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PROFESIONAL EN PSIQUIATRÍA
Parte General / Historia Clínica / Consentimiento informado T
Presentación.................................................................................................... 7
CAPITULO I
Introducción..................................................................................................... 11
CAPITULO II
Generalidades de la Responsabilidad profesional...................................... 34
CAPITULO III
Tipos de Responsabilidad............................................................................ 57
CAPITULO IV
Naturaleza de la obligación médica............................................................... 62
CAPITULO V
Culpa médica................................................................................................... 70
CAPITULO VI
Historia clínica................................................................................................ 87
CAPITULO VII
Consentimiento informado............................................................................ 108
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La medicina es una profesión de riesgo...
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PRESENTACION
- X
No se puede negar que este tema ha cobrado en los últimos años una gran notorie
dad, habiéndose convertido en una de las principales figuras del derecho de daños.
A las exigencias éticas que tradicionalmente y desde Hipócrates eran propias de la
medicina, actualmente se le suman exigencias jurídicas.
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Paradójicamente, en nuestros años de experiencia, observamos que en los profe
sionales de la salud existen severas dificultades para tener una mínima formación
en el tema de responsabilidad profesional, lo que impide comprender las exigencias
jurídicas que tiene nuestra labor, y la necesidad de formación que esto exige para
estar en mejores condiciones de prevenir una demanda o evitar una sentencia en
contra.
Es sabido que la falta de conocimientos de los médicos sobre este tema los pone en
riesgo ya que genera: a} resistencia a cambiar determinadas conductas viciosas y
caprichosas; b) falta de percepción de la existencia del riesgo o des valorización del
mismo; c) temor que lleva a no tomar decisiones riesgosas o no aceptar pacientes
graves; d) pretender protegerse tras la puerta de la medicina defensiva, agotando
todas las posibilidades diagnosticas, solicitando numerosos y costosos exámenes
complementarios, a veces innecesarios, que encarecen y retardan la debida aten
ción médica; e) dificultades en la toma de conciencia del peligro que implican los
juicios; f) decisiones equivocadas en la manera de encarar la prevención y la de
fensa.
Otro aspecto importante a mencionar es que, a pesar del desarrollo bibliográfico que
ha tenido el tema de la responsabilidad médica en los últimos años, no abundan los
trabajos sobre la responsabilidad en psiquiatría, y menos aun los que abordan esta
temática con un lenguaje que pueda ser rápidamente entendido por profesionales
que carecen de formación legal.
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En este sentido, el principal objetivo de este trabajo es ofrecer a los colegas de
manera clara y sencilla una experiencia de de 18 años, condensada didáctica
mente, de fácil lectura que, equilibrando los aspectos teóricos y prácticos, sirva
como un rápido instrumento de consulta, que pueda ser útil para comprender mejor
ciertas situaciones de riesgo y solucionarlas en el mismo momento en que se están
produciendo, y llevar adelante prácticas tendientes a prevenir o evitar conductas
inadecuadas que puedan generar un daño al paciente y un posterior reclamo judicial.
En otras palabras, pretendiendo que sea un libro práctico para el psiquiatra asisten-
cial, intento, sin ánimo de agotar este extenso tema en estudio, brindar información
sobre las nociones básicas, teóricas y prácticas que necesitamos conocer de un
capítulo de la medicina legal como lo es el de la Responsabilidad profesional, para
que las conductas médicas que adoptemos en el ejercicio de nuestra actividad
cotidiana sean seguras, tanto para el paciente como para nosotros mismos.
Como no podía ser de otra manera, este libro contiene numerosos conceptos extraí
dos del denominado Derecho Médico que se aplican inexorablemente a los proble
mas de mala praxis, por lo que he intentado poner al alcance del psiquiatra práctico
el complejo lenguaje jurídico para que no le resulte tediosa su lectura, dado que
esta es una de las causas por la que muchos esquivan el estudio de este tema. Re
cordemos que el Derecho Médico es la disciplina que estudia todas las normas que
directa o indirectamente se vinculan con el ejercicio de la medicina, y su conocimien
to nos sirve para entender los conceptos jurídicos en que se basan los magistrados
a la hora de juzgar a un profesional de la salud.
Entonces, este libro está destinado especialmente a los médicos psiquiatras, con el
objetivo que trasmitirles los aspectos médico-legales más importantes de la
responsabilidad profesional y sus límites, y cuáles son algunos de los caminos que
se deben tomar, tanto para no incurrir en ella como para desarrollar conductas que
los alejen del riesgo de una demanda o de una sentencia en contra.
Recordemos que, más allá de los conocimientos que tengamos del tema, la mejor
prevención de un juicio de responsabilidad profesional es una buena relación mé
dico-paciente-familiar. Todo juicio reconoce su origen en la ruptura de esta relación;
si la misma es buena, el costo emocional que implica impide el inicio de cualquier
reproche.
Sabemos que, aunque no exista una fórmula infalible para evitar los errores médi
cos, se hace necesario aplicar todos los esfuerzos para crear condiciones y meca
nismos capaces de contribuir de forma efectiva a la disminución del riesgo. Nada
mejor que comenzar la tarea en momentos en que de los cielos de la psiquiatría cae
una tenue llovizna y no cuando debamos soportar las tormentas que sufren otras
especialidades.
Por otro lado, existen gran cantidad de situaciones que se pueden derivar de la
nueva Ley de Salud Mental al dejar expuestos no solo a los psiquiatras, sino al
conjunto de integrantes del denominado “equipo interdisciplinario” a juicios por res
ponsabilidad profesional. Este tema lo ampliaré en el capítulo correspondiente.
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CAPITULO
INTRODUCCION
N
ha convertido en una actividad riesgosa. Desde hace unos años y de
forma tan sorpresiva como alarmante, los profesionales de la salud
somos testigos del veloz incremento, tanto de juicios por presunta
mala práctica como de sentencias condenatorias. Es paradójico que est
mientras los grandes progresos científicos y tecnológicos han mejorado los cuida
dos de la salud, y cada vez se prolonga más el promedio de vida.
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bios significativos en los últimos 20 años. Las leyes vinculadas con la actividad
profesional, al contrario de lo que aparentan, son guías que orientan sobre cómo
se debe ejercer la profesión. Por lo tanto, conocer tales normativas brindará una
mayor seguridad a la actividad.
Es curioso que todavía continúe entre nosotros la idea de que los médicos somos
incapaces de cometer errores. Cuando el enfermo no se cura se asume que es un
desenlace inevitable, o en nuestra especialidad, decimos que es resistencial, y nos
quedamos tranquilos.
No reconocer todo esto y decir “La culpa de todo la tienen los abogados, que buscan
hacer juicio por cualquier cosa” es simplificar notablemente el problema. Hacer de
mandas es el trabajo de ellos, por lo que resulta lógico que las hagan. El problema
es cuando nosotros les facilitamos la tarea, dejándoles a mano todos los elementos
necesarios para complicarnos judicialmente. Recordemos que una vez que se pro
movió la demanda, lamentablemente, es tarde para hacer lo que no hicimos antes.
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la posibilidad de la mala práctica. Que la medicina no sea una ciencia exacta,
que la medicina tenga aleas y por tanto no sea infalible, que no existen normas
absolutas en los diagnósticos y tratamientos, que el médico es competente al estar
autorizado a ejercer la profesión por las autoridades, etc.; no implica que un profe
sional en concreto, en algún momento de su carrera no pueda tener una conducta
imprudente, imperita o negligente y que el paciente no merezca la reparación de
ese daño. Tampoco el hecho de que un paciente haya elegido a su médico, implica
que a partir de esa confianza, quede atrapado y sometido a los riesgos de cualquier
conducta que podría adoptar el profesional.
Veamos en un texto de un ilustre médico español, cómo hacía esfuerzos, que hoy
podrían resultar hasta graciosos, para negar la mala práctica:
“Ahora bien; ¿Cuándo puede exigirse a un médico responsabilidad por pura insuficien
cia técnica? Repito que casi nunca, y esto por las razones que brevemente expondré. La
primera, la fundamental, es que la medicina es una ciencia inexacta. Lo es porque esta
todavía en los comienzos de su evolución propiamente científica. Y lo es, sobretodo, y lo
será siempre, porque, aún cuando llegue el día en que conozcamos las causas de todas
las enfermedades - hoy en su mayor parte ignoradas - y aún cuando lleguemos a saber el
medio específico de combatir cada una de estas causas, existirá siempre el factor reaccional
del individuo enfermo, infinitamente variable e imposible de acomodar a previas normas; y
ese factor, ahora y siempre, convierte todo tratamiento, aún el más rigurosamente exacto,
en un azar, cuyo margen de posibilidades de error se puede, a fuerza de estudio y de pers
picacia, disminuir, pero nunca eliminar... La medicina es, como profesión excelsa; pero,
como ciencia, humildísima. Y hay que aceptar esta insuficiencia y esta humildad en gracia
a aquella excelsitud. Pedir cuentas al médico por su fracaso con un criterio científico, como
se le pide a un ingeniero que ha calculado mal la resistencia de un puente, es disparate
fundamental y es principio totalmente inaceptable... Es excepcional que el médico no sea
elegido libremente por el enfermo, lo cual supone un proceso psicológico de la mayor
importancia en el problema de la responsabilidad. Cuando somos llamados por un enfermo,
cuando éste ha hecho viajes y gestiones e informaciones previas para asistir a nuestro con
sultorio, sabia - o creía saber: es igual para la responsabilidad de sus decisiones - cuales
eran las aptitudes curativas del médico - odontólogo elegido y las de los demás que desechó.
Si el enfermo no es mentecato - y hay menos mentecatos de los que se cree - , este enfermo,
al elegir a tal profesional, y no a cualquiera de los demás aceptaba el margen de posible
error que implica el ejercicio de la medicina, puesto que suponía en el profesional ele
gido aptitudes para no errar superiores a la de los demás... insistamos en el hecho de elegir
uno entre tantos profesionales como se presentan, casi sin excepción a la libre preferencia
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del enfermo implica ya el reconocimiento de lo que tiene de personal nuestro arte y, por
lo tanto de albures de acierto, que equivalen a una contrapartida de albures de errar...”
Marañón Gregorio, Vocación y ética y otros ensayos, Ed. Colección Austral Espasa Calpe
Argentina, Buenos Aires, 1946, pág. 103 y siguientes -
Contrariamente, sabemos que los pacientes paranoides o con trastornos del eje
II que, como manifestación de sus conductas hostiles, pueden golpear con cierta
facilidad las puertas de los tribunales.
Esto no quita que, a pesar del menor riesgo actual, es factible que el número de
juicios contra los psiquiatras se incremente en los próximos años.
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preventivo. En el mejor de los casos, se práctica la denominada medicina defensiva
o un cerrado corporativismo, que no brinda solución a esta problemática.
Los médicos debemos poner mayor preocupación para valorar y cuidar los elemen
tos probatorios defensivos más importantes, tales como la historia clínica y el con
sentimiento informado, conocer cuáles son los derechos de los pacientes y aceptar
que nuestras obligaciones no están por encima de ellos, sobre todo del derecho a la
autonomía. Dicho de otra manera, si antes se consideraba al paciente una entidad
bio-psico- social, hoy debe considerarse una entidad bio-psico-socio-jurídica.
En nuestro país se da una situación casi paradojal: ejercemos en un país del tercer
mundo pero nos exigen desde el punto de vista jurídico como en el primer mundo.
Los médicos que cobramos honorarios muchas veces despreciables, estamos ex
puestos a indemnizaciones millonarias. Entonces tenemos que estar preparados
para que todo lo que hacemos nos cubra la responsabilidad.
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i. O
| Necesidad de asesoramiento y gestión de riesgos
Los profesionales y las instituciones no saben protegerse de los riesgos que
imponen los juicios de responsabilidad profesional. Es necesario que se tomen
medidas y se cambie de actitud frente al error. La problemática de la responsabi
lidad profesional no es una persecución de abogados y jueces. Si esta postura no
cambia, como dijimos anteriormente, es probable que cada profesional tenga algún
juicio en su contra en algún momento de su carrera.
Es claro que los profesionales de la salud son reacios a encarar el tema. Suelen
recurrir a un fuerte espíritu de cuerpo, desconociendo que existen más casos de
mala práctica médica de los que se cree y de los que llegan a juicio, pero que no
son denunciados, dado que el médico todavía conserva, si bien cada vez menos,
una cierta posición social.
Por otro lado, las instituciones tampoco están acordes a los tiempos que se viven y
no hacen lo posible para proteger al médico que trabaja en ellas. Se suelen mane
jar con criterios economicistas, ya que todavía, suele ser más rentable trabajar en
malas condiciones que invertir brindando herramientas preventivas a los profe
sionales, que redundarán en beneficios para ambos. Cuando es demandado un
médico también lo será la institución para la cual trabaja, y será solidariamente
responsable de los resultados dañosos derivados del acto médico cuestionado a
partir de la denominada responsabilidad objetiva por el hecho del dependiente.
Las instituciones médicas tienen el deber ético de hacer todo lo posible para pro
teger al profesional que ejerce su práctica en ellas, brindándoles una formación
suficiente en este tema, para que sepan qué se considera, desde el punto de vista
jurídico, una correcta actuación, y contando con un servicio de gerenciamiento de
riesgos, integrado mínimamente por un abogado y un médico legista.
Los profesionales deben prepararse para llevar a la práctica todos los actos mé
dicos de forma que estén cubiertos de posibles reproches judiciales, lo que no
implica hacer medicina defensiva.
| Síndrome Judicial:
Un juicio altera notoriamente la vida de un médico, dado que no somos delin
cuentes, y no estamos acostumbrados a enfrentar a jueces, abogados, etc.; por lo
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que, si la llegada de un simple telegrama nos genera alarma, es deducible la an
gustia ante la comunicación de la iniciación de un juicio. Al enterarse el profesional
que ha sido demandado, y mientras dura el proceso (que puede extenderse muchos
años) ya nada es igual: siente que se le ha arruinado la vida, que se le ha alterado
el ejercicio de la profesión, que se le ha lesionado su buen nombre y honor; que ha
acontecido el fin de su carrera profesional, etc.; por lo que vivirá angustiado, pen
sará en insolventarse vendiendo todos sus bienes, podrá decidir irse del país,
dudará si continúa ejerciendo o si redobla su trabajo para ganar más dinero y
poder pagar el juicio, pensará que va a perder su matrícula, etc. Los colegas que
han tenido que soportar esta incertidumbre de angustia y desesperación tuvieron
alteraciones psicofísicas que integran lo que se ha denominado “síndrome judicial”.
Hace muchos años se escuchaba una canción que reivindicaba lo que su au
tor refería como las tres cosas más importantes de la vida. Decía dicho tema en
su estribillo: “Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. El que tenga esas
tres cosas que le de gracias a Dios”. Un juicio de responsabilidad profesional las
menoscaba completamente:
| LeX ARTIS r v • - ■ ; r: r : ■- r ; ; :
La lex artis (ley del arte) es el conjunto de conocimientos, criterios y normas
teóricas y prácticas prescriptas por la ciencia médica actualizada. Es de donde se
parte para deducir el standard de actuación, el que debe ser evaluado al momento
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en el cual fue realizada la conducta reprochada. Recordemos que en un juicio
por responsabilidad profesional la sentencia puede dictarse diez años después de
realizada, cuando el avance de la ciencia ha modificado los criterios científicos
prevalecientes en el momento de los hechos cuestionados.
Si acordamos con que actuar de acuerdo a la lex artis implica hacer las cosas bien,
se deduce que mala práctica sería no cumplir parcial o totalmente con la misma.
En relación a este tema, desde hace relativamente corto tiempo, se vienen elabora
do guías o protocolos, donde se recomiendan pautas de actuación ante situaciones
concretas. Estas guías son confeccionadas por diferentes asociaciones científicas
(ej. Asociación Psiquiátrica Americana) con el objeto de mejorar la calidad de aten
ción, y si bien no son obligatorias, cuando el seguimiento de las mismas consta en
la historia clínica, puede ser una prueba importante de que el profesional actuó
conforme a la lex artis. Lamentablemente en nuestra especialidad, el seguimiento
de este tipo de guías no es mayoritario.
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que también debe basarse en evidencias o hipótesis sólidas para sostener sus pos
tulados. En nuestra especialidad suele ocurrir que algunos miembros postulen
teorías que parecen extraídas de una trama de ficción, alejadas años luz de los
conocimientos actuales, pero que son dogmáticamente seguidas por sus piadosos
y devotos feligreses.
A pesar de lo expuesto, sabemos que no existen dichas guías para numerosas si
tuaciones que pueden presentarse en la práctica; que existen numerosas escuelas,
diferentes criterios diagnósticos, gran subjetividad en las decisiones, etc., lo cual
hace que nuestra lex artis sea mucho mas difusa que en otras especialidades, por
lo que será preciso, llegado el reproche judicial, evaluar una serie de variables con
gran profundidad y criterio, para determinar si hubo alguna violación del deber de
cuidado, falta de diligencia y previsión, desconocimiento, o temeridad.
Existen múltiples factores que han provocado en los últimos años el incremento
sorprendente del número de juicios de responsabilidad médica.
Durante muchísimos años y hasta la segunda mitad del siglo XX, el médico no era
considerado responsable, seguramente debido a su posición social, por ser apre
ciado casi como una especie de semidiós.
Con el paso del tiempo y el surgimiento de medicina masificada de las obras so
ciales, el incremento de la tecnología, la ruptura de la relación médico-paciente,
el descenso del status social del médico, la proletarización del trabajo médico, etc.
hoy estamos en una situación opuesta, y se considera que la culpa médica debe
ser juzgada con severidad.
Esto ha llegado a niveles tan extremos que cualquier problema que surge en la
práctica médica es imputado a la responsabilidad del profesional.
Todo este importante desarrollo del tema y su difusión por los medios, ha hecho
que la población crea que la más pequeña alteración de su curación, merezca un
resarcimiento económico, generándose la denominada pseudo mala práctica.
Veamos algunas de las causas que generaron el incremento del número de juicios
por responsabilidad profesional.
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Deterioro de la relación médico paciente
La relación médico-paciente ha sufrido modificaciones a través de los tiempos,
pero en los últimos años se ha visto deteriorada, en parte debido a la desperso
nalización de la atención, a la mayor tecnificación, a la mal llamada socialización
de la medicina y al gerenciamiento que pone en primer lugar la optimización de las
ganancias a las necesidades de los enfermos.
Hoy ni el paciente considera que el profesional es “su” médico ni este siente que el
paciente le es propio, dado que la relación no es entre médico y paciente sino entre
el prepago, la obra social, la institución y el paciente.
En otra época existía un vínculo casi familiar con el “médico de la familia” donde
una demanda era prácticamente imposible, debido al alto impacto emocional que
ésta podía generar. En los lugares donde todavía se conserva ese vínculo (pueblos
de provincia), los juicios por responsabilidad profesional prácticamente no existen.
Recuerdo cuando era niño que venía a asistirme a mi casa el Dr. Jorge Cavagna, mi
pediatra, que es una de las personas a quien le debo mi vocación por la medicina, y
lo nombro a modo de homenaje. Ese día mis padres se vestían formalmente para la
ocasión, me ponían mi mejor piyama, mi cama contaba con sábanas recién cambia
das, en el baño una toalla de lino colgaba prolijamente del barral al lado de un jabón
de tocador “Palmolive de lujo” a estrenar, en mi mesa de luz lucía un paño blanco
planchado y almidonado para ser utilizado en mi auscultación, junto a una cuchara
sopera para ser utilizada como baja lenguas. Si era invierno la habitación era tem
plada con una estufa a kerosén a la que se le había puesto por encima una olla repleta
de eucaliptos para perfumar el ambiente. Ese día mi madre había limpiado la casa
escrupulosamente. La obediencia de mis padres a sus indicaciones era tan proverbial
como incuestionable. Además, conversaban de temas que iban más allá de la recu
peración de mi salud y hasta lo consultaban sobre ellos. ¿Alguien puede imaginarse
el costo emocional de mis padres si hubieran tenido que demandar a mi pediatra?
Actualmente los pacientes se quejan de los médicos por numerosas razones, pero
la más frecuentes son: la sensación de desinterés, representado por un trato dis
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tante y descortés; escasa comunicación, pobre inclinación a informar, consultas
“a las apuradas”, destratos tanto del médico como del personal auxiliar, y sen
sación que los médicos somos cómplices de un sistema de salud perverso.
