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PROGRAMA No.

0497

1 CRÓNICAS

Cap. 18:7 - 20:3

Continuamos hoy estudiando el capítulo 18 de este Primer Libro de Crónicas, que


comenzamos en nuestro programa anterior. Y dijimos que con este capítulo 18,
comenzamos una nueva sección en este estudio del Primer Libro de Crónicas, que se
extiende hasta el capítulo 20, donde se habla de las guerras en las cuales participó David.
Ahora, dijimos que, quizá alguien nos diga que hemos estado enfatizando que en estos dos
libros de Crónicas, tenemos el punto de vista de Dios. Y quizá nos pregunte alguien,
¿cómo es posible entonces, hablar de guerras? Y para contestar esa pregunta, hicimos
una declaración preliminar. Dijimos que en la epístola del apóstol Santiago, capítulo 4,
versículo 1, el apóstol nos dice: “¿De dónde vienen las guerras? El hizo esa pregunta, y
también da la respuesta; continúa diciendo: ¿No es de vuestras pasiones, las cuales
combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no
podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” En
otras palabras, podemos decir, que el problema es que detrás de las guerras, está el corazón
del hombre, y es causado por el pecado que vino a este mundo. La cuestión, entonces, es el
pecado, y no el problema de la guerra. Es muy fácil protestar contra la guerra y de eso
hemos visto bastante. Pero, uno no se libra de la guerra, protestando; quizá se logre la
finalización de una guerra, pero otra va a comenzar enseguida, porque el problema, es el
corazón del hombre. Sólo el Príncipe de Paz, podrá traer paz, verdadera paz a este
mundo. Y mientras exista el pecado en esta tierra, mientras exista la iniquidad en la

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tierra, continuarán las guerras. En realidad, las guerras son solamente el síntoma; la
enfermedad es el pecado, y ese es el problema. Pero, Dios, amigo oyente, se enfrenta al
pecado. Ahora, David, dijimos es un hombre a quien Dios ha bendecido, y como
resultado, hay enemigos suyos a su alrededor. Mientras él era un pequeño rey, el rey de
una sola tribu, no le prestaban mucha atención. Pero, ahora tiene problemas. Y Dios nos
hace saber que El tomó nota de que aun el reino de David estaba en un torbellino cuando
había guerra. Y que nosotros no debemos descuidarnos y cerrar bajo llave nuestra casa.
Señalamos que era hasta gracioso, notar que hay personas que dicen que no está bien que
una nación use armas químicas en una guerra, pero a la vez, aprueban que otros usen
armas de menor calibre, pero igual de destructivas. Por lo menos, tratan de explicar y
dicen que nosotros no entendemos cómo se siente esa gente. Pero, amigo oyente, creemos
que entendemos; esas personas son pecadoras, y ese es el problema, allí está el problema.
Luego, vimos que David tuvo una guerra con los filisteos y los derrotó y los humilló, y
recogió de esa guerra un gran botín. Y vimos también, que desjarretó los caballos de
todos los carros, excepto los de cien carros que dejó. Y dijimos que había hecho eso,
porque Dios le había dicho al rey, que nunca debía multiplicar ni caballos, ni mujeres,
aunque más tarde su hijo Salomón, multiplicó ambas cosas. Una de las cosas más
prominentes, encontradas en las ruinas de Meguido en la llanura de Esdrelón, son los
establos que tenía el rey Salomón. Allí, es donde él guardaba sus caballos. También se
pueden encontrar en Jerusalén. El los tenía por todas partes, en realidad. Salomón se
había dedicado a ese negocio. Pero David, no lo hizo. David quería, fervorosamente,
obedecer a Dios, pero era también un poco exaltado como veremos enseguida. David
cometió muchos errores y se encuentra en un mundo, en un mundo verdadero. Al leer
este capítulo 18, uno se da cuenta que él consiguió un abundante botín de guerra, y eso fue
usado más adelante. Creemos, que para la fecha que David murió, Israel había
acumulado casi todo el mercado del oro. Creemos que había mucho oro en Jerusalén en
esos días. Prosigamos ahora con los versículos 7 y 8, de este capítulo 18 del Primer Libro

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de Crónicas:

7
Tomó también David los escudos de oro que llevaban los siervos de Hadad-ezer, y los trajo
a Jerusalén. 8Asimismo de Tibhat y de Cun, ciudades de Hadad-ezer, tomó David muchísimo
bronce, con el que Salomón hizo el mar de bronce, las columnas, y utensilios de bronce.

