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rm MONTANA EN EL eat RITUAL JOHANNA BRODA STANISLAW IWANISZEWSKI ARTURO MONTERO PN COS Rte ec El libro La Monta en el paisaje ritual (estu Cen een eset cos) se compone de tres partes: ee ene teen Tec de la Cuenca de México y 11, Montafas sagea das de grupos étnicos de Mesoamérica, El volumen consta de 22 articulos acom pe ene ee See Reco Rae rect Peon) Esta obra surge de un esfuerzo colectivo y See terdisciplinarias, Se presentan los resultados de eee ae se eens eo ee ec ria y etnogeafia, cuyo denominador comin es Se ee Ccntccerh ee ee eee ee Nera nace tone nay zona del centro y centro-norte de México; los estudios etnogrificos actualesincluyen a los nahuas, mixtecos y tlapanecos de Guerrerc eer SOS ar ro, Sets eC Sa ny isidn historica del estudio etnogrifico enfati- eee tne enon td grandes volcanes en el Altiplano Central re montindose a los tiempos remotos de la época ptehispéinica. Los rtos llenan de vida al paisaje y definen los limites de los espacios culturales; Bee Nenana eee Co Coal eno See eee eee ae See eee ee Se ese ree nee Se eee ea eee restos materiales, sitve de analogfa y evoca sugs rentes imégenes para entender mejor los datos Pere see een ee ca vigencia de los cultos antiguos en la contrastante realidad social y cultural del México actual Si bien Ios estudios sobre el eulto indigena noe eee enced Cee ee pilacién dedicada, de manera exclusiva, a es ee eT ey metodolégicos, que unifican el enfoque express do en los articulos y dan coherencia al volumen. La obra académica de los coordinadores se inscri~ be también en este enfoque; Broda, Iwaniszewski Montero contribuyen al volumen con dos eapi- tulos cada uno. Las cuidadosas introducciones a eo eu nn bliografia adicional, refverzan la unidad temstica Jel conjunto, Los 22 articulos también ineluyen See eee renee Ce eC en oe oe econ Los autores son arquedlogos, antropélogos, Se eae ee oe Escuela Nacional de Antropologia ¢ Historia; el Instituto Nacional de Antropologia © His Se eee Cee México; las Universidades Auténomas de Pue~ bla, Veracruz, Zacatecas ¢ Hidalgo; el Colegio Mexiquense a. c5 la Universidad del Tepeyac; The Mesoamerican Research Foundation (Pue bla); y el Instituto de Astrofisiea de Canarias (Espana), La mayoria de ellos son maestros y/o han sido estudiantes de posgrado en la ENAH,o-en la uNaM,en programas de posgrado apoyados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologia, ta MONTANA EN EL [PAISAJE RITUAL JOHANNA BRODA STANISLAW IWANISZEWSKI ARTURO MONTERO COORDINADORES MEXICO, MMV. UUniversionn NACIONAL AuTONoMA De MEXICO. Dr Juan Ramén de le Fuente Rector Lic. Enrique del Val Blanco SECRETARIO GENERAL Dra. Mari Carmen Serra Puche CookoinaboRs DE HUMANIDADES Dra. Alicia Mayer Gonzalez DDiRECTORA DEL INST™TUTO DE INVESTIGACIONES HisTORICAS Instiuto NACIONAL DE ANTROPOLOGIA € HisToRA Dr-Alfonso de Maria y Campos Direcro GeNexaL ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGIA E HisTORIA AF. Francisco Ortiz Pedraza Dikecroe Dra. Ana Ma, Saloma Gutiérrez ‘Susoigeccion be DNISiON DE POScRADO Lic. Delia Pére2 G6mez ‘Suso1Reccion DE EXTENSION ACADEMICA Lic. Hilda jiménez Reséndiz Departamento C€ PUBLICACIONES La wowtasa EL PsA RAL 2007 Paiuena ec» 2001 CCuionbo ot a econ Johanna Broda Ma_ Edit Romero Hemander ‘Ma, Paula Noval Morgan Disko Hilda jimenez Reséndiz Portacs Miguel Angel Arroyo Rosales Cig Vindabonenss, ho|as 9 10 DRE2001, en 970-18-6919-2 Escuela Nacional de Antropologia e Historia Perifrico Sur y Zapote s/n, Col. Isidro Fabela, México, DF. CP. 14030 Esta publicacion no podtd ser reproducida ni ftal ni parcialmente,incluyendo el diseno de la portada, como tampoco podré ser almacenada, transmitida 0 Utilizada de manera alguna por ningin medio, ya sea electinico, quimico, mecénico, éptico, de grabacién, electrogratico, o de otro tipo, sin la Autorizacién por escrito de la ENAH y la UNAM LA MONTANA EN EL PAISAJE RITUAL Coonoinapores Johanna Broda Stanislaw Iwaniszewski Ismael Arturo Montero Garcia Textos: Beatriz Albores Ratil Aranda Johanna Broda Guizzela Castillo César Esteban Jess Galindo Julio Glockner Catharine Good Stanislaw Iwaniszewski Druzo Maldonado Arturo Montero Rubén Morante Francoise Neff Johannes Neurath Francisco Rivas Alejandro Robles Sergio Sanchez Ivan Sprajc Tim Tucker Samuel Villela Carlos Viramontes inoice Presentaci6n y agradecimientos Parte | LOS GRANDES VOLCANES Introduccién a la Parte |, por Stanislaw lwaniszewski 1. Buscando a los dioses de la montafa: una propuesta de clasificacién ritual por Ismael Arturo Montero Garcia 2. El Pico de Orizaba en la cosmovisién del México prehispanico, por Rubén B, Morante Lépez 3. El asentamiento prehispdnico de “Cerro Teoton”: un axis mundi en la regién oriental del Valle Poblano, por Tim Tucker 4. Las puertas del Popocatepetl, por Julio Gloctner 5. La sagrada cumbre de la Iztaccihuatl. por Stanisiaw Iwaniszewski ¢ Ismael Arturo Montero Garcia 6. ¥ las montafias tienen género, Apuntes para el andlisis de los sitios rituales de la letaccihuatl y el Popocatepett por Stanislaw Iwaniszewski 7. El Nevado de Toluca: “ombligo de mar y de todo el mundo”, por Alejandro Robles Garcia Pagre Il El PaIsase riTuat DF La Cuenca vt México Introduccién a la Parte Il, por lohanna Broda 8. Astronomia y paisaje ritual: el calendario de horizonte de Cuicuilco-Zacatepetl por lohanna Broda 9. El Cerro San Miguel como posible marcador calendarico astronémico del sitio Preclasico de Cuicuilco, por lestis Galindo Trejo y César Esteban Lépez 10. Alineamientos astronémicos en Tenayuca, or México, vin Spraie Il. Entre el lago y el cielo: la presencia de la montafia en la regién de Chalco- Amecameca por Rail Caras Aranda Monroy 12, La montafia terraceada de Tenanco Tepopolla, Estado de México, por Guizzela Castillo Romero 23 49 6 83 95 113 149 161 173 201 217 245 257 montana en ot pase itr Lomontate en et pataje ust 13. El culto a las deidades del agua en el Certo y la Cafiada de San Mateo Nopala Naucalpan, Estado de México, or Francisco Rivas Castro 14. Ritos mexicas en los cerros de la Cuenca: los sacrificios de nifios, Por lokanna Broda Parte Ill Monranas SaGRADAS DE GRUPOS ETNICOS DE MESOAMERICA Introduccién a la Parte Ill, por Johanna Broda 15. El culto a los cerros en la Montafia de Guerrero, por Samuel L. Villa 16, La Lucerna y el Volcén Negro, por Francoise Neff Nuixa 17. Oztotempan: “el ombligo del mundo”, por Catharine Good Eshelman 18. Certos y voleanes que se invocan en el “culto a los aires”, Coatetelco, Morelos por Druzo Maldonado liménez 19, Ritual agricola y cosmovisién: las fiestas en cruz del Valle de Toluca, Estado de México, por Beatrie Alores 20, La Santa Cruz: culto en los cerros de la regién otomi Actopan-Ixmiquilpan. por Sergio Sanchez Véequee 21. El Pinal del Zamorano en la cosmovisién de los chichimecas y otomies de Querétaro por Carlos Viramonies Anzures 22, El Cerro del Amanecer y el culto solar huichol por Johannes Neurath 269 295 319 331 353 375 395 419 ai 455 475 PRESENTACION A LA SEGUNDA EDICION Este volumen fue el resultado de un esfuerzo colectivo de investigacién que se Ilevé a cabo entre el posgrado de la Escuela Nacional de Antropologta € Historia, CONACULTA/INAH [con el apoyo del CONACYT) y el Instituto de Investigaciones Hist6ricas de Ia UNAM. Al salir publicado en 2001 el volumen tuvo una muy buena acogida entre un piblico académico interesado en los temas de la cosmovisién mesoamericana y el culto las montafias. En los 22 capftulos que componen el volumen, se maneja este estudio de manera interdisciplinaria combinando la perspectiva histérica y arqueolégica con la etnogratia y con los estudios especializados de la geografia de los paisajes culturales y la arqueoastronomia. El énfasis en estas Investigaciones ha sido estudiar estos temas de la tradicién religiosa mesoamericana a partir de los datos empiricos concretos, La primera edicién del libro se agoté en poco menos de dos afios. Hemos seguido estudiando estos temas en las instituciones : £ 2 £ i 5 Lomontasa en el paiaje rua! mencionadas y en equipos de trabajo y esperamos poder informar préximamente acerca de los avances recientes en estas Investigaciones especializadas. Sin embargo, parece ser igualmente importante lograr tuna mayor difusién del presente libro mediante una segunda edicidn Esta ha sido posible gracias al apoyo que hemos recibido del Dr. Francisco Ortiz, director de la ENAH, y de le Dra. Alicia Mayer, directora del IIH de la UNAM asf como de la licenciada Delia Pérez, subdirectora de Extensin Académica de la ENAH y de Hilda Jiménez, jefa de publicaciones de la misma institucién. MAcADALENA ConTRERAS Mexico, D.F, 12 0€ wakzo De 2007 Dia c€ Don Govo Porocareren. Fowanna BRooa. PRESENTACION Y AGRADECIMIENTOS E exe voumen colectvo two su tigen en el simposio La Montafia en el paisaje ritual, que se llevé a cabo en la XXV Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropolog(a del 12 al 18 de julio de 1998 en la ciudad de San Luis Potosf. Queremos expresar nuestro reconocimiento a dicha institucién por habernos dado la oportunidad de presentar este conjunto de ponencias en la Mesa Redonda, Fosteriormente, se hizo una revisién cuidadosa de todos los trabajos y la mayorfa de ellos fueron ampliados sustancialmente para la presente publicacién. Por iniciativa de los editores se incluyen también algunos otros trabajos que no fueron presentados en el simposio: invitamos a Ivan Spraic (capitulo 10) y a Druzo Maldonado (capttulo 18) ya que consideramos que sus respectivos capitulos enriquecerian el contenido global del volumen. Por la misma raz6n nos tomamos la libertad de afiadir dos capftulos de nuestra propia autorfa: se trata del capitulo 5, de Stanislaw Iwaniszewski y Arturo Montero, y del 8, de Johanna Broda, Debido a estas clrcunstancias, el volumen que presentamos no es una Memoria sino una obra colectiva en la que hemos hecho un esfuerzo por profundizar en los trabajos originales y lograr una mayor coherencia y unidad El volumen esté dividido en tres partes que van acompafiadas de tuna introduccién tematica y de una bibliograffa adicional: Para leer mds, La Parte sobre Los Grandes Volcanes, consta de siete capitulos que giran alrededor de las prominentes cumbres volcénicas del Altiplano Central el Pico de Orizaba, La Malinche, el Popocatepetl, el Iztaccihuatl y el Nevado de Toluca. Utilizando un enfoque interdisciplinario, se habla in extenso de la arqueologia de alta montafa y se hace referencia a alineamientos, conceptos de la cosmovisién prehispénica y recientes datos etnogréficos. La Parte Il versa sobre el Paisaje Ritual de la Cuenca de México. Con base en el enfoque interdisciplinario se plantea el estudio del paisaje culturalmentetransformado de la Cuenca, donde