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VENGANZA Y MUERTE
FRAGMENTOS
DE VENGANZA
Y MUERTE
OBRA ANTOLÓGICA
Escrita por:
©Markvander López Torres, ©Erika Mikán Quijano, ©Karen Mikán Quijano, ©Erika Mikán
Quijano, ©Alejandra De La Ossa Zuluaga, ©Isabella Almonacid Duran, ©Adrian Balanta, ©Carlos
León-Anuare, ©María Molano Giraldo, ©Herly Arguello Amado, ©Juan Peña Orozco, ©Jhonatan
Alvarez Ordosgoitia, ©Joselianna Tinedo, ©Sofía Cañas Hernández, ©Carlos Noriega Muñoz,
©Christian Echeverry, ©Lina Parra Moreno, ©Cesar Augusto, ©Lissa Reyes Camacho, ©Jair Ruiz
Marchena, ©Melanie Vargas, ©Jeison Márquez Cueto, ©María Mesa y ©José Cuello Cuello.
www.itaeditorial.com
ISBN: xxxxxxxxxxxxxxx
Sello: Independently published
2022
Publicado en Colombia
Páginas: 215
Diseño de portada: ©
Aviso legal: Se prohíbe la reproducción total o parcial de la presente obra, restringiendo, además,
cualquier compendio, mutilación o transformación de la misma por cualquier medio o
procedimiento. Los comentarios descritos en la presente obra, realizados a título personal, no
corresponde a pensamientos de la compañía, sino a aseveraciones particulares de los autores. Se
permite la reproducción parcial, con el debido crédito al autor y a la Editorial
ÍNDICE
Prólogo...........................................................................9
Diario de un esquizofrénico ........................................ 11
Por Markvander López Torres ...........................................11
La cortina con pies ...................................................... 44
Por Erika Valentina Mikán Quijano ..................................44
Efectos secundarios ..................................................... 49
Por Karen Mikán Quijano y Erika Mikán Quijano .........49
Un pueblo un poco diferente ....................................... 51
Por Alejandra De La Ossa Zuluaga ...................................51
Mi familia..................................................................... 60
Por Isabella Almonacid Duran ...........................................60
Hacienda la portentosa ............................................... 63
Por Adrian Balanta ...............................................................63
La huida ....................................................................... 66
Por Carlos Anuare ................................................................66
La impune anatomía de un cuerpo decadente ............ 72
Por María Molano Giraldo ..................................................72
El secuestro ................................................................. 85
Por Herly Arguello Amado .................................................85
E-go-cen-tris-mo ......................................................... 86
Por Juan Pablo Peña Orozco ..............................................86
La casa de los clamores ............................................... 87
Por Jhonatan Álvarez Ordosgoitia .....................................87
Oscuridad de una noche. ............................................ 98
Por Joselianna Tinedo ......................................................... 98
Liaxor ......................................................................... 103
Por Sofía Cañas Hernández .............................................. 103
El perseguido ............................................................. 112
Por Carlos. Noriega ........................................................... 112
El juguete invertebrado ............................................. 122
Por Christiam Echeverry. .................................................. 122
Resuena ...................................................................... 131
Por Lina Parra Moreno...................................................... 131
Camille, la niña solitaria ............................................ 144
Por César Augusto ............................................................. 144
Cuarentaiún ovejas ..................................................... 167
Por Lissa Reyes Camacho ................................................. 167
Lujuria y avaricia........................................................ 170
Por Jair Ruiz Marchena ..................................................... 170
Sombras blancas ........................................................ 181
Por Melanie Vargas ............................................................ 181
Día de santos .............................................................. 194
Por Jeison Márquez Cueto ................................................ 194
El profesor .................................................................. 198
Por María Mesa ................................................................... 198
El renacimiento ..........................................................209
Por José Cuello ................................................................... 209
Prólogo
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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Obra antológica
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
Falsas memorias
He despertado, pero esta vez en otro lugar, hace un momento
estaba tomando un café, me levanto del piso y todo se ve
antiguo. El sol empezaba a mostrarse en el horizonte, empecé
a caminar rumbo a la escuela, todo era pacifico, armonía El
viento reacio, me consentía el rostro, caminaba viendo lo
extenso del mundo, después de tanto tiempo en el encierro de
mi hogar, no me permitía observar esta belleza, sentir este aire,
este olor de mañana, todo tan fresco y hermoso, como si se
pudiese quedar estático el mundo en ese instante, cuando
podía sentir la vida y no sufría por la despersonalización que el
encierro provocó.
