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Producción

social del espacio:

el capital y las luchas sociales en la disputa territorial.




Por: Carolina Jiménez1 y Edgar Novoa2


Presentación


A través de la historia el capitalismo ha demostrado su profunda capacidad reorganizativa, no
solo para superar los obstáculos al proceso de valorización, sino también para mantener su
concepción hegemónica del mundo. En efecto, no se ha tratado simplemente del
mantenimiento del interés económico-corporativo de la clase en el poder sino de hacer
hegemónico su proyecto cultural y político. Las transformaciones operadas en las últimas
décadas del siglo XX recrean con claridad esta tendencia, pues al lado de las modificaciones en
las modalidades técnicas y sociales de la producción de la riqueza se generaron cambios en la
estructura social en sus dimensiones culturales, políticas y simbólicas. Así este nuevo rostro
de la hegemonía capitalista se define en la complejidad y multiplicidad de las
transformaciones operadas en las dimensiones espacio-temporales del ordenamiento social. Y
es precisamente el estudio de los cambios ocurridos en su espacialidad, el que nos interesa
abordar en este escrito.

De lo que se trata aquí es de proponer pistas y rutas de trabajo para el estudio de las
implicaciones que posee la producción espacial, y la definición de un orden político territorial
para la reproducción del capitalismo como modo de producción y dominación, ubicando las
líneas y trayectorias de resistencia que despierta ese despliegue. Entendemos que el orden
espacial, en un momento histórico específico, expresa la correlación de fuerzas presentes en la
sociedad, por lo cual se construye tanto desde las prácticas de dominación como las de
resistencias. En consecuencia, el estudio de las transformaciones espaciales necesariamente
requiere tener en el horizonte de análisis los conflictos y las dinámicas de la conflictividad
socioterritorial que definen el proceso social en su conjunto.

En este sentido, partimos de considerar que el espacio no es simplemente el lugar material
donde se desarrollan las relaciones sociales y se emplaza la infraestructura necesaria para el
proceso productivo, sino que se constituye en un sujeto mismo de la producción. Así, el
espacio adquiere una materialidad y una subjetividad propia que lo hace histórico y dinámico;
un lugar que se construye, se de-construye y se re-construye a cada instante desde la
dominación pero también desde las resistencias.

El carácter protagónico cobrado en las últimas décadas por las categorías de espacio y
territorio, para el estudio de los fenómenos sociales, obedece al profundo reordenamiento
espacial que acompaña la fase histórica que vivimos, denominada globalización. Así las cosas,

1Profesora asistente en dedicación exclusiva del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de

Colombia. Investigadora grupo THESEUS de la misma Universidad. Doctora en Estudios Latinoamericanos.


2Profesor Asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en

Ciencias Sociales.

1
la variable espacial que había tenido un peso marginal o subordinado a otros factores que se
reconocían como determinantes en la estructuración del orden social ha asumido hoy un lugar
privilegiado dentro de las ciencias sociales. Al respeto señala Milton Santos,

“La importancia actual del territorio (para no hablar de espacio...) en la construcción de la
historia puede indicarse por el creciente interés que le dedican no solo geógrafos sino también,
y cada vez más, los urbanistas, los planificadores, científicos tan diversos como economistas,
sociólogos, etnólogos, politólogos, historiadores, demógrafos, etc. Tanto Nels Anderson (1965,
p. 5) como, más recientemente, Pierre George (1982, p. l) señalaron que el así llamado objeto
tradicional de la geografía era tratado cada vez más por varios especialistas. "Nuestro objeto",
lo estudiaran mejor otros, se queja V. D. Dennison (1981, pp. 27 1-272)” (Santos, 1996:25)

Esta centralidad cobrada por el tema territorial en el escenario contemporáneo potenció una
prolífica producción académica que busca, desde diversos frentes, proporcionar herramientas
analíticas y metodológicas en pos de contribuir al estudio del problema. Al respecto, es
bastante ilustrativa la producción de la escuela de la geografía crítica, en particular la línea
brasilera, quien ha avanzado mucho en las últimas décadas en la reflexión sobre la producción
espacial de Nuestra América.

Teniendo esto claro, y para facilitar su lectura, el texto se organiza en tres apartados: el inicial,
“La producción social del espacio” en el cual se proponen algunos elementos conceptuales
para el abordaje del análisis espacial, destacando las relaciones conflictivas y contradictoras
entre los procesos de acumulación y resistencias. El segundo, “Para una cartografía de la
globalización”, en el cual se presenta un abordaje de la globalización como un proceso
creciente de transformaciones espacio-temporales, que han dislocado los límites y las
fronteras materiales y físicas existentes, desde la vida cotidiana hasta las escalas
transnacionales. Finalmente, el tercero, “Territorialidades en disputa” en el que se
problematiza el proceso de producción de una nueva geografía histórica del capitalismo, en la
cual se desvela una lucha entre los ejes que ordenan las geografías de la acumulación –que
denotan una comprensión del territorio como recurso económico generador de riqueza– y los
que ordenan las geografías de la resistencia, los cuales expresan una concepción del territorio
como abrigo, esto es, como espacio de vida, de solidaridad y de encuentro comunitario.

Parte I: La producción social del espacio

Las nuevas formas de ordenar el territorio gestadas por las clases en el poder para garantizar
la acumulación por la acumulación impulsan un importante proceso de resistencia social
popular, expresión de la crisis política emergida en este proceso de producción de una nueva
espacialidad del capital. La geografía de las resistencias populares en configuración en
Nuestra América da cuenta de la incapacidad que tienen las clases dominantes para tramitar
los conflictos dentro de los márgenes definidos por sus ordenes institucionales y expresa, al
mismo tiempo, una aguda confrontación entre dos racionalidades antagónicas: una que asume
el territorio como recurso económico y fuente de riqueza –que desea ordenarlo a través de la
violencia del dinero–, y otra que lo asume como abrigo, como espacio de encuentro y
solidaridades orgánicas, fundamento mismo de la vida de las personas en comunidad (Cataia
2008). Es decir, esta nueva espacialidad social expresa una relación dialéctica –
contradictoria– entre la razón global y la razón local que coexisten violentamente en la
actualidad.

2
i. ¿Qué entendemos por espacio?

La configuración espacial expresa simultánea y orgánicamente, tanto las relaciones sociales
presentes en la sociedad en un momento histórico específico, el sistema de flujos, el
entramado de relaciones de poder que se construyen entre los actores sociales, políticos,
económicos y culturales; como las formas sociales y naturales, el sistema de fijos existentes su
producción, destrucción3 y reconfigurados de acuerdo a las necesidades y apuestas específicas
tanto de las clases dominantes como de las clases subalternas. Así las cosas, siguiendo los
aportes conceptuales de la escuela de la geografía brasilera, proponemos entender el espacio
como,

“[…] ni una cosa ni un sistema de cosas, sino una realidad relacional: cosas y relaciones juntas
[…] el conjunto indisociable del que participan, por un lado, cierta disposición de objetos
geográficos, objetos naturales y objetos sociales, y por otro, la vida que los llena y anima, la
sociedad en movimiento. El contenido (de la sociedad) no es independiente de la forma (los
objetos geográficos): cada forma encierra un conjunto de formas, que contienen fracciones de
la sociedad en movimiento. Las formas, pues, tienen un papel en la realización social” (Santos,
1996:27-28).

Por tanto, el espacio no puede ser leído ni como un contenedor de objetos, ni como una
construcción estática, éste expresa los horizontes y las luchas de sentido entre las clases
sociales y las posibilidades materiales reales que tienen para su realización. En este sentido,
los ordenamientos territoriales expresan tanto los circuitos de cooperación, como de
competición que se definen en un momento histórico específico. De ahí que, los usos y los
abusos sobre el territorio varíen a través de la historia.

El carácter dinámico que acompaña el proceso de producción espacial exige interrogarnos por
¿Quién, cómo, dónde, por qué y para qué usan el territorio? Esto debido a que los actores
cambian. Los modos de apropiación, ocupación y uso, varían de acuerdo a las técnicas sociales
hegemónicas en el tiempo. Las jerarquías territoriales se transforman, los territorios que hoy
son estratégicos, bajo unas condiciones distintas pueden ocupar lugares secundarios. Así,
como porque los intereses frente al control territorial no permanecen inalterados. En síntesis,
implica aproximarnos al análisis territorial entendiendo al territorio con vida, en
contraposición de uno inerte; un territorio en acción, viviendo. Un territorio que en uso,

Como trazo de unión entre pasado y futuro, entre materialidad y vida social, el territorio usado
es una forma-contenido porque es la realización de la sociedad (contenido) de manera
particularizada en los lugares (forma). En otras palabras, podríamos decir que el territorio usado
es un conjunto de lugares en el cual se realiza la historia, y de ese modo insistiríamos, con
Doreen Massey (2008), en que el lugar es una mezcla distintiva, un entretejido de relaciones
sociales y que, al mirar «dentro del lugar», podemos descubrir su hibridismo. Por ello,
apropiándose de un territorio, donde se distribuyen los marcos que orientan sus prácticas
sociales, cada grupo teje sus lazos de identidad (Haesbaert, 2002). (Silveira 2008).

3Para este análisis es muy ilustrativa la caracterización que hace Marx del capitalismo y de la modernidad como un

proceso de creatividad eminentemente destructiva, esto para referirse a “el desarrollo regular de estrategias de
transformación radical que dejan obsoletos los principios previos sobre los que se basaba el sistema, que debe
sostenerse en una creciente ola de innovaciones que mantiene esperanzas para un nuevo desarrollo de sus
capacidades” (Sánchez 2000). A este respecto Harvey plantea el siguiente cuestionamiento “¿cómo se crearía un
mundo nuevo sin destruir gran parte de lo ya existente?”

3
Por lo tanto, el proceso de producción social del espacio denota las luchas sociales presentes
en los territorios en un momento histórico específico. La configuración de esta nueva
espacialidad del capital, en la denominada fase de la globalización, aunque hegemónicamente
se organiza bajo los lineamientos de las geografías históricas de la acumulación, recoge, a su
vez las apuestas y proyectos políticos de organización del territorio de las clases subalternas.

ii. Las geografías de la acumulación

Partimos aquí del reconocimiento efectuado por Marx al precisar que los procesos de
acumulación de capital se producen en contextos geográficos y que de acuerdo a las
modalidades de acumulación se recrean unas estructuras espaciales específicas.
Planteamientos retomados por Harvey para explicar las configuraciones espaciales que se
gestan en el marco de la actual fase sistémica. Al decir de este geógrafo,

Sin las posibilidades inherentes a la expansión geográfica, a la reorganización espacial y al
desarrollo geográfico desigual, hace mucho tiempo que el capitalismo habría dejado de
funcionar como sistema económico y político. Este recurso permanente a una solución espacial
para las contradicciones internas del capitalismo (más notablemente registradas como
sobreacumulación de capital dentro de un área geográfica determinada) junto con la inserción
desigual de diferentes territorios y formaciones sociales en el mercado mundial capitalista han
creado una geografía histórica mundial de acumulación de capital cuyo carácter debe
entenderse bien (Harvey, 2001:391).

