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S E C R E T A R I A DE R E L A C I O N E S E X T E R I O R E S

DEPARTAMENTO DE INFORMACION PARA EL EXTRANJERO

MANUEL AVILA CAMACHO

DISCURSO EN EL D Í A DE LAS AMERICAS

14 abril, 1942

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SERIE PROBLEMAS NACIONALES E INTERNACIONALES


MEXICO
1942
DISCURSO EN EL D Í A DE LAS A M É R I C A S

14 abril, 1942
SERIE PROBLEMAS NACIONALES E INTERNACIONALES

Publicado:

Manuel Avila Camacho


EL SOLDADO MEXICANO Y LOS DESTINOS DE AMERICA

Henry A. Wallace, Ezequiel Padilla, Eduardo Salazar


LA AMISTAD PANAMERICANA

Manuel Avila Camacho


AL SEGUNDO CONGRESO NACIONAL DE LA C. T. M.
A LOS MAESTROS DE 1941

Ezequiel Padilla
LA DOCTRINA CONTINENTAL EN EL SENADO DE MEXICO

Manuel Avila Camacho, Ezequiel Padilla, Josephus Daniels,


Luis Sánchez Pontón, Jaime Torres Bodet
DISCURSOS EN EL DIA PANAMERICANO

Manuel Avila Camacho


MEXICO ANTE LA SITUACION INTERNACIONAL

Manuel Avila Camacho, Salvador Urbina


FUNCION DE LA JUSTICIA EN MEXICO

Manuel Avila Camacho


DISCURSO A LOS AGRONOMOS MEXICANOS

Ezequiel Padilla
LOS CONVENIOS CON LOS ESTADOS UNIDOS
ANTE EL SENADO MEXICANO

Manuel Avila Camacho


MEXICO Y LA GUERRA EN EL PACIFICO

Ezequiel Padilla
TRES DISCURSOS EN RIO DE JANEIRO

Manuel Avila Camacho


DISCURSO EN EL DIA DE LAS AMERICAS
S E C R E T A R I A DE R E L A C I O N E S E X T E R I O R E S
DEPARTAMENTO DE INFORMACION PARA EL EXTRANJERO

MANUEL AVILA CAMACHO

D I S C U R S O EN EL D Í A DE LAS AMERICAS

14 abril, 1942

12
S E R I E P R O B L E M A S NACIONALES E INTERNACIONALES
MEXICO
1942
P R I N T E D IN MÉXICO

I M P R E S O AL CUIDADO DE LA A G E N C I A EDITORA M E X I C A N A

DISEÑO TIPOGRÁFICO DE AGUSTÍN VELÁZQUEZ CHÁVEZ

COOPERATIVA T A L L E R E S GRÁFICOS DE LA NACIÓN


EN OCASION de celebrarse el Día
de las Américas, el señor Presiden-
te de la República, general Manuel
Avila Camacho, pronunció, el día 14
de abril de este año, el discurso cuyo
texto íntegro publicamos, y que fué
radiodifundido a todo el Continente
Americano.
L A CELEBRACIÓN DEL DÍA PANAMERICANO CONGREGA nueva-
mente a los hombres de América en tomo al altar de sus li-
bertades.

Como hace un año, deseo aprovechar la ocasión que me


brinda esta grata solemnidad para reiterar los augurios que
México expresa por la consolidación del espíritu fraternal
que une a las Repúblicas de nuestro Hemisferio, en su deci-
sión de permanecer indisolublemente ligadas por los víncu-
los de una amistad cada día más íntima y más fecunda.

Desde el 14 de abril de 1941 han ocurrido en la vida


continental acontecimientos de máxima trascendencia. El más
grave, sin duda, es el estado de guerra en que se hallan varias
naciones americanas frente a Alemania, Italia y Japón. Este
estado no ha sido la consecuencia de una voluntad bélica de
nuestros pueblos, sino el producto de la agresión cometida
por las fuerzas japonesas, contra la Unión norteamericana, el
7 de diciembre último.

