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y futuros de la
amazonía colombiana
La lectura de Miguel Triana en 1907
Resumen
Paisajes presentes y futuros de la a m azonía colom biana Alvaro Andrés Santoyo 118
poder a través del cual se creó y moldeó el pensamiento nacional en
torno a la amazonía. Esta aseveración cobra valor al tener en cuenta
que durante la mayor parte de la historia latinoamericana, y Co-
lombia no es la excepción, la escritura, con su grupo asociado de
letrados como los denominara Ángel Rama, ha jugado un papel
capital en el proceso de ordenación y clasificación que esa élite, con
ideales económicos de corte liberal y señoriales, cuando se trataba
de lo social, hizo tanto de las personas como de la naturaleza exis-
tentes en las repúblicas que comenzaban a gobernar. Ella fue la
encargada, mediante códigos morales, leyes y saberes filosófico-
literarios de legalizar y normativizar la conducta de las personas.
Los letrados, y Miguel Triana fue uno de ellos, tuvieron como
función en los procesos de creación de sociedades y culturas na-
cionales “trazar las fronteras que separaban lo normal de lo pato-
lógico, lo legal de lo ilegal, la civilización de la barbarie” (Castro-
Gómez, 1997:125). En síntesis, crearon una cartografía o anatomía,
la metáfora no importa a pesar de pertenecer a épocas distintas, de
los “males” que aquejaban a los grupos sociales que habitaban el
país a comienzos del x x . Finalmente y usando términos totalmen-
te actuales, podemos entender esa preocupación por clasificar y or-
denar, como el inicio del proceso de creación de subalternidad en
los albores de la nación, de la república supuestamente libre e
igualitaria.
Hablamos de subalternidad (Klor de Alva, 1995: 245) porque
los pueblos y territorios descritos por los exploradores/letrados en
sus relatos, son segregados y subordinados, a partir de una mirada
que mediante el uso de diferentes estrategias retóricas o la invoca-
ción de principios éticos y económicos de lo que el viajero, partien-
do de su experiencia personal, consideraba el “deber ser” de una
sociedad; generalmente, asociado éste con la instauración de la ci-
vilización masculina e ilustrada europea y con el progreso constan-
te, valga la redundancia, de la economía capitalista. Para esta mira-
da, todo lo que se alejaba de ese tipo ideal debía ser objeto de un
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antropólogo británico Eric Hirsch, quien lo concibe como un pro-
ceso cultural en el que constantemente interactúan dos factores, la
experiencia de vida en un espacio que se torna en lugar gracias a su
narración y el horizonte de existencia posible (Hirsch, 1994), términos
que implican, respectivamente, la vivencia cotidiana y la repre-
sentación hacia el futuro que hace quien realiza el relato. De otra
forma, este concepto es relevante no sólo porque permite analizar
de cerca el desenvolvimiento narrativo a través del cual se va cons-
tituyendo el pensamiento nacional sobre la amazonía, sino porque
nos capacita para estudiar y entender las reflexiones de los intelec-
tuales colombianos sobre qué es lo natural y qué lo cultural y cómo
convertir lo primero en lo segundo. Adicionalmente, como plantea
Graciela Montaldo:
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Miguel Triana nos presenta a la cordillera de los Andes como
una frontera por excelencia, lo es natural y culturalmente porque
separa el mundo andino del selvático e impide a las naciones ubica-
das en el primero “disfrutar” los beneficios o “riquezas” del segun-
do. Doblega los esfuerzos de los “pueblos fronterizos” por traspa-
sarla y llegar a sus posesiones orientales, por lo tanto estas últimas
se tornan desconocidas para ellos. Ella, más que una línea divisoria
es una zona de transición, en sus páramos, pantanos, picos y lagu-
nas se van desvaneciendo las características principales de la civili-
zación. Pocos individuos se atreverían a habitar en ella, y quienes
lo hacen son seres marginados que no comparten las normas de la
sociedad. Esto último se puede observar en la respuesta que da
Triana cuando se pregunta: ¿Qué especie de hombre sería el propietario
de gustos excéntricos que, como centinela avanzado de la civilización, colin-
daba en el silencio y soledad del páramo con las ilimitadas tierras de
Oriente? Y contesta:
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el Hombre se encuentra con la naturaleza lo hace con Dios y, de
este, el primero aprenderá como puede llegar a ser civilizado, con-
dición que hasta ahora es equiparable con lograr la paz del alma y
la comunicación directa con Dios, sin necesidad de “ritualidades”
rimbombantes y aparentes.
