoamericana.
D U NCAN, J . (1989). The Power of Place in Kandy, Sri Lanka: 1780-1980. En: The
power of Place. Bringing Together Geographical and Sociological Imagination. Agnew, J.
y Duncan, J. (eds.). Londres: Unwin Hyman.
DUNCAN, J. (1990). Landscape as a signifying system. En: The City as Text: The Politics
of Landscape in the Kandyan Kingdom. Duncan, J. (ed). Cambridge: Cambridge
University Press.
H I R S C H , E . (1994). Landscape: Between Place and Space. En: The Anthropology of
Landscape. Perspectives of Place and Space. Hirsch, E. y O’Hanlon, M. (eds.) Londres:
Oxford University Press.
J ARAM I L L O , J . ; M O RA, L . y CU BI D E S, F. (1986). Colonización, coca y guerrilla.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
KLOR DE ALVA, J. J . (1995). The Postcolonization of the (Latin) American Experience:
A Reconsideration of ‘Colonialism’, ‘Postcolonialism’, and ‘Mestizaje’”. En: After
Colonialism. Imperial Histories and Postcolonial Displacements. Prakash, G. (ed.)
Princeton: Princeton University Press.
M O NTAL D O , G . (1994). El cuerpo de la patria: espacio, naturaleza y cultura en Bello
y Sarmiento. En: Esplendores y miserias del siglo XIX. Cultura y sociedad en América
Latina. Gónzalez Stephan, B, et. al. (comps.) Caracas: Monte Ávila Editores.
PALACI O S, M . (1983). El Café en Colombia, 1850-1970. Una historia económica, social y
política. Ciudad de México: El Colegio de México, El Áncora Editores.
RAM Í RE Z, M . C. (1994). Frontera fluida entre Andes, Piedemonte y Selva: El caso del Valle
de Sibundoy, siglos XVI-XVIII . Bogotá. Instituto de Cultura Hispánica.
R A M Í R E Z , M . C . (1996). Territorialidad y dualidad en una zona de frontera del
Piedemonte Oriental: El caso del Valle de Sibundoy. En: Frontera y poblamiento:
estudios de historia y antropología de Colombia y el Ecuador. Bogotá: IFEA, SINCHI,
Universidad de los Andes.
SANTO YO , A. (1999). Representaciones de la Amazonía por parte de la élite colombiana en el
contexto de la creación de la nación, 1857-1910. Una aproximación al estudio antropológico
e histórico del paisaje. Monografía de Grado, Departamento de Antropología, Uni-
versidad de los Andes.

153 Revista de Antropología y Arqueología Vol 11 n os 1- 2 1999


SE RRANO , E . D . (1994). El modelo ganadero de la gran hacienda: un paso atrás en el
desarrollo del Caquetá. Florencia, Caquetá: Universidad de la Amazonía-Tercer
Mundo Editores.
TO VAR, B. (1991). El Caquetá: Selva, mito y colonización. En: Imágenes y reflexiones de
la cultura en Colombia. Regiones, ciudades y violencia. Correa. H. y Alonso, R. (eds).
Bogotá: Colcultura.
TRI ANA, M . (1907). Por el Sur de Colombia. Expedición pintoresca y científica al Putumayo.
París: Garnier Hermanos Libreros.
VARIOS (1909). Por el Sur de Colombia. Conceptos. Bogotá: Imprenta Moderna.

ALVARO ANDRÉS SANTOYO

Antropólogo. Investigador independiente. Actualmente adelanta la investigación


sobre las representaciones nacionales de la amazonía colombiana desde 1850
gracias a una beca otorgada por el Ministerio de Cultura. Otras áreas de interés
incluyen la ciudadanía, los estudios subalternos y los movimientos sociales.
E-mail: aa_santoyod @ hotmail.com

Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 154

También podría gustarte