Los cambios que operan en el plano espacial y territorial evidencian que el espacio no es un
simple lugar para el emplazamiento de las fuerzas productivas. No es sólo el lugar de la
producción. Ante todo, el espacio es una fuerza productiva “en sí” que requiere ajustarse
siempre a las cambiantes condiciones de la valorización. El espacio actúa entonces y en
simultáneo como un límite4 y una posibilidad para la explotación y la acumulación capitalista.
Por tal razón, los cambios que sobre él acontecen son determinantes en la generación de los
nuevos rostros del capital.

Es posible afirmar entonces que a cada estadio en el modo de producción y dominación
capitalista, le corresponde una forma específica de organización y estructuración del espacio.
La cual pese a su especificidad recrea permanentemente los rasgos estructurales que lo
dinamizan y lo sustentan. Esto es, la geografía histórica de la acumulación aunque expresa las
condiciones históricas que posibilitan el sostenimiento del sistema, también da cuenta de las
especificidades que definen el proceso social en un momento histórico determinado;
momento en el que no solo se transforman las condiciones de la valorización del capital, sino y
en especial las condiciones de las luchas sociales, de los procesos de resistencia que colocan
frenos al patrón de acumulación y de poder colonial.

iii. Las geografías de las resistencias

4Una situación que llama particularmente la atención es que el territorio se erige simultáneamente en la

posibilidad pero también en el límite para garantizar y sostener la reproducción del capital, “la tierra, la natural
fuerza productiva técnica global, curiosamente se devela como el límite objetivo al desarrollo capitalista de las
fuerzas productivas. El espacio de la agricultura muestra, finalmente, cómo la relación del capital social global con
la totalidad de la naturaleza es irremediablemente irracional y, por ende, ya no neutralizable. (Barreda, 1995:174).
Hoy, el límite espacial se devela más próximo, los territorios de fuga o escape ya resultan prácticamente
inexistentes. La noción de esquizofrenia del territorio de la que nos hablaba Santos ya no parece un cuento de
ciencia ficción, sino la expresión de una realidad material en donde el espacio geográfico se constituye en el límite
de esta planetarización económica perversa.

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Los territorios expresan una construcción social. Esto es, no se explican simplemente desde
las condiciones materiales que los soportan, sino y especialmente, se definen desde las
relaciones y prácticas sociales que en ellos se establecen. En este sentido, hablar de la
construcción social de los territorios implica aproximarse a la manera como las comunidades
marcan y grafían la tierra; al modo como se apropian, representan y dotan de sentido sus
territorios.

El reconocimiento del territorio como producción social y de sentido, abre la posibilidad de
aproximarse a su estudio no solo desde los usos del territorio, esto es desde su utilidad como
recurso, sino también y de manera especial, en tanto territorio usado, esto es, en su totalidad,
como espacio que expresa las diversas maneras que tienen los sujetos de existir sobre ese
territorio. El territorio usado es entonces el territorio hecho y el territorio haciéndose, con
técnicas, normas y acciones (Santos 2008). En este sentido cuando hablamos de las geografías
de las resistencias, nos referimos a la manifestación de las territorialidades en disputa, a los
conflictos que se establecen en los territorios tanto por sus usos, como por su dirección y
sentido.

“Reafirmamos, que territorio es una totalidad, pero no es uno. Concebir un territorio como uno
es comprenderlo como un espacio de gobernancia, que es solamente un tipo de territorio y es
ignorar a otros tipos de territorio. Una vez más es importante recordar, que comprender el
territorio como una totalidad es fundamental para entender su multidimensionalidad y su
multiterritorialidad. Enfatizamos que todas las unidades territoriales forman totalidades por
contener en si todas las dimensiones del desarrollo: política, económica, social, cultural y
ambiental. Como los territorios son creaciones sociales, tenemos varios tipos de territorios, que
están en constante conflicto. Considerar al territorio como uno es ignorar la conflictividad”
(Mancano, 2011:7).

La disputa de territorialidades implica entonces la confrontación de miradas frente a la
ordenación, el uso y el sentido de los territorios. Esto es, desvela la tensión por la dirección
política de los mismos. Ahora, teniendo como marco de referencia los elementos
anteriormente planteados, esto es, el reconocimento del espacio como producción social, y en
tanto proceso social, reflejo de las contradicciones y las luchas de clases, en el siguiente
apartado proponemos algunas entradas analíticas sobre la configuración espacial en el nuevo
momento histórico denominado como globalización.

Parte II: Para una cartografía de la globalización



Asistimos a una reorganización, una nueva geometría del desarrollo y la desigualdad
territorial y social, en toda la extensión planetaria, una reconfiguración del desarrollo desigual
del capital, y diferenciación espacial de las resistencias. Fluidez, flexibilidad, competitividad,
apertura, inversión, tasas de interés, decaimiento-cansancio del leviatán, son algunas de las
más importantes palabras claves de las actuales transformaciones. Se presenta una dinámica
de superposición y determinación contradictoria de niveles (global, regional, nacional, sub-
nacional).

iv. Geopolítica de la globalización



La globalización corresponde al despliegue de un proceso creciente de transformaciones
espacio-temporales, que han dislocado los límites y las fronteras materiales y físicas
existentes, desde la vida cotidiana hasta las escalas transnacionales. Las características e
impactos de este proceso, por su magnitud, involucra un reordenamiento de las diversas
dimensiones socio-históricas de la vida, interconectando de manera creciente y acelerada
(mas no integrando) todos los rincones del planeta, produciendo un complejo reescalamiento
y traslape de las fronteras.

Concebida así la globalización, es un proceso continuo, conflictivo y dialectico, en lugar de una
situación estática o un estado terminal. Más aún, la globalización es simultáneamente espacial
(basada en una continua extensión, configuración y reestructuración de la organización
territorial del capitalismo) y temporal (basada en una aceleración continua del circuito medio
del capital). Finalmente, la globlalización se desarrolla simultáneamente en escalas múltiples y
entrelazadas –no solamente en el espacio global. A través de la producción, diferenciación,
reconfiguración y transformación de los espacios sub-globales, como los territorios estatales,
regiones, ciudades y localidades” (Brenner, 1999, pg. 44).

El concepto globalización posee directa relación con la espacialidad de los procesos y las
relaciones sociales, lo que propicia la utilización de una gran cantidad de metáforas espaciales
para intentar describirlo: desterritorialización, flujos espaciales, ‘glocalizacion’, compresión
espacio-temporal, diáspora, redes territoriales, tiempos reales. A dichas metáforas se suman
otra cantidad de pre-fijos con los cuales denotar las localizaciones e interconexiones de los
procesos: sub, supra, inter, infra, trans. Sin embargo, en la mayoría de interpretaciones, las
transformaciones socio-históricas suceden en una espacialidad dada, en donde las relaciones
y los procesos socio-históricos se inscriben o ubican, o simplemente se reflejan, impactan en
un espacio social, lo espacial aparece como un residuo, al final de la cadena de interpretación
de los cambios sociales en el devenir histórico.

En las últimas décadas un discurso “globalista” se consolidó en medio de la
crisis/reestructuración de las formas de producción y los mecanismos de dominación y
disciplina social. El discurso neoliberal se posicionó hegemónico, primero en el centro
(aunque el primer ensayo se concretó en el sur, Chile), luego en el sur –después de la crisis de
la deuda externa–, luego hacia el oeste con el colapso de los países socialistas y hacia el
oriente con la crisis de los famosos “tigres”.

Poco a poco las recetas sobre la estabilización monetaria, el ajuste estructural y el estímulo de
estrategias de crecimiento económico basadas en la apertura de los mercados, el apoyo a las
exportaciones, la búsqueda de la inversión extranjera y la cohesión social, se consolidaron
como el nuevo evangelio del desarrollo económico. Frente a esta situación, el derrumbe del
Muro de Berlín y la despolarización política internacional, llevaron a considerar el mercado y
la democracia liberal como la solución mágica para todos los problemas. Sin haber nacido
como discurso de la globalización, el neoliberalismo terminó convertido en su expresión
hegemónica, sinónimo de integración mundial, eficiencia económica, equidad social, progreso
material y defensa del medio ambiente. No valoran las funestas consecuencias derivadas de la
aplicación de las políticas agenciadas al amparo de dichos principios, promovidas como
“avance”, “equidad social”, “desarrollo” y propiciadas a través de la reestructuración
económica y la reforma política en diversidad de países, políticas económicas y sociales

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medidas impulsadas por ciertos organismos internacionales o impuestas por la banca
multilateral mundial y regional (FMI, BM, BID).

El neoliberalismo no puede considerarse como un bloque homogéneo y monolítico de
presupuestos ideológico-políticos, traducidos en un conjunto de políticas, programas y
estrategias de desarrollo económico, desplegadas y aplicadas de manera homogénea e
indiferenciada en todos los países. Existen diversos ‘neoliberalismos’ (ortodoxos y
heterodoxos), con variadas estrategias en busca de un fin común: reestructurar las formas de
organización de la producción y gestión del trabajo, y reformar las estrategias de dominio y
disciplina social, lo que necesariamente ocurre en diversos escenarios en constante disputa y
confrontación, donde las trayectorias y actores localizados a través de sus prácticas desafían
sistemáticamente cualquier coherencia de mando y dominio que pretenda imponérseles,
reinvierten los sentidos, reafirman y despliegan una subjetividad subversiva en constante
recomposición. Con las movilizaciones iniciadas en el primer anti-Davos, luego con el Foro
Social y su descentralización, así como con las múltiples protestas emprendidas en las
cumbres de los países ricos (G-8, G-20, G-3), y los organismos multilaterales encargados de las
políticas de comercio, consolidan la idea de una alter-mundialización, otras globalizaciones
posibles y necesarias.

