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tensiones ideológicas que, desde 1580 sobre todo, venían oponiendo a par-
tidarios del sistema aristocrático-genovés (basado en el ideal rentista) y a
defensores de la "mercadería" nacional cuyas reivindicaciones van a agudizarse
precisamente entorno a 1600.
Conviene, por tanto, revisar el tópico de un abandono temprano de la
partida por parte de los grupos burgueses. Tal como han mostrado (entre otros)
Henri Lapeyre, Bartolomé Bennassar, Ruth Pike y Modesto Ulloa, existe todavía
una importante burguesía mercantil cuando surge la crisis, ya estructural, de fina-
les del XVI.5 Al filo del seiscientos, es cierto, este sector ha entrado en su fase
regresiva; pero merece destacarse, acorde con los estudios de Jean Vilar, que "el
fracaso de la burguesía no significa su total ausencia o marginación".6 La toma
de conciencia filoburguesa que cuaja entre los años 1596 y 1626, incita por lo
menos a matizar la tan trillada "emporofobia" de la sociedad del Siglo de Oro.
en el siglo XVII, fue desde un nivel más alto logrado en el XVI". Cf. "Las finanzas
españolas durante el reinado de Felipe II". Cuadernos de Historia, II (1968), p. 110.
5
"Hubo una burguesía mercantil castellana [...]; fue mucho más importante de lo que
comúnmente se admite, y yerran los que creen que la industria era enclenque". Según
Lapeyre, Une famille de marchands: les Ruiz. A. Colin, Paris, 1955, p. 95; y M. Ulloa, La
Hacienda Real de Castilla en el Reinado de Felipe II. FUE, Madrid, 1977, p. 852.
6
Vid. "Una lectura histórica de nuestros clásicos". Historia 16, Extra, XII (1979),
p. 100.
7
La vida del Buscón (ed. Fernando Lázaro Carreter y Antonio Rey Hazas). Clásicos
Universales, Madrid, 1983, p. 182. Los Sueños confirman ampliamente este tipo de
valoración.
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a
Vid. su importante Introducción, "Conciencia nacional y conciencia económica",
a Sancho de Moneada, Restauración política de España. IEF, Madrid, 1974, pp. 5-81.
23
Es cierto que algunas comedias de Lope, como Virtud, pobreza y mujer o El
anzuelo de Fenisa —ya reseñadas por Robert Jammes—, merecerían un estudio detenido.
La segunda, en particular, pese a calcar la trama de la novella VIII-10 del Decamerón,
ofrece una original escenificación mercantil del tema del dinero y del deseo desde los
distintos códigos económicos de la época. Más allá de la situación boccacciana (muy
españolizada), se entrecruzan ahí, con cierta neutralidad moral, la honra-riqueza del
mercader Lucindo y la honra-fama de los nobles frente a la codicia picaresca de Fenisa.
Vid. José María Diez Borque, Sociología de la comedia española. Cátedra, Madrid,
1976, pp. 228-232.
24
Para más detalles, vid. mi ya citado trabajo sobre el hidalgo-mercader, supra n. 17.
25
Las dos novelitas (ed. Valladolid, 1632, pp. 283-288) ejemplifican que el comercio
no sólo es digno de ser practicado por los nobles, sino que está bendecido por la Providencia.
IDEOLOGÍA ARISTOCRÁTICA Y MENTALIDAD BURGUESA 17
abundantísima de todas mercancías porque demás del trato familiar que allí se tiene
con todas las naciones, el propio suyo de la India es tan grande que bastece la mayor
parte del mundo, y con mucha propiedad la podemos llamar su estómago, que,
como en el del hombre se distribuye la virtud para todo el cuerpo, así Lisbona,
recogiendo en sí lo particular de cada uno, el oro, perlas, telas, mercancías y otras
cosas, todo lo digiere, perfíciona y pule, repartiéndolo después por todo el orbe
universo. Es nobilísima, está poblada de varones y casas ilustres.2'
Desde finales del XVI cuajó, en efecto, una corriente reformista cuya discre-
pancia con la ideología dominante ha sido infravalorada con frecuencia.
Pretendiendo sentar las bases de un orden nuevo regido por el trabajo productivo
y la racionalidad mercantil, esta literatura socioeconómica, sintetizada en 1619
por Sancho de Moneada y la "Escuela de Toledo", ha sido calificada con
razón por Jean Vilar de "reivindicación explosiva por parte de la burguesía".30
Como es sabido, dicho discurso radicaba en la constatación de que las
clases medias ("los medianos") se estaban vaciando de sus fuerzas. España,
fascinada por el ocio y la renta, derivaba hacia la improductividad. Se trataba,
29
Valencia, 1607, f. 19.