Las demandas por responsabilidad médica surgen por la ruptura de este vínculo,
más que por errores médicos. Hemos visto casos donde se había desarrollado una
pobre relación médico-paciente y médicos que habían cometido errores nimios
llegaron a ser agredidos físicamente, y otros casos en los que se había conformado
una muy buena relación médico-paciente pero que se habían cometido groseras
faltas que generaron la muerte del paciente y los familiares agradecieron “todo lo
que el médico hizo por ellos”. Si se mantiene una buena relación médico-paciente,
aunque se puedan producir gruesas equivocaciones, el paciente puede estar dis
puesto a admitirlas y entenderlas.
Entonces debe quedar claro que puede no bastar solo un mal resultado para ini
ciar una demanda, sino que frecuentemente se debe combinar con el enojo con el
médico y/o con la institución; por lo que se deduce que la mejor forma de prevenir
la posibilidad de demanda lo constituye el establecer una buena relación médico
-paciente-familiar, porque si el paciente fallece o no es competente, quien puede
demandar es este último.
Sin dudas, el deterioro de este vínculo es la causa más importante del inicio de
acciones por responsabilidad profesional. Por lo tanto, la mejor medida de preven
ción es lograr una adecuada relación médico-paciente.
Avances de la medicina
Los avances tanto científicos como tecnológicos de la medicina de los últimos años
han aportado grandes beneficios para mejorar la calidad y extender el promedio
de vida, a partir de procedimientos diagnósticos y terapéuticos más exactos y
menos invasivos, pero que generaron, a su vez, nuevos riesgos.
Es paradójico que, cuando la medicina tenía poco para ofrecer, los juicios por
responsabilidad profesional eran excepcionales, y hoy que existen medios mucho
más efectivos, el número de litigios contra los médicos han crecido notoriamente.
La mayor tecnificación de la medicina ha generado una deshumanización en la
relación médico-enfermo, donde el médico es visto meramente como un técnico.
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Tengamos en cuenta también, que si el avance de los conocimientos médicos no ha
sido acompañado por el profesional, se establece la impericia.
Gracias a Internet los pacientes y sus familiares pueden tener acceso a la infor
mación rápida y actualizada de su trastorno que, a veces, hasta puede ser anterior
a su médico, aunque superficial y sesgada, lo que genera que los pacientes se crean
en condiciones de opinar y discutir de igual a igual, y hasta de exigir determinados
tratamientos, o cuestionarlos, aceptarlos o rechazarlos. Esto también resiente la
relación médico-paciente, gestando el ambiente que predispone a la demanda.
Digamos también, hay una tendencia clara en los medios de comunicación para
magnificar los errores médicos que, ávidos de noticias sensacionalistas, informan
sobre casos de presunta mala práctica, sin controlar las fuentes de información, en
trevistando familiares del dañado por un presunto error, etc. Todo lo cual hace que
pacientes que no obtuvieron el resultado deseado se crean legitimados para litigar.
Este cambio ha hecho que hoy se reclame ante cualquier sospecha de que le han
lesionado sus derechos; pero confundiendo Derecho a la Salud con derecho a la
curación, dado que los pacientes creen que ese derecho debe corresponderse for
zosamente con un resultado positivo. Parecería que se olvidan de que la muerte
y la enfermedad son fenómenos naturales y no algo provocado por los médicos.
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Muchos profesionales todavía no tomaron conciencia de estos cambios y siguen
creyendo vivir con los privilegios que tenían los médicos hasta la mitad del siglo
XX, donde los logros eran reconocidos y aplaudidos por todos y sus fracasos eran
tapados con tierra y flores. Hoy los pacientes, además de tierra y flores, pueden
generar la apertura de un expediente o una causa en los tribunales.
Esta falta de conciencia del riesgo que implica la resistencia al cambio de conduc
tas médicas caprichosas y perjudiciales, el desconocimiento de derecho médico
y de cómo prevenir posibles demandas, coloca a los médicos en una situación de
ingenuidad jurídica.
Si el psiquiatra conoce la ley, puede convertirla en una aliada que mejore su cali
dad profesional. Algunos suponen que haciendo una psiquiatría defensiva no ten
drán problemas, y eso es completamente falso, pues existen elementos, como las
decisiones con pacientes muy graves, que exigen un mínimo conocimiento de lo
que se debe y no se debe hacer, y eso lo brinda el estar al tanto de los principios
médico-legales que rigen nuestra actuación. Saber, por ejemplo, por qué internar
contra su voluntad a un paciente grave, y por qué evitar el egreso institucional de
alguien que puede suicidarse, son aspectos básicos que deben ser conocidos. Por
lo tanto, conocer derecho médico es una importante medida de prevención de
errores y de juicios por responsabilidad profesional.
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A veces hasta es bueno contratar los servicios de una agencia de investigaciones.
El tema es que su otorgamiento puede considerarse a veces indiscriminado ya que
casi siempre se consigue, salvo que se descubran bienes importantes.
Si bien este beneficio puede considerarse justo, es injusto que el estado no se haga
cargo de las costas del juicio en caso que el demandante lo pierda. Dicho en otras
palabras, a pesar de que el médico gane, deberá hacerse cargo de los honorarios
de abogados y peritos y demás gastos judiciales, aunque le hubiesen iniciado una
demanda maliciosa, si se hubiera otorgado este beneficio.
Por un lado vemos que la atención a la salud está cada vez más deteriorada y
carente de proyectos políticos para mejorarla, por otro, existe un exceso de mé
dicos en relación a nuestra población, lo que permite (por la famosa ley de oferta
y demanda), pagar honorarios miserables y someterlos, sin protesto a las condi
ciones laborales antedichas.
Es obvio que estas condiciones laborales los expongan a sufrir estrés, burnout,
accidentes de trabajo, enfermedades psicosomáticas; todo lo cual puede llevar a
realizar prestaciones por debajo del nivel que obliga la lex artis.
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Proletarización del médico
El empobrecimiento ha alcanzado a todos los profesionales, pero muy especial
mente a los médicos, quienes para llevarse mensualmente un ingreso digno de
ben trabajar un número importante de horas diarias, realizar varias guardias
semanales, etc., lo cual provoca sobresaturación de agendas y dificultades en la
formación (dado que no se dispone de tiempo para realizar un aprendizaje conti
nuo), la pérdida de la capacidad de atención y memoria producto del agotamiento,
y la imposibilidad de dedicar tiempo suficiente a cada paciente, incrementándose
notoriamente el riesgo de cometer errores.
Razones psicológicas
El paciente y/o sus familiares buscan un culpable de las eventualidades que pue
dan sufrir y es obvio que quien está a mano es el médico tratante. A muchas
personas demandar al médico y proyectar en el toda la culpa que sienten como
propia les alivia la angustia y les permite elaborar el duelo por la pérdida de un ser
querido. Esto es frecuente de ver en los padres de niños fallecidos.
Afán de enriquecimiento
Por la generación de expectativas económicas generadas en la población de verse
indemnizadas, muchos pacientes o familiares acudirán a un abogado, quien los
podrá llenar de expectativas de cobrar una buena indemnización.
Abogados inescrupulosos
Los abogados pueden convencer a pacientes o familiares que no obtuvieron el
resultado esperado, estimulándolos con promesas de dinero exageradas y aunque
sepan que la demanda no es viable pueden hacer el intento de “apretar” al médico
por aquello que “vale más un mal arreglo que un buen juicio”.
Existen también estudios jurídicos que reparten tarjetas en la puerta de los hospi
tales estimulando a los pacientes para que hagan juicio ante cualquier duda que
les quepa respecto a la atención recibida.
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Seguros de responsabilidad profesional.
Cuando abogados y pacientes confirman que el médico está protegido con una
póliza de seguros, se incentiva la demanda con la expectativa de que estas ase
guradoras se harán cargo de las indemnizaciones. Es dinero más seguro ante la
posible insolvencia del médico.
En general, también existe una disminución del nivel de los claustros profesorales,
y de investigadores, lo que lleva, a su vez, a una merma de la exigencia del nivel
académico, que dan como resultado la progresiva y constante disminución del
nivel de formación de las continuas promociones.
Esta disminución del caudal de conocimientos expone a los médicos, por lo menos,
a la impericia.
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En este cambio jurisprudencial hemos observado que son cada vez más frecuentes
las sentencias vinculadas al consentimiento informado, dado que su ausencia o su
instrumentación anómala, violan el derecho a la autonomía, el cual debe obligato
riamente ser respetado por el profesional y protegido jurídicamente.
Otros criterios que hacen más fácil la condena al médico, y lógicamente incentiva
a abogados y pacientes a litigar, tienen que ver con la ampliación del campo de
la responsabilidad a través de los supuestos de responsabilidad objetiva, a las
doctrinas de las cargas probatorias dinámicas y del “res ipsa loquitur” (los hechos
hablan por sí mismo) y al incremento de las las condenas mediante las denomi
nadas “presunciones judiciales”, que es la sumatoria de indicios que, sin formar
prueba fehaciente, llevan al magistrado a tener idea sobre cómo sucedieron los
hechos.
Por último, otros cambios sobre los cuales no nos vamos a extender pero si a
mencionar son: a) la consideración del paciente como un “consumidor de salud”,
colocando al mismo nivel los daños médicos a los que podría ocasionar un co
merciante, b) la resistencia de los médicos a modificar conductas profesionales
inadecuadas (vicios y caprichos), c) la resistencia de los empresarios de la me
dicina a invertir en la prevención de riesgos médico-legales.
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Mala práctica
El concepto “Mala Práctica” se encuentra definido, pero implica un prejuicio cuan
do se habla de juicio de mala práctica, dado que coloca un sello jurídico previo a
una sentencia judicial. Entonces, el juicio no es de mala práctica, es de responsa
bilidad profesional.
A partir de aquí concluimos que estos dos vocablos no son sinónimos, pero siem
pre que exista mala práctica habrá responsabilidad. La inversa no siempre se
cumple, por lo que puede haber mala práctica con derecho a la indemnización,
mala práctica sin derecho a la indemnización y derecho a la indemnización sin
mala práctica. Veamos esto en ejemplos.
Entonces, la existencia de mala práctica es solo uno de los elementos que deben
existir para que se configure la responsabilidad profesional y que el paciente o sus
familiares puedan reclamar con éxito una indemnización, dado que, como vimos
antes, puede existir “mala práctica” y no haber derecho a la indemnización. Este
tema será ampliado en “Presupuestos de la responsabilidad Profesional”, donde se
verán en detalle todos los requisitos para su configuración.
Si mala práctica es un acto profesional inadecuado, ¿dónde está establecido lo que
es un acto profesional adecuado? No es ni en los códigos, que la tratan indirecta
mente, ni en las leyes que tratan sobre el ejercicio de la profesión que la estudian
parcialmente; la respuesta la encontramos en el universo del conocimiento médico
actual. O sea que un acto médico inadecuado es aquel que se opone al estado de
la ciencia médica en el momento en que se realiza (lex artis).
La mala práctica implica, entonces, una ruptura de la lex artis, una desviación
del acto médico adecuado, que para poder establecerla se deberán determinar los
estándares del procedimiento que indica la ciencia actualizada.
Existen maestros que marcaron una época por ejemplo Enrique y Ricardo
Finochietto, quienes crearon una escuela quirúrgica de relieve internacional. Una
buena parte de su técnica hoy sería considerada mala práctica porque daña de
masiado al paciente, ya que eran operaciones muy cruentas. Esto implica que el
concepto de práctica adecuada cambia de acuerdo al avance de los conocimientos.
Podemos ahora dar una definición de mala práctica diciendo que es una
“Conducta profesional inadecuada que provoca un daño en el cuerpo y/o en la salud
y/o económico y/o moral, que produce el médico a su paciente, que no deriva de la
voluntad y sí de la culpa por la omisión y/o la incorrecta aplicación de conocimien
tos teóricos y/o prácticos. Es consecuencia de un hecho previsible y posible de ser
evitado por los medios habituales o normales de cuidado derivados de los cono
cimientos actuales.
Otra manera de definir este concepto nos permite utilizar la regla mnemotécnica
de las cinco D: “Daño Directamente Derivado por un Descuido en el cumplimiento
de un Deber”. En esta definición aparecen los presupuestos de la responsabilidad:
daño, culpa y relación de causalidad. Cuando veamos los requisitos de la respon
sabilidad se profundizarán estos conceptos. Mencionaremos cuales son los prin
cipales deberes del psiquiatra: a) Prestar debida asistencia profesional, b) Obrar
con ciencia y prudencia, c) Informar adecuadamente, d) Obtener el consentimiento
informado, e) Documentar la evolución, f) Abstenerse de asegurar un resultado, g)
Guardar el secreto profesional, h) No abandonar al paciente sin causa justificada,
i) Denunciar delitos
29
Iatrogenia
El término “iatrogenia” viene de las raíces griegas: “iatros”, médico y “génesis”,
generado por. En este caso el médico provoca un daño a partir de su ejercicio pro
fesional correcto y no culposo.
Una completa definición de iatrogenia que nos sirve para compararla con la de
mala práctica es la siguiente: “Conducta profesional adecuada que provoca un daño
en el cuerpo o en la salud de un paciente, que no deriva ni de la voluntad ni de la cul
pa, sino que es consecuencia de un hecho imprevisible que escapa a toda posibilidad
de ser evitado por los medios habituales o normales de cuidado, a los conocimientos
actuales; o el profesional decide producirlo para evitar un mal mayor”.
Vale recordar que uno de los primeros médicos en acuñar este término fue Eugen
Bleuler para referirse a los “trastornos psíquicos originados o generados en el
enfermo por actitudes o explicaciones del médico sobre la afección que padece”.
Repetimos una vez más, la confusión entre iatrogenia y mala práctica es lesiva
para el ejercicio de la profesión, ya que los pacientes y la gente en general con
funden así error científico con falta o culpa médica.
30
PSEUDO MALA PRÁCTICA
Es importante que el profesional tenga claro este concepto, dado que es un hecho
paradigmático de la necesidad de la aplicación de políticas de gestión de riesgo
tanto a nivel institucional como particular.
En general, suele ser producto de no haber podido establecer una buena relación
médico paciente, por lo que, en muchos casos, llega a los estrados judiciales
El hecho que esta situación sea independiente de la mala práctica, no debe hacer
nos pensar que siempre existe mala intención de parte de los afectados o del le
trado, pero debe quedar claro que quien puede dilucidar el problema es el perito
médico de parte, a quien debe consultar el abogado antes de iniciar la demanda,
para evitar caer en aventuras judiciales.
Sobre este punto diremos que un error diagnóstico puede implicar un riesgo para
el paciente (ej. suicidio), o un riesgo para la sociedad (peligrosidad).
31
prescribir o no prescribir psicofármacos. De no hacerlo, se arriesgan a provocar
daños por omisión de interconsultas.
Ó
CAPITULO
RESPONSABILIDAD
La responsabilidad en general
Todas las sociedades establecieron la responsabilidad, dado que sin ella no habría
posibilidades de convivencia.
Es un principio general que todo individuo que ocasiona un daño debe responder
por el mismo.1 Como puede apreciarse, la responsabilidad no es una categoría rela
cionada específicamente con la actividad de los médicos, sino que se corresponde
con cualquier actividad humana cuando de la misma se derive un daño injusto.
Etimología
El vocablo responsabilidad deriva del latín repondeo/respondere, que significa
responder, obligarse o comprometerse.
1 Art. 1109 del Código Civil: “Todo el que ejecuta un hecho, que por su culpa o negligencia ocasiona
34
Definición
La Real Academia Española define responsabilidad como “la obligación de reparar
y satisfacer cualquier daño”. No difiere de las múltiples acepciones jurídicas.
Al referirse a las “personas imputables” la definición alude a que los actos dañosos
deben haber sido cometidos con discernimiento, intención y libertad.
La responsabilidad jurídica, a su vez, puede ser de tipo civil y/o penal. La primera
pretende reparar el daño que se causado a la víctima por intermedio de una repa
ración pecuniaria denominada indemnización. La responsabilidad penal, a partir
de la defensa del interés del estado y de los particulares interesados, mantiene la
armonía jurídica y orden público, por medio del sufrimiento de una pena (inhabili
tación profesional, multa o privación de algún derecho). Este tema vamos a desa
rrollarlo cuando veamos las diferencias entre culpa penal y culpa civil.
35
| La responsabilidad profesional ; <
Los profesionales somos responsables civiles porque somos personas. El artículo
30 del Código Civil las define diciendo que “son personas todos los entes suscep
tibles de adquirir derechos o contraer obligaciones”, deduciéndose que la respon
sabilidad civil no nace a partir del ejercicio profesional, sino que el ejercicio profe
sional es una característica que podemos realizar alguna personas.
Tomando en cuenta estos conceptos, queda claro que no solo los médicos sino
todos los profesionales de la salud quedan involucrados en estas cuestiones tales
como los enfermeros, psicólogos, kinesiólogos, obstétricas, etc.
2 Art. 84.- Será reprimido con prisión de seis meses a cinco años e inhabilitación especial, en su
caso, por cinco a diez años, el que por imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión o
inobservancia de los reglamentos o de los deberes de su cargo, causare a otro la muerte.
El mínimo de la pena se elevará a dos años si fueren más de una las víctimas fatales, o si el hecho
hubiese sido ocasionado por la conducción imprudente, negligente, inexperta, o antirreglamentaria
de un vehículo automotor. -
Art. 94.- Se impondrá prisión de un mes a tres años o multa de mil a quince mil pesos e inhabili
tación especial por uno a cuatro años, al que por imprudencia o negligencia, por impericia en su
arte o profesión, o por inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo, causare a otro un
daño en el cuerpo o en la salud.
36
| \ La responsabilidad médica < ¿a-> v - - - ? -
A partir de que los médicos durante el ejercicio de su profesión, pueden ocasionar
una serie de perjuicios, surge el problema de la responsabilidad médica.
“Es la obligación que tienen los médicos de reparar y satisfacer las consecuencias
de los actos, omisiones y errores voluntarios, e incluso involuntarios dentro de cier
tos límites, cometidos en el ejercicio de su profesión”. (Gisbert Calabuig).
“Es la obligación de los médicos de asumir las consecuencias de los hechos origina
dos en el ejercicio de su arte. (Laccasagne).
“Son responsables los médicos que precipitadamente aplican métodos aún no com
probados, o que descuidan por prisa o pereza, las debidas precauciones, o los que
ocasionan daño por ignorancia”. (Jiménez de Asúa).
Hoy resulta prioritario que los médicos aceptemos que, como el conjunto de las
personas, nos encontramos sometidos a la ley y, por consiguiente, nuestra activi
dad profesional puede ser evaluada por la normativa jurídica. Esta situación que
ha llegado para instalarse, es vivida como una injuria narcisista provocando no
solo rechazo, sino también repudio que nuestra actividad profesional sea puesta en
tela de juicio por los pacientes, por los hombres del derecho y por toda la sociedad.
37
competente”, “Si el paciente es libre para elegir al profesional debe soportar los ries
gos y errores en que podría incurrir éste por merecerle confianza”, “Qué saben los
abogados para venir a juzgamos”, etc.
No existe motivo alguno para que nuestra actividad profesional no se ejerza den
tro del sistema jurídico como cualquier actividad humana, por lo que debemos
adaptar nuestra actuación profesional a los requerimientos legales. La diferencia,
únicamente debe tener en cuenta las particularidades de nuestra ciencia. Esto
implica que el juzgamiento de la conducta médica debe vincularse con la comple
jidad del ejercicio.
A) Responsabilidad ético-moral
El profesional de la salud tiene principalmente una responsabilidad ante su propia
conciencia, la que, al menos en teoría, debiera ser rigurosa dado que es el funda
mento deontológico de su actividad profesional.
La ética médica puede definirse como el conjunto de principios y reglas que rigen
la conducta moral y profesional de los médicos, no siendo más que la aplicación a
la profesión de las normas morales.
B) Responsabilidad administrativa
Se produce por el incumplimiento de normas o estatutos administrativos que rigen
la actividad, tales como incompatibilidades en el ejercicio de la profesión, faltas de
asistencia, abandono de guardia, actos de indisciplina, incumplimientos de obli
gaciones (no confeccionarla historia clínica), etc.
38
Las faltas a la responsabilidad profesional pueden dar origen a sumarios adminis
trativos, independientemente que también hayan sido motivo de intervención de la
justicia Penal y/o Civil si se generaron daños.
C) Responsabilidad Jurídica
Cuando la conducta del profesional de la salud, durante el ejercicio de su pro
fesión, sea por acción o por omisión, genere un daño, puede ser responsabilizado,
en el campo penal o civil o en ambos.
lj Responsabilidad Penal
Se produce cuando el profesional incurre en una infracción a una conducta pre
vista y tipificada en el Código Penal.