Otro aspecto interesante en cuanto al proceso civilizatorio en-
contrado en Triana, es la correspondencia que establece entre un
lugar y un estadio de ese proceso y que encontramos en el enuncia-
do, “la inefable paz del alma…sólo bate sus alas en la soledad, tras
la cordillera y el pantano”, porque está dotando a la anterior “pose-
sión oriental, ubérrima en riquezas” materiales para las naciones,
de otra cualidad igualmente importante para ellas, la paz. En lo
anterior podemos observar la forma en que Triana conceptualiza el
paisaje de la amazonía antes de traspasar la cordillera y enfrentarse
con ella, en su percepción predominan los elementos de juicio eco-
nómico y religioso.
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se interna y vive en la selva, es decir, que cambia el punto de vista
desde el cual la estaba caracterizando.
De lo anterior surge un paisaje simple y armónico, representado
en la igualdad de “mil leguas de verdura”, pero portador de un sin
fin de posibilidades para la sociedad nacional. Estando en el inte-
rior de la floresta el ingeniero se deleita describiendo los árboles, el
suelo y el aire, elementos que sirven para hacer un diagnóstico de
las condiciones que brinda el lugar a la sociedad y a los diferentes
seres humanos que habitan y podrían habitar en él. Así, Triana escri-
be en su Diario de viaje, que termina siendo su libro, lo siguiente:
…ellos son los poderosos, son ellos los conquistadores, ellos son los sa-
bios; porque la lucha fisiológica les dio corazón fuerte, músculo recio y
voluntad de acero. Bajo la apariencia sufrida y humilde del indio de
la altiplanicie, se oculta la energía paciente, señora del mundo, la que
esclaviza la tierra y funda la industria, para mediante ella convertir
en sus tributarios á los amantes del oro engañoso.
( T r i a n a, 1907:58)
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fuerte y músculo recio”, espiritualmente es poseedor de una “vo-
luntad de acero” y de la “energía…que esclaviza la tierra y funda la
industria”, elementos que lo hacen el sujeto ideal para depositar en
él el futuro de las “colonias” y, por medio de ellas, instaurar la
“industria” y la civilización en la planicie del Guamués en particu-
lar, y el Piedemonte amazónico en general.
Esta representación del indígena es interesante, ya que deja ver
el elemento de juicio a través del cual el autor establece una
clasificación de los seres humanos, así, la fisiología es la encargada
de decir quién es apto para qué, al establecer relaciones entre las
características físicas de los individuos, la altitud geográfica, la ca-
pacidad para el trabajo y la creación de una sociedad civilizada, de
esta forma se explica el deseo de llevar gente de la cordillera y el
altiplano. El papel de los enunciados fisiológicos en la definición
de los seres humanos es más evidente cuando el explorador escribe:
3 Las cifras fueron tomadas del cuadro no 1, titulado, Composición porcentual del valor
de las exportaciones colombianas, 1834/5-1910 elaborado por Marco Palacios (1983).
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De otra manera, encontramos en la lectura a través de la cual
Triana va creando el paisaje, una percepción del lugar en la que se
mezclan juicios estéticos y económicos, que terminan calificándolo
como “sublime, grandioso y fuente de todas las riquezas”, al tiem-
po que en él no habita ser humano alguno. El horizonte de posibili-
dad es dominado por los enunciados económicos y fisiológicos, y se
caracterizaría por la instauración de las llamadas “colonias agríco-
las” como medio de apropiación, por parte de la sociedad nacional,
de la planicie.
Los senderos del Guineo y el Limón, sendos puertos fluviales, los más
avanzados de las dos grandes aortas de la llanura oriental, hacen su
cruzamiento en las primeras faldas de la cordillera, á cuatro leguas
próximamente de uno y otro embarcadero. !Qué situación la de esta
planicie tan propicia para una colonia agrícola! Distante tres leguas
de Mocoa, centro de recursos, los cuales hoy han desaparecido por la
decadencia consiguiente al sosiego industrial del territorio; de terreno
bajo, plano y seco, aunque rico en corrientes; rodeada de una numero-
sa parcialidad de indígenas inteligentes y robustos; de clima sano y
apropiado á una gran variedad de cultivos remuneradores; en comu-
nicación inmediata con Nariño por el sendero ya colonizado de Mocoa
y Sibundoy, con el Tolima por el río Caquetá, el Orteguaza y el cami-
no de Florencia, y con el Grande Amazonas por sus dos robustos bra-
zos, el Caquetá y el Putumayo, con los cuales este “Padre de las na-
ciones americanas” impone su poderosa providencia sobre la patria
colombiana.
