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2. Economía del arte y la cultura.

Definición, tópicos y
antecedentes históricos
Economía del arte y la Cultura
Prof. Ramón J. Torregrosa

¿Qué definimos como Economía del Arte y la cultura (EAC)?


En términos económicos el concepto de “cultura” se entiende como aquella institución u
organización que suministra servicios artísticos a la sociedad. Esta definición difiere de
la concepción más purista que entiende la “cultura” como una actitud o
comportamiento.
Siendo que la economía es la ciencia que estudia la asignación de recursos escasos en
aras de la obtención de bienestar y provecho, los bienes culturales y artísticos verifican
estos principios. Son escasos por su carácter único y extraordinario y proveen de
utilidad y satisfacción a sus usuarios. Además algunos bienes culturales y artísticos
poseen características de activos, puesto que son duraderos e irreproducibles.
Finalmente, los bienes culturales y artísticos poseen otras características económicas de
interés puesto que porque generan externalidades y, en ocasiones, tienen características
de bienes públicos.

Cultura viva, cultura acumulada y cultura reproducida


Desde el punto de vista económico las actividades culturales, vistas como un sector
productivo, se pueden clasificar en:
• Artes escénicas
• Artes visuales
• Patrimonio histórico-artístico
• Industrias culturales
Estas actividades proporcionan una serie de bienes y servicios de diversos tipos, por
ejemplo las artes escénicas, que son creaciones y expresiones en tiempo real, serían
clasificadas como servicios de consumo. Se caracterizan por ser intensivas en trabajo
aunque para su realización es imprescindible el capital cultural (la obra de teatro, el
guion, la partitura) y, eventualmente, capital físico donde representar la obra (teatro,
auditorio). Para su producción es necesario incurrir en altos costes fijos e incluso costes
hundidos (ensayos) y adolecen de uno de los tópicos más conocidos en la EAC como la
“enfermedad de costes”.
Por otro lado, las obras de arte o edificios históricos y monumentos son un tipo de oferta
cultural de donde el consumidor extrae servicios en forma de experiencia y disfrute y
por tanto se trata de bienes duraderos o de capital. Este es el caso de las artes plásticas:
el consumidor adquiere una obra para su contemplación y disfrute, otro caso es el de la
interpretación no profesional de música. Por tanto, el consumo de cultura se ve
inextricablemente unido a, por un lado, la disposición y acumulación de un activo
cultural y, por otro, a la disposición de tiempo. Esto es, de lo que disfrutamos los
individuos es de los servicios que nos proporcionan los bienes y activos culturales y ese
servicio lo producimos consumiendo un flujo de tiempo (ocio) y utilizando una cantidad
stock de activo cultural. Más allá, el carácter de activo de estos bienes culturales hace
que, desde el punto de vista económico, nos debamos de plantear la cuestión de su
rendimiento económico. Por tanto una parte importante de la economía de los bienes
culturales debería enfocar la cuestión de las decisiones intertemporales, es decir,
decisiones de inversión. Pero estas decisiones no sólo tienen un carácter privado si no,
además, público: cuando establecemos normas para la protección de las fachadas