Para que se configure un delito penal debe probarse que la conducta ha sido:
típica (valoración de una figura descripta y preestablecida en el Código Penal),
antijurídica (contraria a derecho) y culpable (realizada con culpa o dolo).
39
La ley penal es sancionatoria, dado que la reparación del daño se realiza a través
de una pena que se determina en protección del interés público; y que, casi siem
pre, implica la privación de la libertad (prisión), multa e inhabilitación. Esta úl
tima pena suele ser la más grave para el profesional ya que como difícilmente vaya
preso, le va a impedir ejercer su profesión, durante todo el tiempo que dure la
misma.
2) Responsabilidad Civil
La responsabilidad civil es la que proviene de una acción o de una omisión que
causa un daño a otro sin intención, o sea si ha existido culpa en el médico, pues
es principio del Derecho que no hay responsabilidad sin culpa.
Es parte del derecho privado y es un litigio exclusivo entre las partes (no intervie
ne el orden público), por lo que es negociable y renunciable y el proceso debe ser
impulsado por ellas.
A pesar de que por el avance del número de juicios de los últimos tiempos, puede
creerse que el concepto de responsabilidad médica es actual, vemos que esto no
es así sino simplemente que dicho concepto ha evolucionado a través de toda la
historia de la humanidad.
Mas adelante, con la mejor organización de la sociedad, se creó la Ley del Talión
(“ojo por ojo, diente por diente”), que fue un avance en relación a la venganza,
40
porque instituyó una proporcionalidad entre daño y pena, dado que la limitaba a
realizar un daño idéntico al sufrido.
41
Más adelante, Alejandro Magno estableció la pena de crucifixión para el médico
que abandonase libre y voluntariamente a un enfermo.
En Egipto existió un “Libro Sagrado”, elaborado por los sacerdotes, que era un
código de reglas y conocimientos médicos que si el médico no lo cumplía podía ser
condenado a muerte.
En la edad media, por influencia religiosa, la medicina fue solo un paliativo dado
que el paciente debía resignarse a los designios divinos.
Modernamente, fueron dos procesos ocurridos en Francia en el siglo XIX, los que
iniciaron las actuales pautas de la valoración de actividad médica. Fueron los
casos Helie y Noroy.
En 1825 el Dr. Helie tuvo que asistir un parto distócico con presentación de hom
bro. El brazo derecho se encontraba fuera de la vulva, por lo que decidió amputarlo
sin antes intentar alguna maniobra. Cuando se presentó el brazo izquierdo, tam
bién lo amputó. Al finalizar el parto, pese a la doble mutilación, el recién nacido
se encontraba vivo. El profesional fue denunciado por el padre del niño ante el
Tribunal de Domfront, que solicitó un dictamen previo a la Academia de Medicina,
y lo condenó a pagar una indemnización vitalicia a la víctima por “haber actuado
imprudentemente y con una precipitación increíble no habiendo intentado nin
guna maniobra obstétrica ni llamado a consulta”.
En el año 1832 el Dr. Thouret Noroy había realizado una sangría (práctica común
en aquellos años), y luego de detener la hemorragia colocó un vendaje. Luego se
formó una tumoración dolorosa. En la siguiente consulta indicó la aplicación de
pomadas locales. El paciente empeoró y el profesional se negó a volver a examinarlo.
Otro profesional llamado en consulta diagnosticó un aneurisma y lesión de la
42
arteria braquial, que provocó una gangrena y hubo que proceder a la amputación
del miembro. Noroy fue demandado y el tribunal sentenció que había existido
“impericia, negligencia grave, falta grosera, y olvido de las reglas elementales”, lo
condenó al pago de una indemnización vitalicia a favor de la víctima. La sentencia
fue apelada y luego confirmada por el Tribunal de Casación, cuya argumentación
del fiscal Dupin ha quedado para la historia y cuyos puntos más salientes son:
Para que haya responsabilidad civil no es necesario buscar si existió intención, basta que
haya habido negligencia, imprudencia, impericia grosera, y por lo tanto inexcusable.
Que los médicos se conforten; el ejercicio de su arte no está en peligro; la gloria y la repu
tación de quien la ejerce con tantas ventajas para la humanidad no serán comprometidas
por la falta de un hombre que falle bajo el título de doctor.
Cada profesión encierra en su seno a hombres de los cuales ella se enorgullece y otros de
los cuales reniega.
Desde el momento en que los hechos reprochados a los médicos salen de los de aquella
clase que por su naturaleza están exclusivamente reservados a las dudas y discusiones
de la ciencia, desde el momento en que ellos se complican de negligencia, de ligereza o de
ignorancia de cosas que se deben necesariamente saber, la responsabilidad del derecho
común existe y la competencia de la justicia está abierta.
Queda a cargo del juez, en cada caso, determinar cuándo alguien debe ser considerado
responsable de un acto cometido en el ejercicio de su profesión....”
A partir del siglo XX, el derecho hace que nuevamente, ante errores en los trata
mientos, el acto médico pasa a ser responsabilizado.
43
de Abril de 1910 de la Cámara Nacional del Crimen y el segundo del 20 de Abril de
1918 de la Cámara de Apelaciones de San Nicolás. Hasta el año 1935 había cuatro
casos registrados en el repertorio jurisprudencial. Entre 1970 y 1985 fueron 150,
pero entre 1990 y 2000, se calcula que la cantidad ascendió a 10.000. Si bien no
contamos con estadísticas serias, se supone que el número actual puede rondar
los 30.000. Obviamente, tampoco existen estadísticas sobre juicios a psiquiatras.
Según algunos datos, en el año 2006 los juicios por responsabilidad generaban un
gasto anual de 450 millones de pesos, perteneciendo el 60% de los juicios a Capital
Federal y Gran Buenos Aires; y el promedios era de 360 mil pesos por demanda.
I (requisitos)
Para que se configure responsabilidad profesional en el ejercicio de la psiquia
tría, deben concurrir varios requisitos doctrinariamente establecidos, comunes
a cualquier responsabilidad civil. El juez investigará la presencia de todos ellos
antes de imponer una condena para no emitir un fallo contrario a derecho. Dichos
requisitos son las exigencias mínimas que deben estar presentes para hacer viable
un reclamo de responsabilidad profesional.
La existencia de estos requisitos son condición ineludible para que nazca la obli
gación de indemnizar, tanto que la existencia de daño sin culpa, o del hecho
antijurídico sin daño; o del hecho antijurídico y daño sin relación de causalidad
eximen de la obligación de responder.
1) Hecho antijurídico:
Constituye el primer requisito y sin su existencia no es posible plantear los si
guientes. Un comportamiento es antijurídico cuando viola un determinado or
denamiento jurídico (Código, ley, contrato, disposiciones regulatorias, deberes u
obligaciones, en nuestro caso, propios de la profesión, códigos de ética, etc.). En
responsabilidad médica, el hecho antijurídico está predominantemente sostenido
por una violación a lo que la ciencia considera correcto en el momento de su eje
cución y, en tanto ajeno a la lex artis, implica una conducta médica violatoria de
las obligaciones asumidas como profesional de la salud.
44
Este comportamiento puede ser positivo o negativo y manifestarse a través de ha
cer algo que no debería ser hecho o no hacer algo que debiera ser hecho por estar
indicado, o hacer algo indicado pero tardía o defectuosamente; como así también
de violar el deber genérico de no dañar a los demás. La actuación antijurídica
puede ser realizada voluntaria o involuntariamente, pero, en tanto ajena a la lex
artis, implica una conducta médica violatoria de las obligaciones asumidas como
profesional de la salud.
En este sentido diremos que todo acto voluntario, tanto por acción como por
omisión, que se aparte de la lex artis (principios básicos de la medicina) es con
siderado una falta médica. En dicha falta el profesional infractor, o no se conduce
como lo hubiera hecho cualquier profesional cuidadoso, previsor, y diligente, que
toma las precauciones propias de las necesidades del caso, o vulnera los deberes
y reglamentos dictados por la autoridad competente para evitar riesgos y evitar
un peligro.
Recordemos también que existen varias leyes (17.132, transplantes, 153 del
GCABA, etc.) que regulan específicamente el ejercicio de la medicina e imponen
deberes que serán tenidos en cuenta cuando se valore la conducta del profesional.
Obviamente, el autor del acto antijurídico debe haber sido un profesional con di
ploma y título habilitante vinculado al arte de curar (médico, psiquiatra, psicólo
go, etc.). La posesión de un título genera una expectativa y una exigencia de poner
adecuadamente al servicio del paciente todos los conocimientos que se derivan del
mismo, para brindarle la asistencia que el estado del paciente requiera.
45
2) Factor de atribución:
El factor de atribución es el fundamento del por qué la ley hace responsable a un
sujeto que ha causado un daño. Es semejante a la imputación del derecho penal.
Imputar o atribuir significa adjudicar a una persona la autoría de un hecho y sus
consecuencias, de la que se deriva la obligación de reparar.
Si bien los factores de atribución subjetivos son la culpa y el dolo, como referimos
anteriormente, la responsabilidad profesional es siempre culposa. Si el daño es
originado por una casualidad, es un eximente de responsabilidad denominado
“caso fortuito”.3
Otros ejemplos son la imputación al jefe de Servicio o la institución por los daños
cometidos por el médico residente o por personal de enfermería, dado que con los
dependientes se puede ser responsable por haberlos elegido y/o por no haberlos
vigilado.
3) El daño
Durante el ejercicio de la medicina se pueden dañar bienes jurídicos protegidos
por la ley.
3 Artículo 514, Código Civil: “Caso fortuito es el que no ha podido preverse, o que previsto, no ha
podido evitarse”.
46
Para establecer la responsabilidad se debe probar necesariamente la existencia de
un daño objetivo que haya sido causado a la víctima por el acto profesional cul
poso; por lo que el daño constituye requisito principal de la responsabilidad civil;
dado que, como lo establece el art. 1067 del Código Civil, si no hay daño probado
no hay obligación de responder, por lo tanto no habrá responsabilidad.
El daño, tal como lo define el articulo 1068 del Código Civil, es “todo perjuicio
susceptible de apreciación pecuniaria, o directamente en las cosas de su dominio
o posesión, o indirectamente por el mal hecho a su persona o a sus derechos o fa
cultades”.
El artículo 1109 del Código Civil dice: “Todo aquel que ejecute un hecho y que por
su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del
perjuicio”. La magnitud del daño será condicionante del monto de la reparación.
Como estudiaremos más adelante la existencia del daño debe ser probada por
quien alega, en nuestro caso el paciente.
Para la ley penal, el daño implica una lesión en el cuerpo o la salud. Por lo tanto,
daño y lesión pueden ser sinónimos, según se lo mire desde el punto de vista civil
o penal. La magnitud del daño condiciona el monto de la demanda y la sentencia.
Tipos de daño:
El daño puede ser material o moral; el primero está compuesto por el daño emer
gente y el lucro cesante; y el segundo por el daño espiritual o a los sentimientos.
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Los daños materiales pueden ser patrimoniales o corporales; los daños materiales
son los gastos de honorarios profesionales, farmacias, sanatorios, lucro cesante;
los corporales son los físicos y los psíquicos. El daño material causado en el patri
monio es susceptible de valoración económica.
Daño material
Podemos dividirlo en daño emergente, lucro cesante y pérdida de chance.
Daño emergente: es una lesión directa en el cuerpo o en la salud del paciente, que
comprende desde incapacidades leves hasta la muerte. También se incluyen los
gastos de la víctima como consecuencia de la supuesta mala praxis (ej. honorarios
médicos por nuevos tratamientos, costos de medicamentos, las prótesis utilizadas
y las que deban adquirirse en el futuro, viáticos, rehabilitación, etc.). En este ru
bro, en casos de muerte de la víctima, se agregan los gastos de velatorio y entierro.
El daño psíquico es parte del daño emergente.
En otras palabras, este daño implica la valuación económica del daño físico y
psíquico y de los gastos ocasionados a la víctima.
Para algunos teóricos del derecho la indemnización deberá ser valuada en relación
a esa pérdida de posibilidades (chance), y no en base a la totalidad del daño sufrido.
Daño extrapatrimonial
Daño moral: Implica una lesión a los derechos extrapatrimoniales, relacionado a
la injusticia, al padecimiento, al dolor y a la pérdida del placer por no tener al ser
querido, al sufrimiento, tanto del damnificado como de sus derechohabientes. Es
el causado en el fuero íntimo de las personas y a pesar de que no tienen valoración
económica, los magistrados calculan un valor económico para repararlo.
48
Este daño, extrapatrimonial, no siempre guarda proporción con el daño material
reclamado y es valorado por el Juez de acuerdo a su conciencia y libre arbitrio, ya
que no existen haremos para fijar su cantidad ni es posible de peritar.
No debemos confundir daño moral con daño psíquico, ya que en este se produce
no solo sufrimiento, sino la reunión de criterios que permiten diagnosticar un
trastorno mental que amerita tratamiento.
a) Propio. Debe recaer sobre un interés propio, es decir, debe ser personal del re
clamante, o bien, se debe tener legitimación jurídica para reclamarlo (si fallece por
los herederos y si es incapaz por sus representantes legales).
El daño propio puede ser directo, cuando afecta a la persona o bienes del damnifi
cado; o indirecto, cuando afecta al damnificado y repercute en el patrimonio de
otro que resulta damnificado indirecto.
b) Cierto. Debe ser real, no puede ser un daño hipotético, y debe estar derivado del
acto médico reprochado, no de la propia patología del paciente o de una evolución
negativa de diferente causa.
49
f) Debe ser probado por quien lo alega.
La determinación y valoración del daño puede no ser fácil. Son los peritos médicos
quienes constatan su existencia y lo valoran. El magistrado no puede apartarse
de la peritación médica sin un fundamento sólido, pero ante un informe confuso,
puede solicitar nuevas peritaciones con el objeto de determinar la existencia o no
del daño.
El autor del daño culposo debe responder siempre por las consecuencias inmedia
tas, algunas veces por las consecuencias mediatas (cuando tenía la obligación de
preverlas y evitarlas), nunca por las consecuencias remotas.
La relación de causalidad puede no existir o romperse por culpa del paciente o fa
miliar, cuando el enfermo no cumple con las indicaciones del profesional, modificó
las dosis de los medicamentos, o rechazó exámenes complementarios o controles;
o cuando se cometieron errores en la administración de medicamento.
50
acuerdo al curso natural y ordinario de los acontecimientos, sin necesitar para
ello de otro hecho que la complemente.
Que un hecho anteceda a otro, no implica que sea su causa eficiente; es necesario
demostrar que tiene por sí la capacidad de producir ese resultado, por lo que se
debe descubrir, en primer lugar y en forma concreta, cuál es la causa eficiente que
supuestamente ha producido el daño, y luego relacionarla con él. Si la primera es
la causa del segundo, la relación de causalidad se habrá establecido; si no existe
vinculación lógica entre la causa determinada y el daño, no existirá obligación
reparatoria.
Podemos definir causalidad como el proceso que a partir de un hecho inicial con
duce a la situación presente. Las preguntas fundamentales que el perito médico
debe ayudar a responder al magistrado son a) ¿Sin esa acción u omisión se hubie
ra producido el daño demandado?; b) ¿Ese daño se hubiera producido según el
curso normal, natural y ordinario de las cosas o fue determinado por la conducta
médica? c) ¿En ausencia del hecho incriminado, el daño se podría haber produ
cido igual?
51
detiene pero en su acción incorpora un elemento que hace que el daño se mag
nifique, se configura la mala práctica.
52
das las obligaciones legales, éticas, y científicas propias de su profesión; es decir,
podrá acreditar la ausencia de culpa, esto es acreditar que no actuó con impericia,
imprudencia o negligencia, por lo que el daño no puede serle atribuido. Para ello,
es trascendental la historia clínica.
2) El error excusable
Es un error sin culpa, debido a la existencia de una razón lógica y admisible para
errar. Se parte de la premisa de que la medicina no es una ciencia exacta, por lo
que el médico, en tanto ser humano falible, no está libre de la posibilidad de fallar.
Al estar ausente la culpa falta uno de los requisitos obligados para la existencia
de responsabilidad.
En este sentido, podríamos decir también que es el error que se produce a pesar
de que el médico hizo todo lo que se debía hacer, a diferencia del error reprochable
que ocurre cuando el médico no hizo todo lo que debía.
Es obvio que el profesional no podrá utilizar este eximente como estrategia defen-
sista a partir de la gravedad del cuadro y/o en la situación de urgencia, si omitió
adoptar las precauciones mínimas y las indicaciones de la lex artis, o utilizó una
técnica obsoleta, dejada de usar en la actualidad, o por haber utilizado una téc
nica cuando lo indicado son dos o más (ej. psicoterapia + psicofármacos).
Sobre este punto debemos acentuar que la ciencia médica no es una ciencia
exacta y que hay aleas que sería injusto transferirlas al médico, ya que no todos
los seres humanos reaccionan de igual manera ante determinadas circunstan
cias. La actuación del médico puede producir un daño a pesar de haber actuado
correctamente.
Al ser imprevisible acontece inesperadamente, pero debemos tener en cuenta que todo
lo inesperado no es imprevisible. Al psiquiatra le puede resultar inesperada la muerte
de un paciente al que estaba medicando con litio por desconocer su toxicidad.
La prueba del caso fortuito o de la fuerza mayor corren a cargo del profesional que
las alega, por lo que vuelvo a resaltar el valor de la historia clínica.
Como vimos al diferenciar iatrogenia de mala práctica, el caso fortuito puede origi
nar a la primera.
4) Hecho ajeno
Es un hecho que debe ser cometido por persona ajena al presunto responsable.
En medicina pueden ocurrir daños a los pacientes derivados de vicios del medi
camento que el médico prescriptor no pudo prever, tales como componentes no
referidos por el laboratorio, defectos de envasado, efectos adversos o contraindi
caciones no establecidas ni sospechadas al momento de la prescripción. Muchos
medicamentos demuestran su poder lesivo recién en la etapa de comercialización,
luego de autorizada su venta por las autoridades. En estos casos, la responsabili
dad puede adjudicarse al estado que lo autorizó o al laboratorio que lo fabricó, pero
nunca al profesional que prescribió.
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Un último ejemplo, sin agotar estas posibilidades, ocurre cuando el error de
diagnóstico y el consecuente tratamiento es debido a un error en el informe de un
estudio complementario. Por ejemplo un informe de anatomía patológica que no
diagnostica la existencia de una neoplasia. En este supuesto, el médico tratante
se libera de la obligación de responder y el responsable será el anatomopatólogo.
Sobre este punto, el paciente está obligado a informar al médico los síntomas que
lo llevan a la consulta, como sus antecedentes, tratamientos previos y todos los
datos que pueden orientar un diagnóstico y la respectiva terapéutica. El paciente,
por desconocimiento, pudor, vergüenza, picardía o mala fe puede ocultar infor
mación importante. En el caso de que la falta de información de parte del paciente
y/o sus familiares impidieran al médico cumplir con su obligación, no debería ser
reprochado. Pero, si un paciente, por ejemplo, ingiere una sobredosis de medi
cación con fines suicidas y no lo informe, el psiquiatra no puede quedar exculpado
si no actúa ante síntomas evidentes de sobreingesta de psicofármacos o de alguna
otra sustancia utilizada con fines autoliticos. Diferente es la situación si dichos
síntomas no se presentaron.
Tampoco se puede pretender que sea hecho de la victima, el caso de una conducta
autolesiva en un paciente con un trastorno mental al que se le había diagnosticado
“riesgo cierto e inminente”, y no se cumplió adecuadamente con el deber de vigi
lancia y seguridad. Si bien el suicidio se lo provocó el propio paciente, su patología
psíquica era parte del tratamiento y, lejos de ser un eximente de responsabilidad,
puede ser demostrativo de una actuación culposa.
Es obvio que la culpa del paciente deberá ser probada por el médico, pero algunos
magistrados podrían exigir que el médico pruebe también que ha brindado, al
paciente y la familia, la adecuada información sobre los riesgos que corría si no
cumplía con el tratamiento indicado. En este caso podría caber la denominada
culpa concurrente, fijando el juez el porcentaje de responsabilidad que le corres
ponde a cada uno.
55
La culpa del paciente (culpa de la víctima) está contemplada en el artículo 1.111 del
Código Civil, que dice: “El hecho que no cause daño a la persona que lo sufre, sino
por una falta imputable a ella, no impone responsabilidad alguna”.