( T r i a n a, 1907:304)
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Como ya se mencionó, las cualidades de los habitantes del
Piedemonte reseñadas por el autor, son producto del interés que
este ve en ellos por la patria, las cuales se definen en el pensamiento
del explorador por dos características. La primera, la preocupación
o curiosidad que demuestran ante proyectos económicos como la
construcción del camino que los comunicaría con Pasto, del cual
Triana es el encargado de proponer el trazado y la segunda, el deseo
por conocer cómo es y dónde queda ubicada la capital de la repú-
blica, al igual que el tamaño del territorio gobernado en ese enton-
ces por Rafael Reyes. Estos elementos van a ser así mismo una
crítica a los pobladores de algunas ciudades, Pasto específicamente,
que muestran poco conocimiento e interés por el pabellón nacional
y los proyectos del gobierno central. Ese comportamiento “patrió-
tico” es presentado por el autor en su texto al referirse, entre otros,
a los indígenas sionas del Putumayo, de quienes escribe:
Los indios de San José, por ejemplo, se han dado mejor cuenta de
nuestra misión que los del valle de Atris y han procedido, en conse-
cuencia, más patrióticamente que muchos señores de categoría en Pas-
to. Manifiestan también una curiosidad muy racional, en cuanto á
las circunstancias del camino… Se consideran más colombianos en su
deseo de conocer cómo es la capital de la República y en el lujo del
pabellón nacional, que muchos hijos de ciudades que ignoran dónde
queda Bogotá y á quienes es preciso conminar para que adornen los
frentes de sus casas el día del natalicio de la patria.
( T r i a n a, 1907:274)
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indígenas, e incluso llegar a enseñarles de forma fácil y apropiada el
conocimiento de otras lenguas y todo lo que con éstas se ha logrado expresar,
en orden á ideas trascendentales: la filosofía de las ciencias, los preceptos de
la moral, las autos (Triana, 1907:238).
Estas asignaturas y temas, sugieren una de las formas en que el
gobierno nacional pretende o debe ejercer la soberanía y crear una
conciencia nacional en los pobladores de regiones de frontera como
la amazonía. Mediante el estudio de la geografía se impartiría una
noción del territorio de la república y de las características de cada
región; la lectura era el instrumento a través del cual se podían
enseñar “la filosofía de la ciencia, los preceptos de la moral, etc.”
que pretendían ser iguales en todo el país; y la aritmética era la
base para ingresar en el mundo de la economía monetizada que
implicaban las “colonias agrícolas”.
Los dos primero rasgos son aún más importantes, porque sir-
ven para empezar a crear o introducir en la mente de los indígenas,
la conciencia necesaria para hacerlos partícipes de lo que Benedict
Anderson denomina Comunidad Imaginada (Anderson, 1993) ya que
la enseñanza de la geografía tiene la capacidad de mostrar y dar a
conocer a un grupo humano determinado, otros grupos a los cuales
no va a conocer, pero con los que comparte unas creencias cultura-
les comunes, que, en el caso indígena, van a ser impartidas por la
lectura. Es así como estos elementos pueden provocar un senti-
miento de comunidad entre los diferentes pueblos que conforman
la república. Como corolario podemos decir que la educación pro-
puesta por Triana era un medio de colonizar la imaginación, o el
imaginario, al tratar de cambiar la cosmovisión indígena por otra
en la cual el mundo se amplía hasta los límites de la nación, y las
pautas de comportamiento van a ser redefinidas en función de las
que creen pertinentes los encargados de efectuar la enseñanza. En
síntesis, las “tribus bárbaras” serían objeto de un cambio a nivel
ontológico, en cuanto se pretende modificar su subjetividad y su
condición existencial.
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Observamos aquí un nuevo rasgo del horizonte de posibilidad.