David acumuló todo esto del botín de guerra. Continuemos con los versículos 9 hasta el 11:

9
Y oyendo Toi rey de Hamat que David había deshecho todo el ejército de Hadad-ezer rey
de Soba, 10envió a Adoram su hijo al rey David, para saludarle y bendecirle por haber peleado
con Hadad-ezer y haberle vencido; porque Toi tenía guerra contra Hadad-ezer. Le envió
también toda clase de utensilios de oro, de plata y de bronce; 11los cuales el rey David dedicó a
Jehová, con la plata y el oro que había tomado de todas las naciones de Edom, de Moab, de los
hijos de Amón, de los filisteos y de Amalec.

Sabemos que en el pasado, cada una de estas naciones eran enemigas de Israel y habían
luchado contra ella. Ahora David recibe victoria sobre todas ellas y también recibe el botín de
guerra. Podemos observar que para que David llegue a ser el rey sobre toda esa región, tiene
que echar a todos los enemigos.

El hijo de Dios, amigo oyente, tiene enemigos. Se nos dice que tenemos que ponernos la
armadura de Dios. Nuestro enemigo no es un enemigo de carne y sangre. Es un enemigo
espiritual, y el apóstol Pablo nos había señalado esto. El dijo: Porque no tenemos lucha contra
sangre y carne. La sangre y la carne no son nuestros enemigos, amigo oyente, sino que tenemos
un enemigo espiritual. Continúa el apóstol Pablo, diciendo: . . . sino contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes

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espirituales de maldad en las regiones celestes. Amigo oyente, usted y yo estamos en esta
situación en el mundo del día de hoy.

Esa idea que algunos tienen de que el creyente puede sentarse tranquilo y pasar el tiempo sin
preocuparse, haciendo arreglos con todo lo que venga en nuestra dirección, es completamente
equivocada. Usted tiene que tomar una posición. En el día de hoy, amigo oyente, necesitamos
creyentes que se pongan de pie y hagan algo. Tenemos a muchas personas que en lugar de estar
de pie, están sentadas esperando que el Señor haga algo por ellos. Esa no es la posición del
creyente. Nos vamos a dar cuenta un día, que es necesario que hagamos algo, que debemos
tomar una posición. Y eso es lo que está haciendo David. Estos son enemigos, y son enemigos
a los que se debe vencer. Los últimos versículos de este capítulo 18, del Primer Libro de
Crónicas, los versículos 12 hasta el 17, nos hablan de la victoria sobre los edomitas. Y también
nos dan los nombres de los que rodeaban a David y que ocupaban posiciones claves en su reino.
Ahora, en el capítulo 19, tenemos un incidente que nos revela que Dios tiene sentido del humor.
Pero, también nos muestra que David es un hombre que es un poco exaltado; él reacciona como
todos nosotros los seres humanos. Y aquí tenemos un incidente en el cual Dios muestra que
David, estaba muy equivocado. Sin embargo, es algo muy interesante. También muestra que
David tenía un corazón magnánimo. Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo 19, del
Primer Libro de Crónicas:

1
Después de estas cosas aconteció que murió Nahas rey de los hijos de Amón, y reinó en su
lugar su hijo.

Ahora, Amón era un enemigo de Israel. David no quería tener guerras. David había
adoptado una posición defensiva, y como ya hemos visto, él había adoptado esa posición durante
gran parte de su vida. Y el hombre de Dios, amigo oyente, se encontrará muchas veces en esa

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posición defensiva. Notará usted que, cuando nos ponemos la armadura de Dios, lo hacemos
con un propósito. ¿Es acaso, con el propósito de marchar? No. Lo hacemos para
defendernos. Y eso es de suma importancia. La tragedia de esta hora, amigo oyente, es que el
pueblo de Dios no toma su posición.

Ahora, David tenía estos enemigos, pero él quería ser un amigo de ellos. Quería ser amigo
de los hijos de Amón. ¿Qué fue lo que sucedió cuando murió Nahas el rey y reinó en su lugar
su hijo? Demos paso a la primera parte del versículo 2:

2
Y dijo David: Manifestaré misericordia con Hanún hijo de Nahas, porque también su
padre me mostró misericordia.

Si usted repasa un poco la historia de David, recordará que cuando él tuvo que cruzar al otro
lado, Amón había sido bueno con él. Leamos ahora la segunda parte del versículo 2.

2b
Así David envió embajadores que lo consolasen de la muerte de su padre. Pero cuando
llegaron los siervos de David a la tierra de los hijos de Amón a Hanún, para consolarle, . . .