Las prácticas espaciales y los discursos que las agencian se encuentran inmersos en medio de
unas relaciones de poder, que hoy más que nunca permean todas las escalas o fronteras
geográficas. Es en este panorama –en los actuales momentos–, que las metamorfosis de la
cuestión espacial transitan por la desterritorialización de las fuerzas e intereses del capital
que busca superar las barreras que limitan su despliegue y movimiento incesante en busca de
beneficio, renta o interés (permanente compresión espacio-temporal, aumento de la velocidad
de valorización), que implica un despliegue simultáneo de una novedosa forma re-
territorializada dominada y disciplinada desde el Estado y otras formas de regulación (el
miedo del colapso nuclear final, la moneda, los medios masivos de comunicación, la amenaza
terrorista) para imponer una nueva lógica y racionalidad de la producción y reproducción
social, dinámica de dominio y mando capitalista que ocurre y sucede en lugares específicos.

Como parte del desenvolvimiento complejo y antagónico de las relaciones sociales, de flujos y
agenciamientos, es preciso considerar la multiplicidad de fuerzas, trayectorias y propuestas
sociales y políticas que no solo intentan desafiar el incesante proceso de
desterritorialización/reterritorialización del capitalismo, sino que además frente a esa doble
tenaza impuesta por el capital y todas las formas de re-territorialización del mando, buscan en
su diversidad esencial un espacio ‘heterotopo’, un ‘tercer espacio’ un ‘espacio otro’, un nuevo
lugar en el no-lugar del despliegue capitalista, simultáneamente al espacio “abstracto”,
homogéneo, fijo y neutral de la dinámica de despliegue capitalista.

Hay una heterogénesis espacio-temporal de líneas de fuerza, trayectorias socio-geo-históricas,
líneas de fuga en la globalización5, y su dinámica espacial se puede ubicar al menos en cuatro

5La idea de heterogénesis está de diversa manera en varios autores. “Lo que necesitábamos no era establecer

puntos sino recorrer y desenmarañar líneas: una cartografía que comporta un micro–análisis (lo que Foucault
llamaba microfísica del poder y Guattari micropolítica del deseo). Sólo en estas composiciones (agencements)
pueden encontrarse focos de unificación, nudos de totalización, procesos de subjetivación siempre relativos,
siempre susceptibles de desanudarse para continuar aún más una línea móvil. No se trata de buscar los orígenes,
perdidos o borrados, sino de tomar las cosas allí donde nacen, en el medio, hender las cosas, hender las palabras.
No buscar lo eterno, aunque se trate de la eternidad del tiempo, sino la formación de lo nuevo, la emergencia, lo
que Foucault llamaba “la actualidad” (Deleuze, 1990, pg, 119).

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procesos: compresión espacio-temporal, distanciamiento espacial, spatial fix y
reescalamiento.

v. Compresión espacio-temporal y distanciamiento espacial

El principal rasgo espacial del actual proceso de globalización radica en el grado de
compresión espacio-temporal alcanzado. Este proceso, entre los presentados en el
desenvolvimiento de las sociedades y civilizaciones, es uno más de los que debe ser
considerado. La pretensión capitalista de aniquilar el espacio con el tiempo hace parte de esta
aceleración, el fin de la geografía no pasa de ser nada más que una aspiración que el mismo
proceso de globalización se encarga de desvirtuar, la geografía importa. Simultáneamente a
este proceso de compresión se presenta una mayor capacidad de alcance de las relaciones
capitalistas espaciales, como nunca antes el capitalismo obtuvo un claro alcance y sentido
global. (ojo: aclarar lo subrayado en verde)

Dos trayectorias o dinámicas del actual proceso de reestructuración económica, política y
social se entrecruzan en la aceleración espacio-temporal y el distanciamiento espacial: la
introducción de innovaciones tecno-científicas en el proceso productivo en general y la
financiarización de la economía.

El desarrollo técnico y científico, la tecno-ciencia actual, alcanzó un alto grado de refinamiento
lo que contribuyó al desarrollo de nuevas formas de disciplina productiva y social, y de
manera directa hacia la consolidación de la hegemonía del valor de cambio en la sociedad, la
constitución de la fábrica difusa6.

La introducción de innovaciones tecnológicas y de gestión del trabajo en el proceso
productivo, ha sido siempre una de las principales fuentes para la reestructuración capitalista:
las innovaciones tecnológicas sirven simultáneamente para la producción/valorización como
para la dominación y el mando del trabajo vivo, para el aumento de la productividad del
trabajo así como para el ejercicio de la disciplina y el mando sobre el mismo trabajo. Esto no
quiere decir que el conjunto de las actuales innovaciones tecno-científicas estén totalmente
funcionalizadas en su acceso, producción y uso a la lógica capitalista, aunque hoy sean, al lado
del conocimiento, una de las principales fuerzas productiva para el capital.

En las actuales circunstancias, el desarrollo de nuevos materiales, y los avances en las
informática, la robótica y las biotecnologías, así como sus usos y aplicaciones en la producción,
distribución y consumo llevan a que las máquinas se conviertan en productoras de valor. De
esta manera, la tecno-ciencia deviene en fuerza productiva del capital acelerando la
socialización del trabajo. La tecno-ciencia contribuyó de manera determinante en la
reorganización del proceso productivo centrado en la gran fábrica, asi como a una difusión
mucho más amplia y veloz –intensiva y extensivamente–, de la socialización de la producción.
La relación y distancia entre producción y realización se transformó radicalmente, se redujo el
espacio-tiempo haciendo entrar al mercado en la producción, masificando y acelerando el
consumo, por la baja en los costos de producción, sobre la base de infraestructuras mejoradas
y ampliadas. La descentralización y deslocalización de la producción, el aumento de la

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Nos encontramos en la “fabrica difusa”, es la extensión del dominio fabril sobre toda la sociedad de manera
intensiva y extensiva, la reducción de todas la relaciones sociales a puro valor de cambio, lo que en la vida cotidiana
se vive como la mercantilización total. Se deshicieron las diferencias existentes entre producción y reproducción,
de hecho, la reproducción es motivo y parte de la producción, más aun, “la explotación hoy tiende a no ser ya una
función productiva sino más bien un mero instrumento de dominación” (Negri & Hardt, 2009, pg 35)

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velocidad en el proceso de valorización entre la producción y la realización en el mercado,
encontraron un apoyo fundamental en el creciente y rápido cambio tecno-científico
introducido en el proceso productivo.

De igual manera puede aparecisarse en el consumo el impacto suscitado por los cambios
tecno-científicos: de un lado el uso e introducción de las nuevas tecnologías en la realización
de mercancías permite una mayor velocidad en el retorno de las ganancias (disminuyendo el
nivel de stocks de mercancías en bodegas, conociendo el pulso e interés de los consumidores).
Además, se acelera el nivel de obsolescencia programada de los objetos en su alto consumo y
rotación, particularmente en aquellos objetos tecnológicos de uso cotidiano (celulares,
computadores, electrodomésticos), extendiendo la lógica mercantil a mayores espacios y
lugares, exacerbando desde el consumo el individualismo cultural en la producción de
referentes de identidad y representación. No se trata de caer en un determinismo tecnológico,
sino de reafirmar la importancia que el acelerado y creciente desarrollo tecno-científico porta
para el proceso de globalización, tomando en cuenta que ese desarrollo y los objetos mismos,
son materia de disputa.

La financiarización de la economía implica que el capital financiero se convirtió en el
hegemónico, imponiéndose sobre el capital productivo. El papel que cumplía la moneda como
medida y como medio de cambio, en últimas como representante de la riqueza, fue desplazado
hacia un rol productivo. La tendencia del dinero a constituirse en el representante material de
la riqueza se consolidó, avanzó mucho más, puesto que el dinero adquierió un papel
directamente productivo: igualmente expresa hoy la relación de dominio capitalista7. En
medio de la crisis, el desplazamiento del capital productivo por el capital financiero –en sus
múltiples manifestaciones– ya no es como ocurría anteriormente, la manifestación de un
desajuste entre capital productivo e improductivo, entre la industria y los bancos, lo que
durante la crisis se expresaba en la transferencia de capital productivo hacia capital
financiero, para después de la recuperación de los niveles de ganancia retornar al capital
productivo, el lugar más seguro, estable y rentable para la valorización. La centralidad del
mercado impuso una relación directa entre dinero y productividad en el crecimiento
económico, una relación directa entre la liberalización financiera y crecimiento económico,
acumulación de capital físico, aumento de la productividad y uso eficiente de los factores. De
esta manera, la financiarización contribuye de manera determinante a acelerar la tendencia
hacia la creciente abstracción del trabajo, hacia la centralidad del trabajo social, la imposición
del carácter social de la producción.

El capital financiero contribuyó claramente a cerrar la brecha entre trabajo abstracto y
trabajo social, aceleró la socialización de la producción de manera intensiva y extensiva socio-
geo-históricamente. El dinero se deshace paulatinamente de su función de mediación para
adquirir un papel productivo lo que deja una marca profunda sobre el desarrollo capitalista,
aunque la renta se torna más importante frente al beneficio. La fluidez y velocidad impuesta
por la moneda en los intercambios, el manejo de política monetaria y la especulación

7 “La inversión internacional domina la internacionalización más de lo que lo hacen los intercambios, y por tanto da

forma a las estructuras que predominan en la producción y el intercambio de bienes y de servicios. Los flujos de
intercambios intra-firma han adquirido cada vez más importancia La inversión internacional está respaldada
evidentemente por la globalización de las instituciones bancarias y financieras cuyo efecto consiste en facilitar las
fusiones y las adquisiciones transnacionales. Al lado de los medios anteriores de transferencia internacional de
tecnología, tales como el otorgamiento de licencias y el comercio de patentes; nuevas formas de acuerdos
interempresariales relativos a la tecnología, se han vuelto con frecuencia el medio más importante para las
empresas y el país, para tener acceso a nuevos conocimientos y a las tecnologías clave. Finalmente, vemos aparecer
nuevos tipos de empresas multinacionales que poseen formas de organización “en redes” (Chesnais, 1996, pg 238).

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financiera implican una transformación de la soberanía de los estados nacionales, la inversión
se convirtió en un motor importante para la productividad, dinamizadora del crecimiento
económico.

De otro lado, la hegemonía de la moneda es elemento esencial para reorganizar la forma y
funciones de los estados, las políticas monetarias utilizan diversos medios (financieros,
crediticios, tributarios, fiscales), para luchar contra el enemigo que socaba la creciente
apropiación privada de las ganancias, la inflación, e imponer la lógica del mercado total. La
política monetaria define el trazado de las políticas estatales, no como ocurrió en la época
keynesiana que era la política fiscal la que establecía el marco de las políticas económicas del
Estado8.