6) Estado de necesidad
Es un concepto de la doctrina penal que luego fue tomada por la doctrina civil, y
está contemplada por el famoso artículo 34 del Código Penal, que en el inciso 3
dice: (No son punibles): 3o el que causare un mal por evitar otro mayor inminente
al que ha sido extraño.
Existe entonces estado de necesidad cuando una persona, para evitar un mal
grave e inminente al que ha sido extraña, causa un daño a otra; en estos casos no
existe responsabilidad si el daño ocasionado es de menor magnitud al evitado y no
había otra manera de impedir su ocurrencia.
Para terminar diremos que existen otras dos causas de justificación que no
tienen demasiada importancia para el tema que estamos tratando, por lo que no
nos vamos a explayar y ellas son la legítima defensa y el ejercicio de un derecho,
autoridad o cargo.
56
CAPITULO
TIPOS DE RESPONSABILIDAD
Contractual y Extracontractual
Generalidades
| Responsabilidad Contractual
Está doctrinariamente establecido, tanto nacional como internacional, que la res
ponsabilidad profesional es, en la mayoría de los casos, de naturaleza contractual.
Kant dijo que “el contrato es una limitación que la persona impone voluntariamente
a su libertad”. Las partes contratantes se obligan a dar, a hacer, o a no hacer algo
que, si no fuera por este acuerdo no estarían obligadas.
Como en la mayoría de los casos la relación entre médico y paciente surge a partir
de un acuerdo de voluntades previo al desarrollo de la actividad profesional, en la
actividad médica se configura una forma especial de contrato denominado, pre
cisamente, “de asistencia médica”. En el mismo, el médico se obliga a cumplir con
las obligaciones derivadas de su profesión para intentar recuperarle la salud del
paciente, y este se obliga a remunerar el trabajo del médico, a informarlo de sus
57
dolencias sin ocultarle nada, y a cumplir con las indicaciones. Observamos enton
ces, que en este contrato adquiere especial importancia el deber de colaboración
que le corresponde al paciente para hacer posible el cumplimiento de la prestación.
Las obligaciones que les corresponden a ambas partes de esta relación existen
desde la primera consulta y se extienden hasta la finalización del tratamiento.
c) Es consensual y modificable, dado que las partes pueden variar las cláusulas a
partir de un acuerdo de voluntades, mientras no atenten contra el orden público o
las buenas costumbres, por ejemplo, el médico puede atender al paciente de ma
nera gratuita. Dicho de otro modo, produce efectos desde el momento en que las
partes expresan su consentimiento.
d) No es formal, dado que la ley no exige ninguna solemnidad para su validez (ej.
no se exige que sea por escrito).
En este sentido, es frecuente que se nos presente el problema de tener que determi
nar si el paciente tiene capacidad para establecer un vínculo contractual cuando
nos viene a consultar. Puede ocurrir que no esté legalmente incapacitado pero, como
consecuencia de su alteración judicativa, no sea competente para establecer ningún
contrato, ni para otorgar el consentimiento informado del tratamiento. En este caso,
es el familiar responsable quien estaría legitimado a tomar la decisión de continuar
o interrumpir la relación, y elegir un nuevo especialista. En el caso de continuar, el
vínculo contractual lo establecemos con dicho familiar responsable y no con el pa
ciente; y es a este con quien se debe cumplir con el deber de información y solicitar
el consentimiento informado. Del mismo modo, si el paciente fuera incapacitado, el
vínculo contractual lo establecemos con el representante legal.
Sobre este punto agregamos que el hecho de presentar una enfermedad mental y
estar o no inhabilitado, no implica que en un momento determinado el paciente
pueda presentar competencia para consentir un tratamiento y/o mantener o no el
vínculo con el psiquiatra.
| Responsabilidad Extracontractual
La Responsabilidad extracontractual no deriva de la existencia de ningún contrato
previo, sino que el fundamento jurídico de esta responsabilidad se encuentra defi
nida en el artículo 1109 del Código Civil (“Todo el que ejecuta un hecho, que por
su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del
perjuicio”), y surge a partir de la violación del deber genérico de no dañar. En otras
palabras, en la responsabilidad extracontractual, la relación puede originarse
cuando la atención médica es prestada por iniciativa del médico, ante una si
tuación de urgencia, sin el consentimiento del paciente, por ejemplo, el paciente se
59
encuentra inconciente; o cuando el psiquiatra acude espontáneamente a asistir a
una persona que se quiere suicidar, obviamente en contra de su voluntad; o cuan
do asiste a una víctima de un accidente de tránsito (la ley 17.132 en su art. 3o inc.
2° dispone la obligación del médico de asistir a los enfermos cuando la gravedad
de su estado así lo impone y hasta tanto, en caso de decidir la no prestación de la
asistencia, sea posible delegarla en otro profesional o en el servicio correspondien
te); cuando la asistencia médica fue solicitada por una persona distinta del pa
ciente, siempre y cuando no obligue contractualmente al último en virtud de una
representación legal o voluntaria; cuando se asiste a un menor sin la autorización
correspondiente; cuando se configura un delito del derecho criminal en cuyo caso
es viable la opción del art. 1107 del Código Civil (ej. Aborto criminal); cuando el
médico actúa dolosamente (con intención de causar daño). También se encuentra
dentro de este tipo de responsabilidad el reclamo por responsabilidad al médico
por parte de los familiares luego del fallecimiento del paciente, ya que esta acción
es por derecho propio y no por derecho heredado, a partir del perjuicio que a ellos
les genera la muerte del familiar, y por ser extraños al vinculo contractual que se
había generado entre el médico y el paciente fallecido. En el caso en que el paciente
hubiera iniciado la demanda y luego falleciera, los familiares pueden continuar el
reclamo dentro de la órbita contractual.
Que los médicos conozcamos las semejanzas y diferencias doctrinarias entre am
bos tipos de responsabilidad, no es importante desde el punto de vista académico
pero presenta una gran importancia desde el punto de vista práctico y procesal.
Dentro de las semejanzas, en ambos casos, la sanción que se aplica al autor del
incumplimiento es la misma: indemnización por los daños y perjuicios causados.
60
Otra diferencia tiene que ver con la extensión del resarcimiento: en el caso de res
ponsabilidad contractual, si el incumplimiento es culposo el deber de reparar se
limita a los daños que sean consecuencia directa e inmediata del incumplimiento
(art. 520), mientras que si es doloso, comprende también las consecuencias me
diatas (art. 521). En la responsabilidad extracontractual, por tratarse de hechos
ilícitos, sean culposos o dolosos, se amplía la extensión y se responde por las con
secuencias inmediatas (art. 903) y también por las mediatas previsibles (art. 904),
pero si existió dolo se puede llegar a responder por las consecuencias casuales
(art. 905).
Por último, la tercera diferencia se relaciona con la valoración del daño moral. En
la responsabilidad contractual, el art. 522 faculta al magistrado a establecerlo de
acuerdo a la índole del hecho generador, de la responsabilidad y las circunstancias
particulares del caso. En la responsabilidad extracontractual, de acuerdo con el
art. 1078 del Código Civil, el daño moral se presume por la sola presencia del daño,
y es el magistrado quien debe acordar la reparación. En otras palabras, en la res
ponsabilidad contractual la condena a resarcir el daño moral es facultativa para
el juez, pero en la extracontractual obligatoria.
61
$
CAPITULO
] Generalidades
No existe ninguna obligación sin una causa o razón determinada que la genere.
Las personas que vivimos en sociedad somos libres y las obligaciones nacen sola
mente de la ley, de un acto jurídico, o de un hecho ilícito. En nuestro caso, es el
contrato médico-paciente lo que nos genera obligaciones.
Tanto los médicos como los juristas consideraron a la medicina como una ciencia
no exacta, que trabaja con un organismo vivo que reacciona de manera autónoma,
que existen numerosas situaciones y variables incontrolables (anatomía humana,
reacciones fisiológicas, enfermedades y lesiones no detectadas a pesar de un buen
estudio previo) y una innumerable cantidad de sucesos imprevisibles, que hacen
que cada paciente reaccione autónoma y aleatoriamente a la misma enfermedad.
62
Esto implica un nivel de incertidumbre que genera que los médicos nunca podremos
predecir con exactitud la evolución del paciente, e impide que nos encontremos en
condiciones de garantizar un resultado concreto. Es precisamente esta “alea”, en
tendida como cuantum de incertidumbre, que nos impide a los médicos incidir en
el curso natural de los acontecimientos, siendo imposible garantizar un resultado
concreto, por lo que la promesa de curación implicaría un engaño al paciente.
Algunos teóricos del derecho, para sostener esta clasificación, se han basado tam
bién en el interés del acreedor; si la finalidad es curativa la obligación es de medios,
y si no lo es la obligación es de resultados. Si tomamos el ejemplo de la cirugía
estética, cuyo objetivo es corregir contrariedades estéticas y la cirugía reparadora
cuyo objetivo es reparar enfermedades congénitas o adquiridas, sólo la primera
supone una obligación de resultados. Algunos autores no concuerdan, dado que
consideran que corregir los desvíos estéticos también tiene finalidad curativa de
bido a que, en la actualidad, es un factor que colabora con la salud mental.
Obligaciones de medios
Como dijimos más arriba, tanto la doctrina como la jurisprudencia sostienen que la
obligación asumida por el médico es de medios y no de resultados, dado que al no
poder asegurar que conseguirá el resultado esperado por el paciente (la curación,
la mejoría, o el impedimento de eventuales complicaciones), no se compromete a
lograrlo, sino que sólo se obliga a observar una conducta adecuada poniendo en
práctica todos los medios y cuidados disponibles y razonablemente necesarios, con
pericia, prudencia y diligencia, sobre la base de las reglas de la medicina actualizada
(lex artis), con el objeto de intentar llegar a ese resultado deseado. En otras palabras,
el médico no está obligado a curar pero sí a utilizar todos los medios que la ciencia
actualmente pone a disposición, con idoneidad, cuidado y atención sobre el paciente
en concreto (lex artis ad hoc), que normal y razonablemente son capaces de llevar al
resultado buscado, pero sin asegurar que el mismo será obtenido; y sin que la ausen
cia de éxito implique que el profesional no ha cumplido con su obligación.
63
La curación, entonces, es ajena al objeto de la obligación de medios, entre otras
cosas, porque hay enfermedades incurables. Es obvio que nadie puede obligar a
un psiquiatra a curar, por ejemplo, la esquizofrenia.
64
En este tipo de obligación, lo que el juez valorará no será la existencia de un re
sultado exitoso, sino la adecuada conducta que el profesional desempeñó para
intentar recuperar la salud del paciente. Si el profesional no alcanza el resultado
deseado con el tratamiento, solo podrá ser responsable si se prueba que actuó
culposamente por no haber actuado de manera idónea, prudente o diligente. Si el
médico no consigue lograr el resultado, pero ha utilizado con prudencia, idoneidad
y diligencia todo lo que la ciencia pone a su disposición, no hay responsabilidad.
Solo responde el profesional si el resultado no se obtuvo por culpa o dolo. En un
litigio, la prueba del fracaso terapéutico no confirma automáticamente la culpa
médica.
Ahora bien, el médico, aunque ejerce una especialidad que tiene obligaciones de
medios, si llegara a contratar un resultado o se comprometiese, expresa o implíci
tamente, a curar al paciente, además de quedar incurso penalmente en charlata
nismo, responde civilmente cuando el resultado no se obtiene. Esto les cabe a
algunos colegas que hacen sus apariciones en los medios y se muestran casi
infalibles.
Debe quedar claro que a pesar que el médico no promete un resultado, sí pro
mete que va a emplear todos los medios adecuados para obtenerlo, por lo que para
algunos doctrinarios, la obligación de medios lleva implícito un resultado, y éste
se limita a proporcionar los medios pertinentes que este a su alcance de manera
adecuada.
Obligaciones de resultado
En la mayoría de las especialidades el médico tiene obligaciones de medios. En
algunas especialidades como la cirugía estética, la anatomía patológica, diagnós
tico por imágenes, a veces la obstetricia, los análisis clínicos, la medicina trans-
fusional, ciertos tipos de anestesias, la cirugía “menor”, determinadas reacciones
alérgicas previsibles, y las clínicas psiquiátricas, tienen obligaciones de resulta
dos. En la especialidad que en este libro es objeto de estudio, pudiendo incluir a la
neurología y a la psicología, no existen dudas ni doctrinarias ni jurisprudenciales
que son obligaciones de medios las asumidas por los profesionales. No ha habido
ningún autor que se haya pronunciado en contrario.
65
Algunas especialidades médicas son consideradas por la doctrina y jurispruden
cia que tienen obligaciones de resultado. El ejemplo más clásico es el de la cirugía
estética, cuyo resultado es prometido, dado que se conjetura que ninguna persona
trataría de mejorar su aspecto físico sin que se asegure el mismo. Pero, en esta
misma especialidad, la obligación asumida por el cirujano plástico no debe ser
considerada la misma en casos de cirugía estética que en el caso de la cirugía
reparadora. A pesar de estas diferencias, en nuestro país, la mayoría de la doc
trina y jurisprudencia sostiene que la obligación es de resultado. Para algunos el
cirujano plástico asume una obligación de medios salvo que se hubiese pactado
un resultado concreto.
Se acepta que no puede hacerse una división categórica, dado que se suelen pre
sentar situaciones complejas en estas especialidades.
66
Como dijimos más arriba, el contrato de asistencia médica psiquiátrica es de me
dios pero, por ejemplo en el caso de las clínicas psiquiátricas, pueden estar su
jetos a una obligación de resultado. En estos casos, si bien la institución asume
una obligación de medios en lo que respecta a su tarea asistencial para intentar
recuperar su salud mental del paciente, también asume una obligación de re
sultados con respecto a que el paciente no sufrirá accidentes, lesiones o nuevas
enfermedades provocadas por su internación; por lo que la obligación tendiente a
evitar el suicidio exige una diligencia especialísima. En el caso que un paciente
se suicide dentro de la institución, seguramente, por la obligación de resultado, va
a quedar responsabilizada; mientras que el profesional que asistió al paciente, al
tener obligaciones de medios, si prueba que su accionar fue acorde a la lex artis,
va a quedar eximido. En el supuesto caso que el médico haya elegido la institución
y no el paciente, puede ser reprochado por responsabilidad objetiva.
Por otro lado, no puede aceptarse esta clasificación simplistamente, dado que los
medios que puede ofrecer un famoso especialista no son los mismos que puede
ofrecer un médico recientemente formado, lo que también se traducirá en los ho
norarios de uno y de otro.
67
Sin embargo, es notoria también la contradicción que existe entre la doctrina, la
jurisprudencia y la legislación. Mientras, por definición, las obligaciones de resul
tado permitirían prometerlo, la legislación es clara en reprimirlo. El médico no
puede garantizar la curación porque viola por ejemplo:
1) la Ley N° 17.132/67, que en su artículo 20, dice: “Queda prohibido a los profe
sionales que ejerzan la medicina: Anunciar o prometer la curación fijando plazos.
Anunciar o prometer la conservación de la salud. Prometer el alivio o la curación
por medio de procedimientos secretos o misteriosos. Anunciar agentes terapéuti
cos de efectos infalibles.
2) El Código Penal, el que en su inciso segundo del artículo 208 reza: “El que, con
título o autorización para el ejercicio de un arte de curar, anunciare o prometiere la
curación de enfermedades a término fijo o por medios secretos o infalibles”. A esto
se lo denomina “charlatanismo”. Es importante recordar que este delito, al ser de
peligro, no requiere que se provoque un daño concreto, consumándose solamente
anunciando o prometiendo. Este artículo otorga un expreso reconocimiento legal
a la falibilidad del tratamiento médico.
Importancia de la diferenciación
La distinción de las obligaciones no solo tiene una función didáctica, tiene tam
bién consecuencias prácticas importantes en cuanto al resultado, el factor de
atribución, la carga de la prueba y los eximentes de responsabilidad.
1) Atribución de responsabilidad
a) Obligaciones de medios.
Culpa o dolo. La no obtención del resultado esperado no implica
necesariamente la responsabilidad del deudor.
b) Obligaciones de resultado.
La no obtención del resultado basta para responsabilizar al deudor.
2) Factor de atribución
a) Obligaciones de medios
Subjetivo (Culpa (Negligencia, imprudencia, impericia, inobservancia de los
deberes y obligaciones del cargo), o dolo).
b) Obligaciones de resultado.
Objetivo (riesgo o vicio de la cosa, obligación de seguridad, deber de garantía,
deber objetivo de cuidado etc.).
3) Carga de la prueba (quien debe probar)
a) Obligaciones de medios.
El acreedor (paciente) debe probar la existencia del daño y de culpa.
b) Obligaciones de resultado.
El acreedor debe probar la falta de cumplimiento o el defectuoso cumplimiento
68
del resultado, lo que origina una presunción de culpa del deudor y genera la
inversión de la carga probatoria.
y í Eximentes
a) Obligaciones de medios.
El deudor (médico) se eximirá si el acreedor no puede probar la culpa o el dolo.
b) Obligaciones de resultado.
El deudor, para eximirse, deberá probar la existencia de caso fortuito o fuerza
mayor o causa extraña (causas inherentes al paciente que no pudieron ser
previstas ni evitadas). En este caso habría una inversión de la carga probatoria
dado que queda a cargo del médico demostrar la existencia de eximentes de
responsabilidad.
69
CAPITULO
CULPA
Generalidades
La culpa médica ha tenido una gran evolución histórica que se traduce en innu
merable cantidad de fallos judiciales y ríos de tinta teóricos escritos, sobre todo,
en los últimos años.
Antes de definirla, me parece importante hacer una diferenciación entre dos con
ceptos que pueden generar algún tipo de confusión, ellos son: culpabilidad y culpa.
La culpabilidad vincula la voluntad del autor del daño con su acto. En el dolo el
sujeto tiene intención de cometer un acto y puede prever las consecuencias daño
sas del mismo, que es lo que desea y motiva a cometerlo. En la culpa el autor no
desea cometer un daño pero no toma las medidas preventivas necesarias para evi
tarlo. Tanto la conducta dolosa como la culposa son jurídicamente reprochables,
pero la segunda se considera menos grave, por lo cual los delitos culposos tienen
penas menores que los dolosos.
Cuando una acción se realiza “sin querer” o sea, sin intención, pero se provoca
un daño, el Derecho lo castiga como un hecho culposo y se ordena la reparación.
Que en medicina tantos daños se provoquen “sin querer”, muestra a las claras
que estamos frente a una profesión de riesgo y que es necesario asegurar nuestra
actuación y llevar a la práctica políticas de prevención de dichos riesgos.
71
tado dañoso que pudo y debió ser previsto por el autor y que se produce porque la
conducta ha sido contraria a determinadas normas de prudencia, conocimiento
y diligencia.
La definición de culpa del 512 fue sumamente elogiada, tanto a nivel nacional
como internacional, y un jurista notable como Louis Josserand propuso que este
artículo fuera incorporado en un hipotético Código Civil Mundial, dado que con
sidera el concepto de culpa contractual de una manera sobresaliente.
Llegados a este punto, podemos arriesgar una definición de culpa diciendo que la
misma consiste en una desviación voluntaria de la conducta debida (error de con
ducta) que genera el incumplimiento de una obligación, dando como resultado un
daño no intencional al no haber previsto lo que era previsible o al no haber evitado
lo que era evitable.
aquellas diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que correspondiesen a las circuns
tancias de las personas, del tiempo y del lugar.
2Artículo 1109. Todo el que ejecuta un hecho, que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a
Al no existir para nuestra normativa jurídica una culpa especial, la culpa de los
médicos también está regida por las reglas generales del articulo 512 del Código
Civil, siendo el magistrado quien debe apreciar en concreto la naturaleza de la
obligación médica y las circunstancias de persona, tiempo y lugar, a la luz del
artículo 902 del Código Civil4, incluyendo también la condición especial del au
tor del daño si ha sido tenida en cuenta por el paciente, como impone el articulo
9095 del mismo código. El resultado de esta apreciación debe compararla con la
conducta ideal de un médico promedio de la misma condición a la que pertenecía
el deudor. Por ejemplo, si a un psiquiatra se le suicidó un paciente en el curso del
tratamiento, y es demandado, se lo deberá juzgar comparándolo con un profe
sional de similares características actuando en iguales circunstancias, para de
terminar si actuó o no con culpa.