Entro a la escuela, la rutina es divertida, las clases son lo de
menos, me siento feliz de ver a mi alrededor, de poder hablar,
aunque no sé cómo, todo es cálido, corría y jugueteaba, como
todo niño de seis años. En los descansos iba con un grupo de
amigos a hacer experimentos, mezclábamos todos los dulces
con todas las sodas posibles, y observábamos que sucedía,
dejábamos un desastre, pero nos divertía, éramos los raros.
También, salía a jugar con los demás, siempre he sido
camaleónico en mi personalidad, pero mi físico es remanente
como una etiqueta, como una marca, una que llevas hasta la
muerte. Mi físico me etiquetaba, pero me gustaba.
Ni siquiera leo lo que escribió esa parte “cuerda” es muy
aburrida, se esfuerza mucho por escribir, yo simplemente
vómito una verborrea en palabras, desahogo mi dolor de
mundo, eso es más catártico que productivo.
Siguiendo con la historia, el pequeño era feliz, conoció a una
chica y se suicidó, fin. supongo debo ser más descriptivo,
poner más contraste, poner más emociones, para involucrar al
que lee esto, para que sienta empatía, porque en realidad no la
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Obra antológica
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Obra antológica
Emi Gonzáles era uno de los muchos niños de los que la suerte
iba de su mano, de una forma un tanto extraña. Al no tener
una vida de lujos, desde bebé, la suerte de Emi lo llevó a parar
a un centro con logo de manos verdes en forma de copa. Allí
lo alimentaban y le daban una educación primaria.
Él nunca tuvo problema alguno con vivir en el centro de las
manos verdes. Era un niño servicial y atento, que con ayuda de
su suerte extraña siempre lograba salirse con cautela de los
problemas que se le presentaban a lo largo de los días; sin
embargo, el único problema de Emi eran las noches. No
toleraba nada de estas ni la oscuridad ni los bombillos apagados
ni la sábana ni la almohada, incluso para Emi llegaron a ser
intolerantes las respiraciones moquientas de sus compañeros.
Porque ahí no dormían en alcobas sino en pabellones, grandes
salones repletos de camas, camarotes y colchones donde
dormían cientos de niños separados por edades.
A Emi no se paniqueaba por la llegada de la noche, eran las
cortinas lo que le incomodaba de verdad. El pavor tan grande
que sentía por estos seres delgados y alargados al momento de
la noche en que se recibía la orden de tener las luces fuera, le
molestaba, le provocaba ansiedad y se obligaba a sí mismo a
hacer pataletas para que lo cambiaran de lugar. Su cama, para
su suerte, estaba junto a uno de los muchos ventanales y por
consiguiente quedaba junto a las cortinas.
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Obra antológica
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Efectos secundarios
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Fragmentos de venganza y muerte
Capítulo 1: El viaje
Estaba viajando a California porque me había salido un trabajo
de tecnóloga, iba en el carro manejando, era de noche, estaba
oscuro y la calle estaba completamente sola, al igual que yo. Iba
todo bien y normal hasta que el auto se detuvo en medio de la
carretera, tenía miedo de revisar ya que estaba sola y estaba
oscuro y me deba miedo que saliera un ladrón, pero aun así me
bajé. Fue algo entristecedor lo que pasó. el neumático se había
espichado con un clavo, estaba preocupada, ¿Cómo voy a
conseguir un neumático nuevo? Miré a ambos lados para ver
si pasaba algún auto, al lado izquierdo y solo había soledad,
pero en el derecho se veía desde lejos un cartel, este no se
alcanzaba a leer desde esa distancia, pensé que era mi
imaginación o incluso una alucinación, de echo pensé que
estaba loca, ya que en esa carretera no estaba registrado ningún
pueblo en el mapa, además de que como dije, la calle estaba
sola y oscura.
