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12 MariposaBanderaArgentinaNBustos
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Survey of the butterflies (Papilionoidea) and some moths of Argentina. View project
All content following this page was uploaded by Ezequiel Osvaldo Núñez Bustos on 18 May 2023.
INTRODUCCIÓN
es, sin dudas, la especie emblema del país, a juzgar por su tamaño y coloración (Bour-
quín, 1940, 1945; Núñez Bustos, 2009). El porqué de su color blanco se debe a la falta
de melanina, la cual incrementa la saturación del color, pero los factores envueltos que
lo causan a nivel ecológico son desconocidos (Debat et al., 2018). De hecho la hace aún
más resaltante ese colorido cuando está en vuelo, al menos para los humanos.
Figura 1.Pareja de Morpho epistrophus argentinus ♂ arriba (dorsal y ventral), ♀ abajo (dorsal y ventral).
La mariposa posiblemente llegó al Plata desde el norte traída por los camalotes a
través de los ríos, hallando con qué alimentarse y aclimatándose al clima más frío
(Bourquín, 1940, 1945, 1953). Su distribución geográfica comprende el sureste de
Brasil, donde vuelan la subespecie típica (M. epistrophus epistrophus) y la subespecie
catenaria. La subespecie argentinus, la más austral y pequeña de las cinco subespe-
cies, vuela en el extremo sur de Brasil (estados de Santa Catarina y Rio Grande do Sul),
Uruguay (todo el país) y este de Argentina, y como lugares típicos en la provincia de
Buenos Aires el Delta del Paraná, Isla Martín García y Punta Lara (Breyer, 1939; Núñez
Bustos, 2005, 2010; Blandin, 2007).
No debe confundírsela con la mucho más escasa y mayor Morpho epistrophus titei
Le Moult & Réal, 1962, la cual en Argentina solo vuela en selvas del norte y este de
Misiones (también Paraguay y sur de Brasil), y tiene alas más blancas y ocelos ovalados
en faz ventral de alas posteriores (Klimaitis et al., 2018).
Se trata de una especie muy variable (Núñez Bustos, 2005) de la que se han descrito
varias formas, variedades y aberraciones, las cuales no tienen hoy estado sistemático.
Las más conocidas son las formas effigurata (con pocos diseños en la faz ventral),
marmorata (con diseños acentuados) y nigrescens (muy oscura) (Fruhstorfer, 1912;
Nosswitz, 1927; Breyer, 1939; Biezanko, 1960; Hayward, 1973; Varga, 2000). De he-
cho existen a veces ejemplares enanos (Blandin, 2007), de casi la mitad del tamaño
normal, lo que se puede deber a que les haya faltado alimento durante su crecimiento
(Nosswitz, 1926). En efecto, en vista de esta variabilidad, mucho es lo que se discutió
en las reuniones de la entonces joven Sociedad Entomológica Argentina (SEA) a fines
de 1927 acerca de si debería considerarse como una especie o una subespecie de la
Morpho catenarius que vuela en el sur de Brasil, lo que por unanimidad de sus miem-
bros se acordó que se trataba de una subespecie o raza geográfica más pequeña. Así
era considerada entonces por Fruhstorfer (1912), basándose para describirla en ejem-
plares del norte argentino y Rio Grande do Sul (Brasil) en la magnífica y soberbia obra
de Adalbert Seitz (Dallas, 1928; Bourquín, 1953).
Además de los nombres vulgares locales Mariposa Nacional o Bandera Argentina,
en Rio Grande do Sul (Brasil) la llaman Azulão, Janeira o Borboleta da coronilha (Bie-
zanko, 1960).
A juzgar por su espléndido colorido y zona de vuelo, es la especie candidata para ser
nuestra mariposa nacional. Esto ya lo había sugerido en la década de 1940 el notable
naturalista y relojero suizo Fernando Bourquín (1885-1976), quien estudió en detalle
su ciclo vital publicando sus observaciones en la famosa obra “Mariposas Argentinas”
(Bourquín, 1945) (Figura 4) y en otras publicaciones (Bourquín, 1940, 1948, 1953)
(Figura 5). A pesar de que en el nordeste de la provincia de Buenos Aires existen otras
mariposas muy hermosas, como la viuda del monte (Parides bunichus damocrates), la
zafiro del talar (Doxocopa laurentia), la ochenta chica (Diaethria candrena), la almen-
dra (Heliconius erato phyllis) o la fueguera (Mechanitis lysimnia), la bandera argentina
deslumbra por su coloración y gran tamaño pero además por su vuelo grácil y elegan-
te, siendo sin dudas la reina de las mariposas rioplatenses (Núñez Bustos, 2010).
