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ANEXO I

AMOR DE DIOS

“Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y
manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las
alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser
humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Después los
bendijo Dios con estas palabras: «Sed fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y
sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que
serpea sobre la tierra.» Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe
sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros
será de alimento” (Gn 1,26-29).
“Yahveh pasó por delante de él [Moisés] y exclamó: «Yahveh, Yahveh, Dios misericordioso
y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad” (Ex 34,6).
“Como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu gloria, pues tu amor es
mejor que la vida, mis labios te glorificaban” (Sal 63,3-4).

“Cuando digo: «Vacila mi pie», tu amor, Yahveh, me sostiene” (94,18).

“Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque es fuerte el amor
como la Muerte, implacable como el seol la pasión. Saetas de fuego, sus saetas, una llama
de Yahveh. Grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si alguien
ofreciera su patrimonio a cambio del amor, se haría despreciable” (Ct 8,6-7).
“Que el amor de Yahveh no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura; cada mañana se
renuevan: ¡grande es tu lealtad!” (Lm 3,22-23).
“No desdeñes, hijo mío, la instrucción de Yahveh, no te dé fastidio su reprensión, porque
Yahveh reprende a aquel que ama, como un padre al hijo querido” (Pr 3,11-12).
“Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo
habrías hecho” (Sb 11,24).
“Eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo” (Is 43,4a).
“Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, más mi amor de tu lado no se
apartará y mi alianza de paz no se moverá - dice Yahveh, que te quiere-” (Is 54,10).
“Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn
15,9).
“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”
(1Jn 3,1).
“Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. Y nosotros hemos conocido el
amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es Amor y quien permanece en el amor
permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,8.16).
ANEXO II
PECADO

“Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte
y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rm 5,12).
“Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un
esclavo” (Jn 8,34).
“Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre” (Sal 51 [50],7).
“Quien comete el pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio” (1Jn 3,8a).
“Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje,
idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones,
envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Ga 5,19-21).
“Luego llamó a la gente y les dijo: «Oíd y entended. No es lo que entra en la boca lo que
contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre.»
Tomando Pedro la palabra, le dijo: «Explícanos la parábola.» El dijo: «¿También vosotros
estáis todavía sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que entra en la boca pasa al
vientre y luego se echa al excusado? En cambio, lo que sale de la boca viene de dentro del
corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón salen las intenciones
malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Eso es lo
que contamina al hombre; que el comer sin lavarse las manos no contamina al hombre.»”
(Mt 15,10-11.15-20).
“Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte
y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rm 5,12).
“Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un
esclavo” (Jn 8,34).
“Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre” (Sal 51 [50],7).
“Quien comete el pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio” (1Jn 3,8a).
“Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje,
idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones,
envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Ga 5,19-21).
EXAMEN DE CONCIENCIA
Qué confesar
«El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al
sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerde, tras
examinar cuidadosamente su conciencia. La confesión de las faltas veniales, está
recomendada vivamente por la Iglesia». (Catecismo de la Iglesia Católica, 1493).
Examen de conciencia
Consiste en interrogarse sobre el mal cometido y el bien realizado: hacia Dios, el prójimo y
nosotros mismos.
En relación a Dios
¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad? ¿Participo regularmente en la Misa los
domingos y días de fiesta? ¿Comienzo y termino mi jornada con la oración? ¿Juro en vano
el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos? ¿Me he avergonzado de manifestarme como
católico? ¿Qué hago para crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago? ¿Me
revelo contra los designios de Dios? ¿Pretendo que Él haga mi voluntad?
En relación al prójimo
¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo? ¿Juzgo sin piedad tanto de
pensamiento como con palabras? ¿He calumniado, robado, despreciado a los humildes y a
los indefensos? ¿Soy envidioso, colérico, o parcial? ¿Me avergüenzo de la carne de mis
hermanos, me preocupo de los pobres y de los enfermos? ¿Soy honesto y justo con todos o
alimento la cultura del descarte? ¿Incito a otros a hacer el mal? ¿Observo la moral conyugal
y familiar enseñada por el Evangelio? ¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación
de mis hijos? ¿Honro a mis padres? ¿He rechazado la vida recién concebida? ¿He
colaborado a hacerlo? ¿Respeto el medio ambiente?

En relación a mí mismo
¿Soy un poco mundano y un poco creyente? ¿Cómo, bebo, fumo o me “divierto” en
exceso? ¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes? ¿Cómo utilizo mi
tiempo? ¿Soy perezoso? ¿Me gusta ser servido? ¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de
pensamientos, de acciones? ¿Nutro venganzas, alimento rencores? ¿Soy misericordioso,
humilde, y constructor de paz?

