Está en la página 1de 3

5 Dios te dice hoy: "¡Levanta tu mirada, porque Tu socorro viene de Mí!

¡Levanta tu mirada a las montañas, de dónde vendrá tu ayuda!


Tu ayuda viene de Mí. Yo soy Tu Señor y Tu Dios,
Creador del cielo y la tierra. No permitiré que tropieces.
Yo soy quien te cuida y nunca duermo.
No permitiré que sufras daño alguno.
Yo mismo te cuido y permanezco a tu lado como sombra protectora durante el día;
el sol no te quemará, ni la luna durante la noche.
Te cuidaré hoy y siempre, a donde quiera que vayas".
Salmo 121:1-8.
Nuestra humanidad nos hace vulnerables frente a diferentes situaciones difíciles.
Todos, en alguna etapa de nuestra vida,
atravesamos por pruebas tan duras que sentimos que nada ni nadie puede ayudarnos,
salvarnos y rescatarnos.
Situaciones como la pérdida de un ser querido, enfrentarnos a un aterrador
diagnóstico médico,
enfrentar una separación familiar, atravesar por una crisis económica,
entre otros tantos desafíos que vienen a golpear tan fuerte nuestra vida que
terminamos sintiéndonos derrotados,
sin fuerzas para levantarnos y sin ganas para continuar.
Ninguno de nosotros se puede decir que se siente preparado para atravesar por
momentos de angustia y dolor.
Todos ellos llegan de repente y nos toman por sorpresa.
En momentos así, nos sentimos desesperados, buscando una salida y una manera de que
todo pase, pero sin encontrarla,
nos empieza a invadir el desánimo, la desesperación y la tristeza.
Nos sentimos presionados y también decepcionados, al querer encontrar la solución
y,
por el contrario, sentirnos cada vez más unidos en nuestra prueba.
Probablemente, muchos de los que hoy estemos escuchando este mensaje estemos
atravesando
por alguna situación desafiante de la que estamos pidiendo a gritos ser
rescatados.
Hace ya algún tiempo que no sabemos disfrutar de días y noches de paz y calma,
porque la ansiedad y la frustración están con nosotros en todo momento.
No obstante, en este día, nuestro amado Padre Celestial trae una palabra de
esperanza para lo que hoy vivimos.
Él ha venido a decirnos que este no es el fin y que,
aún cuando no podemos entender lo que estamos atravesando, Él sigue estando en
control.
Él jamás nos ha soltado de su mano ni ha cesado su obra poderosa en nosotros.
Quizás podemos examinarnos en este momento a nosotros mismos y darnos cuenta que,
debido a la desesperación que muchas veces nos invade,
hemos estado buscando la salida a nuestros problemas en lugares equivocados,
como en personas, pasatiempos o distracciones pasajeras, y sin darnos cuenta,
hemos olvidado clamar a Aquel que ha prometido estar con nosotros todos los días de
nuestra vida para ayudarnos y librarnos de todo mal.
Sin embargo, debemos saber que nuestro Dios es un Dios de nuevas oportunidades
y en este día nos invita nuevamente a confiar y descansar en Él,
al recordarnos que de Él siempre vendrá nuestro socorro.
Por lo tanto, este es el momento perfecto
para quitar nuestra mirada de esa difícil situación y levantar nuestros ojos a
nuestro Ayudador.
Hagámoslo con la total certeza de que Él es todopoderoso,
pero también es bueno, amoroso y tiene compasión por nosotros.
Nuestro amado Padre es un trabajador incansable que siempre está obrando a favor
nuestro,
incluso cuando no entendamos las circunstancias por las que pasamos.
De algo estamos seguros y es que Él siempre ha estado ahí para brindarnos su ayuda
y darnos el oportuno socorro que necesitamos.
Es maravilloso contar con sus promesas de cuidado y protección para nuestras vidas.
Su Palabra nos recuerda esta poderosa verdad:
jamás se ha escuchado ni se ha visto que otro Dios haya hecho grandes milagros a
favor de los que en Él confían.
Debemos sentirnos gozosos y afortunados de tener un Dios como el nuestro,
en quien podemos estar seguros al depositar nuestra confianza y nuestra esperanza,
porque en Él jamás seremos avergonzados.
Descansemos confiadamente en Él,
despojémonos de todas nuestras cargas y aflicciones delante de Su presencia,
porque Él está ahí para cuidarnos, vendar nuestras heridas,
darnos la fortaleza que necesitamos para levantarnos de nuevo y mostrarnos
con Su luz ese camino que nos conducirá a tierra de bendición y alegría.
Dios se deleita cuando, como hijos Suyos, aprendemos a ser dependientes de Él.