Fui corriendo hacia al pueblo, aunque parecía estar lejos,
llegué inmediatamente, el cartel decía Longtown, quería irme
lo más deprisa para no perder el trabajo, así que fui a buscar el
neumático que me faltaba, pero en vez de eso encontré a
mucha gente muy feliz de verme, como si me conocieran, era
extraño ya que yo no conocía ni el pueblo, ni la gente. De lejos
este pueblo parecía un pueblo fantasma, pero la verdad es que
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Obra antológica
Capítulo 2: Noah.
(siento que el capítulo es muy redundante, deberías intentar
organizar mejor lo que quieres expresar en esta parte del texto,
considero que podría ser más corto y estar incluido en alguna
de las partes cercanas)
Todos estaban tan alegres que casi no me dejan hablar, y me
apeñuscaron tanto que casi no podía respirar, yo no lo podía
comprender como se alegraban de que un extraño llegara, tal
vez estaban solos, eso pensé, o tal vez en realidad me conocían
y no los recordaba, cuando todos se calmaron pregunte sobre
un neumático o un taller mecánico, para arreglar mi neumático
o cambiarlo, todas las personas me dijeron que no, y pensé que
eso era raro ¿Acaso no tenían carros ni motos o como
arreglarlos? Fue lo que me pregunté, luego pensé y me di
cuenta que a pesar de su nombre era ciudad pequeña y eso era
lo que pensaba, todos se apartaron después de un momento y
volvieron a sus trabajos o sus casas de repente escuche
(considero que tantas explicaciones a la hora de narrar no son
necesarias, es importante tener en cuenta que las personas que
leen tu historia creen lo que dices, no es necesario explicar
tanto)
Alguien me saludó, me volteé y vi a una persona que se veía
más o menos de mi edad, le contesté el saludo, él sonrió.
—Me llamo Noah.
Era un chico muy lindo, con pelo largo y anteojos, tenía una
sonrisa brillante y muy hermosa, sus dientes parecían
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Fragmentos de venganza y muerte
Capítulo 3: La noche
El me volvió a sonreír con sus brillantes y hermosos dientes
de leche, y de repente me agarro la mano y me llevo
caminando, estaba entre susto y confusión, ¿Qué me iba hacer?
¿A dónde me iba a llevar? ¿Acaso me iba a secuestrar? Me
quede muda, con ganas de gritar, pero todas mis palabras
quedaron atrapadas en mi cabeza sin poder decirse, solo podía
mirar, solo sabía que me llevaba con su sonrisa hermosa, pero
misteriosa y eso me asustaba, luego escuche su melodiosa y
preciosa voz.
—Vamos a ir a una cafetería, y por ser la invitada especial yo
invitaré.
Me tranquilicé y me gustó mucho la idea, además me vendría
bien el café para calentarme ya que era de noche.
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Obra antológica
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Obra antológica
Capítulo 5: El cuerpo
Fui al hotel después de conversar con Jasón, esta vez me
dormí enseguida, ya que no tenia de que preocuparme, quedé
fundida, ya que no tenía ni un carro o neumático, además
consideré en quedarme en ese pueblucho agradable, puesto
que no sabía lo que me esperaba, de echo a pesar de recorrer
todo el pueblo, no conocía nada de él.
Como dije me dormí rápido, pero cuando dormí tenía una
sensación muy extraña, era una que nunca había tenido en mi
vida, me sentía muerta, pero a la vez me sentía tan viva, sentí
que salía de mi cuerpo o que no tenía uno. Desperté y me
encontré con algo bastante perturbador, era mi cuerpo
acostado en la cama, fue extraño, él se levantó y salió, estaba
justo aquí, pero mi cuerpo no estaba, intenté gritar lo más
fuerte que pude y nadie parecía acudir a mi ayuda, hasta que mi
cuerpo no estaba en la habitación, (nadie acude en su ayuda
hasta que el cuerpo este ahí o nade acudió porque su cuerpo
no estaba en la habitación) lo había perdido de vista, era como
una clase de fantasma o espectro.