Dicho todo lo anterior, vamos a hacer una disección didáctica de los elementos que
constituyen la culpa para terminar de comprender este concepto:
A) Defecto de conducta
Bj Voluntariedad de realizar la conducta defectuosa (acción u omisión)
C) Involuntariedad del resultado dañoso
D) Falta de previsión
E) Posibilidad de prever
A) Defecto de conducta
En la culpa hay un error de conducta que no lo habría cometido una persona
prudente y cuidadosa (un médico idóneo, razonable y cuidadoso), en las mismas
circunstancias, preocupada por prevenir o evitar los daños que podrían derivarse
de su actuación. Esto implica que hubo un corrimiento del estándar científico
exigido (reglas aceptadas de la ciencia en el momento en que se realiza el acto), al
proceder de un modo diferente al debido, sin calcular las consecuencias posibles y
previsibles de dicha conducta.
3 Artículo 514. Caso fortuito es el que no ha podido preverse, o que previsto, no ha podido evitarse.
4Artículo 902. Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas,
mayor será la obligación que resulte de las consecuencias posibles de los hechos.
5 Artículo 909. Para la estimación de los hechos voluntarios, las leyes no toman en cuenta la condición
especial, o la facultad intelectual de una persona determinada, a no ser en los contratos que suponen
una confianza especial entre las partes. En estos casos se estimará el grado de responsabilidad, por
la condición especial de los agentes.
Dicha conducta culposa es contraria a Derecho (antijurídica) al existir una in
fracción u omisión a una obligación adquirida previamente por ley o por contrato,
que imponen al hombre que vive en sociedad una actuación prudente y diligente
para evitar el daño.
Para que un acto se considere voluntario debe haber sido realizado con discer
nimiento, intención y libertad.
D) Falta de previsión
En la conducta culposa, el autor del daño no previo los efectos dañosos de su
conducta, habiendo podido preverlos (no previo lo previsible); o habiéndolos pre
visto, se confío poderlos evitar, omitiendo tomar las precauciones requeridas para
evitarlo (no evitó lo que estaba a su alcance evitar).
Si se hubiera observado la conducta debida, es obvio que se habría evitado el daño.
6 El artículo 61 del Código Penal, en su último párrafo, dice la “acción u omisión penada por la ley
74
D) Violación de obligaciones asumidas por ley o por contrato
En la conducta culposa existe una infracción (acción) o incumplimiento (omisión)
de una obligación previamente adquirida, violándose las reglas aceptadas de cui
dado en el momento en que se efectúa la conducta. Esta violación del deber de
cuidado es la que genera que se concrete el daño. En otras palabras y en el te
rreno de la responsabilidad médica, se ponen mal o no se ponen a disposición del
paciente, en tiempo y forma, todos los recursos disponibles que indica la ciencia
actualizada (lex artis).
Gradación de la culpa
Nuestro ordenamiento jurídico y la jurisprudencia mayoritaria no establecen dife
rencias en cuanto a la gradación de la culpa, por lo tanto, el profesional de la
medicina debe responder tanto por culpa grave como leve. En otras palabras, para
nuestro ordenamiento positivo no existe la diferenciación de la culpa en grados.
Por último, la culpa levísima es aquella que ni el hombre más diligente está libre
de cometer. Es un hecho que sólo con una extraordinaria diligencia se hubiera po
dido prever. Es la que no cometería un excelente padre de familia (diligentissimus
pater familias), en nuestro caso, es la que no cometería un psiquiatra eminente,
excepcionalmente cuidadoso.
Por fortuna, al menos hasta ahora, las nuevas corrientes doctrinarias y jurispru
denciales se orientan con criterios de equidad de todas las profesiones, tendiendo a
utilizar un criterio intermedio, como el de la Cámara V Civil y Comercial, Córdoba,
del 30 de mayo de 1984,: “Tratándose de responsabilidad médica, cada caso debe
ser resuelto con un alto criterio de equidad, sin excesiva liberalidad para no consa
grar prácticamente la impunidad con el consiguiente peligro para el enfermo y sin
excesiva severidad que lleve a tornar imposible el ejercicio de la medicina”.
76
que los médicos sigamos teniendo “coronita” en la temática de la responsabilidad,
tienen en la actualidad escasos adeptos.
A pesar de la inexistencia de grados, es obvio que cuanto más difícil sea resolver
la situación, más leve será el rigor judicial, y cuanto más simple sea la situación,
con más severidad sancionará el juez.
Prueba de la culpa
Para poder condenar a un médico y/o a una institución asistencial a resarcir el
daño causado por las consecuencias del acto médico, se debe acreditar probato
riamente la existencia de todos los requisitos constitutivos de la responsabilidad
civil ya descriptos: conducta antijurídica, daño, factor de atribución y relación de
causalidad entre el acto médico antijurídico y el daño.
En este último medio de prueba, el perito debe brindar al juez no una mera opi
nión, sino una opinión científicamente fundamentada que ayude a dilucidar los
hechos que se litigan desde su especialidad. Por eso también se denomina al perito
“testigo experto”, a diferencia de la prueba testimonial, donde los testigos refieren
hechos y opiniones derivadas de lo que ellos han percibido a través de sus sentidos.
A partir de que en un juicio de responsabilidad profesional se ventilan cuestiones
técnico-científicas, el rol del perito médico cobra una extrema importancia y su
77
dictamen puede ser decisivo para los fundamentos del decisorio judicial. Si bien
dicho dictamen no obliga al juez a acordar, en el caso de que se aparte de las con
clusiones del mismo deberá fundamentarlo debidamente, exponiendo las causas
jurídicas que lo corren de los fundamentos científicos expresados por el experto.
Existe un principio general del Derecho que dice que quien invoca un daño debe
probar la responsabilidad del autor. Esto es que quien demanda tiene la obligación
de probar el daño invocado, y se encuentra impuesto por el artículo 377 del Código
de Procedimientos Civil y Comercial de la Nación7. En otras palabras, la parte que
afirme la existencia de un hecho controvertido tiene la obligación de probar.
7 Artículo 377. - Incumbirá la carga de la prueba a la parte que afirme la existencia de un hecho
78
Por lo expuesto, actualmente existe la necesidad de que los profesionales adopten
ciertas conductas para intentar una mejor defensa ante la demanda (historia clíni
ca completa, consentimiento informado, etc.).
79
La utilización de un patrón comparativo abstracto, permite deducir cuál es la pre
visibilidad exigible al realizar una confrontación entre la conducta actuada y la
conducta debida. En este sentido, la falta de experiencia de un residente de primer
año no constituye una causa de exoneración de responsabilidad, dado que “el
buen profesional en formación” debe reconocer que no llegó a la altura de un “buen
profesional formado”’ e inversamente, si se está investigando a un especialista en
psiquiatría eminente y de frondoso currículum, deberá juzgarse su conducta en
relación a la de otro psiquiatra en igualdad de condiciones, por lo que sufrirá un
análisis más severo de su conducta.
Para poder juzgarlo, el concepto de culpa siempre necesita poder confrontarse con
un modelo de comportamiento predeterminado, que indique dónde comienza la
previsibilidad y dónde termina el caso fortuito o fuerza mayor. Este “metro patrón”
que “medirá” la conducta del autor del daño, es lo que en la doctrina anglosajona
se conoce como “standard of care” (estándar de cuidado), entendiéndose la ac
tuación que llevaría adelante un “un buen médico”, figura equiparable al “buen
padre de familia" del derecho romano. Es a partir del carácter variable de este
punto de referencia lo que permite examinar con plasticidad la existencia de culpa
en cada caso concreto.
80
tancias que rodean a los hechos litigados que poseen los profesionales, los coloca
en una situación de superioridad procesal frente al paciente, justificando la exis
tencia de presunciones judiciales. Esto es así, porque si el paciente evidencia cier
tos datos empíricos (indicios) graves, precisos y concordantes8, ante la falta de
prueba directa, el juez puede deducir la culpa médica.
A los efectos de una mejor comprensión diremos que, cuando se pruebe un daño,
que según la experiencia común no podría explicarse su origen si no es por medio
de una conducta culposa, y el médico demandado no haya podido probar su falta
de culpa, la causa ajena, el caso fortuito, etc., el juez puede tener acreditada la
misma, a pesar de la ausencia de una prueba fehaciente.
En este sentido diremos que los indicios son hechos o situaciones debidamente
probadas, que por el camino de la deducción o conjetura nos lleva al conocimiento
de otro hecho. En otras palabras, los indicios son hechos conocidos y probados
que permiten deducir lógica o científicamente un hecho desconocido. Entonces los
indicios serían los “adoquines” de un camino cuyo destino es la presunción.
Lo anterior nos tiene que hacer pensar que en nuestra práctica cotidiana no debe
mos dejar indicios que puedan ser interpretados por el juez como prueba de que
actuamos culposamente, y la historia clínica irregularmente confeccionada es el
sitio donde se desprenden la mayoría de las presunciones judiciales.
I (formas de la culpa)
La responsabilidad médica siempre es culposa, tanto para la ley penal como para la
civil, y las cuatro caras en que se exterioriza o manifiesta la culpa son la impruden
cia, la negligencia, la impericia y la inobservancia de los deberes y obligaciones del
cargo. Son los diferentes tipos de causas que van a generar un error de conducta.
Estas figuras son cuatro caras de un mismo cuerpo geométrico (la culpa), y una
misma conducta, dependiendo de la representación de las consecuencias, pue
de ser imprudente, imperita o negligente. Por ejemplo, si al paciente no se le so
licita un control cardiológico antes de prescribir un antidepresivo tricíclico, por
desconocer la cardiotoxicidad de estos, se incurre en impericia; si no se le solicita
por estar convencido de que no va a pasar nada, a pesar de conocer la cardiotoxi
cidad, se incurre en imprudencia; y si no se le solicita por distracción u olvido se
incurre en negligencia.
8 Código de Procedimientos Civil y Comercial. Articulo 163, inciso 5: “Las presunciones no esta
blecidas por ley constituirán prueba cuando se funden en hechos reales y probados y cuando por su
número, precisión, gravedad y concordancia, produjeren convicción según la naturaleza del juicio, de
conformidad con las reglas de la sana critica”.
81
Por otro lado, no hace falta que estén presentes todas para configurar la mala
práctica, el juez solo necesita encontrar una para poder condenar; incluso pueden
presentarse dos, dada la posibilidad que existan violaciones simultáneas al deber
de cuidado, como en la imprudencia por impericia. Un ejemplo de esto es el su
puesto del residente de primer año que toma en tratamiento sin supervisar a un
paciente con severo riesgo suicida, y su inexperiencia para manejar el caso hace
que no pueda evitar el pasaje al acto. Esta impericia va de la mano con la impru
dencia, dado que desafía un riesgo al no poder desconocer su falta de formación.
Un psiquiatra puede tener grandes conocimientos pero puede ser, a la vez, un gran
imprudente; como así también puede convertirse en negligente si por diferentes ra
zones se distrajo y, a pesar de su pericia, descuidó tomar las debidas precauciones.
En cualquiera de estas figuras se incumplen los elementales principios inhe
rentes a la profesión, que apartan la conducta del estándar de tratamiento y que
realizaría un médico razonable en similares circunstancias.
El acto puede ser imperito, imprudente o negligente, pero para que se configure la
culpa debe haberse provocado un daño.
En general, la culpa por imprudencia es más fácil de probar, evaluar y juzgar, dado
que, teóricamente, implica apartarse de la lógica elemental de los actos humanos,
del sentido común y de las normativas científicas.
1) Imprudencia:
El vocablo imprudencia deriva del latín: IN= sin, PRUDENTIA= prudencia
Es una conducta, en general, positiva (culpa por acción), no dolosa, donde se
asume un riesgo sin necesidad, violando activamente el deber de cuidado, por lo
cual se ocasiona un daño. Destaquemos que es también imprudencia enfrentar
un riesgo sin necesidad a pesar de haber tomado las debidas precauciones para
evitarlo.
Si bien no existe voluntad dañosa, sí existe voluntad para realizar una conducta
peligrosa, sin haber previsto y desvalorizando las consecuencias en las que podría
desembocar ese obrar irreflexivo.
82
Sobra decir que la prudencia es una de las virtudes más importantes que los mé
dicos no pueden soslayar para cumplir con el deber de cuidado.
Ejemplos:
A) Psiquiatra que realiza un tratamiento electroconvulsivo fuera del quirófano.
B) Psiquiatra que pudiendo utilizar un tratamiento simple, sencillo, bien conocido
y aceptado por la comunidad científica, utiliza un método complejo, riesgoso, de
resultado incierto, o no aceptado o reconocido por la ciencia médica actualizada.
C) Profesional de la salud mental que ante un paciente grave decide continuar solo
con psicoterapia y no medicarlo o mandarlo a medicar.
D) Experimentación en ocasión y condiciones inadecuadas.
E) Utilización de dosis supraterapéuticas.
F) Utilización en pacientes graves de productos no aceptados o reconocidos por
la ciencia médica (Ej. Flores de Bach).
G) No seguimiento de reglas o protocolos de manejo clínico o terapéutico.
H) Residente que realiza una prestación para la que no está preparado, porque
desea adquirir experiencia, un día feriado, sin informar a su superior académico.
I) Profesional de la psicología que le dice a su paciente que deje de tomar los
psicofármacos que le prescribió un psiquiatra.
3
J) Profesional que traspasa el terreno de sus propias limitaciones académicas.
K) Altas compulsivas por necesidad de camas.
L) No derivar oportunamente a un psiquiatra prescriptor a un depresivo grave con
franca ideación suicida por sobrevalorar nuestras habilidades psicoterapéuticas,
obteniendo como resultado desde una prolongada evolución del cuadro, con
todas sus consecuencias, hasta el pasaje al acto suicida.
M) No indicar los exámenes cardiológicos previos a la administración de anti
depresivos triciclicos por creerlo innecesario.
N) Otorgar permiso de salida a un paciente con riesgo suicida sin haberlo evaluado.
2) Negligencia:
El vocablo negligencia deriva del latín: NEGLICO=descuido
En este caso la conducta puede ser negativa (culpa por omisión) o positiva insufi
ciente (hacer menos de lo que se debe), donde no se asume un riesgo, estando en
la obligación de hacerlo, violando pasivamente el deber de cuidado y ocasionando
un daño involuntario al paciente. En otras palabras, se viola el deber de previsión
o lo que el deber de cuidado indica hacer.
El profesional sabe lo que debe hacer pero no lo hace y, por lo tanto omite realizar
una conducta habitual, que se encuentra indicada por la lex artis, dado que es
necesaria para evitar la aparición de un daño. Entonces, el profesional está obli
gado a realizarla y no lo hace por no haberse representado los daños posibles de
una conducta médica adecuada e indicada pero riesgosa. Reiterando lo que diji
mos anteriormente, en la imprudencia la conducta activa es innecesaria, mientras
que en la negligencia la conducta omitida es necesaria y obligatoria.
Ejemplos:
A) Psiquiatra que se distrae y desatiende al paciente cuando le informaba sobre
sus ideas suicidas.
B) Falta de controles adecuados y frecuentes en pacientes graves.
C) No sedar adecuadamente a un paciente agresivo o en riesgo de fuga o suicidio
D) No verificar la existencia de enfermedades que contraindiquen determinada
prescripción psicofarmacológica (ceguera que se le produce a un paciente con
glaucoma de ángulo estrecho, al prescribirle drogas con fuerte efecto antico-
linérgico).
E) Altas prematuras por inadecuado control del estado clínico (subprestación)
F) Descuidar la observación de la evolución del paciente.
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G) Internar a un paciente en riesgo suicida desconsiderando una inadecuada
infraestructura.
H No medicar cuando es necesario.
I) No internar existiendo riesgos.
J) No solicitar estudios pertinentes.
K) No realizar la interconsulta pertinente con un médico cuando sea necesario
para, por ejemplo, descartar el origen orgánico del cuadro (organicidad) a tratar
y así arribar a un diagnóstico adecuado.
3) Impericia
La palabra impericia proviene del latín: IN= sin; PERITIA= pericia, sabiduría.
Es la ausencia o insuficiencia de conocimientos básicos y promedios teóricos y/o
prácticos, de capacidad, de habilidad, de aptitud, de destreza técnica, de expe
riencia, exigibles y necesarios para el adecuado ejercicio de la profesión. Implica
un desconocimiento que se estaba en la obligación de saber, o un no saber hacer,
que lleva a que el acto médico necesario se realice mal o no se realice.
Del mismo modo, en una situación de emergencia, si la vida de una persona está
en peligro inminente y no hay un profesional idóneo para resolver el caso, o no es
posible localizarlo a tiempo, el médico tiene el deber de obrar tomando las medi
das que se crean oportunas con la intención de salvarle la vida; y si aconteciera
un daño, no podrá atribuírselo a impericia ni, por consiguiente, a práctica ina
propiada, sino que se lo va a exonerar de responsabilidad, debido al denominado
“Estado de necesidad”. De estos supuestos derivó la denominada doctrina “del
buen samaritano”.
Ejemplos:
1) Ignorar la dosis usual de un fármaco.
2J No conocer los efectos tóxicos de un fármaco en casos de insuficiencia renal,
hepatitis, etc.
3) Desconocer interacciones o contraindicaciones.
4) Errores de diagnóstico por ignorar clínica psiquiátrica.
5) No saber cuál es el tratamiento adecuado para determinado trastorno.
6) Desconocimiento de los controles necesarios, no solicitar litemias, no solicitar
hemogramas cuando se prescribe clozapina.
7) No entiende el estado del paciente y lo minimiza.
8) Desconocimiento de una adecuada evaluación del riesgo suicida.
9) Falta de conocimiento de normativas de tratamiento actualizadas.
Entonces, esta forma de culpa aparece cuando existiendo una normativa positiva
(Ley de ejercicio de la profesión, ley de sangre, ley de diálisis, ley de transplante de
órganos y materiales anatómicos, ley de profilaxis antivenéreas, etc.), o Códigos
de ética, o una exigencia verbal o escrita, dispuesta con fines de prevención de un
daño, ordenada por un superior responsable, el profesional dependiente no le da
cumplimiento, generando un resultado indeseable.
Es importante conocer que esta figura no se refiere a las reglas internas de una
empresa de salud, ya que las mismas hasta pueden ser contrarias a derecho, sino
a normas jurídicas preestablecidas. Un ejemplo de esto, y que empuja a la respon
sabilidad, es la frecuente orden “Si el paciente no tiene el carné no se lo atiende”.
Ejemplos
A) No se respeta la reglamentación de una institución de cómo se debe esterilizar
el material.
B) No guardar la Historia Clínica correctamente y completa, con hojas de enfer
mería firmadas, estudios complementarios, etc.
C) No informar adecuadamente a los pacientes.
D) Actuar sin el consentimiento del paciente o su representante sin mediar emer
gencia, o algún otro eximente.
E) Abandono de guardia ante la ausencia del reemplazo.
F) No controlar el cumplimiento de las tareas que se asignaron al personal para
la atención de los pacientes.
La inobservancia de los deberes y reglamentos del cargo puede originar daños en de
terminadas circunstancias y ser causa de que el médico sea empujado a Tribunales.
Queda claro que, aunque el origen de la norma puede ser diferente, el contenido de
la culpa es siempre el mismo, por el hecho de que al no observar normas impues
tas por la autoridad, también se genera una conducta negligente o imprudente.
86
CAPITULO
LA HISTORIA CLÍNICA
|
E ca, teniendo en cuenta los conceptos teóricos, doctrinarios y jurispru
denciales, como la normativa ética y legal vigente en Argentina.
Algunas Definiciones
La Historia Clínica según Pedro Cossio “Es la constancia escrita de todas las com
probaciones realizadas en el examen médico, como también de todas las efectuadas
en el curso de la evolución y de los tratamientos instituidos, aún por terceros”. Más
adelante afirma que las historias clínicas “son de fundamental importancia para la
práctica médica; por ello deben ser realizadas sistemática y minuciosamente...”
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El reconocido civilista rosarino y ex magistrado, Roberto Vázquez Ferreyra refiere
que el contrato asistencial “se refleja en un documento que se irá completando a
lo largo del proceso de atención médica, y como tal servirá para identificar en un
futuro la calidad de dichos servicios, y muy particularmente se convertirá en una
herramienta probatoria de singular importancia a la hora de determinar responsa
bilidades civiles, penales o administrativas”.
| Utilidad
La utilidad de la historia clínica se refleja en varios aspectos: asistencial, inves
tigación, docencia, administrativo, auditoría médica, estadística, epidemiología y
médico legal.
