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© Déborah Danowski
® Eduardo Viveiros de Castro
® Caja Negra Editora, 2019
PATRIA A M A D A
FUNDApXO
BIBLIOTECA NACIONAL
MINISTERIO DA
CIDADANIA
BRASIL
Dirección Editorial:
Diego Esteras / EzequieL Fanego
Producción: Malena Rey
Diseño de Colección: Consuelo Parga
Maquetación: Julián Fernández Mouján
Corrección: Renata Prati
DÉBORAH DANOWSKI
EDUARDO VIVEIROS DE CASTRO
¿H A Y M U N D O POR V EN IR ?
13 Agradecimientos
15 Prefacio a la segunda edición
19 Prefacio a la presente edición
-
13
El primer esbozo de este texto fue una exposición oral he
-
cha el 21 de diciembre de 2012 (el día del Fin del Mundo,
según un supuesto "calendario maya") en la Universidad
de Toulouse-Le Mirail, por invitación del Équipe de Recher-
che sur les Rationalités Philosophiques et les Savoirs ( e r r a -
p h i s ) y, algunas semanas más tarde, en un seminario del
-Ll-
1. No podemos dejar de mencionar algunos estudios divulgados en los últi
mos años, que tuvieron gran impacto en la comunidad científica y también
en la opinión pública: el artículo de Richard E. Zeebe, Andy Ridgwell y Ja
mes C. Zachos "Anthropogenic carbón release rate unprecedented during
the past 66 million years" (Nature Geoscience, n” 9, 2016), que concluye,
por medio de una nueva metodología de cálculo, que la velocidad del
aumento de la emisión antropogénica de carbono no tiene precedentes en
los últimos 66 millones de años; el artículo de James Hansen et. al., "Ice
melt, sea level rise and superstorms: Evidence from paleoclimate data, cli-
mate modeling, and modern observations that 2 °C global warming could
be dangerous" (Atmos. Chem. Phys., n° 16, 2016), una estimación de los
probables efectos futuros del aumento en el derretimiento del hielo de la
Antártida y de Groenlandia; la reversión de la situación del área ocupada
por el hielo marino en la Antártida, que parece haber entrado en una ten
dencia de declive (lo que ya venía sucediendo en el Ártico hace algunas
décadas), como señala una noticia del National Snow and Ice Data Center
( n s id c ) de noviembre de 2016 (nsdic.org) comentada por Alexandre Araújo
" \x 7
And what rough beast, its hour come round and last,
Slouches towards Bethlehem to be born?
W.B. Yeats
5. Rob Nixon, Slow Violence and the Environmentalism of the Poor, Cam
bridge, Harvard University Press, 2011, y también Isabelle Stengers, En
tiempos de catástrofes. Cómo resistir a la barbarie que viene, Buenos Aires,
Futuro Anterior/Ned, 2017.
6. Por acabar "a su modo", entiéndase demoler los conceptos de mundo elabora
dos por la filosofía moderna, de Kant a Derrida y más allá; ver Sean Gastón, The
Concept of Worldfrom Kant to Derrida, Londres, Rowman & Litterfield, 2013.
D
A
N
0 atmósfera terrestre, en un verdadero e inaudito proceso
s de "transdescendencia" Nos creíamos destinados al vasto
i< océano sideral y henos aquí de vuelta rechazados en el
1 puerto del que partimos...
/ Las distopías proliferan; y un cierto pánico perplejo
(peyorativamente tildado de "catastrofismo"), cuando no
j un entusiasmo algo macabro (recientemente popularizado
y bajo el nombre de "aceleracionismo"), parece sobrevolar el
E ' espíritu del tiempo. De repente, el famoso no future del
1 movimiento punlc se ve revitalizado -si es este el término
q que conviene-, a la vez que reemergen profundas inquie-
s tudes de dimensiones comparables a las presentes, como
aquellas suscitadas por la carrera nuclear de los años -no
tan distantes- de la Guerra Fría. Por ello, resulta imposi
ble no recordar la conclusión seca y sombría de Günther
Anders, en un texto capital sobre la "metamorfosis meta
física" de la humanidad después de Hiroshima y Nagasaki:
S3 "La ausencia de futuro ya comenzó".7
Ese futuro-que-acabó llegó, una vez más, lo que sugiere
que tal vez nunca haya cesado de comenzar: ¿en el Neolíti
co?, ¿en la Revolución Industrial?, ¿a partir de la Segunda
Guerra Mundial? Si la amenaza de la crisis climática es me
nos espectacular que la dé los tiempos del peligro nuclear
(que no dejó de existir, cabe resaltar), su ontología es más
compleja, en lo que respecta a las conexiones tanto con la
agencia humana como con su paradójico cronotopo.8 Su ad
venimiento recibió "nuestro" nombre, Antropoceno, desig
nación propuesta por Paul Crutzen y Eugene Stoermer para
-29-
un presente sin porvenir, un presente pasivo, portador de
un lcarma geofísico cuya anulación está enteramente fuera
de nuestro alcance, lo cual hace más urgente e imperativa la
tarea de mitigarlo: "La revolución ya sucedió... los eventos
con que tenemos que lidiar no están en el futuro, sino en
gran parte en el pasado [...] sea lo que sea que hagamos, la
amenaza permanecerá con nosotros por siglos, o milenios".16
-31-
pueblos indígenas del mundo hasta Melancolía, el film de
Lars von Trier (2 0 1 1), y La carretera, la novela de Cor-
mac McCarthy (2006), pasando por la extensa tradición
mítico-literaria occidental sobre el tema del pays gaste,
la tierra devastada,18 sin olvidar la vitalidad persistente,
si no incluso creciente, de ese género "menor" que es la
ficción científica. La conocida frase de Jorge Luis Bor-
ges, que clasificaba a la metafísica como una rama de la
G A IA Y A N T H R O P O S
3. Sean Gastón, The Concept of World from Kant to Derrida, op. cit.
4. Sobre los nueve parámetros, ver Johan Rockstrom et al., "A safe opera-
ting space for humanity", Nature, n° 461, pp. 472-475, 2009, disponible en
nature.com. Los autores publicaron posteriormente una segunda versión,
§ La acidificación de los océanos ha sido frecuentemente nom
brada como el hermano gemelo de los cambios climáticos, por
compartir con estos últimos las mismas causas y por ser com
parablemente grave para la vida futura en el planeta. Es impor
tante subrayar que los límites propuestos por Rockstróm y sus
colegas tienen un carácter experimental; no había (no sabemos
si eso cambió), entre los propios científicos que participaron
del estudio, una completa seguridad acerca de la cuantifícación
de algunos de los parámetros analizados. Para tener u n a no
ción de la discusión en curso, véanse, por ejemplo, el artículo de
Anthony D. Barnosky et al. ("Approaching a state shift in Ear-
th's biosphere", Nature, n° 486, 2012), que refuerza la idea de
un abrupto punto de viraje (tipping point) de la atmósfera te
rrestre, y el de Barry W. Brook et al. ("Does the terrestrial bios
phere have planetary tipping points?", Trends in Ecology & Evo-
lution, 2013), que cuestiona la existencia del tal tipping point
en el caso específico de la pérdida de la biodiversidad. Para un
serio y estimulante intento de relectura crítico-optimista (los
autores parecen creer en la posibilidad de un "buen Antropo
ceno") del tema de los límites planetarios desde el punto de
vista de los saberes antropológicos (lato sensu), ver el artículo
de Gilsi Pálsson et al. ("Reconceptualizing the 'Anthropos' in
the Anthropocene: Integrating the social sciences and huma-
nities in global environmental change research", Environmen-
tal Science & Policy, n° 28, 2013, disponible en sciencedirect.
com), quienes reivindican la urgencia de una consideración de
la competencia propia de las ciencias humanas en general (de
aquello que en inglés llaman, utilizando u n hesitante conector,
the humanities and the social sciences) para el enfrentamiento
teórico y práctico de la catástrofe ambiental. La "naturaleza"
o "ambiente", en suma, sería algo demasiado serio para ser
-37-
(lo cual, quisiéramos advertir, no es necesariamente una pre
visión optimista). No nos entusiasma demasiado, sin embargo,
el cliché crítico que funciona como leitmotiv en el texto de
Pálsson et al: "es importante historizar y contextualizar las
afirmaciones sobre límites y fronteras" (ibíd., p. 7). Pero eso
es evidente... incluso es imperativo; siempre que no nos lleve
a la desesperanzadora conclusión, más o menos subrepticia, de
que "límites y fronteras" son otra "construcción social". Otra
advertencia fundamentalmente sensata que encontramos en el
texto y que merece un comentario semejante es, por ejemplo:
7. Ver Dady Chery, "Antarctica's Accelerating Ice Collapse", Climate & Capi-
tálism, 19 de mayo de 2014, disponible en climateandcapitalism.com. John
Abraham, "Global warming and the vulnerability of Greenland's ice sheet",
Skeptikal Science, 30 de mayo de 2014, disponible en skepticalscience.com;
y Andrew Freedman, "Are We Totally Screwed? What Antarctica's 'Collapsing'
Ice Sheet Means for Us", Masháble, 20 de mayo de 2014, disponible en
mashable.com.
Estamos, en suma, prestos a entrar -o ya entramos, y
esta misma incerteza ilustra la experiencia de un caos tem
poral- en un régimen del Sistema Tierra que es completa
mente diferente a todo lo que conocemos. El futuro próximo
en la escala de algunas pocas décadas, no solo se vuelve
imprevisible, sino también inimaginable por fuera del mar
co de la ficción científica o de las escatologías mesiánicas.
Existen varios iconos impresionantes de ese fenóme
no de aceleración de las alteraciones ambientales en una
tasa perceptible en el intervalo de una o dos generaciones
humanas, como los gráficos en forma de palo de hockey
que muestran el aumento vertiginoso de diversos paráme
tros críticos -temperaturas medias globales, crecimiento
poblacional, consumo de energía per cápita, tasa de extin
ción de especies, etc.- a partir de finales del siglo XIX, o
como la curva de ICeeling, que describe la evolución de la
tasa de concentración de co2 en la atmósfera desde 1960,
la cual alcanzó por primera vez la marca de 400 ppm el día
9 de mayo de 2013.9 Por lo tanto, no se trata únicamente
de la magnitud de los cambios en relación a algún valor de
referencia (por ejemplo, los 280 ppm de co2 de antes de la
Revolución Industrial), sino de su aceleración creciente;
esto es, la intensificación de la variación, y la consecuente
pérdida de cualquier valor de referencia.
13. Ver 3ames Hansen, Makilco Sato y Reto Ruedi, "The New Climate Dice:
Public Perception of Climate Change", Science Briefs, NASA/Goddard Insti-
tute for Space Studies,. 2012, disponible en giss.nasa.gov/research/brie-
fs/hansen_17.
14. "De tanto en tanto [...], la naturaleza decide darle un buen puntapié
a la bestia del clima. Y la fiera responde, como las fieras acostumbran
hacerlo, de manera violenta y un tanto imprevisible"; Wallace Broecker y
Robert ICunzig, Fixing Climate. The Story of Climate Science and How to Stop
Global Warming, Londres, Profile, 2008, p. 122. Ver también cómo Dipesh
Chakrabarty retoma ese pasaje en su contribución a Émilie Hache (ed.), De
l'univers clos au monde infini, Bellevaux, Dehors, 2014.
LLEGADA AL FIN SU HORA,
15. Dipesh Chakrabarty, "The Climate of History: Four Theses", op. cit.,
pp. 97-222.
16. Ver Isabelle Stengers, En tiempos de catástrofes, op. cit., y Bruno
Latour, Face á Gai'a, op. cit.
la historia del capitalismo (a largo plazo, estaremos todos
muertos); a fín de cuentas todo es termodinámica, pero es
en la dinámica del mercado dé acciones donde se hacen
las cuentas que cuentan; la mecánica cuántica ñuctúa en
el corazón de la realidad, pero son las incertezas de la po
lítica parlamentaria las que movilizan nuestros corazones
y nuestras mentes... en otras y pocas palabras, naturaleza
y cultura.17 Pero hete aquí que, una vez roto el techo que
al mismo tiempo nos separaba y nos elevaba infinitamente
por encima de la Naturaleza infinita "allá afuera", nos en
contramos en el Antropoceno, la época en que la geología
entró en resonancia geológica con la moral, tal como fuera
anunciado por los célebres videntes Gilíes Deleuze y Félix
Guattari, veinte años antes de Crutzen; esto, subrayamos,
no moraliza la geología (la responsabilidad humana, la in-
18
tencionalidad, el significado), pero sí geologiza la moral.
La bella estratificación sociocosmológica de la modernidad
comienza a implosionar frente a nuestros ojos. Imaginába
mos que el edificio podía apoyarse solo sobre su planta baja
-la economía-; pero resulta que nos habíamos olvidado de
los cimientos. Y el pánico sobreviene cuando se descubre
que la última instancia de determinación era apenas la pe
núltima...
No solo la modernidad se globalizó, sino también
el globo se modernizó, y todo esto en un intervalo de
tiempo m uy corto: "solo muy recientemente la distin
ción entre las historias hum ana y natural [...] comenzó
19. Dipesh Chakrabarty, "The Climate of History: Four Theses", op. cit.,
p. 207.
20. Ver al respecto la monumental síntesis de John Brooke, Climate chan-
ge and the course of global history, Cambridge, Cambridge University
Press, 2014.
21. Clive Hamilton, "The new environmentalism will lead us to disaster",
Scientific American, 2014, disponible en scientificamerican.com.
22. El término ya habría sido sugerido en 1873 por el geólogo y paleon
tólogo italiano Antonio Stoppani (ver Gisli Pálsson et a l, op. cit., p. 4).
Antropoceno), lo que resulta en un aumento de la escala cro
nológica y de la significación geofísica del evento iniciado con
la Revolución Industrial y sus etapas sucesivas de intensifica
ción en por lo menos un orden de magnitud. Recordemos tam
bién que la idea de una congénita vocación ecocida del Homo
sapiens es evocada con frecuencia -y a veces con la mejor de
las intenciones (ahora que sabemos ser, además de mortales,
mortíferos, podemos y debemos hacer algo al respecto, como
sugiere George Monbiot, apoyándose en la literatura reciente
23
sobre la extinción de la megafauna del Pleistoceno) para ex
plicar el presente desmoronamiento antropocénico. Pero tal ar
gumento ha sido recibido con escepticismo, al menos por parte
de algunos paleo-ecólogos adeptos a la "teoría de la resilien-
cia"24 que, por el contrario, sugieren larguísimos períodos de
estabilidad ecológica y sociopolítica en las sociedades arcaicas,
puntuados por obstáculos ambientales exógenos (catástrofes
no-malthusianas, de origen tectónico o astronómico). En un
razonamiento similar al de Monbiot sobre el Homo destructor,
Pálsson y sus colegas sugieren que lo que distingue al Antro
poceno de modo más notable (striking) es que se trata de la
primera época geológica en la que una fuerza geológicamente
determinante es "activamente consciente de su papel geológi
co", y que esto modifica potencialmente la naturaleza misma
de la geología. ¿Pero no sería eso más o menos equivalente a
decir que, después de Darwin, las leyes de la evolución fueron
"potencialmente" modificadas, esto es, que ahora tenemos la
capacidad de infringirlas? Curioso argumento. ¿Ser activamen
te consciente de su papel geológico es siempre lo mismo que ser
activamente capaz de modificar ese papel? Después de todo,
somos "activamente conscientes" de nuestra mortalidad desde
hace varios milenios, tal vez cientos, y no por ello...
-47-
algunos académicos afirman que no es la agencia humana como
tal la que se volvió una fuerza planetaria, ya que el cambio
climático es simplemente resultado del desarrollo capitalista.
