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FRAGMENTOS DE

VENGANZA Y MUERTE
FRAGMENTOS
DE VENGANZA
Y MUERTE

Cuentos de terror y misterio

OBRA ANTOLÓGICA
Escrita por:

Markvander López Torres


Erika Mikán Quijano.
Karen Mikán Quijano
Erika Mikán Quijano
Alejandra De La Ossa Zuluaga
Isabella Almonacid Duran
Adrian Balanta
Carlos León-Anuare
María Molano Giraldo
Herly Arguello Amado
Juan Peña Orozco
Jhonatan Alvarez Ordosgoitia
Joselianna Tinedo.
Sofía Cañas Hernández
Carlos Noriega Muñoz
Christian Echeverry
Lina Parra Moreno
Cesar Augusto
Lissa Reyes Camacho
Jair Ruiz Marchena
Melanie Vargas
Jeison Márquez Cueto
María Mesa
José Cuello Cuello
Fragmentos de venganza y muerte

©Markvander López Torres, ©Erika Mikán Quijano, ©Karen Mikán Quijano, ©Erika Mikán
Quijano, ©Alejandra De La Ossa Zuluaga, ©Isabella Almonacid Duran, ©Adrian Balanta, ©Carlos
León-Anuare, ©María Molano Giraldo, ©Herly Arguello Amado, ©Juan Peña Orozco, ©Jhonatan
Alvarez Ordosgoitia, ©Joselianna Tinedo, ©Sofía Cañas Hernández, ©Carlos Noriega Muñoz,
©Christian Echeverry, ©Lina Parra Moreno, ©Cesar Augusto, ©Lissa Reyes Camacho, ©Jair Ruiz
Marchena, ©Melanie Vargas, ©Jeison Márquez Cueto, ©María Mesa y ©José Cuello Cuello.

www.itaeditorial.com

ISBN: xxxxxxxxxxxxxxx
Sello: Independently published
2022
Publicado en Colombia
Páginas: 215
Diseño de portada: ©

Aviso legal: Se prohíbe la reproducción total o parcial de la presente obra, restringiendo, además,
cualquier compendio, mutilación o transformación de la misma por cualquier medio o
procedimiento. Los comentarios descritos en la presente obra, realizados a título personal, no
corresponde a pensamientos de la compañía, sino a aseveraciones particulares de los autores. Se
permite la reproducción parcial, con el debido crédito al autor y a la Editorial
ÍNDICE

Prólogo...........................................................................9
Diario de un esquizofrénico ........................................ 11
Por Markvander López Torres ...........................................11
La cortina con pies ...................................................... 44
Por Erika Valentina Mikán Quijano ..................................44
Efectos secundarios ..................................................... 49
Por Karen Mikán Quijano y Erika Mikán Quijano .........49
Un pueblo un poco diferente ....................................... 51
Por Alejandra De La Ossa Zuluaga ...................................51
Mi familia..................................................................... 60
Por Isabella Almonacid Duran ...........................................60
Hacienda la portentosa ............................................... 63
Por Adrian Balanta ...............................................................63
La huida ....................................................................... 66
Por Carlos Anuare ................................................................66
La impune anatomía de un cuerpo decadente ............ 72
Por María Molano Giraldo ..................................................72
El secuestro ................................................................. 85
Por Herly Arguello Amado .................................................85
E-go-cen-tris-mo ......................................................... 86
Por Juan Pablo Peña Orozco ..............................................86
La casa de los clamores ............................................... 87
Por Jhonatan Álvarez Ordosgoitia .....................................87
Oscuridad de una noche. ............................................ 98
Por Joselianna Tinedo ......................................................... 98
Liaxor ......................................................................... 103
Por Sofía Cañas Hernández .............................................. 103
El perseguido ............................................................. 112
Por Carlos. Noriega ........................................................... 112
El juguete invertebrado ............................................. 122
Por Christiam Echeverry. .................................................. 122
Resuena ...................................................................... 131
Por Lina Parra Moreno...................................................... 131
Camille, la niña solitaria ............................................ 144
Por César Augusto ............................................................. 144
Cuarentaiún ovejas ..................................................... 167
Por Lissa Reyes Camacho ................................................. 167
Lujuria y avaricia........................................................ 170
Por Jair Ruiz Marchena ..................................................... 170
Sombras blancas ........................................................ 181
Por Melanie Vargas ............................................................ 181
Día de santos .............................................................. 194
Por Jeison Márquez Cueto ................................................ 194
El profesor .................................................................. 198
Por María Mesa ................................................................... 198
El renacimiento ..........................................................209
Por José Cuello ................................................................... 209
Prólogo

Creamos el fuego, nos reunimos a su alrededor y lo hicimos


nuestro hogar, sin embargo, siempre hemos querido
escaparnos de él, recorrer los oscuros rincones que su luz no
alcanza. Hemos recorrido los más misteriosos caminos y
nuestra mente ha llegado a lugares inimaginables; allí en la
espesa niebla del bosque de nuestra curiosidad descubrimos de
lo que somos capaces. Es quizás esa una de las capacidades
más maravillosas del hombre, pero también la más aterradora.
¿Qué hay en tu lado más oscuro? ¿Sabes cuáles son tus
límites? ¿Estás dispuesto a entregarte a la incertidumbre
absoluta con tal de recorrer lo desconocido? Ya decía alguna
vez Edgar Allan Poe: “Para nada me asusta el peligro, pero sí
la consecuencia última: el terror”. Si queremos llegar al otro
lado, debemos estar dispuestos a perder nuestra cordura en el
camino, a sacrificar nuestra paz y a enfrentar nuestros miedos.
En esta obra antológica titulada Fragmentos de venganza y muerte,
24 autores nos invitan a apagar la luz y a perdernos con ellos
en tenebrosas historias llenas de suspenso, reunidas en la
convocatoria del mes de octubre realizada por ITA Editorial,
en ella participaron autores de diferentes lugares y edades que
quisieron compartir con nosotros sus experiencias más
terroríficas.
Diario de un esquizofrénico

Por Markvander López Torres

Los muertos nunca hablan


Los muertos nunca hablan. Fueron las primeras palabras que
resonaron en su mente, venían de un ser distinto, uno con voz
de mujer. Era tranquilizador escuchar algo aparte de esa
eufórica voz que me incitaba a matar, me enseñaba torturas.
Nunca logré entender su frase, Los muertos nunca hablan, tal
vez se refiera a la ironía de que podía hablar no estando viva.
Despierto en medio de la noche, en un cuarto de maderos
podridos y rotos. Parece ser una cabaña, a través de la puerta
caída logro divisar un pasillo demasiado largo, me levanto del
suelo con esfuerzo, abro la puerta mientras mis manos sienten
su humedad, a mi izquierda veo puertas, a la derecha ventanas,
me decido a caminar. Por la ventana no logro distinguir nada,
salvo árboles, no conocía el lugar, me intrigó salir y conocer.
Busqué una ventana rota, salí por ese agujero, cuando toqué el
suelo, me di cuenta de lo que sucedía, mis pies tocaron el suelo
y todo se oscureció.
Al frente tenía a una mujer, ojos completamente negros y
brillantes, en ellos me podía reflejar, y a la vez podía ver mi
interior, una gran oscuridad. Podía sentir odio, rencor, tristeza,
mientras mis músculos se entumecían y temblaban cuan
iracundo ser. En un grito por sacar la oscuridad, me hallo de
nuevo en el cuarto, arrodillado, sosteniéndome sobre mis
manos, manos que habían cambiado, deformadas,
Obra antológica

completamente negras, como hechas de carbón, cada dedo


terminaba en punta, veía mi brazo y como rápidamente la piel
se tornaba morada para luego ser consumida en oscuridad,
grité de nuevo, para hallarme frente a un espejo, ver aquella
bazofia, aquel ser en el que me había convertido, pero algo en
mi interior me decía, que ese era realmente yo, negándome,
rompo el espejo con la cabeza, no hay sangre, solo pedazos de
oscuridad cayeron. Grito mientras deseo correr, y mi cuerpo
pierde la consistencia, me muevo a través de las paredes como
una sombra, recorro toda la casa, no puedo salir, todo ha
cambiado. La casa ya no está derruida, es una mansión, bien
cuidada, pero es una ilusión, al concentrarme seguía igual,
busco cuarto por cuarto, hasta llegar al primer piso, encontré
la primer alma en pena.
Mi mami siempre juega conmigo, siempre me cuida, me
prepara la comida que me gusta, me lee cuentos, jugamos en el
jardín. Mami se prepara para salir, voy feliz a despedirla, pedirle
algún dulce para cuando vuelva, se va, la veo irse, por la
ventana, no se demorará, cuando el sol se empiece a ocultar
ella regresará. La sigo con la mirada hasta que se pierde en el
horizonte, estoy muy feliz, juego en el suelo, cerca de la
ventana, esperando a mami, pasa un tiempo, voy a la cocina y
como algo que preparó mami, para luego volver a mis juguetes,
ya el sol empieza a caer, y me acuesto en el suelo a descansar.
Emocionado porque mami llegaría en cualquier momento,
acostado, veo las nubes a través de la ventana, veo el sol
esconderse, mami se había tardado, me preocupa que algo le
haya pasado, me comienzo a asustar un poco, se empieza a
oscurecer la casa, prendo las luces. Pasó ya mucho tiempo,
debo prender las luces del resto de la casa, vuelvo a la ventana,
pasa más tiempo, estoy muy cansado, tengo mucho sueño, sigo

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Fragmentos de venganza y muerte

esperando ahí, despierto. Me quedé dormido, sigue muy


oscuro afuera, acostado en el sillón espero a mami, mientras,
duermo.
Ya el sol salió, mami no ha llegado, me siento triste, lloro un
poco, tengo hambre, no hay comida preparada, no hay
abrazos, no hay sonrisas, no hay absolutamente algo, solo la
certeza de que poco a poco se hace sombrío con cada atardecer
que contemplo. Como las luces se apagan cuando llega la
noche, debo prenderlas, simular que tengo familia, que hay
vida en este lugar, pasan los días, como si el calendario no
dejara huellas, me alimento de sobras. Ya no quiero prender
las luces, me siento cómodo en la oscuridad, se siente como
los abrazos de mami antes de irme a dormir, como si alguien
me abrazase, me siento… amado de cierta manera, no entiendo
estos sentimientos, poco a poco se nubla mi corazón, tengo
emociones que no reconozco, y no sé qué hacer con ellas. A
veces me enojo de que se demore tanto, me molesta la espera,
la desesperanza es brutal, lloro menos por fuera y más por
dentro. En las noches no logro ver mis brazos, ni mis piernas,
es como si no existiera ¿por qué siento emociones?
Ya me memoricé la casa, cada pequeña cosa, cada pequeño
animal que entra, hoy vi a unas personas pasar, me alegré
mucho de ver por fin a alguien más, pero no me van a querer,
soy un desconocido, están ahí pero no puedo ir a hablarles, soy
un desconocido, quiero compañía, pero soy un desconocido,
eso me hace enojar, y termino enojándome al ver a las personas
pasar, enojándome conmigo mismo, es una ira llena de tristeza,
como lágrimas que queman del frío de la noche. Poco a poco
olvido la voz de mami, su figura, su rostro, ella se deforma en
mi mente, solo recuerdo la noche, no sé qué pasa en el día,

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Obra antológica

estoy despierto pero dormido, aunque me muevo y busco


comida.
Las familias que conocía, que vivían cerca, no están. Sus casas
envejecen, es extraño, siento que como pero no recuerdo
cuando he probado alimento, tal vez ya no lo necesito, solo
necesito que mami vuelva, necesito sus abrazos, necesito amor,
eso me alimenta más. Mi casa se daña cada vez más, las ratas
son pequeña compañía, mi mente sigue teniendo ideas raras,
no las entiendo, quiero golpear las ratas, exprimirlas con mis
manos, no sé por qué. Quiero gritar, pero no me sale voz
alguna, solo puedo susurrar, susurrarme a mí mismo.
Grito, grito y continúo gritando, pero solo emito silencio,
grito desesperadamente. Es de día, pero todo se ve diferente,
no proceso los colores, todo se mueve diferente, más raro o
más lento, no lo sé, empiezo a ver figuras parecidas a la
humana. Estoy corriendo, corro, mientras grito, estoy loco,
estoy loco, estoy loco, ya llevo 30 minutos golpeando la pared
con mi cabeza, cada segundo que suena es un golpe, esto me
ayudo a calmarme. Por fin todo volvió a la normalidad, ataque
maniaco al parecer ¿por qué tanto léxico de repente? ¿cómo sé
el significado de estas palabras? ¿tiene algo que ver con el
cuerpo que se parece al recuerdo de cuando era niño? ¿por qué
me siento viejo? ¿por qué veo a aquella mujer gritando todo el
tiempo, tantos cuerpos amorfos corriendo por las paredes,
arrastrando cadenas y grilletes por toda la casa? ¿por qué siento
este enojo insaciable, esta sed de sangre? ¿por qué asusto a
aquellos seres amorfos? ¿soy más demoniaco que los
demonios?
Estoy de vuelta en el cuarto que inicie, ¿quién soy? No lo sé,
me lo pregunto una y otra vez, ya no soy ese niño, o bueno,
eso que fue un niño, pero siento lo que él sentía, esa sed de

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Fragmentos de venganza y muerte

sangre, ¿por qué lo siento? ¿seré ese niño? No lo sé, no


encuentro respuestas, siguen asediando la puerta, es ella, lo sé,
sé que se abrirá en breve y su cara enfurecida y abierta, con los
ojos brotados se postrará sobre mí, volveré a sentir la muerte
cerca otra vez, cada que me puedo preparar me siento más
fuerte.
Ha roto la puerta, no se ve nadie, sé que saltará de la nada,
espero paciente, siento algo, pero nada ha entrado, ella estuvo
detrás mío todo el tiempo al parecer, no debería voltear, pero
no hay otra opción, debo afrontar la muerte, como todos los
días, es la única manera de terminar esto, al fin y al cabo, es mi
madre ¿no? Una boconada profunda en un suspiro y volteo. Se
abalanza Sobre mí, abre su enorme boca con dientes
cortopunzantes, gritando a toda fuerza, mientras escucho
susurros, cada vez más fuertes y más claros, que cada vez me
taladran más, los escucho seguido cuando estoy en mi cuerpo
vivo, los muertos nunca hablan, los muertos nunca hablan, sé
que es la voz de ella. Cerré los ojos por inercia cuando se
abalanzó. Los abriré, nadie está.
Estoy en mi cuerpo vivo, golpean a la puerta, es mi madre,
¿o la parte terrenal de ese demonio? Actúan igual, o veo
demonios, o soy esquizofrénico, ninguna opción es alentadora,
por ello el suicidio siempre es un menú abierto, pero poco
apetitoso. Quiero ver que me muestran estos hijos de la
oscuridad. Me han enseñado muchas cosas, filosofía,
psicología, manipular a las personas, analizar a las personas,
manejar cada emoción de las personas a la perfección, pero
intento no hacerlo, intento usar esto de una buena manera, si
doy rienda suelta, mi cara se deforma, mi sonrisa demuestra
psicosis, y mi mirada demuestra hambre, un hambre insaciable,
como si de un demonio se tratase, ¿una posesión demoniaca o

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Obra antológica

una enfermedad mental? ¿cuál es más divertida? Estimula mi


existencia un poco más, nunca mataré, y sé diferenciar las dos
realidades, matar es liberar a los demás del sufrimiento, solo
mataría personas que lastimen, pero al hacerlo las libraría de
sus karmas, y quien sabe el daño que puedan seguir causando
mientras vivan, es algo que me pone a pensar, ¿quién es el
verdadero loco, alguien que pasa desapercibido en público y
comete atrocidades, es aplaudido y alabado, o alguien que es
odiado por caminar con una sonrisa satanizada? Todos
sospecharían del segundo, nadie del primero, es el peligro de la
gente sana, que nunca están sanos, son peores que los
demonios, y los demonios son solo las víctimas. Las emociones
de odio, dolor, frustración causadas por esta gente normal,
momentos antes de una aberración.
Odian a los enfermos mentales, por ser pesados, por no
tener buena vibra, pero andas con gente normal, saludas a
gente normal, confías en gente normal, gente que
posiblemente sean los victimarios de los enfermos mentales,
¿quién es el enfermo?
Los muertos nunca hablan
Los muertos nunca hablan
Los muertos nunca hablan
Los muertos nunca hablan
Los muertos nunca hablan
Nadie escucha a la víctima, al muerto, amamos al asesino y al
victimario. Una sociedad putrefacta, que piensa en el beneficio
propio sin importar dañar una vida, ¿cuántas vidas has
destrozado, o alguien que conozcas? Los muertos nunca
hablan, pero ella siempre observa, no me refiero a la muerte,
tú sabes quién es ella, la has visto ¿por qué es mujer y no un

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Fragmentos de venganza y muerte

hombre? Porque las sociedades por siglos han puesto a la


mujer como un ser puro, sin maldad, quizá por su fragilidad
física, pero todos son iguales a los ojos de la oscuridad, todos
son victimarios, cuando lo más puro, en este caso una mujer,
es lo que te torturará, la realidad se retuerce un poco, ¿no? La
maldad no tiene sexo, pero decido que sea una mujer, la mujer
que debía amarme, ella me ha torturado, y no la culpo, este
mundo no es perfecto, esta sociedad está llena de mentiras, la
maldad no tiene sexo, todos son asesinos, todos dan miedo,
todos son peligrosos, ¿qué pasa cuando el ser del que esperabas
amor te brinda una experiencia real de una escena de terror?
¿Esquizofrenia? No lo sé… Los muertos nunca hablan.

Las personas de la cara hacia abajo


Dormía plácidamente, la depresión brillaba por su ausencia
desde hace varios días, recuperaba mi felicidad, ansiedad leve,
la de siempre, pero llego ella, esta vez cuando se posiciono al
lado mío, volteaba su cara, y reía asquerosamente, me mostraba
como tomaba mi cuerpo, y lo ahorcaba del cuello, lo amarraba
y lo soltaba, sentía esa presión en mi cuello, el desespero por
querer respirar, las ganas de hacerlo, ganas desconocidas,
¿cómo puedo tener ganas de suicidarme si estoy feliz? Pero no
quiero suicidarme, no quiero morir, pero quiero sentir aquello
que me muestran, es como si perdiera mi voluntad lentamente,
trato de no seguir el juego, pero cierro los ojos y muero, los
abro, los cierro y de nuevo, cada vez de manera distinta, con
artilugios de tortura, con accidentes, con todo, hasta que veo
que toma el sufrimiento de mi pecho, lo levanta, se lo lleva, y
me siento en calma, ya no tengo ese pensamiento, vuelvo a
estar estable y puedo escribir esto. ¿Por qué voltean las caras?
¿se burlan de mí? No es la primera vez que ocurre, tampoco

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Obra antológica

será la última, cada que llega uno de estos, algo en mi quiere


desollarlos.
He visto esto desde niño, tantos muertos, tantos siendo
torturados, tantas personas lastimando a otras, engañándolas,
mintiéndoles, llevándolas a limites emocionales y mentales,
todo en mi mente, siempre en mi mente, fue terrible cuando
los vi, en la vida real, cuando vi personas siendo tan malvadas,
tan asquerosas, pisoteando a los demás, mintiendo sobre otros,
para que la presión social los matase, inventando cualquier
historia para lastimar a alguien, llevar a esa persona al suicidio,
robos, personas matando por unas cuantas monedas, personas
peleando por cualquier idiotez, sin ningún motivo, gente
actuando sin conciencia, sin pensar en nadie más.
Cada vez que salgo a la calle, veo a estas personas, en todo
lugar, en el transporte público, en las calles, todos están
peleando, todos quieren lastimar a otros, todos no son más que
basura, más que sacos de carne que actúan por impulso. En la
carretera es donde más se observa, gente peleando por
cualquier motivo, yendo a exceso de velocidad, estacionándose
por doquier, personas utilizando asientos especiales para
discapacitados mientras el discapacitado viaja de pie, y encima
se atreven a gritar y pelear con otros pasajeros, hombres,
mujeres, no tienen distinción, todos son mierda por igual, tanto
que los vi en mi cabeza, y ahora son reales, pero falta ese
pequeño detalle, falta desollarlos, degollarlos, estrangularlos,
pasar una navaja de afeitar por sus corneas, y hacerles sentir el
dolor que han causado a todos, simplemente por dejarse llevar,
nadie piensa en nadie.
Aquellos que quieren cambiar al mundo, son revolucionarios
de mierda, son los peores, intentan ser esos solo para llamar la
atención, ¡véanme! soy mejor que ustedes, soy mejor persona,

18
Fragmentos de venganza y muerte

pero no quieren ayudar a nadie, solo quieren sentir que hacen


algo con sus míseras existencias, feministas, progresistas,
comunistas, todos son mierda de la misma calaña, que solo
lastiman a las personas que dicen defender, feminismo
atacando y lastimando a mujeres, jóvenes, niñas, llenándoles su
mente de miedos, de ansiedades, dañando la salud mental.
Cada vez hay más movimientos, cada vez hay más idiotas que
se sienten oprimidos por si mismos, pero culpan a los demás,
ellos mismos se atacan porque se odian inconscientemente,
porque no saben quiénes son.
Volvimos a la época medieval, volvimos a lo visceral, piensa
distinto y mueres, una palabra, un insulto, y tu muerte es segura
o tendrás una multitud esperando por tu cabeza, en redes
sociales, y a veces llegan al punto de ir a la vida real, agredirte
físicamente, tal cual la edad media. El ser humano no ha
evolucionado, sigue siendo la misma mierda de siempre, antes
por religiones, ahora en contra de ellas, actúan igual o peor que
los fanáticos religiosos, porque quieren sentirse superiores,
pero es lo mismo que odian de los fanáticos, querían sentirse
mejor consigo mismos, querían aprobación. Ahora con las
redes sociales, no necesitas la religión, ni nada para buscar
aprobación, solo debes buscar cualquier cosa por la que
sentirte ofendido, y grabarte con cualquier argumento
luchando por algo imaginario para hacerles creer a otros que te
importan las personas, pero no, solo es para lucrarse con los
demás, los utilizan, denigran, lastiman. Cuantas acusaciones
falsas de violaciones no han llevado hombres inocentes a
cárceles o al suicidio, o a la muerte, cuantas personas no han
sido lastimadas por falsos testimonios, porque simplemente no
le agradaste a cierta persona, todos están de acuerdo que hay
maldad, pero nadie quiere verla en sí mismos, todos se creen
que son buenos, todos ven la maldad como algo ajeno, critican

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Obra antológica

y juzgan, y al momento de verse la maldad en sí mismo solo


hay justificaciones, un juicio tonto, más y más justificaciones,
para continuar actuando mal, así pasa con todos, así pasa con
el asesino, con el violador, con el mentiroso, con todos,
continúan justificándose.
Cada día los veo, gente hablando entre ellos, insultando a
otros, por cualquier motivo, peleando o pensando en cómo
joder a otro, siempre los veo, siempre los veo, y siempre
lastiman. Ponte en la posición de alguien que perdió todo por
una mentira o por una imprudencia, por alguien que
simplemente le pareció correcto diezmar esa vida y lo hizo, con
sus miles de justificaciones. Aquí está la supuesta generación
que es humana, que se preocupa por los demás, pero es la
generación más egoísta de todas, la más cínica, porque
mientras escupen su discurso de empatía, lastiman a otros,
todos estos, todos, deben estar enjaulados, sentir las miles de
torturas, perder la libertad, la esperanza, la cordura, ver como
las palabras se deforman, los pensamientos se corrompen por
la locura que ellos han causado en otros, merecen sufrir ese
dolor y la eterna agonía, así lo dibujan todos los demonios.
Todas esas personas que veía en mi mente, a lo mejor son
reales, a lo mejor son mierda que es castigada, si pensamos un
poco, hay dos cosas, en la primera, tenemos gente buena que
solo es así porque no han tenido la oportunidad de ser malos,
pero al momento que tengan los medios para cometer una
atrocidad y salir limpios o la motivación necesaria, lo serán,
entonces es posible que estés durmiendo con tu futuro
enemigo, o con tu asesino, o con el que quiera arruinar tu vida
con mentiras, los amigos, la familia, todos pueden ser escoria
en las situaciones adecuadas, por lo general en las situaciones
límites, todos son buenos cuando su vida es buena, pero

20
Fragmentos de venganza y muerte

cuando atraviesan dificultades, cuando se enojan, sale el


destello de esos colmillos agazapados. Lo segundo es que, si
no fuese por la religión y la creencia en el castigo eterno, en los
infiernos, muchos tomarían justicia por su mano, pues si no
hay nada que torture a toda la escoria de la sociedad, entonces
tendremos que hacerlo nosotros, entonces todos podemos ser
psicópatas, solo que dejamos el lado visceral y sanguinario para
la religión, para algún Dios, pero si esta creencia se cae, si
nuestra sed de venganza y de sangre impiden la espera, cuantas
personas pueden joder una escoria de estas, cuantos casos
como esos pueden volver a repetirse mientras siga viva, así se
pierde la paciencia y la fe, ¿por qué esa mierda continua con
vida si lastima a los demás? Entonces los demonios dicen, que
deben sentir el dolor, es todo un ciclo de mierda, que se repite,
alguien jode a otro, y luego de la nada aparece otra escoria a
cobrar lo se jodió.
Luego nos preguntamos, ¿qué hice para merecer esto? Lo he
escuchado tantas veces, y siempre viniendo de gente ha
estafado, que ha engañado, que ha robado, que ha lastimado,
pero se les olvida, naturalizan su mierda porque es lo único que
tienen en la mente, y piensan que no han hecho mal alguno,
que son unos santos, tal cual y como los religiosos cuando van
a sus cultos y sus misas, y se creen absueltos de todo pecado,
asimismo, entonces, estos pobres seres, no han cometido nada
malo y cuando les paso algo, van a cometer el mal porque
piensan que la vida fue injusta, si fueran buenos no pensarían
esto.
Piensa en todas las cosas que hiciste riéndote, gozando, y no
pensaste en lo absoluto en los demás. No se puede complacer
a todos, y menos en estos tiempos que la gente se ofenden por
todo, pero debemos pensar en lo que hacemos y en cómo

21
Obra antológica

afecta a los demás, y si alguien lo toma por subjetividad y se


ofende, es su culpa y de sus traumas, aunque da miedo, porque
ese traumado o traumada, debo incluir ambos géneros porque
si no me caen mil feministas con sobrepeso encima, puede
joder tu vida, ¿dónde está la civilización? Nadie lo sabe, solo sé
que los demonios tienen razón, que esas muertes son dignas,
pero no quiero cometer ninguna de estas, pero es difícil
ignorarlas, para ser feliz me tuve que convertir en cómplice.
Tampoco soy un salvador ni un redentor, no tengo el juicio
para determinar el bien y el mal en cada momento, entonces
no es mi responsabilidad joderme por lo que los demás hagan,
debo ignorarlos para ser feliz, pero cuantas cosas malas no te
han hecho esas personas, están alegres. ¿Cuantas personas no
son asesinadas o violadas, mientras lees esto? Es divertido si lo
piensas, ves a tu cordura intentando abrir la puerta, la puerta
de esa habitación que se llena de odio, rencor y amargura.
Mi lado sanguinario ha terminado, por fin puedo ser feliz,
crecí con esos demonios, mi madre es bruja, mi abuela lo fue,
mi bisabuela igual y mi tatarabuela fue la que pacto con el
diablo, y es cierto, lastimaron a muchas personas. Crecí con los
gritos desgarradores de mi madre, que luego se repetían. No sé
si la violencia de mi madre creo a los demonios o los demonios
a mi madre, es divertido pensarlo, me intento matar a los 10
años, en realidad me intento matar varias veces, me ha
amenazado con hacerlo, he visto miles de veces sus ojos
brotados, a punto de salirse de sus cuencas, convertida
totalmente, los peores demonios tienen carne y hueso, tal vez
por eso nació mi parte psicópata, de un niño llorón asustado
por una mujer enloquecida, intentando defenderse y evitando
que vuelva a ocurrir, que odia ver como esa situación se repite
cada día.

22
Fragmentos de venganza y muerte

No podemos cambiar la maldad, solo podemos cambiar


nuestro entorno, mejorarlo poco a poco, y así ayudar a los que
se encuentren con nosotros. Nadie cambiará el mundo, no es
nuestra obligación, no tenemos que angustiarnos, todo sigue
un ciclo, un destino, la ignorancia es dicha, si piensas lo
contrario, entonces escucha a los miles de demonios sedientos
de venganza que quieren cambiar el mundo torturando, todos
los psicópatas tienen motivos, algunos mejores que otros, y
ahora todos los niños quieren ser como ellos, quieren cambiar
el mundo, sin darse cuenta que se convierten en ellos,
lentamente. Piensa cuantas personas lastimadas has dejado,
ahora ni recuerdas quienes ni como, absolución completa,
apatía, igual que un psicópata.
Los rostros dejaron de voltearse, comprendí que eran lo
inverso a la felicidad. Me encontraba en oscuridad y los
demonios se burlaban de ello, para mí una cara en su lugar, es
una cara feliz, humana, una cara al revés, será la inversa de esto,
es decir, la sociedad y lo que queda de ella es, la maldad. Estoy
tranquilo, pero es raro acostumbrarse a soportar demonios que
gritan llenos de venganza.
Comprendo que en algún momento cada ser pagara sus
deudas, no importa cómo, pero al final todo lo pagan, así se
tarden años o décadas, eso me ayuda a calmarme. Creo en un
Dios, no en un colérico y verdugo, sino justo y la justicia puede
doler para los que cometen mal, pero al final es justicia.

Estoy enfermo de humanidad


Lo más satírico de la vida es un bosque en entredicho, lleno
de umbrales de terror y penumbra, donde los demonios
pululan como partículas de polvo en el aire, se mueven
errantes, pero persistentes, se arrastran, algunos vuelan, todo

23
Obra antológica

es confuso, todo es oscuro pero muy claro, si me enojo se torna


todo rojo, si me enojo cambian mis manos, mi cuerpo.
Dependiendo la emoción soy un demonio diferente, pero cada
uno de estos tienen sus objetivos, sus motivaciones, cómo
vivir, a quien matar y a quien salvar, todos ellos tienen sus
principios y valores, no morales, pero los tienen y los siguen,
muy diferente a la escoria humana que no sabe ni siquiera que
seguir, se necesita perder la vida para aprender a vivir.
Todos estos seres fueron humanos alguna vez, nunca
supieron vivir, y ahora que no están allá ni acá, cuando ya no
son de carne, añoran ver las nubes, perder el tiempo sentados
respirando, sin sentir esas emociones de las que son esclavos,
de esas que fueron renuentes en su vida humana y ahora no
son más que esa emoción, un vestigio de lo que fueron, todos
se arrepienten, todos con odios y venganza, viendo como los
humanos desperdician el regalo de esa vida, viendo quieren
hacer cosas de demonios, brujería, magia, ya no tienen valor
las cualidades humanas.
Los demonios ni con toda la magia, o energía puede recrear
un día de una persona mental y emocionalmente estable, aun
así todos los humanos corren como ratas, cumpliendo metas
de otros, y si no las tienes, eres nadie, un maldito animal, por
eso llegamos a viejos y seguimos trabajando, persiguiendo
metas triviales, muriendo en el trabajo, quejándonos de los
sueños frustrados, pero tampoco necesitamos la ideología
hippie, tampoco es bueno, ningún extremo lo es, si no me crees
pregúntale a cualquiera de estos a mi lado, es necesario el
equilibrio como cualquier cosa en la vida, incluso la bondad se
vuelve maldad si es llevada al extremo, el equilibrio es la clave,
al menos para no terminar aquí, aunque ya esta tierra se llenó
de niños que quieren ir al infierno, que juegan a ser rudos,

24
Fragmentos de venganza y muerte

blasfeman, se burlan de demonios, intentan en su idiotez


pendejadas mágicas, se drogan queriendo la trascendencia ni
siquiera son capaces de ser felices en su propio plano, y ya
quieren buscar otro.
Esos niños que juegan a ser rudos, a que la vida después de
la muerte no importa, son los mismos que suplican perdón y
piedad cuando van a morir, o los que se ofenden, y quedan
lastimados por alguna publicación en una red social, ni siquiera
por daño físico, si hasta una palabra los destroza, aquí donde
los demonios gritan al unísono, no durarían ni siquiera como
comida de demonios, son simple basura, tal vez un poco mejor
que los asesinos, estafadores, pero un niño tonto de 30 años
que no sabe ni que quiere en su vida, que no sabe si es hombre,
mujer, o un gato, porque así de enfermos están, esos niños no
son más que basura. No sirven como alimento, para las miles
de almas quemadas en hogueras, ahorcadas, asesinadas, por
pensar diferente en todas las eras de la historia humana los
esperan acá, ahora los papeles cambian, ahora ya no tendrás
ese poder de joder a alguien porque no piensa como tú, ahora
te van a juzgar de la misma manera. Los demonios fuimos
creados por Dios, no peleamos contra él ni renegamos su
existencia, pero si a algunos les molesta tanta piedad que tiene
hacia cierta basura, y como deja vivir engendros que lastiman
a personas.
La humanidad no ha cambiado, desde el medioevo seguimos
aquí, estancados, es tan divertido, ver tantas ejecuciones
públicas, ver como gritan, consuela el espíritu, Dios es bondad,
pero es justo, y la justicia es cruda, si eres una mierda de ser
humano te arrepientas, vas a sufrir.
Pero dejemos que le sigan buscando complicaciones a la vida,
que sigan peleando y discutiendo porque una palabra lleva

25
Obra antológica

cierta letra, peleando por quien tiene la razón, al final ninguno


la tiene, no existe, solo existe ese ego profano, que los lleva
lentamente a la amargura, a la muerte interna, donde nos
alimentamos, dicha para nosotros, es nuestro permiso para
atacar, con odio, amargura en sus adentros, porque nos
manejamos en esas emociones y nos alimentamos de ellas.
Vivimos como pez en el agua dentro de la visceralidad de cada
ser humano.
Matemos a todos los que no piensan en aportar nada a la
humanidad, seríamos extremistas, pero Dios les tiene piedad,
misericordia, sino fuese así estaríamos en una dictadura
condenados a pensar de cierta manera, Dios es sabio, grande;
sin embargo, nadie lo entiende por eso piensan que es tonto
como un humano. Empezamos hablando de demonios y ahora
de Dios, esto ya es un libro cristiano, mejor pasemos a algo
más.
Hay una casa muy vieja y negra, no parece haber más colores
en este lugar, abro la puerta, grande, pesada como los pecados,
y puedo encontrar paz, hay gritos y lamentos, son armoniosos,
melódicos, musicales, me siento en el centro de esa habitación,
me alimento de todos los gritos, de todos esos recuerdos de
dolor, temor, tristeza. Creo que me alimento de la tristeza, tal
vez soy un voyerista de la depresión, nunca lo sabremos, y si
lo sabemos lo olvidaremos, así funcionan las cosas aquí,
disfuncionales, las paradojas humanas cobran sentido, y se
vuelven reglas. El cielo es gris, lo veo a través de una ventana,
me adormezco en tanta tranquilidad de los llantos, descansaré
un poco acá.

26
Fragmentos de venganza y muerte

Falsas memorias
He despertado, pero esta vez en otro lugar, hace un momento
estaba tomando un café, me levanto del piso y todo se ve
antiguo. El sol empezaba a mostrarse en el horizonte, empecé
a caminar rumbo a la escuela, todo era pacifico, armonía El
viento reacio, me consentía el rostro, caminaba viendo lo
extenso del mundo, después de tanto tiempo en el encierro de
mi hogar, no me permitía observar esta belleza, sentir este aire,
este olor de mañana, todo tan fresco y hermoso, como si se
pudiese quedar estático el mundo en ese instante, cuando
podía sentir la vida y no sufría por la despersonalización que el
encierro provocó.
Entro a la escuela, la rutina es divertida, las clases son lo de
menos, me siento feliz de ver a mi alrededor, de poder hablar,
aunque no sé cómo, todo es cálido, corría y jugueteaba, como
todo niño de seis años. En los descansos iba con un grupo de
amigos a hacer experimentos, mezclábamos todos los dulces
con todas las sodas posibles, y observábamos que sucedía,
dejábamos un desastre, pero nos divertía, éramos los raros.
También, salía a jugar con los demás, siempre he sido
camaleónico en mi personalidad, pero mi físico es remanente
como una etiqueta, como una marca, una que llevas hasta la
muerte. Mi físico me etiquetaba, pero me gustaba.
Ni siquiera leo lo que escribió esa parte “cuerda” es muy
aburrida, se esfuerza mucho por escribir, yo simplemente
vómito una verborrea en palabras, desahogo mi dolor de
mundo, eso es más catártico que productivo.
Siguiendo con la historia, el pequeño era feliz, conoció a una
chica y se suicidó, fin. supongo debo ser más descriptivo,
poner más contraste, poner más emociones, para involucrar al
que lee esto, para que sienta empatía, porque en realidad no la

27
Obra antológica

tiene, debemos forzarlo a tenerla, así como las noticias


amarillistas, así como los manipuladores, hay que apelar a las
emociones humanas, para que se sientan identificados y solo
ahí, cuando se sienten identificados, sienten empatía, aunque
esto sería contradictorio porque sería empatía cuando no
tuvieras que identificarte, cuando no se tratase de ti siempre,
sino que por una vez comprendieras el dolor ajeno, sin
necesidad de sentirlo, no puedo esperar mucho de esta
humanidad, entonces aquí voy.
Haremos esto algo triste y depresivo, capaz y así se vende
esto un poco, y salgo de este loquero. El niño, ósea yo, o lo
que era yo, ahora no soy ni una décima de ese niño, ese niño
era más estable que yo, todo lo que hace una madre psicótica
y violenta, y un padre ausente, me he desviado otra vez, aquí
va la historia.
El pequeño conoció a una chica, obviamente se gustaban
como cualquier pareja de niños que se vuelven amigos, en
algún punto se entremezcla la amistad con el romance. Todo
infante es una sobredosis de ternura. Eran amigos muy buenos,
hablaban mucho, bueno, el tiempo que podían, ambos tenían
familias enfermas, más ella, tenía a papá y mamá, ambos mal
de la cabeza, entonces eran prisioneros de sus casos, quizá por
esa similitud eran buenos amigos, compartían la agonía, ambos
eran muy nobles, eran buenos chicos, muy tiernos, se cuidaban
muchísimo el uno al otro; el otro del uno. Necesito hacer un
juego de palabras antes que mi cabeza explote, se cuidaban
mucho, se querían, no sabían si como amigos, o como algo
más y la verdad, nunca les importó, solo les importaba la
compañía del otro, el bienestar del otro.
Compartían el tiempo en la escuela, el tiempo breve que
podían salir de la casa para ir por algo a la tienda, sus padres

28
Fragmentos de venganza y muerte

discutían mucho, y antes que lleguen mil feministas a molestar,


era de ambas partes, ambos eran realmente violentos, las
heridas en el cuerpo de ella no distinguían género, su madre
golpeaba con herramientas de construcción; su padre con
cosas más sencillas, pero igual era violencia, entre ambos
peleaban y bueno, estaban muy enfermos, por cualquier asunto
golpeaban a la niña.
Tenía ocho años, pequeño detalle, el niño tenía seis, pasaron
dos años. En estos dos años, la niña pasaba un poco tiempo
más, jugando con el pequeño, en la casa del pequeño, mientras
este quedaba solo, abandonado desde la mañana hasta altas
horas de la noche. Jugaban con carros, con peluches, con
cualquier cosa.
Un 23 de diciembre, era de noche, ella le entregó un regalo,
navidad adelantada, no recuerdo el regalo, todo es confuso
tratando de recordar, solo recuerdo que estaba muy feliz y
quería darle su regalo al otro día, no sabía que darle. Ella estaba
siempre triste, quería alegrarla mucho, ella me dijo algunas
palabras cuando me dio ese regalo, me hizo prometer que yo
sería feliz, le hice prometer lo mismo a ella, ella sonríe y me
abraza, se va.
Desperté el 24 de diciembre a las 10 a.m. Me levante muy
animado, con ganas de salir a buscar que cosita de la tienda le
compraba de navidad, había muchos gritos en la calle, mucha
gente hablando, mi madre estaba más enloquecida que
siempre, insultaba a mi amiga, yo me enoje, no entendí lo que
pasaba. Algo estaba mal, no sabía que era, venia de la casa de
ella, ahí empezó de los primeros demonios a tomar fuerza, el
odio a mi madre siempre era latente, pero verla insultando a mi
amiga, «pedazos de mierda con los que anda esta mierda»
refiriéndose a mí, fue entre esos insultos que dijo «gracias a

29
Obra antológica

Dios se mató esa mierda, si sigue jodiendo ojala esta mierda


siga después» ahí el demonio grito, grito en mi mente, quería
ver a mi madre muerta, ese demonio me mostro mil y un
maneras de torturarla, de hacerle tragar esas palabras, entro en
un pequeño shock, solo recuerdo a ese demonio, en ese shock,
no lastime a nadie, aunque las ganas nunca faltaron.
Tengo recuerdos confusos, la veo colgada de su casa, que era
al frente de la mía, al frente de mi habitación. Esta todo oscuro,
es de noche, veo su cuerpo tambaleándose, iluminado por las
luces de la ciudad, viviendas que nadie concurría, pudo haberse
colgado en la madrugada y estar ahí hasta el amanecer. Tengo
muchas imágenes, la veo colgada, una piñata humana, ni los
doctores ni yo sabemos si sean memorias bloqueadas o
creadas, pero si, ella se colgó, se suicidó, la madre la iba a
obligar a prostituirse, no fueron a la cárcel.
El padre no sabía lo que esa señora quería hacer, tomó su
locura, 35 puñaladas y se degolló a sí mismo, ¿un final feliz?
No lo sé, la muerte es un descanso para esta escoria, deben
vivir, pero torturados, aunque es bueno que se mueran, así no
lastiman a nadie más. No recuerdo el regalo y es algo bueno,
pero malo, atesoro muchos los regalos, si supiera cual es el
regalo de ella, lo tendría en un altar y me lastimaría todos los
días, pero no recordarlo y haberlo perdido también es un
martirio.