El desarrollo tecno-científico y la financiarización de la economía, como trayectorias que se
entrecruzan desde la reestructuración, contribuyen de manera directa a la aceleración de la
compresión espacio-temporal intensiva y extensiva, de las relaciones sociales capitalistas, y a
su expansión territorial y aumento del alcance creciente de su lógica. Compresión espacio-
temporal, y mayor alcance y posibilidades de valorización de las relaciones capitalistas a nivel
espacial, inciden en las diversas vías que las relaciones productivas encerradas en los muros
de la fábrica, la oficina o los grandes proyectos de extracción mineros y petroleros o de
producción agropecuaria, han tomado, después de la derrota histórica sufrida por los obreros
fabriles a través de la imposición del proceso de reestructuración capitalista, en los años
setentas y ochentas en todas las regiones del mundo. El desarrollo tecno-científico, más el
mejoramiento o construcción de infraestructuras, proporcionan un medio, al igual que una
amplia posibilidad rápida de acceso a la obtención de recursos para emprender cualquier
proyecto, en cualquier parte del planeta.


vi. Spatial fix

La trayectoria socio-espacial del capitalismo en su perpetuo movimiento, en la aniquilación
del espacio por el tiempo, encuentra en la misma espacialidad una limitación, una barrera que
deber ser superada, propósito que logra a través de la producción de configuraciones
espaciales fijas e inmóbiles (infraestructuras, equipamientos), la cristalización de las
estrategias privadas de valorización, los acuerdos, las regulaciones. Las relaciones sociales se
producen espacialmente, ocurren en algún lugar, que va configurando las características
necesarias para la producción y reproducción de esas relaciones. La destrucción creadora
desprendida de la lógica capitalista, crea, ordena y funcionaliza paisajes, configuraciones
territoriales que posteriormente, debido a su proceso de crisis, debe destruir, deshacer,
reconfigurar espacialmente.

La dialéctica crisis/desarrollo del capitalismo encuentra, igualmente, en la reconfiguración de
la espacialidad de sus infraestructuras y equipamientos una válvula de escape a su proceso de
devaluación/desvalorización, reconfigurando, revalorizando las infraestructuras físicas y
sociales, reordenando los acuerdos y regulaciones, alianzas y antagonismos sociales y

8 “en un periodo prolongado, podemos observar un gran desempleo acompañado por cortes irreversibles en el

gasto público, moviéndose en paralelo con un aumento de la financiación de la industria y una creciente
concentración de los medios destinados a garantizar la circulación de bienes y el flujo de capital. Vale decir que los
instrumentos keynesianos de intervención son utilizados todo a lo largo de este proceso con el objetivo de
restaurar y devolver al equilibrio el marco “natural” del mercado, las condiciones necesarias para la “espontanea”
reproducción de las relaciones de ganancias y dominio” (Negri, 2002: 143).

10
políticos, una nueva configuración espacial que contribuye a la expansión y valorización del
capital, relanzando la sofisticación de la guerra y la ayuda humanitaria, como lo hemos visto
en los últimos años, como parte de las estrategias de acumulación9. Ese spatial fix, es tiempo
condensado que posee otras velocidades e intensidades que inciden en el actual despliegue
espacio-temporal de las relaciones sociales, en una situación en la que la valorización de
capital en curso está sujeta, debido a la hegemonía del capital financiero, más a la lógica de la
renta que del beneficio.º

Se presenta una dinámica de superposición y determinación contradictoria de niveles (global,
regional, nacional, sub-nacional). A la desterritorialización económica de toda la extensión
espacial mundial, se suma una reterritorialización política global, regional y sub-nacional (en
donde los organismos internacionales, regionales y el Estado juegan un papel determinante),
dejando una serie de intersticios ocupados por una amplia gama de actores (mafias, grupos
insurgentes armados), donde la recomposición política y social del trabajo y de los grupos o
sectores populares, busca la producción/consolidación de un nuevo lugar, un espacio
diferenciado.

Este nuevo orden social del capitalismo se soporta en una creciente socialización de la
producción por la cual la sociedad en su conjunto queda sujeta a las relaciones capitalistas, el
creciente proceso de abstracción del trabajo se transforma en una realidad; ya no es posible
pensar en la suma de una serie de trabajos aislados, sino que el trabajo social es el
presupuesto básico de toda producción10. Se deshacen las diferencias entre
producción/reproducción, trabajo productivo/trabajo improductivo, pues estas relaciones
binarias ya no reflejan la multiplicidad de relaciones de trabajo, ni mucho menos la forma en
que los individuos se ligan al trabajo, esencial para comprender la valorización que el capital
realiza de su experiencia. Las relaciones entre el espacio de vida y el espacio de producción se
tornan difíciles de establecer, la relación entre lo íntimo, lo privado, lo público y lo común,
manifiestan múltiples transformaciones. Los muros de las fábricas se transparentan, el
mercado entra en la fábrica con la ayuda de las nuevas tecnologías y la velocidad y fluidez del

9
Para Harvey (2005, pg 1), la lectura actual del proceso de reordenamiento espacial, debería ser considerado como
capitalismo por desposesión: “Una lectura minuciosa de la descripción de la acumulación primitiva de Marx revela
una amplia gama de procesos. Estos incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión por la
fuerza de las poblaciones campesinas, la conversión de varias formas de derechos de propiedad (común, colectiva,
estatal) exclusivamente en propiedad privada, la supresión del derecho a usar los bienes comunes, la
mercantilización de la fuerza de trabajo y la eliminación de formas alternativas (indígenas) de producción y
consumo, formas coloniales, neo-coloniales e imperialistas de apropiación de activos (incluyendo recursos
naturales), la monetarización de los intercambios y de la fiscalización (especialmente de la tierra), el comercio de
esclavos, la usura, la deuda nacional y, por último, el sistema crediticio, como formas radicales de acumulación
primitiva. El Estado, con el monopolio de la violencia y las definiciones de legalidad, juega un papel crucial en
apoyar y promover este proceso y existen evidencias considerables (como sugiere Marx y confirma Braudel) de
que la transición al capitalismo estuvo ampliamente supeditada al apoyo del Estado, que lo sostuvo decididamente
en Inglaterra, débilmente en Francia y negativamente, hasta hace poco tiempo, en China (…). Y, como ya ocurriera
antes, estos procesos de desposesión están provocando vastas oleadas de resistencia que, en buena medida,
constituyen el corazón del movimiento anti-globalización (…)”.
10 “La nivelación del trabajo a trabajo abstracto, genérico, tiene como corolario la continuada existencia de la forma

valor, del dominio capitalista, de la extensión de la fábrica a la sociedad entera. Desde este punto de vista, la
empresa –vista como una fábrica global- es hoy el concepto clave para el capital, producido por los patrones como
un concepto que se adecue a sus necesidades en la fase especifica de las relaciones de clase que vivimos en el
presente. La combinación de fluidificación del trabajo todo a lo largo del ciclo productivo y la selectividad en las
funciones de control y dirección dentro del ciclo -y de allí la importancia de la automatización- ha alcanzado el
nivel de un punto de ruptura histórico en el desarrollo capitalista, comparable a aquel del Taylorismo y del
Fordismo” (Negri, 2002, pg 96).

11
dinero, transformando las formas de producción, la gestión del trabajo, la distribución y el
consumo.

“Si es cierto que los términos de la explotación están reubicados en el terreno social, y si, sobre
este terreno ya no es posible reducir la cantidad y cualidad de la explotación, la plusvalía
absoluta y la plusvalía relativa al tiempo-medida de la jornada laboral “normal”, entonces el
sujeto proletario renace en términos antagónicos en torno a una alternativa radical, una
alternativa del tiempo de la vida contra el tiempo-medida del capital” (Negri, 2002, pg 169).

Esa subsunción real del capital, cuya principal manifestación la vivimos cotidianamente como
mercantilización de todas las relaciones, conduce a una reconsideración del discurso de la
biopolítica, planteado en términos críticos por Foucault (2000). Ese antagonismo entre
tiempo de producción y tiempo de vida, carga múltiples manifestaciones como producción
biopolítica. Con el despliegue intensivo y extensivo del capitalismo, el despliegue del
biopoder, nos encontramos en la situación en la que las inversiones apoyadas en los
desarrollos tecno-científicos y las posibilidades del capital financiero, pueden desplazarse
extensivamente, vincular más territorios a la lógica del valor o reordenar los que actualmente
están sujetos a su dinámica. Igualmente, en términos intensivos la valorización se apoya en los
desarrollos biotecnológicos en donde el cuerpo y la naturaleza se convierten en importantes
alternativas de valorización. De esta manera, en tiempos de producción biopolítica, el
biopoder del capital y el Estado desterritorializan/re-territorializan su interés y mando
espacialmente (no solamente en la espacialidad, también en la naturaleza), pero también
corporalmente (cuerpos de seres humanos, animales y plantas).

En ese espacio liso de despliegue capitalista y reconfiguración del mando, el capital debe
enfrentar ahora toda la extensión de la sociedad, en busca del tan ansiado beneficio, renta o
interés, en donde la cooperación y comunicación social, el trabajo inmaterial, son los
verdaderos productores de valor. Ya no se trata de la utilización inelástica del factor trabajo,
sino la producción intensiva, flexible, móvil, con una alta composición orgánica de capital,
apoyada por la fluidez del capital financiero, una recomposición extensiva e intensiva del
capital. A pesar del despliegue intensivo del capital, la inversión sigue sujeta a ciertos
principios básicos de rentabilidad y seguridad impuestos para su sobrevivencia, proceso
complejo de reorganización de las condiciones materiales objetivas y subjetivas (re-
territorialización) necesarias para el re-despliegue de la extracción de valor. El Estado
transforma su forma y funciones para garantizar esa fluidez y desplazamiento.

Esta tendencia socio-geo-histórica de transformación de la forma y funciones de los Estados
modernos soberanos, conocida como gobernación o gobernanza, no implica que el Estado
nación este despareciendo, solo que cambia la manera como debe ejercer su actividad. Las
nuevas exigencias obligan una nueva funcionalidad y conllevan la transformación de su forma,
el Estado sigue conservando una cierta centralidad en el espacio público-político, sin embargo
es un actor, el más autocentrado y con alto poder de imposición colectiva, entre otros actores
(organizaciones políticas transnacionales, organismos multilaterales, empresas nacionales y
transnacionales, organizaciones sociales y políticas, partidos, organizaciones no
gubernamentales nacionales e internacionales). La reconfiguración geopolítica nacional e
internacional tiene que contar con la presencia y acción estatal a nivel interno de los países,
como en el ámbito transnacional, aunque sea un Estado “ahuecado”.