Su refrán es: "¡Es el capitalismo, estúpido!". Si argumentáramos
que una modernización global de tipo soviético habría produci
do consecuencias muy similares, la mayoría de ellos comenzaría
a hacer toda suerte de acrobacias teóricas para probar que el
socialismo soviético era, en verdad, ¡el capitalismo bajo otra
forma! Naturalmente, no se puede especular sobre un "verdadero
socialismo" que nunca nadie vio...26
31. Sobre "el kairos de la ontología", momento creado por el riesgo del apo
calipsis, y por lo tanto fin de la época del "no-ser para nosotros" y adveni
miento del "no-ser para nadie", el "verdadero no-ser'' de la extinción que
abolirá -que ya-siempre abolió- el pasado como tal, ver Günther Anders, Le
temps de la fin, op. cit., pp. 18-27. La conexión entre lo que -medio siglo
después de las reflexiones de Anders- vino a ser apodado "giro ontológico"
y la perspectiva del fin del mundo nos parece fundamental.
el mundo es puesto para ser eliminado, puesto como "ya"
eliminado por un pensamiento que está implicado él mismo
en esa eliminación, ya que es un aspecto, propiedad o di
mensión (esencial o accidental, aquí da lo mismo) del mundo
que al mismo tiempo se anticipa a este al representar -o me
jor, "pre-presentar"- el evento del fin. El pensamiento del fin
del mundo suscita necesariamente el problema del correlato
del fin del pensamiento, esto es, el fin de la relación (interna
o externa, poco importa ahora) entre pensamiento y mundo.
Por lo tanto, adoptamos operativamente (es decir, sin
compromisos metafísicos), y por ahora, la trivial posición
"correlacionista" de que el fin del mundo es un problema
puesto por y para el pensamiento, pues solo el pensamiento
problematiza (y esto no significa, lo cual sería menos trivial,
que solo los humanos piensen, esto es, que solo ellos tengan
un mundo para perder). Constatamos, de hecho, que todos
los conceptos de "mundo" presentes en los discursos apoca
lípticos examinados movilizan un interlocutor conceptual de
la familia del "Otro" deleuziano: Otro como la estructura a
priori que es la condición de todo mundo "objetivo" posible,
32
y por lo tanto de la posibilidad objetiva de su extinción. El
"fin del mundo" solo tiene un sentido determinado en estos
discursos -solo se vuelve pensable como posible-, si al mis
mo tiempo se determina para quién este mundo que termina
es mundo, quién es el mundano o el "mundanizado" que de
fine elfin. El mundo, en suma, es una perspectiva objetiva.33
La relación (o correlación) central en todas las variantes
míticas del fin del mundo aquí consideradas -relación cuyo
fin parece ser el problema, incluso cuando "el problema" es
32. Otra vez, ver Sean Gastón, The Concept of World from Kant to Derrida,
op. cit., pp. 99 y ss., para nn análisis de la afirmación de Derrida de que
la muerte del Otro es el fin del mundo.
33. "Recordemos que la expresión 'mundo real' es como 'ayer' o 'mañana',
ya que su sentido se altera de acuerdo al punto-de-vista [standpoint]";
Alfred Whitehead, Proceso y realidad, Buenos Aires, Losada, 1956.
LLEGADA AL FI N S U HORA,
-55-
temporales, esto es, el "m u n do" de la física), inclusive la
realidad en su sentido metafísico, o también el Ser como
tal; pero puede designar también el Umwelt socionatural
humano, o, más precisamente, cierto modo de vida visto
como el único digno para los verdaderos seres humanos
(¿acaso podemos vivir sin aviones y sin computadoras,
sin plástico y sin antibióticos?).37 Esas fluctuaciones o
equivocaciones no le quitan relevancia ni pregnancia a
la idea del "fin del m undo"; por el contrario, la difractan
y multiplican en una variedad de fines y de mundos que,
-57-
We have lost the cosmos
D .H . Lawrence
EL M U N D O A N T ES DE NOSOTROS
10. Dipesh Chakrabarty, "The Climate of History", op. cit., pp. 197-198.
11. Günther Anders, Le témps de la fin, op. cit., p. 22.
¡P 7"'
EL AFUERA
SIN PENSAMIENTO O
LA MUERTE DEL OTRO
EL A R G U M E N T O TANATOLÓGICO
10. Ver Rodrigo Nunes, "Ancestrality", en Peter Gratton y Paul J. Ennis (eds.),
The Meillassoux Dictionary, Edimburgo, Edinburgh University Pres, 2014,
pp. 22-24; y Markus Gabriel, "The mythological being of reflection", op. cit.
11. Esto se vincula con un complejo argumento sobre la necesaria con
tingencia absoluta del orden cósmico, los temas del "hipercaos" y de la
"inexistencia divina", que no podemos abordar aquí. Este argumento in
cluye, entre sus consecuencias, la posibilidad de que la divinidad pase a
existir en cualquier momento en el futuro.
tiempo" que excluye del mundo no solo el principio de la
vida, como el sentido de cualquier principio, a saber, el
principio de razón suficiente. Únicamente queda a sal
vo el principio de no-contradicción, requerido para que se
pueda afirmar la necesidad de la contingencia. Por eso, y
si nos permiten el juego de palabras, no es "contingente"
-para el pensamiento de Meillassoux, naturalmente- que
el Tiempo (con T mayúscula) sea puesto como el señor del
absurdo: el fin del mundo, se vuelve, de este modo, tanto
inminente (pues no hay ninguna razón para que el mundo
no acabe de aquí a un segundo) como insignificante.
El mundo-sin-nosotros que propone Ray Brassier, a su
vez -y no haremos aquí más que aludir a su Nihil desen
cadenado, obra densa y compleja-, se sitúa en el futuro,
como el de Weisman, pero u n futuro tan remoto cuanto
remoto es el mundo ancestral de Meillassoux, un "tiempo
cosmológico profundo"12 que contrasta decisivamente con
el "tiempo antropológico" del correlacionismo. El "hecho"
empírico que pone en movimiento el argumento hiper-ni-
hilista de Brassier es la aniquilación inexorable de la espe
cie humana, seguida de la vida en general, de la Tierra y fi
nalmente del universo. A largo plazo, como se dice, estare
mos todos muertos; esto hace que, de acuerdo con Brassier,
ya estemos todos muertos: en palabras del autor, "todo ya
está muerto").13 Más que desrealizar el pensamiento para
afirmar el ser, en Brassier la tarea es aniquilarlo, elimi
narlo no solo en el futuro sino sempiternamente: el pen
samiento es "radicalmente desvalorizado en el presente"
(como dice Shaviro), y se ve excluido in toto del ser, el cual
lo excede de forma absoluta. Al mismo tiempo, el sujeto
14. Bruno Latour, Sur le cuite des dieuxfaitich.es suivi de Iconoclash, París,
La Découverte, 2009.
EL A F U E R A S I N P E N S A M I E N T O
O LA M U E R T E D E L O T R O
" N A D I E LA EX TR AÑ A RÁ"
16. Sverker Sollin y Paul Warde (eds.), Nature's End. History and the Envi-
ronment, Londres, Palgrave MacMillan, 2011; Gisli Pálsson et al., "Recon-
ceptualizing the 'Anthropos' in the Anthropocene", op. cit., p. 5.
EL A F U E R A S I N P E N S A M I E N T O
O LA M U E R T E D EL O T R O
-81-
no hay hacia dónde huir- pero es una salida encontrada
por los tres personajes para enfrentar el acontecimiento
y contraefectuarlo trascendentalmente, en aquellos pocos
instantes de pensamiento hiperconcentrado.
Steven Shaviro, en su detallado y excelente análisis
del film de von Trier, advertía sobre la coexistencia allí
entre un tratamiento metafórico del fin del mundo, que
representa la ausencia de alternativa a aquello que Mark
Fisher llamó realismo capitalista ("el impasse catastrófico
de una sociedad de la cual se drenó todo futuro, y de
cuyas posibilidades la mayor parte fue excluida") y un
tratamiento completamente literal y cosmológico, un co
rrelato objetivo de la catástrofe, "aquello que el filósofo
Ray Brassier llama 'la verdad de la extinción'". En la opi
nión de Shaviro, la depresión de Justine es "u n a especie
19. Una especie de tipi cónico como el de los indios de las praderas nortea
mericanas, pero reducido a su esqueleto mínimo y sin cobertura.
de interiorización [...] de la verdad cósmica deñacionaria de
la extinción planetaria".20
La "verdad de la extinción" de la que habla Brassier en
Nihil desencadenado es deducida por medio de lo que hoy
se imagina como una proyección científica (en lugar de la
tradicional profecía mítica) del evento macrocósmico que
absorberá no solo a la Tierra sino al mundo-universo, de
aquí a algunos trillones de años. Es solo al hacer el camino
inverso, en una "regresión tanatotrópica"21 realizada por el
pensamiento, y en un tiempo "infinitamente" más corto que
los trillones de años proyectados en el futuro, que el discur
so del filósofo constata la falta de sentido de nuestra vida
presente. Ahora bien, así como Brassier, también Shaviro, en
su análisis de Melancolía -aunque mencione al pasar el cam
bio climático como un evento que nos recuerda la "autono
mía" del mundo-sin-nosotros, el caos que subyace a todo el
cosmos-,22 nos parece que pasa demasiado rápido del mundo
humano (la historia demasiado humana del capitalismo) a
ese mundo cósmico o, más bien, caótico. ¿Será esa tal vez la
razón por la cual él repite tantas veces en su artículo que el
film de Lars von Trier es -en contraste con la mayoría de las
películas de desastres- "deflacionario", y que la visión del
cosmos y del propio choque nos deja indiferentes, excepto
tal vez por el placer estético que sentimos al observar aque
llas bellas y distantes imágenes? Para nosotros -y también,
creemos, para Peter Szendy- los planos finales del film son
por el contrario absolutamente aterradores. Quién sabe; en
el fondo, quizá sea también por la misma razón que, en otro
artículo, Shaviro simpatiza con la "hipótesis de Medea" que
el biólogo Peter Ward plantea como alternativa a la teoría
de Gaia de James Loveloclc.23 Según Ward, la historia de la
vida y de las extinciones en masa ocurridas en la Tierra
demuestra que los procesos vitales tienen sobre el ambien
te efectos antes desestabilizadores que homeostáticos. "La
vida en la Tierra ya estaba condenada a la extinción m u
cho antes de que el calentamiento y la expansión del sol
tornasen la Tierra demasiado caliente para la vida", resume
Shaviro. Recordemos, sin embargo, que lo que condujo a
Lovelock hasta Gaia fue justamente la extrañeza y fragilidad
de ese nicho de neguentropía que es la Tierra viva, la cual,
sin duda, puede dejar de existir, en su forma actual, en cual
quier momento. Como "narrativiza" maliciosamente Latour
-83-
en magníficos párrafos de Face á Gaia, Lovelock asumió un
punto de vista exterior a la Tierra y, mirando de vuelta hacia
esta, percibió algo que no debería estar allí (aquí), un apax
cosmológico: la estabilización de la atmósfera terrestre con
concentraciones inmensamente improbables de ciertos gases
fundamentales para la vida. Y es justamente porque la vida
está aquí, aunque no "debiese" hacerlo, que los cambios
climáticos son un acontecimiento-para-nosotros. Como ya
argumentamos a partir de Chakrabarty, ellos trajeron el co
lapso de las tres historias que antes parecían tan separadas
como los dos mundos de Melancolía: la historia de la Tierra,
la historia de la vida en la Tierra, y "nuestra historia". Es por
eso, creemos, que Justine siente miedo, aun cuando sepa
que la catástrofe ya sucedió.
-87-
las causas, las alucinaciones se materializan en ontolo-
gías contradictorias, la vida y la muerte se vuelven tec
nológicamente indiscernibles; donde misteriosos Mesías
hipercapitalistas administran religiones mediáticas a las
masas hipnotizadas (debidamente dopadas por aparatos
de ajustamiento del humor); y donde intentar mantener la
lucidez en medio de una entropía que corroe la propia es
critura, que hace enloquecer la lógica diegética -los libros
de Dick no describen, más bien inscriben la fragmentación
de lo real-, es la única ocupación posible -y en última
instancia imposible- de los personajes. Como decía Leibniz
al exponer el esquema piramidal de los mundos posibles
hacia el final de los ensayos de Teodicea, el número de
mundos peores que cualquier otro donde podamos estar es
3. Ver, por ejemplo, sus novelas Ubik (1969), ¿Sueñan los androides con
ovejas eléctricas? (1968), Fluyen mis lágrimas, dijo el policía (1974) o El
mundo contra reloj (1967).
infinito. El peor de los mundos no existe, pero hay solo un
mejor mundo posible: el nuestro. En la época de Leibniz,
eso todavía podía sonar optimista.4
Hay muchos ejemplos recientes, en la literatura y en el
cine, de la representación pesimista e incluso algunas veces
en un modo celebratorio) de un futuro correspondiente al
esquema de "nosotros-sin-mundo", esto es, de una huma
nidad que ha visto sustraerse sus condiciones fundamenta
les de existencia. Enseguida nos viene a la mente Mad Max
(1979, dirigida por George Miller), pero podríamos también
incluir aquí Matrix (1999, dirigida por las hermanas Wa-
chowski), si aceptamos una cierta equivalencia entre un
mundo ecológicamente desértico, como el del primer film,
y un mundo de puros espejismos, como el del segundo, sus
citados como se sabe por el "desierto de lo real".5 En ambos
casos, estamos frente a un "fin del mundo", en el senti
do de mundo humano, el fin como resultado de un proceso
de desvitalización ontológica del ambiente (devastación o
artificialización integrales del planeta) que tiene efectos
"deshumanizadores" para los sobrevivientes.
6. Tal vez ya hayamos estado muertos desde la conferencia Eco92, que tuvo
lugar en Río de Janeiro en junio de 1992. Por lo menos, eso es lo que sugiere
Ubik (novela publicada en 1969), que comienza con estas palabras: "A las 3
y media de la madrugada del cinco de junio de 1992, el mejor telépata del
Sistema Sol cayó del mapa situado en las oficinas de la firma Runciter Aso
ciados en Nueva York"; Philip K. Dick, Ubik, Barcelona, Minotauro, 2011. El
día 5 de junio, por decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas,
fue establecido (en 1972) como el Día Internacional del Medioambiente.
7. Eduardo Viveiros de Castro, "Exchanging perspectives: the transformation
of objects into subjects in Amerindian ontologies", Common Knowledge,
vol. 10, n° 3, 2004, pp. 463-484.
mientras creíamos ser los defensores del mundo de los
vivos, hacía mucho que habíamos sido ya capturados por
el punto de vista de los cadáveres. ("¡Ya estamos muer
tos!" es también la frase que dice a los gritos -aunque, a
pesar de su sonoridad estentórea, suena mucho más como
el whimper, el gemido quejoso del poema de Eliot- el
personaje de Willem Dafoe en 4:44, frente a aquellas per
sonas que, intentando ejercer por última vez su humana
libertad frente a la muerte anunciada, se suicidan arro
jándose desde lo alto de sus departamentos.) En la novela
de McCarthy, en efecto, la muerte todo el tiempo amenaza
con capturar a los pocos seres vivos que restan, substra
yéndoles el mundo: ocultándoles los objetos, erosionan
do la memoria hum ana de sus significados, corroyendo el
propio lenguaje, devastando sus cuerpos por el hambre y
las enfermedades, transformándolos en comida de preda-
dores caníbales, ex humanos que perdieron su alma, es
decir, justamente su "humanidad". Afasia y antropofagia.8
Es difícil leer este libro sin tener la angustiante sensación
de que ya estamos en el mundo de los muertos; de que el
"fuego" metafórico que algunos pocos personajes cargan
consigo no pasa de una especie de semivida (tal como la
que guardan los recién-muertos en Ubik) que pronto se
apagará. El mundo entero está muerto, y estamos dentro
de él. El padre del niño muere; el niño sigue andando
con personas que encuentra en el camino, y que parecen
de buena índole. Pero ellas no tienen adonde ir. Quienes
caminan por la ruta no llegarán a ningún lugar, por el
simple motivo de que ya no hay ningún lugar al que lle
gar. No hay salida.
8. Otro clásico de ficción científica que debe ser recordado aquí es el cuen
to de 1983 "El sonido de las palabras", de Octavia Butler, que se desarrolla
en un mundo (una ciudad) en el que los humanos perdieron el lenguaje,
debido a una misteriosa enfermedad, y se volvieron fieras asesinas deam
bulando en un mundo material arruinado.