Diario 24 agosto 2021


Pasemos la escena algo triste, contemos algo que me paso
hoy, al fin y al cabo, esto es un diario, no tiene orden, pero
vamos, no es como si estuviera bien de la cabeza, no ordeno
mi vida mucho menos un diario. Poner la vida en medidas, en
días, en horas, es algo asqueroso, pero es divertido contar

30
Fragmentos de venganza y muerte

anécdotas. La anécdota de hoy, nadie la adivina, algo que nunca


le pasa a este mísero ser, algo completamente imposible de
adivinar, exacto, tuvo problemas por un pedazo de mierda en
carne humana.
Para resumir lo más posible, un grupo de compañeros del
cual hago parte, no saben que estoy loco, ni lo demuestro, soy
buen actor, además no hablo mucho, como en todo grupo.
Nos molestamos entre todos, el pedazo de mierda es una chica,
veinticinco años creo, tiene un chirrido por voz, le hizo una
escena de celos de 30 minutos a un compañero y con ese
chirrido singular. Se volvió un fastidio, empezamos a
molestarla con eso, todo estaba normal, pero la agarró
conmigo, antes había pasado algo similar y también de todos
la agarró conmigo, los mismos chistes, lo mismo todo, pero
solo yo, aunque lo pienso ahora, cumplido años esta escoria, le
desee feliz cumpleaños, completamente normal y la invite a un
helado o cualquier cosa, de cortesía, por hablar, no pensaba
hacerlo, pero ella así quiso, bueno, un helado de la calle.
Acordamos encontrarnos, pero el mismo día me llama a
decirme que se tarda mucho, que debe alisarse el cabello, alistar
el vestido, maquillarse, algo extraño para un simple helado,
espere 30 minutos, ya estaba cansado y nunca me agrado
mucho como para esperarla tanto tiempo. Me marché, la llame
que me iba y se enojó demasiado, tal vez el método de ella para
conquistar a alguien es insultarlo, pues eso hizo las dos veces,
pero bueno, nunca le presté atención. si hay personas de
cincuenta actuando como niños de quince, esta niña de
veinticinco tenía seis años en su cabeza.
La seguí molestando, en parte porque ya tenía resentimiento,
quería que se amargara, quería burlarme de ella, no lo sé, es un
ser muy patético. La grabe cantando, solo eso, y Dios que

31
Obra antológica

explotó esa niña, explotó, me empujó, me insultó, me


amenazó, hizo de todo.
Eso fue ayer. Esta mañana, mi jefa con la que teníamos una
amistad muy buena de ya un año, le ayudaba mucho en sus
cosas personales, le ayudaba demasiado. Incluso le había
regalado un par de cosas, soy muy pendejo cuando pienso que
encontré un amigo, una buena persona entre tanta basura y
termino regalando mucho, quitándome la comida por dársela,
así me han robado varias escorias, mi culpa por creer en las
personas.
Volviendo a mi jefa, me reclama enojada, me pide que haga
unas disculpas públicas, supuestamente yo «había humillado
públicamente a la chica», el video lo compartí entre los ocho
compañeros que somos, si lo hubiera subido al internet, ya
sería distinto, ahí si la privacidad y ese asunto, pero bueno, eran
todo risas, pero la pequeña exploto. Los cuatro o cinco
imbéciles que quieren tener sexo con ella se fueron en mi
contra y la defendieron, la jefa la defendió, otras personas
habían visto como la chica me hizo un show, como me gritaba
y me empujaba como una loca, y yo era el que tenía que pedir
disculpas.
Los imbéciles, me repetían las reglas imaginarias que se sacan,
esas que hablo en capítulos anteriores, la gente se saca reglas
del trasero solo para joder a los demás, piden tolerancia pero
no toleran nada, molestan pero no quieren ser molestados, al
final gana el que tenga más súbditos, el que logre generar más
lastima o el que logró que más gente esté a su favor, así este en
lo incorrecto, así se mueven estas épocas, así se ha movido el
mundo, no lo sé, querido lector, que no creo que existas, ni se
por qué escribo esto, que estas desperdiciando tu tiempo
leyendo esto. Yo hice lo que me pareció más apropiado, le dije

32
Fragmentos de venganza y muerte

a la jefa, que no podía permitir esos comportamientos, si bien


me equivoque, las maneras de esa chica no son, no puedo hacer
tanto escándalo, menos en la zona de trabajo, no puede pedir
las cosas a los insultos, a los empujones, simplemente no, así
no se pide respeto.
Les falto ponerme el artículo de la constitución que habla
sobre el respeto, esa gente que se alborota por cualquier cosa,
ponen a todos contra alguien o un esquizofrénico que se
controla y se toma sus medicinas a tiempo, que simplemente
quiere asesinar a toda esta basura, solo por eso estoy medicado,
solo eso, pequeñas cosas ja, ja, ja, pero bueno, lo que dolió, fue
que perdí la relación con mi jefa, pues al decirle eso enloqueció,
ha pasado por mucho estrés, lo atribuyo a eso, me insulto
varias veces. Yo ya estoy acostumbrado a esto, así que da igual,
pero es bueno denotarlo, se supone que era una buena relación,
dijo toda la mierda que pudo sobre mí, cualquiera pensaría que
un loco como yo la insultaría, pero no, me soy fiel a mí mismo,
pues si aprecie a esa persona no puedo insultarla de la nada,
solo me queda tristeza, decepción.
La jefa termino por completo la relación, todo por una niña
histérica, aunque ya me han echado de muchos lugares, por
gente muy loca, la última vez, fue una señora, me pidió que le
hablase cuando tuviese tiempo de enseñarle piano a su hija, fue
hace mucho tiempo, no estaba tan loco de hecho, no parezco
loco, podría pasar por tu lado y parecer normal. La señora me
pidió eso, cuando yo tuve tiempo, cuando me desocupé, dos
meses después, escribí al grupo donde ella estaba, si alguien me
podía pasar su número. Era una escuela de artes, al día
siguiente tengo a los dueños de la escuela insultando,
tratándome de pecador, de toda la mierda posible, la señora
había llamado a los dueños asustada, porque yo había

33
Obra antológica

preguntado por ella, «quien es esa persona, va a violar a mi hija,


que va a hacer» y así fue lo que dijo, ni siquiera conocí a su hija,
ya sé que podría ser que yo hubiera hecho algo, pero no.
Resulta que la hija de los dueños había sido violada
recientemente, y le contaron a medio mundo, entonces la
histeria colectiva estaba ahí, yo era el único hombre en esa
escuela, tal vez ese sea el otro factor, y me echaron. Me trataron
de pecador, me dijeron que ya me habían avisado que no podía
hablar con nadie, nunca, no sé porque no podría hablar con
alguien de ahí, pero bueno, me fui de ahí luego de esos insultos,
no tenía más que hacer, como siempre don pendejo había sido
muy gentil con ellos, les había ayudado organizando archivos,
canciones, salía a comer con los dueños, eran buenos amigos,
hasta que paso eso. Pero bueno, el culpable debo ser yo,
supongo, yo soy el loco, los demás son personas
completamente sanas, obviamente, porque nunca se acercarían
a una terapia.
A las personas les da miedo la terapia, les da miedo verse a sí
mismos, prefieren gastar el tiempo, en placebos, en trabajo, en
religiones, porque les asusta quedarse sin tiempo y tener que
ver la mierda que son por dentro y castigan a los demás, porque
piensan que pueden sacar a la luz esa mierda, es como el
principio de la autoconservación de la mierda humana, la
insoldable levedad del ser, pero al final la verdad nos hará
libres, como dicen los filósofos. Al final cada quien en vida lo
único que hace es cavar su tumba, decidiendo como morir,
dañando su propia suerte, eso es lo que me reconforta cuando
el demonio toma el control y quiere asesinar toda esta mierda.
Me consuela saber que es gente de mierda, que se joden a sí
mismos y eso es karma. Empiezo a creer en el karma me
consuelo más y si creo en Dios me consuelo aún más, porque

34
Fragmentos de venganza y muerte

comerán mierda vivos o muertos, o ambas, Dios es justo, pero


la justicia es cruda, no es color rosa como piensa la gente, no
hay maldad ni bondad, solo consecuencias, ya lo dije, la justicia
se trata de eso, si insultas a alguien, si eres una mierda, no
esperes un televisor de última generación a cambio, ni tampoco
te hagas la victima cuando cosas malas pasen, así como eres
capaz de ser asqueroso, debes ser capaz de sostener tus
acciones, tus decisiones y tus palabras y decir «sí, he sido
mierda, y debo pagarlo», en vez de llorar «porque me pasa a
mi»; pedir perdón y seguir lastimando; volver a pedir perdón y
volver a lo mismo, como un asesino que mata, se arrepiente;
mata y se arrepiente, no tiene sentido, ¿cierto? Pues la mayoría
piensan que sí, no con el asesino, pero si lo anterior, los
demonios me dicen que Dios es el más sanguinario que
cualquier demonio, y castiga sin castigar, castiga con amor,
tortura sin torturar, tortura sin sentir odio, rencor, nada de eso,
solo sintiendo amor, es realmente asombroso.
Cada tres párrafos estoy hablando de lo mucho que odio la
humanidad, esto no debería llamarse «Diarios de un
esquizofrénico» sino «Diarios de un psicópata», aunque bueno,
soy sincero, soy más psicopático que esquizofrénico, de hecho,
mis alucinaciones nacen de la psicopatía, en los
esquizofrénicos ocurre de manera contraria, pero igual mis
sucesos de la infancia parecen una esquizofrenia infantil, no lo
sé, es divertido, no sé ni que soy, ni quien soy, tal vez no hay
respuesta. Descansa en los ojos de todos, amén.

La noche de los susurros


No hallo que escribir con certeza, siento que me falta
inspiración, rememoro todo y me falta depresión. Me falta el
rencor habitual, el medicamento funcionó, creo, o tal vez solo

35
Obra antológica

estoy nervioso, me siento ausente, me siento angustiado,


mañana me encuentro con el grupo de trabajo, en el cual me
convertí un monstruo por una loca histérica. Ya me
acostumbre a eso, siempre pasa, me solía culpar, porque soy el
factor común y no es que este mal, simplemente no agacho la
cabeza, soy fiel a mis principios, no soy como las personas que
pueden odiar la forma de pensar de otro u odiarlo
completamente y estar ahí como amigos, me parece hipocresía,
obviamente nadie tiene que pensar como yo, pero pienso que
una amistad nace, cuando hay puntos en común, hay principios
que se conectan, cosmovisiones aunque pocos pulen su mente,
muchos viven ausentes de ella.
Su forma de pensar no está más que acomendada, en ordenes,
prejuicios y preconceptos, tomados de la infancia, por alguna
figura de autoridad o por imitación de algo o alguien, y nunca
se han detenido a pensar porque son así. El temor más grande
es verse a sí mismos, tal vez por eso no tengo amigos, no tengo
a nadie y siguiendo la paradoja, tener a nadie, es tenerlo todo,
la nada es el todo, tengo a todos, me tengo a mí, yo mismo
refino mi pensar cada tiempo, mejoro como persona cada
tiempo, soy mi propio amigo, no tengo que discutir conmigo
mismo ni traducirme como me toca con los demás.
Me han dicho que tenga amistades superficiales, algo normal,
compañeros, pero la verdad no le encuentro sentido, no tiene
sabor alguno, soy amable, soy buena persona, no caigo mal,
caigo muy bien de hecho, nadie sospecha mi enfermedad, pero
de qué sirve una amistad superficial, no puedo hablarle de las
cosas que se me pasan por la mente, porque empiezan con sus
reglas «no hables de eso», «háblame de otra forma», etc… y por
más que sigas esas reglas para intentar tener amigos,

36
Fragmentos de venganza y muerte

simplemente todo se va al drenaje, espero que sea por vivir en


un país de tercer mundo, completamente solo.

Recuerdos sin memoria


Hablemos de mi querida madre, ¿Por qué no? Siempre ha
sido racista, ella odia a las personas de color negro, moreno,
mestizo. Odia todo lo que puede odiar una persona que se cree
burgués, ese síndrome de sentirse reyes en la clase social media
baja, criticando a todos. Una vez ocurrió un accidente. Mi
madre hablaba con las brujas de su madre y abuela, reunión de
brujas, como se pueden imaginar, el comentario de esa noche
fue «¿Por qué se murió la señora y no el negro de mierda ese?».
Hermosa persona, ¿cierto? Tengo que respetarla, es mi
madre, tengo que seguir su ejemplo, tengo que seguir sus
órdenes, y es que me pide que odie, que insulte, que joda a la
gente. Desde que tengo uso de memoria la contradije, siempre
la cuestionaba, esperaba que dentro hubiese una buena
persona, esperanza desesperanzadoras, por ir en contra de su
autoridad, los golpes y gritos eran pan de cada día, despertaba
entre gritos e insultos, piensa eso un momento, tienes ocho
años, despiertas entre insultos y gritos para ir a estudiar y
mientras te preparas, abundan más y más gritos e insultos,
como una melodía, una melodía asquerosa, creo que cualquier
persona de cualquier edad se sentiría mal, pero bueno, es mi
madre, debo soportarlo, ¿no?
No podía moverme cuando salía con ella y me obligaba a
salir. Vendía ropa, iba donde sus amigas a vender ropa, a veces
debía entrar a las casas a cada paso ella me dirigía, si daba un
paso de más había golpe, si me ofrecían agua y recibía había
golpe, si no recibía también. Prefería quedarme en el carro, al
mediodía, con el sol de un verano permanente en un país como

37
Obra antológica

Colombia, en el llano, eran dos o tres horas ahí, esperando, con


calor, sudor, sin agua, pero sin golpes. Ahora que lo escribo,
tiene sentido que tenga ansiedad y no me guste esperar mucho.
Nunca lo había pensado y estaba ahí, la navaja de Ockham, a
veces lo simple es lo más certero, las respuestas siempre están
ahí, pero uno no las piensa, no se nos ocurren, es extraño,
gracioso, divertido.
Hace un par de días me llegó un dinero. Inmediatamente mi
madre se enteró, ya lo quería, me cobro hasta la labor de parto
para yo nacer. Siempre es así, y no solo esa actitud de pedir
insistente y asquerosamente como alguien desesperado, como
alguien con síndrome de abstinencia pidiendo por lo que le
calme. Se enoja, de joven siempre se enojaba, siempre era así,
solo que yo dependía de ella, entonces sino le daba dinero, no
me daba comida, me insultaba demasiado, por un par de
meses, así el dinero se me hubiera acabado, todo por no
dárselo, así fue con mi padre, ella quería el dinero del sueldo
de mi padre y se gastaba el de ella, no ayudaba en la casa, no
compraba comida, no compraba nada para la casa ni para la
familia, solo se iba.
Regresaba al otro día, pero el dinero no. pedía más, de manera
imperativa, con asco, insultando. Es divertido, muchas veces
quise matarla, las voces en mi cabeza me mostraban como
torturarla, como degollarla, desmembrarla o como dejarla viva;
cortarle los tendones, las corneas, uno a uno los nervios, aplicar
alguna sustancia, algún acido, pero dejarla viva, que sienta el
dolor que ha causado, no solo a mí, también a muchos pues ha
sido muy deshonesta, con eso llegamos a otra cuestión.
Ella ha de tener un terreno, una finca, una granja, era horrible.
Lo compro porque es impulsiva y ahí metía dinero como loca,
y hacia las cosas mal, los galpones quedaban mal, metía 10 mil

38
Fragmentos de venganza y muerte

pollos, pero solo metía comida para 100, ya no le alcanzaba


para más y así morían muchos pollos. Se perdía mucho dinero
y mucha vida animal de forma cruel y sin sentido porque
solamente se pudrían ahí.
Tengo un hermano, es una versión pequeña de mi madre, es
mayor que yo, pero es inútil. Él nunca tuvo problemas con mi
madre siempre siguió sus órdenes, sus pensamientos, es un
perro faldero y como es de esperarse, es una persona de
mierda, cuando contrataban personas para el terreno, los
hacían trabajar como perros, en trabajo pesado, construyendo,
cargando o arando, todo mientras mi hermano los insultaba y
los gritaba cada momento, como un tirano.
El tirano es mi madre y ese soldado que castiga a las personas
sometidas, ese soldadito, sería mi hermano. Él los despertaba
a las 4 am, con insultos y gritos. Les daba un pan y agua, ese
era el desayuno, y los forzaba a trabajar así todo el día. Le tiraba
la comida al piso, para que comiesen. ¿El sueldo?, ¿tanto trato
inhumano valdría la pena soportar? La mitad del salario
mínimo, al mes, nunca supe como esas personas soportaron.
Cuando ya no podían más y renunciaban. Los insultos y la
forma en que los trataban era peor y hasta dinero les quedaba
debiendo a las personas.
el ultimo empleado de Venezuela, lo trataban como la
mierda. Un día se desmayó del cansancio, consiguió otro
trabajo, le decía a mi hermano que le iba bien, mejor que en el
trabajo de ese terreno y mi hermano y madre se enojaban. Se
enojan porque les digan usureros. Por esto hablo de la escoria
que actúa mal y se quejan que les digan lo que hace mal. Actúan
mal y esperan una consola de videojuegos, o unas vacaciones
gratis.

39
Obra antológica

A mi hermano y madre le deseaban el mal, hasta la muerte.


Esto ya era todo el tiempo. El extrabajador perdió el trabajo a
las dos semanas, no sé qué ocurrió, solo sé que mi madre y
hermano festejaron eso como más no podían.
Todo es peor cuando mi madre empieza a hablar de la
religión, a criticarme y a decirme que arderé en los infiernos,
que debo honrar a padre y madre, que debo seguir sus reglas,
que soy mala persona, una escoria hablando de Dios, que
maldita mierda, la miseria humana no tiene límites.

Anécdota de otro demonio


Me dice que se llama Daniela, como todo demonio tiene su
forma bonita, su máscara, pero su forma real es asquerosa
como todo demonio, parece una mujer, pero en el otro lado
no hay demonios hembra o macho, no se reproducen, si alguna
feminista lee esto pensará que hay un demonio patriarcal que
no deja que existan los géneros o alguna idiotez. Es un
demonio que fue humano. Los demonios se forman por almas
trastornadas que mueren fuertemente, mueren con emociones
muy pesadas y la mayoría de veces no es culpa de esa persona.
La mayoría de demonios son víctimas de torturas, asesinatos,
violaciones y en esto último estaba Daniela, tenía dieciséis
años, era muy alegre, iba a su colegio, tenía amigas, no tenía
problemas familiares; era incluso tierna, era amable, una
persona sana, funcional, sin ningún problema.
Una amiga la invito a una fiesta, la drogo y se la entregó a
unos tipos para violarla hasta la muerte, me muestra esas
imágenes, esas últimas imágenes, las sensaciones, es asqueroso.
La amiga a un lado riendo a carcajadas, con algo de dinero en
las manos, se ve como todo da vueltas y no se puede mover,

40
Fragmentos de venganza y muerte

su cuerpo no responde, cada vez duele más y en el pecho siento


un pequeño rencor, tristeza, quiere gritar y no puede, y lo
intenta, hasta que por fin lo logra, abre sus ojos.
Bienvenida al infierno. no hay llamas ni gente quejándose, es
como un barrio peligroso y siempre es de noche. Todo está
dañado, allí despertó ella, gritando tan fuerte como pudo, en
ese grito salía el enojo, el llanto, la sed de venganza. La sed de
sangre tomó su mente sin darse cuenta, eso les sucede a
muchos demonios, quedan cegados, pero ella logró su
cometido, despertó de esa emoción.
Cuando una persona tiene pensamientos y actúa mal, los
demonios podemos hablarle cuanto queramos y ella aprovechó
eso, logro convencer a un sanguinario depredador sexual que
violó a esa amiga mientas Daniela veía del otro lado, el
sufrimiento, disfrutando cada gota, satisfaciéndose, la amiga
murió y el karma hizo lo suyo, aun hoy en día sigue en la
eternidad, repitiéndose esa violación una y otra vez, hasta el fin
de los tiempos. La justicia divina puede ser cruel, pero justa, un
final feliz, ¿no? Consiguió su objetivo y pudo despertar de su
sed de sangre.
Las emociones son fuertes, un pequeño disgusto en el mundo
humano allá se vuelve un odio inconmensurable. Las
emociones son como minas a punto de explotar, la ataraxia es
la clave para salir de allí, el estabilizar las emociones, cualquier
mínima emoción puede enceguecer y despertar con miles de
víctimas a los pies y luego estar pagando la condena, los exilios,
exilios de oscuridad, del tiempo, del espacio, de todo tipo, son
como castigos y cárcel al tiempo, pero no una cárcel como tal.
Para entenderlo un carcelario es un ser que lleva a demonios o
cualquier ser a una cárcel que sería un pequeño plano del que
nunca salen. En cambio, de los exilios, en teoría no se puede

41
Obra antológica

salir, aparte se debe estar eternamente ahí, la tortura sería


presente, pero eso último es lo que hace que sea fácil de
escapar. (en esta última parte tu no se entiende muy bien que
es lo que quieres decir, por favor reescribe tus ideas y
exprésalas con mayor claridad)
He estado en varios exilios, sobre todo de oscuridad. Allá no
hay luz, obviamente, no hay sonido, no hay forma de
orientarte, no sientes el cuerpo, solo ves lo que alcanzas,
muchos pierden la cabeza, se enferman, se corrompen hasta
perder sus cuerpos y volverse oscuridad. No recuerdo que hice,
pero el truco es sentir con la oscuridad como los murciélagos
que ven con ondas sonoras, poder sentir el movimiento de la
oscuridad, luego evolucionar ese rasgo.
Sentía como la oscuridad afectaba a las personas, así podía
saber quién estaba ahí, pero después pude ver, veía todo en la
oscuridad, pensé que me volvía parte de la oscuridad. La
oscuridad me absorbió y yo la absorbí a ella, podía ser ese gas
de oscuridad y podía comprimirlo en un cuerpo oscuro, ya no
era el mío, pero bueno estaba «vivo», los pensamientos de la
oscuridad no son más que los pensamientos de los que se han
perdido allí, que lentamente se van desvaneciendo.
La oscuridad no habla, solo se alimenta y tiene niveles, la
oscuridad con odio y sed de sangre es más fuerte y así las
oscuridades se vuelven un árbol diversificado. Salí de ese exilio,
aprendí a desvanecerme y regresar, a corromper. La oscuridad
es como un transporte de las emociones pesadas, con
oscuridad puedes poseer personas, inyectarles tu odio, tu
rencor y ver como se matan a sí mismos.
El exilio del tiempo, fue más aburrido. Había nada, solo
estaba yo, solo podía caminar y eso hice, me desesperaba el
estar encerrado, pero después me empezó a agradar la

42
Fragmentos de venganza y muerte

tranquilidad, ver como el tiempo pasaba, sin pasar, obtuve


mucha calma, mucha paciencia, tanta fue la calma que en un
momento pude parar de caminar, no podía hacer antes, aunque
lo intentase mis piernas se movían por si solas. Cuando me
detuve y me senté, sentía mucha paz, sentí una brisa y ya no
estaba en ese exilio, no sé cómo salí, ¿el truco es sentarse?

43
Obra antológica

La cortina con pies

Por Erika Valentina Mikán Quijano

Emi Gonzáles era uno de los muchos niños de los que la suerte
iba de su mano, de una forma un tanto extraña. Al no tener
una vida de lujos, desde bebé, la suerte de Emi lo llevó a parar
a un centro con logo de manos verdes en forma de copa. Allí
lo alimentaban y le daban una educación primaria.
Él nunca tuvo problema alguno con vivir en el centro de las
manos verdes. Era un niño servicial y atento, que con ayuda de
su suerte extraña siempre lograba salirse con cautela de los
problemas que se le presentaban a lo largo de los días; sin
embargo, el único problema de Emi eran las noches. No
toleraba nada de estas ni la oscuridad ni los bombillos apagados
ni la sábana ni la almohada, incluso para Emi llegaron a ser
intolerantes las respiraciones moquientas de sus compañeros.
Porque ahí no dormían en alcobas sino en pabellones, grandes
salones repletos de camas, camarotes y colchones donde
dormían cientos de niños separados por edades.
A Emi no se paniqueaba por la llegada de la noche, eran las
cortinas lo que le incomodaba de verdad. El pavor tan grande
que sentía por estos seres delgados y alargados al momento de
la noche en que se recibía la orden de tener las luces fuera, le
molestaba, le provocaba ansiedad y se obligaba a sí mismo a
hacer pataletas para que lo cambiaran de lugar. Su cama, para
su suerte, estaba junto a uno de los muchos ventanales y por
consiguiente quedaba junto a las cortinas.

44
Fragmentos de venganza y muerte

Lo que Emi les contaba a las directivas para que lo cambiaran


de cama, era que, algo o alguien se posaba tras las cortinas y no
lo dejaba dormir. Decía que ese algo o alguien siempre estaba
descalzo, que estaba seguro de eso, ya que en las ocasiones en
que le daba la espalda al ventanal para conciliar el sueño,
escuchaba la piel desnuda de esos pies pegajosos
desprendiéndose del suelo crujiente de madera, como si diera
pasos, como si se acercara hacía él. Muchas veces se
despertaba exaltado después de alguna pesadilla para
encontrarse con una silueta negra y unos pies grises
asomándose por el final de la cortina.
Pasaban los días junto con los planes que ideaba Emi para no
llegar a estar despierto por la noche, dormirse justo después de
cenar, cuando aún quedaban unas horas libres en los que podía
tener la luz encendida, olvidando en que las ocho horas de
sueño se pasaban antes de tiempo y terminaba despertando a
la madrugada habitando en la oscuridad y el insomnio,
petrificado, con dolor en el pecho y los ojos secos por no
parpadear.
No dormir una noche y permitirse habitar con el ser de los
pies huesudos para tener todo el sueño posible y caer rendido
al otro día, fallando en que se desorganizaba su horario
biológico y terminaba durmiendo en el día y despierto en la
noche
Uno de sus últimos planes fue hacer ejercicio en exceso, lo
cual lo debilitaba y por alguna extraña razón le cerraba el
apetito, poco a poco se fue deteriorando su salud, Emi por su
parte no se acongojaba por estar enfermo, le agradecía a su
extraña suerte el estar en ese estado. Pensaba, enfermo se
duerme todo el tiempo, dormía en la enfermería, la cual no
tenía ventanas ni cortinas, la sombra de los pies se fue

45
Obra antológica

desvaneciendo e incluso Emi la daba como olvidada por


completo, solo se empeñaba en continuar en ese estado,
escondiendo la medicina tras las muelas para después
machacarlas hasta volverlas polvo y esparcirlas por el piso de
la enfermería, haciendo ejercicio en exceso o vomitando los
alimentos.
Hasta que una noche, se despertó de golpe, como si una brisa
agresiva hubiese balanceado su camilla, frente a él, solo podía
divisar como la luz que pretendía colarse por debajo la puerta
era interrumpida por dos pedazos de talones viejos. Volvió a
sentir miedo de su conciencia y se le fue el recuerdo del tiempo
en que era feliz sin la sombra, el antes y el ahora habían
devorado los momentos de tranquilidad ignorante, donde Emi
ya no vivía con afanes o a la espera de volver a coincidir con
esos pies.
Emi tiritaba, rechinaba su camilla de tanta tembladera, era
una estatua que temblaba mientras vertía lágrimas empapando
su camisa, se estremecía y aun así no era capaz de mover un
dedo, no sentía las piernas, sentía como su cara hormigueaba
por la adrenalina, como su corazón latía y latía e intentaba
subírsele por la garganta para escapar por sus orejitas. Ante
Emi la sombra se movía, era la primera vez que Emi la veía,
mientras avanzaba hacia un costado de la alcoba, él notaba
como sus pedazos se caían, como la sombra cambiaba su
nebulosa silueta por una de alquitrán que se movilizaba
lentamente por un pedazo de la alcoba, escurriendo pedazos
de oscuridad intensa.
La sombra se detuvo tras un perchero donde colgaba una de
las batas de las enfermeras, la luz bajo la puerta se expandía
inundando el piso, encharcando los pies de la sombra con su
luminiscencia. La sombra no volvió a moverse, esa noche Emi

46
Fragmentos de venganza y muerte

no durmió, después de presenciar como la sombra se movía


no se iba a permitir darle la espalda, ni parpadear, ni perderla
de vista.
Sentía que si se dormía la sombra tomaría fuerzas de su sueño
para terminar por alcanzarlo. La noche siguiente, debido al
cansancio, Emi durmió contento; sin embargo, el contento del
ensueño fue interrumpido por la sacudida de una de las
enfermeras, la cual lo despertaba con gritos que llegaban casi
al llanto, Emi no despierta, está muy cansado, pero abre los
ojos, achinados del fastidio, hasta que se ve a sí mismo, estaba
bañado en un sudor espeso que le oscurecía el candor de la
pijama.
Era un día soleado, el brillo y los rayos del sol se colaban por
el hall para calentar la alcoba. La enfermera encendió la luz para
determinar mejor que era la sustancia viscosa que recubría el
cuerpo de Emi, pero al encenderse esta él pegó un brinco para
esconderse tras una de las mesitas de la enfermería, todo había
quedado untado de esa viscosidad grisácea. La enfermera
miraba intranquila a Emi e intentaba acercársele sigilosamente
para tomarle la temperatura, él no determinaba la presencia de
la enfermera, no temblaba, tenía los ojitos saltones de tanto
esforzar la vista para saber si lo que veía era real, la sombra por
primera vez lo visitaba en el día. La enfermera le hablaba, lo
tocaba, lo miraba; sin embargo, él no la veía, no la escuchaba,
no la sentía. Desde la perspectiva de Emi solo se encontraban
él y la sombra bajo la inclemente luz blanca de la habitación.
La sombra realizó un ligero movimiento y Emi salió
corriendo, corrió y corrió mirando hacia atrás para corroborar
que la sombra no lo siguiera. Por un segundo pensó en mirar
hacia el frente para no tropezarse, a Emi se le detuvo el
corazón, se quedó sordo, se volvió invalido, sin querer caía

47
Obra antológica

sobre los brazos de la sombra que lo esperaba para recibirlo en


el último de sus pasos.
Oscuridad, Emi cae por un vacío etéreo, cae en la inexistencia
para fundirse con la sombra. Emi no mejora, ya no puede hacer
nada para que mejore su salud, su suerte ha perdido su camino.
Emi se deteriora y se deshace mientras continúa en la caída
hacía la nada. Despierta de un totazo.
—¡Emi, despierta! —le dice una de las directivas.
—Han venido a recogerte, alístate y empaca tus cositas—.
Emi estaba confundido, despelucado, ruborizado por el sol de
las cuatro de la tarde.
—Emi fue adoptado —decían entre voces las personas que
lo despedían. Emi se despidió agradecido, les tomó la mano a
sus nuevos padres y se fue saltando de felicidad.
—Emi, despierta, Don Emir. —Emi vuelve en sí.
—¡Ay, Don Emir! ¿Otra vez soñando en las horas del
trabajo? Me pregunto ¿Qué tanto le ve a las cortinas? Ya están
suficientemente limpias, camine vamos a almorzar.
Le decía una de las enfermeras mientras le tomaba la mano
para sacarlo de ese lugar.

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Fragmentos de venganza y muerte

Efectos secundarios

Por Karen Mikán Quijano y Erika Mikán Quijano

Cuando desperté, la lámpara de la mesita de noche aún estaba


encendida, iluminando el vacío etéreo de mi habitación, los
cristales de la copa que había sido quebrada en mi mano al
correr la ira por mis venas, yacían escondidos en los cajones
chorreantes de sangre coagulada, sentí miedo, pero la
melancolía de la noche transformaba el cuarto en una prueba
para despistar a la memoria del recuerdo.
Se repiten estrofas, poemas, cuentos y oraciones en mi
mente, pero entre todo el bullicio que hace mi cabeza está
oculta tu mirada. ¡Grito famélica al techo con goteras tu
maldito nombre! Mientras la tristeza me derrumba la
conciencia, me desplomo arrodillada al suelo de maderas rotas.
Con miseria en los ojos trato de buscarte entre las esquinas de
mi alcoba, pero solo veo el camino de pintura de los retratos
que pintamos juntos. Encontré tu lienzo tirado de cabeza en la
alfombra blanca, mientras la casa se llena de estruendos, bajo
corriendo por aquellos escalones rechinantes que hacen del
sonido de mis pies relámpagos a mis orejas.
Las cosas han cambiado de posición, ya no hay tapis en las
paredes y las escaleras se han tornado largas y deformes por lo
que ahora interpreto de ellas, he trazado líneas que por su
fuerza expresan como estas se han hecho un obstáculo y no un
paso para seguir adelante. Lo único que me libera es moverme,
me siento ligera, levitando por los pasillos con caras sin rostro.

49
Obra antológica

Mis sentidos se han vuelto enemigos al evadirme cuando


intento recordarte ¿por qué me dan la espalda?, creando huellas
donde no ha habido intentos ni tuyos ni míos.
A través de la ventana, oscura e incierta, tropiezan las gotas
sobre el tejado, me siento como una metamorfosis
contradictoria, ya no soy mariposa, me he convertido en oruga,
arrastrándome en lo inerte del suelo para encontrarte.
Mi mirada cae hacia mis manos pálidas llenas de yagas que no
son propias de la carne ni del alma. ¡crash! Un cuchillo que
plasma sus heridas en el grito de las teclas que juntas piden
auxilio. Estoy en transe caminando por la casa, mientras la
niebla me rodea, con susurros polifónicos, inquietantes, llenos
de mentiras, rasguñando mis mejillas, el reflejo de los símbolos
que nacen de la nada. Nos alejamos del espacio cuando el
tiempo nos distancia para suceder. Una Poiesis de mi
inconsciente me ha llevado hasta la cama, para toparme con un
arrume de sabanas que al recostarme e intentar taparme
desenvuelven tu cadáver.

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Fragmentos de venganza y muerte

Un pueblo un poco diferente

Por Alejandra De La Ossa Zuluaga

Capítulo 1: El viaje
Estaba viajando a California porque me había salido un trabajo
de tecnóloga, iba en el carro manejando, era de noche, estaba
oscuro y la calle estaba completamente sola, al igual que yo. Iba
todo bien y normal hasta que el auto se detuvo en medio de la
carretera, tenía miedo de revisar ya que estaba sola y estaba
oscuro y me deba miedo que saliera un ladrón, pero aun así me
bajé. Fue algo entristecedor lo que pasó. el neumático se había
espichado con un clavo, estaba preocupada, ¿Cómo voy a
conseguir un neumático nuevo? Miré a ambos lados para ver
si pasaba algún auto, al lado izquierdo y solo había soledad,
pero en el derecho se veía desde lejos un cartel, este no se
alcanzaba a leer desde esa distancia, pensé que era mi
imaginación o incluso una alucinación, de echo pensé que
estaba loca, ya que en esa carretera no estaba registrado ningún
pueblo en el mapa, además de que como dije, la calle estaba
sola y oscura.
Fui corriendo hacia al pueblo, aunque parecía estar lejos,
llegué inmediatamente, el cartel decía Longtown, quería irme
lo más deprisa para no perder el trabajo, así que fui a buscar el
neumático que me faltaba, pero en vez de eso encontré a
mucha gente muy feliz de verme, como si me conocieran, era
extraño ya que yo no conocía ni el pueblo, ni la gente. De lejos
este pueblo parecía un pueblo fantasma, pero la verdad es que

51
Obra antológica

estaba repleto de gente, además de que no estaba muy bien


cuidado, ojalá en ese tiempo hubiera sabido que ese era un
pueblo un poco…DIFERENTE.

Capítulo 2: Noah.
(siento que el capítulo es muy redundante, deberías intentar
organizar mejor lo que quieres expresar en esta parte del texto,
considero que podría ser más corto y estar incluido en alguna
de las partes cercanas)
Todos estaban tan alegres que casi no me dejan hablar, y me
apeñuscaron tanto que casi no podía respirar, yo no lo podía
comprender como se alegraban de que un extraño llegara, tal
vez estaban solos, eso pensé, o tal vez en realidad me conocían
y no los recordaba, cuando todos se calmaron pregunte sobre
un neumático o un taller mecánico, para arreglar mi neumático
o cambiarlo, todas las personas me dijeron que no, y pensé que
eso era raro ¿Acaso no tenían carros ni motos o como
arreglarlos? Fue lo que me pregunté, luego pensé y me di
cuenta que a pesar de su nombre era ciudad pequeña y eso era
lo que pensaba, todos se apartaron después de un momento y
volvieron a sus trabajos o sus casas de repente escuche
(considero que tantas explicaciones a la hora de narrar no son
necesarias, es importante tener en cuenta que las personas que
leen tu historia creen lo que dices, no es necesario explicar
tanto)
Alguien me saludó, me volteé y vi a una persona que se veía
más o menos de mi edad, le contesté el saludo, él sonrió.
—Me llamo Noah.
Era un chico muy lindo, con pelo largo y anteojos, tenía una
sonrisa brillante y muy hermosa, sus dientes parecían

52
Fragmentos de venganza y muerte

masmelos o de leche, su hermoso pelo tenía unos colores


maravillosos y sus bellos ojos parecían canicas, cada uno de un
color diferente, el izquierdo era verde y el derecho era azul, era
hermoso y magnífico.
En cambio, yo era todo lo contrario a Noah, era una chica
con el pelo corto de un simple y horrible color rojo, no tenía
anteojos ya que me incomodaba tenerlos, mi sonrisa no tenía
una pizca de blanco y menos era brillante, de echo apenas y me
lavaba los dientes solo una vez al día, sin mencionar que los
tengo amarillos y mis ojos eran un simple y corriente color
café, era todo lo contrario a ese chico. Él era perfecto y yo no,
pero a pesar de eso no me desagradaba ser imperfecta, después
de que me dijera su hermoso nombre yo le dije el mío que era
Adele.

Capítulo 3: La noche
El me volvió a sonreír con sus brillantes y hermosos dientes
de leche, y de repente me agarro la mano y me llevo
caminando, estaba entre susto y confusión, ¿Qué me iba hacer?
¿A dónde me iba a llevar? ¿Acaso me iba a secuestrar? Me
quede muda, con ganas de gritar, pero todas mis palabras
quedaron atrapadas en mi cabeza sin poder decirse, solo podía
mirar, solo sabía que me llevaba con su sonrisa hermosa, pero
misteriosa y eso me asustaba, luego escuche su melodiosa y
preciosa voz.
—Vamos a ir a una cafetería, y por ser la invitada especial yo
invitaré.
Me tranquilicé y me gustó mucho la idea, además me vendría
bien el café para calentarme ya que era de noche.

53
Obra antológica

Estábamos en la cafetería, era una cafetería un poco vieja y


pequeña, pero era bonita y rustica, yo pedí un capuchino y
Noah no pidió nada. Estaba tranquila y relajada, era genial el
pueblo, pero no exactamente para vivir, entonces recordé que
debía buscar un lugar para dormir, ¿dónde podría dormir? Me
dije en mi mente, en el apuro le pregunté a Noah si había un
hotel o un lugar donde dormir, él me dijo que solo había uno
y que era uno de los mejores del mundo, en ese pueblucho el
único hotel que había, estaba a una cuadra. Me alegré de que
estuviera cerca, aunque eso lo pensé en el momento, sin saber
las consecuencias que habría después.
Llegué y pregunte el precio y la señorita me dijo que era gratis
por ser la invitada, seguí confundida, ¿Cómo me conocían?
¿Habrían sabido que iba a ir? Millones de preguntas más que
me estaban rodando y rodando en mi cabeza. Esa noche casi
no duermo por las preguntas que rondaban en mi mente, no
podía dormir. En la mañana amanecí somnolienta, pero Noah
me invito a desayunar, ya que al parecer éramos amigos,
cuando desayunábamos recordé al neumático, aunque la
respuesta era obvia, le pregunte si tenía un neumático, y como
ya dije que era de esperarse me dijo que no y simplemente
seguimos desayunando.

Capítulo 4: Un choque inesperado


No tenía neumático, así que no tenía como irme, decidí dejar
de preocuparme ya que de todas formas no iba a poder salir,
pero aun así decidí salir un rato del pueblo a ver el carro y ver
si pasaba uno que me ayudase, pero cuando salí me encontré
con algo inesperado y al mismo tiempo escalofriante, no
encontraba mi carro, fue como si hubiese desaparecido o
alguien me lo había robado, pero me di cuenta de un hecho

54
Fragmentos de venganza y muerte

que me dejo impactada y perturbada y era que el auto no


cambio de sitio, el pueblo cambio de lugar, de un desierto
estábamos en un lugar tipo selva con muchos árboles, aunque
el pueblo no llevaba ni uno, quede como una estatua, sin
moverme y sin hablar como si no tuviera vida, estaba muy
asustada y lo peor estaba por venir.
Escuché unos susurros que me decían que me quedara en el
pueblo, pensé que aquellos susurros iban hacer de Noah o un
aldeano, pero al voltear me di cuenta de un hecho que hacia el
pueblo más escalofriante, y era que no había nadie detrás de
mí, salí corriendo aterrada de las dos cosas perturbadoras y
sombrías que acababa de presenciar, corría tan rápido que ni
siquiera me fije por donde iba, hasta que choque con algo o
más bien era alguien, era un chico, me ayudo a levantarme, me
dijo que se llamaba Jason, como el de la película de terror, él
era lo contrario a Noah, pero también era lo contrario a mí, él
era un chico con el pelo muy despeinado, tenía pelo negro,
pero no era largo como el de Noah, su chaqueta era un rojo
sangre, como si hubiese matado a alguien y no se hubiese
limpiado la chaqueta, y su pantalón era un gris, con algunos
parches, sus ojos eran rojo fuego, tenía una oreja medio
mordida y sus dientes eran colmillos como los de un lobo,
además tenía vendas como si hubiera peleado y se hubiese
lastimado.
Tenía ojeras debajo de sus ojos fuego, era terrorífico, el daba
miedo y su aura desprendía temor, me dijo que me invitaba a
la repostería, la verdad quería postre, pero no quería ir con él,
fui para no ser maleducada y además recordé el dicho de no
juzgar a un libro por su portada, aunque con él eso era un poco
difícil, pero se le veía una buena intención y eso era lo que
importaba, llagamos a la repostería y mientras llagaban los

55
Obra antológica

pedidos él me preguntó sobre mi vida, sobre lo que me gustaba


y lo que no, a pesar de verse como una mala persona, era bueno
por dentro.

Capítulo 5: El cuerpo
Fui al hotel después de conversar con Jasón, esta vez me
dormí enseguida, ya que no tenia de que preocuparme, quedé
fundida, ya que no tenía ni un carro o neumático, además
consideré en quedarme en ese pueblucho agradable, puesto
que no sabía lo que me esperaba, de echo a pesar de recorrer
todo el pueblo, no conocía nada de él.
Como dije me dormí rápido, pero cuando dormí tenía una
sensación muy extraña, era una que nunca había tenido en mi
vida, me sentía muerta, pero a la vez me sentía tan viva, sentí
que salía de mi cuerpo o que no tenía uno. Desperté y me
encontré con algo bastante perturbador, era mi cuerpo
acostado en la cama, fue extraño, él se levantó y salió, estaba
justo aquí, pero mi cuerpo no estaba, intenté gritar lo más
fuerte que pude y nadie parecía acudir a mi ayuda, hasta que mi
cuerpo no estaba en la habitación, (nadie acude en su ayuda
hasta que el cuerpo este ahí o nade acudió porque su cuerpo
no estaba en la habitación) lo había perdido de vista, era como
una clase de fantasma o espectro.
Cuando ya había asimilado que nadie acudiría a mi ayuda,
llegó alguien y era Noah, quien había llegado al cuarto, él me
miró fijamente a los ojos, mientras yo flotaba en la habitación,
pero en vez de ayudarme salió corriendo, pensé que era porque
las personas no podían ver a los fantasmas, como en las
películas, pero me di cuenta que estaba equivocada, él si me
veía y lo sé porque me dijo algo, sus palabras vete salieron, yo
no sabía que pasaba y ¿tenía que quedarme ahí? Estaba bajando

56
Fragmentos de venganza y muerte

al suelo para intentar pisarlo y de repente lo atravesé, y


encontré algo que nunca me hubiese esperado, era una
habitación llena de papeles, historias e imágenes de personas
tachadas con una equis y una de aquellas era yo.

