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Las aves: alegres cantoras de los ambientes urbanos y periurbanos

Álvaro Garitano-Zavala, Jackeline Campos y Patricia Ascarrunz*

Las aves

: alegres cantoras de los ambientes urbanos y
periurbanos

Las aves constituyen uno de los grupos de fauna más carismático y son relativamente fáciles de obser-
var en cualquier ambiente natural, urbano o periurbano. En cada piso ecológico existen especies de aves
que tienen diferentes requerimientos alimenticios y de espacio para nidificar o para descansar. Algu-
nas especies omnívoras, con una dieta generalista y oportunista, no han tenido mayor inconveniente
para adaptarse y reproducirse en ambientes compartidos con los humanos; otras por el contrario, no
encuentran los mínimos requerimientos vitales y se repliegan a los ambientes periurbanos y semi na-
turales que se encuentran, en general, más alejados de las ciudades.

L as aves de las áreas más urbanizadas

Se consideran como áreas de mayor urbanización, a las que presentan en grado extremo las caracte-
rísticas de transformación de un ambiente natural en una urbe, a saber: muchas edificaciones, calles
cubiertas por asfalto, adoquín o piedra, contaminación con residuos sólidos, contaminación acústica y
atmosférica por el tráfico vehicular, grandes aglomeraciones de personas, ríos contaminados, y en casos
extremos ausencia total de áreas verdes. Aún cuando este panorama parecer ser el menos apropiado
para encontrar aves silvestres, algunas especies están presentes en ambientes tan alterados como las
plazas Pérez Velasco y San Francisco, el casco viejo, y los barrios comerciales. Estas especies son preci-
samente aquellas que gracias a sus previas adaptaciones ecológicas pueden tolerar estas condiciones,
y no sólo ello, sino incluso verse favorecidas por tal alteración encontrando alimento y sitios para nidi-
ficar.

Es característica la presencia de la paloma común (Columbia livia), originaria de la región mediterránea


de Eurasia e introducida en América por los colonizadores europeos, ella se reproduce con gran faci-
lidad al lado del ser humano, aprovechando los residuos alimenticios de éstos y sus edificaciones para
nidificar. Esta especie, aunque no es agresiva, puede desplazar por competencia a las aves silvestres.

* Unidad de Manejo de Fauna- UMSA.

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La especie silvestre más común en toda la urbe paceña, muy fácil de observar y de escuchar en las áreas
de mayor impacto humano es la pichitanka (Zonotrichia capensis), un gorrión marrón, caracterizado
por un collar anaranjado en la nuca. Lo vemos en las calles, parques, plazas, en nuestros patios y jardi-
nes, y más de uno habrá encontrado nidos en su propio hogar. Esta especie es capaz de alimentarse de
una gran gama de alimentos que encontrará en las escasas áreas verdes, jardines o en los basurales.

Otras dos especies que también aprovechan eficientemente nuestros desperdicios son la
kurukuta (Zenaida auriculata) y el chiguanco (Turdus chiguanco). La primera es una pequeña tórtola
café-grisácea muy común, fácil de observarla cuando se alimentán en los basurales junto con la paloma
común; el segundo es un mirlo negro muy astuto e inteligente, que come desde carne hasta semillas y
hojas, es capaz de depredar no sólo insectos, sino lagartijas, ranas y los nidos de otras aves, si es que
los encuentra. Lo podemos ver fácilmente en todas las áreas urbanas, viviendas, y retozando en plazas
y parques.