Pedir Su ayuda es sin duda una manera de honrarlo,
pues le estamos diciendo que sólo Él es todopoderoso para rescatarnos y liberarnos,
sólo Él es vencedor en cada una de nuestras batallas y que sólo Él es más grande
que cualquier desafío que podamos enfrentar.
Aceptemos en este día esta hermosa invitación a volver nuestra mirada y todo
nuestro corazón a nuestro Padre Celestial.
Volvamos a ser dependientes de Su poder y de Su fortaleza.
Dios está dispuesto a obrar a nuestro favor y darnos la victoria sobre todo lo que
ahora nos agobia,
si en Él confiamos, empezaremos a ver suceder grandes obras en nuestra vida,
porque Su Palabra nos asegura que los ojos del Señor recorren toda la tierra
para fortalecer a los que tienen el corazón totalmente comprometido con Él.
Oremos: Amado Señor y Padre Celestial, me acerco ante Tu presencia, sediento y
necesitado de Ti,
de Tu Espíritu Santo, de Tu gracia, de Tu amor y de Tu favor en mi vida.
Nadie como Tú conoce tanto lo que hoy estoy viviendo.
Tú conoces cada uno de los desafíos que han llegado a mi vida y cómo esto me está
afectando.
Has visto mis lágrimas, mi desesperación, mi angustia y mi dolor.
Sabes también que el desánimo y la frustración me han impedido avanzar
y ponerme nuevamente de pie, y sabes también sé que el desánimo
y la frustración me han impedido avanzar y ponerme de pie nuevamente,
y que la incredulidad me ha impedido ver las cosas desde la perspectiva correcta,
lo que ha debilitado mi fe y he perdido la esperanza.
Pero en este día reconozco que he puesto mi confianza en todo lo que me rodea, en
las personas y en las circunstancias,
esperando erróneamente encontrar ayuda y una salida a mi situación.
Reconozco también que he olvidado el gran amor y el gran poder que has prometido
para mi vida,
y que por esta razón he dejado de clamar a Ti por ayuda.
Sin embargo, en este momento he comprendido que Tú, mi buen Señor, eres el Dios de
nuevas oportunidades,
y quiero pedirte perdón por haber obrado así, por dejarme llenar de queja y
negativismo,
y menospreciar Tus promesas de socorro y protección para mi vida.
Mi gran anhelo es volver a poner mi mirada en Ti, e
ntregar nuevamente todo mi corazón y todo mi ser delante de Tu presencia,
aprender a vivir confiado en Tus fuerzas y Tu poder,
porque sé que Tú jamás abandonarás a quienes decidimos en Ti y poner toda nuestra
esperanza en este día.
Descargo delante de Tu bendita presencia todo aquello que llevo encima de mis
hombros, aquello que me carga y me impide avanzar;
te entrego cada situación desafiante que ha venido a poner en prueba mi fe en Ti y
reconozco que no es mi parte preocuparme,
sino exclamar y confiar en que Tú harás,
pues solo así veré en Tus grandes obras en mi vida reconozco a mi Todopoderoso y
Señor.
Sé que para Ti nada es imposible y que Tú sufrirás en mí todo aquello que me hace
falta conforme a Tus riquezas.
Declaró que ninguna obra maligna contra mí prosperará,
porque Tú echarás fuera de mi vida cualquier amenaza del enemigo en contra
y toda obra negativa será destruida, porque Tu presencia va siempre conmigo.
Amado Dios, de ahora en adelante te pido
que seas Tú tomando el control de mis pensamientos y de mis emociones
para no dejarme dominar por ellos.
Renuncio a todo lo negativo que pueda haber en mi mente,
a toda queja, a todo pesimismo y a todo temor;
en cambio me llenaré de Tu verdad, aquella que me dice que Tú pelearás cada una de
mis batallas mientras yo estoy tranquilo.
Reconozco que mi paz y mi tranquilidad vienen de una única fuente,
y esa fuente de vida eres Tú, mi Señor amado, en quien puedo descansar aún en medio
de los desafíos.
Con mi mirada puesta en Ti, decido levantarme, creyendo que Tú me darás la
victoria.
Hago de Tus promesas mi dirección, y de Tu Espíritu Santo mi fortaleza.
Estar en Tu presencia siempre será mi alivio, porque es aquí donde Tú fortaleces
mis manos y mis pies.
Es en Tu intimidad donde cada temor se desvanece y mi corazón se llena de esperanza
al saber que jamás estaré solo.
Gracias, mi buen Dios, por ser mi Padre y mi consuelo, por ser mi compañía, mi
refugio alto y seguro en Quien puedo permanecer confiado.
Te bendigo y Te alabo, porque sólo Tú eres suficiente para mí, en el nombre de
Jesús. Amén y amén.

También podría gustarte