Si las nuevas tecnologías desmaterializan los territorios (produciendo la compresión espacio-
temporal), y la financiarización facilita y amplía las posibilidades de inversiones,

12
contribuyendo a la reestructuración productiva, de otra parte, la producción de saber y la
cooperación social, fuente primordial de valor hoy, se encuentran diseminadas, localizadas en
toda la extensión territorial, ya no al interior de la fábrica, allí donde se encuentren el capital
debe ir a buscarlos. Las resistencias aparecen como líneas de fuga territoriales, micropoderes
que se rebelan o autovalorizan en las nuevas condiciones biopoliticas de producción, es place
specific. Por esta vía la relación entre territorialidad y subjetividad se hace cada vez más
evidente y urgente de entender en el actual proceso de reestructuración capitalista, una nueva
geopolítica de la acción social que es necesario cartografiar, micro-física de poderes que se
oponen a la valorización del capital y que poseen un carácter multiescalar y multidimensional
simultáneo.

“Esta relación entre capital y vida social productiva, sin embargo, ya no es más orgánica en el
sentido que Marx entendía ese término porque el capital es cada vez más externo y tiene un rol
incluso menos funcional en el proceso productivo. Más que un órgano funcionando dentro del
cuerpo capitalista, la fuerza de trabajo biopolítica se está volviendo más y más autónoma, con
el capital simplemente asomando sobre ella como un parásito con sus regímenes disciplinarios,
aparatos de captura, mecanismos de expropiación, redes financieras y similares. La ruptura de
la relación orgánica y la creciente autonomía del trabajo están en el corazón de las nuevas
formas de crisis de la producción y control capitalista” (Negri & Hardt, 2009, p. 142).

Las luchas sociales y políticas retoman nuevas vías de recomposición política y social, el grito
zapatista contra la entrada en vigor del tratado de libre comercio ente los Estados Unidos,
Canadá y México, se va a convertir en un referente esencial para las confrontaciones en el
capitalismo posfordista. Las grandes concentraciones en las cumbres mundiales de los grupos
de países selectos –Davos– así como de los organismos transnacionales reguladores del
mercado mundial –OMC–, implican el despliegue de novedosas estrategias de resistencia. Así
mismo, la globalización de las luchas se manifiesta en las diferentes reuniones internacionales
de los Foros Sociales Mundiales, que buscaron descentralizarse a partir de continentes y
países. En este último periodo el paso del nomadismo al sedentarismo es muy importante,
particularmente las protestas de los indignados y la “primavera árabe”. Mientras tanto, las
luchas vuelven a hacer sentir su fuerza, y abarcan toda la extensión territorial, en el norte y en
el sur, en el este y el oeste: contra la privatización de los servicios públicos y la seguridad
social, ampliando los sentidos de lo público o desplazándolo hacia la defensa de lo común; las
movilizaciones contra las políticas agrarias con diferentes énfasis y actores, por la soberanía y
seguridad alimentaria, contra las tratados de libre comercio, la lógica de las grandes
transnacionales de insumos y alimentos; la reorganización de los movimientos de
trabajadores; la indignación creciente en Europa como en Estados Unidos, así como las luchas
contra todo tipo de exclusión social, política, económica, étnica o racial. Hoy, es toda la
extensión territorial la que potencialmente está sujeta a los antagonismos sociales.

vii. Reescalamiento

Dentro de esta geografía, geopolítica de la globalización, también se reconocen trayectorias
socio-espaciales abiertas, diversas, en donde lo transversal, lo horizontal, solo sean un
referente mínimo de las diversas posibilidades de la nueva geometría de ensamble del
biopoder y la biopolítica, un reescalamiento diverso de las relaciones y procesos.

En la trayectoria crítica de la producción de categorías espaciales para el entendimiento de la
globalización, la idea desarrollada en los estudios socio-culturales (Robertson, 1997), y de
economía espacial (Swyngedouw, 1992), sobre el concepto “glocalización”, permitió avanzar
en la comprensión del proceso. Se lograba entender que la lógica globalizadora no sólo era

13
desde lo global hacia lo local, no sólo era la existencia de unas tendencias, fuerzas, procesos,
proyectos o actores globales que se imponían sobre otros ubicados localizadamente. Ese tipo
de interpretaciones unilaterales, conducían a sobrevalorar lo global y simplificar, desconocer
o minimizar las transformaciones locales o las dinámicas que desde lo local incidían en las
trayectorias globales, aquella situación en que algunos lugares por sus características, actores,
políticas, situación, representan la base estratégica para la forma actual de globalización. La
“glocalización”, permitió entender la complejidad de la relación global/local, no se trataba de
asumir que existían dos entidades, dos espacios o lugares concretos y distintos, que por sus
propiedades intrínsecas (especialmente las de lo global), entraban en interrelación,
interdependencia o integración. Lo cierto es que se construyó y aún persiste la idea de un
“globalismo”, como la única trayectoria posible (there is no alternative del neoliberalismo), un
discurso universalista, unas políticas preferentemente neoliberales, un “nosotros”
homogéneo, un espacio abstracto, neutral, eterno, que se construye por la competencia entre
espacios.

El trabajo de Boaventura de Souza Santos (2003), avanzó de manera importante en
mostrarnos la posibilidad de entender localismos globalizados y globalismos localizados, en la
forma en que se entrecruzan de manera dinámica y abierta, unos discursos, prácticas, actores
y relaciones de poder espacialmente. Los globalismos tienen un asiento local, parten de él, y
logran extenderse, hacerse globales, sin embargo, se encontrarán con múltiples obstáculos,
limitaciones para localizarse (globalismos localizados). De esta manera, es posible, necesario y
urgente entender diversos procesos de globalización en curso, globalizaciones, se trata de
recuperar una heterogénesis geopolítica de las relaciones sociales, como lo vienen planteando
aquellos autores que consideran la espacialidad como relación social, la espacialidad como
una necesidad de existencia de la multiplicidad que nunca está terminada, siempre abierta,
como producto de múltiples trayectorias, historias en devenir y antagonismo.

“existe una cosmología política enmarcada de manera que se relega a otros actores de un
pasado histórico (ellos se están desarrollando, nosotros somos desarrollados). Aquí, la
multiplicidad del espacio se niega, y la historia se reduce a una singularidad lineal donde “no
hay alternativa”. Bajo esta imaginación geográfica los “otros” son menospreciados y sus
diferencias reales son realineadas para ser colocadas “atrás” en la cola de la historia. Este es un
entendimiento del espacio que niega la coetaneidad (en verdad, se convierte el espacio en
tiempo, la geografía de la historia)” (Massey, 2008, pg 31).

Saskia Sassen, nos ha mostrado ampliamente desde y entre las ciudades cómo se presenta
este reescalamiento en tiempos de globalización (2002). Hasta hace poco tiempo, lo nacional
se consideraba como el ámbito territorial privilegiado para el proceso de acumulación de
capital, se buscaba el desarrollo de una industria nacional y la integración de los mercados
nacionales gracias a la activa intervención del Estado en la economía con el desarrollo de una
planificación centralizada y mediante la protección y apoyo a los sectores y ramas de la
economía más dinámicas a nivel interno. Así mismo, el dominio y la legitimación estaban a
cargo de los mecanismos de regulación institucional con el desarrollo de todas las
prerrogativas que se desprenden de los sistemas de seguridad social (educación, salud,
vivienda), buscando dirimir el conflicto entre el capital y el trabajo a través de los pactos o
convenios colectivos con la activa intervención del Estado, ampliando el sistema de
endeudamiento y financiación nacional debidamente regulados. Los mismos imaginarios de
organización y resistencia social y política, estaban centrados en la toma del poder del Estado
para la transformación de la sociedad, en donde el partido político y el sindicato aparecían
como los medios más eficaces para lograr dicho objetivo. Evidentemente, durante este
momento de desarrollo capitalista, a pesar de que el referente nacional fuera determinante, es

14
necesario reconocer los múltiples intercambios y relaciones que se presentaban en la
producción espacial con las demás escalas geográficas en sus múltiples dimensiones. (Ojo:
revisar redacción)

Las profundas transformaciones en las relaciones sociales presentadas en las últimas décadas,
redefinen todas las dimensiones de la materialidad socio-histórica y las escalas geográficas. El
reescalamiento que se presenta de las relaciones sociales es múltiple,

“El actual proceso de globalización, no conlleva a una absoluta territorialización de las
sociedades o culturas a escala global, tampoco a una completa desterritorialización en el flujo
de un espacio supra-territorial, sin distancias ni fronteras, sino más bien conduce a una
reestructuración multi-escalar de la organización territorial del capitalismo” (Brenner, 1999,
pg 68).

No se trata solamente de una lógica “glocal”, sino de múltiples “glocalizaciones” en donde se
superponen las escalas geográficas y las dimensiones socio-históricas. Desde una geopolítica
de la acción social, es mucho más claro que en esa geopolítica de la simultaneidad, se juega en
diversas escalas, no solamente desde la contigüidad espacial de las luchas. ¿Cómo
interrelacionar o integrar luchas geográficamente distantes? ¿Cuál es el nivel estratégico sub-
nacional de una determinada disputa, agenda o proceso? ¿Cómo interconectar o integrar
diversas luchas con objetivos múltiples en geografías compartidas o distantes?

El proceso de globalización implica una nueva geometría del poder, entre la reestructuración
económica, las transformaciones político-institucionales y las resistencias sociales, que
implican una reorganización del dominio y el mando capitalista, pero igualmente es un nuevo
escenario de retos y posibilidades que deben ser asumidos para las resistencias y propuestas
sociales y políticas.

Ahora bien, en el horizonte de la discusión planteada sobre los desafíos para las resistencias y
propuestas sociales en el escenario de la geopolítica de la globalización, el apartado final
pretende recrear de manera general las disputas territoriales tejidas en Nuestra América en la
última década, y que denotan la confrontación entres dos racionalidades antagónicas por la
ordenación política de los territorios.