habia adoratorios y lugares de culto antes dela llegada de los europeos. Observacién de a naturaleza y culto a las montafias se conjugaban para crear un paisaje ritual, Los siete capitulos de la Parte Il exploran diferentes aspectos de este paisale ritual de la Cuenca. Tres capitulos se refleren a alineamientos arqueoastronémicos mientras que los cuatro restantes tratan temas de la cosmovisién y ritualidad durante el ltimo periodo de la época prehispénica, estudio que combina los métodos propios de la arqueologla y de la etnohistoria Enla Parte ll se presentan ocho capitulos sobre las Montafias Sagradas de Grupos Etnicos de Mesoamérica. Se trata de estudios antropolégicos basados en datos etnogréficos de primera mano que aportan elementos novedosos sobre el culto a los cerros en el Altiplano Central, el centro occidente y el centro norte de México. Aunque se aborda una variada gama de investigaciones regionales, hay ciettos temas 0 conceptos recurrentes que permiten percibir el trasfondo comtin de la cosmovisién mesoamericana, Ademés, destaca el interés de los ritos pata analizar el ‘complejo tema del culto a los cerros en la Mesoamérica indigena, Las tres partes del volumen difieren en sus fuentes y en la accesibilidad de su informaci6n. Mientras que los datos arqueol6gicos y etnohistéricos comprueban la antigledad de estos conceptos y ritos, la evidencia etnogréfica le da vida a los restos materiales, sirve de analogia y evoca sugerentes imagenes para entender mejor los datos del pasado, Estos testimonios documentan, ademés, la vigencia de los cultos antiguos en la contradictoria realidad social y cultural del México de hoy. En este volumen se impulsa, hasta cierto punto, un enfoque novedoso y homogéneo. Han existido colaboraciones entre los tres coordinadores en el pasado. Los que contribuyen a este volumen son colegas, colaboradores y discipulos. Los capitulos 2y 7 de la Parte I: los capitulos 8, 10, 11, 12, 13 y 14 de la Parte Il, asf como los capitulos 18, 20, 21 y 22 de la Parte Ill muestran una mayor homogeneidad en sus planteamientos ya que son el resultado de investigaciones que han sido impulsadas por [ohana Broda en su linea de investigaci6n *Organizacién social y cosmovisiones prehispénicas”, del Posgrado en Antropologfa y Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropologfa e Historia, en la que estos autores han participado como alumnos de maestria o doctorado. La revisi6n critica de los textos estuvo coordinada por |.Broda, mientras que A. Montero se encargé del proceso técnico de la preparacién del manuscrito original. En cuanto al gran nimero de términos y topénimos en lenguas indigenas, principalmente en nahuatl, hemos optado por homogeneizar en parte su escritura, eliminando todos los acentos en estas palabras. Sin embargo, en algunos casos como por ejemplo en las variantes en decir el Iztaccihuatl o la Iztaccihuatl, hemos respetado las preferencias de los respectivos autores El proceso editorial se llev6 a cabo en la Escuela Nacional de Antropologfa e Historia y se agradece la colaboracién de la maestra Edit Romero, de Marfa Paula Noval y de Hilda Jiménez, Finalmente, queremos expresar nuestro reconocimiento al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologia y las instituciones en donde tenemos nuestra adscipcién académica: |, Broda al Instituto de Investigaciones Hist6ricas de la UNAM: S, Iwaniszewski, |, Broda y A, Montero a la Divisién de Posgrado de la ENAH: y A.Montero a la Universidad del Tepeyac. La publicacién del volumen se logré gracias a la coedicién entre las siguientes instituciones: Expresamos nuestro agradecimiento al Instituto de Investigaciones Histéricas de la UNAM, y a su directora la doctora Virginia Guedea; a la ENAH, y a su directora la doctora Florencia Pefia; a las doctoras Margarita Nolasco y Mayan Cervantes y al doctor Fernando Lépez de la Divisién de Posgrado de la ENAH: y al Consejo Nacional de Presentociin Presentacién | Presentacsin Ciencia y Tecnologia por su apoyo a la publicacién. Finalmente agradecemos también al Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Aut6noma de Puebla, y a su director el maestro Roberto Vélez Pliego, asi como a nuestro amigo y colega Julio Glockner quien también es colaborador del volumen, por haber apoyado de manera ‘generosa la coedicién con las instituciones mencionadas. Magdalena Contreras México, D.F, 6 de julio de 2000 Johanna Broda Stanislaw lwaniszewski ‘Arturo Montero Los grandes Volcanes Parte IntRODUCCION Pas espectalidades arqueolégicas suenan tan exéticas como la arqueologfa de alta montafia. Acostumbrados a leer en los periédicos sobre los fascinantes descubrimientos en Chichen Itza, Palenque, Monte Albén, El Tajin, el Templo Mayor y Teotihuacan nos olvidamos que ademés de las espectaculares zonas arqueol6gicas, la minuciosa y dificil tarea de rescatar los restos materiales del pasado también se lleva a cabo en los extensos territorios del norte de México conocidos por los arquedlogos como Aridoamérica y Oasisamérica, El desarrollo de la tecnologfa permite buscar la evidencia del pasado en sitios de dificil acceso, En la actualidad, los arquedlogos penetran en los lugares donde todavia hace unas décadas llegaban con gran esfuerzo s6lo personas bien entrenadas. Tal es el caso de la arqueologia subacuatica, la cual descubre el impacto de la cultura humana sobre el medio lacustre, riberefio o marino, y de la arqueologia espeleolégica, que se dedica a penetrar los espacios subterrdneos en busca de la presencia del hombre antiguo stonisow hwonkseews Este también es el caso de la arqueologta de alta montafia, Ya el hecho de escalar la montafia se considera como un reto, Es obvio que la ardua y penosa tarea de subir y bajar barrancas para localizar 0 registrar los sitios arqueol6gicos soportando no sélo las bajas tem- peraturas y réfagas de viento, sino también la falta de oxigeno y la baja presién atmosférica, exige una buena preparacién fisica y no todos los arquedlogos pueden permanecer mucho tiempo en estas condiciones climaticas. Por lo tanto, el registrar, evidenciar o excavar los sitios de alta montafa parece un reto atin mayor. No lo es en los paises andinos, cen donde la arqueologta de alta montafia se ha desarrollado de manera continua en los ltimos 50 afios. Es més, hay un grupo creciente de arquedlogos quienes unen el placer del montanismo/, alpinismo con el propésito de registrar la presencia del hombre prehispénico. En los tltimos afios hemos lefdo sobre los descubrimientos en el Peri, en donde se localizaron restos de tumbas incaicas de 500 afios de antigliedad que contenfan los cuerpos momificados de victimas sacrificadas en las estribaciones del Nevado de Ampato (6309 "/,,), Voledn Misti 5822 "/,,) y Nevado Pichu Pichu (5669 ",.) (Reinhard, 1998), 0 en la cima del Llullallacu (6723 */,, entre Chile y Argentina), en donde arquedlogos estadounldenses, peruanos y argentinos encontraron un centro ceremo~ nial con el entierro de tres victimas convertidas en momias a lo largo de 500 aftos (Reinhard, 1999). En la actualidad este sitio constituye el lugar ms alto del mundo en el cual se han realizado excavaciones arqueolégicas. Sin embargo, en los Gltimos afios se vieron también. hallazgos interesantes a alturas menores. En 1991 fue encontrado el cadaver momificado de un hombre en el valle Otz, ubicado en la zona alpina entre Austria e Italia, a una altura de 3200 "/,.. Se establecié que este hombre perdié su vida en una de las ventiscas veraniegas de nieve ‘ocurridas hace unos 5100 afios (Spindler, 1999). En agosto y septiembre de 1999, en uno de los glaciares de las Montafias Rocallosas, en el parque nacional Tatshenshini-Alsek, en British Columbia, Canadé, se excavé otro cuerpo momificado perteneciente a un hombre del siglo XV (Kuehn, 1999). Naturalmente, todos estos trabajos han sido posibles gracias al desarrollo tecnolbgico de la arqueologia en los afios recientes, En México, en los dtimos aftos se ha visto acrecentado el interés por estudiar los ritos y sistemas de creencias que desarrollaron los campesinos en torno a los grandes volcanes de la Meseta Central Mexicana, También se revitaliz6 el interés por estudiar los restos materiales de los sitios ceremoniales que se encuentran en las estribaciones de los grandes volcanes. Como lo relatan diversas fuentes, en la época prehispdnica los cerros gozaban de un culto especial por considerar que era allf en donde residian las deidades pluviales, Esto motivé la construccién de templos y adoratorios en donde, en fechas bien definidas, se realizaban ceremonias que inclufan la colocacién de ofrendas de las cuales hoy en dfe podemos encontrar algunos restos. En la actualidad muchos de estos lugares atin siguen siendo fre- cuentados por los habitantes de las comunidades vecinas que acuden a ellos tanto para solicitar las Ilvias y buen temporal como para dar gracias por las abundantes precipitaciones y buenas cosechas. Este hecho ha motivado el interés de los arquedlogos y antropsiogos, quienes, cada uno con sus técnicas y metodologias, tratan de analizar y comprender las formas en que se da este culto, y apoyados con los entender el mismo proceso relatos de cronistas y fuentes, por analog en la época prehispanica En esta parte del libro se han reunido trabajos que desde la antro- pologia, la arqueoastronomfa y la arqueologia analizan y reconstruyen las maneras de concebir el paisaje montafiés dentro de las cosmovisiones de los antiguos y actuales pobladores asentados cerca de los grandes volcanes. Aunque la arqueologia de alta montafia en México es una disci- plina relativamente nueva, pueden presentarse ya algunos logros importantes. En su artfculo el arque6logo Ismael Arturo Montero Garcia sintetiza algunos de los resultados de los trabajos en la alta montafia mexicana. Resulta que la investigaci6n arqueol6gica abarca sobre todo las altas cumbres voleénicas del Altiplano Mexicano y que précticamente ‘en cada una de las principales cumbres del Eje Neovolcénico Transver- sal se encuentran vestigios del pasado prehispénico. Montero Garcia sefiala que el Nevado de Toluca y la lataccihuatl son los cerros en donde la prospeccién arqueol6gica revels la presencia del mayor ntimero de sitios prehispénicos. Aportando una lista de 55 sitios localizados hasta la fecha en las estribaciones de los grandes volcanes, Montero an: Introduccion 17-Pare I nroducclen * 1B-Pare + iocucctén © Stanisow Mworisrews el material tomando varios factores relacionados con la montafa: su ubicacién morfolégica; relacién espacial con respecto a la cima localizacién segtin el piso altitudinal; exposici6n a diferentes factores atmosféricos (influencia nival y glacial); relacién con las fuentes del agua (desde las provenientes del deshielo