MATERIALES Y MÉTODOS
BIOLOGÍA
Los huevos son verdosos, puestos en la faz superior de las hojas y miden alrededor de
2 mm. Antes de nacer las orugas ya se pueden ver sus colores a través del huevo (Figura
8), alrededor del mes de marzo o abril (Nosswitz, 1927; Bourquín, 1948; Klimaitis, 2000;
Núñez Bustos, 2010). Éstas al nacer se mudan al envés de la hoja (Figura 9) y tejen una pla-
taforma sedosa, en la que se colocan a veces todas con la cabeza sobre el borde externo de
la hoja y el cuerpo hacia el interior, formando como una rueda (Bourquín, 1948, 1953) (Fi-
gura 10). Son muy particulares pues tienen costumbres gregarias, desplazándose de noche
en fila india (procesionarias), hallándoselas en colonias durante el día y arracimadas en
las hojas o tallos, los que se inclinan por su peso (Nosswitz, 1927; Llano, 1959; Klimaitis,
2009). Durante todo el otoño y el invierno se las encuentra sobre el follaje del coronillo.
(Buffo, 1943), resaltando además sobre el verde oscuro del follaje del coronillo (Bou-
rquín, 1953). Cuando uno las mira de cerca llama la atención cómo se aprietan una
contra la otra y la posición de su cabeza apunta hacia el cielo. Realmente son bellísi-
mas y en nada tienen que envidiar al adulto (Núñez Bustos, 2005, 2010). Además son
suaves e inofensivas al tacto pues están recubiertas de largos pelos inofensivos de color
rojo punzó y blancos en dorso y flancos (Bourquín, 1953). Sobre el dorso llevan una
línea negra con puntos dorados y la cabeza es roja (Figuras 11, 12 y 13). Al tocarlas
pueden soltar un líquido verdoso como defensa. Las larvas pueden ser caníbales (Bou-
rquín, 1940, 1945). Llama la atención muchas veces tantas orugas juntas pendiendo
de una rama finita del árbol y que no se caigan. A veces las orugas se hallan tapizando
las ramas en gran cantidad (Klimaitis, 2000; Núñez Bustos, 2010).
Figura 11. Aspecto de las orugas en último estadio. Figura. 12. Ramillete de orugas durante el día.
de, encontrándoselas aún incluso en enero. Es indudable que hay temporadas donde es
más común que otras debido a factores climáticos y/o ecológicos. Las orugas además
del coronillo también pueden alimentarse de otras plantas como ingá (Inga uraguensis)
(Bourquín, 1940; Hayward, 1973) (Figura 18) o bugre (Lonchocarpus nitidus), en caso
de escasear o faltar el coronillo, como ocurre en Punta Lara o en el delta del Paraná.
También hay otras plantas citadas en la bibliografía como la flor de seda (Calliandra
parvifolia), el yatevó (Guadua trinii) y el azota caballos (Luehea divaricata), pero son
muy escasas en la provincia, existiendo solo en Punta Lara o en el Delta, por lo que
posiblemente solo las usen como complemento alimenticio en aquellas ocasiones en
que las tengan disponibles (Galup, 2019). Si está disponible, muestra una preferencia
absoluta por el coronillo ya que se trata de un árbol de follaje perenne, por lo que es
vital para su prolongado ciclo biológico (Carro et al., 2019).
Figura 15. Crisálida. Figura 16. Crisálida con el adulto a punto de emerger.
Figura 18. Ingá (Inga uraguensis) en flor, planta sobre la que desova principalmente en el Delta del Paraná.
