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Juan 16, 20-23a

Nadie les quitará la alegría.


Sobre el discernimiento como un paso de la tristeza al gozo.

“20 Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa
tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño,
se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo. 22 También ustedes ahora están tristes,
pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. 23 Aquél día no me harán más preguntas. (Les aseguro
que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.)”

Este evangelio de hoy inicio de la novena al Espíritu Santo es muy providencial, justo iniciando el retiro de intercesores de la RCC se
nos pide que hablemos del Discernimiento y eso es justo de lo que habla el Evangelio de la liturgia de hoy; nos habla sobre el
discernimiento como un paso de la tristeza al gozo. Como camino que lleva a al gozo de ver a Dios en nuestra vida, en nuestras
acciones, en nuestras decisiones.

Hay que afirmar que nuestro discernimiento Cristiano no es cualquier discernimiento, sino un Discernimiento en el Espíritu Santo;
¿porqué lo llamamos discernimiento en el Espíritu Santo?, porque el Discípulo de Cristo vive en el Espíritu Santo y ya no en la carne o
al menos está en ese proceso y si vive en el Espíritu Santo Romanos 8,27a afirma “el que sondea los corazones conoce el deseo del
Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.” Y Gal 5,16 afirma “les pido que
se dejen conducir por el Espíritu de Dios y así no serán arrastrados por los deseos de la carne, porque esta desea contra el Espíritu...
ambos luchan entre sí... por eso si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la ley” de la carne. Entonces podemos
decir que el discernimiento apunta a conocer y asumir los deseos del Espíritu e identificar los deseos de la carne que hay que
sublimar ya que no llevan a una vida plena, sino a una esclavitud, a una dependencia.

También pueden meditar 1Cor 12, 1-11, que sitúa el don del discernimiento dentro de los dones espirituales, los cuales se
manifiestan como mociones, movimientos de un Único Espíritu; “hay diversidad de dones pero todos proceden del mismo Espíritu”. Y
un poco más adelante en el v. 12 dice que somos un Cuerpo, el cuerpo de Cristo, es decir que todo don es siempre en bien de un
cuerpo, de una comunidad unida por el mismo Espíritu. Por eso quien vive fuera del cuerpo, no puede sentir con la Iglesia, ni pensar
con el evangelio, es decir que tampoco conoce los mandatos de Dios, por que sus pasos se dirigen lejos de las huellas de Cristo, ya
que no se es discípulo de Cristo sin Iglesia.

Tenemos que decir antes de avanzar, que este tipo de discernimiento sobrenatural, supone el discernimiento natural, que el Padre
Emiliano Tardif llama “Sentido común”. Esto quiere decir que la Gracia divina supone la naturaleza, es decir que el Espíritu Santo no
anula nuestro sentido común, sino al contrario, se apoya en el. El sentido común se pierde ante una vida espiritual desencarnada
que es capas de llevarnos a cometer locuras, a este respecto el Padre Emiliano contaba con humor una anécdota de dos locos que
pintaban un loquero, uno sostenía la escalera al otro que estaba subido pintando el techo, y una vez terminada una parte, el loco
que sostenía la escalera le dice al de arriba que se agarre bien del pincel que va a mover la escalera. El que pierde el sentido común
actúa como un loco y el Espíritu Santo no lo puede guiar.

Pongamos un ejemplo más de la vida diaria para entender qué es el sentido común puesto en práctica y cómo se conjuga con el
sentido sobrenatural; si estoy casada y mi marido está en cama enfermo y no tengo quien pueda cuidarlo el domingo ya que
necesita que lo ayude para ir al baño a cada rato entre otras cosas, Dios no me pedirá que lo abandone y lo deje sucio porque tengo
que ir a Misa sí o sí, sino que el sentido común me dicta que es necesario quedarme y el sentido sobrenatural me impulsará a ofrecer
ese sacrificio como un culto agradable a Dios.

Vamos ahora al evangelio de la misa de hoy: Jesús se está despidiendo y está preparando los corazones de los discípulos para lo que
se viene; y lo que se viene es una prueba y un don; la prueba de la cruz que atraviesa todo el plan de Dios y el don del Espíritu con el
cual llegan todos los frutos que Dios espera de nosotros para nuestro propio bien y felicidad eterna.