Capítulo 6: La habitación secreta


Leí los archivos de cada persona y todos decían la vida
completa de ellos, incluso de la mía y en las historias hablaba
sobre el pueblo y es que en realidad no era lo que parecía. Era
un pueblo fantasma, pero se refería a que todos eran fantasmas
y las cosas supuestamente materiales no eran reales, solo era
una ilusión, esto debido a que los fantasmas se meten en la
mente de las personas para crear ilusiones e incluso hacen que
esas ilusiones se sientan reales. Eso significaba que ese pueblo
no era real y que las personas ya estaban muertas y necesitaban
algo para materializarse y era un cuerpo, el que ya no tenia y lo
único que podía detenerlos era un artefacto el cual se suponía
que está destruido y perdido, simplemente salí de la habitación
atravesando la puerta que tenía cientos de candados puestos y
al salir me encontré algo impactante, mi cuerpo.

Capítulo 7: Millones de preguntas


Quedé petrificada, aun no lo podía creer, ¿cómo es posible
que esto esté pasando? ¿Acaso estaba soñando o alucinando?
Y tenía millones de preguntas más, mi cuerpo volteo mi cabeza
y me miró fijamente, él paso a un callejón en el que yo estaba,
ya que la puerta estaba escondida al final del callejón y al salir
quede ahí. Él me vio y yo lo estuve mirando, no podía decir
nada con el susto que tenía, él se me quedó mirando con una
sonrisa un poco macabra. Estaba nerviosa y aterrada, hasta que
mi cuerpo preguntó.

57
Obra antológica

—¿Quién crees que soy yo? —Quedé con una cara de


aterrada ya que lo estaba.
—Eres yo.
Él se rio con una risa macabra y perturbadora, simplemente
me respondió algo con lo que quede impactada.
—Soy yo, Jason.
¿Cómo podía ser posible que Jasón estará en mi cuerpo?
¿Acoso él también era fantasma? Luego vino Noah corriendo
y le dio un puñetazo a Jasón o ¿a mi cuerpo? Mientras yo seguía
impactada sin hacer nada, con una cara de aterrada y
preguntándome de nuevo ¿cómo era posible todo esto? Me di
cuenta que Noah tenía un objeto extraño en su bolsillo y ese
objeto era el mismo que necesitaba para terminar con los
fantasmas.
Él lo presiono y de repente estaba de vuelta a mi cuerpo, pero
de alguna manera Jasón seguía en aquel, todos los aldeanos del
pueblo comenzaron a salir de sus casas o de los
establecimientos y se convertían en espectros. Todos iban
entrando a mi cuerpo, al igual que Noah, ya que él también era
un espectro, en ese momento me di cuenta que todos los
habitantes eran fantasmas y estaban emocionados de que
habían ido para poseer mi cuerpo, todos estábamos peleando
para quedarse con mi cuerpo y todos salían del mismo poco a
poco, hasta que solo quedamos Noah y yo, pero algo raro fue
que el salió voluntariamente y yo gané recuperando mi cuerpo.

Capítulo 8: Esto se acabó


Apenas salieron Noah me grito, corre antes de que te atrapen,
pero a pesar del miedo no pensaba dejar a Noah atrás, ya que
él me había ayudado, así que yo le respondí que no me iría ni

58
Fragmentos de venganza y muerte

dejaría atrás, Noah me miro con una cara de asombro y


frustración, además de que estaba rojo de la rabia. él me lanzo
el artefacto extraño que tenía y me pidió que presionara el
botón, eso me ayudaría, yo lo presioné.
De repente se abrió un portal enorme donde estaba
absorbiendo todo lo del pueblo, pero por alguna razón no me
absorbía a mí y era porque yo era la única cosa material que
estaba en ese pueblo, todos y todas las cosas iban entrando al
portal a la fuerza poco a poco, pero también se estaba llevando
a Noah, lo intente agarrar, pero él se soltó y entro al portal con
una sonrisa. Al entrar todos quedé tres días seguidos en la
carretera esperando un carro y cuando por fin pasó me llevo a
su casa a comer y luego me fui a buscar una casa para vivir.
Esta historia fue algo que me pasó, algo que me dije que
nunca olvidaría, algo que la gente nunca sabría y uno de mis
mayores recuerdos está en mi ojo, el derecho para ser exacta y
es que cuando entraron todos esos fantasmas, mi ojo se volvió
negro, representando la maldad que había entrado a mi cuerpo.

59
Obra antológica

Mi familia

Por Isabella Almonacid Duran

Hola, soy 32827, soy un ternero y siempre estoy con mi mami,


hago muchos amigos como los caballos, aunque a ellos ya se
los llevaron del granero. Ahora mis amigos son los cerdos, ellos
son muy divertidos y chiquitos, así que cuando jugamos soy
muy cuidadoso. Ellos viven con nosotros y eso ya no me gusta
tanto, porque mamá y papá cerdo han estado chillando mucho
y no me dejan dormir, mami dice que es porque pronto se los
van a llevar a ellos, así como hicieron con los caballos.
Hoy estoy muy triste, porque además de que se fueron los
señores cerdos, también se fue mi mami, cuando se la llevaron
me dijo que tenía que ser muy fuerte y que ella siempre me iba
a amar. Los cerditos también están muy tristes así que iré con
ellos para no sentirme tan solo.
Ya han pasado meses sin mi mami y todavía me da tristeza
que se haya ido, pero ya no puedo hacer nada. Ahora los
humanos me están dando mucha comida y estoy muy grande
gracias a eso. He oído decir a los humanos que seguro pronto
me voy, estoy muy feliz porque veré a mi mami de nuevo. Me
emocioné mucho y se lo dije a los cerditos, que también están
muy grandes y gordos, en especial gordos. Ellos me dijeron
que era mejor que no me llevaran, yo quería preguntar el
porqué, pero ellos se pusieron muy tristes cuando me dijeron
eso, así que no dije nada.

60
Fragmentos de venganza y muerte

Después de semanas de haber escuchado que me iban a


llevar, hoy por fin me voy, los cerdos dicen que voy a ir con mi
mami, eso me puso muy contento porque hace mucho no la
veo. Los humanos me levantaron temprano y me lavaron muy
bien. En todo este tiempo los cerdos han estado muy tistes,
debo confesar que también estoy un poco triste porque ya no
los veré. Después, me subieron a un carro muy grande, no
pude despedirme de los cerdos, me siento mal, pero también
muy contento de ver de nuevo a mi mami.
Llevamos horas de viaje, pero al fin llegamos, me bajan del
carro y me llevan a una habitación blanca, aunque tiene unas
extrañas manchas cafés en las paredes y un olor muy horrible.
Hay algo metálico colgando del techo, pero no sé qué es, me
siento un poco perdido, pensé que me iban a llevar a otro
campo, pero estoy en esta fría habitación. Hay tres puertas en
donde estoy, todas están cerradas, una de esas es por donde
entré, las otras dos no tengo la menor idea de a donde llevan,
una de esas puertas tiene una ventanita, ahí vi muchas
maquinas que sacaban cosas rojas, creo que más bien es rosa,
pero no sé qué sea y la otra es súper fría, cuando me acerque
sentí el frío de la puerta, estoy seguro que no quiero entrar a
ninguna de las dos.
Después de un tiempo solo en esta aburrida habitación, llega
un humano vestido con un traje blanco que cubre todo su
cuerpo, trae un palo, seguramente me va a sacar y me llevará a
la granja donde está mi mami, viendo bien el palo tiene unas
luces, se me acerca y yo me quedo quieto, tiene una actitud
muy rara, me da un poco de miedo, pero si me va a llevar con
mi mami entonces todo está bien. Espero que el señor haga
algo, pero no hace nada, así que me acerco a él, ya que él había
entrado por la puerta que yo también entre, pero en vez de

61
Obra antológica

abrirla veo que toma el palo con más fuerza, me está


empezando a dar miedo, se me intenta acercar y yo me alejo,
siento que no tiene buenas intenciones. La habitación no es
muy grande que digamos, entonces el señor me alcanza, no me
puedo mover mucho, cierro los ojos cuando acerca el palo a
mi cuerpo, entonces siento un dolor inmenso, es tanto el dolor
que no me puedo mantener en pie y no para, el señor no para,
sigue tocándome con esa cosa, me duele muchísimo, siento
como si me quemara, no creo que pueda resistir a este dolor,
aunque bueno ya no siento nada, no sé qué pasa, peor veo todo
raro y creo que cerrare un poco los ojos.

62
Fragmentos de venganza y muerte

Hacienda la portentosa

Por Adrian Balanta

Los hechos de la presente historia sucedieron en los campos


de los Llanos Orientales Colombianos, más específicamente en
una granja llamada La Portentosa, la cual por sus fértiles tierras
necesitaba de muy poco recurso hídrico para producir
cualquier tipo de fruto, sin dejar lado los animales que
irradiaban vigor. A dicha finca llegó a vacacionar una familia,
cuyo principal propósito era cambiar a un entorno más
amigable debido a que provenían de una ciudad cercana. La
familia estaba compuesta por los padres, un niño de nombre
Damián y una niña llamada Raquel, era normal ver a los dos
jugando con las gallinas, cerdos, vacas y demás animales; sin
embargo, el preferido de los dos era Renzo, un caballo de color
dorado e inusual altura que, aunque de corta edad, ostentaba
una brillante melena que cubría parte de su robusto y elegante
cuerpo.
La conexión entre los tres fue instantánea, Raquel, Damián y
Renzo eran casi inseparables, recorrían toda la finca varias
veces al día sin bajar de su lomo y es que era tan corpulento el
animal que la comodidad de su dorso era comparable a la de
cualquier motocicleta bien equipada. Todos los días, luego de
montar a caballo los padres de los pequeños los preparaban
para un baño caliente, comer la cena y luego irse a dormir, eso
era algo que toda la familia disfrutaba hacer.

63
Obra antológica

Todo transcurría conforme a lo planeado, al pasar de los días


los padres disfrutaban de la tranquilidad del campo y los niños
a su vez aprendían de su entorno mientras convivían con los
animales, pero la tranquilidad de todos empezó acabarse
cuando sin ningún motivo aparente los infantes empezaron a
murmurar el nombre de una persona en repetidas ocasiones,
era algo raro y poco común, nunca antes les había pasado algo
parecido, lo preocupante de la situación era que esto era lo
único que decían, no salían palabras diferentes de su boca,
solamente era un nombre que quizás era de un hombre, pero
como saberlo si quienes lo mencionaban no daban ninguna
explicación. Los padres se cuestionaron, buscaron y
preguntaron a las personas cercanas sobre el hecho, pero
ninguno les daba información que satisficiera su incertidumbre
y agobio.
Al día siguiente los padres acordaron dejar a los niños hacer
su rutina diaria con Renzo, mientras ellos trataban de reunir
más información acerca de lo sucedido indagando a otras
personas. En la tarde, cuando los padres regresaron a la casa,
encontraron a los chiquillos con un aspecto radicalmente
diferente, Damián tenía la mirada perdida y su cara no
concordaba con la de aquel niño alegre de siempre, además su
brazo izquierdo estaba repleto de símbolos raros e
incomprensibles y sus uñas eran de color negro, la situación no
fue distinta para Raquel quien tenía la misma expresión facial
de su hermano, el cabello sucio y completamente lleno de
trenzas, la pareja de esposos reaccionaron aterrorizados ante el
panorama que observaban, algo había sucedido en su ausencia
y no había una explicación razonable para ello.
Los padres consideraron todas las situaciones posibles y la
única idea medianamente razonable que surgió fue la de enviar

64
Fragmentos de venganza y muerte

de nuevo a los niños a realizar su ruta con el caballo, no


obstante, esta vez sería diferente porque los seguirían a
escondidas para encontrar la causa del enigma. Los infantes
aún somnolientos fueron subidos al caballo y este los guío,
minutos después el animal se detuvo al lado de uno de los
tantos arboles de la hacienda y sucedió algo que a todos los
presentes les puso los pelos de punta de manera literal, desde
lo más alto del árbol descendió lentamente un hombre de
pequeña estatura, pantalones rojos, camisa verde y un gran
sombrero que cubría casi la mitad de su cuerpo, sus manos
eran rústicas, sus uñas muy largas y sus pies estaban al revés,
este era un duende que moraba en los alrededores.
Los esposos estaban aterrorizados, ni siquiera parpadeaban,
tampoco podían moverse porque se habían quedado
paralizados ante la aparición del espectro ya que era tanta la
energía que este expedía de su cuerpo que todos a su alrededor
quedaban adormecidos. La única manera de salir de su hechizo
era gritar fuertemente su nombre en voz alta, el nombre que
repetían los niños una y otra vez, la única palabra que salía de
sus bocas, los padres lo sabían y se armaron de gran valor y
determinación para llevar a cabo la misión y terminar con la
pesadilla que ponía en peligro la vida de todos, pero antes de
empezar a balbucear ambos sufrieron un desmayo que los llevó
al piso para despertar horas después con la terrible noticia de
que jamás volverían a ver a sus chiquillos.

65
Obra antológica

La huida

Por Carlos Anuare

Estaba ya en cama, miraba un par de posts de Alfredo y una


breve, pero intensa pulsación la sacudió un instante, parecía un
típico ataque de ansiedad nocturno, no prestarles atención a
esas cosas se le hacía fácil. Era una noche clara, parecía que no
había nubes en el cielo y una tenue brisa revoloteaba de lado a
lado por el parque enfrente de su cuarto. No hacía más que
mirar el feed de Alfredo en esta red social, se mordía los labios
y sin darse cuenta, se le estremecía algo muy adentro del pecho
con cada sonrisa observada.
Su cama quedaba junto a la ventana, así que era capaz de ver
cada amanecer, pues nunca dormía bien, trataba de contemplar
cada atardecer, con ojos de enamorada, pues dibujaba cada
color del arrebol con sus pupilas, hacía mucho que le impedían
pintar y su consuelo no era otro que dar pinceladas con la
mirada.
Era una ventana enorme, ocupaba casi la totalidad de esa
pared, una suerte de tibia intimidad, le hacía sentir como en
casa, aunque definitivamente no lo estaba, el parque de
enfrente emanaba cierta frescura antigua, cierta solemnidad
pausada en el tiempo. Nunca había visto a nadie pasar por allí,
así que, sobre todo en la noche, se sentía segura de danzar al
ritmo de un par de canciones, o pasearse sin mucha ropa en la
privacidad de su alcoba, pero esta vez, por alguna razón, estaba
inmóvil contemplando la noche.

66
Fragmentos de venganza y muerte

Terminó de revisar su celular, lo puso a cargar un poco


apresurada, pues nunca se rendía de intentar dormir temprano,
alguna voz se oyó en el pasillo:
—Apagando luces —exclamó la voz.
Poco después apareció otra vez la oscuridad, jurada enemiga,
su abrazo era fuerte, potente, casi mortal. Su respiración
comenzó a aumentar de velocidad y aunque ella sabía cómo
contrarrestarlo, le aterraba no ver nada más que el pálido
reflejo blanquecino que la luna lejana le regalaba.
Se esforzaba por agudizar la vista, por estar atenta a cualquier
posible amenaza nocturna, cualquier objeto podía convertirse
en arma letal. No había casi nada en su habitación: un mueble
viejo, una pequeña mesa de noche, un armario enorme y su
pequeña, pero ergonómica cama. Entre todo el estupor que
estar sola le causaba pensó en usar de nuevo su teléfono, mirar
algún video gracioso para distraer la mente y ¿por qué no?
Alguna otra foto de Alfredo y su amable sonrisa. Esta vez le
era imposible encontrarlo, no había nada de luz y sentía
entumecidas las manos, como si algo la sostuviera no tan
amablemente. Comenzó un palpitar extraño, pero constante,
su corazón comenzaba a sonar como esas bandas de percusión
que tanto le gustaba oír de niña. Entre el tumulto de todos sus
pensamientos, no podía siquiera recordar cómo era su
teléfono, la marca del fabricante o cómo sonaba cuando
Alfredo le escribía.
El reloj con agujas aún visibles a pesar de la noche, marcaba
las 3:33 a.m., la hora precisa en la que todo pasaba, noche tras
noche. Su ansiedad inició, como hacía ya tiempo, podía
supervisar cada uno de los procesos de este ataque.
Comenzaba siempre con la respiración y la eterna concurrencia

67
Obra antológica

de voces en su cabeza iniciaban su plática siempre como un


murmullo, tornándose en algún momento en gritos.
Todo se calmó en su mente. Apareció el silencio y al fondo,
en el frío y largo pasillo fuera de su cuarto, podía oír
arrastrándose algo, como si alguien caminara sin ganas, pero
tan pesadamente que se podía oír el paso de las plantas de sus
pies contra el suelo. Ella recordaba estar sola en ese lugar, mirar
como pasaban los días ligeros y las noches largas, sin ninguna
compañía, pero este sonido se hacía cada vez más fuerte,
cercano y acechante. Intentó distraerse buscando mirar la luna
a través del enorme ventanal, pero una figura oscura le detuvo
el paso a su vista, solo pudo mirarla de soslayo, mientras
intentaba ubicar a la luna. Abajo en el parque, lo pudo jurar,
alguien la vigilaba, al menos ese instante, sintió la presencia de
algo o alguien acechándola.
Al día siguiente el sol salió a saludar, así que todos
aprovecharon para salir al parque a tomar algo de su energía.
Aprovechó de buscar a Alfredo entre la multitud, en cada
recoveco, en la grama y entre los arbustos. Se sintió tonta por
intentar ubicarlo como si fuera un perrito o un gatito, así que
cansada y algo triste, decidió sentarse en la banca del parque,
mientras un par de pájaros revoloteaban y cantaban algunas
canciones que Alfredo seguro disfrutaría.
Volvió a llegar la noche y aunque otra vez temerosa de lo que
la acechaba se sintió feliz por el día, había sido uno genial, con
postre de gelatina en el almuerzo, baile y canciones, pero de
nuevo la oscuridad y sus complicaciones, nuevamente las luces
se esfumaron a cierta hora, sentía el cuerpo entumido, como
atado a su pequeña cama, perfecto para contemplar la luz de
luna, hoy algo más grande que ayer, pero impedida a huir cada
vez que la sombra venía por ella.

68
Fragmentos de venganza y muerte

Por alguna razón, cada vez que miraba el reloj en medio de


su insomnio eran las 3:33 a.m. esto volvió a pasar esta noche.
De pronto recordó, casi como epifanía volátil que a esa hora
vio a Alfredo por última vez, tirado en el piso, en un pozo
gigante de sangre en el jardín de su casa, el corazón se le
estremeció como aquel día y aunque no deseaba ver por la
ventana, era el único lugar que le permitía su actual posición,
así que temerosa, pero curiosa, dirigió su mirada a la banca
donde horas antes se había sentado. Había alguien allí lo podía
jurar, esta vez estaba de espaldas, con una expresión corporal
casi de escultura, se le podía percibir la respiración, comenzó a
susurrar algo que ella reconocía como su nombre entrecortado,
fue entonces cuando la figura oscura se levantó y le mostró una
enorme sonrisa borrosa y sádica, mientras se acercaba a su
ventana. La sombra de inusual figura que la vigilaba noche tras
noche comenzó a hacerse enorme, su sonrisa era macabra y
sus ojos poseían una expresión impávida, casi de muerto, que
le azuzaban cada fibra de su piel. Comenzó a llorar y a gritar,
intentó huir de la oscura figura que sin duda alguna comenzaría
a devorarla o apuñalarla, pero estaba impedida, sus brazos no
se movían y sus piernas estaban atadas con algo a su cama,
podía sentir como su corazón bombeaba toda la sangre que
tenía a toda velocidad.
La figura se acercaba a la ventana, amenazante y alguien
comenzó a tocar su puerta con un ritmo muy rápido, nunca
había sentido tanto miedo, nunca había tenido tantas ganas de
morirse como ahora, de salir de esta extraña pesadilla que la
acechaba cada noche, quería estar con Alfredo, no importaba
cómo. Cuando pudo huir de los tumultos de sus pensamientos,
la sombra no estaba, solo la luz de la luna y la ventana abierta,
algo que nunca permitían y razón por la cual las manillas de la
misma estaban soldadas con hierro.

69
Obra antológica

Súbitamente y para su alegría, Alfredo comenzó a llamarla a


través de la oscuridad, a susurrarle como solo él podía las frases
más hermosas que jamás había escuchado. La invitaba a irse
con él, a acompañarlo a viajes maravillosos, a recorrer juntos
cada campiña y valle, cada pueblo desconocido, así que quiso
esperar el día siguiente, la luz del sol, para estar con su amado
una vez más. Por fin y con lágrimas en los ojos pudo dormirse,
cansada de luchar contra esa sombra humanoide, pero con la
esperanza de que todo acabaría al día siguiente.
Esa mañana particularmente fría, Alfredo comenzó a llamarla
desde temprano, a susurrarle planes terriblemente oscuros,
pero esperanzadores. Abrió los ojos, le estaban limpiando la
habitación por lo que tuvieron que liberarla brevemente de las
ataduras a su cama. Se sentía sedada, pero solo tenía una
oportunidad para hacer realidad el magnífico plan que Alfredo
le había comisionado.
Mientras la desataban lentamente pudo ver que la ventana
seguía abierta, era una mañana nublada, con ese halo de
esperanza típico de las lluvias matutinas. Se aseguró de no oír
ningún ruido de otras personas en el pasillo y apenas le soltaron
la última correa, rompió la ventana con un rápido puñetazo,
vidrios rotos volaron por toda la habitación, pero el edificio
era tan grande que seguro tendría tiempo de escapar de su
prisión antes de que viniera alguien. Tomó un trozo enorme
de vidrio y aunque se hirió un poco la mano, pudo cortarle el
cuello con un fugaz movimiento a la chica que hacía su cama,
ella comenzó a sangrar profusamente, pero no tenía fuerzas
para gritar, se le veía desvanecer minuto a minuto, dejando otra
escena parecida a la de Alfredo. Ella ya podía verse cada vez
más cerca de su amado.

70
Fragmentos de venganza y muerte

Tomó todas las sábanas viejas y las que estaban por poner e
hizo una larga cadena para salir por la ventana, ella podía sentir
como la fibra de esas telas la liberaba de cada dolor que tenía y
su felicidad por no tener que luchar con sombras desconocidas
la hacía saborear la victoria con papilas renovadas. Pudo salir
del edificio y a lo lejos, en un pequeño arroyo justo a las afueras
del complejo, pudo encontrarse con Alfredo. La figura de su
amado se transformaba de garabatos a trazos congruentes
mientras más se acercaba. Se plantó a pocos pasos de él, pero
sus ojos parecían apagados, su mirada marchita, y su sonrisa
macabra y borrosa le recordó el horror de cada noche.
Se dio cuenta cuando se acercó más, que quien la vigilaba,
quien la mantenía al filo del pánico cada noche, no era nadie
más que Alfredo, su amado. Él la tomó por la cintura, luego
por el pecho y después comenzó a apretar su cuello cada vez
con más fuerza, ella intentó gritar y pedir ayuda, pero había
hecho cosas horribles para salir del lugar que, aunque la
mantenía presa, podía significar ahora su única salvación. Pudo
distinguir casi antes de quedarse sin aliento la risa de Alfredo a
lo lejos y se vio ella misma en un sueño donde corría hacía
algún lugar desconocido, descalza y sangrando, nadie parecía
oír que la perseguían, a los pocos minutos, sus ojos perdieron
toda pista de vida, su luz se había ido.
Poco después descubrieron los cadáveres de dos personas en
la habitación 212 del Hospital Psiquiátrico San Juan de Triora,
la enfermera Marina Álvez, con heridas en su cuello y a Sussana
Domm, paciente de esquizofrénica de 33 años, aparentemente
estrangulada con un par de sábanas.

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Obra antológica

La impune anatomía de un cuerpo


decadente

Por María Molano Giraldo

Siempre me pregunté por la naturaleza de la impunidad, ¿era


acaso un monstruo despiadado creado por la sociedad? Parece
un acto de posesión de cuerpos decadentes, que requieren
exorcismos para liberar a la tierra del dominio demoníaco de
genocidas que caminan por ahí, como si nada. Creedme, la
historia de la impunidad es la más terrorífica de todas las
historias; es la historia quimérica de los genocidios, torturas,
masacres, desapariciones, decapitaciones, ignominia y
violaciones, que nunca encontraron justicia.

72
Fragmentos de venganza y muerte

Primer viaje: en las entrañas de la impunidad

Si quieres sentir terror,


piensa que no hay algo peor
que la impune anatomía
de un cuerpo decadente.
No tiene alma, ni entrañas
no siente remordimiento
ni tiene discernimiento.

Estas memorias empiezan con un viaje por un cuerpo en


decadencia, enmohecido por la violencia, es la impune
morfología de un asesino, un dictador, un genocida, un
feminicida, un violador, un verdugo, un criminal. Todos
comparten algo, la anatomía de la impunidad, su cuerpo es un
mismo cuerpo, en su exterior se pueden ver sus ojos
desprovistos de humanidad, su sonrisa macabra riéndose de la
justicia, sus manos cubiertas de sangre, sus pies enlodados del
sepulcro de sus víctimas (semana uno).
Al hacer un recorrido interno por este cuerpo decadente, se
puede ver un cerebro criminal compuesto por sinapsis
siniestras, un corazón inmutable insensible al dolor, sangre fría
corre por sus venas para matar sin condena, un abdomen sin
entrañas en donde digiere la maldad, unos huesos cadavéricos
que colecciona como su trofeo, unas pulsaciones extasiadas
con serotonina por cada crimen sin castigo, un intersticio
macabro en el que se teje la abominación (semana dos).
¡Oh, cuerpo putrefacto! ¿Cuál es el olor de esta impune
anatomía? No es otro que el olor de la muerte violenta que
todo lo impregna, la descomposición que expelen miles de
cadáveres, la fermentación butírica que destilan los sepulcros

73
Obra antológica

improvisados, la fantomía nefasta de quien es invisible a la


justicia, el olor nauseabundo de los ríos de sangre, la fetidez
que hiede a desperdicio.
Ese olor repugnante de la impunidad se siente sobre la
geografía de la muerte, se percibe en las vísceras arrojadas en
fosas comunes; en los cuerpos descompuestos lanzados a las
cuencas hidrográficas; en el aire putrefacto de los mausoleos
improvisados; en la necropolítica de un sistema corrupto;
apesta en las instalaciones del congreso y en el palacio de
justicia. Se siente en todos lados. Es como una plaga que todo
lo infesta (semana tres).
La anatómica impunidad es realmente terrorífica. Ella toma
formas monstruosas e inimaginables, algunas veces aparece
como máquina de guerra, otras como ejércitos criminales o
sombras de hombres con motosierras, hachas, palos, minas
antipersonales, y todo tipo de artefactos del diablo con los que
se pasean por los campos y resguardos indígenas, sembrando
el terror y descuartizando frágiles cuerpos, decapitando ideas
sociales y neuronas revolucionarias, desapareciendo cadáveres
y borrando todo rastro de existencia (semana cuatro).
Estas son algunas de las memorias del patólogo-investigador
que se atrevió a hacer el recorrido por las entrañas de la
impunidad, su viaje de cuatro semanas fue fatal. Él desapareció
extrañamente, nadie jamás vio su cuerpo; sin embargo, como
si presintiera su destino, dejó su bitácora sobre la anatomía de
la impunidad, en ella se encontraron aterradores dibujos de
este cuerpo en decadencia y notas dramáticas de su horrible
descubrimiento. Además, se encontró una grabadora cuya nota
final reproduce un espantoso y visceral gemido.

74
Fragmentos de venganza y muerte

Segundo viaje: lo que esconden las fosas comunes

Yacen en las profundidades,


sin huella y sin identidades,
no tienen un sepulcro propio
en vida sufrieron el Oprobio,
son cadáveres abandonados
que no quieren ser olvidados.

Una tarde iba caminando por una trocha destapada, de


repente mis piernas se hundieron y sentí que algo me halaba
con fuerza hacia las profundidades, cansado de luchar me rendí
y caí en una fosa común. Al tratar de levantarme sentí infinidad
de huesos, mi mano quedó enquistada sobre un cráneo
infestado de gusanos y toda clase de insectos, estupefacto
empecé a gritar con la ilusión de que alguien escuchara mis
lamentos, todo fue en vano ¿Qué hacía yo en ese lugar? ¿Cómo
llegué allí? Lo último que recuerdo fue haber visto a lo lejos
una repugnante nube de moscas, ¡fatal presagio!
Me arrastré sobre los cuerpos descompuestos de millares de
cadáveres, mis piernas temblaban, la sensación de hipotermia
se apoderó de mí, sentí que recorría el camino de la locura.
Entre mis pensamientos perturbados, me pregunté ¿era tal vez
una pesadilla? Ya ni siquiera sentía el latido de mi corazón, mi
frecuencia cardíaca disminuye, mi respiración fue
desapareciendo, mi piel se descompone con rapidez, las capas
endémicas se disuelven sin razón hasta que horrorizado, logré
ver mi esqueleto y piezas de tejido cartilaginoso, entonces supe
que era otro de los cuerpos que yacían en fosas comunes, sin
rostro y sin nombre, sin doliente y sin lágrimas, sin justicia y
sin razón, ¿se disipó mi existencia?

75
Obra antológica

¿Quién me había hecho esto? Intenté recordar que me había


pasado, pero a mi mente sólo llegó la imagen de la anatómica
impunidad, esa que incursionó en mi pueblo. Llegaron a mí la
suma de episodios descompuestos de algo que tal vez quise
olvidar… Mi asesinato. Terminé por reconocer que estaba
muerto y mi cadáver era otro de los miles de personas
indígenas, campesinas, defensoras de derechos, vigías
ambientales, excombatientes, mal llamados falsos positivos,
líderes y lideresas, abandonados en cavidades indignas.
Cuando acepté mi cruda realidad, supe que me convertí en
un Nomen Nescio un N.N. La impunidad me arrebató el
derecho a las exequias de un sepulcro sagrado. En aquel lugar,
vi la dimensión de un cuerpo en decadencia, muchos de los
cadáveres que yacían en estas fosas comunes estaban
mutilados, otros presentaban signos de tortura, los de las
mujeres eran cuerpos violados, había pequeños huesos de
niños aserrados, otros fueron atravesados por bala y unos más
fragmentados por una motosierra. El común de estos cuerpos
son los epitafios de la guerra.
Las fosas comunes son el sepulcro donde la anatómica
impunidad esconde sus crímenes, mientras nuestros cuerpos
se descomponen, nuestros familiares van perdiendo la
esperanza de encontrar nuestros restos y hacer justicia.
Estamos enterrados en la tumba de la invisibilidad, si
pudiéramos hablar, la impunidad otra vez nos callaría, parece
que sufrimos la condena maldita del trémulo olvido.
Intenté hablar con mis cadáveres vecinos, pero sólo escuche
lamentos, oí sollozos dolorosos de quienes saben no tendrán
rosas cada semana ni visitas diarias de amistades y familia ni los
rezos piadosos de un ser amado sobre la tumba ni siquiera una
lágrima que de vez en cuando humedezca este camposanto.
Nadie vendrá a despedirnos, tenemos la condena de seguir
penando en un lugar entre el cielo y el infierno.

76
Fragmentos de venganza y muerte

Tercer viaje: los epitafios que dejó la impunidad

Y si dejamos de…
Socavar tumbas,
enterrar sueños,
sepultar ideas,
matar amores,
castrar libertades.
Y si dejamos de…
Asesinar dignidades,
inhumar verdades.
Y si dejamos descansar
en paz a la guerra
(Mi epitafio- fragmento level)

Eran las tres de la mañana, como de costumbre no podía


dormir, pesadillas me atormentaban y formas espectrales
aparecían ante mí. Algunas veces podía recrear la escena de mis
crímenes, las almas que arrebaté me acosaban, eran como
nuncios esperando la hora de mi muerte, ya no podía más con
el insoportable peso de mi conciencia. Mientras el Señor
Matanza dormía, emprendí la huida, cogí mis botas y lo poco
que tenía. Quería escapar de este infierno, yo no tenía vida,
solo la muerte me acompañaba cada día.
Quería salir como fuera de aquel campamento de impunidad,
sigilosamente me arrastré para que nadie me escuchara, sabía
que si era descubierto me torturarían hasta la muerte; sin
embargo, era el riesgo que quería tomar, estaba decidido a no
cumplir más con las ordenes de otro asesinato o masacre.
Logré salir y empecé a correr por una trocha selvática, mi
corazón latía tan fuerte que casi enloquezco con su sonido,

77
Obra antológica

parecido a acompasadas tamboras infernales, también, logré


escuchar la sinfonía macabra de quien camina hacia el cadalso.
Me adentré en las entrañas de la selva, advertí que no sólo me
perseguían los vivos, sino los muertos que yo mismo había
enterrado. Sentí sus manos cadavéricas sobre mi cuerpo, podía
ver entre las enredaderas amazónicas, el descompuesto rostro
de quienes había asesinado, podía escuchar los sonidos
estridentes de la selva, mezclados con horripilantes sollozos de
mis víctimas. Mientras la noche cae, todo es una maraña de
confusión y perturbación, siento que me persiguen, pero lo que
más me mortifica es la anatómica impunidad del ejército del
Señor Matanza, del cual ya no quiero ser parte.
No sé cuánto tiempo estuve corriendo, cansado me detuve,
para dormir. cuando desperté, me di cuenta que estaba en los
cementerios de la vergüenza, donde yacen los mal llamados
falsos positivos. Todas las tumbas tenían epitafios, tuve miedo
de leerlos; sin embargo, me acerqué a una de ellas y leí con voz
temblorosa «6402 falsos positivos, ¿quién dio la orden?». En
otra tumba había un epitafio que tenía escrito «Quisieron
ocultarnos, pero no sabían que éramos semilla». Más adelante,
otro epitafio decía «Esto no puede quedar impune, aunque sé
que estamos en el país de la impunidad». Un escalofrío recorrió
mi cuerpo, supe que estos cadáveres no tendrían paz hasta que
cesé la impunidad de sus crímenes.
Pavorosos recuerdos llegaron a mí, pude evocar el momento
en que recibí las órdenes de estos asesinatos, ¿por qué lo hice?
Hasta hoy no lo sé, fue como si una fuerza sobrenatural se
hubiera apoderado de mí, solo recuerdo como si fuera ayer
aquella noche sórdida, cuando mis compañeros trajeron a unos
jóvenes campesinos al campamento de la impunidad, puedo
rememorar su pálida cara de terror y ver el miedo en sus

78
Fragmentos de venganza y muerte

transparentes ojos, puedo sentir su respiración agitada


traspasando su pecho, oír sus ruegos y percibir su corazón
acongojado. ¡Esa noche me atormenta!
Repaso la escena de sangre de aquella noche… Sentí un aire
enrarecido, los soldados teníamos órdenes de matar a estos
inocentes jóvenes llevados con engaños al campamento.
Todos fueron obligados a desnudarse, algunos lloraban y
gritaban el nombre de sus madres, luego fueron puestos en fila
y nosotros nos encargamos de darles el tiro de gracia. Recuerdo
que el cielo se convirtió en tiniebla, mis manos temblaban
como si tuviera Parkinson, sudaba a cántaros como si quisiera
expulsar de mi cuerpo la sensación de culpa. Cuando terminó
el tiroteo, sentí una conmoción nauseabunda, me sentí
perturbado, debajo de mis pies brotaba la sangre, llevé mis
manos a mi cabeza y me pregunté ¿qué hice? ¿Qué hice?
Ahí estábamos, un grupo de soldados junto a cientos de
cadáveres, los más circunspectos del pelotón procedieron a
vestir con ropas subversivas y armas a los cuerpos sin vida para
hacerlos pasar como falsas bajas de la fuerza pública. Luego
todo se convirtió en un festín, algunos soldados reían de forma
macabra; otros, hasta se tomaron fotografías con sus víctimas.
Unos más que otros gozaban con el júbilo de la impunidad, los
altos mandos, celebraron la conmoción, parecía que no tenían
corazón.
Pierdo la razón de sólo recordar que me convertí en un
asesino despiadado, arrepentido me arrodillé ante estas tumbas
y oré en sus epitafios, pero mi acto de genuflexión no era
suficiente para apaciguar mis demonios internos, esos que me
acompañaron hasta el final de mis días. Mientras lloré sobre
estos sepulcros, advertí que un grupo de soldados había

79
Obra antológica

llegado, ellos me habían encontrado, me acorralaron y se rieron


de mi fallida fuga.
Me arrastraron hasta una de las fosas, me desnudaron, me
golpearon, me torturaron, me escupieron; se burlaron de mi
arrepentimiento y me empujaron hasta el más profundo hueco,
parecía el juguete de las máquinas de guerra; lo último que
recuerdo es que me enterraron vivo, al lado de los mal llamados
falsos positivos. En los últimos treinta minutos de mi vida,
pasaron por mi mente, las imágenes de las madres llorando a
sus hijos, los espectros de los jóvenes que había matado; los
demonios que me arrastraron hasta mi propio infierno…
¡Maldita profanación!
Aún en la depresión de mi propia tumba, pude escuchar
como mis compañeros de pelotón se regocijaban de su nivel
de impunidad, hasta osaron escribir en mi epitafio una Cabal e
inhumana afirmación «los falsos positivos son cuento, una
invención de la izquierda», ¡oh, pobre de mí! Morí como viví,
pero lo más extraño, es que mi contrición me llevó por fin a
encontrar paz. Desde la profundidad sólo deseo que la
anatómica impunidad no triunfe y que por fin las madres de
los mal llamados falsos positivos puedan encontrar Verdad,
Justicia, Reparación y Garantías de no repetición, para que
acabe su infierno y su dolor.

80
Fragmentos de venganza y muerte

Cuarto viaje: la sombra de la corrupción

¡Oh monstruosa revelación!


La justicia fue contaminada
por la sombra de la corrupción,
composición abudinesca.
¡De crimen sin castigo!

Eran las seis de la tarde, salía de mi trabajo en los juzgados


de la ciudad, algo llamó mi atención, alce mi mirada y vi en la
punta de un lujoso rascacielos una enorme sombra, está tenía
una forma monstruosa, parecía una alimaña despiadada, podía
ver sus tentáculos deslizándose por todos lados, esta figura
atroz, apestaba a corruptibilidad, tenía la habilidad del
mimetismo críptico, de cerca parecía un ser inofensivo, pero
su sombra delataba a un depredador dispuesto a atacar
ferozmente a sus presas, por más que pueda mimetizarse, tarde
o temprano, se puede ver su repugnante cuerpo infectado por
la ambición.
En las paredes del edificio lateral se proyectaron las siluetas
de un grupo de personas, parecía una reunión normal de
ejecutivos, pero al observar con detenimiento sus sombras,
pude ver la reunión del diablo; en el centro de la mesa estaba
sentada la anatómica impunidad que presidía esta secta
maligna; a su diestra, criminales naturales y a su siniestra, los
más selectos delincuentes de cuello blanco. Eran un conjunto
de almas corruptibles y depravadas que vendieron sus
conciencias por unos cuantos centavos. ¡Sentí pánico!
Me acerqué al lugar de la reunión, subí varios pisos por un
ascensor que se detuvo repentinamente en el piso 70 mil
millones, mientras más me acercaba, más podía sentir un hedor

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Obra antológica

insoportable que provenía de este grupo de almas


descompuestas y gangrenadas, era la putrefacción que
destilaban sus actos de corrupción. Definitivamente algo no
olía bien, el olor de la corrupción era peor que el de la peste
negra que azotó a Eurasia y dejó una estela de muerte. Este
olor fue capaz de alejarme por algunos momentos; sin
embargo, retomé fuerzas y me asomé tímidamente por el
orificio de la puerta principal, allí vi monstruos abudinescos
creados para devastar, robar y encubrir hasta el crimen más
macabro; le roban a la niñez, los recursos para su bienestar; a
la juventud, el presupuesto de la educación; a las personas
rurales, sus territorios ancestrales; a las comunidades étnicas,
su tranquilidad; a los y las estudiantes, la conectividad; a la paz,
los recursos para hacerla realidad e incluso, a mí me robaron
los ojos, las orejas y la lengua. Ahora, soy ciega, sorda y muda.
¡Soy un engendro corruptible!
La sombra de la corrupción es como un asesino en serie,
nunca para y siempre quiere más, jamás satisface su ambición,
es un depredador nato, un insaciable parásito que se alimenta
de los demás. Mientras observaba atemorizada los rituales
macabros de estos seres corruptos, recordé la frase de
Nietzsche: «Quien con monstruos lucha, cuidé de convertirse
a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo,
el abismo también mira dentro de ti». así funciona la
corrupción, mientras más te relacionas con ella, más
corruptible te puedes volver, eso justamente fue lo que me
pasó.
La anatómica impunidad, parece un cuerpo sempiterno, una
historia de horror, que viene desde el infierno, juega con la vida
y la muerte. Se burló de mí, La Justicia, me convirtió en su
cómplice, me esclavizó como el diablo a un cancerbero, soy

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Fragmentos de venganza y muerte

prisionera de mis debilidades, permanezco a un lado, nada veo


y todo callo. Ignoro con cinismo todo lo que pasa, trato de
olvidar lo que vi por el orificio de la puerta y lo peor, permito
que los monstruos sigan abudineando mientras la sociedad me
considera muerta.
Maldita sombra, que todo lo infesta, se incubó en mí como
un agente infeccioso, me inoculó como un patógeno, deformó
mi alma, por eso ya nadie me cree, soy aliada de la sombra de
la corrupción, por ende, de mí… La Justicia, queda poco o casi
nada. Soy sólo un vestigio de un cuerpo en decadencia, la
corrupción me arrastró para servir a sus fines y encubrir su
miseria, rompí mi juramento, ahora me corroe la
podredumbre, me veo como el retrato de Dorian Grey, soy
una perversa narcisista que siempre está ocultando su desdicha.

Epígrafe: los pasajes más depravados de la sociedad

Pregunta ¿Qué es la depravación?


