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LA COLUMNA DE CLAUDIO BALIENTE

(Desde algún rincón de la ciudad)

PELÉ: INMORTAL…
Pelé, era el nombre de un gato negro que teníamos en la casa de mis padres, allá
en la comuna de la Granja, población Malaquías Concha, mi pequeña patria. Sitios
de unos 500 metros cuadrados con viviendas inicialmente de adobes, auto-
contruídas. Agua de riego que corría a través de un canal, que pasaba por un
costado de la calle principal, y llegaba a todos los sitios por una acequia interior.
Muchos vecinos tenían frutales, una huerta y también criaban animales. En mi
casa, no éramos menos y mi madre criaba conejos, patos, gallinas, y pollos. El
Pelé se comía de vez en cuando sus pollitos. La reacción (hoy cuestionada por los
animalistas) era que el gato era lanzado lejos y muchas veces recibió sus golpes.

Pelé, se llamaba uno de los hermanos Gálvez, que allá en la Escuela N° 282 (hoy
Liceo Bellavista) tenía la costumbre de golpearnos las canillas, de puro gusto,
cuando salíamos de la escuela. Era un niño flaco, muy moreno, cara redonda y
pelo corto. Estábamos en 5° Año Básico y él en un curso más bajo. Cuando lo
enfrentábamos, en “su defensa”, se presentaban sus dos hermanos mayores con
cara de pocos amigos. (En nuestros tiempos, eso sería lo que los gringos llaman
Bulling, dijo en nuestra lengua: matonaje)

Pelé es un personaje de una novela, que en una refriega, al término de la final en


que su equipo el Estrella Roja logra el bicampeonato comunal de fútbol, recibió un
balazo en la cabeza y despertó en la Morgue después de haber recibido la
extremaunción.

Pero el verdadero PELE tuve la oportunidad de verlo jugar por primera vez en
1970. En ese histórico partido, en el que Brasil obtiene por tercera vez la copa
Mundial Jules Rimet y se la lleva definitivamente para su casa.

Fue mi primer mundial frente a un televisor. Del Mundial de fútbol de Inglaterra


(1966) tengo lejanos recuerdos escuchando uno de los partidos de Chile, en que
perdió no recuerdo con qué equipo de su grupo. Mi hermana mayor puso la radio y
escuchábamos el relato, que de vez en cuando se perdía. Ahí conocí el primer
jugador extranjero que se grabó en mi memoria: Eusebio. No supe quien ganó ese
torneo; solo recuerdo que Eusebio era tema de comentario en la radio y que
Portugal obtuvo el tercer lugar.
A Eusebio nunca lo vi jugar. A Pelé, sí y desde esa primera vez fue parte de mis
grandes referentes del fútbol y del deporte en general.

Ese día domingo 21 de junio de 1970, un día soleado, después de almuerzo


compré una hallulla y un chorizo seco en el almacén de doña Tila en la calle
Cañete, de mi pequeña patria, y me hice un sándwich. Crucé la calle y entré a la
casa de un vecino que daba “tele”. Pagué la entrada con una moneda de 10
centésimos y me senté en una banca, frente a un televisor con imágenes en
blanco y negro. No recuerdo cuántos estábamos allí, viendo ese partido. Tampoco
recuerdo si después hubo celebraciones o comentarios. En mi memoria solo está
ese partido, los goles y la formación de ese Brasil encabezado por Pelé (aunque
no era el capitán). Félix en el arco, Brito, Piazza, Carlos Alberto, Clodoaldo,
Everaldo, Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelinho. De Italia solo recuerdo a
Albertosi, su arquero.

Ese domingo, Brasil ganó 4x1. Comenzó ganando Brasil con un gol de cabeza de
Pelé. Luego, aprovechando un error defensivo, Italia logra empatar. En el segundo
tiempo, Gerson marca el 2x1 con un zurdazo. El tercer gol es de Jarzinho, tras una
habilitación de Pelé que recibe un largo pase y se la baja de cabeza para que
entre y convierta. El cuarto es otra habilitación de Pelé que espera el carrerón del
capitán Carlos Alberto para tocársela y este de un derechazo hace el cuarto gol y
se acabó todo.