hasta los manantiales); su cronologia: los alineamientos visuales que conectan los sitios con determinados fenémenos astronémicos circumhorizontales, y su relacién con cuevas. Sigulendo sus propuestas publicadas anteriormente (Montero, 1995), Montero Garcia trata, a través de una clasificacién que utiliza diferentes criterios, de establecer las razones que determinaron la ubicacién y la funcién de estos sitios. Montero demuestra que ésta es una tarea muy compleja dentro del quehacer arqueol6gico y es de esperar que la excavacién de algunos sitios aportaré mas datos que nos ayuden a explicar de qué manera las diferentes poblaciones mesoamericanas incorporaron la alta montafia en sus cosmovisiones. Rubén Morante describe el papel del Pico de Orizaba en el pensa- miento religioso mesoamericano y sefiala la importancia de los distintos nombres con los que se denominaba el volcén, ya que éstos reflejan los cambios en percibir la montafia dentro de un paisaje culturalmente constituido, Para ello discute el significado de sus nombres tradicionales en néhuatl: Poyauhtecatl y Citlaltepet!, Los espafioles “bautizaron’ la gcoeratia prehispSnica aplicdndole nombres que fueron significativos para ellos. Nos cuenta Morante que el primer nombre en castellano del Pico de Orizaba era el de Nuestra Sefiora de las Nieves, cambiado luego por el de Volcén de San Andrés (Chalchicomula, hoy Ciudad Serdén). Interesantes son también sus observaciones acerca de las lineas visuales centre el Pico de Orizaba y otras cumbres. Los alineamientos astronémicos que unen ciertas montafias con importantes eventos solares (durante los solsticios, equinoccios o pa- sos cenitales) es el tema que desarrolla Tim Tucker. Este autor propone que existe un centro simb6lico en el Teoton, el cerro que se encuentra cerca de Tetimpa, sitio arqueolégico del Preclésico sepultado por las, cenizas exhaladas por el Popocatepetl en el primer siglo .C. Los ejes que unen La Malinche con el Popocatepet! pasan por el Teoton marcando una linea cercana al paso cenital sobre la regi6n. Otra linea visual conecta este mismo cerro con la pirdmide de Cholula apuntando al lugar donde se observaba la salida heliaca de las estrellas que conforman el Cinturén de Ori6n, Durante el Precldsico este fendmeno coincidfa con el solsticio de verano. Al igual que otros autores de este libro, Tucker interpreta que ciertos alineamientos astronémicos eran coordinados con el paisaje fisico, y sugiere que este fue uno de los rasgos caracteristicos de concebir el tiempo-espacio entre las poblaciones mesoamericanas, Julio Glockner nos lleva al presente compartiendo una serie de reflexiones en torno a los Misioneros del Temporal, quienes trabajan con el tiempo por el lado sur del Popocatepetl, en el estado de More- los, Glockner subraya que los vinculos que se establecen entre los Misioneros y el volcén ocurren durante los suefios, pues a través de ellos estos iiltimos viajan al interior del volcén, conocen su topo- grafia y el estado del clima, También suben al abrigo rocoso conocido como El Rostro ubicado a casi 4, 000 metros de altura. Glockner, quien acompafié a los Misioneros al lugat, describe con mucha sensibilidad c6mo se establece la {ntima relaci6n entre los hombres y el voleén, En la cima de La Iztaccihuatl se ha localizado otro de los sitios ceremoniales visitados por los campesinos en la época prehispénica. En este reporte Stanislaw Iwaniszewski y Arturo Montero nos descri- ben el sitio arqueolégico de mayor altura en la Repiblica Mexicana. Particularmente importante es el hallazgo de los objetos serpenti- formes de madera interpretados como cetros ceremoniales de Tlaloc que con sus formas ondulantes parecen imitar a los rayos. La presencia de pias de maguey sugiere que la ceremonia antigua inclufa ritos de sangrado, Por su parte, Alejandro Robles Garcia nos lleva al Nevado de Toluca recreando la visi6n que tienen los habitantes de las poblaciones cercanas acerca de este voleén. En esta percepcién cultural del patsale fisico de nuevo resalta la importancia de los alineamientos visuales, Robles enfatiza la relacién que establecen los pobladores del valle de Toluca entre el Nevado de Toluca y el cerro Zempoala, y entre el Nevado de Toluca y el Popocatepetl. Por otra parte, las aguas de las dos lagunas situadas dentro del crater del Nevado de Toluca, han insplrado entre los pobladores diferentes asociaciones con los fenémenos del cielo asf como Intoduceisn Intioauccion » 19sPare 2O-Parte + inroduccién + staniiow Wwanisews con las lejanas aguas del mar. Sin embargo, el créter es percibido sobre todo como un ombligo, el centro del mundo. De nuevo, de la intima relacién que los campesinos establecen con el volcén surge la antropomorfizacién del paisaje natural. Robles evoca cémo se concibe el cerro a manera de un ser viviente. Esta primera parte del volumen concluye con el ensayo de Stanislaw Iwaniszewski acerca de las conceptualizaciones de género de los volcanes. Partiendo de datos etnogréficos, Iwaniszewski observa que los grandes volcanes siempre se conciben como seres femeninos 0 masculinos. Al aplicar estos criterios al Popocatepetl y la Iztaccihuat! observa que la ubicacién de los sitios arqueolégicos en relacién con elementos acuaticos puede asociarse con uno u otro género. Su enfoque trata de encontrar la légica simbélica que guié a las poblaciones prehispénicas a establecer sus paisajes culturales. Aunque los articulos aqui presentados abarcan una amplia gama de disciplinas antropoldgicas y de diferentes estrateglas de investi- gacién, los intereses de los investigadores coinciden en la tarea de presentar y describir la manera en que las antiguas y actuales poblaciones han percibido la montafia incorporéndola dentro de sus sistemas de cosmovisi6n. Esta variedad de enfoques y de diferentes lecturas demuestra que la relacién hombre-montafa es, de hecho, ‘muy compleja. El paisaje cultural no se construye de manera fija, pues cada pueblo y cada generaci6n encuentran en la misma montafia diferentes puntos de interés que organizan y determinan su modo de percibirla Stanislaw Iwaniszewski Papa EER MAS.. Kuehn, David D. 1999. Frozen in Time. A Prehistoric Hunter Rises from a Canadian Glacier, cen Discovering Archaeology, vol. 1, nim. 6, pp. 78-81 Montero Garcfa, Ismael Arturo 1995 cArqueologia en alta montafas, en Coloquio: cantos de Mesoamérica, México, UNAM, pp. 293-314 Reinhard, Johan 1998 En a ladera oriental del voledn Iztaccihuat se han detectado asentamientos agricolas ispersos pertenecientes al Poscldsico. Estos se encuentran en bosques mixtos ubicados hasta los 2,900 "Y,,, en altiplanos de difcil acceso pero situados en condiciones favorables para el aprovechamiento de los recursos hidréulicos a partir de las labores. de desmonte, Buscando @ lot Dlotes de la Montana 1s u a 2 Montane ‘Altus Sto 1 leo de Oraaba 5700 8 2, Popocatopet 8.482 5 3 tocctuct S286 2 4 Novae0 60 Touca 4704 18 5 Serra Negro ass 1 8 Toyotl sso 1 7. Malinche a0 2 5 Corte ds Porote 4250 3 9 Ties. a0 1 10. Yolapen io 1 1 Auseo Ses0 5 Pareyo Seae 1 arqueolégicos de la cima del Iztaccthuat! (véase lwaniszewski y Montero, en este volumen). En suma, la prospeccién e investigacion arqueol6gica de la alta montana en México es un proceso constante que al momento ofrece 55 sitios, la mayorfa ubicados en los grandes macizos volcénicos y clasificados a partir de dos modelos: 1.La presencia de un solo sitio en las montaflas de mediana altura (entre los 4,000 y los 4,600 */,,). Emplazado en la cima como un templo sobre una estructura piramidal, es una constante a considerar e interpretar ritualmente ya que corresponde al 41.66% del registro. 4 Figuie 1. Los principates Montofias del je Neves ‘ice Tansveral por atura en felacién con lo toe arquoe: Igicoshalodos a presen, 2 spate + Cop. Ismael Arue Montero Garcia Figura2, EI ztoccinuat es un Claro ejemplo de las aitas montafas mexicanas con vada y stios de cuto en las lacieras ye! sornonte. pe 2,Los grandes edificios voleénicos, que dentro del paisale aparecen alslados a la manera de fors.* contienen més de un sitio; por lo general uno en la cima y los restantes en aristas y laderas asociadas a fuentes de agua y cuevas (Fig. 2) Por usicacion La arqueologfa de alta montafta en su proceso de interpretaci6n est ligada al analists del paisale, en este sentido se opt6 por una clasificacion que permitiera definir el espacio continente de los sitios, quedando establecidas las siguientes categorias geomorfolégicas: ‘TTerrenos elevados en relacién a una planicle adyacente 5 Detrubios transportados y depositados por los glaciares “Bs la pate inferior de una ladera escarpada en la que se produce la acumulacién de fagmentos de roca meteorizades. "Elevaciones menores, por debajo de los 4,000 "/,,, por lo general en regiones hhoscosas pero asocladas al maclzo voleénco. Buscando a los Diotes de la Montara La mayorla de los sitios se asienta en planicies. Esto responde a una necesidad practica de la liturgia indfgena asi como el colocar adoratorios en las cimas més relevantes, no sélo en la caspide sino en las cimas mas destacadas del perfil alpino denominadas cimas Secundarias. La variable que identifica los sitios en el interior de las Cafladas demuestra que el culto acudtico sobre los flujos de agua Provenientes de las cimas fue trascendente en el pensamiento antiguo. Los sitios detectados sobre las aristas probablemente estén marcando las rutas de acceso a las cimas. Desde ellos el dominio del Palsaje es sugerente, ya sea que se utilizaran para la orientacién durante el ascenso 0 descenso o para el culto de aquellos que no lograran acceder a la cima, ya fuera por precepto o por el esfuerzo que esto implicaba (Fig. 3) Pos tape La orlentaci6n fue fundamental en las ceremonias prehispdnicas. Las deidades se definian por los rumbos y las fechas de sus fiestas. La pauta ‘dh eon) Co ey Figua 3, tomanco come jompio el Nevado de To. Nea te thatran tos ciferentes Zonas geomortolégicas de 1a atta montaha, Los valores numérices cottesponden @ los sits locoliados en eras zonat y no a sites del Nava 0 de Toluca 27 sPorie! + cap. 1+ 28 -Parte!