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Relaciones dibujo-escritura

Diferenciar la actividad de dibujar y la de escribir es importante porque la


escritura, para los niños pequeños, recupera lo que no se puede dibujar: el
nombre del objeto dibujado ("hipótesis de nombre"). Esta idea también les
sirve para interpretar los textos que aparecen acompañados de imágenes.
La escritura por sí misma no alcanza para garantizar el significado y por eso
los niños a menudo dibujan antes de escribir. La imagen, por su parte, es la
que permite interpretar la escritura (al menos tentativamente).
Tratando de interpretar, progresivamente van tomando en cuenta algunas
propiedades del texto. Pueden atender a las propiedades cuantitativas del
texto cuando aún conocen pocas letras. Eso quiere decir, tomar en cuenta
cuántos grupos de letras hay y, a veces, cuántas letras hay en cada grupo,
para ajustar la interpretación. A medida que progresan en su conocimiento
de las letras, atienden a propiedades cualitativas del texto (por ejemplo,
que pato" debe empezar con la de papá").

Propiedades cuantitativas de la
escritura
Al escribir, las letras se siguen unas a otras, en orden lineal. Pero, ¿cómo
saber cuántas letras hay que poner para escribir una palabra? Casi todos
los niños que aparecen en los video ya saben que hace falta más de una
letra para escribir una palabra. Por eso algunos ponen muchas letras,
tantas como caben de un lado a otro de la página. Esos aun no tienen
control de la cantidad de letras. Otros se plantean un problema interesante:
¿cuál es el mínimo de letras “para que diga algo”? En general, la cantidad
mínima aceptada por los niños es de tres letras. Algunos aceptan dos, pero
no muy convencidos.
En algunos videos los niños escriben todo con tres grafías. A veces
consiguen variar la cantidad de letras, guiándose por propiedades
cuantitativas del referente, o según criterios por propiedades cuantitativas
del referente, o según criterios variables. Pero en otro momento de la
evolución, el problema de la relación entre el todo y las partes cobra
relevancia. Cuando empiezan a poner tantas letras como partes-silabas
tienen las palabras (hipótesis silábica) aparecen nuevos problemas
precisamente porque hay palabras con menos de tres silabas (o sea, las
palabras bisílabas y monosílabas).

Propiedades cualitativas de la escritura


Saber cuántas letras hay que poner para que “diga algo” no es el único
problema a resolver. También hay que decidir qué letras escribir. Los niños
piensan que las mismas letras no se pueden usar en posición contigua
porque una serie gráfica con la misma letra repetida “no dice nada”. AL
escribir diferentes palabras tampoco se pueden usar las mismas cadenas
gráficas. Mucho antes de conocer el valor sonoro convencional de las letras
trabajan con las combinaciones de letras, creando diferencias y
semejanzas. Algunos niños exploran al máximo las posibles combinaciones
entre unas pocas letras.
En el inicio del periodo de fonetización de la escritura (hipótesis silábica),
esta exigencia de variedad cualitativa los lleva a enfrentar nuevos desafíos:
los niños tienen que solucionar, al mismo tiempo, el problema de la
variedad interna I(letras que no sean iguales dentro de una palabra) y el de
la correspondencia entre esas letras y la pauta sonora.

Las secuencias de letras previamente


constituidas y su difícil asimilación
La información que proporciona el medio no es incorporada de manera
directa. Los niños interpretan esa información a partir de sus esquemas
asimilatorios. AL tratar de dar sentido que ven, lo que escuchan y lo que
hacen, necesariamente actúan cognitivamente sobre la información
revivida y la transforman. Esas transformaciones pueden ser
incomprensibles para los adultos.
El nombre propio constituye una fuente de información insustituible para
construir ideas acerca del funcionamiento del sistema de escritura. Puede
ser el repertorio básico con el que algunos niños producen la escritura ya
que la escritura del nombre contradice la interpretación silábica (al leer
asignando una silaba a cada letra sobran letras).
Lo mismo ocurre con las tradicionales palabras escolares (nene, oso);
pensadas por los adultos como fáciles, para los niños son difíciles ya que
llevan letras repetidas ( recordad la exigencia de variedad intra-relacional).
El nombre propio: Uso del nombre propio como repertorio básico
Es un excelente ejemplo de cantidad mínima (siempre 3) y de combinatoria
para lograr diferenciaciones cualitativas. Además utiliza las letras de su
nombre como repertorio para escribir otras palabras. Aunque se le pide
que escriba, empieza siempre dibujando para asegurar la interpretación de
lo escrito.
Armando ha escrito su nombre, copiándolo del gafete que lleva puesto.

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