“v.20 Les aseguro” Esta expresión indica necesidad, es decir que es algo que si o sí debe atravesar un discípulo que va por buen
camino.

“v. 20 ustedes van a llorar y se van a lamentar...” Acá podemos ver que hay dos clases de Tristezas, una buena, según Dios y según
los procesos por donde nos hace caminar, los cuales siempre tienen que ver con un fruto bueno, similar a la experiencia del
agricultor del salmo que dice “al ir iban llorando tirando la semilla, al volver vuelven cantando trayendo las gavillas” y por otro lado
una tristeza mala que viene del mundo, de la carne, del pecado, que siempre da un fruto malo. Las dos tristezas sirven para nuestro
discernimiento. La buena sirve para crecer en amor a Dios y conocer más a fondo los deseos de Dios o para crecer en otro aspecto
de la vida espiritual y la mala sirve como remedio para que dejemos el pecado y nos conozcamos un poco más, entendiendo que el
camino del pecado nunca tiene buen fin.

La tristeza buena nos purifica, nos hace crecer en la confianza, en la paciencia y en el amor a Dios y al prójimo. Puede ser una tristeza
que viene de la caridad que sufre las miserias del prójimo o la tristeza que es sufrimiento penitente, que viene de un corazón que se
humilla delante de Dios.
De hecho el mismo Jesús sufre una gran tristeza por los pecados de los hombres en Getsemaní, o cuando llora por su amigo Lázaro o
cuando llora por Jerusalén.

Otro aspecto de este versículo es que Jesús se dirige a una comunidad, no a un individuo, es decir que el discernimiento se hace
dentro de una vida eclesial, dentro de un camino con otros y por lo tanto el fruto de este discernimiento es para bien de toda la
comunidad, porque mis decisiones afectan a todos, no solamente a mí.

“V. 20 el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.” v. 23 “me volverán a
ver... y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar”

Así como hay dos tristezas, también hay dos alegrías, una pasajera, la del mundo, que es superficial, banal, que viene de una sed
saciada al momento y luego pide más, una sed que esclaviza, que ata a un desorden.

Y hay una alegría buena; la Alegría según Gálatas 5,16ss es un fruto del Espíritu Santo, y un fruto es producto de un proceso, de una
siembra y si implica siembra, esto implica espera, e implica cierta muerte en nosotros para dar lugar a la novedad del Espíritu.
Precisamente así se entiende porqué Jesús afirma que este fruto no les será quitado, porque es algo que viene de Dios y las cosas de
Dios son eternas, es decir permanecen siempre y en cualquier circunstancia, al contrario, lo que no viene de Dios siempre pasará.
Este es ya un criterio de discernimiento, de aquello que viene de Dios y lo que no viene de Él.

Por lo tanto podemos decir que un fruto de un buen discernimiento es la alegría interior que produce y junto con ella una verdadera
paz duraderas. Por eso al elegir un camino, es necesario, como afirma Javiera del Valle en su decenario al Espíritu Santo, poner más
la mirada en lo que vale y no en lo que cuesta, porque si de inmediato miramos lo que cuesta, nunca vamos a elegir lo correcto.

V. 22 “me volverán a ver... y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” decíamos que lo que viene de Dios perdura; si es una
inspiración del Espíritu no se va a ir, va a estar permanentemente, porque viene de la eternidad y esto lleva a una visión, es decir a
ver a Dios en lo que hacemos y vivimos, por eso Jesús afirma “me volverán a ver”.

“21 La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la
alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.”

El ejemplo de Jesús sobre la mujer en trabajo de parto es muy importante para entender un criterio más del discernimiento. El fruto
de un parto, es decir un hijo, no es fruto que viene de una sola persona, sino de dos; del mismo modo podemos decir que el
discernimiento y su fruto no es trabajo de uno solo, sino de una comunión de personas que caminan juntas, es decir que el
discernimiento es fruto de caminar con Dios; al ritmo de Dios. De ahí la invitación de Jesús a cargar su yugo, lo que es lo mismo decir,
caminen conmigo, vayan a mi ritmo.