Sino la descomposición del alma,
a corruptibilidad corpórea,
a siniestra futilidad de la justicia

Llegamos al final de este siniestro viaje, recorrimos las


entrañas de la impunidad, en su interior un organismo
nauseabundo de compuestos criminales que apestan a
cadáveres descompuestos. Viajamos por las fosas comunes,
escabroso recorrido por la historia del asesinato impune de
millones de personas inocentes, desechadas a su suerte.
Transitamos por los epitafios impunes de los mal llamados
falsos positivos, que no son otra cosa, que un pasaje depravado
de la historia nacional. Subimos al rascacielos de la sombra de

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Obra antológica

la corrupción, un recinto demoníaco donde se reúnen las almas


más corruptas de la sociedad.
Leímos fragmentos de la bitácora de un investigador
patológico; escuchamos a un cadáver despertando a la realidad
de una fosa común; a un soldado, arrepentido de sus crímenes
de lesa humanidad, quien también fue víctima de la impunidad;
a La Justicia deplorable, aceptando su complicidad y
reconociendo la putrefacción de su indiferencia. Si pudiéramos
escuchar a tantas víctimas como estas, seguro temblaría la
sociedad, pero sobretodo quedaría descubierto el criminal, ese
que camina por ahí como si nada, ese innombrable que se
mimetiza y puede parecer normal, ese que se escuda en la
impunidad.
Este viaje puede perturbar el cuerpo y el alma. La anatómica
impunidad es el pasaje más depravado de cualquier historia de
terror, es un conjunto de relatos de sangre y monstruos
abudinescos, también es la narrativa de asesinos despiadados y
de sus crímenes sin ningún castigo. Es una historia real del
infierno en la tierra, pues «Si el infierno es el hogar de los
demonios, entonces la impunidad se siente en su propia casa».
En este escabroso viaje, los cientos de masacres en la
geografía de la muerte; los miles de feminicidios sin justicia; la
violencia sexual contra las mujeres y comunidad diversa; los
genocidios de líderes y lideresas sociales; las ejecuciones
extrajudiciales de personas inocentes; el exterminio de
excombatientes; el bombardeo contra niños y niñas; las
amenazas y torturas de las que son víctimas las poblaciones
étnicas; las desapariciones forzadas de personas de paz; y los
descomunales desfalcos de los recursos públicos, quedan
impunes. ¿Acaso puede existir algo más terrorífico?

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Fragmentos de venganza y muerte

El secuestro

Por Herly Arguello Amado

Es una cálida noche, silenciosa y solemnemente oscura, el eco


de unos pasos interrumpe mi descanso. Permanezco inmóvil
al sentir que la marcha se detiene justo frente a mi habitación.
Se me hiela la sangre al escuchar sus uñas cavando
angustiosamente la puerta. Casi puedo sentir las astillas
penetrando la carne. Imagino sus manos cubierta de viscosos
guantes carmesí.
Cierro los ojos con toda mi fuerza como si con ella, pudiera
contener el voraz espectro que amenaza con irrumpir mi
espacio y mi existencia. Siento su frenética respiración
azotando con furia la madera, permanezco inmóvil, sin emitir
palabra, como si pudiera ocultarme en la callada noche, como
si mi silencio fuera la vacuna para curar sus oscuras
necesidades.
Bajo la complicidad de la pálida luna, aquella fuerza salvaje
arremete una y otra vez, vociferando improperios
inentendibles contra la cada vez más diezmada barrera que nos
separa. Un crujido ensordecedor ahogó el grito que se escurría
de mis labios, ya no hay escapatoria, un evangelio de terror
estaba a punto de escribirse.
Permanecí inmóvil, mientras aquella figura jadeante y
cubierta de penumbra, se cernía sobre mi petrificada
humanidad y me arrebataba de mi cómodo lecho, donde se
supone, gozaría de mi descanso eterno.

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Obra antológica

E-go-cen-tris-mo

Por Juan Pablo Peña Orozco

Estás bebiendo una taza de café como cada mañana, pero se


siente más espeso y agrio, así que miras el recipiente y notas
que es rojo como rosas muertas. Decides beber otro poco,
entonces vienen a tu mente imágenes de dientes cayéndose,
recordando el sabor en tu boca… Sí, tu líquido vital. Esa
sensación ferrosa provoca un deseo de algo suave. Tomas el
tenedor a la derecha y te lo clavas en el ojo diestro. El trio de
puntas penetra tu retina, sus puntas remueven la carne blanca
e insistes en jalar y jalar hasta arrancarlo.
Luego lo pones en tu boca, es viscoso como las gomas de
Halloween. Tratas de despedazarlo, pero su líquido lo empuja
entre tus dientes, causando un agudo rechinar de bisagra en tus
mandíbulas. Cansado de mascar, miras de nuevo tu café, este
refleja un rostro con una cuenca vacía y nervios rojizos
rellenando la taza. La ansiedad te ahoga con fuerza, abres la
boca para gritar y sólo ves tu rígida lengua caerse, ahora trozo
oscuro flotando. Intentas pararte, sin embargo, tus piernas se
desprenden y de espaldas caes al vacío eterno, sin poder llorar
o gritar.
—Lo lamento, señora. Nadie sobrevive al BIID.

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Fragmentos de venganza y muerte

La casa de los clamores

Por Jhonatan Álvarez Ordosgoitia

Después de haber arribado en vuelo a la capital, Emilio


Valbuena se dispuso a su subsecuente escala. Tenía que
dirigirse hacia un pintoresco pueblo, como esos que tanto
vemos en las postales de las agencias de turismo, con sus calles
angostas y empedradas, y esas casitas pintadas de blanco, con
su techo de arcilla carmesí.
Por disposición de la compañía en donde se desempeñaba
como arquitecto, Emilio debía hacer una visita para
inspeccionar de primera mano el avance de un proyecto de
construcción que se estaba llevando a cabo en dicho lugar.
Eran aproximadamente treinta y cinco kilómetros los que
separaban al pueblo de la ciudad, tomándose el viaje al menos
tres horas por un paraje rural. Emilio alquiló una Toyota Land
Cruiser Montero, que le iba ideal para transitar por dicho
terreno. Hecho aquello, decidió salir esa misma tarde, con la
intención de que entrada ya la noche pudiese estar en destino,
para poder aprovechar al máximo la mañana siguiente.
El reloj marcó las cuatro de la tarde. Emilio tomó sus
pertenencias, se montó en el vehículo y haciendo señas con su
mano derecha, se encomendó a lo alto —esto ya era una
costumbre en él a la hora de salir de viaje—. Al poco rato,
Emilio se encontraba rumbo al remoto pueblo.
La primera hora de trayecto no tuvo novedad alguna,
solamente, levantando piedras y polvo al pasar. Luego, pudo

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Obra antológica

entrever a la distancia, en el inmensurable cielo azul,


contrastando entre grandes y blancas nubes, los inicios de
nubarrones grises y otros más oscuros que indicaban la venida
de un fuerte temporal. Media hora más tarde empezó a caer la
lluvia. Se escuchaba fuerte y resonante, cada vez que las gotas
se estrellaban sobre el techo de la cabina y a lo ancho del
parabrisas. Emilio accionó los limpia vidrios. Luego, también
tuvo que poner los faros a su máximo alcance. Pues, para ese
momento, el cielo estaba ennegrecido.
Los relámpagos por instantes le daban una claridad cegadora
al camino, el cual se hacía de a poco más estrecho y lúgubre.
La lluvia aumentaba y cada instante se hacía más de noche. Una
espesa niebla comenzó a surgir de la maleza que colindaba con
el camino. Las ramas secas parecían garras, se inclinaban hacia
el camino debido a la fuerte ventisca y daban la impresión de
querer agarrar todo aquello que se les pasara enfrente. A todo
esto, junto a la soledad, en cabina se acrecentaba un ligero
sentimiento de terror, que escalaba lentamente por la nuca y se
aferraba aún más con los repentinos destellos de los
impredecibles relámpagos.
Evidentemente, la lluvia había retrasado el viaje. Ya había
caído la noche y Emilio no tenía la certeza de estar a más de la
mitad del camino o cerca del destino. No podía ver nada en lo
absoluto, ni siquiera luces a la distancia que le dieran indicios
de las primeras casas del pueblo. Emilio decidió parar a la orilla
del camino con la intensión de pasar el mal tiempo, la neblina
no dejaba ver a más de escasos tres metros. Fue entonces
cuando, como mandado del cielo o quizá del mismísimo
infierno, Emilio abrió los ojos, con un aire de alivio y salvación,
divisó a la izquierda del camino una gran casa, con un
desgastado letrero en vertical, que decía «HOSPEDAJE».

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Fragmentos de venganza y muerte

Instintivamente, Emilio tiró la dirección del vehículo hacia la


entrada de la providencial casa. Era realmente grande. Medía
quizá unos veinte metros a lo largo del camino. Las paredes
eran blancas y desgastadas, poseía ventanas abarrotadas en
madera y plantas colgantes a lo largo de la terraza. El típico
techo tejado no podía faltar.
Emilio salió rápidamente del vehículo, al tiempo que tiró la
puerta y dio un salto hacia la entrada de la casa con la intención
de no mojarse, pero le fue imposible al pasar debajo de las
canales chorreantes del tejado, que le empaparon desde la parte
posterior de la cabeza, pasando por la espalda y bajando hasta
la cintura. Sacudiéndose el agua del cabello llamó a la puerta.
Al instante como si hubiera sido esperado, la puerta se abrió.
A la mirada atónita de Emilio quedó un hombre anciano,
aparentaba unos ochenta años. Su altura llamaba la atención,
puesto que le tocaba mirar levemente hacia arriba para poder
hacer contacto visual con él. También, le estremeció mucho
ver su descomunal delgadez. Al termino de los puños de su
camisa, se le divisaban las huesudas manos, que se desplegaban
reposadas por encima de los flacos muslos de sus piernas.
Emilio no articulaba palabra alguna, pues le causó una
impresión petrificante la mirada tan profunda y vacía que
poseía aquel anciano.
—Bienvenido, joven —dijo el viejo con una retumbante voz
oxidada y usando un aire sarcástico al ver a Emilio casi mojado
en su totalidad, agregó—, ¿cómo lo está tratando el clima? —
Por un instante, sus labios dibujaron una leve mueca de risa,
esto al mismo tiempo que abría aún más la puerta y con una
lenta exención de brazo, acompañada de una leve reverencia,
le hizo señal a Emilio de que entrara. Éste asintió tímidamente
con la cabeza y, procedió cauteloso a entrar en la casa.

89
Obra antológica

Una vez dentro, Emilio quedó deslumbrado por el lugar. La


construcción le cautivó de manera inmediata. Columnas y
arcos en madera dividían las estancias de la casa. En todas las
paredes había fotografías, al parecer de huéspedes de
diferentes tiempos, aunque otras, denotaban un tono más
familiar. Varios muebles de aspecto elegante adornaban la sala,
junto con grandes floreros y candelabros de techo. Finalmente,
una escalinata de hierro en espiral, conducía hacia la segunda
planta de la vivienda.
Emilio le contó al anciano sobre su travesía, las
desavenencias del clima y el porqué de estar allí. Fue entonces,
que por primera vez y desde que inició su viaje hacia el remoto
pueblo, Emilio se sintió realmente relajado y en sus papeles.
Luego del registro en la estancia, le fue asignada una
habitación, pero esto no pasó sin antes darse por enterado de
los otros dos habitantes del lugar. Había una mujer, también
anciana —quien fuese la esposa del anfitrión—. Ella vestía un
largo traje gris, su vista estaba casi nublada por las cataratas, se
pasaba a menudo sus débiles manos por sobre el blanco
cabello que le llegaba hasta los hombros. Vivía postrada en una
silla de ruedas y a diferencia del viejo, solo hablaba lo
meramente necesario, a veces soltaba uno que otro disparate.
Junto a la anciana, un jovencito. Emilio le supuso tener
escasos catorce años. Era de tez morena, llevaba un camisón
mostaza y los pies descalzos. No decía palabra alguna y solo
actuaba cuando el viejo le ordenaba algo o la vieja tenía alguna
necesidad. Emilio, levemente extrañado supuso nuevamente
para sí mismo que ese chico debía ser su criado.
Era tan curiosamente llamativo el lugar y a la vez tan extraño
el comportamiento de los ancianos y del muchacho, que
Emilio no prestó la suficiente atención, como para retener los

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Fragmentos de venganza y muerte

nombres de cada uno al momento de serles presentados,


sencillamente el lugar lo tenía anonadando. Emilio fue
conducido por el silencioso criado hacia la habitación que le
había asignado el anciano. Esta quedaba en la segunda planta.
Ambos subieron a través de la chirriante escalera de espiral y
una vez siendo Emilio ubicado ya en su habitación, el criado
se retiró, desapareciendo lentamente y en silencio por el oscuro
pasillo. No obstante, y entrando ya en sí mismo, Emilio cayó
en cuenta de que él era el único huésped en dicho lugar.
La habitación era relativamente amplia. Tenía una cama de
doble cuerpo y un gran escaparate antiguo, adornado con un
espejo que capturaba el reflejo de casi toda la estancia.
También, había una ventana con portones y aldabas, que daba
vista al camino, pero que en el momento estaba cerrada. No
había baño privado, por lo tanto, tocaba usar el baño
comunitario que estaba en la planta de abajo, al final del jardín
central que yacía en el patio. Emilio duró un rato divagando
con su mirada sobre las cuatro paredes. Pensó en todo lo
sucedido en el camino y también en el ahora, estando allí,
pasando la noche en la casa de los misteriosos ancianos.
Mientras Emilio miraba sin punto fijo en las paredes y en
conjunto con el sonar de la lluvia, que aún arreciaba de fondo,
notó que estas tenían la pintura en mal estado, igual que en la
fachada de la vivienda, develando capas de diferentes colores,
propio de remodelaciones anteriores. Verde oliva, ocre, rosa,
beige y, por último, un blanco hueso que era el más reciente, y
ocupaba la mayor parte de la superficie, pero lo que más llamó
su atención y quizá alterado por los sucesos de su travesía, fue
que terminó por incluirse a así mismo a la más curiosa
pareidolia, puesto que, las capas caídas silueteaban figuras
extrañas. Algunas parecían llamas enormes; otras, figuras de

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Obra antológica

personas describiendo posiciones que expresaban dolor y


sufrimiento; he incluso, otras de criaturas con formas extrañas,
incomprensibles, pero igualmente estremecedoras.
Emilio estuvo un tiempo considerable descubriendo figuras
en la pared. Les buscaba correlación entre sí, tratando de armar
una historia, como si de arte rupestre se tratara. Al cabo de un
rato se levantó, con la intensión de darse una ducha y meterse
a la cama. Quería que ésta loca travesía acabara y cumplir con
su compromiso laboral a la mañana siguiente. Se tiró al
hombro una de las toallas que estaban puestas sobre la cama y
bajó por las escaleras cuidadosamente con la intención de
hacer el menor ruido posible.
Pasando por el pintoresco jardín del patio, Emilio admiró por
un instante un viejo Roble de la Solana que yacía imponente en
todo el centro, rodeado de Orquídeas, Calceolarias y Quinas.
Contempló por un instante una Cattleya, que yacía abierta en
todo su esplendor a pesar de ser la noche más oscura y
tempestuosa que había podido ver jamás. Respiró el fresco aire
que circulaba y se dirigió sin distracción alguna hacia el baño.
La lluvia arreciaba con furor sobre el viejo techo del baño.
Era casi imposible escuchar los propios pensamientos. Solo
existía el ensordecedor retumbe de las gotas de lluvia. Ya
duchándose, algo llamó de manera alarmante, la atención de
Emilio. “¿Son gritos?” pensó instintivamente. Entre el chirriar
de la lluvia recalaban gritos, quejidos, golpes, llantos y súplicas.
Emilio enrolló la toalla alrededor de su cintura y rápidamente
se asomó a medias por la puerta. Miró y nada, solamente la
lluvia reinaba en medio de la tranquilidad del jardín. —Debo
estar loco, no está pasando nada —dijo para sí mismo y volvió
a la ducha. No pasó un minuto cuando nuevamente se sintió
alarmado.

92
Fragmentos de venganza y muerte

—¡Ahhggrr! —un grito desgarrador provocado por una voz


femenina; rodeado de sollozos, llantos y retumbes; seguido de
más gritos, entremezclados con el insoportable sonar de la
lluvia.
Impaciente y desbocado por la angustia, Emilio volvió
asomarse por la puerta hacia el patio. Miró y nada, solo
tranquilidad y la imparable lluvia de fondo, orquestada con la
brisa y los impredecibles relámpagos. Extrañado y llevado por
la exaltación, Emilio decidió acabar con la ducha y dirigiéndose
sin mirar a otro lugar que no fuese el piso, se internó en su
habitación.
Su corazón latía desbocado y, de su mente no podía sacar
aquellos clamores que, entrelazados en el sonido de la lluvia,
había escuchado en aquel viejo baño. —¿Qué era eso? ¿Por
qué solo se escuchaban allí dentro? ¿Necesitaría alguien ayuda
en realidad? O peor aún, ¿será que mi mente está delirando y
esta vieja casa tiene algo que me está desquiciando? —Esas
eran al menos, unas de las tantas preguntas que Emilio se hacía
mentalmente, ante su inequívoco asombro.
Al pasar de las horas Emilio se iba obsesionando cada vez
más con las extrañas figuras de las paredes. De manera
concienzuda, les buscaba una conexión con los ruidos
percibidos en la ducha, sentado con los pies cruzados, al borde
inferior de la cama, mirando fijamente a la pared. Finalmente,
el sueño, el cansancio y las altas horas que ya rondaban, sin
darse cuenta le indujeron a caer precipitadamente dormido,
pero no fue un sueño tranquilo y reparador, era más bien, un
trance. Emilio era consciente de su alrededor; sin embargo,
sabía que seguía dormido.
Se vio de pie en la habitación. El aspecto del sitio era bastante
pulcro y reluciente, como si la construcción fuese apenas recién

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Obra antológica

estrenada. Esto le desconcertó, ya que él sabía el real estado de


la habitación. De repente, notó de nuevo, ruidos extraños en
la casa, golpes secos, gritos, lamentos y súplicas, como los
escuchados por él en la ducha, además, olía a fuego. Deprisa
abrió la puerta y se encontró a la vista con un evento caótico.
La casa estaba en llamas, gente que desconocía corría por
doquier, pedían ayuda y bajaban despavoridos hacia la primera
planta.
Emilio se acercó a uno de ellos con la intención de ayudarle
y a la vez entender qué estaba sucediendo. Al verlo, notó que
este tenía un aspecto cadavérico, no había ojos en sus cuencas
y de su boca salían los gritos más desgarradores y sombríos
jamás antes escuchados.
El espanto y la estupefacción se apoderaron de Emilio, que
notó cómo el fuego carcomía ya gran parte de la estructura.
Corrió por la escalera y dando un paso en falso, cayó.
De un salto se vio sentado en la cama, el aliento le era escaso,
su pulso corría una maratón y sudaba a borbotones. Corrió al
notar que la casa chasqueaba y se sintió más aterrorizado
porque los ruidos escuchados en el baño y en su sueño, ahora
rondaban los pasillos de la casa.
Rápidamente, Emilio bajó por las escaleras en busca de los
propietarios; sin embargo, sintió cómo sus piernas perdían
sostenibilidad y cómo un bajón se asentaba en su estómago,
cuando llegando al patio, vio colgantes del viejo Roble de la
Solana, los tres cuerpos inertes de los dos viejos y el jovencito
que los acompañaba, ya en rígor mortis y bamboleantes por la
brisa. De repente, un estruendo cegador abarcó toda la casa y
al instante, las llamas empezaron a consumir el lugar.
En medio del horror, Emilio huyó de la vieja casa, voló la
cerradura de la puerta principal con un hacha que halló en el

94
Fragmentos de venganza y muerte

jardín, junto al pie del viejo Roble, que ahora lucía terrorífico
con los tres cuerpos que colgaban de sus ramas. Se montó en
el vehículo y rodó a través del angosto y fangoso camino, junto
a la imparable lluvia, a la luz de los impredecibles relámpagos
y el vaivén de la brisa. Por medio del retrovisor de la cabina,
Emilio observó cómo las llamas consumían completamente la
casa. Aceleró alejándose rápidamente. No había recorrido un
trecho demasiado extenso, cuando empezó a ver que el cielo
ya clareaba. A la distancia se divisaban las primeras casas del
pueblo y ya por fin, la lluvia había cesado.
Emilio arribó al tan anhelado pueblo y aunque era muy
temprano, ya había personas despiertas recorriendo sus calles.
Al ver al primer transeúnte, Emilio frenó en seco y muy
alterado bajó del vehículo. Pálido y trastabillando, se acercó al
hombre. Le contó todo lo sucedido a detalle; así mismo, le
solicitó ayuda y también socorro, para los que aún yacían en
aquel infortunado lugar.
—¿Es en serio, señor? —Después de unos segundos de
incómodo silencio, duda e incredulidad, dijo el hombre. La
mueca de incredulidad hacia Emilio no daba crédito.
Emilio asintió con la cabeza, mientras se inclinaba llevando
sus manos hacia las rodillas y recuperaba parcialmente el
aliento.
—De ser así, señor... —le explicaba el buen hombre, con
suma tranquilidad y sencillez, en aras de servirle de ayuda—.
Es muy extraño lo que vusté me cuenta. Por allí, en ese paraje,
donde vusté me dice... sí hubo un hospedaje, en una casa tal
cual, así como sumercé me dice, pero eso fue hace años, señor.
Yo estaba muy niño, en los tiempos que mis abuelos estaban
jóvenes, ¡Dios me los guarde y me los vea!
Luego de una breve pausa, el hombre agregó:

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Obra antológica

—Y… hasta donde yo sé, ahí vivió una gente que una noche
terminaron matándolos, al parecer por robarlos. Estaban todos
dormidos y hasta la casita se las incendiaron. Igual, ya ha
pasado mucho tiempo desde entonces.
Nuevamente hizo pausa y, prosiguió:
—Por eso le pregunto nuevamente señor, ¿vusté me habla a
mí en serio? Porque, por otro lado, por acá hace más de tres
meses que ni llueve y mire que sumercé, me habla de una fuerte
tormenta anoche, que no se paraba ni por el chiras.
Emilio no podía dar fe a lo que por sus oídos entraba. Se
sentía confundido. Una helada sepulcral se trepaba por sus
tobillos y sentía como su rostro palpitaba de la tensión.
Tartamudo y exasperado, Emilio convenció al hombre, que
junto con otros dos más que llegaron, le hicieron compañía
para que les fuera mostrado el lugar del suceso. Tomaron
rumbo. El camino era mucho más corto que lo descrito
anteriormente. El polvo y las piedras chasqueantes eran
levantados por las ruedas del vehículo, dando muestra de una
larga sequía. Al cabo de unos cinco minutos, Emilio detuvo el
vehículo violentamente. Se bajó aturdido de la camioneta, cayó
abrumadoramente arrodillado sobre el polvoriento camino y
llorando desconsoladamente cuan niño que pierde a su madre,
se encontró con los restos de una vieja estructura, semejante a
la casa en que había estado la noche anterior.
Estaba consumida por la maleza, en el centro yacía un viejo
Roble de la Solana, que se erguía cuan alto más no podía y al
fondo, aún en pie, estaba aquel viejo baño, del que manaban
aún los aterradores clamores.
Clamores que solo Emilio podía escuchar. Clamores de almas
arrebatadas que suplicaban auxilio. Clamores de un crimen
pasado. Clamores que ahora se esparcían por todo el lugar y

96
Fragmentos de venganza y muerte

que ataban a Emilio eternamente en aquel desdichado paraje,


a la orilla del polvoriento camino, cerca de un lejano pueblo al
cual jamás hubiese deseado viajar.
Chinú, octubre 2021.

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Obra antológica

Oscuridad de una noche.

Por Joselianna Tinedo

Suponer que las cosas están bien cuando tú instinto te alerta


que en realidad no es así, es la forma más estúpida de mentirse
a uno mismo. Liz pensó que eso, lo que la observaba, era
producto de su paranoia, que era algo insignificante.
—Solo son cosas tuyas, Liz… Es producto de tu defectuosa
mente. Calma, todo está bien. Trata de dormí un poco y
recobrar tu sentido común… Sí, capaz un poco de sentido
común y descanso me hagan bien —dice sonoramente para
ella.
Liz convencida, a medias, de que todo era producto de su
maravillosa mente, fue en búsqueda de una placentera siesta.
Pasaron 10 minutos... 20 minutos… 40 minutos… 2 horas…
y Nada.
Esa horripilante y fastidiosa sensación de que la estaban
observando de cerca no se le quitaba de encima, deseaba ya
conciliar el sueño. Aunque lo negara con todas sus fuerzas,
sabía que esa cosa había vuelto, ese tormento de varias noches
suyas, estaba nuevamente allí. Era ridículo si quiera pensarlo,
esos son sueños nada más, solo es el temor de volver a soñar
con él como todas las noches; sin embargo, algo no cuadraba,
ella sabía que siempre tiene ese temor, el de soñar con esta
cosa, no lo podía negar, pero si recapitulaba cada una de sus
noches desde que llegó la pesadilla, se daba cuenta que jamás
había sentido esa extraña sensación. Jamás sintió su presencia

98
Fragmentos de venganza y muerte

cuando estaba despierta. Jamás había sentido que su


“paranoia” se le clavara en los huesos.
Si había pensado que sentir esa asquerosa mirada, era lo peor,
estaba completamente equivocada, puesto que hubiese mil
veces elegido esa mirada pesada a la voz espeluznante que
susurraba desde diferente puntos: —Volví, ¿me extrañaste?
Liz. —No era una voz bonita de escuchar, para nada, era una
voz tormentosa, carrasposa, que dolía la garganta de tan solo
escuchar.
—Es tu imaginación, Liz. Basta —se dijo.
Todos fueron hechos de la imaginación hasta que sintió una
fría mano en su brazo. Volteó sigilosamente esperando
encontrarse con la imagen del engendro que parecía haber
salido de un libro de Stephen King, ese que la visitaba
constantemente en su mente, por las noches, cuando estaba
profundamente dormida, pero en cambio se consiguió con
nada, absolutamente nada.
—Te estás volviendo loca —dijo poco convencida—. Me
harté, si me vas a venir a joder el sueño, te recomiendo que te
quedes en la mañana también para que veas quien de los dos
da más miedo —exclamó con furia, harta de lo que sea que
estuviese impidiéndole dormir.
Irónico, sabía que se le podía aparecer en los sueños o que lo
más seguro solo era su mente intentando jugarle una mala
pasada, pero aun así sus ganas imperativas de dormir eran más
importantes para ella. Ya decidida a dormir, sin importar su
amigo imaginario, volteó su cuerpo y trato de pensar en blanco.
Que mal que esto no pudiera ser posible, ya que una
estruendosa carcajada resonó en toda la habitación y la frase
que le siguió le quitó las ganas de pensar que no era real.

99
Obra antológica

—Qué patética esas ganas tuyas de dudar aún de mí, ¿tú crees
que no soy real? ¿No te bastan todas mis visitas? Te crees muy
valiente, ¿no? Vamos, realmente me entusiasma tu orgullo, me
motiva a seguir apareciendo. No lo niego, eres fuerte, pero
jamás serás mejor que yo y mientras a mí se me dé la gana,
seguirás siendo mi juguete de paso, hasta que te dañe tanto
como para mandarte a un psiquiatra. Comencemos con el
juego Elizabeth. —dice con gozo la voz que tiene horas
diciendo cosas.
—¿Qué demoni…? — dijo, pues el primer movimiento de
este engendro fue un poco choqueante para ella, esperaba
cualquier cosa menos que empezara a tocarle los brazos, el
cuello, la espalda y la nuca con esas manos heladas que ya había
sentido.
Era tedioso, sentía que tenía fiebre interna, que le ardía la piel,
y que las costillas se le saldrían del cuerpo. Esto siguió durante
minutos, capaz hasta una hora, pero a ella le pareció eterno.
Vivir sola, sin poder pedir ayuda a nadie no la reconfortaba en
absolutamente nada y esa frialdad ya le parecía insoportable y
estridente. Por fin las manos pararon.
Después de la calma, que solo duró un par de minutos.
Comenzó el siguiente nivel, no le bastaba con poner sus feas
manos heladas sobre las partes más sensibles de su cuerpo.
Ahora son cortadas diminutas e hirientes en esas zonas. Estaba
harta de esto, estaba harta de todo y sentía que en cualquiera
momento se desmayaría del dolor tan insufrible que le
causaban las heridas que chorreaban pequeñas gotas de sangre.
En ese momento se había esperanzado ya que, al analizar sus
sueños, solo infringía cuatro molestas torturas.
—Está bien, Liz, solo te faltan tres, no le des el gusto.
Aguanta un poco más —se dijo a sí misma.

100
Fragmentos de venganza y muerte

—Ja, sí eres ilusa —le responde la voz que ya es familiar para


ella. Y para rematar con la burla, suelta una carcajada que si no
fuera porque le ardía tanto el cuerpo y porque en ese momento
deseaba fervientemente asesinarlo, también se le uniría.
La tercera tortura fue peor, ya este engendro no solo jugaba
con su dolor físico, si no con su mente. Le mostraba una
secuencia de imágenes en su cabeza, burlándose de cada uno
de los familiares de ella, esto podrá parecer simple, pero no lo
es cuando te muestran a ti junto con tu torturador, dañándole
la mente como lo hace contigo a cada uno de ellos, es la cosa
más horrible que ella pudo experimentar. Ver el estrés y la
desesperación de su familia no le hacía gracia alguna. Lágrimas
salían sin cesar, la rabia interna se hacía cada vez más grande,
ya deseaba parar, pero cuando ya estaba decidida a pedir
clemencia, recordó el último sueño, que tuvo con el
innombrable. Ahora todo tenía sentido.
—Piensas mucho, y sé que eres honrada, amas a tu familia,
que linda distracción, di que no y verás cómo las cosas cambian
a mi favor. No tienes escapatoria, seguiré con ellos, les hare
todo lo que te he mostrado.
—¿Con que fin lo haces? ¿Tapas tus inseguridades
lastimando a los demás? —dice ella tratando de sonar calmada
y lastimar su ego. Al terminar de decir eso y sin decir una sola
palabra, este le hace sentir una apuñalada en el abdomen. Pero
ella no tiene ni cortada, ni sangre en el área. Ella ya deseaba
parar con esto.
Ya era de madrugada y sabía que no faltaba mucho tiempo
para salir el sol, estaba esperando cansada su último martirio.
Con insomnio y miedo esperó a que este apareciera con algo,
pero cayó tendida en el sueño. Apenas abrió los ojos, vio que
ya era de día, se cercioró de que solo fue una pesadilla. Algo en

101
Obra antológica

ella muy latente le gritaba que no era así, pero despertó sin
marca de cortadas y sin el olor a azufre que emanaba el
engendro. Hoy volvería a tomar sus medicamentos,
seguramente su esquizofrenia se está haciendo presente de
nuevo.
Paso el día normal, como siempre, solo con esa pesadilla, esto
puesto que se obligó a afirmar que era una pesadilla que se hizo
presente en su mente, pero más relajada ya que los siguientes
días pasaron igual, tranquilos.
Llegó la noche y ya habían pasado dos semanas desde su
pesadilla, hasta que pequeños dolores crecientes aparecían en
su cuerpo.
—Solo es cansancio, Liz —se dijo con tono de
preocupación—. ¿Y si esto no es un sueño? ¿Y si esto es en
una pesadilla convertida en la realidad?...
—Toc Toc…
—Tranquila, Liz. Estoy seguro de que está es tu realidad.
—Esa espeluznante voz vuelve a retumbar fuera de la
habitación.
Ella siente como me falta el aire y sabe que lo que se acerca
no es nada bueno, pero por cobarde no me identifico y si la
tormenta es lo que se acerca, haré que se entere que fácil no
caeré.

102
Fragmentos de venganza y muerte

Liaxor

Por Sofía Cañas Hernández

Salió de muy mala gana de la fiesta de su primo. A pesar de no


haber tenido una invitación como tal, no había esperado irse
con las manos vacías y tan solo habiendo bebido unas cuantas
cervezas baratas. Por lo menos no se hizo un escándalo en
frente de tantos rostros conocidos, así que decidió a volver a
casa solo. Debido a la pequeña escena que había hecho,
Esteban dejó su chaqueta con su celular y su billetera, por lo
que solo contaba con unos billetes en los jeans y un pequeño
mechero en su camisa. Además, si Paola no había dicho nada
hasta el momento, no creía que Lara la convenciera de que
contara lo de esa noche, mucho menos creía que hablara sobre
su historial juntos.
Esteban miro la calle desierta y empezó a caminar hacia una
calle más popular para dirigirse a su casa. Estaba un poco
preocupado por lo que acababa de pasar entre él y Paola, más
que nada porque esta vez dejo un testigo, pero por alguna
razón, sabía que eso no le quitaría el sueño. Después de todo,
siempre podía culpar el alcohol, y estaba seguro de que Paola
habría disfrutado hasta cierto punto de su atención.
De hecho, entre más pensaba en la reacción de Paola, más se
empezaba a enojar. La mirada de ella y la forma en la que se
encorvaba cuando él se acercaba a unos pocos metros o si
quiera cuando la miraba, hacía que Esteban sintiera una
profunda aversión por ella, lo que lo hacía imaginar varias

103
Obra antológica

maneras en las cuales podría volcar ese poder sobre ella de


nuevo, solo que de una forma mucho menos contenida que la
última vez. También sintió rencor por la intromisión de Lara,
ya que, para él, ella no entendía sus sentimientos hacia Paola.
Salió a las calles del centro de la ciudad. Asumió que eran las
tres de la mañana, así que el servicio de transporte público ya
había dejado de trabajar. Esperaba conseguir un taxi que lo
acercara a su casa, así como el que lo había llevado a esa fiesta,
pero todo estaba extrañamente vacío. Ni siquiera había algún
carro particular aparcado, todo lo que había en la calle eran
bolsas de basura.
La noche era fría, todo estaba oscuro excepto por la
iluminación amarilla de los bombillos públicos. Mientras
caminaba al sur, esperando llegar a una calle donde transitara
algún medio en el cual se pudiera largar, le pareció raro el
hecho de que, en quince minutos de recorrido, dejo de ver
rastro alguno de vida. No encontró a los indigentes que nunca
faltaban en esa calle, ni siquiera algún sucio perro callejero para
entretenerse mientras encontraba transporte. Ningún vehículo
siquiera en la autopista.
Entonces, a unos cuantos metros de sí, vio a una mujer un
poco más joven que él, que había salido de una esquina. Casi
podía decir que había salido de la nada, como una visión o una
aparición para él. Dio un buen vistazo en lo que seguía
caminando a su dirección y acelero el paso. Ella tenía cabello
largo recogido en una coleta, una chaqueta acolchada que
cubría casi todo su cuerpo del frío y unos pantalones que se
notaban que eran mucho más anchos de lo que necesitaba.
Se dio cuenta de que esa soledad podía serle de utilidad.
Rápidamente, se hizo a su lado alertándola, mientras ella se

104
Fragmentos de venganza y muerte

aferraba a la correa de su bolso con las dos manos


instintivamente al notar la presencia de Esteban.
—¿No te importara si camino contigo, cierto? Después de
todo somos los únicos por aquí.
—Lo siento, sí me importa.
—¿Por qué? Si parece que vamos a la misma dirección. ¿Vas
a tu casa? ¿Cómo te llamas?
—No tengo dinero.
—Pregunte tu nombre, no por tu dinero. Es tarde, ¿por qué
estás sola por aquí?
Estaban caminando cada vez más rápido. Ella, por no saber
qué hacer, él, para mantenerle el paso. La sonrisa que Esteban
le ofrecía no se desvaneció, pero con cada segundo era más
amenazante de lo que fue cuando empezó a forzar la
conversación. Irritado por su actitud, decidió plantarse frente
a ella, cerrándole el paso. Ella lo miro con unos ojos abiertos y
un poco llorosos mientras la voz de Esteban salía clara y
desafiante.
—No necesito que me mires así. Me hace sentir mal. Te
puedo disculpar si me dejas ir contigo. Es más, podemos ir a
algún lugar. Podemos hacernos amigos sabes, soy muy bueno
para eso.
—No me interesa.
Justo cuando la iba a tomar del brazo decididamente, la chica
le dio un puntapié en la entrepierna, que hizo que cayera de
rodillas, mezclando en intensidad el dolor físico y la penetrante
rabia. Esteban intento responder medio poniéndose de pie y
formando un puño con su mano derecha. La chica saco de su
bolso una pequeña sombrilla y juntó todas sus fuerzas para
golpearlo en la cara con la parte metálica de esta y salió a correr

105
Obra antológica

llegando a un vecindario que estaba a una cuadra de donde


habían estado caminando. Él se quedó por unos momentos
aguantando el dolor arrodillado en el piso, pero luego de unos
segundos se levantó como pudo y salió a perseguirla, inspirado
por la furia del trato que se había llevado.
La chica corrió a su casa, sintiendo y escuchando como las
fuertes pisadas de su adversario se aproximaban cada vez a una
velocidad más constante, esto al tiempo que su corazón trataba
de salir de su pecho. La sangre bombeaba por sus orejas y
podía escuchar su latido como si fuera el único sonido del
universo. Llegó a una casa y con unos reflejos, y una velocidad
producto de la adrenalina, saco las llaves, y abrió la puerta de
la casa con una agilidad admirable. Cuando Esteban llego a la
casa, la chica le cerró de un portazo en la cara y se escuchó
como ponía los seguros posibles para estar a salvo.
Esteban, lleno de furia, empezó a golpear y patear la puerta,
gritando todo tipo de insulto que se le ocurriera. Cuando
terminó, se resignó a encaminarse a un parque cercano para
descansar y recuperarse de la fatiga. Tenía que desahogarse de
alguna manera y compensar sus fallidos planes de esa velada.
Vio entonces un gato callejero caminando por allí, y empezó
a lanzarle la basura de la calle que estaba a su alcance como
botellas y piezas de escombro. El minino logro evitar muchas
de estos objetos debido a la mala puntería del hombre mientras
corría lejos del sujeto, pero fue alcanzado por una botella que
lo hizo caer.
El hombre se levantó y empezó a reír para sí. Por lo menos
tendría un poco de entretenimiento después de todo. Se acercó
al gatito encendiendo el mechero con una lista de posibles
formas de actuar, pero empezó a sentir que su garganta se
cerraba y que tampoco podía respirar por la nariz. Su saliva

106
Fragmentos de venganza y muerte

estorbaba al paso del aire y no sabía qué hacer para recuperar


el aire. Se agarró el cuello tratando de estabilizarse mientras
veía como el gato se lamia la pata y procedía a correr como si
no hubiera estado a punto de caer en manos de Esteban y su
mechero.
Cada vez que parecía que iba a tomar una bocanada de aire
que podría salvarlo, su garganta se volvía a cerrar
involuntariamente, como si hubiera una pared de plástico
detrás de su úvula. Los ruidos desesperados que salían de él
eran un llamado de auxilio para sí mismo, con sus ojos
ardiendo, mientras rogaba que su cuerpo lo ayudara, pues no
había nadie más que supiera de su estado. No había explicación
para la violenta asfixia que lo hizo caer al suelo por segunda
vez en esa noche.
Las luces del parque empezaron a parpadear insistentemente,
Esteban no sabía si era una alucinación que indicaba que estaba
a punto de desfallecer o si se trataba de una simple
coincidencia. La luz se cortó y lo único que alcanzó a ver
borrosamente fue toda la basura a su alrededor. Quedó en
absoluta oscuridad mientras algunas lágrimas escaparon de sus
ojos, mientras sentía su vida irse poco a poco. Su laringe
parecía sellarse como los muros de una trampa y su pecho
parecía estar llenándose cada vez más de plomo.
Desesperado y temblando, se empezó a arrastrar por el piso,
porque por más patético que pareciera, creía que podría lograr
algo moviéndose de aquel lugar maldito. Por un momento
volvió a encontrar una forma en la cual respirar un poco más
y se hubiera quedado quieto de no ser por la sensación cada
vez más aguda de amenaza. Probó suerte tratando de caminar
rápidamente en cualquier dirección, pero su pecho no le
perdonó el esfuerzo. Fue allí que perdió la consciencia.

107
Obra antológica

Despertó en una cama que no sintió como la suya. No pudo


ver la silueta de nada, pues la habitación estaba tan oscura que
su olfato se agudizo para tener más comprensión de su
alrededor. Olía a podredumbre, una mezcla de orines y colonia
asquerosa, con algo familiar de fondo. Sintió arcadas e intento
taparse la nariz, pero sintió todo su cuerpo entumecido. Se
aterró de la falta de control sobre su cuerpo, el hecho de que
ni siquiera estaba seguro de estar sintiendo cualquier parte de
él en aquel instante.
Su garganta se llenó de saliva que no podía pasar y que trataba
de controlar para no perder de nuevo el aire, sintió un agujero
en su estómago por la cantidad de emociones y la falta de
comprensión, lo que se traducía en un zumbido cada vez más
ensordecedor en sus oídos. Entonces empezó a sentir un suave
tacto en sus piernas que lo sacudió por todo el cuerpo mientras
el frío le erizaba la piel.
Trató de gritar, pero se dio cuenta que había perdido la voz
o al menos eso parecía, ya que no se podía explicar cómo es
que su voz se perdía en el silencio. Repentinamente sintió que
algo lo apretaba en los tobillos como si se tratara de cuerdas de
mimbre tallando violentamente en la piel. Se dio cuenta que
estaba sintiendo como si sus miembros se estuvieran
calcinando donde había creído sentir las cuerdas. Poco a poco
sintió en su piel el dolor sordo y continuo, que se empezaba a
expandir como si se tratara de una gota de sangre en un vaso
de agua. Cuando se dio cuenta, sintió en cada milímetro de su
piel, un montón de cuchillos a mil grados que lo cortaban y
cuya sensación congelaba el tiempo al momento de impacto.
Todo lo que era Esteban ahora, no era más que una herida
abierta por todas partes.

108
Fragmentos de venganza y muerte

Escucho un carro pasar rápidamente, afuera de donde estaba


y se percató de la existencia de una pequeña ventana, cuando
esta se ilumino momentáneamente con la luz del vehículo.
Pareció durar un segundo, pero bastó un segundo para ver que
estaba solo. La revelación de que estaba cerca de civilización
debería haberlo tranquilizado, esto de no ser por la inutilidad
de su desesperado sentimiento de auxilio que, solo podía
demostrar en unas lágrimas ajenas al resto del mundo. Además,
le asustó la falta de respuestas sobre el denso peso que sentía
encima suyo y que no tenía forma.
Por este peso en él, Esteban sintió en su torso un montón de
moretones que no existían. Los golpes que recibiría en una
pelea, pero la sombrilla de la chica le había herido la cara
únicamente. Reconoció que su saliva sabía a cobre, pero fue
hasta ese momento que supo que casi se ahogó en su propia
sangre y que probablemente se relacionaban estos golpes con
el intenso dolor de su costado izquierdo que no tenía
explicación. Por el resto de su cuerpo, sintió un montón de
manos arañándolo profunda y repetidamente, tiñendo ligeros
hilos rojos en su camisa.
Aun así, lo que más lo hizo sentir pequeño e indefenso, fue
el manoseo en todo lo que sentía. El dolor era insoportable,
sentía que iba a ahogarse en su propia sangre si no es que la
fuera a vomitar. Todavía no podía sacar de su cabeza, que su
cuerpo parecía no corresponderle más que en el perpetuo y
punzante dolor, pero por todo esto sentía múltiples manos en
todas partes inimaginables, esto era lo que más le desesperaba
y de lo cual no tenía ni un rostro al cual referirse. Trató de
recordar cómo había llegado a ese lugar, como había terminado
de esa forma y quien o que sería capaz de hacerle cosas tan
horribles.