Acto de contrición
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta
hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que por tu infinita misericordia me has
de conceder el perdón de mis pecados, y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

ANEXO III
JESÚS NOS HA SALVADO
“Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados.»” (Mt 1,21).
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él
no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17).
“En él [Cristo] tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según
la riqueza de su gracia” (Ef 1,7).
“Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son justificados por el don de su
gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús” (Rm 3,23-24).
“En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre ¡con cuánta más
razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por
uno solo, por Jesucristo! Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los
hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la
justificación que da la vida. En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre,
todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán
constituidos justos” (Rm 5,17-19).
“Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos.” (Hch 4,12).
 “Si llamáis Padre a quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según sus obras,
conducíos con temor durante el tiempo de vuestro destierro, sabiendo que habéis sido
rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o
plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo,
predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa
de vosotros” (1P 1,18-20).
“Sus discípulos llevaron a Juan todas estas noticias. Entonces él, llamando a dos de ellos,
los envió a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?»
Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado a decirte:
¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» En aquel momento curó a muchos
de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les
respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan,
los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres
la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!» (Lc 7,18-23).
“La Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Porque la
Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo” (Jn
1,14.17).

ANEXO IV
FE Y CONVERSIÓN
“Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué
hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se
haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo” (Hch 2,37-38).
“Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los
Cielos ha llegado.»” (Mt 4,17).
“Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti” (Lc 15,18).
“«Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él
ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo
también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10,32-33).
“Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero ¿cómo invocarán a aquel en
quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se
les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Como dice la Escritura: ¡Cuán
hermosos los pies de los que anuncian el bien! Pero no todos obedecieron a la Buena
Nueva. Porque Isaías dice: ¡Señor!, ¿quién ha creído a nuestra predicación? Por tanto, la fe
viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo” (Rm 10,9.13-17).
“No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores.»” (Lc 5,32).
“Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15,7).
“No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino
que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos
lleguen a la conversión” (2P 3,9).
“Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los
vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza” (Mt 8,26).
“En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo
al paralítico: «¡Ánimo!, hijo, tus pecados te son perdonados.»” (Mt 9,2).
“«Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis
a este monte: "Desplázate de aquí allá", y se desplazará, y nada os será imposible.»” (Mt
17,20).
“Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis.” (Mt 21,22).
“Si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros. Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si
puedes! ¡Todo es posible para quien cree!» Al instante, gritó el padre del muchacho:
«¡Creo, ayuda a mi poca fe!» (Mc 9,22b-24).

ANEXO V
LA PROMESA DEL PADRE

“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a


vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16,7).
“Esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo
de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su
Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el
otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos ellos me conocerán del más
chico al más grande -oráculo de Yahveh-” (Jr 31,33-34a).
“Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas
vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un
espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis
y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis
mi pueblo y yo seré vuestro Dios” (Ez 36,25-28).
“«Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Jl 3,1-
2).
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino
del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la
que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se
posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hch 2,1-4).
“«Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte
permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.»” (Lc 24,49).
“Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de
pocos días». recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.»” (Hch
1,5.8).
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha
sido dado” (Rm 5,5).
“Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un
espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos
adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu
para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de
Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados”
(Rm 8,14-17).

ANEXO VI
LA COMUNIDAD
“Te heredará uno que saldrá de tus entrañas.» Y sacándole afuera, le dijo: «Mira al cielo, y
cuenta las estrellas, si puedes contarlas.» Y le dijo: «Así será tu descendencia.» Y creyó él
en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia” (Gn 15,4-6).
“Todas estas son las tribus de Israel, doce en total, y esto es lo que les dijo su padre,
bendiciéndoles a cada uno con su bendición correspondiente” (Gn 49,28).
“Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que
estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios” (Mc
3,13-15).
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he
amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois
discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»” (Jn 13,34-35).
“Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su
incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto
resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la
creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc 16,14-
16).
“Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y
Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas
de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de
algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1,13-14).
“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan
y a las oraciones. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus
posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno.
Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan
por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y
gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los
que se habían de salvar” (Hch 2,42.44-47).
“Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es
su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo” (Ef 1,22-23).
“Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un
mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma
mentalidad y un mismo juicio” (1Co 1,10).
“Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación
con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos
unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo
de la paz (Ef 4,1-3).

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