V. “23 Aquél día no me harán más preguntas.”


Cuándo termina un discernimiento, cuando se produce el fruto, la visión, cuando veo a Dios en mi vida y puedo decir con
tranquilidad esto es de Él.

V. 23 (Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.) ” esta última parte del versículo no está en el
evangelio de hoy, pero es importante porque apunta al fin del discernimiento en el Espíritu, el cual me dirige a la adecuación libre de
mi voluntad con la Voluntad de Dios; es decir quien alcanza la Alegría que viene de Dios, ese tiene paz y quien tiene paz puede
escuchar al Espíritu Santo y quien puede escuchar al Espíritu Santo sabe pedir como conviene, es decir sabe pedir según la voluntad
de Dios y esto está en conexión con “Rm 8,26-27: 26 Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no
sabemos orar como es debido; pero es Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. 27 Y el que sondea los corazones
conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina . 28 Sabemos,
además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio.” ).

Diferencias entre sugestión e Inspiración.

Ideas tomadas de Don Fabio Rosini:

Todas las llamadas de Dios en el Evangelio o en el AT incluyen un “dejará”, una especie de corte, de separación de algo. Esta llamada
de Dios es irrevocable pero siempre inspirada, nunca forzosa, siempre como consejo.

El don del Consejo, plantea el problema del discernimiento. Uno está quieto, está sin moverse en la vida cuando desea o quiere
todo, no arriesga a tomar decisiones porque no está dispuesto a perder nada, y sin embargo la única vía es aprender a dejar, porque
lo que se opone al amor es la posesión y la posesión es una idolatría y es cadena que quita libertad.

El que no sabe discernir es el que no quiere perder nada, no es capaz de despojarse y por eso están bloqueados, no van ni adelante
ni atrás, porque al no querer perder, no se dan cuenta que cada acto es una opción y cada opción es una pérdida. Por ejemplo, si yo
estoy escribiendo esto en este momento es porque he dejado otras cosas para sentarme a escribir, por eso siempre que decidamos
algo vamos a perder algo y si no decidimos es porque no queremos perder nada, pero el problema es que tampoco avanzamos. El
discernimiento es entonces la libertad.

Cuando en nuestro corazón habla la mentira, esto se llama sugestión, que es distinto al don de la inspiración. ¿Cómo se distinguen?
El Espíritu Santo me salva con un tipo de movimiento interior que se llama inspiración, del latín significa soplar dentro, es decir que
es algo que se da en el lugar más profundo de la persona, el centro del ser del hombre, que es el lugar donde el Espíritu Santo actúa
en todas las personas de la tierra. San agustín lo llamaba aquel que es más intimo a mi que yo mismo.

A la inspiración se opone la sugestión, nosotros estamos acostumbrados a ver la sugerencia como una cosa buena, pero en realidad
la palabra viene del latín Sub - genere y esto no tiene un buen sentido porque esto significa estar bajo la gestión, la dirección de otro,
y esto se denomina generalmente manipulación. Para el Espíritu Santo se usa “In”, es decir dentro, sin embargo para el padre de la
mentira se utiliza “Sub”, es decir que está debajo, y busca crear un movimiento que implica sometimiento, orientado a tomar el
mando, a esclavizar, a poseer.

Por el contrario la lógica del Espíritu Santo es el amor, por lo tanto es el que propone interiormente, pero nunca impone, ya que el
amor implica libertad y por el contrario a esto, seguir una sugerencia sin mi asentimiento, eso no sería libertad, por lo tanto no
corresponde a un acto de amor, ya que es despersonalizante y lo que se obtiene así, es inútil, no se crece en el amor, porque lo que
voy realizando permanece extraño a mí y esto no sería propio del Espíritu Santo, ya que él no solo es dulzura y gozo, sino también
sabiduría y sugerir así no sería sabio y no serviría a nadie. Por eso la característica más propia de la inspiración es que siempre me
deja la posibilidad de decirle que no, porque precisamente el Espíritu no es un dictador.