109
Obra antológica

Otro vehículo paso por allí iluminando un poco la estancia


por dos segundos, solo que esta vez vio una especie de rostro
que hace unos segundos no se encontraba. De nuevo, todo su
ser quiso escapar en un grito desesperado que nunca fue.
Tenía la misma proporción que la cabeza que tendría un
hombre. Era verde y su piel estaba llena de finas arrugas que
lo llenaban todo. La textura de la piel se asemejaba a la de una
lengua felina con tonos verde de lo más horrendos. Tenía dos
hileras de picos en cada mejilla, similares a las escamas de un
cocodrilo. Donde se suponía que debían estar la orejas, solo
había unos bultos de carne amorfos, uno más grande que el
otro. Lo miraba con un par ojos, uno de cocodrilo y uno del
mismo café que el suyo.
Antes de que la luz lo dejara, lo último que pudo ver fue una
boca que le sonreía ansiosamente. Tenía algunos colmillos del
tamaño de las uñas de Esteban, pero no llenaban por completo
la carne de las encías llenas de baba viscosa. Su lengua grande
y puntiaguda, era varios tonos menos amarillos que sus
colmillos, pero con algunas manchas negras agrupándose
como si se tratara de moho.
Objetivamente, podía calcular que había estado despierto y
en ese estado como unos quince minutos, pero parecía como
si su terror y su asco se extendieran a un infinito prolongado.
Creía estar atrapado en un agujero negro, sentía que sus orejas
estaban a punto de explotar debido al ritmo que tomaba más
velocidad de la sangre bombeando violentamente en sus oídos.
Se sintió enfermo, y la desolación parecía no conocer ningún
límite en esos momentos. No sabía que esa criatura era casi
como una representación física de su propia podredumbre
interna.

110
Fragmentos de venganza y muerte

Era como si la perversidad hubiera encontrado una forma


física acorde a su capacidad de putrefacción almacenada.
Alimentándose de la carroña y creciendo por la falta de control
con la que se le ha tratado de ocultar. Llega a tal tamaño en la
que es difícil ignorar la aberración que se cultiva en las
sombras.
En este caso, el deforme ser se había obsesionado de su
creador, y haciendo caso omiso del sufrimiento de Esteban, su
actuar solo podría considerarse como una diversión macabra
de la que esperaba gozar. Todo lo que tocaba o curioseaba del
cuerpo de Esteban, era como una quemadura de ácido. No
logró ver cómo era el resto del cuerpo de esta criatura, ni
siquiera creía de haber visto de verdad aquella monstruosidad
con sus propios ojos, pero el miedo y el dolor incesante, y
puntiagudo en lo que quedaba de su cuerpo indicaba que había
visto bien el resto de aquel horror y no podía hacer más que
paralizarse. Las náuseas empezaron a representarse en el agrio
vómito que lo empezó a ahogar lentamente, mientras estaba
totalmente consciente y aterrado, antes de desfallecer.
Pasaron varios días antes de que un vagabundo encontrara su
cuerpo en un caño de la ciudad, este sin ningún tipo de herida
profunda o signo de calcinación como la que había
experimentado en los últimos momentos de su vida, ahogado
en su propia regurgitación. Su cara estaba hinchada e
irreconocible, con tan solo unos rasguños en su torso como
prueba de la experiencia que nadie más conocería que le paso
a Esteban aquella madrugada.

111
Obra antológica

El perseguido

Por Carlos. Noriega

La oscuridad que trae consigo el final del día, empezaba a


consumir la escasa luminosidad de aquella tarde tranquila y
solitaria en víspera de Noche Buena. Como detalle de esta
época del año y acompañando a tan bella escena, estaba de
adorno una delicada capa de nieve que se servía poco a poco
sobre el ya sepultado pavimento. Absorbido por aquel
espectáculo natural y huyendo del tóxico brillo intenso del
monitor que poseía en frente, dejé divagar mi mente entre el
océano de ideas sin sentido y absurdas que este tipo de
ocasiones trae consigo.
Sin reaccionar, a causa del ruido sordo, pero hipnótico de las
ráfagas de viento azotando el ventanal por el que miraba. Esa
oscuridad, que ya había devorado todo lo que quedaba de la
tarde, había penetrado en el piso de oficinas en el que me
encontraba. Aplicando su tenebroso y estricto modus
operandi, la oscuridad ya había engullido todo, incluyéndome,
salvo por la luz de mi monitor y algunas otras tenues
provenientes de aparatejos que jamás descansan.
Esa terrorífica situación en la que estaba y de la que me
percaté ya muy tarde, inspiró a mi poca creativa mente que, sin
piedad alguna, me posesionó en el epicentro de las clásicas
películas clichés de terror de Hollywood, que poco o nada me
gustaban. Debo admitir que, siendo totalmente escéptico sobre

112
Fragmentos de venganza y muerte

su veracidad, soy muy temeroso, sobre todo con lo que tenga


un matiz paranormal.
Teniendo esa cruel estimulación en el pensamiento, decidí
poner pies calientes y salir lo más rápido de aquel lúgubre y
amplio piso de oficina que estaba abarrotado de cubículos,
teléfonos y papeles apilados que apenas y podía diferenciar
entre el espesor de las penumbras. Obviando mis miedos algo
infundados, por cierto. Infaliblemente en la noche, este lugar
posee un aura muy poco amigable para estar y sólo fue cuestión
de tiempo para que imaginara o tal vez en verdad, empezara a
escuchar que ruidos impropios hicieran presencia ahí. A toda
prisa, ante la duda de los ruidos inventados o no, cual niño
huyendo, apagué el computador, metí lo importante en mi
maletín y al término de eso salté hacia el ascensor. Esbozando
como un estertor, mientras me movía, iba agradeciendo a Dios
la suerte de que dicha máquina elevadora estuviera cerca de mi
espacio de labores.
Una luz cegadora, pero fría, atravesó mis dilatados ojos,
cortando sin piedad las penumbras con abrumadora
efectividad. La susodicha, provenía del interior del ascensor, y
cual baño en una cascada, me llenó de una paz que trajo
consigo el tranquilizador raciocinio y su posterior auto-burla,
al recordar lo ridículo que me he de haber visto al estar a toda
prisa por salir de una instancia que, por muy opresiva que es
su atmósfera, no era más que un simple lugar de trabajo.
Bajé los 36 pisos que me separaban del suelo a una velocidad
competente, pero con la consecuencia de un estorboso pitido
en mi oído. Saludé como de costumbre al personal de
seguridad, que de manera festiva tenían un mini-árbol de
navidad con lucecitas parpadeantes y que despintaba un poco

113
Obra antológica

la sobria e imponente entrada del edificio, hecha en


porcelanato negro, acero y vidrio brillante.
Mi tranquilidad se vio interrumpida al recordar que ese día
era víspera de Noche Buena, esto significa que, a diferencia de
otras latitudes, sólo la soledad se pasea con impunidad sobre
las calles, una vez cae la noche en esa festividad. Para rematar
mi mala suerte, mis aventuras mentales y de escape del piso de
oficinas embrujado, me habían hecho perder la oportunidad de
coger cualquier taxi o medio de transporte público, ya que esa
delicada capa de nieve que observé temprano, se transformó
en un muro de casi 10 cm que permeó todo el piso e impedía
la circulación normal de cualquier vehículo con ruedas. Intenté
primero solicitar un taxi y esperar que un milagro ocurriera,
pero el tiempo, como ser severo que es, pasó sin cesar,
extinguiendo así, poco a poco las esperanzas de tener un
camino cómodo a mi solitario hogar.
Eran ya las 10:00 p.m. Dos horas pasaron sin siquiera
pestañear, y el desespero me tomó por completo. Resignado y
haciendo una mueca inconforme de despedida, agradecí al
personal de vigilancia que me había hecho compañía hasta ese
momento y decidí irme sin más vacilaciones mentales. Al abrir
la pálida y fría puerta de vidrio, se asomó sobre mí una tétrica
calle que me llevaba hacia la estación más cercana del metro,
mi última y única alternativa viable. No me gustaba la idea,
porque a pesar de ser barato y funcionar cuando todo lo demás
falla, siempre estaba abarrotado y dado que siempre cargo
equipos delicados conmigo, estoy expuesto a ser asaltado o
recibir un golpe que dañe mis pertenencias.
Aquellas exigencias de comodidad se volvieron insulsas al
observar con más exigencia lo tétrico de la calle que, parecía
tener unas ansias desbordadas de tragarme. Incluso, hacía lucir

114
Fragmentos de venganza y muerte

aquel piso de oficinas embrujado como un cuento de hadas. La


visibilidad era limitada, debido a la insaciable nieve que caía, y
la luz parecía jugar al capricho, saltando entre zonas que quería
y las que no. Emprendí mi viaje empuñando mis manos dentro
de la chaqueta y restándole importancia a mis miedos absurdos.
Con un paso algo tosco pero constante, gracias al espesor de
la nieve, logré sin mayores contratiempos sobrepasar una
cuadra, siendo esa, la primera de tres que tenía que superar para
llegar a la estación.
A mitad de la segunda cuadra y seguro de la soledad a mi
alrededor, sentí como una mirada me seguía y pesaba sobre mi
espalda. Era inquietante e incómodo, pero me negué a voltear
creyendo de manera absurda que, si nada hacía, nada pasaría.
La pesadez sobre mis hombros aumentó al punto de asfixiarme
levemente y en otro intento en vano, adjudiqué la sensación a
mis temores infundados por lo sugestionado que podía estar.
Seguí caminando, buscando la forma de esquivar la mirada,
pero también fue inútil. Parecía predecir mis movimientos, era
agobiante, sentía que supiese de mi malestar y lo disfrutase con
pleno descaro, lo que le agregó algo de rabia a mi carrusel de
emociones.
Mi cerebro, incrédulo ya sobre las excusas, no se dejó
persuadir más y me armó de un valor insospechado, con la
respiración algo agitada. De tope, miré hacia atrás
abruptamente a la expectativa de sorprender y encontrar algo,
pero sólo el eco de los vientos virulentos chocando con los
edificios me respondió. Intranquilo, apreté el paso y al ingresar
a la tercera y última cuadra, noté con alivio que la calle como
tal, había sido paleada para permitir el paso de vehículos en
caso de emergencia y confiando en que no iba a pasar ninguno,
salté de la acera y empecé a caminar en medio de la calle.

115
Obra antológica

El sonido de mis pisadas aumentaba con el crujir de los


cristales de hielo siendo triturados; crujido que, me causaba
cierta tranquilidad al saber que eran los únicos estando al
compás de mis pasos. Pero el hecho de ser observado en la
cuadra anterior, todavía retumbaba con mayor fuerza sobre mi
cabeza. Las luces de la entrada subterránea de la estación,
servían a lo lejos, como faro de un lugar un poco más seguro
que la intemperie de la calle donde estaba y de paso, avisan su
cercanía.
A pesar de la fugaz paz al ver los faroles un poco más cerca,
se corroboraron todos mis miedos de un golpe, ya que, al
reiniciar mi marcha a paso rápido, el crujir de otros cristales de
hielo aplastados se escucharon atrás mío. Estos rompieron la
ortodoxia sonora que tenía mi caminar; instintivamente pensé
que sería mi agresor y volví a girar de manera abrupta y
preparado para luchar, si era el caso. Mi vista algo mareada por
el giro agresivo a priori, no detectó nada, pero bastaron tan
solo unos segundos para que se reajustaran y ahí fue cuando lo
vi por primera vez.
Casi al inicio de esa calle, distinguí entre el vaivén de la nieve
a merced de la ventisca, lo que parecía una figura erguida
imitando a un ser humano, tratar de esconderse. Estaba
detenido y percatado de mi penetrante pero desconcertada
mirada, debido a la oscuridad que lo arropaba. No traté de
contactar y me giré presto a correr pensando en que sus
intenciones no eran buenas para mí.
Sus pasos siguieron los míos y algo cansado por el esfuerzo
extra del peso que cargaba, paulatinamente descendí la
velocidad de mi carrera. Pendiente al crujir atrás mío,
sorpresivamente también ese ser descendía la suya, eso me
desencajó por completo y mientras corría, únicamente pensaba

116
Fragmentos de venganza y muerte

en cuáles eran sus intenciones —¿Por qué solo pretendía


perseguirme y observarme? — Exclamó mi conciencia
asimilando un poco la situación. Sin percatarme, logré estar
frente a frente de uno de esos faroles de la entrada a la estación,
y de manera instintiva ingresé, siempre vigilante a mis espaldas,
no hubo asomo de nada, ni siquiera, de alguien que estuviera
interesado en mi existencia. Calmado por el hecho, compré el
boleto del tren y me perdí entre la poca gente que había para
despistar.
Estando en la seguridad del tren, en un vagón solo
acompañado por mujeres de edad mayor, empecé a recapitular
lo sucedido, intrigado sobre todo en la intención de ese ser, ya
que concluí que de quererme asaltar o hacer daño, había tenido
más de una oportunidad para hacerlo cuando nos
encontrábamos a solas. Ensimismado en mis hipótesis, pasé
todo el trayecto hasta llegar a mi destino, que era la estación
más cercana a mi casa, pero por más cerca que estuviese, aún
tenías unas dos largas cuadras por cruzar.
Saliendo de la estación sin mayores novedades, reinicié mi
caminata enrevesada por el susurro físico del frío que hacia
levantar mis vellos y sospechas. Conocía muy bien esa zona, y
para estar tranquilo, decidí coger un callejón el cual acorta la
distancia, con el aditivo de que pocos conocían el mencionado
atajo. Estando en el callejón, entre sonidos de ratas masticando
restos y gruñendo, retumbó a lo lejos un sonido poco natural,
incluso para las mismas ratas.
Un estruendoso pisotón con la clara intención de llamar la
atención, con la diferencia de que la primera vez, no sonó
detrás mío, si no arriba de mí. Sin dilaciones, pero asombrado,
miré. Allí estaba nuevamente, asomado en una escalera de
hierro para incendios, observándome fijamente y resguardado

117
Obra antológica

por las tinieblas del callejón. Aunque no veía con claridad sus
ojos, sabía que estaban exclamando que no importaba a donde
fuese, él sabía a donde iría y ahí estaría para perseguirme, cual
anima pertinaz buscando venganza.
La adrenalina volvió a inundar mi torrente sanguíneo y mi
corazón empezó a bombear como el motor de un bólido.
Empecé a correr de manera despavorida, a lo que escuché, una
vez fuera del callejón, que ese ser había saltado y estaba en
suelo, presto a perseguirme nuevamente. Jamás me detuve; la
necesidad de supervivencia me nublo la mente, pero mi
instinto me guio y corrí hacia mi casa. Con un salto de carácter
olímpico, me volé una cerca de madera que dividía la casa de
mi vecino con la mía por la parte de atrás. En ese momento,
recordé que de esa puerta había extraviado la llave, pero aquella
cerca me brindó resguardo, y con escasa lógica, aproveché el
momento para permitirme escuchar a ver si todavía me seguía.
Sus pasos, también presurosos, sostenían una amplificación
constante en mi dirección, aun cuando estaba seguro de que
no me había visto saltar. Estaba claro entonces, por el retumbe
de su andar, que se encontraba al cruzar la valla. Sus pisadas
aplanaban los cristales de hielo apilados, con una confianza que
me demostró que sabía dónde vivía, y que yo era su presa. Con
agilidad y silencio, bordeé mi casa por el callejón izquierdo
hasta la puerta principal, y entrando en una danza suicida con
mis llaves, logré liberar el doble seguro de la puerta. Ingresé, y
la cerré de un arrebato con sus respectivos seguros, pero sabía
que de una u otra manera iba a entrar. Entonces pensé que mi
única oportunidad era ocultarme en mi sótano y prepararme a
enfrentar a mi persecutor.
Una vez resguardado en una esquina del sótano, en completo
silencio y oscuridad, escuché el vidrio de una ventana

118
Fragmentos de venganza y muerte

romperse, seguido de algo que tanteaba la puerta para


destrabar los seguros. El chirrido de las bisagras, algo oxidadas,
me dejó saber que estaba entrando y el grito de la madera del
piso contraída por el frío penetrante, anunciaba su posición.
Con absoluta disciplina, revisó cada instancia de mi casa, pero
demoró un poco en darse cuenta de que yo había dejado la
puerta del sótano abierta, decidido a seguir su incansable caza,
se adentró con extrema cautela.
Usando las escaleras, se detuvo un segundo. Pareció
sorprenderse porque los clamores de la madera bajo sus pies
habían cesado, esto debido a que el piso aquí es hecho sobre
cemento y en baldosas. Una vez superado su lapsus, reinició su
marcha en lo que, nuevamente, las tinieblas lo abrazaban con
recelo e impedían que lo detallara. Bajó recostado con la
espalda hacia la pared, que le servía como un pasamanos, ya
que, con sus manos sujetaba un artefacto inteligible.
Sentí el golpe cuando colocó un pie en el suelo del sótano,
cortando de manera inopinada el silencio mortuorio que
ensombrecía la habitación. En ese momento, activé dos
interruptores que estaban a mi lado, en consecuencia, se
escucharon al unísono, un grito desgarrador, una puerta
cerrarse y… una trampa de osos activarse. De inmediato,
encendieron las lámparas led que recién había instalado en cada
esquina, justo para una ocasión como esta y su luz, al igual que
la del interior del ascensor en aquel piso, rajó de un tajo la
penumbra esquiva que lo confundía todo. Por segunda vez, me
había dado un baño de tranquilidad y certidumbre,
descubriendo todo sobre esta extenuante persecución.
En el piso, tendido, ensangrentado y en estado de shock,
mirando con lamento y suplica en donde alguna vez tuvo parte
de su pierna; estaba vestido de negro, pero teñido del delicioso

119
Obra antológica

carmesí de su sangre, lo que me parecía era un policía. Algo


incorporado y arrastrándose muy poco por los tejidos y
fragmentos de hueso que aun ataban su pierna a la trampa,
miró con asombro, pero sin extrañeza que, en mi sótano,
reposaban todo tipo de herramientas y artefactos quirúrgicos
que suelo usar sobre mis víctimas.
Con una sonrisa marcada de placer, no sólo por el hecho de
que hoy la comida irrumpió a mi casa suplicando engullirla,
sino porque me desharé de un predicamento que me acechaba
inesperadamente. Me puse mi delantal plástico favorito —la
ocasión, así lo exige— le dije mirando sus ojos desorientados.
Asimismo, con gracia, me puse unos guantes de látex negros,
echados en una mesa de acero, como si de un ritual se tratase.
El oficial, observando a detalle sobre las escaleras y rincones a
su alrededor, concluyó acertadamente que, el sótano es
insonorizado al igual que la puerta; pero eso no detiene su
intento por suplicar ayuda o por su vida. —No me mates por
favor… diré que eres un sospechoso descartado. — Masculló
sollozando con un pálido rostro que pudo haber hecho ver a
la nieve como tierra negra del África. Esbocé otra sonrisa, esta
vez sarcástica en contestación a su propuesta, dejando claro lo
inverosímil de la misma.
Me detuve un momento y abrí lentamente el primer cajón de
la mesa de acero para sacar un objeto que, de sólo exhibir su
brillo, hace que un fuerte olor a amoniaco ambiente el lugar.
Girando mi cabeza llamada por el hedor, ubiqué rápidamente
su fuente en el ahora húmedo pantalón del oficial. Absorto por
segunda vez, ese día, la belleza del momento que observaba,
me hizo sentir la mayor satisfacción posible, solo comparable
al orgasmo de una mujer secuestrada por todos y cada uno de
sus placeres. Él comprendió al ver mi contraído rosto, lo

120
Fragmentos de venganza y muerte

excitante que es para mí el fantasear sobre el devenir de nuestra


inaugurada velada.
—Es curioso, y ahora que realizo en mi mente un breve
escrutinio conclusivo de lo que fue nuestra danza previa a tu
amorío con mi trampa que, en resumidas cuentas, lo único que
hizo falta para que tu vida acabase aquí, fue solamente un poco
de buena y mala suerte —le dije con una voz arrastrada y
calmada mientras me acercaba con una sierra de mano de disco
dentado, encendiéndola y apagándola para que el estruendo del
arranque torturara sus oídos y su mente—. Te aclaro un poco.
Buena suerte en razón de seguirme solitario, como si fuese yo,
una presa fácil de acorralar. De igual manera, mala suerte, en
razón de creer que tú, eras el cazador de esta historia —susurré
en su oído por el ensordecedor ruido del motor de la sierra,
acompañado de los gritos estridentes de dolor que exhalaba el
oficial, viendo fijamente como culminé de cercenar una
porción de carne sin hueso, de lo que todavía le quedaba de
pierna.

121
Obra antológica

El juguete invertebrado

Por Christiam Echeverry.

Está oscuro, todo está cerrado, no sé si es de noche o de día,


de todas maneras, sé que mi caja es estrecha. Una de mis
piernas está levantada, recostada sobre una de las paredes, la
otra está abajo extendida, la caja se empieza a sacudir, pero
estoy seguro que no es una pesadilla porque yo no sé qué es
dormir… he oído hablar de ellas. Afuera se escucha la voz de
Alfredo:
—¡Hace mucho pedí mi chocolate y mis buñuelos ala!
Alfredo Monroy, Don Alfredo, Alfredito, Maestro Alfredo y
la lista sigue. Lo adoran, a él por mi brillo y yo brillo por ver
gente, me parece divertido, en serio, cualquier cosa que no sea
estar en esta caja es mejor. Entonces por como sacude la caja,
Alfredito está enojado, se dirige a la cocina bien loco para
servirse él mismo el chocolate:
—¡Me lo tomó sin buñuelos pues! —decía, y yo al lado de
algún horno porque hace un calor insoportable, mientras el
viejo da rienda suelta a su irreverencia:
—¡Ala chinita, es que si uno no lo hace por uno mismo nadie
lo va a hacer, mijitica!, ¿usted tiene novio?
—¡Ay, don Alfredo!
—¿Esposo, amante, amantes?
—Tengo un novio.

122
Fragmentos de venganza y muerte

—Bueno, pues no dejes que te compre de todo y te maneje


caray.
Y yo aquí muriéndome del calor, pienso y ojalá lo pudiera
hacer en voz alta, decirle viejo pendejo salí de aquí. Entonces
la caja vuelve a sacudirse, supongo que estamos pasando por
una de las ventanas del teatro porque se escuchan murmullos
de gente y por el afán del viejo, creo que hoy tendremos
función de nuevo. Volvimos al camerino, él me lleva para todas
partes, me toca oírlo cagar, follar, llorar y hablar con su hijo.
Una vez mientras cruzábamos una calle en Lima para entrar
al hotel, nos intentaron robar y lo hicieron, Alfredo les entregó
unos dólares, su reloj y sus zapatos, pero los ladrones insistían
en llevarse la caja, entonces, fue la única vez que me moví sólo,
guiado por quién sabe que fuerza mayor o tal vez era la
epilepsia que en mi estaba reapareciendo por esos años. Sacudí
todo mi cuerpo y a los ladrones les dió la impresión de que en
la caja había algo, algún animal o algo extraño, lo sé por qué
«Al», cómo acostumbraba a llamarle cuando le tuve cariño, les
dijo que se tranquilizaran, que era su herramienta de trabajo.
Le tomé cariño porque era valiente y algo ingenioso el viejo.
Una vez mientras estaba en Colombia con una de sus mujeres
y yo al lado en algún anden, llegó la policía y le dijo a su amante
que fingieran estar en una pelea sentimental, que lo celara. En
Colombia está prohibido beber alcohol en la vía pública pero
también había más personas bebiendo. Y mientras ella lo
celaba, se fueron parando hasta irse en una pelea dramática,
algo sobreactuada y así Al, el maestro, se evitó una multa.
En el camerino decide hacer hoy el número del aprendiz
torpe al que ha decidido llamar Clase maestra, lo sé porque
siempre me pone un trajecito de poeta para ridiculizarme ante

123
Obra antológica

el público. Afuera de la caja con mi madera al desnudo el viejo


dice:
—Tú tranquilo.
Me habla a mí, pero él sabe que se está hablando a sí mismo;
sin embargo, a veces me confunde, creo que se habla a sí
mismo en tercera persona para sentirse más acompañado, ya
que su voz cuando abre toda la boca resuena bastante bien.
Continúa mientras plancha mi vestuario.
—¿Porque te confundes y te agitas ante los problemas de la
vida? déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor.
Yo estoy sentado sobre el mesón del camerino con el espejo
y las luces atrás, Alfredito bebe de su taza, de la cual salen
pequeñas bocanadas de humo y un ligero olor a cacao.
Empieza a ponerme el vestuario que, por cierto, está hirviendo,
me quema, sale un poco de humo, acerca su nariz para
inhalarlo y continua.
—Cuando te entregues a mi todo se resolverá con
tranquilidad según mis designios. No te desesperes, no pienses
agitadamente chatico querido, como si quisieras exigirme el
cumplimiento de tus deseos caray... o decirme algo.
Antes de ponerme el tricornio en la cabeza, descubre que
tengo un orificio en la parte de arriba, no sabía él que los
gorgojos me estaban devorando a paso lento. Lo primero que
se le ocurrió fue meter su dedo índice para ver cómo se sentía,
con lo que consiguió expandir el diámetro gracias a su puta
curiosidad senil, y siguió hablando mientras hurgaba con su
dedo en mi cabeza.
—Cierra los ojos y dime yo confío en ti, envía las
preocupaciones angustiosas y los pensamientos sobre lo que
puede suceder después a mí, mándamelos todos a mí, no

124
Fragmentos de venganza y muerte

estropees mis planes, queriéndome imponer tus ideas, déjame


actuar con libertad, reposa en mí y deja en mis manos tu futuro,
que lo que más daño te hace es tu razonamiento, tus propias
ideas y querer resolver los problemas a tu manera. Confía en
mí y yo confío en ti, repítelo constantemente, Yo confío en ti.
Si crees que las cosas empeoran a pesar de tu fe, entonces
confía más.
Ahora le caben dos dedos en el agujero de mi cabeza y
continúa hundiéndolos, además de eso mientras juega con sus
dos dedos en mi cabeza, me doy cuenta que no soy epiléptico,
creo que Alfredo tiene Parkinson o le estaba empezando
porque mientras me hurga la mano le tirita. Supongo que no le
importa porque yo siempre llevo la cabeza tapada con
sombreros, y continua con su ritual, acariciándome,
consintiéndome mientras me viste.
—Necesito las manos libres para poder obrar, no me ates con
preocupaciones inútiles, confía en mí, reposa en mí, entrégate
a mí, yo hago los milagros en la proporción de la entrega y de
la confianza que tienes en mí, confía, sólo confía y no digas
nada.
Saca los dedos de mi cabeza, me pone el tricornio y yo sólo
pienso. —¡No! Yo no digo nada porque yo no tengo tacto y
porque tengo una mano que me maneja, si yo quiero mirar
arriba ella me lleva hacia abajo y entonces es por eso que nunca
digo ni mierda, porque no he dicho nada, porque no necesito
comer para decir, porque nunca lo he hecho, porque además
nunca duermo, siempre que la tapa se cierra quedo a oscuras,
solo, pero sigo pensando en ¿Qué decir?¿Pensar?¿Pienso
acaso? Creo que si pensara diría cosas, las palabras dicen cosas,
pensamientos, las palabras alzan pueblos y tumban dientes, por
eso no he dicho mucho, porque decir, no equivale al roble del

125
Obra antológica

que estoy hecho, y no soy duro de alma, pero no puedo decir


nada. si yo hablara una sola de mis pendejadas nadie las
entendería, porque a pesar de ser yo su espectáculo, yo hablo
en otro idioma, hablo para mí, para mis gorgojos y mi caja ,aun
así, aun cuando yo hablo no escuchó nada y escucho ecos que
parecen aplausos muertos, ¡pero porque putas si yo no he
dicho nada! Porque, a decir verdad, la distancia que hay entre
los aplausos y la caja es lo más hermoso que yo he vivido, a
Alfredo le pagan, bien por él, pero para mí el aplauso del show
es un momento de shock.
Con Alfredo al lado, pero con todos los ojos encima de mí,
hasta parece un acto voyerista. Entonces cuando el telón
empieza a bajar me duele la cabeza de inmediato, mi traje se
ve, sin las luces, empolvado y la cabeza me empieza como a
querer estallar, es como ir de una gran caja, la sala, a otra caja
mediana, el camerino, y de ahí a la caja eterna, a apilarme contra
mí mismo. Hasta allí me llevaba los aplausos, hasta los rincones
milimétricos de la oscuridad, mientras los gorgojos me comen
muy lentamente.
Los aplausos se van borrando con el paso de los días, hasta
que mis recuerdos se empiezan a volver cada vez más
estrechos, recuerdo entonces qué pierna ha estado más tiempo
encima de la otra o cuando Alfredo ha dormido de más, de
hecho, recuerdo que Alfredo cuando duerme, esposa su mano
con la caja y con sus ronquidos a sus sueños. Decidí calmarme
porque igual no puedo hacer nada, él es el que me hace hacer
cosas, además también me calmo porque ya vamos a entrar a
escena.
Termina de vestirme como poeta y me da un beso en cada
mejilla como un siciliano, bebe el resto de su taza, enciende un
cigarrillo mientras se termina de maquillar, fuma, se termina de

126
Fragmentos de venganza y muerte

arreglar y me vuelve a meter en la caja ya vestido y entonces,


todo ha empezado, lo anuncian y entramos.
Entre aplausos es recibido, entre aplausos y miradas a la caja,
me doy cuenta porqué le da dos golpecitos y la gente empieza
a aplaudir más fuerte. Alfredo abre la caja y me saca, de
inmediato introduce su mano por la parte de atrás de mi
cabeza, me saluda y empieza a mover mi mandíbula
respondiéndose a sí mismo como con una especie de
boquinche que se ve muy bien apoyado en el Parkinson y le
dice al público.
—Parece que hay que enseñarle a hablar. El público se burla
de mí, hasta que empieza a decirme palabras muy lentamente.
—PAPÁ, PAPÁ, dilo. —Pero me hace decir ‘pata’ y la gente
está cagada de la risa.
Después de un poco de estupideces para hacerme hablar,
Alfredito saca una pizarra para enseñarme ahora a escribir y
terminar la clase Maestra, cómo le llama al numerito este. Me
ridiculiza con errores ortográficos guiados por su propia mano
y el público se ríe más fuerte. En uno de esos momentos en
que me quedo mirando periféricamente al público, noto que
una banca, la primera banca de izquierda a derecha está libre, y
recordé que una vez en Buenos Aires pasó lo mismo con este
número.
Mientras Alfredo me ridiculizaba y se ridiculizaba a sí mismo,
yo empecé a imaginarme poemas reflejados en la pizarra,
aunque en ella dijera ‘amor’ con H, yo empecé a hablar del
amor sin H y a imaginar que llenaba el tablero con un poema,
y mientras lo hacía, sentía que una hermosa mujer se dirigía al
teatro a ocupar la banca, la única banca vacía y mientras más
construía el poema, más me acercaba a ella, solo que esa vez

127
Obra antológica

las carcajadas del público por lo que estaba pasando de verdad.


La dislexia y la horrografía me sacaron de ella de la fantasía.
entonces vuelvo y hago lo mismo, borro la H de amor, e
inmediato veo en mi mente unos zapatos de tacón negros
dando pasos por alguna avenida. Poseído por el vestuario de
poeta empiezo a llenar el tablero con palabras que no sé de
dónde me vienen, empecé a decir cosas.
—Aunque me demoraba, le sacaba cuadros, pinturas en
medio de mis relatos, paisajes, rostros, añoranzas, que iban sin
firma y ella los leía y decía que, al proyectarlos, veía mi rostro
en la prosa, sobre todo en los deseos, entonces según ella,
sonreía y sentía que los dos lo hacíamos.
Mientras imagino llenar la pizarra con ese poema que no sé
de dónde me viene, más las ridiculeces de Alfredo y las
carcajadas del público a la par, veo que la mujer entra en el
teatro, así que continúo llenando el tablero de cosas.
—Entonces ella decía que ambos sonreíamos al unísono
mientras otros dirán que es ego mío, sólo mío porque no te
conocen, otros me llamarán narciso, y así, hasta que me hagan
pintar para ellos, hasta que se me seque el pincel en el afán
estúpido de un editor, o en el de una tarde sin caída.
La mujer ya está sentada en primera fila con su mirada
clavada en la mía, ella no se ríe con los demás, pero sonríe.
Siento que uno de los gorgojos que me habitan acaricia el
orificio de mi cabeza por dentro y termino, por curiosidad, en
mi imaginación, de llenar todo el tablero para ver qué pasa.
—Esas tardes sin caída en las que el sonido de la lluvia arrasa
con más de un pensamiento, entonces, vos sos parte de este
estruendo, de este reguero de dóndes y de mi impresión en
medio de ninguno de ellos.

128
Fragmentos de venganza y muerte

Con esto terminé de llenar el tablero y mientras todos ríen a


carcajadas porque yo supuestamente estoy escribiendo como
hablan los boquinches, siento que salto del escenario al cuerpo
de la mujer y una vez dentro de ella, las carcajadas dejaron de
sonar. Me veo desde sus ojos azules, muerto en escena, y a
pesar de que Alfredo está moviendo con toda su fuerza el
muñeco, éste está como una piedra, como si se hubiese secado
por dentro.
Alfredo suda, el público lo empieza a abuchear y yo me siento
muy bien en mi nuevo hogar. En el cuerpo de esta mujer me
siento muy liviano. Mis pensamientos se están volviendo más
frescos, pero siento que no debo abandonar el reconocimiento,
así que subo al escenario y beso mi cadáver, primero hubo un
pequeño silencio, las personas no se esperaban que una
desconocida hiciera eso. El público, embelesado con mi nueva
forma y mi vestido rojo, arde en aplausos, me empiezo a sentir
algo excitada, miro a Alfredo, lo llevo al camerino, en un par
de pasos y perdido en mis atributos se olvida de su fracaso.
Cierro la puerta, los aplausos aún suenan muy fuertes, pero
poco a poco se están apagando, empiezo a seducir más de cerca
a Al y cuando intenta besarme me le acerco al oído y le digo
que me deje jugar a mí. Accede, entonces lo amordazo lo más
rápido posible, a través del erotismo empiezo un baile mientras
lo ato, amarro su mano derecha a un extremo de la pared, la
izquierda del otro lado y así obtengo un pequeño cristo
sentado. Sigo bailando encima de él, y cuando empieza a
retorcerse de placer, tomo una Biblia enorme de utilería y le
reviento la mano derecha contra la pared, pero sólo sangra,
grita, grita mucho, pero el único sonido que se escucha es el de
sus babas resbalándose por la mordaza.

129
Obra antológica

Yo necesito romperle la mano entera, necesito rompérsela


por el bien del humor. Entonces voy a la pieza contigua, tomo
un reflector y antes de que el murmullo y los aplausos
terminen, le parto la mano derecha, y la izquierda también por
precaución.
Vuelvo a salir y hago un gesto como arreglándome el vestido
para que el público confirme lo que está pensando, aunque no
ha pasado y los aplausos vuelven a brotar de las butacas. Tomo
mi cadáver y digo
—Me lo he ganado. —Salgo del teatro junto con el público,
ovacionada por la puerta de adelante.

130
Fragmentos de venganza y muerte

Resuena

Por Lina Parra Moreno

Resuena
Las moscas negras infectadas son capaces de dejar albergados
parásitos en el cuerpo humano. Estos comprometen la visión,
antecedidos por masas anormales formadas por células
tiroideas y comezón. Suele llamársele «ceguera de los ríos».
Bojayá, Chocó, 04:06 a.m. Leah queda sola para siempre. Pero
ella no lo sabe. Carlos, Fernando y Ezequiel departían una
ostentosa cena a la luz de la pestilente investidura de los peces.
Lograron pescar tres docenas que, entre tanta euforia, tendrían
que digerir en tan sólo un par de días.
Adiós placer de degustar con calma un buen barbudo junto
al bacalao. Emprendieron camino de regreso a casa, no sin
antes asegurar el radio de acción que dejarían atrás y
previsualizar el que les esperaba. Machete en mano y corazón
en la cerca. Saludaron a Don Esteban y a sus dos
acompañantes, hasta ese momento desconocidos. Llegaron
sanos y salvos, junto a 36 acompañantes blindados con
omega3.
Leah, como de costumbre, saludó a sus hermanos con la
emoción de quien ve por primera vez a un ser querido que se
escondía en la lejanía tropical del espacio. Luego se dispuso a
almacenar en una pequeña refractaria llena de hielo y pizcas de
sal a los invitados del día. El olor que destilaban era el aroma
de todos los días, uno que disfrutaban sin más, dulce y

131
Obra antológica

nauseabundo sobre lo mortecino. Moscas que zumbaban,


moscas que reventaban. Arrullados por el susurro de los
vientos, cayeron de sueño.
—Buenos días, atembaos. —No hubo retorno de respuesta
alguna—. De seguro ya abotaron el río, que
malucos...olvidaron llevar el pedido de doña Cecilia.
La gallada de la región alertó a la comunidad sobre unos
presuntos sujetos que deambulaban por la zona sin razón
aparente. Un preludio del que Leah no logró ser testigo. 09:00
p.m. Llegan los tres hermanos con unas cocadas.
—Ahora sí, les voy a armar el bororó… ¿cómo se les ocurre
olvidar bajarle el encargo a doña Celilia?
—Manita, le trajimos cocada —replicó Ezequiel en su
defensa.
La noche tomó otro rumbo. 03:50 a.m. Tal chicharra, la
puerta fue embestida en plena noche una carcomida por un
frío particular. El silencio, de manera inesperada, abrazó el
ambiente.
—Muchachos, paren oreja. Cuando decidan traer pescados a
la casa, deben prestarle atención al estado de su piel, ojos,
branquias, músculos, olor y vísceras. No quiero un mar de
decolorados con ojos lechosos y flácidos, ni con branquias
amarillentas e incompletas, ni blandos con olor ácido,
¿escucharon?
—Ay Leah, deja la piquiña, siempre nos lo dices y no ha
habido día en el que hayamos comido semejante cosa.
—¿Comieron algo? —preguntó Leah—. ¿Y cómo?, con
semejante ajetreo en los cultivos de Don Estebán ni se pudo
beber gota de agua. Imagínese que llegó Doña Cecilia a
ofrecernos algo, pero ese atembao de Don Esteban no la dejó

132
Fragmentos de venganza y muerte

pasar, hasta unos pelaos que andaban con él detuvieron a la


doña en la entrada —se quejó Carlos.
—Supongo que no lograron comer nada durante el día, esto
hará más rápido el proceso, tracto digestivo vacío, como nos
gusta. Y saben, la vaina está a nuestro favor, este lugar es una
nevera.
—Mano, aliste la sal, hora de esparcirla.
—¿Qué más le pedimos a la vida? Golpe térmico de
antemano, ahora es el momento de dar de nuestra parte, ¡corte
arterial, a brillar! Hora del show.
—Afilar para tajar con moderación, ¿escucharon? —Primera
incisión: corte a la altura de la cintura, localización de columna
vertebral; cuchillazo diagonal desde allí hasta el cuello de
Carlos. Cortes desplegados desde la sien hasta la comisura de
sus labios.
—Nómbre, qué festín, músculo firme, aroma fresco y piel
brillante. —Segunda incisión: como hoja se penetra en la vena
yugular de Fernando con daga color esmeralda, descabezar
para los vasos sanguíneos drenar y el corazón frena.
—A ver, pasen las copas pues, no podemos desperdiciar gota
alguna. —Tercera incisión: arranque de mandíbula y piel,
seguido de la extracción de costillas y fileteado de lomo.
—Eh, que tronar de dientes más sabroso, ¿no? —Cuarta
incisión: fallida.
—Lo que tenemos el día de hoy es un verdadero regalo de la
tierra.
—No debemos dejar de degustar este plato de dioses.
—¿No habría sido mejor molerlos? espinas de mier$@.
—Mordiscos mesurados e inquietantes mancharon de a poco

133
Obra antológica

la refractaria, la tabla de madera del suelo y los estantes de la


alacena. Extirpar los globos oculares significó el siguiente paso.
—Esto de volcar las tradiciones sí que es fascinante.
—¿Juego de incisivos? —Se aguantaron la risa, las carcajadas
estimulantes. Machete resonando como militante frívolo
andando. Rodajas para limpiar el mantel.
—¿Seguros que no está?
06:30 a.m. Leah despertó, y no precisamente por el ritual
zumbido de las moscas en torno al barbudo y el bacalao, sino
por el olor metálico, punzante y oxidado de la sangre.
—No tienen cuidado con nada, dejaron caer de la
refractaria... el bendito líquido de los peces. —Sin embargo,
sus pies no tuvieron contacto en ningún momento con algo
diferente a un suelo áspero y cálido. Ella ahora se disponía a
preparar algo de caldo de pescado, lo hacía con calma. De
repente, cuando ya era el momento de despellejar a los amigos
de río, el sonido del roce del cuchillo con la escamosa piel, la
sobresaltó un contundente dolor en su pie derecho. El cuchillo
cayó con tal fuerza que quedó incrustado en su empeine. Un
grito alteró el espacio seguido de un silencio aturdidor. Su
iniciativa por retirarlo fue en vano, pues terminó insertándose
hasta atravesar la planta de su pie.
—Es momento de comer así sean semillas. —Tragar fue lo
primero que llegó a su mente, pero en el intentó lastimó su
garganta. No sabía por qué masticar no era una opción.
Anocheció y ni Carlos, Fernando o Ezequiel arribaron a casa.
Leah los esperó despierta hasta pasadas las doce, lo sabía por
el silencio que carcomía el cultivo de plátano diagonal a su
hogar.
—Mano de bobos, ni avisan cuando irán a la capital.

134
Fragmentos de venganza y muerte

cuando dormía, plácidamente, unos sonidos extraños


atravesaron su inconsciente, mordidas jugosas, canicas
tempestuosas, sorbos inquietantes y extirpaciones disonantes.
Así sus noches y sus días, así sus salidas y estadías. Sudor frío
que la envolvía, paranoia cuando recogía plátano que la agitaba,
delirio auditivo cuando venían de visita. Tablas de picar, de a
poco, fueron ocupadas por cavidades contaminantes de carne.
La refractaria, de a poco, empezó a conservar vísceras
desconocidas. Molino, de a poco, fue triturando para evitar
daños en la boca. Escamas, de a poco, retiradas. Piel, de a poco,
levantada. Agallas, de a poco, lastimadas. Vidas, de a poco,
arrebatadas. Leah padecía ceguera de los ríos y hasta su tumba
llevó consigo los recuerdos trágicos de la ausencia de sus
hermanos. Todo por sortear ejecuciones jamás conocidas. Su
tumba permanece adornada por collares hechos con espinas
de barbudo y bacalao.
Como sujeto activo y político de derechos en autonomía y
libertad.
En el rincón del olvido, eres rezagado y relegado a espacios
demonizados.
Eres estigmatizado por el arquetipo paradigmático del que
sólo está en función de rendir pleitesía.
Cavan fosas para rellenar su inconsciente sometido.
Para sanar, amas desde la justica.
Una justicia desde la verdad mediada por el amor.
Para la reconciliación, en espacios públicos se gesta el perdón
o ¿es acaso desde lo privativo que se consolidan los afectos?
¿Nuevas formas de convivencia que surten efecto a raíz del
estandarte alternativo?
Prendas, dibujos y gestos de paz que reintegran.