1) Asistencial
Este documento tiene como utilidad primordial para recoger datos sobre el es
tado de salud del paciente y planificar su asistencia, ya que permite una correcta
evaluación y análisis de la evolución de la patología, reflejando la atención médica
recibida; es imprescindible como medio de comunicación, ayuda-memoria y guia
para los profesionales que puedan intervenir en la asistencia de un paciente, tanto
en un momento determinado como en momentos sucesivos, favoreciendo la con
tinuidad de la asistencia; registra los antecedentes médicos, familiares y perso
nales del paciente; sirve de base para la planificación del seguimiento, evolución
y tratamiento; permite el control y evaluación de la atención médica por parte de
profesionales de mayor experiencia.
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pacientes por los errores que pudieran generarse de un incorrecto análisis de los
datos contenidos en ella.
2) Docente
Es de gran ayuda e importancia para la formación médica.
3) Investigación
Tiene indiscutible valor ya que en ella constarán todos los procedimientos diag
nósticos, terapéuticos, etc., realizados por el equipo médico durante la atención de
los pacientes y sus resultados, y permite analizar los problemas científicos que se
plantean, y a partir de las historias clínicas pueden realizarse estudios e investi
gaciones sobre determinadas patologías, publicaciones científicas, etc.
4) Administrativo
Se utiliza para el cobro de las prestaciones realizadas.
5) Auditoría
Constituye un valioso método de investigación, gestión y control de calidad asistencial.
6) Epidemiológico
Es una substancial fuente de datos e información para el conocimiento epide
miológico y el consecuente aporte al conocimiento y mejoramiento de la salud
colectiva.
7j Médico legal
Es un importante documento probatorio para ser analizado y peritado en todos
aquellos casos de intervención judicial. El perito actuante lo utilizará para obtener
información que le servirá de complemento para las conclusiones de la autopsia,
para valorar tipo y gravedad de las lesiones, para fundamentar un pronóstico,
descartar simulación o con causas y, en los casos de litigiosidad por presunta res
ponsabilidad médica, será uno de los más importantes medios de prueba que le
permitirá revisar y evaluar si todas y cada una de las conductas de cuidado, tanto
diagnósticas como terapéuticas han sido adecuadas. Recordemos que en este ins
trumento deben constar no solo las conductas de los médicos sino también las del
personal de enfermería e, incluso las del propio paciente.
| Generalidades
Desde siempre los profesionales de la medicina utilizamos la historia clínica, casi
exclusivamente, para consignar y evaluar criterios médicos asistenciales. En la
actualidad y, sobre todo, a partir del reconocimiento de los derechos del paciente y
la judicialización de la medicina ha pasado de ser un instrumento de importancia
asistencial para convertirse en un trascendental documento médico legal, ya que
va a reflejar todos los actos médicos realizados y el cumplimiento de otros de
beres del médico tales como el de informar y solicitar el consentimiento informado,
permitiendo demostrar que se ha realizado una adecuada actuación. En otras
palabras, este instrumento le permite conocer al juez si el profesional ha actuado
acorde a la lex artis.
89
mentó que estamos estudiando. Se debe terminar con la costumbre de registrar
mínimamente la evolución del paciente con el único objetivo de dejar constancia
de la atención. Es necesario fundamentar las opiniones referidas a la evolución
o los cambios en el tratamiento. Dicho de otro modo no debe ser un mero relato,
sino que se debe fundamentar lo que se hace, interpretar lo que se encuentra y
consignarlo en este documento. En este sentido, es adecuado escribir la historia
clínica como si supiéramos que va a ser leída por un juez.
En nuestro país no existía ninguna regulación específica para este documento hasta
la sanción de la Ley de Derecho de los Pacientes, 26.529, del 19 de noviembre de 2009.
Obligatoriedad
La obligación de los médicos de confeccionar la historia clínica se fundamenta no
sólo por las necesidades terapéuticas, sino también para permitirle a la presunta
víctima de un error médico, concurrir a los tribunales contando con un elemento
que refleja el desarrollo del vínculo médico paciente. Es un derecho del paciente
que el profesional, aunque actúe exclusivamente como psicoterapeuta y sea psicó
logo, documente la evolución del tratamiento.
Importancia Probatoria
La importancia de la historia clínica en el rol que puede jugar contra los profesio
nales en los juicios por responsabilidad profesional, tiene que ver con el descono
cimiento de su valor probatorio por quienes deben confeccionarla, en especial, por
considerarla un mero acto administrativo y no como un acto médico más que debe
ser realizado adecuadamente como cualquier otro.
Hoy en dia, nadie del mundo jurídico discute el importante valor probatorio que
tiene este documento en un juicio por responsabilidad profesional; sobre todo
cuando surge claramente de ella la prueba en contra del profesional o la institución.
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Su inadecuada confección suele ser uno de los puntos más débiles del médico en
este tipo de litigios. Es frecuente que las prestaciones médicas sean correctamente
realizadas pero que la historia clínica no refleje fielmente ese accionar, segura
mente porque los médicos no estamos programados para escribir sino para asistir,
mejorar, cuidar y tratar de curar. Escribir es sentido como un esfuerzo más im
portante que la actuación misma. Un alto porcentaje de juicios contra los médicos
se tornan indefendibles por burdas incorrecciones en su confección.
Los hombres del derecho han acuñado una frase que reza “Lo que no está en el
expediente no esta en el mundo” y si tenemos la mala fortuna de que nuestra
historia clínica pase a protagonizar un expediente judicial, será difícil demostrar
la prestación que no esté consignada, aunque hubiese sido realizada. Si bien es
posible probarse lo contrario por otros medios, convengamos que puede resultar
sumamente dificultoso.
Su importante valor probatorio descansa también en que, al ser una prueba obje
tiva que permite evaluar las conductas médicas, podría ser considerada como una
verdadera confesión extrajudicial que certifica todos los actos o hechos sucedidos,
los que deberían ser tenidos en cuenta como científicos mientras no se pruebe lo
contrario. Como la misma ha sido confeccionada meses o años antes de los hechos
que motivaron la litis, se deduce que el profesional no la redactó para protegerse
de una demanda concreta, sino para consignar los hechos médicos que estaban
presentes en el momento de su registro.
Vale la pena también aclarar que, si bien en los juicios por responsabilidad profe
sional es la prueba más importante, su eficacia probatoria no es absoluta, porque
se valora en el contexto del conjunto de los medios probatorios, entre ellos la peri
cial médica. El paciente, entonces, podría demostrar, por otros medios, la falsedad
o la incorrección de los datos consignados.
91
Debe quedar marcado a fuego entre los colegas que cuando la historia clínica está
adecuadamente elaborada, puede ser nuestra mejor “abogada”. Contrariamente, si
fue confeccionada defectuosamente, o que de ella surja la prueba fehaciente de
la culpa médica, se convierte en el más severo fiscal o, como plantea el actual Mi
nistro de la Corte, Ricardo Lorenzetti, en una “confesión anticipada y por escrito”.
Entonces, si sabemos que es un elemento que puede jugar a favor, pero también en
nuestra contra, tenemos que prestarle una especial atención y redactarla como si
supiéramos que va a ser leída por el juez, recordando que no sólo la va a leer, sino
también la va a analizar y a interpretar para luego dictar sentencia. Como en un
juicio debemos intentar contar con la mayoría de las pruebas a favor, no podemos
dejar que la más importante nos juegue en contra.
Recordemos también que la historia clínica es importante para que el médico pue
da cumplir con la carga probatoria dinámica, que exige que “al que le es más fácil
probar que pruebe”.
Presunciones en contra
En un juicio por responsabilidad profesional, las consecuencias que puedan tener
por las inexactitudes, errores, imprecisiones, omisiones, irregularidades, imper
fecciones y desprolijidades serán muy serias para el profesional y/o la institución.
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den leer o entender, va a generar la presunción de que con la misma negligencia,
desgano y desprecio con que se confeccionó este documento se atendió al paciente
y que esto ha originado la conducta médica inadecuada que lo terminó dañando.
En la mayor parte de los juicios por responsabilidad profesional se observa que las
historias clínicas le generan presunciones a los juzgadores que van más allá de lo
que realmente ocurrió.
Del mismo modo, una historia clínica que ha sido confeccionada de manera irre
gular difícilmente podría considerarla el juez verosímil, afectándose la credibili
dad de todo lo allí consignado, lo que la convierte en otra importante presunción
en contra de las pretensiones eximitorias del profesional. Inversamente, las histo
rias clínicas correctamente confeccionadas cuentan con presunción de veracidad,
y quien afirme la falsedad de este documento deberá probarlo, y si lo logra, tendrá
tan fuerte impacto negativo en el magistrado que se traducirá en una casi segura
condena al médico.
Además, como dijimos anteriormente, si la historia clínica es parte del acto mé
dico, su confección deficiente va a hacer sospechar al magistrado de que el resto
de los actos médicos se realizaron de la misma manera. Recordemos que los jueces
civiles pueden dictar sentencia a partir de presunciones judiciales. Contraria
mente, si se encuentra correctamente confeccionada, creará presunciones a favor
del profesional y servirá para descartar la supuesta culpa profesional, a pesar de
ser un documento que ha sido elaborado y custodiado por el demandado.
Ausencia
Más severos serán los jueces con el profesional o la institución que no aporte al pro
ceso la historia clínica, dado que se entorpece la acción de la justicia al privar al
probable damnificado contar con un importantísimo elemento probatorio para deter
minar la culpa de quienes lo atendieron, lo que le resta la oportunidad de concurrir
al proceso en igualdad de posibilidades probatorias. Pacíficamente, los tribunales
han sancionado directamente la conducta de los profesionales o instituciones que no
han aportado la historia clínica al juicio, o invirtiendo la carga de la prueba. Si esto
no fuera así, sería fácil liberarse de responsabilidad haciendo desaparecer parte o la
totalidad de la historia clínica.
93
La ausencia de este documento también impide la defensa del médico y de la
institución. Quien tiene la obligación de custodia deberá responder por esa si
tuación, y la imposibilidad de la institución o del médico de suministrarla por
haberse perdido puede interpretarse, de por si, como una conducta negligente,
generándose la cadena de presunciones.
En salud mental existe el criterio de que la historia clínica debe estar en el cere
bro del terapeuta. Creer que uno puede recordar lo suficientemente bien a los pa
cientes como para no tener necesidad de escribir, es un acto de soberbia.
Esta parte deberá solicitar al juez con carácter de medida preliminar, amparán
dose en los artículos 323 y subsiguientes del Código Procesal Civil y Comercial de
la Nación, para que proceda a secuestrar dicha documentación y otros elementos
necesarios a los fines indicados (libro de guardia, libro de enfermería, libro de
quirófano, libro de indicaciones y seguimiento de signos vitales, etc.) con el objeto
de sorprender a los profesionales antes de enterarse de que van a ser demandados,
e impedirles corregir, adulterar o hacer desaparecer estos importantes documen
tos, permitiendo que queden al descubierto posibles errores u omisiones constitu
tivas de mala práctica, o incoherencias y contradicciones. Una vez secuestrada la
historia clínica, nada de lo consignado podrá cambiarse.
Dado que los profesionales no sabemos cuándo nos será secuestrada, desde el
principio debe ser correctamente realizada.
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En fuero penal el juez de instrucción, a pedido de la parte querellante o del fiscal,
ordena el secuestro de la historia clínica. Si el médico o la institución se negaran
a entregarla, la policía puede romper las puertas o armarios donde se encuentren
para llevarla. Luego sobre ella el fiscal realiza los puntos de pericia.
En fuero civil, una vez realizado el secuestro hay un mes para analizarla e iniciar
la acción.
El secuestro de una historia clínica completa y prolija puede dejar sin argumentos
a los potenciales demandantes. Muchos juicios se llevan a cabo, y algunos hasta
se pierden, gracias a los defectos encontrados en la historia clínica, a pesar de que
no existió mala práctica, pero si un resultado indeseado
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El profesional debe tener presente que quien lo va a juzgar no va a ser un colega,
sino un juez, que obviamente está formado en derecho y no en medicina, por lo que
se debe ser lo mas claro posible para no dejar huecos por donde se puedan filtrar
dudas a la hora de dictar sentencia. En esta época, la historia clínica debe ser con
feccionada considerando, además de las necesidades asistenciales, los legítimos
derechos de los pacientes, y la realidad actual del incremento de las demandas.
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licencias, guardias, etc. que intervienen en su confección. No sería simple reunir
los nuevamente a todos para lograr ese objetivo. En los establecimientos pequeños
puede ser algo más fácil, pero recordemos que pericialmente es posible llegar a
probar su falsificación.
El artículo 16 del citado cuerpo legal dice que “Forman parte de la historia clínica,
los consentimientos informados, las hojas de indicaciones médicas, las planillas de
enfermería, los protocolos quirúrgicos, las prescripciones dietarias, los estudios y
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prácticas realizadas, rechazadas o abandonadas, debiéndose acompañar en cada
caso, breve sumario del acto de agregación y desglose autorizado con constancia de
fecha, firma y sello del profesional actuante”.
La derogada ley 22.914/83 decía en su artículo séptimo: “La dirección del establec
imiento confeccionará una historia clínica de cada internado, en la que constará con
la mayor precisión posible: sus datos personales, los exámenes verificados, el diag
nóstico, el pronóstico, la indicación del índice de peligrosidad que se le atribuya, el
régimen aconsejado para su protección y asistencia, las evaluaciones periódicas
del tratamiento y las fechas de internación y egreso”.
Entonces, y a partir de los cambios que se nos exigen en la forma de ejercer la pro
fesión y, paradójicamente, la inexistencia de normativa especificas que indiquen
sobre la totalidad de los elementos que debe contener y forma en que debe ser
llevada, debemos hacer prevalecer los siguientes aspectos formales, que serán de
notoria utilidad para el cumplimiento de sus funciones, sobre todo, si este docu
mento pasa a formar parte de un expediente judicial:
Cuando no se está seguro de algo y se expresa la duda mediante frases tan usa
das como “parece ser”, “impresiona como” o “compatible con”, debe fundamentarse
luego los por qué y los cómo del descarte o la confirmación de los hechos clínicos
antes dudosos.
K) Anotar los datos negativos (señala que se han buscado). Nada se debe dar
por obvio en la evolución del paciente, dado que lo no anotado puede constituir una
omisión. Por ejemplo “No se detectan ni el paciente refiere ideas de muerte o suicidas”.
L) En internación se evolucionará por lo menos una vez por día, incluyendo los
fines de semana, con fecha y hora de realización cronológicamente ordenadas (so
bre todo si se realizaron varias evaluaciones en el mismo día).
LL) Consignar todas las situaciones conflictivas que pudieran haber acontecido y
sus protagonistas, conflictos con la obra social o el prepago, falta de provisión de
insumos, lentitud para autorizar los estudios, imposición de institución, etc. En el
tratamiento ambulatorio, también se deben registrar las ausencias y los llamados
telefónicos significativos.
N) Realizar la epicrisis previa al alta, no como un resumen sino como una inter
pretación de la evolución, describiendo el estado y diagnóstico al egreso, dando
las razones del diagnóstico, sus dificultades, problemas pendientes, posibles solu
ciones, el resultado terapéutico y el pronóstico, el plan terapéutico indicado al alta,
con quién se retira de la institución; constando en la misma fecha, hora y lugar del
control ambulatorio al que deberá concurrir y el nombre del profesional con quien
va a continuar el tratamiento.
Ñ) Dejar expresa constancia de que los actos médicos riesgosos están autorizados
y controlados por los jefes de equipo, sobre todo, cuando lo realizan médicos en
formación.
O) Debe estar prolija, legible. La letra debe ser clara y el estilo meticuloso, cum
100
pliendo con las reglas gramaticales. Es importante la redacción cuidadosa para
que se entienda lo que quisimos decir.
Parecería que los médicos no terminamos de entender que se escribe para que otro
lea, y escribimos con una mala letra que ya es tradicional, a pesar de que sabe
mos que las historias clínicas pueden ser leídas por otros médicos de diferentes
especialidades, el personal de enfermería, psicólogos, asistentes sociales, médicos
forenses, el personal administrativo, y por supuesto, un magistrado. Por lo tanto,
la historia clínica debe estar escrita como si supiéramos que, en algún momento,
va a ser leída por un juez.
Teniendo este documento una trascendental importancia, se escribe con una letra
que a veces no la entiende ni el propio profesional. Se calcula que alrededor de
un 20 % de los médicos no puede leer su propia letra. Es lamentable que, todavía,
para la gente “letra de médico” sea sinónimo de ilegible.
Una historia ilegible mal predispone a los peritos y al juez.
Q) Debe ser confeccionada, fechada y firmada por el profesional que realizó el acto
médico.
R) Debe ser veraz, dado que la demostración de una falsedad anula todo su valor
probatorio. Debe reflejar exactamente todo el proceso patológico y su tratamiento.
Si no fuera realizado de esta manera, el profesional podría incurrir en el delito de
falsedad documental.
T) Debe ser completa y objetiva, en casos de dudas se deberá demostrar luego que
se hizo lo posible por saldarlas.
La historia clínica tiene que contener todos los datos de la patología, evolución
y tratamiento, como asi también todos los documentos que forman parte de la
misma, tales como las hojas administrativas, los documentos de consentimiento
informado, las hojas de interconsulta, etc.
101
u) La redacción será contemporánea a los hechos. Así como una buena fotografía
registra un momento único e irrepetible, lo mismo debe hacer la historia clínica,
mostrando la evolución del paciente en el mismo momento en que se producen los
hechos clínicos significativos.
W) Cada hoja debe estar numerada y con el nombre del paciente. No se debe alterar
la foliatura ni dejar espacios en blanco que hagan sospechar al juez que se modi
ficaron o dejaron ex profeso para alterar el orden cronológico de los actos médicos,
o permitir insertar algún texto con posterioridad, respectivamente.
Zj El jefe del servicio o el médico de planta deben controlar la historia clínica antes
de enviarla al archivo, y el servicio de archivo no procederá a su guarda si no se
ha realizado lo anteriormente dicho. La misma permanecer archivada durante un
plazo de diez años.
En caso de un mal resultado, debemos realizar una correcta descripción del daño
para evitar que sea exagerado por el demandante en un eventual juicio; comentar
qué sucedió cronológicamente, que se hizo y por qué, para demostrar que hemos
cumplido adecuadamente con el standard de atención, respaldándolo bibliográfi-
camente; analizar cuales fueron las posibles causas del mal resultado; consignar
si el paciente cumplió con el tratamiento o si hubo alguna interferencia por falta
de recursos. Es sumamente importante que de este documento en estudio se des
prenda que los medios utilizados estaban destinados a cumplir con el resultado
esperado y la inexistencia de relación de causalidad entre el daño y nuestra ac
tuación. No se deben poner frases del tipo “no sabemos bien que pasó ni como fue",
“El paciente murió en circunstancias extrañas”, etc.
Conservación y custodia
La conservación en perfecto estado y la custodia del documento que estamos es
tudiando es un deber de la institución o del profesional, según el caso; y es un
derecho del paciente.
103
En el caso de ausencia de regulación local, son pacíficas la doctrina, jurispru
dencia y legislación que considera que debería ser conservada, como mínimo por
el tiempo que dura el plazo de prescripción para las acciones por responsabilidad
contractual (10 años).
La ley 26.529, en su artículo 17 dice que “La historia clínica tiene carácter único dentro
de cada establecimiento asistencial público o privado, y debe identificar al paciente por
medio de una “clave uniforme”, la que deberá ser comunicada al mismo”.
La citada Ley, impone en su artículo 18, que “La historia clínica es inviolable”,
que “Los establecimientos asistenciales públicos o privados y los profesionales de
la salud, en su calidad de titulares de consultorios privados, tienen a su cargo su
guarda y custodia, asumiendo el carácter de depositarios de aquélla, y debiendo
instrumentar los medios y recursos necesarios a fin de evitar el acceso a la infor
mación contenida en ella por personas no autorizadas. A los depositarios les son
extensivas y aplicables las disposiciones que en materia contractual se establecen
en el Libro II, Sección III, del Título XV del Código Civil, “Del depósito”, y normas
concordantes”.
104
También es necesario mencionar que el acceso del paciente a su historia clínica
puede tener límites y excepciones, por ejemplo, ante la existencia de datos que
fueron brindados confidencialmente por terceras personas (familiares, amigos,
etc.) y que, de conocer que el paciente podría tener acceso a ellos, no los hubie
ran proporcionado. En ciertas situaciones de pacientes psiquiátricos, podría estar
contraindicado su acceso. En otras palabras, la inconveniencia del paciente para
acceder a su historia clínica puede determinarla el médico tratante, en función de
las características personales del enfermo y/o por la naturaleza de la enfermedad,
debiendo el profesional fundar científicamente esta limitación y consignarla en
este documento.