Las inspiraciones son pensamientos que proponen un bien a mi corazón, una fuerza que propone y me deja completamente libre
aunque el bien que me proponga incluya pérdidas; él no tiene necesidad del verbo deber; el me habla desde el verbo poder, puedes
hacer esto...
Por el contrario el mal espíritu encadena, divide, mete urgencia, pone en una situación angustiante, todo lo que él propone sabe a
obligación aunque sean cosas santas, espirituales y buenas las que sugiera, siempre saben a obligación, la cual me despersonaliza,
me hace desaparecer mi libertad de decisión, dejo de ser persona y me enreda con sentimientos de culpa y me hace embarcar en
cosas que no son verdaderamente mías. Todo se torna interiormente agresivo, ansioso, urgente... y si tengo que explicarme, me
enredo en discursos que no terminan más para convencerme y justificarme hasta el punto de afirmar que no me pueden entender,
solo yo puedo entenderme... Estoy frustrado si el otro no me da la razón, porque no puedo convencerlo...

Mientras que el Espíritu se presenta con tranquilidad, porque es simple, libre y no tengo el problema de convencer a los otros, estoy
sereno en lo que digo, porque la inspiración es siempre lineal, mientras que la sugestión se transforma en fijación que hace llegar a
martillazos los razonamientos porque debo llegar por fuerza a explicarme.

Las inspiraciones me meten en la realidad, me hablan en ella, no me sacan de ella. Pero las sugestiones por el contrario me sacan de
la realidad, me hablan de bienes hipotéticos, no ciertos, que ponen en riesgo bienes reales ya presentes, objetivos, más menos
aparentes, menos brillantes y eso termina siendo descuidado.
El maligno habla con razonamientos complicados, ponen puntos de vista que no se pueden justificar.
Una cosa típica de las inspiraciones del Espíritu es que resisten en el tiempo, porque vienen de la eternidad y me dirigen a ella. Lo
contrario es la sugestión que después de algunos días va perdiendo fuerza y cambian de motivaciones, no son constantes en su
dinámica.

Las inspiraciones son simples, pero globales, y son siempre autoevidentes y honestos; por el contrario las sugestiones son complejas,
enredadas y no son globales, sino que tienden a absolutizar algún aspecto por encima de lo demás de la realidad y no son honestas,
es decir que siempre tiene algo escondido, como impresentable y te hace mover en la sombras y hace que uno tienda a no
manifestar las propias intenciones con claridad, haciendo en el fondo que no sea la verdad la que nos guía; odia la luz y no va a la luz
porque no quiere que sus obras sean descubiertas.

Por el contrario el que hace su vida en la verdad, va a la luz porque sus obras están hechas en Dios.
El que sufre la sugestión tiene antipatía ante cualquiera que le presente un pensamiento crítico, tiene antipatía ante cualquiera que
lo pueda contradecir y buscará siempre a quien le de la razón, que no lo ponga en discusión, creando una actitud arrogante y como
agresiva; tiene miedo de confrontarse porque está engañado y engaña (pensemos en Caín, ¿Porqué estás abatido y tu rostro se ha
mudado? Él está precisamente bajo el poder de la sugestión).

Ideas sobre discernimiento de Royo Marín:

ROYO MARIN, Antonio. Teología de la Perfección Cristiana, BAC, 1988, pp. 835-844

Se entiende por “espíritu” toda inclinación o propensión interior del alma, si es cosa buena será espíritu bueno; si es cosa mala, será
espíritu malo. Por ej. Un hombre propenso a la oración, se dirá que tiene espíritu de oración...
Se entiende por “discernimiento” el hombre que siente inclinaciones en sus potencias apetitivas, sentidos o voluntad; son mociones
que parten de la libertad e impulsan a una acción. Pero estas mociones pueden provenir originariamente o de la espontaneidad
propia o de una excitación especial por parte de Dios o del demonio. El discernimiento apunta a conocer de dónde viene la moción y
a dónde se dirige. (Objeto, fin y circunstancias).

