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El poder de los medios

Dice la creencia popular que fue Paul Joseph Goebbels, ministro de


propaganda de Hitler, quien dijo que “una mentira repetida mil veces se
convierte en verdad”. No existe ninguna constancia que lo expresara
exactamente de esa manera, aunque en varios de sus escritos y discursos
habla de la forma de mantener siempre un solo concepto y difundirlo y repetirlo
constantemente. Lo cierto es que este método, llevado adelante a través de los
medios de comunicación de masas, ha resultado sumamente efectivo.

Y cuando lo analizamos con detenimiento, vemos que opera a un nivel mucho


más profundo y complejo que el de la mera alteración de la información, como
se pudiera creer en primera instancia. En principio, es obvio que parte del
engaño de los medios de comunicación globales –reunidos en un puñado de
corporaciones que trabajan asociadas para “crear” la mayor parte del
panorama comunicacional mundial– consiste en modificar la realidad, ocultar
ciertas cosas, deformar otras y proporcionar como ciertas otras que no lo son
en absoluto. Sin embargo, creemos que el poder oculto de los medios –
directamente ejercido al servicio de mantener un sistema de dominación sobre
las grandes masas, sobre todo de los países centrales– es mucho más sutil, y
también está definido por la máxima citada.

El gran poder de los medios de comunicación, es que ellos constituyen un


sistema de persuasión, un sistema de educación continua, que es capaz de
cambiar los sistemas de valores y la apreciación del mundo de la gente. Los
cambios que nos proponen tienen que ver con institucionalizar socialmente los
valores del sistema que promueven, y darnos una forma de apreciar la realidad
que esté determinada por esos valores. Su objetivo está definido por algo que
ya hemos escrito antes: La mejor forma de dominación es hacer que los
dominados vean el mundo con los ojos de los dominadores.

La repetición sistemática de conceptos y valores transmitidos por los medios


como legítimos y valederos, va creando una “nueva realidad” que los
receptores de esos medios van apreciando como la verdadera.

En la Alemania nazi, el genio de Goebbels, a través de la repetición sistemática


(y un uso creativo de los medios de comunicación de la época) logró consolidar
en el pueblo alemán (en el cual ya estaban latentes) algunas “verdades” que en
determinado momento la mayor parte de esa población consideró como obvias,
como por ejemplo la “superioridad aria”, las “razas inferiores”, el “peligro judío”,
o la “Alemania sobre todas las naciones”.

A casi setenta años de haber caído el régimen nazi, estas enseñanzas de


manipulación se han perfeccionado (junto al inmenso desarrollo tecnológico de
los medios), y son hoy de utilización normal y cotidiana, tanto así que pasan
desapercibidas.

Las cadenas corporativas de medios repiten sistemáticamente juicios, criterios


y formas de actuar que son “validadas” por ellos mismos y su propia repetición.
Un ejemplo actual podemos verlo con toda la “información” que se transmite
referente a Siria, que sea cual sea, siempre comienza o está acotada por “la
maldad del régimen de Damasco”. Después de recibir diariamente durante más
de dos años este juicio de valor, la mayor parte de los auditorios globales están
convencidos, sin volver a pensarlo dos veces, de que el gobierno actual de
Siria es muy pero muy malo.

Así se repite la situación frente a todo aquel que los centros de poder
consideren peligroso o reluctante. Se hizo con Saddam Hussein (al que de un
aliado confiable se le convirtió en un monstruo) con Kadaffi, con los gobiernos
más radicales de América Latina, la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Evo
Morales o el Ecuador de Rafael Correa y con todos aquellos que se opongan a
los intereses de las grandes corporaciones y los gobiernos centrales.

Lo más curioso es que estamos viviendo una época cada vez más clara de
decadencia del sistema socio–político–cultural imperante. Y esto se refleja
también en los procesos que venimos describiendo. En principio la repetición
de “nuevas verdades” se intenta –para maximizar su credibilidad– partiendo
desde situaciones cercanas a lo real. Inclusive los nuevos juicios y valores
tradicionalmente son proporcionados a través de un proceso progresivo. Sin
embargo la velocidad de los cambios, los derrumbes estrepitosos, las
situaciones de crisis, están obligando a intentar cambiar las visiones de la
gente demasiado rápidamente y hacia propuestas que se han vuelto cada vez
más disparatadas y sin medida.

Un ejemplo claro de esto podemos verlo en acontecimientos actuales que


varios compañeros de la comunicación alternativa han tratado en detalle. Unas
nuevas películas de Hollywood [1] que descaradamente (a partir de la urgencia
mencionada) hacen una apología de justificación de acciones tan aberrantes
como la tortura o los asesinatos selectivos, aquellos que se hicieran públicos
en la época de George W. Bush pero que se han vuelto más sistemáticos, más
públicos y justificados, en este período de Barak Obama. Pensamos que no
será tarea fácil convencer, sobre todo al pueblo norteamericano, que los
famosos valores de los “padres fundadores” y los de “gran democracia”,
incluyen la institucionalización de la tortura (al mejor estilo de la Inquisición) o la
capacidad del presidente para determinar quienes deben ser asesinados
(aunque sean ciudadanos norteamericanos). Esto no será demasiado creíble, a
pesar de las declaraciones recientes de funcionarios del gobierno, que
aseguran que todas estas acciones están dentro del margen de las leyes
estadounidenses vigentes.

Así funcionan las cosas, en la medida que el sistema parece derrumbarse, las
monstruosidades y la barbarie aumentan, y por supuesto aumenta también la
necesidad de justificarlas. Se está llegando así a utilizar los medios de
comunicación para transmitir sucesos y visiones cada vez más delirantes y
bizarras.

Hasta llegar a casos risibles, como en el caso local de Venezuela, dónde un


señor que tiene en televisión un programa de “análisis internacional” (alguien a
quien llaman “embajador”, no porque esa sea su profesión, sino porque alguna
vez ocupó circunstancialmente ese cargo) donde pontifica diariamente sobre el
panorama mundial. En este programa no sólo difunde cotidianamente una
imagen de la situación internacional que llega a ser caricaturesca, con
afirmaciones tajantes sobre los preceptos y mandatos de un “derecho
internacional” o una “comunidad internacional” que existen solamente en el
“modelo virtual” pregonado por este señor y por alguno de los exóticos
invitados que lleva al programa, sino que intenta por repetición sistemática
convencer a su auditorio de la validez y vigencia de ese modelo. Este
pintoresco personaje ha llegado a afirmar con total convicción dislates tales
como: “es que esta gente (los gobiernos latinoamericanos que impulsan la
integración y la soberanía) no entiende que en el mundo moderno globalizado,
el principio de injerencia ha sustituido al obsoleto principio de soberanía”.
En definitiva, la buena noticia parece ser que si los medios continúan en este
camino de haber perdido toda medida sobre la visión que intentan imponer, lo
más probable (y creemos que ya está sucediendo) es que el resultado se
manifieste en una pérdida de credibilidad creciente en los mensajes
transmitidos y en los propios medios, que los está despojando de su poder
hipnótico sobre las grandes masas del planeta.

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