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La Ley Informe de entrega

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© La Ley S.A. 2004
Voces: CONTRATO ATIPICO ~ CONTRATO INNOMINADO ~
INTERPRETACION ~ CONTRATO ~ HOTELERIA ~ ACTIVIDAD
DE HOTELERIA
Titulo: Los contratos de empresa y las pautas interpretativas de su
atipicidad
Autor: Barbieri, Patricia
Publicado en: LA LEY 1996-E, 27
Fallo comentado:
- Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala B (CNCom)
(SalaB) ~ 1995/12/15 ~ Gran Turismo Hotel c. Cevitur.
SUMARIO: I. Planteo general de la cuestión. -- II. La autonomía
de la voluntad como pauta rectora. -- III. Los hechos de las partes
posteriores a la celebración del contrato.

I. Planteo general de la cuestión


Nuevamente se nos presente la rica jurisprudencia de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Comercial sobre la interpretación de las
distintas cláusulas de los llamados "contratos atípicos" o
"innominados", es decir aquellos no legislados expresamente en los
Códigos Civil y de Comercio o mediante legislaciones especiales.
Cada uno de estos supuestos --como oportunamente lo
manifestáramos(1)-- "nos pone de manifiesto el verdadero problema
que implican ciertas especificaciones realizadas en los contratos que
no se encuentran legisladas en ningún cuerpo normativo", lo que
obliga a un esfuerzo adicional del intérprete.
Nos hallamos aquí en una figura muy difundida en el ámbito de las
empresas de turismo, actividad ésta que ciertamente se encuentra ya
masificada y al alcance de la mayoría de la población y, por ende, con
numerosas derivaciones que se traslucen en los diferentes conflictos
que generan su desarrollo y aplicación. Es el llamado "contrato de
reserva de plazas hoteleras", mediante el cual una empresa contrata a
otra la disponibilidad de una determinada cantidad de plazas hoteleras
en un determinado tiempo, a cambio del pago de un precio
específicamente fijado en el instrumento contractual; en consecuencia,
el operador turístico contratante adquiere el uso de dichas plazas para
luego "venderlas" a los diferentes consumidores.
De más está destacar que esta figura contractual no se hallaba regulada
en la Codificación nacional de finales del siglo pasado, y tampoco fue
prevista en las sucesivas reformas legislativas introducidas hasta este
momento. Es más, la propia doctrina sobre la materia no ha hecho
alusión a esta fenomenología, teniendo en cuenta que sí se prevén
todas aquellas situaciones en las que intervienen los consumidores
anudando relaciones jurídicas con los diversos operadores jurídicos
(2).
En el punto siguiente no nos dedicaremos a analizar la
conceptualización de este contrato, sino que centraremos el estudio en
las pautas interpretativas utilizadas por el Tribunal de Alzada para
hacer lugar al reclamo de la accionante.
II. La autonomía de la voluntad como pauta rectora
Citando expresamente la moderna doctrina española, la Cámara otorga
plena virtualidad a la autonomía de voluntad de las partes, en base a
encontrarnos, en la especie, en un contrato "interempresario", en el
que no se compromete la protección del consumidor o usuario.
Se pueden extraer, en consecuencia, dos conclusiones de importancia
en relación a la afirmación transcripta:
1) El consentimiento es un elemento esencialísimo de los contratos,
aunque se trate de los llamados "contratos de empresa", lo que surge
de la propia definición prevista en el art. 1137 del Cód. Civil
Argentino.
Constituye ello la estructura fundamental de la denominada "teoría
clásica" en materia contractual y trasluce la igualdad entre las partes
de este tipo de relaciones jurídicas.
En los contratos de empresa --sobre todo en aquellos que se
consideran innominados--, la autonomía de la voluntad, en nuestro
modo de ver, se potencia e, inclusive, adquiere mayor virtualidad,
dado que la participación regulatoria del Estado es casi nula, sobre
todo en esta época de "poscontractualismo moderno" (3).
2) Sin embargo, de la propia afirmación del sentenciante, se extrae un
límite impuesto a esta autonomía contractual. La relación de las
empresas con los consumidores coloca a éstos en una situación de