Cuando ya había asimilado que nadie acudiría a mi ayuda,
llegó alguien y era Noah, quien había llegado al cuarto, él me
miró fijamente a los ojos, mientras yo flotaba en la habitación,
pero en vez de ayudarme salió corriendo, pensé que era porque
las personas no podían ver a los fantasmas, como en las
películas, pero me di cuenta que estaba equivocada, él si me
veía y lo sé porque me dijo algo, sus palabras vete salieron, yo
no sabía que pasaba y ¿tenía que quedarme ahí? Estaba bajando
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Obra antológica
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Mi familia
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Hacienda la portentosa
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Obra antológica
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La huida
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Obra antológica
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Tomó todas las sábanas viejas y las que estaban por poner e
hizo una larga cadena para salir por la ventana, ella podía sentir
como la fibra de esas telas la liberaba de cada dolor que tenía y
su felicidad por no tener que luchar con sombras desconocidas
la hacía saborear la victoria con papilas renovadas. Pudo salir
del edificio y a lo lejos, en un pequeño arroyo justo a las afueras
del complejo, pudo encontrarse con Alfredo. La figura de su
amado se transformaba de garabatos a trazos congruentes
mientras más se acercaba. Se plantó a pocos pasos de él, pero
sus ojos parecían apagados, su mirada marchita, y su sonrisa
macabra y borrosa le recordó el horror de cada noche.
Se dio cuenta cuando se acercó más, que quien la vigilaba,
quien la mantenía al filo del pánico cada noche, no era nadie
más que Alfredo, su amado. Él la tomó por la cintura, luego
por el pecho y después comenzó a apretar su cuello cada vez
con más fuerza, ella intentó gritar y pedir ayuda, pero había
hecho cosas horribles para salir del lugar que, aunque la
mantenía presa, podía significar ahora su única salvación. Pudo
distinguir casi antes de quedarse sin aliento la risa de Alfredo a
lo lejos y se vio ella misma en un sueño donde corría hacía
algún lugar desconocido, descalza y sangrando, nadie parecía
oír que la perseguían, a los pocos minutos, sus ojos perdieron
toda pista de vida, su luz se había ido.
Poco después descubrieron los cadáveres de dos personas en
la habitación 212 del Hospital Psiquiátrico San Juan de Triora,
la enfermera Marina Álvez, con heridas en su cuello y a Sussana
Domm, paciente de esquizofrénica de 33 años, aparentemente
estrangulada con un par de sábanas.
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Y si dejamos de…
Socavar tumbas,
enterrar sueños,
sepultar ideas,
matar amores,
castrar libertades.
Y si dejamos de…
Asesinar dignidades,
inhumar verdades.
Y si dejamos descansar
en paz a la guerra
(Mi epitafio- fragmento level)
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El secuestro
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jardín, junto al pie del viejo Roble, que ahora lucía terrorífico
con los tres cuerpos que colgaban de sus ramas. Se montó en
el vehículo y rodó a través del angosto y fangoso camino, junto
a la imparable lluvia, a la luz de los impredecibles relámpagos
y el vaivén de la brisa. Por medio del retrovisor de la cabina,
Emilio observó cómo las llamas consumían completamente la
casa. Aceleró alejándose rápidamente. No había recorrido un
trecho demasiado extenso, cuando empezó a ver que el cielo
ya clareaba. A la distancia se divisaban las primeras casas del
pueblo y ya por fin, la lluvia había cesado.
Emilio arribó al tan anhelado pueblo y aunque era muy
temprano, ya había personas despiertas recorriendo sus calles.
Al ver al primer transeúnte, Emilio frenó en seco y muy
alterado bajó del vehículo. Pálido y trastabillando, se acercó al
hombre. Le contó todo lo sucedido a detalle; así mismo, le
solicitó ayuda y también socorro, para los que aún yacían en
aquel infortunado lugar.
—¿Es en serio, señor? —Después de unos segundos de
incómodo silencio, duda e incredulidad, dijo el hombre. La
mueca de incredulidad hacia Emilio no daba crédito.
Emilio asintió con la cabeza, mientras se inclinaba llevando
sus manos hacia las rodillas y recuperaba parcialmente el
aliento.
—De ser así, señor... —le explicaba el buen hombre, con
suma tranquilidad y sencillez, en aras de servirle de ayuda—.
Es muy extraño lo que vusté me cuenta. Por allí, en ese paraje,
donde vusté me dice... sí hubo un hospedaje, en una casa tal
cual, así como sumercé me dice, pero eso fue hace años, señor.
Yo estaba muy niño, en los tiempos que mis abuelos estaban
jóvenes, ¡Dios me los guarde y me los vea!