POR FI N S O L O S
9. Béla Tarr y Ágnes Hranitzky, A Torinói ló, 2011 (nótese que es del mis
mo año que Melancolía).
marca un viraje hacia la (in)acción. Frente al agotamiento
del pozo, los personajes parten, arrastrando ellos mismos
la carreta y el caballo sin fuerzas, en busca de la ciu-
10
dad vecina, pero retornan, inexplicablemente, después
de algunos minutos (¿horas?, ¿días?), para entregarse de
forma definitiva a una parálisis que va propagándose y
contaminándolo todo (recordemos que el viejo padre ya
tiene un brazo paralizado), vencidos por un mundo él
mismo catatónico.
Podría decirse que El caballo de Turín despliega un
equivalente cosmológico del tema de la banalidad del
mal. El fin del mundo, para Tarr, no será un espectáculo
dantesco, sino un decaimiento fractal, incremental,11 una
desaparición lenta e imperceptible, pero tan completa que
logra hacerse desaparecer a sí misma frente a nuestros
ojos que van encegueciendo poco a poco:
10. Pero la ciudad vecina ha sido devastada por obra conjunta de los
hombres y de Dios, como les cuenta con aire taciturno un vecino que
se acercó a comprar aguardiente: "Hemos destruido el mundo y la culpa
también es de Dios".
11. La acción de El caballo de Turín se desarrolla exactamente en el de
curso de siete días, escenificando una verdadera descreación del mundo:
un Génesis narrado de adelante hacia atrás, la desoladora inversión de un
comienzo espectacular.
12. Béla Tarr, "Simple y puro", entrevista con Vladan Petkovic, 2011, dis
ponible en cineuropa.org.
POR FI N S O L O S
delirante, del viejo proyecto del colonialismo cósmico, proyecto que aún
no fue abandonado: ver Peter Szendy, ICant chez les extraterrestres, op. cit.;
David Valentine, "Exit strategy: profit, cosmology, and the future of humans
in space", Anthropological Quarterly, vol. 85, n° 4, 2012, pp. 1045-1068;
Alex Williams y Nick Srnicek, "Manifiesto por una política aceleracionista",
en Armen Avenassian y Mauro Reis (comps.), Aceleracionismo. Estrategias
para una transición hacia el postcapitalismo, Buenos Aires, Caja Negra,
2017. En otras palabras, la expansión extraplanétaria que tornará a la espe
cie independiente de cualquier mundo en particular.
POR FIN S O L O S
14. Ray Kurzweil, La singularidad está cerca, op. cit. Sobre el "cosmos in
teligente" y la obsolescencia humana, ver Abou Farman, "Re-enchantment
cosmologies", op. cit.
15. El tema de la singularidad (el "futurismo de la Costa Oeste", como dice
Farman) está asociado a la cultura high-tech del Silicon Valley. Kurzweil es
hoy uno de los directores de ingeniería de Google.
D
A
N
0 ción en el espectro político,16 es quizás el nombre más des-
s tacado entre los defensores de ese capitalismo verde que
l< confía en soluciones centralizadas, capaces de implementar
1 ambiciosos proyectos de tecnoingeniería a cargo del gran ca-
/ pital, con fuerte inversión material, orgánicamente (si cabe
aquí el adverbio) enraizados en la Big Science: fracciona-
j miento hidráulico de rocas para la obtención de combustible
v fósil, expansión y perfeccionamiento de las usinas nucleares,
E grandes proyectos hidroeléctricos (las represas en la cuenca
1 amazónica, por ejemplo), generalización del monocultivo de
q vegetales transgénicos, geoingeniería ambiental, etcétera.
s Ted Nordhaus y Michael Shellenberger, los dos fundado
res del instituto y autores del premiado Break Through. From
the Death of Environmentalism to the Politics of Possibility
(2007), son un buen ejemplo de esa corriente que Patrick
Curry denominó como "tecnófilos cornucopianos".17 Su libro
es un anuncio publicitario en pro de un "capitalismo postin-
S dustrial y vibrante", capaz de sustentar con holgura a los 10
mil millones de personas que poblarán la Tierra hacia media
dos de siglo. Big is beautiful: esta consigna de los autores18
se encuentra fundamentada en un capítulo de Break Through
20. Bruno Latour se mostró en más de una ocasión afín al ideario del
Breakthrough Institute (ver, por ejemplo, Bruno Latour, "Love your mons-
ters", en Ted Norhaus & Michael Shellenberger, Love Your Monsters. Pos-
environmentalism and the Anthropocene, Oalcland, Breakthrough Institute,
2011; ver también la crítica que le dirigió Clive Hamilton, "Love your sca-
pegoats", 2012, disponible online). Tenemos la impresión de que, más
recientemente, el efecto "gravitacional" de Gaia -o, en otras palabras,
una valoración más realista de los marcos temporales en que se desarrolla
la crisis ambiental- lo ha hecho rever en alguna medida esta posición. En
cuanto a Hamilton, su oposición a los profetas del "buen Antropoceno" no
ha hecho más que aumentar (ver Clive Hamilton, "The new environmenta-
lism will lead us to disaster", op. cit.).
del horizonte de una intensificación paroxística del nue
vo espíritu del capitalismo, capaz de llevar a una ruptura
tecnopolítica violenta, con una transformación estructu
ral en las relaciones de producción. Si los singularitanos
expresan un optimismo tecnológico de perfil geek, los
pensadores de la aceleración se alinean con las posiciones
estéticas y políticas del movimiento cyberpunk, afirman
do altivamente el poder de lo negativo y manifestando,
en algunos casos, una fuerte nostalgia por la versión so
viética del front de modernización.
-
la vieja physis siempre demasiado ecológica, orgánica y
-101
vitalista.22 La subsunción real se extendió de forma uni
versal, el sistema capitalista se volvió absolutamente he-
gemónico, su capacidad de absorción de cualquier foco de
resistencia se muestra ilimitada, la realidad se volvió un
corolario irrisorio de su propio simulacro. Ya no hay -por
lo tanto, nunca habrá habido- un "afuera" del capitalis
mo, un exterior que le sea anterior, una wilderness más
allá de su historia, una concrescencia arcaica que este no
haya vaporizado con su incandescencia implacable: todo
lo que es sólido, etc. Así, la única forma de hacer adve
nir este afuera es produciéndolo desde adentro: colocar la
103-
El aceleracionismo es una de las encarnaciones con
temporáneas de la filosofía de la historia de cuño marxista
-
(lato sensu). Esta fue ganando impulso con las crisis de
1968, 1989, 2001 y 2008, entre otras fechas emblemáticas
de los sucesivos "fines del pasado" que marcan el discur
so de la izquierda25 con señales, ominosas o promisorias,
del "comienzo del futuro". Tal filiación lo caracterizaría,
en principio, como una posición anticapitalista, pero el
-sot-
Tierra y de revelación de sus potencias telúricas, inventando
un futuro donde "poner el pie en el lodo" ya no significará
verse postrado frente a un patrón ni sometido bajo el yugo de
algún soberano.26
27. Alex Williams y Nick Srnicek, "Manifiesto por una política aceleracio-
nista", en Armen'Avenassian y Mauro Reis (comps.), Aceleracionismo, op.
cit., p. 46. La retórica del "Manifiesto" sugiere un curioso falocentrismo
macho-adolescente, con sus repetidas referencias a una maximal mastery,
a un futuro que debe ser cracked open, a un hard-edged anti-humanism,
etc. (Ver, a propósito, el breve posteo de Allison Ordnung, "Touching on
14.12.13 at Kraupa-Tuslcany Zeidler", 23 de diciembre de 2013, disponible
en aqnb.com.) No hay cómo no darle la razón a Isabelle Stengers cuando,
frente a una pregunta de Heather Davis y Etienne Turpin ("¿Le preocupan
las resonancias éticas del lenguaje empleado por el aceleracionismo polí
tico, estético u ontológico? ¿Cómo definiría la cosmopolítica en oposición
a ese heroísmo nihilista y su indiferencia frente a su propia posición
privilegiada?"), reacciona con la tajante réplica: "Me niego a contrastar
Cosmopolíticas, sean cuales fueran sus insuficiencias, con esa basura: ellos
son cerdos chauvinistas, y punto. Solo lamento el hecho de que estén
mancillando la memoria de Félix Guattari"; Isabelle Stengers, "Matters of
cosmopolitics: Isabelle Stengers in conversation with Heather Davis and
Etienne Turpin on the provocations of Gaia", en Etienne Turpin (ed.),
Architecture in the Anthropocene. Encounters among Design, Deep Time,
Science, and Philosophy, Ann Arbor, Open Humanities Press, 2013, p. 179.
P OR FI N S O L O S
107-
siglo del Progreso. La historia se repite; pero, como puede
-
verse, lo hace a los saltos.
109-
talismo mundializado no llegue lo suficientemente rápido
-
como para detener el "lento" colapso ecológico planetario.
Noys observa que el programa del manifiesto acele-
racionista no llega a ser demasiado original. Aparte de
reiterar con insistencia ciertos puntos centrales del vene
rable manifiesto comunista de 1848, repite mucho de la
plataforma gramsciana, con el defecto, señala Noys, de no
proponer ninguna estrategia concreta para controlar dia
lécticamente la abstracción que al mismo tiempo denuncia
y elogia. No obstante, nos parece que el programa acele-
racionista hace más que simplemente ofrecer un upgrade
tecno de la vulgata marxista. Es una versión potente de
aquello que en 1950 Oswald de Andrade llamaba "filosofía
mesiánica", a saber, la milenaria narrativa patriarcal, re
presiva, trascendental, racista y falocrática que atraviesa
como un hilo rojo la historia de Occidente, de san Pablo a
Marx, Husserl, Heidegger y más allá. Y aquí, mucho más
que los astutos Williams y Srnicek, es en cambio un viejo
pontífice de lo Universal quien expresa a la perfección lo
que realmente mueve a los aceleracionistas, y explica la
s hostilidad de estos para con lo que denominan "primiti-
i< vismo". Es pues Alan Badiou quien afirma lo siguiente:
i
No tengo recelo de afirmarlo: la ecología es el nuevo opio del
pueblo. Y como siempre, ese opio tiene su filósofo de turno,
v
que es Sloterdijlc. Ser afirmacionista es también ir más allá de
i
V las maniobras de intimidación hechas en nombre de la "natura
E leza". Es necesario afirmar claramente que la humanidad es una
I especie animal que intenta superar su animalidad, un conjunto
R 29
natural que intenta desnaturalizarse.
0
S
Es difícil ser más claro, o más afirmativo (tres veces
en cuatro o cinco líneas, en verdad), y a la vez estar tan
equivocado. Ahora bien, lo que Badiou denomina "ecolo
gía", y que en verdad es el nombre de una pérdida de fe
en el destino manifiesto de la especie y en las delicias de
la sublimación comunista, es lo que él demoniza como una
especie de movimiento reaccionario, supersticioso, que
disemina una religión del miedo (Alan Badiou, Luc-Ferry
y Pascal Bruckner, méme combat?), y que -colmo de la
osadía- tiene la pretensión de definir el contenido de la
política y la forma de lo político.30 Hete aquí, entonces,
que los ecofreaks quieren arrastrarnos de vuelta -pero no
pasarán- a los terrores primarios de una humanidad anima-
-111 -
EL G RAN IN TERIO R : LA E S P E L E O L O G ÍA ESPECULATIVA
DE G A B R I E L TARDE
-113 -
dante energía que ofrece el ígneo corazón del globo: "in
terioricémonos". El descenso a un ambiente cavernícola
es calificado como una "¡repatriación profunda del alma
exiliada!", lo que hace de Milcíades un sabio antiplatóni
co, un platonista invertido, y del Fragmento una alegoría
de la caverna al revés.35 Gracias a una poderosa retórica
proféticamente latouriana, este mesías de la transdescen
dencia logra entusiasmar a la audiencia y obtener su
adhesión: "Ya no es por este gesto (El orador levanta el
36. íbid. Este pasaje evoca varias figuras de la pluma de Latour, como la
oposición supralunar/sublunar que en Face á Gaia subyace al concepto
de "terrícola", el pueblo de Gaia orientado hacia la tierra y en guerra
contra los humanos/modernos enfocados en el cielo, o el contraste entre
el discurso de lo "distante" (lontain) propio de la ciencia y el acceso
religioso a lo "próximo" (prochain): "cuando se habla de Ciencia, hay que
elevar la mirada al cielo y cuando se habla de Religión, hay que bajar los
ojos hacia la Tierra. [...] ¿Cuándo volveremos, nosotros los Terrícolas, a
la Tierra?"; Bruno Latour, Investigación sobre los modos de existencia, op.
cit., pp. 312-313.
POR FI N S O L O S
-911-
cual creemos".
El Fragmento es un texto rico en provocaciones socio
lógicas, ácido en su sarcasmo contra el culto socialista del
trabajo, y provocador en su asociación entre un estado de
estatización total de la vida y la realización plena del amor
como sentimiento fundante del lazo sociocósmico (¿ecos
de Fourier?). A diferencia del imperio de la carencia, de la
célebre imagen hobbesiana de una vida "solitaria, pobre,
sórdida, bruta y breve" que evocan evocan distopías como
M ad Max o La carretera, en el mundo abiótico de Tarde las
necesidades se encuentran ampliamente satisfechas y se
vuelven invisibles: la humanidad puede obtener todo de sí
misma, excepto "sus recursos alimentarios".38 Lo superfluo
37. "De ahí, por decir así, una purificación de la sociedad"; Gabriel Tarde,
Fragmento de historia futura, op. cit.
38. Como en toda narrativa en la que se enfrentan la humanidad y una
ausencia de mundo, en el Fragmento la sugerencia del recurso al caniba
lismo se insinúa una y otra vez.
artístico predomina con creces sobre el utilitarismo eco-
nomicista, y el "intercambio de reñejos" amoroso puede,
por fin florecer sin la ilusión instrumental del "intercam
bio de servicios".
Pero, a nuestro entender, la clave del libro está en
sus páginas finales, que funcionan como una especie
de anti-cabaña mágica de esta fantasía que es, a fin de
cuentas, profundamente melancólica: el entusiasmo un
tanto macabro del historiador de la civilización posta-
pocalíptica cede lugar a una inquietud creciente frente
a un núcleo "rebelde", un irreductible impulso anti-so-
cial de la humanidad. El contra-Edén tecnificado no logra
emanciparnos de todos los atavismos. La sociedad perfec
ta pero "exagerada y forzada" (d outrance et forceé) del
futuro posee también "sus refractarios", que se aburren
con la homogeneidad monótona del ambiente artificial
39
(el aceleracionismo no cae bien a todo el m u n d o ...). Y
lo que es peor, esta sociedad se ve periódicamente ame
nazada por la irrupción del más natural de los instintos,
el celo primaveral,4° que no solo desencadena impulsos
suicidas de "transascendencia" en dirección a la super
ficie gélida del planeta, como, asociado a la afluencia
económica de la que goza esa nueva humanidad, lleva de
-117-
-119-
Cuando el cielo aún estabá m u y cerca de la tierra,
no había na da en el m u n d o , solo gente y jabutís.1
Mito Aikewara
-121-
"sujeto" de la oposición humanidad/mundo: la idea de
un mundo donde nada está en esencia vivo y menos aún
es humano, como en la hipótesis de un pasado remoto o
"fósil", abiótico y extra-experiencial, o como en el razo
namiento que conduciría a una desvalorización radical del
presente a partir de la premisa de un futuro de extinción
cósmica en cuanto verdad y destino del Ser (la muerte
como argumento ontológico). Hemos señalado, además,
la ambigüedad central que marca la condición metafísi
ca propiamente moderna, a saber, la figura "correlacio-
nista" de una anterioridad trascendental o constituyente
del humano con respecto a un mundo que sin embargo
lo precede empíricamente, situación que acarrea -entre
otras- una importante consecuencia desde el punto de
vista de la civilización: la necesidad manifiesta de una
redeterminación del mundo empírico -de lo humano empí
rico también, y tal vez principalmente- por el ser humano
en cuanto negatividad trascendental, mediante la poten
cia taumatúrgica del trabajo y la violencia emancipadora
de la revolución (piénsese en el dominio prometeico del
manifiesto aceleracionista, o en la vocación autodesnatu-
ralizante y biofóbica del hombre badiousiano).
