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POSTMAN
Tomado de Transactions of tre New York Academy of Sdenies, Senes II, 1945, V III,
61-81. Reproducido con la debida autorización de los autores y del editor.
LA PSICOLOGÍA BASICA DEL RUMOR 61
afectó la vida de todo el mundo. Y era ambiguo porque nadie parecía seguro de
la amplitud, razones y consecuencias deí ataque. Como las dos condiciones de
todo rumor —importancia y ambigüedad— alcanzaban un punto máximo, nos en
frentamos con un flujo sin precedentes de lo que más tarde recibió el nombre de
«rumores de Pearl Harbour». Se dijo que nuestra flota había quedado «barrida»,
y que Washington no se atrevía a decir hasta qué punto habían sido grandes los
daños sufridos y que Hawai estaba ya en manos de los japoneses. Tan difundidos
y desmoralizadores eran esos bulos que el 23 de febrero de 1942 el presidente
Roosevelt dedicó toda una charla radiofónica a negar tan perniciosos rumores y a
confirmar el informe oficial sobre las pérdidas sufridas.
¿Esta garantía solemne dada por el comandante en jefe devolvió la confianza
al pueblo y eliminó los bulos basados en el temor y en el recelo? Casi por casualidad
tuvimos ocasión de conocer ciertos datos objetivos sobre esta cuestión. El 20 de fe
brero, antes de hablar el presidente por la radio, preguntamos a unos doscientos es
tudiantes á t .college si consideraban que nuestras pérdidas en Pearl Harbour eran
«mayores», «mucho mayores» o «no mayores» que las que se habían citado en el
informe oficial dé Knox. El 68 por ciento de los estudiantes habían creído los ru
mores desmoralizadores de preferencia al informe oficial e insistieron en que las
pérdidas eran «mayores» o «mucho mayores» de lo que decía Washington. Y enton
ces se produjo la charla del presidente. El 25 de febrero se hizo a un grupo equiva
lente de estudiantes la misma pregunta. Entre los que no habían leído u oído la
diaria, la proporción de los que creían en el rumor seguía siendo de unas dos terce
ras partes, aproximadamente. Pero entre los que habían oído la charla del presi
dente el número de personas que creían en el rumor disminuyó en un 24 por ciento.
Es importante destacar que, a pesar de los esfuerzos denodados de la autoridad má
xima por mitigar la ansiedad, el 44 por ciento, aproximadamente, de la población
estudiantil examinada se sentía demasiado profundamente afectada por el aconte
cimiento y por los rumores consiguientes y por ello no podía~aceptar esa afirmación
tranquilizadora del presidente.
El año 1942 estuvo caracterizado por oleadas de rumores análogos inspirados
en el miedo. Se desorbitaban las pérdidas sufridas en la guerra marítima. Knapp
cita el caso de un barco carbonero que se hundió accidentalmente cerca del canal
del cabo Cod. Tan grande fue la ansiedad de la población de Nueva Inglaterra que
ése incidente se convirtió en un relato fantástico de un barco norteamericano tor
pedeado en el que morían miles dé enfermeras que iban á bordo (1944).
Como ya hemos dicho, esos bulos incontrolados se dében a la gran importancia
del sujeto para el ciudadano medio y a la ambigüedad que tiene para él la situa
ción objetiva. Esta ambigüedad puede derivarse de un fallo de la comunicación, o
de la falta total de noticias auténticas, lo cual suele ocurrir a veces en los países
que están en guerra o en los grupos aislados de soldados que no tienen fuentes
de noticias dignas de confianza. También puede deberse su ambigüedad al hecho
de conocer noticias que son contrapuestas y que no son más creíbles las unas que
las otras. También puede ocurrir (como en el caso de los bulos sobre Pearl Harbour)
que muchas personas no se fíen de la sinceridad de la administración y de la cen
sura militar. Según fue progresando la guerra, se logró rápidamente un mayor
gradó de confianza en nuestro servicio de información y los rumores remitieron en
esa misma proporción.
Además dé los rumores de 1942, que persistieron hasta que empezó ya a verse
daro d horizonte de la victoria, existe un número mucho más grande todavía de
rumpres basados en la hostilidad cuyo téma se refiere siempre a los defectos, des-
lealtad o ineficacia de un grupo especial de cobeligerantes. Las víctimas más fre
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Dejando ahora a un lado el marco social más amplio d d problema, nos pregun
taremos .cuáles son los procesos del cerebro humano que explican las deformacio
nes y exageraciones espectaculares que intervienen en el proceso de difusión dé
rumores y que acarrean tan graves daños a la concienda y a la información
públicas.
Como es muy difícil seguir con todo detalle la pista de un rumor en la vida
cotidiana, hemos intentado, mediante una técnica experimental, estudiar el mayor
número posible de fenómenos básicos en condidones de laboratorio rdativamente
bien controladas.