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históricas de una determinada zona urbana estamos tomando una decisión de inversión
que repercutirá como un coste sobre las generaciones presentes pero como un
rendimiento sobre las futuras. Pensemos en la satisfacción que obtenemos de la
contemplación de una catedral a costa del sacrificio económico que supuso para las
generaciones que la construyeron. Lo más sorprendente de esto es que puede aquellas
generaciones construyeron esos monumentos por razones ajenas a la satisfacción que
hoy en día obtenemos por su contemplación y disfrute. Sin embargo, tomando
conciencia de esto, los motivos que nos llevan a su conservación y restauración si que
tienen que ver con la satisfacción que derivamos obtendrán las futuras generaciones.
Finalmente, una última categoría de bienes o activos culturales, puesto que constituyen
una expresión de creatividad, tienen que ver con el consumo de masas y que son
fácilmente reproducibles y almacenables tales como las obras literarias, musicales o
cinematográficas. Para el caso de estos bienes, las consideraciones económicas son
similares al del resto de los sectores económicos puesto que tienen categoría de bienes
privados y su valoración viene dada por el sistema de precios, aunque su suministro
ocurra en mercados no competitivos. La razón de esto es que este tipo de bienes
culturales son explícitamente heterogéneos y, por tanto, intercambiados en régimen de
competencia imperfecta y monopolística. Por otro lado, desde un punto de vista
shumpeteriano, los precios no competitivos actuarían como el incentivo que promueven
su creación. Finalmente, el desarrollo de tecnologías de reproducción de fácil acceso
hace que la copia de este tipo de creaciones artísticas sea barata y al alcance de
cualquiera. Este fenómeno ha desencadenado el debate sobre el sentido de la propiedad
intelectual y el desarrollo paralelo de agencias que velen por su preservación.
Por tanto, los bienes culturales agrupados en su sentido de creación artística se pueden
encontrar en tres estados cultura viva, cultura acumulada y cultura reproducida

Tópicos de Economía del Arte y la Cultura


Los hechos culturales y artísticos poseen condiciones únicas y diferentes a los hechos
usuales de la economía. Esto no significa que no se pueda estudiar estos hechos desde el
punto de vista económico. Sin embargo, como veremos, esta complejidad implica el
desarrollo de un conjunto tópicos imprescindibles en cualquier curso de Economía del
Arte y la Cultura.
Primer Tópico: es lo que se ha venido a llamar “enfermedad de coste de las artes
escénicas” propuesto en el trabajo seminal de Baumol y Bowen 1. Este trabajo llama la
atención sobre la imposibilidad de algunos productos culturales, en particular las artes
escénicas, de aumentar su productividad en el tiempo mediante la sustitución de factores
de producción. Por ejemplo, a pesar que a lo largo del tiempo la producción de la mayor
parte de bienes y servicios en la economía ha registrado aumentos en la productividad
del trabajo gracias a la incorporación de nuevo capital (máquinas y tecnología) la
productividad de un violinista en la interpretación de una sonata de Boccherini en un
auditorio o el número de intérpretes de una zarzuela de Ramón de la Cruz sigue siendo
la misma que la que era en sus inicios en el siglo XVIII. Esta imposibilidad de aumentos
en la productividad del trabajo junto con el aumento paulatino de los salarios a lo largo
del tiempo hacen que los costes de este tipo de producciones culturales se incremente en
el tiempo de forma diferencial a como lo hacen en el resto de los bienes.
Segundo tópico: es, por un lado, el carácter público o semipúblico de muchos bienes
culturales y sus efectos externos sobre otras actividades económicas. Recordemos que
(1) cuando un bien o servicio incumple los principios de exclusión y/o rivalidad deja de

1 Performing Arts. The economic Dilemma. Twentieth Century Found, N. Y. 1966. Este trabajo se
considera la primera aplicación moderna del análisis económico al hecho artístico y cultural.