Hay dos clases de Discernimiento, uno adquirido y otro infuso. El adquirido está al alcance de todos y el segundo es una gracia
carismática, dada por Dios a algunos santos.
El discernimiento infuso carismático es infalible, no se equivoca nunca, porque obedece a una moción instintiva del Espíritu Santo en
el que no cabe error. Pero esta gracia infusa es muy rara, ni si quiera todos los santos la han tenido. Pero el discernimiento adquirido
sí podemos conseguirlo, pero nunca como algo pleno e infalible, ya que podemos fallar en la práctica.

Medios para alcanzar el discernimiento adquirido: Consiste en una habilidad especial para examinar los principios y los efectos de
los diversos movimientos del alma, contrastándolos con las reglas que el Espíritu Santo nos da en las Sagradas Escrituras o por medio
de la tradición cristiana, a fin de dictaminar si los movimientos interiores vienen de Dios, del espíritu de las tinieblas o de los
extravíos de la propia imaginación.

Principales medios:
1. La Oración: es lo más importante y fundamental, porque todo es insuficiente sin la ayuda del Espíritu Santo que nos asiste por
medio de la prudencia y el consejo. Acá no nos referimos solo a la oración general de todos los días, sino también a la súplica
particular y ocasional que solicita el favor de conocer los caminos de santificación para una determinada alma. A esta oración Dios
responderá con gracias especiales unidas a su providencia diaria que nos ayuda a vivir nuestros deberes y obligaciones ordinarios.
2. El estudio: es preciso empaparse profundamente de los datos que nos suministran la Sagrada Escritura, los Santos Padres, los
teólogos o maestros de la vida espiritual y sobre todos, los que juntaron a la vez la ciencia y la experiencia.
3. La experiencia propia: como este don es práctico, la experiencia personal nos aportará mucha ciencia; la teoría sola no basta.
4. La remoción de los obstáculos : evitar sobre todo, el espíritu de autosuficiencia, que impulsa a decidir por propia cuenta, sin
consultar jamás a otros con experiencia. Dios suele negar su gracia a estos espíritus soberbios; la humildad, atrae en cambio, las
luces de lo alto. El que aconseja por su parte, nunca juzgue por razones humanas, sino por lo que dicta la prudencia sobrenatural, ni
sea precipitado en los juicios, sino sométales a una madura reflexión y con mucha confianza en Dios y en María Virgen.

Los Tres espíritus que mueven al alma:

1. Espíritu Divino (o angélico)


2. Espíritu diabólico (o mundano)
3. Espíritu carnal (humano).

Dios siempre impulsa al bien, por sí mismo o por sus servidores; el demonio siempre impulsa al mal por sí mismo o por el mundo
que es su aliado y la naturaleza humana nos puede impulsar aveces al bien o aveces al mal porque está herida por el pecado.
(Ejemplo: los razonamientos afectivos; o los impulsos que vienen de una inclinación a un vicio...)