A estas tres especies de aves se añaden otras que estarán presentes si existen áreas verdes o vegetación
ruderal que proporcionen los granos que buscan. Entre ellas están el chibta (Phrygilus punensis) un go-
rrión fácilmente reconocible por su capucha negra sobre su plumaje predominantemente anaranjado-
verduzco, frecuenta plazas y parques en busca de todo tipo de granos. Están también las bulliciosas
chaiñitas (a veces denominados “estrongistas” por sus coloraciones de plumaje predominantemente
negro con amarillo), que son varias especies de jilgueros que suelen conformar bandadas mixtas (en
ambientes urbanos domina la más negrita Carduelis atrata y en menor frecuencia puede observarse
C. xanthogastra que tiene el vientre más amarillo). En común observarlas sobre los cables eléctricos,
se mueven grandes distancias entre la mancha urbana y áreas periurbanas, buscando las pequeñas
hierbas a las que arrancan sus granos. Otra pequeña ave granívora que puede observarse en menor
abundancia en las pocas áreas verdes y terrenos baldíos es el piquito de oro (Catamenia analis).

Una de las pocas especies insectívoras que pueden alimentarse en las áreas con mayor urbanización,
pero siempre y cuando existan arboledas o arbustales como refugio, es la ratona o chiruriro
(Troglodytes musculus), un ave muy pequeña que forrajea insectos y arañas en la base y ramaje de los ar-
bustos, es más fácil escuchar sus roncas vocalizaciones de alarma que observarla directamente, aunque
en verano se ubican en lugares muy visibles para emitir melodiosos trinos para buscar parejas.

Si alguna nube de insectos se presentase sobre la urbe, aparecerán en lo alto las bandadas de golondri-
nas (Notiochelidon cyanoleuca), ellas son capaces además de nidificar en las oquedades de las edifica-
ciones humanas.

E l efecto de las áreas verdes y jardines en la urbe

Es interesante observar que si entre la matriz de mayor urbanización se han establecido áreas verdes
en plazas, parques, jardineras, o si existen jardines en los hogares privados, éstos atraerán a otras es-
pecies de aves que se sumarán a las pocas mencionadas líneas arriba. Esto denota la importancia de los

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Juan Gabriel Estellano

La pichitanka (Zonotrichia capensis).


Hermes Justiniano

El chibta (Phrygilus punensis) un gorrión común en las áreas verdes de la ciudad

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recursos alimenticios y refugio que ellas pueden encontrar en estas áreas, y la posibilidad de enriquecer
la diversidad de aves en la urbe con estrategias sencillas por parte de autoridades municipales y pro-
pietarios privados.

Especies vegetales cultivadas con fines ornamentales por el atractivo de sus flores, y especies vegetales
silvestres como la karalawa (Nicotiana glauca) y la tankara (Dunalia brachyacantha) que crecen es-
pontáneamente en terrenos baldíos, atraen a dos especies de picaflores, el más común es el
Colibri coruscans de vistosas coloraciones tornasoladas azul-verduscas, y en ocasiones se observará al
picaflor gigante de tonos parduscos (Patagona gigas). Otras especies de aves que forrajean el néctar
de las flores, pero “robándolo” al cortar la base de las flores, son los meleros o pinchaflores, la especie
más común de observar es la de coloración predominantemente negra (Diglossa carbonaria) que es me-
nos exigente y tolerante a las personas, y raras veces se observa a Diglossa brunneiventris con la región
ventral naranja.
Hermes Justiniano

Picaflor gigante (Patagona gigas) atraído por las flores de la kantuta (Cantua buxifolia).
Hermes Justiniano

Picaflor gigante (Patagona gigas) en su nido.

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Hermes Justiniano

Colibrí cometa (Sappho sparganura) libando flores del arbusto conocido como tankara (Dunalia brachyacantha)

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Una antigua costumbre que se está perdiendo en las áreas más populosas de la ciudad, la de sembrar
árboles frutales en los jardines, o aún mantener pequeños huertos al lado de las viviendas, atrae a otros
tantos visitantes alados. Es impresionante observar que pequeños y aislados jardines en una matriz de
ladrillo y concreto atraiga a aves como el cortarramas (Phytotoma rutila), al pepitero
(Saltator aurantiirostris), y al azulejo (Thraupis sayaca), aves que se alimentan de frutos, brotes tiernos,
flores y semillas.
Hermes Justiniano

Cortarramas (Phytotoma rutila). A la izquierda el macho y a la derecha la hembra.