Luego de una breve pausa, el hombre agregó:
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Obra antológica
—Y… hasta donde yo sé, ahí vivió una gente que una noche
terminaron matándolos, al parecer por robarlos. Estaban todos
dormidos y hasta la casita se las incendiaron. Igual, ya ha
pasado mucho tiempo desde entonces.
Nuevamente hizo pausa y, prosiguió:
—Por eso le pregunto nuevamente señor, ¿vusté me habla a
mí en serio? Porque, por otro lado, por acá hace más de tres
meses que ni llueve y mire que sumercé, me habla de una fuerte
tormenta anoche, que no se paraba ni por el chiras.
Emilio no podía dar fe a lo que por sus oídos entraba. Se
sentía confundido. Una helada sepulcral se trepaba por sus
tobillos y sentía como su rostro palpitaba de la tensión.
Tartamudo y exasperado, Emilio convenció al hombre, que
junto con otros dos más que llegaron, le hicieron compañía
para que les fuera mostrado el lugar del suceso. Tomaron
rumbo. El camino era mucho más corto que lo descrito
anteriormente. El polvo y las piedras chasqueantes eran
levantados por las ruedas del vehículo, dando muestra de una
larga sequía. Al cabo de unos cinco minutos, Emilio detuvo el
vehículo violentamente. Se bajó aturdido de la camioneta, cayó
abrumadoramente arrodillado sobre el polvoriento camino y
llorando desconsoladamente cuan niño que pierde a su madre,
se encontró con los restos de una vieja estructura, semejante a
la casa en que había estado la noche anterior.
Estaba consumida por la maleza, en el centro yacía un viejo
Roble de la Solana, que se erguía cuan alto más no podía y al
fondo, aún en pie, estaba aquel viejo baño, del que manaban
aún los aterradores clamores.
Clamores que solo Emilio podía escuchar. Clamores de almas
arrebatadas que suplicaban auxilio. Clamores de un crimen
pasado. Clamores que ahora se esparcían por todo el lugar y
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—Qué patética esas ganas tuyas de dudar aún de mí, ¿tú crees
que no soy real? ¿No te bastan todas mis visitas? Te crees muy
valiente, ¿no? Vamos, realmente me entusiasma tu orgullo, me
motiva a seguir apareciendo. No lo niego, eres fuerte, pero
jamás serás mejor que yo y mientras a mí se me dé la gana,
seguirás siendo mi juguete de paso, hasta que te dañe tanto
como para mandarte a un psiquiatra. Comencemos con el
juego Elizabeth. —dice con gozo la voz que tiene horas
diciendo cosas.
—¿Qué demoni…? — dijo, pues el primer movimiento de
este engendro fue un poco choqueante para ella, esperaba
cualquier cosa menos que empezara a tocarle los brazos, el
cuello, la espalda y la nuca con esas manos heladas que ya había
sentido.
Era tedioso, sentía que tenía fiebre interna, que le ardía la piel,
y que las costillas se le saldrían del cuerpo. Esto siguió durante
minutos, capaz hasta una hora, pero a ella le pareció eterno.
Vivir sola, sin poder pedir ayuda a nadie no la reconfortaba en
absolutamente nada y esa frialdad ya le parecía insoportable y
estridente. Por fin las manos pararon.
Después de la calma, que solo duró un par de minutos.
Comenzó el siguiente nivel, no le bastaba con poner sus feas
manos heladas sobre las partes más sensibles de su cuerpo.
Ahora son cortadas diminutas e hirientes en esas zonas. Estaba
harta de esto, estaba harta de todo y sentía que en cualquiera
momento se desmayaría del dolor tan insufrible que le
causaban las heridas que chorreaban pequeñas gotas de sangre.
En ese momento se había esperanzado ya que, al analizar sus
sueños, solo infringía cuatro molestas torturas.
—Está bien, Liz, solo te faltan tres, no le des el gusto.
Aguanta un poco más —se dijo a sí misma.
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ella muy latente le gritaba que no era así, pero despertó sin
marca de cortadas y sin el olor a azufre que emanaba el
engendro. Hoy volvería a tomar sus medicamentos,
seguramente su esquizofrenia se está haciendo presente de
nuevo.