Parte III: Territorialidades en disputa

Hemos sostenido a lo largo de este escrito que las categorías de espacio y territorio se
configuran como unidades de análisis privilegiadas para leer las dinámicas y las correlaciones
de fuerza que acompañan el desarrollo del capitalismo en su actual fase. En efecto, una
aproximación a las geografías históricas de la acumulación y a las geografías históricas de las
resistencias posibilita ver las formaciones espaciales que ha dejado a su paso la confrontación
social entre las clases dominantes y las clases dominadas. En este sentido, en este apartado
final queremos ejemplificar de manera general la disputa emergida en nuestra América en
este proceso de definición de una nueva espacilidad del capital. Sostenemos que existe una
confrontación entre dos racionalidades antagónicas para la ordenación del territorio, una que
asume el territorio como abrigo y que se apoya en construcciones públicas y comunitarias, y
otra que asume el territorio como recurso económico que debe ser ordenado bajo la lógica
imperativa de la acumulación del capital. (ojo: esta idea esstá repetida varias veces en el texto,
definir si queda así o si en alguno de los apartados donde está se elimina)

15



viii. Mercantilización de la naturaleza en el nuevo orden global

La actual fase del desarrollo capitalista, y la planetarización alcanzada por ésta, implica una
espectacular transformación de la espacialidad social. Territorios que hasta ahora habían
ocupado posiciones marginales en la división internacional del trabajo asumen hoy lugares
protagónicos para soportar las lógicas de acumulación y dominación de las elites
trasnacionales de las potencias centrales.

La incorporación de territorios al ciclo mundial de la producción se ha apoyado en lo que
anotábamos sobre la propuesta de Harvey de la acumulación por desposesión –retomando la
categoría marxiana de acumulación originaria–, que se explica por la incapacidad del sistema
de acumular a través de la reproducción ampliada sobre una base sustentable. El capital
requiere despojar a poblaciones enteras de territorios que hoy son estratégicos para sus
requerimientos acumulativos11; poblaciones que gracias a sus cuidados y tipos de
relacionamiento con la tierra permiten que estos contengan y preserven lo que hoy es
estratégico para la producción. Un claro ejemplo lo advirtimos con los territorios ricos en
biodiversidad.

Estos territorios, que al decir de la clase capitalista en el poder son habitados por “salvajes”,
por campesinos e indígenas incapaces de impulsar una sostenibilidad económica y ambiental
de los mismos; estas tierras agrestes, rudas, que presentan apenas algunos trazos del pincel
del capital, requieren ser incorporadas y esculpidas bajo la nueva óptica de la acumulación.
Una incorporación que regularmente arrasa y aniquila las especificidades históricas y los
proyectos de vida de las comunidades que los soportan.

Un elemento que llama particularmente la atención en esta geografía económica de la
globalización, es la radicalización asumida bajo la actual fase por la mercantilización de la
naturaleza. En efecto, aunque ya Marx anunciara la fractura metabólica que el capitalismo
había generado en la naturaleza, en tanto había transformado el ciclo natural para ajustarlo al
ciclo del capital, hoy esta situación es aún más compleja. La capacidad cobrada por el
capitalismo para apropiarse de la naturaleza, gracias al desarrollo científico técnico y al
despojo de comunidades de territorios ricos en recursos naturales, ilustra claramente la
cuestión.

El espacio asume hoy en día una importancia fundamental, ya que la naturaleza se transforma
en su totalidad, en una forma productiva (G. Prestipino, 1973, 1977, p.181). Cuando las
necesidades del proceso productivo llegan a todos los lugares, de manera directa o indirecta, se
crean paralelamente selectividades y jerarquías de utilización con la competencia activa o
pasiva entre los diversos agentes. En consecuencia, se plantea una reorganizaci6n de las
funciones entre las diferentes fracciones del territorio (Santos, 1996:29).

11 El geopolítico sueco Rudolph Kjellen dijo que los estados vigorosos y vitales con espacio limitado obedecen al

categórico imperativo político de expandir su espacio por medio de la colonización, la amalgama o la conquista.
(….) Pero el uso del espacio a causa de sus recursos, ya se trate de tierra para la agricultura o de yacimientos para
extraer minerales, es más importante que nunca. Y aún prevalece la noción de que las unidades políticas históricas
son prisioneras de la geografía. Si no poseen recursos naturales deben encontrar medios para quitárselos a sus
vecinos más afortunados. (Robert Barnet, 1981).

16
La resignificación de la naturaleza como fuente de valorización del capital, recurso y objeto
aprovechable, conduce a que ésta se constituya –como sugiere Smith– en un medio universal
de producción en el sentido de que no sólo provee los sujetos, los objetos y los instrumentos
de producción sino que es también, en su totalidad, un apéndice del proceso de producción
(Smith, 2006: 35 y ss). El capitalismo privatiza de esta manera las potencialidades de la
naturaleza, conduciendo a la subsunción de la forma natural bajo el propio telos de la
acumulación del capital.

La naturaleza se convierte por primera vez en un mero objeto para la humanidad, en un puro
asunto de utilidad; deja de ser reconocida como un poder por derecho propio; y el
conocimiento teórico de sus leyes independientes parece solo un estrategema diseñada para
someterla a las exigencias humanas, ya sea como objeto de consumo o como medio de
producción. Siguiendo esta tendencia, el capital ha ampliado los límites y los prejuicios
nacionales, más allá de la reproducción de las formas de vida tradicionales. El capital es
destructivo de todo esto y permanentemente revolucionario, derribando los obstáculos que
impiden el desarrollo de las fuerzas productivas, la expansión de la necesidad, la diversidad de
la producción y la explotación y el intercambio de las fuerzas naturales e intelectuales (Harvey,
1973: 410).

La transformación de la naturaleza bajo el proceso de la producción ha traído como
consecuencia, la pérdida de la capacidad de autosostenimiento, en su sentido de
autorreferencialidad. Los territorios pasan a ser apreciados como meras fuentes proveedoras
de recursos que deben funcionar bajo las temporalidades y movimientos que la ciencia y la
técnica determinan, desconociendo los tiempos sociales y naturales que han permitido su
conservación a través de la historia.

ix. La esquizofrenia del territorio

El territorio latinoamericano se ha configurado como una fuerza productiva estratégica bajo
las actuales condiciones de valorización capitalista debido a la riqueza natural que soporta. En
efecto, los importantes yacimientos petrolíferos y de gas, la riqueza hídrica (ríos y los más
importantes acuíferos del mundo), la riqueza genética que esconde su biodiversidad y que
conocen con tanta precisión nuestras comunidades indígenas, los minerales que garantizan la
reproducción del proceso productivo, e incluso minerales como el oro que soportan la
estabilidad financiera de las potencias económicas, tierras extensas para la producción de
agrocombustibles y desarrollo maderero, entre otros, son representativos de esta cuestión.

América Latina es entonces de los territorios más ricos del planeta tierra en los tres recursos
naturales que, bajo las actuales condiciones del desarrollo capitalista y del modo de
acumulación de poder, se configuran como estratégicos: energía en sus diversas fuentes,
diversidad biológica y agua (Porto-Goncalves: 2004). Sin embargo, esta riqueza natural que
soporta Nuestra América, más que constituirse en un escenario de posibilidad, ha terminado
configurándose en un escenario de despojo territorial de millones de sus pobladores.

Este nuevo patrón de acumulación ha ganado espacio en la región, soportado en la
reprimarización económica: en los monocultivos de soya, caña y palma; en la extracción de
hidrocarburos y de minerales como el carbón, el oro, el cobre y el litio; en el uso energético e
infraestructural de las fuentes hídricas, entre otros. Proceso que no logra impulsar desarrollos
productivos reales en las economías nacionales. Por el contrario, son patrones de acumulación
que impulsan lógicas de tercerización laboral, generan estancamientos de los aparatos
industriales y, en el peor de los casos, desmontes de los mismos, destacándose por ser

17
altamente contaminantes, lo que cuestiona de manera abierta la sostenibilidad ambiental y
alimenticia de los pobladores de estos territorios.

Así las cosas, podemos decir que aunque la novedad del capitalismo en el escenario
contemporáneo radique en su capacidad de incorporar, bajo el motor de la acumulación, todo
el ordenamiento territorial del planeta; esto no sugiere transformaciones en la desigual
división territorial del trabajo. Por el contrario, es posible afirmar que bajo los actuales
referentes los procesos de asimetría que sustentan dicha división tienden a profundizarse.
Hoy siguen reproduciéndose los desequilibrios más espectaculares entre las sociedades del
norte y del sur.

Sin embargo, aunque esta situación plantea un panorama oscuro para las poblaciones
asentadas en los nuevos territorios estratégicos de la periferia, es necesario recalcar que en
medio de esta exclusión que acompaña y caracteriza una de las caras del proceso de la
globalización –sustentada en la explotación y no en la emancipación12–; se configuran
movimientos sociales populares, campesinos e indígenas que luchan por la defensa de sus
territorios. De manera que la arremetida usurpadora de las prácticas capitalistas en los
territorios de estos actores socailes se enfrenta a un proceso se resistencia, en donde las
organizaciones populares sustentan su lucha en la afirmación de su territorialidad. Esto es –
siguiendo a Zibechi 2008–, en la defensa de su territorio entendido como valor de uso, espacio
donde se practica un modo de vida asentado en una cultura. Como el terruño, un espacio en el
que se asienta la cultura apropiándose la tierra: simbolizándola, significándola, marcándola,
geo-grafiándola (Portogoncalvez 2001).

En este orden de ideas, es posible afirmar que los conflictos contemporáneos expresan una
lucha hegemónica y contra-hegemónica por la definición del uso y el sentido de los territorios
que se articula en diversas escalas. Esto es, expresa el antagonismo entre una territorialidad
social popular que asume el territorio como espacio de vida, como abrigo y una territorialidad
productivista economicista que lo asume en tanto su uso como recurso económico y
generador de riqueza. (ojo: esta idea esstá repetida varias veces en el texto, definir si queda
así o si en alguno de los apartados donde está se elimina)

El componente material y simbólico que caracteriza a los territorios que hoy son objeto de
disputa explican las comprensiones más elaboradas que construyen los actores populares de
la confrontación y sus conflictos. Es decir, al percibirse desde una dimensión más
territorializada y más cotidiana, los conflictos resultan más asibles para el grueso de los
actores que participan de la disputa. Esta situación explica la emergencia de formas
organizativas más horizontales y la definición de unas lógicas de articulación que no se
subordinan a las identidades sectoriales, sino que privilegian el encuentro y la intersección
entre diversos sectores y sujetos políticos del mundo de lo popular que son seriamente
vulnerados por dichos conflictos.

En este orden de ideas, retomando los planteamientos de Santos (2008), recordamos que el
territorio no es un dato neutro ni un actor pasivo. Produce una verdadera esquizofrenia, ya
que los lugares escogidos acogen y benefician los vectores de la racionalidad dominante pero
también permiten la emergencia de otras formas de vida. Esa esquizofrenia del territorio y del

12 Aquí hacemos esta distinción, porque no es nuestro propósito generar una lectura negativa de la esencia misma

del fenómeno de la globalización, partimos del reconocimiento que este proceso tiene una potencialidad
emancipadora bastante amplia. Aquí lo que cuestionamos y problematizamos son las dinámicas de la globalización
económica que persigue esquizofrénicamente la reproducción de la acumulación por la acumulación.