Resta, por cierto, la posibilidad de otra versión mi-
tocosmológica: aquella en la cual el mundo se sustrae
de la correlación con el humano en el comienzo de los
tiempos, antes que en el fin. Una versión, en suma, en la
que el humano es colocado como empíricamente anterior
al mundo.
Esta hipótesis es explorada en numerosas cosmogo
nías amerindias. Ella se encuentra convenientemente
resumida en el comentario a un mito de los yawanawa,
pueblo de lengua paño de la Amazonia occidental, reco
gido por Miguel Carid: "La acción [del mito] transcurre
en u n tiempo en el cual 'aún no había nada, pero ya
existían las personas'".4 La versión citada en el epígrafe
de este capítulo, que pertenece a los ailcewara, tupís que
viven en el otro extremo de la Amazonia, acrecienta esa
curiosa excepción: no había nada en el mundo, solo gen
te... ¡yjabutís!5
En el origen, en suma, todo era humano o, mejor di
cho, nada no era humano (jabutís aparte, según nuestros
ailcewara).6 En un número considerable de mitos amerin
dios y, en menor medida tal vez, de otras diversas regiones
etnográficas, se imagina la existencia de una humanidad
-123-
esencialmente igual a sí misma,8 es la humanidad históri
ca, o contemporánea.
Una de las mejores ilustraciones -tal vez la mejor- de
ese tipo general de cosmogonía se encuentra expuesta con
gran detalle y elegancia en la autobiografía de Davi ICope-
nawa, el chamán y líder político yanomami.9 Pero también
podríamos recordar, de forma más sucinta, ciertas ideas de
los ashaninlca (campa), pueblo aruaque geográficamente
alejado y culturalmente distinto de los yanomamis:
125 -
sino porque la especie humana "anatómicamente moder
-
na" tiene su origen en especies ancestrales cada vez más
próximas, cuanto más retrocedemos en el tiempo, a una
condición de animalidad pura.13 Mediante una feliz in
novación -bipedestación, neotenia, cooperación, lenguaje
sintáctico, etc.-, el gran relojero (ya ciego u omnividente)
nos confirió una capacidad que nos transformó en seres
más-que-orgánicos (en el sentido de lo "superorgánico" de
ICroeber), dotados de aquel suplemento espiritual que es
12. Es preciso matizar esta afirmación, distinguirla para los casos de mu
chas cosmologías amerindias y, ocasionalmente tal vez, exceptuar a algu
na de ellas. Existe un debate en curso sobre la extensión y la comprensión
de este mito-filosofema sobre una "humanidad" primordial o infraestruc-
tural en la América indígena, debate que se vincula a aquellos acerca de
los conceptos de "animismo" y de "perspectivismo", sobre los cuales no
nos detendremos aquí.
13. Recuérdese un pasaje ya citado de Anders: "La región prehumana de
donde provenimos es aquella de la animalidad total"; Günther Anders, Le
temps de la fin, op. cit.
"lo propio del hombre", la preciosa propiedad privada de
la especie. El excepcionalismo humano, en suma: lengua
je, trabajo, ley, deseo; tiempo, mundo, muerte. Cultura.
Historia. Futuro. Los humanos pertenecen al futuro como
los animales al pasado; esto es, a nuestro pasado, ya que
en lo que les concierne están encerrados -suponemos- en
un presente inmóvil y en un mundo exiguo.
-127-
los seres precosmológicos interrumpieron su incesante.de-
venir-otro (metamorfosis erráticas, plasticidad anatómi
ca, corporalidad "desorganizada") en favor de una mayor
univocidad ontológica.14 Con la clausura del "tiempo de
-129-
zación de las transformaciones que ..vinieron a diferen
ciar a los animales de aquellos humanos que continuaron
siéndolo, y no en la aceleración de las transformaciones
de los animales que "fuimos" en las máquinas que "sere
mos". El énfasis de la praxis indígena reside en la produc
ción reglada de transformaciones capaces de reproducir
el presente etnográfico (rituales de ciclo de vida, gestión
metafísica de la muerte, chamanismo como diplomacia
cósmica) y así impedir la proliferación regresiva y caóti
ca de transformaciones. El control es necesario porque el
potencial transformativo del mundo, como lo demuestran
los omnipresentes índices de actividad de una intenciona
lidad antropomorfa universal, manifiesta una remanencia
peligrosa pero necesaria. El peligro reside en el hecho de
que los ex humanos mantienen una virtualidad humana
por debajo de su actual apariencia animal, vegetal, as
tral, etc., un poco al modo (pero a la inversa de) como
acostumbramos fantasear que, en el fondo, por debajo de
nuestra vestimenta civilizada, seguimos siendo animales
feroces. La arcaica latericia humanoide de los no humanos
-la humanidad como el inconsciente del animal, se podría
decir- amenaza constantemente con irrumpir a través de
los rasgaduras que se abren en la trama del mundo co
tidiano (sueño, enfermedad, incidentes de caza), y con
hacer que los humanos sean violentamente reabsorbidos
por el substrato precosmológico donde todas las diferen
cias continúan comunicándose caóticamente entre sí.16
La necesidad de esa remanencia, a su vez, radica en el
hecho de que la actualización del presente etnográfico
presupone una recapitulación o contraefectuación del es
tado precosmológico, pues allí se halla el reservorio de
toda diferencia, de todo dinamismo y por tanto de toda
posibilidad de sentido. El multiverso antropomórfico, en
su virtualidad originaria, es suscitado-conjurado, bajo la
forma de una animalización del humano -la máscara te-
riomórfica del bailarín-espíritu, el devenir-fiera del gue
rrero- que es recíprocamente una humanización mítica
del animal.17 Es de tal doble movimiento que emerge sin
cesar el ethnos. El presente etnográfico no es en modo
alguno un tiempo inmóvil; las sociedades lentas conocen
velocidades infinitas, aceleraciones extra-históricas, en
una palabra, devenires, que hacen del concepto indígena
del buen vivir algo metafísicamente mucho más parecido
a un deporte extremo que a un sosegado retiro campestre.
Lo que llamaríamos m undo natural, o "m u n d o " en
general, es para los pueblos amazónicos una multipli
cidad de multiplicidades intrincadamente conectadas.
-131-
ciedades, una arena internacional, una cosmopoliteia. No
existe por lo tanto una diferencia absoluta de estatuto
entre sociedad y ambiente, como si la primera fuese el
"sujeto" y el segundo, el "objeto". Todo objeto es siempre
otro sujeto, y es siempre más de uno. Aquella expresión
común en boca de quienes recién se inician en una mi-
litancia de izquierda, "todo es político", adquiere en el
caso amerindio una literalidad extrema (inclusive en la
indeterminación de ese "todo" -los jabutís...-) que tal
vez ni siquiera el manifestante más entusiasta de las
calles de Copenhague, Río de Janeiro o Madrid esté pre
parado para admitir.
19. Ver Tania Stolze Lima, "0 dois e seu múltiplo: reflexoes sobre o perspec
tivismo em urna cosmología tupi", Mana, vol. 2, n° 2, 1996, pp. 21-47 , y Um
peixe olhou para mim. 0 pavo Yudjá e a perspectiva, San Pablo/Río de Janeiro,
u n e s p / i s a / n u t i , 2005; Eduardo Viveiros de Castro, "Os pronomes cosmológicos e
133-
otras especies como tales (y esto, es inútil subrayarlo, se
-
aplica también a nuestra especie). La "humanidad" es así
al mismo tiempo una condición universal y una perspectiva
estrictamente deíctica y autorreferencial. Especies diferen
tes no pueden ocupar al mismo tiempo el punto de vista del
"yo", debido a la restricción deíctica: en toda confrontación
aquí y ahora entre dos especies, es forzoso que una termine
por imponer su humanidad, es decir, que termine por hacer
"olvidar" a la otra su propia humanidad.21
Nosotros humanos (esto es, nosotros amerindios) no
vemos a los animales como humanos, por lo tanto ellos no
135-
dentemente, en la filosofía crítica y demás derivas "corre-.-
lacionistas".23 En este sentido, el antropomorfismo es una
-
inversión irónica completa (¿dialéctica?) del antropocen-
trismo. Decir que todo es humano equivale a decir que los
humanos no son una especie especial, un evento excep
cional que vino a interrumpir de forma magnífica o trágica
la trayectoria monótona de la materia en el universo. El
antropocentrismo, por el contrario, hace de los humanos
una especie animal dotada de un suplemento transfigura-
dor; los entiende como seres atravesados por la trascen
dencia como por una flecha sobrenatural, marcados por un
estigma, una abertura o una falta privilegiada (felix culpa)
indeleble que los distingue en el seno -en el centro- de
la Naturaleza. Y cuando la filosofía occidental se critica a
sí misma y se empeña en atacar al antropocentrismo, su
23. Pero no, nótese bien, en muchas de esas filosofías que Meillassoux
llamaría "subjetalistas".
forma usual de negar el excepcionalismo humano es afir
mar que en un nivel fundamental somos animales, o seres
vivos, o sistemas materiales como todo el resto: la reduc
ción o eliminación "materialista" es el método favorito de
equiparación de lo humano con el mundo preexistente. El
principio antropomórfico, por el contrario, afirma que son
los animales y demás entes los que son humanos como no
sotros; aquí, la generalización o expansión "pampsiquista"
es el método básico de equiparación del mundo con el
humano preexistente.
Podría objetarse que, en rigor, los animales son "h u
manos-para-sí" para nosotros, ya que somos "nosotros"
(los amerindios) los que sabemos eso y actuamos de acuer
do a ese saber. Sin duda. Pero no sabemos todo lo que
los animales saben, y menos aún todo lo que ellos son.24
De cualquier modo, esto no significa que exista, escondi
do en las profundidades del mundo, u n humano-en-sí o
un animal-en-sí; en las cosmologías amerindias no existe'
distinción -y aquí se trata de una tesis etnográfica, no
una teoría metafísica general- entre el "mundo-en-sí" y
la serie indeterminada de existentes en cuanto centros
de perspectiva o, si se prefiere, en cuanto mónadas. Cada
objeto o aspecto del universo es una entidad híbrida, al
mismo tiempo humano-para-sí y no-humano-para-otro, o
mejor, por-otro. En este sentido, todo existente, y el m u n
do como agregado abierto de existentes, es un ser fuera de
sí. No existe ser-en-sí, ser-en-cuanto-ser, que no dependa
Los blancos nos tratan como ignorantes solo porque somos gente
diferente a ellos. Pero su pensamiento es corto y oscuro; no logra
ir más allá y elevarse, porque quieren ignorar la muerte. [...] Los
blancos no sueñan lejos como nosotros. Ellos duermen mucho,
, 28
pero solo suenan consigo mismos.
137-
-
25. Ver Bruno Latour, Investigación sobre los modos de existencia, op. cit. El
ser en cuanto otro de Latour es como la expresión metafísica de la célebre
máxima antropofágica "solo me interesa lo que no es mío", como recuerda
Alexandre Nodari. Aquí no cabe -literalmente- adentrarnos en la ontología
de la diferencia que permite tender un puente entre la especulación oswal-
diana sobre el "matriarcado de Pindorama", el pensamiento amerindio so
bre la alteridad inmanente y ciertos desarrollos filosóficos y antropológicos
contemporáneos, entre los cuales se incluyen las propuestas de Latour; ver
Eduardo Viveiros de Castro, Metafísicas caníbales, op. cit.
26. Ver Casper Jensen, "Two forms of the outside: Castañeda, Blanchot,
ontology", op. cit.
27. Los seres del "pasado" absoluto que describe el mito -como los espí
ritus, los maestros de los animales, las divinidades y otras entidades nor
malmente invisibles que forman el substrato intencional del mundo- son
imperecederos, y por lo tanto omnipresentes, en sentido tanto espacial
como temporal. Ver Daniel Pierri, 0 perecível e o imperecível. Lógica do
sensible e corporalidade no pensamento guaranimbyá, tesis de maestría,
San Pablo, 2014.
28. Davi Kopenawa y Bruce Albert, La chute du ciel, op. cit., pp. 411-412;
el subrayado es nuestro.
El vano deseo de ignorar la muerte está ligado, según
Kopenawa, a la fijación de los blancos en la relación de
propiedad y en la forma mercancía. Ellos son " apasionados"
por las mercancías, en las que su pensamiento permane
ce completamente " a p r i s i o n a d o "Así, ellos sueñan con
sus coches, sus casas, con su dinero y todos sus otros
bienes...".29 Recordemos que los yanomamis no solo va
loran al extremo la liberalidad y el intercambio no mer
cantil de bienes, sino que también destruyen todas las pose
siones de los muertos.30
Los blancos duermen mucho, pero solo sueñan consi
go mismos. Este es, quizás, el juicio más cruel y preciso
jamás enunciado sobre la característica antropológica de
los "blancos": aquellos a quienes Latour llamaría "m o
dernos" o, más perversamente, "humanos". La desvalori
zación epistémica del sueño por parte de los blancos iría
a la par de su autofascinación solipsista -su incapacidad
para discernir la humanidad secreta de los existentes no
humanos- y su avaricia "fetichista", tan ridicula como
incurable. Los blancos, en suma, sueñan con lo que no
tiene sentido.31
139-
tremadamente otras, que se encuentran diseminadas por
el cosmos. Los yanomamis, o la política del sueño contra
-
el Estado: no nuestro "sueño" de una, sociedad contra el
Estado, sino el sueño tal como él es soñado en una socie
dad contra el Estado.
32. Así como Marx tomó prestado del imaginario colonialista el térmi
no "fetichismo", y (re)abrió con ello -y de una forma que pasó tal vez
inadvertida- un rico filón analítico sobre las profundas relaciones entre
economía y teología en la metafísica occidental.
oo
como nosotros!" Aparentemente ese día ya comienza
a despuntar en el horizonte. En un pasaje inusualmente
"primitivista" de su tratado de antropología de los mo
dernos, Latour observa que "la multiplicidad de los no-hu
manos que las crisis ecológicas agitan en todos los sec
tores de la economía" reinstala de modo angustiante
la cuestión, indisolublemente "económica" y "ética", de la
relación de los medios y de los fines; y, llamativamente,
respecto a esto se va observando entre nosotros, conclu
ye Latour, u n "retorno progresivo a las cosmologías a n
tiguas y a sus inquietudes que, de pronto, descubrimos
no tan mal fundadas".34
33. Davi ICopenawa y Bruce Albert, La chute du ciel, op. cit., p. 540. "Lo
que ellos [los blancos] denominan 'la naturaleza' es, en nuestra lengua
muy antigua, urihi a, la tierra-selva" (ibíd., p. 514). Comparar con el
bello libro de Ursula le Guin, El nombre del mundo es bosque, Buenos. Aí
res, Minotauro, 1976: "También había aprendido a gustar de los nombres
que los atlishianos daban a sus territorios y poblados: sonoras palabras
bisilábicas: Somol, Tuntar, Eshreth, Eslisen -que ahora era Centralville-,
Endtor, Abtan y sobre todo Athshe, que significaba el Bosque, y el Mundo.
De modo que tierra, térra, tellus significaba a la vez el suelo y el planeta,
dos significados y uno. Pero para los atlishianos el suelo, la tierra, no era
el lugar adonde vuelven los muertos y el elemento del que viven los vivos:
la sustancia del mundo no era la tierra sino el bosque. El hombre terrá
queo era arcilla, polvo rojo. El hombre atlishiano era rama y raíz. Ellos no
esculpían imágenes de sí mismos en la piedra; solo tallaban la madera...".