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ser privado, y (2) cuando el suministro de un bien genera efectos sobre el bienestar de
quienes no lo consumen directamente tenemos una externalidad. Ambas situaciones
generan problemas a la hora de calcular la cantidad de suministro vía precios, es lo que
se conoce como “fallo de mercado” y suponen una justificación microeconómica a la
intervención del sector público en la economía. Ejemplo de bienes públicos puros en
EAC son las manifestaciones de la cultura popular o el disfrute de un concierto al aire
libre. Ejemplo de externalidades lo encontramos en el arrastre que el suministro de
bienes y servicios culturales ejercen sobre otros sectores, como la hostelería y el
transporte de turismo cultural.
Tercer tópico: las características especiales de la demanda de los bienes y servicios
artísticos y culturales. Si bien para el conjunto de bienes y servicios usuales objeto de
estudio de la economía tradicional se supone la estabilidad de las preferencias de los
consumidores a lo largo del tiempo. En el caso de los bienes artísticos y culturales este
supuesto no es plausible en general. En efecto, los estudios demuestran que las
preferencias por los bienes culturales cambian como resultado de la experiencia de
consumo. Se podría decir que resultan como una especie de bienes adictivos cuya tasa
de consumo aumenta con el tiempo y la exposición al hecho artístico y cultural.
Cuarto tópico: Otra de las peculiaridades de la demanda de bienes artísticos y
culturales es la observación de su concentración en pocos intérpretes o productos, el
llamado “fenómeno de las superestrellas”. Al igual que ocurre en muchos deportes de
masas, tanto en las artes escénicas como plásticas se observa este fenómeno: el dominio
del arte requiere mucha preparación, sin embargo entre los pocos que llegan a obtener
dicha preparación hay diferencias de talento, que siendo en ocasiones muy pequeñas
generan enormes diferencias en la fama y la proyección del artista y, por tanto, en su
remuneración.
Quinto tópico tiene que ver con el rendimiento de las obras de arte. En este punto las
obras de arte son consideradas como activos financieros de características únicas y
heterogéneas cuyo rendimiento no es meramente económico sino experiencial. De
acuerdo con la teoría económica, este rendimiento experiencial y subjetivo tendría que
llevar a que las obras de arte generaran un rendimiento financiero inferior al del resto de
activos comparables en riesgo. Por otro lado la mecánica de la asignación de las obras
de arte mediante subastas introduce un subtópico de gran interés desde la perspectiva de
la teoría de juegos y la interacción estratégica.
Finalmente, el sexto tópico es el relacionado con el problema de la valoración de los
hechos artísticos y culturales. En el proceso de producción y generación de arte emergen
valoraciones que son distintas a las valoraciones en meros términos monetarios. En la
mayoría de los casos la valoración artística no puede ser transformada en características
elementales. El problema de la valoración de las obras de arte de artistas
contemporáneos y el complejo mundo de la reputación y la certificación de obras de
artistas muertos.
Obviamente hay más tópicos que se pueden mencionar como el comercio internacional,
la estructura del mercado de trabajo, las artes urbanas, el problema de las nuevas
tecnologías en los patrones de consumo y producción y sus consecuencias sobre la
protección de los derechos de propiedad de la producción cultural y artística.

Evolución de la EAC en el pensamiento económico


Inicialmente la economía mostró escaso interés por los bienes y servicios artísticos y
culturales. De hecho para los economistas preclásicos de los siglos XVI y XVII
(fisiócratas) las actividades artísticas y culturales eran vistas como un gasto
extravagante y lujoso de la aristocracia y calificaba estas actividades como estériles.

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Esta visión continuó arraigada durante el periodo de los economistas clásicos del siglo
XVIII y XIX, como Adam Smith y David Ricardo, que a pesar de que reconocían a la
educación y las artes como actividades beneficiosas para la sociedad, chocan con su
visión de un concepto de riqueza ligado a la producción de bienes materiales necesarios
para la subsistencia, por lo que los bienes y servicios artísticos y culturales no eran más
que actividades improductivas. Sin embargo la situación empieza a cambiar a finales del
siglo XIX gracias a los trabajos de economistas como Marshall, Jevons, Menger y
Walras, que cuestionaron las noción de valor de las anteriores corrientes fisiocráticas y
clásicas. Para estos nuevos clásicos (marginalistas) la riqueza social debía entenderse
como la “suma de todas las cosas, materiales o no, susceptibles de tener un precio por
ser escasas” En esta línea los bienes artísticos y culturales se incorporaban de pleno
derecho al conjunto de cosas que generaban bienestar. De esta forma a partir ya del
siglo XX las actividades artísticas y culturales son consideradas como un sector
productivo más. Sin embargo no es hasta el mencionado trabajo de Baumol y Bowen
que la EAC tomo carta de naturaleza como verdadera subdisciplina de la Economía lo
que llevó a la creación de la Association for Cultural Economics en 1973.

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