A Pelé lo levantan en andas y le ponen un sombrero mexicano. Esa foto dio la


vuelta al mundo y en un Almanaque de 1971, que llegó a mis manos ese verano
del año siguiente, dentro de las noticias del año anterior, apareció esa foto.

Desde ese domingo, Pelé se integró a mi galería de personajes de los cuales


siempre te estás enterando de sus proezas, disfrutas de sus logros y se convierten
en tus referentes, aunque ellos nunca sepan de tí.

Nunca más logré ver un partido completo donde jugara Pelé, pero me fui
enterando de su despedida del Santos, del gol número mil, de su paso por el
Cosmos, de sus incursiones en el cine, en la música, de su vínculo con
Presidentes, con el Papa, con líderes de renombre mundial; entre tantos
personajes del siglo XX, con los que logró codearse de igual a igual.

Pelé, hizo realidad el sueño de miles, sino de millones, de niños que hemos
jugado esas eternas pichangas en la calle, que jugamos en los clubes de barrio, y
también de los que hoy asisten a las escuelas de fútbol: ser campeones con tu
club, hacer cientos de goles y salir campeones del mundo.

Pero no es solo eso, que muchos otros futbolistas han logrado. Pelé logró
convertirse, en un futbolista que trascendió el futbol para destacar en cuanto
ámbito de la vida socio cultural incursionó y nunca dejó de ser el futbolista que
puso sus talentos al servicio de distintas causas; aunque Maradona lo haya
acusado de servir más a los intereses de la FIFA que a los de los jugadores.
La fama tiende a marear a los pobres que logran mejorar sus condiciones de vida,
gracias a sus talentos y tener millones para gastar en cuanto gusto se les ocurra.
De Pelé, podemos decir que no se mareó con la altura. Se quedó arriba y desde
allí hizo valorar el futbol y a los deportistas como sujetos que no solo hacen
deporte, sino que son seres humanos que tienen también otras cualidades, que
poseen su opinión sobre la vida social y política, y que no deben tener miedo a
tomar partido por el lado luminoso de la humanidad.

De todos esos personajes del siglo XX, con los que estableció amistad, rescato la
que construyó con Mohamed Alí y con Nelson Mandela. Hermanados por su color
de piel (“ser negros”) y sus raíces africanas, los tres tuvieron que abrirse camino
en la vida para alcanzar el sitial que cada uno logró en los diversos ámbitos en
que alcanzaron la cima. Pelé tuvo la humildad de reconocer en ambos, esas
cualidades humanas que los destacaron por su rebeldía y su lucha contra la
discriminación racial. De ambos reconoció su heroísmo y de Mandela, en
particular, ser “un héroe, un amigo y un compañero en la lucha por el pueblo y por
la paz en el mundo”. “Fue una de las mayores influencias en mi vida".

Si Mohamed Alí es el más grande en el planeta boxeo, Pelé es el rey inmortal en


el planeta futbol. Sus trayectorias paralelas son dignas de estudiarse entre
quienes aspiran a ser deportistas de élite.

Pelé, es el único rey que tiene al planeta fútbol de territorio, que logró ser
coronado debido a la admiración por su talento y genialidad con el balón, cuyas
cualidades humanas lo distinguen lejos de esos otros reyes a los que nadie les
entregó el poder y viven parasitariamente de la riqueza de sus naciones.

Como todo ser humano, no fue perfecto, pero las críticas y reproches que recibió,
no empañan una trayectoria deportiva en que hizo del fútbol un verdadero
espectáculo, además de ser pionero en la globalización del deporte.

Para cerrar esta columna de opinión, dos mensajes de Pelé:

“Una de las principales características de los grandes deportistas es la


perseverancia. Para llegar lejos, hay que enfrentarse a la adversidad y no
rendirse, aunque las posibilidades de éxito parezcan escasas",

“A veces la vida nos plantea retos que nos obligan a salir de nuestra zona de
confort" y que puede que no sea fácil, pero nos hace crecer como personas y nos
enseña que somos capaces de mucho más de lo que pensábamos".

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