Nuestro método es muy sencillo. Se proyecta una diapositiva en la pantalla.
Normalmente/ se emplea un gráfico semi-draimático en el que hay un gran número
de detalles mutuamente relacionados. Seis o siete sujetos que no han visto esa
imagen esperan en la sala adyacente. Entonces entra uno de ellos y se le coloca
en un sitio desde el que no puede ver la pantalla. Una persona del auditorio (o el
propio experimentador) describe la imagen, dando unos veinte detalles de la mis
ma. Entra entonces un segundo sujeto que se pone en pie junto al primero que le
ementa todo lo que sabe sobre la imagen. {Todos los sujetos han recibido la con
signa de contar «lo más exactamente que puedan lo que han oído»). A continuación
ocupa su asiento el primer sujeto y entra un tercero que oye la historia contada
por el segundo. Cada uno de los sujetos que se van sucediendo oyen y repiten la
historia de ese mismo modo. Así pues, él auditorio puede comprobar la degenera-
ción del rumor comparando las versiones sucesivas con la imagen-estímulo que
permanece en la pantalla durante todo el experimento. Se ha empleado ese pro
cedimiento con más de cuarenta grupos de sujetos, entre los cuales había estu
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Es necesario reconocer ante todo que en cinco aspectos esta situación experi
mental no reproduce exactamente las condiciones de la difusión de rumores en la
vida real. 1) El efecto del auditorio es considerable y tiende a crear una sensa
ción de cautela y a abreviar la descripción que se está dando. Cuando no existe tal
auditorio, los sujetos dan, por término medio, dos veces más detalles que cuan
do existe el público. 2) El efecto de las instrucciones consiste en elevar al má
ximo la exactitud y suscitar precaución o cautela. Normalmente, cuando se difunden
rumores no existe un experimentador crítico que pueda comprobar si se repite
exactamente y fidedignamente el relato. 3) No existe la oportunidad de que los su
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L a « nivelación »
L a «acentuación »
acentúa con frecuencia el tiesto que cae de una ventana en una imagen presentada
en ia pantalla. De hecho, el «motivo de la caída» puede extenderse a otros objetos
como por ejemplo el puro que está fumando un hombre en esa misma imagen. En
un rumor concreto se dice que está cayendo (igual que el tiesto) aunque en reali
dad está firmemente sujeto entre los dientes de esa persona.
A veces se logra la acentuación adscribiendo un movimiento a unos objetos que
están en realidad fijos o inmóviles. A si por ejemplo, se suele decir que está en
movimiento el metro, que está claramente parado en una estación.
El tamaño relativo es también un determinante primario de la atención. Los
objetos que destacan por su tamaño tienden a ser retenidos y a ser acentuados.
El primer informador destaca su prominencia y cada uno de los siguientes recibe
una impresión de esa magnitud. A continuación, proceden a acentuar esa impre
sión en su memoria. Y el negro corpulento se convierte en «cuatro negros» o incluso
en «la estatua gigantesca de un negro.»
Existen determinantes verbales de la atención además de los físicos. Así por
ejemplo, existe la acusada tendencia a que persistan los marchamos o calificativos,
especialmente si sirven para centrar el relato. Normalmente se suele introducir la
descripción de una imagen con cierta versión o afirmación: «se trata de una es
cena de batalla» y este calificativo persiste durante toda la serie de reproducciones.
Otro relato suele empezar con la afirmación: «Es la descripción de un motín
racial».
Para explicar ese tipo de acentuación, hemos de aludir el deseo del sujeto de
lograr cierto esquema parcial y temporal para su relato. Esta orientación es esen
cial en la vida normal y constituye una necesidad incluso cuando se trata simple
mente de un material imaginario.
Otro fáctor adicional que explica la retención preferencial de los calificados es
peciales y temporales es el efecto de primacía. Es muy probable que el elemento
que ocupe el primer lugar en la serie se recuerde mejor que los siguientes. Nor
malmente, el «calificativo» que indica la procedencia y el lugar está al principio
de la descripción y por consiguiente se beneficia de ese efecto.
La acentuación se produce también en relación con símbolos familiares cono
cidos. En una serie de relatos, una cruz y una iglesia constituyen los puntos más
frecuentemente mencionados aunque en la imagen original eran tan sólo detalles
relativamente de menor importancia. Esos símbolos tan conocidos «vehiculan» un
significado y son familiares para todo el mundo. El sujeto se siente seguro al descri
birlos porque tiene» una concreción conocida y acostumbrada de la que carecen
otros detalles de la imagen. La retención de los símbolos familiares favorece el
proceso de convencionalización que es un aspecto tan importante de los rumores.
En dos de nuestras imágenes hay una porra, símbolo de la autoridad de la policía
y una navaja, símbolo estereotipado de la violencia negra. Estos símbolos se con
servan y acentúan en todos los casos.