34. Bruno Latour, Investigación sobre los modos de existencia, op. cit.,
p. 432. No pretendemos aquí especular sobre las razones de esta "pres
ciencia" de los pueblos no modernos, que progresivamente va dejando
la esfera de las alegorías edificantes para asumir una perturbadora li
teralidad ecológica. Pero entre esas razones está, ciertamente, la multi-
milenaria aprehensión reflexiva por el "pensamiento salvaje" de ciertas
constantes de enorme generalidad en la experiencia, constantes que en el
siglo XIX aprendimos a llamar termodinámicas, y cuyo "olvido" está en la
raíz de las mutaciones económicas (en todos los sentidos de la noción de
economía, del teológico al contable) ocurridas en crisis sucesivas a lo lar
go de la historia de Occidente. Tampoco se debe descartar, por supuesto, la
tendencia a un cierto carácter circular o recombinatorio de la imaginación
mitopoética, en el tiempo y en el espacio.
UN MUNDO DE G E N T E
-141-
las almas celestes de los muertos se vuelven la humani
dad de la nueva capa terrestre. En otras escatologías, la
destrucción del mundo es causada por los métodos harto
clásicos -pero todavía eficaces, considerando la presente
crisis climática- del cataclismo (diluvio) o de la conflagra
ción (incendio) universales. En el caso de los guaraníes del
sur de Brasil y de la cuenca de los ríos Paraná y Paraguay,
sucesivas tierras y sus respectivas humanidades fueron (y
serán) creadas y destruidas por los dioses, por medio del
agua o del fuego, o incluso por el repliegue de la estruc
tura de sustentación de la capa terrestre.35 En la próxima
mbyás, ver Daniel Pierri, "Como acabará essa térra? Reflexóes sobre a ca-
taclismologia Guarani-Mbya, á luz da obra de Nimuendaju", Tellus, n° 24,
2013; y "0 dono da figueira e a origem de Jesús: uma crítica xamánica ao
cristianismo", Revista de Antropología, 2013.
36. Curt Nimuendaju Unkel, Los mitos de creación y de destrucción del
mundo como fundamentos de la religión de los Apapokuva-Guaraní, Lima,
Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica, 1978. Para un
panorama ya desactualizado, pero todavía útil, de las cosmogonías y esca-
tologías de la América del Sur indígena, ver Lawrence Sullivan, Icanchu's
Drum. An Orientation to Meaning in South American Religions, Nueva York,
MacMillan, 1988.
UN MUNDO DE G E N T E
-143-
muchos siglos después.37 Su llegada a América dio lugar,
y continúa dándolo, a una inmensa perplejidad metafísica
por parte de los indígenas. Perplejidad casi siempre acom
pañada, aun hoy (después de cinco siglos de traiciones y
matanzas), de mucha indignación y aprehensión y que, en
el plano práctico-especulativo, acostumbra desdoblarse en
una variedad de agenciamientos contra-históricos, tales
como el profetismo, la insurrección autonomista, la espe
ra de la renovación cósmica por medio de una catástrofe
(como el pachakuti quechua), la reformulación estratégica
del chamanismo nativo en lenguaje ecopolítico... En todos
los casos, se trata de afirmar el presente etnográfico, de
conservarlo o recuperarlo, no de "crecer", "progresar" o
37. Los mitos no tardaron en "siempre haber previsto" este regreso (ver
Claude Lévi-Strauss, Historia de Lince, Barcelona, Anagrama, 1992). En
otras variantes, los blancos se fueron en razón de un error de juicio de los
propios indios, que absurdamente los expulsaron o los dejaron ir llevándo
se consigo los instrumentos de su potencia tecnológica futura.
"evolucionar". Como profesan los pueblos andinos en su
hoy célebre lema cosmopolítico; vivir bien, no mejor.
La regla en las mitologías amerindias, decíamos, son
los apocalipsis periódicos. Pero cuando estos se cruzan, en
la imaginación de los pueblos actuales,' con las múltiples
informaciones sobre la catástrofe climática en curso que
les llegan de todos lados, cuando a estas informaciones se
suman las observaciones aún más preocupantes, obtenidas
por la experiencia directa, de una desincronización de los
ritmos estacionales y de los ciclos hidrológicos, y de una
consecuente perturbación de las interacciones biosemióti-
cas características de los habitantes tradicionales de estos
pueblos,38 y cuando a todo eso se le agrega la destrucción
generalizada, creciente y violenta de estos ambientes a
manos de los "programas de aceleración del crecimiento"
promovidos por Estados-nación rehenes del capitalismo
mundial integrado, por no hablar de la penetración ya an
tigua, pero ahora mucho más acelerada, de las escatologías
apocalípticas diseminadas por las sectas misioneras evan-
gélico-fundamentalistas... en estas condiciones, entonces,
hoy cada vez más presentes en la América indígena, las
"inquietudes" en cuanto a la imposibilidad patente de re
producir el presente etnográfico adquieren un sentido de
urgencia decididamente pesimista.
Los yanomamis, como otros pueblos próximos (por
ejemplo, los wajapi), asocian las actividades extractivistas
en sus territorios (oro, casiterita, a las cuales se les viene
sumando, en otras regiones de la Amazonia, la explotación
industrial de petróleo y gas y, en breve, del niobio y de
38. Ver, por ejemplo, Erika Mesquita, "Ver de perto para contar de certa".
As mudangas climáticas sob os olhares dos moradores da jloresta, tesis de
doctorado, Campiñas, 2013; Patricia J. Hammer, "Patsa Puqun: ritual and
climate change in the Andes", ReVista. Harvard Review of Latín America,
2014, así como los artículos bajo la categoría "A cosmopolitica das mu
dangas (climáticas e outras)" en el sitio web del i s a , pib.socioambiental.org.
UN MUNDO DE G E N T E
-145-
temente una escatología en la cual la recreación del mundo
y de la humanidad tras la catástrofe no incluirá, como in
cluyó la recreación anterior, a los blancos. La Tierra actual
no será exactamente destruida, como la primera vez, solo
sufrirá una limpieza completa: la espesa capa de suelo que
recubre los imperecederos cimientos de piedra del nivel
terrestre será raspada por Nhanderu (la divinidad princi
pal de los mbyás) y arrojada al mar, limpiando el mundo
de toda la basura, el veneno y la maldad que los blancos
fueron depositando en la tierra. La humanidad entera pe
recerá en esta barrida purificadora; los mbyás, sin embar
go, serán recreados por Nhanderu, para repoblar un mundo
40. Esto recuerda un episodio del mito guaraní de la creación del mundo,
en el cual los gemelos míticos exterminan, por ahogamiento, a toda la po
blación de jaguares caníbales que dominaba la Tierra, pero dejan escapar
una hembra embarazada, que da origen a los jaguares actuales, felizmente
menos numerosos que sus arquetipos originarios.
41. Aldo Litaiff, As divinas palabras. Identidade étnica dos Guaráni-Mbya.
Florianópolis, ü f s c , 1996, p. 116.
UN MUNDO DE G E N T E
-147-
de la noción fundamental de un origen antropomórfico
del existente. Puede haber habido una humanidad antes del
mundo, pero no puede haber un mundo de después de la
humanidad; no puede haber un mundo, en suma, despro-.
visto de relación y de alteridad.
Pero eso no es todo. Veremos que, en lo que respecta
al fin del mundo, los amerindios tienen algo más para
enseñarnos.
U D
H U M AN O S Y TERRÍCOLAS
EN LA G U E R R A DE G A I A
-149-
What do you do, after you stop pretending?
Dougald Hiñe, The Dark Mountain Project
LA ESPECIE I M P O S I B L E
1. Los escritos de Günther Anders, como vimos, buscan extraer las impli
cancias de la entrada de la humanidad en la "era atómica", pero son ricos
en lecciones para nuestra caída en el "Antropoceno", dada la densidad de
la relación, tanto epistemológica como ontológica, entre estas dos balizas
temporales; ver 3oseph Masco, "Bad Weather: On Planetary Crisis", Social
Studies of Science, vol. 40, n° 1, 2010, pp. 7-40; "The End of Ends", Anthro-
pological Quarterly, vol. 85, n° 4, 2012, pp. 1107-1124.
H U M A N O S Y TERRÍCOLAS
EN L A G U E R R A DE G A I A
151-
el comportamiento del sistema Tierra, crearon a la especie
hace cientos de miles de años, no podremos darnos cuen
-
ta de cuánto dependemos, como una forma de vida entre
otras, de las otras especies existentes en la Tierra, y por
lo tanto de las condiciones termodinámicas planetarias que
sustentan la biosfera presente (y que están, como sabemos,
recíprocamente condicionadas por ella, al menos en parte).
El calentamiento global, como ya señalamos más de una
vez en este ensayo, traerá alteraciones que permanecerán
durante muchas decenas de siglos, tal vez incluso varios
cientos de miles de años. Ni el capitalismo mismo puede
durar tanto (lo cual no deja de ser un alivio).
Que la responsabilidad por el colapso ambiental no pue
da ser uniformemente distribuida -es evidente cuáles son las
2. Andrew Shryock y Daniel Lord Smail (eds.), Deep History. The Archi-
tecture ofPast and Present, Berkeley, University of California Press, 2011,
John Brooke, Climate Change and the Course of Global History, op. cit.
regiones geográficas, las formaciones y los segmentos socia
les que históricamente se beneficiaron con los procesos que
lo desencadenaron- no implica que sus consecuencias no va
yan a serlo: "el Antropoceno",-advierte Chakrabarty, "apunta
hacia una catástrofe compartida". Además, no debemos per
der de vista los cambios en curso en el escenario geopolítico,
con la emergencia de China, India y Brasil, entre otros, como
potencias económicas con un promisorio futuro ecotóxico;3
en conjunción con la inercia, la codicia y la intransigen
cia de los países centrales, ese equivalente a la carrera ar
mamentista en el plano de la aceleración del crecimiento
viene colaborando para el agravamiento de los momentos
de impasse diplomático sobre la "cuestión" ambiental. Todo
sucede como si ciertas víctimas quisiesen compartir también
la hoy envidiable condición de futuros culpables, dentro de la
catástrofe compartida (cui bono?, ¿quién se beneficia?).
-153-
histórico que, paradójicamente, Chakrabarty estima im
posible: la humanidad como especie, precisamente. El
autor argumenta que el concepto de especie, que natura
listas como Edmund 0. Wilson movilizan en términos polí
ticos, "desempeña un papel cuasi-hegeliano [...] análogo
al que la multitud o las masas desempeñan en los escritos
marxistas", pero que (¿al contrario de las masas marxis-
tas?) se trataría de una identidad colectiva fenomenoló-
gicamente vacía.4 Los seres humanos, dice Chakrabarty,
jamás se experimentan como una especie, sino que solo
pueden aprehenderse intelectualmente como un ejemplar
del concepto:
-155-
jamás podremos comprender este universal", un universal'
-157-
para Chakrabarty, parece que solo habrá una humanidad
cuando ya no haya humanidad alguna, cuando desaparezca
el último ser humano de la faz de la tierra.13
En la presente situación de catástrofe climática que
define al Antropoceno, la distinción entre culpables y víc
timas, como vimos, es históricamente clara desde un punto
-159-
gumento de Clive Hamilton sobre la presente crisis ambien
tal y contradice la posición expresada por Latour en una
entrevista reciente ("tengo el deber de ser optimista").19
miedo [Be afraid]"; Steven Shapin, "Libel on the Human Race", London
Review ofBooks, vol. 36, n° 11, 2014, p. 29. Para una defensa elocuente y
no pollyanesca de la esperanza como principio de la acción política, ver,
en cambio, el bello libro de Rebecca Solnit, Esperanza en la oscuridad,
Madrid, Capitán Swing, 2017.
H U M A N O S Y TERRÍCOLAS
EN L A G U E R R A DE G A I A
-161 -
de un planeta puesto de ahora en adelante bajo la égida
de Gaia, un "personaje divino" (theóteros) muy diferente de
la naturaleza o de la divinidad del período moderno. Un
personaje, sobre todo, que no tiene ningún interés en ser
vir de árbitro exterior en un conflicto entre dos pueblos,
entre los dos demoi enemigos que se oponen hoy en un
combate mortal en torno del nomos (orden/distribución/
apropiación) de la Tierra.20
Desde hace mucho tiempo Latour viene presentando
las pruebas del desmoronamiento histórico objetivo de
la distinción fundadora de la Modernidad, aquella entre
naturaleza y política. Más recientemente, señaló el colap
so ambiental planetario como el resultado más real y, al
mismo tiempo, la prueba más elocuente de la irrealidad
de tal distinción; con ello, se configura una situación que
163-
heterogénea pluralidad de condiciones e intereses de los
colectivos que se ven frente a la terrible teofanía de Gaia.
-
Para seguir el argumento- de "teología política" desa
rrollado en esas conferencias que son una suerte de pos-
facio a la Investigación, comencemos por la relectura del
polo "m undo" de nuestro macroesquema mítico. El autor
nos exhorta a reconocer una transición histórica en cur
so (y a luchar para que se complete) entre dos imágenes
del mundo: la Tierra moderna de la ciencia galileana, una
esfera celeste entre otras, vagando en un universo isotró-
pico e infinito, en conformidad con las leyes eternas de la
matemática, por un lado; y la Gaia de Lynn Lovelo ck y Ja
mes Margulis, región local excepcional dentro del universo,
accidente cósmico creado por la agencia geomórfica de la
vida, cuya contribución fisicoquímica para la constitución
de un sistema lejos del equilibrio fue y es determinante
para la manutención de la vida misma. La agencia micro-
física de los humanos sobre la cual insiste Chalcrabarty -y
con razón- es, por lo tanto, para los humanos y muchos de
los demás vivientes de la presente época geológica, solo
un ejemplo, -particularmente desastroso en verdad- de esa
inseparabilidad ontológica universal éntre forma y fondo,
el "viviente" y su "ambiente". Lo que Isabelle Stengers lla
mó de forma tan acertada la "intrusión de Gaia" marca un
evento decisivo dentro de ese apax que es la Gaia de Love-
loclc, el advenimiento de una situación histórica nueva, en
la que definitivamente dejó de ser posible vivir sin consi
derar el sentido de esa inseparabilidad.
La Tierra-Gaia se separa así de la Tierra-cuerpo celeste,
lo sublunar vuelve a distinguirse de lo supralunar, la idea
de "m undo" recupera un sentido extremadamente cerrado,
lo que significa también un sentido inmanente: terrestre,
local, próximo, secular, no unificado. La expresión "este
mundo sublunar nuestro"21 aparece repetidas veces en Face
á Gaia, siempre en contextos donde el autor distingue en
tre la situación de legalidad universal (quid juris.?) de la
naturaleza, tal como es afirmada por la teoría de la reía-
pp
tividad o por la mecánica quántica (legalidad que Latour
no recusa en cuanto tal, sino solo como emanación mística
de un modelo desencarnado de una ciencia puesta como
árbitro supremo, oráculo místico de una naturaleza que,
supuestamente, vino a destronar a las viejas divinidades) y
la situación de imbricación empírica, esencialmente prácti
ca (quid facti?) entre la humanidad y esta Tierra, situación
que podríamos dar el nombre, esta vez con intención no pe
yorativa, de excepcionalismo terrícola,23 Y en este sentido, la
165-
acelerar, en vista de la proximidad creciente de la "barbarie
por venir", es precisamente el proceso de desaceleración de
-
las ciencias y de la civilización que, en más de un sentido/
vive a costa de ellas.24
Pero la Tierra-Gaia de Latour, puesto que es en esencia
animada -como en un cuento de hadas, en que todo puede
salir del escenario para volverse un actor en el proscenio-,
no es una entidad superanimada al modo de una misterio
sa eminencia omnipotente, algo así como un superorga-
nismo dotado de una forma misteriosa de intencionalidad
que fuese la resultante equilibrada de todas las fuerzas
que actúan en su seno, lo cual supondría un ingeniero o
gobernador al mando, que solo distribuyese los papeles y
25. Por el mismo motivo -esto es, por no ser una obra de arquitectura o
ingeniería-, Gaia tampoco puede ser re-engineered, lo cual sugiere que el
autor no alberga grandes esperanzas respecto a proyectos de "geoingenie-
ría del clima".
radamente con la geohistoria, sino la Tierra-Gaia la que
se vuelve historicizada, narrativizada26 como la historia
humana, y que comparte con esta, además -y la aclara
ción es esencial-, la ausencia de cualquier intervención
de una providencia.