Es importante resaltar el doble efecto de la menor altitud sobre el nivel del mar - por tanto condiciones
climáticas más benignas -, y la mayor cantidad de jardines y huertos en los barrios residenciales de la
zona sur, lo que promueve una mayor abundancia de todas las especies de aves arriba citadas, a las que
se añaden otras especies como el hermoso colibrí cometa (Sappho sparganura) de larga cola rojiza
tornasolada, la catita (Psilopsiagon aymara) que es un lorito verde con cabeza grisácea, y el multicolor
Thraupis bonariensis.

Áreas de herbáceas o pastizales más extensos pueden atraer a otras especies granívoras, como las gran-
des bandadas de kellunchus (Sicalis olivascens) y grupos de otra tórtola pequeña distinguible por un
área rojiza alrededor de su ojo y el típico silbido que producen sus plumas al levantar el vuelo
(Metriopelia ceciliae).

Áreas de mayor vegetación también albergan más insectos y estos atraen a aves insectívoras que son
difíciles de observar en las áreas más urbanizadas, resalta el pequeño cachudito (Anairetes parulus)
caracterizado por las pequeñas plumas que se levantan en su cabeza como cuernos, y sólo en terrenos
baldíos, con predominio de arbustos nativos se podrá observar al canastero (Asthenes dorbignyi).

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Hermes Justiniano
Patricia Ergueta

Una bandada de kellunchus (Sicalis olivascens) El kellunchu posado en un arbusto.


en un techo de la ciudad.

Es importante que el lector no olvide que todas las especies de aves silvestres mencionadas para los
ambientes urbanos estarán también presentes en los ambientes menos alterados de las áreas periur-
banas, y en general en mayores abundancias. Son la excepción las especies que más bien aumentan sus
poblaciones al lado del hombre (pichitankas, chiguancos y tórtolas), que en los ambientes menos
alterados son menos comunes.

A ves de las áreas protegidas municipales

Las aves acuáticas

Las áreas protegidas del piso altoandino, las más cercanas a las cordilleras como La Cumbre y Siete
Lagunas, se caracterizan por la presencia de lagunas de aguas de deshielo, aún no seriamente conta-
minadas (aunque la contaminación con residuos sólidos no está ausente); en ellas se puede encontrar
numerosas especies de patos (Anas flavirostris, A. puna, A. georgica, Lophonetta specularioides, Oxyura
jamaicensis), al menos una especie de zambullidor (Podiceps occipitalis), las grandes y vistosas
huallatas (Chloephaga melanoptera), pequeños correlimos (Tringa solitaria y Actitis macularia) que
buscan con su delgado pico su alimento en el lodo de las orillas, la gaviota andina (Larus serranus), la
garza martinete (Nycticorax nycticorax), las chokas (Fulica ardesiaca y Gallinula chloropus), y visitan-

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tes que realizan grandes movimientos incluso por todo el continente sudamericano, como el cormorán
o pato cuervo (Phalacrocorax olivaceus) y la garcilla bueyera (Bubulcus ibis). En ambientes anegados, o
bordes de ríos son frecuentes las grandes bandadas del ibis puneño (Plegadis ridgwayi), aves de largos
picos que los usan para buscar invertebrados en el fango, y que aunque tienen un color predominante-
mente negro presentan singulares matices tornasolados en sus alas.
Patricia Ergueta

Grupo de huallatas (Chloephaga melanoptera).

Muchas de estas aves acuáticas, si no todas, fácilmente podrían estar en los ambientes urbanos si es que
existiesen cuerpos de agua limpios. Sólo a la gaviota andina, que es muy adaptable como otras especies
de gaviotas en el mundo, se la puede ver buscando alimento sobre los ríos contaminados o en los relle-
nos sanitarios.