COMPORTAMIENTO
El vuelo de esta hermosa mariposa es lento, indeciso y ondulante, con bruscos ale-
teos y a media altura (Bourquín, 1945; Klimaitis, 2000), pareciendo por momentos
un papel mecido por la brisa. Vuela preferentemente al amparo de la sombra dentro
de bosques, si bien sale a menudo a claros y bordes soleados (Maldonado Bruzzone,
1927; Núñez Bustos, 2009), donde es bien visible su nacarado celeste cuando atravie-
sa los parches de luz. En general vuela no muy alto, entre dos y tres metros de altura
siendo raro verla volar sobre la copa de los árboles (Figura 19). Elige especialmente los
sitios sombreados y húmedos por donde desplazarse, protegidos del viento (Klimaitis
et al., 2018), donde empieza a volar después de las 9 am y hasta las 15 pm (Nosswitz,
1927). El autor recuerda muy vivamente cuando vio por primera vez a ésta especie
en la Reserva Privada “El Destino” y en Punta del Indio (dentro del Parque Costero del
Sur), a fines de enero de 1991 y fue realmente una visión imborrable. Las húmedas
selvas marginales y sus arroyos afluentes son ideales, donde puede penetrar muchos
kilómetros tierra adentro, especialmente si la vegetación marginal continúa. No se ali-
menta en flores (el ejemplar de la foto en Klimaitis (2000) está posado casualmente allí
o fue puesto para fotografiar) sino eventualmente en brotes de savia de árboles (Mal-
donado Bruzzone, 1927), sales minerales de tierra húmeda y en frutos pasados (Figura
20) caídos al suelo, donde pueden juntarse varios ejemplares (Núñez Bustos, 2009,
2010). Puede ser atraída poniendo frutos maduros blandos con cerveza y azúcar en sus
lugares de paso. Maldonado Bruzzone (1927) señala que las atrajo con uvas en Punta
Lara y parece ser que le gustan las sustancias alcohólicas (Canals, 2000a). En Punta
Indio se la ha visto posada en frutos caídos de kaki (Núñez Bustos, 2009). No se la ha
visto sobre bosta de vaca o excremento de otros animales, como si sucede con otras
Morpho. Posa normalmente en el suelo, en hojas de árboles o arbustos y troncos (Mal-
donado Bruzzone, 1927) y suele ser muy arisca, volando apenas uno se acerca a ella.
Por lo general nunca abre las alas del todo estando posada, salvo que por la mañana
las abran para calentarse, lo que es muy raro de observar, si bien las abren y cierran
cuando están en el suelo alimentándose de frutos y se desplazan caminando entre uno
y otro fruto, conducta frecuente entre los Satyrinae. Los machos son más abundantes y
veloces que las hembras, no siendo infrecuente ver una hembra perseguida por varios
machos en fila entre la vegetación (Klimaitis, 2000; Núñez Bustos, 2010). La ovipo-
sición y la cópula son difíciles de observar y/o fotografiar. Dado su color no es difícil
verla volando desde lejos dentro del sotobosque iluminado por el sol, sobre todo si hay
varios ejemplares dispersos. Por el contrario si se posa en la vegetación enmarañada y
cierra sus alas es muy difícil descubrirla. Suelen utilizar los caminos o senderos som-
breados como rutas de vuelo, existiendo muchos lugares favorables para observarlas
en ciertas Reservas Naturales. Al poco tiempo de volar, sus alas empiezan a romperse
y su colorido se vuelve más pálido. Ello se debe a la gran superficie de sus alas y a que
pasan la mayor parte del día volando, con lo que sus delicadas alas pronto se tajean y
empiezan a desprenderse pedazos de ella hasta que ya le cuesta volar. También otros
agentes como el viento y la lluvia contribuyen a que se vaya deteriorando poco a poco.
PREDADORES
Se ha constatado predación por aves (benteveos) y arañas de grandes telas del género
Trichonephila, puntualmente T. clavipes (Araneidae). Las orugas han sido vistas predadas
por el tingazú (Piaya cayana) en Punta Lara y por avispas Polistes canadensis (Vespidae)
en Punta del Indio (A. Galup, com. pers.). En la IMG se han visto pequeños tiránidos en
supuesta acción predatoria hacia adultos, pero no se ha constatado que se alimenten de
ella (A. Magnetti, com. pers.). Bourquín (1948, 1953) señala parasitoides en los huevos
y también halló una crisálida parasitada. Las orugas posiblemente sean también parasi-
tadas por himenópteros parásitos pero no se hallaron datos en la bibliografía.