Ahora, preste atención a lo que sucedió aquí en el versículo 3:

3
los príncipes de los hijos de Amón dijeron a Hanún: ¿A tu parecer honra David a tu
padre, que te ha enviado consoladores? ¿No vienen más bien sus siervos a ti para espiar, e
inquirir, y reconocer la tierra?

Podemos apreciar aquí la acusación que estos hombres, hombres jóvenes aparentemente que

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rodeaban al rey, hicieron contra los enviados de David. Ellos decían: “David no es tu amigo.
El no era amigo de tu padre. Estos hombres son espías.” Y, ¿Qué fue lo que hizo el rey,
entonces?

4
Entonces Hanún tomó los siervos de David y los rapó, . . .

Ahora, esta era una desgracia para un judío. A él se le había dicho que nunca debía afeitar
su barba. Finalicemos este versículo 4:

4b
y les cortó los vestidos por la mitad, hasta las nalgas, y los despachó.

Ellos se encontraron en una situación bastante embarazosa. Y, ya puede usted imaginarse a


esos hombres. Ese no era un día para el nudismo, y ellos estaban muy avergonzados de verse
así en público. Esto en realidad, constituyó un insulto. Este era un insulto que no se podía
pasar por alto. Y, veamos lo que hicieron ellos y lo que hizo David, aquí en la primera parte del
versículo 5:

5
Se fueron luego, y cuando llegó a David la noticia sobre aquellos varones, él envió a
recibirlos, porque estaban muy afrentados.

Estos hombres no querían ir a la presencia de David. Ellos ni querían entrar a la ciudad de


Jerusalén. Ellos no sólo habían sido avergonzados, sino que se sentían deshonrados y en su
vergüenza no querían ser vistos en público; y David sabía esto y por eso los fue a ver él mismo.
Terminemos ahora de leer este versículo 5:

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5b
El rey mandó que les dijeran: Estaos en Jericó hasta que os crezca la barba, y entonces
volveréis.

El les dijo que se quedaran en ese lugar, hasta que les volviera a crecer la barba. Y por
supuesto, amigo oyente, también van a necesitar un uniforme nuevo. Nos imaginamos que ellos
lucían muy tristes y apenados.

Y el versículo 6 nos muestra que lo ocurrido llegó a oídos de los hijos de Amón. Alguien
quizá les pudo haber dicho lo que dijo David cuando vio lo que hicieron con sus hombres.
Leamos lo que dice el versículo 6:

6
Y viendo los hijos de Amón que se habían hecho odiosos a David, Hanún y los hijos de
Amón enviaron mil talentos de plata para tomar a sueldo carros y gente de a caballo de
Mesopotamia, de Siria, de Maaca y de Soba.

Aquí podemos ver que en lugar de ser David el que quería hacer la guerra, era este nuevo rey
el que la estaba buscando. El quería demostrar que podía derrotar al rey David. Así que ahora,
sabiendo muy bien lo que había hecho, y estamos seguros que él sabía cuál sería el resultado de
su acción, que fue un insulto no sólo a los hombres de David, sino a toda la nación de Israel y a
David mismo, ahora envía a buscar ayuda de parte del ejército de Siria para poder luchar contra
David. Y David se entera de esto, como vemos en el versículo 8; leamos:

8
Oyéndolo David, envió a Joab con todo el ejército de los hombres valientes.

David sabe que un ejército se está preparando para luchar contra él, así que él le sale al
encuentro. David actúa un poco exaltado en todo esto. Leamos los versículos 9 y 10, ahora:

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9
Y los hijos de Amón salieron, y ordenaron la batalla a la entrada de la ciudad; y los reyes
que habían venido estaban aparte en el campo. 10Y viendo Joab que el ataque contra él había
sido dispuesto por el frente y por la retaguardia, escogió de los más aventajados que había en
Israel, y con ellos ordenó su ejército contra los sirios.

Los sirios tenían un ejército muy bueno; por tanto David tomó lo mejor del ejército de Israel
y lo puso contra los sirios. Ellos están llegando del norte, y del sur llega el ejército de Amón.
Veamos ahora, el versículo 11:

11
Puso luego el resto de la gente en mano de Abisai su hermano, y los ordenó en batalla
contra los amonitas.

La estrategia que utilizó Joab aquí, era muy buena. El le dijo a su hermano: “Si ellos son
más fuertes que tú, yo te ayudaré. Pero si ellos son más fuertes que yo, tú vendrás en mi ayuda;
lo haremos de esa manera.” En otras palabras, ellos utilizaban su fuerza en el lugar del ataque
de los enemigos. Ese tipo de lucha fue utilizado en los Estados Unidos, durante la guerra civil
de aquel país. Se utilizó en una batalla que fue la definitiva en la guerra. Ahora, en los
versículos 13 y 14, leemos:

13
Esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios; y
haga Jehová lo que bien le parezca. 14Entonces se acercó Joab y el pueblo que tenía consigo,
para pelear contra los sirios; mas ellos huyeron delante de él.