+ Cap.1 lamas) Arturo Montero Garcia Leder Sitios Cospide Norte 2 sur 6 Este 7 Oeste 8 Figura 4, Tomando como lustra el crero de orienta cn desde lo cima y 0! tan- {90 doimutal pare los rumbos cordnoies. de la orientacién corresponde a la cima mayor de la montafla y no ne- cesariamente al punto medio del edificio voleénico, El rumbo correspon de a un 4ngulo recto cuyo centro apunta al trazo cardinal (Fig. 4) Podemos apreciar que el ntimero de sitios ubicados al este y al oeste es muy semejante y tal vez equiparable a los del sur, sin embargo la mayorfa (un 50%) se ubica en la ladera norte, esto sin considerar los de la cima, Por Piso ALITUDINAL TéRMICO Los criterios altimétricos son fundamentales para el anélisis de una montafa en relacién con la comunidad. Debido al clima extremo del medio ambiente alpino, a mayor altura existe una menor diversidad biolégica y una meyor dificultad para la estancia humana. En este sentido la presencia del hombre en las altas montaflas no corresponde a un orden productivo ni habitacional, es un acto de expiacin religiosa propiciado por el ascenso, la ofrenda, el sacrificio y la permanencia, En la sigulente gréfica podemos ver los limites climéticos por altura asociados con la cantidad de sitios detectados por nivel. No es en el piso nevado ni en el piedemonte en donde encontra- mos la mayorfa de los sitios. Nuestros hallazgos sefialan a la zona Buscando a os Diotet de la Monta Pso clitudinal Atucenmetossobre © Temperaiiwo Diosconheladas Prociptocién _Sios veimico ‘elniveldelmor 7.) meee anual ‘aare medic arual Nevado 5700-4800 wc 365 Sin dotos 2 Subnevase ‘400-4000 ve 3300 350 Sin dotos 2B Hetado 4000-300 BC 195.0 820 1.800 mm 2 Fito 3300-2700 cae 118.0 200 117001mm 3 del mesofhonte. Este resultado se explica, en primera instancia, porque en México s6lo tenemos tres montafas con piso nevado; por otra parte suponemos que el acceso a las cimas nevadas era restringido por realizarse en ellas rituales especializados y selectivos. Lo contrario sucede en el piso subnevado, ya sea porque sobre el Altiplano se levantan més de una veintena de cimas en este rango, ya porque el culto a las montafias se masificara en las cumbres medianas con la participacién de las comunidades agricolas organizadas en grupos de peregrinos y feligreses. Ademés, para tales actos no se requeria de un esfuerzo exhaustivo ni se comprometia la integridad fisica de los participantes. Por INRUENCIA NIVAL Y GLACIAL La propuesta de influencia nival y glacial se basa en una apreciacién Tnfuencig Stor del clima contemporéneo que no corresponde necesariamente a las _pWwalyigacl condiciones climéticas del pasado. Se ha aftadido esta comparacién Glacial 2 Severa 2 porque en un clima templado como lo es el del centro de México fe las condiciones atmosféricas de frio elevado, con la presencia de _Nula 4 hielo y nieve, son espectaculares. La categorfa de influencia glacial sefiala la contigildad de un sitio a un cuerpo de hielo 0 nieve perenne, Cuando se aplica el calificativo de influencia severa se entiende que el sitio, en cada temporada invernal, se cubre de una capa de nieve, sin importar su espesor. La influencia ocasional determina los sitios que Megan a cubrirse de nieve durante alguna temporada invernal extrema y por iiltimo se sefalan los sitios que nunca se cubren de nieve, 30 +Pattel + Cap. 1+ Ismael Arturo Montero Garcia Por 20NA GEOMORFOLOSICA La alta montafia del Altiplano Central incorpora cuatro zonas geomorfolégicas (Robles, 1944) bien delimitadas, Determinando la cantidad de sitios por zona, en orden ascendente tenemos 1, Zona geomorfoldgica de intensa erosién, con 5 sitios, entre los 2,500 y 3.450"... El volumen de las aguas aumenta al igual que su poder erosivo debido a las fuertes pendientes que le permiten precipitarse en torrentes de violento y desequilibrado impulso sobre las rocas volcénicas de no muy elevada dureza y compacidad. Estas rocas presentan fisuras y fracturas, estableciendo lineas de ataque a los agentes del intempe- rismo y propiciando la destruccién por abrasi6n, impacto y desbaste. Se modela asf una escarpada topograffa con anfiteatros ampliamente erosionados, valles colgantes limitados por cantiles verticales, saltos cde agua y caftones de muy fuerte pendiente, Aquf se desarrollan los bosques rmixtos de alta montafia semihamedos y subhémedos. 2. Zona geomorfolégica de erosién fluvial, con 20 sitios, entre los 3.450 y 4,050". Se caracteriza por una cubierta de confferas y abundantes pastos bajos que protegen los suelos y proporcionan humedad. Aquf también se desarrolla el denominado bosque de Pinus hartwegi 3. Zona geomorfolégica de intemperismo, con 27 sitios, entre los 4,050 y 4,500*/,.,. Aqui se observan restos de glaciares fosiles y el fuerte intemperismo provoca la formacién de suelos de poco espesor cen las sallentes. También los manantiales hacen su aparici6n en este nivel, los perennes alimentados por deshielos y los temporales por las lluvias. En esta zona los arroyos principales tienen su origen en los vértices de glaciar, junténdose aguas debajo de los diversos drenajes superficiales. La parte baja de esta zona est4 cublerta por una capa vegetal de zacatonales. 4, Zona geomorfoldgica de glaciacién alpina, con 3 sitios, desde los 4,500 */,,, hasta las més altas cimas, donde los hielos y la nieve se acumulan por la precipitacién de nevadas y de granizo que no se derriten mediatamente, verificéndose la superposicién de capas anuales que con el peso de la nieve permite la formacién del hielo y de los glaciares. Se presentan, ademés, Areas de disipacién, circos glaciares, valles colgantes, morrenas laterales y terminales. uscando a lot Dioses de la Monto La mayorfa de los sitios, el 49%, se encuentra en la parte media de la montafia, entre los 4,050 y 4,500. la menor proporcién eno alto, s6lo el 5.45%. A los criterios ya discutidos sobre la distribucién cuttural en las cumbres que se aplican para explicar este comportamiento es necesario asociar otro elemento trascendente: en la zona de intemperismo "brota el agua’. En efecto, los manantiales hacen su aparicién formando arroyos que junto con los arroyos provenientes de los deshielos de los vértices glaclares forman afluentes primarios. Los. drenajes se juntan aguas abajo produciendo caudales més abundantes ue ltrigan los campos agrfcolas del somonte (piedemonte). Si tenemos, entonces, un culto acuatico a la montafia por parte de las comunidades ‘grfcolas, podremos entender la distribucién de los adoratorios en relacion con los lugares donde nace el agua. Por HiDROLOGiA El culto acuético es una constante del culto a los cerros (Broda, 1971), por ello es interesante apreciar la concordancia directa e indirecta entre los sitios, los cuerpos de agua y las formaciones hidrolégicas montajiesas (Fig. 5) “4 Flows 5, Retacién hicro- ioca. capt 32 «Part Ismael Aturo Montero Garcia En la gréfica podemos apreciar las variables de la relacién entre los adoratorios y los cuerpos de agua. De todo el conjunto sélo dos sitios estén asociados a glaciares mientras que la mayor proporcién se encuentra en los interfluvios, que son terrenos situados entre cauces fluviales, adquiriendo dos variables: de arista y cGispide. Continéan en importancia los sitios asociados a manantiales, ya sea en cuevas 0 en superficie. Los lagos no son comunes en el territorio alpino mexicano, por ello la proporcién de sitios es menor Respecto a las geoformas como aluviones,* cabeceras de rio y afluentes, la distribucién de sitios arqueolégicos es reguler. POR LA PRESENCIA DE MATERIALES ARQUEOLOGICOS Los restos materiales en la alta montafia estén muy lejos de ser espec: taculares, més bien lo espectacular es encontrar evidencia humana en la alta montafia. Es muy diffcil encontrar evidencias ya que las ofrendas fueron limitadas y en la mayorfa de los casos enterradas, y si legara a quedar algiin rastro de ellas debe pensarse en el saqueo” y la erosi6n asi como en la cobertura vegetal y nival. La pendiente también juega un papel importante en la dispersién de los materiales. Por todo ello en algunos casos basta con unos cuantos fragmentos cermicos o Iiticos Materiales Sos Mototiaios Stios ‘Cerémica ritual 2 Pintura peste 2 ‘Corémica domestics 29 Entionos 2 ttica 2 Modera 2 Estructura erquttectonica® 10 Copal 2 Idolos 5 Instrumentos musicales 1 Zicolls,oefe2s en roces" 3 Punios de maguey ystios 2 * Relativo a los terrenos o depésitas de tierra formados por la accién mecénles de las corrientes de agua * Segin nuestro registro una cuarta parte de los sitios ha sido saqueada, ‘Por lo menos en seis de estos sitios suponemos alguna orientacién astronémica "Es posible que estos orlicios tengan un origen natural, sin embargo los incluyo en testa tabla porque no descarto alguna funci6n ritual, como he apreciado en el Cerro de Ia Estrella, Itapalaps, en donde existen onicios de cemento elaborados para los rituales contemporéneos. Burcando alos Diotes de la Monta para declarar un sitio. Algunos tiestos hallados en la superficie se aprecian tan erosionados que su clasificacién se hace diffcil y en ‘ocasiones la decoracién es imperceptible, De cualquier forma se propone Ja anterior tabla con la distribucién de materiales por sitio, La mayorta de los materiales hallados corresponde al Posclésico, sin embargo unas ofrendas de copal (Fig. 6) encontradas por buzos en el fondo de las lagunas del Sol y de la Luna en el Nevado de Toluca pertenecen al Clasico, segin fechamiento realizado por gedlogos de la UNAM (Guzmén, 1972) ‘Townsend y Solls (1991) destacan la presencia de ceramica teotl- huacana e incluso del Formativo en el Cerro Tlaloc, por lo que proponen el uso del sitio al menos desde el siglo I d. C. Entre los descubrimientos recientes mas importantes se encuen- tran los *Cetros de Tlaloc’ o “Rayos de Madera” encontrados en la cima del Iztaccihuatl, corresponden al periodo azteca y estan asociados a instrumentos musicales y puntas de maguey En cuanto a los elementos arquitect6nicos sobresalen las estruc- turas rectangulares utilizadas para el sacrificlo infantil (Figuras 7a y 7b), como consta en el Cédice Matritense, y que posiblemente man- i Figura 6 Estero y cone de ‘opal junto o un oye de ma: ‘9010 erties de fa Laguea 6 Jo Lana por Yee y Rein: neon 1868 AttorWa, 197243), 4 Fioua 7a, Planta dol et fangue de Nanualac en el fio rectangular en elinterice. $ 4 Fique 75. Detote ae ta F (ua 7a. Estructura del ado fotorio ae Nonuatoe. 3M +Potol+ Cop. 1+ Ismaal Arturo Montero Garcia ‘AFowa8Prezanim. 2deia Stende § del sitio oe Nahualac, excavade por Iwaniszewsel y Montero (oft. Montero, 1986). $2 observa ia (figie de Talos. nea views! sto ‘Ascendenie "6 Dascendente 12 Bidkoccional 23 ule “ Fura 9. [oto de Tlotoc to- calizade por Altamira en 1970 a 130m por debojo de Ja cumbre méxima del Alus- i6ce0 de 16 x9 de peso ¥ ‘mensions ce 80 x 30 om 1972.3).