Según era de esperarse, la ofensa hecha a una de nues-


tras Repúblicas levantó en todas las otras una protesta enér-
gica y varonil. Las determinaciones adoptadas unánimemen-
te en Río de Janeiro, del 15 al 28 de enero del año en curso,

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MANUEL AVILA CA MACHO

ofrecen una elocuente demostración de que los ideales que


celebramos en este Día se apoyan sobre una auténtica realidad.
El destino ha llamado a nuestras conciencias. Las prue-
bas que nos reserve podrán ser duras. Pero, por duras que
sean, acudiremos a ellas gallardamente, dentro de nuestro
honor de pueblos libres y soberanos.
Nos encontramos ante un recodo en que nuestra ruta,
sin mudar de objetivo, cambia de altura. Las perspectivas
que descubrimos nos hacen comprender que América está vi-
viendo horas de responsabilidades sin precedente. El pan-
americanismo, que esencialmente consiste en un sistema de li-
bre conciliación para fines de paz y de entendimiento, cobra
de pronto, por necesidad apremiante, la calidad de un escu-
do cuya solidez garantiza la intangibilidad de nuestros terri-
torios, la permanencia de nuestros derechos y la dignidad de
nuestra existencia.

Las palabras dichas en el pasado, durante las múltiples


conferencias en las que, poco a poco, fuimos articulando la
acción continental, se tiñen súbitamente con el color de un
austero significado. Las declaraciones se vuelven actos. Las
promesas exigen realizaciones. Y de cada uno de nosotros
se eleva un imperativo: el de cumplir plenamente nuestro
4eber.
Este deber no proviene sólo del natural interés de afir-
mar los valores de nuestra vida política y económica. Su ca-
tegoría es más amplia. Lo que tenemos que asegurar, en la
presente emergencia, no es una distribución especial de bie-
nes y de recursos, de símbolos y de formas, sino el total

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DISCURSO E JM EL DIA DE LAS A M ERICAS

de una civilización que ha logrado encontrar en el Nuevo


Mundo cimiento estable y capacidades espléndidas de futuro.
Nuestro Continente no puede asumir un papel puramen-
te pasivo, de simple condenación moral de los agresores.
Aunque las democracias que han entrado ya en el combate
cuenten con elementos bastantes para obtener el triunfo de la
justicia, subsistirá para todos, mientras dure la guerra, una
obligación incesante: la de hacer frente a numerosos proble-
mas que, por inaplazables y por directos, exigen una acción
rápida y general.
Sólo se posee con eficacia lo que se ha adquirido con
honra y merced a un esfuerzo propio. El bien de la indepen-
dencia es demasiado importante para que nos limitemos a
esperar que los demás lo defiendan en nuestro nombre. De
ahí la urgencia de que, en la medida de su alcance, cada quien
realice la labor que le corresponde. Aun los que no nos ha-
llemos en guerra, deberemos obrar cual si nos cercaran las
más recónditas amenazas: endureciendo nuestras aptitudes de
resistencia, perfeccionando la organización de nuestros ejér-
citos, incrementando la producción agrícola e industrial y
eliminando todas las causas o los pretextos de división.
Si queremos continuar siendo libres, necesitamos empe-
zar por hacernos dignos de la libertad a la que aspiramos.
Y merecerla a todo momento, en una lucha de todos los días,
con la cooperación de todos los brazos y mediante la exalta-
ción de todas las almas. La experiencia nos ha revelado que,
cuando la tempestad se desencadena, la ociosidad supone un
suicidio, y la impreparación equivale a una ciega complicidad.

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MANUEL AVILA CA MACHO

No es únicamente el porvenir de cada nación lo que de-


pende en estos años de la actividad de sus instituciones y de
sus hombres, sino el porvenir de la democracia. Este solo
hecho explica el fervor de la actual cohesión panamericana.
La democracia está tan íntimamente asociada a nuestra con-
cepción de la vida y hemos hecho tantos sacrificios para acen-
drarla y organizaría, que ni por un instante podríamos acep-
tar la idea de que su desarrollo se encuentre a merced de las
dictaduras.
El régimen democrático constituye el mejor orden polí-
tico para la evolución de nuestros países. En él, el hombre
vive en función del hombre; los pueblos actúan dentro de esa
pacífica emulación que es indispensable para el progreso; el
mejoramiento colectivo se desenvuelve sin privilegios de raza
ni preferencias de estirpe o de autoridad. Y todo esto permi-
te que, en el campo internacional, los Estados se sientan uni-
dos por una relación de igualdad de soberanías, irreductible
al capricho de los más fuertes y a la voluntad de los más
ambiciosos.