Resta saber quién es el demos de Gaia, el pueblo que
se siente reunido y convocado por esa entidad, y quién es
su enemigo. Es necesario, decíamos, rechazar en principio
cualquier candidato único a la (in)dignidad de ser el epó-
nimo del Antropoceno. La noción wilsoniana de especie
se deja de lado no tanto por su evanescencia fenomenoló-
gica, al modo de Chalcrabarty, sino por ser ella tributaria
de la naturaleza apocalíptica y ahistórica de la moderni
dad, así como del poder arbitral absoluto de la ciencia.
Pero las masas revolucionarias de la izquierda clásica, otra
reencarnación recurrente del universal moderno, tampo
co darían cuenta del mensaje, una vez que su victoria
continúa dependiendo -si confiamos en los más recientes
corifeos de la filosofía de la praxis- de una generalización
e intensificación del frente de modernización, tanto en el
plano práctico (destrucción ambiental) como en el técnico
(culto a la Naturaleza y a la Razón). Lo que el Antropo
ceno pone en jaque es, justamente, la propia noción de
anthropos, de un sujeto universal (especie, pero también
clase o multitud) capaz de actuar como un solo pueblo.
La situación propiamente etnopolítica del "hum ano" como
multiplicidad intensiva y extensiva de pueblos debe re
conocerse como directamente implicada en la crisis del
Antropoceno. Si no existe un interés universal humano
positivo, es porque existe una diversidad de alineamien
tos políticos de los distintos pueblos o "culturas" m u n
diales con muchos otros actuantes y pueblos no-humanos
(formando lo que Latour denomina "colectivos") contra
26. Gaia es el agente de una geostory antes que el paciente de una geohistory.
D
A
N
0 los autoproclamados portavoces de lo universal. El mul-
^ tiverso, el estado ante-nómico o pre-cósxnico de fondo,
K permanece no unificado, tanto del lado de la humanidad
1 como del mundo. Toda unificación está (bajo un modo que
j podríamos llamar múltiplemente hipotético) en el futuro,
y dependerá de la capacidad de negociación una vez decla-
^ rada la guerra, la "guerra de los mundos" como la nombró
v Latour en otro texto.27
E
1 § La guerra de los mundos, en ese texto más antiguo, hacía
D
referencia sobre todo a las relaciones entre los modernos y los
0 J
s otros pueblos en el llamado front de modernización. Seguros de
su acceso privilegiado a la naturaleza, los modernos se atribu
yeron el rol de civilizadores, aquellos que convencerían a todos
los pueblos reticentes a ellos para reunirse bajo el manto de un
mundo común (un régimen ontológico y cosmopolítico único)
que, no por casualidad, era también el mundo de los moder-
§ nos. Frente a las señales cada vez más evidentes del desmoro
namiento de la "constitución" (la cosmopolítica) que los guió
durante trescientos años, Latour se presentaba entonces como el
diplomático de los modernos, aquel que los ayudaría a componer
una verdadera paz, una verdadera unidad por venir, a condición
de que reconociesen la existencia de una verdadera guerra allí
donde veían solo una cuestión policial de "resocialización" de
delincuentes ontológicos (los no modernos). Trece años después,
en las páginas finales de la Investigación sobre los modos de
existencia, nuestro autor habla del surgimiento de dos nuevos
e imprevistos fronts de guerra, que tal vez ayuden a convencer
a los modernos acerca de la necesidad de negociar la paz: el
primero es la constatación de que otros pueblos, en Oriente y en
el sur, han aprendido muy bien su lección y han hecho suya la
voluntad de modernizarse, pero según sus propias (y temibles)
27. Bruno Latour, War of the Worlds. What about Peace?, Chicago, Prickly
Paradigm Press, 2002
H U M A N O S Y TERRÍCOLAS
EN LA G U E R R A DE G A I A
169-
un matter of fact, una cuestión fáctica, una vez que no
existe controversia significativa entre los científicos res
-
pecto al origen antrópico de la catástrofe climática. Esto
no impide que ciertos sectores de la opinión pública, de la
academia inclusive -por no hablar de los gobiernos, de las
grandes corporaciones y sus "mercaderes de la duda"-,29
cuestionen tal consenso e insistan en una política del bu-
siness as usual, o en el optimismo verde-capitalista de la
30
"crisis como oportunidad". Esto se da porque la teoría
171-
y del norte, pero cada vez menos europea y más china,
india, brasileña- que negó a la Tierra dos veces, tanto al
-
afirmarse tecnológicamente liberada de los retos- de la na
turaleza, como al definirse como la única civilización que
escapó del mundo cerrado (pero peligroso e imprevisible)
de los animismos arcaicos y que supo abrirse al universo
infinito (pero saturado de imperturbable necesidad) de la
materia inanimada.
173-
con el dúo humano de El caballo de Turín (el caballo del
título, personaje crucial, desaparece como terrícola en el
-
análisis de Latour),36 condenado a sobrevivir -sería más
exacto poder decir "subvivir"- por toda la eternidad en
una Tierra que va perdiendo su condición de mundo. Esta
aproximación, confesamos, nos resulta terriblemente enig
mática. Sin duda sería razonable, por ejemplo, tomar la mo
notonía mortal que aplasta a los protagonistas del film de
Tarr como una imagen elocuente de la condición de tantos
pueblos indígenas del planeta después del paso del frente
de modernización por sus vidas,37 o tal vez, como preten
den algunos, como una alegoría del vergonzoso fracaso del
socialismo. Pero entonces, en este caso, no deberíamos dejar
36. Ver Juliana Fausto, "Terrarios e poetas: 'o povo de Gaia' como 'povo que
falta'", Landa, vol. 2, n° 1, 2013, pp. 165-181.
37. Sobre el tedio que se percibe "en las escuelas misioneras, en los campa
mentos de refugiados y, a veces, en aldeas 'aculturadas'", ver Roy Wagner,
The Invention of Culture, Chicago, University of Chicago Press, 1981, p. 89.
de mencionar que una solitaria e incongruente promesa de
alegría atraviesa por algunos minutos el film, traída y lle
vada por la carreta de los gitanos que .pasan ruidosamente
por la propiedad pidiendo agua, para luego seguir adelan
te, no sin dejar en manos de la protagonista femenina un
misterioso libro que habla del cierre y demolición de las
iglesias.38 Tal vez sean ellos la verdadera imagen anticipa-
toria de la vanguardia de los terrícolas, aquellos capaces de
llevar la guerra contra los humanos hasta sus momentos de
cisivos. Pues es difícil concebir al pueblo de Gaia como una
mayoría, como la universalización de una buena conciencia
"europea"; los Terrícolas no pueden no ser un pueblo "irre
mediablemente menor" (por más numerosos que lleguen
a ser), un pueblo que jamás confundiría el territorio con
la Tierra.39 Ellos se parecen, tal vez, antes que al "público
fantasma" de las democracias occidentales,40 mucho más a
aquel pueblo que falta del que hablan Deleuze y Guattari,
el pueblo menor de Kafka y Melville, la raza inferior de
Rimbaud, el indio en que el filósofo deviene ("tal vez 'para
que' el indio que es indio devenga él mismo algo más y se
libere de su agonía"): el pueblo por venir, capaz de oponer
una "resistencia al presente" y así crear "una tierra nueva",
el mundo por venir.41
175-
ción la distingue, entienda que la política es solo un depar
tamento de la cosmopolítica, y que esto la iguala a todas
-
las otras civilizaciones. La voz de esos pueblos empieza a
ser oída por lo menos en algunos sectores de las sociedades
privilegiadas del "norte global", aquellos que ya se dieron
cuenta de que, esta vez, las cosas pueden terminar mal
para todo el mundo, en todas partes, de un modo u otro.
Pero sucede que Latour no cree que esa "gente de la
Pachamama" esté a la altura del desafío:
"pueblo que falta" nos fue sugerida por el artículo citado de Juliana Fausto,
y Alexandre Nodari nos recordó el pasaje de La hora de la estrella, de Lispec-
tor, en que Macabea es definida como una representante de la "resistente
raza enana obstinada que tal vez un día reivindique el derecho al grito";
Clarice Lispector, La hora de la estrella, Madrid, Siruela, 1989, p. 75.
[the relative weakness] de la tecnología de esos pueblos. Ningu
no de esos pueblos llamados "tradicionales", cuya sabiduría ad
miramos con frecuencia, está preparado para ampliar la escala
de sus modos de vida hasta las dimensiones de las gigantescas
metrópolis técnicas en las que hoy se amontona más de la mi
tad de la raza humana.
-LLl-
justa"? ¿Qué sabemos con certeza sobre las ampliaciones o
reducciones de escala que tendremos que sufrir a lo largo de
este siglo? No mucho.- El futuro es cada vez más incierto, o
mejor (o peor), lo que con seguridad se puede saber de él es
que, como en la canción, "nada será como antes".43
En cuanto al pequeño número poblacional de los pue
blos "llamados tradicionales", según una estimación recien
te de la o n u ,44 existen cerca de 370 millones de personas
45. Ver Mike Davis, Planeta de ciudades miseria, Madrid, Akal, 2014; ver
también John Vidal, "Every third person will be a slum dweller within 30
years, dn agency warns", The Guardian, 4 de octubre de 2003.
46. Richard Betts et. al, "When could global warning reach 4°C?", Philoso-
phical Transactions ofthe Royal Society, vol. 369, n° 1934, 2011, pp. 67-84.
H U M A N O S Y TERRÍCOLAS
EN L A G U E R R A DE G A I A
179-
entendemos como una exhortación a prepararnos para una
intensificación no material de nuestro "modo de vida",49
-
47. Bruno Latour, Face á Gaia, op. cit. Agradecemos a Alexandre Nodari
las aclaraciones sobre la noción schmittiana del moderno nomos o par
tición de la Tierra, inaugurado con la invasión a América y a la India,
y su finalización (siempre según Schmitt) con el ascenso de los Estados
Unidos y la creación de la Sociedad de las Naciones. Nodari sugiere que el
nomos contemporáneo sería algo así como la división entre Estados-nacio
nes "legítimos" y los rogue states, el "eje del mal" (al que sumaríamos a
los "vándalos", los casseurs, los black blocs, los zapatistas, los pueblos en
estado de insurrección), y que un futuro nomos de la Tierra emergería del
escenario de la catástrofe ambiental imaginado por Stengers en el que un
Estado mundial, autorizado por la "urgencia" (la excepción) a intervenir
donde, como y cuando quiera, ejercería su dominación universal.
48. Ver el concepto de loop (circuito, vuelta, retorno, retroacción) como
constitutivo de la "terricolidad" en la cuarta conferencia; Bruno Latour,
Face á Gaia, op. cit.
49. Proyecto que uno de los autores de este libro denominó en otra parte
"suficiencia intensiva"; ver Eduardo Viveiros de Castro, "Desenvolvimento
económico e reenvolvimento cosmopolítico: da necessidade extensiva á
suficiencia intensiva", Sopro, n° 51, 2011, pp. 1-11.
esto es, para una total transformación de dicho modo en un
proceso que imperativamente tome distancia de toda fanta
sía de "dominio prometeico", de control gerencial sobre el
mundo tomado como otro de la humanidad: ha llegado la
hora de transformar la enkrateia, el dominio o maestría de sí
mismo, en un proyecto colectivo de re-civilización ("civilizar
las prácticas modernas", escribe Stengers) o, quién sabe, en
un proyecto -tal vez más "molecular", menos titánico- de
incivilización.50 El plus intra debe significar, de ese modo,
una tecnología de frenado, una deseconomía liberada de la
alucinación del crecimiento continuo, y una insurrección
cultural (si se nos permite la expresión) contra el proceso
de zombificación del ciudadano-consumidor.
Una palabra sobre la técnica. Así como Latour viene
buscando disolver la fatídica amalgama entre la ciencia y
las ciencias, pensamos que es necesario hacer lo mismo en
lo que concierne a la relación entre la técnica y las técnicas,
rechazando una interpretación unidireccional y modernista
de la técnica que la toma como una esencia ontoantro-
pológica que florece triunfal en la historia (los tecnófilos
al estilo del Brealcthrough Institute son tan esencialistas
como sus enemigos retro-heideggerianos). Existen técnicas
terrícolas como existen técnicas humanas, diferencia que
no se reduce, nos parece, a la mera cuestión del largo de sus
redes. La guerra entre los terrícolas y los humanos habrá
de librarse esencialmente en este plano, sobre todo cuan
do incluimos en la categoría ampliada y pluralizada de las
técnicas toda una gama de agenciamientos sociotécnicos y
de inventos institucionales, algunos muy antiguos, otros
más recientes, que van desde los sistemas de parentesco y
los mapas totémicos de los aborígenes australianos hasta
la organización horizontal y la táctica defensiva black bloc
50. Ver McICenzie Warlc, Un manifiesto hacker, Barcelona, Alpha Decay, 2006.
51. Ver "3 o Encontro Nacional de Agricultoras e Agricultores Experimenta
dores termina celebrando a partilha e a uniáo", as pta, I o de noviembre de
2013, disponible en aspta.org.br.
52. Latour clasificaría esos ejemplos como otros tantos casos de entre-
cruzamiento del modo de existencia de la técnica [ t e c ] con otros diversos
modos de existencia ( [ r e p ] reproducción, [ o r g ] organización, [ f o l ] política,
etc.); ver Bruno Latour, Investigación sobre los modos de existencia, op.
cit. No tenemos nada para objetar sobre esto.
D
A
N
los vínculos de parentesco y de los paisajes. Que su materialidad
w sea débil a los ojos de los colonizadores no dice nada sobre la in
s
l< ventiva, la resistencia y la durabilidad de su funcionamiento. Para
I conservar las oportunidades de negociación sobre los sucesores de
los dispositivos actuales de producción, es esencial restituir a los
/
seres de la técnica una capacidad de combinación que los libere
V
por completo de la pesada instrumentalidad. Libertad de maniobra
I
V indispensable para inventar los dispositivos que habrá que instalar
E en su lugar cuando haya que desmantelar el imposible frente de
I modernización. Si el verbo "ecologizar" debe transformarse en la
R
alternativa al verbo "modernizar", tendremos necesidad de es-
0 53
tablecer con los seres técnicos transacciones muy diferentes.
53. Bruno Latour, Investigación sobre los modos de existencia, op. cit.,
p. 227; el subrayado es nuestro.
tares mejorados en que nos (des)encarnaremos en aquella
fusión tecnomística generadora del hombre cósmico, mues
tren una "inteligencia artificial" lo suficientemente perspicaz
para resistir la estupidez natural de los humanos, optando
por una mecanopolítica de la suficiencia intensiva:
185-
los agrícolas por los pesticidas de Bayer y de b a s f (dos de
-
las honorables sucesoras de la ig Farben, cuya historia no
es necesario recordar aquí), el bravo Amaranthus palme-
ri, el "amaranto inca" resistente al herbicida RoundUp de
Monsanto que invade las plantaciones de soja transgénica
en los Estados Unidos, las semillas Terminator impuestas a
los agricultores por esa misma maldita corporación, a las
cuales se oponen los cultivos tradicionales de trigo, m an
dioca, arroz, sorgo o mijo cuidadosamente preservados por
los campesinos en las zonas de resistencia a la agroindus-
tria, los numerosos y misteriosos (para el consumidor) adi
57. ¿Quién dijo que la historia no va hacia atrás? Ver Fergus Walsh,
'"Golden Age' of antibiotics 'set to end'", bbc News Health, 8 de enero de
2014; y el igualmente, preocupante -si no más- artículo de Lynn Peeples,
"The stomach bacteria that could prolong your life", Huffington Post, 21
de mayo de 2014.