La choka de pico rojo (G. chloropus) es una de las pocas que soporta la presencia humana, y se la pue-
de encontrar bastante habituada a las personas en la laguna de Cota Cota, se trata de una especie que
habita en casi todo el mundo. Pero una especie de choka más sensible es una de pico verduzco (Pardi-
rallus sanguinolentus), ella requiere de tupidos totorales u otro tipo de vegetación acuática emergente
en ambientes acuáticos limpios, actualmente sólo se la puede encontrar en humedales de Mallasa y
Mecapaca.

Las rapaces diurnas

Las grandes aves rapaces requieren de hábitats bastante conservados que alojen a sus presas. La es-
pecie más común, que puede incluso ser observada en algunos ambientes urbanos, es el pequeño hal-
concito killi killi (Falco sparverius); es relativamente abundante en las áreas protegidas donde se lo
observa sobre los cables eléctricos buscando sus potenciales presas (lagartijas y roedores). Otros dos
halcones, un poco mayores pero menos frecuentes son el halcón aplomado (Falco femoralis) y el halcón
peregrino (F. peregrinus).

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Entre las carroñeras resalta el cóndor andino o mallku (Vultur gryphus), cada vez más raro de observar,
puede vérselo en ocasiones sobrevolando sobre la Muela del Diablo, Alto de Ánimas, o La Cumbre. Las
suchas son frecuentes en las zonas bajas, dos especies, la de cabeza roja (Cathartes aura) y la de cabeza
ploma (Coragyps atratus), son atraídas por la basura del relleno sanitario de Mallasa. El alkamari o
María (Phalcoboenus megalopterus), que en realidad es parte de la familia de los halcones, es un gran
carroñero muy adaptable, que gracias a esta característica, y al igual que la gaviota andina, se lo puede
observar buscando alimento en ríos, rellenos sanitarios o basurales en la periferia de la ciudad.
Hermes Justiniano

El alkamari o María (Phalcoboenus megalopterus).

Las Águilas o mamanis (Buteo polyosoma, B. poecilochrous y Geranoaetus melanoleucos), son menos
tolerantes a la transformación humana y más exigentes de grandes áreas con disponibilidad de presas,
por eso sólo se las observa en pequeñas cantidades, en las áreas periurbanas de todos los pisos altitu-
dinales.

Es probable que existan búhos y lechuzas en algunas de las áreas protegidas, pero su observación es
bastante difícil debido a sus hábitos nocturnos y porque generalmente están presentes en bajas den-
sidades. En La Cumbre está presente una especie de lechuza pequeña que anida en el suelo o en hoyos
en las paredes arcillosas, es la lechuzita de las viscacheras (Athene cunicularia), esta especie tiene
también hábitos diurnos.

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Las perdices y otras aves terrestres de mediano porte

Las perdices sudamericanas o tinamúes, son aves especialmente miméticas, muy difícil de verlas pero
más fácil de escucharlas; podemos saber de su presencia por sus cantos o cuando levantan sus estri-
dentes vuelos explosivos que dejan desconcertado al potencial predador; también se las puede observar
desde los vehículos cuando cruzan las carreteras. Son aves que han sido particularmente cazadas por
su carne y también las personas recogían los huevos para consumirlos. Esto ha hecho que actualmente
sean muy escasas y sólo se las puede observar en las áreas periurbanas.

La pisaka (Nothoprocta ornata) es la perdiz más grande, caracterizada por su pico curvado que le permi-
te escarbar el suelo en busca de tubérculos, raíces o insectos, puede ser observada en los agrosistemas
de las partes bajas de las áreas protegidas La Cumbre y Siete Lagunas, o en las partes altas de la Muela
del Diablo. Una especie más pequeña del mismo género, la sula (Nothoprocta pentlandii), a diferencia de
la primera habita en las partes más bajas, como las laderas escarpadas de los valles secos de Mallasa y
Mecapaca. Una tercera especie, también conocida como codorniz o kullu (Nothura darwinii), es mucho
más escasa es las áreas periurbanas de La Paz, y puede ser encontrada en la región de influencia de la
Muela del Diablo coexistiendo con la pisaka.