50
Vid. "Discours pragitiatique et discours picaresque", en Picaresque espagnole.
CERS, Montpellier, 1976, p. 52.
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Para que en mar y tierra —escribe— haya gran comercio de tratos y mercaderías
de todo género, pues tiene España tanta disposición para ello, es necesario que
todos se inclinen a tratar por mayor, suplicando a Su Magestad se dé orden cómo
no se pierda por ello la nobleza, antes, con la riqueza y sobra de hacienda, luzca más
y se conserve como hacen muchas naciones que, con la industria sola de los tratos,
viven ricos, honrados y descansados.35
Por los mismos años, Cellorigo (al igual que Valle de la Cerda o el padre
Mariana) no decía otra cosa al deplorar que la poca estimación de "los que
31
Vid. Cellorigo, op. cit., pp. 5-6 y 160-166.
32
Vid. mi edición del Amparo de pobres (1598). Espasa-Calpe, Madrid, 1975, pp.
106 y 239-240 [Clásicos Castellanos, 199].
33
Cf. Remedios para el bien de la salud del cuerpo de la República. Madrid, 1610,
f. 21r.
34
ídem.
35
A los caballeros Procuradores de Cortes del Reino, en razón de muchas cosas
tocantes al buen gobierno, estado, riqueza y descanso destos reinos. Madrid, 1617,
f. 210r.
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A esta gente —señala— he deseado verla manejar la agricultura para que nos diera
ejemplo, porque la tengo por la más animosa de cuantas tratan del servicio común
[...]. Si esta gente de tanto valor y ánimo hubiera dado en la agricultura, tuviera más
que agradecerle que a los que agora la tratan, que como gente aguda y discreta
hubiera buscado la industria y traza del aprovechamiento [...]. El señor que procurare
en su pueblo favorecer la agricultura y traer la primera materia que su terreno dej are
de producir, sin duda lo poblará de artífices y mercaderes, y lo verá lleno de
contrataciones que lo ennoblezcan y prosperen.38
1590, de los negociantes de Medina del Campo en 1606 o, entre 1617 y 1621, de
los toledanos Hurtado de Alcocer y Damián de Olivares. Muy significativos
son, en particular, los memoriales de este último: van consagrados a demostrar
(en sintonía con Pérez de Herrera y Valle de la Cerda) que la extirpación de la
ociosidad mendicante y del ocio común pasa por la regeneración de los sectores
mercantiles y manufactureros. Resultaba vital —explica Damián de Olivares—
no confundir "el comercio perjuicio" de los extranjeros con "el comercio prove-
choso" de los españoles que era el único capaz de sacar al país de su postración.
"La mercadería" había de considerarse una de las más virtuosas ocupaciones:
no sólo los nobles no debían desestimarla, sino que los mercaderes podían legí-
timamente prevalerse de la nobleza y ser dignos de "cualquier cargo u oficio
honroso".40
Sancho de Moneada que, en 1619, alude a los escritos de Damián de Oliva-
res, globaliza esta problemática al mostrar cómo en España reinaba un capitalismo
"al revés" que fomentaba la "holgazanería" y la improductividad hasta tal extremo
que "lo poco que ha quedado que trabajar lo trabajan los extranjeros". Así las
cosas, "este galeón de España" llevaba camino de "anegarse". Con todo, para
nuestro teólogo mercantilista, la situación no era aún desesperada: "restaurar
estos comercios —opina él— es fácil pues no hay en Europa otro reino tan
mercantil como éste"; pero era urgente "conservar indemnes a los mercaderes".41
Idéntico punto de vista sostiene, en 1623, el "caballero" y regidor toledano
Gerónimo de Zevallos.42
En este debate sobre la promoción ética del mercader, interesa destacar
que los términos recurrentes de "restauración" o "conservación" distan de sig-
nificar una voluntad de mantener la estructura señorial vigente: se trata de
"restaurar" o "conservar" aquellos fermentos de modernidad capitalista surgidos
a lo largo del XVI y que se iban desvaneciendo.43 Consolidar a "la medianía" era
preservar ante todo, las virtualidades burguesas; por ejemplo, "conservando
indemnes a los mercaderes", según puntualiza Moneada.
40
Vid. Respuesta a un papel que ha salido sin autor, que se intitula "Para la prohi-
bición de las mercaderías extrangeras", que dice da causas porque no se deben prohibir
por ley absoluta y pregón escandaloso, 1622 (BNM., R/VE 60-12); y su discurso A la
Imperial Ciudad de Toledo (BNM., VE 210-59) en el que señala que "los extrangeros se
han hecho señores de todos los negocios de España y las Indias" (f. 2v).