18
lugar tiene un papel activo en la formación de la conciencia. Y es precisamente en el
reconocimiento y visibilización de esa lucha de territorialidades que desvelan las formas de
apropiación antagónicas que tienen los sujetos frente a los territorios, en la configuración de
esas conciencias territoriales, que se tejen y despliegan procesos de defensa y resistencia que
permiten pensar la redefinición de un proceso globalizador que logre ser realmente
incluyente, igualitario, emancipador y liberador. Así como lo señala Zibechi,

“(…) las nuevas territorialidades son el rasgo diferenciador más importante de los
movimientos sociales latinoamericanos, y lo que les está dando la posibilidad de revertir la
derrota estratégica. A diferencia del viejo movimiento obrero y campesino (en el que estaban
subsumidos los indios), los actuales movimientos están promoviendo un nuevo patrón de
organización del espacio geográfico, donde surgen nuevas prácticas y relaciones sociales. La
tierra no se considera sólo como un medio de producción, superando una concepción
estrechamente economicista. El territorio es el espacio en que se construye colectivamente una
nueva organización social, donde los nuevos sujetos se instituyen, instituyendo su espacio,
apropiándoselo material y simbólicamente (Zibechi, 2008:28-29).

Todos los elementos anteriormente descritos, evidencian un nuevo escenario de la
conflictividad y la lucha social y política en nuestra América. Es claro, que en el escenario
contemporáneo resaltan las múltiples y significativas dificultades que afrontan las clases
dominantes para mantener como hegemónica su visión del mundo. Esto es, y parafraseando a
Gramsci, el bloque en el poder cada vez tiene que apelar más al uso de la fuerza que al
consenso para garantizar su supervivencia13 y, claro está, esto pone en cuestión su capacidad
de dirección social, de asegurar la apropiación simbólica y material de su concepción del
mundo, en últimas de dirigir moral e intelectualmente a la sociedad.

Y es precisamente, el entendimiento amplio y complejo de esta situación, uno de los desafíos
centrales del movimiento social popular latinoamericano. Es decir, las luchas sociales deben
tener en su horizonte de sentido que su lucha política está ligada indisolublemente a la lucha
hegemónica. Que la resistencia popular de los estudiantes mexicanos, lo que se llamó Yo soy
132; de los pobladores de Atenco; del Frente Guasú –la coalición de partidos y organizaciones
sociales que apoyan al depuesto presidente Fernando Lugo–; del Frente Nacional de
Resistencia Popular que defendió incansablemente el retorno de Zelaya a la presidencia de
Honduras; de las organizaciones campesinas e indígenas que respaldan y defienden el proceso
de cambio adelantado en Bolivia; del naciente y esperanzador movimiento político de la
Marcha Patriótica en Colombia, al igual que del Congreso de los Pueblos, la Mane, la Minga
indígena, entre otras, son luchas y resistencias por la emancipación humana, por la
alternatividad social, por la posibilidad real de un buen vivir y no un vivir mejor como dirían
las valiosas reflexiones de nuestras comunidades indígenas14.

13 La estrategia de la militarización ha ocupado un lugar central en los procesos de definición de las nuevas

geografías productivas periféricas. Pues, a través del despliegue de diversos mecanismos, como son el desarrollo
de campañas militares en territorios específicos, la implantación de bases militares, e incluso el impulso a
programas de paramilitarización, los capitalistas han asegurado el control de los que hoy se constituyen en los
“territorios estratégicos de la periferia”. Ésta situación se ve claramente recreada en el actual proceso de
redefinición territorial que se desarrolla en buena parte del territorio colombiano, pues allí los procesos de
ocupación militar se han constituido en los mecanismos más importantes para garantizar el control del territorio
que hoy requiere ser incorporado productivamente a la nueva estrategia de desarrollo.
14 “El Vivir Bien no es lo mismo que el vivir mejor, el vivir mejor es a costa del otro. Vivir mejor es egoísmo,

desinterés por los demás, individualismo, sólo pensar en el lucro. Porque para vivir mejor al prójimo se hace
necesario explotar, se produce una profunda competencia, se concentra la riqueza en pocas manos. En algunos
países del Norte, en las grandes metrópolis, hay personas que compran un traje, lo usan una vez y lo arrojan a la
basura. Esa falta de interés por los demás genera oligarquías, noblezas, aristocracias, elites que siempre pretenden

19




x. Conflictos territoriales en Colombia: Una aproximación desde el
Observatorio Nacional de Paz15

Las nuevas formas de ordenar el territorio, gestadas por las clases en el poder para garantizar
la acumulación por la acumulación impulsan un importante proceso de resistencia social
popular que expresa la crisis política emergida en este proceso de producción de una nueva
espacialidad del capital. La geografía de la resistencia popular que se ha venido configurando
en Colombia da cuenta de la incapacidad de las clases dominantes para tramitar los conflictos
dentro de los márgenes definidos por sus órdenes institucionales, y expresa una aguda
confrontación entre dos racionalidades antagónicas: una que asume el territorio como recurso
económico y fuente de riqueza y que desea ordenarlo a través de la violencia del dinero, y otra
que asume el territorio como abrigo, como espacio de encuentro y solidaridades orgánicas, el
fundamento mismo de la vida de las personas en comunidad (Cataia 2008). Esto es, esta nueva
espacialidad social expresa una relación dialéctica entre la razón global y la razón local que
coexisten violentamente en la actualidad. (ojo: esta idea esstá repetida varias veces en el
texto, definir si queda así o si en alguno de los apartados donde está se elimina)

El reordenamiento territorial desarrollado en el país en los últimos años, en consonancia con
la definición de una estrategia económica soportada en un modelo primario-exportador que
persigue el desarrollo minero extractivo, infraestructural, energético y agroindustrial, impulsa
la emergencia de un número significativo de conflictos territoriales que expresan el sentir de
las comunidades por la defensa de unas formas históricas de ordenar los territorios que hoy
están siendo vulneradas por el modelo económico agenciado por el Estado colombiano16.

En efecto, la nueva geografía económica del capital sobre la que se soporta la mencionada
estrategia cuestiona la permanencia autónoma de las comunidades en sus territorios, razón
por la cual su defensa ocupa un lugar protagónico en los repertorios de la movilización social

vivir mejor a costillas de los demás. Si no hay interés por la vida de los demás, sólo queda el interés por la vida de la
persona individual, a lo sumo de su familia. El Vivir Bien está reñido con el lujo, la opulencia y el derroche; está
reñido con el consumismo. No trabajar, mentir, robar, someter y explotar al prójimo y atentar contra la naturaleza
posiblemente nos permita vivir mejor, pero eso no es Vivir Bien, no es una vida armónica entre el hombre y la
naturaleza. En nuestras comunidades no queremos que nadie viva mejor, ya que eso es aceptar que unos estén
mejor a cambio de que los otros, las mayorías, vivamos mal. Estarmejor nosotros y ver a otros que están peor no es
Vivir Bien. Queremos que todos podamos vivir bien, queremos lograr relaciones armónicas entre todos los
pueblos” (Mamani, 2010).
15Este apartado se construye a partir de la reflexión propuesta en el ONP dirigido por Planeta Paz en los siguientes

textos: “Actores y dinámicas de la conflictividad territorial. Percepciones populares en cuatro regiones de


Colombia, “Prácticas populares de transformación de conflictos” y “Puentes para la paz: Lecturas, transiciones y
propuestas populares”.
16
Se han perfilado cinco dimensiones de los conflictos territoriales, estas son: 1. Conflictos por minera, vinculados
principalmente con la explotación de oro a cielo abierto y los megaproyectos carboníferos; 2. Conflictos por
hidrocarburos, referidos al impacto ambiental que estos tienen, el despojo territorial y la precarización de las
condiciones laborales de los trabajadores en los pozos petroleros; 3. Conflictos de tierra, asociados con la extensión
de los monocultivos de palma y caña para la producción de agrocumbustibles, así como de ciertas plantaciones
forestales con propósitos madereros y grandes extensiones de soja; 4. Conflictos por infraestructura, relacionados
con el desarrollo de megaproyectos viales, hidroviales, portuarios y aeroportuarios que buscan generar corredores
de movilidad para la extracción de los recursos naturales estratégicos; y 5. Conflictos por narcotráfico y sus
articulaciones con las formas “legales” de la acumulación.

20
en el escenario contemporáneo. Así las cosas, el trabajo y la tierra como unidades de análisis
privilegiadas para el estudio de los conflictos, empiezan a ser desplazadas por una nueva
unidad de análisis que emerge con fuerza: la del territorio.

La disputa de territorialidades implica entonces la confrontación de miradas frente a su
ordenación, uso y sentido. Esto es, desvela la tensión por la dirección política de los mismos.
Expresa el antagonismo entre una territorialidad social popular que asume el territorio como
espacio de vida, y una territorialidad productivista economicista que lo asume en tanto su uso
como recurso económico y generador de riqueza. Así las cosas, la defensa comunitaria de los
territorios no expresa simplemente una lucha por el acceso a las condiciones materiales que
los soportan, sino, especialmente, por la posibilidad de supervivencia y reproducción de las
relaciones y prácticas sociales que en ellos se establecen. ojo: esta idea esstá repetida varias
veces en el texto, definir si queda así o si en alguno de los apartados donde está se elimina)

De ahí que los conflictos expresen una lucha por las posibilidades concretas que las
comunidades tienen de reproducirse socialmente en la cotidianidad de sus espacios de vida.
Es una lucha por permanecer en un territorio entendido como abrigo, como lugar de
encuentro, de trabajo, de relaciones solidarias comunitarias entre los diferentes sujetos
sociales y políticos que lo han habitado históricamente.

En este orden de ideas, cuando se habla de conflictos infraestructurales, minero-energéticos,
por tierras, entre otros, no se refiere simplemente a las condiciones físicas, materiales que
involucran a estos conflictos. Esto es, no expresa simplemente, quién explota el recurso (la
Empresa Transnacional –ETN– o el pequeño minero); quién posee la tierra (el terrateniente,
el empresario de la palma o el campesino), quién define qué tipo de proyecto infraestructural
se desarrolla (el gobierno nacional o el local), por dónde pasa y a quién beneficia; sino que
también involucra una dimensión mucho más amplia y es la referida a las transformaciones
de los órdenes sociales de los territorios y las comunidades que los habitan. En este sentido,
vincula prácticas culturales, de vecindad, comunales, laborales, alimentarias, reproductivas,
ambientales, educativas, entre otras. En síntesis, a los modos como las comunidades y los
individuos habitan y recrean su vida en los territorios.