Ahora, se añade al modelo de colonización presentado la figura la
hacienda ganadera, que encuentra su justificación en la posibilidad
de lograr beneficios económicos importantes por medio de la ex-
portación de su producción hacia el corazón de la cuenca amazónica
y que en los años posteriores va a marcar el desarrollo de la amazonía.4
Este nuevo elemento nos ayuda a discernir mejor la forma de te-
nencia de la tierra, ordenamiento espacial que propone Triana, la
cual podemos resumir como la implantación del mismo paisaje
existente en la región andina, donde predominan los latifundios
con sus respectivas relaciones sociales entre el señor latifundista,
los jornaleros, aparceros, etc., esto, independientemente de que el
autor plantee la posibilidad de “rápida riqueza” para “los capitales
grandes y pequeños”, pues, ¿quiénes tenían ese capital? Los indí-
genas no, tampoco el campesino convertido en colono, estos sólo
tenían su trabajo. De esta manera, y como se mencionó anterior-
mente, la igualdad en las “colonias y haciendas” no es social ni eco-
nómica; tiende al comportamiento, a las maneras de conducción de
los individuos, a la adopción de la norma legal y cultural.
El horizonte de existencia posible visualizado por el explorador para
la región comprendida entre los embarcaderos de el Limón y Guineo,
se caracteriza por la reproducción del sistema productivo agrícola
existente en los Andes, y por la necesidad de crear una conciencia
nacional que sirva para facilitar al Estado el ejercicio de la sobera-
nía, no sólo sobre el territorio amazónico, también sobre los indivi-
duos que allí habitaban. De esta forma, el tipo de educación pro-
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su riqueza: se goza de una sorpresa gratísima al contemplarlo y se
maravilla el hombre de algún criterio económico al considerar inmedia-
tamente, cómo ha podido conservarse esta riqueza ignorada y como des-
deñada por la industria, á ocho leguas distante de una ciudad, de tan
laboriosos habitantes, como Pasto.
( T r i a n a, 1907:320-321) .
Esta vez los enunciados que sirven para dar cuenta de su expe-
riencia de vida en la amazonía están relacionados con la disposición
y características del terreno. Al pensar en su “formación, amplitud
e importancia”, Triana está evaluando el lugar desde el campo de la
geografía física, siendo esta la que determina la riqueza y relevan-
cia del valle para el Piedemonte. De esta forma, podemos decir que
esta conceptualización se genera al ser pensado como un punto es-
tratégico para el proceso de colonización, aún más cuando el autor,
ese “hombre de algún criterio económico” se maravilla y pregunta,
¿cómo ha podido conservarse esta riqueza ignorada y como desdeñada por
la industria, si posee una extensión y un suelo plano que lo asemejan
a la sabana de Bogotá, asiento de la capital de la república, y se
encuentra tan cerca de la ciudad de Pasto?
Esta condición que perturba y fascina al explorador, es impor-
tante porque hace del valle un posible punto de avance de la civili-
zación hacia la “región Oriental”, por lo tanto, el centro de enlace
entre los pobladores de la cordillera y las “colonias agrícolas y ha-
ciendas ganaderas” que existirían en la planicie del Guamués y en
la zona comprendida entre los embarcaderos de el Limón y el
Guineo, principalmente.
Aunque en el horizonte de posibilidad el valle es visto como un
punto de unión que, además de ser importante desde el punto de
vista estratégico para promover la migración de campesinos prove-
nientes de la región Andina hacia la amazonía, posee suelos ricos
para el establecimiento de una industria estable y un poblado du-
radero, con una vida social propia independiente del flujo
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tanto como para calificarlos de sufrir una “paralización mental”.
Tal carencia significa una incapacidad para recibir y ser partícipes
de la civilización o de las normas sociales, culturales y legales de la
nación. Podemos decir que el explorador no encuentra en ellos el
mínimo de potencial o aptitud para el cambio que está proponiendo
con la fundación de “colonias agrícolas” y caminos de migración.
Junto a su falta de receptividad, el autor señala otros rasgos que
le sirven para vituperar la organización social y las costumbres de
los sibundoyes, tal como lo son la falta de higiene, la supervivencia de
hechiceros, médicos, brujos, envenenadores y la tendencia al suicidio, todo
lo cual lo lleva a plantear su pronta desaparición. No obstante,
estas características son el síntoma de un mal mayor relacionado
con la actitud ante la vida, a saber, “el apego a la costumbre” que
resume Triana al anotar, como están en este momento, así quieren
seguir siendo indefinidamente. Para ellos el ideal es la quietud (Triana,
1907:325). A este se contrapone el deseo por el cambio de indíge-
nas como los sionas y santiagueños especialmente.