A partir de la revolución de 1910, México ha hecho un


magnífico esfuerzo por elevar el valor nacional de la demo-
cracia, dignificando al obrero y al campesino, intensificando
el proceso educativo del pueblo, ofreciendo real participa-
ción en la vida pública a las masas indígenas del país y dic-
tando un conjunto de leyes claras y humanas cuya aplicación
tiende a borrar para siempre las huellas de una organización
en que la influencia del pasado había establecido prerroga-
tivas injustas y desequilibrios intolerables.

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DISCURSO EN EL DIA DE LAS A M E R I C A S

En el curso de los últimos treinta años, nuestra concien-


cia cívica se ha extendido y profundizado. Dando a las di-
versas clases sociales las mismas posibilidades de acción en
la dirección de nuestro destino, hemos conseguido fortalecer
la unidad de la patria y hacer de la administración una ac-
tividad en la que todos los sectores son atendidos y en la que
todos tienen igual aptitud para ejercitar las facultades que la
Constitución ampliamente les garantiza.
Tales conquistas, ennoblecidas por el recuerdo de nues-
tros héroes y selladas con la sangre de nuestros mártires po-
pulares, nos hacen sentir entrañablemente el peligro que en-
cierra para el adelanto de un pueblo libre el deseo de hege-
monía de los gobiernos totalitarios. Estos, en efecto, ambi-
cionan precisamente la asfixia de las más puras aspiraciones
de la independencia material y moral por la que vivimos. La
guerra que están realizando no tiene más que un propósito
cierto: el de lograr, por las armas, el usufructo de una nueva
manera de esclavitud. Tan inadmisible regresión a un estado
de cosas contra el cual han combatido siempre nuestras na-
ciones, no puede prevalecer. De la presente contienda, la de-
mocracia habrá de surgir más pujante, y más generosa; más
atenta a las necesidades de la justicia social; menos sumisa a
las contingencias de la riqueza; más capaz de elevar al débil
y al desvalido y, por consiguiente, más digna de afrontar los
problemas de toda la humanidad.

Sin arrojos estériles, sin jactancias, América está dis-


puesta a hacer respetar sus derechos y a mantener inflexi-
blemente, junto con el principio de la libre determinación de
los Estados, la fidelidad a la causa de la cultura.

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M A N U E L ÁVI,LA CA M A C H O

En nuestra actitud rio existen ni desprecio ni odio para


los seres que —muchas veces a pesar suyo— combaten en
estos momentos, bajo el látigo de los dictadores. Sabemos muy
bien que, en el fondo, una gran parte de los hombres que
los jefes totalitarios están lanzando a la muerte y al extermi-
nio llevan en su alma un anhelo de independencia que la
propaganda de sus gobiernos pretende en vano disimular.
La guerra que nos rodea no es un conflicto de pueblos,
sino un choque dramático de regímenes. Cuando la derrota
arrastre a sus déspotas, las propias naciones que hoy pugnan
por destruir el edificio integral de la democracia compren-
derán el cruel error en que las mantuvo el nazifascismo. En-
tonces se unirán a nosotros en la obra que será indispensable
emprender para la construcción de un sistema en el que to-
dos los Continentes puedan vivir como América lo desea: sin
hostilidad, sin rencores, sin opresión.

Este es el contenido ideológico de la Revolución Mexi-


cana. Estos son los votos de México en el Día de las Améri-
cas. Que desaparezca la ola de la discordia, que la unidad
de nuestro Hemisferio se afiance definitivamente a través del
peligro y que, al deshacerse las sombras que nos circundan,
vuelva a brillar —para todos— la luz de la libertad.

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