Paso el día normal, como siempre, solo con esa pesadilla, esto
puesto que se obligó a afirmar que era una pesadilla que se hizo
presente en su mente, pero más relajada ya que los siguientes
días pasaron igual, tranquilos.
Llegó la noche y ya habían pasado dos semanas desde su
pesadilla, hasta que pequeños dolores crecientes aparecían en
su cuerpo.
—Solo es cansancio, Liz —se dijo con tono de
preocupación—. ¿Y si esto no es un sueño? ¿Y si esto es en
una pesadilla convertida en la realidad?...
—Toc Toc…
—Tranquila, Liz. Estoy seguro de que está es tu realidad.
—Esa espeluznante voz vuelve a retumbar fuera de la
habitación.
Ella siente como me falta el aire y sabe que lo que se acerca
no es nada bueno, pero por cobarde no me identifico y si la
tormenta es lo que se acerca, haré que se entere que fácil no
caeré.
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Liaxor
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por las tinieblas del callejón. Aunque no veía con claridad sus
ojos, sabía que estaban exclamando que no importaba a donde
fuese, él sabía a donde iría y ahí estaría para perseguirme, cual
anima pertinaz buscando venganza.
La adrenalina volvió a inundar mi torrente sanguíneo y mi
corazón empezó a bombear como el motor de un bólido.
Empecé a correr de manera despavorida, a lo que escuché, una
vez fuera del callejón, que ese ser había saltado y estaba en
suelo, presto a perseguirme nuevamente. Jamás me detuve; la
necesidad de supervivencia me nublo la mente, pero mi
instinto me guio y corrí hacia mi casa. Con un salto de carácter
olímpico, me volé una cerca de madera que dividía la casa de
mi vecino con la mía por la parte de atrás. En ese momento,
recordé que de esa puerta había extraviado la llave, pero aquella
cerca me brindó resguardo, y con escasa lógica, aproveché el
momento para permitirme escuchar a ver si todavía me seguía.
Sus pasos, también presurosos, sostenían una amplificación
constante en mi dirección, aun cuando estaba seguro de que
no me había visto saltar. Estaba claro entonces, por el retumbe
de su andar, que se encontraba al cruzar la valla. Sus pisadas
aplanaban los cristales de hielo apilados, con una confianza que
me demostró que sabía dónde vivía, y que yo era su presa. Con
agilidad y silencio, bordeé mi casa por el callejón izquierdo
hasta la puerta principal, y entrando en una danza suicida con
mis llaves, logré liberar el doble seguro de la puerta. Ingresé, y
la cerré de un arrebato con sus respectivos seguros, pero sabía
que de una u otra manera iba a entrar. Entonces pensé que mi
única oportunidad era ocultarme en mi sótano y prepararme a
enfrentar a mi persecutor.
Una vez resguardado en una esquina del sótano, en completo
silencio y oscuridad, escuché el vidrio de una ventana
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Resuena
Resuena
Las moscas negras infectadas son capaces de dejar albergados
parásitos en el cuerpo humano. Estos comprometen la visión,
antecedidos por masas anormales formadas por células
tiroideas y comezón. Suele llamársele «ceguera de los ríos».
Bojayá, Chocó, 04:06 a.m. Leah queda sola para siempre. Pero
ella no lo sabe. Carlos, Fernando y Ezequiel departían una
ostentosa cena a la luz de la pestilente investidura de los peces.
Lograron pescar tres docenas que, entre tanta euforia, tendrían
que digerir en tan sólo un par de días.
Adiós placer de degustar con calma un buen barbudo junto
al bacalao. Emprendieron camino de regreso a casa, no sin
antes asegurar el radio de acción que dejarían atrás y
previsualizar el que les esperaba. Machete en mano y corazón
en la cerca. Saludaron a Don Esteban y a sus dos
acompañantes, hasta ese momento desconocidos. Llegaron
sanos y salvos, junto a 36 acompañantes blindados con
omega3.
Leah, como de costumbre, saludó a sus hermanos con la
emoción de quien ve por primera vez a un ser querido que se
escondía en la lejanía tropical del espacio. Luego se dispuso a
almacenar en una pequeña refractaria llena de hielo y pizcas de
sal a los invitados del día. El olor que destilaban era el aroma
de todos los días, uno que disfrutaban sin más, dulce y
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
Cuarentaiún ovejas
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Obra antológica
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Obra antológica
Lujuria y avaricia
Pecadores
En una ciudad religiosa, llena de pecadores, los secretos
recorren esquina por esquina siendo distorsionados por cada
boca que los cuenta y por cada oído que los escucha. Sean
bienvenidos a la ciudad del pecado.