desigualdad ante aquéllas, lo que es remediado por una legislación
especial protectoria en la materia. En nuestro país, la ley de defensa
del consumidor 24.240 (B. O. 15/10/93) --reglamentada por el decreto
2089/93-- (Adla, LIII-D, 4125) cumple esta función desde su misma
promulgación parlamentaria, pese a que los vetos del Poder Ejecutivo
limitaron su función protectoria, sobre todo en la solidaridad de la
responsabilidad del productor, fabricante, importador, distribuidor,
proveedor y vendedor, por los daños al consumidor provocados por
vicio o defecto de la cosa o prestación del servicio contratado(4).
En nuestro modo de ver, el elemento fundamental que provoca el
límite es la necesidad de los consumidores en celebrar determinados
contratos, en los que no pueden discutirse las cláusulas de adquisición
de determinados bienes o servicios y se generan las operaciones
comerciales con extremada rapidez y celeridad. La organización
empresarial obtiene un lucro importante de dicha operativa y ello
puede llegar a afectar a los consumidores quienes pueden verse
perjudicados por esta situación de necesidad, lo que motiva, de este
modo, el establecimiento de los límites a la autonomía de la voluntad
con la sanción de la legislación relatada.
III. Los hechos de las partes posteriores a la celebración del contrato
La segunda pauta de interpretación contractual utilizada por la Cámara
es el art. 218 inc. 4° del Cód. de Comercio que expresamente otorga
relevancia a "los hechos de los contrayentes, subsiguientes al contrato,
que tengan relación con lo que se discute", los que, por ende "serán la
mejor explicación de la intención de las partes al tiempo de celebrar el
contrato".
El contrato de reserva de plazas hoteleras observa un claro tinte
consensual, ya que queda concluido desde que las partes hubiesen
manifestado recíprocamente su consentimiento (cfr. art. 1140, Cód.
Civil).
La parte actora, en el fallo subexamine, prestó el servicio de
alojamiento de las plazas reservadas, pese a que el precio de las
mismas aún no había sido abonado en su totalidad; ello denota una
clara intención de considerar suscripto, firme y eficaz a la relación
contractual formalizada con el operador turístico demandado, lo que
implica que éste deba cumplir sus correspondientes obligaciones, tal
como se establecía en la cláusula segunda del instrumento objeto del
pleito analizado.
Una vez más las actitudes de las partes posteriores a la celebración del
contrato definen la interpretación de las obligaciones que debieron
haber cumplimentado como consecuencia de dicha relación jurídica.
El tribunal sentenciante utiliza, entonces, la vieja normativa del
Código de Comercio, esas clásicas pautas de interpretación
contractual, para definir un pleito que se sustanció en base a un
contrato no regulado legislativamente.
La teoría general de los "contratos de empresa", ya desarrollada en el
ámbito del derecho comparado y por la doctrina y parte de la
jurisprudencia nacional, no posee una regulación sistemática en
nuestro derecho positivo y por ello, se extienden estas pautas clásicas
de interpretación contractual, para llenar vacíos legislativos que
surgen de la propia desactualización de los Códigos Civil y de
Comercio.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723).
(1)BARBIERI, Pablo Carlos, "Revalorización de las pautas clásicas de
interpretación contractual", LA LEY, 1995-E, 433.
(2)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, "El contrato de turismo",
en "Contratos Modernos", Revista de Derecho Comunitario, volumen
3. Ed. Rubinzal-Culzoni, ps. 101 y sigtes. Los contratos de turismo
son divididos, allí, en "contratos de organización de viaje" (c.o.v.) y
"contratos de intermediación de viaje" (c.i.v.), de acuerdo a lo
regulado en la Convención Internacional de Contratos de Viaje,
suscripta en Bruselas, Bélgica, en 1970.
(3)GHERSI, Carlos Alberto, "La estructura contractual posmoderna",
en la misma obra citada en la nota anterior, p. 325.
(4)Mediante el art. 6° del decreto reglamentario se observó el art. 40
del proyecto de ley que establecía la responsabilidad solidaria entre
todos estos sujetos.
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