En Argentina tiene citas en las provincias de Chaco, Misiones, Corrientes, Entre Ríos y
Buenos Aires (Hayward, 1973; Núñez Bustos, 2010; Klimaitis et al., 2018) pero en las
tres primeras provincias no parece ser común teniendo registros históricos y el autor
sólo conoce ejemplares en la colección del MACN procedentes de Iguazú (Misiones),
lo cual es muy extraño ya que allí vuela otra subespecie. Llama mucho la atención
que no haya registros o reportes en la ribera del río Uruguay, dentro de la provincia de
Corrientes, pues en el norte de Entre Ríos se han colectado ejemplares (Breyer, 1939).
Sería necesario conocer mejor su distribución y presencia actual en esas provincias,
ya que casi no hay ejemplares de referencia en colecciones y mucho menos fotografías
actuales. Es mucho más común en la parte austral de su rango geográfico, es decir des-
de Entre Ríos hacia el sur. En esta última provincia es muy común y está presente sobre
todo en la costa de los ríos Uruguay y en menor medida del Paraná y en los arroyos o
ríos afluentes que tengan selva marginal en sus orillas. En el Parque Nacional El Palmar
es muy frecuente en la costa del río Uruguay así como en todos sus arroyos afluentes
(El Palmar, Los Loros, Capilla), los que puede remontar aguas arriba por varios kilóme-
tros a través de la selva. En la Reserva Municipal Las Piedras (cercana a la ciudad de
Gualeguaychú) también es frecuente, incluso observar los racimos de orugas pendien-
do de los coronillos a lo largo de los senderos en noviembre y diciembre. Llama la
atención que en la provincia de Santa Fe nunca haya tenido citas, a pesar de que vuela
en el lado entrerriano del río Paraná, pero es posible que la vegetación y las condicio-
nes ecológicas sean muy diferentes del lado santafesino, de ahí que no se la conozca.
En la provincia de Buenos Aires se la halla en bosques húmedos de ribera, selvas mar-
ginales, talares de barranca y de conchilla (Núñez Bustos, 2010) (Figura 21). Su distri-
bución se fusiona bastante con la del coronillo (no así en las provincias del noroeste
y otras, donde la mariposa no existe), el que aparentemente, no se halla en talares de
barranca al norte de Tigre, estando por tanto casi totalmente ausente en las barrancas
del Paraná (Haene, 2006; Mérida y Bodrati, 2006), lo que podría explicar que la ma-
riposa no se halle allí tampoco o sea muy escasa (salvo quizá unos pocos registros en
Zárate, Otamendi y Escobar detallados más abajo). Por ello, su distribución geográfica
en la provincia está lejos de ser bien conocida, en especial en la zona de la Bahía
Samborombón. Todo esto es notable tratándose de una mariposa grande y llamativa.
para transformarse en crisálida. Se han hallado ejemplares desde enero a marzo e incluso
hasta mayo si la temporada es cálida (Klimaitis, 2000). Lamentablemente la selva marginal
hace muchas décadas se encuentra invadida por especies exóticas, pero por fortuna la
Morpho parece resistir eso, siendo común en el área hasta la actualidad.