Este derecho del paciente, no incluiría el acceso a las notas y juicios subjetivos
elaborados por el psiquiatra (ej. notas de sesión). Para evitar estas complicaciones
derivadas de las anotaciones y comentarios que el profesional haya hecho y que
pudieran estar contraindicadas al paciente, puede ser una opción en nuestra es
pecialidad confeccionar por separado la historia clínica, que contenga los datos
objetivos del diagnóstico, evolución y tratamiento, y otra con las notas de sesión
con las consideraciones y comentarios nuestros y el material de las sesiones, que
no tienen porqué ser entregados al paciente, ni le interesarían al juez en un even
tual juicio de responsabilidad profesional.
Sobre este punto diremos que estas notas son comentarios, observaciones apun
tes, o interpretaciones realizadas aparte de la historia clínica; son propias del pro
fesional, que solo tienen importancia para él, y fueron consignadas para organizar
su propio trabajo, o prefiere mantener esos datos en reserva, para que nadie se
entere. Difícilmente serán solicitadas por un magistrado. Un ejemplo simple de
lo que podrían contener estas notas son las visitas a prostitutas de un paciente
casado, fantasías sexuales con su abuelita, y otras situaciones que pertenezcan a
lo mas profundo de su intimidad.
No se debe entregar a los familiares la historia clínica, dado que no tienen ese dere
cho, salvo autorización expresa del paciente o del magistrado. En caso de muerte
del paciente, los derechos sobre la historia clínica se trasladan a sus herederos y
a todo aquel que pudiera estar legitimado en un juicio en el que se necesite como
prueba este documento.
1
En este sentido, el artículo 19.de la citada ley nos dice: “Establécese que se en
cuentran legitimados para solicitar la historia clínica:
a) El paciente y su representante legal;
b) El cónyuge o la persona que conviva con el paciente en unión de hecho, sea
o no de distinto sexo según acreditación que determine la reglamentación y los
herederos forzosos, en su caso, con la autorización del paciente, salvo que éste se
encuentre imposibilitado de darla;
c) Los médicos, y otros profesionales del arte de curar, cuando cuenten con ex
presa autorización del paciente o de su representante legal.
A dichos fines, el depositario deberá disponer de un ejemplar del expediente mé
dico con carácter de copia de resguardo, revistiendo dicha copia todas las formali
dades y garantías que las debidas al original.
Asimismo podrán entregarse, cuando corresponda, copias certificadas por autori
dad sanitaria respectiva del expediente médico, dejando constancia de la persona
que efectúa la diligencia, consignando sus datos, motivos y demás consideraciones
que resulten menester”.
106
la obligación) a que se documente fehacientemente su evolución y tratamiento.
No existe ninguna “prebenda” científica ni legal para que el profesional que sigue
los lincamientos del psicoanálisis no cumpla con la obligación de llevar adelante
correctas historias clínicas. En la historia clínica confluyen derechos e intereses
jurídicamente protegidos, del médico y del paciente, de las instituciones e incluso
públicos. El paciente psicoanalítico no es un ciudadano de segunda que carece de
los derechos de los pacientes de otras especialidades.
Es importante aclarar esto por una vieja jurisprudencia que es tomada por algu
nos colegas y creen que, gracias a ella, tienen justificada la omisión de confeccio
narla.
En principio es una jurisprudencia del año 75, y ningún juez se animaría hoy a
plasmar otro fallo igual dado el avance de los derechos de los pacientes. En se
gundo lugar, y no lo digo yo, sino que me lo han referido juristas de nota, que el
hecho que algo sea “habitual” no implica que no sea contrario a Derecho, por lo
que este fallo entra en colisión con la “lex artis” jurídica.
Para finalizar vamos, a modo de resumen, a puntualizar las cuestiones más im
portantes de la historia clínica que han sido desarrolladas en este capítulo:
1) La historia clínica es parte del acto médico.
2) Es un elemento probatorio de primer orden.
3) Pertenece también al paciente y tiene derecho a su acceso.
4) Debe ser completa, prolija, legible, coherente, ordenada, veraz, fundamentada,
fechada, firmada y sellada.
5) Cuanto más grave sea el estado del paciente más importante será confeccionarla
6) La institución o el médico son los encargados de la guarda.
7) Debe ser conservada por un plazo no inferior a los 10 años.
107
CAPITULO
EL CONSENTIMIENTO INFORMADO
Introducción
n los últimos años de su vida, y cuando ya le habían diagnosticado
cáncer, Freud dio muestras, una vez más, de cómo su genialidad le
permitió adelantarse a su tiempo, tanto es así que, cuando su mé
dico le confesó que había pensado en no informarle de su mal, Freud le preguntó
¿con qué derecho?.
Con ese simple interrogante Freud expresó lo que la Bioética tardaría tres décadas
en conceptualizar: el principio de autonomía. Recordemos que, por aquellos años,
la ideología médica no contemplaba este derecho sino que era beneficentista y pa
ternalista, por lo que ningún médico se sentía obligado a informar a su paciente.
108
En este sentido, la Psicología heredó de la Medicina el modelo beneficentista, pa
ternalista y despersonalizador. Por ejemplo, es lo mismo considerar al paciente
como si sólo fuera una vesícula, un hígado, un páncreas o “un sujeto del incons
ciente”, olvidando que, antes que nada, es una persona que debe ser considerada
como una entidad bio-psico-socio-legal, dueña de derechos personalísimos que no
pueden ser avasallados por los profesionales, a pesar de sus mejores intenciones
“beneficentistas”. Si seguimos viendo al paciente exclusivamente como “sujeto del
inconsciente”y no como “sujeto jurídico”, los inconcientes somos nosotros.
Al respecto diremos que el paternalismo médico nos hace sentir obligados a ac
tuar en nombre de la salud del paciente aunque éste se resista, nos hace creer
amos y señores de su cuerpo y de su psiquis, nos lleva a mezquinarle información
o a darla deformada para que la última palabra sobre la conducta a seguir la
pronunciemos nosotros, nos convierte en dictadores de tratamientos, nos lleva a
pensar que la salud del paciente es un bien fundamental que debe ser protegido
aún por encima de sus propias decisiones. En este sentido, el principio bioético
de autonomía y la doctrina del consentimiento informado han revolucionado la
relación médico paciente, al dejar de lado el paternalismo hipocrático con el objeto
de arribar a un vínculo donde el paciente es un ser autónomo y libre para tomar
decisiones.
En otras palabras, si confundimos estos conceptos todo paciente que solicita una
psicoterapia sería un incapaz, y obviamente no es así. A nadie se le ocurriría
declarar inhábiles a muchos de los pacientes que nos consultan. Que existan
mecanismos psicopatológicos que incidan en la capacidad de reflexionar sobre
algunos puntos especiales de su vida, no implica que el paciente sea un inca
109
paz. Además, un trastorno que genéricamente reduzca la autonomía no es una
evidencia concluyente de que no se encuentre en condiciones de brindar su con
sentimiento informado. A veces el psiquiatra puede ayudar para que entienda la
información que se le ofrece, obviamente sin coaccionarlo.
En el campo de la salud mental existe una gran refractariedad a los cambios bio-
éticos que se traduce, por ejemplo, en una falta de predisposición para discutir
profundamente entre colegas qué alcances y beneficios puede tener el consen
timiento informado en salud mental.
110
antijurídicos (sexualidad con el paciente, “donaciones” al terapeuta, suicidio asis
tido, etc.). En estos casos, el sujeto pasivo del delito es el Estado, que es quien de
tenta la protección de la vida, por lo que nadie puede reemplazar al poder público
consintiendo su propia muerte u otros delitos.
Es necesario destacar que, con 18 años trabajando en el tema, jamás observé que
estas posturas, contrarias a la doctrina que estamos tratando, surjan precisa
mente de profesionales que las hayan estudiado acabadamente. Sí por aquellos
que suelen adoptar posturas dogmáticas y hasta fundamentalistas, creyendo que
este instrumento no es otra cosa que un reflejo de una “medicalización” o una
“judicialización” y no un derecho del paciente a ejercer su autonomía. Y aunque lo
fuera, demás está decir que el respeto por sus derechos personalísimos va mucho
más allá de las internas que algunos juegan en el campo de nuestra especialidad.
Por otro lado, no existe un solo trabajo científico que haya demostrado fehaciente
mente que el consentimiento informado interfiere en el curso del tratamiento, que
dañe el vínculo psicoterapéutico, que fomente la sugestión, que promueva las de
mandas, que esté contraindicado por alguna técnica en particular, etc.
Otro error común es creer que el consentimiento siempre es dado tácitamente por
el paciente por el hecho de que se “pone en nuestras manos”. La aceptación del
profesional no implica que el paciente quede obligado a someterse a cualquier ac
tuación profesional. Tampoco puede entenderse como conformidad con los daños
que le puedan ser causados por impericia, imprudencia o negligencia. Sólo demuestra
que el paciente fue informado, pero no que el procedimiento seguido es el correcto
o que se conocen y se perdonan las equivocaciones. En otras palabras, el consen
timiento informado no está en el “preconciente” del paciente.
111
quiere lo realiza y si no lo obvia. El médico ya no puede ser ignorante de los dere
chos del paciente, debe reconocer que sus obligaciones no están por encima de la
autonomía. El cumplimiento de esta obligación provee al médico tranquilidad en
el desempeño de su tarea profesional, porque el paciente participa de la responsa
bilidad de su tratamiento, aceptando los riesgos del mismo.
En este cambio, hemos observado que son cada vez mas frecuentes las sentencias
relacionadas a casos de consentimiento informado. Estos fallos reconocen que la
autonomía (el elemento principal de esta doctrina) es un derecho fundamental
del paciente que debe ser respetado por el médico y protegido jurídicamente; y la
ausencia del mismo va a generar responsabilidad si se deriva en un daño al haber
aceptado o rechazado un tratamiento no informado, pero también puede originar
un daño autónomo (daño moral).
Además, y más allá del deber legal, la información es un deber ético, dado que op
timiza la relación médico-paciente favoreciendo el cumplimiento del tratamiento. Es
inadmisible, por ejemplo, que el enfermo se informe por el prospecto del fármaco
de efectos adversos que nunca habían sido revelados por el médico.
| Definición i
Podemos definir al consentimiento informado como una manifestación voluntaria,
racional y libre realizada por un paciente competente, de aceptación de un acto
médico que le ha sido indicado como el más aconsejable, luego de haber sido infor
mado de forma adecuada y completa sobre los alcances, riesgos, complicaciones y
alternativas posibles del mismo.
112
I
La bioética de manera unánime ha descripto que los elementos fundamentales
del consentimiento informado son la información adecuada, la voluntariedad y la
capacidad.
Al INFORMACIÓN ADECUADA. El requisito fundamental del consentimiento in
formado, obviamente, es la información; sin ella el paciente, al ser un profano en
el tema, no puede tomar una decisión razonada ni razonable, dado que solo luego
de comprender determinada situación, es posible decidir. Esto implica que la falta
de información anula la validez de cualquier consentimiento, dado que la voluntad
se ha basado en un error de conocimiento.
Agregamos a lo anterior, que cumplir con este deber mejora tanto el cumplimiento
del paciente al tratamiento, como los resultados del mismo.
Informar adecuadamente al paciente no implica dictarle un curso de psicopa-
tología o psicofarmacología, no se pretende transformarlo en un especialista, pero
sí se lo debe hacer con objetividad científica sin exagerar ni minimizar las conse
cuencias de la patología ni de la terapéutica, sin retener ningún dato que sea ne
cesario; y sobre todo, sin caer en parroquialismos tendenciosos, ocultando lo que
dice otra parte de la comunidad científica dado que no pertenece a “mi escuela”.
Cuando no sea posible cumplir con este deber se debe dejar constancia en la
historia clínica, mencionando las circunstancias que lo motivaron, sin perjuicio
de que la información pueda ser brindada en el momento posterior oportuno. Sin
embargo, es importante tener en cuenta que la misma debe ser brindada también
a las personas que han sido declaradas incapaces y dicha incapacidad alcance
a la competencia para consentir, aunque el consentimiento sea otorgado por un
sustituto.
Nuestro Código Civil, en su artículo 897 señala “Los hechos humanos son volun
tarios o involuntarios. Los hechos se juzgan voluntarios, si son ejecutados con dis
cernimiento, intención y libertad”.
El paciente debe ser competente para consentir, dado que exclusivamente las per
sonas competentes pueden dar un consentimiento informado legalmente válido.
Esto implica que el profesional debe evaluar si se encuentra en condiciones para
otorgar su consentimiento.
Pero tengamos en cuenta que la valoración de la competencia tiene que ver, es
pecíficamente, con la aptitud para consentir un tratamiento. Esto implica que
personas que se manejan independientemente en otras áreas de su vida, en un
momento determinado a causa de su trastorno, pueden ser incompetentes para
consentir un tratamiento.
Debemos tener en cuenta que una persona que no ha sido declarada incapaz judi
cialmente, puede no ser competente para consentir en determinado momento. Por
otra parte, puede darse la situación inversa, el hecho de que un paciente presente
un trastorno mental no implica automáticamente que se halle imposibilitado para
tomar decisiones, por lo que el profesional debe evaluar si es o no competente. En
otras palabras, como la competencia para consentir se debe diagnosticar, no pue
de suponerse a priori que un paciente esquizofrénico sea siempre incompetente;
es necesario evaluar su aptitud. No podemos dejar de mencionar que la compe
tencia del paciente puede variar de acuerdo a la evolución de su trastorno, por lo
que algunos pueden tener una incompetencia temporal, otros intermitente y otros
permanente.
Los niños son incapaces legalmente hasta que alcancen la mayoría de edad.
Ahora bien, surge la pregunta sobre cómo valorar la competencia para con
sentir.
| Evaluación de la competencia
No existen parámetros claros para determinar la aptitud del paciente para con
sentir, pero mínimamente debemos evaluar:
A) Si puede comprender la situación a la que se enfrenta.
B) Si está calificado para comprender la información suministrada y las opciones
disponibles.
C) Si está en condiciones de razonar sobre las mismas de acuerdo a su escala de
valores.
D) Si puede entender las consecuencias previsibles de cada una de ellas (riesgos,
beneficios, opciones disponibles y demás características del tratamiento).
E) Si puede tomar, expresar y defender una decisión que esté de acuerdo con su
escala de valores.
F) Si puede comunicarnos libremente su elección.
Por su parte, Kaplan (17) sugiere seis preguntas que pueden facilitar la evaluación:
1. ¿Cuál es la comprensión que tiene el paciente del problema?
2. ¿Cuál es la comprensión que tiene el paciente de las recomendaciones del médico?
3. ¿Cuál es la comprensión que tiene el paciente de los motivos del médico para
recomendar el tratamiento?
4. ¿Cuál es la elección del paciente?
5. ¿De qué manera se justifica la elección del paciente?
6. ¿Es capaz el paciente de prever las consecuencias de su decisión?
| A QUIÉN INFORMAR
No hay dudas de que es el propio paciente el único titular de este derecho, y es
quien debe consentir la actuación médica, siempre y cuando sea competente para
hacerlo. Si éste lo autoriza, también se puede informar a los familiares y/o alle
gados (cónyuge, o hijos mayores, o padres, o hermanos, etc.). Si no se solicita su
autorización, se viola el deber de confidencialidad. La decisión del paciente a au
torizar o prohibir la divulgación de la información deberá quedar reflejada en la
historia clínica, si es posible ante testigos.
La ley de Derechos del Paciente, en su artículo 4o regula que “La información sani
taria sólo podrá ser brindada a terceras personas, con autorización del paciente.
En el supuesto de incapacidad del paciente o imposibilidad de comprender la infor
mación a causa de su estado físico o psíquico, la misma será brindada a su repre
sentante legal o, en su defecto, al cónyuge que conviva con el paciente, o la persona
que, sin ser su cónyuge, conviva o esté a cargo de la asistencia o cuidado del mismo
y los familiares hasta el cuarto grado de consanguinidad”.
Todavía se observa, por fortuna cada vez menos, cómo se le omite a pacientes com
petentes este derecho y, por el contrario, se informa acabadamente a familiares y
allegados como si no fuera aquél el titular del derecho.
| Donde informar
Para solicitar el consentimiento informado debe tenerse en cuenta el lugar ade
cuado. La información debe brindarse, de ser posible, en el consultorio aunque a
veces es necesario hacerlo en la habitación del paciente. Nunca debe solicitarse en
el quirófano o en la sala, inmediatamente antes de realizar la práctica, ya que esto
lo haría sentir coaccionado.
lítt
Por supuesto, el lugar siempre deberá ser apropiado para garantizar la intimidad
y la confidencialidad de la información.
| Como informar
El proceso informativo no debe ser un proceso mecánico, la información que se
brinda al paciente debe ser:
A) BIDIRECCIONAL:
Debe ser una transferencia continua en ambos sentidos. La traducción consen
timiento informado de los vocablos ingleses “informed consent”, a pesar de haberse
impuesto, no es adecuada para nuestro gusto. Informed, si bien puede traducirse
como “informado” también significa “comunicado”. Esta segunda acepción de esta
palabra es consecuente con el espíritu de la doctrina de este instrumento. Cuando
hablamos de información nos estamos refiriendo a los mensajes transmitidos ex
clusivamente de un emisor a un receptor; comunicación, en cambio, nos indica la
existencia de un intercambio bidireccional de mensajes.
Los pacientes deben ser informados pero, también, deben ser escuchados atenta
mente y se le tienen que responder cada una de las preguntas que deseen formular
y permitirles referir las observaciones que considere pertinentes.
B) OBJETIVA:
La información brindada por el profesional debe tener objetividad científica, sin
exagerar ni minimizar el trastorno diagnosticado ni el tratamiento indicado, como
así tampoco crearle falsas expectativas, debiendo prescindir de comprometer un
resultado positivo con el fin de inducir al paciente a prestar el consentimiento, bajo
riesgo de incurrir en charlatanismo.
Cj VERAZ:
En ningún momento el profesional debe mentir o realizar afirmaciones sobre algo
de lo que no tenga seguridad. Si el profesional tuviera dudas deberán ser expre
sadas.
D) SOPORTABLE:
El profesional tiene que evaluar diferentes estrategias para brindar una infor
mación que sea soportable por el paciente, transmitiéndosela, si es necesario gra
dualmente con mesura, destreza y tacto.
1 l'J
No se le debe hablar al paciente en el “dialecto médico”, utilizado narcisísticamente
por muchos colegas para mostrar una imagen de superioridad, presionando así
al paciente para que consienta. Por lo tanto, no incluiremos términos que por
su complejidad confundan, sino expresiones comprensibles adaptadas a alguien
ajeno a la medicina con determinado nivel cultural, capacidad de comprensión,
edad e idiosincrasia. El objetivo no es formativo, sino informativo.
F) COMPLETA Y DETALLADA:
La información completa permite tener las variables más importantes a dis
posición, lo que posibilita lograr una adecuada reflexión y, posteriormente la toma
de decisiones. El paciente no suele tener formación médica, por lo que informar
no implica dictar una lección magistral o un curso de medicina para que se con
vierta en un especialista. Por ejemplo, no debemos informar aspectos científicos
o técnicos del tratamiento propuesto, tales como el mecanismo de acción de los
psicofármacos o su fórmula química, etc., ya que estas cuestiones son de obvia
incumbencia profesional. En cambio, los pacientes desean y necesitan conocer
cuestiones específicas como la incapacidad, las molestias, el dolor, el riesgo de
muerte, la pérdida de oportunidades, etc.
Gj ORAL Y ESCRITA:
La información al paciente ha de ser fundamentalmente oral. Tengamos en cuenta
que esta modalidad no deja prueba fehaciente (a las palabras se las lleva el viento)
y sobre todo que la jurisprudencia puede poner la carga de la prueba del cumpli
miento de este deber sobre el médico, por eso la forma escrita es un medio ideal
para probar que el consentimiento informado ha sido obtenido.
| Cuando informar
La información debe ser oportuna, brindada antes de realizar cualquier acto mé
dico, dado que si se solicita el consentimiento después solo se estará pidiendo
disculpas por haber actuado arbitrariamente.
121
La información deberá ser debe ser inversamente proporcional a la urgencia del
caso y directamente proporcional al riesgo terapéutico, a la necesidad de trata
miento, a la presencia de alternativas viables, a la existencia de controversias sig
nificativas del método elegido, al hecho de que ese método se aparte de los criterios
dominantes, a lo novedoso y a lo “alternativo”.
| QUÉ INFORMAR :
¡El paciente tiene que saber lo que consiente dado que no puede ser querido lo que
antes no es conocido.