Lujuria
Te llena la cabeza de preocupaciones. Convierte tu noche en
una vida completa, con cada beso se roba un poco de tu
vitalidad y juventud, normalmente ataca a hombres infieles y
con fama de casanova. Se dice que tan solo con su aroma te
enamoras, se la describe como una mujer de suma belleza y
que calcular su edad con tan solo su apariencia es imposible.
Tiene una cabellera lacia de color cobre, su rostro es como el
más puro marfil, sus ojos y nariz son perfectamente simétricos,
pero no se sabe cómo es su boca.
Según lo que se dice, esta mujer era la hija bastarda que un
soldado extranjero había tenido con una joven prostituta en la
época dorada del puerto de la ciudad, la joven madre se suicidó
y la pequeña bebé, llamativa por su insuperable belleza, quedó
en manos de la Madame, la cual se encargó de enseñarle todos
los trucos para satisfacer a un hombre.
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Obra antológica
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Pecadores
En una ciudad religiosa, llena de pecadores, los secretos
recorren esquina por esquina siendo distorsionados por cada
boca que los cuenta y por cada oído que los escuchas, sean
bienvenidos a la ciudad del pecado.
Avaricia
—¿Qué hora es?
—Eeeh... las 2:45, ¿por qué no cogimos el mismo camino que
de regreso?
—Google me indicó esta ruta como la más corta.
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—¿Ahora si te asustaste?
—No te creo nada.
—Ja, ja, ja ¿entonces por qué tienes esa cara?
—Mejor cambiemos el tema, por favor.
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Sombras blancas
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una risa sádica que parecía la de un anciano. Otra vez las luces
arriba de mí parpadearon.
—¡Por favor! ¡Ya no! —grité desesperado.
Se quedaron encendidas, pero se apagaron las que
continuaban a esas. Intenté controlar mi respiración acelerada,
intercambiando la mirada entre los focos. Un silencio tenso
inundó el pasillo. Todo pasó en unos segundos. Las siguientes
luces se apagaron rápidamente, una tras otra, aproximándose
al niño. Hasta que quedó solo la que estaba sobre él.
—Monstruo —dijo finalmente.
Bajo las luces parpadeantes, las extremidades del niño se
comenzaron a quebrar en ángulos retorcidos con un sonido
inquietante muy parecido al de huesos rotos. Crack, crack. Sus
brazos se torcieron al revés, como si no tuviera codos, y echó
la cabeza hacia atrás con la boca abierta en un grito sordo,
jadeante, casi burlón. El cuello se le deformó hasta parecer un
gusano atado a su cabeza. Y su cuerpo se retorció en el suelo
hasta que quedó boca arriba, apoyado sobre sus brazos rotos y
con la cabeza al revés.
Silencio. La luz sobre él parpadeó una vez más y se apagó. Y
de pronto, comenzó a correr. Grité aterrorizado. El ser
antinatural frente a mí corrió usando sus extremidades rotas
como si fueran unas grotescas patas retorcidas. La risa infantil
se convirtió en una oscura risa burlona. Su rostro deforme
mantuvo sus ojos oscuros en mí, saboreando mi miedo, mi
horror.
—¡Basta! —Golpeé mi cabeza con un puño—. ¡Basta!
La cosa retorcida estaba a unos metros. Golpeé con más
fuerza mi cabeza.
—Basta. Basta. ¡Basta! ¡Basta!
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Fragmentos de venganza y muerte
Una placa, Tenía la visión borrosa por las lágrimas, pero pude
identificar el número grabado en ella: 013. Entre mis manos
ensangrentadas, sostenía un hacha que chorreaba sangre. Subí
la mirada, horrorizado, pero me paralicé. Y mi reflejo me
saludó con una sonrisa macabra.
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Día de santos
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
El profesor
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Obra antológica
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Obra antológica
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Obra antológica
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Fragmentos de venganza y muerte
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Obra antológica
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El renacimiento
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Obra antológica
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Obra antológica
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