Hay otras especies de aves de mediano porte que se las observa principalmente en el suelo buscando in-
vertebrados. Una de las más frecuentes, fácilmente reconocible por sus agudas vocalizaciones y que en
ocasiones incluso puede aproximarse a áreas habitadas por las personas, es el carpintero o yaka-yaka
(Colaptes rupicola). Se trata de una especie de pájaro carpintero que en los andes ha mudado su forma
de vida arborícola por una de forrajeo en el suelo y de nidificación en orificios de las paredes arcillosas
de quebradas. Se la puede observar en todas las altitudes y en la mayoría de las áreas protegidas pe-
riurbanas.
Alvaro Garitano - Zavala

Carpintero o yaka-yaka (Colaptes rupicola)

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El leke leke (Vanellus resplendens) está particularmente asociado a campos de cultivo o barbecho don-
de encuentra con más facilidad los invertebrados que constituyen su alimento, asi como sitios para nidi-
ficar; cuando levanta el vuelo emite su particular vocalización que recuerda su nombre. Y otra especie,
actualmente restringida sólo a las áreas protegidas de altura como La Cumbre, es el pucu-pucu (Thino-
corus orbignyianus) también de plumaje mimético con el suelo, siendo difícil percatarse de su presencia
si no fuese por sus vocalizaciones.

Las pequeñas aves especialistas

En este último subtítulo mencionaremos a las pequeñas aves que por ser menos tolerantes a las modi-
ficaciones impuestas por el ser humano en las urbes, se encuentran principalmente en las áreas pro-
tegidas periurbanas, aunque en ocasiones excepcionales podrían visitar jardines o áreas verdes en las
zonas residenciales.

Los colibríes, que encuentran mayor oferta de flores o quizás especies vegetales con las que estable-
cen una especial relación en los matorrales puneños y de valle seco presentan mayor diversidad. A las
especies antes mencionadas se añaden Leucippus chionogaster, Oreotrochilus estella y Lesbia nuna. Otra
ave nectarívora del grupo de los pinchaflores, que se presenta en áreas de menor altitud es Diglossa
sittoides.

Ciertos frugívoros y omnívoros, que aunque forrajean una amplia gama de alimentos, no se encuentran
en áreas de mayor urbanización por diferentes razones, y aparentemente dependen de arbustales y
arboledas, de altitudes intermedias y bajas. Entre ellas está Conirostrum cinereum, otro lorito totalmen-
te verde (Psilopsiagon aurifrons), una calandria muy conspicua por sus fuertes vocalizaciones (Mimus
dorsalis), y otro mirlo que se diferencia del Chiguanco por la garganta y vientre blanquecinos, presente
sólo en ambientes de valles secos (Turdus amaurochalinus).
Hermes Justiniano

Lorito o catita (Psilopsiagon aymara)

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También en las áreas protegidas se encuentran especies de granívoros que no aparecen en las áreas
urbanas. Propios de ambientes altos son Diuca speculifera, Sicalis uropygialis, Phrygilus unicolor y P. ple-
bejus, y en ambientes puneños y de valles secos P. fruticeti, P. alaudinus, Sicalis flaveola, Carduelis mage-
llanica (que conforman bandadas mixtas con las otras especies de chaiñitas antes mencionadas), y otra
especie de piquito de oro (Catamenia inornata). También se presenta una especie de paloma silvestre
del mismo tamaño que la paloma común pero diferenciable por las motas blanquecinas en los flancos de
las alas (Columba maculosa), es particularmente abundante cerca de campos de cultivos, y finalmente
una tortolita pequeña (Columbina picui), más frecuente en zonas de menor altitud.

Sin lugar a dudas, el grupo de los pequeños insectívoros es el que denota la mayor diferencia respecto a
los ambientes urbanos. La razón es que la diversidad de insectos y otros invertebrados es mayor en los
matorrales de especies vegetales nativas, donde la estructura de las plantas, las cortezas, así como la
hojarasca en el suelo, promueven una gran diversidad de microhábitats; y por su parte, las especies de
aves se han especializado en particulares modos de búsqueda y captura de los insectos.