Es importante recordar que la validez del consentimiento llega hasta donde el pa
ciente ha sido informado, por lo que una adecuada información debe abarcar los
siguientes puntos:
1) Nombre del médico que informa (que debería ser el mismo que indica o realiza
el procedimiento). Si la asistencia la brinda un residente o un profesional en
formación no puede dejar de informarse.
3) Tratamiento. Informar:
- Nombre del procedimiento que se va a realizar.
- Motivo: por qué se hace.
- Objetivos: para qué se hace.
- En qué consiste: características, duración, costos, cómo se hace, forma de
administrar los medicamentos, etc.
- Beneficios esperados: Qué mejoría o curación espera obtenerse a corto, me
diano y largo plazo. No se recomienda incluir demasiados beneficios para no
122
generar excesivas expectativas que puedan dar lugar a una demanda si no se
llegaran a lograr.
- Probabilidades de éxito (nunca se debe garantizar el resultado).
- Costo aproximado.
- Tiempo estimado de duración.
- Urgencia de la implementación.
- Previsión del alta, si hubiera, y el plan de entrevistas posteriores.
En este sentido, los riesgos leves frecuentes, corresponden que sean comunicados,
sobre todo para lograr una buena relación profesional paciente. Los riesgos leves
infrecuentes no es necesario que sean informados. Los riesgos graves frecuentes
deben ser detalladamente comunicados, lo mismo que los riesgos graves infre
cuentes, sobretodo el riesgo de muerte.
c) Riesgos Atípicos:
Son aquellos no esperables o excepcionales en condiciones habituales, acorde al
estado actual de la ciencia y la experiencia médica. Estos riesgos no son razona
blemente previsibles, por lo que no es posible informarlos. Dicho de otra manera,
no se puede informar al paciente todos los riesgos concebibles, pero sí los previsi
bles, independientemente de su frecuencia estadística.
d) Riesgos Personalizados:
Son aquellos esperables estadísticamente a partir de la situación clínica del pa-
123
cíente: circunstancias personales, estado actual, patología previa, medicación que
recibe, edad, ocupación, etc.
Estos riesgos deben incluirse en los espacios en blanco del documento de consen
timiento informado, dispuestos precisamente para este fin.
Todo paciente con un trastorno psiquiátrico debe ser informado cuando la ma
yoría de los estudios controlados a nivel mundial afirmen que la mejoría es mayor
y más rápida si se combinan desde el inicio psicofármacos y psicoterapia, que si se
realiza cada uno de estos tratamientos por separado. El paciente (o el familiar, o el
representante legal) debe elegir si acepta o no, pero el profesional no puede ocultar
lo que indican las evidencias científicas.
124
El profesional debe informar también cuál es el método reconocido en la actuali
dad para tratar su caso. Si piensa utilizar otro que cree más adecuado, especial
mente si es uno nuevo, no habitual o discutido por la comunidad científica, deberá
informar de manera más amplia sobre las posibilidades, ventajas e inconvenientes
del mismo, y los criterios que utilizó para elegir un procedimiento y descartar los
otros (no decir frases famosas carentes de contenido científico pero ampliamente
escuchadas, por lo menos en la ciudad de Buenos Aires, tales como “yo no soy
amiga de los antidepresivos”, “vamos a apostar a una psicoterapia”, los psicofár-
macos lo van a dopar, etc.).
Sobre este punto, quiero poner el acento en una situación frecuente de observar.
Cuando un paciente se retira de una internación contra opinión médica, se suele
escribir en la historia clínica el siguiente texto: “En el día de la fecha el paciente
Fulano de Tal se retira de alta contra opinión médica acompañado por sus fami
liares, haciéndose responsables de las consecuencias de dicha decisión”', y se los
hace firmar. En principio el “alta contra opinión médica” no es alta, es nada más
que una externación, el alta sólo la puede dar un médico. Pensemos en el supuesto
de que el paciente luego se suicide y los familiares accionen, seguramente van a
afirmar que dentro del las “consecuencias” no estaba incluida la posibilidad de
suicidio y los profesionales y la institución van a quedar con severas dificultades
probatorias, máxime si la historia clínica no estaba correctamente confeccionada.
Por lo tanto, en situaciones iguales o semejantes a la antedicha, es menester que
consten, uno por uno, los riesgos que se derivan del no cumplimiento del trata
miento en internación, para que los familiares no puedan aducir ignorancia de los
mismos.
7) Medios con los que cuenta el profesional y/o la institución. Si el caso es grave,
y la infraestructura, tanto edilicia como humana, no puede contener dicha grave
dad, a costa de correr riesgos, se debe informar la posibilidad de llevar a cabo el
tratamiento en otra institución más adecuada.
125
prescripción de psicofármacos, la existencia o no de alternativas, si el profesional
se encuentra en período de formación (residentes o concurrentes). Luego se debe
dar la posibilidad de formular preguntas y brindar las respuestas.
| Instrumentación • c : V
El consentimiento debe ser recabado de manera que, ante la eventualidad de una
demanda, se pueda probar su existencia. Para tal fin, el profesional tratante pri
mero debe informar verbalmente al paciente y luego se puede instrumentar de
diferentes formas.
Exigirle al paciente que sólo firme un documento, diciéndole “por favor firme acá”
tiende, la mayoría de las veces, a priorizar razones jurídicas sobre las éticas y a
introducir la desconfianza en la relación médico-paciente.
126
Otro aspecto importante es que, de ser posible, el paciente o los familiares tengan
un tiempo, por lo menos de 24 hs., para meditar la información que se le ha dado,
sobre todo en el caso de necesidad de terapia electroconvulsiva. Analógicamente,
la Ley de transplantes prevé un plazo en 48 hs tanto para el dador como para el
receptor.
En este sentido, y si nos remitimos al artículo 913 del Código Civil, afirma que
“ningún hecho tendrá un carácter voluntario sin un acto exterior por el cual la vo
luntad se manifieste”. Ese acto exterior es, en nuestro caso, la firma del paciente,
familiares y testigos al pie de la información recibida.
Otra cuestión que merece ser destacada, vinculada con el tema de la instrumen
tación, es cómo algunos empresarios de la medicina, muchos de ellos colegas,
pésimamente asesorados o sencillamente maliciosos, han diseñado formularios
modelo preimpresos, indiscutiblemente perversos, donde se dejan lugares en blan
co pero para ser llenados con posterioridad a la firma del paciente y expresan
que se autorizan determinadas prácticas generales eximiendo a los profesionales
de la responsabilidad surgida de cualquier daño que se pudiera provocar como
resultado del tratamiento consentido. Estos formularios, que muchas veces son
hechos firmar rápida y compulsivamente a enfermos o familiares desesperados
por la tragedia de la enfermedad, pretenden que el enfermo asuma la totalidad de
los riesgos de la atención médica, y le hacen creer que deben hacerse cargo de los
errores, incluso hasta del dolo con que pudiera ser tratado. Huelga afirmar que
estos formularios no eximen en absoluto de responsabilidad al médico que hubie
ra actuado culposamente; y además predisponen muy mal al juez en el caso de
agregarse a la prueba documental.
Por último, es importante tener en cuenta quién redacta los formularios de con
sentimiento informado. En general se entiende que su redacción es responsabili
dad del área jurídica de la institución. Más allá de las importantes sugerencias
que pueda brindar este área, son los médicos legistas integrantes del comité de
ética los que deben redactar los documentos, determinar la información, exten
sión, etc.; dejando para los abogados la mera expresión formal. En general se
observa que los formularios los escriben los abogados para los médicos, cuando
deberían escribirlos los médicos para los pacientes con el asesoramiento de los
profesionales del derecho.
197
,¿Cuáles son las excepciones para solicitar el
I
) AI CONSENTIMIENTO INFORMADO?
a) Urgencia o emergencia.
En situaciones de urgencia, cuando es necesario una rápida actuación para salvar
una vida o evitar serios e inminentes daños (probable actuación suicida, peligro de
agresividad a terceros, etc.), y es imposible obtenerlo, o el recabarlo generaría una
pérdida de tiempo indispensable para la intervención profesional.
En este caso, el psiquiatra queda eximido de cumplir con este deber porque, se
parte de un estado de necesidad y el consentimiento es considerado presunto, dado
que la ley entiende que la mayoría de las personas racionales, en circunstancias
semejantes y en condiciones físicas o psíquicas adecuadas, manifestarían su con
sentimiento.
b) Incompetencia.
Cuando el paciente carece de competencia suficiente, ya sea por enfermedad men
tal, estado de inconsciencia, obnubilación, porque fue legalmente declarado in
capaz, o por minoridad, el derecho a la información no se pierde, sino que se
transfiere (consentimiento sustituto). En estos casos, debe ser obtenido del repre
sentante legal, madre o padre que ejerzan la patria potestad, cónyuge o tutor,
pariente cercano. En el caso de que aparezca un conflicto entre la propuesta del
profesional y los representantes del paciente, que a criterio del profesional atente
contra los intereses de este último, se deberá solicitar la correspondiente interven
ción judicial [“consentimiento supletorio o judicial”).
En todos los casos será necesario consignar en la historia clínica dichas circunstancias.
c) Renuncia al derecho
Cuando un paciente competente, voluntaria y libremente, solicita al médico no ser
informado, dado que prefiere ignorar todo sobre su diagnóstico y/o el tratamiento,
tiene derecho a carecer de esa información y el médico debe respetar tal decisión.
Por supuesto dicha negativa debe ser firmada por el paciente en la historia clínica.
En este caso, sino respetásemos su voluntad, estaríamos actuando contra el prin
cipio de autonomía. La renuncia al derecho es, en realidad, una manera de con
sentir, en este caso, que no se desea recibir información.
128
c) Privilegio terapéutico
Cuando el profesional considera que está científicamente contraindicado que el
paciente conozca cuál es su situación, dado que generaría más perjuicio que bene
ficio, se puede excluir el deber de información al paciente, pero debe ser hecho a
los familiares o representantes legales y consignarse en la historia clínica.
En caso de ausencia de los mismos es conveniente solicitar autorización judicial,
siempre y cuando no estemos frente a una situación de urgencia o emergencia.
1
| Anexo tt u \y ¿ ; v; /
Los formularios de consentimiento corto pueden ser utilizados en tratamientos
que presenten bajo riesgo, mientras que los largos deben ser utilizados en trata
mientos riesgosos.
130
Que he recibido explicaciones tanto verbales como escritas sobre la naturaleza, obje
tivos y beneficios de lo que se me propone, a mi completa satisfacción y de forma entera
mente comprensible para mí, incluso con apoyo gráfico y me ha contestando todas las pre
guntas que le he formulado sobre los motivos por los cuales considera pertinente realizar
dicho tratamiento.
Que se me ha informado acerca de los riesgos y consecuencias que dicha práctica pudi
era provocar, molestias concomitantes, así como que beneficios se esperan previsiblemente
de la misma, las alternativas existentes y sus riesgos; que los efectos secundarios leves
que pueden ocurrir son: ...temblores, sed, sensación frecuente de tener que orinar, náuseas
o diarrea, debilidad o cansancio............ ; y los efectos graves son: ...... diarreas o vómitos
que no cesan, somnolencia, debilidad muscular, temblores importantes, dificultades en la
palabra, visión borrosa, torpeza o inestabilidad, confusión mental, convulsiones, pérdida de
conocimiento, mareos. En algunas ocasiones, si los niveles de litio alcanzan rangos tóxicos
(mayores de 1,5 meq/1), podría ocurrir severa toxicidad o la muerte, por lo que es impor
tante respetar las indicaciones de control de la litemia que se indicarán...........................
El Dr......................................................... me ha informado también de manera com
pleta sobre los riesgos de no aceptar el tratamiento propuesto, del incumplimiento o del
cumplimiento parcial.
Atendiendo a la prescripción del Dr................. y en uso de mi libre voluntad, por medio
de este documento informadamente consiento y expresamente autorizo a que se realice
dicha prestación.
Autorizo también al Dr...................................... a efectuar cuantos estudios clínicos
considere convenientes para formular el diagnostico, como así también, todas las prácticas
que considere necesarias para mi tratamiento.
Asimismo consiento que en caso de necesidad y durante el tiempo necesario o conveniente
se me interne en................................. de esta Capital
El Dr............................................ me ha informado mi derecho de cambiar la decisión
en cualquier momento. La anulación o cancelación de estos consentimientos prestados
deberá constar necesariamente por escrito firmado personalmente por mi y deberá ser
personalmente recibido por el Dr........................... antes de producirse el acto médico.
De encontrarme en cualquier momento incapacitado para consentir o modificar mi con
sentimiento, delego todas mis facultades en mi esposo/a, el/la Sr/Sra............................
Habiendo tenido este documento por ...48.... hs en mi poder para pensarlo, reformular
preguntas y evacuar dudas, habiéndolo leído por mi mismo, siendo su contenido perfecta
mente entendible para mi y enterado que el facultativos arriba mencionado se compromete
a la máxima diligencia en la prestación de los servicios profesionales encomendados y a
poner a mi servicio los medios correspondientes al nivel tecnológico actual, sin que pue
dan garantizar ni asegurar el resultado a obtenerse.
Manifiesto mi plena satisfacción por la información que se me ha brindado, no de
seando ni necesitando que se me amplíe más ya que se me han aclarado todas mis dudas.
Afirmando que todos los espacios en blanco han sido rellenados antes de mi firma, y para
que asi conste, firmo dos ejemplares del mismo en Buenos Aires, el ..................................
31
Formulario de consentimiento informado para clozapina
Este formulario de consentimiento informado se solicita que sea firmado por Ud.
respetando el derecho a su autodeterminación y para cumplir con los requisitos
exigidos para la prescripción de clozapina.
132
El Dr........................................................ me ha informado de manera completa sobre los
riesgos de no aceptar el tratamiento propuesto, del incumplimiento o del cumplimiento
parcial, y que la interrupción brusca del mismo puede provocar....... la reaparición de los
síntomas psicóticos con sus riesgos concomitantes, sudoración excesiva, cefaleas, náuseas,
vómitos y diarrea............................................................................
Atendiendo a la prescripción del Dr.................. y en uso de mi libre voluntad, por medio
de este documento informadamente consiento y expresamente autorizo a que se realice
dicha prescripción.
Autorizo también al Dr...................................... a efectuar cuantos estudios clínicos
considere convenientes para formular el diagnostico, como así también, todas las prácticas
que considere necesarias para mi tratamiento.
Asimismo consiento que en caso de necesidad y durante el tiempo necesario o conve
niente se me interne en................................. de esta Capital
El Dr........................................... me ha informado mi derecho de cambiar la decisión en
cualquier momento. La anulación o cancelación de estos consentimientos prestados deberá
constar necesariamente por escrito firmado personalmente por mí y deberá ser personal
mente recibido por el Dr........................... antes de producirse el acto médico.
De encontrarme en cualquier momento incapacitado para consentir o modificar mi
consentimiento, delego todas mis facultades en mi esposo/a, el/la Sr/Sra...........................
Habiendo tenido este documento por ...48.... hs en mi poder para pensarlo, reformular
preguntas y evacuar dudas, habiéndolo leido por mí mismo, siendo su contenido perfecta
mente entendible para mí y enterado que el facultativos arriba mencionado se compromete
a la máxima diligencia en la prestación de los servicios profesionales encomendados y a
poner a mi servicio los medios correspondientes al nivel tecnológico actual, sin que pue
dan garantizar ni asegurar el resultado a obtenerse.
Manifiesto mi plena satisfacción por la información que se me ha brindado, no de
seando ni necesitando que se me amplíe más ya que se me han aclarado todas mis dudas.
Afirmando que todos los espacios en blanco han sido rellenados antes de mi firma, y para
que así conste, firmo dos ejemplares del mismo en Buenos Aires, el...........
133
Que el Dr... ...................... me ha informado personalmente en la entrevista
realizada el día. , la necesidad que se me/le efectúe ... Terapia Electroconviulsiva
(TEC), -Consiste en la aplicación de corriente eléctrica bajo anestesia, general, entre 6 a
12 sesiones. El objetivo es poder controlar el cuadro depresivo resistente a la medicación,
produciendo cambios que modifiquen las alteraciones del estado de ánimo que provoca
dicho trastorno. La terapia electroconvulsiva (TEC) es una alternativa terapéutica para la
depresión y otros trastornos psiquiátricos resistentes a los tratamientos farmacológicos, con
elevada eficacia y una acción más rápida que la de los psicofármacos.
Que he recibido explicaciones tanto verbales como escritas sobre la naturaleza, obje
tivos y beneficios de lo que se me propone, a mi completa satisfacción y de forma entera
mente comprensible para mí, incluso con apoyo gráfico y me ha contestando todas las pre
guntas que le he formulado sobre los motivos por los cuales considera pertinente realizar
dicho tratamiento.
Que se me ha informado que la Terapia Electroconvulsiva, es un tratamiento seguro,
que el riesgo de muerte o daño severo es la misma que una extracción dentaria (1 en 50.000
tratamientos).
Que también se me ha informado sobre las consecuencias que dicha práctica pudiera
provocar, molestias concomitantes, así como que beneficios se esperan previsiblemente
de la misma, las alternativas existentes y sus riesgos; que los efectos secundarios leves
que pueden ocurrir son: ... Riesgos típicos: semejantes a los de la anestesia general. Efec
tos secundarios: disminución de la memoria durante el tiempo que duran las aplicaciones,
pudiéndose extender unos días, cefalea intensa.
Están descriptos también cambios del estado afectivo a euforia, dolores de cabeza o
musculares, confusión y atontamiento, que duran solo unas horas de la aplicación. Los efec
tos secundarios raros y más severos son arritmias cardíacas, que suelen ser transitorias y
tratables. La muerte, producto de la anestesia general es excepcional....
El Dr...................................me ha informado también de manera completa sobre los
riesgos de no aceptar el tratamiento propuesto, del incumplimiento o del cumplimiento
parcial, tales como...que pueda presentar un período más largo de enfermedad, agrava
miento y/ o cronificación, incluso ideación y tentativas suicidas....
Atendiendo a la prescripción del Dr.................. y en uso de mi libre voluntad, por medio
de este documento informadamente consiento y expresamente autorizo a que se realice
dicha prestación.
Autorizo también al Dr....................................... a efectuar cuantos estudios clínicos
considere convenientes para formular el diagnostico, como así también, todas las prácticas
que considere necesarias para mi tratamiento.
Asimismo consiento que a tal propósito y durante el tiempo necesario o conveniente se
me interne en......................................................... de esta Capital
El Dr............................................ me ha informado mi derecho de cambiar la decisión en
cualquier momento. La anulación o cancelación de estos consentimientos prestados deberá
constar necesariamente por escrito firmado personalmente por mí y deberá ser personal
mente recibido por el Dr............................antes de producirse el acto médico.
El Dr................. me ha informado también que la firma de este documento no invalida
mi derecho de iniciar acciones legales en el caso que la prestación no se realice de acuerdo
a lo dispuesto por la ciencia médica en la actualidad.
De encontrarme en cualquier momento incapacitado para consentir o modificar mi
consentimiento, delego todas mis facultades en mi esposo/a, el/la Sr/Sra...........................
Habiendo tenido este documento por ...48.... hs en mi poder para pensarlo, reformular
preguntas y evacuar dudas, habiéndolo leído por mi mismo, siendo su contenido perfecta
mente entendible para mí y enterado que el facultativos arriba mencionado se compromete
a la máxima diligencia en la prestación de los servicios profesionales encomendados y a
poner a mi servicio los medios correspondientes al nivel tecnológico actual, sin que pue
dan garantizar ni asegurar el resultado a obtenerse.
Manifiesto mi plena satisfacción por la información que se me ha brindado, no desean
do ni necesitando que se me amplíe más ya que se me han aclarado todas mis dudas.
Afirmando que todos los espacios en blanco han sido rellenados antes de mi firma, y
para que asi conste, firmo dos ejemplares del mismo en Buenos Aires, el ..........
Finalizando, y como algo muy representativo de cómo nos manejamos los psiquia
tras voy a transcribir este chiste extraído de internet, que perfectamente puede
pertenecer a la vida real. Si a alguno de los lectores le pasó algo semejante, no es
mera coincidencia.
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Ira edición
Este libro se imprimió en Agosto de 2012
TRIÑANES Gráfica
Producido y distribuido por LABORATORIOS BETA S.A.
PROHIBIDA SU VENTA