41
Sancho de Moneada, op. cit., pp. 110-124.
42
"El trato y comercio no ha de tener carga ninguna de alcabala, con lo cual todos
serán tratantes que es la mayor riqueza que puede tener el reyno". En su Arte Real para el
buen gobierno de los Reyes y Príncipes, y de sus vasallos. Toledo, en casa de Diego
Rodríguez, 1623, f. 114v.
4S
Vid. Vilar, art. cit., p. 100.
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La Providencia divina, para bien mayor nuestro, habiendo de repartir sus dones, no
cargándolos todos a una banda, los fue distribuyendo en diferentes modos y personas
para que se salvasen todos. Hizo poderosos y necesitados: a ricos dio los bienes
temporales y los espirituales a los pobres, porque distribuyendo el rico su riqueza
con el pobre de allí comprase la gracia y, quedando ambos iguales, igualmente
ganasen el cielo.44
abundantes y necesitados, ricos y pobres [...], con tan necesario y urgente ñudo que
sería casi imposible poder vivir los hombres si no hubiese en ellos esta diferencia.
El rico vive con el pobre, éste con el rico; así que tan conveniente es la pobreza
como la riqueza, y la abundancia como la necesidad [...]. Con los erarios y el
engrandecimiento de la contratación general se hace un cuerpo místico de la República
ayudándose los unos a los otros, usando cada uno en su provecho de su arte, título
o ejercicio, tramándose todos los unos con los otros en la variedad de sus contratos
por la necesidad que tienen ricos de pobres, y pobres de ricos [...]. Así andan en
perpetuo círculo y movimiento las manos de los hombres menesterosos y las
riquezas de los abundantes que usan dellos, hallando los unos empleos en los otros,
los pobres en los ricos, los ricos en los pobres [...]. Así revivirá el cuerpo místico de
la contratación universal con esta grandeza del ir y venir a estos erarios y este
círculo de abundantes y necesitados.^
El caso es que esta doctrina reformista chocó frontalmente con los "intereses
creados" del sistema aristocrático-genovés. A través de sus plumíferos, la
ideología señorial reaccionó con dureza sin vacilar en identificar a los
reformadores mercantilistas con criptoprotestantes que querían transformar
España en "una república de trabajadores al fuero de Ginebra, todos oficiales y
los templos vacíos".49 Y no olvidemos la sátira antisemita grata al Quevedo de
Los Monopantos, quien no dudará entonces en romper una lanza por los
genoveses.
De haber sido meros utopistas, estos ideólogos de una posible burguesía
no habrían despertado tal inquina. En realidad, la tardía voluntad del conde-
duque de "reducir los españoles a mercaderes" se inscribirá dentro de un contexto
minado. Pero el fracaso de dicha tentativa en tiempos de Felipe IV no implica
necesariamente que ese recentramiento burgués fuera imposible hacia 1600. El
ejemplo de Francia, agotada por los conflictos religiosos y, sin embargo, atenta
a llevar a la práctica las tesis mercantilistas de Laffemas o Montchrestien, prueba
que el voluntarismo político pudo propiciar un cambio de rumbo. Recuérdese que
Laffemas (cuyo ideario coincide con el del doctor Herrera) fue nombrado en
1602 Ministro de Comercio. Nada comparable en la España de Felipe III y Lerma
donde, por el contrario, se refuerza el bloque señorial con la llegada al poder de
grupos opuestos a lo que Bartolomé Bennassar llamó "las reformas progresistas
portadoras de valores burgueses".50
Como escribe John H. Elliott, al "partido de la reforma" casi nadie iba ya a
prestarle oídos.51 No obstante, entretanto, los ecos de sus debates tuvieron por
lo visto la suficiente resonancia ideológica para suscitar en la literatura, tanto en
la novela como en la comedia, una imagen gratificante del problemático mercader.
45
Gutierre Marqués de Careaga, Por el estado eclesiástico y Monarquía española
(1620), apud Juan Vilar, "Un pessimisme calculé: l'introspection économique á Toléde
(1616-1628)", en Toléde et ¡'expansión urbaine en Espagne (1450-1650). Casa de
Velázquez, Madrid, 1991, p. 126.
50
La España del Siglo de Oro. Crítica, Barcelona, 1983, p. 215.
51
El conde-duque de Olivares. Crítica, Barcelona, 1990, p. 113.