De esta forma, podemos plantear que el explorador atribuye
a los pobladores de Sibundoy una forma de entender y actuar en el
mundo de orden diferente a la de grupos como los sionas y los
santiagueños, que niega toda posibilidad a la transformación de
las costumbres y, por ende, tratar de introducirlos en un proceso
educativo con el fin de “nacionalizarlos” sería simplemente una
perdida de tiempo, tal como se puede deducir de las últimas pa-
labras escritas sobre ellos: …los sibundoyes constituyen una tribu de
bárbaros completamente distinta de las que la rodean… que seguramente se
extinguirá antes de que la luz de una nueva idea la ilumine. (Triana,
1907:329).
Con esta sentencia en mente Triana llega a Santiago, de su expe-
riencia cotidiana aquí, recupera la confianza en los pobladores del
Piedemonte y vuelve a ver en ellos aptitudes para la civilización.
Esta vez, inspiradas en el deseo e inclinación que muestran los
santiagueños por el cambio, representado por la existencia de una
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sentimos tan tierna emoción, que pedimos al cielo conservara á este pueblo la
simplicidad poética de sus costumbres.
En esta última frase encontramos la razón de la admiración que
lleva a Triana a pedir prácticamente la conjunción entre el horizonte
de existencia y el lugar, para que éste no sea transformado con el
tiempo. En este momento el enunciado estético, poético, es más fuerte
en su pensamiento que los deseos de nacionalizar a todos los habi-
tantes del Piedemonte, incorporándolos al sistema económico y
social propuesto, es decir, las “colonias agrícolas”. Visualiza en el
horizonte de posibilidad la convivencia entre dos tipos de sociedades;
una, en proceso de modernización económica y social y otra que se
presentaría como reducto de un estadio social inferior, pero que
merece no sufrir el proceso avasallador de la primera, pues la “pu-
reza y simplicidad de sus costumbres” y de su organización social
se vería trastocada, generando que al incluirlas en el régimen indivi-
dualista europeo, se trastornen sus nociones de la vida social, lo cual provo-
caría su embrutecimiento y degeneración moral (Triana, 1907:335).
Encontramos en estos últimos planes del explorador una para-
doja o ambivalencia, ya que por un momento son más importantes
los enunciados estéticos, que hasta ahora venían siendo puestos en
segundo plano dando prioridad a los fisiológicos, patrióticos, eco-
nómicos y educativos. Parece ceder en su ideal de instaurar colo-
nias con un sistema educativo que asegure la soberanía del Estado,
la creación de una conciencia nacional y la modernización econó-
mica y social del Piedemonte. Sin embargo, esta “poética de las
costumbres” de los santiagueños puede ser interpretada de otra for-
ma, no como la preservación de una sociedad tradicional sino como
el tipo ideal de sociedad indígena que quiere Triana, así, la “edu-
cación indígena” tendría como finalidad última hacer de las dife-
rentes “tribus bárbaras” de la región portadoras de unas costum-
bres y un pensamiento similar al de los indígenas de Santiago, ya
que estos son partidarios del cambio, “del cruzamiento con los
blancos, inteligentes, trabajadores”, las mujeres “laboriosas, fieles
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relato que, además, pretende ser un aporte a “la sociología colom-
biana”, al describir las costumbres de los habitantes de la región.
Sin embargo, mediante el proceso de creación del paisaje expuesto
en el apartado anterior, el autor instaura otra frontera, presente y
futura, que se convierte en una referencia pero que no es traspasada
por él, lugar del cual sólo se conoce lo que cuentan los habitantes
de la región; al que no llegará rápidamente la influencia de la socie-
dad nacional, pues primero tendría que establecerse firmemente en
el Piedemonte, así, la llanura amazónica colombiana aún no puede
ser colonizada.
El establecimiento de esta última como una nueva frontera de
la civilización, puede ser deducido de las palabras que escribe Triana
al iniciar su regreso a Pasto y dar la espalda a la extensa planicie
que se abre hacia el oriente, todo esto, en el embarcadero de San
José sobre el río Putumayo. En ellas encontramos los límites del
pensamiento y de su construcción del paisaje, ya que el autor es
incapaz de emitir juicios que provengan de su experiencia, y da por
sentado lo que le dicen, por lo tanto perpetúa sin poner en duda
algunos imaginarios. El único filtro que aplica parece ser lo que
encontró en su viaje hasta el poblado siona y el auge que tuvieron
las ciudades de la amazonía brasileña en la época de la explotación
cauchera y quinera, que llevó a Manaos y a Belén del Pará a un
período de florecimiento sin igual. De esta forma Triana escribió:
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indígenas, mediante el sistema educativo, un sentimiento de per-
tenencia hacia Colombia; por otro lado, la promoción de la migra-
ción de habitantes de los Andes hacia la amazonía, al igual que la
construcción de caminos y “colonias agrícolas” también pueden ser
entendidas en el marco del ejercicio de la soberanía.
