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Aunque Unamuno fue el primero que publicó un artículo en noviembre del 98,
recién terminada la guerra, en el que enjuiciaba la abúlica actitud del pueblo español,
quien “miraba con soberana indiferencia la pérdida de las colonias nacionales” 3; hubo
de esperar hasta 1916 para reconocer que el grupo fue “un movimiento de
personalismo –no de fulanismo- frenético”4. Y en 1918 remachó: “Sólo nos unían el
tiempo y el lugar, caso un común dolor: la angustia de no respirar en aquella España
que es la misma de hoy. El que partiéramos casi al mismo tiempo a raíz del desastre
colonial no quiere decir que lo hiciéramos de acuerdo”5. En cambio, Baroja fue tajante
desde el principio: “Yo siempre he afirmado que no creía que existiera una generación
del 98. El invento fue de Azorín, y aunque no me parece de mucha exactitud, no cabe
duda que tuvo un gran éxito”6. En efecto, si Azorín acuñó la designación, él mismo se
encargó de desmentirla después, tal y como aseveró en su famoso libro Clásicos y
Modernos: “La generación del 98, en suma, no ha hecho sino continuar el movimiento
ideológico de la generación anterior”.
1. Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu, con el pseudónimo de “Los Tres”, firmaron el Manifiesto de 1901 en
la revista “Juventud” para “luchar a favor de la generación de un nuevo estado social de España”.
2. Fue Gabriel Maura en 1908 el primero que denominó “Generación del 98” al grupo. Azorín publicó en ABC
(febrero de 1913) cuatro artículos en los que desveló las claves de la generación del 98.
3. UNAMUNO, Miguel. “La vida es sueño. Reflexiones sobre la regeneración de España”, en El caballero de la
Triste Figura, Espasa-Calpe. Madrid. 1980. Págs. 109-110. 6ª ed.
4. id. “El Imparcial”. Madrid. 31- 1-1916
5. id. “La hermandad futura”, en Nuevo Mundo, Madrid, 1918.
6. BAROJA, Pío. Desde la última vuelta del camino. Memorias. El escritor según él y según los críticos. T.I. Caro
Raggio. Madrid. 1982. Págs. 157-170.
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A pesar de que los propios protagonistas rechazaran su pertenencia al grupo,
de una u otra forma, a pesar de que no surgieron a raíz del Desastre Colonial y a pesar
de que la nómina fluctúe según el crítico de turno; la generación del 98 es un
concepto útil para la periodización literaria y su estudio didáctico, y es, sobre todo, un
rico y diverso grupo de escritores que tuvieron en común con el Modernismo su
oposición a la literatura realista de la Restauración y a su lenguaje grandilocuente, y su
aventura en una nueva forma de idealismo crítico para la regeneración de España y de
su imagen literaria, ya iniciada por escritores e intelectuales del período anterior.
“El Quijote es un libro tan grande que cada cual puede encontrar en él lo que le
dé la gana” renombrada frase del doctor Thebusssen (Mariano Pardo de Figueroa,
1880).
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destacar cómo enfrentó el autor la “religión nacional” que supuso para él el Quijote. A
la luz de los hechos ocurridos en España en la época de Unamuno, el Quijote es el
símbolo del espíritu nacional de gloria en el fracaso. En primer lugar, don Quijote
representa la lucha del agitador de las conciencias humanas que se hallan sumidas en
la mansedumbre estéril. La lucha no conlleva la victoria, pero asegura la vida (“Bien
podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será
imposible” II, 17).
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cervantista publicó a lo largo de su vida. Las crónicas aparecidas en El Imparcial no
contienen una interpretación sobre el Quijote, sino más bien sobre el paisaje
manchego de 1905, y ni eso, tal vez sobre una particular reconstrucción histórico-
imaginativa del siglo XVI. La imagen de la aridez y la monotonía desesperante de la
llanura repetida hasta el infinito ayudó a forjar el tópico de la “Castilla miserable, ayer
dominadora”, en los versos de Machado.
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alguna. Como vemos, Ortega se queda solo proponiendo esta cuando menos
extravagante tesis del inútil esfuerzo de los españoles en la realización de sus obras en
el pasado, que da como resultado la anómala historia de España, teñida de
arbitrariedades y fatalidad.
¿Se refería Siurot con La generación del Quijote a nuestra <<Generación del
98>>? En absoluto. Su novedad radica en reunir en una extensa y misma generación a
un puñado de nombres que forjaron la historia más brillante de nuestro país desde la
reina católica al propio Cervantes. Razón de semejanza: ser la reencarnación del
espíritu del caballero, el héroe del ideal patrio. Pero, no olvidemos que el objetivo
principal de las iniciativas cervantinas llevadas a cabo por la Junta Provincial del
Centenario y los actos de homenaje organizados por el Ateneo sevillano (tanto las
conferencias como los Juegos Florales), fue la restitución del honor español, que cabía
en suerte a la ciudad de Sevilla y a la región de Andalucía.
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No en vano, todos los fastos celebrados en torno a la figura de Cervantes
tenían en común su “sevillanismo” en concreto y su “andalucismo” por extensión.
Cuna del Quijote, patria del escritor durante más de 25 años y escenario de muchas de
sus novelas ejemplares. Siurot no podía fallar a la cita.
El héroe vivo en el espíritu de varios personajes históricos del siglo XVI que
engrandecieron nuestra nación versus el héroe pintado por Cervantes a raíz de sus
heridas en Lepanto.
¿Qué tienen en común esos grandes de la Historia elegidos por nuestro paisano
para encarnar a Don Quijote en su cara esplendorosa? Muy sencillo, dos cosas: la fe y
su andalucismo. Nótese que las figuras escogidas y las escenas representadas se
resumen en estos cuatro nombres: Santa Fe, Santa María, San Francisco y Santiago.
Y llegan las explicaciones. En primer lugar, la de Santa Fe. La reina Isabel I, tras
el incendio del campamento real en julio de 1491 ante las murallas de Granada,
ordena levantar una población hecha en piedra que tomó el llamativo nombre de
Santa Fe; las célebres Capitulaciones de Santa Fe cerraron el dominio musulmán de la
península e inauguraron la era del catolicismo.
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Tampoco le falta al palmerino ni una de las cuatro cualidades del espíritu
andaluz con que nos retratara Miguel Herrero-García en sus Ideas estéticas de los
españoles del siglo XVII, estas son: arrogancia, sagacidad, locuacidad y exaltación
amorosa.
Qué mayor sagacidad que conferenciar sobre la figura literaria y moral del
Quijote para atreverse a presentar ante la sociedad sevillana de pro sus escuelas en
Huelva de niños pobres.
11. La Generación del Quijote, discurso de D. Manuel Siurot, en el Teatro Lloréns, 15 de abril de 1916.
12. Ídem.
13. <<MANUEL SIUROT>>, en el Diario de Huelva, 17 de abril de 1916.
14. Divagando por la Ciudad de la Gracia, José Mª Izquierdo. Ed. Andalucía, 1914.
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Al final de su discurso, en la moraleja, Siurot reconoce que, aunque haya
pretendido encerrarla en las dos dimensiones, aparentemente contrapuestas, de
héroe vivo y héroe pintado -grandeza y capitulación-, don Quijote pertenece a una
tercera dimensión, transcendente y universal. Y desde esa esfera, vivificante y
enmendadora, la pluma de Siurot habrá servido para que bajo la espada del
formidable caballero todas las gentes de todas las naciones juremos la promesa de
construir un mundo mejor.