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Consumos Culturales Que Se Transforman en Habitos
Consumos Culturales Que Se Transforman en Habitos
Detrás de toda Encuesta Nacional pulsa la obsesión por saber quiénes somos,
qué nos pasa, esa ansiedad de la radiografía. Con datos relevados en 2017 y
publicados en abril de 2018, el Sistema de Información Cultural Argentina
(SINCA), organismo dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación,
produjo un escaneo de nuestros hábitos, usos y costumbres: Qué leemos. Qué
escuchamos. Qué miramos. En qué la gastamos. Pero como la Argentina es un
país urgente, embarullado, noticias como la publicación de la Encuesta le
pasan por al lado. Y sin embargo, trabajos como este vienen a decirnos cómo
somos.
La última encuesta de este tipo había sido en 2013, hecha por el mismo
organismo usando las mismas preguntas. Cuatro años atrás, por ejemplo,
había más gente descargando música que escuchándola online, 35 por
ciento contra 16. El primer número se desplomó diez puntos. El segundo,
creció 30. En algún lugar del cuerpo colectivo que somos, de la conciencia
colectiva que tenemos, estas mutaciones, apenas advertidas, nos van
transformando. Puede leerse entonces esta Encuesta como un diario íntimo de
esa transformación.
¿Qué leemos?
Todos los años es el año de la muerte del diario en papel: y nunca es el año.
Montada sobre esa eterna agonía, la Encuesta ofrece algunas claves.
Antes que nada, rock nacional. Después, cumbia. Casi nadie, jazz. La
pregunta sobre los géneros musicales fue de respuesta no exclusiva, por eso
los valores no necesitan redondear el 100 por ciento. Con 68 puntos
porcentuales, el rock argentino fue lo más elegido. La cumbia se llevó el
58 por ciento y apenas un punto más abajo quedó la música romántica o
melódica. El folklore (55), el Reggaeton (54) y el rock en inglés (50) le siguen
en ese orden. El tango fue elegido por el 34 por ciento de los encuestados. La
música electrónica, por el 23. Y la música clásica, por el 22. El 15 por ciento
escucha jazz "de vez en cuando" y apenas el 2 por ciento escucha jazz
"habitualmente".
¿Qué miramos?
Sabe, Marcelo, que sus grandes audiencias de hace dos décadas se han
dispersado y ya no volverán. Sabe, también, que le queda ser el frontman de
un tipo de consumo en retirada. Pero cuidado, porque en retirada no significa
ya retirado. Siempre hay uno en un asado que, sintiéndose el Che Guevara en
Bolivia, declama: yo no miro televisión. Llegaron a parecer una nueva ola. Esta
Encuesta Nacional los desmiente. No están todavía los dispositivos digitales
listos para reemplazar ni a la televisión, ni a sus grillas de horarios, ni siquiera
al aparato televisor. Como el diario de papel, la televisión abierta se muere,
se muere, se muere, pero al final nunca se muere.
Los smartphone ya son el soporte más elegido para los consumos culturales
Portabilidad: la conexión, además, debe moverse con uno.