Este vacío de información debería estudiarse para conocer mejor el estado de su po-
blación en esa parte de su distribución, donde no parecería ser muy conocida ya que
desde allí parece que los talares son más o menos discontinuos, apareciendo a modo
de parches (Parodi, 1940). El hecho de que actualmente se trate de campos privados
en su mayoría, con extensos humedales, podría explicar esta falta de registros. Hay
poblaciones conocidas en General Lavalle (Carro et al., 2019), de donde se conoce un
trabajo reciente de la alimentación sobre coronillo de las orugas de la Morpho, ya justo
al sur de la Bahía Samborombón, donde parece ser común (M. Beade, com. pers.). En el
cercano Parque Nacional Campos del Tuyú parece que no existe, ya que allí no crece el
coronillo (Cagnoni & Faggi, 1990). Su área más austral de su distribución son los talares
de la Laguna Salada Grande, en el partido de General Madariaga (Núñez Bustos, 2010),
donde parece ser bastante común y cuya población aparentemente existe desde 1985
al menos (Farina, 2006), especulándose que llega allí a través del corredor de talares
costeros proveniente del norte. También se ha colectado un ejemplar cerca de Pinamar
(Farina, 2006), el cual quizá se trate de un individuo procedente de los talares cercanos
a Ostende, que serían continuación de los de Gral. Lavalle, de acuerdo a Parodi (1940).
Habría que confirmar que exista o no en talares más australes, lo cual parece ser muy
dudoso. En tiempos relativamente recientes, Guerrero y Agnolin (2016) comentan que:
“se halló en el sur del partido de Gral. Pueyrredón”, lo cual parece ser erróneo ya que
no se conocen ejemplares al sur del partido de Gral. Madariaga ni tampoco del de Mar
Chiquita, hasta donde se distribuye el coronillo (Parodi, 1940; Lahitte y Hurrell, 1994).
Esto fue corroborado por un entomólogo local reconocido (J. Farina, com. pers.). Hasta
el momento no hay evidencias concretas de que la mariposa alcance al menos de ma-
nera regular la zona de Mar del Plata.
Intentos de aclimatación
Dado su belleza, gran tamaño y vuelo elegante, desde hace tiempo se quiso aclimatar
a esta especie en lugares donde nunca habitó en forma natural. Así Gallardo (1907,
1908) quiso aclimatarla en su quinta de Bella Vista (zona oeste del conurbano) pero sin
éxito. De hecho propuso que si se consiguiera una generación más retardada o precoz
podría obtenerse una mejor aclimatación al no tener las orugas que pasar el invierno,
pasándolo como huevo y naciendo en primavera los adultos, los cuales se aparearían
enseguida y las orugas de la segunda generación pasarían el verano en ese estadio. De
este interesante y polémico experimento nunca más se supo. Bourquín (1940, 1945,
1948, 1953) llevó orugas desde Punta Lara a su quinta “La Tacuarita” del Tigre, donde
cultivó coronillos que luego de 12 años prosperaron. De allí es donde obtuvo en de-
talle el estudio de su biología. Según este mismo autor, en el Jardín Botánico “Carlos
Thays”, también fueron llevadas orugas y allí progresaron normalmente aunque se
desconoce lo que sucedió luego. Bourquín (1948, 1953) sugería que podría hacerse de
ella un objeto de adorno en parques y estancias, plantando coronillos, el que se presta
para cercos vivos. En 2017 hubo otro intento en el mismo lugar que resultó infruc-
tuoso, a pesar de cuidar con esmero las crisálidas y adultos. También en el predio de
la Facultad de Agronomía hubo varios años una pequeña población que prosperó un
tiempo, luego de haber llevado orugas, pues existen coronillos en su interior sumado
a una gran superficie más o menos continua cubierta de sombra.
CONSERVACIÓN
Figura 24. Producción realizada en la primera fiesta de la Mariposa Bandera Argentina (febrero de 2015).
CONCLUSIONES
cabeza hacia abajo, con las alas cerradas acentuándose así los dibujos oscuros de las
mismas, tornándose la hembra menos visible. Los huevos son colocados en forma de
manchones el uno tocando el otro, tardando 60 segundos entre la puesta de cada hue-
vo. Conté 66 en una misma hoja. Su forma es semi-esférica y tiene 2 mm de diámetro
por 1 mm de alto, su color es blanco verdoso pálido. En una oportunidad muchos
de ellos fueron parasitados por un Eupelmido del género Anastateis afín a la especie
Anastatus citheronia Blanchard.