En el grupo de los furnáridos, se hacen más comunes y abundantes los canasteros (Asthenes dorbignyi)
que ya mencionamos antes para ambientes urbanos con vegetación, y a ella se añade en zonas altas As-
thenes modesta, y las bandurritas (Upucerthia ruficaudus y Upucerthia andaecola) en zonas más bajas. En
áreas altas donde predominan los pastizales de altura existen varias especies de furnáridos terrestres
conocidos como camineras o mineritas (Geositta punensis, G. tenuirostris, G. rufipennis), que también
pueden observarse en ambientes puneños más bajos. Especialistas en el forrajeo en arbustos son las
dos especies de coluditos (Leptasthenura aegithaloides y L. fuliginiceps), por lo que se los observa en
matorrales puneños y de valles secos. Si hay límpidos arroyos aparecerá en gran abundancia Cinclodes
fuscus, un insectívoro que busca su alimento en las orillas o sobre el agua, particularmente abundante
en áreas protegidas de altura. Es bastante ubicua y está también presente en ambientes puneños y de
valle seco, viviendas humanas, incluso en acequias de campos de cultivo siempre y cuando las corrien-
tes de agua esten limpias.

El otro importante grupo de insectívoros es el de los tiránidos. Están los elegantes del género Musci-
saxicola que buscan insectos en el suelo (M. cinereus, M. rufivertex, M. flavinucha), también los que se
posan en las ramas para atrapar insectos al vuelo como Ochthoeca oenanthoides, O. leucophrys, la viudi-
ta negra (Knipolegus aterrimus), y aunque más raro un tiránido de mediano porte; Agriornis montanus.
Están también los que buscan los insectos activamente entre las hojas y ramas de los arbustos y árboles
como Elaenia albiceps, un cachudito con tintes amarillentos en el pico (Anairetes flavirostris), y el piojito
silbón (Camptostoma obsoletum), del cual es mucho más fácil escuchar sus melancólicas vocalizaciones
que observarlo. En las zonas más bajas aparecen otros tiránidos como Serpophaga munda y Stigmatura
budytoides, asociados a matorrales xerofíticos.

Algunas especies de tiránidos y parúlidos propios de bosques subtropicales de tierras bajas suelen rea-
lizar grandes desplazamientos en ciertas épocas y pueden observarse como visitantes ocasionales en
áreas con vegetación nativa. Es el caso de los robustos tiránidos Tyrannus savana, Tyrannus tyrannus y
Tyrannus melancholicus, así como otras aves medianas y pequeñas como Leistes superciliaris, Rhyncho-
cyclus olivaceus y Parula pitiayumi.

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Especies de emberícidos que adquieren una dieta insectívora-granívora en lugar de predominantemen-


te granívora, son las monteritas Poospiza hypochondria y P. boliviana. Finalmente, también aparecen
otros insectívoros voladores, como la golondrina Notiochelidon murina y el vencejo Aeronautes ande-
colus.

Aunque las áreas protegidas son el resultado de una conjunción de superficies que “escaparon” de la
urbanización, representan un valor biológico importante y singular a mantenerse, y por ahora son el
único refugio en las cercanías de las urbes para un gran número de especies de aves. Es importante que
el lector despierte su interés para conocerlas, valorarlas y protegerlas.

Pero también es importante resaltar que las aves, pese a la gran alteración ambiental que ocasionamos
con la urbanización, hacen todo lo posible por encontrar su alimento y refugio en la urbe, aunque tantas
veces ignoremos su presencia. Para ayudar a que continúen a nuestro lado y nos alegren con sus colores
y trinos, simplemente tenemos que promover la implementación de jardines en nuestros hogares, así
como organizarnos para exigir y proteger áreas verdes en los espacios públicos de nuestros barrios. Si
las áreas de mayor impacto urbano alojan a no más de diez especies silvestres de aves, y los jardines y
terrenos baldíos pueden incrementar el número a la veintena, en las áreas protegidas, (dependiendo del
ambiente en que se encuentren), podrán alojar más de 50 especies en cada una, y en conjunto todas las
áreas protegidas pueden albergar más de 90 especies de aves silvestres. Esto representa un singular
valor que debería llamarnos a visitarlas y protegerlas frente a la arrasadora ola de loteamiento y urba-
nización.