58. Ver Jonathan Safran Foer, Comer animales, Barcelona, Seix Barral, 2011.
59. Ver Elizabeth Kolbert, La sexta extinción, Barcelona, Crítica, 2015.
tivos químicos de los alimentos, los animales domésticos
y los perros policías, los osos que pierden la paciencia con
aquellos humanos que no saben respetar la diferencia entre
especies, el insustituible pueblo de abejas en peligro de
extinción debido a una sinergia de factores de origen an-
trópico, los drones asesinos, las omnipresentes cámaras de
vigilancia, el permafrost que derrite, Internet, los satélites
del sistema g p s, la parafernalia de instrumentos, modelos
y experimentos científicos que permiten evaluar la evolu
ción de los "límites planetarios", en fin, esos innumerables
agentes, agencias, actores, actuantes, acciones, fenómenos,
o como mejor se los quiera llamar, se ven automáticamente
convocados por la guerra de Gaia -nótese que algunos, tal
vez varios de ellos, pueden cambiar de campo (de efecto y
de función) de las maneras más inesperadas- y se articu
lan con diferentes pueblos, colectivos, y organizaciones de
individuos de la especie Homo sapiens, los cuales a su vez
se oponen entre sí en la medida misma en que mantienen
alianzas con tal multitud de no-humanos, esto es, en la
misma medida de los intereses vitales que los unen a ellos.
Si no es muy difícil enumerar a los no-humanos que
están implicados en la guerra de Gaia, ya vimos que
identificar quiénes son, dentro de la especie humana, los
terrícolas y sus enemigos "humanos" no es tan fácil. Vimos
que Latour asocia a estos últimos de manera un tanto ge
nérica con los "modernos", esto es, con todos aquellos
agentes, de corporaciones a países e individuos, que se
encuentran comprometidos de un modo u otro (las dife
rencias en esos "modos" es, no hace falta repetirlo, abso
lutamente esencial) con el avance implacable del frente de
modernización. Pero no es una tarea imposible, ni inútil,
nombrar al menos a algunos de los representantes de la lí
nea de frente del ejército "hum ano", los responsables más
inmediatos por el agravamiento creciente de la catástrofe
antropogénica y los interesados más directos (¿o debería
mos decir desinteresados?) en la derrota de los terrícolas.
A fin de cuentas, para comenzar, solo noventa grandes
compañías son responsables por dos tercios de las emisio
nes de gases de efecto invernadero en la atmósfera terres
tre: Chevron, Exxon, bp, Shell, Saudi Aramco, GazProm,
la Statoil noruega, la brasileña Petrobrás, las estatales
de explotación minera de carbón de países como China,
Rusia, Polonia...60 Les siguen nombres como Monsanto,
Dupont, Syngenta, Bayer, Cargill, Bunge,61 Dow, "nues
tra" Vale, Rio Tinto, Nestlé, las empresas de los siniestros
hermanos ICoch y muchas otras que también merecen ser
señaladas por sus variadas contribuciones a la conversión
del "mononaturalismo" cosmológico de los modernos en
una megaeconomía agrícola de monocultivos, a la pertur
bación duradera de los ciclos geoquímicos de los suelos y
de las aguas, a la colosal polución ambiental, a la distribu
ción de alimentos perjudiciales para la salud h um an a...62
Reparemos también en la lista de los 147 bancos y demás
corporaciones conectadas en una superred tentacular que
envuelve al planeta en un abrazo mortal...63 Y no nos ol
videmos de mencionar a los gobiernos de países como Ca
nadá, Australia, los Estados Unidos, Brasil y tantos otros
que vienen promoviendo prácticas de extracción de com
bustibles y minerales de alto potencial contaminante, ha
ciendo la vista gorda ante la deforestación, represando los
60. Ver "Which fossil fuel companies are most responsible for climate chan-
ge?", The Guardian, 20 de noviembre de 2013, disponible en theguardian.
com. Para una lista más reciente de las doscientas principales compañías
estatales, clasificadas en función de las potenciales emisiones de carbono
de sus reservas de combustibles fósiles declaradas, ver "The Carbón Un-
derground 200", en fossilfreeindexes.com; así como también el sitio de la
Carbón Tracker Initiative en carbontracker.org.
61. Ver "The world's top 10 seed companies: who owns Nature?", m Watch,
31 de enero de 2009, disponible en gmwatch.org.
62. Ver "Food Processing's Top 100", en foodprocessing.com.
63. Andy Coghlan y Debora MacICenzie, "Revealed: the capitalist networlc
thatruns the world", New Scientist, 2011, disponible en newscientist.com.
ríos, trabando las negociaciones en torno de la catástrofe
climática... En fin, la lista es larga pero no es infinita. No
es en contra de la "civilización", el "progreso", la "histo
ria", el "destino" o la "humanidad", concretamente, que
los terrícolas están luchando, sino en contra de estas en
tidades mencionadas. Son ellas las que actúan en hombre
de los "humanos".
Pero volvamos a nuestros misteriosos terrícolas. Vol
vamos por un breve instante a las cosmogonías y las es-
catologías amerindias que evocábamos algunas páginas
atrás, cuando hablábamos de su antropomorfismo estético
y su pampsiquismo metafísico, dos caras de una misma
ontología "animista". En un mundo en el que "todo ya
está vivo", es necesario dar cuenta de la muerte, esto es,
justificarla. Los mitos indígenas ven el origen de la cul
tura y de la sociedad como algo intrínsecamente ligado a
la vida de los humanos, a la mortalidad como condición
existencial. Esta es imaginada, por lo general, como el
resultado no de un crimen o pecado cometido contra una
divinidad, sino de un engaño, un descuido, una cierta es- „
tupidez inexplicable de nuestros antepasados. Los hum a
nos arcaicos, cuando se enfrentaron con ciertas alterna
tivas ofrecidas por el demiurgo, erraron en su elección y
terminaron envejeciendo y muriendo de prisa, en lugar de
vivir para siempre como otros existentes (piedras, árboles
de madera dura) o de permanecer perpetuamente jóvenes
mediante periódicos cambios de piel, como las serpientes
y distintos invertebrados. Agréguese a esto que, así como
la especiación posmítica derivó de un continuum intensi
vo originario de consistencia "hum ana", las distinciones
Ínter e intraculturales en los humanos actuales suelen ser
explicadas como el resultado del empobrecimiento demo
gráfico de la humanidad primigenia, en pocas palabras, de
la mortandad (extinción por una catástrofe, exterminio
por una divinidad) sufrida por una población excesiva
mente numerosa y demasiado homogénea, creando así los
H U M A N O S Y TERRÍCOLAS
EN L A G U E R R A DE G A I A
189 -
prefieren mantener una población relativamente estable en
-
lugar de aumentar la "productividad" y "perfeccionar" la
tecnología de modo de crear las condiciones (el "exceden
te") para que pueda haber siempre más gente, más necesi
dades y mas preocupaciones. El presente etnográfico de las
sociedades lentas contiene una figuración de su futuro.
No se sabe con absoluta seguridad si esos mitos "mal
tusianos" preceden a la conquista, pero todo indica que
sí. La imaginación indígena ya había pensado la reduc
ción o retardamiento de su Antropoceno, pero colocando
el proceso en el origen antes que en el fin del mundo.
No imaginaban, tal vez, que su mundo llegaría a ser bru
talmente tomado por los europeos, esos alienígenas confi-
guradores y desfiguradores de mundos. En cualquier caso,
lo que decíamos más arriba acerca de que los indios tenían
64. Ver Marshall Sahlins, What kinship is - and is not, Chicago, University
of Chicago Press, 2013.
algo más para enseñarnos en materia de apocalipsis, de
pérdidas de mundo, catástrofes demográficas y fines de
la historia, es simplemente lo siguiente: para los pueblos
nativos de las Américas, el fin del mundo ya sucedió, cin
co siglos atrás. Para ser más precisos, la primera señal del
fin se manifestó el 12 de octubre de 1492. (Como posteó
alguien en Twitter alguna vez, "el primer indio que en
contró a Colón hizo un pésimo descubrimiento"...) La po
blación indígena del continente, mayor que la de Europa
en aquella misma época, puede haber perdido (por la ac
ción combinada de los virus -la viruela fue espantosamen
te letal-, del hierro, de la pólvora y del papel -los trata
dos, las bulas papales, las encomiendas y, por supuesto, la
Biblia-) hasta el 9 5 % de su efectivo a lo largo del primer
siglo y medio de la conquista, lo que correspondería, de
acuerdo con algunos demógrafos, a 1 /5 de la población
del planeta.65 Así, podríamos dar el nombre de Primera
Gran Extinción Moderna a ese evento americano en el
que el Nuevo Mundo fue alcanzado por el Viejo como si se
tratase de un planeta gigantesco, que proponemos llamar
Mercancía, en analogía con el planeta Melancolía de Lars
von Trier. En materia de concursos de apocalipsis, es cierto
que el genocidio americano de los siglos XVI y XVII -la m a
yor catástrofe demográfica de la historia hasta el presente,
con la posible excepción de la peste negra- causado por el
choque con el planeta Mercancía siempre tendrá garanti
zado su lugar entre las primeras posiciones, por lo menos
en lo que concierne a la especie humana, e incluso si con
sideramos las grandes posibilidades futuras de una guerra
nuclear o del megacalentamiento global.
65. Para un resumen del acalorado debate sobre la dimensión del impacto
demográfico de la invasión de América, ver el bien documentado libro-re
portaje de Charles Mann, 1491. Una nueva historia de las Américas antes
de Colón, Madrid, Taurus, 2006.
H U M A N O S Y TERRÍCOLAS
EN LA G U E R R A DE G A I A
-191-
parte de potencias hiperindustriales a la apropiación y
deforestación de tierras indígenas en función de intereses
tanto mineros como del agronegocio, a la expulsión de
familias campesinas para la ampliación de un campo de
soja transgénica... Eso por no hablar de la "fractalización"
del fin que atraviesa de arriba abajo a la Gran Cadena del
Ser,66 con la desaparición de los innumerables Umwelten
de los vivientes. Gaia es "solo" el nombre de la sumatoria
final -en todos los sentidos de este adjetivo- de todas
esas figuras del fin: Gaia, en suma, es el punto máximo
que podemos alcanzar.
Si la América indígena de los siglos XVI y XVII repre
sentó, para los humanos que la invadieron, un mundo sin
67. ¿0 tal vez solo eso que es aún más impensable que el fin del mun
do, el colapso de un Estado, el fin del Estado, con la recuperación de la
autodeterminación de los pueblos a él sometidos? Si, como decía Walter
Benjamín, todo documento de cultura es al mismo tiempo un documento
de barbarie, entonces eso se aplica también a los grandes trabajos, monu
mentos y conocimientos de las civilizaciones mesoamericanas y andinas.
68. He aquí lo que pensaba el gran teórico del nomos de la Tierra sobre ese
proceso: "La superioridad espiritual se encontraba tan plenamente del lado
europeo, y de un modo tan radical, que el Nuevo Mundo pudo ser 'tomado'";
Cari Schmitt, El nomos de la Tierra en el Derecho de Gentes del "Jus publicum
europaeum", Buenos Aires, Struhart & Cía., 2005, p. 124. ¿Será un eco de
la perversa formulación hegeliana, según la cual la civilización americana
"tenía que sucumbir tan pronto se acercase a ella el espíritu"?
europeas (Bizancio, China, India, el mundo árabe). Sin
el saqueo de las Américas, no existiría el capitalismo, ni
hubiese existido, más tarde, la revolución industrial; por
lo tanto, tal vez, tampoco existiría el Antropoceno. Este
fin del mundo que alcanzó a todos los pueblos amerindios
es incluso más emblemático, en el caso de los mayas, en
vista del hecho de que el libelo inaugural contra el geno
cidio americano proviene del puño del obispo de Chiapas,
Bartolomé de las Casas, corajudo campeón de los derechos
indígenas, opresor tempranamente arrepentido del brutal
tratamiento que los muy católicos europeos infligían a los
indios de su obispado.
A pesar de todo esto, a pesar de haber pasado por su
cesivos fines-del-mundo, de haberse visto reducidos a un
campesinado pobre y oprimido, de tener su territorio divi
dido y administrado por distintos Estados nacionales (Mé
xico, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador), los mayas
continúan existiendo, su población aumenta, su lengua
florece, su mundo resiste, disminuido pero irredento.
Pues son justamente los mayas quienes nos ofrecen,
hoy, el mejor ejemplo quizás de una insurrección popu
lar exitosa (en el sentido de no haberse transformado en
otra cosa) contra el monstruo bicéfalo Estado-mercado que
oprime a las minorías del planeta: el único alzamiento de
un pueblo indígena de América Latina que logró mante
nerse sin degenerar en otro proyecto estatal nacionalista
y, lo que es por demás importante, que rápidamente dejó
de apoyarse en la vieja escatología revolucionaria "mar-
xista" (en verdad cristiana de cabo a rabo), con que Euro
pa, por medio de sus insoportables intelectuales-clérigos,
continúa queriendo controlar las luchas de liberación de
los pueblos, para trazar un camino cosmopolítico propio.
Estamos refiriéndonos, claro está, al movimiento zapatista,
esa singular rebelión que es un modelo de "sustentabili-
dad"; sustentabilidad política también y sobre todo. Los
mayas, que vivieron varios fines-del-mundo, nos muestran
hoy cómo es posible vivir después del fin del mundo; cómo,
en suma, es posible desafiar al Estado y al mercado, y hacer
valer el derecho de los pueblos a la autodeterminación.
Verdaderos especialistas en fines del mundo, los mayas
-y todos los demás pueblos indígenas de las Américas-
tienen mucho para enseñarnos, ahora que estamos en el
inicio de un proceso de transformación del planeta que
en algo se parece a la América del siglo XVI: es un mundo
invadido, arrasado y diezmado por bárbaros extranjeros.
Imagínese el lector69 que esté viendo (o actuando en) una
de esas películas clase B de ciencia ficción en las que la
Tierra es invadida por una raza de alienígenas, que se ha
cen pasar por humanos para dominar el planeta y así uti
lizar sus recursos, porque su mundo de origen ya se agotó.
En general, en esos films los alienígenas se alimentan de
los propios humanos: de su sangre, su energía mental,
o algo por el estilo. Ahora, imagine que esa historia ya
sucedió. Imagine que la raza alienígena somos, en ver
dad, nosotros mismos. Hemos sido invadidos por una raza
disfrazada de humanos, y descubrimos que ellos ganaron:
nosotros somos ellos. ¿0 se tratará tal vez de dos especies
de humanos, como sugiere Latour? ¿Una alienígena y otra
indígena? 0 tal vez sean todos y cada uno de los humanos
los que estarían partidos al medio, con una mitad alie
nígena cohabitando con una mitad indígena dentro del
mismo cuerpo; un ligero desajuste de la sensibilidad nos
habría llevado a percibir esta autocolonización. De este
modo, seríamos, nosotros todos, indígenas, o sea, todos te
rrícolas, indios invadidos por los europeos, los "hum anos";
todos nosotros, inclusive, claro, los europeos (que fueron
uno de tos primeros pueblos terrícolas en ser invadidos).
197-
Desear la guerra contra las guerras futuras
y pasadas, la agonía contra todas las muertes,
-
y la herida contra todas las cicatrices, en nombre
del devenir y no de lo eterno.
Gilíes Deleuze y Félix Guattari
-199 -
vencemos primero de que no existe composición posible
con la lógica absolutamente no civilizable del capitalismo.