Joab era un verdadero soldado. El había sido enseñado por David, y él y David eran
probablemente los mejores en cuanto a estrategia militar se refiere. Ahora, el versículo 15, dice:

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15
Y los hijos de Amón, viendo que los sirios habían huido, huyeron también ellos delante
de Abisai su hermano, y entraron en la ciudad. Entonces Joab volvió a Jerusalén.

Joab volvió a Jerusalén a informar a David sobre lo acontecido en el campo de batalla. Y el


versículo 16, de este capítulo 19 del Primer Libro de Crónicas, dice:

16
Viendo los sirios que habían caído delante de Israel, enviaron embajadores, y trajeron a
los sirios que estaban al otro lado del Eufrates, cuyo capitán era Sofac, general del ejército de
Hadad-ezer.

En otras palabras, solicitaron ayuda de otros. Es decir, buscaban refuerzos para una nueva
lucha. Y leemos ahora, en los versículos 17 al 19:

17
Luego que fue dado aviso a David, reunió a todo Israel, y cruzando el Jordán vino a
ellos, y ordenó batalla contra ellos. Y cuando David hubo ordenado su tropa contra ellos,
pelearon contra él los sirios. 18Mas el pueblo sirio huyó delante de Israel; y mató David de los
sirios a siete mil hombres de los carros, y cuarenta mil hombres de a pie; asimismo mató a
Sofac general del ejército. 19Y viendo los siervos de Hadad-ezer que habían caído delante de
Israel, concertaron paz con David, y fueron sus siervos; y el pueblo sirio nunca más quiso
ayudar a los hijos de Amón.

Debemos decir que, David no quería salir a la batalla. Y aquí tenemos una tremenda
lección. Recuerde que estamos aquí viendo el punto de vista de Dios. David no quería pelear.
Dios nos presenta eso en forma clara. El quería paz con los amonitas; había hecho un gesto
pacífico hacia ellos. Pero recibió un insulto, y como dijimos antes, David era un poco exaltado.
El ve que el enemigo se está preparando para luchar contra él; por tanto envía a Joab a la batalla

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y el enemigo termina huyendo.

Pero eso no pone fin al conflicto, ellos están buscando ayuda, están tratando de conseguir
aliados para su bando. Es por eso que ahora David mismo encabeza su ejército en la batalla, y
cuando él sale a luchar, sale a luchar para ganar.

Creemos que es una tragedia para cualquier nación del mundo, salir a la guerra sin la
intención de ganarla. Eso es muy trágico. Uno no sale a la guerra simplemente por guerrear,
sino que sale, amigo oyente, para obtener la victoria.

Muchas personas que han leído pasajes como éste, dicen que Dios es un Dios sangriento.
Pero, no creemos eso, amigo oyente. Dios no es un Dios sangriento. El conoce la manera de
salvar vidas humanas. Y la forma de salvar vidas humanas, es ganando batallas, es ganando la
guerra.

Nosotros estamos viviendo en un mundo pecaminoso. Estamos viviendo en un mundo cruel,


brutal, y las cosas no son muy lindas ni atrayentes. Estamos en un mundo antiguo, lleno de
maldades. Si usted repite lo que dijo Browning: “Dios está en el cielo y todo anda bien en el
mundo,” entonces usted, amigo oyente, no está mencionando lo que las Escrituras dicen, y no
está dando el punto de vista de Dios.

Al leer estos capítulos, estamos observando cómo ve Dios las cosas. Y podemos decir que
para nosotros personalmente, es una cosa extraordinaria. Creemos sinceramente que ésta es una
de las grandes secciones de la Palabra de Dios.

Estamos en días de demasiado libertinaje; días de gente mal hablada; días en los que ya no

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tenemos honradez personal, ni integridad personal, ni sinceridad humana. Quizá nos digan que
nuestras naciones están enfermas; pero el problema, amigo oyente, es individual. El problema
es más bien personal. En estos días estamos permitiendo cualquier clase de cosas. Estamos en
un mundo de pecado. Estamos en un mundo donde se debería obedecer la ley, y los criminales
deberían ser castigados. No es la situación ideal. Dios no dijo que era ideal. Dios dijo que
mientras estemos en un mundo como el nuestro es necesario que el hombre fuerte proteja su
casa; y ese es el punto de vista de Dios sobre esto, lo cual lo hace sumamente interesante.