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Aves que pueden observarse en la ciudad de La Paz y alrededores. La nomenclatura hasta la familia
Turdidae sigue a Del Hoyo, J. et al. (Eds.) 1992-2006. Handbook of the Birds of the World. Linx Edicions,
Barcelona, y en adelante a Fjeldså, J y N. Krabbe. 1990. The Birds of the High Andes. Apollo Books, Sven-
dborg.

Especie A B C
Nothoprocta ornata
Nothoprocta pentlandii
Nothura darwinii
Podiceps occipitalis
Phalacrocorax olivaceus
Bubulcus ibis
Nycticorax nycticorax
Plegadis ridgwayi
Chloephaga melanoptera
Anas flavirostris
Anas georgica
Anas puna
Lophonetta specularioides
Oxyura jamaicensis
Cathartes aura
Coragyps atratus
Vultur gryphus
Geranoaetus melanoleucos
Buteo polyosoma
Buteo poecilochrous
Phalcoboenus megalopterus
Falco sparverius
Falco femoralis
Falco peregrinus
Pardirallus sanguinolentus
Gallinula chloropus
Fulica ardesiaca
Vanellus resplendens
Tringa solitaria
Actitis macularia

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Thinocorus orbignyianus
Larus serranus
Columba maculosa
Zenaida auriculata
Columbina picui
Metriopelia ceciliae
Psilopsiagon aymara
Psilopsiagon aurifrons
Athene cunicularia
Aeronautes andecolus
Colibri coruscans
Leucippus chionogaster
Oreotrochilus estella
Patagona gigas
Lesbia nuna
Sappho sparganura
Colaptes rupicola
Geositta tenuirostris
Geositta punensis
Geositta rufipennis
Upucerthia andaecola
Upucerthia ruficaudus
Cinclodes fuscus
Leptasthenura fuliginiceps
Leptasthenura aegithaloides
Asthenes modesta
Asthenes dorbignyi
Phytotoma rutila
Elaenia albiceps
Camptostoma obsoletum
Anairetes flavirostris
Anairetes parulus
Serpophaga munda
Stigmatura budytoides
Rhynchocyclus olivaceus

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Knipolegus aterrimus
Ochthoeca oenanthoides
Ochthoeca leucophrys
Agriornis montanus
Muscisaxicola cinereus
Muscisaxicola flavinucha
Muscisaxicola rufivertex
Tyrannus melancholicus
Tyrannus tyrannus
Tyrannus savana
Notiochelidon cyanoleuca
Notiochelidon murina
Troglodytes musculus
Mimus dorsalis
Turdus amaurochalinus
Turdus chiguanco
Leistes superciliaris
Parula pitiayumi
Conirostrum cinereum
Diglossa sittoides
Diglossa brunneiventris
Diglossa carbonaria
Thraupis bonariensis
Thraupis sayaca
Saltator aurantiirostris
Catamenia analis
Catamenia inornata
Sicalis uropygialis
Sicalis olivascens
Sicalis flaveola
Diuca speculifera
Phrygilus punensis
Phrygilus fruticeti
Phrygilus unicolor
Phrygilus plebeyus

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Phrygilus alaudinus
Zonotrichia capensis
Poospiza boliviana
Poospiza hypochondria
Carduelis magellanica
Carduelis xanthogastra
Carduelis atrata

(A) Áreas con el máximo efecto de urbanización; (B) Áreas urbanas con jardines,
áreas verdes y campos baldíos; (C) Áreas Protegidas periurbanas.
Observación frecuente
Observación casual

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