Es por todo lo anterior que la planicie se presenta como una
nueva frontera para la nación colombiana, en cuanto representa un
problema de soberanía sobre la tierra y los habitantes de la región,
aún más cuando las propuestas esbozadas por el autor, están rela-
cionadas con la colonización del Piedemonte como una primera
etapa de apropiación de la “región oriental”, dejando la llanura
comprendida por los ríos Caqueta y Putumayo para una segunda
etapa, es decir, a la espera, tal como lo deja ver al escribir: En último
término está la pampa casi ilimitada, sobre la que el país no ejercerá pose-
sión mientras no esté en capacidad de llevar á ella millones de colonos que
la nacionalicen (Triana, 1907).
I V. E L C A M I N O D E L S U R :
EL GRAN PROYECTO COLON I ZADOR
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nes y empleados subalternos”, se convierte en la estrategia por medio
de la cual se asegura el éxito de la obra a lo largo del tiempo, ya que
estos serían los encargados de hacer el mantenimiento de la vía.
Este trabajo constante y no remunerado deja ver otro aspecto del
pensamiento de Triana, ya que el hecho de dar tierra a la gente
proveniente de los Andes se convierte en un acto a través del cual
se pretende amarrarlos al camino. Así, su trabajo en la conserva-
ción puede ser entendido como el valor o el impuesto que deben
pagar por haber adquirido una parcela. Por lo tanto, esta no es el
pago por su participación en la construcción inicial.
En conclusión, Triana plantea dejar toda la responsabilidad so-
bre el camino en manos de sus vecinos, liberando al gobierno de
cualquier gasto o inversión para mejorarlo. De esta manera pode-
mos decir que él se acoge a una forma de pensamiento habitual en
la historia del país, que cree que la implementación de mejoras
técnicas o la elaboración de obras de infraestructura traen, o son
sinónimas del progreso y la civilización, tal como se puede deducir
de las esperanzadas palabras que escribe para decir: …el camino abri-
ría el campo á la emigración voluntaria de empresas hacia el rico Caquetá
y se establecería el éxodo paulatino y atemperado de la raza cordillerana,
portadora de una civilización estable, hacia la llanura salvaje (Triana,
1907:123).
Este proyecto es el más importante para lograr transformar el
“paisaje” del Piedemonte, pues es él quien da pie a la instauración
de las “colonias agrícolas”. Es el motor del proceso de apropiación
de la amazonía por parte de la nación, posibilita la inmigración de
habitantes de la zona andina y, en definitiva, es el elemento que
podría hacer realidad, lugar el horizonte de existencia posible caracteri-
zado anteriormente. Es una forma de construir en la amazonía un
paisaje nacional.
Sin embargo, en el Informe Oficial presentado al gobierno de la
República, Triana deja de lado algunos de los argumentos presen-
tados en favor de la construcción de un camino, especialmente los
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trabajo de los indígenas del Valle de Sibundoy, el cual es visto como
brazos á precio ínfimo (Triana, 1907) 5 .
Además de la mano de obra barata y la madera para utilizar en
las obras, el camino por San Andrés del Putumayo presenta a los
ojos del explorador varios beneficios, cuyo criterio de evaluación se
da a partir de la conceptualización elaborada de los diferentes luga-
res que identificó en el Piedemonte. Es decir, por la existencia de
suelos fértiles, de un clima apto para colonos procedentes de la
zona andina, de la comunicabilidad del Piedemonte y, por último,
de las características de algunos grupos humanos como los indíge-
nas de Santiago y los habitantes de San Francisco Elementos que se
encuentran superpuestos en las razones que utiliza en defensa de
esta ruta, y que encontramos cuando escribe en el Informe oficial
sobre el camino de “Nariño” al puerto de La Sofía, en el río Putumayo
(1906):
5 Ver los cuadros titulados: Perfil deducido para la línea por Funes…; Perfil deducido
para el proyecto por San Andrés de Putumayo y Cuadro comparativo de las cuatro vías. Los
argumentos presentados por el misionero, de quien no se da el nombre, pueden encon-
trarse en: Triana, 1907: 314
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BIBLIOGRAFÍA
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