Mas adelante vamos a ver el pecado más grande que David cometió. Y no tenía nada que
ver con Betsabé. Pero, veremos ese gran pecado de David, más de cerca. Y es una de esas
cosas que la gente comenta como si no tuviera demasiada importancia. Ellos, no pueden ver en
realidad que este sea un gran pecado. Todos, por alguna razón, y hasta nosotros, pensamos que
el pecado que cometió David con Betsabé, fue algo terrible. Estamos de acuerdo, que ese fue un
pecado terrible, pero aun así, vamos a ver el pecado más grande que cometió David, y ese es el
que Dios menciona, porque fue un pecado espiritual, un pecado que no afectará la salvación de
David, pero que sí afectará a David personalmente, y a la nación de Israel, en su relación con
Dios.

Y así concluimos el estudio de este capítulo 19 del Primer Libro de Crónicas. Pasando
ahora, al capítulo 20, vemos que hay dos enemigos. Enemigos constantes, persistentes. Casi se
podría decir, eternos enemigos de la nación de Israel, y en especial de David. Uno de ellos, eran
los hijos de Amón y el otro, los filisteos. Y debemos decir aquí, amigo oyente, que no hay tal
cosa como un arreglo. Hay ciertas cosas que deben ser decididas de una manera u otra, quizá
con una lucha. En el día de hoy, amigo oyente, estamos luchando contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes. Si usted es un hijo de Dios, también es un soldado de Dios.
Es por eso, que se nos indica que debemos ponernos la armadura de Dios. Nosotros no tenemos
que marchar contra nadie. Tenemos que estar firmes, y eso es lo importante. Si usted, amigo

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oyente, se mantiene firme en las cosas de Dios, entonces, usted está en una batalla. Usted está
en una guerra, quiéralo o no lo quiera. Las guerras pueden terminar en Asia, en Africa y en
Europa, y aun en el hemisferio occidental. Pero ellas, continuarán mientras exista el mal en el
mundo. Leamos, pues, los primeros tres versículos de este capítulo 20, del Primer Libro de
Crónicas:

1
Aconteció a la vuelta del año, en el tiempo que suelen los reyes salir a la guerra, que Joab
sacó las fuerzas del ejército, y destruyó la tierra de los hijos de Amón, y vino y sitió a Rabá.
Mas David estaba en Jerusalén; y Joab batió a Rabá, y la destruyó. 2Y tomó David la corona
de encima de la cabeza del rey de Rabá, y la halló de peso de un talento de oro, y había en ella
piedras preciosas; y fue puesta sobre la cabeza de David. Además de esto sacó de la ciudad
muy grande botín. 3Sacó también al pueblo que estaba en ella, y lo puso a trabajar con sierras,
con trillos de hierro y con hachas. Lo mismo hizo David a todas las ciudades de los hijos de
Amón. Y volvió David con todo el pueblo a Jerusalén.

Al leer esto, encontramos algo un poco extraño, ¿no le parece? Parecería que en esta
ocasión Joab fuera el agresor. Ahora, puede que eso fuera cierto, pero si usted quiere acusarlo,
amigo oyente, entonces ha olvidado ya las cosas que vimos anteriormente.

Recuerda que David hizo una oferta de paz hacia el joven rey de Amón, cuando murió el rey
Nahas; él envió sus condolencias. Fue inmediatamente insultado, y el nuevo rey se lanzó contra
el rey David en guerra abierta. Así que esto que estamos viendo es simplemente la continuación
de lo que comenzó, y que hemos estado considerando anteriormente.

No se puede hacer arreglos con el mal. Mientras exista la luz y la oscuridad, y mientras
exista el bien y el mal, tiene que haber conflictos. El bien y el mal, amigo oyente, no se pueden

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poner de acuerdo. Hay quienes opinan en nuestros días, que estos dos se pueden sobrellevar;
pero eso es totalmente equivocado. ¿Pueden acaso dos caminar juntos, si no estuvieren de
acuerdo? Si usted está andando con el mal, es porque se ha puesto de acuerdo con el mal.
Usted ha consentido con lo que es. Y esto es algo que el mundo está olvidando.

Pues, bien, vamos a detenernos aquí, porque se nos acabó el tiempo. Continuaremos, Dios
mediante, en nuestro próximo programa. ¡Que Dios le bendiga muy ricamente!

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