¥, “s tienen relacién con las fechas de los rituales a los cerros a partir de su orientacién astronémica (Ponce de Le6n, 1991) Otro hecho relevante es la presencia de la nobleza gobernante mexica en la alta montafia, en el caso especttico del adoratorio del Cerro Tialoc, su espléndida calzada y recinto, a 4,100 %/,, (Wicke y Horcasitas, 1957). Y qué decir de la belleza de la ceramica ritual tolteca del sitio de Nahualac, del que Charnay (1973) extrajo mas de 800 plezas en el siglo XIX (Fig. 8) Para terminar, en el Ajusco se encontré un fdolo de Tlaloc (Fig. 9), Ultimo testigo de su grandeza ya que otras tantas esculturas de la deidad instaladas en las cimas, segin consta en las fuentes, hoy se hallan desaparecidas (Altamira, 1972). Por £1 DOMINIO DEL PAA Recientes investigaciones respecto al impacto del palsaje en la cos- movisi6n promovieron la ineorporacién de un apartado sobre alinea- clones visuales con el objetivo de que los investigadores relacionados con el tema puedan aprovechar los datos. Se trata de un ejercicio muy sencillo, basta con observar el panorama que se tlene desde el sitio y si se encuentra en el mesomonte proyectar lineas visuales hacia la cima y hacla el somonte, con trazos a emplazamientos de interés como los puntos equinocciales, solsticiales, centros ceremoniales 0 parajes relevantes del palsale. La mayorfa de los sitios tiene un impacto en la perspectiva y s6lo una cuarta parte parece estar restringida a la mirada, restriccin ‘que no suponemos ociosa sino geoméntica."* Por su RELACION CON CUEVAS Algunas cuevas 0 abrigos rocosos sobre las cafiadas, debido a las ca racterfsticas de las rocas diaclasadas, promueven el surgimiento de La geomanda, en téminos generals, eel arte advinatrio y de interpretacion ritual a partir de las caractersticas topogaficas © geomorfolégcas de un lugar con el propdsito de situary orienta las construecones. El modelo geoméntico se utliza en la intepretacién de los sitios arquecl6gicos mesoamericanos inserados en un espacio sagrado (rod, 1991), Sutcondo 0 ios Diotes de 1o Montana ‘manantiales, sobreposici6n de elementos determinante de un uso ritual que no sélo corresponde al periodo prehispénico sino que ha trascendido hasta nuestros dias. Al momento se han encontrado once cuevas con materiales arqueolégicos en la alta montafia, lo que significa una proporcién significativa, esto es '/, del total. La relaci6n cueva-montafia dentro del culto a Tlaloc es una y la misma cosa. La montafa y la cueva implican un factor hidréulico relevante en la cosmovisién mesoamericana, El templo mismo era considerado como un cerro sagrado que cubria las aguas subterréneas ‘como una cueva, La relacién que conecta a Tlaloc con las cuevas y los cerros esté definida en el concepto de Tereyollotl (el corazén del cerro), deidad representada como un jaguar que resume los aspectos preclisicos de cueva, tierra y selva tropical. Completa este esquema la idea que se tenfa de la Tierra, llamada Cemanafuac (el lugar rodeado or agua), como un disco flotando sobre el agua. El paraiso o Tlalocan se concebfa, en cierto modo, como un espacio debajo de la Tierra lleno de agua que comunicaba a los cerros y a las cuevas con el mar. Se pensaba que existfa una conexidn subterrénea entre las grandes cuevas —la entrada al Tlalocan— y el mar (or. Broda, 1991). En suma, las altas cumbres eran consideradas como depésitos de agua y los manantiales que flufan de las cuevas eran brazos de mar que irrigaban los campos, agricolas, raz6n por la que eran venerados. PROPUESTAS La forma c6nica de los volcanes se encuentra unida de manera geomé. trica a la pirdmide. En este sentido se propone observar a la pirémide como el arquetipo de la montafia en el interior del espacio urbano. Tanto la montafia como la pirémide estén rematadas por instrumentos litdrgicos: el adoratorio en la primera y el templo en la segunda. Ambos representan el punto de unién entre lo celeste y lo terrestre; accionan ‘como una rampa que intenta comunicarse con los cielos y cuya funcién. es la de conciliar las fuerzas de la naturaleza para garantizar la reproduccién de la colectividad Se han identificado seis sitios con relacién astronémica, Cuatro de ellos presentan estructuras rectangulares con claras orientaciones 35 +Porie!* Cap 1 36 -Parte + Con, lamae! Arturo Montero Garcia calendéricas, tres en el flanco oeste del Iztaccihuatl"*y uno en la cima del Cerro Tlaloc."* Los dos restantes comprenden alineaciones de posible cardcter astronémico, como en el Teyotl (STY 1) y La Malinche (MA 1), en este tiltimo hay restos que posiblemente conformaron una estructura ‘También las altas montaas funcionaron como marcadores de eventos solares. El Popocatepetl, por ejemplo, al ser observado desde Xochicalco ‘0 Amecameca,"* delimita una relacién calendérica para solsticios, equinoccios y pasos cenitales. EI sacrificio de nifios en la montafia es otro de los temas trascen- dentes de los estudios alpinos (fr. Broda, 1971 y en este volumen), Sabemos de estas inmolaciones por algunas relaciones histéricas. En el Cédice Matritense de Sahagdn se observa una procesién en la que dos sacerdotes llevan un chichauaztli o palo de sonajas y una bolsita de copal (insignias de los tlaloques) ademés de alas de papel sobre los hombros, a manera de angeles; alas parecidas son portadas por un nifio. que se va a sacrificar. De la procesién se desprenden huellas de pies con direccién a un templo en la cumbre de algiin monte donde el nifio seré sactificado. El templo se representa como un patio cuadrado rodeado por un muro; alli estén los idolos pequefios de los cerros, los tepictoton. " Desde los sitios El Caracol {12 2) y Nahualac (IZ 5), ubicados a diferente altura y cen diferentes coordenadas geogricas, el dia del equinoccio se observa la aparicién el sol sobre el mismo lugar de la montafia. Un observador colocado en El Caracol (WZ 2), que dirige su visual, contenida en un plano vertical que a su vez contiene al ee del altar, al corte sur de la cima, y otro colocado en el sitio de Nahualac, con la Visual dirgida al mismo corte sur, verdn aparecer el sol sobre el mismo corte de la montafia Ponce de Leén, 1991), "En la cartografia oficial se denomina Cerro El Mirador "Por efemplo el Monolito de Amecameca, la gran roca esculpida en el somonte del Ietaccthuat! @ 2,600 "),, .sirve como observatorio astronémico para contemplar la salida del sol sobre el Cerro Venacho durante el equinoccio (Iwaniszewshi, comunicacién oral 1999) y cuenta con diferentes fechas calendBricas que representan 4 Xipe Totee y que hacen referencia a fenémenos celestes (Séioutné, 1981). El mes Indigena de Tlacaxipehualztli (marzo) estaba dedicado ala gran fiesta de Xipe Totec ‘cuyas celebraciones se realizaban en Jos santuatios de las montafas y de las cuevas. En ellas se ofrecia copal a los. tepcolon, Idolos pequefios que representaban a los certos y que se vestian con teeutl y papeles rayados de ul (Montero,1988: 202) Visto desde el estado de Morelos también el Popocatepetl tiene relacién astronémica durante el paso cenital © ascicio. Cuando se dice que el sol esté mis alto, pues no proyecta somba lateral al medio dla, desde la zona arqueolégica de Xochicalco es posible observa su salida por la cima del Popocatepetl. Este fenémeno, que se registra los dias 17 de mayo y 26 de julio (Morante, 1990), potrla haber servo para ajustar cl calendario indigena respecto a los afos bisiestos. Buscando @ los Doves de lo Montano El templo cuadrado del cédice (Figuras 7a y 7b) es similar a los adoratorios de Nahualac (IZ 5), El Solitario (IZ 4) y El Caracol (IZ 2). Por las erénicas histéricas del siglo XVI sabemos del sacrificio de nifios celebrado en el Cerro Tlaloc (STL 1), nica ceremonia a los dioses de la lluvia en la que participaban los nobles. Los nifios preferidos para la ofrenda a los tlaloques eran los que tenfan dos remolinos en la cabeza y hal 1n-nacido en buen signo. Segiin diferentes fuentes histéricas tenian diferente procedencia: unos eran comprados (Sahagin. 1985: 98}, otros eran esclavos (Pomar, 1941:17), y por dltimo, siguiendo el mito de la nifia Quetzalxochtzin, se trataba de hijos de nobles (Motolinia, 1967; 63). Los nifios pasaban en vela la noche antes de! sacrificio en el ayaufcalli mientras los sacerdotes cantaban himnos a los dioses. Al dia siguiente una procesién los conducfa a las montafias para ser sacrificados, durante el trayecto la gente que los vela pasar empezaba a llorar y a lamentarse. Los nifios también lloraban mucho y estas légrimas se tomaban como sefial de que iba a llover pronto (Broda, 1971), Sahagdn |1985: 98-99) explica que después del sacrificio los nifios eran cocinados y comidos, sin embargo otras fuentes que hablan del sactificio en el Cerro Tlaloc refieren que los nifos eran degollados y envueltos en mantas para ser depositados en una caverna junto al adoratorio (Pomar, 1941; 17; Motolinia, 1967: 63). De ser cierto que los restos eran depositados en los alrededores del sitio posiblemente ‘Tenenepanco (PO 3), interpretado por Charnay como cementerio, serfa un depésito de los restos de los sactificados, sin embargo en los trabajos arqueolégicos realizados hasta el momento no hemos detectado restos éseos en ningin sitio, Pero el sacrificio infantil no era el Gnico, también en las montanas se ofrecian autosacrificios, como la sangre derramada de los lébulos, de las orejas, de la lengua o del miembro viril. Los indicios arqueol6gicos de esta practica son las puntas de maguey para el sangrado localizadas en la cima del Iztaccihuatl (IZ 1), aunque también existen referencias a los autosacrificios que se practicaban en la cima de la Malinche (MA 1) (cfr. Clavijero, 1987: 176-177). En algunos casos estos sitios rebasaron las funciones religiosas locales debido a su ubicacién y a las atribuciones especiales que los asociaban con determinadas deidades, convirtiéndose en adoratorios. "37 weoei« cop 1 = Cop.1 Ismael arturo Montero Garcia Estos sitios no tuvieron como objetivo la peticién de auxilios particulares ni el cumplimiento de mandas en agradecimiento de los favores recibidos: en ellos se reverenciaba a los dioses para favorecer los bienes colectivos, Se buscaba el establecimiento de la colaboraci6n humana con las deidades para mantener el orden césmico. La concurrencia a estos lugares debi6 ser una obligacién religiosa regida estrictamente por el ciclo calendérico, por lo que era temporal y no presentaba asentamientos permanentes. A estos adoratorios concurrian comunidades préximas y de provincias lejanas para participar en celebraciones que rebasaron los cultos locales y las fronteras étnicas, haciendo a un lado las diferencias ¢ incluso las enemistades politicas (Martinez, 1972: 162). Segtin las fuentes tendrfamos como candidatos a este tipo de sitios las lagunas del Sol y de la Luna (NT 7 y NT 8), en el Nevado de Toluca (Sahagin, 1985:704}, el Certo Tlaloc (STL. 1) (Durén 1984: 82-85) y La Malinche (MA 1) (Clavijero, 1987: 176-177) No tenemos bien definidas las rutas indigenas de ascenso a las, montafias pero es de suponer que se trataba de los caminos més cortos y menos agrestes entre la cima y los poblados del somonte. El verdadero problema técnico seria el ascenso a los sitios ubicados sobre los glaciares, como la cima del tztaccihuatl (IZ 1) y Teopixcalco, en el Popocatepet! (PO 1). En el primer caso suponemos una ruta sobre una morrena que conforma un canalén o corredor sobre el flanco ‘occidental, en el extremo sur de la cima, que nunca presenta hielo y sélo en ocasiones se encuentra parcialmente cubierta de nieve. Una ruta similar podria suponerse para Teopixcalco (Casanova, 1987). Para estos sitios muy altos suponemos un ascenso escalonado, tal vez apoyado en otros sitios de culto en diferentes puntos altitudinales que permitian dejar el ataque final a la cima para un solo dfa. En dos dias, se podia ascender hasta 4,200 m/,,, cote que guarda condiciones favorables para pernoctar y permite la utilizacién de lefios para fogatas. El ataque a la cumbre podia realizarse en ocho horas. Partiendo muy temprano era posible alcanzar la cima después del mediodia, utilizar un par de horas para el ritual e iniciar el descenso, regresando al anochecer sobre los 4.200 */,,. Las fechas estarian relacionadas con los fenémenos astronémicos y con el inicio y el final de la temporada de lluvia Buscando @ los Dioses de la Montana Por lo menos 29 sitios, el 60%, corresponden a lugares para ofrendas campesinas, carecen de elementos arquitecténicos, pintura rupestre (cfr. Piho y Hernandez, 19721 y orientacién astronémica. No estén citados en las fuentes histéricas y no se ha detectado en ellos cerdmica decorada ni fdolos de importancia como los hallados en el Ajusco (Al 3} 0 en el Cerro Tlaloc (STL 1). Tampoco se encuentran sobre las cimas mas importantes, y aprovechando las plateformas naturales con dominio del paisaje, en algunas ocasiones semejan parteaguas sobre los afluentes que riegan los campos y que no sobrepasan los 4,400 "Y,,,. Su objetivo es l6gico: son lugares para depositar ofrendas cerémicas y Iiticas a los dioses de la lluvia. Para este tipo de ritual no se requiere iniciacién especial o un ascenso espectacular. La evidencia arqueolégica lo confirma al presentar ma- terial ceramico bastante burdo de uso doméstico. En estos sitios también pudieron haberse ofrendado alimentos y copal. La estratificacién social de los rituales llevados a cabo en los sitios de alta montafia puede ser entendida si retomamos las fuentes ya comentadas respecto al Cerro Tlaloc (STL 1), donde concurrfa Moctezuma y su corte. Por un lado la sociedad mexica era altamente estratificada y restrictiva. Por otra parte el conocimiento astronémico para el uso de los adoratorios con estructura, como los del Iztaccihuat! (IZ 2, 12 4, 125), conforma un punto de contacto entre el campesinado y la nobleza teocrética en lo que parece ser un culto de Estado, también perceptible en el Nevado de Toluca en el sitio La Estructura (NT 11) Este Giltimo tiene un basamento muy bien construido —saqueado destruido en la actualidad—, carece de una relacién astronémica por encontrarse dentro de una caflada y cuenta con material ricamente decorado y con aparentes altorrelieves en algunos fragmentos de su estructura. La presencia de fdolos es otro testimonio a considerar en estos sitios, entre los que podemos mencionar a Teopixcalco (PO 1), E1 Portillo (NT 6), el Cerro Tlaloc (STL 1) y Ehecacalco (AI 3). En cinco de las sels cuevas registradas hemos detectado un uso contemporéneo,'® —excepto en la Cueva de Caluca (IZ 8}—. Por el iF Es nacesario apuntar que en la Cueva de Alcalica, también conocida como Cueva de los Brujos, no se ha detectado material arqueclégicoalguno, su importancia radica en el ritual contemporéneo (fr. Bont, 1968). 39 -Patto| + Cop. 40 -Pote + Cap.1+ Ismael Arturo Monter Garefa trabajo de Bonfil Batalla (1968) sabemos que se trata de rituales agricolas celebrados por los campesinos para garantizar un clima Sptimo. A estos especialistas se les denomina Graniceros (cfr. Albores y Broda, 1997). Por otra parte algunas cumbres continian siendo veneradas, asf lo atestiguan los restos de ofrendas en La Malinche (MA 1), el Certo Tlaloc (STL 1), El Mirador (NT 3) y el Telapén (STE 1); los sitios mAs importantes aunque no los Ginicos. Los Graniceros son una corporacién de escogidos que pretende regular el clima. Para ser uno de ellos se requiere ser llamado desde Arriba. Se trata de una cosmovisi6n en la que se mezclan simbolos yentidades catélicas con otras de origen prehispdnico. El individuo que ha sido llamado esta obligado a prestar sus servicios en la tierra a los poderes sobrenaturales que goblernan el clima. Esa llamada es determinante para quienes son tocados por el rayo. La mayor parte de estos hombres mueren y se “van a trabajar” a lo alto; los que sobreviven tienen un destino al que no pueden fenunciar: “trabajar con el tiempo" (Bonfil, 1968). Sin embargo no se trata de un fenémeno actual, en el Cédice Florentino (1905) encontramos una narracién que enlaza el ritual contempordneo con el prehispénico: ‘Ypara que no granice, para que no sea granizada, para que no sea muerta por el granizo la mata de maiz, entonces empujan {las nubes), las ahuyentan los arrojadores de granizo, os arrojadores de las lluvias (ib Vil, cap. Vi. Concuisiones El trabajo arqueolégico en la alta montafia mexicana es reciente, se inicié hace menos de dos décadas. Las labores de prospeccién y de excavaci6n han sido realizadas sin el presupuesto oficial, nos servimos del afén voluntario de alumnos, montafiistas e investigadores. De los cincuenta y cinco sitios encontrados hasta ahora sélo se han excavado cinco y de las doce montafias exploradas todavia no ha sido posible realizar su prospeccién total. En México hay més de veinticinco Buscando @ los Doser de la Montana clispides con una altura mayor a los 3,900 */,,, que pueden considerarse, segiin nuestros criterios, como altas montafias, de ese total hemos recortido una veintena por lo que atin falta mucho por investigar. Nuestro trabajo ha incorporado a la literatura arqueolégica treinta y cuatro de los cincuenta y cinco sitios registrados (cfr. Lorenzo, 1957; Iwaniszewski, 1986). Respecto al acceso podemos afirmar que en una treintena de ca- 808 éste es sencillo. Aunque algunos emplazamientos son distantes, a jornadas de més de cuatro horas, unos dieciocho son accesibles y s6lo fen ocho casos se requiere de técnica alpina. No podemos decir que la aproximacién a los sitios de montafia sea complicada en la actualidad por lo que sorprende que tan pocos investigadores se aboquen a este estudio. En México la montafia sigue siendo venerada en la actualidad: ‘mientras tanto nuestras Investigaciones contindan y cada afio agregamos ala presente lista nuevos sitios arqueol6gicos y de culto contemporéneo (Tabla 1), Con el deseo de mantener a la comunidad informada sobre el trabajo arqueolégico reciente en la alta montafa, no sélo mexicano sino también andino, invitamos a los interesados a visitar nuestra pagina web: http://montero.planet.com.mx/tlalocan. htm. 4 Tobia |. sitios arquects- {alco y de cutto contempo- ‘aneo en latte montana en México. AV *Porto + Cop. 1+ Ismael arturo Montero Garcia Buscando @ los Doses de la Montafa (Osras citapas ‘Aguilera, Carmen, Jess Galindo y Arturo Montero 1997 «Cerro Papayo: An Astronomical, Calendtical and Traditional Landmark in ‘Ancient Mexico», en Proceedings ofthe IV European Society for Astronomy and Culture Meeting, Astronomy and Culture (Jaschek, Carlos y Barandela, Femando A. editores), Espafia, Universidad de Salamanca, pp. 165-172. Albores, Beatriz y Johanna Broda (editoras) 1997 Graniceros. Cosmovisién y meteorologia indigenas de Mesoamérica, México, El Colegio Mexiquense, A. C,/IIH, UNAM. 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Universidad Veractuzana, Xalapa BREVE DESCRIFCION OROGRAFICA DEL CENTRO DE MEXICO Las montafias del centro de México tlenen su origen en el movimiento de las capas tecténicas de la tierra, fenémeno de manifestaciones muy variadas que va desde la formacién de cadenas montafiosas hasta los temblores y terremotos. Los grandes volcanes de nuestro pats se for maron a fines de la era Terciaria, sobre una falla que fractura el conti- nente de océano a océano y que corre entre los paralelos 19°y 21° N., mAs © menos de Noroeste a Sureste, Se ha llamado a esta franja la Cordillera Neovolcénica o Sistema Volcénico Transversal, cuyas pro- minencias extremas mas conocidas son el Nevado de Colima hacia el poniente y el Pico de Orizaba por el oriente. No todos los volcanes de México tienen la misma edad, Io que po- demos apreciar por sus formas, que son un indicador de ella. Ast, tenemos que los més viejos, debido a la denudacién, han perdido las paredes del crater y s6lo conservan la burbuja sélida que les sirvié de 50-Poxte | +Cap.2+ Rubén B. Morante Lépee tapén. Ello también es un indicador de su actividad, ya que los més recientes (considerados como dormidos) tienen esa caracteristica for ma de cono con el créter casi intacto en el centro. Dentro de los primeros, considerados apagados, se encuentran la Matlalcueye, el Xinantecetl, el Naucamtepetl, la Iztaccihuatl, la Sierra Negra (Atlitzin), el Ajusco y el Monte Tlaloc. Estos, segin Esperanza Yarza (1984), hicieron erupcién a fines de! Mioceno y principios del Plioceno. Volcanes més recientes son el Popocatepetl, el Nevado de Colima y el Pico de Orizaba. Es interesante notar que en esta zona, aparte de la aparicién de conos secundarios, surgieron sistemas binarios de volcanes. Tal es el caso de Sierra Negra-Pico de Orizaba, Popocatepet!