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Erik H. Erikson (Alemania 1902- EEUU 1994) fue artista y psicoanalista graduado del Instituto Psicoanalítico de
Viena. Allí ejerció como analista de niños bajo la supervisión de Anna Freud. Luego se trasladó a Estados Unidos
de América realizando su trabajo clínico e intelectual en la Clínica
Psicológica de Harvard. Según él mismo comenta, su forma de pensar
al sujeto fue muy influenciado por antropólogos con los que
intercambió ideas, como Gregory Bateson y Margaret Mead.Fue
durante este período de su vida cuando realizó sus famosos estudios
sobre la vida moderna de los indígenas Lakota y el Yurok.
En 1950escribió “Childhood and Society” (Infancia y Sociedad), libro
que contiene artículos de sus elaboraciones sobre la identidad
norteamericana, el análisis de Máximo Gorki y de Adolf Hitler.
Los bebés humanos dependen de otras personas para conservar la vida durante mucho más tiempo que las crías
de otros mamíferos. ¿Cómo llegan a tener confianza en que sus necesidades serán cubiertas? Según Erikson la
clave se encuentra en las experiencias tempranas con la madre u otros responsables de la crianza.
Se trata del segundo período del desarrollo psicosocial, según Erikson, va de los 18 meses hasta los tres años
aproximadamente. En esta etapa el niño pasa de tener un control externo a un control interno. El entrenamiento
de los esfínteres constituye un paso importante hacia la autonomía y la autocontrol. Lo mismo sucede con el
lenguaje, a medida que los niños comprueban que pueden ser comprendidos en sus deseos, ganan
independencia (Papaplia, 2012).
Según Erikson, una libertad ilimitada no es segura ni saludable, por lo tanto necesariamente surgen la vergüenza
y la duda. Los niños de esta edad necesitan que se establezcan los límites claramente, y las emociones de
vergüenza y duda sobre sus propias conductas y capacidades, demuestran el comienzo de la formación de ciertos
límites internos.
En relación a esta etapa del desarrollo psicosocial, Papalia (2012) describe los “terribles dos años” como aquella
fase en que el niño manifiesta el impulso de ser autónomo intensamente. Los niños en esta fase, deben poner a
prueba su individualidad, recientemente adquirida y su control y poder sobre el mundo. Este impulso a ejercer
su capacidad de toma de decisiones y prueba de sus ideas, puede, en algunos casos manifestarse como
negativismo, resistiéndose permanentemente a la autoridad. Este negativismo tiene su pico máximo alrededor
de los tres años y puede continuar disminuyendo hasta los seis.
En estudios sobre las formas de respuesta a estas conductas por parte de los adultos, se comprobó que cuando
las madres ofrecían razones y explicaciones de sus demandas y hacían compromisos o pactos con los niños, éstos
mostraron mayores niveles de comprensión emocional, competencia social y desarrollo temprano de la
conciencia a los tres años, que en los casos en que las madres los amenazaban, se burlaban o se daban por
vencidas (Laible y Thompson, 2002).
3. INICIATIVA versus CULPA
La tercera etapa por la que atraviesan los niños de entre los tres y los seis años, es la que se refiere al
atravesamiento de la crisis entre la iniciativa y la culpa. Este conflicto surge del progresivo incremento del sentido
del propósito del niño, que hace que cada vez tenga más planes y realice actividades en forma independiente, y
los remordimientos de conciencia también crecientes. En otras palabras, los niños en la etapa del jardín de
infantes cada vez pueden realizar más actividades y desean explorar y jugar constantemente, pero ya tienen
registro de que algunas de esas conductas no gozan de aprobación social.
La “virtud” que el niño alcanza al resolver esta crisis, el autor mencionado la llama dirección y propósito. Sostiene
que en ningún otro período el niño está tan dispuesto a aprender tan rápida y ávidamente, compartir las
obligaciones y las actividades. Por un lado desarrolla gradualmente el sentimiento de responsabilidad moral y,
por otro, es capaz de actuar cooperativamente con otros niños con el propósito de construir y planear,
aprovechar a sus maestros e identificarse con sus progenitores.
La cuarta etapa es la etapa de latencia freudiana, el niño en edad escolar, de seis hasta la pubertad, once u doce
años. Aquí la tarea es desarrollar una capacidad para la industria, en el sentido de la producción, evitando un
excesivo sentido de inferioridad. Los niños deben "domesticar la imaginación" y dedicarse a la educación y al
aprendizaje de las habilidades sociales de su sociedad requiere de ellos.
Los que sufren de dichos "complejos de inferioridad" pueden desarrollar una inercia que los lleva a no seguir
intentando aquello en lo que fracasaron, lo cual los puede afectar en muchos aspectos de su personalidad y
durante toda su vida.
Por último, siguiendo a Erikson, si se alcanza el equilibrio adecuado entre la industria y la inferioridad, entre la
capacidad productiva y la superación de las frustraciones que afectan su autoestima, el niño desarrollará la
“virtud” de la competencia, en el sentido de ser competente y tener conciencia de ello.
Erikson concluye la descripción de esta etapa en “Infancia y Sociedad” (1950) de la siguiente manera:
Bibliografía