Después de una vida embrional de 12 días a una temperatura media de 28º C, nacen
las larvas, que emigran a la faz ventral de la hoja. Tejen una plataforma sedosa, en la
cual se colocan, todas con la cabeza en el borde exterior y el cuerpo hacia el interior
formando rueda. Las cabezas negras representan la llanta y los cuerpos los rayos. Ya
después de la primera muda de piel la cabeza y el cuerpo toman un color rojo sangre,
se cubren de un vello del mismo color y de largos mechones de pelos blancos y se-
dosos. La evolución completa de la oruga dura siete meses y medio, es decir desde la
mitad de febrero hasta fines de septiembre, a una temperatura media de 21º C. Muda-
ron siete veces de piel y soportaron durante el mes de agosto de 1945, la extraordinaria
temperatura de 2 hasta 7º C bajo cero, según las informaciones metereológicas de la
Capital. El frío de la noche fue tal, que a 30 metros del habitáculo de las orugas, reventó
un tanque de agua por congelación. Llegada a su desarrollo maximum, la larva tiene de
55 mm hasta 62 mm de largo por 7,80 mm a 8,50 mm de grosor. Su color es rojo punzó,
con manchas blancas y puntos color oro brillante muy llamativos en la línea centro-
dorsal. La cabeza también roja está cubierta de pelos cortos del mismo color, así como
todo el cuerpo donde aparecen penachos de largos pelos blancos y sedosos. La oruga
no es urticante, en absoluto, por lo contrario su contacto es suave. En la faz ventral
delante del primer par de patas toráxicas, observé una válvula que se yergue y se con-
trae. Órgano que el Dr. Miguel E. Jörg estudió histológicamente, sin poder aun precisar
su función desconocida hasta la fecha. Las orugas viven en colonias todas agrupadas,
como un enjambre de abejas. Su color rojo resalta sobre el verde oscuro del follaje.
Quedan así quietas durante el día, al atardecer y de noche se desparraman en el árbol
para alimentarse. Regresan a la madrugada a su habitáculo, formado por varias ramitas
y hojas unidas por un resistente tejido sedoso, al cual se adhieren. Para sus migraciones
nocturnas tejen un sendero a lo largo de las ramas, que utilizan de un año al otro.
Llegada la primavera las orugas abandonan el coronillo y se transforman en crisálida
en los árboles y arbustos de los alrededores. La crisálida imita la forma de una bellota
con su tallito, es del color verde de las hojas. Después de una vida ninfal de dos a tres
meses, según la temperatura, nacen las mariposas cuyo color celeste es más azulado
en veranos calurosos. En 1910 era todavía frecuente cazar nuestro Morpho en los Bos-
ques de Palermo, en las riberas de San Isidro y barrancas de Martínez. Pero con la des-
trucción de los coronillos, desapareció también la mariposa. En 1952 nuestra “bandera
nacional” el Morpho catenarius argentinus sobrevive aun precariamente por contados
años en Punta Lara y la Isla Martín García. Desgraciadamente en esta última, obras de
utilidad pública exigen la destrucción de sus bosques y en Punta Lara, se multiplican
los recreos con una población siempre creciente muy poco propicia al cuidado de
nuestra fauna autóctona. La conservación de este tesoro nacional, no está al alcance
de un individuo o de una entidad privada, aunque tenga el benévolo apoyo moral de
la Dirección de Parques y Paseos de Buenos Aires. Se necesitaría una orden superior,
para plantar de semilla millares de Scutia buxifolia y repartirlas en las orillas del Río
de la Plata desde Buenos Aires al Tigre y en la primera Sección del Delta del Paraná.
Creo que generaciones futuras agradecerían este gesto y que Buenos Aires merece un
adorno tan original y gratuito, único en el mundo.”
AGRADECIMIENTOS
A Leonel Baldoni, por realizar el diseño del mapa. A Mario Beade, Mariana Bene-
dictto, Sebastián Benítez, Lucas Damer, Juan Farina, Aldo Fortino, Alejandro Galup,
Ana María Lux, Adriel Magnetti, Soledad Mesía Blanco, Fernando Penco y Cristian
Rasmussen(†), por los datos suministrados. A Amalia Suárez (Instituto de Botánica
Darwinion, San Isidro), por facilitarme bibliografía y a Joanna Rodríguez-Ramírez
(MACN), por permitirme revisar los ejemplares de la colección de Entomología. A
José Athor, por otro gentil ofrecimiento.
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