Las explicaciones añadidas por el informador a la descripción que le transmi
ten constituyen una forma final de acentuación. Representa la tendencia a poner
una «empalizada» a «adornar» un relato que si no quedaría incompleto. Pone de
manifiesto el «afán de encontrar un significado» que normalmente acosa al suje
to que se encuentra en una situación no estructurada. Esa necesidad de acentuación
mediante una explicación resulta especialmente fuerte cuando el relato h a queda
do gravemente deformado y la descripción contiene extremos inverosímiles e in
compatibles. En un ejemplo concreto, un sujeto que había recibido una descripción
bastante confusa de la escena del metro (Fig. 1) dedujo que había debido de produ
cirse «un accidente». Esta explicación resultó bastante plausible a los oyentes suce
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sivos y por ello no solamente fue aceptada por ellos sino además acentuada en su
descripción.
En los rumores de la vida normal, la acentuación a través de una introducción
de explicaciones especiales es muy ostensible. Y de hecho, como ya hemos dicho,
una de las principales funciones de un rumor consiste en explicar las tensiones
personales. El hecho de aceptar los bulos sobre los despilfarros del Ejército o los
privilegios especiales de los funcionarios podría «explicar» la escasez de alimentos
y las incomodidades en general. Y por ello, estas historias tienen gran aceptación.
Esta es quizá la ocasión para estudiar la tesis tan popular de que los rumores
tienden a crecer como bolas de nieve, y a resultar muy prolijos y complejos. En
realidad, el rumor tiende hacia la brevedad, ya sea en el laboratorio o en la vida
real. La exageración que pueda producirse es casi siempre una acentuación de una
característica inherente a la situación-estímulo original. Esta deformación provocada
por acentuación tiene por supuesto un enorme alcance; pero no nos parece que
se requiera la categoría de «prolijidad» o «complejificación» para explicar los cam
bios que observamos.
L a a sim ila c ió n
familiares muy fuertes en la mente del oyente y fijan para él las categorías según
las cuales debe pensar y conceptuar ese acontecimiento y el valor que debe adscri
birle. Un «cuco» con un traje de tratante tiene mucho más significado e impacto
que palabras más objetivas tales como, por ejemplo: «un negro con pantalones
bombachos y un sombrero de ala ancha, etc.» (figura i); Los rumores se expresan
normalmente en estereotipos verbales que implican un prejuicio como, por ejemr
pío: «emboscado», «espía japonés», «pez gordo», «sueco atontolinado»; «intelec
tual de pelo largo», etc, etc.
Asimilación al interés
Ocurre a veces que una imagen en la que se ven unos trajes de mujer, y que
constituyen un detalle trivial en la escena original se convierte en los relatos su
cesivos, en una descripción que versa exclusivamente sobre trajes. Esta acentúa-
cióh se produce cuando el rumor es contado por grupos de mujeres pero nunca
cuando son hombres quienes hacen el relato.
Se utilizó una imagen sobre la policía empleando como sujetos a un grupo de
funcionarios del cuerpo. Toda la reproducción centró en tomo al policía (con el
cual indudablemente los sujetos sintieron gran simpatía e «identificación»). Por otra
parte, la porra, símbolo de su poder, queda grandemente acentuada y se convierte
en el principal objeto de la controversia. En su conjunto, el relato tiene un carácter
de protección del policía y es parcial a este respecto.
Asimilación al prejuicio
Aunque en una situación experimental es muy difícil obtener distorsiones que
se deban al odio; contamos, sin embargo, en nuestro material con ciertas oportu
nidades de descubrir el complejo hostil de las actitudes raciales.
Ya hemos aludido a la imagen en la que había un hombre blanco que lleva en
la manó una navaja mientras discute con un negro. En más de la mitad de los ex
perimentos realizados con esa imagen, en el relato final se decía que quien tenía la
navaja en la mano era el negro (y no el blanco) y varias veces se le describía como
persona que «la agita en el aire» o que «amenaza con ella» al hombre blanco (Fi
gura 1).
No podemos decir de un modo concluyente que esa siniestra distorsión refleje
odio y temor hacia los negros. En algunos casos, esas emociones más profundas
pueden constituir el factor asimilativo operante. Y sin embargo, la distorsión pue
de producirse incluso en sujetos que no tienen un prejuicio contra los negros. Es
un estereotipo cultural inconsciente que el negro tiene un carácter muy fuerte y
que es muy aficionado a emplear las navajas como arma. Aunque sea un rumor
malévolo, puede reflejar principalmente una asimilación del relato a los «Clichés»
verbales y a las perspectivas convencionales. En este caso, puede ocurrir que la
distorsión no implique una asimilación a la hostilidad. Por supuesto, gran parte
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E l p r o c e so de integración
R eferencias
Bartlktt, F. C.: Remembering. Cambridge, K napp, R. H .: “A psychology oí rum or”,
England: Cambridge University Press, Pub. Opin. Quart., 1944, 8, 22-37.
1932.