135
Obra antológica

Develaciones que reincorporan al que polvo y abrazo es


ahora

¿Qué dinamiza nuestros tiempos muertos?


Estamos muertos en medio de la auténtica depravación
humana. Eso que tanto te satisface es una práctica grotesca,
burlona, violenta y progresiva. La armonía y comprensión del
sexo, pasando, en esencia, por su dulzura y ternura, se
quebranta cuando reemplazamos, sin mediar magnitud alguna,
el deseo más impío del sujeto en reivindicación con su ya
despojada naturaleza.
El hábito neural precariza la corteza cingulada del cerebro,
espacio donde nos damos a la tarea, deliberadamente, de
decidir. Las implicaciones de largas exposiciones acarrean un
detrimento demencial en lo fisiológico, cognitivo, afectivo,
volitivo y espiritual. De manera personal podrá considerar la
posibilidad de mortificar su ser rumiado sin más. Cráneo
destrozado. Globos oculares mordidos. Juego de incisivos
iniciado.
Rebosan las copas de la complacencia valiéndose de la ilusión
desconocida. Lo agridulce del sorbo traduce imaginarios de
soledad en realidades insurgentes, sugerentes y presentes. Este
fenómeno acelera su pulso y con sumo frenesí, lo lleva al
éxtasis placentero del consumo desmesurado y venidero. Las
miradas se dilatan y lo demás llega su clímax. Se drenan las
líneas corrientes de pensamiento, pero se agudiza la
experimentación sensorial. Se regocija en el preludio de sus
fluidos corporales y sostiene como bandera la dinamización
temporal de los espacios muertos. Lo que no sabe es que
pronto el cumulo de carne mortecina que ocupa el espacio-
tiempo pedirá más, algo más gráfico y particular. Sus deseos,

136
Fragmentos de venganza y muerte

de modo inocente, piénselo así, disipan inquietudes que desde


un inicio se planeaba fuesen removidas.
El trazado de las mujeres cautivas desplegó fenómenos que
hoy día usted, quizá, naturaliza. Su propio cuerpo desciende
sobre un pozo viscosamente acogedor. Lo animal va por
cuenta de la casa, no es ninguna molestia. Eso es lo de menos,
no se preocupe por la estabilidad de su salud mental, priorice
en su lugar la salvedad de su hambre. ¿Saturación sana? De los
68 millones de consultas en búsquedas, empezó a redimir usted
su ansia, voluntad, apetito, sed, antojo, sueño y aspiración a
través de las 116.000 relacionadas con el hijo de la Sra. Teresa
Cardenas y unos tantos más.
Erotizó la carencia de lo preliminar, la fantasía e idealización
de la condición corporal, la cosificación, la sumisión, la
dominación, la jerarquía sexual, las humillaciones, la represión
emocional, la violación, la pederastia, el abuso de poder, el
acoso sexual y su carácter patriarcal. No me tomen a mal, pero
veo más ventajas resueltas desde esa posición consensuada, sí,
consensuada, ¿verdad? No tienen nada que decir, ¿verdad?
¿Cómo desean ser contados y contadas en realidad?
Bien, ahora puede decirse que las nuevas redes neurales
cimentadas por la explosión fugaz del color y movimiento
marcaran el rumbo de sus próximos acercamientos a pieles
ajenas. Ahora bien, luego de que haya sido anclada la
frecuencia circular que aprisiona las formas de ver al otro, su
apropiación elemental le permitirá un interactuar artificial.
Boom, suenan los juegos pirotécnicos de la sala secreta.
Excelente. No hay que lamentarse, después de todo, usted ha
sido formado y concebido desde la maldad; es inherente al
espectro de la vida.

137
Obra antológica

¿Cómo se encuentra su corazón en este momento? ¿Digiere?


¿Al menos palpa la dimensión de lo amorfo e inexistente?
¿Recuerda las siluetas y memorias del desaparecido? ¿Entona
con benevolencia las palabras formuladas por la bélica
indiferencia? Que benigno estado respalda su malestar
unilateral. ¿Cómo dice? ¿Tiene su órgano
desgarrado…desmembrado? ¿Ha considerado un cambio
profundo de mentalidad? Inspeccionar los rincones sería
conveniente. Sus paredes son diáfanas propiedades del débil y
desgastado, venir y morir.
Su aflicción merece una gradual amputación. No vamos a ir
en contra de sus sensibilidades. Por lo visto, se ha
desencadenado una bizarra tertulia en razón de sus estéticas
decisiones. Esas que nacen de lo convencional, paradigmático,
estereotipado, enraizado, naturalizado, desapercibido. Un
mecanismo que, por vía gutural, pide auxilio pero que, como
posibilidad, potencia el desenfreno sexual. Ha llegado al
matadero, a la trampa donde sus entrañas son abiertas por el
doble filo de la flecha. ¿Cómo menguar los avances viscerales
de su consumo? ¿Cómo alcanzar una inteligencia mística?
¿Planea desangrar sus proximidades y estamentos eventuales?
¿Anhela llegar a ser una sola carne? ¿Es un acto de libertad,
dentro del pacto, mantener una constante de corrupción
inmoral? ¿Hay acaso un flujo de la inmoralidad? ¿Qué tan
deformado se encuentra en este momento?
¡Qué sencillo es evaporarse dentro del frasco de mermelada,
qué consolable momento, qué incierto el trayecto y qué
indiferente el desollamiento! Dilucido un filtro que concede el
florecimiento en adnén, las fracturas en cascabel y la pureza en
la sien. La armonía sexual interconecta el inmensurable deleite
con el vínculo horizontal que a su vez exhibe el vertical. Ya no

138
Fragmentos de venganza y muerte

se trata de abusar del regalo celestial ni infringir en el amparo


del ayer.

Relato de la mañana, del éter endógeno y casero.


Amigara agarró rápidamente sus maletas. Subió
la cremallera de su chaqueta y abrochó su
cinturón con fuerza.
Esta sería la primera vez que fundiría su cuerpo
en una travesía aleatoria encontrada en un sueño.
Asegura, antes de alzar vuelo, que sea abrazada
por el sol que entra por su ventana. Transita por
una línea casi infinita que simula vasos bifurcados
de una rama.
Prevé que esta la conduzca hacia el encuentro
que, entre danzas y cadenas, se develó a ella
mientras dormía.
Justo cuando creía que lo alcanzaba, timbró el
teléfono. «Estás atrapada, atravesada por la
espada de la memoria».
Replicó con duda. «Las cuerdas de amor
significan que le pertenezco, que él tiene el poder
y ocupa todo el espacio-tiempo».
No estaba muerta. No era una onírica
serendipia de la inconsciencia.
El carácter versátil de la muerte le pasó una
mala jugada. Su prójimo la raptó y la usurpó.
Utilizó sus matices, como inspiración, para
continuar con ese asqueroso vicio de retener y
despellejar pieles ajenas.

139
Obra antológica

Milita entre tumbas. Cataliza lo transversal


derivado de la selectividad culposa. Retinas que
comunican.
Labios que ¿reivindican? ¿Anverso que testifica?
¿Presencia escondida en las tinieblas?
¿Euforia incolora de la mañana? ¿Éter que
abraza el corazón de dos almas?
¿Salvajismo encajonado? ¿Reminiscencia a la
puerta? ¿Gritos con resonancia? ¿Encuentro
surreal? ¿Distopía circular?
¿Vasos comunicantes que ennoblecen y
enardecen? ¿Ambivalencia reprimida?
Frívolo corazón, actúa con razón.

Bajo la lluvia, evapórate como el trueno popular y


desdibújate como el amor terminal Recuérdame como
fractal que despojó de tu vida toda privación Quebranta
y disipa el viento en circulación-Rescata la entropía del
polvo alrededor. (debido a que está en negrilla asumí que es
el título, pero no me queda totalmente claro. En caso de que si
sea el subtítulo, te sugiero que modifiques el número de
palabras debido a que parece más una estrofa)
Reivindica el silencio aturdidor
de la sepultura vedada por el frío abrazador,
resuena así el retorno tentador
del despojo catalizador
que si hace sentido disipa al yo.

140
Fragmentos de venganza y muerte

Atrapada en la danza torrencial,


entre la danza y el poder del lugar
inspira al prójimo a fluir sin cesar,
Las cadenas queman como sol al despertar.

Las tumbas replican zumbidos entre


Confrontaciones,
que estimulan el declive bifurcado en regaderas disueltas,
enardece el descenso en auge próximo.

Juego de incisivos y tronar de dientes decidido,


sus cuerdas de amor me logran alcanzar,
me dicen que le pertenezco
y comienzan a trazar
la ruta de una travesía abismal,
para suavizar la caída ancestral que,
entre teléfonos y maletas
no tarda en develar lo versátil de la gravedad
y lo sobrecogedor de la verdad.

Transitan los matices de la muerte.


Monumental abrazo que advirtiese
la caída de los vasos
replicando por la ventana inerte
espada de la memoria que llora con verte.

141
Obra antológica

En el festejo de tu vientre, se derraman gotas


de miel
que se vinculan como botón de oro en fe,
se articulan los aplausos y vinculan los lazos,
pensarse en razón de la decadencia humana
del conflicto inherente, de una paz que,
no signifique la mera ausencia de guerra.

Lo abstracto no delimita la condición humana.


Su falible condición
Se concibe la idea de mundo
a partir de un realismo,
poco explorado y más bien negado.
Territorios de peligro nos conducen y permiten
tambalear,
caer,
construir
y tambalear.
¿Qué calidad posee la semilla?
¿Acaso la has sembrado?
¿Has al menos dimensionado su magnitud y alcance celular?
Te recorren aguas adversas,
correspondes con el vehículo agresivo,
pues no debemos confrontar con la indiferencia.
Fortalece la inconsciencia, pues revela realidades.

142
Fragmentos de venganza y muerte

Eres un ser multidimensional,


que se reduce a una óptica elemental,
a una sensibilidad en particular…
Mutuo reconocimiento, por favor,
para el nosotros, por favor.

Que tu voz haga sentido.


Que la construcción se enraíce
en la superficie diafragmática del corazón.
Los imaginarios confluyen
y cantan en riego de tu desgastada verdad,
emulas sólo nostalgia y temor.
Como las huellas de la arena en el atardecer,
que vitalizan su obstinada prosa retórica del ayer
Lo rutinario dialoga con el punto y coma de mi piel
que declara la esperanza inexplicable que supone el amor,
memoria anuda el interior y reestablece el perdón.
Ama con todas tus fuerzas así te digan que su suma
equivale a un relativo cero
No siempre ganaremos, pero que dicha jugar por esta
línea.

143
Obra antológica

Camille, la niña solitaria

Por César Augusto

Camille, una joven estudiante en un pequeño pueblo de


Francia llamado Pesmes, huérfana de 13 años. Era introvertida
con las personas que la habían acogido en su casa, Pierre y su
esposa la adoptaron, ellos la conocieron en un hogar de paso.
Después de años de tratar de engendrar un hijo y luego de
muchos intentos y de que Agnes la esposa de Pierre hubiera
estado al borde de la muerte, debido a dos abortos, decidieron
rendirse.
Un día por accidente conocieron a Beatrice, una mujer de
rostro agradable, y personalidad amable, que conducía una
pequeña vagoneta de color blanco. Pierre conducía su
camioneta negra doble cabina y accidentalmente chocó contra
la parte posterior del auto de ella, en medio de la conciliación
se conocieron y fue allí donde se enteraron que Beatrice
manejaba un hogar de niños sin familia, se mantuvieron en
contacto y finalmente después de un tiempo, decidieron visitar
el hogar que manejaba Beatrice.
Pierre y Agnes llegaron un jueves cerca del mediodía. Él
apretó la mano de su esposa mientras caminaban a través de la
puerta de aquel sitio. Ellos nunca habían ido a un lugar así, se
imaginaban que era solitario y triste, pero al ingresar se
encontraron con un ambiente muy agradable, había mucho
color, exposiciones de pinturas hechas por los niños y niñas
que habitaban el hogar.

144
Fragmentos de venganza y muerte

Había todo tipo de niños, la mayoría los habían sido separado


de sus padres o familiares debido a que eran maltratados por
ellos, física y emocionalmente. Beatrice era una mujer mayor,
soltera, que había dedicado su vida a servir a los hijos que un
día tuvo y que luego perdió en un accidente de tránsito. Su
esposo estando ebrio, de manera irresponsable salió
conduciendo y se accidentó con sus hijos, chocaron de frente
contra un árbol, solo los niños murieron, el hombre
sobrevivió; sin embargo, él habría querido morir ese día junto
a sus hijos, perdió la movilidad, quedando atado de por vida a
una silla de rueda. Beatrice no pudo perdonarlo y lo dejo,
apartándose desde ese día y dedicando su vida al servicio de
niños huérfanos y maltratados.
Agnes y Pierre seguían tomados de la mano como cuando
eran jóvenes y novios, tenían su cabeza llena de sueños y planes
para el futuro, Beatrice los dejó para que recorrieran el lugar y
se familiarizaran un poco con el sitio, fue entonces cuando
Camille salió caminando, ibas con hermoso vestido color azul,
su cabello negro y ondulado caía sobre sus hombros y le cubría
un poco sus ojos, llevaba en su mano una pequeña caja de color
azul la cual tenía tres agujeros recubiertos de color negro, tenía
para entonces seis años.
Camille se quedó mirando a Pierre con curiosidad, pues era
un hombre alto y apuesto con una barba corta que parecía se
la habían pintado delicadamente en su rostro. Agnes era una
hermosa mujer de ojos claros, cabello ondulado y un poco
largo, que le llegaba un poco debajo de sus hombros, Camille
se quedó allí parada observándolos, algunas veces iban parejas
buscando un niño para adoptar y no era raro verlas caminando
por el lugar; sin embargo, algo llamo la atención de Camille, tal
vez porque se veían asustados y temerosos de estar allí.

145
Obra antológica

Ella, una niña trigueña de ojos completamente negros y


redondos que resaltaban en su pequeño rostro, se acercó y los
separo con sus pequeñas manos y se agarró fuerte de la mano
de ellos, quedando en la mitad de los dos. Pierre se quedó
mirándola, y al voltear a ver a su esposa, esta tenía lágrimas
rodando por sus rosadas mejillas, no hablaron nada, pero esta
era una señal inequívoca de que esa pequeña, era lo que ellos
estaban esperando.
Beatrice había estado allí como espectadora y había observado
cada detalle de este hermoso encuentro, sus ojos también se
humedecieron un poco, le dijo a Camille que fuera a jugar y
ella se reunió con la pareja. Les explico todos los trámites y
documentos que debían adjuntar y que si ellos decidían adoptar
a Camille podían empezar a visitar y a socializar con la
pequeña. Beatrice les dijo que Camile había sido encontrada
deambulando por las calles, cerca de ocho meses atrás, no se
sabía nada de sus padres o si tenía familiares cercanos, la habían
encontrado dormida arropada con un cartón y en su mano
tenia esta caja con tres huecos que nadie le podía quitar. Este
era su juguete y resultaba difícil apartarla de la caja, nadie
entendía por qué quería tanto la caja ni que significaban los tres
huecos, tal vez era un regalo de sus padres o de alguien cercano
y por esto Camille era tan apegada a ella.
Los otros niños sin embargo no socializaban mucho con
Camille, la veían extraña y callada, y casi no jugaba en grupo,
permanecía sola y apartada, y solo se reunía cuando la
mandaban a hacerlo, aunque de todas formas nunca se interesó
por socializar con otros, así llego Camille a la vida de esta
pareja, cuando Pierre y Agnes ya eran adultos él de casi 40 años
y ella de 35.

146
Fragmentos de venganza y muerte

Vivian en una gran casa en las afueras de Pesmes, allí tenían


tres perros grandes tipo labrador, muy consentidos pues los
habían criado como los hijos que nunca tuvieron. Camille llegó
luego que cumplieron con todos los tramites e inicio la vida
con ellos aceptándolos como familia. Agnes y Pierre querían
ser los padres de Camille y se esmeraron bastante para
conseguirlo; sin embargo, había en Camille un muro que
durante estos años no habían podido derribar.
Camille recibía todas las muestras de cariño ofrecida por sus
nuevos padres, pero ella era muy callada, casi no sonreía y no
respondía a los abrazos de sus padres, había cumplido trece
años y llevaban conviviendo con ella durante casi siete, pero a
pesar de que le daban todo y nada le faltaba, Pierre y Agnes no
lograban conectar del todo con su hija, esto era muy frustrante
para la pareja
En las noches, Agnes lloraba en su cuarto y discutía con
Pierre sobre lo que estaban haciendo mal, ella decía que era
una mala madre y que no era suficiente para Camille. Pierre
solo la escuchaba, la abrazaba y trataba de darle motivos para
cambiar el concepto que Agnes tenía de ella misma, pero en su
mente se sentía impotente de cómo actuar. Ver sufrir a su
esposa le empezó a causar cierta molestia en contra de Camille,
ellos hacían todo lo posible, para complacer a Camille, pero la
niña era poco lo que respondía emocionalmente.
Pierre empezó a pensar si tal vez la niña tendría algún
desequilibrio o enfermedad, que aún no la habían descubierto
y de manera lenta e involuntaria empezó a distanciarse de su
hija. Ya no le mostraba tantas señales de afecto, empezó a
exigirle cosas, como atender responsabilidades propias de la
casa. Camille solo estudiaba y organizaba su cuarto. A Pierre le
seguía pareciendo muy extraño que Camille nunca se separaba

147
Obra antológica

de su caja Azul con huecos de reborde negro. Empezó a


ponerle tareas adicionales, como alimentar los perros, y ayudar
con tareas propias de la casa.
Agnes estaba en contra de esto y aunque frente a Camille no
decía nada, si empezaron a discutir sobre estas cosas en las
noches en su habitación. Agnes alegaba que Camille necesitaba
era salir y divertirse, pues estaba en esa edad y que Pierre solo
iba causar que Camille se alejara aún más de ellos. Pierre, al
contrario, pensaba que ponerle responsabilidades a Camille la
haría sentirse parte de la familia y cambiar la actitud. Las peleas
se acrecentaban y en la mente de Pierre empezó a ver a su hija
como la causa de que su esposa ahora estuviera distante de él.
Camille estaba en secundaria, era muy aplicada, pero seguía
siendo poco sociable, las niñas populares de la escuela la
criticaban y solo tenía un par de compañeros Luca y Edith, con
quienes compartía un poco y caminaban de la escuela a la casa
pues les quedaba cerca y en las mañanas evitaban la ruta escolar
para no ser molestados por los grupos de siempre.
Ingrid, una de las niñas más populares de la escuela,
frecuentemente criticaba y molestaba a Camille y sus amigos.
Edith amiga de Camille era también callada, vestía casi siempre
de negro y esto molestaba a Ingrid y sus amigas. Siempre las
habían molestado con burlas y comentarios en las redes, pero
esta vez Ingrid decidió dar un paso más osado, pasó y a
propósito derramo un vaso de jugo sobre la cabeza de Edith.
Al sentir el frío liquido bajando por su cabeza y empapando su
vestido, Edith quedo pasmada, se sintió avergonzada,
humillada y se paró de la silla. Miró fijamente a Ingrid quien
con una burla en su rostro se disculpaba de una manera irónica
e hipócrita

148
Fragmentos de venganza y muerte

—Perdón, no me fije —dijo en tono burlón—. Tal vez si te


vistieras mejor serías más visible y no te pasarían estas cosas.
Edith se alejó, tratando de evitar que notaran como sus
lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras que todos reían
dado aprobación al vil acto infame de Ingrid; sin embargo,
Ingrid al voltear a ver hacia Camille, paro de reír, pues pudo
ver un brillo extraño en sus ojos. Pensó que era rabia e
impotencia, pero había algo más, algo extraño que le genero a
Ingrid un escalofrió que recorrió su cuerpo al ver la mirada de
Camille; sin embargo, disimulo y se alejó hacia la mesa con sus
amigas.
Ingrid llego esa noche y se encerró en su cuarto a disfrutar
del video, donde derramaba el jugo sobre Edith, se volvió viral
y aunque en el video se observaba como ella tropezaba con
algo, todos sabían que había sido planeado, estuvo hasta altas
horas de la noche hablando con sus amigos en sus redes, hasta
que escucho a su madre mandarla a dormir. Puso la alarma y
se cubrió con las cobijas, se sentía satisfecha de haber sido la
protagonista en la escuela. Sintió de pronto un escalofrió
recorrer su cuerpo, igual al que había sentido con la mirada de
Camille en la escuela, abrió los ojos y vio como la puerta de su
cuarto estaba abierta y el viento la movía de un lado a otro, se
asustó un poco, trato de encender la luz, pero no funcionó,
buscó su celular para alumbrar, pero no estaba donde ella lo
había dejado, se armó de valor y se levantó.
En medio de la penumbra de la noche sintió el frío en sus
pies, se acercó a la puerta de su cuarto, quiso asomarse afuera
pero el miedo no la dejó, solo cerro y puso el pasador, aunque
su madre la tenía prohibido poner el pasador en la noche, al
voltearse para regresar a su cama, ya sintiéndose un poco más

149
Obra antológica

tranquila, sintió que su corazón se paralizaba, allí junto a su


cama había una figura de pie, dándole la espalda.
Ingrid quiso gritar pero no salió ningún sonido de su
garganta, quiso salir corriendo pero sus pies no se movieron,
poco a poco vio como la figura se giraba hacia ella y quiso
cerrar su ojos pero estaba completamente paralizada, no podía
siquiera parpadear, al ver el rostro de la figura reconoció la
mirada, era la misma mirada que vio en los ojos de Camille
cuando tuvo el incidente en la escuela, aunque no le vio la cara,
pues tenía una capucha de color negro, sí reconoció en esos
ojos la misma mirada, vio como esta figura tenía un recipiente
en su mano, era como agua pero salía un pequeño vapor de la
parte superior.
La figura se acercó un poco y se inclinó, derramo un poco de
este líquido en el piso. Ingrid impotente e inmóvil pudo ver
como el líquido se acercaba a sus pies, al tocarlos sintió un
fuerte dolor. Vio como este líquido derretía la piel de sus pies,
pudo ver el blanco de sus huesos manchados de sangre, llena
de terror quiso moverse, pero no podía y al levantar su mirada
vio como esta figura estaba allí frente a ella, frente a su cara, su
corazón latía a una velocidad muy rápida.
La figura siniestra tomó el recipiente con el líquido que
quedaba y lo elevó por encima de su cabeza, por su mente pasó
—me va a derretir el rostro— sacando fuerzas de donde no
había y con un horrible dolor en sus pies levantó sus manos
para golpear a la figura y defenderse evitando que derramara el
ácido sobre ella.
Pudo dar fuerte grito pidiendo la ayuda a su madre y al gritar
se despertó. Estaba sentada sobre su cama, bañada en sudor,
escuchó los fuertes golpes en la puerta, era su mamá.

150
Fragmentos de venganza y muerte

—¿Estás bien hija? ¿Qué sucede? ¿Por qué estas encerrada?


—Ingrid se levantó, abrió la puerta y su madre la abrazó.
—Fue solo una pesadilla hija ya cálmate —dijo la mujer
mientras la calmaba.
Era aun de madrugada, Ingrid no quiso quedarse en el cuarto
y se pasó al de su madre quien vivía sola, pues estaba separada
desde hace más de dos años del padre de Íngrid. En la mente
de Ingrid paso un pensamiento, no podía entender como había
estado la puerta con pasador pues no recordaba haberlo
puesto, era algo que le aterraba, aunque no le conto el sueño a
su madre.
Esa misma noche en casa de Camille, Pierre no podía dormir,
las constantes discusiones, con Agnes, por causa de Camille lo
mantenían enojado, se levantó para tomar un poco de whisky
con hielo, abrió la nevera y lo sirvió. Estaba allí y era cerca de
la media noche, cuando empezó a escuchar ladrar los perros,
se asomó por la ventana corriendo un poco la cortina y con la
luna como única luz en la parte exterior, vio a los perros
ladrando mirando hacia la ventana del cuarto de Camile. Le
pareció extraño, el cuarto de su hija quedaba en el segundo
nivel y la ventana daba hacia el patio donde dormían los perros,
quiso subir para ver si Camille estaba despierta y tal vez estaba
llamando la atención de los canes, pero decidió asomarse a la
parte exterior para ver qué era lo que los perros estaban viendo.
Abrió lentamente la puerta del frente de su casa, los perros al
notar que él se asomó empezaron a ladrar con más fuerza,
como queriéndole decir algo, salió para ver hacia la ventana,
pero apenas estaba girando su cabeza escucho gemir a los
perros. Volvió hacia ellos y vio como los tres perros, dejando
de ladrar metían sus colas entre las patas, se notaba que estaban

151
Obra antológica

muy asustados, giró rápidamente hacia la ventana del cuarto de


su hija y le pareció ver una sombra tras la cortina.
Entró rápidamente y subió la escalera, llegó junto a la puerta,
pero todo estaba en silencio, giró lentamente la perilla y abrió,
observando dentro del cuarto de su hija, vio su silueta acostada
en su cama y completamente dormida; sin embargo, sintió un
extraño escalofrió recorrer sus huesos, cerró la puerta y bajó
rápidamente, se terminó el whisky y se dirigió a su cuarto,
muchas cosas pasaban por su mente, pero finalmente pensó
que estaba demasiado estresado. Paso por el cuarto donde
dormía su esposa y quiso entrar, pues desde que empezaron las
discusiones estaban durmiendo en cuartos separados, aunque
simulaban delante de Camille, para que ella no notara que
estaba enojados; sin embargo, apartó la idea de su mente y
decidió volver a dormir.
Al día siguiente Pierre hablo con Julián, su amigo más
entrañable, le contó lo que estaba sintiendo por Camille y los
problemas en su matrimonio. Se sentía culpable y de cierta
forma frustrado por no haber podido conectar con su hija y
ahora además sentía que estaba perdiendo a su esposa. Julián
le aconsejó visitar a Lorette, una Psicóloga que había llegado
de Paris y había instalado su consultorio en el pueblo hacia
unos meses.
—Muchos me han dado buenas referencias de ella —dijo
Julián, poniendo su mano en el hombro de Pierre, eran amigos
desde la infancia y socios de negocios.
Esa mañana Ingrid llegó a la escuela, la costumbre al llegar
era hacer alguna burla a Camille o a Edith su amiga; sin
embargo, ese día, solo saludo a sus amigas y evitó pasar cerca
de Camille. Ese fue el primer día de muchos, donde Camille y
su grupo fueron ignorados por el grupo de Ingrid. Aunque no

152
Fragmentos de venganza y muerte

sería así el resto de los días. Al día siguiente, cuando ya la había


pasado el susto del sueño a Ingrid, volvió a sus andanzas,
incitando al resto a seguir tomando partido de las burlas en
contra de estas tres jóvenes, Ingrid sin embargo no podía mirar
fijamente a Camille y empezó a dirigir sus ataques en contra de
Edith.
Johan era uno de los varios pretendientes que Ingrid tenia.
Un joven apuesto, inteligente, juagaba en el equipo de Vóley
de la escuela. De pronto Ingrid estaba allí discutiendo con él,
delante de toda la escuela, lo humilló delante de todos. Nadie
supo por qué había ocurrido esto, pues Johan era uno de los
muchachos más populares y uno de los pretendientes de
Íngrid, la más popular de la escuela, los muchachos más
atractivos estaban tras ella y ella los tenia para que cumplieran
todos sus caprichos, la invitaran a cine, a pasear en sus carros,
a fiestas, aunque no se comprometía con ninguno.
Pasaron varios días y Johan empezó a tener gestos amables a
Camille. Empezó a saludarla, a preguntarle por tareas y a
interesarse en su estado, al principio fue muy extraño, para
Camille recibir por primera vez los intentos seductores de un
muchacho, esto era algo nuevo, pero además era inevitable que
le empezara a agradar, en el fondo pensaba que Johan lo hacía,
por haber sido separado del otro grupo, así que no le quedaba
de otra, pues al haber peleado con Ingrid sabía que, si ella lo
decía, nadie más lo iba a aceptar.
Íngrid dominaba casi toda la escuela, era su territorio, los
únicos que no estaban bajo ese control eran Camille y sus dos
amigos y era por esto que ella los molestaba tanto; sin embargo,
para Camille fue agradable ver como Johan trataba de
acercarse, aunque fuera solo por necesidad, tal vez pensaba que
por primera vez tomaba algo de Ingrid para ella.

153
Obra antológica

Pierre asistió al consultorio de Lorette, le mintió a su esposa


diciendo que iba a estar con Julián esa tarde. Allí estaba
sentado, en un gran sillón de color verde, esperando hablar con
esta persona. Empezó a sentirse culpable por haberle mentido
a su esposa, por no haber podido entender a una pequeña de
trece años, se sintió ridículo y quiso irse, se levantó y se preparó
a salir, cuando escucho una dulce voz del otro lado de la puerta
de madera.
—Adelante, messie Pierre. —Él se turbo un poco, quiso salir
corriendo, se sintió inseguro pues no sabía realmente que iba a
decir, pero ya había pagado la consulta de 120 euros la hora.
Su amigo Julián se los había dado para que la esposa de Pierre
no sospechara, apretó los puños y se dirigió lentamente hacia
el consultorio de Lorette. Lo recibió una hermosa joven con
una gran sonrisa y un rostro muy amigable, extrañamente se
sintió en confianza, bienvenido en aquel lugar con esta joven,
que para él era una completa extraña, pero eso era algo bueno,
alguien a quien contarle como se sentía respecto a muchas
cosas y que tal vez le daría una perspectiva diferente de cómo
manejar la situación.
Lorette lo invito a recostarse sobre un diván de color rojo,
era muy cómodo en realidad, ella lo invitó a que cerrara los
ojos y empezará a contarle de los temas que él quisiera. Ella no
iba a preguntar nada, solo lo iba escuchar sin interrumpirlo.
Pierre empezó a compartirle sobre todas las cosas; como
habían conocido a Camille; y luego como se sentía respecto al
estado de su matrimonio.
Para Pierre fueron como diez minutos, pero al sentir la suave
mano de Lorette en su hombro, abrió los ojos y se dio cuenta
que había pasado más de una hora, Lorette le dijo que debían

154
Fragmentos de venganza y muerte

tomar otra sesión, pues tenía más pacientes en lista, que si


quería reservara dos horas para la próxima vez, así acordaron.
Pierre salió un poco aliviado de haber podido hablar con
alguien sobre estos temas, pues a su amigo Julián le había
contado de manera resumida, pero con esta joven había
podido desahogarse y descargarse de un peso que sentía sobre
sus hombros. Lorette no le había dado ninguna respuesta, pero
lo había escuchado, y esto era muy aliviador para Pierre. llegó
de otro animo a su casa; sin embargo, al saludar a Agnes volvió
a sentir el enojo y la indiferencia de su esposa hacia él.
Camille estaba sentada a la mesa comiendo, Pierre se acercó
a saludarla, pero no pudo evitar sentir un raro escalofrió, al ver
la mirada de Camille, esos ojos negros redondos a pesar de ser
hermosos lo miraron de tal forma, como si Camille supiera
donde había estado. Esa noche luego de acostarse, Pierre
volvió a escuchar ladrar a los perros, se levantó y al asomarse
a la ventana volvió a ver como los perros se quedaron callados
y se echaron al piso asustados. Resolvió no prestar atención a
esto y se devolvió al cuarto.
Al entrar cerró la puerta, pero sintió que había alguien en su
cuarto, se quedó un momento viendo hacia la puerta cerrada,
giró lentamente, pero no había nadie, se metió a la cama y al
acostarse vio una sombra, alguien estaba dentro del cuarto. Era
una figura siniestra con capucha negra que empezó a acercarse
a su cama. Quiso moverse, pero no pudo, quiso gritar, pero
estaba mudo, al acercarse no pudo verle la cara, pero si la
pareció reconocer los negros ojos redondos de su hija Camille.
La figura se subió sobre él y tomándolo por el cuello sacó una
botella de dentro de su abrigo, al sentirse sin aire tuvo que abrir
la boca, en ese momento el líquido de la botella entro en su
boca.

155
Obra antológica

Pierre sintió que su boca se quemaba, pudo girar su cara hacia


un lado y vio su reflejo en el vidrio de un portarretratos que
estaba en su mesa de noche, allí vio con terror como su lengua
se derretía dentro de su boca y caía por pedazos sin que pudiera
hacer nada, pudo levantarse y despertó sentado sobre su cama,
completamente sudado, y sentía dormida la lengua dentro de
su boca. Corrió al baño y saco su lengua revisándola
completamente, estaba bien, todo había sido una horrible
pesadilla.
Al día siguiente, Pierre salió a trabajar en la mañana, su esposa
le dio un frío beso de despedida, ya llevaban varios meses así,
se despidió de Camille, el no pudo evitar sentir cierto temor al
ver sus ojos, pero ella estaba normal.
—Que te vaya bien, Pierre —le dijo haciendo una mueca
simulando una sonrisa, él le dio un beso en la frente y salió
trabajar.
Johan recibió a Camille y sus amigos en la escuela, como de
costumbre Ingrid siempre enviaba a alguien para hacerle algún
comentario o broma al grupo. parecía que competían por quien
molestaba más a alguno de los del grupo, Ingrid aun recordaba
su sueño cuando veía a Camille, pero esto no le impedía enviar
a otros para que los empujaran, les tumbaran los libros, les
quitaran el lugar en las mesas o les sabotearan cuando estaba
exponiendo alguna tarea, para Camille y sus amigos Ingrid se
había convertido en una pesadilla.
Johan había sido aceptado en el grupo de Camille, y seguía
siendo muy amable con ella, quien a pesar de ser tímida e
introvertida era una joven hermosa, sus ojos a pesar de ser
negros iluminaban su hermoso y juvenil rostro. Edith y Luca
los amigos de Camille, empezaron a notar que Johan se había
por Camille, y que para ella tampoco era indiferente, él le hacía

156
Fragmentos de venganza y muerte

algunas bromas y la molestaba ahora de manera amable y se


notaba que Camille disfrutaba de las atenciones de Johan. En
clase de química mientras mezclaban algunos líquidos, Johan
puso su mano cubierta por un guante sobre la de Camille y
esta, aunque sintió el reflejo de retirarla, solo lo miró
tímidamente y la dejo solo para sentir la mano del joven
tocando la de ella, era la primera vez en toda su vida que le
pasaba algo como esto, fue solo cuestión de algunos segundos
y Johan se disculpó solo por cortesía, pero para Camille habían
sido los segundos más excitantes de toda su vida, aunque casi
nunca sonreía ese día sus labios mostraron un gesto de agrado
muy parecido a una sonrisa.
Edith y Luca lo notaron y se miraron entre sí, sonriendo de
manera picara, pero también lo noto Ingrid, aunque
extrañamente esbozó una mueca de burla y volteo su cabeza
para otro lado. Esa tarde Camille regreso a su casa en una
actitud alegre, aunque realmente no lo demostraba mucho,
entró y saludo a su madre.
—Hola, Agnes. —Y subió rápidamente a su cuarto; sin
embargo, tras ella entró Pierre su padre, quien había notado
algo muy extraño, él pudo ver a su hija entrar a la casa, pero al
momento de entrar, los perros que estaban afuera no corrieron
a saludarla, sino que se entraron asustados a su refugio, esto le
causo curiosidad a Pierre, quien se acercó a sus perros y noto
que estaban muy asustados.
Pierre empezó a sentir que Camille tenía algo extraño, sus
sospechas tal vez no eran infundadas, pero en la escuela,
Camille era de las mejores estudiantes, en casa era obediente,
había cumplido con las tareas que le habían impuesto y solo
era su actitud, de no corresponder con amor el afecto de sus
padres. Al día siguiente fue a visitar a Beatrice, y le comento

157
Obra antológica

que Camille seguía indiferente a las muestras de afecto y que él


estaba preocupado, Beatrice le dio a entender que esto era algo
que ellos debían resolver, pues al momento de recibirla en su
casa y hacerla su hija ya Beatrice no tenía que intervenir en nada
en el proceso de adaptación, además ella tenía que hacerse
cargo de los demás niños y que Pierre con Agnes debían
encontrar la forma de conectar con Camille.
Ese día saliendo de allí un poco decepcionado de la respuesta
de Beatrice, se dirigió al consultorio de Lorette, él no tenía cita;
sin embargo, Lorette lo recibió como un amigo y lo invitó a
compartir un café, hablaron casi dos horas hasta que Pierre
cayó en cuenta que si demoraba más Agnes podría sospechar.
Se sentía muy bien el hablar con Lorette, le encantaba su
energía, su juventud, su forma de hablar, ella lo escuchaba y se
sentía comprendido por esta mujer, que además era muy
hermosa, por primera vez Pierre se sintió con deseo de volver
a verla pronto, solo por el placer de verla.
Agnes estaba en casa cuando vio llegar a su esposo, pudo
notar que venía con un semblante diferente, lo saludó como se
habían acostumbrado, como si fueran amigos, él no quería
ceder con quitarle responsabilidades a Camille y Agnes lo
culpaba de que por esto Camille no se acercara
emocionalmente a ellos. Agnes había conocido a Pierre muy
joven y se casaron pronto, hoy era triste ver como se habían
distanciado, pero para Agnes era más importante la estabilidad
de su hija que lo que su esposo quería hacer, por esto a pesar
de que extrañaba los momentos juntos, el caminar por el
campo en las tardes, se mantendría en su posición de no ceder,
a menos que él decidiera mostrar más afecto hacia Camille, y
que fuera un padre moderno cercano a su hija y no un
amargado que solo le imponía tareas.

158
Fragmentos de venganza y muerte

Pierre seguía pensando que a Camille la rodeaba algo extraño


y desde aquel sueño no dejaba de pensar que algo no andaba
bien. Subió esa noche antes de dormir al cuarto de Camille,
abrió lentamente la puerta sin tocar, y cuando vio dentro del
cuarto no podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Camille su
hija de trece años estaba sentada en la cama y la caja azul con
tres huecos bordeados de negro flotaba frente a ella.
Ella estaba como en un trance y movía sus manos frente a la
caja y sus manos se acercaban a cada uno de los agujeros como
decidiendo donde meter su mano, cerro sus ojos por un
momento y al abrirlos su hija estaba sentada en la cama leyendo
un libro y la caja estaba sobre la mesa. Camille lo miro con sus
ojos negros y le reclamo.
—Qué necesitas, Pierre, ¿por qué entras sin tocar? ¡Estás
invadiendo mi privacidad!
Pierre estaba turbado, se tocó sus manos para ver si estaba
despierto o era un sueño, no pudo decir nada, solo quedo
perplejo y salió sin decir una palabra, cerrando la puerta tras de
sí. A la mañana siguiente Pierre se levantó para ir a su trabajo,
al salir de su cuarto vio a su esposa Agnes hablando con
Camille, en la mesa del comedor.
Agnes la consolaba y la abrazaba y al parecer Camille estaba
muy trastornada, Pierre quiso acercarse para ver qué pasaba,
pero su esposa con una mirada y un gesto le indico que se
apartara y se fuera, al verla enojada decidió no discutir y salió
sin despedirse de ninguna de las dos, al cerrar la puerta le
pareció ver una mueca en la cara de Camille quien descansaba
en el hombro de su madre, cerró los ojos y volvió a abrirlos, y
Camille estaba normal hablando con su madre, que era esto,
pensó Pierre, realmente me estoy volviendo loco, sacudió su
cabeza y salió hacia su camioneta para ir al trabajo, allí decidió

159
Obra antológica

empezar a investigar un poco la procedencia de Camille, no


había muchas pistas, empezó buscando niñas desaparecidas en
Pesmes, pero no había nada.
Al parecer en este pueblo nunca se había desaparecido una
niña, él tenía un negocio de suministros tecnológicos, equipos
de cómputo y accesorios muy reconocido en el pueblo y con
muchos clientes. Pierre era ingeniero de sistemas y con su
amigo Julián habían fundado este negocio desde antes de
conocer a Agnes, así que desde su computador empezó a
buscar pistas de la procedencia de su hija, buscó en muchos
sitios y al final decidió buscar por la edad y las fechas que le
habían dicho en el hogar de paso, pudo encontrar siete
referencias que parecían coincidir con el perfil de Camille,
fueron varios días de búsqueda, de seguir aislado de su mujer,
ahora Pierre salía muy temprano y llegaba muy tarde, entre la
búsqueda de datos y las visitas a Lorette, se le iba el tiempo.
Empezó a sentir más atracción por Lorette, la sentía muy
cercana, creía que ella si lo comprendía y con ella podía ser
realmente él, fue así como una tarde y al ver que Lorette lo
permitió dieron rienda suelta a los deseos de Pierre, que al
parecer no eran tan diferentes a los de Lorette, fue una tarde
de desenfreno total, donde Pierre quedo más enamorado de
Lorette, aunque para ella fue algo normal.
Una tarde después de esto, Pierre ya había descartado a cinco
de las siete niñas, solo quedaban dos, pero la información era
escasa y no había registros fotográficos, tenía que viajar para
poder entrevistar a algunas personas que al parecer habían
tenido los contactos con aquellas niñas, así que le dijo a Agnes
que saldría por negocios. Agnes se extrañó un poco, pues era
muy raro que Pierre viajara, generalmente era Julián quien
viajaba, pero pensó que a lo mejor al estar lejos unos días el

160
Fragmentos de venganza y muerte

ambiente de la casa mejoraría y Camille y ella podrían hacer


algunas cosas juntas, fue así como se dirigió inicialmente a
Troyes, a varios kilómetros de Pesmes donde había pistas de
una niña desaparecida que se acercaba al perfil de Camille, allí
luego de mucho preguntar y seguir pistas falsas, llegó a un
hogar de paso, llamado Refugio de Santa María, donde conoció
a una anciana mujer.
Empezaron a hablar, la anciana de manera muy amable le
conto un poco de la historia de hogar y también dentro de la
charla le confirmo, que hacía unos siete u ocho años habían
perdido a una niña de perfil similar al de Camille, que la niña
había perdido a su padre quien habían muerto en circunstancia
muy extrañas, junto con el hermano mayor de la niña, estos
habían sido víctimas de un atroz crimen, puesto que habían
sido atacados en su casa, con un líquido o un tipo de ácido que
prácticamente los había dejado deshechos, la madre de la niña
después del atroz crimen, había quedado internada en un
hospital psiquiátrico y no hablaba con nadie ya que estaba sin
lengua, esta de alguna forma estaba quemada o desecha.
La niña fue encontrada en la calle deambulando con una caja
de cartón en la mano, algo que era como un juguete o algo así,
luego fue dada en adopción a una familia, pero después de un
tiempo, esta familia también desapareció misteriosamente y
pensaron que la niña también había desaparecido. Pierre sintió
un frío recorrer todo su cuerpo al escuchar la historia de la
mujer, muchas cosas pasaron por su mente y luego sin pensarlo
mucho decidió visitar a la mujer que estaba internada en el
psiquiátrico, allí como no era familiar, tuvo que sobornar al
guarda, para que le permitiera entrar a visitar a la mujer, aunque
tenía que esperar dos días mientras le aprobaran la visita.