Este componente material y simbólico que caracteriza a los territorios que hoy son objeto de
disputa explican las comprensiones más elaboradas que han empezado a construir los actores
populares de la confrontación y sus conflictos. Es decir, al percibirse desde una dimensión
más territorializada y más cotidiana, los conflictos resultan más asibles para el grueso de los
actores que participan de la disputa. Y es precisamente esta comprensión más amplia y
elaborada que tienen sobre los conflictos, la que explica la emergencia de formas
organizativas más horizontales y la definición de unas lógicas de articulación que no se
subordinan a las identidades sectoriales, sino que privilegian el encuentro y la intersección
entre diversos sectores y sujetos políticos del mundo de lo popular que son seriamente
vulnerados por dichos conflictos. En efecto, el territorio al representar el lugar de encuentro
de los grupos sociales, el espacio para el trabajo, para el cultivo de la tierra, para la fiesta,
para el desarrollo del proyecto educativo, en síntesis para la reproducción y producción de la
vida misma, hace posible que en torno a él confluyan en su defensa la diversidad de actores
sociales y políticos que lo habitan.

Estas nuevas identidades que se construyen en torno a lo territorial, e incluso regional,
permiten que las luchas sean más transversales a una serie de sectores sociales, etnias,
edades, e incluso clases sociales. Las luchas por el territorio en todas las expresiones que éste

21
asume, por el agua, por el alimento, por los páramos, por el trabajo, por las tradiciones, no se
construyen simplemente desde el lugar sectorial o de clase, ahora se desarrollan desde los
vínculos que cada uno de los sujetos sociales y políticos tienen con los territorios en los que se
vive.

Así las cosas, los conflictos minero-energéticos o por tierras, no convocan simplemente al
trabajador de la mina o al campesino que está siendo desplazado de su parcela. Allí confluyen
estudiantes, ambientalistas, indígenas, jóvenes, niños y niñas, trabajadores formales e
informales, mujeres urbanas y rurales, pequeños comerciantes, académicos, educadores,
activistas políticos, padres y madres de familia, entre otros muchos actores sociales que saben
que la explotación minera a gran escala o el desarrollo rural agroindustrial se constituyen en
una amenaza a la posibilidad de materializar sus horizontes de vida.

Estas amplitudes e intersecciones que se construyen desde los diversos actores populares en
el marco de los conflictos territoriales dotan de un carácter mucho más amplio los horizontes
políticos y sociales de las luchas populares. Es decir, las apuestas políticas de las luchas no se
restringen a reivindicaciones parciales sobre el orden social de las cosas, sino que persiguen
desde otros lugares transformaciones estructurales al orden social existente. Así las cosas, las
luchas no se limitan a ciertos ámbitos del poder, sino que buscan penetrar y disputar todas las
formas de existir que tiene el poder.

Esto quiere decir que el horizonte político que persigue la puesta en escena del conflicto no se
ciñe solamente al reconocimiento de una serie de derechos como son los del trabajo, la salud,
la educación, la tierra, la vivienda y la participación dentro de las bases societales del sistema
dominante. Los nuevos horizontes disputan tanto el sentido social como societal de la
organización política, económica, cultural y ambiental del sistema político. Esto supone, entre
otras cosas, transformaciones en los órdenes de género para romper estructuras machistas y
patriarcales que definen la estructura social. De igual manera, el reconocimiento de formas
autónomas de organización territorial de carácter comunitario que no se inscriben dentro de
la lógica de la racionalidad mercantil dominante y que se expresan en figuras de zonas de
reserva campesina, resguardos indígenas y territorios afrocolombianos. También, formas de
participación popular que realmente reconozcan al pueblo como constituyente primario y
como sujeto protagónico en la construcción del orden social.

Aunado al carácter amplio de las apuestas y horizontes de las luchas sociales, se destaca la
presencia de agendas y propuestas cada vez más cualificadas y consistentes. En efecto, son
múltiples y diversas los proyectos de política liderados por los sectores sociales populares
que plantean formas alternativas de ordenar los territorios.

A manera de cierre

Como hemos venido señalando a lo largo del texto, entendemos que la espacialidad o
territorialidad es presupuesto, medio y producto de las relaciones sociales, en su producción o
reconfiguración está presente la naturaleza, las infraestructuras o equipamientos sociales y
los discursos y prácticas sociales, económicas, políticas, culturales, ambientales por su
apropiación y transformación. La espacialidad es un proceso y relación en permanente
producción y reproducción, abierto y en disputa.

En el capitalismo la producción de la espacialidad o territorialidad es el producto antagónico


de las relaciones de producción y reproducción del capital y el trabajo. El capital busca

22
desplegarse territorialmente tratando de “aniquilar el espacio con el tiempo” en busca de
mayores niveles de beneficio, renta o interés, apoyado directa o indirectamente por el Estado
y sus estrategias de intervención y reconfiguración espacial. Las resistencias, trasgresiones o
propuesta subalternas de producción territorial se recomponen política y socialmente de
manera localizada, igualmente contribuyen a una reconfiguración espacial buscando producir,
crear lugares por fuera o más allá de la lógica capitalista.

Hoy frente al proceso de globalización, como compresión espacio-temporal, asistimos a un


despliegue espacial del capital apoyado por la financiarización de la economía y el desarrollo
acelerado y creciente de la tecno-ciencia complejizando la dinámica espacial de su proceso de
producción y reproducción. La dinámica espacial o territorial del capital manifiesta una
amplia periferización del centro, una recomposición de las relaciones centro/periferia, y una
diversidad de periferizaciones al sur. La mercantilización de todas las relaciones sociales
implica igualmente que el capital debe enfrentar toda la extensión territorial de prácticas,
discursos y estrategias que desbordan sus posibilidades, o lo enfrentan abiertamente. Las
resistencias territoriales desplegadas a lo largo y ancho de la tierra, se recomponen política y
socialmente en su diversidad en escenarios localizados enfrentando la lógica
desterritorializante del capital.

En Nuestra América asistimos a una dinámica de despojo territorial que se expresa en


procesos de desplazamiento forzado, reprimarización económica, extranjerización de las
tierras, privatización de los bienes básicos y comunitarios, entre otros. Esta situación permite
entender que el territorio se configure bajo las actuales condiciones en uno de los ejes
fundamentales de la disputa social. Esta situación expresa por lo menos dos modos de
significación del uso del territorio, por un lado una racionalidad de los actores hegemónicos,
aquellos que tienen poder y por el otro lado, los actores no hegemónicos que expresan la
resistencia social popular. Dos procesos de producción de lo cotidiano de arriba-abajo donde
el tiempo que comanda es el tiempo del mundo y un proceso de abajo-arriba donde comanda
el tiempo del lugar producido por la existencia de la vecindad, cuyo fundamento no es técnico,
no es pragmático, pero tiene enorme parcela de emoción (Santos 2008).

Finalmente, podemos señalar que los conflictos y antagonismos espaciales en nuestro país
hacen parte de la reconfiguración globalista neoliberal, y al mismo tiempo expresan las
dinámicas y trayectorias nacionales de violencia y narcotráfico, así como el acumulado de
exclusión y olvido de grupos sociales y políticos y sus territorios.


Para reflexionar y dialogar con quien leyó este libro

1. La incorporación del patrón económico que implica la acumulación por desposesión


transformó las territorialidades, economías y formas de organización social en el conjunto de
América Latina, ¿los gobiernos alternativos de la región escapan a esta dinámica o cuál es la
lógica que cumplen en este movimiento internacional del capital?

2. La subsumsión real del conjunto del trabajo social en el capitalismo subordina tanto los
espacios de producción como de reproducción, que antes gozaban de una mayor
diferenciación a través de divergencias temporales entre la jornada laboral y los tiempos de
reproducción social, ¿qué modificaciones se derivan de este proceso sobre el uso del tiempo,
el trabajo enajenado y las lógicas de consumo?

23

3. Las resistencias territoriales y las reivindicaciones por la creación de espacios específicos,


micropoderes y articulaciones que resignifican el territorio y la práctica social, no logran
expandirse sobre amplios espacios nacionales, articularse rápidamente con otras resistencias
de orden nacional y global, ¿son superables estas dificultades en la construcción de
alternativas generales al sistema capitalista?

4. ¿Qué desarrollo e implicaciones tiene la acumulación por desposesión y las confrontaciones


en contra de ella en las territorialidades urbanas?

5. ¿Será capaz la izquierda existente de transformar sus tradiciones e inercias para afrontar la
derrota estratégica, de la que hablan autores como Zibechi, reconociendo los aportes de los
movimientos sociales que hoy enfrentan los recambios del capitalismo contemporáneo?

6. La incorporación de la tecno-ciencia y la automatización se han juntado con las lógicas de


reordenamiento territorial a múltiples escalas, a raíz de ello ¿qué modificaciones ocurren
sobre la clase que vive del trabajo?

7. Los cambios en las formas de organización social y de poder conocidas hasta ahora son
profundos; por ejemplo, los tradicionales instrumentos de poder de la modernidad se vuelcan
hacia estrategias, prácticas y dispositivos de poder biopolíticos, ¿las implicaciones de estas
transformaciones destruyen la legitimidad y el papel de instrumentos como el Estado y la
organización de la cultura (escuela, iglesia, organizaciones corporativas)?

8. El reordenamiento de la geopolítica internacional encubre el desarrollo de una nueva geo-


economía de la acumulación ¿cuál es el rol que juega Colombia en esta situación, teniendo en
cuenta la interpretación de las múltiples escalas de articulación a la globalización que
proponen los autores?

9. En un ambiente de desenvolvimiento de los diálogos de paz con las Farc y acercamientos


entre el Gobierno y el Eln ¿qué papel juegan hoy las insurgencias y la guerra con respecto a la
acumulación por desposesión en Colombia? De igual manera, ¿qué probables implicaciones
tendría la solución dialogada al conflicto en cuanto a la acumulación por desposesión y las

24
prácticas de los movimientos sociales?

10. El control de activos financieros, la bancarización de la vida y el estricto control monetario


son muestras de los trastoques del capitalismo contemporáneo, ¿qué condiciones de este tipo
modifican las formas de explotación y consumo en nuestra formación social? De igual manera,
¿qué caminos pueden sembrarse para resistir ante esta condición?





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