Tal vez más importante que esa primera diferencia de
Stengers en relación a la Gaia latouriana sea aquello que
es sugerido por el subtítulo de su En tiempo de catástro
fes: el recordatorio de que para siempre deberemos prestar
atención a Gaia y, al mismo tiempo, un llamado para que
resistamos a la barbarie que viene. Tanto el verbo "resistir"
como el empleo en presente del complemento qui vient
pueden ser contrapuestos a la idea latouriana de que esta
mos frente a una guerra que puede llevarnos a la paz. Gaia,
para Stengers, no es "lo que debe unir a todos los pueblos
de la Tierra", no es un nombre que genere pertenencia y
unión, sino intrusión y malestar. Gaia es el llamado a resis
tir al Antropoceno, esto es, a aprender a vivir con él pero en
contra de él, o sea, contra nosotros mismos. El enemigo,
en suma, somos "nosotros": nosotros los humanos. Como
ya había observado Latour en las conferencias citadas, el
Antropoceno marca en verdad, el fin de lo humano, y el inicio
de la obligación -y ahora quien habla es Stengers- "de
soñar otros sueños":
-
pudiésemos considerar típicamente "maternales", como tam
201
poco los tenía casi ninguna de las divinidades terrestres de
-
las culturas andinas y mesoamericanas. Tras la conquista, se
la fue domesticando por medio de una asimilación a la virgen
María; con la Nueva Era, su imagen de "Buena Madre Tierra"
se consolidó, no sin cierta perplejidad y /o adhesión méta-
cultural (¿un pachamamismo estratégico?) por parte de los
indígenas de las tierras altas del continente. El destino de
la noción en el imaginario político oficial de los países andi
nos actuales ha sido comentado de sobra. (Para todo eso, ver
el libro, riquísimo etnográficamente pero con una intención
"desmitificadora" un poco incómoda, de Jacques Galinier y
Antoinette Molinié, Les néo-Indiens, une religión du Illeme
millénaire). A pesar de todos los equívocos, sin embargo, una
de las virtudes -admitimos que insuficiente para batallar a su
favor- de la Pachamama sobre Gaia es que ella, al menos, no
habla griego. Al final, se trata de un esfuerzo más por abrir
espacio a los otros. No es por cierto una mera casualidad que
todo el vocabulario movilizado por la presente crisis del planeta
provenga, como esos dos últimos sustantivos (crisis, plane
ta), de nuestra antigua lengua mítica: Antropoceno, Gaia,
catástrofe, cataclismo, apocalipsis... .(En este punto, Bruno
Latour exagera de lo lindo con su trinidad demos> nomos,
theos.) Llegará el día en que el calentamiento global, habien
do alcanzado los incendiarios +8°C,. sea llamado ekpyrosis en
lugar del viejo término latino "conflagración"...
-
ración tecnológica sin decir palabra sobre las condiciones
205
materiales -energéticas, ambientales, geopolíticas, etc.-
-
de tal proceso, que según los autores conduciría "automá
ticamente" a la reducción de la jornada laboral (¿también
en Bangladesh?, ¿cuándo?), el aumento de las horas de
ocio (¡la sociedad del espectáculo sale del clóset!),10 la
renta universal, etc.:
-
forma, lo que de ellos resta perecerá en las llamas de la
207
conflagración redentora que "nos" precipitará en dirección
-
al milenio poscapitalista.
14. Alex Williams y Nick Srnicek, "Manifiesto por una política aceleracionis
ta", op. cit., pp. 43-44. La admisión inconveniente del carácter "fetichista"
de las libertades democráticas sugiere que su suspensión es vista como con
dición para una "acción política" que permitirá al Homo sapiens expandirse
"más allá de los límites dél planeta y de nuestras formas corporales inme
diatas" (¡sic!; íbid., p. 47). La impresión que se tiene es que los autores
ocultan mal su terror metafisico frente a la situación terrestre y mortal de
la especie bajo una capa de optimismo autoritario, casi histérico.
Con esta política vanguardista medio illuminati de
"exclusión no exclusiva", los autores de los manifiestos
aceleracionistas no solo guardan silencio acerca de todos
aquellos numerosos colectivos-sujeto que permanecen
otros, aquellos pueblos para los cuales la subsunción real
universal todavía no se transformó en una sumisión moral
incondicional, sino que demuestran también un olvido,
a fin de cuentas completamente humanista, de las innu
merables entidades, linajes y sociedades no humanas que
constituyen el planeta. ¿Acaso habría animales acelera
cionistas, fuera de aquellos que esperan su hora en los
mataderos y en las fábricas de extracción de leche o de
huevos? No lo creemos. A la inversa, constatamos la abun
dante existencia, en este vasto mundo, de máquinas folk
lentas pero muy eficaces, que funcionan de manera com
pletamente "local" (incluso la famosa máquina universal
de Alan Turing y John Von Neumann necesita "realizarse"
materialmente, por lo tanto localmente, para funcionar).
Que ellas no son ni de lejos suficientes para sustentar los
procesos sociotécnicos corrientes; de eso no tenemos la
menor duda. La cuestión es saber si ellas son, por im
perativos de otro orden -aquellos, precisamente, que se
encuentran reunidos bajo el nombre de Gaia-, cada vez
más viables, cada vez más indispensables, y si no se en
cuentran cada vez más adelante que atrás nuestro.15
15. Para una crítica bien argumentada de la idea tan repetida de que un
refinamiento cada vez más grande de la tecnología "de punta" (la "alta
tecnología") vendría a sacarnos de la crisis, ver Philippe Bihouix, L'age des
low tech. Vers une civilisation techniquement soutenable, París, Seuil, 2014.
El autor propone, en cambio, la tesis "iconoclasta" de que necesitamos con
urgencia orientarnos "hacia una sociedad [...] basada en bajas tecnologías,
sin duda más rígidas y básicas, tal vez un poco menos eficientes, pero níti
damente más económicas en recursos y controlables localmente" (ibíd., p.
10). Esto no deja de recordarnos a la frase de Oswald de Andrade, respecto
de que la antropofagia es el "único sistema capaz de resistir cuando se acabe
en el mundo la tinta de escribir".
EL M U N D O EN S U S P E N S O
-
209
las ciencias y las técnicas, con la ruptura del lazo establecido en
aquella época entre emancipación y aquello que llamaré versión
-
"épica" del materialismo, una versión que tiende a substituir
la fábula del hombre "creado para dominar la naturaleza" por la
epopeya de una conquista de esa misma naturaleza por medio
del trabajo humano. Definición conceptual seductora, pero que
implica una apuesta por una naturaleza "estable", disponible
para esa conquista.17
-
máquina devoradora de energía que mueve a la economía
211
planetaria; más allá o por detrás, dicho sea de paso, de los
-
sueños de la universalización liberadora que sería promo
vida por el advenimiento de una "economía inmaterial".
Apelar a la urgencia podría sencillamente venir a enmas
carar un prodigioso florecimiento del evangelio satánico
del "desarrollo" (ahora verde, sustentable, de alta inver
sión de capital cognitivo y material, claro está),18 con el
CREER EN EL M U NDO
213-
ponderan los caminos para enfrentar la catástrofe que ya
está entre nosotros, como entre quienes creen (los acelera-
-
cionistas de izquierda y de derecha) en la inminente pre
cipitación hacia una nueva fase ontológica, como también,
por último, entre los adeptos al business as usual y el drill,
baby, drill, es el de que "la historia no va hacia atrás", que
"no podemos volver a la Edad de Piedra" (o a la Edad Media,
al momento adánico, etc.). ¿Por qué tantos, de un lado y
del otro (y del otro...) parecen estar de acuerdo al menos
sobre este punto, sobre que "no se puede ir hacia atrás"?
Visto que aquí no se está discutiendo la palpitante cuestión
física del sentido de la "flecha del tiempo", y que es más
que obvio que no se puede ir cronológicamente hacia atrás
(por lo menos según la vulgata ontológica en vigor, que
no vemos motivo para cuestionar en este contexto), cabe
19. Isabelle Stengers, Une autre Science est possible!, op. cit., p. 141; el
subrayado es nuestro.
preguntar: ¿qué hay de no obvio en esa frase tan repetida;
qué la vuelve tan atrayente, o mejor, qué hace que sea tan
ofensivo cuestionar su pertinencia?
Tenemos dos cosas para decir sobre esto, para finali
zar nuestra incursión en las mitologías actuales sobre los
fines del mundo y de la humanidad. En primer lugar, que
la incapacidad para cumplir el duelo de lo que ya está
muerto es terrible; más precisamente, es mortal. Cada día
que pasa vemos confirmada la impresión de que ya esta
mos viviendo, y cada vez más, en un mundo disminuido
al extremo. Como dijimos antes, es muy probable que, en
breve, reducir la escala de nuestras proezas y ambiciones
no será solo una opción.
En segundo lugar, eso no significa que estemos aquí
simplemente para constatar que el mundo ya acabó, está
acabando o vaya a acabar. Existen muchos mundos en el
mundo.20 Decíamos hace poco que tenemos mucho que
aprender de esos pueblos menores que resisten en un m un
do empobrecido, en un mundo que ya ni siquiera es el suyo.
Recordemos una vez más, la fragilidad y transparencia de
la cabañita de la Aunt Steelbreaker en Melancolía, de Lars
von Trier. Tal vez nada parezca más inútil y patético que
ese abrigo puramente formal, ese precario esbozo de tipi
indígena, y el pequeño ritual que se desarrolla allí duran
te algunos segundos. Sin embargo, eso que transcurre allí,
mucho más que un "mero" ritual inútil y desesperado, es
-215-
como el de El caballo de Turín, donde nada pasa, pero por
donde pasa la carreta de los gitanos, en un plano comple
tamente otro (Crisipo: "dices un carro, luego un carro pasa
por tu boca"),23 el plano del acontecimiento y del devenir.
Así como ya tuvimos un día horror a lo vacuo, hoy
sentimos repugnancia al pensar en la desaceleración, en
el regreso, en el retroceso,24 en la limitación, el frenado, el
decrecimiento, el descenso... en la suficiencia. Cualquier
cosa que recuerde alguno de esos movimientos en busca de
una suficiencia intensiva de mundo (más que en un ade
lantamiento épico de "límites" en busca de un hipermundo)
21. Gilíes Deleuze y Féliz Guattari, ¿Qué es la filosofía?, op. cit., p. 157.
22. Frangois Zourabichvili, El vocabulario de Deleuze, Buenos Aires, Atuel,
2007, p. 22.
23. Gilíes Deleuze, Lógica del sentido, Barcelona, Paidós, 2005, p. 35.
24. Sobre un retroceso asaz real, ver Brad Plumer, "Should we try to fight
rising sea levels - or retreat from the coasts?", Vox, 22 de mayo de 2014,
disponible en vox.com.
es rápidamente acusada de localismo ingenuo, primitivis
mo, irracionalismo, mala conciencia, sentimiento de culpa
o incluso, sin tapujos, de inclinación facistoide.25 Para casi
todas las formas asumidas por el pensamiento hoy domi
nante entre "nosotros", solo una dirección es pensable
y deseable: la que lleva de lo "negativo" a lo "positivo",
del menos al más, de la posesión de poco a la propiedad
de mucho, de la "técnica de subsistencia" a la "tecnología
de punta", del nómade paleolítico al ciudadano cosmopolita
moderno, del indio salvaje al trabajador civilizado.26 Así,
en todas las ocasiones en que comunidades campesinas
"en vías de modernización" han decidido volver a ser in
dígenas, demostrando frente a la justicia su continuidad
histórica con pueblos nativos oficialmente extintos como
tantas poblaciones rurales lo vienen haciendo en Brasil
desde la promulgación de la Constitución de 1998 -la cual
dio derechos colectivos de posesión de la tierra a los indios
y descendientes de esclavos implantados en el campo-, la
escandalizada y furibunda reacción de las clases dominan
tes ha sido un espectáculo imperdible. Lamentablemen
te, no se puede considerar gracioso por mucho tiempo a
quien continúa con el látigo en la mano; la furia, sumada
a la codicia, de los que necesitan de la inexistencia de la
alteridad, se viene traduciendo en una concertada ofen
siva -por vías legales e ilegales, tanto legislativas como
- L l l -
gigantesca Aldea Maracaná; aquí todo el mundo es indio,
excepto quien no lo es. Y todos sabemos bien quiénes son
los que no lo son, y dónde están.27
Es en este sentido, finalmente, que los indios, el "pue
blo de la Pachamama" para hablar en el modo gentilmente
irónico de Latour, aunque no son los únicos terrícolas, sin
duda tienen pleno derecho de compartir tal título. Los
27. La izquierda tradicional, hasta hace poco aliada de las "élites" que nos
gobiernan, solo logra ver (siempre solo logró ver) en el indio un tipo de
"pobre", un futuro miembro de la clase trabajadora destinada a la emanci
pación. Es tiempo de imaginar al "pobre" desde la posición estructural del
indio -después de todo, la matriz étnica y vastas porciones del inconsciente
cultural de la población pobre de Brasil son de origen predominantemente
indígena y africano-, esto es, como alguien a quien no se trata de liberar, de
mejorar, de transformar en una versión "menos pobre" de nosotros mismos,
y a la vez acompañar y testimoniar su transformación autodeterminada en
otra cosa que nosotros mismos, en otro pueblo; el pueblo, finalmente, que
Darcy Ribeiro tan bellamente soñó como "el pueblo brasileño", pueblo por
venir, si es que jamás hubo uno que lo fuese y adviniese.
pueblos autóctonos del continente americano -los colec
tivos humanos y no-humanos cuya historia se remonta a
milenios antes del choque con el planeta Mercancía- son
solo una pequeña parte de la resistencia terrícola contem
poránea, ese amplio movimiento clandestino que recién
comienza a hacerse visible en el planeta invadido por los
modernos: en África, en Oceanía, en Mongolia, en los ca
llejones, los sótanos y los terrenos baldíos de la fortaleza
Europa. En verdad, no están en posición de liderar ningún
combate final, ninguna Armagedón cosmopolítica; y sería
ridículo imaginarlos como la semilla de una nueva mayo
ría. No esperemos sobre todo que ellos, si pudiesen, co
rran a salvarnos -a redimirnos o justificarnos-, a nosotros
los "hum anos" que hace cinco siglos que los perseguimos
implacables. Cansados de una larga historia de pérfidas y
sucesivas traiciones, tal vez no se dispongan a "negociar"
ninguna paz cosmopolítica, y nos manden merecidamente
al diablo. De cualquier modo, más allá del hecho de que
ellos continúan siendo un componente crucial de. la me-
gacultura popular de las tres Américas, y por tanto capa
ces de originar poderosas e inesperadas líneas de fuga de
impacto mundial, una cosa es cierta: los colectivos ame
rindios, con sus poblaciones comparativamente modes
tas, sus tecnologías relativamente simples pero abiertas
a agenciamientos sincréticos de alta intensidad, son una
"figuración del futuro",28 no una sobrevivencia del pasa
do. En verdad, como maestros del bricolage tecnoprimiti-
vista y de la metamorfosis político-metafísica, ellos son
una de las posibles chances de subsistencia del futuro.29
28. Stine ICr0ijer, "Figurations of the Future: on the form and temporality
of protests among left radical activists in Europe", Social Análysis, vol. 54,
n° 3, 2010, pp. 139-152.
29. "Nosotros debemos darle al presente el poder de resistir al pasado.
Esto significa también revitálizar el pasado, darle el poder dé escapar
de su clasificación como parte de la historia progresiva que lo lleva a
EL M U N D O EN S U S P E N S O
Lo que más falta nos hace es creer en el mundo, así como susci
tar acontecimientos, aunque sean mínimos, que escapen al con
trol, hacer nacer nuevos espacio-tiempos, aunque su superficie
o su volumen sean reducidos. Esto es lo que usted llama píelas.
La capacidad de resistencia o, al contrario, la sumisión a un
control, se deciden en el curso de cada tentativa. Necesitamos al
mismo tiempo creación y pueblo.30
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'nosotros'"; Isabelle Stengers, Une autre science est possible!, op. cit., p.
180, el subrayado es nuestro. Ver también Marilyn Strathern, Property,
Substance and Effect. Anthropological Essays on Persons and Things, Lon
dres, Athione Press, 1999, p. 246: "Bajo ciertos aspectos, las sociedades
melanesias 'tradicionales' se sitúan mucho más cómodamente en algunas
de las visiones que se han vuelto posibles por los desarrollos socioeco
nómicos ocurridos en Europa desde los años ochenta, que en los mundos
del comienzo y mediados del siglo XX". Pero ver, sobre todo, la poderosa
reflexión que se va construyendo sobre el concepto político-metafísico de
Antropofagia (y sobre uno de sus componentes, la antropológicamente
subversiva ciencia de la "Errática") que le debemos a Oswald de Andrade,
el nombre filosófico más importante del modernismo brasileño, por parte
de Alexandre Nodari y otros pensadores latinoamericanos contemporá
neos, reflexión sobre la cual, por desgracia, no nos podemos extender
aquí, pero que nos parece indispensable para que el sentido del presente
ensayo pueda, literalmente, extenderse.
30. Gilíes Deleuze, Futur antérieur, n° 1, primavera de 1990, entrevista
con Toni Negri, en Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, 1995.