161
Obra antológica

Camille entre tanto estaba viviendo una etapa que nunca


había experimentado, se había vuelto amiga muy íntima de
Johan, tanto que había dejado un poco de lado a su otros
amigos, quienes sufrían el acoso y maltrato por parte de Ingrid,
esta última se había convertido en un verdugo cruel, fue muy
rápido que Johan conquisto el inocente corazón de Camille,
con tantos detalles y palabras dulces y paso muy poco para que
también le robara su virtud, aprovechándose de la inocencia de
una hermosa jovencita que cayó ante sus encantos, no dudo en
entregarse física y emocionalmente a este joven.
A la mañana siguiente de haber consumado el hecho, Camille
llegó alegre a su manera a la escuela, pero al llegar vio a Johan
hablando con Ingrid, quien cariñosamente lo tomaba de la
mano, Camille no entendió inicialmente lo que estaba
ocurriendo, pero luego empezó a sentirse observada, varios de
los jóvenes amigos del grupo de Ingrid, miraban su celular, la
miraban a ella, y se reían, armándose de valentía Camille le
quito el celular a uno de ellos para ver qué era lo que estaban
viendo, había un corto video donde aparecía Johan, diciendo
lo logre, y luego una foto de los dos desnudos en la cama, allí
Camille entendió todo, desde el principio había sido un plan
armado por Ingrid, quien había convencido a Johan de
conquistarla para luego dejarla avergonzada, no todos habían
compartido el video, solo lo tenían los del grupo de Ingrid.
Camille miro fijamente a Johan, quien parecía como un perro
faldero a los pies de Ingrid, ella no derramó una lagrima,
aunque sintió como por dentro su corazón estallaba en mil
pedazos, se alejó de allí y no quiso siquiera hablar con sus
únicos amigos. Ingrid sonreía, había logrado concretar su
venganza y su malvado plan había dado el resultado que ella
esperaba, tomó a Johan y poniendo sus manos en el cuello del

162
Fragmentos de venganza y muerte

joven le dio un tremendo beso en la boca, ante el aplauso de


los presentes.
Pierre entre tanto había logrado obtener la cita con la mujer
internada en el psiquiátrico, aunque no le dieron muchas
esperanzas, pues desde hace años no se comunicaba con nadie.
Pierre llegó donde la mujer, se veía dispersa, con la mirada
perdida hacia el vacío, él empezó a contarle su historia con
Camille, como la habían conocido, la mujer seguía indiferente
a los relatos de Pierre, su mirada perdida en el vacío, hasta que
el menciono que la niña llevaba consigo una caja de cartón azul
con tres huecos bordeados de color negro, la mirada de la
mujer realizo un cambio brusco, paso de ser perdida a estar
llena de temor. tomó por el brazo a Pierre y con señas le dijo
que necesitaba un lápiz y un papel, empezó por medio de
dibujos a contarle una historia, ella era una mujer felizmente
casada tenía su esposo y su hijo, al cabo de algunos años
tuvieron distanciamiento con su marido y ella le fue infiel con
otro hombre, aunque nunca le conto a su esposo.
Producto de la infidelidad, quedó embarazada de una niña, su
esposo al enterarse del embarazo, se negaba a tener a la
pequeña y le insistió de manera persistente que debía abortar
ese bebe, al ella negarse, el hombre cambió completamente su
comportamiento, tanto él como su hijo empezaron a ser
groseros con ella y a tratarla muy mal, hasta el punto que
algunas veces su esposo la maltrató no solo emocional sino
también llego a darle algunos golpes.
Su embarazo se convirtió en un infierno para ella, quien
sumisa y pensando solo en su bebe, soportó hasta que nació
una niña, que ella bautizó Ágatha, su esposo se alejó
definitivamente y nunca volvió a tocarla, cuando nació la niña
el hombre siempre fue indiferente, la trataba muy mal, ella

163
Obra antológica

sospechaba que su esposo no había superado la infidelidad y


lo confirmo, cuando una noche en medio de una discusión, el
marido la llamo con palabras horribles, odia saber que su mujer
lo había traicionado y ver el fruto de esta traición en la
pequeña.
Después de eso el maltrato no solo era para ella sino también
para su hija, parecía que su esposo y su hijo nunca iban a
perdonar la traición de la mujer y no solo eso, sino que su
venganza fue más allá, al descubrir que no solo su marido sino
también su hijo, abusaban sexual y físicamente de la pequeña
niña. ellos al ver que la mujer no había querido abortar,
decidieron esperar a que naciera la niña para vengarse y
derramar su ira sobre el fruto del engaño, la mujer en medio de
la desesperación y sintiéndose culpable buscó ayuda, pero los
más cercanos solo la juzgaron y la acusaron de ser culpable de
traicionar a un hombre tan bueno.
En medio de todo esto llegó al consultorio de un hombre, un
brujo que decía que ayudaba con cualquier problema, allí por
una gran suma de dinero el hombre le hizo un conjuro y le dio
a la niña una caja azul con tres huecos.
—Allí… —le dijo— está tu protector, y eres tu quien decidirá
el castigo que recibirá quien se atreva a hacerte daño. Los tres
huecos son para que la niña decida el castigo que reciba quien
la lastime de alguna forma.
Pierre estaba aterrado, le preguntó qué le había pasado a ella,
la mujer en el papel le indicó, que cuando murió el padre y el
hermano, ella se dio cuenta que lo de la caja era real y quiso
denunciar el hecho, pero el ser que habita en la caja le había
quemado la lengua, y le había dicho que, si hablaba, finalmente
moriría. La mujer enloqueció y trato muchas veces de contar
su historia, pero al verla loca nadie nunca le prestó atención,

164
Fragmentos de venganza y muerte

en ese instante la mujer empezó a ver como sus manos se


derretían y vio a la figura encapuchada que derramaba acido
sobre sus manos y empezó a gritar y gemir de dolor. Pierre no
entendía por qué gritaba, pues no veía lo que la mujer veía,
llegaron los enfermeros y le aplicaron sedantes llevándola
adentro nuevamente.
Pierre Salió horrorizado con lo que la mujer le había contado.
Llamó a su esposa, pero no le entraba la llamada, le dejó un
mensaje en el buzón.
—Amor, tenemos que hablar, hay muchas cosas que debo
contarte, salgo en la tarde y nos vemos mañana temprano.
Decidió conducir sin paradas para llegar lo más temprano
posible a su casa, llevaba los dibujos que la mujer le había
hecho, y por su mente pasaban muchas cosas, no sabía cómo
lo iba a tomar su mujer, condujo lo más rápido que pudo, la
ruta era bastante solitaria. Iba pensando en muchas cosas y en
una de las curvas al mirar desprevenidamente por el espejo, vio
una figura en la parte posterior de la camioneta, giró y vio la
figura con una jarra llena del ácido mortal, en un momento no
supo si estaba soñando o estaba despierto, pero al tratar de
reaccionar vio una luz que se acercaba a mucha velocidad, miró
de reojo y vio que estaba sobre la vía del tren que se acercaba,
él y su camioneta estaban allí en medio, solo se escuchó el freno
del tren sobre los rieles, y una fuerte explosión que dejó a
Pierre y su camioneta reducidos en pequeños trozos. La
explosión quemo todo lo que estaba dentro del auto.
Al día siguiente en el pueblo de Pesmes, hubo gran alboroto,
más de veinte jóvenes desaparecieron, solo quedo un rastro de
algo quemado en sus habitaciones, Ingrid y todos los de su
grupo misteriosamente desaparecieron y en sus cuartos quedó
un circulo pequeño como huella de algo que se ha quemado,

165
Obra antológica

fue una tragedia total, que trascendió a nivel nacional, tan


escandaloso que la noticia del accidente de Pierre con su
camioneta solo ocupo un pequeño espacio de las noticias.
La escuela tuvo una semana completa de duelo, el único que
quedó vivo del grupo fue Johan, pero nunca volvió a salir de
su casa y no recibe visitas, dicen quienes hablan de más, que le
quemaron con ácido sus partes nobles y esto lo dejo
aterrorizado, parece que su familia se va a mudar de Francia a
otro país para ver si pueden continuar con su vida.
Camille y sus amigos ahora estudian libremente. Muchos
también dicen que lo que le paso a Ingrid y sus amigos, fue un
castigo por molestar al grupo de Camille, por esto ahora nadie
se mete con ellos. Agnes nunca se enteró del accidente de
Pierre, ella piensa que el decidió abandonarla y rendirse de
tratar de arreglar su matrimonio, ahora ella está Feliz con
Camille quien se ha abierto mucho y responde a sus abrazos y
de vez en cuando sonríe, aunque aún hay algunas noches que
los perros siguen atemorizados y Agnes no sabe por qué.

166
Fragmentos de venganza y muerte

Cuarentaiún ovejas

Por Lissa Reyes Camacho

Me voy a acostar. Estoy muy cansado, tal vez me excedí un


poco, pero en medio de todo, estoy muy bien y ella también lo
está. Ya no sufre más, eso me alivia, a la vez que me destroza,
pero al menos una parte de ella está conmigo, junto a mí. Me
pondré el pijama que me regaló en una Navidad, y veré algunas
de nuestras fotografías. Por Dios, ¡Cuánto la extraño! no se
debió ir, no así. Ya, calma, no pienses más en lo que pasó,
siéntela tan viva como en esta foto. Era hermosa, amaba que
usara ese vestido verde. Por poco lo olvido, no quiero que se
humedezcan las sábanas.
Las pisadas de esta casa suenan diferentes ahora, es como si
su ausencia también dejara en el olvido los sonidos, pero sé
que me voy a acostumbrar, es algo que debo afrontar, solo
espero que su olor tampoco se esfume. La voy a cuidar muy
bien, de todos modos, es lo único que me queda y sé que, si yo
hubiese muerto, ella habría hecho lo mismo. Alguna vez se lo
dije y sonrió así que no me queda duda de que sería así.
He sido muy cuidadoso, en cuanto la corté, la metí en una
bolsita hermética y la hundí al fondo del congelador. Ya han
pasado unas siete horas, así que no creo que haya algún
problema durante la noche. Se siente tan fría y me quema un
poco si la toco más de un minuto, pero no importa, al menos
los dedos quedaron separados y así podré entrelazarlos con los
míos, así como lo hacíamos cada noche después de darle un

167
Obra antológica

beso en los labios y acariciar sus pequeños senos. Traeré una


toalla y un aluminio para que no vaya a mojar la cama.
Apagaré ya este aparato, no quiero escuchar nada más, a esta
hora solíamos dormirnos y lo mejor que puedo hacer es seguir
como venía, e imaginar su cuerpo junto al mío. Está
escurriendo un par de gotas de agua sobre mis uñas, pero es la
primera noche apenas, así que me debo acostumbrar. Voy a
cerrar los ojos, tomaré aire. Uno… Dos… Tres… No pienses
más, relájate, acaricia la palma de su mano, ella está aquí, junto
a ti. ¿Cómo crees que vas a poder dormir después de lo que
hiciste? ¡Ella jamás hubiese aceptado algo así! Estás loco,
simplemente afronta que murió y que no puedes hacer
absolutamente nada, además ¿Cómo le vas a explicar a su
familia que le falta una mano?
Ya, ya. Sabes bien que no fue más que por amor, que no
podías despedirla del todo y eso fue lo que sucedió. Hiciste lo
posible por salvarla, muchas veces quisiste tomar la escopeta
bajo la cama y dispararle a ese gusano que su cerebro estaba
devorando, pero jamás pasó. Aun confiabas en que todo
saldrían bien y pronto se recuperaría. ¿¡Ya ves!? ¡No hiciste
nada por salvarla! ¿Cómo pudiste ser tan ingenuo y creer que
mientras convulsionaba, abrazarla era la solución? ¿Por qué no
llamaste a una ambulancia o la llevaste al hospital? ¡Todo esto
es tu culpa!
¡Ya basta! Esto fue un acto de amor, no me debo sentir
culpable. Tranquilo, respira, relaja el cuerpo. Ahora que lo
recuerdo, a ella le funcionaba contar ovejas cuando no podía
dormir así que tal vez me ayude: Una oveja… Dos ovejas…
Tres ovejas… Cuatro ovejas… Cinco ovejas… Seis ovejas…
Siete ovejas… Ocho ovejas… Nueve ovejas… Diez ovejas…
Le cortaste la mano poco después de que su cuerpo quedara
inmóvil, fue mortal, no lo supiste manejar, nunca la viste tan

168
Fragmentos de venganza y muerte

mal y aun así no hiciste nada. Once ovejas… ¡Eres un


monstruo! Doce ovejas… Recuerda cómo se sentía el cuchillo
atravesando su muñeca. Trece ovejas… La sangre aún estaba
caliente. Catorce ovejas… la primera vez que rosaste su mano,
era suave y tibia. Quince ovejas… Su piel estaba pálida y
cubierta de un sudor frío. Dieciséis ovejas… acercaste su mano
a tu cara esperando que te acariciara. Diecisiete ovejas… La
cama está empapada, no la dejé escurriendo lo suficiente.
Dieciocho ovejas… Cuando sacaste el pañuelo de su boca, ya
su voz se había ido. Diecinueve ovejas… sus dedos estaban
inmóviles. Veinte ovejas… cambiaste de cuchillo para cortarle
el hueso. Veintiún ovejas… fuiste al sótano por un serrucho.
Veintidós ovejas… hiciste tanta fuerza que se te descuadró el
hombro. Veintitrés ovejas… su pelo se llenó de sangre.
Veinticuatro ovejas… cuando cortaste los tendones sus dedos
se recogieron. Veinticinco ovejas… sus venas se pegaron a tus
dedos. Veintiséis ovejas… te acostaste sobre un charco de
sangre junto con su cuerpo. Veintisiete ovejas… limpiaste la
sangre del suelo con cloro. Veintiocho ovejas… sonó el
teléfono. Veintinueve ovejas… te excusaste con su madre
diciendo que estaba dormida. Treinta ovejas… tengo los dedos
congelados. Treintaiún ovejas… la almohada está empapada.
Treintaidós ovejas… debes cubrir su muñeca con una venda.
Treintaitrés ovejas… le tendré que poner un ramo de flores en
el ataúd. Treintaicuatro ovejas… nadie se va a dar cuenta.
Treintaicinco ovejas… la punta de sus dedos es tan suave.
Treintaiséis ovejas… su cuerpo está limpio, sobre el sofá de la
sala. Treintaisiete ovejas… mañana vendrán por ella.
Treintaiocho ovejas… siento sus dedos fríos deslizándose
sobre mi dedo meñique. Treintainueve ovejas… las gotas de
agua son rosadas. Cuarenta ovejas… entrelaza mis dedos con
los suyos. Cuarentai… me da un ligero apretón.

169
Obra antológica

Lujuria y avaricia

Por Jair Ruiz Marchena

Pecadores
En una ciudad religiosa, llena de pecadores, los secretos
recorren esquina por esquina siendo distorsionados por cada
boca que los cuenta y por cada oído que los escucha. Sean
bienvenidos a la ciudad del pecado.

Lujuria
Te llena la cabeza de preocupaciones. Convierte tu noche en
una vida completa, con cada beso se roba un poco de tu
vitalidad y juventud, normalmente ataca a hombres infieles y
con fama de casanova. Se dice que tan solo con su aroma te
enamoras, se la describe como una mujer de suma belleza y
que calcular su edad con tan solo su apariencia es imposible.
Tiene una cabellera lacia de color cobre, su rostro es como el
más puro marfil, sus ojos y nariz son perfectamente simétricos,
pero no se sabe cómo es su boca.
Según lo que se dice, esta mujer era la hija bastarda que un
soldado extranjero había tenido con una joven prostituta en la
época dorada del puerto de la ciudad, la joven madre se suicidó
y la pequeña bebé, llamativa por su insuperable belleza, quedó
en manos de la Madame, la cual se encargó de enseñarle todos
los trucos para satisfacer a un hombre.

170
Fragmentos de venganza y muerte

A la edad de dieciséis años fue vendida por su figura a un


ganadero dueño de un territorio tan grande que podría formar
su propia ciudad en ella. La pequeña joven se desempeñaba
como criada y dormía en una pequeña habitación, esta era la
más lejana a la casa principal de la hacienda. Pasaba los días en
la cocina lavando platos y las noches en su habitación dando
placer a su dueño. Se rumoreaba que poseía una táctica infalible
que hacía quedar a los hombres como adolescentes precoces
con tan solo usar su boca. Estos rumores llegaron a oídos de
las otras criadas de la casa que, al sentir tantos celos por no
poder provocar lo mismo, decidieron decirle a la esposa del
jefe.
Una noche donde ni la luna fue capaz de salir, la hermosa
joven se encontraba completamente desnuda esperando a su
amante, con la poca luz que había se podía entrever sus
pezones rosados que estaban cubiertos por su cabellera rojiza.
Esa misma noche, la mujer del dueño, cegada por los celos, se
dirigía a la habitación, acompañada por un par de hombres que
trabajaban como peones en la hacienda. Irrumpieron en la
morada con tanto estruendo que se escuchó en todo el barrio.
Aquellos hombres violaron a la joven y la golpearon hasta dejar
su cara completamente irreconocible. La pobre mujer trató de
gritar para pedir ayuda, pero nadie se atrevió a salir a socorrerla.
En el silencio de la madrugada solo se escuchaba el llanto de
una mujer destrozada que pedía por misericordia, pero esto
solo provocó más enojo en la mujer del dueño de la hacienda,
que con una piedra que servía como sujeta puertas, le rompió
todos los dientes, golpe tras golpe le destrozaban su delicada
boca con la que se había hecho tan famosa. Después de esa
noche nadie volvió a ver ni visitar a la pequeña joven.

171
Obra antológica

Se hablaba por las calles que Carlos Hernández, el futuro


dueño de todos los inmuebles que poseía su familia, era un
ególatra y solo veía a cada mujer como un juego diferente que
después de disfrutarlo, le parecía aburrido y terminaba por
dejarlo. Esto le había creado una fama en la universidad a la
que asistía, que además era una de las más costosas de la
ciudad.
Una noche, después de tomar un poco de alcohol con sus
compañeros de crímenes, se fue a su apartamento en el norte
de la ciudad. Vivía en el último piso de un condominio de
edificios nuevos, por esta razón, algunos apartamentos aún no
estaban ocupados, los dos ubicados debajo del pent-house de
Carlos estaban en esas condiciones.
En camino al ascensor, la vio. Era una mujer joven, su cabello
rojizo le llegaba hasta el trasero, cubierto por una falda corta
que dejaba poco a la imaginación del espectador. Carlos con
unos tragos encima le habló, ella no pudo decir ni una sola
palabra, ya que Carlos alardeaba sobre su vida y su dinero que
realmente era de su padre. Al final de la conversación, la invitó
a subir a su apartamento y tomar una copa de vino Rosso de
Verona, lo había traído en el viaje que había hecho la semana
anterior. Ella aceptó a pesar de las altas horas, pero al llegar a
su apartamento, la jovencita con cara de inocente que había
conocido en el lobby, se comportaba diferente, pareciera que
solo quería una cosa, lo mismo que Carlos.
Después de unos besos en el sofá, aquella mujer le quitó los
pantalones y la ropa interior a Carlos. Le dio el mejor sexo oral
que había tenido, fue tan placentero que no logró aguantar más
de dos minutos, era como si ella no tuviera dientes, esta joven
tenía un talento inhumano. Tanto así que Carlos Hernández,
por primera vez, le pidió a una mujer que pasara la noche

172
Fragmentos de venganza y muerte

completa en su apartamento, pero la chica negó con la cabeza,


se marchó cerrando la puerta de entrada muy despacio, como
si tuviera vergüenza. Carlos se sentía agotado y decidió dormir.
Al día siguiente, les comentó a sus amigos sobre aquella
jovencita, pero Carlos se veía un poco diferente, el joven de
veintitrés años se había despertado con unas cuantas canas en
su cabellera oscura, también tenía unas pequeñas arrugas en los
laterales de sus ojos. Carlos se veía más maduro, hasta se podría
decir que se veía un poco más atractivo, sus amigos se lo
hicieron notar, pero a él no le importó y dijo que esta noche
iba a esperar de nuevo a esa mujer tan bella que había
conocido, y así ocurrió, cuando el reloj marcó las 2:36 de la
madrugada, Carlos volvió a ver a esa jovencita con pómulos
perfectos esperando el ascensor.
Sin dudarlo la llamó, le tocó el hombro y empezó
nuevamente una charla sobre su estilo de vida y sus planes a
futuro, otra vez le ofreció un trago en su apartamento, pero
esta vez en el mismo ascensor la mujer le bajó los pantalones a
Carlos y empezó a chuparle el pene mientras lo miraba a los
ojos, él no logró aguantar llegar a su apartamento, ya se había
corrido y la mujer se había tragado toda la evidencia. Apenas
el ascensor abrió las puertas, ella empujó a Carlos del ascensor
y marcó el ss1 en el tablero de mandos. Él sorprendido le
preguntó su nombre, pero el ascensor cerró las puertas y la
mujer desapareció.
Carlos entró a su apartamento con dificultad, estaba tan
agotado que se tiró en el sofá y no se levantó hasta la tarde del
día siguiente. Aún se sentía un poco cansado, así que decidió
no salir, pero no se quedó sin contarle a sus amigos. Por un
grupo de WhatsApp les comentó sobre la noche anterior y la
cita que tenía para ese día. Al escribirle a sus amigos, notó que

173
Obra antológica

sus manos le temblaban y que sus dedos estaban como si


hubiese estado en una piscina todo el día, pero no le dio
importancia y se arregló con dificultad para esperar su cita de
esa noche.
En la madrugada, Carlos sintió un pequeño golpe en su
puerta, así que caminó lentamente hasta llegar a ella, al abrirla,
vio a esa mujer tan hermosa como un ángel protector. La
agarró del brazo y la ayudó a ir al sofá, ya sentados, Carlos
volvió a hablar sobre su dinero y las joyas que le quería regalar
a su amada, ella no dijo ni una sola palabra, lo desnudó con
rapidez y de nuevo metió el pene en su boca, pero esta vez a
Carlos le costó un poco estar erecto. Mientras la mujer pasaba
la lengua por todo el miembro, Carlos trató de preguntarle su
nombre, pero no terminó de hacerle la pregunta cuando ya
había acabado. Ella se levantó, se limpió los labios y se fue
cerrando la puerta muy despacio, a Carlos le costaba respirar y
cerró sus ojos lentamente.
Los días pasaron y todos se preguntaban por Carlos, su
hermana mayor decidió ir a su apartamento y al abrir la puerta
con la llave que su hermano le había dado en caso de
emergencias, notó un cuerpo extraño sentado en el sofá,
además sintió una peste que provenía de ese sitio. Cerró la
puerta asustada y llamó a la policía, los cuales llamaron a una
ambulancia y levantaron los restos de un viejo. Nadie pensaba
que aquel cuerpo pertenecía a Carlos, por lo que se dijo que
estaba desaparecido mientras le hacían una autopsia al cuerpo
encontrado.
Los rumores no tardaron en llegar, se decía que Carlos era
una farsa y un enfermo necrofílico. A los dos días llegaron los
resultados y se le informó a la familia que el anciano
encontrado en el apartamento de su hijo era Carlos Hernández,

174
Fragmentos de venganza y muerte

al parecer tenía una edad biológica de sesentainueve años y la


causa de muerte fue una falla respiratoria, común en las
personas de aquella edad.
La familia de Carlos incrédula por los hechos, contrató
investigadores privados que tardaron un año indagando el
caso, pero nunca notaron algo extraño, excepto las cámaras de
vigilancia del condominio de donde vivía Carlos, las cuales lo
mostraban hablando solo en el lobby tres días antes de su
muerte, al día siguiente, se veía a Carlos con el miembro afuera
en el elevador de su edificio y al tercer día, no se vio a Carlos
salir del apartamento, solo se alcanzaba a ver un viejo abriendo
la puerta a las 2:36 de la madrugada haciendo gestos como si
estuviera invitando a alguien a entrar. El caso fue archivado, la
familia de Carlos se fue del país vendiendo todas sus
posesiones, nadie volvió a saber de ellos, los únicos que aún
hablan de Carlos somos sus amigos, nosotros sabemos toda la
historia.

Pecadores
En una ciudad religiosa, llena de pecadores, los secretos
recorren esquina por esquina siendo distorsionados por cada
boca que los cuenta y por cada oído que los escuchas, sean
bienvenidos a la ciudad del pecado.

Avaricia
—¿Qué hora es?
—Eeeh... las 2:45, ¿por qué no cogimos el mismo camino que
de regreso?
—Google me indicó esta ruta como la más corta.

175
Obra antológica

—A esta velocidad nos vamos a tardar más.


—Mira por tú ventana y date cuenta por ti misma.
—Disculpa, solo que estoy preocupada por Eliza.
—Mi madre ya la habrá acostado, tranquila.
—Qué mala iluminación tiene esta carretera.
—Es un poco antigua, de niño me daba miedo.
—¿Por?
—Alejo siempre me contaba el mismo cuento sobre aquel
hotel de adelante, mi padre solo se reía y mi madre se
molestaba porque despertábamos a Gabriela, en ese tiempo
ella era una bebé.
—Oye, mira el hotel, tiene luces encendidas, pareciera como
si estuvieran discutiendo dos personas.
—Ja, ja, ja, ja ja.
—¿De qué te ríes?
—¿Quieres oír la historia que me contaba Alejo?
—A ver.
Aproximadamente en los años veinte un arquitecto europeo
decidió establecerse con su familia en este país. Estaba casado
con una bella dama de cabellos dorados, tenían dos hijos
varones, los dos habían heredado el color de cabello de la
madre. Al parecer a esta mujer le gustaba vivir una vida un
poco extravagante, esa es la razón por la cual decidieron
construir una mansión al lado de un acantilado, la construcción
duró aproximadamente tres años.
Cuando se mudaron el hijo mayor del arquitecto tenía unos
nueve años y el menor siete. Eran personas de la alta sociedad,
al parecer hay fotos de ellos con el alcalde de ese entonces,

176
Fragmentos de venganza y muerte

vivieron dos años en la mansión hasta que un día


desaparecieron. Nadie sabía que había pasado con aquella
familia, hasta que un 29 de junio se encontraron los cuerpos de
cuatro personas en el fondo del acantilado, dos niños y dos
adultos, casi irreconocibles por la descomposición y ataques de
aves que comieron parte de sus carnes.
Se abrió todo un show mediático y todos los días salía nueva
información en los periódicos locales, hasta que llegó la noticia
desde Europa que al parecer aquella dama era buscada por el
presunto asesinato de sus padres. La hipótesis hecha por las
autoridades del país decía que aquel arquitecto se casó con esta
mujer y con el tiempo la convenció de matar a sus padres y
huir al nuevo continente con todo el dinero de la familia, pero
en algún momento se acabaría el dinero.
Después de la construcción de aquella mansión la familia
quedó en números rojos y empezaron a pedir préstamos
bancarios para continuar con su vida de lujos, aparentemente
este último año se habían quedado sin dinero y los bancos ya
no accedían a realizarles préstamos. Aquella pareja de esposos
amaba más el dinero que a sí mismos, las discusiones se
volvieron frecuentes hasta llegar a los golpes. Una noche sin
luna, la mujer drogó a toda su familia con la cena que había
preparado y los terminó arrojando al acantilado para después
lanzarse ella.
—Ja, ja, ja, ja, ¿eso te daba miedo?
—Apenas voy por la mitad de la historia, pero a este punto
ya tenía la piel de gallina. Ja, ja, ja.
—Se nota que solo dijiste esa fecha porque hoy es 29 de
junio.
—¿Hoy es 29 de junio?

177
Obra antológica

—No te hagas el idiota, más bien continua con tú historia de


miedo.
Se supone que después de todo este lio, la gran mansión
quedó en una disputa legal entre los bancos, a pesar de su gran
belleza, nadie quería vivir en la escena de un crimen, por lo
tanto, se terminó rematando al mejor postor. Un grupo de
accionistas terminó con la propiedad y la convirtieron en un
hotel. Al parecer la sociedad tiene memoria a corto plazo,
después de cinco años de todo el incidente todos querían pasar
una noche en aquel lujoso hotel.
Con la crisis económica de aquel entonces, la ciudad se había
convertido en una jungla. La inseguridad era lo único que iba
en subida, por esta razón los adinerados se empezaron a mudar
y construir proyectos cada vez más alejados del centro, para
ellos el hotel era el sitio ideal para poder pasar un fin de semana
tranquilo. el 31 de diciembre el hotel realizaba una gran fiesta
donde asistían todas las personas que podían permitirse tal
lujo. Precisamente en esa fecha se realizó un gran robo en el
banco de la república, dos hombres, que se rumorea que eran
pareja, habían aprovechado la baja seguridad de aquellas fechas
para entrar y robar más 10 mil en efectivo, nadie se enteró del
robo hasta el día siguiente por el cambio de guardia, al parecer
habían asesinado a sangre fría a los dos vigilantes del turno
nocturno.
Huyeron hacia las afueras de la ciudad, vieron aquel hotel con
todas sus luces encendidas, con ese ambiente festivo y
adinerado que ninguno de los dos había vivido nunca en sus
vidas, decidieron pasar la noche ahí y quedarse en la habitación
más costosa del hotel. Esta había sido también la habitación de
los primeros dueños de la casa, en la remodelación había sido

178
Fragmentos de venganza y muerte

la única estancia que no se demolió, porque era perfecta para


utilizar la como suite presidencial.
La luna estaba completa y en su punto más alto, la pareja de
amantes estaba viviendo un sueño, la mejor y última noche de
sus vidas. Al parecer en la madrugada tuvieron una discusión,
uno de ellos quería dar parte del dinero a las familias de los
guardias que habían asesinado, pero su novio no pensaba igual,
la discusión empeoró hasta llegar a los golpes, nadie escuchó
nada, la música ahogaba todos los gritos y golpes que se
propinaban. al personal del hotel no se le hizo extraño que el
primero de enero nadie hubiera salido de la suite presidencial,
después de la fiesta del día anterior seguro estarían
descansando, lo extraño ocurrió al siguiente día, cuando una
gran ave negra se postró en el balcón de la habitación, como si
estuviera al acecho de su presa.
El gerente tocó la puerta, pero nadie respondió, así que no
dudaron en abrir la puerta con la llave maestra. La prensa no
perdonó de nuevo, «el hotel de la muerte toma dos nuevas
víctimas, dos hombres fueron hallados sin vida en su
habitación, uno de ellos poseía rastros de asfixia mientras que
su compañero tenía el brazo izquierdo abierto desde la muñeca
hasta la fosa cubital».
El hotel quedó clausurado para realizar las investigaciones del
caso lo cual no llegó a nada, después de este escándalo, el hotel
terminó cerrando por falta de clientes. Nadie quería dormir en
aquel sitio, nunca se relacionó el robo del banco con la muerte
de ellos dos. El dinero nunca se encontró. Con el tiempo se
empezó a decir que en las noches donde no hay luna y en las
que hay luna llena se puede ver una pareja discutiendo en la
habitación más alta del edificio.

179
Obra antológica

—¿Ahora si te asustaste?
—No te creo nada.
—Ja, ja, ja ¿entonces por qué tienes esa cara?
—Mejor cambiemos el tema, por favor.

180
Fragmentos de venganza y muerte

Sombras blancas

Por Melanie Vargas

Todo empezó con el primer alarido. Mantuve los ojos fijos en


la puerta, escuchando el pánico estallar afuera. El miedo caló
hondo en mis huesos mientras mis manos temblorosas se
aferraron a mis rodillas. Cerré los ojos con fuerza, contando
mentalmente hasta tres. Uno… Las alarmas resonaron con
fuerza, estallando dentro de mi cabeza. Dos… Se escuchó un
clic sordo que abrió la puerta metálica frente a mí. Tres…
Escuché las sombras correr entre aullidos lastimeros.
La oscuridad reinó en el interior. El corazón se me aceleró,
intentando ver lo que me rodeaba a pesar de saberlo
perfectamente, pero no pude adaptarme. La única luz
tintineante provenía de afuera. Los alaridos se hicieron más
fuertes. Todos corrían como locos en un laberinto lleno de
trampas.
—No puedo quedarme a oscuras. Si solo los demonios me
rodean, no podré escapar.
Avancé a trompicones hacia allí, tropezando con una cosa de
cuero en el suelo. La puerta se abrió con un chirrido molesto
que fue opacado por el caos que reinaba en los pasillos. El
ruido me taladró la cabeza con tanta fuerza que me sostuve de
la pared para no caer. ¿Qué está pasando? Parecía que la muerte
había venido de visita, pero nadie quería salir a recibirla.
Las luces parpadearon incesantes en el techo. Di un par de
pasos hasta que alguien corrió en mi dirección, empujándome.

181
Obra antológica

El impacto me hizo retroceder, pero la sombra blanca no se


detuvo. Corrió entre alaridos de pánico y desapareció tras otro
pasillo. Pero no fue la única sombra. Varias personas corrieron
hacia mí, escapando, y pasaron por mi lado sin detenerse. El
temblor en mi cuerpo me produjo escalofríos. Tic tac. A ratos
todo quedaba a oscuras. El silencio parecía un arma mortal.
Caminé con el cuerpo tenso por el pasillo del que todos venían.
Lentamente, sin hacer ruido, casi como si estuviera volando.
Un paso tras otro en un silencio inquietante.
Hasta que me paralicé. Había un hombre tirado en el piso
con todas las extremidades retorcidas. Sus manos estaban
encogidas en un ángulo raro con los dedos rotos, como si se
señalara a sí mismo. Estaba de espaldas a mí, así que solo
alcanzaba a ver su cabeza sudorosa en la que no quedaba casi
ni un pelo, solo un trozo de pellejo a carne viva que colgaba de
su piel a punto de desprenderse. Traía puesto un uniforme
rojizo que anteriormente debió ser de otro color. Emanaba un
hedor enfermizo a óxido y muerte. Parecía que lo habían
golpeado hasta matarlo.
Me tapé la nariz con el antebrazo, tosiendo asqueado. El
hedor era insoportable. Entonces, un particular ruido
mecánico llamó mi atención. El mismo sonido. Una y otra vez.
Alcé la mirada y, colgado en un muro blanco de la pared, un
reloj plateado marcaba las tres de la mañana.
—Infante de siete años. Herida por arma de fuego, no hay
orificio de salida, sin antecedentes médicos. —La voz resonó
con fuerza en mi cabeza—. Hora de muerte: Tres de la
mañana.
No, no, no. Por favor. Tapé mis oídos con las manos,
desesperado.
—Demos aviso a sus familiares. Él…

182
Fragmentos de venganza y muerte

—No puedo más. No puedo volver a escucharlo. — Grité


con tanta fuerza que me rompí la voz, intentando callar los
recuerdos que se querían abrir paso en mi mente.
Sentí como si unas manos oscuras llenas de tinta negra se
estuvieran haciendo paso a la fuerza, aplastando mis murallas,
infectando cada zona con una oscuridad sádica. Grité con más
fuerza. El silencio era malo. El silencio permitía que los
recuerdos volvieran, y yo no quería recordar. Hasta que me
detuve. Entonces, escuché.
Tic. Tac. El goteó de la sangre contra el piso resonó en mi
cabeza. Tic. Tac. Me arrodillé frente al charco rojizo bajo el
cuerpo. Tic. Tac. Le di la vuelta al hombre y su rostro quedó
expuesto.
Grité horrorizado y retrocedí arrastrándome en el piso.
Nunca había visto una expresión como esa. El hombre tenía la
boca abierta de tal manera que parecía haber sido arrancada.
No tenía dientes, tampoco lengua. Era como si alguien le
hubiera metido las manos en la boca y jalado en direcciones
opuestas hasta rompérsela. Su mandíbula estaba desencajada y
donde debería ir los ojos, solo quedaban dos cuencas vacías.
—Esto no es real. Esto no es real —repetí asustado.
Al final del pasillo, una sombra oscura pasó corriendo. Fue
tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. ¿Qué era eso?
Aquí todas las sombras eran blancas. ¿Por qué esa era oscura?
Los latidos de mi corazón empezaron a resonar con fuerza y
las alertas se dispararon en mi cabeza. Las luces intermitentes
parpadearon más lento, casi al mismo tiempo que el reloj.
Me puse de pie rápidamente y me alejé de ahí. Esto no estaba
bien. Alguien había hecho esto. Alguien muy malo y ahora que
lo había visto, tal vez venía por mí. Aquí no estaba a salvo.

183
Obra antológica

Empecé a aminorar el paso. A mis espaldas, sentí como si el


cadáver me estuviera mirando. Un frío sudor resbaló por mi
espalda. Eso era imposible. Un cadáver no te puede mirar,
menos si no tiene ojos. Debe ser el miedo que me hace alucinar
las cosas. Caminé más rápido, pero no me podía quitar esa
sensación a mis espaldas.
Me volví repentinamente hacia el cadáver. Estaba en la
misma posición que lo había dejado. Ni siquiera me miraba.
Suspiré con el cuerpo tenso y continué caminando. Es el
miedo, no puedo tener miedo o mi mente me jugará una mala
pasada. Escuché un siseo arrastrado detrás de mí y me paralicé.
—Es el miedo. El miedo te hace escuchar cosas. Es el miedo.
Unos pasos arrastrados se fueron acercando. Lentos, casi
tortuosos. Y un chillido filudo, como el que provoca un objeto
metálico puntiagudo al rozar el piso. El ruido se escuchó
retumbante a unos centímetros de mi oído. Intenté gritar o salir
corriendo, pero mi boca se quedó abierta sin emitir sonido y
mi cuerpo no reaccionó. Temblé, sintiendo un frío a mis
espaldas. Giré la cabeza lentamente. El cadáver no se había
movido. Solté la respiración que estaba conteniendo y me volví
hacia el frente.
—Miedo. —Escuché una fuerte voz gutural a mis espaldas.
Me asusté tanto que el corazón se me paralizó por un
segundo. Miré pasmado el cadáver, pero seguía inerte en el
piso. Las paredes, las puertas metálicas cerradas, las luces
parpadeantes en el techo. Todo estaba absolutamente vacío.
Entonces, ¿quién había dicho eso? Esa voz no sonó normal,
no como la de cualquier persona. Si solo el cadáver me hacía
compañía en este pasillo, entonces ¿por qué sentía otra
presencia? Observé con cuidado alrededor, retrocediendo.
Todo estaba exactamente igual. Excepto por el reloj. Ahora

184
Fragmentos de venganza y muerte

marcaba la medianoche. ¿Qué…? ¿Cómo es posible?


Retrocedí más rápido y terminé escapando tambaleante.
Empecé a aporrear las puertas metálicas, desesperado.
—¡Ayuda! ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme!
Algo está pasando aquí. No puedo estar solo en esta prisión
mental. Corrí pasillo tras pasillo, pero todas las puertas estaban
cerradas. Entonces, ¿por qué la mía se abrió? ¿De dónde
habían salido todas esas sombras blancas corriendo? Sujeté mi
cabeza entre mis manos y cerré los ojos. Hombres. Eran
hombres vestidos con ropa blanca. Un tono blanco enfermizo.
Pero no eran completamente blanco. Tenían manchas. Esas
manchas… El recuerdo se tornó borroso en mi mente y los
perdí.
Todo era como un laberinto. Debo concentrarme. Si no,
nunca podré encontrarlo. Una idea se me cruzó por la cabeza.
Avancé corriendo hacia el final del pasillo y doblé por otro. En
este pasillo encerraban a los que estaban etiquetados con una
tarjeta roja. Aquí no venía cualquier enfermero, solo los más
capacitados y fuertes de mente. Siempre acompañados de dos
guardias. Dos veces al día para las comidas y una vez cada tres
horas para suministrar las inyecciones. Los mantenían lentos y
drogados, a otros amordazados o con esposas. Tenían
prohibido establecer cualquier contacto con el exterior. Eran
prácticamente prisioneros. Custodiados las veinticuatro horas
del día.
Un círculo rojizo prendido en la puerta al lado del lector de
tarjetas, justo bajo la placa con el número del paciente, los
marcaba como demasiado peligrosos.
—Extremo —susurré.

185
Obra antológica

La primera puerta estaba abierta. En silencio, leí el número


de la placa 013. Entré con cuidado, sintiendo el frío atravesar
mi piel. Había una mordaza tirada en el piso justo frente a la
puerta. Pero estaba vacío. Se parecía mucho a mi habitación.
Salí de nuevo al pasillo e intenté con la puerta de al lado. La
empujé suavemente y la puerta se abrió con un chirrido. Me
paralicé. Las paredes blancas estaban salpicadas de sangre.
Había cosas tiradas por todo el piso como si hubieran luchado
aquí. En una esquina, un cuerpo amordazado con una muñeca
esposada a la vara de una cama, estaba retorcido y deforme. La
sangre formaba un charco oscuro que crecía cada vez más. En
su cuerpo había marcas de… Marcas rectas, no como las de un
cuchillo, más bien como las de un hacha. Rectas, profundas,
destructivas.
Salí desesperado y abrí otra puerta. Lo mismo encontré en las
demás. Cuerpos mutilados aún sujetos por las mordazas,
atados a la cama, retenidos con los brazos envueltos en una
camisa de fuerza. Otros habían logrado quitárselas a tiempo,
pero tenían la misma tétrica expresión del hombre que
encontré en el pasadizo. Sus rostros estaban deformes.
Destruidos. A uno le faltaba la mandíbula mientras a otro la
cabeza entera. Solo había muerte. Estaba solo. Pero aún no lo
había encontrado.
—Él…
Un fuerte grito gutural caló mis huesos. Se escuchó ronco y
sádico, demasiado fuerte para ser de una persona normal.
Parecía venir de todos lados o como si viniera desde el interior
de mi cabeza, pero eso era imposible. Apreté los dientes con
fuerza, intentando silenciar ese sonido tan repugnante.
Entonces, escuché su voz.
—¡Vamos a jugar!

186
Fragmentos de venganza y muerte

Y una risita infantil que hizo eco en todo el lugar.