-Ventorrillo- Iataccihuatl, Telapén-Tleloc y Volcan del Fuego-Nevado de Colima, lo que sugiere que aparte de la fractura este-oeste, en algunos puntos se hizo otra adicional norte-sur, como se observa en el caso de la Sierra Nevada desde el Popocatepet! hasta el Tlaloc, y en el sistema Pico de Orizaba-Cofre de Perote La presencia de montafias en el centro de México ha sido un fac- tor determinante de la situacién climética en dos sentidos: primero, porque cuando llegan los vientos hiimedos, éstos chocan, se elevan y se enfrian provocando las precipitaciones en las sierras; segundo, porque la formacién de las cuencas cerradas propicié la acumulaci6n del agua, factor importante para el desarrollo de las antiguas culturas del centro de México tanto en su aspecto material, ya que las cuencas eran ricas en vida y recursos, como en el ideoldgico, el cual inspiré una original y compleja explicacién del mundo. LAS MONTARAS EN EL MUNDO PREHISPANICO Conocer las montafias del centro de México, sus rasgos fisiogréficos y su formacién nos puede ayudar a comprender la manera en que los, antiguos mexicanos concibieron I orograffa que les rodeaba. En el México prehispénico los hombres posefan un conocimiento acerca de la geografia que derivaba de la observacién cotidiana de la naturaleza (ver este concepto en Johanna Broda, 1989, 1991). Aunque la respuesta a la pregunta acerca de cémo vefan las montafias no esté resuelta en su totalidad, sf podemos dar respuestas parciales. En este apartado £1 Pico de Orlabe on fo cosmoviisn presentaré algunas ideas sobre la visién de las montafias en el pasado ‘que nos permiten abordar al Pico de Orizaba con un marco general de referencia Para ello me remito a las fuentes documentales del siglo XVI, en las que se recogen algunos testimonios de lo que fue el mundo para los antiguos habitantes de Mesoamérica. Tres de ellas son hermosos textos llenos de poesfa y metéforas. Uno es maya: el Popol Vuh, los otros dos son de procedencia nahuatl: La Histoire du Meckiquey la Historia de los mexicanos por sus pinturas.' El Popol Vuk (1953) nos dice: ‘Asfcomenté la vida, ‘en el corazén del cielo, huracén © torbellino de un sélo pie: {y surgi la tierra cuando las aguas se reunieron en mares y rios, y surgié la neblina y emergleron los montes, como caparachos de cangrejos. Los nahuas dan una versién distinta de la formacién del mundo. Dos de los cuatro hijos de la pareja original: Quetzalcoatl y Tezcatlipoca bajaron del cielo a la diosa Tlaltecuhtli, quien caminaba sobre las gran- des aguas. La partieron en dos: de una mitad hicieron el Cielo y de la otra la Tierra, donde sus cabellos se transformaron en drboles y plantas, de su boca se hicieron las cuevas que filtraban agua de mar y de su nariz los valles y montafias. Para mantener separadas las dos mitades del cuerpo de este cipactli, los dioses usaron cuatro Arboles 0 cuatro montafias, La tierra era concebida como el Cemanahuac, “el espacio rodeado de agua” (Broda, 1982: 52) donde los cerros, huecos, albergaban ‘enormes cavidades que eran la representaci6n de una especie de ttero universal del cual nacfa no sélo el agua virgen sino el hombre, los seres iticos y los héroes culturales con los cuales se identificaban los grupos 6tnicos. También de una cueva habrén de surgir el Sol y la Luna, segin la Leyenda de los Soles (1992). El Coatepetl y el certo torcido llamado iibas fuentes se publicaron en Garibay (editor, 1965. St+pame! «Cop. 2+ '82+Parta! «Cap. 2+ Rubén 8. Morante Lépez Culhuacan eran montafias que tenian miltiples y ninguna localizacién fisica. Eran méltiples, porque muchos cerros llevaban su nombre, y carecian de localiza in porque eran espacios miticos. Los rituales llevados a cabo en los cerros han sido estudiados por Broda (1971, 1991) y se refieren al culto a los dioses del agua. Es- tos ritos han sido documentados por Durdn (1984), Sahagin (1946), Torquemada (1975), Pomar (1941) y otros cronistas, y confirmados por autores como Chamay (1973), Wicke y Horcasitas (1957), Lorenzo (1957) € Iwaniszewski (1986) en sitios como el Cerro Tlaloc y el Popocatepetl. Era un culto derivado de la observacién de los fenémenos naturales. Los cronistas hablan acerca de los ritos y los c6dices presentan imagenes de Tlaloc en el interior de los cerros. Las ceremonias se efectuaban sobre todo en la época de sequia y tenfan como finalidad pedir la pronta llegada de las lluvias que hicieran crecer las plantas en los campos de cultivo. El ascenso a las montafias, con la finalidad de propiciar las lluvias y el clima adecuados para la agricultura, ha existido desde tiempos inmemoriales y continia practicéndose hasta la fecha, segin han observado estudiosos como Julio Glockner (1996). Para los “tlemperos", nos dice Glockner, el Popocatepet! es don Gregorio y dofia Rosita o dofia Marfa Manuelita es la Iztaccihuatl. Cada certo tiene sus caracteristicas y a cada uno le rezan, al Nahualtepetl y al Citlaltepetl, don Francisco Orizabefio (éCofre de Perote 0 Pico de Orizaba?), todos rezan: “un solo trueno, un solo brillo, les rogamos que nos manden. agua este dia”, (Glockner, op. cit: 177). Es curioso observar que los volcanes mas denudados son considerados femeninos, tal es el caso de la letaccihuatl y del Atlitzin, ambos al lado de los volcanes més j6venes, masculinos: el Popocatepetl y el Pico de Orizaba. El certo Tialoc y el Telapén, ambos con altura y forma similares, son considerados masculinos, pero la Matlatcueit! o Malinche, solitaria en el valle de Puebla-Tlaxcala, es femenina, Otros tres solitarios: el Ajusco, el Naucamtecatl y el Xinantecat! son aparentemente masculinos. Las leyendas que se cuentan en las faldas del Pico de Orizaba, cuya procedencia me parece incierta, hablan de ro- mances entre este volcén y la Matlalcueitl o la Iztaccihuatl, asf como de rivalidades con el Popocatepet! por los favores de alguna de estas volcanas. Félix Béez-lorge (1988: 317) reflere el relato mitico zoque de Pio- wacwe ("Vieja que se quema"), nombre con el que se conocfa al Chichonal E1PIco de Oreada on to cosmouiion Ella tenfa la vagina dentada y guardaba agua en su interior, pero que luego de algunos temblores Piowacwe se fue al Tacana, En este mito, de acuerdo con Béez-lorge, se da un polimorfismo que agrupa las cuevas, el agua terrestre y el voleén. Los volcanes jévenes conservan su créter, donde en ocasiones se retiene el agua. En las faldas ‘occidentales del Pico de Orizaba, hay una docena de lagos-crater en los que se depositaban ofrendas en la época prehispanica, Lo mismo sucedia en las lagunas del Nevado de Toluca y del Popocatepetl Quizé el dios mas relacionado con las montafias haya sido Tepeyolot! (Morante, 1988). Su nombre significa “el corazén del cerro*, y muchas veces era representado como un jaguar, lo cual apunta hacia la época olmeca, cuyas interpretaciones iconogréficas nos indican que el jaguar, en efecto, representaba el interior de las cuevas. Marfa Elena Aramoni (1990: 182) seftala que para los nahuas de Ia sierra norte de Puebla, ‘Tepeyolo es la montafia cOsmica, que junto con el Xockinfuauit son los pilares del universo. Para LOper Austin (1994: 162) el gran cerro es también el “coraz6n de la tierra’, el Talofan, lugar ubicado al oriente en el que habitan los dioses creadores y se depositan grandes riquezas. En su centro se yergue el drbol de flores de distinto color. Este cerro tiene como réplicas a todos los demas cerros, donde también se reproducen los sitios sagrados para colocar las ofrendas. No debemos olvidar que del interior del cerro vinieron los huesos sagrados con los que Quetzalcoat! creé al hombre y que de allf también obtuvo las semillas, de maiz, base del sustento y de la economfa de los pueblos prehispénicos. El Cofre de Perote era conocido como Naucamtepetl. que se ha traducido como “Cerro de los cuatro rumbos"; sin embargo, Nappatecuhtli, "Sefior cuddruple” (Lépez Austin 1994: 175) era un sin6nimo de Tlaloc, una deidad que abarcaba a los cuatro tlaloque que sostenfan el cielo. Et Pico pe ORZABA EN LAS FUENTES Pocas son las referencias al Pico de Orizaba que encontramos en las fuentes tempranas del Virreinato. Su altura posiblemente se consider6 inferior a la del Popocatepetl hasta el siglo XIX, segin se comprueba de las palabras de Alexander Von Humboldt (1984: 24) quien en 1803 lo lama S3cPorte «Cop. 2 S4-Porte |-Cap.2+ Rubén 8, Morante Lopez HetoeToteca,Chenenoca A Figue |. Diterentes tope- + Fimos del Pica ce Orzaba. Citlaltepet! y le asigna una altura de 5,295 m contra los 5.400 que correctamente tiene el Popocatepetl. No sélo ello le rest6 importancia, sino también el hecho de que estuviese lejos del centro politico del pais y alejado de la ruta principal de Veracruz a México (que pasaba por Xalapa). El teniente WT. Reynolds (conjuntamente con otros militares del ejército americano invasor) y el barén Miller suben en 1848 y 1856 al Pico de Orizaba y le asignan alturas de 5.432 y 5,527 m respectivamente, cifras que usan para demostrar que es més alto que el Popocatepetl. Sahagin (1946 |: 89) apunté que en la época prehispénica se adoraba *...a los montes donde se armaban los nublados, como son el Volcén y la Sierra Nevada, y el otro volcén cabe Tecamachalco (Pico de Orizabel, y la Sierra de Tlaxcala (Malinche)y la Sierra de Toluca y otros semejantes, los tenfan por dioses e iban cada afio a ofrecer sacrificios sobre ellos a los dioses del agua...” EL Pico DE ORIZABA: SU NOMBRE PREHISPANICO Varios son los nombres con que se conocié a la montafia més grande de México. El primero que le dieron los espafoles. al observarla desde las, costas del Golfo de México fue “Nuestra Sefiora de las Nieves”. Este nombre se lodio Pedro de Alvarado en 1518, durante la expedici6n de Juan de Grijalva (Diaz del Castillo, 1943, |, 43). Posteriormente se le llam6 Voleén de San ‘Andrés, debido a la cercanfa con la poblacién de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdén, Puebla). Por otra parte tenemos los topénimos con ‘que el Pico de Orizaba aparece en los cédices indtgenas (Fig. 1): y los dos nombres en nahvatl, sefialados por algunos cronistas del siglo XVI Citlaltepetl y Poyauhtecatl, Creemos que éstos tltimos pueden ayudarnos. a conocer el papel que tuvo este volcén en la cosmovisién del centro de México. Povausrecan. IntlilxochitI (1985, I: 30) habla de la Sierra de Poyauhtlan, cerca de Tepot- zingo, cuando narra la rebelién de Texcoco durante el reinado de Quinatzin. ‘Se sabe ademés, por el cronista Mufioz Camargo (1948), que los chichimecas subjan al Monte Tlaloc y que cazaban en sus laderas, hacia Tlaxcala, en E ice de Ottabo ena cosmovsion una regién conocida como Poyauhtla. Por lo tanto las faldas texcocanas y tlaxcaltecas del Monte Tlaloc recibieron este nombre dado al Pico de Orizaba por algunos cronistas, Sahagdn entre ellos. Clavijero (1987. 64) afirma que fueron tlaxcaltecas los que emigraron costeando *...as faldas del Popocatepet! por Tetela, Tochimilco y Atlisco. extendiéndose hasta el famoso volcan Poyauhtecatl, al cual darfan verostmilmente este nombre en memoria del sitio del valle de México que dejaban.” O sea que el Poyauhtlan del Valle de México del que hablan Ixtlilxochitl y Clavijero posiblemente sea el mismo Monte Tlaloc, en sus faldas occidentales, lo cual coincidirfa con Mufioz Camargo, Sin embargo, debemos preguntarnos sila liga en el nombre de amas montaflas no hubiese sido inspirada por el alineamiento (que trataremos a continuacién) que existe entre el Monte Tlaloc, La Malinche (*Montafia de los tlaxcaltecas") y el Pico de Orizaba. También os preguntamos si esa migracién hacia las laderas del Pico de Orizaba no estarfa motivada por intereses rituales o religiosos ademas de los politicos, militares y econémicos Cimaureren, El nombre Cerro de la Estrella o Citlaltepet! también es compartido por varias montafias, entre ellas dos del Valle de México, una en la zona de Zumpango, al norte, y la otra al sur, en Iztapalapa, donde se encendfa el Fuego Nuevo durante el Posclasico. Al parecer se da este nombre al Pico de Orizaba debido a una versi6n poco conocida de la migracién de Ce Acatl Topitzin, el famoso sacerdote de Tula Xicotitlan, que abandona su reinado y emigra hacia el oriente, pasando por el Popocatepettly la zona de Orizaba, con rumbo hacia el mar. Durén (1984, 1: 12) dice que Topitzin dio su nombre a todos los pueblos *...y a la hechura del certo... Y tomé la via hacia el mar y que allf abri6, con su sola palabra, un gran monte, y se metié por all.” Vearnos ahora una leyenda de la regién de Orizaba, rescatada en la primera mitad del siglo XIX por Joaquin Arr6niz (1959, Tomo I), que ha tenido poca difusién. sta dice que los restos mortales de Quetzalcoatl: + fueron llevados al punto mis alto de la montafia ardiente 6 Vol-cén de Orizaba...