Señales del Espíritu de Dios: Obra sobre el entendimiento; Dios es la verdad y no puede inspirar error, sino solo ideas verdaderas.
Por eso si una persona que se dice inspirada por Dios y sostiene afirmaciones contrarias a la fe de la Iglesia o las verdades naturales
indiscutibles, hay que concluir, sin más, que es una víctima del demonio o de su propia imaginación.
Gravedad: Dios no inspira cosas inútiles, infructuosas, impertinentes o frívolas. Si Dios mueve el alma es siempre para algo serio y
profundo.
Luz: Sus inspiraciones traen siempre luz al alma.
Docilidad: Reconociendo humildemente su ignorancia, las almas movidas por Dios, aceptan con gozo y facilidad las instrucciones y
consejos de su confesor o de otra persona que la está acompañando espiritualmente. Esta obediencia o docilidad es una de las más
claras señales del Espíritu de Dios. Mientras más instrucción o experiencia, con mas facilidad queremos seguir nuestro propio
parecer.
Discreción: El Espíritu de Dios hace al alma discreta, juiciosa, prudente, recta en todas sus acciones. Nada de precipitación o ligereza
o exageraciones. Todo apunta a una armonía, paz y suavidad con equilibrio.
Pensamientos humildes: Es una de las notas más inconfundibles del Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios llena siempre el alma de
sentimientos de humildad y anonadamiento. Cuanto más altas son las experiencias de Dios en el alma, más profundamente se
inclina el alma hacia el abismo de su nada. (Por eso la Virgen llega a exclamar “He aquí la Esclava del Señor”).
Cuando mueve la Voluntad: siempre deja mucha paz que es un fruto del Es. Sto. La humildad hace que el hombre no se agrande, ni
se atribuya los dones y mueve a una gozosa aceptación de su nada delante de Dios.
Confianza en Dios y desconfianza de sí mismo, hace que se arroje a los brazos de Dios, sabiendo que nada puede por sus propias
fuerzas. (Filp 4,13: Todo lo puedo en aquel que me conforta).
Voluntad dócil: Sede fácilmente a los llamamientos de Dios y sus inspiraciones o los consejos de los maestros espirituales. De aquí
surge la transparencia para descubrir el corazón al confesor o al director espiritual. Vence con facilidad al demonio mudo.
Rectitud de intención en el obrar: el alma busca únicamente la gloria de Dios y el cumplimiento perfecto de su divina voluntad,
dejando de lado los motivos humanos y el amor propio. (“Ni por ti lo empiezo, ni por ti lo dejo).
Paciencia en los dolores del alma y del cuerpo: lleva con paz los dolores, penas y enfermedades; como las preocupaciones,
calumnias y desprecios; perdida de amigos, parientes o cosas. Pero siempre estos sentimientos de paz vienen por motivos
sobrenaturales y no por motivos de frialdad, etc.
Mortificación y abnegación de sí mismo, capas de sufrir por el evangelio, capas de tomar la cruz y seguir a Cristo.
Sinceridad, veracidad y sencillez en la conducta: virtudes evangélicas que siempre van juntas y se dan en personas movidas por el
Espíritu de Dios.
Libertad de espíritu: no se apega ni si quiera a los dones mismos de Dios. Aceptan con gozo las consolaciones que Dios les da, pero
cuando se las retira quedan tranquilas y en paz aún en la aridez y sequedad. Hacen sus comuniones, oraciones y penitencias con
puntualidad y fervor, pero las dejan con la misma facilidad si la caridad, la necesidad o la obediencia los llama y lo dejan sin mal
humor.
Gran deseo de imitar a Cristo en todo (Rm 8,9). Piensa siempre cómo lo haría Él.

Señales del mal espíritu o espíritu diabólico: es fácil verlas cuando actúa de manera descarada, pero el problema es cuando se viste
de ángel de luz. Sugiere primero buenas cosas para disimular y desprevenir y luego salen sus malas intenciones.
Sugiere falsedad: sugiere la mentira mezclada con verdades para ser más fácilmente creído. (Como el Espíritu impuro que confiesa
que Jesús es el Hijo de Dios pero afirma que viene para atormentar, cuando en realidad Jesús viene a traer paz y liberación).
Sugiere cosas inútiles, curiosas, impertinentes para hacer perder el tiempo en pavadas, distrayendo y apartando de la devoción
sólida y fructuosa.
Tinieblas, angustias, inquietudes, o falsa luz en la imaginación, sin frutos espirituales.
Es obstinado y nunca da el brazo a torcer.
Indiscreciones continuas, excita por ejemplo los excesos de penitencia para provocar soberbia o arruinar la salud. Sugiere alegría en
Viernes Santo o Tristeza en Navidad. Mueve a Grandes arrebatos espirituales en público pero nunca en secreto.
Hace ir contra los deberes del propio estado de Vida: no atender a los hijos o a la esposa por tener que hacer algún apostolado;
dedicarse a la soledad cuando estoy llamado a la misión.
Espíritu de soberbia: vanidad y preferencia sobre los demás.
Desespera, desconfianza, desaliento, inquietud o bien un optimismo irracional, atolondrado, falsa seguridad irreflexiva.
Desobediencia, cabeza dura, no se abre al confesor, se oculta, bajo pretextos, como “no tiene tiempo”; “no va a entender”; “qué va
a pensar de mi”.
Fines torcidos: deseo de ser apreciado. Vanidad. Desconcierto o ir por causas desproporcionadas.

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