—¿Esteban? —Alcé la cabeza, pasmado—. ¿Esteban eres tú?
Escuché pasos corriendo. El ruido provenía de todos lados.
Caminé rápido intentando hallar la fuente del sonido a pesar
de la tenue luz parpadeante del pasillo. ¿De dónde era el ruido?
¿Dónde estaba él?
—¡¿Esteban?!
Sin respuesta. La desesperación me abrumó. Giré corriendo
por otro pasillo, pero me detuve. Había una sombra pequeña
al final. Estaba de espaldas a mí y reía sacudiendo su
cuerpecito, mirando la puerta cerrada frente a él. Levanté la
mirada hacia la puerta metálica. Era la que nos conectaba con
el área de los enfermeros. Solo la abrían en caso de emergencia
o cuando nos traían la comida. Estaba completamente cerrada.
Volví a mirar al niño, confundido, pero él ya no reía. El balón
anaranjado tirado a su lado me pareció familiar.
—¿Esteban? —Di un paso adelante.
El niño no reaccionó por un momento. Giró lentamente
hacia mí y sonrió.
—Me encontraste.
El corazón se me paralizó cuando vi la mitad de su cabeza
aplastada, llena de un cuajo rojizo y viscoso que sobresalía por
una parte donde no le quedaba pelo. Su impermeable estaba
roto en las mangas y salpicado de sangre por todos lados. Si
antes era de otro color, ahora solo un retorcido tono rojizo
bañaba la tela. En su frente, un pequeño agujero oscuro
combinaba con esos ojos sin vida. Retrocedí, pero él empezó
a reír como loco. Su mirada se tornó tan oscura que parecía
que sus ojos vacíos se fueran a salir de sus cuencas. Unas
profundas arrugas se le formaron en las esquinas de su boca,

187
Obra antológica

pero no sabría decir si fueron por la fuerza con la que reía o


por la rabia escondida en ese acto tan oscuro.
—No… —El cuerpo me tembló. Las manchas en las
sombras blancas… Era sangre. Manchas de sangre. Estaban
muertos—. No… —Tapé mis oídos con las manos,
desesperado.
—¡Tú no eres Esteban! ¡Tú no eres Esteban!
El niño paró de reír. Su cabeza estaba baja, pero poco a poco
levantó la mirada. La oscuridad le tapaba su expresión, pero vi
claramente cómo sus labios secos y agrietados se estiraron en
una sonrisa de oreja a oreja. Retorcida, macabra. Un frío caló
mis huesos cuando abrió esa boca oscura y podrida.
—Miedo —susurró.
Corrí lejos de esa oscuridad personificada, esa locura
disfrazada de la forma más inocente que me quería hacer daño,
pero cuando estaba por llegar al final del pasillo las luces se
apagaron. El pulso se me desbocó de los nervios. Podía
continuar corriendo, pero la idea de cruzar unos metros a
oscuras era demasiado para mí. Significaba enfrentarme a mí
mismo. Aún no estaba listo. Podía perder esa batalla, si es que
no la había perdido ya. Él me iba a vencer. Me detuve
abruptamente, escuchando cómo repetía una y otra vez una
sola palabra a mis espaldas.
—Miedo. Miedo. ¡Miedo! ¡Miedo! —Su voz se hizo más
ronca y profunda.
Las luces arriba de mí parpadearon. No, no, no. Hasta que se
apagaron. Retrocedí unos pasos, poniéndome a salvo donde sí
me daba la luz, pero esas también empezaron a parpadear, una,
dos, tres veces. Se apagaron. El miedo me abrumó tanto que
retrocedí más rápido. El niño se burlaba a mis espaldas con

188
Fragmentos de venganza y muerte

una risa sádica que parecía la de un anciano. Otra vez las luces
arriba de mí parpadearon.
—¡Por favor! ¡Ya no! —grité desesperado.
Se quedaron encendidas, pero se apagaron las que
continuaban a esas. Intenté controlar mi respiración acelerada,
intercambiando la mirada entre los focos. Un silencio tenso
inundó el pasillo. Todo pasó en unos segundos. Las siguientes
luces se apagaron rápidamente, una tras otra, aproximándose
al niño. Hasta que quedó solo la que estaba sobre él.
—Monstruo —dijo finalmente.
Bajo las luces parpadeantes, las extremidades del niño se
comenzaron a quebrar en ángulos retorcidos con un sonido
inquietante muy parecido al de huesos rotos. Crack, crack. Sus
brazos se torcieron al revés, como si no tuviera codos, y echó
la cabeza hacia atrás con la boca abierta en un grito sordo,
jadeante, casi burlón. El cuello se le deformó hasta parecer un
gusano atado a su cabeza. Y su cuerpo se retorció en el suelo
hasta que quedó boca arriba, apoyado sobre sus brazos rotos y
con la cabeza al revés.
Silencio. La luz sobre él parpadeó una vez más y se apagó. Y
de pronto, comenzó a correr. Grité aterrorizado. El ser
antinatural frente a mí corrió usando sus extremidades rotas
como si fueran unas grotescas patas retorcidas. La risa infantil
se convirtió en una oscura risa burlona. Su rostro deforme
mantuvo sus ojos oscuros en mí, saboreando mi miedo, mi
horror.
—¡Basta! —Golpeé mi cabeza con un puño—. ¡Basta!
La cosa retorcida estaba a unos metros. Golpeé con más
fuerza mi cabeza.
—Basta. Basta. ¡Basta! ¡Basta!

189
Obra antológica

Eso se impulsó sobre sus patas traseras y saltó.


—¡BASTA!
Desapareció… Miré pasmado, intentando controlar el
temblor de mi cuerpo, cómo las luces se comenzaron a
encender una por una en dirección a la puerta metálica.
Escuché un chirrido y de pronto varias personas vestidas con
uniformes negros entraron por la puerta. No tenían placa, o al
menos no a la vista, pero portaban unos cascos oscuros que
me dejaban ver sus ojos. Eran del ejército, se terminó. Me iban
a sacar de este infierno. Suspiré aliviado, pero cuando di un
paso hacia ellos, me detuvieron.
—¡Alto! —Me apuntaron con sus armas—. ¡Manos donde
pueda verlas!
—¿Qué? ¿Qué está pasando? Esperen. —Intenté avanzar
hacia ellos—. Se han confundido. Yo…
—¡Alto o disparo! —El que estaba primero en la línea me
apuntó fijamente con su arma—. ¡Manos donde pueda verlas!
¡Ahora!
Sacudí la cabeza, confundido.
—Yo no he hecho nada. Hay un niño… Un niño ha hecho
esto. No sé cómo, lo juro, pero todos están muertos
—expliqué atropelladamente—. Están muertos.
—¡Manos detrás de la cabeza! ¡Ya! —insistió.
—¡No me están escuchando! —La voz se me rompió de los
nervios—. ¡Mierda! ¡He dicho que todos están muertos! —Tiré
con una mano de mi cabello, desesperado.
—Ese niño… Ese niño tenía la voz de mi hermano.
—Recordé el balón a su lado. Incluso su ropa desgarrada.

190
Fragmentos de venganza y muerte

Todo le pertenecía a él—. No lo encuentro. ¡No encuentro a


mi hermano!
Él ciñó con más fuerza sus manos sobre el arma.
—Manos detrás de la cabeza —repitió con voz firme—.
Ahora.
Sollocé bajando la cabeza. ¿Por qué nadie me escuchaba?
¿Acaso no me entendían? Les acababa de decir que mi
hermano estaba perdido, pero ellos solo me apuntaban con sus
armas. Esto no estaba bien. Ellos no estaban aquí para
ayudarme. Querían hacerme daño. Escuché sus voces de
fondo solicitando refuerzos. Apoyé bruscamente mi cabeza
contra la fría pared, llorando. ¿Por qué nadie me ayudaba?
Golpeé mi cabeza con más fuerza.
—Alto. ¡Alto! — Grité, reventándome la piel contra la pared.
Escuché sus gritos ordenándome que parara, pero no les hice
caso. Sentí la sangre caliente correr entre mis ojos. Entonces,
me detuve. Al lado de esta pared había una puerta. Una puerta
hecha de vidrio. Tal vez podría romperla, recoger uno de los
pedazos y defenderme con él.
—Detente. No te muevas —me advirtió.
—Mi hermano… —sollocé.
—Sabemos sobre tu hermano.
—Él… Necesita ayuda. No puedo encontrarlo. Se oculta.
—Esteban Cortez, siete años —soltó de pronto. Levanté la
mirada lentamente hacia él—. Declarado muerto la mañana del
8 de junio a las siete horas tras haber sido visto por última vez
con vida por su madre, Carol Hernández.
—¿Qué…? —Sacudí la cabeza, confundido—. No entiendo.
Mi hermano no está…

191
Obra antológica

—¿Muerto? —Completó el oficial con desprecio—.


Múltiples golpes en el lado izquierdo de la cabeza, lo que le
causó una fuerte contusión y hemorragia cerebral. Alguien les
reventó la cabeza a golpes y lo dejó agonizando por una hora.
—Me miró fijamente como si esperara una reacción—.
Finalmente, le disparó en la cabeza.
Sentí que la respiración se me comenzaba a dificultar.
—¿Sabes quién lo mató? —añadió.
Negué con la cabeza.
—Daniel Cortez, varón de veinte años. Acusado de asesinato
en primer grado contra el menor Esteban Cortez. Encontrado
al lado de la víctima con un revólver y las manos
ensangrentadas. Estuvieron a punto de mandarlo a prisión,
pero se le hizo un examen médico y psicológico, y fue derivado
al psiquiátrico Kerham, donde ahora reside. —Me apuntó con
el arma—. Tú eres Daniel Cortez. Tú mataste a tu hermano.
—No. —Retrocedí—. Eso no es cierto.
—Ahora levanta las manos y…
—¡No! ¡Yo no maté a mi hermano!
Me querían culpar. Eso era.
—Fue… Fue el niño. Yo lo vi. Tenía la ropa de mi hermano.
¡Fue el niño! ¡El niño mató a todos!
Lo que me respondió lo cambió todo.
—No existe un niño.
Giré lentamente la mirada hacia el vidrio. La imagen que se
reflejó me atormentaría en mis pesadillas. Mi ropa blanca
estaba salpicada de sangre por todos lados, tenía las mismas
manchas de las sombras blancas cuando corrieron por mi lado.
Con la luz contrastó algo pequeño y rectangular en mi pecho.

192
Fragmentos de venganza y muerte

Una placa, Tenía la visión borrosa por las lágrimas, pero pude
identificar el número grabado en ella: 013. Entre mis manos
ensangrentadas, sostenía un hacha que chorreaba sangre. Subí
la mirada, horrorizado, pero me paralicé. Y mi reflejo me
saludó con una sonrisa macabra.

193
Obra antológica

Día de santos

Por Jeison Márquez Cueto

Maldigo la hora que decidí irme de vacaciones a ese viejo


pueblo. Aún recuerdo aquel día que nunca se borrará de mi
memoria, cómo sentí que el pánico se apoderaba de cada parte
de mí, mis rodillas temblaban sin detenerse un segundo y mi
corazón latía más rápido que el de un bebé. Se decía de aquél
pueblo tantas cosas diabólicas que sucedían en tiempo de
cuaresma, martes trece y días de brujas que no me quedaron
más que tomarlas por supersticiones.
Durante el viaje, por cuestiones ajenas, mi pantalón se
descoció. Al llegar a la casa donde me hospedé, en la habitación
103, me dirigí a uno de los camareros cuya apariencia era
extraña, un hombre alto, un poco ojeroso y le pregunté.
—¿Sabe usted dónde puedo encontrar a alguien que cosa mi
pantalón? —Y este me contestó meneando la cabeza en forma
afirmativa. —¿Cómo se llama? ¿Dónde vive?
—Es doña Tomasa, vive en la otra cuadra —me dijo aquel
hombre.
Después de dar media vuelta me di cuenta que olvidé
preguntarle el costo del trabajo de aquella mujer y mirando
hacia atrás mis ojos se perdieron en la soledad.
Inmediatamente, me dirigí a la recepción a preguntar por ese
joven y al describirlo la recepcionista con gestos atemorizados
como si ocultara algo, me dijo

194
Fragmentos de venganza y muerte

—Ese es Marcos Santacruz, un camarero que trabaja para


nosotros.
Al caer la noche, lo juro por lo más sagrado, no logré conciliar
el sueño porque un olor a velas calientes inundaba mi
habitación. A eso de las tres de la madrugada sentí que mi cama
se hundió y miré de reojos haciéndome el dormido, de repente
vi una sombra negra que se acostaba a mi lado y de dicho ser
sólo percibía un desagradable olor a azufre y un frío que
brotaba como si yo estuviera al lado de una cubeta de hielo.
pasado unos segundos sentí que me halaron las sábanas y mi
cama se estremecía mientras yo rezaba en mi mente.
Cantó el gallo y cuando salí de la ducha me miré al espejo, vi
que mi rostro estaba desencajado, mientras me colocaba el
pantalón, mi cartera cayó y el calendario salió, luego de
recogerlo me di cuenta que era el segundo día del mes de
noviembre. Las horas se me hicieron eternas. Cuando el reloj
dio los siete campanazos rápidamente, salí de aquél aterrador
lugar para ir donde la costurera.
Pasé la calle solitaria y polvorienta para cruzar la esquina
donde solo había un gato negro que me miraba con sus ojos
verdes como si quisiera lanzárseme encima y devorarme. A lo
lejos vi a una señora. Apresuré mi paso para alcanzarla y
llegándome a ella le pregunté:
—¿Sabe usted dónde vive Tomasa?
—Esa señora es fuerte, pero no se le haga extraño si le
pregunta por su vida… ella vive en la casa gris.
Me sorprendí por su respuesta, pero agradecí mucho su
información y me desplacé a la casa. Al llegar miré hacia el
techo y vi a un pájaro negro que aleteaba con desosiego.

195
Obra antológica

Caminé y le pregunté a la muchacha que estaba en la entrada


de una de las habitaciones de la pequeña casa.
—¿Es aquí donde vive Tomasa?
—Sí.
Hablé con dicha señora y sin dudarlo empezó a preguntarme
cosas de mi vida sin ni siquiera conocerme. Mientras hablaba
conmigo me preguntó que, si yo podía acompañarla al
cementerio a visitar la tumba de su hijo, yo acepté, pues, no
tenía nada que hacer en ese pueblo, pero sobre todo porque
temía volver a ese viejo hotel. Mientras caminábamos al
camposanto, me decía que su hijo había sido una buena
persona y de hermosos sentimientos. Al llegar a la tumba que
aún se veía fresca leí atentamente un epitafio que decía:
«A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones
en un mismo ataúd.
Alphonse de Lamartine».
Muy conmovido, leí más abajo unas letras doradas
empañadas por el polvo que decían: «Marcos Santacruz Pérez.»
Quedé atónito, sin saber qué hacer ni decir, sólo guardé
silencio ante la tumba y al salir del lugar le pregunté a Tomasa
de manera muy prudente.
—¿Cómo murió su hijo?
—Mi hijo trabajaba en el hotel donde se hospeda usted y hace
una semana lo encontraron colgado de una cuerda en la
habitación 103 porque su novia Débora, quién es la
recepcionista, lo engañó con un hombre muy parecido
físicamente a usted, su corazón de muchacho enamorado no
resistió y optó por quitarse la vida.

196
Fragmentos de venganza y muerte

El pánico se apoderó de mí, mi frente sudaba y mi respiración


se agitó.
Por fin llegamos a su casa y me quedó en entregar el pantalón
al día siguiente en horas de la mañana. Ese mismo día, Débora
mientras estaba en turno de noche sintió una bulla en la calle
que se acercaba cada vez más. Esto le dio mucha curiosidad y
corrió rápidamente hacia la puerta del hotel, al instante vio una
linda procesión que venía, donde cada persona traía consigo
una vela blanca, en medio de la oscuridad cuyas flamas ardían
con mucha espiritualidad.
Al pasar por la puerta del hotel uno de los feligreses le entregó
una vela, pero ella un poco extrañada volteó la mirada para ver
el reloj el cual marcaba las doce en punto de la noche. Un poco
atemorizada sacó la cabeza por la ventana para ver nuevamente
a aquellas personas, pero al mirar para el suelo se dio cuenta
que ellos no tenían sus extremidades inferiores y
apresuradamente cerró la puerta sintiendo sus manos frías. Al
mirárselas vio entre sus dedos un hueso humano, por lo cual
cayendo para atrás perdió el conocimiento. Débora vivió para
contar su historia, pero sin ver más la luz falleció transcurrido
tres días.
De todo esto, no me quedó más que huir de ese demoniaco
pueblo, residencia de todos los difuntos y echándole la
bendición con mi mano izquierda encendí el motor de mi auto
para irme; sin embargo, mientras más calentaba mi motor
aumentaba un olor a corales, al mirar por el espejo de mi carro
vi sentado en las sillas de atrás el camarero de aquel viejo hotel.

197
Obra antológica

El profesor

Por María Mesa

Es como otra mañana para usted, «¿no es así profesor?»


Levantarse de la cama, arreglarse, ignorar a su esposa e hijo. Ya
es una rutina ellos hablan, pero usted no los escucha.
Simplemente quiere tomarse el café. No lo dice en voz alta,
que Dios se apiade de usted el día en que mande la cordialidad
por la borda. Solo es otro día laboral, ir a la universidad, dictar
la clase, escuchar a esos molestos ignorantes y tomar un café.
«Debe estar aburrido, pobre profesor». Toma las llaves de su
auto y de la casa, se despide de su esposa con un beso
superficial en la mejilla, los sentimientos que hacia esa mujer
hace años desaparecieron «¿cierto profesor?» Se despide del
hijo adolescente con un grito cansado y parte.
Hasta pasar por los pasillos del edificio donde dicta su clase
le cansa. Todos los días, la misma rutina. Los estudiantes callan
cuando entra al salón, el pecho se le infla de orgullo y empieza
la clase, pero primero lo primero, hay que llamar lista. Todos
han llegado, especialmente la Ester Prado, la joven de cabellera
rubia lisa que siempre se sienta diagonal a usted. No es la
mejor, sus aportes son mediocres y usted lo sabe, pero cada
vez que esos ojitos color miel lo miran algo se revuelve dentro
suyo ¿no? Es joven, rica y usted es su profesor. «¿Ya olvidó su
anillo de matrimonio profesor?». No es que a ella le importe,
recuerde que las notas de Ester dependen del último examen.

198
Fragmentos de venganza y muerte

No será la abogada promesa, pero hay suficientes abogados


para arreglar las cagadas de la rubia.
Dicta la clase, pregunta al azar, Ester se lleva las fáciles,
aunque sus respuestas no son satisfactorias. Los estudiantes lo
saben, pero no dirán nada, no tienen prueba. Usted parece
imparable, es el dueño de sus destinos y puede hacer lo que se
le venga en gana. Ellos lo saben. La clase termina, Ester le
espera paciente en su asiento, «¿va a hacer el movimiento
profesor?» Mientras guarda los papeles en ese morral manos
libres que su querida esposa le regalo el día de su cumpleaños
número cuarentaiocho llega otra persona.
Está detrás de usted profesor. Es Catalina, otra de sus
estudiantes, la molesta Caty, recuerda en su mente. La chica no
ha parado de buscarlo desde que usted rechazó el impecable
trabajo de grado. Muy mal hecho profesor. Ahora no se la
puede sacar de encima. La mira con desprecio, con su ropa
holgada y cabello marrón mal recogido, las bolsas oscuras en
sus ojos la hacen ver más fea de lo que ya es. Bueno, pero debe
admitir que usted es el culpable de esa apariencia tan
descuidada.
—Profesor Sarmiento, quiero hablar con usted —le dice
entre molesta y suplicante.
—No hay nada que hablar, señorita Martínez, acepte los
comentarios, repita el trabajo y en la próxima sustentación
muestra sus correcciones.
—¿La próxima? —repite alterada—. Usted no entiende este
es mi último año, si no acepta mi trabajo tendré que estudiar
por otro año más.
—Pues hágalo, Martínez, no es pecado repetir un año
—responde con un tono tajante.

199
Obra antológica

La chica se queda con la boca abierta mientras usted sale del


salón junto a la joven Ester. En el pasillo la pobre Catalina le
grita a todo pulmón que usted lo va a pagar. Si como no,
«¿verdad profesor?» Es su palabra contra la de una tonta
estudiante. Camina junto a Ester, ella no para de preguntarle
sobre el examen y su último trabajo en el cual se esforzó
mucho. Usted se ríe para sus adentros, la chica es un descaro,
es obvio que el trabajo no lo escribió ella, debió ser el noviecito
que tenía en la clase. Pero, no importa, los dos saben a dónde
se dirige eso. Solo le costó un café y una invitación a un lugar
privado para hablar de cómo ayudar a la pobre Ester.
Evadiendo a sus colegas la lleva hasta el parqueadero y la sube
al auto. Enciende el motor y están a punto de irse cuando el
novio de Ester se pone en medio, se ve fatal, el cabello
desordenado y los ojos rojos llenos de lágrimas, pero su mirada
dice otra cosa, puede sentir su furia traspasando el parabrisas.
Ester susurra el nombre de él, Nicolás «¿Acaso se le había
olvidado profesor?» Nicolás levanta su brazo derecho, tiene un
revolver. Usted abre los ojos y ¡BAM, BAM!
Pero usted despierta otra vez en su cama. Se toca el pecho en
busca de las heridas de bala. No hay ninguna, su esposa lo llama
desde el piso de abajo, el desayuno está servido. Intenta
levantarse, pero las piernas le flaquean. Se escucha el totazo de
un cuerpo caer sobre su culo. No tiene sentido, debería estar
bien muerto, pero aquí estamos. «¿Repetirá la rutina?» Parece
que sí. Desayuna, ignora a su esposa e hijo; sin embargo, esta
vez tiene una excusa. Está vivo. Llega a la clase y solo puede
ver a unos extraños que no paran de mirarlo, lo acusan en
silencio. La clase prosigue, los estudiantes intentan llamar su
atención, usted los ignora. La clase termina 15 minutos antes,

200
Fragmentos de venganza y muerte

la cabeza le aprieta. Ester lo busca con la mirada, pero usted la


evade, quiere irse. En esas aparece Catalina.
—Profesor Sarmiento, quiero hablar con usted —le dice
entre molesta y suplicante.
Y la piel se le pone de gallina, esta escena ya la vivió. Las
manos le tiemblan, las hojas caen de su mano. Catalina lo mira
extrañada y le ayuda a recoger las hojas. Le llama varias veces,
puede ver la preocupación en su rostro cansado. Nuevamente
la ignora, solo agarra el maletín y sale huyendo al pasillo. Los
estudiantes salen de sus clases y chocan con usted. A lo lejos
Catalina lo llama entre la multitud. Los jóvenes lo empujan y
no le dan el paso, usted lucha por abrirse camino, pero el
número sigue aumentando, le falta el aire y siguen
empujándolo hacia los bordes. Uno de ellos al pasar hace que
pierda el equilibrio, los pies se doblan y cae directo a las
escaleras. Su cabeza es la primera en recibir el golpe y puede
jurar que escuchó el sonido de algo quebrándose. Su cuerpo
cae inerte al final con un sonido sordo.
Pero, se levanta una vez más en su cama. Su esposa lo llama
desde el piso de abajo avisándole que el desayuno está servido.
Se demora un poco en moverse «¿Qué pasa profesor? Tiene
una clase que dictar.» Su mujer sube hasta la habitación y lo
obliga a salir de su cama, es vergonzoso que su mujer lo obligue
a trabajar como si fuera un niño chiquito. Usted trata de
razonar con ella, que se siente mal, le duele terriblemente la
cabeza; sin embargo, lo único que logra es sacarle el mal genio.
Ahí descubre que su esposa le odia. «Profesor, no lo quiere
ahí.» A regañadientes se alista y sale a la universidad.
Parquea en su lugar al lado del lugar decano, este le saluda sin
prestarle mucha atención. Aunque entiende que debe salir del
carro prefiere irse por un café. Lo compra en la cafetería del

201
Obra antológica

centro de la universidad, el más barato y amargo. Porque a


pesar de que usted puede darse gustos, prefiere abrazar sus
instintos tacaños. «Que hipócrita profesor».
El líquido amargo bajo por su garganta, no lo reconforta y
tampoco le da la energía para ir a dictar su clase. Con paso lento
se dirige al edificio de ladrillos viejo, el más antiguo de la
facultad, pero en la entrada de las puertas de cristal Nicolás lo
espera. Él da un paso al frente y usted uno hacia atrás. Otro
paso y otro. Y sin darse cuenta está corriendo en dirección
opuesta, sus pulmones arden por todos esos años sentado
detrás de un escritorio. Choca contra estudiantes, pero Nicolás
está peligrosamente cerca. Sus pies lo llevan a la salida de la
universidad y queda acorralado entre Nicolás y la avenida.
«¿Qué hará profesor?»
—Profesor Sarmiento, usted y yo tenemos algo que hablar
—dice con voz ronca.
—Nicolás, por favor, no me haga daño —usted responde al
borde de las lágrimas mientras sigue dando pasos hacia atrás—
. Se lo ruego, tengo una familia.
—¿Ahora es un padre de familia, aunque se coja a sus
estudiantes?
—Por favor… —lloriquea.
«Que apariencia tan patética profesor». Nicolás sigue
acercándose y usted sin darse cuenta ha salido a la calle, intenta
mantener la distancia entre usted y su asesino. Él se detiene en
el borde del andén y solo se le queda mirando. Usted no lo
entiende, pero cuando escucha el pitido de un camión se aclara
un poco las cosas. Fue solo que girara la cabeza para que el
camión se lo llevara por encima. Los huesos se le rompieron

202
Fragmentos de venganza y muerte

uno por uno, el pecho se le comprimió a tal punto que por


primera vez en su vida sintió la sensación de ahogo.
Y volvemos al punto de partida. Usted en su cama como si
nunca le hubiese pasado un camión por encima. No hay huesos
rotos solo usted en su cama despertándose porque tiene una
clase que dictar. «Vamos profesor, Nicolás lo espera, Ester está
ansiosa por subir sus notas y Catalina tiene algo que hablar con
usted». Se levanta de la cama y se encierra en el baño. El pecho
le sube y baja, bañado en sudor se mira al espejo. Parece
desorientado, «pobre profesor, será mejor que le ayude un
poco».
—¿Qué está sucediendo?
—¿Acaso no se ha dado cuenta, profesor?
—¿Qué? ¿Quién está ahí?
—Nadie, profesor, solo está usted. No se asuste, no tiene
nada que temer.
—¿Quién demonios eres tú?
—Ya se lo dije, nadie.
—¡Imposible! Sé que hay alguien aquí. ¿Dónde estás?
—No pierda el tiempo buscando en el baño profesor. Se lo
dije, solo está usted en el baño.
—¿Qué?, estoy… solo.
—¿Ve?
—¿Cómo es posible? ¡No tiene sentido!
—No se frustre, profesor, es solo un día común y corriente.
—¡No! No lo es, he repetido el mismo día tres veces.

203
Obra antológica

—Yo no diría que ha repetido el mismo día, no al pie de la


letra, usted ha muerto de diferentes formas, si fuera el mismo
día moriría por la mano de Nicolás y su revolver.
—¿Cómo sabe eso?
—Digamos que he seguido su día a día.
—¿Qué eres?
—Nada.
—¡Responde, maldita sea! No puedes ser nada, estás aquí
hablando conmigo.
—Quiere que lo repita? Profesor, respire si sigue así se va a
desmayar. Profesor solo tenía que respirar, así habría evitado
marearse, caer al piso y romperse el cuello con el borde de la
ducha para despertar otra vez en su cama.
—¿Sigues ahí?
—Aquí estoy profesor.
—Entiendo, así que morí.
—Exacto.
—Y hoy moriré.
—Probablemente.
—¿Por qué?
—¿Qué profesor?
—Responde.
—¿Qué?
—¡Mierda, no me joda!, ¡Estoy preguntando por qué repito
el mismo día y termino muerto!
—Oh eso, es simple profesor, usted está pagando por sus
pecados.

204
Fragmentos de venganza y muerte

—No me venga con esas tonterías.


—Es la verdad.
—Y ahora me va a decir que Dios existe, hay un cielo y un
infierno.
—Tal vez.
—Qué tontería. Es una estupidez, es un sueño, eso es lo que
es.
—Si usted lo dice.
Y usted sale de su hogar directo a la universidad. Tuvo que
morir cayendo desde un quinto piso, en un accidente de auto
intentando huir de Nicolás, de un infarto en el baño de la
facultad mientras se cogía a Ester, atragantado por un gran
bocado de su desayuno, al resbalarse entrando al salón, entre
otras ridículas muertes. Y nuevamente nos encontramos en su
habitación profesor. Ahora solloza desconsolado, porque sabe
que la muerte lo espera. Su esposa lo llama repetidas veces y el
sonido de sus pasos se escuchan desde afuera. Usted cierra la
puerta con llave.
—Quiero que pare.
—¿Parar qué, profesor?
—¿Qué debo hacer?
—Salir a dictar su clase.
—No… ¿Qué debo hacer para salir de este ciclo infernal?
—Nada.
—¿Qué?
—No tiene que hacer nada, profesor, solo vaya a dictar su
clase.

205
Obra antológica

—¡Tiene que existir una forma! No puedo repetir mi muerte


una y otra vez. Tiene que haber una forma para romper el ciclo.
—La clase, profesor.
Al escuchar esto, usted toma fuerza y una decisión. «¿Qué
planea profesor? » Ahora parece un hombre nuevo con una
meta que cumplir. Baja a desayunar y empieza a preguntar
cosas que debió hacerlas hace mucho. Su mujer está
sorprendida y no puede ocultar su agrado. El hijo que tanto
ignoraba quiere seguir hablando con su padre acerca del equipo
de futbol de su escuela. Se despide de su esposa y le susurra
una invitación para la noche. Llega a la universidad, saluda a
sus alumnos y esta vez las preguntas difíciles van para Ester.
Usted y el resto se burlan de la chica por sus respuestas
tontas. La pobre sale como una flecha del salón, esta vez parece
que no quiere hablar con usted profesor. Y no faltaba la llegada
de Catalina. Usted no la deja ni abrir la boca cuando la invita a
sentarse frente suyo para que sustente el trabajo. Algo
confundida empieza recitar la exposición y defiende la tesis del
trabajo. Usted lo acepta, Catalina tiene potencial, será una gran
abogada. Le tiende la mano y ella se la estrecha. En su
computador envía un e-mail para seleccionar una fecha y que
Catalina pueda sustentar otra vez su trabajo. La chica rompe
en llanto y lo abraza, le agradece, le dice lo feliz que esta y que
no va a decepcionarlo.
Terminan las clases, Nicolás nunca apareció. Usted sale
victorioso de la universidad y va al colegio de su hijo para
recogerlo. De todas formas, tiene tiempo. El chico no puede
contener su alegría. Llegan a casa juntos donde su mujer los
espera, sonríe al verlos tan cercanos y pasan la tarde entre risas
y juegos. Ya en la noche habla con ella y admite que no ha sido
un buen esposo ni padre, que eso no se va a repetir y todo

206
Fragmentos de venganza y muerte

puede mejorar. Ella lo besa con ternura y hacen el amor. Su


mujer ya dormida se acomoda en su pecho y usted duerme
realizado. «Profesor, no me diga que usted cree que esto lo
soluciona.
La sorpresa en su cara no tiene igual, cuando se ve
nuevamente en su cama y su esposa le grita desde abajo que el
desayuno está listo. Los ojos tan redondos casi idénticos a unas
canicas le daban la apariencia de que la cabeza le iba a explotar.
Agitado y sudoroso vuelve a encerrarse en el baño.
—¿Por qué?
—Ya se lo había dicho.
—Hice todo bien, no morí.
—Pero sí murió.
—No, no lo hice. Llegué a mi casa, dormí con mi esposa.
—Lo sé, usted murió mientras dormía ¿Cómo lo dirían? Creo
que un paro cardiorrespiratorio.
—No.
—Sí.
—No…
—Profesor, no llore.
—No lo entiendo, corregí mis errores. ¡Lo hice!
—Ay, Profesor, usted no puede reparar nada. Este es su
castigo por toda la eternidad.
—¿Qué?
—Tal vez no lo recuerde, pero este fue su último día en el
mundo de los vivos.
—¿Qué estás diciendo?

207
Obra antológica

—Usted murió este día, salió de su casa, fue a dictar su clase,


rechazó a Catalina, se llevó a Ester a un motel. Nicolás se
suicidó en la tarde y usted cuando le dijo a Ester que esto no
cambiaba nada, salió del motel en su auto para causar un
accidente donde una familia entera murió.”
—No entiendo, ¿entonces no morí?
—Oh sí, murió un poco después de la familia, se ahogó con
su propia sangre.
—¡Ay, profesor! No importa cuanto lo niegue o que tan
fuerte grite. Nada cambiará. Sufrirá por la eternidad, porque
cada acción tiene su consecuencia. Ahora muere y vuelve a
morir. Que el cuerpo se le destroce por cada carro que pasa
por encima. Que el pobre Nicolás cumpla su fantasía retorcida
de asesinarlo con sus propias manos. Muere otra vez y
despierta de una vez, porque el día es corto y la muerte lo está
esperando.

208
Fragmentos de venganza y muerte

El renacimiento

Por José Cuello

Los relojes nos han hecho olvidar cómo es despertar sin


sobresaltos. Lo hacemos en cortas etapas, recuperando la
consciencia poco a poco, quizás por miles de años de dormir
en ambientes seguros. En algún punto nos enteramos de los
sonidos del entorno cercano y volvemos a desconectarnos,
más tarde escuchamos lo que pasa más lejos. Ante algún
estímulo demasiado fuerte podemos contar con nuestros
sentidos de inmediato y hasta levantarnos de golpe, pero si
nada está fuera de lugar nos vamos despabilando lentamente.
Primero estamos relajados y cómodos, no importa dónde,
después empezamos a reconocer las características de la
superficie que nos sostiene y a sentir algo de frío, hasta que esta
u otra molestia pueda sacarnos de ahí, si no estamos arropados
y en una cama mullida. Los mamíferos concentran el calor en
los órganos vitales mientras duermen, por eso al
desadormecernos sentimos gélidas las extremidades.
Cambiamos muchas veces de posición durante el sueño
nocturno, no tantas en una siesta por su brevedad. Podemos
despertar aún en la misma postura en que nos dormimos. La
temperatura un poco más baja en los miembros nos hace
querer moverlos, puede ser que empecemos a avivarnos
desperezando un pie o un brazo. La actividad nos ayuda a
calentarnos reactivando la circulación sanguínea. Entre más

209
Obra antológica

espabilados estamos, más nos revolvemos, hasta que


definitivamente nos erguimos.
Mi miedo se llama tapefobia. Se traduce del griego de muchas
formas y significa «temor a ser enterrado vivo», aunque yo
especificaría «terror a despertar dentro de un féretro». Claro
que otras cosas me llenan de espanto, más ninguna como esa.
En mis pesadillas creo que abro los ojos y solo veo oscuridad,
atiendo; sin embargo, no escucho nada. Cuando empiezo a
desentumecerme descubro que estoy confinado en algo bajo y
estrecho, sé que es un ataúd, en el que casi no puedo doblar las
piernas o separar mis manos de mi cara y de mi pecho.
Me agito e hiperventilo. En libertad podría quedarme quieto
largo tiempo, podría contar ovejitas hasta dormirme, soñar
despierto o meditar. En mi delirio, pero con vida, si bien
dentro de un cajón soterrado, la ansiedad domina mi cuerpo.
Justo en ese instante quiero patear, golpear, empujar, pelear
por mi existencia, pese a que sus dimensiones apenas me
permiten sacudirme. Grito, grito hasta romperme las cuerdas
vocales, aunque sé que nadie me escucha. Intento arañar la tapa
que me encierra hasta arrancarme las uñas, hasta destrozarme
las manos. Compruebo la fragilidad del ser humano, que en
esas condiciones no puede vencer a los elementos. Lloro sin
que alguien me consuele…
Mi fobia es tal que compraría un ataúd de seguridad, como
los patentados en Estados Unidos a finales del siglo XIX y
comienzos del XX, si mi esposa lo permitiera. Lo tendría en el
depósito del apartamento, así como antaño hacían personas
muy precavidas que escogían la caja mortuoria a su gusto y
mientras llegaba su hora la guardaban en su casa, espantando a
las visitas.

210
Fragmentos de venganza y muerte

Soy arquitecto, trabajo para la alcaldía en Obras Públicas.


Recién llegado de provincia a la capital me sonrió la suerte y
me asignaron una de las niñas de los ojos del burgomaestre, un
proyecto que debía realizarse sobre lo que fue un cementerio,
peor aún, la parte de un cementerio donde se ubicaban las fosas
comunes y los suicidas, entre otros. Calcule mi fortuna.
El alcalde había diseñado él mismo el parque en una
servilleta, que sus funcionarios guardaban como si fuera el velo
de la Verónica. Nadie se atrevió a decirle que había dibujado
un jardín francés simétrico del siglo XVII, muy difícil de hacer
en un lote que tenía muros de otras edificaciones por dos de
sus lados, no obstante, consiguieron un arquitecto de apellido
francés y harto abolengo para que resolviera el problema.
Un fulano como yo representaría a la capital del país ante
arquitectos e ingenieros, curtidos y poderosos, dispuestos a
construir en tiempo récord la fantasía del gobernante local, y
algún día a lo mejor presidente de la república. Entre ellos, no
sé por qué, recordé lo que había leído sobre el psiquiatra que
analizó a los altos oficiales nazis enjuiciados en Núremberg,
que decía que eran «arribistas profesionales dispuestos a hacer
lo que fuera por avanzar en sus carreras, pero sin nada
particularmente monstruoso en su comportamiento».
Aún recuerdo cuando vimos el sitio de obra totalmente
descapotado, es decir, sin el pasto y la capa superior de tierra,
donde están las raíces, la basura y otras formas de
contaminación. Los lugares donde habían excavado tumbas o
fosas en el pasado se reconocían porque el firme tenía un tono
más claro, diferente a donde este no había sido removido. Una
reacción química sencilla, el suelo excavado se había expuesto
más al oxígeno, lo que había generado el cambio de color
respecto al que no se había tocado. Todos lo entendíamos, aun

211
Obra antológica

así, estábamos impactados. No es lo mismo saber que en el


terreno había cadáveres a enterarse de dónde estaban
exactamente y cuántos podía haber. Y parecían demasiados.
Parte de mi responsabilidad era hacer una investigación sobre
el tema, para prever cualquier contratiempo. Según la
información que encontré no se habían sepultado cuerpos allí
desde hacía 50 años y se presumía que estos habían alcanzado
ya su completa reducción esquelética, esto es, que eran huesos
o polvo. Confirmando mis conclusiones, los contratistas me
presentaron una caja pequeña de cartón con unos cuantos
restos óseos, que era todo lo que habían encontrado en las
excavaciones que tuvieron que realizar, muy pocos para un
solar de varias hectáreas donde, en teoría, se habían dispuesto
miles de despojos del 9 de abril. Este servidor, muy diligente,
envió un reporte a las autoridades correspondientes y nos
permitieron continuar.
Con todo, trabajar en ese lugar era muy estresante para el
personal. Los primeros con habladurías fueron los vigilantes
nocturnos, que relataban todo tipo de sucesos paranormales.
¿Qué más se podía esperar de ellos? Venían del Caribe
colombiano, hombres comunicativos y supersticiosos, con
muy poca educación.
Yo me las arreglaba para oírlos, lejos del personal del
contratista o de la interventoría, para que no tuvieran tapujos.
Me parecían tipos valientes, con entrenamiento militar y sus
inquietudes eran genuinas. Una vez me contaron que un
sacerdote y dos mujeres, una de ellas la mismísima primera
dama de la ciudad, según infidencia de sus escoltas, habían ido
una noche y habían hincado por todas partes pequeñas cruces,
que quedaron disimuladas. Una especie de ritual religioso o de
exorcismo no era nada raro en un predio como este, ahora ¿por

212
Fragmentos de venganza y muerte

qué a escondidas y de noche? ¿Por qué era de interés de la


esposa del alcalde como para hacerlo ella misma?
Sin embargo, el testimonio que me dejó de una pieza fue que
en una de las zanjas que hicieron los obreros habían
encontrado varios difuntos con carne y ropa, no osamentas
incompletas quincuagenarias ni huesos reducidos como los
que me habían mostrado a mí. Uno de los celadores repetía
obsesionado que había una muchacha que tenía medias
veladas.
La programación de las tareas era muy apretada y al parecer,
para no tener retrasos, los constructores habían decidido
ocultar su hallazgo e inhumar los cuerpos en otro lugar, donde
no interfirieran con los trabajos. ¡Me volaron la cabeza! ¡Qué
iba a hacer yo con esa indagación! Para empezar, ¿era verdad?
¿Ante quién lo denunciaba? ¿La Fiscalía? ¿Iba a arriesgar el
puesto parando el proyecto del jefe pluma blanca que apostaba
que se afeitaba la barba si no entregaba las obras a tiempo, para
averiguar si era cierto?
Era muy posible que, en un país como el mío, delincuentes
hubieran aprovechado un área encerrada y prácticamente
baldía por cinco décadas para esconder a sus víctimas. Tenía
todo el sentido. ¿Quién va a buscar a un desaparecido en un
cementerio o una fosa común dentro de otra fosa común?
Desde esa narración me imaginaba a la joven, con el pelo y la
ropa cubiertos de polvo, terrones y piedrecillas inagotables,
regándolos siempre a su paso en una estela, acompañándome
a la oficina, subiéndose conmigo al bus, mirándose en el espejo
cuando me lavaba los dientes, a veces diciéndome: «Quiero que
mi mamá sepa dónde estoy, quiero que los forenses me
encuentren para que se haga justicia». ¡Dios, qué
responsabilidad saber de ella!

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Obra antológica

En ocasiones, cuando me sentaba en el sofá de mi sala a


descansar, la gata se quedaba mirando al lado mío, como si
percibiera a la chica. Dicen que los gatos pueden ver a los
fantasmas y tal vez mi hija pequeña también. En una
oportunidad, algo invisible a mi costado la hizo gritar como
para quebrar cristalería, después dijo que era una serpiente.
Con los días el tema iba in crescendo. El director de obra
prohibió por escrito y con multa contar experiencias
parapsicológicas durante el horario laboral o en el lugar de
trabajo. La persona más perturbada era el director de
interventoría, a cuya esposa, que no tenía conocimiento de lo
que estaba pasando en el empleo de su marido, la empujaban
espectros en los puentes peatonales.
Una noche, solos en su residencia, ambos experimentaron
visiones simultáneas. Él estaba en una formación de tres en
fondo de adultos vestidos de negro y ella en el centro de una
ronda de niños vestidos de blanco. Cada uno solo advertía a
los aparecidos alrededor de su cónyuge, no a los que los
circundaban a ellos mismos.
Luego de eso, en una de las reuniones del comité de obra, me
preguntaron si los serenos me habían contado algo. Yo les
respondí que ellos y otros tantos, y les hice un resumen de todo
lo que sabía, y las preguntas sin respuesta que tenía sobre esta
construcción. Entonces alguien me golpeó por detrás en la
cabeza y no recuerdo más.
Cuando desperté no escuchaba nada, abrí los ojos y
únicamente vi oscuridad. Empecé a moverme y descubrí que
estaba en un espacio reducido, quizás en un encofrado de
madera rústica para fundir el concreto de una cimentación, casi
no podía doblar las piernas o separar mis manos de mi cara y
de mi pecho.

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Fragmentos de venganza y muerte

La ansiedad dominó mi cuerpo. Quise patear, golpear,


empujar, pelear por mi vida así el ortoedro que me retenía
apenas me permitiera sacudirme. Grité, grité hasta reventarme
las cuerdas vocales, sé que nadie me escuchó. Intenté rasguñar
la cobertura que me aprisionaba hasta arrancarme las uñas,
hasta destrozarme las manos, traté de romperla a cabezazos.
Mis esfuerzos fueron inútiles. Lloré, lloré mucho y vi a la
muchacha de las medias veladas junto a mí, no entiendo cómo,
porque ella no cabía dentro de mi bóveda y no había ninguna
luz. Ya debía estar muerto. Todos los días le cuento esta
historia a varias de las personas que se sientan en las bancas del
parque, parece que nadie puede escucharme…

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