[donde| ..vestido de sus ropas mas valiosas, colocado en ‘A Fgura 2. Cara *A* dol Mo- Folto de Matra, S5:Patol*cop.2+ ‘56-Porte| «Cop. 2+ Rubén B. Morante Lopez A Fowa 3. Lopida de Tope Mloxco, Ontada. 1A Figuio 40, Lamina 25 dot Cécice Borgia. CA ‘A Floura 4b, Topdnimo de Acultzingo segin el Mapa {60 Cuouhtinchan Nom. |. una pra, fue consumido por el fuego... El espiritu de Quetzalcostl trasformado en Quetzal (pavo real) triunfalmente se remont6 al cielo. Al ascender, el sol se nublé y por espacio de cuatro dias densas tinieblas| ‘cubrieron la tierra... mas no tard6 en aparecer una estrella que la volvi6| ala luz. Desde entonces el Poyauhtecatl, en cuya blanca cima descansaba aquel astro, se llamé Citlaltepetl, esto es, Monte de la Estella.” Arr6niz no indica su fuente, sin embargo, el pérrafo de Durén puede referirse a lo mismo. Arréniz desconocia la identificaci6n de Quetzalcoat! con Venus. Independientemente de que este mito contiene analogias con el de la Leyenda de los Soles, el nombre de Citlaltepetl alude a la eran Estrella de la Mafana, lo que refuerza las palabras de Arréniz, Por otro lado, en Maltrata, Veracruz, en las faldas del Pico de Orizaba (Morante 1988) aparecié un monolito que hoy se encuentra en el Museo de Antropologia de Xalapa (Fig. 2). Tiene fechas que se remontan a fines del Clasico, a la época en que Ce Acatl Topitzin abandona Tula, y el culto a Quetzalcoat! llega a la regién de Orizaba, precisamente en su faceta de Estrella de la Mafiana En otra lépida hallada en Orizaba, posiblemente de la misma época, se ve a dos jugadores de pelota barbados (Fig. 3) que quizé aludan al culto a Quetzalcoat! y a los toltecas, que en la regin eran representados como individuos con barba En la Piedra de Tizoc, el personaje de Orizaba es una réplica de Tlahuizcalpantecuntli; también recuerda al Mixcoatl del Cédice Borgia (1980, 4m, 25) (Fig. 4a) representado como Once Cafta 0 sea, segin Seler (1988), como Tlahuizcalpantecuhtli, Otro ejemplo puede estar en el Cédlce Antonio de Leén en el que una pareja sale de Chicomoztoc bajo los signos calendéricos de Quetzalcoat!y llega a Maltrata (Morante 1988). En el Mapa de Cuauhtinchan 1, como parte del topénimo de Acultzingo, sitio ubicado en el Valle de Orizaba, se observa a un individuo barbado ue Luis Reyes ha identificado como un tolteca (Fig. 4b). Los AUNEAMIENTOS DEL PICO DE ORIZABA Cuando subf por primera vez al Pico de Orizaba en febrero de 1979, me surgieron varias dudas acerca de un fenémeno éptico que se pre- £1 Pico de Orlsaba en lo cosmovién, senta casi todos los amaneceres: la sombra de las montafias se proyecta hacia los valles circundantes (Morante, 1986). Esta sombra delinea un gran triangulo oscuro, una pirémide glgantesca sobre la tierra, cuyo vértice apunta a distintos sitios segin la época del afio. Es como un péndulo enorme que oscila entre los extremos solsticiales y que tlene su centro en los equinoccios (Fig. 5) E. Pico be Owaaa v £1 POPOCATEPEN, Un alineamiento natural, ya que ambos volcanes estan en el paralelo 19° L. N., se da entre el Pico de Orizaba y el Popocatepetl en los dias equinocciales. Esos dias, al amanecer, la sombra del primer voleén sefiala hacia el segundo (Fig. 5, inea ‘A'), mientras que desde el Popocatepet! se observa salir al sol exactamente sobre el crater del Pico de Orizaba Este sugerente alineamiento natural pudo haber sido registrado por el hombre prehispénico y pudo haberle inspirado la préctica de ubicar sitios de culto en puntos donde se observaba salir al sol en fechas astronémica © calendéricamente significativas. Es diffcil probar esta hipétesis, pero tal vez dos ejemplos nos ayuden a explorarla, Et Pico ve Orzaaa vy TéonHuacan Desde mis primeros ascensos al Pico de Orizaba noté que la sombra del volcén, durante el solsticio de invierno, se dirigfa hacfa Teotihuacan (Fig, 5, linea °C"), Por esas mismas fechas, Malmstrém (1978: 114) <4 aura 5. Mapa con ios ‘neomientos del Pico de Orr aba. © g7spane!+Cop.2* S8Porte! «Cop. 2+ Rubén 8, Morante Lépez propuso dicho alineamiento con base en su anélisis cartogréfico, publicaci6n que me fue proporcionada por Johanna Broda diez afios después. Sin embargo, el Pico de Orizaba no puede verse desde Teotihuacan, ya que las elevaciones de Apan lo impiden. Durante mis Investigaciones de campo en Teotihuacan (Morante, 1996) profundicé acerca del método que pudo haber sido utilizado para determinar este alineamiento, que nos indicarfa que dicho sitio pudiera haber sido elegido por ser el limite norte que es sefialado por la sombra del més alto volcén de Mesoamérica, Mis hipétesis giraron en torno a un punto de observacién sobre el Cerro Ocotalito, en las elevaciones de Apan. Allf una simple vara recta, dirigida hacia el Pico de Orizaba, con su otto extremo sefala precisamente hacia la Pirdmide del Sol? Et Pico be Oneaaa v et Monte Toc Durén (1984) narra cémo en el Monte Tlaloc se colocaban idolillos que representaban a las montafias del entorno, entre ellas al Pico de Orizaba, que se observa en el horizonte oriental. Los rituales celebrados en esta montafia también son narrados en detalle por el cronista. En el cuarto mes del calendario mexica ascendian a él los nobles mexicas, acolhuas, tepanecas, tlaxcaltecas, huejotzincas y xochimilcas con el fin de practicar ritos a los dioses del agua, los ayudantes de Tlaloc. Es interesante notar que desde la cispide de este cerro se percibe el alineamiento entre el Pico de Orizaba y la Malinche. Sobre el macizo formado por estas montafias sale el sol los Gltimos cinco dias del afio,’ de acuerdo al calendario de Sahagiin (1946). La linea Pico de Orizaba-Malinche (Fig. 5, linea *B") sefalada desde este importante sitio, pudo haberle dado el cardcter de observatorio astronémico y ambiental (Morante, 1997) ? La gran ciudad de Teotihuacan se entende de noreste a suroeste. Debemos recalcar la Importancia de que sé la pirdmice mis grande, la del Sol, se alinee exactamente con el ico de Orizaba en el solsticio de nvr * El calendario mexica constaba de 360 das mis otros cinco que estaban “vacfos” debido 1 que eran considerados aciagoso tormentosos. Seles llamaba nemontemiy hay un consenso jgeneral en que estuvieron colocados despues del limo mes del ato (Caso, 1967) "También hay une liga estrecha entree! Monte Taloc y Tenayuca, como puede verse en la historia de Texcoco, I 7 de febrero dia en que el sol, visto desde el Monte Tialec, toca por ver primera en el afo el macizo Po de Orzaba-Malinche, desde Tenayuca seve sali al {astro sobre el Monte Talc, de acuerdo con los estudios de Ponce de Leén (1991), Morante {19971 ySprajc en este volumen); cf. también waniszewsk (1994); Aveni,Calnek y Herung, 1988, Tchy (1991) y Townsend (1991), Pico de Orizabe ena cosmoviién Hemos visto que uno de los nombres con que se conocié al Pico de Orizaba fue el de Poyauhtecatl, el cual pudieron habérselo dado los tlaxcaltecas que habitaron las faldas del Monte Tlaloc, como dice Clavijero (1987). La palabra Poyauhtecat! viene, segtin Siméon (1984: 390) de las raices poyaua ("colorear") 0 poyaui ("despejar”), ast como de la voz leca, (*juntarse’), © sea que se trata “del que se junta cuando despeja’;y ello es exactamente Jo que hace el Pico de Orizaba con La Malinche si los vemos desde el Monte Tlaloc el amanecer, cuando el paisaje se llena de luz y de color 0 cuando la niebla se despeja (Fig. 6). Si no hubiésemos contemplado en varias ocasiones este espectéculo desde la cima del monte Tlaloc, nos hubiese sido dificil entender el significado de este nombre. 4fiouo 6 Alineamiento Pico de Orizaba-Malinene visto ‘desde el Monte Talos. sagin neat, Morante (1997). Pico de Orizaba Concusion Dada la carencia de referencias en las fuentes hist6ricas, la imagen que el hombre prehispénico tenta del Pico de Orizaba permanece entre la niebla, sin embargo, hemos intentado acercarnos a ella a través de un enfoque interdisciplinario que combina los estudios hist6ricos, etnogréficos, ingOifsticos y arqueoastronémicos. Los diferentes nombres dados a la montafta posiblemente hagan referencia a alineamientos (Poyauhtecatl) y a eventos mitico-astrales (Citlaltepetl). En las faldas del Pico de Orizaba se han encontrado miiltiples vestigios relacionados con rituales dedicados a los dioses del agua, acorde con lo que sucedia en otras montafias del centro de México, Aunado @ los ritos @ Tlaloc, hacia el periodo Epiclasico, vemos la llegada det culto a Quetzalcoatl en su faceta de estrella de la mafiana, Tlahuizcalpantecuhtl. S9paet «Cop. 2+ (60-Parte | «Cop. 2+ Rubén 8. Morante Lépez Este culto lleg6 a la regi6n quizé con las primeras migraciones toltecas y el paso de Ce Acatl Topitzin por la zona en el siglo X d. C. Es- tos grupos siguen una vieja ruta comercial, acaso establecida por los olmecas, entre el Altiplano y el Sudeste de México. La imagen del gran volcén no sélo fue un importante punto de referencia, sino también se incorporé a la cosmovisién al relacionarse con las aguas del mar del oriente y con el lugar donde habia tal abundancia de alimentos, que en el Posclasico se conoci6é como Totonacapan, “la regién de nuestros mantenimientos*. El volcén veracruzano debié ser como un gran pilar que atrapaba a las nubes del este, Pudo ser la imagen misma del Xopan, estacién de verdor perenne que imperaba en el Tlalocan (inframundo), del Tonacatepet!, montafia en la cual penetré Quetzalcoatl para robar el rmafz y crear al hombre. ‘Ospas cADAS Alva Ixtlilxéchitl, Fernando de 1986 Obras histéricas, México, IIH, UNAM, Cédice Chimalpopoca 1992 en Anales de Cuauftitlan, México, IIH, UNAM. Aramoni, Marfa Elena 1990 Talofan tata, Talokan nana: nuestras raices, México, CONACULTA. Aveni, Anthony F, Edward Calnek y Horst Hartung 1988 «Myth, Environment and the Orientation of the Templo Mayor of Tenochtitlan», en American Antiquity, vol. 53, ntim. 2, pp. 287-309. Béez-Jorge, Félix 1988 Los ofcios de las diosas, Xalapa, Universidad Veracruzana. Broda, Johanna 1971 «Las fiestas aztecas a los dioses de la lluvia>, en Revista Espavtola de Antropologia Americana, ntim. 6, pp. 245-327. 1982

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